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Segundo día creativo




Enviado por Jesús Castro



  1. La
    "expansión"
  2. El
    "cielo"
  3. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más
satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada en el
libro sagrado del Génesis: ¿Qué
debería entenderse por "Segundo día
creativo"?

Lo que suele llamarse SEGUNDO DÍA CREATIVO
corresponde a lo que el Génesis relata en su
capítulo 1, versículos 6 a 8, a saber: «Y
Dios pasó a decir: "Llegue a haber una expansión en
medio de las aguas, y ocurra un dividir entre las aguas y las
aguas". Entonces Dios procedió a hacer la expansión
y a hacer una división entre las aguas que deberían
estar debajo de la expansión y las aguas que
deberían estar sobre la expansión. Y llegó a
ser así. Y Dios empezó a llamar a la
expansión Cielo. Y llegó a haber tarde y
llegó a haber mañana, un día
segundo».

La
"expansión".

La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, tomo
1, páginas 897 a 899, edición de 1991, producida
por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, comenta:

«Con relación al segundo
período o "día" creativo,
Génesis 1: 6-8 explica: "Y Dios pasó a decir:
"Llegue a haber una expansión [hebreo: raqía] en
medio de las aguas, y ocurra un dividir entre las aguas y las
aguas". Entonces Dios procedió a hacer la expansión
y a hacer una división entre las aguas que deberían
estar debajo de la expansión y las aguas que
deberían estar sobre la expansión. Y llegó a
ser así. Y Dios empezó a llamar a la
expansión Cielo". Más adelante, el registro dice
que aparecieron las lumbreras en "la expansión de los
cielos", y después las criaturas voladoras
que volaban sobre la tierra: "Sobre la faz de la expansión
de los cielos" (Génesis 1: 14, 15, 17, 20).

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La Versión de los Setenta griega usó la
palabra steréoma (que significa "estructura firme y
sólida") para traducir la voz hebrea raqía,
y la Vulgata latina empleó el término latino
firmamentum, que también transmite la idea de algo
sólido y firme. Muchas versiones traducen
raqía por "firmamento", aunque algunas de ellas
ofrecen como alternativa en sus notas "extensión" (La
Sagrada Biblia 1863-1864 de Felipe Scío de San Miguel, La
Sagrada Biblia 1856-1953 de Félix Torres Amat). En la
misma línea, otras traducen "estrato" (La Sagrada Biblia
1961-1962 del Pontificio Instituto Bíblico de Roma) o
"expansión" (Antiguo Testamento Interlineal
Hebreo-Español, La Biblia de las Américas, La
Biblia de Moisés Katznelson, La Santa Biblia en
Versión Moderna de H.B. Pratt, Traducción del Nuevo
Mundo de las Santas Escrituras, Santa Biblia de Casiodoro de
Reina y revisión de Cipriano de Valera).

[Quizás debido a que la Versión de los
Setenta traduce raqía por steréoma,
hay] quienes se han empeñado en tratar de demostrar que el
antiguo concepto hebreo del universo era que la Tierra
tenía una cúpula perforada por cuyos agujeros
pasaba la lluvia, y que las estrellas estaban fijas en el
interior de esa cúpula sólida. Tanto en
diccionarios bíblicos como en algunas traducciones de la
Biblia se pueden ver diagramas que representan tal concepto. [Sin
embargo, comentando] sobre esta idea, The International Standard
Bible Encyclopaedia dice: "Pero esta suposición en
realidad se basa más en las ideas prevalecientes en Europa
durante la Edad Media que en alguna declaración
específica del A[ntiguo] T[estamento]" (edición de
J. Orr, 1960, volumen 1, página 314).

Si bien es cierto que la raíz
(raqá) de la que se deriva raqía se usa por
lo general con el sentido de "batir" algo
sólido, ya sea con la mano, con el pie o con algún
instrumento, en algunos casos no es lógico descartar el
que la palabra pueda usarse en sentido figurado…

[Esto es lo que parece suceder] con la
"expansión" que se produjo en el segundo "día"
creativo: no se describe el batido de ninguna sustancia
sólida, sino, más bien, la creación de un
espacio abierto o una división entre las aguas que
cubrían la Tierra y otras aguas que estaban por encima de
ella. Así se explica la formación de la
expansión atmosférica que rodea la Tierra, y se
indica que hubo un tiempo en que no había tal
división clara o espacio abierto, sino que todo el globo
estaba envuelto en vapor de agua. Este hecho concuerda
también con el razonamiento científico acerca de
las etapas primitivas de la formación del planeta y el
punto de vista de que en un tiempo toda el agua de la Tierra
existía en forma de vapor atmosférico
debido al gran calor de la superficie de la Tierra.

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La advertencia que se dio a Israel mediante
Moisés prueba que los escritores hebreos de la Biblia no
concebían un cielo formado originalmente de metal
bruñido, pues se dijo a la nación que en caso de
desobedecer a Dios, el resultado sería: "Tus cielos que
están sobre tu cabeza también tienen que llegar a
ser de cobre; y la tierra que está debajo de ti, de
hierro", una advertencia que describe en términos
metafóricos los efectos del intenso calor y la fuerte
sequía sobre los cielos y la tierra de Israel
(Deuteronomio 28: 23,24).

Asimismo, es obvio que los antiguos hebreos no
compartían el concepto pagano de la existencia de
"ventanas" literales en la cúpula del cielo a
través de las cuales descendía la lluvia a la
Tierra. Con exactitud y rigor científico, el escritor de
Job cita la explicación de Elihú sobre el proceso
de la lluvia: "Pues él atrae hacia arriba las gotas de
agua; se filtran como lluvia para su neblina, de modo que las
nubes [schejaqím] destilan, gotean sobre la humanidad
abundantemente" (Job 36: 27, 28). Del mismo modo, la
frase "compuertas [arub·bóth] de los cielos" es
claramente una expresión figurativa
(Compárese con Génesis 7: 11; 2 Reyes 7: 1, 2, 19;
Malaquías 3: 10; véanse también Proverbios
3: 20; Isaías 5: 6; 45: 8; Jeremías 10:
13)…

Aunque la formación de la expansión, o
atmósfera, no requirió que se "batiese" ninguna
sustancia, como, por ejemplo, algún metal, debe recordarse
que la mezcla de gases que componen la atmósfera terrestre
es tan material como la tierra y el agua, y tiene peso por
sí misma (aparte de contener agua e infinidad de
partículas sólidas, como polvo). Se calcula que el
peso del aire que rodea la Tierra supera los 5.200 billones de
toneladas métricas (The World Book Encyclopedia, 1987,
volumen 1, página 156). La presión
atmosférica al nivel del mar es de más o menos 1
Kilogramo por centímetro cuadrado. También ejerce
resistencia a los meteoritos que chocan contra la inmensa capa de
aire que envuelve la Tierra, de manera que la gran mayoría
de los que penetran en ella se consumen por la fricción
con la atmósfera. Por lo tanto, la fuerza que comunica la
palabra hebrea raqía concuerda con la
prueba científica…».

El
"cielo".

La obra PERSPICACIA, tomo 1, páginas 473 a 480,
comenta, en parte, lo siguiente:

«El término hebreo
schamáyim (siempre en plural),
que se traduce "cielo(s)", parece designar en su sentido
básico lo que es "alto" o "encumbrado" (Salmo 103: 11;
Proverbios 25: 3; Isaías 55: 9). La etimología de
la palabra griega para cielo (ouranós) es
incierta…

[Según las Santas Escrituras, la]
palabra "cielo(s)" puede aplicar a toda la atmósfera
terrestre, donde se forman el rocío y la escarcha, donde
vuelan los pájaros, donde soplan los vientos, donde
resplandece el relámpago y donde están
las nubes que dejan caer su lluvia, nieve o piedras de granizo. A
veces "cielo" se refiere al firmamento o
bóveda celeste.

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Esta región atmosférica
corresponde con la "expansión [hebreo: raqía]"
formada durante el segundo período creativo,
de la que se habla en Génesis 1: 6-8. Es a ese "cielo" al
que se hace referencia en Génesis 2: 4, Éxodo 20:
11 y 31: 17 cuando se alude a la creación de "los cielos y
la tierra".

El que se hiciera esta expansión sirvió
para separar las aguas que estaban sobre la superficie terrestre
de las que quedaron encima de la expansión. Esto explica
lo que se informa con respecto al diluvio universal del
día de Noé: "Fueron rotos todos los manantiales de
la vasta profundidad acuosa, y las compuertas de los cielos
fueron abiertas" (Gé 7: 11; compárese con
Proverbios 8: 27, 28). Las aguas suspendidas por
encima de la expansión debieron precipitarse bruscamente y
también en forma de lluvia. Cuando este vasto
depósito se vació, las "compuertas de los cielos se
cerraron" por decirlo así. (Génesis 8:
2).

[Las Santas Escrituras muestran que los]
"cielos" físicos comprenden tanto la atmósfera
terrestre como las regiones del espacio sideral con sus cuerpos
estelares, "todo el ejército de los cielos": el Sol, la
Luna, las estrellas y las constelaciones. En el primer
versículo de la Biblia se alude a la creación de
esos cielos estrellados antes de la preparación de la
Tierra para la vida del hombre. (Génesis 1:1). Tanto estos
cielos como la expansión, muestran la gloria de Dios, pues
son la obra de sus "dedos" (Salmo 8: 3; 19: 1-6). Todos esos
cuerpos celestes están controlados por los "estatutos de
los cielos" que Dios ha establecido, unos estatutos que los
astrónomos todavía son incapaces de comprender a
pesar de la tecnología moderna y sus avanzados
conocimientos matemáticos (Job 38: 33;
Jeremías 33: 25). No obstante, sus hallazgos confirman lo
imposible que es para el hombre medir los cielos o siquiera
contar las estrellas (Jeremías 31: 37; 33: 22…) Dios no
sólo las cuenta, sino que hasta las llama por nombre
(Salmo 147: 4; Isaías 40: 26).

Los escritores bíblicos
también utilizan la palabra hebrea
schá·jaq para referirse a la
expansión o atmósfera que rodea la Tierra donde
están las nubes, o también a la bóveda o
cúpula celeste, azul durante el día y tachonada de
estrellas por la noche. Esta palabra tiene el significado
primario de algo batido muy fino, pulverizado, como una
"capa tenue de polvo" (schá·jaq). La palabra
schá·jaq también se traduce por
"nube" y "cielo nublado", aunque en la
mayoría de los casos se usa simplemente para referirse a
lo que está muy por encima del hombre y no a un aspecto
particular del "cielo".

Estos dos significados están
relacionados, pues las finas partículas de polvo, las
moléculas de vapor de agua y, hasta cierto grado, las
moléculas de oxígeno, nitrógeno,
anhídrido carbónico y otros gases que se encuentran
en la atmósfera, dispersan los rayos de luz, y los
más difundidos, los azules, dan al cielo despejado su
característico color azul. Además, las
nubes se forman cuando el aire caliente que se eleva desde la
Tierra se enfría hasta lo que se llama "punto de
rocío", y el vapor de agua que hay en él se
condensa alrededor de diminutas partículas de
polvo.

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Jehová [es el Creador y] dice que
Él es Aquél que "[bate] los cielos nublados, duros
como un espejo fundido", de modo que da un
límite definido o una clara demarcación a la
bóveda celeste de color azul (Job 37: 18). Las
partículas que forman la atmósfera están
sometidas a la atracción de la fuerza de la gravedad, que
las mantiene dentro de sus límites. Éstas reflejan
la luz del Sol como si fueran un espejo, por lo que el cielo
parece claro, mientras que si no existiera la atmósfera y
alguien pudiera observar el cielo desde la Tierra, solo
vería oscuridad, un fondo negro sobre el que
refulgirían los cuerpos celestes, como sucede en el caso
de la Luna, que carece de atmósfera. Los astronautas han
podido observar la atmósfera de la Tierra desde el espacio
sideral y la han visto como un halo relumbrante…

De modo que el término "cielos" en sentido
físico es muy abarcador. Puede referirse a las zonas
más lejanas del espacio universal o a algo que simplemente
es más alto o encumbrado de lo
habitual…».

Conclusión.

Parece que al llamar a la expansión Cielo, Dios
se refería a lo que está arriba de la tierra, desde
el punto de vista de un observador terrestre situado en la
superficie acuosa del planeta o a nivel del mar. En este caso, la
expansión en progreso es lo que recibe el nombre de Cielo,
puesto que es a partir de este segundo día creativo cuando
la capa gaseosa del globo terráqueo comienza a tener una
forma definida; y antes de eso carecía de forma o se
hallaba sin forma o informe, como dice Génesis 1:
2.

NOTA:

El artículo G019 (Mañana y tarde),
página 5, concluye: «El vocabulario primegenio que
recibió Adán de su Creador constaba, al parecer, de
un número no excesivamente grande de elementos, con la
intención de que el hombre lo ampliara considerablemente
en el transcurso de sus investigaciones y necesidades
comunicativas. Por lo tanto, el uso de figuras retóricas,
tales como la analogía o el símil, facilitaban
enormemente la expresión del pensamiento y su
memorización. A falta de mayor objetividad en el lenguaje,
la cual se adquiriría en etapas posteriores del
conocimiento humano por medio de la
elaboración de jergas especializadas compuestas de
términos portadores de alta precisión
semántica, la comunicación inicial del hombre con
su Creador estaría necesariamente afectada de muchas
figuras retóricas».

Es posible que el vocablo CIELO (raqía), empleado
en el Génesis, fuera uno de esos términos
primigenios que debían ser precisados según el
contexto, a medida que el ser humano avanzara en conocimiento
científico y tecnológico del medio ambiente
natural.

 

 

Autor:

Jesús Castro

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