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Descanso divino




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2, 3

  1. Descanso divino
  2. Proceso cognitivo
  3. Estimulación
    sensorial
  4. Sensaciones
  5. Percepciones
  6. Distorsiones perceptivas
  7. Trastornos perceptivos
  8. Percepción subliminal
  9. La
    memoria
  10. La
    imaginación
  11. Conceptos
  12. Palabras
  13. Comunicación
  14. Comunicación escrita
  15. Las
    sagradas escrituras
  16. El
    mensaje sagrado
  17. Las
    interpretaciones bíblicas
  18. Conclusión

Después de narrar toda la obra creativa efectuada
en 6 periodos de tiempo, cada uno de los cuales debió
extenderse por miles de años al menos, y tras explicar que
el Creador consideró dicha obra sobre la Tierra de calidad
excelente, el primer capítulo del Génesis se cierra
y da paso al versículo 1 del capítulo 2, el cual
apostilla lo antedicho con las siguientes palabras: "Así
quedaron terminados los cielos y la tierra y todo su
ejército". A continuación, el relato sagrado
informa: "Y para el día séptimo Dios vio terminada
su obra que había hecho, y procedió a descansar en
el día séptimo de toda su obra que había
hecho " (Génesis 2: 2).

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Descanso
divino.

Génesis 2:2 dice que Dios "procedió a
descansar" (hebreo: wai·yisch·bóth) y
Génesis 2:3 dice que Dios "ha estado descansando" (hebreo:
scha·váth), todo ello con relación al
denominado "séptimo día creativo". Según los
expertos, "scha·váth" suele traducirse como
"descanso o descansar", o bien como "cesar o desistir [de
trabajar]". La palabra relacionada "shevita", usada en el hebreo
moderno con el significado de "huelga laboral", tiene la misma
consideración al referirse, más que a la
abstinencia pasiva de trabajo, al acto de no trabajar. El
concepto de "cesación activa del trabajo" también
es considerado como más coherente con una actividad
omnipotente de Dios el "séptimo día" de la
creación; es decir, el "descanso divino" fue más
bien una cesación activa del trabajo creativo terrestre y
no el resultado de algún tipo de "cansancio o falta de
fuerzas" procedente del Creador. Esto no podría ser de
otra forma, ya que la sagrada escritura no podría
contradecirse al afirmar: "¿No has llegado a saber, o no
has oído? Jehová, el Creador de las extremidades de
la tierra, es un Dios hasta tiempo indefinido. Él no se
cansa ni se fatiga
. No se puede
escudriñar su entendimiento. Está dando poder
al cansado; y hace que abunde en plena potencia el que se
halla sin energía dinámica. ?Los muchachos se
cansan y también se fatigan, y los jóvenes mismos
sin falta tropiezan, ?pero los que estén
esperando en Jehová recobrarán el poder. Se
remontarán con alas como águilas. Correrán,
y no se fatigarán; andarán, y no se
cansarán" (Isaías 40: 28-31).

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Proceso
cognitivo.

Todas las especies animales poseen receptores
sensoriales que captan determinados estímulos del medio
ambiente, los cuales son transmitidos por el sistema nervioso e
interpretados en el cerebro del modo más adecuado para la
supervivencia y reproducción del animal, entre otras
cosas. También las personas, a través de los
órganos sensoriales, entran en contacto con el entorno (el
mundo físico y el social), adquiriendo y elaborando
información acerca del mismo, es decir, adquiriendo y
elaborando conocimientos.

Los conocimientos se adquieren por medio de los procesos
cognitivos, que son los procesos relacionados con percibir,
atender, memorizar, recordar y pensar y suponen la especial
participación de áreas cerebrales que se encargan
de organizar e integrar las funciones de otras regiones
relativamente más básicas. El acceso a la
información nos lo dan los sentidos por medio de las
sensaciones, y la interpretación de esas sensaciones en el
cerebro constituyen las percepciones. La percepción es el
primer proceso cognitivo.

Ahora bien, tanto la sensación como
la percepción se caracterizan por estar sometidas a
limitaciones espaciales y temporales. Es decir, podemos sentir y
percibir los objetos que se hallan en nuestro campo perceptivo y
hacerlo mientras estimulan nuestros órganos sensoriales.
Sin embargo, existen otras dos formas de superar estas
limitaciones espacio-temporales, bien "recuperando" el pasado
gracias a la "memoria" o bien "transportándonos" a otros
mundos gracias a la "imaginación".

Estimulación
sensorial.

Los receptores sensoriales son células nerviosas
especializadas que permiten al cerebro entrar en contacto con el
medio ambiente externo e interno. Por tanto, son terminales que
transforman los estímulos físicos o
químicos (luz, sonido, etcétera) en impulsos
nerviosos (dendritas de las neuronas aferentes) que
llegan al cerebro, donde se procesa la
información que transmiten y se desencadena la
respuesta del organismo.

Podemos definir el estímulo como la
impresión en los terminales nerviosos que efectúan
los agentes físicos, químicos, mecánicos,
etcétera del medio y que desencadenan una reacción
funcional en el organismo (ondas sonoras, reacciones
químicas que activan el sentido del gusto, longitudes de
onda de la luz captadas por la retina…). Un estímulo es
la energía que produce una excitación en un
órgano sensorial; por ejemplo, la luz visible en el ojo.
Ahora bien, no todos los estímulos que llegan a los
sentidos son capaces de provocar sensaciones; por ejemplo, el ojo
humano no percibe las radiaciones de rayos X; y lo mismo ocurre
con ciertos sonidos muy agudos que sí pueden captar los
perros o los murciélagos, pero no los humanos.

Se llama "umbral sensorial mínimo" a
la mínima intensidad que se necesita para que
un estímulo sea capaz de excitar un receptor sensorial. El
"umbral sensorial máximo" es, en cambio, la mayor cantidad
de un estímulo que pueden soportar los sentidos; y a
partir de dicha cantidad el sentido no percibe nada
añadido más, e incluso puede ser
lesionado.

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Sensaciones.

Los sentidos corporales, con sus receptores sensoriales,
son canales de información que captan los estímulos
y los transmiten al cerebro, donde se generan sensaciones. Todo
nuestro conocimiento de la realidad, toda la información
que poseemos del mundo, comienza con las sensaciones: vemos la
luz y los colores; oímos sonidos y ruidos; captamos olores
y sabores; cuando nuestra piel entra en contacto con los objetos
sentimos calor o frío, dureza o blandura.

Para que exista una sensación (como la
visión de un color) son necesarios tanto los
estímulos (en este caso, las ondas de luz reflejadas en
las superficies) como la recepción de las ondas por los
sentidos (conos y bastones de la retina), así como la
transmisión por las neuronas correspondientes (nervio
óptico) y la transformación en una cualidad
sensorial (color) por las áreas sensoriales del cerebro
implicadas (corteza visual, en el lóbulo
occipital).

Así, pues, entendemos por
"sensación" la respuesta cerebral, en forma de acuse de
recibo, que tiene un organismo ante la
estimulación del medio interno o externo, lo cual implica
la recepción y la canalización a través de
los órganos sensoriales de los estímulos externos.
La sensación es el más elemental y básico de
todos los procesos psicológicos, ya que es el
procedimiento habitual de entrada por el que los organismos
detectan e identifican la estimulación interna (de su
cuerpo) y externa (del medio) y les capacita para adaptarse y
poder sobrevivir en su ambiente natural fundamentalmente. Es,
pues, el principal suministrador de información del
organismo y la conexión fundamental con su entorno
habitual. Si no existiera esta conexión, por estar los
canales cerrados o por no recibir la información
necesaria, no sería posible ninguna vida
consciente.

Cuando se confecciona un gráfico tridimensional
del sistema nervioso humano se obtiene un entramado que cubre
como una esponja fibrosa todo el interior y el exterior o
superficie del cuerpo, similar a una apretada red colectora
formada por filamentos que se van engrosando y fusionando desde
fuera hacia dentro, es decir, hacia el interior del organismo. Se
trata de un entramado arborescente (ver figura de la
página). Dicha red dibuja en relieve todo el contorno del
cuerpo, y su diseño ramificado presenta la apariencia de
una estructura que absorbe información desde la periferia
hacia el centro.

La misión del sistema nervioso es la
captación de estímulos procedentes del exterior del
cuerpo, aunque también recoge muchos otros
estímulos que se dan en el interior del organismo.
Asimismo, el sistema nervioso consta de centros de
procesamiento de datos en donde se elaboran constructos
informativos a partir de los estímulos
recibidos. En realidad, la estructura del sistema nervioso es
muchísimo más compleja que esto. Sus funciones
alcanzan niveles de desarrollo incomprensibles para los analistas
neurobiólogos, y posiblemente buena parte de esas
funciones jamás se entenderán
cabalmente.

Si bien una aproximación al estudio del sistema
nervioso puede hacerse desde casi cualquier ángulo de
observación, suelen tomarse como referencia inicial los
órganos de los sentidos: vista, oído, gusto,
olfato, tacto, termocepción (detección de cambios
térmicos), nocicepción (detección y
localización del dolor), propiocepción y equilibrio
(detección automática de posiciones corporales que
se acercan o alejan de los parámetros que instintivamente
se tienen por correctos). La sensación es la
recepción de estímulos mediante los órganos
sensoriales o de los sentidos. Éstos transforman las
distintas manifestaciones de los estímulos
térmicos, químicos o mecánicos del medio
ambiente (incluyendo en dicho medio ambiente al propio cuerpo) en
impulsos eléctricos y químicos para que viajen al
sistema nervioso central, hasta el cerebro, para darle
significación y organización a la
información así obtenida.

Se puede definir la SENSACIÓN como
la impresión que las cosas producen en el cerebro por
medio de los sentidos; es decir, es la
captación cerebral de los datos que llegan a través
de los sentidos corporales. Tomando el símil de una
cámara fotográfica, la SENSACIÓN
sería el registro en la placa de las señales
luminosas que han atravesado el dispositivo compuesto de lentes y
diseñado para la captación de la luz; e incluso
más allá, la SENSACIÓN equivaldría a
la impresión cerebral (en este caso, del fotógrafo)
de los datos en bruto recogidos por la placa.

Percepciones.

La percepción es un proceso cognitivo por el que
organizamos e interpretamos las sensaciones y captamos conjuntos
o formas (gestalt) dotadas de sentido. Es el punto donde la
cognición y la realidad se encuentran. Es la actividad
cognoscitiva más elemental, a partir de la cual emergen
todas las demás. Se trata de un proceso sensocognitivo:
captamos la realidad a través de los sentidos y la
comprendemos, le damos un significado. Gracias a la
percepción, la realidad se presenta como organizada,
estructurada, plena de sentido y significado. Sus
características son:

– Es un proceso constructivo que
depende de las características del estímulo (que
activa los órganos de los sentidos) y de la experiencia
sociocultural y afectiva del sujeto que percibe. El sujeto
utiliza esquemas perceptivos y, al percibir, está
condicionado por sus aprendizajes previos y experiencia, su
personalidad y su cultura.

– Es un proceso de
información-adaptación al ambiente. El objetivo de
la percepción es dotar de sentido a la
realidad en que vivimos, facilitarnos información sobre el
mundo y permitir nuestra adaptación al entorno.

– Es un proceso de selección. Como la
información que recibimos es excesiva y los recursos del
individuo son limitados, percibimos lo que es relevante para
nosotros en cada circunstancia. Esta selección de
estímulos, de gran importancia para nuestra
adaptación y supervivencia, entre otras cosas, se produce
mediante la atención.

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NOTA:

Desde el imperante paradigma evolutivo y
materialista de la ciencia humana actual, la realidad se presenta
anárquica, azarosa y caótica, siendo
el sistema perceptivo animal el que dota de coherencia,
organización y sentido a dicha realidad. Así, el
"cosmos" griego (mundo o universo ordenado), de la
filosofía clásica, es un concepto
subjetivo desde el prisma evolutivo-materialista. No
obstante, desde el enfoque creacionista se considera que
el universo, o la realidad universal, es una obra de
ingeniería superlativa producida por la mente del Gran
Diseñador; en consecuencia, afirmar que el mundo es
anárquico, azaroso y caótico suele ser aberrante
para los partidarios de este punto de vista.

Desde la óptica eriseísta se
entienden la realidad y el universo como
construcciones derivadas de la actividad creativa del
Todopoderoso, las cuales escapan a nuestra capacidad perceptiva
desde un punto de vista integral ya que sólo podemos
percibir una fracción extremadamente pequeña de sus
características o propiedades; aunque bien es verdad que
nuestro cerebro (de forma individual y colectiva) es capaz de
elaborar maneras o métodos (la ciencia humana es un
ejemplo) que nos permiten profundizar en los secretos
recónditos que dicha realidad nos oculta. Sin embargo, el
conocimiento que así obtenemos, y también todo el
conocimiento que en general podamos amasar,

no pasa de ser una representación mental
más o menos acorde con la realidad inundante.
Evidentemente, por ser obra del Gran
Diseñador, la realidad universal no podría ser un
amasijo de materia y energía carentes de toda
cohesión lógica y teleológica (con finalidad
o propósito magistral).

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Es permisible pensar que la desbordante complejidad y la
inasequible profundidad que para el científico ("liberado"
de prejuicios perceptivos) tiene la realidad haga que ésta
aparezca ante sus ojos como caótica y desordenada, pero
eso no quiere decir que así sea efectivamente. Por
ejemplo, tomemos el caso de los números primos;
éstos se nos presentan "indomables" desde el punto de
vista matemático, puesto que hasta el presente todo indica
que es imposible formular una ley que permita obtener un
término general analítico que dé cuenta de
todo número primo; por consiguiente, dada nuestra finitud
operativa, podemos decir que para el ser humano los
números primos son "anárquicos o caóticos"
(no admiten una regla formativa, es decir, una forma
algorítmica compuesta por un número finito de pasos
o etapas de cálculo). Ahora bien, cabe preguntarse:
¿Admiten los números primos un algoritmo de
infinitos pasos? O, todavía más general:
¿Pueden ser concebidos los números primos como un
algoritmo resultante de una relación entre valores
numéricos que pertenecen a un conjunto de infinitos
elementos, con un orden de infinitud para este último de
carácter superior al del conjunto de los números
primos? La idea que se pretende transmitir es la siguiente: La
apariencia caótica de la realidad puede no serlo realmente
(de hecho, no puede serlo, si es que en verdad ha sido
diseñada por el Sumo Hacedor); tal vez, como en el caso de
los números primos, nuestra finitud algorítmica
impida la visión no caótica que nos
proporcionaría un algoritmo infinito; pero nuestra mente
"finita o limitada" es incapaz de usar algoritmos infinitos, ya
que esta capacidad intelectual sólo podría
pertenecer a una mente "infinita o ilimitada", a saber, la mente
del Todopoderoso (en un próximo artículo
consideraremos el tema titulado "El infinito", donde se
aclarará más este asunto).

Por otra parte, hemos de tomar en
consideración el diseño del sistema sensoperceptivo
mismo, configurado para que el animal o la persona
humana (o angélica) saque el mejor partido de su
interpretación de la realidad, dentro de las limitaciones
infranqueables que se deben a la inserción de la criatura
en cuestión en el seno de un universo particular (a este
respecto, un próximo artículo, titulado "Creador y
criaturas", examinará con detenimiento las cuestiones que
esto suscita, sus implicaciones y su conciliación con la
excelencia creativa).

Así, no es lo mismo un proceso
sensorial que un proceso perceptual:

– El proceso sensorial sólo
implica la detección y discriminación de la
estimulación a través de los
órganos de los sentidos.

– El proceso perceptual requiere ya
una cierta interpretación por parte del organismo de una o
varias sensaciones.

Por ejemplo, imaginemos una persona que tuvo en su
infancia un perro Doberman al que tenía cariño.
Otra persona fue atacada en su niñez por un perro de esta
misma raza. Supongamos que, años después, caminan
juntas por la calle y se encuentran con uno de estos perros. La
sensación es la misma para las dos (perro Doberman), pero
la percepción es muy distinta: a una le despierta
sentimientos positivos, mientras que la otra probablemente salga
huyendo. En este caso, una sensación común para
ambas personas provoca percepciones muy distintas, que se
traducen, a su vez, en comportamientos muy diferentes.

La percepción no es un proceso que
venga determinado exclusivamente por los mecanismos
fisiológicos de los sentidos y el cerebro. Hay muchos
otros factores que intervienen y cuya incidencia es tal que
se pueden establecer notables variaciones
perceptivas para un mismo individuo y entre distintos individuos.
Por ejemplo, según las características de los
estímulos que condicionan la capacidad perceptiva tenemos
que:

Un estímulo de mucha intensidad
puede captar nuestra atención y desviarla de lo que
estamos haciendo. Así, un ruido fuerte nos desconcentra
cuando estamos leyendo en silencio.

La repetición de un mismo
estímulo es muy usada en publicidad, sobre todo en radio y
televisión.

Los objetos grandes atraerán nuestra
atención con mayor probabilidad que los objetos
pequeños: de ahí el gran tamaño
de algunas vallas publicitarias, o de los anuncios en los
periódicos, etcétera.

Nos llama más la atención lo que resulta
original y nuevo para nosotros. Por eso, a veces, algunas
campañas publicitarias se acompañan de temas que
ocasionan polémica.

Los aparatos perceptuales de las diferentes especies
vivientes difieren mucho entre sí. Por ejemplo, las
personas humanas no pueden oír los sonidos de tono
altísimo que los murciélagos pueden registrar, y
tampoco tienen un olfato tan desarrollado como los perros.
Incluso los miembros de una misma especie difieren en sus
percepciones, presentando variaciones en relación a
cómo ven los colores o diferencian los tonos y en lo que
huelen o gustan.

La experiencia vivencial anterior condiciona enormemente
lo que se percibe, puesto que lo que percibe un individuo no es
simplemente un conjunto de cualidades sino un objeto o suceso que
tiene algún significado para él: percibe nubes como
amenaza de tormenta, o la expresión facial del jefe como
presagio de un mal día. Este "como" de las percepciones
indica el sentido que tiene para el sujeto lo percibido. Incluso
cuando apenas es capaz de reconocer un objeto (por ser de noche,
por ejemplo), lo percibe siempre "como algo" relacionado de
algún modo con elementos familiares: como una sombra, como
algo que se mueve, como un susurro, etcétera.

No atendemos a la totalidad de los
estímulos que llegan simultáneamente al cerebro. A
ciertos objetos les prestamos atención, y a otros no. Si
estamos jugando al ajedrez, nuestra atención estará
focalizada en el juego y nos pasarán desapercibidos otros
estímulos que provengan del lugar donde nos encontremos.
Esta atención depende en buena medida de nuestros valores,
intereses y motivaciones. En un parque natural, un pintor y un
botánico percibirán cosas muy diferentes.
También la cultura ejerce un papel fundamental en la
percepción; nos hemos acostumbrado a percibir actitudes,
valores, etcétera, y este aprendizaje condiciona nuestra
perspectiva perceptiva.

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Se han propuesto distintas teorías
para explicar los mecanismos de la
percepción, siendo las más relevantes las dos
siguientes: El asociacionismo y el gestaltismo. El ASOCIACIONISMO
PERCEPTIVO es una teoría ligada a la escuela
psicológica del Estructuralismo, siendo Wundt su
representante más conocido; según esta
teoría primero se perciben sensaciones aisladas (manchas
de luz y color, cualidades táctiles como la dureza, la
tersura, etcétera); con posterioridad, el cerebro asocia
estas sensaciones entre sí, mediante una suma de elementos
aislados hasta llegar a constituir la percepción global
del objeto; La percepción es, pues, como un todo formado
de átomos de sensaciones elementales; la percepción
de una manzana, por ejemplo, comenzaría con
la acumulación de sensaciones (rojo, sabor agridulce, olor
frutal, etcétera), y la posterior asociación de
todas ellas produciría en nuestra mente la
representación del objeto manzana; en el
asociacionismo, el sujeto adopta un papel pasivo, puesto que la
suma de sensaciones que configuran la percepción se
produce mediante leyes fijas y mecánicas.

El GESTALTISMO PERCEPTIVO es una
teoría emitida por la escuela de la Gestalt, siendo
"gestalt" una palabra alemana que significa "forma". Su
concepción de los procesos perceptivos es opuesta al
asociacionismo de Wundt. Para los psicólogos de la Gestalt
el todo no puede ser entendido por la suma de los elementos que
lo componen, sino más bien por su forma o estructura; es
decir, percibimos directamente totalidades organizadas (formas o
configuraciones). El objeto percibido es el resultado de
cómo los elementos se ordenan y se relacionan entre
sí y respecto del contexto perceptivo. Estos "todos"
estructurados se encuentran organizados según leyes fijas
de la percepción. Así, pues, a diferencia de otras
escuelas que insistieron en la necesidad del aprendizaje y la
experiencia en la percepción, la Gestalt afirmó la
existencia de capacidades innatas para percibir las formas. Un
ejemplo claro de ello parece ser la percepción auditiva de
una melodía, la cual no puede ser identificada simplemente
por la captación aislada de notas musicales sino, sobre
todo, por la relación armónica y rítmica que
los sonidos tienen entre sí cuando un músico la
interpreta.

Fueron los gestaltistas los que profundizaron más
que otros en el estudio de la percepción y formularon una
serie de leyes o principios, sobre todo en el ámbito de
los fenómenos visuales, que describen cómo el
encéfalo organiza las sensaciones simples en un todo
significativo. Éstas son las leyes más importantes:
Ley de la relación figura-fondo y Leyes de
agrupación de estímulos.

Dividir las impresiones visuales en figura y fondo es
fundamental en la organización de las percepciones
visuales. La figura posee una forma y contornos definidos y se
percibe más próxima al sujeto que el fondo. Por el
contrario, el fondo carece de contornos precisos y se percibe
menos nítido. No obstante, se puede producir un
fenómeno curioso que es la llamada reversibilidad
fondo-figura. Existen figuras ambiguas que admiten diversas
interpretaciones. Estas figuras muestran que la
representación de la realidad está dirigida por el
sujeto, al menos en parte: depende de cómo fragmentemos
los elementos de la imagen para reconocer una cosa u otra. La
distinción figura-fondo atañe a todos nuestros
sentidos, no sólo a la visión. Podemos distinguir
un solo de violín contra el fondo de la orquesta
sinfónica, o el olor de las rosas en una
floristería. Con frecuencia, el sistema perceptivo comete
errores: a veces vemos cosas que no hay, otras veces necesitamos
tiempo para interpretar la imagen representada, e incluso algunas
figuras tienen un sentido diferente, según el
contexto en que aparecen. Todos estos
fenómenos tienen valor para los psicólogos porque
los mecanismos de un sistema también se revelan a
través de los errores y distorsiones.

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El trabajo de los gestaltistas ha propiciado la
formulación de unas "Leyes de agrupación de
estímulos", algunas de las cuales rigen el modo como
agrupamos los elementos de la información visual que
recibimos. Nuestras percepciones tienden, por un lado, a que la
forma se organice de tal modo que la figura percibida
sea lo más simple posible; por otro lado, tendemos
necesariamente a percibir la figura de la forma más
definida posible. En síntesis, podemos decir, según
la Gestalt, que en la percepción se impone la llamada
"buena figura" o "buena forma" sobre algunas otras
configuraciones posibles. He aquí algunas de estas
leyes:

– Ley de la proximidad: Ante
estímulos semejantes, aquéllos que se hallen
más próximos entre sí tenderán a
percibirse agrupados, formando un todo o figura. El observador no
los considera como figura aislada sino como conjunto o
agrupación.

– Ley de la continuidad: Es la
tendencia a percibir los elementos en formas que producen una
continuidad sin interrupciones. Los elementos que se agrupan en
líneas rectas o curvas de forma continua tienden a
percibirse como una unidad. Los mismos elementos en la misma
posición relativa pero no organizados linealmente, no se
perciben como una unidad.

– Ley de la semejanza: Ante una
variedad de objetos, el principio de semejanza expresa la
tendencia a agrupar aquéllos que son parecidos en su
forma, tamaño, color o alguna otra propiedad.

– Ley de cierre: Un estímulo
abierto o incompleto tiende a ser percibido como si estuviera
cerrado o completo. La información es
"incompleta", pero suficiente como para poder completar el
estímulo (la habilidad del cierre en una persona depende
del conocimiento previo pertinente).

– Ley de contraste: La percepción del
tamaño de un elemento está influida por la
relación que tiene con otros elementos del conjunto. Esta
ley (se refiere al tamaño, no a la figura) explica, por
ejemplo, la ilusión de Titchener (ver figura de la
página anterior).

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Distorsiones
perceptivas.

Se producen DISTORSIONES PERCEPTIVAS cuando un
estímulo que existe fuera de nosotros y es accesible a los
órganos sensoriales, es, a su vez, percibido de un modo
distinto al que cabría esperar dadas las
características del propio estímulo. Entre las
distorsiones perceptivas figuran: las ilusiones ópticas,
los trastornos perceptivos y la percepción
subliminal.

Las "Ilusiones ópticas" consisten en una
interpretación incorrecta de la realidad, debido a una
percepción errónea de los datos sensoriales. Por
ejemplo, cuando caminamos junto a las vías de un tren y
miramos a lo lejos parece que las vías se juntan o cuando
una figura vertical nos parece más larga que otra
horizontal de la misma longitud. Las ilusiones perceptuales
ocurren porque el estímulo contiene señales
engañosas que distorsionan el tamaño u
orientación de objetos comunes, lo que da lugar a
percepciones inexactas o imposibles.

NOTA:

El libro PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS,
editado en español y otros idiomas por la Sociedad
Watchtower Bible And Tract, en 1991, tiene por objeto facilitar
la comprensión y el entendimiento de los pasajes de las
sagradas escrituras, mediante el aporte de argumentos, datos
extrabíblicos, información y razonamientos
pertinentes. El tomo 1 de la citada obra, páginas 367-368,
expone que la MENTIRA es toda expresión contraria a la
verdad. Generalmente implica decir algo falso a alguien que tiene
el derecho de saber la verdad, con la intención de
engañar o perjudicar a esa persona o a otra. La mentira no
tiene por qué ser siempre algo que se dice; también
se puede mentir por la manera de actuar, es decir, una persona
puede estar viviendo una mentira. El verbo hebreo que transmite
la idea de decir lo que no es verídico es "
kazáv"… Otro verbo hebreo, "schaqár", significa
"obrar o tratar con falsedad", y la forma sustantiva se traduce
"mentira; engaño; falsedad". El término hebreo
"schaw", que a veces se traduce "falsedad", se refiere
básicamente a algo que es inútil, vano, sin valor.
El significado primario del verbo hebreo "kajásch"
(engañar) es "resultar desilusionador". El término
griego "pséudos" y otros de la misma familia están
relacionados con la mentira y la falsedad.

El padre u originador de la mentira es Satanás el
Diablo. Su mentira, transmitida por medio de una serpiente a Eva,
la primera mujer, resultó finalmente en la muerte tanto de
ella como de su esposo Adán. Aquella primera mentira
nació de un deseo egoísta e incorrecto. Su
propósito era desviar el amor y la obediencia de la
primera pareja humana hacia el mentiroso, que se hizo pasar por
un "ángel de luz" o un benefactor. Todas las demás
mentiras maliciosas que se han pronunciado desde entonces han
sido también la expresión de un deseo
egoísta e incorrecto. Se miente para escapar de un
castigo merecido, beneficiarse a expensas de otros o
conseguir o mantener ciertas ventajas, recompensas materiales o
la alabanza de los hombres.

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Las mentiras religiosas han sido especialmente graves,
pues han puesto en peligro la vida futura de los
engañados. Jesucristo dijo: "¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas!, porque atravesáis
mar y tierra seca para hacer un solo prosélito, y cuando
éste llega a serlo, lo hacéis merecedor del Gehena
(o destrucción eterna) dos veces más que vosotros"
(Evangelio según Mateo, 23:15). El cambiar la verdad de
Dios por "la mentira" y la falsedad de la idolatría puede
hacer que una persona realice prácticas degradantes y
viles.

El caso de los líderes religiosos
del judaísmo en el tiempo del ministerio terrestre de
Jesús muestra lo que puede suceder si se
abandona la verdad. Ellos tramaron la ejecución de
Jesús. Luego, cuando se le resucitó, sobornaron a
los soldados que habían guardado la tumba para que
ocultaran la verdad y propagaran una mentira sobre la
desaparición del cuerpo de Jesús.

Jehová Dios (el Todopoderoso) no
puede mentir y odia una "lengua falsa". La ley que dio a los
israelitas exigía que se hiciera
compensación por los daños que resultaban del
engaño o de la mentira maliciosa. Además, si una
persona daba falso testimonio, tenía que recibir el mismo
castigo que deseaba infligir a otro por medio de sus mentiras. El
punto de vista de Dios en cuanto a la mentira maliciosa que se
reflejaba en la Ley (mosaica) no ha cambiado. Los que desean
conseguir su aprobación no pueden practicar la mentira.
Tampoco pueden vivir una mentira, como en el caso de los que
alegan amar a Dios mientras que al mismo tiempo odian a su
hermano…

No obstante, la persona que en un momento
dado se ve impulsada a decir una mentira no se hace culpable
automáticamente de un pecado imperdonable. El caso de
Pedro, que negó a Jesús tres veces, ilustra que
Dios perdona a la persona que se arrepiente de
corazón.

El que en la Biblia se condene claramente la mentira
maliciosa no significa que una persona esté obligada a
divulgar información verídica a quien no tenga
derecho a conocerla. Jesucristo aconsejó: "No deis lo
santo a los perros, ni tiréis vuestras perlas delante de
los cerdos, para que nunca las huellen bajo los pies, y,
volviéndose, os despedacen a vosotros". Por esta
razón en ciertas ocasiones Jesús se abstuvo de dar
información completa o respuestas directas a ciertas
preguntas, pues ese proceder podría haber causado
dificultades innecesarias. El comportamiento de Abrahán,
Isaac, Rahab y Eliseo al informar erróneamente u ocultar
parte de los hechos a quienes no eran adoradores de Jehová
tuvo esa misma motivación.

Jehová permite que se produzca una
"operación de error" en aquellas personas que prefieren la
falsedad, a fin de que "lleguen a creer la mentira"
y no las buenas nuevas acerca de Jesucristo. Un ejemplo de este
principio es lo que sucedió hace siglos en el caso del rey
israelita Acab. Unos profetas mentirosos le aseguraron a Acab que
vencería en la batalla contra Ramot-galaad, mientras que
Micaya, el profeta de Jehová, predijo calamidad. Como se
le reveló en visión a Micaya, Jehová
permitió que una criatura celestial actuara como un
"espíritu engañoso en la boca de los profetas" de
Acab, es decir: esta criatura celestial influyó sobre
ellos para que no hablaran la verdad, sino lo que ellos mismos
deseaban decir y Acab deseaba oír. Aunque recibió
advertencia, Acab prefirió que le engañaran, y eso
le costó la vida.

Para muchos moralistas filosóficos la Verdad es
la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la
mente, o la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o
se piensa; también, juicio o proposición que no se
puede negar racionalmente. Sin embargo, la Filosofía, ya
tradicional o ya contemporánea, se ha debatido arduamente
por precisar el concepto de Verdad y, como consecuencia de ello,
se ha empantanado en un galimatías gigantesco de donde no
sólo es imposible salir fácilmente, sino que,
además, cualquier intentona de aclarar los conceptos
parece toparse rápidamente con el indeseable "efecto
telaraña" (cuanto más se mueve la presa, más
fuertemente queda atrapada). La implicación moral de estos
desenvolvimientos deriva naturalmente hacia su aplicación
jurídica, puesto que la jurisprudencia recurre a las
nociones morales para poder sentar las bases de una
hipotética acción punitiva (juicio y sentencia, con
absolución o condena). Ahora bien, difícilmente
puede llegar el hombre por sí mismo a dar con un acertado
esquema de lo que debe entenderse por Verdad y Mentira; y esta
limitación perturba grandemente la fiabilidad de los
criterios morales y judiciales elaborados bajo la exclusiva luz
del intelecto humano.

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Según las sagradas escrituras, las nociones de
Verdad y de Mentira se hacen depender de las repercusiones que el
mensaje (o la ocultación del mismo) tiene sobre
aquél o aquellos individuos afectados por el mismo o sobre
los que tienen el derecho de conocerlo desde el punto de vista
divino. Y, dado que entra en juego el criterio de Dios, se
comprende fácilmente que las personas que desconocen o
soslayan dicho criterio se encuentran en una situación
oscura fundamental.

Es evidente, desde el prisma
eriseísta (el cual asume la existencia del Creador
Todopoderoso y también Su interacción
con la criatura terrestre), que a Dios no se le puede
engañar y que todo intento de mentirle únicamente
redunda en perjuicio de la criatura mentirosa, que se
autoengaña al suponer que puede ocultar la verdad del Sumo
Hacedor con éxito. Sin embargo, todas las criaturas
inteligentes que existen (Dios no es una criatura o SER CREADO,
sino que es el CREADOR) pueden ser engañadas en mayor o
menor medida, dependiendo de su conocimiento de la realidad: una
realidad siempre inasequible en su plenitud para todo
aquél que no es Dios. En un próximo
artículo, titulado "Creador y criaturas", se
abundará en este asunto.

Si, como parece ser, el Dios Altísimo es el
constructor de la "realidad" y ha colocado a sus criaturas
inteligentes (espirituales y materiales) en ciertos "sectores" de
dicha realidad, para Él no hay necesidad de representar
dicha "realidad" en su mente superlativa. Sin embargo, cualquier
criatura inteligente, la cual ha sido insertada en un cierto
plano de la realidad, no puede aspirar a nada más
allá que el hacerse una representación mental de la
realidad; empero no de toda la realidad, sino de la
fracción de ésta que le es asequible. En
consecuencia, desde el mismo momento en que la criatura accede a
una representación mental de la realidad también
accede a la posibilidad de ser vulnerada en dicha
representación. De hecho, el avance de la ciencia y del
conocimiento en general se efectúa por aproximación
a la realidad a través del tiempo; es decir, el trabajo
del científico, a fin de cuentas, no es más que una
ardua tarea para tratar de descubrir elementos que permitan al
hombre acortar distancias entre su representación de la
realidad y la realidad misma.

Por razón de nuestras limitaciones sensoriales,
perceptivas y mentales somos vulnerables a la mentira. El
ilusionismo (arte de producir fenómenos que parecen
contradecir los hechos naturales) y la prestidigitación
(arte o habilidad de hacer juegos de manos y otros trucos que
engañan a la mente para la distracción del
público) se basan en dichas limitaciones. En sentido
peyorativo, las técnicas de ilusionismo se pueden usar
para deformar la realidad y abusar egoístamente de las
personas engañadas. El peor de los motivos consiste en
hacer que los engañados sean inducidos a alejarse del
Creador y de sus normas morales, tal como le sucedió a la
primera pareja humana en Edén.

Mientras filósofos y pensadores se
esfuerzan infructuosamente por esclarecer qué es la Verdad
y la Mentira y por tratar de obtener alguna
normativa moral y universal al respecto, desde el punto de vista
eriseísta se hace claro y patente que el sistema de
referencia en cuanto a ello hay que buscarlo en el Creador y en
su Santa Palabra (la guía divina), la cual
rezuma de la sagrada escritura. Por eso, el concepto de Verdad y
Mentira de una persona versada en la sagrada
escritura suele diferir bastante del criterio humano y
filosófico al respecto. Un ejemplo lo tenemos en el
siguiente pasaje histórico y sagrado, del cual se ha hecho
mención anteriormente:

Y [el profeta Micaya] pasó a decir
[al rey Acab ]: "Por lo tanto, oye la palabra de Jehová:
Ciertamente veo a Jehová sentado sobre su
trono, y a todo el ejército de los cielos de pie junto a
él, a su derecha y a su izquierda.

?Y Jehová procedió a decir:
"¿Quién engañará a Acab, para que
suba y caiga en Ramot-galaad ?". Y éste empezó
a decir así, mientras que aquél
decía asá. Finalmente salió un
espíritu y se paró delante de Jehová y dijo:
"Yo mismo lo engañaré". Ante esto, Jehová le
dijo: "¿De qué manera?". ?A esto él dijo:
"Saldré, y ciertamente llegaré a ser un
espíritu engañoso en la boca de todos sus
profetas". De modo que Él dijo: "Lo
engañarás, y, lo que es más, saldrás
ganador. Sal y hazlo así". ?Y ahora sucede que
Jehová ha puesto un espíritu engañoso en la
boca de todos estos profetas tuyos; pero
Jehová mismo ha hablado calamidad tocante a ti"

(1 Reyes 22: 19-23).

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Del relato sagrado que acabamos de citar podría
desprenderse la errónea conclusión de que el
Creador del hombre fomentó la mentira, dado que
incitó a sus criaturas inteligentes sobrehumanas a que
tendieran una trampa engañosa al rey Acab para que
éste cayera muerto en la batalla de Ramot-Galaad.
Ése ciertamente podría ser el pensamiento que uno
adoptara si se dejara llevar por determinados conceptos
filosóficos sobre la Verdad y la Mentira.

Para evitar una mala interpretación del relato
sagrado, primeramente tenemos que recordar que el Creador del
universo ha colocado a sus criaturas inteligentes en el seno de
una realidad previamente construida por Él y de la cual
dichas criaturas sólo pueden obtener una
representación mental más o menos certera. Por eso,
el Sumo Hacedor ha dado una guía para todas sus creaciones
inteligentes, tanto angélicas como humanas, al objeto de
evitar un mal derrotero en la vida de tales criaturas, tanto en
la interacción de éstas entre sí como en la
relación de las mismas con su Creador. Permanecer en la
guía divina significa orden y paz en el universo, pero
contravernir la norma de Dios trae desorden, guerra y
muerte.

Dios espera que, en el trato de unos para
con otros, sus criaturas inteligentes muestren amor y bondad.
Por lo tanto no es el engaño o la mentira
intrascendentes lo que está mal, sino el engaño y
la mentira maliciosos. Así, por ejemplo, no es malo que
uno se divierta en un juego en el que cuenten embustes y mentiras
chistosas, siempre y cuando no exista riesgo de perjudicar a
alguien. Sin embargo, verdades a medias o chismes
verdaderos que tienen la intención de
desacreditar, manchar o perjudicar injustamente al prójimo
sí son actuaciones punibles desde el punto de vista
divino. Ello altera maliciosamente la paz en el medio ambiente e
induce a error perceptivo contraproducente a los demás,
contrariamente a lo que Dios desea en el interés de sus
criaturas.

Partes: 1, 2, 3

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