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Benito Lynch




Enviado por mogran



    RETRATO DE BENITO LYNCH

    "Benito era alto, flaco, todo huesos
    y ángulos. Rostro largo y con alguna arruga.,
    nariz corva, facciones finas, expresión viva. Buen
    mozo. Tipo muy viril. Ojos grandes, de mirada cordial y
    un tanto pícara. Tenía en su figura algo de
    quijotesco: luengos brazos, aire de
    hidalgo, cuerpo erguido, rostro enjuto. Me recibió
    muy sonriente y con los brazos abiertos. No era, sin
    embargo, expansivo: en esto, como en todo, tenía
    el sentido de la medida.

    Muy distinguido, con algo de gran señor,
    hablaba pulcramente, sin criolladas ni
    chabacanerías. Nada dejaba ver en su persona al hombre
    de campo, ni menos al escritor profesional. Hablaba poco
    y bien, y con gracia. Como no parecía gustar de la
    conversación sobre libros, no daba la impresión de
    poseer una gran cultura. Sin embargo, aquí y
    allí surgen en sus cartas
    frases sorprendentes, hasta latines no vulgares, y en su
    casa no eran pocos los libros.

    Entre los escritores argentinos, escasos hubo
    tan caballeros como Lynch. Inclusive sentía
    exageradamente el prurito del honor, frecuente en los
    españoles. La franqueza fue una de sus virtudes, y
    también la lealtad."

    Manuel Gálvez

     

    Retrato de Lynch por Emilio
    Pettoruti

    BIOGRAFÍA

    En apariencia, la vida de Benito Lynch es asombrosamente
    lineal. Geográficamente, se limita a parte de la provincia
    y ciudad de Buenos Aires, una
    visita esporádica a Uruguay y
    muchos años hasta su muerte en la
    ciudad de La Plata. Y, sin embargo, es una vida rica en misterio,
    a la que faltaron signos exteriores por una dura voluntad de
    reserva que aspiraba a hacer de la propia existencia una especie
    de gran secreto, íntimo y personal.

    El 25 de julio de 1880, en Buenos Aires, en
    la residencia de sus abuelos, Ventura Lynch y Bernabela de
    Andrade, nace Benito Eduardo Lynch, segundo hijo de Benito Lynch
    y Juana Beaulieu. El niño fue bautizado el 2 de junio de
    1882. Susana Clauso Royo, valiéndose de ciertos documentos,
    sostiene que Benito E. Lynch nació en el Uruguay, en la
    residencia de sus abuelos maternos. Esto ha generado un enigma
    que parece haber sido resuelto a favor de la nacionalidad
    argentina.

    SUS RAÍCES

    En el siglo XVIII llega a Buenos Aires
    Patricio Lynch, señor de Lydican (Irlanda). Se casa con
    una distinguida señorita de la sociedad
    porteña, con típica modalidad céltica. Al
    revés de lo que solía suceder con los emigrantes
    del Imperio Británico, la familia
    olvida su ascendencia europea y se mezcla decisivamente en la
    vida nacional. El hijo de Patricio se incorpora al
    ejército y participa en el Cabildo Abierto del 22 de mayo
    de 1810 y en la Asamblea de 1813. No es el único miembro
    de la estirpe del escritor que muestra el
    ardiente amor de los
    irlandeses por la libertad:
    Pedro Castelli Lynch participa en la Revolución
    de los Libres del Sur.

    A partir de su fundador, la familia
    mantiene una posición holgada en las mejores capas
    sociales. Está en sus miembros presente una conciencia de
    clase destinada a batir sus últimas olas contra las
    rompientes de un tiempo nuevo de
    veloces transvases sociales y una potente clase media sin
    tradición.

    SUS PADRES

    Benito Lynch (padre) conoce a una muchacha uruguaya,
    fina e inquieta, muy religiosa y con la afición de gustar
    de la astronomía. El noviazgo se anuda por un
    mutuo amor. Se casan
    pronto. El viaje de luna de miel los trae a Buenos Aires,
    donde se instalan en la casa de los padres del esposo. A Benito
    Lynch (padre) no le gustan las tertulias, el vaivén social
    donde está obligada a moverse su joven mujer. Llegan los
    hijos, cuatro mujeres y seis hombres. Los varones llevan todos el
    nombre paterno de Benito, aunque sea en segundo
    término.

    Benito Lynch (padre), duramente enamorado de su mujer, hacia
    1885, decide alejarse de Buenos Aires.
    Lleva a Juana a la estancia El Deseado. Es un campo
    áspero, en el partido de Bolívar. El Deseado
    soporta el desafío a la soledad angustiosa de la pampa; es
    casi un desierto.

    Don Benito fue intendente de Bolívar, legislador
    provincial, intendente de la ciudad de La Plata, director del
    zoológico y fundador del diario El Día.
    Estaba habituado a ocupar situaciones destacadas y a la rutina
    del mando. Ante los frecuentes regaños paternales, el
    paño de lágrimas del niño Benito es su
    madre. Casi todas las mujeres del escritor se alzan de esa clara
    fuente. Por eso, son un poco irreales y menos perfiladas que los
    hombres. La mujer
    está sujeta al hombre, como
    lo estuvo Juana a Benito Lynch padre.

    LA INFANCIA

    El país del niño Benito

    Los primeros seis años de su vida en
    Bolívar coinciden con la presidencia de Julio Roca. La
    pampa se abría paso hasta las mismas puertas de Buenos
    Aires. Todavía para embarcarse había que usar un
    bote, pues no se habían hecho obras portuarias. La
    población argentina era de
    2.492.000 habitantes. Se iniciaba una era de expansión y
    desarrollo
    criticada por Miguel Cané que dice: "Nuestros padres eran
    soldados, poetas y artistas. Nosotros somos tenderos,
    mercachifles y agiotistas. Hace un siglo el sueño
    constante de la juventud era
    la gloria, la patria, el amor; hoy
    es una concesión de ferrocarril para lanzarse a venderla
    en el mercado de
    Londres".

    A pesar del ferrocarril que Dardo Rocha había
    extendido hasta 9 de Julio, Junín y Alvear, las comunicaciones
    con el mundo exterior no habían aumentado mucho. La
    pradera de la pampa bonaerense seguía exclusivamente
    dedicada a la ganadería, al extremo que la Pcia de Buenos
    Aires producía menos trigo que Córdoba o Entre
    Ríos. Patrones y peones, habituales clases opuestas, se
    unían en cuanto el extranjero hablaba de las
    múltiples posibilidades de un territorio que se negaba a
    aceptar métodos
    agropecuarios avanzados. En ese contexto, donde regían
    leyes
    imperiosas que lo subordinaban todo al paternalismo del
    patrón, se desarrolla la infancia de
    Benito Lynch.

    En la estancia

    El padre no consigue cerrar el paso del hijo a los
    lugares interdictos. Benito se acerca a la cocina de los peones
    donde aprende giros y modismos gauchos y relatos. Benito Lynch ya
    escritor decía: Tomo mis personajes de la realidad, aunque
    acentuando o suavizando rasgos, según mi criterio
    estético.

    También a la época de la infancia del
    escritor corresponde esa afición por los animales, los
    caballos en primer término, que le duró toda la
    vida. A veces, en la fabulación del escritor, los animales,
    asimilados a los conflictos
    humanos, hablan. Numerosos animales aparecen
    en sus historias, pero la exaltación mayor, el mayor
    acercamiento a la estatura humana, Lynch la fábula en
    torno a los
    caballos. Lo que es más esencial, toda la trayectoria de
    la simbiosis Benito-Mario, se hace a través del ciclo del
    potrillo roano.

    Regreso a la ciudad

    Hacia 1890 la familia se
    instala en La Plata, fundada hacía ocho años y con
    un impulso progresista notable. Tenía esta novedades
    extraordinarias, como el observatorio astronómico. Era una
    época feliz, con la prosperidad dominada por el signo de
    la espiga y el toro. Carne y cereales se canjeaban por
    implementos y todavía sobraba dinero para
    artículos suntuarios, como teatros o estatuas de
    mármol de Carrara.

    El padre no quiere hacer de él un gaucho, sino un
    hombre
    instruido. Este cambio de
    domicilio fue el primer dolor de Benito. El encierro en su cuarto
    para estudiar con un profesor contrastaban con los cielos
    abiertos, el horizonte infinito y la gloria de las mañanas
    camperas. El paraíso terrestre que era la pampa
    perduró en él toda su vida, con intensa
    nostalgia.

    Ya lejos del campo, encuentra amigos en la ciudad, se
    dedica a hacer deportes (remo, boxeo, esgrima) y
    desarrolla una vida social donde se le adentra el lenguaje
    porteño. Lo demuestra en el uso de palabras lunfardas en
    algunas obras.

    El cronista social

    Al morir su padre, en 1902, Benito ingresa a la plana
    periodística como cronista social del diario El
    Día, diario de que su padre tenía acciones.
    Cronista social es lo más lejano a su vocación, por
    ello, poco tiempo
    después comienza a publicar esbozos narrativos,
    Cuadritos domésticos, bajo el seudónimo de
    Thyon Lebic. Son cuadros de ambiente,
    amagos irónicos, en una crítica de costumbres al
    modo de Roberto Arlt.

    Benito lleva la doble vida de cualquier muchacho en la
    etapa de las experiencias, pero sus amoríos
    no dejan rastros. Termina por enamorarse de una señorita a
    la que todo el mundo llamaba cariñosamente Tita. Es el
    principio de un noviazgo formal que no dura demasiado: el
    carácter fuerte de Benito lo lleva a chocar con su futura
    suegra. Un solo desengaño que resulta enigmático
    descifrar, hace que Lynch se instale en la soltería para
    siempre. No se sabe que vuelva a estar de novio con una muchacha
    de su ambiente. Un
    nombre, Saturnina, abre una hendija en las puertas cerradas de
    este capítulo en la vida de Lynch. Era maestra, y le
    pasaba los borradores a máquina. Y nada
    más.

    El escritor

    Luego de dos años de periodismo
    intrascendente, una noche le leyó a
    otro redactor del diario El potrillo roano. Lynch
    dijo que había escrito es el cuento,
    años atrás. Esto sugiere un largo camino de dudas
    en una vocación casi desconocida para él
    mismo.

    Benito Lynch – medio frívolo, medio parrandero,
    un poco enamorado, bastante dado a la haraganería y a la
    divagación – se veía por primera vez como lo que
    iba a ser de manera perdurable: un escritor.

    Aunque decía bromeando que su libro
    preferido era el diccionario
    castellano,
    leía mucho. Había aprendido de memoria largas
    tiradas de La Eneida o de La Ilíada.
    Más tarde también, los pasajes más lindos de
    Don Segundo Sombra. Era un autodidacta. Concurrió
    al Colegio Nacional de La Plata. A través de sus obras hay
    menciones de D’Annunzio, Valle Inclán, Zola, Dumas,
    N. Fernández de Moratín, los novelistas rusos, los
    viajeros ingleses que habían dado testimonio de la vida y
    paisajes argentinos. Admiraba la grandeza de Balzac y se
    sentía influido por Daudet y Zola.

    Lynch decía que trataba de no escribir nunca "por
    escribir". "Cuando termino una novela, la
    abandono casi siempre. Por el mayor tiempo posible,
    para olvidarme en cierto modo de ella y volver a leerla, ya no
    como autor, sino como crítico". Los caranchos de La
    Florida
    la escribió en tres meses y la tuvo guardada
    cuatro años.

    La brusca fama que rodeó al novelista al aparecer
    Los caranchos de La Florida le posibilitaron alabanzas de
    Manuel Gálvez, novelista consagrado que se molesta en
    tomar un tren desde Córdoba hasta Buenos Aires para
    saludarlo personalmente. También es reconocido por
    Horacio
    Quiroga: "Vaya mi homenaje a su talento, con la seguridad en
    mí, de que si algún día hemos de tener un
    gran novelista, ése va ser usted". Nada de esto provoca
    alegrías exultantes o, al menos, alegría sencilla y
    lógica.
    No abre su círculo estricto de amigos para incorporar a
    algún escritor, la mayoría de aquéllos son
    abogados.

    Su nombre ha trascendido en España.
    También en Italia, donde se
    publica traducida Los caranchos de La Florida.No
    consideraba la importancia que su obra podía tener, como
    esclarecedora de un personaje que habían exaltado
    Hernández, Estanislao del Campo, Hudson, Ascasubi,
    Obligado, Hidalgo y Güiraldes. "Elegí al gaucho como
    personaje esencial de mis obras porque ya es un tipo hecho,
    completo".

    El solitario

    A partir de 1923, en que deja la redacción del diario, cada actitud de
    Lynch demarca un avance en el duro aprendizaje de la
    soledad. Las transformaciones del país lo dejan
    indiferente. Opina como un buen conservador de la época de
    Roca. No hay eco en toda su obra de las consecuencias de la
    Ley
    Sáenz Peña (voto secreto y obligatorio):
    movilización popular y el acceso a la presidencia de
    Hipólito Yrigoyen.

    Después de la muerte de
    los padres, la casa de La Plata se fue despoblando. Juliana, la
    segunda hija, se había ido al casarse. Tres años
    después moría en el Sur, tal vez asesinado,
    Leopoldo, el compañero de la infancia.
    Benito se refugió en ese reducto, arreglaba la
    mayoría de sus asuntos por correspondencia. Tuvo en el
    patio de la casa varios animales, hasta
    un yacaré.

    A ratos parecía interesarse más por el
    cuervo o el carpincho que había llevado a su casa que por
    la gente que lo reconocía en la calle, cuando
    salía. Lo perturbaban con su deseo constante de saber
    cosas sobre su técnica literaria y, lo más
    intolerable, sobre su vida. Prefería las tertulias de El
    Día, donde alentaba a los periodistas jóvenes o
    recordaba con cariño a quiénes lo habían
    ayudado en sus comienzos de escritor. Aunque sus libros estaban
    cargados de indicios de intimidad, detestaba ventilar cosas
    íntimas o meramente personales en el transcurso de un
    coloquio insustancial.

    A partir de la publicación de El inglés
    de los güesos
    (1924) – obra luego adaptada para teatro y
    después llevada al cine – se
    sitúo consagrado definitivamente entre los escritores de
    primer rango. Formó parte de la Comisión de Autores
    de la Primera Exposición del Libro
    Argentino. Algunos, hablando de Horacio
    Quiroga, dicen que ha sido igualado por Lynch en la
    difícil técnica del relato breve. Esta le da una
    ubicación literaria privilegiada, si se tiene en cuenta
    que Quiroga no ha conocido rival como cuentista.

    Con el general Uriburu en el gobierno, estaban
    de nuevo en el poder los
    conservadores, sector con el que tenía afinidad – por
    razones de clase, ambiente y
    tradición – Benito Lynch. Al decidirse la creación
    de la Academia Argentina de
    Letras, se lo elige como integrante; pero, Lynch renuncia por
    escrito a ocupar un sillón.

    En 1935, se suicida su hermano Armando y dos años
    más tarde, muere su madre, lo que aumenta su soledad y su
    dolor. Cada gesto lo interna más en la soledad, a
    excepción de las visitas y los juegos con sus
    sobrinos nietos. Algunas salidas al cine, al
    Jockey para jugar a la brocheta o a conversar con sus amigos.
    Nunca apuesta por dinero; su
    hermano Roberto, jugador, ha perdido así su estancia. No
    bebe alcohol, sino
    té con limón y mucho mate. Dice que después
    de los cincuenta años ningún hombre
    debía comer carne. También predica contra el
    cigarrillo. Mantiene su afición por la lectura de
    libros de
    historia, de
    viajes, y
    relee los clásicos. Cuando asiste a conferencias o
    conciertos en el Jockey, se ubica en lugares apartados del
    salón principal, hasta donde llegan los
    altavoces.

    En su sesión del 11 de agosto de 1938, el Consejo
    Superior de la Universidad
    Nacional de la Plata, le otorga el título de doctor
    honoris causa. La consagración universitaria le plantea un
    problema: el presidente del Consejo es su amigo, y en materia de
    amistad, Lynch
    tiene una delicadeza infinita. Luego de leer los fundamentos de
    la honorífica decisión acepta. La aceptación
    supone no tener que ir a recibir el diploma. En 1941, con la
    publicación en La Nación de Medallas de oro,
    Nuestra novela
    y Cartas y cartas, se despide de la
    literatura. Es un
    enigma su corte de amarras con lo que, de alguna manera,
    había sido su razón de vivir.

    Últimos años

    Al aislamiento de B. Lynch contribuyen en gran medida
    una sordera y la creciente disminución de la vista. Esto
    le provoca que lo atropelle un tranvía; víctima de
    una conmoción cerebral es internado hasta que en algunos
    días se recupera. Tres años después, se
    interna muy enfermo aquejado de cáncer al estómago.
    El 23 de diciembre muere en el sanatorio donde se hacía
    asistir.

    Lo habían llamado maestro de las letras
    aquí y en el extranjero; pero, a diferencia de sus
    contemporáneos, desdeñó ejercer esa autoridad.
    Hubo en él un afán claro de disminuir su personalidad
    de escritor. Lo demuestran su rechazo a invitaciones para
    enseñar, su negativa a cobrar derechos por las
    traducciones de sus cuentos y
    novelas. A un
    pariente cercano que lo había encontrado corrigiendo sus
    libros, le
    había comentado: "Cuando uno es joven publica con mucha
    audacia. Los años demuestran los errores, inclusive
    idiomáticos."

    LA TEMÁTICA DEL NUEVO
    GAUCHO

    En su evolución, el regionalismo abandonó
    su posición nacionalista pasatista para enfocar
    realísticamente los temas rurales. Un viaje al
    país de los matreros
    de Fray Mocho abrió el
    camino que siguieron Payró, Quiroga, Fausto Burgos, Juan
    Carlos Dávalos, etc. El gaucho nómade, cantor,
    valiente, ya pertenecía a la mitología argentina. En la
    nueva narrativa el hombre de
    campo es un paisano trabajador, sojuzgado a sus patrones,
    afincado en límites precisos, tan falto de sentido de la
    propiedad como
    su antecesor, porque igual que aquel no tiene nada; pero es
    respetuoso de la propiedad de
    los otros.

    Benito Lynch es el escritor que en forma más
    perseverante se dedica a narrar la vida de estos gauchos
    sedentarios, la de las estancias y la de los dueños de las
    estancias. Es el novelista de la etapa posroquista: al final del
    siglo XIX y principios del
    siglo XX, pues aunque nunca precisa las fechas, éstas se
    descubren por la problemática – enfrentamiento de la vieja
    estancia criolla con la nueva, europeizada, valoración del
    gringo y desprecio del nativo – , por ciertos detalles
    significativos – la instalación de molinos, el
    ferrocarril- y por los años que Lynch vivió en el
    campo.

    Desde 1903 a 1941 publicó treinta y cuatro
    cuentos, seis
    novelas y
    alrededor de ciento quince relatos. Algunos fueron recogidos en
    libros, pero la mayoría andan todavía desperdigados
    en diarios y revistas. Toda su obra tiene el signo común
    del ambiente y la
    temática rurales, con excepción de algunos cuentos y de
    la novela
    Las mal calladas (1923).

    LA OBRA DE BENITO LYNCH

    LAS NOVELAS Y LOS
    CUENTOS

    Su ciclo novelístico se abre con Plata
    dorada
    (1909). Lo mejor de esta narración es la
    primera parte, fuertemente sentimental y autobiográfica,
    cuando el protagonista abandona la estancia para irse a estudiar
    a Buenos Aires y cuando describe las impresiones que le producen
    la ciudad y el colegio. En lo demás es titubeante, a veces
    incoherente; los personajes no viven por cuenta propia sino como
    meros títeres en manos del autor.

    Hay un gran salto entre este libro y el
    segundo, Los caranchos de La Florida (1916). Aquí
    el novelista define los personajes en unos pocos trazos y luego
    éstos se mueven lógicamente, resolviendo los
    conflictos de
    acuerdo a sus motivaciones y a su propia personalidad.
    La anécdota simple narra el enfrentamiento de padre e
    hijo, los caranchos, por una mujer. El padre
    ejerce una autoridad
    omnipotente que nadie osa discutir. Como padre, porque la familia
    está rígidamente constituida. En todos los estratos
    sociales, sea el de los estancieros, sea el de los peones, los
    padres mandan y los hijos obedecen; el diálogo no existe.
    Y como patrón, porque la propiedad de
    la tierra se
    extiende sobre los hombres. El régimen es feudal. La
    obediencia se asienta en el miedo y en el
    conocimiento de que no hay escapatoria, ya que el poder
    político y la justicia
    también pertenecen al patrón, o a su
    clase.

    En Raquela (1918), Lynch desarrolla su
    esporádica veta irónica hacia un suave humorismo.
    Por eso, esta novelita tiene final feliz. Aquí asoma la
    habitual frustración de la pareja; al comienzo, Raquela
    lucha contra sus sentimientos porque ella no es una pobre
    muchacha ignorante e ingenua, es la hija del estanciero y tiene
    conciencia de que
    no puede, no debe enamorarse de un hombre que no
    sea de su clase.

    En El inglés
    de los güesos
    (1924) el punto de vista se invierte: el
    campo juzga a la civilización urbana representada por
    Mister James. Él les causa gracia, a veces lástima,
    otras odio, pero nunca admiración o envidia. El mundo del
    inglés,
    la civilización urbana, no tienen nada que ver con ellos.
    Lynch toma abiertamente partido por el mundo primitivo a
    través del personaje de La Negra. Nos presenta la
    civilización urbana como un duro trajinar, un esfuerzo
    constante, en aras de alguna idea abstracta como el bien de la
    humanidad, o el progreso personal o el
    progreso, con el olvido de la felicidad. Sólo los seres
    primitivos, simples, son capaces de amar con el amor
    verdadero. El amor
    apasionado de La Negra responde a un carácter impulsivo
    que no varía. Su incapacidad para el dolor, que a veces
    parece humorística, termina arrastrándola al
    suicidio.

    La última novela de Lynch,
    El romance de un gaucho (1933), es la más elaborada
    de su producción. Es muy extensa, supera las
    quinientas páginas y su lectura se
    hace monótona por dos razones: 1) porque los conflictos de
    doña Cruz y su hijo y de éste y doña Julia,
    se plantean en toda su amplitud en los primeros seis
    capítulos, mientras los cincuenta restantes los ahondan en
    un sentido vertical, sin aportar cambio alguno,
    y 2) porque está escrita en lengua
    gauchescha y , por lo tanto, los recursos
    expresivos que maneja el relator son muy limitados;
    limitación que se agrava por la razón primera: que
    la novela es
    una introspección. En una advertencia previa, Lynch
    atribuye la novela a un
    viejo paisano que conoció en su infancia (un
    recurso usado por muchos autores). La tarea de Lynch se
    habría limitado a arreglar errores de vocabulario, a poner
    el título y a ordenar los trozos. El tema central es
    el amor y el
    rencor, la historia de malos entendidos
    y disputas de doña Cruz y su hijo Pantaleón Reyes.
    El tema derivado, pero a la vez motivación
    del central, es el amor
    imposible de Pantaleón por doña Julia Fuentes. Las
    personalidades de madre e hijo son las más vigorosas de
    la novela, y
    en la obra total de Lynch las mejor construidas y las
    únicas capaces de evolución en el proceso
    narrativo.

    En 1931, Benito Lynch publicó un folleto, El
    estanciero
    , donde distingue dos clases de propietarios
    rurales: el señor y el gaucho. En el juego de
    contrastes, se advierte cómo los segundos están
    condenados a desaparecer porque se aferran a lo conocido,
    desprecian las novedades, pero lo que es peor, se despreocupan de
    la suerte de sus campos. La derrota del estanciero gaucho en la
    obra de Lynch se produce por su incapacidad para comprender el
    cambio y
    adaptarse a él, por su suicida manera de oponer una
    estructura
    regida por valores
    morales a otra regida exclusivamente por los valores
    económicos.

    Pero la mayor parte de la producción de Lynch, escritor
    prolífico, permanece desconocida para el gran
    público. Sus cuentos,
    alrededor de ciento quince, aparecieron en viejos ejemplares de
    los diarios El Día de La Plata y La
    Nación
    de Buenos Aires y de las revistas Caras y
    Caretas
    , Plus Ultra, Mundo Argentino, El
    Hogar
    y Leoplán, todas de Buenos Aires. Pocos
    de sus cuentos
    están reunidos en volúmenes; de ellos los
    más conocidos son "Palo verde", "El antojo de la patrona",
    "La evasión", "El nene", "El paquetito", "Locura de
    honor", etc. Muchos tocan los temas del amor y del
    honor, ya con patetismo, ya con humor, pero con predominio de la
    visión humorística -una risa agria- sobre la
    patética que, en cambio,
    singulariza a las novelas.
    Más desconocidos aún son sus intentos teatrales
    nunca representados.

    Un comentario sobre su obra más
    difundida

    Considerando que El inglés
    de los güesos
    (1924) fue luego adaptada para
    teatro y
    después llevada al cine, merece
    un comentario especial.

    Con recuerdos de su niñez campera y detalles que
    le sugirió la lectura del
    "Diario de un viaje de un naturalista alrededor del mundo"
    de Charles Darwin,
    concibió Benito Lynch ese puesto de la "Estancia grande",
    vecino a la laguna de los Toros, y siempre azotado por un
    terrible viento "propiciador de catástrofes".

    Desde la población de Juan Fuentes
    divisamos un sector central de la campaña de Buenos Aires,
    el consabido de las novelas de
    nuestro autor, cuadriculado en estancias y puestos de nombre y
    linderos conocidos, y encerrados con alambrados "de siete hilos"
    que cada cual vigila celosa y agresivamente. En nada recuerda esa
    visión del campo actual, al de las tierras sin
    dueño, donde nadie arraiga, idealizado por la literatura gauchesca; y muy
    poco se parecen a sus antecesores literarios, airadamente
    individualistas, los paisanos de Lynch, que viven en la tarea
    dura y laboriosa de cada día, sin protestas y sin
    demasiadas esperanzas, como piezas de una estructura
    social y económica que han recibido y no sueñan en
    modificar.

    En esa conformidad de los que poco desean florece
    Balbina, símbolo puro y hermoso de la vida agreste, que
    reproduce hasta la exaltación virtudes que el autor hecha
    de menos en las gentes de la ciudad lejana: es impetuosa y
    brusca, como su madre Doña Casiana, graciosa como su
    hermano Bartolo, honrada y sencilla como su padre, el
    habilísimo trenzador: ninguno de ellos sabe más de
    lo que necesitan para vivir en la lucha diaria del campo. Esos
    tipos rurales no se embellecen en manos del novelista: en las
    estancias no se ignoran las maldades de la ciudad, que se
    practican violentamente, sin artificio: en un puesto vecino,
    hierve la malevolencia en la familia de
    Deolindo Gómez; de otro próximo viene Santos Telmo,
    el gauchito "retobado" que busca infructuosamente en el amor de la
    Negra el calor del
    hogar que no ha conocido, y apuñala, empujado por celos
    infundados.

    Tal como lo ha imaginado el autor, Mr. James, el
    imprevisible huésped del puesto de "La Estaca", no puede
    sino marcharse, aunque esté enamorado de la Negra: si se
    dejara llevar por sus sentimientos, que a él debía
    parecerle debilidad culpable, sacrificaría su carrera
    universitaria, traicionando así una misión que
    la sociedad le ha
    confiado. Ante esas obligaciones
    sociales poco significan el dolor individual de su
    renunciamiento, y el de la joven simple que vive de la
    espontaneidad de los afectos primitivos.

    Mr James es el agente del egoísmo y de la
    crueldad armada para el progreso colectivo. Llega a entender la
    lengua
    conmovedora de los afectos aunque no le está permitido
    ceder a ellos. No engañara a Balbina por honradez, ni se
    desviará del camino que su educación y su clase
    social le han señalado. Balbina, imagen del amor
    en su pureza y generosidad natural, no conoce otras razones que
    las del corazón.
    Ambos representan dos órdenes de vida que el autor
    considera inconciliables y siempre en pugna: el de la inteligencia
    fría del hombres instruido en los libros y el de la
    afectividad exclusiva de la niña inculta.

    Para que la oposición sea terminante se han usado
    los términos extremos: así la plantea el novelista
    porque es su experiencia que le dice que la vida es duelo mortal
    entre la fortaleza de los más y las debilidades de los
    menos. Desde la primera página deja adivinar su
    parcialidad en el debate:
    multiplica los rasgos caricaturescos del futuro vencedor a quien
    ve por fuera con ojos de paisano, con simpatía
    irónica, admirado de que ese sabio ignore tanto saber
    vulgar; y ensalza la gracia y la belleza de la víctima en
    tal forma que el desenlace puede parecer forzado. El autor
    explica los motivos del alejamiento del protagonista, pero sin
    justificarlo, criticando el programa
    utilitario que debe cumplir sin concesiones.

    Lynch insiste en un tema repetido por la literatura del siglo XIX. A
    partir del Romanticismo, se
    hacen cada vez más frecuentes las protestas de escritores
    y artistas contra las doctrinas materialistas y utilitarias que
    crecen y llegarán a imponerse a mediados del siglo con el
    transformismo científico y evolucionismo
    filosófico.

    En la ciudad que se mueve Lynch sufre de las
    consecuencias de estas doctrinas, por ello, se vuelve a sus
    recuerdos de niñez campestre para crear otro mundo,
    también real, pero más grato, donde resaltan los
    seres excepcionales que no se determinan por otras leyes que las de
    la naturaleza.

    Sin embargo, las virtudes de su obra no es de
    carácter filosófico, sino literario:
    composición muy cuidadosa, con gran delicadeza en los
    pormenores, en lo que se dice y en lo que se calla y sugiere;
    exactitud y propiedad
    verbal, que se despliega en numerosos diálogos, verdaderos
    remansos en la acción, siempre rápida;
    originalísima visión de la vida en la estancia y de
    sus tipos sociales característicos.

    El inglés
    de los güesos
    responde a las exigencias del realismo
    literario: el autor describe y cuenta como si estuviera presente;
    pocas veces explica, para no traicionar la superior verdad de los
    hechos. Acepta como certidumbre la apariencia de las cosas sin
    conjeturas ambiciosas. Preceptos que la literatura europea de la
    segunda mitad del XIX aplicaba derivada de los métodos
    experimentales de las ciencias
    naturales.

    Esto implica que de los personajes ofrezca
    frecuentemente las manifestaciones exteriores, las acciones y los
    gestos, interpretados con gran prudencia; y diálogos en
    estilo directo o que se relacionan fielmente en estilo indirecto
    libre , el protagonista piensa en voz alta.

    Las escenas son dramáticas. El lector parece
    estar siempre en el teatro de la
    acción, viendo y oyendo a los personajes que se mueven
    dentro de un escenario reducido que, apenas es necesario
    describirlo en párrafo aparte. Salvo episodios
    complementarios (Cap. V, VI, XII, XIV, XX y XXII) todo ocurre en
    el puesto de "La estaca", en la casa o en sus
    inmediaciones.

    "EL POTRILLO ROANO"

    En 1931, Benito Lynch publica De los campos
    porteños
    . Allí agrupa una serie de cuentos como
    La espina de junco y El angelito gaucho. El tercer
    cuento de este
    volumen es un
    clásico de la narrativa nacional. y Lynch recuerda al
    petizo roano que fue su compañero de juegos en la
    infancia. La
    acción está centralizada en El potrillo
    roano
    que le sirve de título. Es la iniciación
    del afligido Mario en los misterios del destierro, la vastedad de
    la pampa amenazadora y la inminente pérdida de un ser
    amado, próximo a ser sacrificado por la sentencia
    inapelable de la justicia
    humana, representada por un padre temido, harto de las
    depredaciones del potrillo.

    COMENTARIO

    El cuento
    está dividido en siete partes. En la primera el narrador
    presenta al protagonista y al potrillo, al cual logra tener
    después que su madre lo alienta con la idea de llevarlo a
    la estancia. El pequeño, todo inocencia y dulzura
    está embelesado con la visión de "un caballo
    proporcionado a su tamaño"(II)

    Pero, este potrillo destroza plantas, pisa
    pollitos recién nacidos lo que lo hace "odioso" para
    algunos. El padre le recomienda a Mario que lo cuide, que lo ate
    de noche. Esto último, a veces, Mario lo olvida(III). Una
    mañana, después de ver las audacias del roano, el
    padre amenaza a Mario con echárselo al campo. Aquí
    el narrador pregunta retóricamente, se involucra en una
    reflexión sobre lo que palabras tales significan para un
    niño de ocho años. "¡El campo!…¡Echar
    al campo!… El campo es para Mario algo proceloso, infinito,
    abismal; y echar el potrillo allí sería tan atroz e
    inhumano como arrojar al mar un recien nacido"

    Una mañana de febrero la madre despierta a Mario
    con la novedad: el potrillo desatado ha pisoteado el
    césped de los canteros, derribado una enredadera y
    arrancado de raíz matas de claveles (IV). Mario,
    desesperado intenta volver atrás, reparar el daño
    que ha hecho su "nene"(V).

    El padre cumple con lo prometido. Mario, con un estado de
    conmoción y dolor dispuesto a obedecer a su padre… "…
    Como sonámbulo, como si pisase sobre un mullido
    colchón de lana, Mario camina con el potrillo del cabestro
    por medio de la ancha avenida en pendiente y bordeada de
    altísimos álamos, que termina allá, en la
    tranquera de palos blancuzcos que se abre sobre la inmensidad
    desolada del campo bruto…" Mario se desplaza atormentado,
    oprimido "porque del otro lado está la conclusión
    de todo, está el vértice en el cual … se van a
    fundir fatalmente, detrás del potrillo roano, él y
    la existencia entera".

    La madre advierte el malestar del niño y convence
    al padre para que otorgue el perdón. El padre accede,
    pero, cuando su hermano Leo va a detenerlo, Mario se "desploma
    sobre el pasto" antes de llegar a la tranquera (VI).

    Después de algunos días sus atribulados
    padres, alegres por su recuperación física, permiten la
    entrada del potrillo en su cuarto. El final es feliz: Mario
    recupera su salud y su potrillo
    (VII).

    Mario es el personaje autobiobráfico de Lynch,
    que aparece creciendo a través de otros relatos, durante
    sus años en la estancia El Deseado (en Bolívar). El
    pequeño Mario-Benito siente a la pampa como algo abismal,
    enorme para su pequeño tamaño. En los relatos, las
    temblorosas reflexiones de una criatura traen la misma sustancia
    desértica, atemorizante, que circula en las páginas
    de Mansilla o Hernández.

    Los otros personajes: Leo, la madre, el padre, se
    relacionan casi con exactitud a la realidad. La madre se muestra,
    quizás, como era dona Juana de Lynch: mujer de hogar,
    cariñosa, comprensiva y compasiva. El padre se presenta
    rígido, la autoridad
    máxima que, a diferencia de la madre, trata de "usted" al
    pequeño – y a todos – lo que supone una distancia que se
    relaciona con temor y respeto. La
    severidad del padre se atenúa en la última parte
    cuando el narrador lo describe "con los párpados
    enrojecidos y la cara pálida" como padre, al fin, que ha
    visto a su hijo en peligro. Su hermano Leopoldo, un año
    menor que él, fue su gran camarada de la
    infancia.

    El relato es está hecho en presente (Modo
    Indicativo) como si el narrador estuviera relatando los hechos al
    mismo tiempo que
    ocurren. Este recurso le confiere una sensación casi
    cinematográfica de animación, de suspenso, en
    ocasiones, que hace atractivo el relato. En el narrador predomina
    el "mostrar" más que el "decir". Es un narrador
    simbiotizado con el personaje, a veces se confunde el pensamiento de
    Mario con el del narrador. Es omnisciente. La narración en
    tercera persona limita,
    detiene la simbiosis total.

    La prosa es límpida, ceñida, mientras el
    narrador utiliza un registro
    literario, una lengua sobria
    y general (que llamaríamos estándar), los
    personajes se comunican en una lengua rural
    (dialecto) y en un registro
    coloquial, familiar sin caer en vulgaridades. La lengua se
    adecua a cada personaje. Se hace más vulgar con aires de
    lunfardo cuando habla el hombre que
    le regala el roano.

    Hay una abundancia de adverbios (de modo, casi siempre)
    y gerundios en los que se muestra el
    ánimo del personaje: …Leo se defiende bravamente…
    …Mario esperando pacientemente… …Mario contemplando
    platónicamente… …El mocetón se alza ligeramente
    de hombros…

    Este cuento,
    después de muchos esfuerzos para convencer a su autor, fue
    traducido al inglés por Gertrude M. Walsh y formó
    parte de la colección Cuentos criollos, publicada en
    Boston. Lynch accedió cuando le dijeron que era una obra
    destinada a estudiantes universitarios, que perfeccionaban sus
    conocimientos de literatura hispanoamericana;
    pero, se negó a recibir derechos de
    autor.

    El potrillo roano es un cuento que
    deja un sentimiento de ternura como la infancia inocente. Que
    puede ser leído por niños y adultos; pero, que a
    los adultos nos conduce a recordar aspectos de la psicología infantil y
    a repensar cómo impactan, en la mente de un niño,
    actitudes y
    palabras de los "grandes". Implica el reconocimiento del valor que un
    animal, una mascota o hasta un objeto, un juguete, tienen para
    "alguien" que proyecta en ellos su infancia. Hablando en
    términos de "competencia
    hermenéutico-analítica" diríamos: el
    valor
    significativo que un niño otorga a una unidad discreta
    como un potrillo.

    BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

    PETIT de MURAT, U. "Genio y figura de Benito Lynch".
    Edit. Universitaria de Buenos Aires, 1968.

    REVISTA CAPÍTULO. Historia de la Literatura
    Argentina. Centro
    Editor de América
    Latina.

    Sandra Fernández

    Prof. de Castellano,
    Literatura y Latín

    Título: "Lo autobiográfico en la obra de
    Benito Lynch"

    Categoría: Literatura

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