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Creencias bioetiológicas prediluvianas




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

  1. Teorías acerca del origen de la
    vida
  2. El
    origen de la vida según el
    Génesis
  3. Creencias bioetiológicas
    prediluvianas
  4. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más
satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada en las
Santas Escrituras: ¿Quiénes, en la antigüedad
prediluviana, creían que el origen de la vida sobre la
Tierra se produjo durante el llamado "Tercer día creativo"
del Génesis?

El capítulo 1 del Génesis,
versículos 11 a 13, expresa: «Y pasó Dios a
decir: "Haga brotar la tierra hierba, vegetación que
dé semilla, árboles frutales que lleven fruto
según sus géneros, cuya semilla esté en
él, sobre la tierra". Y llegó a ser así. Y
la tierra empezó a producir hierba, vegetación que
da semilla según su género y árboles que
llevan fruto, cuya semilla está en él según
su género. Entonces Dios vio que era bueno. Y llegó
a haber tarde y llegó a haber mañana, un día
tercero».

Este pasaje sagrado habla del origen de la vida
terrestre, que, según se desprende, comenzó con la
aparición de los organismos vegetales, después de
haber sido acondicionado oportunamente el planeta durante los dos
primeros Días Creativos. El relato explica que dicha vida
fue consecuencia de un acto creativo divino.

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Es conveniente hacer notar
que, según las Santas Escrituras, el origen absoluto
de la vida es incomprensible para el ser humano, pues
atañe a la existencia del rango más elevado: el de
Dios, el Creador Todopoderoso. Lo único que podemos decir,
basándonos en el conocimiento actual de las Sagradas
Escrituras, es que el Ser Supremo, el Todopoderoso, carece de
comienzo en el tiempo, o que su vida se extiende hacia un pasado
infinito y cubre la totalidad de éste. Por otro lado,
también las Santas Escrituras mencionan la existencia de
otros seres vivos, poseedores de un comienzo en el tiempo, pero
aparentemente anteriores al universo material que nos alberga:
los ángeles, cuya composición corporal es
enteramente desconocida para nosotros y sólo podemos
denominarla "sustancia espiritual".

Teorías
acerca del origen de la vida.

En el artículo anterior, G022 (Creacionismo y
evolucionismo), páginas 23 y 24, se dice lo
siguiente:

«Al contrario que Lamarck y Buffon, [sus
antecesores,] Darwin no trató el problema del origen de la
vida [, por considerarlo] un asunto de rango superior: "No es una
objeción el que la ciencia hasta el presente no de luz
alguna sobre el problema, muy superior, del origen de la vida".
En todo caso, Darwin se limita a considerar la posibilidad de uno
o unos pocos antepasados comunes a todos los seres vivos,
incluido el hombre: "… tenemos también que admitir que
todos los seres orgánicos que en todo tiempo han vivido
sobre la Tierra pueden haber descendido de alguna forma
primordial".

[Actualmente, siguiendo la pauta marcada
por Darwin, el] origen de la vida, aunque atañe
al estudio de los seres vivos, es un tema que no es
abordado por la teoría de la evolución; pues esta
última sólo se ocupa del cambio en los seres vivos,
y no del origen, [transformaciones] e interacciones de las
moléculas orgánicas [primitivas] de las que [se
dice que] éstos proceden.

No se sabe mucho sobre las etapas
más tempranas y previas al desarrollo de la vida
[en nuestro planeta], y los intentos realizados para
tratar de desvelar la historia más temprana del
origen de [dicha] vida generalmente se enfocan en el
comportamiento de las macromoléculas, particularmente el
ARN, y el comportamiento de sistemas complejos… Sigue en pie [,
para los teóricos,] la pregunta sobre qué hizo
posible que un conjunto de moléculas orgánicas
agrupadas adquiriesen las características que definen a
los seres vivos… ».

Desde los albores de la historia humana, siempre ha
habido individuos que se han formulado preguntas acerca de las
cosas que impresionan los sentidos corporales y de los asuntos
que afectan la existencia del hombre, tales como los cielos
estrellados, el sol, la luna, las tormentas, el fuego, la vida,
la muerte y así por el estilo. A partir de estas
cuestiones, se han esforzado por encontrar explicaciones a dichos
fenómenos y también por compartir con otros
congéneres sus descubrimientos. Por eso, cuando las
circunstancias se tornaban propicias, formaban agrupaciones o
escuelas con el objetivo de hacer avanzar más
rápidamente los conocimientos.

De manera natural, las explicaciones
propuestas para llegar a un entendimiento más profundo de
los fenómenos adquirieron la forma de cuerpos de
conocimientos especulativos de índole puramente
intelectual, con independencia de toda
aplicación práctica. Los griegos de la
antigüedad descollaron precisamente en estas actividades
mentales y dieron lugar a muchas especulaciones o TEORÍAS
(del griego TEORÍA: ?e???a), algunas de las cuales se
convirtieron en doctrinas.

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La cuestión del origen de la vida no
pasó desapercibida, y hay constancia de que desde
mucho tiempo atrás se han elaborado teorías
acerca del origen de la vida. Pues bien, desde el punto de vista
de la Biología actual, las teorías acerca del
origen de la vida pueden ser divididas en dos grandes grupos, a
saber:

1. Teorías BIOGÉNICAS: Que se
atienen a la máxima o principio denominado
BIOGÉNESIS (del griego "ß??" o BIO, cuyo significado
es VIDA, y "???es??" o GÉNESIS, cuyo significado es
GENERACIÓN), el cual afirma que "la vida sólo
procede de la vida". Es decir, la vida que observamos a nuestro
alrededor (o, por extensión, la detectada en cualquier
parte del universo) sólo procede de otra fuente viva que
la ha creado u originado y nunca de cualquier clase de proceso
aleatorio o inorgánico que casualmente le diera
inicio.

2. Teorías ABIOGÉNICAS: Que
se atienen a la máxima o principio denominado
ABIOGÉNESIS (del griego "a" o A, que denota
negación, y BIOGÉNESIS), el cual afirma que la
"vida proviene, en última instancia, de la materia
inanimada o inerte, sin el concurso de ninguna fuente vital
previa".

El origen de la
vida según el Génesis.

Como ya se ha explicado en el artículo G002
(Introducción al Génesis), se atribuye al profeta
hebreo Moisés la escritura del libro del Génesis,
el cual parece que fue completado hacia el año 1513 antes
de la EC (era cristiana). El profeta lo escribió en el
desierto y su pretensión era narrar la historia (historia
sagrada, para los creyentes) desde "el principio" (referido, por
lo visto, al comienzo del universo material que nos sustenta)
hasta el año 1657 antes de la EC, según
la cronología bíblica más actual y
fidedigna.

¿De dónde obtuvo Moisés la
información que incluyó en el Génesis? Toda
la información contenida en el libro del Génesis
narra acontecimientos que ocurrieron antes del nacimiento de
Moisés. Para los creyentes, pudo recibirla directamente
por revelación divina; pues piensan que es obvio que
alguien tenía que recibir de esa manera todos los datos
relacionados con lo que sucedió antes de la
creación del hombre, ya fuera Moisés o alguien
anterior a él. Sin embargo, tanto esta información
como la restante pudo haberle llegado a Moisés por
tradición oral; y debido a la longevidad que le registro
sagrado atribuye a los hombres de aquel tiempo, la
transmisión pudo haberse efectuado desde Adán hasta
Moisés mediante sólo cinco eslabones humanos:
Matusalén, Sem, Isaac, Leví y Amram. Una tercera
posibilidad es que Moisés obtuviese mucha de la
información para escribir el Génesis de documentos
o escritos ya existentes.

Por lo tanto, no se pueden ofrecer conclusiones
categóricas respecto a las fuentes de información
que Moisés tuvo a su alcance. En lugar de suponer que fue
sólo por una de las tres vías comentadas, cabe
pensar que la información pudo haberle llegado por las
tres.

En cuanto al valor del libro, el
Génesis nos informa acerca de cómo llegó a
existir el universo. Describe en términos realistas el
milagro de la creación, sin que esto oscurezca el
propósito principal del libro. En ello difiere de los
relatos de la creación de pueblos dados a la
veneración de imágenes o ídolos, que hacen
del suceso creativo el tema central de la explicación,
cayendo en el absurdo y en obvias contradicciones a fin de
realzarlo. En el Génesis se explican los diversos aspectos
de la creación y el propósito de Dios al crear al
hombre, así como la relación del hombre con Dios y
con la creación animal. Explica el porqué de la
muerte y de los problemas posteriores que experimentaría
el género humano, así como la esperanza de
liberación. Muestra que la humanidad desciende de un
hombre, Adán, quien por su error legó a su prole
una vida fútil, afanosa y corta, llena de
frustraciones.

En el artículo G006 (Credenciales del
Génesis) se explica que la autenticidad del Génesis
se muestra parcialmente en su coherencia y sobriedad, pues el
lector perspicaz se dará cuenta de que la narración
de los hechos carece de contradicciones, florituras fantasiosas,
imprecisiones cronológicas, oscurecimiento
genealógico, ponderaciones superfluas y así por el
estilo, tan comunes en los relatos mitológicos de la
época. Por otro lado, su candor refleja la personalidad de
un escritor que respetaba a Dios y amaba la verdad, pues expuso
sin titubear tanto los errores de su pueblo como los desaciertos
de personas prominentes que eran antepasados suyos.
Esta forma de exponer los hechos, tan honesta y objetiva, brilla
completamente por su ausencia en los relatos mitológicos
de todos los tiempos y también, hasta cierto grado, en los
documentos históricos procedentes de autores que se
consideran aceptablemente libres de subjetividad.

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La precisión y el detalle que se aprecian en la
narración del Génesis difieren notablemente de
otros escritos de alrededor de su tiempo. Ninguna de las fuentes
antiguas contiene un registro histórico,
genealógico y cronológico como el que se encuentra
en el libro del Génesis. Los escritos procedentes de las
naciones de la antigüedad por lo general reflejan
incertidumbre y hasta confusión al intentar explicar
quiénes fueron los padres fundadores de sus
respectivos pueblos. A este respecto, E.J. Hamlin
comentó en "The Interpreter"s Dictionary of the
Bible" que la tabla del origen de las naciones que
aparece en el Génesis es una pieza "única en la
literatura antigua. […] No se puede encontrar un interés
similar por la historia en ninguna otra literatura sagrada del
mundo" (edición de G.A. Buttrick, 1962, volumen 3,
página 515).

El relato del Génesis también sitúa
geográficamente los comienzos de las moradas de las
diferentes ramas de la humanidad, que se derivaron de los tres
hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet, y lo hace de tal manera
que el Dr. Melvin G. Kyle, del Seminario Teológico de
Xenia, Misuri, E.U.A., se vio impulsado a comentar, refrendando
al Génesis: "El que de un punto central, en algún
lugar de Mesopotamia, la rama camítica de la raza
emigró hacia el sudoeste, la rama jafética hacia el
noroeste y la rama semítica "hacia el este" a la "tierra
de Sinar" es indisputable" (Biblical History in the Light of
Archaeological Discovery, 1934, D.E. Hart-Davies, página
5).

Había una característica del
antiguo pueblo hebreo que sin duda debió influir bastante
en la confección del Génesis,
haciéndolo exacto y minucioso. Es la que tiene que ver con
las listas genealógicas, pues parece ser que en Israel se
guardaban registros nacionales de genealogías,
además de los registros que mantenían las familias
mismas. En el capítulo 46 del Génesis hallamos la
relación de los miembros de la casa de Jacob hasta la
muerte de éste, después de su entrada en Egipto. En
el libro del Éxodo, capítulo 6, aparece una
genealogía, principalmente de los descendientes de
Leví, que debió copiarse de un registro anterior.
El primer censo de la nación se efectuó en el
desierto del Sinaí en 1512 antes de la era común,
bajo el acaudillamiento de Moisés, en el segundo
año de su liberación o salida de Egipto, cuando se
realizó "el reconocimiento de su descendencia respecto a
sus familias en la casa de sus padres" (como dice el primer
capítulo del libro de los Números).

El mundialmente reconocido historiador Josefo, del
primer siglo de la era común, da testimonio de que los
judíos tenían registros genealógicos
oficiales extremadamente exactos, pues dice: "No sólo soy
oriundo de una línea de sacerdotes, sino de la primera de
las veinticuatro líneas, y de la principal familia de mi
línea". Después de señalar que su madre era
descendiente de los asmoneos, concluye: "He anotado la
línea de descendencia de mi familia tal cual aparece
asentada en los registros públicos, haciendo caso omiso de
los que nos calumnian" (Vida de Flavio Josefo, sección 1).
Pues bien, esta minuciosidad documental característica de
los registros genealógicos hebreos hace su aporte a la
credencial externa del relato del Génesis, dado que
éste se halla salpicado de alusiones y citas de linajes
tribales que tienen el sello distintivo de la exactitud. Por lo
tanto, resulta del todo consecuente suponer que el entero
contenido del Génesis está impregnado de la misma
credibilidad histórica.

Por lo tanto, el relato creativo del Génesis no
puede catalogarse como dogma, mito ni teoría. Más
bien, debe ser considerado como una revelación
sobrenatural, que permite desarrollar una creencia fidedigna en
la obra de un Creador y Originador de la vida sobre la Tierra. Y
esta creencia puede aceptarse como una doctrina, a saber: "En
algún momento interior del llamado Tercer Día
Creativo del Génesis, después del aparecimiento de
la tierra seca sobre la superficie acuosa de nuestro
planeta, Jehová Dios el Todopoderoso, Creador del
universo, fue el responsable directo del surgimiento de la vida
sobre la Tierra, iniciándose ésta bajo la forma de
especímenes diversos pertenecientes al reino vegetal, cada
uno de los cuales fue traído a la existencia
según su género".

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Creencias
bioetiológicas prediluvianas.

Con la expresión "creencias
bioetiológicas" queremos significar "creencias acerca del
origen causal de la vida", donde el vocablo
"bioetiológicas" procede de "bioetiología" y
éste de la fusión de los términos griegos
BIOS (que significa VIDA) y ETIOLOGÍA (que significa
ESTUDIO o TRATADO ACERCA DE LAS CAUSAS). Por lo tanto, en el
contexto de la frase "creencias bioetiológicas",
"bioetiología" significa "consideración o tratado
acerca de las causas originales de la vida".

Las creencias más antiguas acerca del origen de
la vida sobre esta Tierra tienen que remontarse hasta el mismo
primer hombre, Adán por nombre, según el
Génesis. La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS
ESCRITURAS, tomo 1, página 147 (edición en
español, del año 1991), publicada por
la Sociedad Watchtower Bible And Tract, comenta lo siguiente:
«En la antigüedad los años se computaban de
otoño a otoño, y el primer mes empezaba a mediados
de lo que hoy es el mes de septiembre, lo que coincide con la
tradición judía de que la creación del
hombre tuvo lugar en otoño. Puesto que la Biblia indica la
edad de Adán en años (Génesis 5: 3-5), es
razonable que la cuenta empezase al tiempo de su creación,
y si verdaderamente ocurrió en otoño,
explicaría hasta cierto grado la práctica antigua
de comenzar el nuevo año en ese tiempo. Además,
esta manera de contar los años encajaba con la vida
agrícola de la gente, en especial en aquella parte de la
Tierra, donde se concentraron tanto los pueblos antediluvianos
como los que vivieron durante los primeros años
posteriores al Diluvio. El año terminaba con el
último período de cosecha y empezaba con los
trabajos de arar y sembrar a comienzos del actual mes de
octubre».

El mismo tomo de PERSPICACIA, página 1163,
añade: «A Adán y Eva se les creó hacia
el final del sexto "día" creativo. (Génesis
1: 24-31). No existen registros del hombre
antiguo, su escritura, agricultura y otras ocupaciones,
anteriores a 4026 antes de la EC (era común o cristiana),
la fecha de la creación de Adán. Puesto que las
Escrituras trazan la historia del hombre desde la misma
creación de la primera pareja humana, no puede existir lo
que se ha dado en llamar "hombre prehistórico". Los
registros de los fósiles hallados en la Tierra no han
suministrado ningún eslabón entre el hombre y los
animales. Además, en los registros más antiguos del
hombre —tanto documentos escritos como dibujos en cuevas,
esculturas o similares— no se hace ninguna referencia en
absoluto a la existencia de seres infrahumanos. Las [Sagradas]
Escrituras establecen claramente lo contrario: el hombre fue
originalmente un hijo de Dios y degeneró. El
arqueólogo O.D. Miller hizo la siguiente
observación: "La tradición de la "edad de oro"
no fue un mito. La antigua doctrina de que hubo una
decadencia posterior, una dolorosa degeneración de la raza
humana desde un estado original de felicidad y pureza, sin duda
englobaba una gran verdad, aunque lamentable.
Nuestras filosofías modernas de que la historia comienza
con el hombre primitivo en estado salvaje necesitan una nueva
introducción. […] No, el hombre primitivo no fue un
salvaje" (Har-Moad, 1892, página 417)».

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NOTA:

El término "edad de oro" proviene de la
mitología griega y fue transmitido mediante escritura por
primera vez por el poeta griego Hesíodo. Puede referirse a
un tiempo en los comienzos de la humanidad percibido como un
estado ideal o utopía, cuando la humanidad era pura e
inmortal. En las obras literarias, la "edad de oro" usualmente
acaba con un acontecimiento devastador, que trae consigo la
caída calamitosa del hombre.

Una idea análoga puede encontrarse
en las tradiciones religiosas y filosóficas de Asia. Por
ejemplo, los Vedas (antiguos textos hinduistas escritos en
sánscrito), concebían la historia en forma
cíclica, con alternancia entre las edades oscuras y las de
oro. Creencias similares pueden encontrarse en el antiguo Oriente
medio y a través de todo el mundo antiguo. Según
Giorgio de Santillana, que fuera profesor de historia en el MIT y
coautor del libro Hamlet's Mill, hay cerca de 200
mitos e historias folclóricas de 30 culturas antiguas que
hablan de un ciclo de edades ligadas al movimiento de los cielos.
Algunos creyentes utópicos, tanto políticos como
religiosos, sostienen que la edad de oro volvería
después de un período de decadencia. Otros
consideran, en particular los hindúes modernos, que la
edad de oro volverá gradualmente como una consecuencia
natural de las cambiantes ieras.

La idea de una edad de oro aparece por vez
primera en el poema "los trabajos y días" de
Hesíodo (mitad del siglo VIII antes de la EC).
Según el poeta, se trata de la primera edad mítica,
el tiempo de «una dorada estirpe de hombres
mortales», que «crearon en los primeros tiempos los
inmortales que habitaban el Olimpo. Vivieron en los tiempos de
Crono, cuando reinaba en el cielo…

» (Los Trabajos y Los Días, versos 109 y
siguientes). Algunas obras pastorales de ficción
representan la vida en una imaginaria Arcadia, como
continuación de la vida en la edad de oro; los pastores de
tales tierras no permitieron que la civilización los
corrompiese.

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Las ideas de Hesíodo fueron
recogidas por Platón y por el poeta latino Ovidio, en "Las
metamorfosis". La edad de oro tuvo lugar inmediatamente
después de la creación del hombre cuando Saturno
gobernaba el cielo, por lo que igualmente se la llamaba "reinado
de Saturno": era un tiempo de inocencia, de justicia, de
abundancia y de bondad. La Tierra gozaba de una primavera
perpetua, y los campos fructificaban sin necesidad de que los
cultivasen. Mas Saturno fue lanzado a las tinieblas del
Tártaro y Júpiter se convirtió en el amo del
mundo, con lo que comenzó la "edad de plata" (un periodo
de inferior calidad existencial, caracterizado por la
aparición de la infelicidad).

Es posible que toda esta mitología
tenga una base real, aunque deformada, consistente en la
memoria ancestral de un pasado en perfección, que
pronto dejó de existir, a causa de la rebelión de
nuestros primeros padres humanos, tal como señala el
Génesis.

Se denomina ÉPOCA PREDILUVIANA al periodo de
tiempo de la historia humana que se extiende desde la
creación del hombre (4026 antes de la EC) hasta el
comienzo del Diluvio (2370 antes de la EC), es decir, un total de
1656 años, según la cronología del
Génesis. El tomo 1 de PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS
ESCRITURAS, páginas 691 a 694 dice, en parte:

«DILUVIO. Recibe este nombre la destrucción
catastrófica de hombres y animales producida por una
inundación total en los días de Noé (2370
antes de la EC). Jehová [Dios, el Creador Todopoderoso,]
envió este cataclismo, el mayor en toda la historia
humana, debido a que los hombres inicuos habían llenado la
Tierra de violencia. El justo Noé y su familia, ocho almas
en total, junto con una selección de animales,
sobrevivieron gracias a una enorme arca o caja.

El Diluvio no fue una
inundación repentina o un aguacero de alcance
local. De hecho, la palabra griega que usa la Biblia para
referirse al Diluvio es "kataklysmós" (cataclismo). Las
inundaciones locales no duran más que unos días,
mientras que ésta duró más de un año,
la mayor parte del cual se requirió para que se retirasen
las aguas. Sería irrazonable creer que Noé
pasó tal vez cincuenta o sesenta años construyendo
un enorme navío de unos 40.000 m3 de volumen para la
supervivencia de su familia y algunos animales, por una simple
inundación local. Si sólo fue afectada una zona
relativamente pequeña, ¿por qué era
necesario introducir en el arca especímenes de "toda
criatura viviente de toda clase de carne" con el fin de
"conservar viva prole sobre la superficie de toda la tierra"?
(Génesis 6: 19; 7: 3). Sin lugar a dudas se trató
de un diluvio universal, como el que no había ocurrido
ninguno antes ni ha vuelto a ocurrir después. "Y a grado
tan grande anegaron la tierra las aguas que todas las altas
montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron
cubiertas. Hasta quince codos por encima [unos 6'5 metros] las
anegaron las aguas, y las montañas quedaron cubiertas"
(Génesis 7: 19, 20). "El fin de toda carne ha llegado
delante de mí", dijo Jehová [Dios], por
consiguiente, "borraré de sobre la superficie del suelo
toda cosa existente que he hecho". Y fue justo así. "Todo
lo que tenía activo en sus narices el aliento de la fuerza
de vida, a saber, cuanto había en el suelo seco,
murió. […] Sólo Noé y los que con
él estaban en el arca siguieron sobreviviendo"
(Génesis 6: 13; 7: 4, 22, 23).

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El Diluvio no se produjo de repente, sin previa
advertencia. Se emplearon años en la construcción
del arca, un tiempo que Noé, el "predicador de justicia",
dedicó a advertir a aquella generación inicua.
Finalmente llegó el tiempo fijado para el Diluvio en "el
año seiscientos de la vida de Noé, en
el segundo mes, en el día diecisiete del mes". Noé
y su familia, los animales —"macho y hembra de
toda clase de carne"— y un abastecimiento de víveres
en cantidad suficiente para todos, ya estaban en el
arca cuando "Jehová cerró tras él la
puerta". A continuación, "las compuertas de los cielos
fueron abiertas" (Génesis 7: 11, 16) y "por cuarenta
días y cuarenta noches" cayó sobre la Tierra una
fuerte lluvia torrencial, de modo que "las aguas continuaron
anegando la tierra por ciento cincuenta días"
(Génesis 7: 4, 12, 24). Cinco meses después del
inicio del Diluvio, el arca "descansó sobre las
montañas de Ararat" (Génesis 8: 4). Pasaron casi
dos meses y medio antes de que "aparecieran las cimas de las
montañas" (Génesis 8: 5), otros tres meses antes de
que Noé quitara la cubierta del arca y comprobara que la
superficie del suelo estaba prácticamente seca
(Génesis 8: 13) y, por último, casi dos meses hasta
que la puerta se abrió y los sobrevivientes pudieron
volver a pisar sobre suelo seco (Génesis 8:
14-18).

Noé y su familia entraron en el arca en el
año seiscientos de la vida de Noé, en el día
17 del segundo mes (de octubre a noviembre) (Génesis
7: 11). Un año después
(de 360 días) nos llevaría al día 17
del segundo mes de su año seiscientos uno. Diez
días después, el 27 del segundo mes, salieron a
tierra firme. Habían pasado en el arca un total de 370
días y parte del 371 (Génesis 8: 13,
14). El registro que Noé llevó se basó en
meses de 30 días, pues dice que 150 días
equivalen a cinco meses (Génesis 7: 11, 24; 8 :3,
4); doce meses equivaldrían entonces a 360 días. De
esta manera evitó las complicadas fracciones que se
hubieran producido de haber usado estrictamente meses lunares,
que duraban un poco más de 29+1/2 días.

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Se ha dicho que si toda la humedad de la
atmósfera de repente se liberase en forma de lluvia y se
esparciese sobre la superficie terrestre, no alcanzaría ni
siquiera una profundidad de cinco centímetros. Por lo
tanto, ¿de dónde vino el inmenso Diluvio del
día de Noé? Según el libro de
Génesis, Dios le dijo a Noé: "En cuanto a
mí, aquí voy a traer el diluvio [o: "el
océano celestial"; hebreo "mabbúl"] de aguas sobre
la tierra" (Génesis 6:17). El siguiente capítulo
narra así lo que ocurrió: "En este día
fueron rotos todos los manantiales de la vasta profundidad
acuosa, y las compuertas de los cielos fueron abiertas"
(Génesis 7: 11). Fue tan intensa la precipitación
de aguas, "que todas las altas montañas que estaban debajo
de todos los cielos quedaron cubiertas" (Génesis 7:
19).

¿Cómo se explica la existencia de este
"océano celestial"? En el relato de Génesis sobre
la creación se menciona que en el segundo "día"
Jehová hizo que hubiese una expansión (llamada
"Cielo") en torno a la Tierra, que separara las aguas que estaban
debajo, es decir, los océanos que
había sobre la superficie terrestre, de las que estaban
sobre la expansión (Génesis 1: 6-8).

Las aguas que quedaron suspendidas sobre la
expansión debieron quedar retenidas allí desde
el segundo "día" creativo hasta el Diluvio. A
estas aguas debió referirse el apóstol Pedro cuando
dijo que "hubo cielos desde lo antiguo, y una tierra mantenida
compactamente fuera de agua y en medio de agua por la palabra de
Dios". Dios empleó las aguas que estaban sobre y debajo de
esos "cielos" y "por aquellos medios el mundo de aquel tiempo
sufrió destrucción cuando fue anegado en agua" (2
Pedro 3: 5, 6). Se han dado varias explicaciones en cuanto a
cómo se contuvieron las aguas sobre la expansión y
lo que ocasionó su precipitación, pero [hasta el
presente] son sólo especulaciones.

Si, como dice Génesis, "todas las altas
montañas" quedaron cubiertas, ¿dónde
está toda esa agua hoy? Debe estar aquí, sobre la
superficie de la Tierra. Se cree que hubo un tiempo en el que los
océanos eran más pequeños y el suelo
continental más extenso de lo que es hoy día, lo
que parece estar demostrado por la existencia de vías
fluviales de gran extensión en el lecho submarino.
También ha de tenerse presente que, según han
afirmado los científicos, en tiempos remotos
las montañas eran mucho más bajas que en la
actualidad y que hay montañas que han emergido del mar.
Además, se ha dicho que hoy "hay diez veces más
volumen de agua en los océanos que de tierra sobre el
nivel del mar. Si se echara toda esa tierra al mar de manera
uniforme, el agua cubriría el planeta hasta una altura de
dos kilómetros". (National Geographic, enero de 1945,
página 105). Por consiguiente, después que las
aguas del Diluvio cayeron, pero antes de que aumentara la altura
de las montañas y el lecho submarino bajara de nivel,
aún antes de la formación de la capa de hielo
polar, había agua más que suficiente para cubrir
"todas las altas montañas", tal como dice la Biblia
(Génesis 7: 19).

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El Diluvio ocasionó grandes cambios. Por ejemplo,
la expectativa de vida del hombre se acortó
rápidamente. Se ha llegado a pensar que las aguas que se
hallaban sobre la expansión antes del Diluvio
protegían de los efectos dañinos de la
radiación, pero que con la desaparición de ese
dosel de agua, aumentó la radiación cósmica
perjudicial para la composición genética del
hombre. Sin embargo, la Biblia no se pronuncia a este respecto.
Y, dicho sea de paso, cualquier cambio en el nivel de
radiación hubiese incidido de tal modo en el porcentaje de
formación del carbono-14 radiactivo, que podría
invalidar todas las dataciones basadas en radiocarbono de
objetos antediluvianos.

Al romperse de repente "los manantiales de
la vasta profundidad acuosa" y abrirse "las
compuertas de los cielos", miles de millones de toneladas
de agua inundaron la Tierra (Génesis 7: 11).
Este suceso provocó enormes cambios en la superficie del
planeta. La corteza terrestre es muy delgada (se
estima que tiene entre 30 y 160 Km de grosor) y se extiende sobre
una masa blanda de miles de kilómetros de diámetro.
Por lo tanto, es probable que bajo el peso del agua caída
se produjeran grandes cambios en la corteza terrestre. Con el
tiempo se formaron nuevas montañas, montañas ya
existentes se elevaron a nuevas alturas, cuencas marítimas
poco profundas se ahondaron y cambió la
configuración de las costas, de manera que en la
actualidad alrededor de un 70% de la superficie del planeta
está cubierto de agua. Este cambio en la corteza de la
Tierra explica muchos fenómenos geológicos, como la
elevación a nuevas alturas de los antiguos litorales.
Algunos han calculado que sólo las presiones de las aguas
equivalían a 310 Kg por cada centímetro cuadrado,
suficiente para fosilizar con rapidez la fauna y la flora
(Véase The Biblical Flood and the Ice Epoch,
de D. Patten, 1966, página 62).

Hay otro posible indicio de un cambio drástico:
se han encontrado en diferentes partes de la Tierra restos de
mamutes y rinocerontes. Algunos se hallaron en las rocas de
Siberia y otros se conservaron en los hielos de Siberia y Alaska.
A algunos se les halló con alimento sin digerir en el
estómago o todavía sin masticar entre los dientes,
lo que parece indicar que murieron de repente. El comercio de
colmillos de marfil permite suponer que se han encontrado decenas
de miles de mamutes de aquella época. También se
han hallado restos fósiles de otros muchos animales
—leones, tigres, osos y alces— en un estrato
común, lo que indicaría que todas esas criaturas
fueron destruidas al mismo tiempo. Se ha querido ver en esos
hallazgos una prueba tangible y categórica del
rápido cambio climatológico y de la repentina
destrucción que ocasionó el diluvio universal. Sin
embargo, hay quienes están a favor de explicar la muerte
de dichos animales como una consecuencia de condiciones que no
implican una catástrofe mundial. No obstante, la prueba de
que hubo un Diluvio no depende [únicamente] de la
existencia de restos fósiles ni de animales
congelados.

Un cataclismo como el Diluvio, que
eliminó de la existencia a todo el mundo de aquel tiempo,
sería algo que jamás olvidarían los
sobrevivientes. Hablarían de ello a sus hijos y a los
hijos de sus hijos. Sem, que después del Diluvio
vivió quinientos años, pudo relatar el
acontecimiento a muchas generaciones. Murió tan solo diez
años antes del nacimiento de Jacob. Moisés
conservó el relato verdadero en Génesis.
Algún tiempo después del Diluvio, cuando la gente
que desafiaba a Dios construyó la Torre de Babel,
Jehová confundió su lenguaje y los dispersó
"sobre toda la superficie de la tierra" (Génesis
11: 9). Lo más lógico era que
estas personas llevasen consigo historias
del Diluvio y las pasasen de padres a hijos. El hecho de
que no sólo haya algunos, sino tal vez
cientos de relatos diferentes sobre aquel gran Diluvio y
que tales relatos se hallen entre las tradiciones de muchas razas
primitivas por todo el mundo, es una fuerte prueba de que todas
estas personas tuvieron un origen común y de que sus
antepasados primitivos compartieron la experiencia de aquel
Diluvio.

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Estos relatos populares del Diluvio están en
armonía con algunos rasgos importantes del registro
bíblico: 1) un lugar de refugio para unos pocos
sobrevivientes, 2) una destrucción universal por agua para
el resto de los seres vivos y 3) la conservación de
personas humanas. Los egipcios, los griegos, los chinos, los
druidas de Bretaña, los polinesios, los esquimales y
groenlandeses, los africanos, los hindúes y los indios
americanos, todos ellos tienen sus propias leyendas sobre el
Diluvio. La obra The International Standard Bible Encyclopedia
(edición de G. Bromiley, 1982, volumen 2,
página 319) dice a este respecto: "Se han hallado relatos
de un Diluvio en casi todas las naciones y tribus del mundo.
Aunque más comunes en el continente asiático y sus
islas meridionales, así como también en
América del Norte, estos relatos se han hallado en todos
los continentes. La cantidad de relatos conocidos se
cifra en unos doscientos setenta […]. En conjunto, se toman
como prueba de que la humanidad sufrió una
destrucción mundial en un gran diluvio, y que luego la
raza humana se multiplicó a partir de una sola familia y
desde un mismo lugar. Aunque puede que no todas las tradiciones
se refieran a un mismo diluvio, parece que una gran parte de
ellas coincide. Si bien se ha dicho que muchos de estos relatos
se deben a la influencia de los misioneros, la afirmación
no se sostiene, pues han sido los antropólogos quienes,
sin un particular interés en la vindicación del
testimonio bíblico, han recogido la mayoría de
estas narraciones, que tienen un alto componente de
fantasía y paganismo, resultado obvio de la
transmisión oral por largos períodos de tiempo en
una sociedad pagana. Además, algunos de esos relatos
antiguos los escribieron personas que estaban manifiestamente en
contra de la tradición hebreo-cristiana".

En épocas pasadas hubo
pueblos primitivos (en Australia, Egipto, Fiji, islas de la
Sociedad, Perú, México y otros lugares) que
conservaron un posible vestigio de la tradición diluviana
en la celebración de una "fiesta en honor a los
antepasados" o "festividad de los muertos", celebrada en
noviembre. Estas costumbres eran una especie de evocación
de la destrucción ocasionada por el Diluvio. Según
el libro "Life and Work at the Great Pyramid", en México
la fiesta se celebraba el 17 de noviembre debido a que "la
tradición decía que en esa fecha el mundo
había sido destruido con anterioridad, y ellos
temían que al fin de un ciclo una catástrofe
similar aniquilase a toda la raza humana" (del profesor C. Piazzi
Smyth, Edimburgo, 1867, volumen 2, páginas 390 y 391). Por
otra parte, el libro "The Worship of the Dead" dice: "Esta
festividad [de los muertos] se […] celebraba en o en torno a la
misma fecha en la que, según el relato de Moisés,
tuvo lugar el Diluvio, es decir, el día 17
del segundo mes, mes que corresponde más o menos con
noviembre" (de J. Garnier, Londres, 1904,
página 4). Merece mencionarse que la Biblia dice que el
Diluvio dio comienzo "el segundo mes, en el día diecisiete
del mes" (Génesis 7: 11). Ese "segundo mes" corresponde en
nuestro calendario a la última parte de octubre y la
primera de noviembre».

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Visto, pues, que hay argumentos respetables a favor de
la existencia de una época histórica de la
humanidad que podemos llamar ANTEDILUVIANA, conviene ahora
indagar qué tipo de culturas, organizaciones sociales y
lenguajes eran propios de aquella época. Pero ésta
es una tarea con muchas limitaciones, pues apenas existen fuentes
seculares a las que recurrir sino únicamente testimonios
sagrados. Sólo las Santas Escrituras, y muy especialmente
el Génesis, aportan un cuadro más o menos
claro.

La revista LA ATALAYA del 1-3-2002, páginas 5 y
6, publicada por la Sociedad Watchtower, habla acerca de la
sociedad humana antediluviana de esta manera:

«… la civilización antediluviana gozaba
de ventajas que nosotros no tenemos hoy día. Por ejemplo,
toda la humanidad hablaba una misma lengua (Génesis 11:
1). Tal circunstancia favorecería el adelanto de las artes
y las ciencias, puesto que requieren el esfuerzo colectivo de
muchas personas con diversos talentos. Además, la mayor
duración del promedio de vida del que entonces disfrutaban
les permitiría seguir sumando conocimientos a lo que ya
habían aprendido con el paso de los
siglos.

Algunos afirman que la vida en realidad no
era tan larga en aquellos días y que los
años mencionados en el relato bíblico
equivalen a meses. ¿Es cierta dicha aseveración?
Pues bien, tomemos el caso de Mahalalel. La Biblia dice:
"Mahalalel siguió viviendo sesenta y cinco años.
Entonces llegó a ser padre de Jared […;] todos los
días de Mahalalel ascendieron a ochocientos noventa y
cinco años, y murió" (Génesis 5: 15-17). Si
un año representa un mes, Mahalalel llegó a ser
padre cuando sólo tenía cinco años de edad.
La verdad es que las personas de aquel tiempo estaban más
cerca de la vitalidad perfecta del primer hombre, Adán.
Realmente vivieron durante siglos. ¿Cuáles fueron
sus logros?

Muchos siglos antes del Diluvio, la
población mundial había aumentado a tal grado
que Caín, hijo de Adán, edificó
una ciudad, a la que llamó Enoc (Génesis 4: 17).
Durante la época antediluviana fueron surgiendo
varias industrias. Había fraguas donde forjar
"toda clase de herramienta de cobre y de hierro" (Génesis
4: 22). Es muy probable que se utilizaran estos instrumentos en
la construcción, la carpintería, la
confección de ropa y la agricultura. Estos oficios se
mencionan en los relatos de los primeros habitantes humanos de la
Tierra.

El conocimiento acumulado habría permitido que
las generaciones sucesivas desarrollaran ciertas especialidades,
como la metalurgia, la agronomía, la ganadería, la
literatura y las bellas artes. Jubal, por ejemplo, fue el
"fundador de todos los que manejan el arpa y el caramillo"
(Génesis 4: 21). La civilización avanzó
enormemente».

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El libro TODA ESCRIRURA ES INSPIRADA DE DIOS Y
PROVECHOSA, página 18, párrafo 33, edición
de 1987, publicado por la Sociedad Watchtower, dice
que «La sociedad patriarcal fue la forma comunal de
gobierno de familia que funcionó entre el pueblo de Dios
desde los días de Noé hasta que se dio la Ley en el
monte Sinaí. Muchos de los detalles incorporados en el
pacto de la Ley ya se practicaban en la sociedad
patriarcal».

El tomo 1 de PERSPICACIA PARA COMPRENDER
LAS ESCRITURAS, página 725, habla de la edad
de los PATRIARCAS, desde Adán hasta Jacob, pasando por
Set, Enós, Quenán, Mahalalel, Jared, Enoc,
Matusalén, Lamec y Noé, todos ellos de la
época prediluviana. Por lo tanto, se comprende que la
forma de organización social prediluviana era patriarcal,
si bien las condiciones de deterioro introducidas por el aumento
vertiginoso de la corrupción y la violencia, a partir de
la influencia de los ángeles rebeldes y los nefilim
mencionados en el Génesis, tal vez podrían haber
alterado o distorsionado dicho arreglo social en determinados
aspectos.

Según la cronología bíblica, la
mayor parte de la sociedad prediluviana se desarrolló en
la presencia viva de Adán, Set, Enós,
Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec y
Noé, y en dicho orden de sucesión por nacimiento.
Adán conoció a Matusalén, y éste a
Noé y a su hijo Sem. Por consiguiente, es
fácil comprender que el legado de Adán recibido del
Creador, en cuanto al origen de la vida, se
mantuviera nítidamente vigente durante tal periodo, previo
al Diluvio.

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