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El derecho maya prehispánico, un acercamiento a su fundamentación socio-política (página 2)




Enviado por jean paul rodriguez



Partes: 1, 2

ute;stos eran los
magistrados y jefes locales que administraban los asuntos de los
pueblos y aldeas de- pendientes de la capital de la
circunscripción territorial, que gobernaba directamente el
halach uinic. En el Nuevo Imperio, y probablemente en el Viejo
Imperio también, aunque eran nombrados por el halach
uinic, pertenecían a la nobleza hereditaria lla- mada
almenehoob, que en maya significa los que tienen padres y madres.
Hasta muy entrado el período colonial español, a
los nobles por herencia los llamaban los espa- ñoles
caciques o señores naturales. Ejercían en sus
respectivos distritos el poder ejecutivo y el judicial, y aunque
en tiempo de guerra servían todos bajo un supremo jefe
militar llamado nacom, que des- empeñaba el cargo durante
tres años, cada batab mandaba personalmente sus propios
soldados, administraba los negocios del pueblo o aldea que estaba
a su cargo, presidía el consejo local y cuidaba de que las
cosas se mantuvieran en buen estado, además de que la
gente cortara y quemara sus campos en las fechas señaladas
por los sacerdotes. Coe. op. cit. p. 205. Morley, Silvanus G.
Versión española de Adrián Recinos. La
Civilización Maya. ed. Fondo de Cultura Económica.
1a. Ed. México, 1947. Morley. Ib. pp. 192-202. 171

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44 172 Sección Artículos de Investigación
Aunque al batab no se le pagaba tributo directamente, estando
éste reservado única- mente para el halach uinic,
el pueblo sostenía a los batahoob con lo que sembraba y
hacía. Una de las obligaciones principales del batab era
velar porque su pueblo o aldea pagara puntualmente el tributo que
el halach uinic le había señalado. Había dos
clases de capitanes de guerra: unos lo eran por herencia (se
supone que éstos eran los batahoob) y otros, de mucha
mayor importancia, eran electos para un período de tres
años. A un “capitán” de esta
última clase, se le daba el título de nacom.
Después del batab venían los concejales o mayores,
los ah cuch cahoob, en núme- ro de dos o tres, cada uno
con voto en el gobierno municipal; sin el consentimiento de los
cuales nada podía hacerse; cada uno era jefe de una
subdivisión del pueblo o aldea, una especie de barrio. Los
escritores españoles del iglo XVI los comparaban con los
regidores de los ayuntamientos de España, y tal vez
podrían compararse con los aldermen de Estados Unidos de
América. Los ah kuleloob, o delegados, acompañaban
al batab a todas partes y con sus ayu- dantes, portavoces o
mensajeros, que ejecutaban sus órdenes, podría
comparárseles a los actuales agentes especiales de
policía. Las obligaciones de los ah holpopoob, los que
están a la cabeza de la estera, parece que
consistían en acercar a los señores la gente del
pueblo, aconsejar a los señores en materia de
política externa y en lo relativo a las embajadas de otros
estados. Se dice que eran los jefes de las casas donde se
reunían los hombres para tratar de los negocios
públicos. La categoría más baja de
funcionarios era la de los tupiles o alguaciles, los
policías ordinarios, que venían al final de la
organización encargada del cumplimiento de la ley. En el
Dintel 32 de Yaxchilán, Chiapas, aparece un detalle de
suma importancia, se encuentra representado el rito de la entrega
del poder. El dintel está dedicado a la memoria de los
padres del gobernante de Yaxchilán, llamado Yaxun Balam IV
(Pájaro El Popol Vuh dice que el bulto de poder se
entregaba a los gobernantes. El padre sostiene un cetro, con la
representación de K’awiil, deidad de los linajes y
del plano terrestre. Jaguar IV). Los personajes son sus padres,
llamados Itz Balam II (Escudo Jaguar II) y la señora
Ik-Cráneo (Vien- to Cráneo), quien va vestida con
huipil y capa, y sostiene un bulto de papel amate que
contenía los nombres de los dioses. El Popol Vuh dice que
el bulto de poder se entre- gaba a los gobernantes. El padre
sostiene un cetro, con la representación de K’awiil,
deidad de los linajes y del plano terrestre.44 Lo anterior
muestra la presencia de la mujer en los actos políticos
trascendentales de los mayas. MNAH. Sala Maya. Dintel 32.
alegatos, núm. 71, México, enero/abril de
2009

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45 El derecho maya prehispánico…, pp. 155-178 Cada
estado maya poseía su propia dinastía gobernante y
un territorio, más o me- nos definido, bajo su control. En
las guerras, los territorios conquistados no siempre se anexaban
al del vencedor, sino que seguían existiendo como estados
autónomos, a diferencia del Centro de México, donde
se desarrolló una unidad política hegemó-
nica que centralizaba el poder y controlaba a los estados
conquistados. Por ello, la historia de los mayas debe entenderse
como una compleja red de relaciones persona– les y familiares
establecidas entre dinastías residentes en cada ciudad y
en continua competencia. Se conoce la existencia de al menos
cincuenta ciudades autónomas con su propio K’uhua
ajaw, las cuales establecieron vínculos que iban desde
alianzas po- líticas y comerciales hasta alianzas por
motivos de guerra. Fue en el período clásico
temprano, que se originó la consolidación de la
estruc- tura económica y social, y surgieron las clases
sociales y la concentración del poder; mientras que en el
clásico tardío (600-800 d.C.) tuvo lugar el
máximo desarrollo de las artes y las ciencias. La sociedad
fue altamente jerarquizada con presencia de linajes reales. De
esta manera encontramos que era necesario pertenecer a una deter-
minada estirpe noble para obtener y ejercer el poder. En el
clásico terminal (800-1000 d.C.), en la zona central,
cesaron las actividades constructivas y de registros
cronológicos. La élite gobernante dejó el
poder por razo- nes, hasta hoy, desconocidas.45 Los Sacerdotes La
clase sacerdotal (ah kinoob) de los mayas ha de haber sido de
igual, si no de mayor importancia, que los señores y jefes
menores. La gente del pueblo La gran masa del pueblo eran los
humildes sembradores de maíz, con cuyo trabajo se
sostenían no sólo ellos, sino también el
halach uinic, los señores del lugar (batahoob) y los
sacerdotes. Fueron los constructores de todo. Pagaban el tributo
al halach uinic y daban regalos a los señores de la
localidad, también hacían a su costa, las casas de
los señores y vivían en los márgenes de las
ciudades. Los esclavos En el último peldaño de la
escala social se encontraban los esclavos, condición que
podía producirse por haber nacido esclavo, haber sido
hecho esclavo por la comisión MNAH. Sala Maya. 173

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46 47 48 174 Sección Artículos de
Investigación de determinados delitos, por haber sido
hecho prisionero en la guerra, por haber que- dado
huérfano, o por haber sido comprado. 9. El Derecho de la
guerra Para las cosas de la guerra tenían siempre dos
capitanes: uno perpetuo (cuyo cargo se heredaba, y otro elegido
por tres años. A éste llamaban nacom; durante tres
años no podía tener acceso carnal ni siquiera con
su esposa, tampoco podía comer carne; le tenían
mucha reverencia, no se emborrachaba ni trataba mucho con la
gente del pueblo. Pasados los tres años, volvía a
vivir como antes. Los dos capitanes trataban la guerra y
ponían sus cosas en orden. Cada pueblo tenía gente
escogida como soldados, Cada pueblo tenía gente escogida
como que, cuando era necesa- soldados, que, cuando era necesario,
acudía rio, acudía con sus armas; eran llamados
holcanes, y no bastando éstos, con- vocaban a todos
aquéllos con sus armas; eran llamados holcanes, y no
bastando éstos, convocaban a todos aquéllos que
estuvieran disponibles. que estuvieran disponibles. Guiados por
una bandera alta, salían muy silenciosamente del pueblo
para ir a arre- meter a sus enemigos con grandes gritos y
crueldades. Después de la victoria quita- ban a los
muertos la quijada, la limpiaban y se la ponían en el
brazo. Si cautivaban a algún hombre principal, le
sacrificaban enseguida, por no dejar quien les dañara
después. Los demás cautivos eran esclavos de quien
los prendía. A los holcanes si no era tiempo de guerra, no
pagaban soldada, sólo cuando había guerra
recibían algunas monedas, que salían de las bolsas
de sus capitanes y del pueblo, éste también les
proporcionaba comida. La guerra, por sus altos costos, no duraba
mucho tiempo; una vez terminada, los vencedores cometían
grandes vejaciones contra los vencidos, de quienes se
hacían servir y regalar; si alguien había matado a
algún “capitán” o señor, era muy
honrado y festejado.46 El nacom electo, además de formular
los planes estratégicos de la guerra, era una especie de
Jefe del Estado Mayor, mientras que los batahoob, o jefes
hereditarios, dirigían a sus propios contingentes en la
batalla.47 Cuando un guerrero capturaba a un enemigo en la
batalla, el aprehendido se con- vertía en su propiedad
personal. Podía utilizarlo para trabajar o venderlo.48
Landa. op. cit. p. 130. Ruz. op. cit. p. 132. Hagen. op. cit. p.
81. alegatos, núm. 71, México, enero/abril de
2009

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49 50 51 52 El derecho maya prehispánico…, pp. 155-178 A
los mayas les obsesionaba la guerra, los dieciséis estados
de Yucatán comba- tían incesantemente entre
sí por diferencias de fronteras y por honores de linaje.
Los holcanes o valientes, eran los infantes, que se
protegían con corazas de algodón. Las hostilidades
típicas comenzaban con una incursión, por sorpresa,
de guerrilleros en territorio enemigo, para tomar cautivos, pero
la batalla formal se iniciaba con horrible estruendo de tambores,
silbatos, trompetas de caracol y gritos de guerra. Cuando el
enemigo penetraba en territorio que no le pertenecía se
sustituía la guerra formal por la irregular, con
emboscadas y toda suerte de celadas. Los cautivos menores
termina- ban en esclavos, los nobles y los jefes guerreros eran
sacrificados.49 El enjuiciamiento y castigo de los prisioneros de
guerra se encuentra plasmado, entre otros vestigios, en las
pinturas murales de Bonampak, Chiapas; en las cuales podemos ver
a los soldados vencidos comparecer ante el
“capitán” vencedor, hacen fila en espera del
momento de su ejecución. Un prisionero herido,
magistralmente dibujado, se recuesta sobre las gradas,
proyectando una perspectiva de tercera dimen- sión que es
única en la pintura precolombina.50 Para la guerra
también existían normas: en ningún caso se
aniquilaba por completo a poblaciones ni ciudades, por la
pérdida económica que esto representaba para el
vencedor. Sólo ciertos cautivos eran exhibidos de manera
humillante, despojándolos de sus atuendos (lanza dardos,
escudo y pectoral de algodón) y sustituyendo sus ore-
jeras de jade por simples papeles, para posteriormente ser
torturados y sacrificados en el juego de pelota, la máxima
representación de la guerra mítica. Un complicado
ritual acompañaba a los conflictos bélicos; en
él se mezclaban lo divino y lo profano. El dios
representante del planeta Venus era el regente de la guerra, y es
posible que en alusión a ese astro, algunos textos
glíficos hablen de una guerra de las estrellas, para
referirse a un enfrentamiento bélico.51 Los yucatecos eran
muy esforzados, valientes e industriosos en las guerras, nunca
daban batalla sin hacer primero muchos cumplimientos y
ceremonias.52 En este tenor encontramos el siguiente pasaje que
relatan Landa, Chimay y López Cogolludo: En el pueblo de
Mazanahó se preparaban los naturales para resistir y, en
caso dado, agredir a los españoles. El cacique de Chetumal
convocó a sus aliados y amigos, y deseando saber si llega-
rían a tiempo las fuerzas que debían reforzar a las
que defendían el pueblo, llamó al adivino para
consultarle. El adivino (h’naat) tomó una
pequeña lámina de pedernal un tanto transparente,
la remojó en un líquido fermentado que llaman
balché, y después de varias palabras a media voz
que más parecían murmullos que voces articuladas,
exclamó: Veo venir en tu ayuda y defensa ¡oh batab!
A nuestros valerosos hermanos; Coe. op cit. p. 206. Bonampak,
Ruinas arqueológicas de Chiapas, México, 1990.
MNAH. Sala Maya. La Guerra. Las Casas. op. cit. pp. 191-192.
175

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53 176 Sección Artículos de Investigación
Chakan, el del certero brazo y ojo de águila encabeza a
los que vienen de Chablé; veo un gran número por
otras direcciones; a Cocom, de indomable patriotismo, y a
Tacú, el de prudente consejo y esforzado corazón.
Ya vienen, ya llegan llenos de cansancio; apresta el
férvido balché y el confortante kah para hacerles
reparar sus quebrantadas fuerzas, pero el sol quiere ocultarse y
las sombras de la noche harán que se detengan en el
bosque, y los soldados de Dávila tal vez los sorprendan
¡dioses! ¡qué hecatombe de guerreros
harían los invasores! ¡Detente sol! ¡Para un
instante y la patria aproveche tan esforzados combatientes! Ya
veo que llegarán. Llegarán batab, y la defensa con
tan aguerridas huestes será heroica. Llegaron los aliados
a punto de cerrar la noche y fueron colocados en puestos
avanzados con la orden de guardar absoluto silencio y, en caso de
presentarse los invasores, resistir hasta lo último, con
el objeto de dar tiempo a que las familias eva- cuasen la
población. Hicieron frente al enemigo, hasta que
adquirieron la convicción de que habían evacuado
las familias del pueblo. Entonces se retiraron con orden. En la
lucha hubo un incidente que llamó la atención, y
fue que en lo más reñido de ella, un ballestero
español que causaba numerosas bajas entre los naturales,
se pro- puso tirar a un indio que igualmente se distinguía
por la precisión con que disparaba las flechas,
ocasionando algún daño entre sus contrarios. Ambos
valientes buscábanse en los combates, como deseando
realizar un duelo concertado tácitamente. El indio
permaneció como distraído esperando que se
disparase la ballesta para lanzar la fle- cha; el español,
creyó verdaderamente la distracción y
disparó la jara; pero con suma rapidez lanzó el
indio la flecha, y a tiempo que se oyó decir al
Capitán Dávila: “Guar- daos, Treviño,
que estáis herido”, el indio se arrancaba del pecho
la jara castellana exclamando: “No moriré a tus
manos, perro cristiano;” y alejándose algo, se
ahorcó con un bejuco.53 Conclusiones Penal. Entre los
mayas no existió la pena de prisión, sí las
de muerte, del Talión y de esclavitud, que eran
trascendentales. Diferenciaron el dolo de la culpa. Neutralizaban
al delincuente matándolo o esclavizándolo. Civil.
Conocían los contratos y su formalización.
Celebraban las diversas fases del desarrollo humano.
Conocían el divorcio y el repudio. Aplicaban la ley por
igual. Los derechos de la mujer, en ciertos casos, se
restringían. No conocían la usura ni impo-
nían pena por deudas civiles. Laboral. Los trabajadores
eran de tres clases: asalariados, siervos y esclavos. Chimay, op.
cit. capítulo I; Landa, op. cit. p. 108, y López
Cogolludo, op. cit. libro segundo capítulo VII. alegatos,
núm. 71, México, enero/abril de 2009

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El derecho maya prehispánico…, pp. 155-178 Agraria. Los
regímenes de tenencia de la tierra eran comunales y
particulares. Pública. Las funciones importantes eran
desempeñadas por estirpes cerradas y rígidas.
Judicial. La justicia era expedita y definitiva. Sus
procedimientos eran orales, no se registraron en códices.
Contaban con normas claras para la apreciación de la prue-
ba, utilizaron el sistema de la sana crítica o
lógico. La sanción era proporcional al va- lor y al
resultado de la prueba. No conocieron los medios de
impugnación. Utilizaron el Derecho para sojuzgar al
pueblo. Estructural. El universo jurídico de los mayas
estuvo intensamente influenciado por su medio ambiente.
Bibliografìa BaSauri, Carlos. La Población
Indígena de México. Tomo II. Editado por la Direc-
ción General de Publicaciones del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes y el Instituto Nacional Indigenista. Segunda
Edición. México, 1990. Coe, Michael D. Los Mayas,
Incógnitas y Realidades. Editorial Diana. Tercera Im-
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del Derecho en México. Editorial Oxford. Primera
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Rejón García). Supersticiones y Leyendas Mayas. La
Revista de Mérida. 1905.” Edición Facsimilar.
México, 1981. DuranD alCántara, Carlos Humberto,
coordinador; SalCeDo FloreS, Antonio et. al. El Derecho al
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fray Diego de. Relación de las Cosas de Yucatán.
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Colección “Cien Textos Fundamentales para el Mejor
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editorial Porrúa, sexta edición, México,
1987. lópez CogolluDo, fray Diego. Historia de
Yucatán. Editorial Academia Literaria, Colección
“Grandes Crónicas Mexicanas”. México,
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José Maríavgil,y Julio zárate. México
a Través de los Siglos. Tomo I. Editorial Cumbre.
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Edición. México, 2000. SoDi m.; Demetrio. Las
Grandes Culturas de Mesoamérica. Editorial Panorama. Oc-
tava Edición en Español. México, 1988. , Los
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Español. México, 1987. SouStelle, Jacques. Los
Mayas. Editorial Fondo de Cultura Económica. Primera
Edición en Español. México, 1988. alegatos,
núm. 71, México, enero/abril de 2009

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