Prefacio
Tengo el gusto de escribir algunas palabras
y reflexiones en torno al libro Pobreza y Libertad
Económica.
Para empezar, me agrada constatar que este libro
transpira la teoría de los pensadores austriacos en todos
los temas. No es algo común pues la mayoría toma
como marco teórico el pensamiento marxista y el
keynesiano. Este texto rompe con esa tradición. La pobreza
no se conceptualiza, como dicen los marxistas, como el resultado
de la lucha de clases donde los ricos son ricos porque explotan a
los pobres; concepto por demás errado, lo que ha quedado
demostrado fehacientemente con múltiples experiencias en
el mundo. Aquí, los autores, con datos en la mano,
demuestran que la pobreza es un fenómeno que se deriva de
la falta de libertad económica, de las regulaciones
gubernamentales que impiden el intercambio libre y voluntario y
de malas políticas monetarias del Estado, entre otros
factores.
Puede ser discutible la forma en que se mide la libertad
económica, pues cada investigador es capaz de construir su
propio termómetro y su propia escala, pero sea cual fuere
la metodología y las variables que se consideren, siempre
es posible encontrar una relación negativa entre libertad
económica y pobreza: a mayor libertad económica le
corresponde menor pobreza. Las experiencias mundiales e
históricas dan ejemplos valiosos de este descubrimiento ya
expresado por Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek y otros
austriacos. La grandeza de los Estados Unidos de América
se logró en un período de casi un siglo completo de
libertad económica. En efecto, durante los años
finales del siglo XVIII y XIX prácticamente no
había regulaciones, ni impuestos, ni se necesitaba
pasaporte o visa para llegar a la tierra de la libertad, ni se
requerían permisos para fundar negocios. En cuanto el
Estado empezó a intervenir, la economía
comenzó también a deteriorarse hasta llegar a
grandes crisis, como la de 1929, que hoy repite su historia en
pleno 2009. Hong Kong puede considerarse el gran laboratorio del
mercado libre, la presencia del Estado es tan tenue
que los ciudadanos de ese lugar difícilmente saben
quién es el gobernador. Chile, en América Latina
fue otro ejemplo de lo que sucede cuando se da libertad
económica a los ciudadanos, su producto interno se
elevó como nunca. Por la parte contraria tenemos la China
de Mao (1949-1976) donde sólo el gobierno podía
decidir qué, cuánto y dónde producir y a
quien distribuir. Todas las libertades económicas de los
ciudadanos chinos fueron abolidas, lo que resultó en
grandes hambrunas donde millones de chinos murieron. Está
también el caso de la Cuba de Fidel Castro que
sumió a su país en una tierra sin esperanza donde
la gente prefería arriesgarse a cruzar el mar, aún
a costa de perder la vida. En Europa, todo el Bloque del Este
terminó sucumbiendo, pues los grandes planes del Estado
eran incapaces de satisfacer las necesidades de sus habitantes.
Finalmente, otro gran ejemplo que debe servirnos para no caer
nuevamente en el error es el patético, triste e
inadmisible caso de Corea del Norte, donde toda la
población está sujeta a las decisiones del dictador
Kim Yong Il, hijo del primer dictador y Padre de la Patria, quien
heredó el pueblo y sus habitantes a su hijo, como si se
tratara de su hacienda y sus esclavos. Hoy mismo, este
país sufre de hambrunas que sólo la ayuda
internacional puede mitigar.
Nunca se ha visto una nación en la que coexistan
libertad económica y la pobreza; tampoco se ha visto un
país con planificación central y prosperidad. Dicho
de otra manera, países que persiguen el socialismo
(ausencia de libertad económica), necesariamente terminan
en la pobreza; en tanto que aquellos que se atreven a abrazar a
la economía de mercado (libertad económica), no
pueden terminar pobres. Esta es una ley que en este libro se
constata con datos fehacientes.
La medición de la libertad económica se
hace en razón de casi 50 variables, aunque creo que
algunas son redundantes y bastarían unas diez o quince
solamente. Me parece importante el hecho de que se manifiesta una
metodología lo suficientemente simple, como para que
cualquier estudioso pueda realizar una medición de
libertad económica en un país, región o
municipio; la cual debería servir no
sólo para explicar por qué es pobre una localidad,
sino para determinar las políticas públicas que se
deben aplicar, si es que se desea lograr un estado de prosperidad
para los ciudadanos.
Para terminar, espero que la lectura de este libro sirva
como inspiración y estímulo para todos los hombres
y mujeres sinceramente preocupados por buscar un futuro
mejor.
Dr. Jesús Huerta de
Soto
Catedrático en la Universidad Rey
Juan Carlos (Madrid, España)
2009
Prólogo
Este libro presenta un importante estudio acerca de las
causas de la pobreza, un tema de gran importancia para todos los
países, ya que dicha situación constituye un factor
generador de enorme e innecesario sufrimiento que se manifiesta
en enfermedades y carencias que pueden y deben ser
superadas.
Un primer paso para corregir la pobreza consiste en
comprender las causas que la generan para concebir
posteriormente, las soluciones que permitan el acceso a la
riqueza y al bienestar para todos.
Podemos confirmar la relevancia de este tema en un
estudio que llevaron a cabo los economistas del Banco Mundial
hace dos años titulado ¿Dónde está la
Riqueza de la Naciones? y cuyo objetivo consistió en
desarrollar una metodología que permitiera medir el
capital en el siglo XXI. Ronald Bailey, en su artículo Los
Secretos de la Riqueza Intangible comenta dicho estudio y al
respecto dice: Un emigrante mexicano en los Estados Unidos es
cinco veces más productivo que en México.
¿Porqué? La respuesta no es la obvia: porque este
país tiene más maquinaria, herramientas o riqueza
natural. Sabemos que dicha diferencia se atribuye en realidad a
que un estadounidense promedio tiene acceso a $418,000
dólares en riqueza intangible, mientras que un trabajador
en México tiene tan sólo acceso a $34,000
dólares de la misma; pero ¿qué es la
riqueza intangible y cómo se mide?
El mencionado estudio del Banco Mundial define dos tipos
de capital: el natural y el generado. El primero consiste en la
suma de los recursos no renovables, incluyendo petróleo,
gas natural, carbón y recursos minerales; así como
tierras de cultivo y de pastoreo, áreas forestales y
áreas protegidas. El segundo, el capital generado,
está formado por la suma de la maquinaria, el
equipamiento, las estructuras (infraestructura incluida) y la
tierra urbana. Sin embargo los economistas del Banco Mundial
encontraron que faltaba algo, pues el total del capital natural y
del generado no eran suficientes para justificar las diferencias
tan grandes en el ingreso[….] La riqueza natural de
países como Estados Unidos representa tan
sólo entre el 1% y el 3% del total de su
riqueza. Esa riqueza natural tiene más valor en
países desarrollados porque la explotación de
tierras y bosques combinada con maquinaria, edificios,
carreteras, etcétera; hacen que se genere un 17% de
riqueza.
Lo extraordinario del estudio es que hoy se sabe que los
países ricos, son más ricos, por razones
intangibles como: el capital humano bien educado y capacitado, y
el valor de las instituciones medidas por la cultura de legalidad
y orden (The Rule of Law) que sustentan a la actividad
económica.
La confianza entre la gente de una sociedad, un buen
sistema jurídico, los derechos de propiedad claros y
respetados, un gobierno eficiente y eficaz; así como un
capital humano educado conforman los factores intangibles que
resultan ser los más importantes en la generación
de riqueza. "La legalidad explica un 57% y la educación
un 36% de la riqueza intangible de los
países".
Actualmente es posible medir el índice de
legalidad a través de cientos de variables que explican la
percepción que tiene la gente acerca del gobierno.
También es posible medir el promedio de riqueza
per cápita. De acuerdo con el estudio del Banco
Mundial en Estados Unidos el promedio es: capital natural $15,000
dólares, $80,000 dólares por capital generado y
$418,000 de capital intangible por persona.
En contraste, en México, país rico en
petróleo, el promedio es: capital natural $8,500
dólares ($6,000 derivados del petróleo), capital
generado $19,000 dólares y capital intangible $34,500
dólares por persona.
Cuando un emigrante mexicano cruza la frontera de
Estados Unidos tiene acceso inmediato a $418,000 dólares.
"¿Quién no cruzaría la frontera en esas
circunstancias?", enfatiza con toda razón Ronald Bailey.
No es necesario ser economista para darse cuenta de lo que rinden
8 horas de trabajo en Estados Unidos y lo que rinden en
México, pues en aquel país en pocos meses la gente
ve cómo sus sueños empiezan a convertirse en
realidad pues las personas comen, visten y viven
mucho mejor, tienen automóvil y acceso a bienes y
servicios que difícilmente podrían tener en
México.
Hoy podemos decir con suficientes fundamentos que la
pobreza es innecesaria e injustificada, y que ya no hay excusa
para decir que no puede superarse. Existen estudios y evidencias
del costo que representa la corrupción de los malos
gobernantes que Bailey califica como "cleptócratas". El
mal manejo de la función pública, el robo, la
extorsión y la incompetencia de las autoridades se paga a
precio muy alto; pues dichos vicios conforman una especie de hoyo
negro que sustrae y cancela las oportunidades de progreso en los
países subdesarrollados, en los que la mayor parte de la
gente vive como en la novela Cien años de
Soledad, sin esperanza de adelanto y sin buena
educación. Por eso la población "vota con los pies"
y va en búsqueda de un mejor futuro, aunque eso le
signifique mal trato en las fronteras, inseguridad y miedo;
dejando además cosas que valora y quiere como su familia,
tradiciones, derechos ciudadanos, historia y mucho
más.
Espero, como se menciona en este libro, que lleguemos a
comprender que somos los ciudadanos quienes tenemos que estar
conscientes de nuestra responsabilidad al elegir a nuestros
gobernantes. Es necesario reinventar nuestras escuelas para que
formen individuos íntegros, con iniciativa propia, capaces
de desarrollar sus talentos, habilidades y destrezas; una escuela
que nos enseñe el valor de la ética para, de este
modo, dejar atrás la cultura de la corrupción
transformándola en una cultura de integridad, legalidad y
orden que represente la mayor fuente de riqueza, progreso y
felicidad para todos. Estoy segura de que esta publicación
despertará nuevas esperanzas de crear un México
mejor.
Carolina R. de Bolívar
Presidenta fundadora del Instituto Cultural
Ludwig von Mises (ICUMI)
Presentación
Si en algo coinciden los regímenes que han
gobernado a las sociedades de la mayor parte de los países
del mundo, en los últimos cien años, es que
consideran que sus formas de gobierno son las más
adecuadas y las que más convienen a sus gobernados.
Aún en el caso de dictaduras como la de Porfirio
Díaz en México, la Alemania Hitleriana, la Rusia de
Stalin o los actuales gobiernos como el de Corea del Norte, han
estado convencidos que hacen lo mejor por sus pueblos.
Desde hace unas cuantas décadas se está
descubriendo que el mundo se mueve conforme a dos grandes
corrientes ideológicas y que repercuten en el campo
económico, político y social: la economía
marxista y la economía de mercado. La Ex Unión
Soviética y los Estados Unidos de América se
llegaron a enfrascar en una dura competencia por demostrar que su
modelo era el mejor y en consecuencia, algunas veces pusieron al
mundo al borde de su extinción. Afortunadamente hoy
tenemos la dicha de estarlo comentando, sin embargo, la sociedad
mundial continua buscando soluciones a sus problemas
económicos, que todavía están muy lejos de
haberse resuelto; pues la miseria sigue siendo "el talón
de Aquiles" de nuestras economías.
Hoy en día, en casi todos los gobiernos del
mundo, la economía de mercado se va abriendo paso;
aún en el caso de economías como la de China, la
ingerencia del mercado en los asuntos económicos va en
ascenso. Tal parece que existe como denominador común, el
hecho de que el sistema de mercado resulta ser muy eficiente para
aumentar la riqueza de los pueblos.
Una economía de mercado pura, sin distorsiones de
fuerzas extrañas, sin imposiciones políticas y con
individuos que asumen la responsabilidad de sus decisiones,
funciona con mayor eficiencia. A través del mecanismo de
los precios, la sociedad decide qué productos debe
elaborar, dónde debe colocarlos, qué
tecnologías debe usar para producirlos; al solucionar
así estas cuestiones, los consumidores, empresarios,
comerciantes, docentes y la sociedad en su conjunto, están
eligiendo sus acciones; cualquier distribución diferente
que pretenda hacer un gobierno, con el fin de apoyar a
algún sector de la población, causará que
otros sectores resulten perjudicados, lo que a la larga genera
conflictos indeseables.
Existe una corriente del pensamiento
económico que afirma:
Desde luego hay mucha gente que no ha aprendido a usar
los mecanismos del mercado para mejorar su bienestar y el de sus
familias. Incluso, en el mismo gobierno no se promueve demasiado
el sistema de los mercados libres y se prolongan las viejas
prácticas del Estado asistencialista que pretende resolver
los problemas económicos de la sociedad en lugar de
permitir que los mismos individuos tomen el papel
protagónico. Estas actitudes de Estado Paternalistas,
resabios del viejo sistema de planificación central,
generan distorsiones en los mercados que se traducen en
desigualdad y pobreza artificialmente creadas por
políticas incorrectas. Es cierto que los mercados no
conducen a la igualdad, nadie garantiza que dejando libres a las
fuerzas del mercado todos serán millonarios en un lapso de
tiempo. Lo que sí garantiza el mercado es que dará
riqueza a aquel que sea capaz de beneficiar a sus semejantes,
combinando su talento, laboriosidad y haciendo productos capaces
de recibir la sanción positiva de la sociedad. Desde
luego, aquellos que no son capaces de producir o dar un buen
servicio a sus semejantes no reciben el premio de la ganancia y
pueden quejarse de la injusticia del mercado, pero nadie les
impide que reorienten sus esfuerzos, aprendan de sus fracasos y
logren sus propias metas. Esa es la virtud del sistema de
mercado. Los resultados desiguales que obtienen los agentes
económicos en un sistema de mercado se antojan, para
muchos estudiosos, como algo injusto, inequitativo e indeseable,
pero hasta la fecha, nadie ha podido demostrar que existe un
sistema mejor. Los que proponían "distribuir la riqueza"
quitándole a los ricos para darle a los pobres terminaron
por destruir a la sociedad. Sin embargo, el reto sigue en el aire
y es posible que alguien, en algún siglo, llegue a
inventar algo mejor que el sistema de
mercado.
Otra corriente del pensamiento
económico sostiene:
Desde luego, las familias que no puedan tener acceso al
mercado por falta de poder adquisitivo, no podrán
manifestar sus necesidades al mercado, y éste no los
tomará en cuenta en sus asignaciones a
través del mecanismo de precios. Y es que hay una
diferencia fundamental entre eficiencia y equidad, entre
eficiencia y desarrollo económico, entendido éste,
como crecimiento económico por cabeza acompañado de
adecuada distribución del ingreso. La economía de
mercado competitiva es eficiente, pero convive con frecuencia con
injustas distribuciones de la riqueza. Desde luego, el concepto
de injusto es subjetivo. Para algunos, en México puede
haber una justa distribución de la riqueza en el momento
actual. Para otros en cambio, es denigrante esa
distribución actual.
Pero la realidad económica no ha sido capaz de
construir modelos económicos puros. Así, han
surgido países que se dicen socialistas, pero que usan el
dinero y permiten cierto nivel de comercio, lo cual resulta ser
una contradicción; hay también países que se
hacen llamar capitalistas, pero que sólo privilegian y
protegen a los empresarios amigos del presidente o gobernador,
mientras que mantienen marginada a la población e incluso
la excluyen del mercado; éstas son las llamadas
economías mixtas o indefinidas.
Esos mismos conceptos contrapuestos en la sociedad
existen en el equipo de trabajo que ahora pone a la
disposición de usted, lector, el presente libro.
Frecuentes discusiones en que enfrentamos teoría,
filosofía e ideología, fueron el denominador
común en nuestras múltiples reuniones en la oficina
o desayunando en las ciudades de México y de Texcoco; sin
embargo, siempre nos animó la amistad que nos une y el
interés en poner a disposición del público
una investigación original, que muestre cómo se
puede elevar la riqueza de un país, de un sector, una
región, o un municipio. La metodología utilizada en
esta investigación es sencilla, por lo que un
profesionista con mediana formación en economía
puede aplicarla. Juzgue usted lector.
Capítulo I.
La pobreza en el
campo mexicano
Pobreza e impacto económico
Mientras más bajos sean los ingresos que recibe
una persona, menor será el margen de decisiones
económicas que pueda tomar. La gente desea dinero para
mejorar su nivel de vida y gusta de ejercer su derecho a elegir,
para su consumo, bienes o servicios; así como a comprar
materia prima que pueda transformar en artículos
vendibles. Los bajos ingresos de un obrero o campesino impactan
poco en la tasa de crecimiento de la economía y no aportan
los impuestos suficientes para que el Estado cumpla sus
funciones.
Puede ser que los ingresos de un campesino sean tan
bajos que solamente le permitan tomar decisiones de consumo en lo
que respecta a una canasta muy limitada de productos, incluso
quizá sólo pueda decidir consumir tortillas, frijol
y calzado de baja calidad; pero si sus entradas son superiores,
la canasta de sus posibilidades también se
ampliará, pues podrá elegir mejores productos y en
consecuencia la industria tendría un mejor impacto; al
crecer la industria, crece el nivel de empleo y mejora la
tecnología.
Pobreza y
sociedad
Existen discrepancias entre los investigadores al
definir el concepto de pobreza, algunos autores dicen que
ésta consiste en no tener los mínimos
satisfactores; pero ¿quién puede marcar la
línea del mínimo? Algunos individuos se sienten
satisfechos comiendo un plato de frijoles, otros, si no toman
vino se sienten altamente insatisfechos; otros más
concluyen que los pobres son los que ganan poco, pero nuevamente
nos preguntamos ¿cuánto es poco? Existen casos de
personas que ganan un millón de dólares mensuales y
sienten que eso es insuficiente. En este libro hablaremos de la
pobreza pensando en los bajos niveles de ingreso,
sin embargo, esta referencia también resulta
controversial, pues si en México ganar un dólar
diario es propio de miserables, en Corea del Norte podría
representar un gran ingreso si se compara con la ración
obligada que reciben del gobierno. Al hablar de pobres pensaremos
principalmente en los trabajadores del campo y de la ciudad que
viven prestando sus servicios a terceros a cambio de recibir un
salario bajo, puesto que en nuestro país existe la figura
de salario mínimo, podemos definir de manera
convencional a la pobreza como aquella que está asociada a
quienes ganan menos de dos salarios mínimos. En el
año 2007 ganar dos salarios mínimos
equivalía a poco menos de 10 dólares por una
jornada de 8 horas de trabajo. Es necesario
señalar que hay autores que gustan de
establecer la línea de la pobreza extrema en el
rango en que se encuentran aquellas personas cuyos ingresos son
menores a un dólar por día, si en México se
adoptara el mismo criterio, posiblemente se tendría que
declarar que la pobreza extrema no existe; sin embargo, otros
autores aplican sus propios razonamientos para señalar que
en nuestro país el 40% de la población está
por debajo de tal línea; la diferencia puede derivarse de
las fuentes de datos que se consideran. Si se atiende al
número de trabajadores inscritos en el Instituto Mexicano
del Seguro Social, seguramente no se encontrará a gente
que gane menos de un dólar al día, pues la
legislación prohíbe pagar menos del salario
mínimo oficial; pero sabemos que no todos los trabajadores
se registran ante el IMSS a pesar de la obligación legal
de hacerlo. Por otro lado, si la población en estudio
incluye a quienes perdieron su empleo o a los que nunca han
trabajado a pesar de estar en edad de laborar, las cifras
cambian, ya que en este caso es seguro que el promedio de
ingresos se reduce considerablemente.
Sea cual fuere el criterio aplicado, podemos coincidir
todos en que es preocupante que haya gente que tiene ingresos
insuficientes para dar buen alimento, vestido y techo a su
familia; además, cuando un hombre gana poco, es muy
probable que utilice su talento en pensar cómo distribuir
mejor esos magros ingresos en lugar de aplicar su inteligencia a
la creación de nuevos productos o al desarrollo de la
ciencia.
Nuestra conjetura señala que los bajos ingresos
están correlacionados con la escasa libertad
económica de la gente, lo cual probaremos más
adelante. Empero la relación entre pobreza y libertad no
es directa; puede ser que, en determinada etapa, una
economía sea muy libre, es decir, que no haya
obstáculos para la entrada y salida a cualquier mercado, y
sin embargo, es posible que exista una masa de gente pobre; pero
como veremos más adelante, este escenario no es muy
preocupante. Es el caso de aquellas economías que de
pronto abandonan la planificación centralizada y poco a
poco empiezan a construir su sistema de mercado; en cambio cuando
la masa en pobreza se debe al clima poco propicio para que la
gente tome decisiones con respecto a la producción, al
consumo o la distribución, concluimos que esa masa de
gente pobre puede estar recibiendo los efectos nocivos de
políticas gubernamentales que les impide crear riqueza.
Este escenario es el que interesa al presente trabajo, pues
representa un ambiente artificialmente creado y transformable, es
decir, las decisiones políticas pueden ser alteradas para
crear las condiciones necesarias para eliminar la
pobreza.
Queda claro que la pobreza es una construcción
intelectual y que cada estudioso del tema la puede abordar de
distinta manera, sin tener que coincidir con el enfoque de otro
investigador. La oferta de estudios acerca de este asunto
permitirá elegir aquél que mejor nos convenza para,
finalmente, promover algunas políticas que resuelvan el
problema.
Se genera una situación social indeseable y
perversa cuando los hombres no están en condiciones de
ejercer libertad económica. Esta libertad no se centra en
el beneficio del individuo que la ejerce sino también de
otros actores que no se ven. Si, por ejemplo, una persona puede
decidir comprarse un carro de lujo, digamos un BMW, no solo se
está beneficiando el individuo que lo compra y el
comerciante que lo vende, también se benefician los
trabajadores que pintan el auto, los que ponen los vidrios, los
que colocan las llantas, también contribuirá a
favorecer a grandes cadenas comerciales implicadas
en la compra del automóvil; pues ayudará
también a los que administran los almacenes de
neumáticos, a los que las transportan, a quienes las
fabrican, a aquellos que abastecen de caucho, también a
quienes siembran para alimentar a los fabricantes de caucho, y
así se sigue una cadena inimaginable de beneficiarios. En
realidad nadie puede determinar cuántos trabajadores y
campesinos ganan con la compra de ese auto de lujo. Por supuesto
que el obrero que compra un kilogramo de frijol también
genera una cadena de beneficios, tan importante como el que
compra el carro BMW.
Con esta discusión se pretende dejar en claro que
el asunto de la pobreza merece la atención de la sociedad,
de las universidades y del gobierno; pues si se impide al
individuo realizar sus sueños, no solo se ve perjudicado
un hombre sino también toda la sociedad. Las
universidades, entre otras instit0uciones, deberían ser
capaces de comprender el fenómeno del intercambio libre y
voluntario y advertir las consecuencias de impedir el
funcionamiento de los mercados libres.
La pobreza es un fenómeno que padece la mitad de
la población mexicana y es el motivo por el que la ciencia
económica aporte una explicación. Pero esto no se
puede hacer si no se cuenta con herramientas teóricas
capaces de explicar de manera científica sus causas. Por
supuesto, no se trata de un asunto privativo de nuestra
economía, sino que lo padecen países de todas
latitudes, desde Hong Kong hasta Corea del Norte, incluyendo a
los Estados Unidos de América; tampoco se trata de un
fenómeno nuevo, pues aunque no se cuenta con documentos
suficientemente antiguos, al parecer la pobreza ha sido
compañera inseparable de la humanidad. Al respecto dice
Henry Hazlitt1-miembro emérito de la Escuela
Austriaca de Economía: "La historia de la
pobreza es prácticamente la historia de la
humanidad".
Algunos autores han llegado a pensar que la pobreza es
un mal inevitable y que cualquier esfuerzo por superarla es
inútil, por ejemplo, Robert Malthus2 pensaba que todo
se debía a que la producción de
alimentos crecía en una progresión lineal, en tanto
que la población se multiplica de acuerdo con una
progresión geométrica; significaría que el
hambre, representante natural de la pobreza, sería una
consecuencia necesaria del crecimiento poblacional, a menos que
se tomaran medidas para controlar el crecimiento de la
población en función del crecimiento lineal de los
alimentos. Se esté o no de acuerdo con las ideas de este
autor, es significativo mencionarlo como uno de los
teóricos que han influido en las ideas económicas y
políticas que abordan el problema de la pobreza; de hecho,
muchos gobiernos han establecido políticas
demográficas con la intención de detener tanto la
pobreza como el hambre, como en el caso de la vieja China
comunista, en la que el gobierno estableció como ley que
los matrimonios debían tener un solo hijo. El propio
gobierno comunista propiciaba los abortos e incluso
permitía que los padres asfixiaran a las niñas
recién nacidas como un medio para detener la
explosión demográfica. Hoy el mismo gobierno chino
reconoce que esa fue una política incorrecta que
generó resultados inesperados e indeseables.
Así como la pobreza ha sido vista como una
compañera de la humanidad, no todos los autores la
consideran un mal irremediable y se han hecho múltiples
esfuerzos en todas las latitudes para superarla; sin embargo no
todos estos intentos han resultado exitosos. Adam Smith,
considerado el padre de la ciencia económica,
refiriéndose a sus observaciones en diversos viajes
escribe: "Estas naciones se hallan, sin embargo, reducidas a tal
extremo de pobreza, que por pura necesidad se ven obligadas
muchas veces, o así lo imaginan en su ignorancia, a matar
a sus hijos, ancianos y enfermos crónicos, o
bien los condenan a perecer de hambre o a ser
devorados por las fieras".3
Esta forma de resolver el hambre y pobreza, matando a
los que no alcanzaban alimento, era bastante común en
algunas sociedades hace menos de dos siglos.
En el siglo pasado, poco después de que los
Bolcheviques, encabezados por Vladimir Ilich Lenin, tomaran el
poder en Rusia, sucedió un acontecimiento que relata H.G.
Wells. Dice que en 1921, sufrieron gran sequía y hambre
entre los campesinos que cultivaban las provincias del Sudeste
devastadas por la guerra y millones de personas
murieron de inanición4. Hoy en día nos preguntamos
si era factible evitar toda esa hambruna, o si
fueron factores humanos los que provocaron tales desastres.
Es posible, hay que reconocerlo, la existencia de
factores que estén fuera de la mano del hombre y
que pudieran provocar las hambrunas, por ejemplo,
cuando alguna plaga invade los cultivos y destruye la
producción; se podría pensar que en estos casos,
aún realizando los mejores esfuerzos, no es posible evitar
tantas muertes. Tales calamidades podrían ser paliadas si
los gobiernos tomaran las decisiones adecuadas, aunque suele
ocurrir que los remedios resultan peores que la propia
enfermedad.
Desde el punto de vista teórico, la pobreza ha
sido fuente de inspiración para estudiosos que no
sólo se interesan por el fenómeno en sí,
sino que usan lo mejor de su talento para buscarle posibles
soluciones. Teóricos como Carlos Marx piensan que la
pobreza es resultado de la institución denominada
propiedad privada y que, por lo tanto, hay que abolirla.
Así lo propone en el célebre Manifiesto del Partido
Comunista escrito en 1848. La propuesta de Marx era tan clara y
concreta que inspiró a trabajar en esa
línea a mucha gente de buena voluntad5.
Otros más piensan de manera opuesta, como en el
caso de la escuela austriaca de economía. De esta manera
se han creado muchos partidos políticos con la finalidad
de poner en práctica las ideas, creencias y teorías
que se han desarrollado en torno a la pobreza y que sustentan
ideas totalmente divergentes.
El talentoso Ludwig von Mises, ha señalando en su
prolífica obra teórica que el problema radica en la
posibilidad de que los individuos puedan tomar decisiones
económicas. Para Mises no es el capitalismo responsable de
la miseria las masas sino que, al contrario, es la ausencia del
orden capitalista la que ocasiona tan tristes
situaciones6.
Sin lugar a dudas, puntos de vista tan divergentes hacen
necesaria una revisión profunda de las diferentes
teorías que tratan de nuestro tema de estudio, desde
Platón y Aristóteles, quienes en sus tiempos
también profesaban ideologías contrapuestas; hasta
los teóricos representados por Marx, Menger, Hayek, Mises
y otros.
En México se hace particularmente necesario un
estudio profundo de las causas de la pobreza. Según las
cifras del Banco Mundial7, ocupamos el número 80 en cuanto
al poder de compra per cápita, superados por
Trinidad y Tobago, Chile, Croacia, Argentina, entre
otros. Esta situación se antoja sorprendente si tomamos en
cuenta que estamos a un lado de la economía más
rica del mundo, con una frontera de 3,200 Km. y que tenemos un
territorio realmente privilegiado lleno de potencial
turístico, comercial, marítimo y con una plataforma
petrolera de incalculable riqueza, misma que sugiere
deberíamos estar en mejor situación.
La bandera de la
pobreza
El discurso del combate a la pobreza se
estableció como bandera de los partidos políticos
durante todo el siglo XX, apareció en los panfletos para
invitar a una revolución contra el
régimen de Porfirio Díaz, hasta incluirlo en los
programas institucionales del Estado. Se puede afirmar, en
términos generales, que en tiempos pasados se hablaba de
desarrollo y subdesarrollo en lugar del
término pobreza. De esta manera, se hacía
una diferenciación entre países desarrollados y
subdesarrollados; los primeros se caracterizaban por poseer una
industria altamente tecnificada y con una población rural
mínima, en tanto que se consideraba subdesarrollados a
aquellos en los que un porcentaje alto de la población se
dedicaba a la agricultura.
De esta manera las diferentes naciones tenían
como objetivo la industrialización para entrar así
al círculo de los países desarrollados. Desde este
enfoque Rostow8 formuló la teoría de
las etapas del desarrollo bajo el supuesto de que todas
las naciones deben pasar por las cinco etapas (tradicional,
precondiciones, despegue, crecimiento sostenido y un alto consumo
masivo) conforme se da su transición hacia una
economía desarrollada.
En México se han aplicado diversas estrategias
desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días para
atender al desarrollo y crecimiento de nuestra economía,
algunas de ellas relacionan el desarrollo y el crecimiento con el
aumento en los niveles de industrialización y
producción, algunas de estas propuestas han dado
resultados pobres; mientras que otras mostraron que algo se puede
hacer para remediar satisfactoriamente un mal que flagela la vida
del pueblo mexicano.
Tres causas que
empobrecieron al campo mexicano
Se pueden identificar tres causas de la pobreza en el
campo mexicano, aunque esto no quiere decir que sean las
únicas y tampoco se pude sostener que sean las más
importantes:
1. La Reforma Agraria de la
Revolución Mexicana
A raíz de este acontecimiento
histórico iniciado en 1910, se adoptó, como
instrumento de política agraria la llamada reforma
agraria, que posteriormente quedó plasmada en el
Artículo 27 de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos. En realidad, este instrumento de
política agraria se aplicó en muchos países,
desde Rusia hasta Bolivia. La Reforma Agraria consistía
básicamente en la expropiación, de parte del
gobierno, a las familias que tenían grandes extensiones de
tierra. Ya en manos del gobierno, la tierra era repartida no en
propiedad sino a manera de "ejidos" a los campesinos. La tierra
fue declarada propiedad de la nación donde el Estado se
sustentaba como el gran propietario y los ejidatarios no
tenían derecho de vender o rentar la tierra que
recibían, ni podían tenerla ociosa por más
de tres años, pues el gobierno se arrogaba el derecho de
quitárselas. Al no ser propietarios de las tierras
ejidales, no podían usarla a manera de garantía
para obtener créditos. La esperanza de los
ejidatarios era que el gobierno les proporcionara medios
para cultivar. Pero el gobierno no poseía recursos para
financiar y solo otorgaba algunos apoyos para obtener el voto de
los campesinos. En consecuencia este sistema de asignación
creó grandes masas de pobres.
2. Financiamiento
gubernamental
Como la banca privada no financiaba a los
ejidatarios, el Estado aprovechó las demandas de
crédito para crear más burocracia. En efecto,
adoptó algunas políticas de financiamiento para
apoyar al sector rural. Se crearon instituciones como el Banco
Ejidal, Banrural, el Banco de Crédito y Avío, las
aseguradoras y últimamente, la Financiera Rural. Todos
estos instrumentos se construyeron sobre el discurso de
desarrollar el campo mexicano, es decir, de aumentar la
producción, la productividad y disminuir así la
pobreza en los más amplios sectores agrarios; pero los
resultados fueron adversos, distorsionaron el sistema de precios
de mercado, no dejaron que los campesinos aprendieran a producir
bajo el sistema de riesgo y no permitieron que se desarrollara la
banca rural privada. Así es como se desperdiciaron enormes
sumas de dinero y solo quedó un aparato burocrático
más obeso y consumidor de recursos.
3. Proteccionismo
Otra causa que generó resultados
perversos fue la supuesta protección al sector rural. Con
el discurso de garantizar el desarrollo de los productores del
campo, de los comuneros, ejidatarios, pequeños
propietarios, etcétera., se crearon políticas de
protección contra la competencia internacional. Se trataba
de impedir que entrara a México maíz, frijól
o carne más barata que la de los productores nacionales.
Se decía que con esta protección los productores
nacionales se desarrollarían mejor sin tener que competir
con los productores de otros países que tenían
mejor tecnología. Pero los resultados fueron adversos: no
se desarrollaron los productores nacionales, no mejoraron las
tecnologías y los consumidores tuvieran que aceptar granos
caros y de mala calidad.
Todos estos errores económicos
condujeron a una pobreza innecesaria que pudo ser evitada si los
tomadores de decisiones hubieran comprendido mejor las leyes de
la economía, corregir estas faltas es tarea no
concluida.
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