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Tercer día creativo




Enviado por Jesús Castro



  1. Acontecimientos creativos
  2. La
    fotosíntesis
  3. El
    mecanismo fotosintético

Este artículo pretende contestar lo
más satisfactoriamente posible la siguiente pregunta,
basada en el libro sagrado del Génesis: ¿Qué
sucedió durante el "Tercer día
creativo"?

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Lo que suele llamarse TERCER DÍA CREATIVO
corresponde a lo que el Génesis relata en su
capítulo 1, versículos 9 a 13, a saber: «Y
Dios pasó a decir: "Que las aguas [que están]
debajo de los cielos se reúnan en un mismo lugar y
aparezca lo seco". Y llegó a ser así. Y Dios
empezó a llamar a lo seco Tierra, pero a la reunión
de aguas llamó Mares. Además, vio Dios que [era]
bueno. Y pasó Dios a decir: "Haga brotar la tierra hierba,
vegetación que dé semilla, árboles frutales
que lleven fruto según sus géneros, cuya semilla
esté en él, sobre la tierra". Y llegó a ser
así. Y la tierra empezó a producir hierba,
vegetación que da semilla según su género y
árboles que llevan fruto, cuya semilla está en
él según su género. Entonces Dios vio que
[era] bueno. Y llegó a haber tarde y llegó a haber
mañana, un día tercero».

Acontecimientos
creativos.

El libro ¿EXISTE UN CREADOR QUE SE INTERESE POR
NOSOTROS?, publicado por la Sociedad Watchtower Bible And Tract
en 2006, páginas 95 a 97, expone:

«Antes de hacer aparecer la tierra seca en el
tercer "día" de la creación, el Creador [indujo una
elevación de] parte de las aguas. De este modo la Tierra
se vio rodeada por un dosel de vapor de agua. El relato antiguo
no dice […] cómo tuvo lugar esta elevación, sino
que se centra en la expansión que se formó entre
las aguas superiores y las superficiales, a la que llama
"cielos". Aún hoy en día se usa este término
con referencia a la atmósfera por donde vuelan los
pájaros y los aviones. Al debido tiempo, Dios
[manipuló los asuntos para que] los cielos
atmosféricos [se llenaran] de una mezcla de gases
esenciales para la vida.

Durante el transcurso de los "días"
creativos las aguas superficiales bajaron y apareció la
tierra seca. Posiblemente Dios se valió de las fuerzas
geológicas que todavía mueven hoy las placas
[tectónicas] de la Tierra para hacer ascender las
plataformas oceánicas y formar los continentes. Así
pudo haberse producido la tierra seca y las profundas cuencas
oceánicas, de cuyo relieve los oceanógrafos han
trazado mapas que estudian con gran interés. Cuando se
formó el suelo seco, tuvo lugar otro asombroso suceso.
Leemos: "Pasó Dios a decir: "Haga brotar la tierra hierba,
vegetación que dé semilla, árboles frutales
que lleven fruto según sus géneros, cuya semilla
esté en él, sobre la tierra". Y llegó a ser
así" (Génesis 1: 11).

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La fotosíntesis es fundamental para la
vegetación. Las células de las plantas verdes
poseen en su interior uno o varios orgánulos llamados
cloroplastos, que son receptores de la energía luminosa.
"Estas fábricas microscópicas —explica el
libro Planet Earth— producen azúcares y almidones
[…]. Ninguna fábrica concebida por el hombre es
más eficiente que un cloroplasto, ni sus productos tienen
tanta demanda".

Y así es, pues los animales dependen de los
cloroplastos para su supervivencia. Además, sin
vegetación verde, la atmósfera tendría un
exceso de anhídrido carbónico y moriríamos
por el calor y la falta de oxígeno. Algunos especialistas
dan explicaciones asombrosas del desarrollo de la vida
dependiente de la fotosíntesis. Por ejemplo, dicen que
cuando los organismos unicelulares del agua empezaron a quedarse
sin alimento, "unas cuantas células pioneras por fin
hallaron una solución: la fotosíntesis". Pero
¿sucedió realmente así? La
fotosíntesis es tan compleja que los científicos
aún están intentando descubrir sus secretos.
¿Cree usted que la vida fotosintética, con
capacidad de reproducción, apareció inexplicable y
espontáneamente? ¿O le parece más razonable
creer que fue el resultado de una creación inteligente,
con propósito, como explica Génesis?

Es posible que la aparición de
nuevas variedades de flora no terminara en el tercer "día"
de la creación. Puede que prosiguiera hasta el sexto
"día", cuando el Creador "plantó un jardín
en Edén" e "hizo crecer del suelo todo árbol
deseable a la vista de uno y bueno para alimento" (Génesis
2: 8, 9). Y, como se ha mencionado, la atmósfera de la
Tierra debió aclararse en el cuarto "día", de modo
que llegaría más luz del Sol y de otros cuerpos
celestes a la Tierra».

La
fotosíntesis.

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La revista DESPERTAD del 8-10-2000, páginas 8 a
11, publicada por la ya citada Sociedad Watchtower, enmarca el
proceso biológico llamado Fotosíntesis dentro de
una pléyade de acontecimientos terrestres
difícilmente explicables por azar o mediante un mecanismo
evolutivo carente de dirección inteligente:

«La Tierra describe su órbita alrededor del
Sol a la distancia precisa para evitar temperaturas extremas. En
otros sistemas solares también se han detectado planetas
que giran en torno a estrellas semejantes al Sol, y se cree que
se hallan en la "zona habitable", es decir, que tal vez contengan
agua en estado líquido. Pero quizá ni siquiera los
llamados planetas habitables sean apropiados para la vida humana;
pues, además, deben rotar a la velocidad adecuada y tener
el tamaño debido.

Si nuestro planeta fuera ligeramente menor
y menos pesado, la gravedad sería más débil,
y gran parte de la indispensable atmósfera de la Tierra se
habría escapado al espacio. Este efecto puede verse en el
caso de la Luna y de los planetas Mercurio y Marte, que al ser
más pequeños y pesar menos que la Tierra, tienen
poca atmósfera o ninguna. Pero ¿qué
sucedería si el globo terráqueo fuera un poco mayor
y más pesado?

Entonces la gravitación se incrementaría,
y los gases ligeros, como el hidrógeno y el helio,
tardarían más en salir de la atmósfera.
"Más importante aún, el delicado equilibrio entre
los gases de la atmósfera se alteraría",
señala el libro de texto Environment of Life (El entorno
de la vida).

O pensemos por un momento en el
oxígeno, un gas comburente. Si sus niveles se elevaran
aproximadamente un uno por ciento, aumentaría el
número de incendios forestales. Por otra parte, si la
proporción de dióxido de carbono —gas de
efecto invernadero— siguiera creciendo, sufriríamos
las consecuencias de un sobrecalentamiento de la
Tierra.

Otro aspecto primordial es la forma de la órbita
terrestre. Si fuera más elíptica,
experimentaríamos temperaturas extremas insoportables. Sin
embargo, la Tierra describe una órbita casi circular.
Claro está, la situación cambiaría si un
planeta gigante como Júpiter pasara cerca. En años
recientes, los científicos han presentado pruebas de que
algunas estrellas tienen planetas del tamaño de
Júpiter girando cerca de ellas, muchos de los cuales
poseen órbitas excéntricas. Todo planeta semejante
a la Tierra correría peligro en un sistema de ese
tipo.

El astrónomo Geoffrey Marcy
comparó estos sistemas planetarios exteriores con los
cuatro planetas que forman nuestro sistema solar interior:
Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. En una entrevista
exclamó: "Fíjense en la perfección que
refleja. Es una joya. Las órbitas son casi circulares.
Todas se encuentran en planos semejantes. Todos los planetas
giran en la misma dirección. […] Es casi
increíble". ¿Puede atribuirse esto al
azar?

Nuestro sistema solar cuenta con otra peculiaridad
maravillosa. Los planetas gigantes, a saber, Júpiter,
Saturno, Urano y Neptuno, giran alrededor del Sol a una distancia
que no implica ninguna amenaza para nosotros. Al contrario, estos
planetas desempeñan una función capital. Los
astrónomos los asemejan a "aspiradoras celestes", ya que
su gravedad atrae a los grandes meteoritos, que de otra forma
quizá pondrían en peligro la vida en el globo
terráqueo. La verdad es que la Tierra está muy bien
"fundada". Tanto el tamaño como la posición que
ocupa dentro de nuestro sistema solar son ideales. Pero eso no es
todo. La Tierra tiene otras singularidades que son esenciales
para la vida humana.

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Los átomos de oxígeno
componen el 63% del peso de todos los organismos vivos de la
Tierra. Además, el oxígeno de las capas altas de la
atmósfera protege las plantas y los animales de los rayos
ultravioleta del Sol. Ahora bien, dado que este elemento
reacciona rápidamente con otros (como el hierro) y los
oxida, ¿cómo se mantiene la proporción del
21% de oxígeno en la atmósfera?

Mediante la fotosíntesis: un asombroso proceso
por el que la vegetación aprovecha la luz solar para
generar alimento. Un subproducto de este proceso es el
oxígeno, del cual se liberan en la atmósfera
más de mil millones de toneladas al día. "Sin la
fotosíntesis —aclara The New Encyclopædia
Britannica—, no sólo se detendría el
abastecimiento de alimentos básicos, sino que la Tierra
acabaría quedándose sin oxígeno".

Las obras de ciencia emplean varias
páginas para describir paso a paso la fotosíntesis,
algunas de cuyas fases todavía no se entienden del todo.
Los evolucionistas son incapaces de explicar cómo se
desarrolló cada fase a partir de otra más simple,
cuando en realidad todas ellas son irreductiblemente complejas.
"No hay una opinión generalizada del origen de la
fotosíntesis", admite la misma enciclopedia. Un
evolucionista trató de quitarle importancia al asunto
diciendo que "unas cuantas células precursoras inventaron"
el proceso.

Aunque carecen de rigor científico,
estas palabras revelan un aspecto que también es
interesante: la fotosíntesis necesita paredes celulares
que protejan el proceso, y para que éste continúe,
hace falta que las células se reproduzcan.
¿Sucedió todo esto sólo por casualidad en
unas cuantas "células precursoras"?

¿Cuáles son las
probabilidades de que los átomos se unan para formar la
más sencilla célula capaz de reproducirse? En su
libro "La célula viva", el científico y premio
Nobel Christian de Duve admite: "Si equiparamos la probabilidad
del nacimiento de una bacteria a la probabilidad de ensamblar por
azar todos los átomos que la componen, ni siquiera una
eternidad bastaría para producir una de esas
células".

Habiendo llegado hasta este punto, demos un
paso de gigante desde la célula bacteriana a los miles de
millones de células nerviosas especializadas que
constituyen el cerebro humano. Este órgano es,
según la ciencia, la estructura física más
compleja del universo conocido. Es realmente singular.

Tomemos por ejemplo las grandes secciones del cerebro
llamadas áreas de asociación. Estas zonas analizan
e interpretan la información que les llega de la parte
sensorial del cerebro. Una de ellas, situada en la región
frontal, nos permite meditar sobre las maravillas del universo.
¿Puede el azar explicar la existencia de dichas
áreas de asociación? "Partes importantes de estas
zonas no tienen equivalente en ningún otro animal", admite
el doctor Sherwin Nuland, evolucionista, en su libro "La
sabiduría del cuerpo".

Es un hecho probado que el cerebro humano
procesa información con mucha mayor rapidez que la
computadora más potente. Si tenemos en cuenta que la
avanzada tecnología informática es el fruto de
décadas de empeño humano, ¿qué puede
decirse de nuestro cerebro, que es superior? Dos
científicos, John Barrow y Frank Tipler, reconocen lo
siguiente en su libro The Anthropic Cosmological Principle (El
principio antrópico cosmológico): "Se ha
generalizado la opinión entre los evolucionistas de que la
aparición espontánea de vida inteligente, con
capacidad de procesar información equiparable a la del
Homo sapiens, es tan improbable que resulta inverosímil
que haya ocurrido en algún otro planeta del universo
observable". Nuestra existencia, concluyen, es "un accidente
sumamente afortunado".

¿Sucedió todo por casualidad?
¿Pudiera el universo, con todas sus maravillas, haberse
originado al azar? ¿No [será] que toda
magnífica pieza musical tiene su compositor y para que
suene bien los instrumentos de la orquesta han de estar
perfectamente afinados? ¿Y nuestro imponente universo?
"Vivimos en un universo perfectamente afinado", señala el
matemático y astrónomo David Block.
¿Cuál es su conclusión? "El cosmos es un
hogar; creado, a mi juicio, por la mano de Dios".

En 1988 apareció en la revista Search (publicada
por la Australian and New Zealand Association for the Advancement
of Science) una reseña sobre cierto libro que trataba de
explicar cómo pudo haber surgido la vida por azar. El
escritor de artículos científicos L.A. Bennett
encontró, en tan solo una página de la obra,
"dieciséis afirmaciones sumamente especulativas, cuya
credibilidad dependía en todos los casos de la
afirmación anterior". ¿A qué
conclusión llegó Bennett después de leer el
texto completo? "Es mucho más fácil
—escribió— aceptar que un Creador amoroso
produjera vida instantáneamente y la dirigiera por sus
senderos teleológicos [encaminados a un fin] […] que
aceptar los millares de "casualidades ciegas" que precisa el
escritor para apoyar sus tesis"».

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El mecanismo
fotosintético.

Durante el tercer día creativo tuvo lugar la
aparición de las plantas verdes, según las Santas
Escrituras, y, por tanto, lo que hoy se conoce como El Mecanismo
de la FOTOSÍNTESIS. La revista DESPERTAD del 22-1-1997,
páginas 18 a 21, explica este mecanismo de una manera
sencilla:

«¿Por qué es verde la hierba? Tal
vez cuando era niño hizo esa pregunta. ¿Le
satisfizo la respuesta que obtuvo? Algunas preguntas de esta
clase que plantean los niños son muy profundas. Pueden
impulsarnos a analizar con más detenimiento cosas de la
vida diaria que damos por sentadas y revelar maravillas ocultas
de las que no teníamos ningún
conocimiento.

Para comprender por qué la hierba es verde,
piense en algo que aparentemente no tiene nada que ver con ella.
Trate de imaginarse la fábrica perfecta. La fábrica
perfecta no generaría ruido y tendría un aspecto
agradable, ¿no es cierto? Sus actividades no
contaminarían el medio ambiente, sino que, más
bien, lo mejorarían. Naturalmente, produciría
artículos útiles, esenciales incluso, para todo el
mundo. Tal fábrica debería alimentarse de
energía solar, ¿no le parece? De ese modo, no
necesitaría conexiones eléctricas ni suministros de
carbón o derivados del petróleo para su
funcionamiento.

Sin duda alguna, la fábrica perfecta alimentada
con energía solar utilizaría placas solares muy
superiores a las que se construyen con la tecnología
humana actual, pues serían altamente eficientes, y tanto
su manufactura como su uso resultarían económicos e
inocuos para el medio ambiente. La fábrica perfecta
emplearía la tecnología más avanzada que
pudiera concebirse, pero sin los inesperados fallos
técnicos, averías o ajustes incesantes que la
tecnología punta parece conllevar hoy en día. Se
esperaría que fuera totalmente automatizada, que no
precisara de operadores. En realidad, se repararía, se
mantendría e incluso se duplicaría a sí
misma.

¿Es la fábrica perfecta pura
ciencia ficción, una utopía? De ningún modo;
es tan real como la hierba que pisa. De hecho, se
trata de esa hierba, así como del helecho de su oficina y
del árbol que ve por la ventana. La fábrica
perfecta es toda planta verde. Aprovechando la energía
solar, las plantas verdes producen alimento, directa o
indirectamente, para casi todas las formas de vida terrestres, a
partir de anhídrido carbónico, agua y minerales. En
el proceso renuevan la atmósfera, pues absorben
anhídrido carbónico y desprenden oxígeno
puro.

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Se calcula que las plantas verdes del planeta producen
de 150.000 millones a 400.000 millones de toneladas de
azúcar al año, una cantidad muy superior a la
producción de todas las industrias siderúrgicas,
automovilísticas y aeroespaciales del mundo juntas. Para
elaborar azúcar, las plantas toman átomos de
hidrógeno de las moléculas de agua
valiéndose de la energía solar, y los agregan a
moléculas de anhídrido carbónico tomadas del
aire, convirtiendo así el anhídrido
carbónico en un carbohidrato: el azúcar. Este
extraordinario proceso se denomina fotosíntesis.
Las plantas pueden entonces utilizar las nuevas moléculas
de azúcar para su consumo energético o pueden
combinarlas para formar almidón, que les sirve de reserva
alimentaria, o celulosa, la sustancia fuerte y flexible que
compone la fibra vegetal. ¡Imagínese! Una secuoya de
90 metros de altura se fue formando principalmente a partir del
aire, una molécula de anhídrido carbónico y
otra de agua, una tras otra, en incontables millones de "cadenas
de producción" microscópicas llamadas
cloroplastos. Pero ¿cómo funciona este
proceso?

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La formación de una secuoya a partir del aire
(además de agua y unos cuantos minerales) es algo
realmente asombroso, pero no es magia, sino diseño
inteligente y tecnología mucho más compleja que la
humana. Poco a poco, los científicos están
destapando la "caja negra" de la fotosíntesis para
contemplar maravillados la bioquímica extremadamente
complicada que tiene lugar en su interior. Echemos un vistazo
junto con ellos al mecanismo que hace posible casi toda forma de
vida en la Tierra. Quizá podremos comenzar a obtener una
respuesta a la pregunta "¿por qué es verde la
hierba?".

Recurramos al confiable microscopio para examinar una
hoja común. A simple vista, toda la hoja parece verde,
pero se trata de una ilusión. Las células que
observamos a través del microscopio no son tan verdes
después de todo. En realidad, son en su mayor parte
transparentes, aunque cada una de ellas contiene de 50 a 100
diminutos puntos verdes. Estos puntos son los
cloroplastos, en los que se localiza la clorofila, de
color verde y sensible a la luz, y en los que se realiza la
fotosíntesis. ¿Qué sucede en el interior de
los cloroplastos?

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Cada cloroplasto es una especie de
saco minúsculo que contiene, a su vez, sacos aplanados
aún más pequeños, llamados
tilacoides. Por fin hemos localizado el color verde de la
hierba. En la superficie de los tilacoides están
incrustadas las moléculas de la verde clorofila,
pero no al azar, sino en conjuntos cuidadosamente organizados que
reciben el nombre de fotosistemas. En la mayoría de
las plantas verdes existen dos tipos de fotosistemas, conocidos
como FS-I (fotosistema I) y FS-II (fotosistema II).
Estos actúan como equipos de producción
especializados de una fábrica, pues cada uno se ocupa de
una serie determinada de pasos en la
fotosíntesis.

Cuando la luz del sol llega a la superficie
del tilacoide, varios grupos de moléculas de clorofila del
FS-II, llamados complejos receptores de luz, están
esperando para captarla. Estas moléculas absorben
principalmente luz roja de una determinada longitud de onda. En
diferentes puntos del tilacoide se encuentran otros tipos de
moléculas del FS-I que están al acecho de luz de
longitud algo mayor. Al mismo tiempo, diversas moléculas
de clorofila y otros pigmentos, como los carotenoides,
absorben luz azul y violeta.

Así pues, ¿por qué es
verde la hierba? De todas las longitudes de onda que inciden en
las plantas, solo la luz verde no les es de ninguna
utilidad, de modo que sencillamente la reflejan, lo que permite
que la capten nuestros atentos ojos y las cámaras. Eso
significa que los delicados tonos verdes de la
primavera, así como el intenso verde esmeralda del verano,
proceden de longitudes de onda que las plantas no necesitan, pero
que los seres humanos apreciamos muchísimo. A diferencia
de la contaminación y los desechos de las fábricas,
esta luz "desechada" no se desaprovecha en absoluto, pues cuando
contemplamos un hermoso bosque o pradera, el placentero color de
la vida nos conforta el alma.

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Regresemos al cloroplasto, donde la energía de
los rayos rojos captada por el complejo receptor de luz del FS-II
es transferida a los electrones de las moléculas de
clorofila hasta que, finalmente, un electrón está
tan rebosante de energía, o "excitado", que salta en
brazos de una molécula transportadora localizada en la
membrana del tilacoide. Cual bailarín que pasa de pareja
en pareja, el electrón pasa de una molécula
transportadora a otra, perdiendo energía gradualmente en
el proceso. Cuando ha perdido la suficiente, puede reemplazar sin
riesgos a un electrón del otro fotosistema, el
FS-I.

Mientras tanto, el grupo de
moléculas del FS-II que ha perdido el electrón
está cargado positivamente y ansioso de reponer la
pérdida. A semejanza del hombre que acaba de descubrir que
le han robado la billetera, el área del FS-II conocida
como el complejo formador de oxígeno está
desesperada. ¿De dónde podrá sacar un
electrón? ¡Ajá! Por los alrededores merodea
una desventurada molécula de agua. Le aguarda una
desagradable sorpresa.

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La molécula de agua se compone de un átomo
de oxígeno relativamente grande y dos de hidrógeno
más pequeños. El complejo formador de
oxígeno del FS-II contiene cuatro iones de manganeso que
separan los electrones de los átomos de hidrógeno
que integran la molécula de agua. Como
consecuencia, ésta queda dividida en dos
iones positivos de hidrógeno (protones), un átomo
de oxígeno y dos electrones. A medida que se desintegran
más moléculas de agua, los átomos de
oxígeno se emparejan formando moléculas de
oxígeno gaseoso, que la planta devuelve al aire para
nuestro uso. Los iones de hidrógeno comienzan a acumularse
en el interior del tilacoide, donde la planta puede utilizarlos,
y los electrones se destinan al reabastecimiento del complejo del
FS-II, el cual queda listo para repetir el ciclo muchas veces por
segundo.

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Los iones de hidrógeno que se van apiñando
en el tilacoide empiezan a buscar la forma de salir.
Además de los dos iones de hidrógeno
que se añaden cada vez que se rompe una
molécula de agua, los electrones del FS-II atraen otros
iones del mismo elemento hacia el tilacoide durante su
transferencia al complejo del FS-I. De modo que, al poco tiempo,
los iones de hidrógeno están agitándose como
abejas furiosas en una colmena abarrotada. ¿Cómo
salen del tilacoide?

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Pues el genial Creador de la fotosíntesis ha
suministrado una puerta giratoria sólo de salida en la
forma de una enzima especial utilizada en la elaboración
de un importante combustible celular llamado ATP
(adenosintrifosfato). Cuando los iones de hidrógeno salen
con fuerza por la puerta giratoria, proporcionan la
energía necesaria para recargar las moléculas de
ATP gastadas. Las moléculas de ATP son semejantes a
diminutas baterías que aportan suministros pequeños
de energía a lugares precisos de la célula para que
se efectúen todo tipo de reacciones en ésta. Las
moléculas de ATP se necesitarán más tarde,
en la cadena de producción de azúcar de la
fotosíntesis.

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Además del ATP, existe otra
molécula minúscula que es fundamental para producir
azúcar. Se trata del NADPH (forma reducida del fosfato de
nicotinamida-adenindinucleótido). Las moléculas de
NADPH son comparables a pequeñas camionetas de
reparto, cada una de las cuales lleva a una enzima el
átomo de hidrógeno que precisa para la
elaboración de una molécula de azúcar. La
generación de NADPH corresponde al complejo del FS-I.
Mientras un fotosistema (FS-II) descompone las moléculas
de agua y las emplea para crear ATP, el otro (FS-I) absorbe la
luz y expulsa los electrones que después utilizará
en la formación de NADPH. Tanto las moléculas de
ATP como las de NADPH se almacenan fuera del tilacoide para su
uso posterior en la cadena de producción de
azúcar.

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Mediante la fotosíntesis se elaboran
miles de millones de toneladas de azúcar anuales; sin
embargo, las reacciones de la fotosíntesis generadas con
energía luminosa no producen azúcar realmente.
Sólo crean ATP ("baterías") y NADPH ("camionetas de
reparto"). A partir de este punto, las enzimas del estroma, como
se denomina el espacio fuera de los tilacoides, utilizan el ATP y
el NADPH para fabricar azúcar. De hecho, la planta puede
elaborar azúcar en completa oscuridad. Podría
compararse el cloroplasto a una fábrica con dos equipos
(FS-I y FS-II), situados en los tilacoides, que fabrican
baterías y camionetas de reparto (ATP y NADPH) para el uso
de un tercer equipo, compuesto de enzimas especiales del estroma.
Este tercer equipo elabora azúcar uniendo átomos de
hidrógeno y moléculas de anhídrido
carbónico en una secuencia precisa de reacciones
químicas. Los tres equipos pueden trabajar de día,
y el equipo productor de azúcar hace el turno de noche
también, al menos hasta que se agotan los suministros de
ATP y NADPH del turno de día.

Digamos que el estroma es como una agencia
matrimonial celular, llena de átomos y moléculas
que deben "casarse" pero que no tienen el valor de hacerlo por
sí mismos. Por lo tanto, ciertas enzimas actúan a
modo de pequeñas casamenteras insistentes. Son
moléculas de proteína con formas
especiales que les permiten sujetar los
átomos o las moléculas precisos para una
reacción particular. Pero no se conforman con presentar a
los futuros cónyuges moleculares. Las enzimas no se dan
por satisfechas hasta ver realizado el matrimonio, de modo que
asen a la futura pareja y, pese a la renuencia de ambos, los
ponen en contacto directo, materializando así esta especie
de casamiento bioquímico a la fuerza. En cuanto concluye
la boda, liberan a la nueva molécula y repiten el proceso
una y otra vez. En el interior del estroma, las enzimas manipulan
las moléculas de azúcar parcialmente completas con
increíble rapidez, reorganizándolas,
infundiéndoles energía con moléculas de ATP,
añadiendo anhídrido carbónico e
hidrógeno para finalmente enviar un azúcar
(glúcido) de tres carbonos a otras partes de la
célula donde será transformado en glucosa y muchas
otras variantes.

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La fotosíntesis es mucho más que una
reacción química básica. Es una
sinfonía bioquímica de complejidad y sutileza
pasmosas. El libro "Life Processes of Plants" (Procesos vitales
de las plantas) lo expresa así: "La fotosíntesis es
un extraordinario proceso altamente reglamentado mediante el cual
se aprovecha la energía de los fotones solares. Puede
considerarse que la compleja estructura de la planta y los
increíblemente intrincados mecanismos bioquímicos y
genéticos que regulan la actividad fotosintética
perfeccionan el proceso básico de captar el fotón y
convertirlo en energía química".

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En otras palabras, averiguar por qué
la hierba es verde equivale a contemplar con admiración
una obra de diseño y tecnología muy superior a la
de cualquiera ideada por el hombre: "máquinas"
submicroscópicas que se regulan y mantienen a sí
mismas y que realizan miles, o incluso millones, de ciclos por
segundo (sin hacer ruido, sin contaminar y sin afear el paisaje),
a fin de transformar la luz solar en azúcar. Para
nosotros, equivale a tener un vislumbre de la mente del
diseñador e ingeniero por excelencia: nuestro Creador,
Jehová Dios. Piense en ello la próxima vez que
admire una de las hermosas fábricas perfectas de
Jehová que sustentan la vida o la próxima vez que
camine sobre esa preciosa hierba verde».

 

 

Autor:

Jesús Castro

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