Introduccion
Este trabajo para pasar un buen rato de lectura sabiendo
y conociendo las leyendas del estado de México y de sus
calles en esta tesis vienen leyendas repetidas para conocer la
vista de otros lados y países así como la leyenda
de la llorona
Metodologia
Este trabajo se hizo en base a internet las leyendas
sacadas son de escritores mexicanos y leyendas de pueblos en el
estado de México todas estas leyendas tienen son tan
conocidas que su lugar esta en internet completamente
Leyendas
Para otros usos de este término, véase
Leyenda (desambiguación).
Una leyenda es una narración de hechos naturales,
sobrenaturales o mezclados, que se transmite de generación
en generación en forma oral o escrita. Generalmente, el
relato se sitúa de forma imprecisa entre el mito y el
suceso verídico, que le confiere cierta
singularidad.
Se ubica en un tiempo y lugar que resultan familiares a
los miembros de una comunidad, lo que aporta al relato cierta
verosimilitud. En las leyendas que presentan elementos
sobrenaturales, como milagros, presencia de criaturas
feéricas o de ultratumba, etc., estos se presentan como
reales, pues forman parte de la visión del mundo propia de
la comunidad en la que se origina la leyenda. En su proceso de
transmisión a través de la tradición oral
las leyendas experimentan a menudo supresiones, añadidos o
modificaciones que expresan un estado extraño, surgiendo
así todo un mundo lleno de variantes.
Se define a la leyenda como un relato folclórico
con bases históricas. Una definición profesional
moderna ha sido propuesta por el folclorista Timothy R.
Tangherlini en 1990:
"Típicamente, la leyenda es una narración
tradicional corta de un solo episodio, altamente ecotipificada,
realizada de modo conversacional, que refleja una
representación psicológica simbólica
de la creencia popular y de las experiencias colectivas y que
sirve de reafirmación de los valores comúnmente
aceptados por el grupo a cuya tradición
pertenece".
Contrariamente al mito, que se ocupa de dioses, la
leyenda se ocupa de hombres que representan arquetipos (tipos
humanos característicos), como el del héroe o el
anciano sabio, como se aprecia por ejemplo en las leyendas
heroicas griegas y en las artúricas.
Etimología
e historia de la palabra
La palabra leyenda proviene del verbo latino legere,
cuyo significado variaba entre escoger (acepción de la que
proviene elegir) y leer. En el latín medieval, se
usó el gerundivo de este verbo, legenda, con el
significado de (algo) para ser leído cuando el
término se aplicaba, sobre todo en el catolicismo, a las
hagiografías o biografías de los santos. Por
ejemplo, Santiago de la Vorágine compuso su Legenda aurea
como un santoral con la vida y milagros de unos 180
mártires y santos, aunque con tan poca precisión
histórica y filológica y con unas
etimologías tan fantásticas que poco a poco fue
perdiendo crédito, salvo entre pintores e ilustradores
fascinados por su imaginación, que estimuló la
iconografía. Él se fundaba en los evangelios
canónicos, los apócrifos y en escritos de
Agustín de Hipona y Gregorio de Tours, entre
otros.
Con la llegada de la Reforma Protestante del siglo XVI
el término leyenda cobra su nuevo carácter de
narración no histórica. Los protestantes ingleses
presentan una nota de contraste entre los santos y
mártires "reales" de la reforma, cuyos relatos
"auténticos" figuraban en El libro de los mártires
de John Foxe, y los fantasiosos relatos de la hagiografía
católica. De esta forma, la leyenda gana su
connotación moderna de narración indocumentada y
espuria. Es muy probable que, en lengua española, la
moderna concepción de leyenda y de lo legendario haya sido
tomada de estos modelos ingleses, especialmente desde
1850.
El término acaba englobando también a
producciones literarias cultas que, aunque se inspiran en
tradiciones populares o en motivos característicos de
éstas, no son relatos tradicionales. Varios autores de
este período escribieron leyendas literarias de este tipo
tanto en prosa como en verso. Los más celebrados fueron el
Duque de Rivas, José Zorrilla, Gustavo Adolfo
Bécquer y José Joaquín de Mora.
Características
Una leyenda, a diferencia de un cuento, está
ligada siempre a un elemento preciso y se centra en la
integración de este elemento en el mundo cotidiano o la
historia de la comunidad a la cual pertenece. Contrariamente al
cuento, que se sitúa dentro de un tiempo
(«Érase una vez…») y un lugar (por ejemplo,
en el Castillo de irás y no volverás) convenidos e
imaginarios, la leyenda se desarrolla habitualmente en un lugar y
un tiempo preciso y real, aunque aparecen en ellas elementos
ficticios (por ejemplo, criaturas fabulosas, como las
sirenas).
Como el mito, la leyenda es etiológica, es decir,
tiene como tarea esencial dar fundamento y explicación a
una determinada cultura. Su elemento central es un rasgo de la
realidad (una costumbre o el nombre de un lugar, por ejemplo)
cuyo origen se pretende explicar.
Las leyendas se agrupan a menudo en ciclos alrededor de
un personaje, como sucede con los ciclos de leyendas en torno al
Rey Arturo, Robin Hood, el Cid Campeador o Bernardo del
Carpio.
Las leyendas contienen casi siempre un núcleo
histórico, ampliado en mayor o menor grado con episodios
imaginativos. La aparición de los mismos puede depender de
motivaciones involuntarias, como errores, malas interpretaciones
(la llamada etimología popular, por ejemplo) o
exageraciones, o bien de la acción consciente
de una o más personas que, por razones interesadas o
puramente estéticas, desarrollan el embrión
original.
Cuando una leyenda presenta elementos
tomados de otras leyendas se habla de
«contaminación de la
leyenda».
Clases de
leyenda
Se pueden clasificar de dos formas: Por su
temática:
1. Leyendas etológicas: aclaran el
origen de los elementos inherentes a la naturaleza, como los
ríos, lagos y montañas.
2. Leyendas escatológicas: acerca de
las creencias y doctrinas referentes a la vida de
ultratumba.
3. Leyendas religiosas: historias de justos
y pecadores, pactos con el diablo, episodios de la vida de
santos.
Por su origen:
1. Leyendas urbanas: pertenecen al folclore
contemporáneo, circulan de boca en boca, etc.
2. Leyendas rurales: solo las leyendas
válidas en el campo, porque no tienen lugar o
adaptación para las urbanas.
3. Leyendas locales: es una
narración popular de un municipio, condado o
provincia.
Algunas leyendas pueden ser clasificadas en
más de un grupo, ya que por su temática abordan
más de un tema.
Mito
Un mito (del griego µ????,
mythos, «relato», «cuento») es
un relato tradicional que se refiere a acontecimientos
prodigiosos, protagonizados por seres sobrenaturales
o extraordinarios, tales como dioses, semidioses,
héroes, monstruos o personajes
fantásticos
Descripción general
Los mitos forman parte del sistema de creencias de una
cultura o de una comunidad, la cual los considera historias
verdaderas. Al conjunto de los mitos de una cultura se le
denomina mitología. Cuanto mayor número de mitos y
mayor complejidad tiene una mitología, mayor es el
desarrollo de las creencias de una comunidad. La mitología
sustenta la cosmovisión de un pueblo.
Desde que en la Antigüedad grecolatina las
explicaciones filosóficas y científicas entraron en
competencia con las míticas, la palabra mito se
cargó en ciertos contextos de un valor peyorativo,
llegando a utilizarse de forma laxa como sinónimo de
patraña, creencia extendida pero falsa, por ejemplo, la
sociedad sin clases es un mito comunista, o la mano invisible del
mercado es un mito liberal. También es común el uso
un tanto laxo de mito y mítico (o leyenda y legendario)
para referirse a personajes históricos o
contemporáneos (o incluso a productos comerciales)
cargados de prestigio y glamour: Charlot es un mito del cine
mudo; los Beatles son un grupo mítico.
Como los demás géneros narrativos
tradicionales, el mito es un texto de origen oral, cuyos detalles
varían en el curso de su transmisión, dando lugar a
diferentes versiones. En las sociedades que conocen la escritura,
el mito ha sido objeto de reelaboración literaria,
ampliando así su arco de versiones y variantes. Por ello,
los mitos no han desaparecido en la época actual, solo se
muestran y transmiten a través de diferentes
medios.
Características
Según Mircea Eliade, el mito es una historia
sagrada que narra un acontecimiento sucedido durante un tiempo
primigenio, en el que el mundo no tenía aún su
forma actual. Los acontecimientos de la naturaleza que se repiten
periódicamente se explican como consecuencia de los
sucesos narrados en el mito (por ejemplo, en la mitología
griega el ciclo de las estaciones se explica a partir del rapto
de Perséfone). Sin embargo, no todos los mitos se refieren
a un tiempo "primero", también pueden abordar sucesos
acontecidos después del origen, pero que destacan por su
importancia y por los cambios que trajeron.
Según la visión de Claude
Lévi-Strauss, antropólogo estructuralista, todo
mito tiene tres características:
· Trata de una pregunta existencial,
referente a la creación de la Tierra, la muerte, el
nacimiento y similares.
· Está constituido por
contrarios irreconciliables: creación contra
destrucción, vida frente a muerte, dioses contra hombres o
bien contra mal.
· Proporciona la
reconciliación de esos polos a fin de conjurar nuestra
angustia.
Por su parte, el antropólogo Bronislaw Malinowski
afirmaba que no hay aspecto importante de la vida que sea ajeno
al mito. Por ello, existen mitos religiosos (como el nacimiento
de los dioses), políticos (como la fundación de
Roma) o sobre temas particulares (por qué el maíz
se convirtió en el principal alimento de un
pueblo, como sucedió con los pueblos
prehispánicos de México). Para Malinowski los mitos
son narraciones fundamentales, en tanto que responden a las
preguntas básicas de la existencia humana: razón
para existir, razón de lo que lo rodea, entre otras.
Malinowski también aclaró que el mito pertenece al
orden de las creencias y que si bien es una explicación,
no es una explicación racional, sino cultural.
Tipos de
mitos
Se distinguen varias clases de
mitos:
· Mitos cosmogónicos: intentan explicar la
creación del mundo. Son los más universalmente
extendidos y de los que existe mayor cantidad. A menudo, se
sitúa el origen de la tierra en un océano
primigenio. A veces, una raza de gigantes, como los titanes,
desempeña una función determinante en esta
creación; en este caso, tales gigantes, que suelen ser
semidioses, constituyen la primera población de la
tierra.
· Mitos teogónicos: relatan el origen de
los dioses. Por ejemplo, Atenea surge armada de la cabeza de
Zeus.
· Mitos antropogénicos: narran la
aparición del ser humano, quien puede ser creado a partir
de cualquier materia, viva (una planta, un animal) o inerte
(polvo, lodo, arcilla, etc.). Los dioses le enseñan a
vivir sobre la tierra. Normalmente están vinculados a los
mitos cosmogónicos.
· Mitos etiológicos: explican el origen de
los seres, las cosas, las técnicas y las
instituciones.
· Mitos morales: explican la
existencia del bien y del mal.
· Mitos fundacionales: cuentan cómo se
fundaron las ciudades por voluntad de dioses. Un ejemplo es el de
la fundación de Roma por dos gemelos, Rómulo y
Remo, que fueron amamantados por una loba.
· Mitos escatológicos:
anuncian el futuro, el fin del mundo. Siguen teniendo
amplia audiencia. Estos mitos comprenden dos clases
principales, según el elemento que provoque
la destrucción del mundo: el agua o el fuego. A menudo
están vinculados a la astrología. La inminencia del
fin se anuncia por una mayor frecuencia de eclipses, terremotos,
y toda clase de catástrofes naturales que aterrorizan a
los humanos. El clásico ejemplo es el 'Apocalipsis',
considerado como tal por Bertrand Russell.
¿Quién era el osado, que por más
valiente que fuera, se atreviese a salir por la calle pasando las
diez de la noche? Sonaba la queda en Catedral y todos los
habitantes de México echaban cerrojos, fallebas,
colanillas, ponían trancas y otras seguras defensas a sus
puertas y ventanas. Se encerraban a piedra y lodo. No se
atrevían a asomar ni medio ojo siquiera. Hasta los viejos
soldados conquistadores, que demostraron bien su valor en la
guerra, no trasponían el umbral de su morada al llegar esa
hora temible. Amedrentada y poseída del miedo estaba toda
la gente; él les había arrebatado el ánimo;
era como si trajesen un clavo atravesado en el alma.
Los hombres se hallaban cobardes y temerosos; a las
mujeres les temblaban las carnes; no podían dar ni un solo
paso; se desmayaban o, cuando menos, se iban de las aguas. Los
corazones se vestían de temor al oír
aquel lamento largo, agudo, que venía de muy lejos e
íbase acercando, poco a poco, cargado de dolor. No
había entonces un corazón fuerte; a todos, al
escuchar ese plañido, los dominaba el miedo,
poníales carne de gallina, les erizaba los cabellos, y
enfriaba los tuétanos en los huesos. ¿Quién
podía vencer la cobardía ante aquel lloro
prolongado y lastimero que cruzaba, noche a noche, por toda la
ciudad?
¡La Llorona!, clamaban los pasantes entre
castañeteos de dientes, y apenas si podían murmurar
una breve oración, con mano temblorosa se santiguaban,
oprimían sus rosarios, cruces, medallas y escapularios que
les colgaban del cuello.
México estaba aterrorizado por aquellos
angustiosos gemidos. Cuando se empezaron a oír, salieron
muchos a cerciorarse de quién era el ser que lloraba de
ese modo tan plañidero y doloroso. Varias personas
afirmaron, desde luego, que era cosa ultraterrena, porque era un
llanto humano, a distancia de dos o tres calles se quedaba
ahogado, ya no se oía; pero éste traspasaba con su
fuerza una gran extensión y llegaba claro, distinto, a
todos los oídos con su amarga quejumbre. Salieron no pocos
a investigar, y unos murieron de susto, otros quedaron locos de
remate y poquísimos hubo que pudieran narrar lo que
habían contemplado, entre escalofríos
y sobresaltos. Se vieron llenos de terror pechos muy
animosos.
Una mujer envuelta en un flotante vestido blanco y con
el rostro cubierto con velo levísimo que revolaba en torno
suyo al fino soplo del viento, cruzaba con lentitud parsimoniosa
por varias calles y plazas de la ciudad, unas noches por unas, y
otras, por distintas; alzaba los brazos con desesperada angustia,
los retorcía en el aire y lanzaba aquel trémulo
grito que metía pavuras en todos los pechos. Ese
tristísimo ¡ay!, levantábase ondulante y
clamoroso en el silencio de la noche, y luego que se
desvanecía con su cohorte de ecos lejanos, se
volvían a alzar los gemidos en la quietud nocturna, y eran
tales que desalentaban cualquier osadía.
Así, por una calle y luego por otra, rodeaba las
plazas y plazuelas, explayando el raudal de sus gemidos; y al
final, iba a rematar con el grito más doliente, más
cargado de aflicción, en la Plaza Mayor, toda en quietud y
en sombras. Allí se arrodillaba esa mujer misteriosa,
vuelta hacia el Oriente; inclinábase como besando el suelo
y lloraba con grandes ansias, poniendo su ignorado dolor en un
alarido largo y penetrante; después se iba ya en silencio,
despaciosamente, hasta que llegaba al lago, y en sus orillas se
perdía; deshacíase en el aire como una
vaga niebla, o se sumergía en las aguas; nadie lo
llegó a saber; el caso es que allí
desaparecía ante los ojos atónitos de quienes
habían tenido la valerosa audacia de seguirla, siempre a
distancia, eso sí, pues que profundo terror vedada
acercarse a aquella mujer extraña que hacía grandes
llantos y se deshacía de pena.
Esto pasaba noche con noche en México a mediados
del siglo XVI, cuando la Llorona, como dio en llamársele,
henchía el aire de clamores sinfín. Las conjeturas
y las afirmaciones iban y venían por la ciudad. Unos
creían una cosa, y otros, otra muy distinta, pero cada
quien aseguraba que lo que decía era la verdad pura, y
que, por lo tanto, deberíasele dar entera fe. Con
certidumbre y firmeza aseguraban muchos que esa mujer
había muerto lejos del esposo a quien amaba con fuerte
amor, y que venía a verle, llorando sin linaje de alivio,
porque ya estaba casado, y que de ella borró todo
recuerdo; varios afirmaban que no pudo lograr desposarse nunca
con el buen caballero a quien quería, pues la muerte no la
dejó darle su mano, y que solo a mirarlo tornaba a este
bajo mundo, llorando desesperada porque él andaba perdido
entre vicios; muchos referían que era una desdichada viuda
que se lamentaba así porque sus huérfanos estaban
sumidos en lo más negro de la desgracia, sin lograr ayuda
de nadie; no pocos eran los que sostenían que
era una pobre madre a quien le asesinaron todos los hijos, y que
salía de la tumba a hacerles el planto; gran número
de gentes estaban en la firme creencia de que había sido
una esposa infiel y que, como no hallaba quietud ni paz en la
otra vida, volvía a la tierra a llorar de arrepentimiento,
perdidas las esperanzas de alcanzar perdón; O bien
numerosas personas contaban que un marido celoso le acabó
con un puñal la existencia tranquila que llevaba, empujado
sólo por sospechas injustas; y no faltaba quien estuviese
persuadido de que la tal Llorona no era otra sino la
célebre doña Marina, la hermosa Malinche, manceba
de Hernán Cortés, que venía a este suelo con
permisión divina a henchir el aire de clamores, en
señal de un gran arrepentimiento por haber traicionado a
los de su raza, poniéndose al lado de los soldados
hispanos que tan brutalmente la sometieron.
No sólo por la ciudad de México andaba
esta mujer extraña, sino que se le veía en varias
poblaciones del reino. Atravesaba, blanca y doliente, por los
campos solitarios; ante su presencia se espantaba el ganado,
corría la desbandada como si lo persiguiesen; a lo largo
de los caminos llenos de luna, pasaba su grito; escuchabase su
quejumbre lastimera entre el vasto rumor de mar de los
árboles de los bosques; se la miraba cruzar, llena de
desesperación, por la aridez de los cerros; la
habían visto echada al pie de las cruces que
se alzaban en montañas y senderos; caminaba por veredas
desviadas, y sentábase en una peña a sollozar;
salía misteriosa, de las grutas, de las cuevas en que
vivían las feroces animalias del monte; caminaba lenta por
las orillas de los ríos, sumando sus gemidos con el rumor
sin fin del agua.
Esta conseja es antiquísima en México;
existía ya cuando los conquistadores entraron en la gran
Tenochtitlan de Moctezuma, pues fray Bernardino de Sahagún
al hablar de la diosa Cihuacoatl, en el capítulo IV, del
libro I de su Historia General de las cosas de Nueva
España, escribe "que aparecía muchas veces como una
señora compuesta con unos atavíos como se usan en
Palacio; decían también que de noche voceaba y
bramaba en el aire… Los atavíos con que esta mujer
aparecía eran blancos, y los cabellos los tocaba de tal
manera que tenía como unos cornezuelos cruzados sobre la
frente", y en el libro XI pone, además, al en numerar los
agüeros con los que se anunció en México la
llegada de los españoles y la destrucción de la
ciudad azteca, que el sexto pronóstico fue "que de noche
se oyeran voces muchas como de una mujer que angustiada y con
lloro decía: ¡Oh, hijos míos, que ya ha
llegado vuestra destrucción! Y otras veces decía:
¡Oh, hijos míos¡,
¿dónde os llevaré para que no os
acabéis de perder?"
Hasta los primeros años del siglo XVII anduvo la
Llorona por las calles y campos de México; después
desapareció para siempre y no se volvió a
oír su gemido largo y angustioso en la quietud de las
noches.
„?Del libro "HISTORIA, TRADICIONES Y LEYENDAS
DE CALLES DE MEXICO" por Artemio de
Valle-Arizpe??
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