Prólogo
Este libro (de libre distribución, como todos mis
libros y artículos, disponibles todos ellos en mi
blog) recopila las ideas relacionadas con el
marxismo que he ido desarrollando a lo largo de mis diversos
escritos. Básicamente he retomado material de mis
anteriores libros ¿Reforma o Revolución?
Democracia y Manual de resistencia
anticapitalista, así como de mis artículos
Relativizando el relativismo y Democracia
vs. Oligocracia. El objetivo es doble: por un lado
divulgar el marxismo (según mi visión, que yo creo
que es la correcta, pero reconozco que no es la única), y
por otro, criticarlo constructivamente para intentar hacerlo
avanzar.
Y es que quien desea cambiar profundamente la sociedad
actual, si practica el librepensamiento (práctica
imprescindible para buscar la verdad y transformarla),
inevitablemente, debe toparse tarde o pronto con el marxismo. Y
esto es así porque el marxismo, a pesar de sus carencias y
contradicciones, a pesar de sus aplicaciones prácticas
distorsionadas (a las cuales también contribuyeron sus
errores teóricos), es la mejor teoría
revolucionaria desarrollada hasta la fecha. Y lo es porque para
transformar la sociedad en primer lugar hay que comprenderla
bien. Una vez que uno descubre o redescubre el marxismo comprende
mucho mejor la sociedad humana porque el marxismo es la ciencia
aplicada a la sociedad humana. Marxismo es ante todo
librepensamiento y método científico. Cuando uno
tiene ocasión de contrastar entre sí las distintas
teorías que intentan explicar el funcionamiento de nuestra
sociedad, uno puede comprobar que la teoría marxista
supera con mucho a sus rivales. Concuerda mucho más con lo
que uno vive en el día a día.
Cuando yo empecé a escribir, allá por el
año 2007, tras el famoso incidente verbal entre el Rey
Juan Carlos I de España y el ya desparecido líder
bolivariano Hugo Chávez, el famoso "¿Por qué
no te callas?", yo sólo conocía de lejos al
marxismo, tenía la típica imagen de él que
tiene la mayor parte de la gente. Pero ese famoso incidente
verbal a mí me despertó, me indignó hasta
tal punto la manera en que fue tratado en los medios de
"comunicación" de masas de mi país (España),
que no pude evitar empezar a investigar por Internet. Supongo que
tarde o pronto habría despertado de una u otra forma. A
mí me pasó tras ver cómo trataba el
Borbón a un jefe de Estado en una reunión
internacional. En determinado momento, me topé con un
libro que me disparó hasta el infinito esa ansia (que
permanecía en estado de hibernación) por saber, por
comprender, por conocer mejor la realidad que vivía. Ese
libro se titula "Un Rey golpe a golpe" y es de libre
distribución. Así, poco a poco, o no tan poco a
poco, pues en unos pocos años he leído más
que en toda mi vida, fui indagando, leyendo por aquí, por
allá, hasta toparme con el marxismo. Empecé, por
fin, a conocerlo de primera mano, en vez de por lo que se
decía de él. Me leí muchos de los escritos
originales (en español, obviamente, pues yo no sé
alemán). Es decir, acudí a las fuentes originales
del marxismo, además de leer a algunos de sus
magníficos divulgadores. Fui descubriendo lo que era en
verdad el marxismo. Pero no sólo esto, no me
conformé con leer pasivamente todo lo que descargaba de
Internet, sino que me propuse hacerlo de manera activa, de manera
crítica. Yo, un simple
trabajador (aunque con cierta formación), un
ciudadano corriente, se propuso, modestamente, humildemente, pero
sin complejos, intentar aportar algo al marxismo, intentar ver
qué podía ser válido de él en la
actualidad y qué había que desechar de él.
No me conformé con repetir como un loro lo que ya se dijo
hace más de un siglo. No me conformé con ser un
"espectador" más de las ideas que se cuecen en pos de una
sociedad más libre y justa, sino que me propuse participar
en dicho proceso, aportar mi granito de arena. No sólo
leía y leía sino que empecé a hacer
anotaciones y a escribir. A medida que leía
escribía, y a medida que escribía leía. Yo
viví en primera persona el proceso dialéctico
mediante el cual la lectura y la escritura se realimentan
mutuamente, yo sufrí en mis propias carnes (en mi propia
mente, mejor dicho) la conversión de la cantidad en
calidad, mi conciencia se disparó en muy poco
tiempo.
Yo pienso que el marxismo no sólo puede
revitalizarse enormemente con las aportaciones de ciertos
intelectuales, sino que también, quizás más,
con las aportaciones de los trabajadores, los cuales estamos
ahora más formados que nunca (este "problema" ya
están intentando corregirlo las élites) y tenemos,
por primera vez en la historia, acceso fácil a cualquier
tipo de escrito a través de Internet (este "problema"
también intentarán corregirlo las élites,
aunque no se ve muy bien cómo pueden lograrlo). No
sólo puede aportar al marxismo el catedrático desde
su cátedra, sino, incluso más, el trabajador que
sufre a diario la explotación capitalista. Este obrero
mental que escribe estas líneas así lo ha
intentado. La verdad no sólo está en los libros,
está sobre todo en la realidad que se vive. La mejor
fuente de conocimientos, que no la única (pues la lectura
es también esencial), es la práctica. Ésta
es la juez suprema de toda teoría. El método
científico podemos, debemos, practicarlo cada ciudadano,
cada trabajador, en nuestra vida cotidiana. No es patrimonio de
ningún sesudo científico encerrado en su
laboratorio, es patrimonio de la humanidad entera. El mejor
"laboratorio" es la calle, la empresa. Quienes conocemos mejor
cómo funciona el capitalismo somos los trabajadores,
quienes lo sufrimos cada día, cuya "cátedra" es la
empresa capitalista. Si complementamos las diversas fuentes de
conocimiento, recordando siempre que la realidad práctica
es la que manda (pero que es interpretable, que podemos estar
equivocados en su interpretación), si adoptamos una mente
abierta, inquieta, que huya de sectarismos, de dogmatismos, de
simplismos, si juzgamos a las ideas por sí mismas, si
prescindimos de los prejuicios, si somos insistentes en la
difícil búsqueda de la verdad, si…., poco a
poco las puertas de la verdad se nos van abriendo, vamos
comprendiendo realmente el mundo en el que vivimos y por tanto
vamos viendo de manera concreta cómo puede irse
transformando.
Sin teoría revolucionaria no hay práctica
revolucionaria decía Lenin muy acertadamente (lo cual no
le eximió de cometer también grandes errores). Yo
estoy convencido de que la teoría revolucionaria del siglo
XXI se nutrirá en parte del anarquismo, de las ideas de la
Ilustración, pero sobre todo del marxismo, el cual
será el epicentro de dicha teoría. Ésta no
será sólo el marxismo del siglo XXI, pero
girará en gran parte en torno a él. Por esto es
imprescindible, en primer lugar, pero no en último,
comprender bien las bases del marxismo, para a
continuación criticarlo de manera constructiva, lo cual
significa retomar sus aciertos e intentar corregir sus errores,
sus contradicciones. Nada (ni nadie) es perfecto, pero debemos
aspirar a la perfección. Ésta nunca la
alcanzaremos, pero cuanto más la busquemos, más
avanzaremos. Parafraseando a Eduardo Galeano: La
utopía está en el horizonte. Me acerco
dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino
diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más
allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré.
Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para
eso: sirve para caminar. Cámbiese la palabra
"utopía" por "perfección" y esta hermosa cita
seguirá siendo válida. El camino en busca de la
utopía deberemos recorrerlo en el mundo de la
práctica al mismo tiempo que en el de la teoría. La
Revolución habrá que irla pensando a medida que la
vayamos practicando y viceversa. Pero, antes de partir (tal vez
el camino ya lo hayamos comenzado a recorrer, aunque
tímidamente todavía en los principios de este siglo
XXI), como mínimo, debemos tener claro el gran objetivo a
largo plazo, los objetivos a más corto y medio plazo, como
etapas intermedias en el largo camino de la transformación
social, y deberemos proveernos de cierto vehículo para
recorrer dicho sendero hacia la utopía. El objetivo a
largo plazo no puede ser otro que una sociedad más libre,
más justa, donde todos los seres humanos tengan las mismas
oportunidades de sobrevivir con dignidad, de ser felices, de
realizarse con todo el potencial que tienen. Una sociedad
así debe superar el sistema capitalista. Como he dicho ya
en muchos de mis escritos, el vehículo no puede ser otro
que la auténtica democracia, la más amplia y
profunda posible, la cual deberá evolucionar
continuamente. Para recorrer dicho camino no nos debe preocupar
si tal o cual idea es "marxista" o no, sino si es correcta o no.
Para ello deberemos aplicar el método científico,
retocando la teoría en base a los resultados
prácticos. La práctica se nutre de la teoría
y al mismo tiempo la realimenta.
Si quisiéramos sintetizar en pocas palabras
qué es el marxismo, en una simple "ecuación",
podríamos decir que es materialismo
dialéctico, más determinismo
débil, más relativismo relativo.
Yo creo que estos tres conceptos (los cuales están
relacionados entre sí) son los pilares en los que se
sustenta, constituyen el "trípode" en el que se apoya,
toda la teoría marxista. Todas sus ideas son una
consecuencia de esta visión de la realidad que es en
verdad el marxismo. Éste, incluso, no se limita a analizar
la realidad humana, sino que la realidad general, el marxismo es
también una concepción del mundo, una
cosmovisión. Es más, el marxismo aspira a
transformar la realidad humana. Su razón de ser es cambiar
conscientemente la sociedad. De poco nos sirve conocer las leyes
fundamentales de la historia humana si no intentamos
también cambiarlas.
Este libro está dividido en cuatro
capítulos. En el primero se habla del materialismo
dialéctico y del materialismo histórico (el cual es
la aplicación a la sociedad humana del primero). El
marxismo es casi sinónimo de materialismo
dialéctico. Si éste no se comprende no puede
comprenderse el marxismo. La dialéctica (materialista) es
el principal ingrediente de la teoría marxista. En el
segundo capítulo se habla del determinismo y del
voluntarismo. En el tercero del relativismo. En este tercer
capítulo yo ya empiezo a criticar al marxismo, o al menos
a cierta interpretación del mismo. Tanto el anarquismo
como el marxismo, aunque por distintos motivos, cometieron
errores de fondo en cuanto a la aplicación del
relativismo. Errores que explican en parte la mala praxis. El
fracaso de las experiencias prácticas de
inspiración marxista o anarquista no puede explicarse
satisfactoriamente tan sólo por errores
estratégicos, tácticos, por traiciones personales o
por el contexto, también existían errores
ideológicos profundos en la teoría revolucionaria
en la que se basaron dichas experiencias. Finalmente, en el
cuarto capítulo, de manera muy resumida explico el
principal error ideológico del marxismo,
según mi opinión: el concepto de la dictadura del
proletariado. Este concepto, además de tener una envoltura
lingüística inadecuada, peligrosa, en verdad atentaba
contra las bases del propio marxismo. Usando el método
marxista, el cual es esencialmente válido, es posible
despojar al marxismo de sus principales contradicciones, siendo
la madre de todas ellas la idea de la dictadura del
proletariado.
Te invito, lector, a que leas este libro de manera
activa, crítica, a que contrastes suficientemente lo dicho
por mí con las fuentes originales del marxismo así
como con otras interpretaciones del mismo, pues yo no pretendo
ser el guardián ideológico de ninguna
ideología. Nada más lejos de mi intención.
Te invito también a leer a sus críticos. Yo he
intentado usar un lenguaje sencillo y claro, como en todos mis
escritos. Yo no sé expresarme de otra manera. He procurado
ser ameno en mis explicaciones, asentar bien las ideas, aun a
costa de ser reiterativo. Lo más importante es que
adoptemos una actitud sana de librepensamiento, de apertura de
mente. No juzguemos a las ideas por sus etiquetas sino que por
sus contenidos. No prejuzguemos. No nos dejemos impresionar por
las autoridades intelectuales. Atrevámonos a leer
directamente aquellos libros demonizados por las élites
intelectuales. No pensemos que un simple trabajador, como quien
escribe estas líneas, no puede aportar nada. Tú,
lector, juzgarás si lo dicho en este libro aporta algo o
no. Tal vez tú puedas retomar mi trabajo y mejorarlo,
ampliarlo, corregirlo. Tal vez mi trabajo sea desechable. Por lo
menos yo lo he intentado. Tan sólo te pido que des una
oportunidad a este libro, que empieces a leerlo. La
revolución social del siglo XXI, tan necesaria para
revertir la involución que estamos viviendo, depende de
cada uno de nosotros, los ciudadanos corrientes. La
emancipación del proletariado debe ser obra (no
sólo práctica sino que también
teórica, individual y colectiva) del propio
proletariado.
El marxismo del siglo XXI se nutrirá en
portentosa cuantía del marxismo original, pues éste
sentó las bases de la ciencia social, ¡pero no
podrá obviar todo lo acontecido en el siglo XX! Como
decía Rosa Luxemburgo, la autocrítica
más despiadada, cruel y que llegue al fondo de las cosas,
es el aire y la luz vital del movimiento proletario. La
ciencia no puede evolucionar sin cuestionamiento, sin considerar
lo ocurrido en la práctica. Redescubramos y repensemos el
marxismo. ¡Pero de manera crítica, no
dogmática! Seamos fieles al espíritu de sus padres.
Pues Marx y Engels fueron ante todo librepensadores,
científicos sociales. Científicos que no se
conformaron con estudiar la sociedad humana fríamente,
desde la lejanía, como hacen tantos y tantos
intelectuales, sino que intentaron cambiarla, se implicaron en la
práctica revolucionaria. La razón de ser del
marxismo es la transformación de la realidad en busca de
una sociedad mejor. El marxismo es por encima de todo una
guía para la acción revolucionaria. Es a ese
espíritu de los creadores del marxismo, sobre todo, al que
debemos intentar ser fieles. Es en base a ese espíritu que
debemos criticar constructivamente al marxismo para que pueda
avanzar y resurgir con fuerza.
José López, Agosto de 2013
http://joselopezsanchez.wordpress.com/
1) El
materialismo histórico
La historia de todas las sociedades
hasta nuestros días es la historia de las luchas de
clases. Hombre libre y esclavo, patricio y plebeyo, barón
y siervo, maestro de gremio y oficial – en una palabra,
opresores y oprimidos en perpetua oposición – han
llevado una lucha ininterrumpida, ya sea secreta, ya sea abierta,
y que acababa siempre o bien en una
transformación revolucionaria de toda la sociedad, o bien
en la ruina común de las clases en lucha.
Karl Marx & Friedrich
Engels.
Antes de nada, para quien no tenga nociones sobre
materialismo dialéctico (también conocido
como dialéctica materialista), en el
apéndice A de este mismo libro se lo describe brevemente.
Además, en el apéndice B he incluido el documento
escrito por el propio Marx titulado Las tesis sobre
Feuerbach, que sintetiza el pensamiento marxista, su
método, el materialismo dialéctico. Asimismo, en el
apéndice C se resume qué era el comunismo para el
padre del marxismo.
El materialismo histórico no es más que la
aplicación del materialismo dialéctico para la
historia humana. Si no se comprende el materialismo
dialéctico es imposible comprender la teoría
marxista. Aunque, paradójicamente, Marx desarrolló
primero el materialismo histórico y luego lo
completó con la dialéctica de Hegel puesta del
revés (aproximadamente). Marx se desprendió del
idealismo de su predecesor. Para la dialéctica
materialista el pensamiento no determina la realidad, sino, al
revés, la realidad el pensamiento. En verdad, más
en concreto, mejor dicho, el materialismo dialéctico nos
dice que el pensamiento forma parte de la realidad, que lo
inmaterial está enraizado en lo material, que las ideas y
las condiciones materiales de existencia son dos aspectos de lo
mismo, están íntimamente relacionadas, aunque, en
última instancia, todo viene determinado por lo material.
Sin materia no hay ideas. Pero las ideas también influyen
en lo material. Aunque cronológicamente hablando el
materialismo histórico precedió al
dialéctico, éste completó a aquél
hasta convertirse en su base. Por otro lado, tal como afirma
Henri Lefebvre en su libro El materialismo
dialéctico: aunque Marx no prosiguió nunca
su proyecto, de una exposición de su metodología
dialéctica, y si bien él no empleó nunca las
palabras "materialismo dialéctico" para designar su
doctrina, los elementos de su pensamiento son incontestablemente
los que expresan estos términos.
Engels, en el entierro de su compañero de
batallas y amigo, resume de esta manera la principal
aportación de Marx:
Así como Darwin descubrió la ley del
desarrollo de la naturaleza orgánica, del mismo modo
descubrió Marx la ley del desarrollo de la historia
humana: el hecho tan sencillo, pero encubierto hasta ahora
bajo una proliferación de ideologías, de que los
hombres deben ante todo comer, beber, tener un techo y vestirse
antes de practicar la política, la ciencia, el arte, la
religión, etc.; que, por tanto, la producción de
los medios materiales inmediatos para la subsistencia, y con
ello, el grado de desarrollo económico alcanzado en
cada caso por un pueblo, o en un
determinado período, constituye la base a partir de la
cual se desarrollan las instituciones del Estado, las
concepciones jurídicas, el arte, e incluso las
representaciones religiosas de los hombres, y con arreglo a la
cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como
hasta entonces se había venido haciendo.
Marx en el prólogo de Contribución a
la crítica de la economía política nos
describe los principales postulados del materialismo
histórico, como así nos los compila Michael Burawoy
en su trabajo El marxismo como ciencia:
1) Para que haya historia, los hombres y mujeres
deben transformar la naturaleza en medio para su supervivencia,
es decir deben producir sus medios de existencia. "En la
producción social de su vida, los hombres entran en
relaciones definidas que son indispensables e independientes de
su voluntad, relaciones de producción que corresponden a
una etapa definida del desarrollo de las fuerzas
productivas".
2) La "base económica" o modo de
producción define los límites de variación
de la superestructura. "El conjunto de estas relaciones de
producción constituye la estructura económica de la
sociedad, el fundamento real, sobre el que se erige una
superestructura legal y política y a la que corresponden
formas definidas de conciencia social. El modo de
producción de la vida material condiciona el proceso de
vida social, político e intelectual en
general".
3) Un modo de producción se desarrolla a
través de la interacción de las fuerzas productivas
(cómo producimos los medios de existencia) y las
relaciones de producción (cómo se apropia y
distribuye el producto del trabajo). "En una cierta fase de su
desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en conflicto con las relaciones de producción
existentes… De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas estas relaciones de producción se vuelven
trabas suyas. Se abre así una época de
revolución social".
4) La lucha de clases es el motor de la
transición de un modo de producción a otro. "Con el
cambio del fundamento económico la entera inmensa
superestructura es más o menos rápidamente
transformada. Al considerar esas transformaciones debe siempre
distinguirse entre la transformación material de las
condiciones económicas de producción, que pueden
determinarse con la precisión de la ciencia natural, y las
formas legales, políticas, religiosas, estéticas o
filosóficas -en suma ideológicas- en las que los
hombres toman conciencia de este conflicto y luchan para
resolverlo".
5) Una transición exitosa sólo puede
darse cuando se cumplen las condiciones materiales.
"Ningún orden social perece jamás antes que se
desarrollen todas las fuerzas productivas que caben en él.
Y nuevas y más altas relaciones de producción nunca
aparecen antes que las condiciones materiales de su existencia
han madurado en el seno de la propia sociedad
antigua".
6) La historia es progresiva en la
medida en que acompaña la expansión de
las fuerzas productivas. "A grandes rasgos
el modo de producción asiático,
antiguo, feudal y moderno burgués pueden
considerarse épocas progresivas en la formación
económica de la sociedad".
7) El comunismo marca el fin de los antagonismos
sociales y el comienzo de la emancipación de los
individuos. No hacemos ya la historia empujados desde
atrás sino consciente y colectivamente. "Las relaciones
burguesas de producción son la última forma
antagónica del proceso social de producción –
antagónica no en el sentido del antagonismo individual,
sino del que surge de las condiciones sociales de vida de los
individuos-. Al mismo tiempo las fuerzas productivas que se
desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean las
condiciones materiales para la solución de ese
antagonismo. En consecuencia con esta formación social se
cierra la prehistoria de la sociedad humana".
Henri Lefebvre en su magnífica
Introducción al marxismo propone sustituir
marxismo por materialismo dialéctico,
pues realmente lo que se llama habitualmente marxismo
corresponde con una cierta concepción del
mundo:
¿Cuáles son las grandes concepciones
del mundo que se postulan actualmente? Son tres, y sólo
tres.
1) La concepción cristiana, formulada
con gran rigor y claridad por los grandes teóricos
católicos. Reducida a lo esencial, se define por la
afirmación de una jerarquía estática de
seres, actos, «valores», «formas» y
personas. En la cima de la jerarquía se halla el Ser
Supremo, el puro Espíritu, el Señor-Dios. Esta
doctrina, que trata, en efecto, de dar una visión de
conjunto del universo, fue formulada con máxima amplitud y
rigor en la Edad Media. Los siglos posteriores agregaron poco a
la obra de Santo Tomás. Por razones históricas que
requerirían un estudio especial, la teoría de la
jerarquía se adecuaba particularmente a la Edad Media (no
porque la jerarquía estática de personas haya
desaparecido desde entonces, sino porque era más visible,
más oficial que posteriormente).
Esta es la concepción medieval del mundo,
cuya validez se postula aún en nuestros
días.
2) Viene a continuación la
concepción individualista del mundo. Aparece con
Montaigne, a fines de la Edad Media, en el siglo XVI; durante
cerca de cuatro siglos, hasta nuestros días, muchos
pensadores han formulado o reafirmado esta concepción con
numerosos matices. No agregaron nada a sus rasgos fundamentales:
el individuo (y no ya la jerarquía) aparece como la
realidad esencial; poseería la razón en sí
mismo, en su propia interioridad; entre esos dos aspectos del ser
humano –lo individual y lo universal, es decir, la
razón— existiría una unidad, una
armonía espontánea, lo mismo que entre el
interés individual y el interés general (el de
todos los individuos), entre los derechos y los deberes, entre la
naturaleza y el hombre.
El individualismo trató de sustituir la
teoría pesimista de la jerarquía (inmutable en su
fundamento y cuya justificación se halla en un
«más allá» puramente espiritual) por
una teoría optimista de la armonía natural de los
hombres y las funciones humanas. Históricamente, esta
concepción del mundo corresponde al
liberalismo, al crecimiento del Tercer Estado, a la
burguesía de la belle époque. Es pues esencialmente
la concepción burguesa del mundo (aunque la
burguesía declinante la abandone actualmente y se vuelva
hacia una concepción pesimista y autoritaria, y por lo
tanto jerárquica, del mundo).
3) Por último viene la concepción
marxista del mundo. El marxismo se niega a establecer una
jerarquía exterior a los individuos (metafísica,
pero, por otra parte, no se deja encerrar, como el
individualismo, en la conciencia del individuo y en el examen de
esa conciencia aislada). Advierte realidades que escapaban al
examen de conciencia individualista: son estas realidades
naturales (la naturaleza, el mundo exterior); prácticas
(el trabajo, la acción); sociales e históricas (la
estructura económica de la sociedad, las clases sociales,
etcétera).
Además, el marxismo rechaza deliberadamente
la subordinación definitiva, inmóvil e inmutable,
de los elementos del hombre y de la sociedad entre sí;
pero no por eso admite la hipótesis de una armonía
espontánea. Comprueba, en efecto, la existencia de
contradicciones en el hombre y en la sociedad humana. Así,
el interés individual (privado) puede oponerse, y se opone
con frecuencia, al interés común; las pasiones de
los individuos, y más todavía de ciertos grupos o
clases (y por lo tanto sus intereses) no concuerdan
espontáneamente con la razón, el conocimiento y la
ciencia. Para expresarlo con mayor generalidad: no existe la
armonía que grandes individualistas como Rousseau creyeron
descubrir entre la naturaleza y el hombre. El hombre lucha contra
la naturaleza; no debe permanecer pasivamente a su nivel,
contemplarla o sumergirse románticamente en ella; debe,
por el contrario, vencerla, dominarla mediante el trabajo, la
técnica, el conocimiento científico, y es de este
modo como llega a ser él mismo.
Quien dice contradicción dice también
problema por resolver, dificultades, obstáculos —por
lo tanto lucha y acción—, pero también
posibilidad de victoria, de paso adelante, de progreso. En
consecuencia, el marxismo escapa tanto al pesimismo definitivo
como al optimismo fácil.
Las contradicciones están por doquier. La
naturaleza es en sí misma contradictoria. La ley
dialéctica de la unidad y lucha de contrarios estipula
precisamente esto. El ser humano es por naturaleza
contradictorio. Es imposible no ver contradicciones en cualquier
persona, sociedad o ideología. La única manera de
no verlas es autorreprimiéndonos, no queriendo verlas.
Muchos marxistas, presos del dogmatismo, parten de la
hipótesis de que las ideas de Marx o de Engels son
perfectas, están libres de errores. Lo cual es un grave
error. Flaco favor le hacen al marxismo, que así se
estanca, se apolilla. Aunque digan incluso que el marxismo no es
un dogma, ellos, contradiciéndose a sí mismos, no
le encuentran ningún error. Y no lo encuentran porque ni
siquiera lo buscan. Ellos se contradicen a sí mismos
cuando al mismo tiempo que dicen que no son dogmáticos se
autoproclaman como "marxistas". Yo no me declaro marxista, aunque
esté de acuerdo con muchos de los postulados del marxismo,
con su esencia más profunda, con su concepción del
mundo y de la sociedad humana. Pero yo tampoco me libro de las
contradicciones. El lector podrá encontrar, con toda
seguridad, más o menos contradicciones en este mismo
libro. La cuestión radica en esmerarse en
minimizarlas, o, por lo menos, en suavizarlas. Pero la
perfección no existe. Aunque debemos aspirar a acercarnos
a ella. En esto consiste avanzar. Y para ello es imprescindible
practicar todo lo posible el librepensamiento, el que nos libera
de los dogmatismos, de los prejuicios, de las cadenas mentales
que nos limitan el pensamiento. Ese mismo librepensamiento que
usó, en mayor o menor medida, pero desde luego un
mínimo (más que sus contemporáneos),
cualquier gran pensador de cualquier época, incluidos Marx
o Engels. Ese librepensamiento que hay que maximizar, pero que
nunca logramos del todo. Los errores de ciertas ideas o
teorías son superados con más librepensamiento que
sus creadores. Esa actitud es condición necesaria pero no
suficiente. Además se necesita ciertas aptitudes y cierto
contexto. Pero sin esa intención, no hay nada que hacer.
Marx superó a Hegel en cuanto a la dialéctica
porque practicó más librepensamiento que él,
entre otros motivos (entre ellos el contexto social). Nosotros,
en este siglo XXI, debemos superar a Marx o a Engels, practicando
más librepensamiento que ellos. Superar no significa
desechar sus teorías por completo, desechar por desechar,
sino buscar imperativamente sus contradicciones e intentar
resolverlas.
Si no detectamos las contradicciones no podremos
superarlas. Si no las buscamos, si partimos de la premisa de que
no las hay, no podremos encontrarlas. El impulso por encontrar la
verdad, por detectar y corregir contradicciones, debe ser
suficiente, hasta el punto de superar los dogmas, de cuestionar
las bases, las hipótesis de partida. Pero no de cualquier
manera. Cuestionar algo no significa automáticamente darlo
por falso. Significa, precisamente, no darlo
automáticamente como verdadero. No darlo
automáticamente por falso o por verdadero. Por lo menos en
cierto momento, sobre todo cuando las aplicaciones
prácticas basadas o inspiradas en ello han fracasado. Las
experiencias prácticas de las ideas nos dan pistas sobre
la necesidad de cuestionarlas. Aunque, luego, finalmente, en el
proceso de recuestionamiento catalizado por las experiencias
prácticas, no encontremos errores fundamentales en las
ideologías o teorías, no podemos descartarlos de
antemano, como así hacen muchos marxistas cuando analizan
las experiencias prácticas. No cuestionar en lo más
mínimo al marxismo, o cuestionarlo sólo
superficialmente, es contradecir al método
científico en el que se basaron sus autores, es no
continuar su labor, es frenarla, es traicionar el mismo
espíritu del marxismo. Al cuestionarlo, asentaremos
algunas de sus verdades, tal vez las esenciales, y le
despojaremos de sus errores, que seguro los tiene pues sus
autores eran seres humanos, que nunca son perfectos. Por lo menos
lo intentaremos. Así el marxismo se somete a la esencia de
la dialéctica, de que todo cambia y fluye, en la cual se
basó. Así, el marxismo, cualquier ideología,
evoluciona, no muere. Analizando sus contradicciones internas, el
marxismo puede resurgir con mucha fuerza, puede sufrir la ley
dialéctica de la conversión de la cantidad en
calidad, asimismo la ley dialéctica de la negación
de la negación nos dice que ideas que aparentemente han
sido desacreditadas o negadas hacen su reaparición, pero a
un nivel superior, enriquecidas por las nuevas experiencias y
descubrimientos. Tras haber sido negado por las experiencias
prácticas (por cierta interpretación simplista e
interesada de los acontecimientos históricos), pero
también tras haberse imposibilitado su evolución
ideológica (al haber sido adoptado como un dogma por
muchos "marxistas", al haber convertido éstos algo vivo en
muerto, algo dinámico en estático), puede resurgir
con inusitada fuerza, siempre que forcemos su evolución,
siempre que empecemos por analizar sus contradicciones. Las
experiencias prácticas nos proporcionan la
posibilidad de replantear la teoría marxista. No
aprovechar esa posibilidad atenta contra los principios
más elementales del propio marxismo: la dialéctica
y la ciencia. ¡El marxismo tiene mucho que aportar, no
debemos ni podemos permitir que muera!
Muchos marxistas que dicen aplicar el método
marxista (el materialismo dialéctico) para cualquier cosa,
se niegan a aplicarlo para con el mismo marxismo. ¿No es
esto una gran y profunda contradicción? Ven
contradicciones por todos los sitios, pero no en el propio
marxismo. Y no las ven porque no miran. Ven la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio. Acusan a los demás de ser
contradictorios (y en esto llevan razón), pero ellos son
también muy contradictorios. Todos sucumbimos ante nuestro
ego, en mayor o menor medida. El principal obstáculo para
encontrar la verdad, es la actitud, el no buscarla
suficientemente. Todos caemos ante dicho obstáculo. Aunque
no de la misma manera ni con la misma intensidad. La
búsqueda de la verdad sólo puede realizarse
colectivamente, liberándonos de nuestros
respectivos egos. Un ego sólo puede ser combatido con otro
ego. Si escuchamos a otros podemos superar nuestros prejuicios.
Unos pueden tomar el relevo a otros. Algunos de los principales
enemigos del marxismo son muchos marxistas presos del dogmatismo.
Así como Hegel sentó las bases de la moderna
dialéctica (moderna porque la dialéctica
ya la "inventaron" hace tiempo los griegos), el filósofo
alemán no pudo superar sus prejuicios idealistas y tuvo
que ser Marx, quien partiendo del gran trabajo de Hegel, le diera
la vuelta a su dialéctica convirtiéndola en el
materialismo dialéctico. Y esto pudo hacerlo Marx
porque superó los prejuicios de su antecesor, porque le
cuestionó. Cuestionar no significa negar por completo,
ciegamente, sino estudiar sin prejuicios para separar los
aciertos de los errores. De manera similar, muchos marxistas,
presos de sus prejuicios, de una interpretación
insuficiente del marxismo, dogmática, metafísica,
víctimas de una incomprensión de su
filosofía más profunda, imposibilitan el avance del
marxismo. Se convierten, sin querer, en los sepultureros del
marxismo, de las bases de la ciencia revolucionaria. ¡La
ciencia revolucionara debe seguir adelante! No reconsiderar la
teoría, no tener en cuenta las experiencias
prácticas, es estancarse, es permitir, incluso contribuir
a, la muerte del marxismo. La única ideología que
ha abierto seriamente las puertas de la transformación
social.
Conectar los efectos con las causas más
superficiales pero también con las más profundas,
es la esencia del método dialéctico. El
materialismo histórico no es más que la
aplicación del materialismo dialéctico para la
sociedad humana, para su historia.
Plejánov en su obra El materialismo
histórico nos explica en qué consiste el modo
de pensar metafísico:
Un metafísico considera y estudia los objetos
unos tras otros, e independientemente unos de otros. Cuando
siente la necesidad de elevarse a una visión de conjunto,
considera los objetos en su acción recíproca y
ahí se mantiene; no va más lejos y no puede ir
más lejos, pues los objetos siguen para él
separados los unos de los otros por una especie de abismo, dado
que no tiene ninguna idea del desarrollo que explica su
origen ni de las relaciones que existen entre
ellos.
Engels en su trabajo Anti-Dühring nos
resume de manera magistral lo que significa el materialismo
dialéctico, cuando lo aplica para explicar el surgimiento
del socialismo a partir del capitalismo:
Por su contenido, el socialismo moderno es, ante
todo, el producto de la toma de conciencia, por una parte,
de las oposiciones de clase que reinan en la sociedad moderna
entre poseedores y no poseedores, asalariados y burgueses, y, por
otra parte, de la anarquía que reina en la
producción. Pero, por su forma teórica, aparece en
un principio como una continuación –que se
quiere más consecuente– de los principios
establecidos por los grandes filósofos de las luces en la
Francia del siglo XVIII. Como toda teoría nueva, el
socialismo ha debido empezar por vincularse al fondo de ideas
pre- existentes, y tan profundamente que sus raíces se
internan en los hechos económicos.
Para Engels el socialismo moderno es, ante todo, el
producto de una toma de conciencia. Es decir, las ideas
socialistas preceden a sus realizaciones prácticas. El
socialismo que se implementará, o se intentará
implementar, es efecto de las ideas socialistas, que a
su vez son efecto de la toma de conciencia de unas
nuevas condiciones materiales (en verdad de la agudización
de sus contradicciones al desarrollarse dichas condiciones) y que
también son en cierta medida influidas por ideas
que las antecedieron (la Ilustración). Las ideas
también pueden ser causas y no siempre efectos. Las ideas
también influyen además de ser influidas. Las
condiciones materiales de existencia también pueden ser
efectos y no siempre causas. Lo material también es
influido además de influir. Pero si buscamos las causas
últimas siempre nos topamos con los hechos
económicos, con lo material. Todo está
enraizado en lo material. El materialismo
dialéctico combina el materialismo (que dice que las
causas son las materiales) con la dialéctica (que dice que
lo inmaterial también se convierte en causa, que todo
está interrelacionado con todo). El idealismo decía
que las causas eran siempre las ideas. El materialismo
(metafísico) que las causas eran siempre las
materiales. El materialismo dialéctico dice que las causas
son a veces las condiciones materiales, a veces
las ideas, la mayor parte de las veces ambas, y en
última instancia siempre las condiciones
materiales. En la concepción de la dialéctica
materialista las ideas y las condiciones materiales de existencia
no están separadas de manera estanca, no se oponen las
unas a las otras (como así lo estaban en el modo de pensar
metafísico), sino que ambas forman parte de la realidad,
son dos formas en que ésta se expresa. En el pensamiento
metafísico están separadas y confrontadas,
son independientes. En el pensamiento dialéctico
están íntimamente relacionadas, conforman un todo,
estipulando el materialismo dialéctico que la
base de todo es la realidad física,
material.
En Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana, Engels nos explica la razón
por la cual existen leyes en la historia de la sociedad humana,
que si bien emanan de la voluntad consciente de los seres
humanos, por decirlo de alguna manera, también escapan al
control absoluto de los individuos:
La historia del desarrollo de la sociedad difiere
sustancialmente, en un punto, de la historia del desarrollo de la
naturaleza. En ésta —si prescindimos de la
reacción ejercida a su vez por los hombres sobre la
naturaleza—, los factores que
actúan los unos sobre los otros y en cuyo juego mutuo se
impone la ley general, son todos agentes inconscientes y ciegos.
De cuanto acontece en la naturaleza —lo mismo los
innumerables fenómenos aparentemente fortuitos que afloran
a la superficie, que los resultados finales por los cuales se
comprueba que esas aparentes casualidades se rigen por su
lógica interna—, nada acontece por obra de la
voluntad, con arreglo a un fin consciente. En cambio, en la
historia de la sociedad, los agentes son todos hombres dotados de
conciencia, que actúan movidos por la reflexión o
la pasión, persiguiendo determinados fines;
aquí, nada acaece sin una intención consciente, sin
un fin deseado. Pero esta distinción, por muy importante
que ella sea para la investigación histórica, sobre
todo la de épocas y acontecimientos aislados, no altera
para nada el hecho de que el curso de la historia se rige por
leyes generales de carácter interno. También
aquí reina, en la superficie y en conjunto, pese a los
fines conscientemente deseados de los individuos, un aparente
azar; rara vez acaece lo que se desea, y en la
mayoría de los casos los muchos fines perseguidos se
entrecruzan unos con otros y se contradicen, cuando no son de
suyo irrealizables o insuficientes los medios de que se dispone
para llevarlos a cabo. Las colisiones entre las innumerables
voluntades y actos individuales crean en el campo de la historia
un estado de cosas muy análogo al que impera en la
naturaleza inconsciente. Los fines que se persiguen con los actos
son obra de la voluntad, pero los resultados que en la realidad
se derivan de ellos no lo son, y aun cuando parezcan ajustarse de
momento al fin perseguido, a la postre encierran consecuencias
muy distintas a las apetecidas. Por eso, en conjunto, los
acontecimientos históricos también parecen estar
presididos por el azar. Pero allí donde en la superficie
de las cosas parece reinar la casualidad, ésta se halla
siempre gobernada por leyes internas ocultas, y de lo que se
trata es de descubrir estas leyes.
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