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Creador y criaturas




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

  1. La
    doctrina de la omnipresencia
  2. La
    infinitud divina
  3. La
    mente divina
  4. Conocimiento, humildad y
    modestia
  5. Infinitud operativa
  6. La
    interpretación de la realidad
  7. Delimitaciones godelianas

La noción de "infinito" ha sido una fuente de
confusión y controversias a través de la historia
de la ciencia, la cultura y la filosofía. Perturbó
a los antiguos griegos, quienes trataron inútilmente de
comprenderlo por vía de someter el concepto de "infinitud"
a la intuición del sentido común, la cual,
lamentablemente, estaba inspirada en un mundo percibido como
finito y, consecuentemente, los condujo a conclusiones
contradictorias y paradójicas.

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Para Platón (427-347 antes de la EC) y
Pitágoras (580-495 antes de la EC) el infinito era "
apeirón" (el caos), pues el infinito carecía de
medida (metron). La voz "apeirón", tal como la empleaba
Anaximandro (610-546 antes de la EC), significaba "sin fin, sin
límite", y suele traducirse como "lo infinito, lo
indefinido, lo ilimitado". Consecuentemente, intentaron esquivar
teóricamente la noción de "infinitud".

La idea del infinito también fue evitada o
marginada por Aristóteles (384-322 antes de la EC) y por
los escolásticos (siglos XI a XV de la EC), quienes
basaban su aversión hacia el susodicho concepto en las
propias absurdidades o contradicciones que el "infinito" les
generaba. Uno de los típicos argumentos esgrimidos en
contra del "infinito" era el conocido como "la
aniquilación de los números finitos al ser operados
con el infinito", pues según este criterio los
números finitos son absorbidos por los números
infinitos (denotados globalmente por "8"); es decir, para todo
número finito "a", sucede lo siguiente: "a + 8 = 8", y de
esta forma los números infinitos aniquilan a los
números finitos.

La Edad Media no produjo ningún
esclarecimiento significativo sobre la noción de
"infinitud", pues prevalecieron de forma indiscutible las ideas
de Platón y Aristóteles al respecto. Además,
como la mayor parte del conocimiento se encontraba salvaguardado
en los monasterios, el elemento religioso impuso su dogmatismo y
a la vez fusionó las ideas filosóficas griegas con
una teologíapseudocristiana que ya venía
desarrollándose de manera inequívoca y solapada
desde el siglo II de la EC. El cristianismomedieval se
había dejado arrebatar por el pensamiento platónico
y aristotélico, y no dudó en echar sus cimientos
definitivos sobre las geniales figuras intelectuales constituidas
por ambos pilares de la filosofía clásica. La
sagrada escritura había dejado de ser el foco principal de
interés para el clero (pues éste se
convirtió en simple depositario de la Biblia), y
pasó a ser usada como herramienta destinada a corroborar o
prestar apoyo a las doctrinas filosóficas de los grandes
pensadores griegos, aun a costa de ser irrespetuosamente
tergiversada.

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Por tal motivo, el debate acerca de la
naturaleza del infinito tomó connotaciones
teológicas más bien que
matemáticas, al considerarse el infinito como propiedad
exclusiva de la majestad divina. Así, el eminente
Agustín de Hipona (354-430) creía que sólo
Dios y sus pensamientos eran infinitos y Tomás de Aquino
(1224-1274), por su parte, afirmaba que Dios era ilimitado.
Evidentemente, el concepto agustiniano dejaba el infinito
reservado solamente para Dios, con lo que, desde este prisma, por
ejemplo, sería una herejía atribuir infinitud al
conjunto de los números naturales (a menos, claro
está, que de algún modo fuera santificado este
constructo matemático humano y a continuación se le
asociara peregrinamente con alguna clase de atributo
teológico divino). Por otro lado, la visión tomista
no podía menos que degenerar hacia el concepto de
"omnipresencia" divina, el cual es antibíblico (como
veremos a continuación).

La doctrina de la
omnipresencia.

Es bien conocido el proceso de absorción de la
filosofía griega realizado por el pseudocristianismo
(cristianismo degenerado), a partir del siglo II de la EC, y que
inicialmente se materializó de manera oficial con la
deglución por parte de Agustín de Hipona (354-430)
del pensamiento de Platón; y culminó con
Tomás de Aquino (1224-1274), haciendo lo propio (este
último) con el pensamiento de Aristóteles. Esto
llevó a que se adoptaran las nociones aristotélicas
de infinito potencial e infinito actual en la doctrina tomista,
pero con connotaciones especiales o matices teológicos. La
repercusión posterior ejercida por la obra de Tomás
de Aquino ha sido inmensa y se admite que su doctrina fue
prácticamente el pensamiento oficial de la iglesia
católica durante los siglos posteriores.

Para Aristóteles, el "infinito potencial" era un
infinito en potencia o proyecto, como, por ejemplo, el que se
relaciona con la construcción de la sucesión de los
números naturales: 1, 2, 3, 4, …, n, …, la
cual puede hacerse tan grande como se quiera, bastando para ello
añadir al último número natural formado,
"n", el siguiente de la lista, a saber: "n+1". En cambio, el
"infinito actual" era un infinito en acto o de hecho, como, por
ejemplo, el que se obtiene al considerar todos los puntos
geométricos que contiene un segmento rectilíneo
dado; pues entre 2 puntos cualesquiera, "a" y "b", pertenecientes
dicho segmento, siempre se puede encontrar un punto medio entre
ambos, esto es: "(a+b)/2"; y ello sin importar para nada la
proximidad entre "a" y "b".

Tomás de Aquino hizo suya esta concepción
aristotélica, y la aplicó a la teología.
Él consideró a Dios como un "infinito actual", el
único. Además, Tomás de Aquino afirmó
que para todo ser distinto de Dios no era posible el conocimiento
exacto del "infinito actual", pues sólo el Todopoderoso
tiene una comprensión absoluta de todo lo que existe.
Según el pensamiento tomista, Dios conoce la totalidad de
los números (naturales) como un todo; es como si
dijéramos que todos estos números están
presentes a la vez en su mente o pensamiento y, por
tanto, esta "presencia numérica" en la mente divina
sería un ejemplo de un infinito en acto. El
pensamiento filosófico-religioso de Tomás de Aquino
admitía, pues, la existencia del infinito en acto, aunque,
por supuesto, únicamente conocible por Dios y fuera del
alcance de la mente humana.

Descartes (1596-1650) reservó la
designación de "infinito" sólo para Dios, mientras
que a las cosas, números, líneas y extensiones
infinitas les dio el nombre de "indefinidas"; en sus "Principios
de la Filosofía" declaró: "Llamaremos a estas cosas
indefinidas más que infinitas, con el fin de reservar a
Dios solo el nombre de infinito". Para este filósofo Dios
es "una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente,
omnisciente, omnipotente".

Por su parte, Spinoza (1632-1677)
entendía "por Dios un ser absolutamente infinito, es
decir, una sustancia constituida por una infinidad
de atributos, cada uno de los cuales expresa su esencia eterna e
infinita". En cuanto a Leibniz (1646-1716), él
declaró: "Cabe juzgar que esa Sustancia Suprema, que es
única, universal y necesaria debe ser incapaz de
límites y contener tanta realidad cuanta sea
posible".

Al parecer, desde Tomás de Aquino a
Leibniz, el pensamiento influyente tras estas mentes productivas
fue la Escolástica, el movimiento teológico y
filosófico que intentó utilizar la filosofía
grecolatina clásica para comprender la revelación
religiosa del cristianismo. El infinito teológico, por
consiguiente, arbitrado por la Iglesia y basado en el
aristotelismo, se impuso hasta el grado de afectar a la
teoría misma de los infinitos de Cantor.

Es bien sabido que Cantor demostró que la idea de
infinito no es única ni absoluta, sino que existe una
multiplicidaddeinfinitos. Cantor ciertamente probó que
tras cada infinito se puede esconder un infinito superior, y que
existen una infinidaddeinfinitos que son diferentes entre
sí. Estos hallazgos hacían obsoleta la manera de
entender el infinito por los aristotélicos y
escolásticos, y consecuentemente amenazaban con derruir la
teología inamovible de la Iglesia.

Al parecer, los análisis de Cantor
en torno al fascinante problema del infinito atrajeron la
atención del Vaticano. Y como Cantor era un
auténtico devoto judeocristiano, intentó buscar la
manera de compatibilizar sus hallazgos con la idea
escolástica de que no puede existir otro Infinito que
Dios. Por lo visto, estos descubrimientos innegables y la fuerte
convicción religiosa de Cantor llevaron a éste a
graves crisis psicológicas. Al final, Cantor, aceptando
aparentemente sugerencias de la Iglesia, consintió en
denominar "transfinitos" a los infinitos de su
teoría, en tanto que dejó al margen un infinito
supuestamente inasequible al intelecto humano, situado
muy por encima de todo infinito o transfinito concebible:
El "Infinito Absoluto" (el infinito divino).

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Ahora bien, para los escolásticos,
Dios es un ser ilimitado, por lo que la infinitud divina es
ilimitada o absoluta. El concepto griego
clásico de "apeirón" (indefinido, infinito,
ilimitado) con el que empezó a construirse la
teología pseudocristiana, con Agustín de Hipona a
la vanguardia, da la impresión de haber permanecido
esencialmente intacto a lo largo de los siglos, dejando
atrás a Tomás de Aquino (su gran apostillador) y
extendiéndose hasta prácticamente los albores del
siglo XX. De manera que, en lugar de considerar anticuada una
teología que adolece de un concepto de infinitud
trasnochado, las argucias eclesiásticas han ido
encaminadas a perpetuar la vieja noción, pero vestida de
entelequia inasequible para la ciencia.

Desde la influencia de los fariseoscristianizados, que
pueden ser incluidos entre los llamados "judaizantes" y que
creían que Dios está en todas partes (omnipresencia
divina), hasta Agustín de Hipona, la noción
teológica de que Dios es "omnipresente" (está en
todas partes) cobró auge. Esto es así porque parece
que la idea de "apeirón", barajada por los llamados Padres
de la Iglesia, obligaba a concluir de la siguiente manera: "Si
Dios es infinito e ilimitado, entonces no puede
tener límites corporales ni de ninguna otra clase. Al no
tener límites corporales, Dios ocupa todo el universo o
toda la realidad. Por lo tanto, Dios es omnipresente (está
presente en todo lugar)".

Sin embargo, la sagrada escritura muestra que esta
concepción es errónea. La revista LA ATALAYA,
publicada en español y otros idiomas por la Sociedad
Watchtower Bible And Tract, en su número del 1-7-1981,
páginas 5 y 6, dice en parte:

«En realidad, al enseñar que Dios es
omnipresente la cristiandad ha confundido los asuntos y ha hecho
más difícil que Dios sea una realidad para los que
le adoran. ¿Cómo podría Dios estar presente
en todo sitio a la misma vez? Dios es una Persona de la
región espiritual o celestial, lo cual significa que no
tiene cuerpo material, sino espiritual. ¿Tiene cuerpo un
espíritu? Sí, pues leemos: "Si hay cuerpo
físico, también lo hay espiritual" (1ª
Corintios 15:44). Dado que Dios es un ser individual, una Persona
con cuerpo espiritual, él tiene un lugar de
habitación y por lo tanto no podría estar en
ningún otro sitio a la misma vez. Por eso leemos en 1
Reyes 8:43 que los cielos son el "lugar establecido de su
morada". También se nos dice en Hebreos 9:24 que "Cristo
entró … en el cielo mismo, para comparecer ahora
delante de la persona de Dios a favor nuestro"

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Bien puede ser que algunas personas hayan
caído en confusión debido a que Dios lo ve todo;
además, su poder se puede sentir en todas
partes. Podríamos ilustrar estos hechos al comparar a Dios
con una planta eléctrica. Ésta se encuentra en
cierta calle de una ciudad. Pero la electricidad que ella
proporciona se distribuye por toda la ciudad y provee luz y
energía. Es lo mismo en el caso de Jehová Dios.
Él tiene una ubicación en los cielos más
altos, pero su fuerza activa, su espíritu santo,
proporciona esclarecimiento, y su fuerza puede sentirse en todas
partes, en todo el universo».

La infinitud
divina.

La infinitud divina no presupone necesariamente que el
cuerpo de Dios sea ilimitado, pues no es lo mismo "infinitud" que
"ilimitud". Lo que para los filósofos griegos de la
antigüedad era "apeirón" (indefinido, infinito e
ilimitado), hoy día aglutina 3 conceptos bien distintos:
indefinición, infinitud e ilimitud. Por ejemplo, en el
cálculo de probabilidades se tiene que la probabilidad de
sacar un 1 al tirar un dado es 1/6, ya que al tender hacia
infinito la cantidad de tiradas (suponiendo el dado sin defecto)
la probabilidad de que salga una cualquiera de las caras
(numeradas de 1 a 6) es 1/6; sin embargo, si se realiza un
número de tiradas finito, o muy pequeño, la
probabilidad de que salga 1 es incierta o indefinida; en
consecuencia, se puede ver aquí la relación que
existe entre indefinición y finitud, o entre
definición e infinitud, algo completamente ajeno al
significado de "apeirón" (que relaciona la infinitud con
la indefinición, no con la definición). Por otra
parte, si tomamos un segmento rectilíneo de
aproximadamente 1 metro de longitud y lo comparamos con la recta
que lo contiene diremos que el segmento escogido está
limitado en ambos sentidos; sin embargo, ambos elementos (recta y
segmento) poseen la misma cantidad infinita de puntos: igual a la
potencia del continuo; por consiguiente, se tiene, en este caso,
una relación entre ilimitud e infinitud y entre limitud e
infinitud, algo igualmente ajeno al significado de
"apeirón" (que relaciona la infinitud con la ilimitud, no
con la limitud).

Da la impresión de que la escolástica, al
iniciarse en la concepción aristotélica y
platónica del infinito (apeirón) y acoplar casi
intacta dicha idea a la interpretación teológica
particular que hicieron de las sagradas escrituras, erraron en 2
sentidos. Primeramente, pasaron por alto la clara
indicación de que Dios no reside en todas partes sino
únicamente en el cielo, tal como dio a entender el sabio
Salomón: "La morada de Dios está en los cielos, no
en la tierra" (Segundo libro sagrado de las Crónicas,
6:18-21). Finalmente, la ciencia moderna ha venido a
desmentir la utilidad o viabilidad de "apeiron" a la hora de
entender el "infinito", puesto que con Cantor dicha
concepción queda definitivamente obsoleta; en
consecuencia, toda teoría o teología basada en
"apeirón" (o similar) debería ser abatida o
renovada profundamente.

Pero la teología pseudocristiana no se ha
doblegado ante tales evidencias, sino, más bien, ha
intentado eludir mañosamente toda corrección,
incluso al grado de tratar de pisotear la sagrada escritura y
burlar los avances de la ciencia, esforzándose por dar a
luz una mística borrosa en la que las contradicciones sean
indetectables. Y esto lo ha hecho no sólo para la
noción ficticia de "omnipresencia divina", sino
también para las doctrinas antibíblicas de "la
inmortalidad del alma humana", "el infierno eterno de fuego y
tormento", "la santísima trinidad" y otras.

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Hoy día es fácil elucubrar sobre infinitos
de diversos órdenes o rangos, así como entre una
parte infinita y su todo igualmente infinito y de igual
cardinalidad, con violación aceptable del quinto axioma
euclidiano (el todo es mayor que una parte propia del mismo).
Geométricamente hablando, no cuesta trabajo concebir un
cuerpo infinito sumergido (no omnipresentemente) en otro cuerpo
igualmente infinito; como le ocurre a la recta infinita, que
pertenece (o está sumergida) en un plano infinito; o como
le sucede a un plano infinito, el cual está sumergido en
el espacio tridimensional infinito. En este sentido, el cuerpo
divino puede ser infinito y, sin embargo, estar sumergido a su
vez en una parte propia de la realidad infinita (en los cielos
espirituales). Esta idea está muchísimo más
en consonancia con la sagrada escritura que la noción de
"omnipresencia divina".

La mente
divina.

La percepción, común a los animales y al
hombre, presenta una limitación importante como mecanismo
de conocimiento de la realidad por parte del sujeto: se halla
sometida a limitaciones estrictas en cuanto al espacio y al
tiempo. En efecto, solamente podemos percibir aquellos objetos
que están dentro de nuestro campo perceptivo (esto es:
limitación espacial) y sólo cuando los
estímulos actúan, y mientras actúan, sobre
nuestros órganos sensoriales (limitación temporal).
Percibir es, pues, tomar consciencia fugaz "aquí y ahora".
No obstante, nuestro conocimiento es capaz de desbordar estas
barreras gracias a la "memoria". La "memoria" es una de las
capacidades mentales más importantes que posee el ser
humano. Casi todas las decisiones que se adoptan a lo largo del
día se basan en la memoria. Si no tuviéramos
memoria seríamos incapaces de percibir (la
percepción necesita de unos patrones mnésicos
previos que actúan a modo de filtros clasificadores),
aprender o pensar y, sin recuerdos, nos resultaría
imposible sobrevivir en un mundo en constante cambio, y ni
siquiera tendríamos una identidad personal.

Para el estudio de la memoria, el modelo
más aceptado es el del "procesamiento de la
información", gestión semejante a la
forma en que un ordenador codifica, almacena y recupera los
datos, considerando además los factores sociales,
emocionales y biológicos que distinguen nuestra memoria de
la de los ordenadores. La memoria se define, pues, como "el
proceso por el cual somos capaces de recuperar la
información que previamente hemos registrado en nuestro
cerebro".

Según la psicología cognitiva, existen 3
almacenes básicos de la memoria: Memoriasensorial (MS),
Memoriaacortoplazo (MCP) y Memoriaalargoplazo (MLP). La
información procedente del entorno (imágenes,
sonidos, sabores, olores, tacto de las cosas) se sitúa en
el primer almacén, que es la "memoria sensorial" (MS) y
que tiene tres características principales:

– El almacenamiento sensorial contiene toda la
información del ambiente que puede ser capturada por los
órganos de los sentidos (obviamente, dicha
información es fragmentaria; es decir, nuestros sentidos
corporales sólo pueden captar una diminuta fracción
o fragmento de la realidad circundante).

– La memoria sensorial es en general muy fugaz, a
menos que la información se transmita al siguiente
almacén (la MCP); pues la información sensorial
desaparece rápidamente y es reemplazada por otra nueva.
Esto significa que la información de este almacenamiento
va disminuyendo con el paso del tiempo, el cual va desde unas
décimas de segundo (para el almacenamiento sensorial
visual o icónico) a unos cuantos segundos (para el
almacenamiento sensorial auditivo o ecoico).

– La pequeña parte de información
que recibe atención especial por parte de la mente se
transfiere al segundo componente esencial del sistema: el
almacenamiento a corto plazo (MCP).

Parte de la información captada por la memoria
sensorial (MS) pasa a un segundo sistema: la memoria a corto
plazo (MCP), donde se produce una elaboración más
compleja de los datos sensoriales. En la MCP se organiza, analiza
e interpreta la información a través de diferentes
estructuras cerebrales. Presenta cuatro características
principales:

– La información almacenada en la memoria a
corto plazo es de la que el individuo es consciente (MCP =
consciencia).

– Esta información es
fácilmente accesible. Constituye la base de la toma de
decisiones o de la realización de una tarea en
cuestión de segundos.

– La información de la memoria
a corto plazo se perderá en unos 20 segundos si no se
repasa o practica. Gracias a ello, no nos vemos
abrumados (inundados mnésicamente) por una gran cantidad
de datos irrelevantes, insignificantes o inconexos.

– En un instante dado, la memoria a corto plazo
(MCP) no puede contener un numero ilimitado de elementos o
ítems (unidades de información). Los
teóricos de la memoria insisten en que la MCP sólo
puede retener 7 ítems no relacionados entre sí
semánticamente (a nivel subjetivo). Dichas unidades
informativas o ítems son paquetes básicos de
información (letras, palabras, números,
imágenes, frases), que siempre coexisten en un
máximo de 7 bloques o ítems en la MCP; no obstante
se admite que dicha cifra puede variar, dependiendo de la
capacidad de la persona, en un número igual a 7 ± 2
ítems. Por ejemplo, las cifras 2 6 0 1 7 7 pueden ocupar 6
ítems diferentes o uno solo, dependiendo de si se
decodifica esa información como un único
número que nos resulte familiar (fecha de boda: 1
ítem) o no (cifras separadas e inconexas entre si: 6
ítems).

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La relación que se establece entre la memoria a
corto plazo (MCP) y la de largo plazo (MLP) es bidireccional:
parte de la información elaborada por la MCP pasa a la MLP
para ser almacenada allí con carácter indefinido; a
la vez, cuando necesitamos recuperar información del
pasado, ésta se traspasa en sentido inverso (de la MLP a
la MCP). De esta forma, podemos utilizar los recuerdos y los
aprendizajes en nuestro presente inmediato. La MLP (memoria a
largo plazo) es como un almacén donde la
información queda registrada de forma permanente, aunque a
veces resulte difícil de recuperar. La MLP tiene tres
características fundamentales:

1. La información se introduce en ella desde la
memoria a corto plazo (MCP), a través de varios tipos de
operaciones, entre ellas: la repetición y la
elaboración, con el objetivo de organizar el material de
una forma que sea significativa para uno mismo. La
repetición alarga el tiempo durante el cual la
información permanece en la MCP, pero para hacer que pase
a la MLP es necesario que dicha información haya sido
elaborada, es decir, que se haya organizado de tal
forma que luego le resulte al individuo más
fácil recordarla; además, esta nueva
información debe conectarse con material ya
existente en la MLP (aprendizaje significativo: mapa
conceptual).

2. El tamaño de la memoria a largo
plazo es ilimitado.

3. La información que se adquiere a
partir de este almacenamiento a largo plazo (MLP) se hace
a través del proceso de recuperación, el cual
vuelve a situarla en la memoria a corto plazo (MCP),
donde se puede manipular y utilizar para desempeñar la
tarea del momento.

Supongamos que existiera una mente prodigiosa, poseedora
de una MCP con capacidad para infinitas unidades de
información o ítems, en lugar de 7 ± 2, como
en el caso humano. Además, supongamos que
dicha mente posee una velocidad de proceso infinita, de tal
manera que el traspaso de información desde la MCP a la
MLP, y viceversa, fuera prácticamente instantáneo;
por lo que en cuyo caso, evidentemente, MCP y MLP se
fundirían en un mismo concepto operativo, que
pudiéramos llamar Memoria Inmediata (MI). Si,
adicionalmente, suponemos que la MS de dicha mente es capaz de
captar sensaciones absolutamente acordes con la realidad (esto
es, sensaciones completamente libres de sesgo perceptivo alguno,
el cual sesgo lo más que otorga es un conocimiento parcial
de la realidad), a causa de disponer a su favor de un sistema
sensorial que registra todo aspecto de dicha realidad…
¿Con qué nos encontraríamos? ¿No
sería ésta una mente sobrehumana, parecida, tal
vez, a la del Todopoderoso?

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En verdad no sabemos nada acerca de la estructura y las
propiedades de la mente divina, salvo, claro está, que
dicha mente superlativa produce una personalidad admirable, es
decir, la personalidad del Todopoderoso. La sagrada escritura nos
permite vislumbrar la potencialidad de dicha mente suprema cuando
nos informa que Dios, el Creador, es capaz de escuchar las
oraciones que le "elevan" simultáneamente miles de
millones de sus criaturas. La revista LA ATALAYA del 1-12-2010,
página 7, explica: «El Todopoderoso les ha confiado
ciertas tareas a algunas criaturas espirituales. Por ejemplo, ha
puesto en manos de Jesucristo el gobierno de la Tierra y les ha
encargado a ángeles fieles que ayuden a dirigir la
predicación de las buenas nuevas (Revelación 14:6).
Sin embargo, se ha reservado para sí una función
especial: escuchar las oraciones de los seres humanos. Por esa
razón, sólo debemos orarle a él…
Así pues, los ángeles fieles no quieren que los
invoquemos ni les recemos. Ellos saben que Dios desea que
sólo le oremos a él y respetan esa
disposición divina. En ocasiones, incluso cumplen una
función muy destacada en la respuesta a las oraciones. Por
ejemplo, cuando el profeta Daniel oró preocupado por la
lamentable situación de Jerusalén, Jehová
[Dios] le envió al ángel Gabriel con un
esperanzador mensaje (Daniel 9:3, 20-22)».

Conocimiento,
humildad y modestia.

Se atribuye a Louis Pasteur la siguiente frase: "Un poco
de ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima a Él".
Seguramente esto tenga que ver con el acopio de ciencias o
conocimientos fidedignos y no con cualquier clase de
conocimiento; además, la "mucha ciencia" lleva, o
debería llevar, a la autocrítica y a la
autorrevisión. Sin embargo, la "poca ciencia" suele tender
al dogmatismo, como sucedió en la
antigüedad.

Podemos equiparar, de algún modo, la
"poca ciencia" con la ignorancia y la "mucha ciencia" con la
sabiduría. La historia de la ciencia pone de relieve que
la tendencia del investigador humano es hacia el reduccionismo o
el simplismo y que sólo mediante el estudio profundo y la
honestidad mental éste adquiere un punto de vista
complejista de la realidad, el cual es un enfoque que se aproxima
mucho más a los fenómenos y a los hechos fidedignos
que el que proporcionaría la visión simplista.
Además, frecuentemente el simplismo conduce a la
inmodestia y a la altivez, en tanto que el complejismo tiende
hacia la modestia y la humildad mental. En cierto sentido, el
simplismo implica una clase de ceguera mental.

De todas formas, podemos comparar a la
ciencia con un inmenso buque que se encuentra en alta
mar, a la espera de que le tracen un rumbo. Tal como la
tecnología, que es su prima hermana, la ciencia depende de
una guía superior o directriz metacientífica. Por
ejemplo, la tecnología puede usarse para beneficio o para
perjuicio del planeta y de sus habitantes, y ello estará
en función de si se atiene o no a determinadas normas
morales. Del mismo modo, la ciencia acercará a Dios o no
lo hará, dependiendo de si su enfoque es abyectamente
materialista o, por el contrario, permite el aporte de la verdad
revelada.

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Cuando se opta por buscar indicios de la actividad y
potencialidad divinas a través de la ciencia, dando cabida
a enfoques no materialistas y aceptando aquel tipo de
revelación sobrenatural que posee credenciales fidedignas,
parece surgir entonces un resplandor que proviene de una
"simbiosis cognoscitiva" que cautiva al estudioso y lo eleva
mentalmente muy por encima de la mediocridad. Es posible que
Albert Einstein, dándose cuenta de ello, dijera que la
ciencia sin religión está coja y que la
religión sin ciencia está ciega.

El estudio de la infinitud puede hacerse
desde 3 ámbitos: Dentro del dominio de lo
infinitamente grande (lo infinito), en las
proximidades de lo infinitamente pequeño (lo
infinitesimal) y en el terreno de lo infinitamente complicado (el
complejismo). Cada uno de estos ámbitos, de por sí,
no puede menos que hacer aflorar en el investigador unos
sentimientos naturales de humildad y modestia, derivados de la
impotencia cognoscitiva que en mayor o menor cuantía
afecta al estudioso. Ante esto, el conocimiento divino (la
omnisciencia) se percibe por el investigador humano a un nivel
tan elevado de excelencia que se torna sobrecogedor; cosa que
para el individuo no estudioso, o no documentado, pasa casi por
completo desapercibida. Por ejemplo, es probable que los
israelitas de la época de Moisés se hubieran
mostrado bastante más respetuosos con Jehová Dios y
con sus representantes humanos si hubieran tomado a su cargo
explorar el concepto de la infinitud divina y lo hubieran
intentado contrastar con la insoportable finitud del ser humano;
pero, desgraciadamente, no usaron el libre albedrío para
obligarse a sí mismos a reflexionar en esa noble
cuestión ni en otras similares.

Las nociones de MCP (memoria a corto plazo)
y MLP (memoria a largo plazo) nos permitirían vislumbrar
teóricamente la infinita distancia entre la superlativa
mente divina y la mente humana, pues mientras que la MCP
(extensión de la consciencia humana) es muy limitada, en
razón de su corta capacidad para albergar ítems, no
ocurre lo mismo con la "MCP divina", si se permite utilizar este
término. Así, si la "MCP divina" tiene capacidad
infinita, es legítimo pensar, entonces, que la consciencia
divina es infinita; y todavía más
cuando se supone que la MCP y la MLP divinas pueden fundirse
operativamente en un mismo concepto denominado MI
(memoria inmediata), de capacidad todavía más
infinita (tal vez, absolutamente infinita), en razón de la
presumiblemente infinita velocidad de procesamiento mental del
Todopoderoso.

Para un ser humano, es fácil caer presa del
engaño y de la tergiversación de la realidad,
debido en gran medida a su limitada consciencia o MCP;
así, cualquier distracción o atracción que
sea capaz de tomar posesión, por un cierto tiempo, de su
exigua MCP, bastará para inducirle al error, es decir, a
la ficción malsana o a la irrealidad peligrosa. La
ocupación de la MCP por fuertes estímulos impide
que ésta pueda recibir datos regurgitados procedentes de
la MLP, que es el lugar en donde se encuentra una ingente
cantidad de información que puede ser muy valiosa para
contrarrestar engañifas de la consciencia, debido a la
dependencia que tiene esta última de la MCP. El trasvase
de los datos de la MLP a la MCP modifica nuestra
percepción de la realidad, pues trae a la consciencia
informaciones que pueden ser de alto valor a la hora de tomar
decisiones trascendentales. La meditación y la
reflexión son dos formas de facilitar este
trasvase, y cuanto más se acostumbre el individuo a
trabajar en ambas técnicas mayor será
la facilidad con la que podrá bloquear peligros derivados
de una consciencia que es naturalmente vulnerable a las
apariencias engañosas de las cosas. Evidentemente, para el
creyente, la oración a Dios, de cara a pedir ayuda
sobrehumana en cuanto al uso de estas capacidades, es de lo
más pertinente, pues se encuentra amenazado de sucumbir
ante los errores de Eva, Caín y otros personajes
bíblicos de la antigüedad, que cayeron en el
más insensato desastre debido a una seria defección
en cuanto a meditar en las causas y las consecuencias de sus
impulsos vehementes incentivados desde la MCP.

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Infinitud
operativa.

Si acaso tratáramos de entender la operatividad
mental divina basándonos en la operatividad mental humana
y añadiendo a esta última el beneficio sobrenatural
de la infinitud operativa, probablemente no haríamos
más que aproximarnos burda y equívocamente al
apoteósico e inasequible funcionamiento del pensamiento
del Todopoderoso. Ya, de entrada, asumimos como imposible esta
pretensión y para ello queremos contar no sólo con
la debida sensatez reverencial, sino, sobre todo, con el mensaje
profundo que transmite el siguiente pasaje procedente de la
sagrada escritura: " ¡Mirad! Éstos son los bordes de
[los caminos del Dios Altísimo], ¡ y qué
susurro de un asunto se ha oído acerca de Él ! Pero
de su poderoso trueno, ¿quién puede
mostrar entendimiento?" (Libro de Job, 26:14).

No obstante, considerando al Todopoderoso muy por encima
de toda elucubración humana, podemos imaginar entes
inteligentes ficticios que superen infinitamente al ser humano en
operatividad mental. Este tipo de entes fantásticos, que
de ningún modo serían representaciones del
Todopoderoso ni tampoco ídolos prefabricados para
desplazar al Altísimo de la posición que
debería ocupar en nuestras vidas, sólo
servirían para facilitar la comprensión de la
formidable distancia operativa que tiene que mediar entre la
simple criatura humana y el Dios Supremo.

Para una mente sobrehumana (MSH) que dispusiera de una
MCP con capacidad ilimitada o infinita y una velocidad infinita
de trasvase entre la MCP y MLP, sólo vale el concepto de
MI (memoria inmediata infinita, ya citado anteriormente). En
tales condiciones ventajosas, la MSH podría contener todo
el conjunto de los números primos en su MI y
también todo el conjunto N y otros. Sería
plenamente consciente de esa infinita cantidad de entes
numéricos y no necesitaría definirlos por
compresión (es decir, enunciando una propiedad
característica de todos ellos y sólo de ellos, cosa
que no siempre es posible: y, de hecho, los números primos
no permiten esto a los matemáticos actuales), pues los
tendría definidos por extensión (enunciando o
citando por nombre a todos y cada uno de esos infinitos
números). Para esta MSH sólo tendría sentido
operativo, como mínimo, las matemáticas de los
transfinitos. Nuestro estilo de hacer matemáticas,
desde y para el finito, sería una restricción
para ella.

Esto significaría que las demostraciones y los
algoritmos que los seres humanos empleamos para elaborar y
construir nuestras matemáticas, en donde se emplean con
obligada prodigalidad las definiciones por comprensión,
simplemente habrían de verse como una restricción
de las matemáticas superiores empleadas por la MSH, la
cual MSH barajaría "teorías" sustentadas sobre los
transfinitos y sobre algoritmos infinitos.

Otra cosa que una MSH podría contener en su MI es
una descripción del universo material con un peso
informático mayor o igual al del propio universo
considerado, con lo cual la MSH estaría fuera de dicho
universo y hasta se podría considerar que el
susodicho universo fuera realmente una abstracción del
registrado en la MI de la MSH, por ser eventualmente de menor
peso informático. Si después de todo esto afirmamos
que la MSH no es más que una aproximación "a la
baja" de la inasequible capacidad mental del Todopoderoso,
entonces nuestro respecto reverencial hacia Jehová Dios,
el Todopoderoso, debería tender a aumentar
considerablemente.

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Téngase presente que esta manera
comparativa de razonar, para, de algún modo, adquirir una
idea de la apoteósica grandeza del
Todopoderoso, es del todo natural para nosotros y solemos
practicarla frecuentemente. Ello lo hacemos, por ejemplo, cuando
tomamos nota de la energía despedida por el sol, por una
supernova o por cualquier otra formación cósmica de
capacidad perturbatoria superior, y entonces decimos que el
"poder" de Dios supera a todas estas manifestaciones
energéticas.

La
interpretación de la realidad.

El ser humano se aproxima primariamente a la realidad a
través de sus sentidos corporales, los cuales sólo
recogen en forma de estímulos una ínfima
porción de dicha realidad. Posteriormente, mediante el
auxilio del razonamiento, el estudio y la obtención de
datos informativos procedentes de diversos medios de
comunicación (libros, audiovisuales, interlocución,
etc.) puede ampliar considerablemente su conocimiento de la
realidad. Pero, de todas formas, siendo dicha realidad
infinitamente densa respecto a nuestras capacidades de
captación mental, la inmensa mayoría de ella se nos
escapa irremediablemente. Por lo tanto, a lo más que
llegamos es a una "interpretación" de la realidad, esto
es, a una cogniciónabstracta (incompleta) de dicha
realidad.

Es evidente que los animales también interpretan
la realidad, pero lo hacen de modo extremadamente pobre en
comparación con los seres humanos. A su vez, los seres
humanos deben ser mucho más obtusos, en esta tarea de
captación de la realidad, que las criaturas
angélicas que se mencionan en las sagradas escrituras. No
obstante, hay base para pensar que incluso esas criaturas
espirituales sobrehumanas adolecen igualmente de una
interpretación de la realidad infinitamente pobre en
comparación con el conocimiento que posee el Todopoderoso
en cuanto a ello.

Esto obedece al hecho de que tanto las criaturas
espirituales como las terrenales se hallan inmersas en sus
respectivos universos, formando parte infinitesimal de los
mismos. Por consiguiente, sus mentes no pueden contener
más que una exigua cantidad de información
codificada acerca del mundo que les rodea, y, además,
dicha información es obligadamente abstracta (retiene
sólo ciertos aspectos de la realidad, pues un registro
exhaustivo de todos los datos que constituyen dicha realidad es
de un peso informático igual o mayor que esa realidad:
dado que debería poder recrearla
minuciosamente).

Nuestra insalvable situación de interpretadores
subjetivos de la realidad, con abstracción considerable de
la misma, nos hace endebles y vulnerables en muchos aspectos de
índole cognitiva. Para empezar, somos fácilmente
engañables. Quizás por eso, en la sagrada
escritura, Dios expresa un odio muy fuerte hacia la
mentira y el engaño maliciosos, no porque Él sea
vulnerable (que no lo es, en absoluto) sino porque sus criaturas
pueden ser extremadamente dañadas y separadas de alcanzar
una buena relación con Él por acción de
semejante mala intencionalidad. En el Génesis se narra el
desastroso desenlace que tuvo para la humanidad el hecho de que
la primera mujer fuera maliciosamente engañada por el
Diablo.

Cabría objetar a que Dios nos haya creado con esa
limitación, pero desde el punto de vista de la
informática se puede entender fácilmente que dicha
limitación es pertinente, puesto que está en
función de nuestra inmersión en el universo que nos
alberga. Además, la misma sagrada escritura testimonia
acerca del interés de Dios por guiar a los seres humanos
mediante un intento prudente (y a la vez respetuoso para con la
libertad de elección con la que el hombre ha sido dotado)
en pro de guiar por el "buen camino" a unas criaturas
tremendamente vulnerables al error interpretativo y a la
subjetividad malsana.

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No es posible sostener que el Creador haya
sido mezquino a la hora de traer al hombre a la existencia y
dotarlo de una capacidad mental limitada, porque si
se argumenta tal cosa entonces se cae en una serie
interminable de recriminaciones carentes de sentido,
tales como: ¿Por qué no nos ha creado Dios igual
que Él? ¿Por qué una hormiga no ha sido
creada con libre albedrío? ¿Por qué una
planta debe permanecer inmóvil durante toda su vida?
¿Por qué…?… Esta situación
recelosa, hasta el extremo delirante, se disuelve
rápidamente ante el hecho de que, como dice la sagrada
escritura: "Dios es amor" (1 Juan 4:16). Esto significa que el
Creador tiene cariño a sus creaciones y las dota de todo
lo necesario para que sus vidas sean placenteras, sin importar
que la criatura en cuestión sea un animal, un humano o un
ángel (la situación en nuestro planeta no refleja
hoy día esa norma de excelencia creativa divina, pues
según la sagrada escritura el equilibrio original se
perdió en los orígenes de la humanidad y ha de
pasar algún tiempo antes de que dicho equilibrio sea
restablecido por Dios).

Delimitaciones
godelianas.

En la última página de la
monografía G063 (Limitaciones científicas) se
comentó lo siguiente: «Las demostraciones de
Gödel, en sentido riguroso, son inasequibles al
neófito y también a la mayoría de los
profesionales de las matemáticas. Requieren un alto nivel
de especialización en metamatemáticas, así
como un tiempo de estudio e investigación nada
despreciable. Parece que Stephen Hawking, después de un
lapso dilatado empleado en examinar con detenimiento el teorema
de Gödel (que versa sobre la incompletitud de los sistemas
axiomáticos formalizados) y sus repercusiones sobre la
física, cambió drásticamente sus antiguas
pretensiones académicas (compartidas con varios colegas de
renombre) de encontrar una Teoría del Todo que finalmente
explique completamente el universo.

Por lo tanto, surgen las preguntas:
Será el Teorema de Gödel un indicio vanguardista,
surgido en el seno de la misma ciencia humana, que
muestra que el hombre necesita la revelación divina para
sustentar su conocimiento? ¿Es, este teorema, un
indicativo de que toda mente racional, incluida la divina, posee
limitaciones insalvables? ¿Cuáles son las
verdaderas repercusiones de dicho teorema?».

Partes: 1, 2

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