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Bolívar Conservacionista




Enviado por emiro



      

    Dice la sagrada Biblia que cuando Dios creó la
    hierba verde, los árboles frutales, cada uno con su propia
    semilla, los animales
    domésticos de todo género, las bestias salvajes de
    todas las especies, los grandes peces y todos
    los animales que se
    mueven en las aguas y las aves que
    vuelan en el firmamento, vio que todas esas cosas que
    había hecho eran de gran manera buenas. Y entonces
    formó al hombre,
    varón y hembra, y le condeno que poblara la tierra con
    sus descendientes y que dominara la creación, es decir, la
    hierba, los arboles, los
    animales
    domésticos, las bestias, los peces, las
    aves. Esa
    orden dada por el creador de los hombres, es muy clara y
    terminante: el dominio de la
    naturaleza
    significa su constante aprovechamiento para que, como
    también dice la Biblia, los arboles sean
    hermosos a la vista y los frutos suaves al paladar. Si el hombre
    conserva lo que Dios le dio seguirán siendo esos arboles
    hermosos y esos frutos agradables, pero si lo destruye,
    ¿Con qué se quedará?

    Después que se hicieron las primeras explosiones
    nucleares, terminado el estallido de la bomba y cuando ya el
    peligro radiactivo había pasado, expertos y sabios se
    acercaron al lugar y apreciaron que allí todo había
    desaparecido: la hermosa obra de la creación estaba
    destruida. Era el Apocalipsis, la desolación, la muerte, la
    soledad, la tristeza. La hermosura de los árboles, la
    fuerza de los
    animales, el
    agrado de los frutos, ¡ya no existía!.

    Y entonces mucha gente de buena voluntad meditó
    profundamente sobre el resultado de aquella tremenda
    explosión que destruyo cuanto había por su
    alrededor. Se reunieron enseguida conferencias, entre ellas una
    en Estocolmo y desde allí se dio una campanada al mundo,
    anunciando que era absolutamente indispensable para hacer el
    esfuerzo de conservar la naturaleza si
    el hombre
    quería seguir subsistiendo. Fue una llamada importante,
    que sacudió al mundo. Y muchos países, entre ellos
    Venezuela
    dictaron enseguida leyes para
    preservar el ambiente de
    todo intento de destrucción o desmejora.

    Nosotros los venezolanos hemos sido un pueblo favorecido
    por múltiples bendiciones de la Divina Providencia.
    Tenemos un país extenso, con excelente ubicación
    geográfica, multiplicidad de climas, extensas cosas
    ríos enormes, bosques extraordinarios, suelos ricos,
    minas y yacimientos minerales
    abundantes. Tenemos prácticamente todo cuanto se necesita
    para hacer una nación próspera, digna y feliz. Si
    no la hacemos es culpa nuestra porque hemos fracasado, por que no
    hemos sabido o por que no nos hemos ocupado oportunamente de
    crear y conservar las riquezas de la patria.

    Pero, junto a ese patrimonio
    material riquisimo, tenemos un patrimonio
    espiritual mayor aún. El que forman las enseñanzas
    de los grandes hombres que este pais ha visto vivir en sus
    tierras. Tampoco somos un país escaso en figuras ilustres,
    señeras, que iluminan con sus lecciones la vida del
    país.

    La más importante de todas, la que este
    año tenemos presente. Ojalá no por unos meses sino
    como lección perenne, es la que nos dejó el
    Libertador Simón Bolívar.

    Lo magnifico de Bolívar no es solo haber sido un
    gran guerrero, un gran estadista, un apasionado de la Ley y de la
    Libertad, sino
    el hecho de preparar una obre de dimensiones y profundidad tal,
    que no es exagerado decir, que bien puede servir de doctrina
    nacional para conducir el país en cualquier
    circunstancia.

    Bolívar se ocupó prácticamente de
    todos los aspectos de la vida social y si bien, como es
    lógico, en su tiempo no
    existían temas y materias que hoy preocupan al hombre, si es
    importante, en la doctrina de Bolívar, encontrar principios de
    vida republicana y social que son buenos en cualquier
    época y en cualquier circunstancia.

    Deseo hoy hacer un brevisimo análisis de la obra de Bolívar, como
    gobernante, en pro de la conservación de los recursos
    naturales renovables.

    La primera referencia es respecto a las aguas y los
    bosques.

    El decreto dictado por Bolívar, el 19 de
    diciembre de 1825 manifiesta la angustia que tenía por la
    ausencia de aguas que hacían el territorio correspondiente
    árido, sin vegetación e impedían a la
    colectividad obtener beneficios propios del cultivo de
    especies.

    Ante esa situación Bolívar ordena el
    estudio sistemático de los ríos y de sus
    vertientes, es decir, de las cuencas hidrográficas y la
    preparación de un proyecto de riego
    para llevar las aguas a donde convenga.

    En segundo lugar, decreta un programa de
    reforestación que había de llevarse a cabo en todo
    lugar donde el terreno prometa prosperar una especie de planta
    mayor cualquiera y hasta un número de millón de
    árboles.

    Por ultimo, ordena la preparación de un sistema
    legislativo para crear, mantener y aprovechar los bosques en el
    territorio de la república.

    Nótese la sabiduría de esas providencias:
    conservar las fuentes de las
    aguas, al estudiar las cuencas hidrográficas, crear nuevos
    bosques y adoptar una legislación protectora.

    La audacia de lanzarse con un plan de UN MILLON
    de árboles, cantidad que hoy en día sigue siendo
    apreciable, en momentos en los cuales no se disponía de
    los medios
    técnicos y financieros de hoy, indica el convencimiento
    pleno de parte de Bolívar de estar ante un problema de tal
    gravedad que no cabría limite a la necesidad de una
    solución. Hay que darse cuenta de lo que significaba
    hablar de un proyecto de
    magnitud semejante en 1825, con un erario público reducido
    y un estado que
    apenas estaba naciendo.

    Y no queda Bolívar tranquilo con esa
    disposición sino que el 31de julio de 1829, lanza otro
    decreto, más audaz e importante en el cual reconoce,
    primero le enorme riqueza e importancia de los bosques tanto de
    propiedad
    pública como de la privada. Segundo: La necesidad de
    proteger esa riqueza con medidas legislativas y de gobierno que
    fueren adecuadas. Tercero: El gran perjuicio que causa a esos
    bosques, el abusivo proceso de
    obtención exagerada en ellos de maderas y productos
    vegetales.

    Ante esa situación, Bolívar ordena
    levantar un censo de los bosques existentes, se prohibe explotar
    los bosques baldíos sin licencia, establece sanciones a
    quienes violenten esa norma, crea un impuesto para
    gravar la explotación forestal y no permite que ciertos
    productos sean
    extraídos, incluso en bosques de propiedad
    privada sin expreso permiso de un organismo
    administrativo.

    Pero, no son solamente las tierras, las aguas y los
    bosques, motivo de la preocupación del Libertador, sino
    que atiende también el grave problema de la
    conservación de ciertas especies de la fauna,
    sosteniendo, en especial acerca de las vicuñas, que si no
    se toman medidas oportunas de protección, esa hermosa y
    peculiar producción se verá aniquilada por la
    matanza que se hace sin prudencia de ninguna clase. Por esa
    razón no solo se prohibe matar a esos animales sino
    sanciona con multa el infringir la norma.

    Está marcado allí todo un hermoso cuadro
    de labor conservacionista: al crear condiciones para que las
    tierras se recuperen, mantener las cuencas hidrográficas,
    formar bosques, regular su explotación procurar su
    mantenimiento,
    conservar las especies animales: es en esquema, todo cuanto el
    moderno Estado de hoy
    debe hacer y a veces no hace.

    Pero no debemos olvidar que el Libertador había
    sido, por tiempo suficiente
    hombre de
    campo, acostumbrado a tratar la tierra y
    sus productos,
    pues personalmente asumió antes de 1810en los valles de
    Aragua la administración de las tierras de su
    patrimonio
    donde se cultivaba el añil, el algodón, el
    café y el cacao. Sabia la importancia de las aguas para
    los cultivos y el afecto que el agricultor toma por su tierra.

    No nos debe extrañar su preocupación por
    la agricultura,
    manifestada en los decretos de 21 de mayo de 1820 y el 17 de
    diciembre de 1825. En esos decretos se advierte que la agricultura,
    junto con el comercio y la
    industria, son
    el origen de la abundancia y prosperidad nacional.

    La exquisita prudencia bolivariana en esta materia
    está marcada con claridad en su decreto del 21 de mayo de
    1820, que está referido a la necesidad del cultivo
    nacional para el fomento de la riqueza agropecuaria del
    país.

    Allí Bolívar contempla el problema bajo
    todos sus puntos de vista: uno, el eminentemente práctico,
    es decir, el atender, al hecho de los cultivos que existen y de
    las crías de que se dispone; el otro, el teórico, o
    sea el fomento del estudio, de la investigación de la realidad y de las
    necesidades nacionales. ¿Cómo?. La
    experimentación, el presentar proyectos de
    mejoras y reformas en las crías y cultivos, el estudio de
    los principios
    científicos, la divulgación de los conocimientos
    teoricos mediante libros y
    manuscritos y el impulso a los cultivos como el café el
    añil, el cacao, el algodón, el olivo, la vid,
    animando para ello a los propietarios y hacendados.

    Unas tierras debidamente cultivadas, una población preparada para los tratos a la
    naturaleza,
    una actividad agropecuaria fomentada en sus bases técnicas
    y económicas. ¿Qué más podría
    pedirse para disponer de las ventajas de la gran
    riqueza?.

    Esas informaciones nos permiten advertir en el
    libertador, no solo al teórico de la política, al hombre de la
    guerra, al
    sabio legislador, sino también al estadista previsor, que
    apareció en la naturaleza el mas
    importante y seguro basamento
    de la riqueza de los pueblos, al permitirle, no solamente una
    fuente de beneficios económicos, sino un campo aplisimo
    para el buen educar de la gente y el disfrute de las bellezas
    nacionales.

    Es justo y lógico hablar de Bolívar
    conservacionista. Merece ese título al cuidar de los
    recursos
    naturales de la República, al fomentar la educación de sus
    jóvenes en esa importante rama del saber humano, al
    premiar a quienes lo hacían, al castigar a quienes
    atentaban contra la naturaleza y la
    república destruyendo sus bosques, acabando con su aguas,
    haciendo áridas a sus tierras y el más inagotable
    manantial de las riquezas del Estado.

    Como atento vigilante de esa riqueza por decreto del 20
    de diciembre de 1826, para poner a la vida nacional la grave
    perdida de sus ganados, reducidos por las consecuencias de la
    guerra al
    extremo de carecer de suficientes de ellos para el cultivo de las
    tierras, para el transporte y
    para la defensa, prohibió la exportación de toda clase de
    ganado.

    Y no puede menos de hacerse mención en estos
    momentos, del atento cuidado que puso el libertador en destacar
    el interés
    en la educación de la juventud en
    las labores del campo, que no solamente deberían abarcar
    los aspectos teóricos sino eminentemente prácticos.
    Cuando impartió en 1821 instrucciones para educar a su
    sobrino Fernando Bolívar hizo expresa advertencia de que
    era necesario, además de enseñarle geografía y ciencias
    exactas, tratar de que aprendiese un buen oficio como la agricultura,
    pues gente entendida en esos menesteres "son los que el
    país necesita para adelantar en prosperidad y
    bienestar".

    Estamos, por lo tanto, en presencia de un Hombre de
    Estado como el
    Libertador, para quien fue preocupación permanente en su
    vida de gobernante proteger todos los recursos
    naturales renovables del país y además preparar
    la gente necesaria para el buen cultivo de los mismos que eran,
    repito sus palabras los que el país necesita para
    adelantar en prosperidad y bienestar.

    Bolívar conoció mejor que nadie
    prácticamente todo nuestro territorio y el de gran parte
    de América. Si se tiene paciencia para
    señalar en un mapa con una marca todos los
    lugares desde donde Bolívar envió una carta, se
    tendrá ante la vista la clara idea gráfica de la
    presencia física
    del libertador por la enorme amplitud de nuestra geografía. El mar, el
    llano, la montaña, los ríos, las tierras inundadas,
    los espacios secos, la selva, todo fue minuciosamente recorrido
    por Bolívar.

    Ese trato directo con la tierra y
    con sus elementos de juicio le permite adquirir la noción
    exacta de la realidad del país. Se emociona ante sus
    bellezas se interesa por sus riquezas, cuida atentamente de que
    ellas no sean perturbadas por la explotación interesada ni
    por el deseo desenfrenado de lucro.

    Si pensamos en ese MILLÖN DE ARBOLES que
    Bolívar quiso hacer sembrar en los extensos bosques que
    ordeno proteger, en la fauna que quiso
    preservar, en las labores agropecuarias que deseaba fomentar,
    tendremos un motivo más para tener, por Bolívar una
    nueva razón de respeto y
    veneración.

    La patria se hace en la cátedra del maestro
    enseñando a los alumnos. La patria se hace trabajando en
    el taller, en la fabrica o el comercio. La
    patria se hace con el instrumento de música o con la pluma
    del escritor. Pero la patria también se hace procurando
    que sus bosques sean más extensos, sus aguas más
    abundantes, su fauna más
    rica, sus tierras más feraces. Y esa labor fue la que el
    libertador quiso también realizar. Cuando los soldados lo
    realicen, tengan en cuenta que están no solo cumpliendo
    labor de patria sino como buenos militares acatando las
    órdenes de quien es por siempre el supremo conductor de
    las FUERZAS ARMADAS DEL PAIS, el Libertador Simón
    Bolívar.

     

     

    Autor:

    José Emiro Vela

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