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El sátiro, la maldición y la cruz -una novela histórica-




Enviado por Ariel Batres V.



Partes: 1, 2

    PRESENTACIÓN

    El mes de julio de 2014 será recordado por los
    guatemaltecos como el mes en que nuevamente hubo un terremoto, en
    fecha 7, el que no obstante ser focalizado en el departamento de
    San Marcos afectó también a seis departamentos
    más del suroccidente y altiplano de Guatemala.
    Según informe oficial fechado al 9, el número de
    heridos era de 137 y 3 fallecidos, así como
    4985 personas damnificadas y 3271 evacuadas. En la parte material
    se contabilizan 4658 viviendas deterioradas, de las cuales 1160
    con daños severos, 1861 moderados y 1551
    leves, que se suman a 31 edificios públicos y 16 iglesias
    católicas afectadas. Empero, el tremendo susto que se
    vivió a las 5:21 horas de ese día por el temblor de
    6.9 grados en la escala Richter (que se sintió
    también en ChiapasMéxico– lugar de su
    epicentro, y en El Salvador), dio lugar a que muchos chapines
    recordaran otros terremotos en el país, el más
    grave ocurrido en la madrugada del 4 de febrero de 1976 y el del
    7 de noviembre de 2012 que también se concentró en
    San Marcos.

    Y qué coincidencia en cuanto al mes de julio,
    toda vez que cada año se conmemora en la ciudad de Antigua
    Guatemala la fundación de la capital colonial que fuera
    llamada por Real Cédula ciudad de Santiago de los
    Caballeros de Guatemala el lunes 25 de julio del
    año 1524, día del apóstol
    Santiago, patrón de España. Fundada originalmente
    en el valle de Panchoy, Iximché, trasladada después
    al valle de Almolonga, que hoy se conoce como Ciudad Vieja,
    destruida en 1541 por un fuerte temporal que ocasionó la
    muerte de la viuda del conquistador Pedro de Alvarado,
    doña Beatriz de la Cueva, la Sin Ventura, y
    asentada en las faldas de tres volcanes en 1543,
    permaneció incólume durante más de
    doscientos años hasta que un terremoto ocurrido el 29 de
    julio de 1773 obligó a buscar nuevos parajes para
    construirla, seleccionándose el valle de la Virgen, donde
    a partir del 2 de enero de 1776 se reconoce
    oficialmente como la fecha de la última fundación,
    sede actual de la capital guatemalteca.

    El escenario que presenta Miguel Vargas Corzantes en la
    novela El sátiro, la maldición y la cruz
    (2010) se sitúa precisamente entre abril y julio de 1773,
    donde a la par de efectuar una investigación cuasi
    policial respecto al significado de la cruz de
    Alcántara, que en sí contiene una
    maldición para quien la porte o atesore, expone
    cómo la ambición y los deseos carnales de un fraile
    nombrado como juez inquisidor por el Santo Oficio, el
    sátiro, pervierte su función
    castigando y violando a 28 mujeres –de una lista de
    cien– antes que según él corrompieran a los
    hombres, toda vez que había tenido una epifanía
    donde una voz desde lo alto le ordenó
    realizar semejante acción, para que luego el sicario a su
    servicio se encargara de silenciarlas con la muerte.

    El autor guatemalteco realizó un serio esfuerzo
    de investigación para darle a su ficción un lugar y
    tiempo ambientado en la época colonial de Guatemala, y
    qué mejor que hacerlo teniendo como marco de fondo los
    fuertes temblores ocurridos durante los meses de mayo y junio de
    1773, para rematarlos con el terremoto del 29 de julio de dicho
    año, fecha que marcó el inicio del proceso para
    tomar la decisión respecto a si convenía su
    traslación a otro punto del ámbito
    geográfico que en ese entonces se llamaba el Reino de
    Guatemala, que abarcaba desde Chiapas en México hasta
    Costa Rica. No incursiona en comentar los motivos e
    intereses ocultos para el cambio territorial; sencillamente
    –al final– coloca a los personajes
    principales trabajando duramente en la construcción de la
    nueva capital.

    Empero, su principal fortaleza como narrador consiste en
    haber podido trasladar al lector cómo era el ambiente
    socioeconómico en 1773, donde pertenecer a una u otra
    casta social determinaba el futuro de una persona, los trabajos
    que podía realizar, hasta la forma de vestirse y el
    ?derecho? a portar un arma, poseer y montar un caballo, y
    especialmente el acceso a la educación, soberanamente
    limitado para las mujeres, independiente de su condición
    social.

    La parte histórica se ve envuelta en la
    investigación policial –la ficción
    propiamente dicha– que el autor propone por medio de un
    Visitador que llega a Guatemala para poner en claro algunas
    situaciones donde el capitán general y presidente de la
    Audiencia pudiera estar involucrado, en el sentido de actuar con
    indolencia frente a algunos hechos que alteran el
    orden público, amén que a la corona
    española ya no están llegando todos los caudales
    que se esperaban del quinto real y de otras alcabalas. Sin
    embargo, el Visitador –persona hábil y con
    experiencia en cargos judiciales anteriores– con ayuda de
    un cuerpo de detectives se diría ahora, debe enfrentar una
    realidad que no esperaba encontrar: la ciudad se encuentra
    aterrada porque desde abril de 1773 han venido apareciendo
    cadáveres de mujeres jóvenes, principalmente
    mestizas sin alcurnia, y eso no puede permitirse; hay que dar con
    el asesino en serie pues las pruebas que hasta el momento se
    tienen inducen a pensar que se trata de solo una persona como
    responsable, dado el modo de operar y la forma tan horrible como
    aparecen los cadáveres, generalmente decapitados y con
    señales evidentes de violación previa a su
    muerte.

    Sin embargo, los asesinatos de mujeres no constituyen la
    trama principal de la novela, solo su telón de fondo, toda
    vez que el motivo fundamental del autor es narrar cómo un
    joven arquitecto portugués encuentra una cruz en
    un convento de España, lee el manuscrito en un pergamino
    que aparece adjunto, que en sí es una
    maldición: ?Quien de la madre del cielo el tesoro
    sacase, por su alma y mi sangre ruego. Sus piedras ardientes son
    y su cruz de fuego. No toméis este castigo. Huid
    prontamente de la maldición. Adela de Alcántara
    1699.?

    Si la maldición fue suscrita en 1699 en
    España, ¿por qué la novela se sitúa
    en la Guatemala de 1773?; precisamente ahí está lo
    que se reconoce como maestría narrativa de Vargas
    Corzantes, puesto que logra interesar al lector para que
    determine qué motivos tenía el portugués
    para aventurarse en tierras chapinas, arrostrar toda clase de
    vicisitudes que le hacen creer que precisamente es portador de la
    maldición. En su camino aparecerá
    indirectamente el sátiro, pero no será
    él quien se encargue de darle castigo por tanta mujer que
    ha ultrajado y ordenado su muerte, sino el terremoto de julio de
    1773.

    Como a lo largo de más de dos siglos han sido
    publicadas varias novelas de carácter histórico,
    algunas de las cuales mencionan de paso o se sitúan
    precisamente en el tiempo del movimiento telúrico que casi
    destruyó la ciudad en 1773, es de saludar y felicitar al
    autor por esta nueva ambientación de la época en el
    marco de sucesos que pudieron haber sucedido, aunque quien sabe.
    Como decía el historiador y novelista José Milla y
    Vidaurre al hablar de las ?Cosas de otro tiempo? en
    su Libro sin nombre: ?Considero la parte
    puramente anecdótica de nuestras viejas
    Crónicas, una verdadera mina, que aún no ha
    sido explotada. […] sin atender a que esto
    tiene también su importancia, si se quiere formar una idea
    aproximada de la estructura de aquella primitiva
    sociedad.?

    Es precisamente acudir a la búsqueda y
    descripción de algunas anécdotas útiles que
    acude el autor de El sátiro, la maldición y la
    cruz
    (2010), y de ahí el valor que tiene esta novela
    en la producción literaria sobre la situación en
    tiempos de la colonia.

    Vargas Corzantes, Miguel. El sátiro, la
    maldición y la cruz
    . (Novela). Guatemala : D'buk
    Editors, 2010, 1ra. edición. 340 págs. 15.6 X 23.9
    cms. ISBN: 978-9929-8015-1-6. Rústica.

    Los datos anteriores describen lo que aparece como
    registro del libro impreso que contiene la ficción creada
    por el guatemalteco Miguel Vargas Corzantes, inspirado por hechos
    que ocurrieron en 1773, cuando la capital del Reino de Guatemala
    se encontraba en la conocida desde 1543 como ciudad de Santiago
    de los Caballeros de Guatemala, hoy Antigua Guatemala, destruida
    por un fuerte terremoto en la tarde del 29 de julio de dicho
    año.

    I. Acerca del
    autor

    Miguel Vargas Corzantes (1974), guatemalteco, es
    licenciado en Publicidad, grado obtenido en la Universidad
    Francisco Marroquín.

    Se ha desempeñado como periodista y escritor para
    la revista centroamericana ?Café Cultura?. Ha trabajado en
    los medios de comunicación nacionales a partir de 1998 e
    internacionales desde 2003. Se ha desempeñado
    también en la presentación de revistas televisadas
    y documentales turísticos y en el ambiente de la
    locución profesional. Parte de su versatilidad lo ha
    llevado a actuar como fotógrafo profesional, de lo cual
    dan cuenta nueve exposiciones colectivas en donde ha
    participado.

    Monografias.com

    Es autor de contenidos para libros educativos de
    primaria y básicos, así como corrector de textos
    escolares de todos los niveles, destinados a ministerios de
    educación y otras entidades formativas en
    Centroamérica, en especial para Guatemala, Honduras y El
    Salvador.

    Coautor, junto con Oscar Méndez, de
    Nostalgia Guatemalteca (Guatemala, D'buk
    Editors; primera edición 2009 y segunda 2010).

    ?Un canto a nuestra identidad, a ese
    día a día donde nuestra forma de
    expresarnos, nuestras frases, dichos, comidas y juegos nos
    hacen únicos ante el mundo.? ?Nostalgia
    Guatemalteca es un libro de frases, dichos,
    juguetes, objetos golosinas, comida y sonidos como lo
    nombramos los chapines. Cada palabra viene con su
    fotografía?.

    Monografias.com

    Habla el idioma italiano (Instituto Italiano de
    Cultura), alemán (Asociación Alejandro Von
    Humboldt/Radio Deutsche Welle) y francés (Alianza Francesa
    de Guatemala). Es traductor jurado (The Optimum Proffes). Traduce
    textos a solicitud de varias empresas.

    El sátiro, la maldición y la
    cruz
    . Novela histórica. D"buk Editors 2010 (2
    ediciones), es su primera publicación y tiene
    inéditas dos obras más, así como algunos
    cuentos cortos.

    II. Generalidades
    de esta novela

    Novelas ambientadas en la época de la colonia hay
    varias, como por ejemplo la de Jorge García Granados
    (1900-1961), El deán turbulento (1962), que
    constituye una crónica de acontecimientos ocurridos en el
    siglo XVII. José Milla y Vidaurre (1822-1882)
    publicó varias: La hija del Adelantado (1866),
    Los nazarenos (1867) y El Visitador (1867).
    Agustín Mencos Franco (1862-1902) dio a conocer a Don
    Juan Núñez de García
    (1898), novela
    histórica sobre la rebelión de los zendales. De
    Máximo Soto-Hall (1871-1944) pueden citarse
    La divina reclusa (1938) –la cual se refiere a Sor
    Juana de Maldonado–; y El San
    Francisco de Asís americano, Pedro de San
    José Bethencourt
    (1949), aunque en rigor este
    es un estudio biográfico. Elisa Hall de Asturias
    (1900-1982) escribió sobre la vida de don Sancho
    Álvarez de Asturias, el cual llegó a Guatemala en
    la segunda mitad del siglo XVII, en su novela Semilla de
    mostaza
    (1938), obra que en su tiempo generó fuerte
    discusión porque algunos no aceptaban que una mujer que no
    había recibido educación universitaria pudiera
    escribir una obra literaria calificada por Rafael Arévalo
    Martínez como excelente; para demostrar que sí era
    la autora y que poseía las dotes intelectuales necesarias
    en materia histórica, respondió publicando
    Mostaza (1939), la cual es continuación de la
    anterior pero –burla burlando– incluye
    entre los personajes a varios de los que dudaron de la
    autoría.

    José Fernando Juárez Muñoz
    (1877-1952) escribió dos obras: El hijo del bucanero.
    Novela de la época de la colonia (1676 a 1700)

    (1952); dejó inédita desde 1941 la novela Su
    Señoría. Narración novelada de la
    época de la colonia, 1768-1774
    (1974), que su familia
    logró que fuera editada en forma póstuma. Miguel
    Ángel Asturias (1899-1974) también publicó
    La Audiencia de los Confines (1957), obra que no es del
    género de la novela sino del teatro, a la que en 1971
    cambió el título por el de Las Casas: el obispo
    de Dios
    y que se mantuvo inédita hasta
    2003.

    La norteamericana Maca Barrett publicó la primera
    edición en español de su novela Caballo
    rojo
    (1959), donde narra las andanzas del conquistador
    español Pedro de Alvarado, su especial relación con
    el obispo Francisco Marroquín y su casamiento con
    doña Beatriz de la Cueva, la que al morir el ?Adelantado?
    se adelantó a dar el primer golpe de Estado y hacerse
    nombrar gobernadora, aunque poco le duró el gusto porque
    falleció a los diez días durante la
    destrucción de la ciudad por el Volcán de Agua en
    septiembre de 1541; fue prologada por el abogado, escritor e
    historiador Adrián Recinos (1886-1962).

    Posteriormente, publicó la primera edición
    en inglés, The Red Horse (1962). Cabe acotar que
    Maca Barrett es el seudónimo de Margarita
    Deschamps-Pittaluga (Barcelona, 1910- Port Charlotte, Florida,
    EEUU, 1983), radicando en Guatemala. Maca Barrett es su apodo
    y su apellido de casada. En 1943 optó por la
    nacionalidad de su esposo, quien sirvió como
    diplomático de los Estados Unidos.
    2

    La escritora y novelista hondureña Argentina
    Díaz Lozano (1912-1999), quien vivió en Guatemala
    de octubre de 1944 a febrero de 1999, falleciendo seis meses
    después en su natal Tegucigalpa, también se
    ocupó del tiempo de la colonia en Ciudad Errante
    (1983). Impresa originalmente en México, D.F. por
    editorial Costa-Amic con el título Ciudad Errante (el
    hombre sin edad). Novela en escenario histórico
    ,
    describe los traslados que tuvo la ciudad de Guatemala durante
    varios siglos, desde su fundación en 1524 hasta concluir
    en 1776 en que se asentó temporalmente en el valle de la
    Ermita y definitivamente en los llanos de la Virgen
    después del terremoto de 1773. La ficción es
    presentada por medio de un erudito personaje, que está
    presente en todas las traslaciones y por ello un hombre sin
    edad. 3

    Por su parte, Francisco Pérez de Antón
    (1940) publicó tres novelas históricas, dos de las
    cuales ambientadas en la colonia: Los hijos del incienso y de
    la pólvora
    (2005) cuya trama se desarrolla en 1700;
    y, La guerra de los capinegros (2006) que corresponde al
    año 1545. La tercera, El sueño de los
    justos
    (2008), durante el período 1 al 15 de
    noviembre de 1877 cuando Justo Rufino Barrios (1835-1885) con la
    excusa de haber develado un complot que acabaría con
    él y su familia (caso Kopesky), ordena el fusilamiento de
    12 ciudadanos supuestamente comprometidos.
    4

    La lista anterior no está agotada. Hubo otros
    novelistas que enfocaron su ficción en algún pasaje
    específico de la época colonial. Esto implica que
    no es válida la afirmación que efectúa el
    escritor Juan Carlos Lemus, quien al valorar la obra de Vargas
    Corzantes quizá en forma apresurada dijo (Revista D,
    Prensa Libre):

    ?Sin duda, se trata de una narración que
    además de entretener profundamente, captura una
    atmósfera difícil de ser encontrada en la historia
    literaria centroamericana? 5

    Sin proponérselo, Miguel Vargas cumple aquel
    deseo de Ricardo Casanova y Estrada (1844-1913); cuando solamente
    era abogado en 1868 (fue ordenado en 1875 y nombrado arzobispo de
    Guatemala en 1886) escribió el prólogo de la novela
    Los nazarenos (1867), felicitando a José Milla y
    Vidaurre y diciendo de este que enriqueció la literatura
    nacional ?con un género de obras de que antes
    se carecía, abriendo así nueva senda a los
    ingenios.

    ¡Ojalá sean muchos los que le sigan en
    ella!? 6

    El autor pone su granito de arena al incursionar en el
    género de la ficción histórica y hasta
    policial, al traer a cuento una posible intriga que inicia en
    Portugal, pasa por Madrid y otros lugares de España y
    concluye en la Guatemala colonial, principiando meses antes de
    que el terremoto destruyera la capital en la tarde del 29 de
    julio de 1773, al que se le llamó terremoto de Santa Marta
    por corresponder la fecha en el santoral católico a la
    festividad de Santa Marta de Betania.

    Cabe hacer notar un pequeño yerro del autor en
    cuanto a la fecha, que la sitúa el 29 de junio
    (página 15), anticipándose exactamente en un mes
    con respecto a cuando en realidad ocurrió el sismo.
    Podría tratarse de una errata no advertida y que en lugar
    de escribir julio se anotó junio. Empero, cuesta decidirse
    por calificarla de tal en vista que en página 198
    el capítulo inicia ?a mediados de julio? pero
    en página 199, cuando ocurre un fuerte temblor en la
    ciudad, indica que ?fue menos violento que el del mes pasado, en
    la segunda semana de mayo?, lo cual quiere decir que el autor
    sigue pensando en junio.

    Y tan piensa equivocadamente en dicho mes que en
    páginas 292 a 294 inserta una carta que Santiago dirige a
    su maestro en España, fechándola al ?29 de junio de
    1773?. Vuelve a cometer igual equivocación en
    página 322. Total, discúlpesele este breve
    lapsus calami, que no obstante el mismo la novela en su
    conjunto es excelente.

    Quién sería el sátiro, por
    qué la utilización de semejante ser
    mitológico, el que de acuerdo con el Diccionario Manual de
    la Lengua Española Vox, edición 2007, es un
    ?habitante de los bosques, donde persigue a las ninfas, que se
    representa con pequeños cuernos, el cuerpo cubierto
    de vello, rabo y las patas de macho
    cabrío?.

    Observe el lector la imagen de la portada del libro y
    determinará que coincide con esta
    definición.

    Monografias.com

    De qué maldición pretende
    advertir el autor. Como la obra se desarrolla en el ambiente de
    la Guatemala de 1773, habrá que determinar no solo en
    qué consiste tal maldición, sino si todavía
    está vigente, para temor de mentes supersticiosas o como
    simple conseja de personas ancianas, que tratan de advertir lo
    que puede ocurrirle a alguien que es ambicioso, corrupto, lascivo
    (que de eso hay también en un sátiro) o
    simplemente no cumple ni atiende los preceptos de la iglesia. Y
    aquí es donde interviene la cruz que Vargas
    Corzantes pretende actualizar, a través de la
    búsqueda, hallazgo y traslado desde España
    hacia Guatemala, cargada nada menos que por el
    personaje principal –Santiago de Oliveira– para
    llevarla a quien después se convertirá en su amada
    – Adela de Alcántara – la que a su vez
    será su amado tormento, no porque lo trate mal sino por la
    serie de sucesos que le sobrevendrán, y de
    los cuales forma parte o son resultado de la
    maldición que dicha cruz
    trae de por sí.

    Según la contraportada, cuyo resumen del libro en
    el presente Ensayo se trata verificar en cuanto a si corresponde
    al contenido de la obra:

    ?El viaje de un hombre da inicio cuando encuentra una
    cruz de oro y un incomprensible pergamino. Este objeto de poder
    lo impulsa a convertirse en el aventurero que cruzará el
    océano, hasta el otro lado del mundo, perseguido por una
    terrible maldición. Santiago de Oliveira deberá
    sobrevivir la peligrosa ruta del

    Atlántico para llegar a su destino, el Nuevo
    Mundo en el último cuarto del siglo XVIII, inmerso entre
    intrigas políticas, pugnas de poder y la obsesión
    de un agente de la Inquisición oculto detrás de
    horrendos crímenes que mantienen a la capital, Santiago de
    Guatemala, sumida en la inestabilidad.

    La vida de la mujer más bella de esa noble ciudad
    se entrelaza con el viaje de Santiago cuando un inesperado suceso
    une sus vidas y los sumerge en un remolino de pasiones, escapes
    furtivos y luchas en nombre del amor, tratando de sobrevivir
    en una carrera contra el tiempo y revelar el secreto
    de la cruz misteriosa antes de que sea demasiado
    tarde.? 7

    Cabe agregar los motivos que llevaron al
    autor a escribir la novela:

    ?Mi idea era presentar a Santiago de Guatemala con todo
    el esplendor que contaba en el período histórico
    que sucede la acción de la novela. […]
    Investigué este periodo por un año mientras
    desarrollaba la novela: documentos históricos,
    libros que hablan de la sociedad colonial en esa
    época, archivos históricos españoles y
    centroamericanos, enriqueciendo poco a poco las bases reales de
    la narrativa con opiniones de expertos que ayudaron a verificar
    mis hallazgos, y exploraciones in situ en los lugares claves de
    la novela en La Antigua Guatemala, como el convento de La
    Concepción, el de Santo Domingo, la Catedral, el Palacio
    de los Capitanes y otros sitios
    interesantes?.

    ?El año de la destrucción de Santiago de
    Guatemala captó mi atención de inmediato y supe que
    se podrían presentar los hechos que enmarcaban la
    época, que tienen eco en nuestra sociedad actual en
    diversos sentidos, en especial porque ésta mantiene
    todavía rasgos que eran propios de la gente de esa
    época, y también porque, a pesar del
    traslado de la ciudad y los cambios drásticos que se
    sufrieron en los años siguientes, nada cambió el
    hecho de que la nueva ciudad fuera asentada en un área
    eminentemente sísmica?.

    ?Mi objetivo al crear esta novela era mezclar varios
    géneros en uno sólo para que el resultado fuera un
    recorrido aventurero entre intrigas, historia y suspenso,
    tratando de hacer visualizar al lector cómo era cada
    esquina, cada calle de lo que hoy conocemos como La Antigua. Es
    una conjugación de varios elementos, con la
    intención de transportar al lector a la Plaza
    Central mientras escucha las campanadas de la grandiosa catedral
    en toda su gloria, viendo los carruajes de los dones y de las
    damas pasear por sus calles. Hacerlo vivir una aventura de la
    mano de los personajes y transportarlos al pasado, a los
    últimos días de Santiago de
    Guatemala?.8

    Si logró su objetivo y efectivamente la novela
    permite imaginarse cómo era la ciudad colonial y sus
    problemas socioeconómicos en 1773, es algo que compete al
    lector determinar. En el presente Ensayo solo se le ofrece una
    reseña de la obra y los comentarios que se consideran
    pertinentes, sin el afán de inducir a qué debe
    interpretar, siendo que esto es una tarea personal que por
    fortuna todavía goza del libre albedrío.

    III. Comentarios
    acerca de la obra

    Puede anticiparse sin temor a equívoco que lo
    anotado en 1868 para la novela de José Milla y Vidaurre,
    Los nazarenos (1867), vale para la de Vargas
    Corzantes:

    ?[…] El plan está perfectamente
    desarrollado; todos los sucesos se ligan al hecho principal,
    todos concurren al desenlace y lo preparan. La trama que resulta
    es ingeniosa y complicada, tal vez demasiado; los incidentes se
    acumulan o se suceden rápidamente; pero si esta
    circunstancia obliga a fijar más la atención, en
    cambio mantiene vivo el interés.?
    9

    ?La narración es sabrosa, llena de
    gracia y de sencillez; […] los diálogos son
    animados y bastante cortos para no fastidiar nunca; el
    lenguaje castigado y elegante, sin dejar de ser
    natural.? 10

    Será el paciente lector del presente Ensayo quien
    disponga si el atrevimiento de trasladar a Vargas
    las florituras que en su momento se le dieron a Pepe Milla, son
    válidas.

    En la novela aparecen personajes reales, a los que el
    autor se encargó de por lo menos referirlos en algunas
    escenas, como por ejemplo Pedro Cortés y Larraz (1712-
    1787), Arzobispo de Guatemala (1767-1779); Domingo Juarros y
    Montúfar (1753-1821); el dominico Miguel Francesh; y,
    Martín de Mayorga (1721-1783), caballero de la Orden de
    Alcántara (Extremadura, España), mariscal de campo,
    presidente de la Audiencia de Guatemala del 12 de junio de 1773
    al 4 de abril de 1779 y que después ocupó el cargo
    de virrey interino de Nueva España (México), del 23
    de agosto de 1779 al 28 de abril de 1783.

    Miguel Francesh fue confesor de su ilustrísima,
    el arzobispo Pedro Cortés y Larraz.
    11

    Domingo Juarros, su antiguo alumno
    escribió:

    ?XVI- El P. Fray Miguel Francesh,
    también de la Orden de Predicadores. Nació en el
    Principado de Cataluña y vino a esta Metrópoli el
    año de 1752. Su buena conducta y literatura le granjearon
    la estimación pública. En su convento obtuvo el
    grado de Maestro y entre otros cargos le fió la obediencia
    el de Prior de la Casa de Guatemala. La Universidad
    lo condecoró con el grado de Doctor y le dio
    también la Regencia de la Cátedra de Prima de
    Teología, que sirvió hasta jubilarse.
    Escribió un curso de artes, que se imprimió en
    cuatro tomos en cuarto. Murió el año de 1783, con
    muy cristianas disposiciones.? 12

    Sobre el ?curso de artes, que se imprimió en
    cuatro tomos en cuarto? en 1772, aparece en la lista
    bibliográfica presentada por Medina, José Toribio
    (1964), La imprenta en Guatemala (1660-1821),
    Ámsterdam, N. Israel; así como en Lanning, John
    Tate (1976), Reales cédulas de la Real y Pontificia
    Universidad de San Carlos de Guatemala
    . Guatemala,
    Editorial Universitaria. Durante el proceso de
    reforma universitaria iniciado en 1783, para la facultad menor de
    artes el rey recomendó por medio de real cédula
    emitida en enero de 1787 y recibida en julio, utilizar la obra de
    Francesh publicada en Barcelona en 1772.
    13

    En la novela de Vargas Corzantes se menciona
    –aunque solo de pasada– al ?marqués de
    Aycinena?, Juan Fermín de Aycinena e Irigoyen (1729-
    1796), el que de España y proveniente de México
    llega a Guatemala en 1754 en calidad de comerciante. Se casa
    al año siguiente con una dama cuya familia
    pertenecía a la élite; recibe una excelente dote y
    con el tiempo se convierte en exportador de índigo,
    comerciante al por mayor y en prestamista
    (proporcionándole créditos a la misma Audiencia);
    compró el título nobiliario de
    marqués.

    Para facilitar la lectura en cuanto a descripción
    y comentarios de la obra, conviene anotar los títulos que
    figuran en su contenido:

    Nota histórica / Prólogo // Primera
    Parte
    / El portugués / El Camino Real de Santiago /
    La Casa Alcántara / Revelaciones / El certero e inevitable
    destino // Segunda Parte / El sátiro y el asesino
    / La tempestad / Las labores del investigador / La rosa y la
    calavera // Tercera Parte / Dies Irae / El relicario /
    La lacrimosa / Epílogo / Notas aclaratorias /
    Bibliografía sugerida.

    Ergo: a continuación se sigue el mismo plan de
    exposición, copiando dichos títulos con su
    respectivo comentario, excepto en lo que se refiere a ?Notas
    aclaratorias / Bibliografía sugerida?, haciendo la
    aclaración que en la novela los capítulos no
    están numerados, únicamente identificados con un
    título. Aquí se agrega un número
    arábigo a cada uno, solo con fines de
    ordenamiento.

    1. Nota histórica

    La ?Nota histórica? presenta una referencia de lo
    que era la antigua capitanía general de Guatemala, la cual
    contaba con apenas 37,000 habitantes (página 14), la mayor
    parte mestizos; un minúsculo 2.2% de criollos
    –detentadores del poder–, así como un escaso
    15% de indígenas que proveían a la ciudad de
    frutas, legumbres y mano de obra gratuita. Incluye
    un mapa de la ciudad, el que aunque datado en 1773
    (página 16) se basa en un plano de 1857 y que
    se supone existe el original en la Librería del Congreso,
    Washington, D.C. (página 11).

    En cuanto a los 37,000 habitantes que menciona el autor
    en página 14, no hay un acuerdo entre los especialistas,
    de tal manera que dicha cifra debe tomarse con reservas. La
    doctora en historia Cristina Zilbermann de Luján, en
    Aspectos socioeconómicos del traslado de la ciudad de
    Guatemala (1773-1783)
    (1987) indica que a lo sumo pudo haber
    albergado entre 25,000 y 30,000, en tanto que en el
    resto del valle otros 17,500, lo que daría un aproximado
    de entre 40,000 y 50,000 habitantes en el conjunto del valle que
    contenía también a la ciudad;
    14 el doctor Stephen Webre, basado en
    Christopher H. Lutz., la estima en ?unos 40,000
    habitantes, poco más o menos?. 15
    Pedro Pérez Valenzuela, anota sin citar
    fuente que después de su traslado al valle de
    la Ermita en septiembre de 1773 se contabilizó
    en

    ?Total, cerca de seis mil personas y alrededor de mil
    ranchos. Esa era la capital. Así en un mes
    ese número de habitantes tenía la capital
    provisional; en cambio, en la antigua ciudad
    arruinada quedaban más de cincuenta
    mil…? 16 lo que casi suma
    60,000 creyendo quizá en igual dato que proporcionó
    el cronista colonial Francisco Fuentes y Guzmán en 1686 y
    que para 1773 todavía lo repetía el
    propio presidente de la Audiencia don Martín de
    Mayorga, error en el que también cae el
    historiador Agustín Gómez Carrillo: ?Sesenta mil
    habitantes y monumentos espléndidos contaba la ciudad
    destruida por la catástrofe del día de Santa Marta
    de 1773?, 17 sin darse cuenta que de
    tal data se burló el novelista Pepe Milla cuando
    habló de la cuenta alegre de los sesenta mil habitantes
    (criticando a Fuentes y Guzmán) en su Libro sin
    nombre
    . 18 Juárez
    Muñoz también remacha la cifra de sesenta
    mil. 19 Y como quien no quiere la
    cosa, eso de incurrir en los procesos de ?copy-paste? no siempre
    trae buenos resultados.

    Independientemente del número exacto de
    habitantes, de lo que no puede dudarse es que se trata de un
    reino colonial divido en dos ?repúblicas?, aunque este
    concepto no involucra el derecho del pueblo de elegir a sus
    gobernantes:

    ?Santiago de Guatemala fue concebida para quedar
    dividida en sectores. A ese sistema se le conoció como el
    de las =dos repúblicas": una formada por los
    españoles y la otra por las castas. Era una rígida
    estratificación social basada principalmente
    en el color de la piel y las condiciones socio
    económicas de los individuos. Cada uno de los grupos
    vivía en la parte de la ciudad que correspondía a
    dicha separación. De acuerdo a los patrones residenciales,
    la república de los españoles y criollos (y algunos
    miembros de las castas, principalmente por esclavos y
    servidumbre) estaba localizada en el centro de la ciudad. En esta
    área se asentaban los peninsulares que representaban a la
    corona y los criollos que eran ricos comerciantes, mercaderes, y
    propietarios de haciendas. En ella también se asentaba la
    mayoría de los miembros de la escasa clase media, tales
    como los universitarios, burócratas, militares y
    propietarios de pequeños negocios o fincas
    agrícolas. Con estos convivía la
    servidumbre formada por indios, esclavos y algunos
    artesanos.

    En los barrios periféricos vivían las
    castas, que estaban formadas por españoles pobres,
    esclavos negros, mulatos, pardos, mestizos, e indígenas
    que estaban asentados en diez y seis barrios periféricos.
    En estos barrios habitaban los maestros artesanos y aprendices,
    carreteros, vendedores ambulantes, zacateros, y todos aquellos
    asalariados necesarios para el buen funcionamiento de los
    servicios y obrajes que suplían a la ciudad
    de algunos productos manufacturados como telas,
    tenerías, molinos, pólvora,
    etcétera.? 20

    Lo anotado supra puede complementarse con
    la siguiente descripción proporcionada por el
    académico Mario Roberto Morales, quien de paso establece
    el origen del término ladino:

    ?En cuanto a la dinámica de las clases sociales
    en la Colonia, debemos recordar que, al principio, en la
    cúspide se encontraban los peninsulares o
    españoles. Después, cuando los españoles
    empezaron a traer esposas y tuvieron hijos, éstos,
    llamados criollos, ocuparon el segundo lugar después de
    los españoles en la pirámide social. A
    medida que el mestizaje avanzaba, los mestizos, llamados en
    Guatemala ladinos, ocuparon el tercer lugar en la
    pirámide. Al principio, como dijimos, los mestizos o
    ladinos se ubicaban abajo de los indios porque eran considerados
    despreciables por los indios mismos y por los españoles,
    al extremo de que había =pueblos de ladinos"
    que eran mucho más miserables que los peores
    pueblos indios.

    Los ladinos eran indios que hablaban español y
    por eso se les despreciaba en sus comunidades de origen, por
    desarraigados y traidores a los valores culturales comunitarios.
    Los peninsulares se dedicaban a la burocracia real, los criollos
    eran profesionales o hacendados y los indios trabajaban la
    tierra. Los ladinos, al ser malqueridos por unos y otros, se
    empezaron a ubicar en profesiones intermedias como las de
    mensajeros, sirvientes, artesanos, etc., y poco a poco, en la
    medida que el mestizaje avanzaba, fueron copando los espacios
    laborales que los peninsulares y los criollos les dejaban,
    organizándose en gremios de herreros, carpinteros,
    zapateros, plateros, sastres y demás. De modo que ya para
    el siglo XVIII, los ladinos empezaban a ser una considerable
    porción de la población, con una importancia
    creciente en la economía.

    […]

    Vale la pena apuntar que en la
    España de la Reconquista (1492), a los musulmanes
    convertidos al cristianismo se les llamó moriscos y
    a los judíos conversos se les llamó judíos
    ladinos. Esto, porque un judío converso era aquel que
    hablaba un idioma latino (el castellano) y profesaba una
    religión latina o romana (el cristianismo), y era por ello
    un judío latino o latinizado. El paso del término
    latino al término ladino seguramente estuvo mediado por el
    hecho de que, siendo los judíos
    españoles individuos dedicados al comercio y a la
    usura, eran percibidos por los cristianos como personas ladinas,
    es decir, taimadas, aprovechadas, astutas (como define el
    término el Diccionario de la Real Academia
    Española). Y para un soldado español que
    sabía que a un judío converso se le llamaba en
    España judío ladino, no fue difícil
    adjudicarle a un indio converso, en América, el apelativo
    de indio ladino. Así surgió la ladinidad. No vino
    de otra parte, sino brotó de la indianidad misma por obra
    de los invasores. Comprender esto es básico para
    comprender a su vez nuestra conflictiva
    interculturalidad actual.? 21

    2. Prólogo

    Inicia la novela mediante un ?Prólogo?, con la
    parcial presentación de la dama que será objeto de
    los amores del pintoresco personaje portugués Santiago de
    Oliveira, la que lleva un nombre con apellido y abolengo
    español: Adela de Alcántara, de 20 años, tan
    bella como su antecesora –en rasgos físicos–
    sor Juana de Maldonado, cien años atrás
    (páginas 20 y 79). Aparece desnuda, aunque en
    penumbra, siendo pintada por el artista Bartolo de
    Rueda quien debe guardar el secreto de semejante
    acción (página 19), pues la sociedad pacata de
    aquel entonces no concebía ni permitía que una
    mujer participara en actividades públicas, ni siquiera
    tenía derecho a estudiar el bachillerato o en la
    Universidad de San Carlos de Guatemala (página 23), mucho
    menos que posara sin ropa; por eso su padre don Esteban de
    Alcántara, apartándose de esa costumbre,
    había permitido que fuera educada en privado y que
    resultara tan culta como cualquier estudiante del colegio
    Tridentino, en manos de los monjes (página 71),
    amén que a su casa llegaban personajes versados en
    distintas materias, como el dominico Miguel Francesh,
    catedrático en la Universidad San Carlos, y
    Domingo Juarros y Montúfar (1753-1821), siendo este autor
    del ?Compendio de la Historia de la ciudad de Guatemala?, obra
    publicada en varios volúmenes entre 1808 y
    1852. (Págs. 23 y 71).

    Si para los hombres adquirir educación y cultura
    resultaba chocante, en el sentido que los conocimientos obtenidos
    eran prácticamente en materia religiosa, de ciencias
    naturales que no incluían la anatomía y de otras
    materias de escaso valor, piense el lector qué
    ocurría con las mujeres, totalmente privadas de acceso a
    la escuela, ya no se diga a la universidad. El
    historiador Agustín Gómez Carrillo
    (1838-1908), padre del ?Cronista errante? Enrique
    Gómez Carrillo, describe cómo era la
    educación en la época colonial:

    ?Cabe declarar, en cuanto á la vida intelectual
    de la colonia, que no abundaban los hombres ilustrados; el saber
    era el privilegio de unos cuantos; refugiábase
    principalmente en los claustros, donde, con más ardor que
    la lengua castellana, cultivábase la del Lacio. El
    aprendizaje en las escuelas circunscribíase á tres
    ó cuatro ramos rutinariamente estudiados.
    Eran reducidas en número las bibliotecas, y ninguna obra
    encerraban contraria al catolicismo y al sistema de gobierno
    adoptado. El escolasticismo con sus estériles sutilezas,
    la teología y sagrada escritura, las humanidades, las
    ciencias naturales y las exactas, el derecho civil y
    canónico asignaban ancho terreno á la
    actividad mental.

    De asuntos religiosos y aun de otras materias, como
    matemáticas y ciencias naturales, trataban los escritos
    que producían y á veces publicaban clérigos
    seculares y regulares. El gongorismo y la falta de buen gusto
    dábanles feo sabor á la mayor parte de esos partos
    del ingenio, nutridos por lo común de empalagosas citas
    latinas. Mecidas en modesta cuna las ciencias y las letras,
    algún desarrollo, sin embargo, adquirieron, merced
    á la perseverancia de sujetos estudiosos, del estado
    eclesiástico con particularidad; y el divulgar
    útiles conocimientos era el galardón más
    preciado que para sus vigilias pudieran apetecer los que
    conservaban el fuego santo de la erudición en el
    país.

    El espíritu de devoción, distintivo rasgo
    de la sociedad colonial, resalta por lo común en las
    composiciones en prosa y verso de nuestros antepasados, aun
    cuando fueran éstos del estado seglar.?
    22

    Fernando Juárez Muñoz, por medio de novela
    histórica, expone respecto a la educación durante
    la colonia específicamente entre 1768 y 1774, y
    prácticamente justifica que los pobres no tuviesen acceso
    a la de carácter superior, y sin mencionar a las mujeres,
    que:

    ?Fueron frailes también, los que establecieron
    las escuelas públicas en los conventos […]
    recibieron en sus casas conventuales a los hijos del pueblo, para
    enseñarles a leer y escribir y algunas dosis de
    matemáticas elementales, suficientes,
    siquiera, para no ser totalmente un ignorante; que otros
    conocimientos más avanzados y más serios, se daban,
    únicamente, a los hijos de las gentes
    principales.?23

    El académico Mario Roberto Morales describe que
    antes de que existiera la universidad, los colegios Santo
    Tomás y San Borja se encargaban de la tarea educativa
    superior. Dichos colegios, regidos por sacerdotes,
    enseñaban derecho, teología y medicina; el problema
    en cuanto a qué se enseñaba reside en que solamente
    ?la religión católica era legalmente permitida, de
    modo que no era raro que en manos del clero estuviera la
    educación de los intelectuales llamados a dirigir la
    sociedad, los cuales eran todos españoles y
    criollos.? 24

    En su tesis doctoral Cristina Zilbermann de Luján
    (Cádiz, España, 1939), con base en referencias que
    cita de la obra escrita por el arzobispo Pedro Cortés y
    Larraz, Descripción geográfico-moral de la
    Diócesis de Guatemala
    , señala, después
    de mencionar los nombres de la universidad y otros colegios de
    religiosos dedicados a la educación:

    ?La impresionante lista de establecimientos religiosos,
    y la mención de la universidad y los colegios, no debe
    hacer pensar que la educación de la ciudad estaba bien
    atendida. Al contrario, el panorama era desolador; como bien dice
    el último arzobispo que tuvo la ciudad, =La poca
    instrucción de la niñez que hay en
    toda… se deja ver en que ni aún escuelas se
    advierten de niños, para que aprendan a leer
    y escribir". Según él, en la parroquia de San
    Sebastián no había escuela alguna; en
    la de La Candelaria sólo había una en la casa
    parroquial, =habiendo quitado [el párroco]
    las que había en las barberías y otras tiendas, en
    que más que las letras podían
    aprenderse escándalos", y en la de Los Remedios estaba
    solamente la de los belemitas, donde religiosos
    enseñaban a leer y escribir. De gramática no
    había escuela alguna, aunque en los colegios
    Tridentino y de Borja había maestros de gramática
    para los colegiales y concurrían algunos estudiantes, y
    los religiosos dominicos enseñaban a varios con un
    religioso que tenían destinado para ello. Y termina
    diciendo el arzobispo:

    =No ignoro que muchos vecinos toman también sus
    providencias particulares para que sus hijos
    aprendan a leer, escribir y latinidad; pero faltando
    escuelas públicas, serán pocos los que
    aprendan con la debida formalidad, y menos los que consigan
    adelantamiento competente, como se deja entender, sin que sea
    necesario esponer los fundamentos".

    Partes: 1, 2

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