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PRESENTACIÓN
Para cualquier vecino o natural de Támara de Campos, que ha pasado su infancia
en esta pequeña localidad y la ha visitado cuanto ha podido de mayor, siente, sin duda,
un gran orgullo al comprobar la tremenda evolución que ha experimentado el pueblo en
el último medio siglo, y, con seguridad, presume cuando tiene la ocasión de mostrárselo
a algún amigo o conocido; si por el contrario se trata de un visitante ocasional, podrá
percibir en su rostro la admiración o sana envidia por las maravillas que encierra un
pueblo, -casi despoblado en la actualidad, como muchos de los que conforman esta
extensa y sobria tierra de campos-, no tanto por su historia como por los monumentos
que encierra considerados bienes de interés cultural.
El azar ha querido concentrar en tan diminuto espacio un gran legado histórico,
ya sea por agradecimiento o por celebrar la conmemoración de algún acontecimiento
favorable para alguna de las múltiples figuras regias o señores que pasaron por Támara
hace algunos siglos. Quizás, la batalla de Támara, entre Bermudo III de León y
Fernando I de Castilla, el 4 de septiembre de 1037, donde muere el primero, la
unificación de los reinos de Castilla y León, coronándose Fernando I rey de Castilla y
León, el 22 de junio de 1038 o las paces de Támara, firmadas por Alfonso VII de
Castilla y León y Alfonso I el Batallador de Aragón el 7 de julio de 1127, han
contribuido a colocar en la historia a esta hermosa villa.
Sea como fuere hoy sentimos una enorme satisfacción los nativos de pro y, con
ellos, todos los que se han ido asentando en el pueblo, -sintiéndose ya con pleno
arraigo-, o los que ocasionalmente se acercan a visitar la villa; pues, todos ellos,
podemos contemplar como en los mejores tiempos, después de las rehabilitaciones,
restauraciones y arreglos efectuados en los últimos años, los encantos que alberga el
pueblo, como: La iglesia de San Hipólito el Real de Támara con su torre emblemática
la moza de campos, su órgano, la pila bautismal, el coro, la sacristía, los magníficos
retablo barrocos que la adornan, etc.; el antiguo Hospital de la Orden de San Juan de
Jerusalén, que hoy acoge a la Casa Consistorial y un pequeño museo etnológico; la
iglesia conventual de San Miguel, con su casa prioral, hoy privada; la muralla y sus
restos, como vestigio del esplendor de su época medieval; así como las casas señoriales,
las bodegas y, sobre todo, a su tradición y a sus gentes.
El presente trabajo tiene únicamente por objeto la compilación de lo más
destacado de las distintas publicaciones efectuadas sobre Támara y su historia, así como
por sus edificios representativos del arte y la belleza, además de por su gran valor e
interés cultural. Por consiguiente, los que se acerque a él no deben buscar ninguna base
literaria, científica o profesional, solo cariño, gratitud y una enorme pasión, –
posiblemente un tanto subjetiva-, a mí querido pueblo. Espero que lo disfruten tanto
como lo he disfrutado en su elaboración.
Miguel Ángel Rey de las Fuentes
I.
TÁMARA, UN PUEBLO CON GANCHO
QUE NO DEJA INDIFERENTE A NADIE
Prefacio.-
A escasos 30 km. de
Palencia, por la A-67, con
dirección a Santander, la
(salida 30) nos acerca a
Piña de Campos y desde
aquí por la PP-4301 a la
villa de
Támara de
Campos, con un marcado
impulso medieval, y
declarada Bien de Interés
Cultural, el 12 de marzo de
1998, con categoría de
Conjunto Histórico.
Hay fundados indicios,
aún sin contrastar, que nos
hace especular que la villa
ya ha cumplido su segundo
milenio, y que el enclave
poblado de Támara, antes
de ser romano fue un
castro celta.
Mapa de aproximación.
A día de hoy, la villa cuenta, tan solo, con 80 habitantes censados. Pero ello no
es óbice para desplegar gran actividad cultural, pues cuenta con cuatro asociaciones, y
una de ellas con más de 260 socios.
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Topónimo.-
El nombre de la villa Támara podría derivar de una raíz indoeuropea: TemH-
"oscuro"/TemH-es "oscuridad", y posteriormente, Támara-agua. Esta raíz pasó al celta y
sus derivaciones, expresando la idea de "color oscuro", tono que caracteriza al agua de
los acuíferos, abundantes en esta zona.
Pues, en la villa, a medio
metro hay abundancia de agua en
el subsuelo y, además, estaba
rodeada
de una
pequeña
corriente de
agua la cual
descendiendo del páramo de
Palacios del Alcor, se dividía en
dos arroyos: uno en dirección al
norte, rodeando la mitad del
pueblo hasta morir en el camino
que lleva a
Santoyo
(hoy
carretera); y otro en dirección al
sur, que también bordea la otra
Arroyo del sur junto al Arco del Caño (foto de 1950).
mitad del pueblo hasta finalizar casi en el mismo lugar en que termina el anterior. Estas
vetas de agua, hoy prácticamente desaparecidas, fueron las que alimentaron el foso que
rodeaba toda la muralla de Támara en tiempos medievales.
Historia.-
La historia que aún esconde Támara está por descubrirse, si tenemos en cuenta la
noticia que saltaba a los medios de comunicación el día 10 de abril de 2015, y de la
cual el Diario Palentino se hacía eco con el siguiente titular: EL ARQUEOLÓGICO
MUESTRA DOS VASIJAS DEL BRONCE ENCONTRADAS EN TÁMARA.
El Museo Arqueológico de Palencia muestra en el rincón expositivo de Fondos
inéditos dos vasijas prehistóricas localizadas en la primavera de 2013 en Támara
de Campos, durante los trabajos de prospección arqueológica vinculados a la
modernización del Canal del Pisuerga, en un enclave que se corresponde con el
yacimiento arqueológico El Quintanar, situado al pie del cerro que hay junto al camino
de Boadilla del Camino, entre el arroyo de Fuenteandrino y el Canal de Pisuerga.
La información que acompaña a las ollas dice que; aparecieron una al lado de
la otra, boca abajo, a unos 50 centímetros de profundidad. Ambas vasijas están
realizadas a mano, con desgrasantes calizos y cuarcíticos, cocidas en ambiente
irregular, pero predominantemente reductor, lo que ha proporcionado las tonalidades
rojizas, ocres y grises de sus paredes.
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Una se muestra
retaurada y la otra como
apareció, pero engasada. Los
elementos formales son,
según el Arqueológico, los
que llevan a encuadrarlas en
los momentos antiguos de la
Edad del Bronce, con lo que
se amplía la ocupación
prehistórica del asentamiento
(se había considerado
perteneciente a la Edad del
Cobre tercer milenio antes
de Cristo-).
Vasijas de la Edad del Bronce halladas en El Quintanar
(Támara) y guardadas en el Museo Arqueológico de Palencia.
El interés especial de este hallazgo reside, explica el Museo de Palencia, en el
hecho excepcional de que ambas vasijas se hallaron muy probablemente en la posición
en la que fueron depositadas por el hombre prehistórico. Si se encontraban por encima
de la boca de un silo, probablemente vacío, se revelan como un caso único de nuestra
prehistoria meseteña. Pero hasta que no se realice una excavación arqueológica no se
sabrá por qué y para qué se habían depositado así las vasijas. Además, aportará luz
sobre la finalidad de este tipo de estructuras.
ÉPOCA ROMANA; se han encontrado en el término municipal de Támara dos
bustos de bronce, (en el lugar donde se cree estuvo situado el pueblo de Rombrada), los
cuales están desde el siglo XIX en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Los
bustos
formaban
parte de dos lechos suntuarios
que representan a Pomona,
la cual
se nos muestra
sujetando un fruto en la mano
derecha y unos racimos en la
túnica, que sostiene con la
mano izquierda; asimismo se
aprecian otros frutos en el
cabello. El segundo es un
busto de
Hércules
con
pupilas incisas,
diadema,
cabello modelado y barba.
Pomona, divinidad romana.
Hércules, divinidad romana.
Como prueba de estos hallazgos romanos, se muestra una carta de Pantaleón S.
Casado, en relación a los bronces hallados en Támara, para consultar el correspondiente
informe.[http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/antig/01316164222804850868802/02
5910.pdf?incr=1].
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ÉPOCA VISIGÓTICA; no quedan vestigios escritos; pero tenemos el nombre
de algunos pagos (tierras de labranza) que nos indican claramente que fueron
asentamientos visigóticos, todos ellos asentados en el término de Támara: Bernabeto,
Gondumior, Milisendra, Doña Godina, Mormú. En los pagos de la Milisendra y de
Gondumior (éste claramente visigótico), se encontraron cerámicas, es posible que
futuras excavaciones puedan ayudar a esclarecer los tipos de asentamientos humanos en
esta época.
Toda la comarca Palentina de la Tierra
de Campos es sobradamente conocida
debido a la importancia que tuvo en Época
Medieval como granero de Castilla, y
Támara
está dentro de las tierras
consideradas como los Campos Góticos,
(Campi Gothici o Campi Gothorum), zona
de especial importancia para el Reino
Visigodo debido a que gran parte de la
población visigoda se asentó primeramente
en estas tierras a finales del siglo V.
La alusión de ciertos documentos a la
Tierra de Campos o Campos Góticos.
existencia de un antiguo templo en esta zona también nos habla claramente de
asentamientos visigodos.
Se sabe con certeza que en tiempos de
Leovigildo (568 o 569586), la línea divisoria de
su reino con Cantabria pasaba por Támara.
También sabemos que Támara era frontera con el
reino de los suevos en tiempos de Eurico.
Igualmente se tiene certeza desde el 448 que
Támara deja de ser sueva para pasar de pleno
derecho al reino de Tolosa y como tal la veremos
en el 476, cuando Eurico promulgó su famoso
Cuerpo de Leyes Código de Eurico. Eurico
extiende sus dominios al norte de los Pirineos y al
sur de los mismos, ocupó la Lusitania y llegó
hasta Mérida; de esta época, probablemente, son
los asentamientos tras el río Duero.
Eurico.
Leovigildo.
Hay constancia de que Támara siempre fue villa de realengo, lo cual suponía
que, además del Monasterio, hubiese una serie de familias campesinas que cultivasen
sus predios y parcelas, y esto daba lugar al Conventus publicus vicinorum
(equivalente al actual Concejo).
De esta época romano-visigótica, datan las primeras noticias sobre un
monasterio dedicado a San Miguel en Támara; y, curiosamente, se habla de abadía.
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Siglos más tarde hubo un priorato que dependió de la Abadía de San Pedro de Cardeña
(Burgos), y de cuya existencia tenemos actualmente clarísimos vestigios.
La manera específica de repoblación a través de un monasterio solía ser la
siguiente: Ésta institución tenía, por lo regular, muchos colonos y siervos; disponían de
instrumentos para la explotación del terreno y podían ocupar extensos territorios,
originando así grandes propiedades. Es probable que ésta fuera la manera que se
desarrolló en Támara.
Las primeras noticias documentadas del Monasterio
Benedictino de San Miguel aparecen en el siglo X
referidas al año 960 cuando el conde Fernán González
entregó a dicho Monasterio la jurisdicción y propiedad
del barrio de la Serna donde estaba enclavado. El
Monasterio aparece unido ocho años más tarde al de
Santa María de Rezmondo y, en 976, es agregado por el
Conde Garci Fernández al de San Pedro de Cardeña
(Burgos) al que se anexiona definitivamente en el año
980. Después del Concilio de Trento, y hasta su
desaparición en el siglo XIX, desempeñó también las
funciones de parroquia.
Fernán González.
Anteriormente
se ha señalado que
su labor fue
fundamental de
cara a la
repoblación de la
villa. Actualmente
permanece en pie
la Iglesia y la Casa
Prioral, además de
la huerta que rodea
por la zona norte
ambos edificios.
Iglesia San Miguel y Casa Prioral del Monasterio Benedictino (a la derecha).
LAS NUEVE VILLAS DE CAMPOS. El desarrollo económico y social de la
población viene dado, fundamentalmente, desde la formación de las Nueve Villas, que
deciden erigirse en una especie de gobierno entre autónomo y concejil. La decisión se
ocasiona presumiblemente por la hartura de tantas ambiciones y vaivenes políticos en la
zona durante la época, puesto que, los condes de Carrión y de Ansúrez, de Monzón de
Campos, estaban peleándose constantemente por cuestión de límites entre sus
respectivos condados y/o mudando de la obediencia del conde castellano a la del rey de
León o viceversa.
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Las
Nueve Villas
quedan constituidas por:
Amusco, Amayuelas de
Abajo, Amayuelas de
Arriba, Támara
de
Campos,
Campos,
Piña de
Ferrombrada
(hoy ermita de la Virgen
de Rombrada) y Villa
Onielo, San Esteban de
Alba y San Miguel de
Alba
(desaparecidas).
Todas estas villas tenían
términos comunes pero
gozaban de ordenanzas
propias con sus diputados
(los llamados hombres
buenos) que las
representaban y que se
juntaban en asamblea una
vez al año en la villa de
Támara
a
campana
tañida. Sólo Támara se
mantuvo como villa de
realengo y gozaba de
administración propia.
Plano, ubicación aproximada de las Nueve Villas de Campos.
Todas estas villas, excepto Támara, con el correr de los años y después de la
batalla de su nombre, pasaron a manos de señores. Amusco y Piña, pasaron al dominio
de los Manrique y el ducado de Nájera, al marqués de Aguilar; las Amayuelas
terminaron en el señorío de Amayuelas, de D. Bernardino Manrique.
La villa de Támara obtuvo el máximo esplendor en 1053, a raíz de un privilegio
de Fernando I de Castilla por el que concede al Monasterio de San Miguel de Támara,
dependiente de Cardeña, el barrio de la Serna poblado, con la facultad de extender en
dicho barrio la población con gentes y familias que quisieran pasar a vivir allí; la de
apacentar el ganado, plantar viñas, cortar leña o madera y comerciar en compras y
ventas con Támara y las Nueve Villas. Las generaciones futuras confirman los fueros y
siete reyes ratifican sus privilegios.
Es pertinente reseñar que entre las villas confluyentes de Astudillo, Santoyo,
Frómista y Támara, se distribuían sus pagos entre cuatro merindades:
? Merindad de Cerrato: A ella pertenecía Astudillo, y tuvo por cabeza unas veces
Palenzuela y otras Baltanás.
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? Merindad de Castro: Con cabeza en Castrojeriz (herencia de Fernán de
Armentales). A esta merindad pertenecía Santoyo y el resto de pueblos del
condado como avanzadilla de Castilla.
? Merindad de Monzón: Herencia de los Ansúrez, con cabeza en Monzón, a ella
pertenecían Amusco y Támara en una época muy tardía. Esta última
anteriormente, y por más de cien años, tuvo merino propio. En la confirmación
de los privilegios que tiene la Iglesia de Támara, llevada a cabo por los Reyes
Católicos, se alude al merino propio de Támara.
? Merindad de Carrión: Perteneciente al reino de León y en ella estaba Frómista,
Población de Campos y pueblos de alrededor.
LA BATALLA DE TÁMARA. Los orígenes de la batalla de Támara tienen
como escenario la Tierra de Campos, los territorios entre los ríos Cea y Pisuerga
disputados por los reinos de León y de Castilla desde el siglo XI.
Dicha zona había
sido incorporada a
Castilla en tiempos de
Sancho III el Mayor (de
Navarra y Conde de
Castilla) y dejada por
éste a su hijo Fernando I.
Bermudo III peleó para
recuperarla. Fernando I
por su parte consideraba
esa zona como dote de
su esposa Sancha,
hermana del rey leonés.
En Támara, que
fue frontera durante la
alta Edad Media entre
los reinos de Castilla y
de León, tuvo lugar el 4
de septiembre de 1037 la
batalla de Támara,
entre las tropas del rey
Bermudo III de León y
el rey Fernando I de
Castilla.
Plano, con línea divisoria de los reinos de León y Castilla.
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Las tropas de
Fernando I, ayudadas por las
de su hermano el rey de
Navarra
García Sánchez,
vencieron a Bermudo III que
perdió la vida en la batalla,
supuestamente a manos de su
cuñado; también murió en la
batalla su célebre caballo
Pelayuelo. En referencia al
lugar, se conserva en el
pueblo los pagos o términos
los Reales (km. 6,3 de la
ctra. de Frómista a Támara).
Bermudo III rey de León.
Fernando I rey de Castilla.
Muerto Bermudo III sin descendencia, el trono pasó a su hermana Sancha,
quien cedió los derechos a su marido Fernando I. Éste se coronó rey de ambos reinos el
22 de junio de 1038, produciéndose por primera vez la unión de los reinos de León y de
Castilla. De aquí en adelante el cetro de España no estará en León, sino en Castilla y es
aquí donde surgirá la rivalidad entre la nobleza leonesa y castellana.
LOS PACTOS DE TÁMARA. El rey Fernando I muere el año 1065 y divide
su reino entre sus hijos: Castilla para el primogénito Sancho; León para Alfonso,
García se quedará en Galicia y a sus hijas Urraca y Elvira, los Infantados de Zamora y
Toro.
En el 1126 muere Urraca en Saldaña y, dos días después de su muerte, su hijo
Alfonso VII entra como rey en León el 10 de marzo de 1126. Un año más tarde,
concretamente el 7 de julio de 1127, se presenta en Támara con un potente ejército ante
su tío y padrastro Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, para exigirle las plazas que
habían retenido desde su minoría de edad de los reinos de Castilla y León.
En el mismo mes de julio de 1127 se firman las paces de Támara, entre Alfonso
I el Batallador y Alfonso VII, con las que se ponen fin a las disputas originadas por
éste al querer recuperar las plazas que el aragonés poseía en Castilla.
II. IGLESIA DE SAN HIPÓLITO EL REAL
La iglesia de San Hipólito el Real de Támara de Campos, declarada Bien de
Interés Cultural con categoría de monumento el día 3 de junio de 1931, es un edificio
de grandes proporciones, que está edificado con soberbia cantería; reúne formas góticas,
renacentistas y barrocas, con un resultado estético a veces controvertido pese a la
monumentalidad, pero que despliega suntuosidad y equilibrio excelente. Su interior
consta de tres inmensas naves de una belleza palmeada muy interesante formadas por
pilares compuestos de los que arrancan arcos apuntados y cubierta con bóveda de
crucería que proyectan inconfundibles arcos ojivales de inspiración gótica.
Bóveda del coro y frontal con relieves del Padre Eterno bendiciendo (en el centro), una Anunciación (en
la izquierda) y los Ángeles tenantes del escudo de Castilla y León (en la derecha).
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A los pies de la iglesia se levanta un coro alto sostenido por arcos carpaneles,
construido en el último cuarto del siglo XV, de estilo gótico florido, pasando ya a
isabelino; a su interior se accede por una puerta de nogal con tracerías góticas y escudo
de los Reyes Católicos, está dotado de una sillería renacentista realizada en 1577 por
Hernando de la Nestosa y un facistol del mismo escultor realizado en 1574.
Conectado al coro se encuentra un magnífico órgano barroco alojado en una
tribuna en forma de pirámide invertida de yeserías policromadas, sostenido, casi
milagrosamente, por una esbelta columna de madera que simula al mármol.
Además se pueden
contemplar un conjunto de
retablos barrocos, un púlpito
de estilo
gótico-mudéjar,
policromado y decorado con
pasional profusión, una pila
bautismal gótica de finales
del siglo XV con motivos de
la vida de Cristo, con puerta
o reja gótica de la misma
fecha y, en la sacristía, una
cajonería rococó del último
tercio del siglo XVIII con
relieves de la vida de San
Hipólito y de la Virgen.
Cajonería de la sacristía.
Pero no siempre este monumento ha presentado el actual aspecto, pues ha
pasado por importantes cambios y vicisitudes que intentaremos desentrañar, en la
medida de lo posible, antes de reseñar y detallar las características de cada uno de los
complementos que le adornan.
Antecedentes.-
En el archivo de la Real Iglesia Parroquial de Támara, el título oficial que figura
como advocación es: Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y San Hipólito
el Real de Támara de Campos.
Los documentos que se conservan en el archivo parroquial de Támara,
(constituye uno de los archivos más ricos de la diócesis palentina), revelan datos
importantes de la historia del templo con anterioridad a los libros de cuentas que el
Concilio de Trento obligó a confeccionar a toda parroquia. Se tratan en su mayoría de
privilegios y cartas reales con datos escasos, pero que permiten, cuando menos,
establecer un hipotético proceso cronológico y arquitectónico. De ellos podemos
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deducir cómo a mediados del siglo XII ya existía o se construía en el lugar algún tipo de
santuario o iglesia dedicada a San Hipólito, y que ésta contaba con el favor de los reyes.
Pero no es posible conocer si, como dice la leyenda, fue Fernando I de Castilla el que
ordenó levantar el edificio, tras salir vencedor en la batalla de Támara y alcanzar la
unificación de los reinos de Castilla y León.
Se sabe que Hipólito era un soldado romano que vivió en el siglo III, el cual
estaba encargado de la custodia de San Lorenzo hasta su martirio. Según la tradición,
también sabemos que ante la valentía de Lorenzo, mostrada durante su martirio,
Hipólito se convierte al cristianismo, posteriormente él también es objeto de martirio –
en el año 278-, siendo atado a la cola de cuatro caballo que, tirando en dirección
opuesta, lo descuartizan.
Tríptico de San Hipólito (1468). Dirk Bouts. Groeningemuseum de Brujas, Bélgica.
De hecho el nombre de Hipólito deriva de su propia leyenda, ya que significa
arrastrado por caballos, y es un santo de tradición popular, no oficialmente
canonizado por Roma. Sus reliquias se extienden en el medievo por Centroeuropa,
donde se pueden encontrar representaciones iconográficas con más frecuencia que en
España. Su fiesta se conmemora el 13 de agosto. Es muy poco usual en tierras
castellanas la advocación de San Hipólito. Se dice que en tiempos del obispo D. Basco
de Palencia, en el año de 1344: solamente había en toda la diócesis un templo
dedicado a San Hipólito.
Se desconocen los motivos por los cuales se asentó en Támara una devoción tan
importante hacia este santo que hiciera posible la existencia de un templo o santuario al
que ya en los primeros tiempos de la Edad Media acudían los peregrinos, y que más
tarde los reyes de Castilla acogieron bajo su patronato, lo que posibilitó la grandiosa
iglesia que el tiempo fue consolidando.
Pero no siempre la iglesia tuvo el mismo aspecto y estilo que en la actualidad.
La primera construcción sería una pequeña iglesia altomedieval, cuyo estilo bien
pudiera ser gótico o románico. La importancia de la iglesia era palmaria, pues ya
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