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Consideraciones sociales en el diseño y planificación de parques urbanos




Enviado por Alex



    Resumen

    Los parques urbanos han sido creados desde tiempos
    históricos con la finalidad de proporcionar diversos
    servicios destinados a beneficiar a determinados grupos sociales.
    Actualmente, el concepto de parques públicos incluye
    principios de sustentabilidad ecológica, económica
    y social, es debido a ello que se permite considerarlos como
    espacios incluyentes y con usos recreativos diversos. Sin
    embargo, a través de un análisis de estudios de
    caso en mujeres, etnias, razas, homosexuales y personas con
    discapacidades o con necesidades especiales, este trabajo expone
    que los parques actuales distan de ser incluyentes. Esta
    deficiencia podría repercutir negativamente en la calidad
    y uso de los mismos. En este documento se sugieren estrategias y
    recomendaciones que permiten la creación de programas de
    asignación, diseño y manejo de parques bajo una
    perspectiva de inclusión y equidad considerando demanda
    social recreativa y participación ciudadana.

    Palabras clave: equidad, espacios verdes,
    inclusión, participación ciudadana,
    recreación.

    Abstract

    Since historical times, urban parks have been
    created to provide some services for the benefit of certain
    social groups. Nowadays, the concept of public park includes some
    principles of ecological, economical and social sustainability
    and thus it is possible to consider them as places of inclusion
    and with a diversity of recreational purposes. Nonetheless,
    through the analysis of some case studies with women, ethnic
    groups, racial groups, homosexuals, disabled people or people
    with special needs, this paper proposes that today"s parks are
    far from being inclusive. This deficiency can have negative
    effects in the quality and use of the parks themselves. We
    suggest some strategies and recommendations that allow the
    creation of programmes for the allocation, design and management
    of parks under a perspective of inclusion and fairness, by
    considering the recreational social demand and the citizens"
    participation.

    Keywords: fairness, green spaces, inclusion,
    citizen participation, recreation.

    Introducción

    Según la Comisión Mundial del Medio
    Ambiente y del Desarrollo (CMMD,
    1988), al inicio del siglo XXI
    prácticamente la mitad de la humanidad
    habitará en centros urbanos; otras estimaciones establecen
    que la rápida urbanización de las sociedades
    humanas permitirá que en el año 2030, más de
    60% de la población mundial viva en ciudades (United
    Nations, citado en Bolund y Hunhammar, 1999: 193). Sin embargo,
    diversas ciudades del siglo XXI,
    especialmente aquéllas ubicadas en naciones emergentes,
    arrastran históricamente problemas ligados a un
    crecimiento y desarrollo urbano no planificado que han sido
    objeto de discusión, al menos desde el inicio de la
    Revolución Industrial. Esos problemas críticos de
    planificación urbana resultan en una desigual
    dotación de bienes y servicios urbanos que restringe la
    calidad de vida de los habitantes. No obstante esa
    preocupación histórica de al menos 300 años
    por el crecimiento y desarrollo de las ciudades, las urbes
    actuales se caracterizan por tener en común problemas
    ambientales y sociales como contaminación, déficit
    de espacios verdes,1 inseguridad,
    desigualdad social y discriminación de grupos sociales
    dentro de los espacios urbanos.

    Por lo anterior, la
    CMMD (1988) sugirió que los programas
    y políticas públicas para el
    desarrollo y bienestar urbanos consideren indicadores de
    sustentabilidad y estándares de calidad de vida que tomen
    en cuenta aspectos económicos, ecológicos y
    sociales. Uno de los indicadores propuestos por la
    Organización Mundial de la Salud
    (OMS) y por el Programa de Naciones
    Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA,
    2003), es la superficie de áreas verdes urbanas por
    habitante. Al respecto, actualmente, la OMS
    recomienda un mínimo de 9 m2. También
    aconseja un diseño de áreas verdes que permita a
    los citadinos vivir a una distancia de no más de 15
    minutos a pie de un espacio verde público (Miller,
    1997; Sorensen et al., 1998); consecuentemente,
    los espacios deberían establecerse entre sí al
    doble de la distancia mencionada.

    Además, considerando principios de
    sustentabilidad social, se sugiere que los beneficios que
    proporcionan los espacios verdes públicos se distribuyan
    equitativamente entre los diferentes grupos sociales que integran
    la sociedad, y que esos grupos participen de forma activa en los
    planes de asignación y diseño de áreas
    verdes urbanas (Speller y Ravenscroft, 2005). Los indicadores
    y sugerencias de los organismos internacionales
    constituyen un reconocimiento internacional sobre los
    múltiples beneficios ambientales, sociales y de salud que
    los parques públicos proporcionan, y que son descritos por
    Ariane Bedimo-Rung y otros autores (2005).

    Por lo anterior, la distribución equitativa de
    tales beneficios se logrará únicamente si se
    conciben los espacios verdes (al igual que cualquier espacio
    público urbano) como sitios que permitan el acceso a los
    diferentes grupos sociales presentes en las localidades urbanas.
    Desde esta óptica de acceso a los espacios
    públicos, y de acuerdo con Lennie Scott-Webber y Anna
    MarshallBaker (1998: 10), existe equidad cuando los ciudadanos
    tienen igual oportunidad de interactuar o afectar sus
    ambientes.

    De acuerdo con los anterior, se considera a
    los parques urbanos como espacios incluyentes y de
    usos diversos para la población, sin distinción de
    género,2 orientación
    sexual, razas, discapacidades, posición económica o
    clase social, y cuyo objetivo principal es incrementar la calidad
    de vida urbana (Chiesura, 2004).

    Planteamiento y
    objetivos

    Los parques citadinos constituyen parte fundamental del
    paisaje urbano y se pueden caracterizar como un bien
    complementario a la dotación de vivienda por los diversos
    beneficios que proporcionan a todos los grupos sociales que viven
    en la ciudad. Esta complementariedad puede rastrearse en el
    tiempo varios siglos atrás. De modo tal que su
    inclusión actual en los programas de planificación
    urbana está definida por una serie de sucesos
    históricos que permiten entender los actuales aspectos de
    asignación, manejo y administración de espacios
    verdes urbanos hasta llegar a la actual óptica de
    sustentabilidad económica, social y
    ecológica.

    Las deficiencias de inclusión social en las
    áreas verdes citadinas se analizan desde el enfoque de
    sustentabilidad. Consecuentemente, el objetivo principal en este
    trabajo es exponer, por medio de un análisis de estudios
    de caso en mujeres, etnias, razas, homosexuales3 y personas con
    discapacidades de diferentes tipos, que los parques
    distan de ser espacios incluyentes en sus usos. Esa deficiencia
    podría repercutir negativamente en la calidad y uso de los
    mismos.

    Para alcanzar el objetivo general, el
    análisis se dividió en tres
    partes:

    a) Se realiza una breve revisión
    histórica de la asignación de espacios verdes
    urbanos, lo que permite detectar de manera histórica la
    exclusión social desde tiempo pasado.

    b) Se presenta un análisis
    de la situación actual de la exclusión
    y discriminación de los grupos anteriormente mencionados
    en los espacios verdes urbanos.

    c) Se sugieren algunas estrategias
    y recomendaciones que permitan el diseño y
    manejo de parques públicos desde una perspectiva de
    equidad e inclusión social dentro del espacio,
    además se resaltan las bondades de la participación
    ciudadana como una forma de lograr programas de
    asignación, diseño y manejo de espacios verdes
    incluyentes.

    1. Los parques urbanos y la exclusión social:
    breve historia

    Hablar de las primeras ciudades surgidas en
    función del poder político y religioso es
    remontarse a Mesopotamia, en donde hacia el año 3000 a.C.
    se encuentra una sociedad neolítica: "los sumerios", que
    tendían a agruparse en núcleos protourbanos (Nieto,
    2000: 2166).

    Esos núcleos protourbanos evolucionaron durante
    los siguientes dos milenios hacia la conformación de las
    primeras ciudades, como Babilonia, ciudad que evidencia un primer
    nivel de planificación urbana tendente a proporcionar
    servicios religiosos, gobierno, vivienda y comercio. Es en esta
    antiquísima ciudad donde se pueden encontrar algunos de
    los primeros diseños de vegetación de tipo
    jardín elaborados para embellecer una ciudad. Esos
    primeros diseños constituyeron los llamados Jardines
    Colgantes de Babilonia, creados dentro de los palacios reales
    durante el periodo del rey Nabucodonosor
    II, entre los años 604 y 562
    a.C.

    Aun y cuando esas zonas verdes fueron
    consideradas parte arquitectónica de las
    ciudades antiguas, no cobraron auge durante los
    siguientes mil años. Esta relación se observa en un
    inicio en forma de pequeños jardines privados (Fernow,
    1911). Posteriormente, durante la Edad Media también se
    podían encontrar jardines ubicados en las moradas de la
    clase gobernante y en espacios dentro de templos religiosos. Esa
    falta de interés posiblemente esté relacionada con
    el hecho de que las primeras ciudades eran pequeñas,
    comparadas con las actuales; además de que los primeros
    citadinos tenían mayores oportunidades en términos
    de distancia y tiempo para acudir al campo fuera de la ciudad.
    Por lo anterior, tipos funcionales y arquitectónicos
    semejantes a los Jardines Colgantes de Babilonia son los que
    representaron las primeras zonas verdes citadinas durante una
    buena parte de la historia urbana.

    Posteriormente, en el Renacimiento, las zonas verdes se
    extienden a espacios abiertos creados para el
    disfrute de las clases noble y alta; esas zonas generalmente se
    ubicaron fuera del centro o a las orillas de las ciudades.
    Sería éste el caso del parque de la Alameda Central
    en la Ciudad de México, creado en 1593, como lo refiere
    Ramona Pérez (2003: 1):

    La desecación de los cinco lagos del Valle de
    México dejó atrás la ciudad mítica
    azteca de Tenochtitlan integrada con agua y vegetación
    para formar la metrópoli colonial española cuyas
    plazas y calles no contaban con árboles. Por ello, a
    finales del siglo XVI se creó al poniente de la capital de
    la Nueva España, la Alameda Central para brindar belleza a
    la ciudad y un lugar de recreo de las clases altas.

    Hasta ese momento histórico, y considerando el
    objetivo social de dichos espacios abiertos, no se puede hablar
    aún de parques públicos tal como se conciben
    actualmente, ya que esos espacios en Europa y América
    estaban dirigidos sólo a las clases altas y a la
    nobleza.

    Tres siglos después, la Revolución
    Industrial, además de generar grandes
    beneficios, trae consigo enormes problemas sociales y de salud
    producto de una desorganizada planificación urbana, como
    lo describe Friedrich Engels (1999) para las ciudades inglesas de
    principios del siglo XIX. Dicha
    Revolución se puede considerar como un catalizador que
    puso en la mesa de discusión de gobernantes y
    científicos, las formas y estrategias para mejorar las
    condiciones de vida urbana. Tal situación estimuló
    el origen y aplicación de diversas ideologías en
    arquitectura y urbanismo durante los siglos
    XVIII y XIX,
    sobresaliendo el racionalismo, el liberalismo, el utilitarismo y
    el higienismo, entre otras. Ese periodo histórico
    corresponde a lo que Federico Fernández
    (2000) denomina periodo neoclásico de la
    arquitectura y el urbanismo, el cual permitió el
    desarrollo paulatino de nuevos modelos de ciudades. Esos modelos
    se tradujeron en esquemas de dotación de bienes y
    servicios como las áreas verdes. Evidencia de ello fue la
    planeación de numerosos parques urbanos fundados en el
    siglo XIX en ciudades de Europa y
    América. Espacios como el Central Park en Nueva York, y el
    Sefton Park y el Stanley Park en Liverpool, fueron
    diseñados a mediados del siglo XIX
    como lugares donde los citadinos pudieran convivir con la
    naturaleza, mejorar su salud y además relajarse en un
    paisaje rural (Taylor, 1999; Marne,
    2001).

    Esa visión de diseño constituyó
    parte del pensamiento de gente como Frederick Law Olmsted,
    diseñador del Central Park junto con Calvert Vaux entre
    1858-1861. Olmstead y otros promotores destacaban como parte de
    las bondades de los parques su poder relajante, y la habilidad de
    los espacios verdes para disminuir la lucha antagónica de
    las clases sociales. Olmstead creía especialmente que los
    parques podían fomentar sentimientos de grupo sin importar
    la clase social, llevando salud para todos, en particular a los
    más pobres y desprotegidos y alejando a los hombres de
    vicios y otros comportamientos destructivos y no saludables
    (Taylor, 1999: 6). La visión de diseño de Frederick
    Law Olmsted incorporó también el concepto de
    mecanismo de control social mediante el diseño de un
    modelo de parque que funcionara como un agente efectivo de
    vigilancia (Taylor, 1999). Ese diseño permitiría a
    la clase media supervisar y controlar la conducta de la clase
    trabajadora durante su tiempo libre.

    En Europa, la preocupación y el interés
    por la salud de los citadinos catalizaron el surgimiento del
    movimiento Garden City en la Inglaterra de fines del
    siglo XIX. Ese movimiento fue
    auspiciado por Ebenezer Howard, quien sugirió
    diseñar ciudades embellecidas con espacios verdes (las
    ciudades jardín). Howard proporcionó además
    uno de los primeros indicadores de planificación urbana al
    recomendar que las ciudades estuvieran rodeadas con cinturones
    verdes en una relación de cinco hectáreas de
    cinturón por una de tierra desarrollada (Miller,
    1997).

    Paralelamente, en Estados Unidos de América
    (EUA) surgió el movimiento
    City Beautiful, desarrollado, entre otros, por Frederick Law
    Olmsted Jr. y Daniel Burnham también a fines del
    siglo XIX. Los movimientos
    Garden City y City Beautiful fueron modelos de
    planificación urbana tendentes a crear parques
    públicos y mejorar la salud de los citadinos, por lo cual
    comprendían un diseño
    arquitectónico urbano con fundamentos sociales
    ("The Garden City Movement", 1906; Salvador,
    2003).

    En los primeros años del siglo
    XX, el enfoque de control social de espacios
    como el Central Park se vio fortalecido con diversos movimientos
    reformistas en recreación urbana auspiciados por mujeres
    de clase media que promovían un entretenimiento familiar e
    infantil (Taylor, 1999). Después, esos movimientos
    resultaron en lo que Galen Cranz y Michael Boland (2004)
    denominan etapa de Parques de la Reforma, que se extendió
    desde 1900 hasta 1930 y que asimiló la recreación
    infantil como uno de sus principales objetivos. Cranz y Boland
    (2004) identifican, al menos en EUA,
    tres etapas históricas más en el desarrollo de los
    parques urbanos de 1930 a la fecha (cuadro 1); esas etapas
    consideran extender los beneficios derivados de los parques a
    diferentes grupos sociales. La visión de recreación
    y convivencia fue en un principio familiar, y en las dos
    últimas etapas se extiende para incluir a los residentes
    citadinos de manera general. La clasificación
    histórica de tipos de parque de Cranz y Boland es
    útil debido a que permite relacionar la meta social con el
    orden geométrico y los beneficiarios. De especial
    interés es la etapa actual, que desemboca en el tipo
    denominado parque sustentable, que tiene como meta la salud
    humana y la salud ecológica y, por lo mismo, provee al
    concepto de parque urbano una importancia ambiental y de
    conservación.

    Sin dejar de reconocer la importancia
    ecológica que cumplen actualmente los
    espacios verdes, es de interés para este análisis
    centrarse por el momento en la función de inclusión
    social. Si se hace una revisión general de las etapas
    históricas a través de las cuales se han
    desarrollado los parques urbanos, se observa que la
    inclusión social ha sido uno de los objetivos principales
    en cada etapa. En cuanto al orden geométrico, en cada
    etapa éste se tiene que adaptar a las metas sociales, las
    cuales a su vez se traducen en beneficios dirigidos a los grupos
    privilegiados en cada tipo de parque. Parte de los beneficios se
    obtienen por medio de actividades recreativas que llevan a los
    grupos a hacer uso del espacio.

    Una revisión histórica más puntual
    permite establecer que los primeros movimientos reformistas de
    parques tendieron a promover principalmente una moral y salud
    urbanas mediante el contacto de las familias con la naturaleza.
    Ese contacto se impulsó con paseos familiares,
    también se promovió la recreación familiar e
    infantil para evitar así la descomposición social
    en las ciudades y las actividades ilícitas como la
    delincuencia. Esa meta social se generalizó a los
    diferentes grupos sociales (Taylor, 1999; Marne,
    2001). El establecimiento de ese objetivo, si bien su finalidad
    era lograr la inclusión social de todos los citadinos,
    resultó en una problemática de exclusión
    social, ya que los beneficiarios realmente fueron las familias de
    clase media que demandaban ese tipo de recreación en
    particular.

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    Como resultado de lo anterior, desde un inicio surgieron
    conflictos entre familias de clase trabajadora a quienes les
    interesaba más una recreación activa en los
    espacios, como actividades deportivas y reuniones, frente a
    aquellas familias de clase media que preferían un uso
    pasivo de disfrute del espacio verde (Taylor, 1999). Esta
    consecuencia tiene su origen en que se desconoció en
    principio la diversidad de gustos y preferencias que
    podrían tener los diferentes tipos de familias urbanas o
    suburbanas. Igualmente, si se habla de citadinos como grupo
    general, se tiene el riesgo de pasar por alto los diferentes
    modos de vida (diversidad cultural), que son decisivos en las
    preferencias recreativas. Los mismos riesgos se pueden extender
    si se pasa por alto que existen gustos, preferencias y demanda de
    facilidades4 recreativas diferentes a los concebidos a
    priori
    entre jóvenes y adultos, mujeres y hombres,
    casados y solteros, pobres y ricos, personas discapacitadas o no
    discapacitadas, etc. Consecuentemente, pasar por alto la
    diversidad recreativa origina no un espacio incluyente, sino uno
    excluyente y por lo tanto discriminatorio hacia ciertos grupos
    sociales.

    De esta forma, y para cada una de las metas
    sociales de las diferentes etapas históricas,
    se pueden ir analizando los riesgos de exclusión social y
    discriminación caso por caso. Si bien
    históricamente los objetivos sociales de inclusión
    se han dirigido a integrar diferentes grupos a los espacios
    verdes, se tiene un riesgo latente de que la predilección
    por un grupo beneficiario, y también por actividades y
    reglas de uso, lleve a la exclusión u olvido tal vez
    inconsciente de otros. Ese favoritismo dentro de los espacios
    forma parte de los mecanismos de control social que pueden
    existir dentro de los espacios verdes.

    Esa función de los espacios
    públicos como mecanismos de control social
    fue analizada por el filósofo Michel Foucault (1984)
    Salcedo (2002), describió cómo los mecanismos de
    control social se ejercen dentro de los espacios públicos
    excluyendo comportamientos no deseados por la
    sociedad. Esos mecanismos se ejercen por medio de una gama de
    posibilidades de uso espacial cuyos dos extremos corresponden,
    por una parte, a casos de desorden y, por otra, a casos de
    represión y marginación social (Yiftachel,
    1998).

    Hay que reconocer que los espacios públicos,
    incluidos los espacios verdes, son sitios donde los diferentes
    grupos sociales se ven sujetos a mecanismos de control que
    reprimen o permiten ciertos comportamientos. Esos mecanismos se
    dan en forma de reglas sociales que influyen en el diseño
    de los mismos espacios. Por lo mismo, el diseño
    arquitectónico de los parques urbanos es un mecanismo que
    favorece o restringe diversos usos en los espacios verdes (Marne,
    2001; Rishbeth, 2001).

    2.
    Discriminación en parques
    públicos

    La interacción entre reglas de uso social y
    diseño arquitectónico de parques resulta en una
    variedad de problemas de desconsideración y
    discriminación que se manifiesta de diversas formas.
    Así, los parques públicos son sitios donde se puede
    ejercer la discriminación por
    género,5 raza, etnia y
    orientación sexual, entre otros. Esto se puede observar en
    el mismo diseño de algunos parques que no cubren las
    expectativas recreativas de los diferentes usuarios y
    además favorecen la aparición de múltiples
    conductas no deseadas en los espacios verdes, por
    ejemplo:

    z Conductas delictivas como robos,
    drogadicción y alcoholismo.

    z Surgimiento y/o fortalecimiento de una
    percepción de inseguridad y temores para hacer uso de los
    espacios verdes, aspectos encontrados en estudios de
    recreación en mujeres y otros grupos sociales.

    z Persecución y agresiones a
    personas cuya presencia y/o actividades recreativas pudieran no
    ser bien vistas en los espacios verdes.

    z Desconsideración hacia personas
    discapacitadas o que requieren cubrir una necesidad
    especial.

    Esta situación resulta, a fin de cuentas, en
    espacios verdes subutilizados y en ocasiones vacíos, por
    lo cual las instalaciones recreativas y la
    vegetación con que cuentan corren el riesgo de
    deteriorarse e incluso dejar de existir si no se justifica su
    demanda social.

    En los siguientes apartados se analiza y
    discute la forma en que surgen algunas conductas no
    deseadas en los espacios verdes, incluyendo sus efectos en los
    usos recreativos de mujeres, etnias, razas, homosexuales y
    personas discapacitadas.

    2.1 Percepción de inseguridad y
    delincuencia

    Sobre la percepción de la inseguridad y la
    delincuencia dentro de los espacios verdes, se puede establecer
    que son dos fenómenos relacionados. La primera se
    fortalece por la segunda, especialmente en aquellos grupos
    sociales que son sujetos de discriminación dentro de las
    ciudades o que derivan mayor percepción de inseguridad en
    los parques públicos por el diseño
    arquitectónico de éstos.

    La percepción de inseguridad en parques
    públicos es una problemática que se ha encontrado
    especialmente en mujeres. Sin embargo, esa percepción
    también se ha reportado en minorías étnicas
    y raciales de algunas ciudades en EUA
    que temen al racismo en espacios urbanos, y en grupos
    sociales como hombres homosexuales, por temor a la homofobia.
    Aunque esta idea de inseguridad en mujeres, homosexuales y grupos
    raciales/étnicos se discute más adelante, es
    importante destacar ahora la relación que hay entre el
    diseño del espacio verde, la percepción de
    inseguridad y las actividades ilícitas que pueden ocurrir
    en los parques.

    Respecto a las actividades ilícitas
    en parques públicos, la densidad y el tipo de
    vegetación, combinados con la hora del día y la
    mala iluminación nocturna, son un factor clave en la
    aparición de conductas delictivas como violaciones, robos,
    drogadicción y alcoholismo (Dascal, 1994). De esta forma,
    el diseño paisajístico y recreativo pensado para
    favorecer la convivencia social se convierte en magneto y refugio
    para delincuentes. Ellos pueden aprovechar la densidad y altura
    de la vegetación como escondite para sus actividades
    ilícitas, llegando incluso a valerse para el mismo fin de
    la infraestructura recreativa, como kioscos y canchas deportivas.
    La presencia de conductas delictivas en los espacios genera un
    clima de desconfianza entre los usuarios habituales de los
    parques. Como resultado de ello, los visitantes pueden responder
    de diferentes formas; por ejemplo:

    z Evitar hacer uso, a diferentes horas
    del día, de zonas que identifiquen como riesgosas; por
    ejemplo, lugares aislados y áreas de vegetación
    densa.

    z Realizar sus actividades
    recreativas en compañía.

    z Dejar de visitar el
    parque.

    Consecuentemente, es necesario que los problemas de
    percepción de inseguridad de cada grupo social en los
    parques y sus localidades, junto con los fenómenos de
    asaltos y drogadicción, a veces presentes, se estudien con
    mayor detalle para determinar qué características
    del diseño arquitectónico y de la vegetación
    favorecen su aparición en los parques urbanos, y
    así adecuar estos últimos en beneficio de los
    usuarios (Aminzadeh y Afshar, 2004; De Vos, 2005).

    2.2. La mujer en los parques
    públicos

    Diversos parques actuales fundados a partir de mediados
    del siglo XIX fueron concebidos como
    paisajes rurales destinados a proporcionar espacios para la
    relajación y recreación de trabajadores y sus
    familias (Taylor, 1999). Ese tipo de parque, denominado
    jardín placentero (cuadro 1) por Cranz y Boland (2004),
    constituyó el primer movimiento de creación de
    áreas verdes urbanas en EUA.
    Al respecto, Cranz (1982, citado en Whitzman, 2002: 300) menciona
    que ese movimiento se extendió a través de Gran
    Bretaña, EUA, Australia y
    Canadá durante la primera mitad del siglo
    XIX con base en el impulso de valores
    morales en la población, fomentando la apreciación
    de lo bello y puro de la naturaleza y proveyendo espacios de
    recreación familiar alternativos en lugar de tabernas,
    centros de vicio y otros lugares idóneos para realizar
    conductas inmorales.

    Esa antigua concepción de
    diseño urbanístico lleva a idealizar
    el espacio verde sólo como un sitio de
    recreación familiar, conduciendo a generalizaciones
    erróneas sobre hábitos recreativos. Sin embargo, de
    esa forma se empezaron a asignar las facilidades recreativas de
    acuerdo con lo que culturalmente los responsables de
    diseños de parques reconocieron como actividades
    recreativas para hombres, mujeres, niños, adolescentes y
    ancianos, o lo que es lo mismo, para papá, mamá,
    hijos de diferentes edades y abuelitos. Sin embargo, esa
    visión de diseño ha sido puesta en tela de juicio
    ya que no considera las expectativas recreativas de personas con
    un perfil diferente o les asigna erróneamente un papel
    predeterminado en el uso de los espacios recreativos, como en el
    caso de la mujer. Durante el siglo
    XX, el derecho de la mujer a usar parques
    públicos fue ampliamente discutido, debido a concepciones
    que todavía hoy promueven sólo actividades de
    recreación maternal. Además de aquellas otras que
    fomentan prejuicios, que llegan incluso a establecer que las
    mujeres decentes deben evitar áreas ajenas a los sitios de
    recreación infantil, especialmente al oscurecer para
    proteger su reputación y mantenerse a salvo de agresiones
    (Whitzman, 2002).

    Por lo anterior, cabe preguntarse: si se concibe
    recreativamente a la mujer sólo como madre de familia,
    ¿dónde quedan las mujeres con otro perfil social?,
    como solteras, estudiantes, profesionistas, obreras, etc. Las
    mujeres, al menos por normas culturales, pueden ver restringido
    su uso recreativo en parques quedando excluidas en menor o mayor
    grado de los múltiples beneficios que aportan las
    áreas verdes, como el esparcimiento y mejoras en la salud
    por actividades deportivas. Esa concepción de
    recreación en mujeres sólo como madres de familia,
    ha llevado incluso a generar toda una serie de ideas y problemas
    sobre su tiempo libre en los espacios públicos. Por
    ejemplo, se ha llegado al extremo de decir que la mujer no tiene
    derecho de tiempo libre en espacios públicos, y a soportar
    más restricciones, como falta de tiempo, falta de
    programas recreativos, responsabilidades duales dentro y fuera
    del hogar y preocupaciones sobre la seguridad personal en los
    espacios, entre otras (Krenichyn, 2004).

    Considerando lo anterior, se pueden
    identificar al menos dos factores en el espacio
    verde que pudieran excluir a la mujer: uno relacionado con la
    seguridad personal que ella pudiera derivar del diseño
    arquitectónico, y otro más resultado de la ausencia
    de facilidades y programas recreativos incluyentes, que permitan
    a mujeres con intereses diversos su incorporación a los
    múltiples beneficios recreativos y de esparcimiento que
    brindan los parques.

    Sin embargo, no se pueden generalizar los
    factores de riesgo de exclusión de mujeres en
    los espacios verdes de diferentes ciudades del mundo. Kira
    Krenichyn (2004) menciona la importancia de investigar esos
    factores, aunque destaca que al menos en ciudades escandinavas,
    la mujer hace uso de los espacios públicos con audacia y
    sin temor. Igualmente menciona que en EUA
    algunos parques y plazas urbanas con mayor diversidad de
    usuarios también presentan tasas elevadas de mujeres que
    las utilizan. Por el contrario, otras investigaciones demuestran
    que la mujer está subrepresentada por percepción de
    inseguridad, por lo que prefiere usar los espacios verdes en un
    contexto familiar y de recreación y cuidado de
    infantes.

    Si se consideran las metas sociales de los tipos de
    parque descritos por Cranz y Boland (2004), se detecta una
    predilección por la recreación dentro de un
    contexto familiar, especialmente en aquellos tipos de espacio
    desarrollados entre 1850 y 1965. No es sino hasta el
    diseño de parque del tipo Sistema de Espacio Abierto
    cuando, según Cranz y Boland (2004), los beneficios se
    extienden para comprender a los residentes citadinos sin
    distinción. Ello representa un logro en la
    inclusión social de los espacios. No obstante, aun cuando
    el objetivo sea una inclusión equitativa de todos los
    residentes, hay que considerar el papel arquitectónico de
    la vegetación.

    Las masas arboladas, si bien cumplen un
    papel de diseño estético y
    ecológico como en el tipo actual de diseño de
    Parque Sustentable, es importante considerar que su
    distribución y densidad pudieran constituir un mecanismo
    recreativo limitante, ya que diversos estudios han demostrado que
    pueden generar diferentes gradientes de percepción de
    inseguridad en los distintos tipos de usuario, como las mujeres.
    Según Carolyn Whitzman (2002), esa percepción se
    presenta cuando realizan solas actividades recreativas en los
    espacios verdes; por ejemplo, en masas densas de árboles y
    con condiciones de mala iluminación que pudieran favorecer
    asaltos y agresiones físicas y sexuales. Por lo anterior,
    es importante evaluar qué tanto influye el diseño
    paisajístico del parque en la percepción de
    inseguridad sobre el espacio. Hay que someter a discusión
    el hecho de que, si una estética de paisaje rural,
    ecológicamente sustentable, a veces denso e íntimo
    y constituido por árboles y arbustos que cortan la vista,
    si bien pudiera ser un mecanismo educativo y de relajación
    psicológica para algunos usuarios, pudiera, por otro lado,
    generar percepción de inseguridad en mujeres o en otros
    grupos sociales.

    Respecto a la falta de facilidades y programas
    recreativos dirigidos a los usuarios, la visión
    sustentable actual de tipo de parque es una llamada de
    atención para considerar la recreación femenina
    más allá de los usos tradicionales que
    comúnmente se les han conferido a las mujeres. Es
    necesario dejar las concepciones a priori sobre lo que
    puede o no hacer una mujer en el espacio verde, hay que dejar que
    sea ella misma quien decida con base en sus gustos y
    preferencias. Por lo que es tarea del diseñador y
    administrador del espacio desarrollar las facilidades recreativas
    sin considerar que el género del usuario define la
    actividad que se prefiere realizar. Por ejemplo, las áreas
    de ejercicios físicos y los gimnasios al aire libre
    deberían ser concebidos teniendo en mente que serán
    usados tanto por hombres como por mujeres que
    seguramente tendrán diferentes capacidades y necesidades
    especiales.

    Como se puede advertir, la percepción de
    inseguridad que se genera en las mujeres en los espacios verdes y
    la ausencia de facilidades y programas recreativos dirigidos a
    ellas, pueden constituir factores que disminuyan su
    satisfacción. Ante estos resultados, es necesario
    considerar e investigar la demanda social recreativa de la mujer
    y la percepción que deriva del espacio, incluyendo el
    marco histórico y cultural que ésta ha
    desempeñado en los espacios públicos de cada
    ciudad.

    De acuerdo con los argumentos anteriormente expuestos,
    es necesario invitar a reflexionar a los responsables del
    diseño y la planificación de parques sobre
    qué expectativas de recreación cubren los espacios
    verdes en sus localidades. Esta reflexión debería
    extenderse por medio de una revisión histórica,
    para dejar que el espacio verde revele su origen y la finalidad
    con que fue creado. Es necesario considerar que desde una
    óptica de equidad e inclusión social, una
    definición rígida de recreación sólo
    como actividad familiar, educativa, ecológica y
    naturalista constituye sólo una parte de la demanda
    recreativa en los espacios verdes actuales. Igualmente,
    habría que meditar un poco sobre el efecto que tienen las
    concepciones a priori sobre los usos recreativos del
    parque, las cuales, aun cuando se hagan de la mejor manera,
    pudieran no estar respondiendo a las necesidades sociales,
    recreativas y de esparcimiento de los usuarios. Hay que dejar a
    un lado la rigidez de los conceptos y ser más flexibles en
    el diseño del espacio verde y en lo que se entiende por
    recreación.

    2.3 Presencia del grupo homosexual en los
    espacios verdes

    En la esfera pública no es extraño
    observar la presencia de parejas y grupos homogéneos de
    hombres o mujeres, o parejas y grupos mixtos que conviven
    socialmente para divertirse con diferentes objetivos: jugar,
    buscar nuevas amistades o incluso flirtear hombres con mujeres o
    mujeres y viceversa. Por ello, es común ver en los
    espacios públicos parejas heterosexuales que manifiestan
    sus emociones con muestras de afecto y que se apropian del
    espacio según las reglas sociales que favorecen
    actividades, gustos y orientaciones sexuales que culturalmente se
    ven como propias de un hombre y de una mujer. Sin embargo, en los
    espacios públicos esas reglas sociales se ven rebasadas y
    transgredidas por grupos de personas con una orientación
    sexual diferente, como homosexuales, lesbianas6 y
    hombres y mujeres transgénero.7
    Por lo cual, espacios urbanos como los parques
    públicos pudieran no ser del todo favorecedores para las
    actividades de dichos grupos.

    De acuerdo con los estudios de caso e
    investigaciones revisadas de geografía urbana
    y recreación, la marginación, discriminación
    y persecución en parques públicos está
    más documentada en el caso de homosexuales, posiblemente
    por las mismas actividades recreativas y de ligue o
    búsqueda de parejas sexuales (cruising) que ellos
    llegan a realizar en estos lugares. Esto puede percibirse
    también por las agresiones a homosexuales, reportadas por
    Amnistía Internacional (2001), en espacios públicos
    y parques urbanos, y que están relacionadas con una aguda
    homofobia presente aún en diversas ciudades del
    mundo.

    Diversos estudios retrospectivos y actuales (Chauncey,
    1994; Sánchez y López, 2000; List, 2001;
    Sánchez, 2002; De Vos, 2005) sobre comportamiento
    homosexual urbano señalan que los parques urbanos
    constituyen, para los homosexuales, sitios de
    socialización y de actividades recreativas que pueden
    llegar a favorecer su identidad como personas y como miembros de
    una comunidad con cultura propia en los espacios urbanos. La
    presencia de los homosexuales en los espacios verdes ha sido
    documentada históricamente por George Chauncey (1994),
    quien en un análisis de la cultura urbana y de la vida
    social de los homosexuales de principios del siglo
    XX en Nueva York, señala que los
    espacios verdes fueron sitios populares de reunión ante
    una sociedad discriminadora e incomprensiva para
    ellos.

    En su estudio, Chauncey (1994) expone
    cómo el concepto de paisaje rural y disfrute
    de la naturaleza en parques, favorece diferentes actividades de
    los homosexuales, como la socialización y búsqueda
    de parejas sexuales. Ello constituye un aspecto interesante de
    las actividades homosexuales en los parques urbanos, ya que
    aunque se llevan a cabo en espacios públicos, consideran
    el uso de códigos y subterfugios. Esos códigos,
    junto con el mismo diseño arquitectónico y la
    vegetación del espacio, interactúan para excluir
    intrusiones y comportamientos hostiles de personas ajenas a este
    grupo (De Vos, 2005).

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