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La realidad física en el universo conocido



Partes: 1, 2

  1. Algunos comentarios a las
    conclusiones
  2. Algunos pasajes interesantes de la literatura
    involucrada
  3. Literatura involucrada

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Fig 1

1. Al principio existía
únicamente una cantidad infinita de
energía.

2. En este universo se conoce a esta
energía como: Ser Supremo, Tao, Brahman, Dharmakaya, Dios
(en adelante Supremo).

3. El Supremo tiene un poder absoluto e
infinito.

4. Dada la característica de
infinitud, el Supremo no puede manifestarse, es un ser sumamente
acotado e imposibilitado para interactuar, su existencia esta
limitada a tener pensamientos que no puede comunicar, no tiene
libre albedrío, no puede divertirse, lo que puede hacer y
deshacer no lo puede compartir, no lo puede presumir, no lo puede
externar, en fin es un ser extremadamente aburrido.

5. Entonces el Supremo decide manifestarse
y encarnarse en seres semejantes a El para lo cual
necesita quitarse la característica de
infinitud.

6. El Supremo para manifestarse idea un
plan sumamente ingenioso.

7. El plan tiene las siguientes
características:

a. Crear un universo. (el cual es el
conocido por nosotros).

b. Una parte finita del El mismo
estará presente en cada partícula de este
universo.

c. La creación de unas leyes
fundamentales imposibles de violar.

8. El Supremo toma una parte finita de su
energía y genera una gran explosión.

9. A partir de esta explosión los resultados son
más o menos conocidos. Para ahondar un poco trataremos de
explicar los resultados obtenidos siempre basados en esas leyes
fundamentales.

10.Resultados a la fecha:

d.- Se creó una materia no viva con
una consciencia limitada.

e.- Se crearon seres biológicos con
una consciencia no tan limitada. f.- Se crearon seres humanos con
una consciencia ilimitada.

g.- Se creó un componente del
universo donde se almacena la consciencia.

h.- En este almacén está
localizada la consciencia del Supremo, de la materia no viva, de
los seres biológicos y de los seres humanos.

i.- Desde este almacén de
consciencia común, se controla la evolución del
universo conocido

ALGUNOS
COMENTARIOS A LAS CONCLUSIONES

1.- La cantidad de energía existente
antes del Big Bang sigue existiendo después de la gran
explosión, ya que si a una cantidad infinita le quitas una
porción, la cantidad original sigue siendo infinita.
Entonces lo que existía antes del Big Bang sigue
existiendo como si la creación del universo conocido no se
hubiera dado. Sin embargo queda la gran duda, quien
fue el creadorde esta energía infinita. No tendremos una
respuesta a esta pregunta hasta que tengamos un nivel de
consciencia lo suficientemente alto para comprender lo que
hasta ahora consideramos un misterio.

2.- El Supremo no requiere de nombre, le es indiferente
de cómo le llamen, el acepta cualquier nombre porque sabe
que Él es único y no pueden confundirlo con alguien
más.

3.- El poder del Supremo no impide que
alguien, ahora o en un futuro, pueda acercarse a Él y
fundirse en su energía, lo cual no lo cambia o perjudica
en lo más mínimo, ya que al agregarle algo a una
cantidad infinita esta sigue siendo infinita. El Supremo sigue
siendo el Supremo y si parte de sus creaciones se le unen el
siempre estará dispuesto a aceptarlo porque es parte de
sí mismo.

4.- Existe en la literatura una gran
cantidad de explicaciones a este punto. El solo hecho de hablar
de cosas o cantidades infinitas nos deja perplejos, ya que
matemáticamente es bien conocido el concepto de infinitud.
Cosa distinta de cuando se habla de singularidades
matemáticas que caen más bien en los conceptos no
entendidos del todo.

5.- Las religiones manejan este tema de
distintas maneras, de alguna manera es una idea primaria de los
seres humanos, los cuales requieren de ser religiosos, que cuando
aumentan su nivel de consciencia, disminuyen su nivel religioso y
aumentan su nivel teológico o de
sabiduría.

6.- Únicamente un ser superior con
una consciencia infinita pudo hacer el gran diseño (como
lo menciona Stephen Hawking) del Bing Bang. Y por qué no,
generar un multiverso como lo propone Roger Penrose o bien en
otra concepción como lo intuye la Teoría M o
Teoría U, propuesta por Chris Hull, Paul Townsend, Ashoke
Sen, Michael Duff y John H. Schwarz, basándose en la
teoría de las supercuerdas. Esta creación y su
evolución tiene la suficiente complicación para
mantenernos ocupados para entender todos los vericuetos de a
donde llegaremos tratando de entender su plan original, que por
ser plan no necesariamente tiene definido su cumplimiento
determinista.

7.- Los tres componentes del plan o El Gran
Diseño son la principal muestra de la capacidad del
Supremo.

a.- El crear un universo como lo maneja el
astrofísico Bernard Haisch en su Teoría de Dios, es
la consciencia la que crea la materia, y no al contrario. De
hecho, los nuevos descubrimientos de la Física apuntan a
la existencia de un mar de fondo de luz cuántica sobre el
que se levanta todo el universo, es ese mar de fondo la
residencia y localización de la consciencia.

b.- Como se mencionó en la
conclusión 4, para que su plan funcione, se requiere su
supervisión, y para poder supervisar debió perder
su calidad de Supremo. Entonces en esta condición pierde
sus acotamientos y forma parte desde las partículas
elementales hasta su consciencia infinita de ser Supremo, esto se
da aplicando el principio de sustracción, es decir la
creación de lo real, de lo manifiesto, de lo que podemos
ver y sentir, supone sustraer del potencial infinito, como
analogía manejada por Russell y Haisch, la luz que es
blanca representa al Supremo, pero sustrayendo ciertos colores o
sea filtrándola podemos ver los otros colores de que
está compuesta, si interponemos en una fuente de luz una
diapositiva a colores entonces veremos las imágenes como
una sustracción del Supremo, y aun podemos hacer que las
imágenes se muevan si se trata de una película
interpuesta a la fuente de luz, como si fueran las creaciones
materiales, biológicas o seres humanos, salidos y como una
parte del Supremo, al que no podemos ver por ser un ser
únicamente formado de energía lumínica
.

c.- La creación de las leyes
fundamentales, las cuales no pueden ser violadas ni por la parte
del Supremo incluida en este universo conocido, es la clave para
que este universo funcione y pueda evolucionar en todos y cada
uno de sus componentes, desde las partículas elementales
hasta los grados de conciencia de los seres más elevados
biológicamente. Mencionamos algunas de las que la
humanidad ha podido determinar, ¿cuantas nos
faltaran?:

Constantes universales

Impedancia característica en el
vacío Permitividad en el vacío Permeabilidad
magnética en el vacío Constante de
gravitación universal Constante de Planck

Constante reducida de Planck

Velocidad de la luz en el
vacío

Constantes electromagnéticas
Magnetón de Bohr Magnetón nuclear Resistencia
cuántica Constante de von Klitzing

Constantes atómicas y
nucleares

Radio de Bohr

Constante de acoplamiento de
Fermi

Constante de estructura fina Energía
de Hartree Circulacion del Quantum Constante de Rydberg
Sección eficaz de Thomson Ángulo de
Weinberg

Constantes físico-químicas
Unidad de masa atómica Número de Avogadro Constante
de Boltzmann Constante de Faraday

Primera constante de
radiación

Número de Loschmidt

Constante universal de los gases
ideales

Constante molar de Planck Volumen molar de
un gas ideal Constante de Sackur-Tetrode Constante de
Stefan-Boltzmann Segunda constante de radiación

Constante de la ley de desplazamiento de
Wien

Valor convencional de la constante de
Josephson

8.-Hasta ahora este Big Bang es exclusivo
de nuestro universo conocido. Cuando se conozca más de la
Teoría M o Teoría U como también es conocida
y se tenga en claro los Multiversos que está madurando
Penrose, se podrá saber si se generaron en esta
explosión primordial o son otros universos creados con
otras leyes fundamentales.

9.- La Fig. 1 que es una imagen de la NASA
que encabeza el escrito trata de representar la historia del
universo conocido hasta la fecha.

10.- Resultados.

d.-La materia no viva, ya sean compuestos
orgánicos o inorgánicos, van desde las
partículas elementales hasta los virus, que requieren de
un ser biológico vivo para poder manifestarse. Su
consciencia es limitada ya que pueden: formar moléculas,
cristales, comportarse como onda y a la vez como
partícula, pueden cambiar de espín, buscar un ser
vivo e inocularlo para reproducirse, modificar su estructura
molecular, magnetizarse, cargarse o descargarse
eléctricamente, unirse y formar otro elemento, sin embargo
no pueden reproducirse, no tienen alma o
espíritu.

e.- Los seres biológicos o seres
vivos ya bien sean del reino vegetal o animal, van desde los
unicelulares hasta los mamíferos, su consciencia no esta
tan limitada como la materia no viva, ya que están muy
organizados y pueden: intercambiar materia y energía,
pueden buscar alimento, saben pelear y defenderse, reproducirse,
iniciar una guerra, transmitir información abstracta,
enterrar y llorar a sus muertos, adueñarse de un
territorio, transmitir conocimientos a sus hijos, aprender de
otros seres vivos, su conciencia está no tan limitada, ya
que son conscientes de su vida únicamente en su planeta,
donde residen, no tienen consciencia del universo
conocido.

f.- Los seres humanos creados a imagen y
semejanza del Supremo, tienen el potencial de igualar su
consciencia, con su capacidad de evolucionar dada por las leyes
fundamentales, pueden crecer hasta llegar a formar parte
fundamental del Supremo igualando su consciencia
infinita.

g y h.- Max Planck, Albert Einstein,
Walther Nernst y otros físicos a principios del siglo XX,
estudiaron la teoría del campo electromagnético del
punto cero, esta teoría dice que las ondas
electromagnéticas de cualquier frecuencia, desde las bajas
hasta las altas pasando por las visibles al ojo humano, que al
final de cuentas no son más que luz (Supremo), y como lo
explica Heisenberg en su principio de incertidumbre, que dice que
ningún objeto cuántico puede llegar a quedar en
reposo completo, todo objeto microscópico tendrá un
movimiento aleatorio debido a las fluctuaciones cuánticas.
Entonces siempre existirá una débil
vibración electromagnética, pero si sumamos todas
estas fluctuaciones incesantes, obtenemos un mar de fondo de luz
cuya energía total es enorme. Se dice campo cero porque a
pesar de que la extensión de su energía es inmensa,
su nivel energético es el más bajo posible, por eso
no lo podemos detectar, esta energía está formada
por la consciencia universal, que a su vez es la suma de la
consciencia del Supremo, los seres humanos, los seres
biológicos, y la materia no viva. Es decir en el campo
electromagnético del punto cero esta almacenada la
consciencia.

i.- Desde este almacén, que por su
propia definición está localizado en todo el
espacio-tiempo del universo conocido, salen los lineamientos para
la evolución y crecimiento desde cada partícula
elemental hasta los agujeros negros. Pasando por supuesto, por
cada partícula de materia no viva y cada uno de los seres
humanos (hasta ahora conocidos como lo más semejante al
Supremo) de este planeta. En otras palabras, en este
almacén está concentrada toda la información
que se va generando, –siguiendo las leyes fundamentales e
inviolables– por cada componente de este universo desde las
partículas elementales hasta los seres más elevados
y sabios, integrándose a la proporcionada por el Supremo
cuando se escindió para manidestarse. Dicha
información una vez archivada no puede ser destruida o
borrada ni con los efectos de un agujero negro, como lo
reconoció Hawkin. Aquí radica la inmortalidad del
universo conocido.

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Figura 2

Representación gráfica del
Supremo, algunos seres pensantes lo han imaginado como dos
símbolos matemáticos del infinito
entrelazados.

ALGUNOS PASAJES
INTERESANTES DE LA LITERATURA INVOLUCRADA

I El Último Teorema de Clarke y Pohl
(Novela)

CAPÍTULO XV

Presentación de uno (o
más) de los grandes de la galaxia

Lo primero que necesitamos dilucidar de aquel grande de
la galaxia es si era o no varón, o de hecho, persona, y si
era, en el fondo, un grande de la galaxia en lugar de una simple
fracción de tal ser.

Comoquiera que ninguna de estas preguntas puede
contestarse de forma sencilla, será mejor que hagamos caso
omiso de los hechos y nos conformemos con respuestas que no nos
planteen problema alguno, si no es el de que son erróneas
de medio a medio. En primer lugar, diremos que se trata de veras
de una persona, a pesar de ser también parte de aquella
«persona» de entidad mayor que conformaba la
combinación de todos sus congéneres.

De éstos los había en todas partes, desde
los confines, en constante aceleración, de la galaxia
hasta su centro, relativamente inmóvil, y en todo lugar
intermedio imaginable.

¿Cuántos? Ésta es también
una pregunta sin sentido. Había muchos, muchísimos;
pero puestos a pensar, su multitud también
era unicidad, por cuanto, con sólo decidirlo, cada uno de
ellos quedaba fundido con cualquiera de los demás o con
todos. Tal como habrá podido observar el lector, hemos
asignado, de manera arbitraria, un género gramatical, el
masculino, a estos seres. Sin embargo, no por ello debe asumir
que practicaban suerte alguna de acto sexual tal como podemos
entenderlos los humanos, pues no es así; es sólo
que tal solución nos evita prolongar de manera indefinida
el «ello o él o ella o ellos». Así que
cortemos sin consideración este nudo gordiano
asignándole el pronombre
«él».

Y ya que nos hemos tomado tamaña libertad,
permitámonos ir aún más allá y
asignémosle también, a «él», un
nombre. Vamos a llamarlo, por tanto, Bill. No Bill,
puesto que ya son demasiadas las confianzas y, al menos, es de
recibo que lo reconozcamos mediante el uso de la
cursiva.

* * *

Aclarado esto, ¿qué más puede
resultar útil que conozcamos acerca de los grandes de la
galaxia por el momento? ¿Puede serlo, por ejemplo, saber
qué tamaño tienen, o cuando menos,
dado que una de sus agrupaciones puede estar a miles, o miles de
millones, de años luz de otra, cómo
miden la distancia?

Pongamos que va a ser de utilidad, aunque hemos de tener
en cuenta que, al igual que ocurre con el resto de preguntas que
podemos formular acerca de los grandes de la galaxia, la
respuesta está llamada a ser difícil. Y así,
hay que empezar diciendo que a estos seres no les gusta el
género de unidades de medida arbitrarias de que se sirven
los humanos. Éstas se fundan siempre en algún valor
propio de la especie, como puede ser la distancia que media entre
la punta de uno de los dedos de un hombre hasta su axila o
cierta fracción de la que va de un polo del planeta
que aciertan a ocupar a su ecuador. Las medidas de los grandes de
la galaxia se conforman siempre con la escala de Planck, que
resulta, de hecho, bastante diminuta. En ella, la unidad es de
1,616 x 10-35 metros. Para hacerse
una idea de lo que tal cosa significa, baste recordar que resulta
imposible medir nada que sea más pequeño.
¿Por qué? Por la sencilla razón de que no
puede determinarse la dimensión de algo que no se ve, y no
puede verse nada sin que medien esas partículas portadoras
de luz que llamamos fotones. Y cualquier fotón lo bastante
potente para iluminar una unidad de la escala Planck lo
sería en un extremo tal (y poseería, en
consecuencia, una masa tal) que se convertiría de
inmediato en un agujero negro. La palabra imposible se
toma a menudo como un desafío; pero en esta ocasión
no es más que un hecho.

En consecuencia, para medir una realidad tridimensional
cualquiera, sea la circunferencia de un electrón o el
diámetro del mismísimo universo, los grandes de la
galaxia sólo tienen que contar el número de
longitudes de Planck que existen del punto A al punto
B. Tal cosa es, de manera invariable, un número
elevado, si bien a ellos no les importa, pues bien mirado, ellos
mismos son números bastante
elevados……………………………………….

PRIMER EPÍLOGO

La dilatadísima existencia de
Ranjit Subramanian

Aquí termina nuestra historia de Ranjit
Subramanian, aunque eso no quiere decir que no viviera (de
un modo u otro) muchísimo tiempo; primero, de forma
convencional, y después, archivado en una máquina.
Aún es más, en aquella «vida» que
conoció después de morir, convertido en una
colección de patrones electrónicos, le ocurrieron
muchas cosas fascinantes y curiosas. De la mayoría de
ellas, sin embargo, no vamos a ocuparnos aquí, no porque
no sean de interés, sino por ser muchas, y tenemos otras
más importantes que hacer que narrar cuanto sucedió
a la porción incorpórea del Ranjit orgánico
original que quedó almacenada al objeto de seguir viviendo
durante un número dilatado de años.

Pero hay algo en lo que cabe detenerse. Tuvo lugar mucho
después de lo referido, una vez que Ranjit, aun en forma
de ser archivado, hubo completado buena parte de las actividades
turísticas que siempre había querido hacer (lo que
suponía explorar casi toda la superficie de Marte y su
interesantísima red de cuevas, así como la mayor
parte de los demás planetas y los satélites de
mayor relieve del sistema solar y cierto número de los
objetos de más entidad de la nebulosa de Oort). Myra se
hallaba de viaje, porque siempre había querido ver de
cerca un agujero negro, y él había decidido pasar
los pocos miles de años que iba a estar ausente ella
abandonándose en la ladera de una montaña virtual
de lana de vidrio (para relajarse, nada mejor que rumiar el
teorema de N es igual a NP, que llevaba ya
entreteniéndolo un buen número de décadas,
aunque aún no había vislumbrado siquiera el final).
Comoquiera que había creado la elevación que lo
rodeaba al objeto de estar solo, no pudo evitar sorprenderse al
ver a alguien que la subía con esfuerzo hacia el lugar que
ocupaba él.

El intruso poseía, además, un aspecto muy
extraño. Tenía los ojos minúsculos y la
estructura ósea del rostro muy marcada, y medía por
lo menos tres metros. Al llegar al afloramiento en que aguardaba
Ranjit, se dejó caer en una tumbona (que no había
existido hasta aquel momento), hizo un par de inspiraciones
hondas hasta la exageración y apuntó:

—Veamos: «¡Menuda
cuesta!, ¿eh?». ¿No es lo que debería
decir?

Ranjit, a quien habían molestado ya muchos
desconocidos en los últimos milenios, se ahorró
toda fórmula de cortesía, y sin responder a la
pregunta, se limitó a hacer la siguiente de su
parte:

—¿Quién es usted y
qué desea?

El recién llegado se mostró
sorprendido y contento a partes iguales.

—Ya veo que es usted de los que van directos al
grano. Estupendo. En tal caso, supongo que debo decir: «Me
llamo…».

Con todo, en lugar de pronunciar nombre alguno,
emitió una sucesión de sonidos inarticulados, a la
que añadió:

—Pero puede llamarme, sin más,
Estudiante, ya que lo que me trae aquí es la
observación de los procesos que gobiernan su pensamiento y
cualquier otra particularidad de éste.

Ranjit consideró la idea de expulsar a aquel
intruso del entorno privado que con tanto celo había
creado para sí, aunque lo cierto es que había algo
en él que le resultaba divertido.

—Está bien. De acuerdo, estúdieme
cuanto quiera. ¿Y para qué quiere hacer algo
así? El extraño infló los
carrillos.

—¿Cómo podría
explicárselo? —se preguntó—. Digamos
que se trata de conmemorar el regreso de los grandes de la
galaxia.

—¿Quiere decir que, al final,
han vuelto?

—¡Por supuesto que sí! Después
de… déjeme ver… según sus
cómputos, unos trece mil años; lo que no es mucho
tiempo para ellos, aunque sí lo bastante para que se hayan
producido cambios de relevancia en la fisonomía de los
seres humanos como yo. Bueno, claro, y como usted
—añadió con gentileza—. Por lo tanto,
hemos proyectado reconstruir todos aquellos acontecimientos, y
como usted desempeñó una modesta función en
algunos de ellos, yo he elegido recrearlo a usted.

—¿Me está diciendo que van a hacer
algo así como una película de aquello, y que usted
va a representar mi papel?

—Mmm… Exactamente no es una
película; pero sí: yo voy a
«representar» su papel.

—Ajá… Últimamente no he
prestado demasiada atención a la realidad. ¡Ni
siquiera sabía que hubiesen regresado los grandes de la
galaxia!

El extraño pareció
maravillarse.

—Pues ¡claro que han vuelo! Habían
dicho a los eneápodos y a los unoimedios que se
ausentarían durante un tiempo no muy prolongado. Y aunque
trece mil años no es mucho para ellos, nosotros no podemos
decir lo mismo. Al parecer, los ha sorprendido ver la rapidez con
la que hemos evolucionado. Jamás habían dejado que
una especie racional evolucionara a su propio ritmo, pues
tenían la costumbre de frenar el proceso en todas las que
descubrían. Sin embargo, no creo que les haya importado
verse exonerados de semejante carga. —Dicho esto,
ensayó diversos movimientos con los labios antes de
solicitar a su interlocutor—: ¿Le importa volver a
decir ajá para que lo practique?

—Ajá —respondió él, no
tanto por satisfacer su petición como por ser incapaz de
contestar de otro modo a lo que acababa de oír—.
¿Qué quiere decir con lo de «verse exonerados
de semejante carga»?

—Me refiero a la responsabilidad de dirigirlo todo
—aclaró el desconocido mientras estudiaba el
semblante de Ranjit y trataba de reproducirlo—. No es que
lo que hacían no fuese positivo las más de las
veces; pero se equivocaban al querer detener el desarrollo de
tantas especies interesantes. Y aunque, en general, acertaban con
los aspectos técnicos, hay que reconocer que lo que
hicieron con la constante cosmológica resulta, simple y
llanamente, vergonzoso.

Ranjit se incorporó.

—Y si los grandes de la galaxia han dejado de
dirigir las cosas, ¿no debería haber alguien al
mando en su lugar?

—Por supuesto —respondió
el extraño con impaciencia—. Pensaba que ya
sabría que somos nosotros.

II Cerebro y Trascendencia de Ramón María
Nogués

VI

LAS DIMENSIONES HONDAS: SIEMPRE MAS
ALLA

EN EL ESTUDIO DE LA VIDA -y, en particular, en la
medicina– dicen que la normalidad del funcionamiento puede ser
percibida perfectamente en la anormalidad o en la
excepción. Es decir, que ciertos aspectos centrales de la
realidad se detectan mejor cuando la claridad de la normalidad
está en crisis, una situación que se produce
frecuentemente en las situaciones límite, en los ambientes
extremos. Vivimos la trascendencia en las condiciones habituales
del funcionamiento de la mente, pero su perfil se distingue
más claramente en las manifestaciones más
explícitas, cuando la trascendencia adquiere unos
contornos casi excesivos y la persona se siente como fascinada
por una «realidad más allá de la
realidad», por un enfrentamiento con una perspectiva
inalcanzable, por una inacabable serie de invitaciones a
profundizar, a ampliar o a diseccionar cualquier horizonte que
pueda plantearse. Se atribuye a Paul Anderson aquella
lúcida observación: «Nunca he visto
ningún problema, por complicado que fuera, que al mirado
del modo correcto no resultara todavía más
complicado que fuera, que al mirarlo del modo correcto no
resultara todavía más complicado.« Esta
ocurrencia de Anderson no presagia nada bueno con relación
al éxito que puedan tener las impresionantes zambullidas o
acometimientos en la inmensidad o en la profundidad de
existir.

Este mal augurio no priva, sin embargo, a muchos y bien
cualificados humanos de dejarse fascinar hacia las proximidades
de la trascendencia.

Nos encontramos ante la gran cuestión de la
búsqueda de la verdad, un problema que pertenece a la
teoría del conocimiento. Sin embargo, el primer
inconveniente se plantea en torno a lo que es la verdad. En el
campo de la trascendencia, tal y como es considerada en este
escrito, uno puede preguntarse por la verdad de la novena
sinfonía de Beethoven o por la verdad de una exigencia
ética. Es necesario admitir que existen muchas
«verdades» vigentes y no siempre es fácil
armonizadas. En segundo lugar, nuestra limitación tanto en
la indagación de la realidad como en la expresión
de lo que creemos haber descubierto, implica que cualquier
propuesta sea limitada y parcial. Un motivo más para
respetar diversas formas de búsqueda y formulación,
pero tratando rigurosamente de coordinarlas y de no amontonarlas
con una simple yuxtaposición acrítica. Esto plantea
el esfuerzo de compatibilizar de modo intercrítico las
afirmaciones que, sobre la realidad, pueden llevar a cabo la
filosofía, la ciencia, las propuestas psicológicas
y espirituales, las expresiones estéticas o las
religiosas. El trabajo intercrítico es muy importante y
exige paciencia, interdisciplinariedad y un equilibrio emocional
y psicológico en general.

Los estudios sobre el cerebro y las formas de
percepción indican que un cerebro-mente sano necesita una
representación global de la realidad creada al armonizar
representaciones particulares. Los distintos tipos de agnosias
-deficiencias cognitivas- responden a la situación en la
que el cerebro es capaz de captar y describir bien
una parte de la realidad, pero ha perdido la capacidad de
comprender cómo esta parte queda integrada en un conjunto
perceptivo. Las agnosias son rupturas de la unidad del mundo
consciente, y acarrean la incapacidad de captar la coherencia
conjunta de lo que se percibe. Al extrapolar esta
situación al conocimiento en general, puede decirse que
toda forma de conocimiento que excluya sistemáticamente
otras formas por defecto (por ejemplo, un cientificismo que
excluyese la subjetividad o la reflexión
filosófica) corre el riesgo de promover una
situación de agnosia en cuanto a la totalidad de la
realidad. De nuevo se reivindica la globalidad del conocimiento,
y esto requiere armonizar rigurosamente las distintas formas
serias de conocer. Debe evitarse tanto un relativismo ingenuo y
simplista que lo da todo por bueno como una actitud de
exclusivismo que pretende monopolizar las formas del
conocimiento. El filósofo marxista serbio Slavoj Ziiek,
por ejemplo, reivindica la ontología como apoyo de la
ciencia, al responder, cuando se le pregunta si la
filosofía puede ayudar a los científicos (ELSE
2OIO: 29):

En las últimas décadas, al menos en las
humanidades, las grandes cuestiones ontológicas
-¿qué es la realidad?, ¿cuál es la
naturaleza del universo?- han sido consideradas demasiado
ingenuas. Era un sinsentido preguntarse por la verdad objetiva.
Esta prohibición de cuestionarse las grandes preguntas
explica, en parte, la explosión de los libros de
divulgación científica. Uno lee libros de Stephen
Hawkings como método para plantearse estas preguntas
metafísicas fundamentales […] Nosotros, los
filósofos, deberíamos unimos a los
científicos y preguntamos por esas grandes cuestiones
metafísicas sobre la física cuántica y la
realidad

Siempre dentro de la limitación que presenta
cualquier intento de sistematizar la realidad, creo que es
proporcionadamente acertado intentar concretar las dimensiones
privilegiadas en las cuales la trascendencia se desdobla en
cuatro grandes direcciones que ya he expuesto en otra
publicación (Nogués 2008: 79-103): el
Todo, el Adentro, el Arriba y el Otro. EL TODO

El Todo representa la mayor fascinación de la
trascendencia. Nuestro conocimiento es, evidentemente, una
actividad limitada sobre un aspecto limitado de la realidad. El
desbordamiento natural al que está abocada nuestra
capacidad de conocer el mundo implica indagar en la totalidad que
intuimos y hacia la cual orientamos nuestra pasión
investigadora, más potente que nuestra capacidad de
percibir con exactitud la profundidad del mundo en que
vivimos.

Epistemológicamente, el conocimiento siempre es
un producto parcial producido entre un sujeto limitado, una
realidad que nos sobrepasa, unos medios de percepción
mediatizados por los sentidos y una capacidad de procesamiento
determinada por las posibilidades cerebrales, también
limitadas bajo este aspecto. No tenemos, pues, disponibilidad
para percibir la universalidad del mundo real. En estas
condiciones, es frecuente que el sujeto sea catapultado por la
vía intuitiva hacia la búsqueda de la totalidad. En
esta dirección, han trabajado y trabajan las corrientes
más destacadas de las tradiciones espirituales más
eminentes de todas las épocas. Desde la antigüedad,
esta inquietud fue asumida por las tradiciones de religiosidad,
de sabiduría y de filosofía que se han prolongado
en la historia, y se ha ido confrontando con las contribuciones
que las formas más experimentales de conocimiento han
aportado, de modo que el campo del conocimiento ha ido
experimentando reajustes constantes, aunque sin que esa inquietud
por el Todo se viera mermada. La metafísica, la
religión, la sabiduría, la filosofía y la
ciencia continúan participando en el debate que intenta
precisar qué es este Todo que evidentemente existe y del
cual, también evidentemente, formamos parte.

Desde el mundo antiguo ya disponemos de espectaculares
intentos de síntesis para precisar la formulación
de un Todo en el que pueda orientarse la existencia humana,
permanentemente desenfocada -según parece- y
en pos de un punto focal que pueda atenuar la ansiedad de vivir.
Los atomistas griegos -Leucipo y Demócrito,
principalmente- proponían una teoría del Todo en
cierto sentido homologable a la teoría atómica
moderna, aunque formulada solo desde la intuición
filosófica según la cual todo está
constituido por átomos que se mueven en un espacio
vacío y que crean apariciones y desapariciones que forman
temporalmente a los seres.

En otra zona de la cultura mundial, el mundo
hindú, aparece una filosofía del Todo basada en una
evidencia subjetiva -la de los sabios- que determina que solo
existe una realidad, un todo absoluto y trascendente (Brahman).
Todo lo demás son emanaciones engañosas: tal y como
propugna el Vedanta, el mundo es una ilusión. La
versión tántrica de las tradiciones hindúes
disminuye en cierto modo esta calificación de
ilusión e, incluso habiendo aceptado el placer y la
satisfacción, insisten en la no afección. En estas
formulaciones del Todo se parte de la evidencia personal de
grandes personajes, y desde dicha evidencia se califica la
realidad, una senda opuesta a la que seguirá la ciencia
moderna occidental, que parte de la realidad para orientarse
hacia la realidad o el misterio que podemos intuir. No es
necesario decir que en la cultura occidental esta primera
referencia a la realidad para elevarse hacia otras
consideraciones, pero confiando en el primer contacto con ella,
nos resulta más familiar.

En la tradición judía el Todo aparece con
las características trascendentes e inefables, pero dotado
de pinceladas de tipo personalista. Esta tradición
señala el carácter inefable del Todo,
asignándole simplemente un nombre simbólico -un
tetragrama que se concreta en una afirmación del ser,
Yahvé- que la tradición occidental
identificará llamándolo Theos, Zeus, Deus,
Dios…, en las lenguas indoeuropeas. Obviamente, en la
tradición judía de origen mosaico, el Todo posee
una característica específica mente religiosa que
ha acompañado toda la cultura occidental.

En el Extremo Oriente, la cultura china, hace unos dos
mil quinientos años, ya través de Confucio, da
origen a una teoría del Todo que en cierto modo puede
identificarse con la armonía universal. El universo, la
sociedad, el imperio, el rito y la virtud moral tienen que
responder a esta armonía. No se trata de una estructura
externa a la que uno deba someterse, sino de una sintonía
con la totalidad que conecta la cosmología, la sociedad,
la historia, la moral, etc., y las orienta hacia el Tao o el
camino que la persona debe emprender para mantener la
conexión correcta con el Todo.

El Todo presenta siempre una tesitura que engloba tanto
a la totalidad, desde un punto de vista que llamaríamos
científico, como a la óptica filosófica y a
la religiosa, separando aquí el término religiosa
de sus determinaciones confesionales. En consecuencia, las
consideraciones sobre el Todo deambulan, según las
épocas y las situaciones culturales, entre estos conceptos
de referencia. Cada autor se define a sí mismo al situarse
en un punto de observación que lo orienta en su
visión del Todo. En la cultura occidental, por ejemplo,
con la modernidad, el pensamiento cultural se distancia de las
formulaciones religiosas concretas pero mantiene una clara
conexión entre la visión naturalista dada por la
ciencia experimental y la visión de una trascendencia
hacia el Todo, hablando de Dios, aunque desde fuera de la
confesionalidad concreta. Este es el caso de Spinoza. Llama Dios
al Todo, aunque el sentido de la palabra Dios es distinto al
sentido que le otorga la tradición judía -que era
la suya- y la tradición cristiana, con las que convive
cultural mente. Dios es el ser al que se refiere toda
afirmación, es decir, toda esencia realmente existente, es
indefinido y perfecto, posee una infinidad de atributos, todos
los que corresponden a esencias reales, y cada atributo es
infinito en su género. Dichas consideraciones conducen a
Spinoza a su conocida expresión: Deus sive Natura. El
conocimiento de Dios es directo y puede demostrarse a priori. Se
identifica con el ser y con la naturaleza en el sentido del
conjunto de todo lo que existe. Nos encontramos, pues, ante un
deísmo-panteísmo alejado del personalismo del Dios
cristiano, pero ya orientado hacia el Dios que estará
presente en la modernidad, sin determinaciones
confesionales, sino como teoría del Todo, a pesar de
que la palabra Dios aparezca de vez en cuando como invitado
circunstancial al debate. Estas variaciones de los puntos de
vista no deberían ser observadas, como a menudo sucede,
como simples «desviaciones» de una doctrina que ya lo
precisaba todo adecuadamente, sino como ejemplo de aventuras
intelectuales, hermenéuticas y de análisis de la
trascendencia que continúan llenas de
interés.

Esta visión de Dios no está ausente en el
mundo occidental científico moderno. Einstein, por
ejemplo, mantendrá un sustancioso vaivén sobre el
asunto de la trascendencia, a la que él llama misterio. Su
frase célebre: «La ciencia sin religión
está coja, y la religión sin ciencia está
ciega» (FEUER 1974: 66), no debe llevar a pensar que el
gran matemático fuera religioso en un sentido cristiano.
Tal y como él mismo explica, estaba fascinado por el
panteísmo de Spinoza -ambos judíos– (JAMMER 1999:
48):

No soy ateo, y no creo que pueda llamarme
panteísta. Estamos en la posición de un niño
que entra en una gran biblioteca llena de libros en muchas
lenguas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos
libros. Pero no sabe cómo. No entiende las lenguas en que
están escritos. El niño tiene la leve sospecha de
que hay un orden misterioso en la ordenación de los
libros, pero no sabe cuál es. Esa es, creo, la actitud
más inteligente del hombre hacia Dios. Vemos el universo
maravillosamente ordenado y obedecemos ciertas leyes, pero solo
comprendemos levemente esas leyes. Nuestras mentes limitadas
captan la misteriosa fuerza que mueve las constelaciones. Estoy
fascinado por el panteísmo de Spinoza, pero admiro
aún más su contribución al pensamiento
moderno, porque es el primer filósofo que trata el alma y
el cuerpo como unidad y no como dos cosas separadas.

Aunque en 1954, en una carta a Eric Gutking, diga que la
palabra de Dios no es más que la expresión y el
producto de la debilidad humana», en esta frase existe una
infravaloración de la Biblia -leída de manera
literal y no simbólicamente por culpa del c1ero- pero no
de la religión, parecido a lo que Darwin manifestó
acerca del respeto que le merecía la Biblia
-también al pie de la letra, tal como era leída en
sus tiempos, con lo que no resultaba ser mínimamente
creíble-, lo que no implica la negación de la
trascendencia. Darwin acaba definiéndose como
agnóstico, y Einstein, fascinado por Spinoza, pero ninguno
de los dos negó la trascendencia.

La «fe» de Einstein en lo trascendente es
expresada claramente en textos como el siguiente (JAMMER
1999: 93):

Una persona que está religiosamente iluminada
creo que es alguien que se ha liberado, hasta donde lo
permitía su capacidad, a sí mismo de los grilletes
de sus deseos egoístas y se preocupa de los pensamientos.
los sentimientos y las aspiraciones a los que se aferra por su
valores suprapersonales [ ..]; lo importante es la fuerza de esta
dimensión suprapersonal [ ..] sin que tenga demasiada
importancia el modo de conectar esta dimensión con un ser
divino.

O en este otro (JAMMER 1999: 92-93):

La investigación científica se basa en el
convencimiento de que todos los acontecimientos, incluso las
acciones humanas, están determinados por las leyes de la
naturaleza. Por lo tanto, un científico investigador
difícilmente se inclinará a pensar que los
acontecimientos pueden estar influenciados por la oración,
es decir, por los deseos dirigidos a un ser sobrenatural. Sin
embargo, tenemos que admitir que nuestro conocimiento actual de
estas leyes es solo una pieza incompleta del trabajo
(unvollkommenes Stückwerk), por lo que, en última
instancia, la creencia en la existencia de unas leyes
fundamentales omnímodas también es una especie de
fe. De todos modos, esta fe ha sido justificada en gran medida
por el éxito de la ciencia, Por otro lado, sin
embargo, cualquiera que esté seriamente comprometido
con el progreso científico llega a convencerse de que las
leyes de la naturaleza manifiestan la existencia de un
espíritu muy superior al de los hombres, y frente a estos
modestos poderes debemos ser humildes. El trabajo de la ciencia
conduce, por tanto, a un sentimiento religioso de una clase
especial, que difiere esencialmente de la religiosidad de las
personas más ingenuas.

Más próximo a nosotros, en el
ámbito científico la trascendencia se ha expresado
en la investigación de una teoría del Todo
formulada matemáticamente y a la que finalmente se le
atribuiría un carácter
«divino». Dicha teoría
respondería a las últimas perspectivas que puede
plantearse la filosofía y cada uno de nosotros. John D.
Barrow ha dedicado un libro al asunto (1994), y Stephen W.
Hawking, unas frases muy célebres al final de un libro
recopilatorio de sus teorías (2007: 138-139):

Podemos preguntar acerca de la naturaleza de Dios
incluso si hay solo una teoría unificada posible, es
decir, tan solo un conjunto de reglas o ecuaciones.
¿Qué es lo que da aliento a las ecuaciones y crea
un universo para que ellas lo describan? La aproximación
usual en la ciencia, consistente en construir un modelo
matemático, no puede responder a la pregunta de por
qué debería haber un universo para que el modelo lo
describa. ¿Por qué el universo va a tomarse la
molestia de existir? ¿Es tan imperiosa la teoría
unificada que conlleva su propia existencia? ¿O necesita
un creador, y, si es así, tiene Él algún
efecto en el universo aparte de ser responsable de su existencia?
¿Y quién lo creó?

Partes: 1, 2

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