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Somos los jóvenes rebeldes. Memorias de un ex-guerrillero




Enviado por Ariel Batres V.




    Somos los jóvenes rebeldes. Memorias de un
    ex-guerrillero – Monografias.com

    Somos los jóvenes rebeldes.
    Memorias de un ex-guerrillero

    Jóvenes oficiales, suboficiales y soldados del
    Ejército Nacional de Guatemala se rebelan el
    13 de noviembre de 1960 contra la corrupción y malos
    manejos del gobierno de Miguel Ydígoras Fuentes; por falta
    de coordinación entre los que dirigen la asonada y la
    defección de varios de los conjurados que los traicionan,
    deben huir hacia las bases militares de Zacapa y Puerto Barrios,
    donde creen que sus compañeros los ayudarán, pero
    son derrotados. Los principales líderes, Marco Antonio Yon
    Sosa y Luis Turcios Lima deben esconderse y exiliarse.

    Quince meses después (7 de febrero de 1962) se
    integra un pequeño grupo de jóvenes rebeldes
    dirigidos por los dos anteriores y César Montes (Julio
    César Macías, su nombre legal), creando el
    Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13). Entre sus
    miembros aparece también el nombre de Pablo Monsanto
    (Jorge Ismael Soto, nombre real), alias "Manzana".

    Si el 13 de noviembre de 1960 ese pequeño grupo
    de oficiales del ejército prácticamente se
    convirtieron en guerrilleros después de la acción
    armada que pretendieron realizar, misma que fracasó, el 13
    de noviembre de 2013 sale a luz el libro de memorias de Pablo
    Monsanto, intitulado Somos los jóvenes rebeldes,
    Guatemala insurgente
    . Guatemala : F&G Editores,
    2013, aunque algunos puntos de venta ya se encontraba desde
    el 9 de noviembre.

    Monografias.com

    En Somos los jóvenes rebeldes, el autor
    narra en tercera persona minuciosos detalles de lo que
    vivió a partir de los 17 años de edad cuando se
    integró al MR-13 en febrero de 1962, hasta el mes de
    agosto de 1968, momento en que se convierte en el principal
    líder y comandante único de las Fuerzas
    Armadas Rebeldes (FAR); ya tiene 23 años y casi 7 de
    experiencia como "combatiente".

    En el final de sus días como comandantes de la
    guerrilla guatemalteca, los representantes de los cuatro grupos
    de alzados en armas y coaligados en la URNG se convirtieron en
    "comandantes de salón", reunidos en hoteles cinco
    estrellas y "divorciados" de sus bases. Antes no era así.
    Después de la fundación del MR-13 en febrero de
    1962, pasa un año y se crean las FAR en un pequeño
    restaurante chino de tradición en la capital guatemalteca,
    el Fu Lu Sho (felicidad, prosperidad y longevidad),
    con la diferencia que esa reunión sí fue
    trascendental:

    "El año 1963 comienza con el mayor caos que pueda
    concebirse. Enero inicia con movimientos reivindicativos:
    trabajadores de correos y de la salud se declaran en
    huelga.

    El 7 de febrero se produce una reunión en el
    centro de la Ciudad de Guatemala, a pocas calles del Palacio
    Nacional, en las propias narices del gobierno: en el restaurante
    Fu Lu Sho, de la 6ª avenida y 12 calle de la zona 1. En esa
    reunión participan el teniente Marco Antonio Yon Sosa, el
    subteniente y ranger Luis Augusto Turcios Lima, y los civiles
    Bernardo Alvarado Monzón, Mario Silva Jonama,
    Joaquín Noval y Bernardo (Nayo) Lemus. Allí
    acuerdan dar a conocer públicamente la creación de
    las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), integrando la
    representación del Movimiento 13 de Noviembre, el Partido
    Guatemalteco del Trabajo y el Movimiento 12 de abril, nombrando
    como jefe militar de la organización al Comandante Yon
    Sosa." Página 32, edición citada.

    El título del libro proviene de una experiencia
    personal de Pablo Monsanto: junto con César Montes y otros
    guerrilleros realizan en enero de 1965 una incursión en la
    aldea Santa Rosalía de Mármol, mismo lugar donde se
    ubica la empresa Guatemarmol que en 1963 principia operaciones
    sin autorización estatal. Reúnen a la
    población y lanzan sus arengas revolucionarias; una
    muchacha le pregunta a "Manzana" que ellos quiénes son y
    este responde: Somos los jóvenes rebeldes. Y
    según cuenta el autor, César Montes "utiliza
    después esa cándida expresión para burlarse
    de Manzana ante los demás" (página 226), chanza que
    seguramente hirió el amor propio del burlado y
    acrecentó la animadversión que sentía hacia
    él y su inexperiencia política y militar para
    actuar como comandante, lo que se aprecia en las críticas
    que le hace a lo largo de varias páginas del libro (v.g.
    339, 378, 424 y 438).

    Son 469 páginas en las que si bien se encuentran
    minucias innecesarias en un libro de memorias (ir al sanitario,
    bañarse, padecer de fiebre por la malaria, recoger
    leña, buscar agua, etc.), bien vale la pena leer para
    confrontarlas después con lo escrito por otros
    excomandantes, uno de los cuales se atrevió a publicar en
    2011 lo que denomina como pasajes y perfiles de la guerra
    revolucionaria en la Sierra Madre de Guatemala, en tanto que
    Monsanto ("Manzana") narra lo vivido en la Sierra de las Minas.
    El atrevimiento deviene en que no puede aceptarse el cambio
    radical de alguien que como nombre de guerra se hacía
    llamar "Comandante Pancho" en épocas pretéritas,
    pero a partir del año 2000 cambió de bando y se
    enlistó en las filas del partido de la manita, defendiendo
    al general condenado por genocidio, aunque las cortes hayan
    ordenado repetir parte del proceso y por ende la sentencia fue
    anulada.

    Si las memorias son o debieran ser el espejo de una
    persona que en lontananza reflexiona y cuenta lo que fue su vida
    o parte de esta, para beneficio, enseñanza e incluso
    crítica de sus amigos y detractores, Monsanto seguramente
    lo pensó más de dos veces al escribir algunos
    párrafos y páginas completas, habida cuenta que
    ejerce una labor de autocrítica por acciones y errores
    cometidos durante el período 1962-1968.

    Autores que otrora fueron guerrilleros o líderes
    de izquierda han dejado como legado su propio testimonio para que
    cada quien extraiga las conclusiones respectivas, tales como
    Mario Payeras en Los Días de la Selva (1981),
    Gustavo (el Sholón) Porras en Las Huellas de
    Guatemala
    (2009), José Manuel Fortuny con sus
    Memorias (2002), las que originalmente publicó
    Marco Antonio (el Bolo) Flores con el título Fortuny:
    un comunista guatemalteco
    (1994), la que por cierto es mejor
    por su fina prosa que lo contado directamente por Fortuny
    (qué redacción tan pobre para alguien que se
    significó y ufanó de haber escrito
    prácticamente todos los discursos de Arbenz en
    campaña presidencial, como presidente y en particular el
    de renuncia), o bien el de Miguel Ángel Sandoval, El
    sueño de la paz. El inicio del diálogo
    gobierno-guerrilla
    (2013).

    Del prologuista de Somos los jóvenes
    rebeldes
    , el cubano Ricardo Alarcón de Quesada debe
    recordarse que fue uno de los que acompañó a Fidel
    Castro durante más de 4 décadas, llegando a ocupar
    los cargos de Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba y
    Presidente de la Asamblea Nacional (dis'q Congreso) durante
    más de 12 años, puesto que entregó en
    febrero de 2013.

    Según palabras de Alarcón, tal parece que
    sí será interesante leer estas memorias de
    Monsanto, habida cuenta que:

    "Para el lector, especializado o no en este tema,
    resultará impactante conocer cómo numerosos hombres
    permanecen en la montaña por tanto tiempo, bajo las
    más adversas circunstancias, peligros, sacrificios y una
    virtual incomunicación con el mundo exterior, incluida la
    propia familia. Las razones que lo explican, son la conciencia,
    la fe en la victoria y la mística."

    Página XV, edición citada.

    En el recuento que nos ofrece el autor, abundan
    pinceladas con las que se pasa revista a las más
    terrenales conductas de los combatientes de este destacamento
    guerrillero, incluidas faltas a la disciplina, identificando
    así, con naturalidad y desenfado, los lunares que
    también portan en la piel los héroes."

    Página XVI, edición citada.

    Empero, eso de que a un lector le resulte impactante
    enterarse de las vicisitudes de sobrevivencia en la Sierra de las
    Minas por parte de un pequeño grupo de guerrilleros (nunca
    pasó de 38), la mayor parte ladinos y no más de 5
    de extracción indígena, es relativo. Llaman la
    atención algunas situaciones especiales (pasar sin comer
    varios días, ingerir solamente agua para
    engañar al estómago, no tener medicinas a la mano
    para aliviar algunos dolores, pasar sin contacto sexual con el
    género opuesto durante más de ocho meses y en
    varios casos hasta dos años) pero no al extremo de
    sentirse impactado, aunque si sorprende leer que el grupo del
    MR-13 aplicó su propia "justicia revolucionaria" contra un
    compañero que intentó desertar, lo capturan y
    fusilan en 1962 y años después repiten la
    acción contra otros dos desertores.

    También asombra a alguien no especializado en el
    tema –tal como señala Alarcón–
    enterarse de las permanentes desavenencias entre César
    Montes y Pablo Monsanto, que este no tiene empacho en contar,
    hasta el que su comandante no solo era autoritario sino que no
    sabía conducir el movimiento revolucionario,
    aprovechándose del cargo, haciendo el amor con una
    compañera en el mismo lugar donde todos dormían
    –o trataban de hacerlo porque la "joceadera" de la pareja
    no los dejaba conciliar el sueño–, hasta que como
    César Montes tarda más de un año en Vietnam
    (a donde había ido a instruirse en nuevas tácticas
    de guerra) y les envía carta anunciando que
    permanecerá más tiempo ahí para seguir
    aprendiendo, es defenestrado, su puesto lo asume Camilo
    Sánchez pero al ser este capturado y ejecutado por el
    ejército después del intento de secuestro y
    asesinato del embajador norteamericano John Gordon Mein el 24 de
    agosto de 1968, Monsanto asume la dirección y comandancia
    única de las FAR.

    El Prefacio de la obra puede salteárselo el
    lector, más parece un comunicado de los que antiguamente
    se leían al ser recogidos en las calles después del
    estallido de una bomba panfletera, pues es precisamente eso, un
    panfleto cargado del discurso de los años 60 del siglo
    pasado, como si las condiciones no hubiesen cambiado, o quien no
    lo hace es el autor.

    De los capítulos 1 a 8 la conclusión que
    se extrae es que se integró un grupo de soldados
    jóvenes y rebeldes, varios de los cuales provenían
    de las filas del ejército y otros eran estudiantes de
    secundaria o de la universidad nacional y dos profesionales
    (economista y antropólogo), pero sin ningún
    sustento ideológico, al extremo que años
    después –reconoce Monsanto– con el ingreso del
    poeta Otto René Castillo a las filas del movimiento, se lo
    asignan para que se haga cargo de su formación en los
    conceptos teóricos del marxismo.

    Pasan grandes penas –se reconoce– para
    lograr convivir, adquirir alimentos, sobrevivir, pero ello no
    puede ser motivo para estar de acuerdo con el prologuista
    Alarcón quien llega a calificar todo esto como una
    epopeya. Si como los propios campesinos observaron cuando los
    veían, y a quienes trataban de convencer en su lucha,
    daban pena: pálidos, pelo enmarañado, barbados,
    flacos, con ropa raída que de garbo militar no
    tenía nada, etc. Y lo peor, ante las incursiones del
    ejército para dar con la guerrilla –esta solo se
    esconde y no ataca y a eso llama guerra popular prolongada–
    la población campesina ubicada en la Sierra de las Minas
    es la afectada: hay asesinato de colaboradores de los alzados en
    armas, si los atienden dándoles comida el ejército
    los masacra, y si no lo hacen sienten temor de que la guerrilla
    sea su verdugo.

    Al examinar las penurias que Monsanto describe en su
    libro (no solo las personales y de sobrevivencia, sino
    también la falta de vituallas, armamento, transporte y
    municiones), tal parece que se inspiró en El diario
    del Ché Guevara en Bolivia
    para contarlas. En ese
    diario no se encuentra tampoco ninguna epopeya, pero sí la
    deserción del ideólogo del movimiento, el
    francés Regis Debray. Carlos Manuel Pellecer (1920-2009),
    no obstante que en Renuncia al comunismo (1968) dio a
    conocer las razones que tuvo para alejarse del Partido
    Guatemalteco del Trabajo al que perteneció durante 14
    años, en sus páginas queda a salvo la figura de
    Arbenz, a quien también en Memoria en dos
    geografías
    (1963) lo recuerda como el mejor
    capitán que tuvo en la Escuela Politécnica donde
    estudió tres años y estando a pocos meses de
    graduarse fue capturado en marzo de 1939 por atreverse a escribir
    en una carta lo que pensaba de los censores de correspondencia,
    acusado de complotista y sentenciado al fusilamiento, se
    salvó por alguna influencia que abogó por
    él.

    En otro libro de Pellecer, Caballeros sin
    esperanza
    (1973), que contiene la compilación de
    varios artículos escritos por él entre 1968 y 1971,
    relata los pormenores de la muerte absurda del Ché
    Guevara, de cómo este fue utilizado por Fidel Castro para
    sus propios fines, enviándolo a una muerte segura en
    Bolivia y convirtiéndolo en mártir pues solo
    así le era útil. Al final incluye un
    artículo sobre "El soldado del pueblo", Jacobo Arbenz,
    criticando a los partidos comunistas de Cuba, Argentina,
    Checoslovaquia, Praga y Rusia por haberlo tenido como un
    apestado, siendo que cuando fue presidente ofrecieron apoyar la
    revolución guatemalteca pero lo dejaron solo. El
    título del libro es una ironía, pues deviene de la
    designación de "Caballero de la esperanza" que un
    periodista dio a un líder comunista brasileño en la
    década de los 60's.

    Ergo: da la impresión que Monsanto escribe sus
    memorias para que se sepa que sufrieron mucho en las
    montañas de la Sierra de las Minas, que hubo quienes se
    aprovecharon del movimiento o no supieron conducirlo, que fueron
    tontos útiles en pocas palabras. Y así como el
    Ché Guevara, ellos también tuvieron su propia
    gesta, solo que para qué…

    Monsanto no oculta tampoco su admiración por Juan
    José Arévalo y asegura que de haberle permitido
    participar en las elecciones de 1963, seguramente hubiera
    triunfado. Pero como el gobierno de Ydígoras se encontraba
    fuertemente cuestionado por el propio ejército, y ante la
    decisión de permitirle a quien ya había sido
    presidente de Guatemala (1945-1951) volver a participar, la
    institución armada por medio del ministro de la defensa
    Enrique Peralta Azurdia da un golpe de estado la noche del 30 de
    marzo de 1963. La guerrilla instalada en la Sierra de las Minas
    ni se entera, sino hasta días después, pues no
    tiene un radio que capte las señales de las radiodifusoras
    y de bajar al pueblo para adquirir un periódico, ni
    hablar; cuando hacen incursiones aprovechan para llevarse
    periódicos de días y semanas atrás, para
    estar "al día" de lo que ocurre.

    El gobierno de Peralta ofrece una operación
    honestidad, para congraciarse con los sectores populares que
    criticaban a Ydígoras por la creciente corrupción.
    Y como desde 1954 cada gobierno resulta ser
    más de lo mismo, en plena guerra fría donde todo lo
    que parecía tener un tenue color rosa o puramente rojo era
    calificado de comunista, y a perseguir, secuestrar, asesinar y
    desaparecer se ha dicho, el de Peralta a través de su
    ministro de economía afirma el 10 de mayo de
    1963:

    "Si en lo político se están tomando
    medidas para combatir enérgicamente los brotes de
    subversión comunista y de erradicar definitivamente de
    Guatemala toda posibilidad de implantar la doctrina colectivista,
    en lo económico se debe con mayor razón, demostrar
    que el sistema por nosotros escogido, o sea el
    democrático, sí ofrece las soluciones que el
    comunismo sólo anuncia engañosamente pero que
    jamás cumple."

    Ministerio de Economía; Política
    económica del gobierno militar 1963-1966
    . Guatemala :
    Editorial del Ejército, 1966. Página 16.

    Peralta Azurdia propició la elaboración de
    una nueva Constitución en 1965; amparado en esta promueve
    reformas al Código de Trabajo aprobado durante el gobierno
    de Juan José Arévalo y que entró en vigor el
    1 de mayo de 1947, declarando que si bien ofrece a los
    trabajadores ciertas garantías sociales, como la
    suscripción de pactos colectivos con sus patronos, hay de
    aquél que pretenda salirse del esquema de orden
    establecido:

    "El Gobierno ha cumplido ya con señalar, mediante
    la Carta Guatemalteca del Trabajo y las demás leyes
    sociales, cuál es el mínimo de derechos que
    corresponden al sector trabajo […]

    El Gobierno espera que, entre tales medios legales, los
    patronos y trabajadores utilicen primordialmente la
    negociación directa y la suscripción de pactos
    colectivos de condiciones de trabajo […] En aras de la
    unidad indispensable en estos momentos, el Estado estaría
    pronto a intervenir como fuera necesario, para restablecer el
    equilibrio y la armonía en los lugares en que hiciera
    falta."

    Ídem., páginas 17 a
    18.

    De todas estas medidas el Partido Guatemalteco del
    Trabajo (PGT), ni las FAR, dijeron nada, ni tampoco de la
    declaración referente a que en 1963 el ejército "se
    impuso" la tarea de la recuperación nacional "a partir del
    primero de abril de este año, cuando se vio obligado para
    poner fin a la corrupción y a la amenaza de una guerra
    civil" (ídem., pág. 29). Obligado por quién,
    nada más que por sí propio, para detener la
    candidatura de Juan José Arévalo, en donde la
    guerra civil no existía sino solo en la mente
    maquiavélica del ejército, amén de que las
    denominadas "Jornadas de marzo y abril de 1962" no tenían
    como fin el derrocamiento de Ydígoras sino solo demostrar
    –por parte de los estudiantes de secundaria y
    universitarios– que no estaban de acuerdo con tanta
    corrupción. Monsanto pasa por alto (¿a
    propósito?) este detalle entre los cientos que comenta sin
    mayor trascendencia para la vida nacional, e incluso para el
    MR-13 o las FAR.

    Si Ricardo Alarcón de Quesada pretende que al
    lector le resulte impactante enterarse que las FAR eran el brazo
    armado del PGT y de cómo este se convence en 1966 que debe
    apoyar la candidatura presidencial del abogado Julio César
    Méndez Montenegro, con la idea preconcebida de que si gana
    no le será entregado el poder o bien que antes de las
    elecciones de marzo la derecha dará un golpe de estado, es
    impresionante observar que el análisis de los
    "ideólogos" del PGT era tan infantil que creían que
    la población se levantaría en armas para protestar
    y ellos serían los abanderados del movimiento para tomar
    el poder. ¿Y entonces, dónde lo extraordinario de
    la narración de Monsanto?

    La historia registra que ocurrió lo contrario:
    Méndez recibe la presidencia pero lo que nadie
    sabía hasta que dos años después lo destapa
    el vicepresidente de la república Clemente
    Marroquín Rojas, es que el candidato presidencial
    había pactado previamente con el ejército, quien
    arrogándose ser quien decide lo mejor para la
    nación, lo conmina a que les deje mano libre para aplicar
    su estrategia contrainsurgente (con el apoyo de los grupos
    paramilitares como la Mano Blanca, el NOA, el Jaguar Justiciero y
    otros) a cambio de dejarlo "gobernar". Lo raro del asunto es que
    Monsanto no señala nada de esto, solo que el PGT se
    equivocó y las FAR –él incluido–
    participaron en la contienda política arengando a la
    población para que votara por Méndez
    Montenegro.

    El problema fue después; Méndez llega a la
    presidencia el 1 de julio de 1966, pero a los pocos meses inicia
    la represión en el campo y la ciudad. En Río Hondo,
    Jones, Estanzuela, Teculután, Santa Rosalía y otros
    lugares del departamento de Zacapa donde tiene sus bases la
    guerrilla, la población cree que los guerrilleros ya se
    van, que regresarán a la capital para tomar el poder, pero
    estos le dicen que no es así, que deben esperar y al
    hablarles de que la guerra es prolongada viene el desencanto, los
    campesinos se saben engañados y optan por retirar su
    colaboración a la guerrilla. Descrito más o menos
    así por Pablo Monsanto, resulta impactante, pero no
    más allá de ahí. Sencillamente, fueron los
    "tontos útiles" a que se refería Carlos Manuel
    Pellecer en Útiles después de muertos
    (1966).

    En octubre de 1966, la debacle para el movimiento
    guerrillero de las FAR: Luis Turcios Lima fallece carbonizado en
    un accidente de tránsito en la capital a las 3 de la
    mañana del día 2, salvándose la
    compañera que iba con él. Monsanto califica la
    muerte como un atentado, que el vehículo en que se
    conducía había sido "arreglado" para que a
    determinada velocidad frenara de repente, ocasionando que volcara
    y se incendiara. Es como asegurar que el error del comandante de
    conducir él mismo el vehículo, sin seguridad o
    escolta, a esa hora y… le corresponde a otro, no al piloto
    del automóvil.

    Lo cierto es que la muerte de Turcios Lima ocasiona un
    desmoronamiento en las filas de las FAR, desazón en sus
    "dirigentes" naturales que no saben qué hacer y el
    nombramiento de César Montes, el eterno "rival" de
    Monsanto.

    El autor no se cansa de criticar la decisión del
    PGT de sostener la guerra popular prolongada en tres fases,
    adoptada en el III Congreso del partido donde se establece como
    opción única la utilización de todas las
    formas de lucha, la cual confirma un año después al
    definir que la lucha armada es la que permitirá el acceso
    al poder (véase por ejemplo, páginas 229, 257, 304,
    444, 456 y 459). Sin embargo, ante los errores tácticos y
    estratégicos cometidos por la dirección del
    partido, que de dirigir la lucha revolucionaria no sabe nada, las
    FAR desautorizan al PGT en 1968 y deciden continuar solos en la
    lucha, pero esto es otra historia que no aparece en el libro de
    Monsanto, quizás en una segunda parte.

    Fortuny en el PGT criticó las acciones
    insurgentes porque creía que no era con la guerra que se
    lograría alcanzar el ideal esperado, pero el directorio
    del Partido decidió que no había otro camino en tal
    época. Ver las Memorias de este, y mejor si se
    consulta la obra del Bolo Flores que es concreta en los
    detalles.

    El capítulo 15 de la obra de Pablo Monsanto,
    "Conclusiones", es llano y abierto; en este efectúa un
    repaso de lo anotado en apartados anteriores, reconociendo
    errores, corrigiendo la estrategia revolucionaria a seguir
    después de que asume la comandancia de las FAR en agosto
    de 1968. Cada uno de los doce numerales que contiene es motivo de
    reflexión acerca de lo que se hizo, se dejó de
    hacer y de preparación para lo que viene. Si la
    experiencia de los siete años anteriores le sirvió
    para "desfacer entuertos" es algo que sólo él sabe;
    lo cierto es que durante el proceso de conducción de las
    FAR se le acusó de misógino, de no permitir que los
    revolucionarios indígenas ocuparan posiciones de mando, de
    hacer a un lado a las mujeres por simple machismo, y otras
    falencias que de alguna manera opacan su liderazgo. Pero esto es
    lo parte de lo que la historia juzgará o
    absolverá.

    Con todo y todo, se reitera: vale la pena leer la obra
    de Pablo Monsanto (Jorge Ismael Soto), Somos los
    jóvenes rebeldes, Guatemala insurgente

    (2013).

    1 Publicado en "El Ideario
    de un escribiente":
    http://elmundodefacundo.wordpress.com/2013/11/13/somos-
    los-jovenes-rebeldes-comentarios-y-apostillas-de-ariel-batres-villagran/

     

     

    Autor:

    Ariel Batres
    Villagrán

    Guatemala, 13 de noviembre de
    2013

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