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Día y noche




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

  1. El
    hebreo arcaico
  2. El
    origen de la escritura
  3. El
    origen de la cronometría
  4. El
    origen de la semana
  5. El
    día solar
  6. La
    noche
  7. El
    milagro del lenguaje
  8. Lumbreras celestes
  9. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo
más satisfactoriamente posible la siguiente
pregunta, basada en el libro sagrado del
Génesis: ¿Cómo ha de entenderse el relato
del Primer Día Creativo, cuando dice que Dios llamó
"Día" a la luz y "Noche" a la oscuridad?

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Y Dios procedió a decir: "Llegue a haber luz".
Entonces llegó a haber luz. Después de eso Dios vio
que la luz era buena, y efectuó Dios una división
entre la luz y la oscuridad. Y Dios empezó a llamar a la
luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche. Y
llegó a haber tarde y llegó a haber mañana,
un día primero.

Génesis, capítulo 1,
versículos 3 a 5.

El hebreo
arcaico.

La revista LA ATALAYA del 1-15-1974, páginas 44 a
50, publicada por la Sociedad Watchtower Biblie And Tract,
explica, en parte, lo siguiente:

«¿Tuvo el lenguaje de hecho sus
orígenes en el pasado lejano a medida que los hombres
aprendieron a comunicarse imitando los gruñidos, gemidos y
ladridos del mundo animal? Si el lenguaje primitivo fue realmente
así de primitivo, ¿cómo es posible que los
lenguajes más primitivos que se conocen tuvieran
gramática complicada? Y, ¿de dónde
provinieron todos los idiomas en cualquier caso?
¿Cómo se desarrollaron tantos lenguajes de modo que
hoy existen 2.796 ó más lenguajes hablados, y hasta
la tribu más primitiva de la selva habla un
lenguaje?…

Las Santas Escrituras, cuyos escritos más
primitivos se remontan en su forma presente hasta 1.513 antes de
la E.C. (era común), esclarecen mucho el crecimiento y
esparcimiento de los lenguajes. Revelan que el lenguaje se
originó con Dios. Aun antes que fuera creado el hombre,
había lenguaje… El apóstol Pablo reconoció
la habilidad de los que moran en las regiones de espíritus
para comunicarse, como se muestra por su referencia a "las
lenguas de los hombres y de los ángeles" [(en su primera
carta a los cristianos Corintios, capítulo 13 y
versículo 1)]…

Tal como [Dios] dotó a sus hijos espíritus
de este don de expresión, así dotó a su hijo
humano Adán. [Dios] no sólo le dio la habilidad
para hablar y entender el habla, sino también para formar
nuevas palabras, aumentando así el lenguaje, como lo hizo
al dar nombres a los animales (Génesis 2:
19). El mismísimo hecho de que [Dios]
instruyó a Adán en cuanto al trabajo que
debería hacer de llenar la Tierra, cultivarla
y tener dominio sobre los animales, así como le
advirtió de la desobediencia a Su ley, mostró que
Dios le había suministrado a Adán el vocabulario y
conocimiento del lenguaje que eran necesarios para permitirle
comprender estas instrucciones.

Sin embargo, los animales no compartían este don
del lenguaje. Aunque quizás puedan expresar por sonidos
sentimientos de temor, cólera, deseo y
satisfacción, no obstante como escribió el
lexicógrafo Koehler: "Carecen de concepto y pensamiento,
el dominio esencial del lenguaje humano". De modo que el lenguaje
hablado es un don que el hombre comparte con los ángeles,
pero no con las formas inferiores de la creación. El
lenguaje verdaderamente es una clave para el conocimiento y la
cooperación humana, y forma la base para la inmensa
mayoría de todas las comunicaciones. Como declara una
enciclopedia: "El pensamiento y las palabras van juntas". Sin
palabras uno estaría muy limitado en las instrucciones y
pensamientos que pudiera compartir con otra persona, como ha
descubierto cualquier viajero en un país extranjero.
Parece que sin palabras estaríamos limitados aun en
nuestra habilidad para pensar.

Por más de dieciocho siglos después de la
creación del primer hombre Adán, toda la humanidad
hablaba el lenguaje que originalmente le dio Dios (Génesis
11: 1). Sin embargo, actualmente hallamos que hay cerca de 3.000
lenguajes que se hablan a través del mundo, sin incluir
numerosos dialectos regionales.

¿Cómo sucedió esto? El registro
bíblico informa que fue en una llanura de Sinar,
después del Diluvio, [cuando] los hombres decidieron hacer
un nombre para sí mismos edificando una
ciudad con una torre que se extendía a los cielos.
Evidentemente iba a ser un centro de adoración falsa, ya
que los esfuerzos de los constructores eran contrarios a las
instrucciones previas de [Dios] a Noé y sus tres hijos
casados de esparcirse y llenar la Tierra. Como resultado, [Dios]
dijo: ""¡Mira! Son un solo pueblo y hay un solo lenguaje
para todos ellos, y esto es lo que comienzan a hacer… Bajemos y
confundamos allí su lenguaje para que no escuche el uno el
lenguaje del otro." Por eso se le dio el nombre de Babel, porque
allí había confundido Jehová [Dios, el
Todopoderoso,] el lenguaje de toda la tierra, y de allí
los había dispersado Jehová sobre toda la
superficie de la tierra".

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¿Cómo confundió Dios el
entendimiento de ellos del hebreo original, haciendo que la
humanidad se dividiera en diferentes grupos
lingüísticos? Evidentemente fue por medio de borrar
la memoria de su lenguaje anterior y sustituirlo con nuevos
vocabularios y gramáticas. Como reconocen los estudiantes
del lenguaje, hay varias familias de lenguajes. No hay evidencia
de que todas se remonten al lenguaje original de Adán ni
de que todas sean variaciones del hebreo, sino, más bien,
brotan de la variedad de lenguajes que se originaron al tiempo de
Babel. Cada uno tiene su propio vocabulario y manera de formar
pensamientos, de modo que la gente realmente piensa en diferentes
modelos de lenguajes, dependiendo de la gramática y de las
desinencias de las palabras, por ejemplo. Por consiguiente, el
capítulo diez de Génesis habla de los setenta
grupos nacionales que vinieron de Noé y los lenguajes que
Dios dio en Babel, diciendo: "Procedente de éstos la
población de las islas de las naciones se esparció
por sus tierras, cada una según su lengua, según
sus familias, por sus naciones".

A medida que transcurría el tiempo, dialectos,
aun nuevos lenguajes relacionados con estos lenguajes originales,
empezaron a desarrollarse debido a una variedad de factores,
tales como barreras geográficas, distancia,
asociación con otros pueblos y conquistas. Pero, aparte
del hebreo, se puede demostrar que todos estos
grupos o familias de lenguajes provienen de la cuna de los
nuevos lenguajes del mundo en las llanuras de Sinar.
Por lo tanto el docto en lenguaje sir Henry Rawlinson
hizo notar: "Si fuésemos a ser guiados por la mera
intersección de senderos lingüísticos, e
independientemente de toda referencia al registro bíblico,
todavía se nos llevaría a escoger las llanuras de
Sinar, como el foco del cual habían irradiado las diversas
líneas". Otro factor interesante acerca de estos lenguajes
dados divinamente es que, en vez de ser muy sencillos y
primitivos, informa Science News Letter, a menudo eran mucho
más complejos que los lenguajes europeos modernos.
¿Cómo sería posible esto si los lenguajes
evolucionaron de la etapa de gruñidos y
gemidos?

Los dialectos y variaciones dentro de las familias de
lenguajes que tenemos hoy día se pueden atribuir a la
habilidad que [Dios] le dio al hombre en
conexión con el lenguaje. Tal como Adán tuvo la
habilidad de añadir palabras a su vocabulario, así
el hombre ha podido añadir a su propio vocabulario y hasta
aprender nuevos lenguajes. Abrahán, por ejemplo,
evidentemente no tuvo ninguna dificultad en conversar con el
pueblo camítico de Canaán, y no se menciona que se
hayan usado intérpretes (Génesis 23: 7-15). Es
posible que supiera el lenguaje de Akkad, que se usaba
extensamente en la zona a la cual se había mudado.
Más tarde, el relato bíblico indica, José
aprendió egipcio mientras estuvo en Egipto, muy
probablemente mientras era esclavo de Potifar, y por eso pudo
conversar libremente con Faraón.

Pero para no revelar prematuramente su identidad cuando
primero habló con sus hermanos hebreos recurrió a
un intérprete.

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[Es interesante lo que indica el libro de Hechos de los
Apóstoles, al decir que fue] en el Pentecostés del
año 33 E.C. cuando [Dios] volvió a demostrar su
habilidad que infunde temor reverencial en conexión con el
lenguaje en el momento en que los cristianos primitivos reunidos
en Jerusalén súbitamente fueron dotados […] de la
habilidad para hablar en muchos lenguajes que no habían
conocido antes. Pero esta vez [Dios] aumentó el
conocimiento lingüístico que ya tenían estos
discípulos de Jesús, en vez de borrar de su memoria
su lenguaje nativo, como había hecho en Babel. El
propósito de este don de lenguajes adicionales fue
diferente también… no para desviar a los hombres de un
propósito incorrecto, sino para promover el esparcimiento
de la adoración verdadera y el conocimiento del Creador
entre gente de muchos lenguajes (Hechos 2:
1-11)».

La revista DESPERTAD de noviembre-2007, páginas
16 y 17, publicada por la Sociedad Watchtower, informa lo
siguiente:

«La Biblia indica que los israelitas eran un
pueblo alfabetizado. Sin embargo, los críticos
disentían y afirmaban que la historia bíblica se
había transmitido por tradición oral, un
método poco confiable. Su teoría sufrió un
gran revés en 2.005 cuando los arqueólogos
descubrieron en Tel Zayit, a medio camino entre Jerusalén
y el Mediterráneo, un alfabeto arcaico inscrito en piedra
caliza, quizás el alfabeto hebreo más antiguo
jamás hallado.

Fechado en el siglo X antes de la E.C.,
este hallazgo indica la existencia de instrucción formal
para escribas, un alto nivel cultural y una burocracia israelita
de rápido crecimiento en Jerusalén. Así
pues, contrario a las opiniones de los críticos, parece
que al menos para ese siglo ya los israelitas conocían la
escritura y, por tanto, estaban en condiciones de consignar su
propia historia».

Así, pues, todo parece indicar que la escritura
hebrea se remonta hasta un pasado bastante lejano y que el hebreo
arcaico (es decir, el hebreo más primitivo) era el
lenguaje original de la humanidad. Este hebreo ancestral o
arcaico debió ser, consecuentemente, el idioma que el
Creador implantó en la mente del primer
hombre cuando lo trajo a la existencia.

El origen de la
escritura.

El tomo primero de la obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER
LAS ESCRITURAS, páginas 837 y 838, editado por la Sociedad
Watchtower en 1991, explica:

«Al primer hombre Adán se le dotó
con la facultad de hablar un idioma. Sin embargo, en un principio
debió tener poca o ninguna necesidad de escribir. En aquel
entonces toda la comunicación de Adán podía
ser verbal, y, como hombre perfecto, no tendría que
depender de un registro escrito que compensara una memoria
imperfecta. No obstante, tenía la capacidad de idear
algún método de escritura, pero la Biblia no dice
nada con relación a que escribiera, ni antes ni
después de su transgresión.

Las palabras "éste es el libro de la
historia de Adán" han llevado a algunos a la
conclusión de que Adán fue el escritor de este
"libro" (Génesis 5: 1). Comentando sobre la frase
"ésta es la historia" ("éstos son los
orígenes"), que aparece con frecuencia en el libro
de Génesis, P.J. Wiseman dice: "Es la frase de
conclusión de cada sección, y por lo tanto se
remite a una narración previa […]. Suele
referirse al escritor de la historia o al propietario de la
tablilla que la contiene" (New Discoveries in Babylonia About
Genesis, 1949, página 53).

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Un examen del contenido de estas historias pone en tela
de juicio la corrección de las conclusiones de Wiseman.
Por ejemplo, según esta opinión, la sección
que empieza en el versículo 10 del capítulo 36 de
Génesis debería concluir con las palabras de
Génesis 37: 2: "Ésta es la historia de Jacob". Sin
embargo, casi todo el relato tiene que ver con la descendencia de
Esaú y sólo habla de Jacob de forma incidental. Por
otra parte, el relato que sigue presenta extensa
información sobre Jacob y su familia. Es más, si
esta teoría fuera correcta, significaría que Ismael
y Esaú fueron los escritores o propietarios de los
documentos más extensos sobre los tratos de Dios con
Abrahán, Isaac y Jacob. Esto no parece razonable, pues
supondría que quienes no tuvieron ninguna
participación en el pacto abrahámico fueron los
más interesados en él. Sería difícil
aceptar que Ismael tuviera tanto interés por
acontecimientos relacionados con la casa de Abrahán como
para conseguir un registro detallado de éstos, que en su
mayor parte ocurrieron mucho tiempo después que se le
despidió con su madre Agar (Génesis 11: 27b –
25: 12).

De igual manera, no hubiera habido ninguna razón
para que Esaú, que no tenía ningún aprecio
por las cosas sagradas (Hebreos 12: 16), escribiera o fuera
propietario de un relato que tratara principalmente sobre los
acontecimientos de la vida de Jacob, acontecimientos que
Esaú mismo no presenció (Génesis 25: 19
– 36: 1). Además, no parece lógico concluir
que Isaac y Jacob no se interesaran en poseer un registro de los
tratos de Dios con ellos, contentándose sólo con
breves registros de genealogías ajenas (Génesis 25:
13–19a; Génesis 36: 10 – 37: 2a).

[Por otra parte, no] se puede precisar si algunos de los
relatos del libro de Génesis se escribieron antes del
Diluvio, y la Biblia no contiene ninguna referencia a escritura
antediluviana. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la
edificación de ciudades, la manufactura de instrumentos
musicales y la forja de herramientas de hierro y de cobre
empezaron mucho antes del Diluvio (Génesis 4:
17, 21, 22). Por lo tanto, es razonable pensar que los hombres
tuvieran poca dificultad en inventar también un sistema de
escritura. Puesto que en un principio sólo había un
idioma (que más tarde llegó a conocerse como
hebreo…) y los que siguieron hablando ese idioma, los
israelitas, utilizaron un alfabeto, la escritura
alfabética pudo haber existido antes del
Diluvio».

El origen de la
cronometría.

La página 147 del tomo I de la obra PERSPICACIA
PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS dice, en parte:

«La principal palabra hebrea para "año",
scha·náh, proviene de una raíz que
significa "repetir; hacer de nuevo", y, al igual que su
equivalente griega
e·ni·au·tós, conlleva la idea
de un ciclo de tiempo. El paso de las cuatro estaciones marca
visiblemente un período anual; las estaciones se deben a
la inclinación del eje de la Tierra con relación a
su plano de traslación, y se suceden en el tiempo en
que la Tierra completa su órbita alrededor
del Sol. De este modo el Creador proporcionó un medio
para medir el tiempo en términos de
años. Además, con las fases regulares de la Luna se
puede subdividir el año en períodos más
cortos. Este modo de medir el tiempo está indicado en el
mismo comienzo del registro bíblico.

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Desde el principio, el hombre hizo uso de
estos indicadores de tiempo provistos por Dios, y
midió el tiempo en términos de años,
que a su vez subdividió en meses. La mayor parte de los
pueblos antiguos usaron un año de 12 meses lunares. El
año lunar común tiene 354 días y consta de
meses de 29 ó 30 días, dependiendo de la
aparición de cada luna nueva, por lo que es
aproximadamente 11+1/4 días más corto
que el verdadero año solar de 365+1/4 días (365
días, 5 horas, 48 minutos y 46
segundos)…

El primer registro de cómo se
dividía el año en tiempos antiguos data de los
días de Noé. Es evidente que él
dividió el año en 12 meses de 30 días cada
uno, pues en Génesis 7: 11, 24 y 8: 3-5, el "diario" que
mantuvo muestra que 150 días eran equivalentes a 5 meses.
En este relato se mencionan directamente los meses segundo,
séptimo y décimo del año del Diluvio.
Entonces, después del primer día del décimo
mes transcurre un período de 40 días y dos
períodos de 7 días cada uno, lo que hace un total
de 54 días (Génesis 8: 5-12). Luego transcurre un
período de tiempo indeterminado desde que Noé
envía el cuervo hasta la primera vez que envía la
paloma (Génesis 8: 6-8), y en Génesis 8: 12
también se habla de otro período indeterminado
después de la tercera y última vez que envía
la paloma. En el siguiente versículo hallamos que se
menciona el primer día del primer mes del año
siguiente (Génesis 8: 13). Sin embargo, no se revela
qué método usaron Noé o sus antecesores para
adecuar el año de meses de 30 días al año
solar».

El origen de la
semana.

El tomo 2 de PERSPICACIA PARA COMPRENDER
LAS ESCRITURAS, páginas 991 y 992,
comenta:

«La palabra hebrea "semana"
(scha·vú·a?) significa literalmente una
unidad o período séptuplo. La palabra griega
"sáb·ba·ton", a su vez, se deriva del
vocablo hebreo para sábado
(schab·báth).

El contar los días en ciclos de
siete se remonta a los comienzos de la historia del hombre.
El precedente para tal división del tiempo lo
puso Jehová Dios, al dividir su período de trabajo
creativo en seis días o unidades de tiempo, coronados por
un séptimo día de descanso. Después de esto,
la siguiente referencia a un ciclo de siete días se
menciona con relación a Noé en el tiempo del
Diluvio, pero nada se dice acerca de un día séptimo
de descanso. En Padán-aram y en Filistea se
observaban períodos de siete días en
relación con las bodas. También se
observó un período de siete días en el
funeral de Jacob. Sin embargo, el registro bíblico no
indica que estos períodos de siete días se
ajustaran a una estructura semanal, empezando regularmente con un
día específico seguido de otros períodos
comparables de siete días. En el caso de algunos pueblos
antiguos, los ciclos de siete días estaban gobernados por
las cuatro fases de la luna, y empezaban de nuevo con cada luna
nueva. Como un mes lunar dura veintinueve o treinta días,
no sería posible contar ciclos completos consecutivos de
siete días.

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En Génesis 24: 55 aparece una
referencia temprana a un período de diez
días. En el antiguo Egipto el tiempo se dividía en
ciclos de diez días (tres de ellos cada mes),
y, como es natural, los israelitas se familiarizaron con esta
división durante su larga estancia en Egipto.

Bajo la Ley [de Moisés, junto] con
las instrucciones sobre la Pascua, por primera vez hallamos una
orden divina que requería la observancia de un
período específico de siete días. Este
período fue la fiesta anual de las tortas no fermentadas
que después celebraron los israelitas a
continuación de la Pascua. Tanto el primer día como
el séptimo o último tenían que ser
días de descanso.

[…] Sin embargo, después de
la inauguración de esta semana especial, durante
aproximadamente el primer mes del éxodo de los israelitas
de Egipto, no se hace mención de ninguna observancia
semanal que finalizara con un séptimo día de
descanso. Pero después del día quince del segundo
mes de su salida de Egipto, Jehová [Dios] comenzó a
proveer el maná, y dio por primera vez instrucciones
respecto a que se observara regularmente el sábado cada
siete días. Tal observancia del sábado
resultó en una división semanal de días
consecutiva, sin relación alguna con los meses lunares. A
este respecto, Dios formuló más tarde un decreto
incluido en el pacto de la Ley dado a la nación de Israel
mediante Moisés.

[…] Por supuesto, había
ciertos períodos de fiesta estipulados en la Ley que
duraban siete días y que no empezaban o
terminaban necesariamente a la par con la semana normal
encabezada por el sábado. Empezaban en un día
señalado del mes lunar, de modo que cada año el
día inicial caía en un día diferente de la
semana. Éste era el caso de la fiesta de las tortas no
fermentadas, que iba después de la Pascua y se celebraba
del 15 al 21 [del mes hebreo llamado] Nisán, y de la
fiesta de las cabañas, que se celebraba del 15 al 21 [del
mes hebreo llamado] Etanim. La fiesta de las semanas, o
Pentecostés, también se basaba en un cálculo
de siete semanas más un día, pero las siete semanas
se empezaban a contar el 16 de Nisán, por lo que no
siempre coincidían con las semanas normales que terminaban
en un sábado.

Los días de la semana no recibían nombre,
sino que simplemente eran designados por número, salvo el
séptimo día, al que se llamó
"sábado". En los días de Jesús y sus
apóstoles todavía se seguía ese
método, si bien a la víspera del sábado se
la llegó a llamar el día de la
"Preparación".

[…] Debido a la importancia que el
pacto de la Ley concedía al sábado, es decir, el
séptimo día, la palabra
"sábado" se utilizaba comúnmente para representar
toda la semana de siete días.

También se utilizaba para referirse
al séptimo año, que era un año
sabático de descanso para la tierra. Y
también representaba todo el período de siete
años o la semana de años que finalizaba en
un año sabático. La Misná
judía utiliza las expresiones "año séptimo"
y "septenio" [literalmente, "semana de años"] en diversas
ocasiones».

El día
solar.

El tomo 1 de PERSPICACIA PARA COMPRENDER
LAS ESCRITURAS, páginas 676 y 677,
explica:

«[Dios introdujo la noción de
DÍA como] división fundamental del tiempo en el
primer "día" del período preparatorio
de la Tierra para la ocupación del hombre, cuando la luz
difusa penetró la capa de gases que envolvía la
Tierra y alcanzó la superficie acuosa, con lo que el
planeta, al girar sobre su propio eje, tuvo su primer día
y su primera noche. "Efectuó Dios una división
entre la luz y la oscuridad. Y Dios empezó a llamar a la
luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche"
(Génesis 1: 4, 5). En este caso, la palabra "Día"
se refiere a las horas de luz solar, a diferencia de la noche.
Sin embargo, a continuación el registro usa la palabra
"día" (hebreo yohm; griego
he·mé·ra) para designar otras
unidades de tiempo. Tanto en las Escrituras Hebreas como en las
Griegas la palabra "día" se usa en sentido
literal y figurado o incluso simbólico.

El día solar, la unidad fundamental de tiempo,
viene determinada por la rotación completa de la Tierra
sobre su eje, es decir, desde el momento en que el Sol pasa por
un meridiano, alcanzando el punto más alto al
mediodía, hasta que regresa a él. El día
solar se divide en dos períodos de doce horas. El primero
se designa en algunos países por la expresión
latina ante meridiem (a.m.) y el segundo, por la
expresión post meridiem (p.m.). Sin embargo, en
tiempos bíblicos se emplearon otros métodos para
dividir el día.

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Los hebreos empezaban su día al anochecer,
después de la puesta del Sol, y lo terminaban con la
puesta del Sol del día siguiente. El día, por lo
tanto, iba de anochecer a anochecer —"desde la tarde hasta
la tarde debéis observar su sábado"
(Levítico 23: 32)—, lo que seguía el modelo
de los días creativos de [Dios]: "Y llegó a haber
tarde y llegó a haber mañana, un día
primero" (Génesis 1: 5; compárese con
Daniel 8: 14).

Los hebreos no fueron los únicos en
contar el día desde el anochecer hasta el
anochecer, también lo hicieron así los
fenicios, los númidas y los atenienses. No obstante, los
babilonios contaban el día desde la salida del Sol hasta
la salida del Sol, mientras que los egipcios y los romanos lo
hacían de medianoche a medianoche, como se suele hacer
hoy».

La
noche.

El tomo 2 de PERSPICACIA PARA COMPRENDER
LAS ESCRITURAS, páginas 494 y 495,
señala:

«[La noche es el período] de
oscuridad transcurrido desde la puesta del Sol hasta el amanecer,
designado por [Dios] como "Noche" (Génesis 1: 5, 14).
Entre la puesta del Sol y la oscuridad de la noche
hay un corto período crepuscular, después del cual
empiezan a verse las estrellas. Los hebreos llamaron a ese tiempo
"né·schef", y parece que es al que se refiere la
expresión "entre las dos tardes", registrada en
Éxodo 12: 6. De manera similar, el crepúsculo
matutino aparece al final de la oscuridad de la noche hasta la
aurora; a este fenómeno se le denomina con la misma
palabra hebrea. Por lo tanto, el escritor dice en el
Salmo 119: 147: "Me he levantado temprano en el
crepúsculo matutino".

Los hebreos dividían la noche
en vigilias… Puesto que en Jueces 7: 19 se habla
de una "vigilia intermedia de la noche", parece evidente que en
tiempos antiguos había tres vigilias. Al parecer, cada una
de ellas abarcaba una tercera parte del tiempo entre la puesta
del Sol y el amanecer, es decir, unas cuatro horas, dependiendo
de la época del año. Por lo tanto, la primera
vigilia iba desde las 18:00 hasta las 22:00 horas. La "vigilia
intermedia de la noche" empezaba aproximadamente a las 22:00 y
duraba hasta las 2:00 de la madrugada, más o menos… A la
tercera vigilia se le llamó la "vigilia
matutina", e iba aproximadamente desde las 2:00 de la madrugada
hasta la salida del Sol…

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Los judíos, al menos para el tiempo de la
dominación romana, habían adoptado la
práctica, tanto griega como romana, de tener cuatro
vigilias nocturnas. Jesús debió referirse a esas
cuatro divisiones cuando dijo: "Por lo tanto, manteneos alerta,
porque no sabéis cuándo viene el amo de la casa, si
tarde en el día o a medianoche o al canto del gallo o muy
de mañana" (Marcos 13: 35). La vigilia "tarde en el
día" iba desde la puesta del Sol hasta la hora tercera,
más o menos las 21:00 horas. La segunda vigilia, llamada
la "medianoche", empezaba a las 21:00 y finalizaba a medianoche.
El "canto del gallo" abarcaba desde la medianoche hasta
aproximadamente las 3:00 de la madrugada… Finalmente, la cuarta
vigilia iba desde las 3:00 de la madrugada hasta el amanecer,
período al que también se llamaba "muy de
mañana".

Mientras que para los judíos el
nuevo día empezaba con la puesta del Sol, para los romanos
la medianoche era el punto fijado para la
finalización y comienzo del día. De este modo se
evitaba el problema resultante de alargar y acortar las horas de
luz diurna debido a las estaciones (como ocurría cuando
empezaba el día con la puesta del Sol), y permitía
una división del día en dos períodos iguales
de doce horas en cualquier época del año.
Ésta es la práctica extendida en la mayoría
de las naciones hoy en día».

El milagro del
lenguaje.

La revista DESPERTAD del 22-9-2003, páginas 8 y 9
explica: «"Cuando estudiamos el lenguaje humano
—escribió el lingüista Noam Chomsky—, nos
acercamos a lo que algunos podrían llamar la "esencia
humana", las cualidades distintivas del entendimiento que, por lo
que sabemos hasta ahora, son específicas del hombre".
Barbara Lust, profesora de Lingüística y Desarrollo
Humano, señaló: "Con solo tres años, los
niños ya poseen un conocimiento tan asombroso, complejo y
preciso de la estructura y la sintaxis del idioma, que resultan
insuficientes las explicaciones sobre la adquisición del
lenguaje propuestas en las teorías del aprendizaje que
conocemos".

Ahora bien, la Biblia ofrece una
explicación clara del milagro del lenguaje humano.
Atribuye este don al Creador, Jehová Dios,
quien hizo a la humanidad a su "imagen" (Génesis 1: 27).
¿Qué características divinas se manifiestan
en nuestras dotes lingüísticas?

Pongamos por caso la facultad de nominar. Frank Dance,
profesor de Comunicación Lingüística,
escribió que los seres humanos "son las únicas
criaturas con la capacidad de poner nombres". Las Escrituras
revelan que éste es un rasgo divino. En efecto, en los
comienzos del relato de la creación, la Biblia dice que
Dios llamó "a la luz Día, pero a la oscuridad
llamó Noche" (Génesis 1: 5). Y como muestra
Isaías 40: 26, es patente que ha concedido a cada estrella
una designación, lo que constituye toda una
proeza.

Después de crear a Adán, una
de las primeras labores que Dios le encomendó fue poner
nombre a los animales, misión que debió de haber
puesto a prueba su creatividad y capacidad de observación.
Más tarde, el primer hombre llamó a su esposa Eva,
y ésta, por su parte, llamó a su primogénito
Caín (Génesis 2: 19, 20; 3: 20; 4: 1). Desde
aquellos momentos, el ser humano no ha escatimado
esfuerzos para poner nombre a todo, movido por su afán de
comunicarse inteligentemente, algo que resultaría muy
difícil si no dispusiéramos de
sustantivos.

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Además de tener la facultad y el
deseo de nominar, contamos con muchos otros medios para
comunicarnos, los cuales no siempre son verbales.
Prácticamente no hay límites que nos impidan
transmitir y recibir mensajes, sea que reflejen ideas complejas o
tiernos sentimientos…».

Lumbreras
celestes.

La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS
ESCRITURAS, tomo 2, página 260,
comenta:

«El relato de Génesis informa
que durante el cuarto "día" creativo, Dios hizo que
"[llegase] a haber lumbreras en la expansión
de los cielos" (Génesis 1: 14, 19). Esto no quiere decir
que la luz (hebreo "ohr) misma se originase entonces,
puesto que ya existía previamente (Génesis 1: 3).
Tampoco significa que el Sol, la Luna y las estrellas se creasen
en aquel momento. El versículo inicial de la Biblia dice:
"En el principio Dios creó los cielos y la tierra"
(Génesis 1: 1). Por lo tanto, los cielos — con sus
cuerpos celestes, entre ellos el Sol— existían con
una anterioridad indefinida a todo lo sucedido durante los seis
períodos creativos descritos en los siguientes
versículos del primer capítulo de
Génesis.

Ha de tenerse en cuenta que mientras que Génesis
1: 1 registra que Dios "creó" (hebreo bará)
los cielos y la tierra en el principio, los versículos 16
y 17 señalan que durante el cuarto "día" creativo,
"Dios procedió a hacer [hebreo: una forma de
a·sáh] las dos grandes lumbreras, la
lumbrera mayor para dominar el día y la lumbrera menor
para dominar la noche, y también las estrellas. Así
las puso Dios en la expansión de los cielos para brillar
sobre la tierra". La palabra hebrea a·sáh,
frecuentemente traducida "hacer", puede significar establecer (2
Samuel 7: 11), designar (Deuteronomio 15: 1), formar
(Jeremías 18: 4) o preparar (Génesis 21:
8).

Por lo tanto, estos versículos
explican la nueva relación del Sol, la Luna y las
estrellas, ya existentes, con el planeta Tierra.
Durante el primer "día", la luz (hebreo "ohr)
empezó a penetrar, probablemente de modo gradual, a
través de las capas de nubes que aún
envolvían la Tierra, y llegó a ser visible a un
observador terrestre, si hubiera estado presente (Génesis
1: 3). Pero el cuarto "día" se produjeron ciertos cambios.
Cuando se dice que en aquel día "las puso Dios en la
expansión de los cielos", debe entenderse que Dios hizo
que las fuentes de luz (hebreo ma·"óhr),
como el Sol, la Luna y las estrellas, llegaran a ser
perceptibles en la expansión con el propósito de
"hacer una división entre el día y la noche"
y "servir de señales y para estaciones y para
días y años". Además de dar prueba de la
existencia de Dios y su majestuosidad, los movimientos aparentes
de estas lumbreras permiten que el hombre señale con
exactitud las estaciones, los días y los años
(Génesis 1: 14-18; Salmo 74: 16; 148:
3).

La misma palabra hebrea (ma·"óhr) se usa
para designar los utensilios que alumbraban el
tabernáculo, los cuales contenían aceite como
combustible (Éxodo 25: 6; 27: 20; 35: 8, 14,
28; Levítico 24: 2; Números 4: 9).
Este término también se usa de manera figurada en
Proverbios 15: 30, en la expresión "el brillo de los
ojos". A Egipto se le advirtió de manera profética
que se le retiraría toda la luz debido a que
[Dios] oscurecería y cubriría de nubes todas las
"lumbreras [de una forma de ma·"óhr]
de luz ["ohr] de los cielos" (Ezequiel 32: 2, 7,
8)».

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PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS,
tomo 1, página 571, también
comenta:

«Cuando Dios dijo el Día
Primero: "Llegue a haber luz", debió penetrar luz difusa a
través de ese manto de nubes [primigenio que
invadía la atmósfera], aunque todavía no era
posible distinguir desde la superficie terrestre las fuentes de
las que procedía. Parece ser que éste fue un
proceso gradual, como lo muestra la versión (en
inglés) de J.W. Watts: "Y gradualmente vino a la
existencia la luz" (Génesis 1: 3, A Distinctive
Translation of Genesis). Dios efectuó una división
entre la luz y la oscuridad, y llamó a la luz Día,
y a la oscuridad, Noche. Esto indica que la Tierra giraba en
torno a su eje durante su movimiento de traslación
alrededor del Sol, de modo que los hemisferios oriental y
occidental alternaban períodos de luz y de oscuridad
(Génesis 1: 3, 4)».

El libro BUENAS NUEVAS QUE LE HARÁN FELIZ,
publicado por la Sociedad Watchtower en 1976, página 61,
explica:

«Hace [muchos miles y] miles de años [Dios]
procedió a decir: "Llegue a haber luz". Eso marcó
el principio del primer "día creativo". Para el fin de ese
largo "día," Dios había preparado el camino para
que la luz que venía del sol brillara hasta "la superficie
de la profundidad acuosa" que arropaba la Tierra. En cuanto a la
Tierra ya no había una gruesa pantalla de oscuridad que
impidiera una división entre el Día y la Noche en
lo que tiene que ver con esta Tierra. Debido a esta luz del
"Día," el hombre, a su debido tiempo, podría
trabajar y disfrutar de las bellezas de la Tierra que lo rodea, y
la "Noche" le permitiría renovar sus energías por
medio del dulce reposo».

El libro ¿EXISTE UN CREADOR QUE SE INTERESE POR
NOSOTROS?, también de la Sociedad Watchtower,
edición de 2006, página 94,
señala:

«Parece ser que la Tierra ya estaba en
órbita alrededor del Sol y era un globo cubierto de agua
antes de que empezaran los seis "días", o períodos,
de obras creativas especiales. "Había oscuridad sobre la
superficie de la profundidad acuosa" (Génesis 1: 2). En
aquel tiempo primitivo algo, quizá una mezcla de vapor de
agua, otros gases y polvo volcánico, debió impedir
que la luz del Sol llegara hasta la superficie de la
Tierra. La Biblia explica el primer período de la
creación de esta manera: "Dios
procedió a decir: "Haya luz"; y gradualmente llegó
a existir la luz", es decir, llegó a la
superficie terrestre (Génesis 1: 3,
traducción de J.W. Watts).

La expresión "gradualmente
llegó a" refleja con exactitud un estado del verbo hebreo
que denota una acción progresiva que tarda un
tiempo en completarse. Todo el que lea el primer capítulo
de Génesis en hebreo puede hallar unas cuarenta veces esta
forma, la cual es un factor clave para la comprensión de
dicho capítulo. Lo que Dios empezó en la tarde
figurativa de un período creativo se hizo progresivamente
claro o evidente en la mañana de ese "día" (Los
hebreos contaban el día de puesta de sol a puesta de sol).
Por otra parte, lo que se empezaba en un período no
tenía que estar completamente terminado antes de
comenzar el siguiente período. A modo de
ejemplo: la luz empezó a aparecer gradualmente en el
primer "día", pero no fue hasta el cuarto
período creativo cuando el Sol, la Luna y las estrellas
pudieron distinguirse con claridad (Génesis 1:
14-19)».

Monografias.com

La revista DESPERTAD del 8-6-1991, página 13,
expone: «En la Biblia, el estado imperfecto de los verbos
hebreos utilizados en el capítulo 1 de Génesis
indica que la creación fue una actividad divina de
carácter progresivo. Además, los días
creativos de dicho capítulo no fueron de veinticuatro
horas, sino períodos que se extendieron por muchos miles
de años.

Por ejemplo, Génesis 1: 3 dice que
la creación de la luz tuvo lugar en el primer día.
Según la traducción inglesa de J.W.
Watts, este versículo dice: "Después Dios
procedió a decir: "Haya luz"; y gradualmente llegó
a existir la luz". La traducción inglesa de
Benjamín Wills Newton lo vierte con el mismo sentido de
desarrollo continuo de un proceso que se ha comenzado en un
momento dado: "Y Dios procedió a decir [futuro]: Que la
Luz llegue a ser, y la Luz procedió a llegar a ser
[futuro]" (Los corchetes son de Newton). La intensidad de la luz
que penetró hasta la superficie terrestre fue aumentando,
y ese proceso continuó en el futuro (Véase la
Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras [con
referencias], publicada por la Sociedad Watchtower Bible and
Tract de Nueva York, Inc., Apéndice 3C, páginas
1571-2).

La "creación" de la luz con respecto a la Tierra
que comenzó en el primer día no terminó ese
día. Por supuesto, las fuentes de la luz ya
existían antes de aquel primer día, pero no eran
visibles desde la superficie terrestre (Génesis 1: 1).
Durante el primer día, las capas de nubosidad que
envolvían la Tierra como si fueran "pañales" (Job
38: 9) empezaron a disiparse y así permitieron que
penetrase hasta la superficie terrestre un poco de luz difusa. A
medida que esas capas interferentes se disiparon cada vez
más, la luz que penetraba se hacía más
intensa».

La revista LA ATALAYA del 1-1-2004, página 28,
dice: «¿Cómo produjo Dios la luz el primer
día si las lumbreras no se hicieron hasta el cuarto
día? El verbo hebreo traducido "hacer" en el
versículo 16 no es el mismo que el que se vierte "crear" y
"creó" en los versículos 1, 21 y 27 del
capítulo 1 de Génesis. "Los cielos",
que incluían las lumbreras, se crearon mucho antes de que
siquiera empezara el "día primero". Pero su luz no llegaba
hasta la superficie terrestre. En el día primero
"[llegó] a haber luz" porque la luz difusa atravesó
el manto de nubes y se hizo visible en la Tierra, y la
rotación de nuestro planeta causó la
división entre el día y la noche (Génesis 1:
1-3, 5). Las fuentes de dicha luz aún permanecían
invisibles desde la Tierra. Ahora bien, durante el cuarto
período creativo se produjo un cambio notable, pues el
Sol, la Luna y las estrellas empezaron a "brillar sobre la
tierra" (Génesis 1: 17). "Dios
procedió a hacer[las]" en el sentido de que ya se
podían ver desde la Tierra».

Partes: 1, 2

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