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Fiebre de orígen desconocido




Enviado por marioero



    Prof. Dr. Omar José Palmieri

    Con creciente frecuencia el médico se enfrenta
    con casos de fiebre prolongada de difícil diagnóstico.

    A pesar de algunos cambios que puedan ser introducidos
    en la definición clásica que proponen Petersdorf y
    Beeson en la excelente revisión de 100 casos publicada en
    1961, ésta a los fines prácticos, continúa
    vigente y se enuncia como fiebre de más de tres semanas de
    duración, con temperaturas superiores a 38ºC medidas
    en varias ocasiones, sin diagnóstico después de una semana de
    estudios en un medio hospitalario.

    La condición de sobrepasar la temperatura de
    38ºC tiene por finalidad excluir aquellos casos de
    hipertermia habitual o esencial cuya temperatura
    corporal oscila entre 37,3 a 37,8ºC no superando nunca los
    38ºC. El criterio de las tres semanas de duración,
    como mínimo, permite excluir todos aquellos padecimientos
    que se autolimitan en un plazo menor, como ocurre en la
    mayoría de las virosis más comunes. Por
    último, su causa debe permanecer oculta después de
    un exhaustivo interrogatorio, un prolijo examen
    semiológico, la realización de exámenes de
    laboratorio y
    los estudios con técnicas de diagnóstico por imágenes.
    Sólo así el caso será rotulado como fiebre
    de origen desconocido (FOD). Por lo tanto quedan excluidas de
    esta definición enfermedades que tengan como
    manifestación fiebre prolongada pero que por su clara
    expresión clínica o de los medios
    rutinarios radiológicos o de laboratorio se
    diagnostican rápidamente.

    Temperatura normal. La temperatura
    corporal normal, medida en la boca o en el recto, se considera
    37ºC. La temperatura
    axilar suele ser 0,6ºC más baja. No obstante, la
    temperatura
    normal es variable entre individuos sanos. Algunas personas,
    sobre todo adultos jóvenes y mujeres en la segunda fase
    del ciclo ovárico, pueden tener hasta 37,8ºC. El
    ejercicio físico y las comidas pueden también
    aumentar la temperatura corporal. Ésta presenta cambios
    diurnos de hasta 1ºC. La temperatura más baja se
    registra por la mañana, la más alta por la tarde y
    vuelve a bajar por la noche. A veces, variaciones exageradas de
    la temperatura diaria normal, son erróneamente
    consideradas como fiebre.

    Patogenia de la fiebre. Las causas que pueden determinar
    aumento de temperatura son múltiples, y accionan sobre los
    centros hipotalámicos termorreguladores que rigen
    mecanismos termogenéticos y
    termolíticos.

    Los mecanismos termogenéticos se basan en el
    aumento de la producción interna de calor y la
    disminución de las pérdidas externas. La mayor
    fuente de producción de calor es el
    temblor de los músculos esqueléticos y la
    conservación del calor corporal
    es debida a la vasoconstricción cutánea. Los
    mecanismos termolíticos regulan la pérdida de
    calor a
    través de la piel por
    vasodilatación y del pulmón por calentamiento del
    aire y
    evaporación.

    El mecanismo fisiopatológico fundamental en la
    producción de fiebre es el ajuste del
    mecanismo hipotalámico de regulación de la
    temperatura a un nivel más elevado que el normal, debido a
    algún proceso
    patológico. El factor desencadenante del aumento de la
    temperatura podría ser la liberación de
    prostaglandinas, sobre todo las de clase E, por las células
    endoteliales de los microvasos cerebrales próximos al
    área hipotalámica termorreguladora. Este mecanismo
    es estimulado por dos tipos de sustancias circulantes:
    pirógenos exógenos y endógenos. Los
    pirógenos exógenos están constituidos por
    diversos y complejos agentes, tales como las bacterias y
    sus endotoxinas, virus, hongos,
    protozoos, reacciones inmunológicas, tumores,
    fármacos y otros. Éstos, además, pueden
    desencadenar la liberación de pirógenos
    endógenos por los macrófagos y otras fuentes. Los
    principales pirógenos endógenos son la interleucina
    1, la caquectina o factor de necrosis tumoral y los interferones.
    Estos últimos producen la activación de los
    macrófagos y pueden incrementar la producción de interleucina 1 y el factor de
    necrosis tumoral. La patogénesis de la fiebre tiene el
    mismo mecanismo fisiopatológico para procesos de
    muy diferentes etiologías, lo cual la convierte en un
    signo totalmente inespecífico. Sólo es la
    expresión de la ruptura del equilibrio
    entre los sistemas
    termogenético y termolítico, y puede ser producida
    por enfermedades
    infecciosas y no infecciosas.

    Dentro de las enfermedades infecciosas
    todas las noxas son capaces de determinar aumento de la
    temperatura. Así se deberán considerar: virus, bacterias
    (incluyendo rickettsias, espiroquetas, clamidias y micoplasmas),
    hongos,
    protozoos y helmintos.

    Dentro de las enfermedades no infecciosas
    que producen FOD la gama es también muy amplia. Se
    pasará una rápida revista a
    estas últimas, para enumerar luego las de naturaleza
    infecciosa.

    FOD DE ORIGEN NO INFECCIOSO

    Causas oncológicas. Ocupan un importante lugar
    como causa de FOD. Frecuente en la enfermedad de Hodgkin y otros
    linfomas. En este grupo de
    enfermedades se
    encuentran ejemplos muy claros de lo que definimos como FOD, ya
    que tanto el examen clínico como la rutina de laboratorio y
    radiológica no revelan elementos orientadores del diagnóstico.

    Lo mismo se puede decir de las leucemias y del mieloma.
    Otras neoplasias pueden expresarse como primer y único
    síntoma con hipertermia. Es el caso del cáncer de
    colon en todas sus localizaciones. También las neoplasias
    del hígado y del riñón suelen expresarse de
    esta forma.

    El hepatocarcinoma es con frecuencia una
    complicación de la cirrosis hepática y debe
    sospecharse siempre que un enfermo cirrótico empeore
    clínicamente sin causa aparente que lo justifique. Los
    elementos clínicos orientadores de esa patología,
    aparte de la fiebre, son: aumento del tamaño del
    hígado, dolor en hipocondrio derecho, ascitis de comienzo
    brusco, hipoglucemia y aumento de la fosfatasa alcalina. La
    presencia en el plasma de alfafetoproteína es un elemento
    de gran valor para el
    diagnóstico, aunque no es absolutamente
    específico. En cuanto al carcinoma renal puede presentar
    características particulares, aparte del
    cuadro febril, como son: reacción leucemoide con
    leucocitosis de hasta 100.000 glóbulos blancos por
    milímetro cúbico, policitemia, dermatitis
    eccematoide, hipertensión, hipercalcemia, plasmocitosis y
    amiloidosis.

    Colagenopatías. Dentro de éstas el lupus
    eritematoso diseminado, la artritis reumatoidea y la fiebre
    reumática pueden expresarse por FOD mucho antes de dar
    otros signos o síntomas orientadores. También
    pueden ser clínicamente poco expresivas, salvo la fiebre,
    las manifestaciones iniciales de la dermatomiositis o la
    polimiositis.

    Vasculitis. Son otro grupo
    importante de enfermedades a considerar. Dentro de éstas
    hay que recordar la poliarteritis nudosa, la granulomatosis de
    Wegener y la angeítis alérgica de Churg-Strauss.
    Otra manifestación de las vasculitis alérgicas es
    la angeítis por hipersensibilidad o
    leucocitoclástica. Múltiples son los agentes
    desencadenantes de esta última: fármacos,
    infecciones, neoplasias, colagenopatías y
    otros.

    También debe considerarse la arteritis de
    células
    gigantes, una de cuyas localizaciones frecuentes es la arteria
    temporal (arteritis temporal de Horton). Otras arterias,
    generalmente craneales, pueden estar comprometidas en esta
    enfermedad (occipitales, oftálmicas u otras). La arteritis
    de células
    gigantes se vincula con frecuencia con la polimialgia
    reumática (ver más adelante).

    Fiebre por medicamentos. En muchos casos, ésta
    pone a prueba la sagacidad del médico. La toma permanente
    de fármacos no siempre surge del interrogatorio.
    Éste debe ser muy cuidadoso y se tendrán en cuenta
    la ingestión de laxantes, fenolftaleína,
    sulfamidas, antibióticos, sedantes, quinina, anticonceptivos, hipotensores y otros. La
    hidralazina, procainamida, isoniacida y otras drogas pueden
    provocar un cuadro superponible con el lupus eritematoso
    diseminado.

    Endocrinopatías. Éstas también
    pueden determinar fiebre prolongada. Dentro de ellas la
    más frecuente es el hipertiroidismo. Éste debe
    pesquisarse cuidadosamente. Examinar el cuello, donde pueden
    encontrarse nódulos o agrandamiento difuso de la
    glándula tiroides. Se deberán investigar
    además, temblor, exoftalmos, nerviosismo, diarrea,
    adelgazamiento con hiperfagia, caída del cabello,
    sensación de calor,
    piel caliente
    y húmeda. La diabetes puede
    ser causa de FOD por predisponer a distintos procesos
    infecciosos. La insuficiencia corticosuprarrenal puede determinar
    "per se" temperatura elevada independientemente de la causa que
    la produjo. La hiperfunción corticosuprarrenal puede
    originar fiebre prolongada por la posible acción de la
    etiocolanolona.

    Fiebre ficticia. Debe sospecharse en individuos que
    fueron estudiados en varias ocasiones y aun hospitalizados, sin
    resultados positivos después de numerosos procedimientos
    diagnósticos. Los métodos
    empleados para simular la fiebre son varios: la
    manipulación del termómetro por frotación
    vigorosa con los dedos, ponerlo en agua caliente,
    acercarlo a la lámpara o cambiarlo por otro cuya columna
    mercurial haya sido elevada previamente hasta la marca deseada. La
    palpación de la piel que
    está fría mientras la marca
    termométrica es de 39 a 40ºC puede ser un dato
    revelador de la falsedad de este hecho. Lo mismo ocurre con la
    frecuencia del pulso, que salvo algunas excepciones, como la
    fiebre tifoidea y algunas virosis, aumenta en unas diez
    pulsaciones por cada 0,5ºC de incremento de la temperatura
    corporal. Ante la sospecha de fiebre ficticia lo más
    eficaz es la vigilancia cuidadosa del enfermo mientras se le toma
    la temperatura.

    Síndrome de la fatiga crónica. En
    épocas anteriores esta condición, de naturaleza
    aún no debidamente aclarada, fue denominada neurastenia
    epidémica, enfermedad de Islandia, enfermedad de Royal
    Free y encefalomielitis miálgica. Más modernamente
    recibió denominaciones como infección
    crónica por el virus de
    Epstein-Barr, mononucleosis crónica y enfermedad del
    Yuppie. El síndrome de hipertermia hipotalámica, o
    hipertermia habitual o esencial o "fiebre psicógena",
    puede superponerse con esta condición. En realidad la
    fiebre que presentan estos enfermos no responde a la
    definición clásica de FOD. Se presenta
    habitualmente en pacientes jóvenes, predominantemente
    mujeres y de buen nivel sociocultural. Los pacientes experimentan
    fatiga inhabilitante de por lo menos tres meses de
    duración, "fiebre" de aproximadamente 37,5ºC, nunca
    mayor de 38ºC y uno o más de los siguientes
    síntomas: cefalea, mialgias, adenopatías,
    faringitis sin exudado, tos y diarrea. En algunos casos el inicio
    de los síntomas es precedido por una enfermedad febril
    aguda, como virosis respiratoria o mononucleosis infecciosa. El
    examen físico suele ser absolutamente normal, al igual que
    los exámenes complementarios de laboratorio y
    radiológicos. No ha podido ser demostrada la
    etiología por el virus de
    Epstein-Barr, el herpes virus humano 6 u
    otros agentes etiológicos. Es importante tener en cuenta
    la frecuente ocurrencia de trastornos psicológicos en
    estos pacientes. No está aún aclarado si
    éstos son causa o efecto del síndrome, pero en
    todos los casos es conveniente la consulta
    psiquiátrica.

    Miscelánea. Otras enfermedades de
    etiología aún no claramente establecida
    también son capaces de determinar FOD, tales como:
    sarcoidosis, ileítis de Crohn o enfermedad intestinal
    granulomatosa inespecífica, enfermedad intestinal ulcerosa
    inespecífica, enfermedad periódica de Reimann o
    fiebre medite- rránea familiar, osteítis pubiana,
    policondritis recidivante y otras.

    La polimialgia reumática debe ser considerada en
    enfermos de más de 60 años con fiebre prolongada,
    debilidad proximal de los miembros superiores e inferiores,
    eritrosedimentación acelerada (más de 50mm),
    aumento de la alfa-2-globulina y anemia
    hipocrómica.

    Como ya ha sido expresado, en estos enfermos debe
    tenerse presente la posibilidad de su asociación con la
    arteritis de células
    gigantes.

    Distintas causas infecciosas o no infecciosas pueden
    determinar tromboflebitis, con o sin tromboembolismo pulmonar y
    FOD. Un padecimiento poco frecuente que puede ser causa de FOD es
    la enfermedad de Whipple. Ésta, es considerada actualmente
    como de etiología infecciosa, a pesar de no haber sido
    aislado el microorganismo causante. Lo sugiere el hecho que los
    órganos afectados están invadidos por bacilos
    grampositivos pequeños. Además, se obtiene una
    espectacular mejoría con la adecuada terapéutica
    antimicrobiana. Las manifestaciones clínicas son variadas
    y dependen de los órganos afectados. Los síntomas
    gastrointestinales suelen ser importantes y parecidos a
    aquéllos que se observan en otros padecimientos que causan
    malabsorción: diarrea, pérdida de peso y dolor
    abdominal. El edema periférico es frecuente. La fiebre se
    presenta, con o sin escalofríos, en más de la mitad
    de los pacientes. Otros síntomas son: artralgias,
    artritis, confusión, pérdida de la memoria,
    afectación de pares craneanos con nistagmo y
    oftalmoplejía, linfadenopatías y anemia. El
    diagnóstico se realiza mediante la biopsia del tejido
    afectado: biopsia peroral del intestino delgado, ganglios
    linfáticos periféricos o
    mesentéricos.

    Merece comentarse especialmente la tiroiditis subaguda,
    que si bien no es una enfermedad frecuente, puede dar lugar a
    dificultades diagnósticas. El síntoma que en
    general lleva a la consulta es la fiebre y el dato de laboratorio
    más llamativo es la eritrosedimentación muy
    acelerada. El enfermo no siempre refiere dolor en el cuello, de
    allí la importancia de un cuidadoso examen
    semiológico que suele mostrar una glándula
    aumentada de tamaño, de consistencia firme y dolorosa a la
    palpación. Puede aparecer algunos días
    después de un episodio de faringitis aguda y a veces se
    asocia con infecciones virales como la fiebre urliana o el
    sarampión.

    Otra de las patologías capaces de provocar FOD es
    la alergia a inhalantes que pueden estar presentes en casas,
    fábricas o depósitos. En estos casos la fiebre
    desaparece al abandonar el lugar en donde se inhalan los
    alergenos. La naturaleza de los
    mismos es variada y puede tratarse de polvos de algodón,
    cáñamo, lino o yute. En estos casos es orientadora
    del diagnóstico la presencia de síntomas
    respiratorios tales como: tos, expectoración o
    broncoespasmo. Otros alergenos son los hongos de las
    sustancias enmohecidas u otros polvos orgánicos como los
    que producen el pulmón de los granjeros, criadores de
    pájaros, recolectores de heno y segadores; y de los que
    manipulan cereales, estiércol y otros.

    En algunas tareas industriales se inhalan sustancias
    tóxicas que también pueden ser causa de FOD, como
    ocurre con los fundidores de cinc. La característica de estos padecimientos es su
    desaparición tras domingos o feriados, lo que les ha
    valido la denominación de fiebre de los días
    lunes.

    FOD DE ORIGEN INFECCIOSO

    Infecciones urinarias. Son causa frecuente de fiebre
    prolongada. No siempre el diagnóstico de éstas
    surge con claridad de la clínica o del laboratorio. Es
    preciso

    muchas veces estudiar cuidadosamente a estos enfermos
    para llegar al diagnóstico. Deberán practicarse
    estudios bacteriológicos de orina, valorando especialmente
    el conteo de colonias y el aislamiento del agente infeccioso, que
    debe ser compatible con infección urinaria. Por supuesto,
    como complemento de todo esto y con fines terapéuticos,
    debe pedirse el antibiograma que puede ser un útil medio
    de orientación en la elección de la
    terapéutica antiinfecciosa. El estudio radiológico
    del árbol urinario es indispensable para conocer
    patologías que predisponen a la infección y
    facilitan la recidiva o aun aquellos casos que son tributarios de
    solución quirúrgica. Actualmente la
    ecografía o la tomografía axial computadorizada
    pueden demostrar abscesos perirrenales imposibles de diagnosticar
    por otros medios.

    Endocarditis bacteriana. Para su diagnóstico
    etiológico deben realizarse hemocultivos seriados en
    aerobiosis y anaerobiosis. Estos cultivos deben ser observados
    por el bacteriólogo durante 15 días o más,
    teniendo en cuenta el lento desarrollo de
    algunas cepas bacterianas. La positividad de los cultivos puede
    estar dificultada por la aplicación previa de
    antibióticos o aun tratarse de endocarditis con
    hemocultivos negativos. El resto de los exámenes
    complementarios, por supuesto son útiles para orientar
    este diagnóstico, como lo es la ecocardiografía que
    demuestra vegetaciones o defectos anatómicos sobre los que
    pueden colonizar agentes infecciosos. Este método
    también puede diagnosticar otra afección con
    clínica similar pero no infecciosa, como lo es el mixoma
    auricular.

    Tuberculosis. La tuberculosis a
    veces no tiene repercusión radiológica a nivel del
    aparato
    respiratorio, como puede ocurrir en la primoinfección
    donde el chancro de inoculación no tiene densidad
    radiológica que lo haga evidente, ni las
    adenopatías intertraqueobronquiales tienen el
    tamaño suficiente como para poder ser
    sospechadas en la telerradiografía de tórax. Lo
    mismo ocurre con la granulia tuberculosa que puede evolucionar
    con escasas manifestaciones radiológicas o ser nulas en
    los primeros días de enfermedad.

    Las serositis o poliserositis tuberculosas suelen dar
    una rápida expresión clínica o
    radiológica, evidenciando derrame pleural, presencia de
    líquido ascítico o los signos y síntomas de
    meningitis. Los líquidos obtenidos por punción de
    estas localizaciones deben ser cultivados y en caso de derrame
    pleural también debe procederse a la biopsia con aguja
    para el estudio histológico de la pleura parietal y el
    cultivo de uno de los fragmentos extraídos. Las
    manifestaciones viscerales de esta enfermedad deben ser tenidas
    especialmente en cuenta y sospechadas para poder hacer el
    diagnóstico como es el caso de la hepatitis
    tuberculosa. Ésta puede expresarse por hepatomegalia y
    alteraciones en el enzimograma que sugieren colostasis. El
    más eficaz medio de diagnóstico de esta
    localización es la punción biopsia hepática
    que muestra
    histológicamente el granuloma compatible con esta
    patología. Para obtener el diagnóstico de certeza
    debe cultivarse parte del tejido extraído donde puede
    demostrarse el bacilo de Koch. La localización renal puede
    ser sugerida por signos o síntomas de cistitis y la
    presencia de piuria ácida, donde los estudios
    bacteriológicos para gérmenes comunes son
    negativos. En ese caso deben ponerse en marcha cultivos de orina
    de 12 horas, previo régimen de concentración, para
    buscar el bacilo de Koch.

    Infecciones intraabdominales. Pueden determinar fiebre
    de difícil diagnóstico, cuando son poco expresivas
    semiológicamente, como sucede a veces con las
    colecistitis,

    las colangitis y particularmente con las colecciones
    supuradas intrahepáticas, subfrénicas, interasas u
    otras localizaciones intraabdominales. Actualmente es posible el
    diagnóstico mediante la ecografía, la
    tomografía axial computadorizada y la
    gammagrafía.

    Causas ginecológicas. Deberán
    también ser consideradas en la paciente con FOD. Se
    pensará en anexitis tuberculosa o no tuberculosa,
    piosalpinx, enfermedad pelviana inflamatoria, feto muerto y
    retenido, endometritis, miometritis supurada, endometriosis,
    tromboflebitis pelvianas, absceso ovárico y mioma en
    necrobiosis. Todas las enfermas deberán ser sometidas a un
    minucioso examen ginecológico.

    En algunos casos la ecografía pelviana
    será un valioso auxiliar en el diagnóstico de las
    patologías mencionadas.

    Brucelosis. Es una enfermedad proteiforme y se
    deberá pensar en ella ante enfermos con fiebre prolongada.
    En estos casos son de gran importancia los antecedentes laborales
    del enfermo, en general obreros de frigorífico o
    trabajadores rurales. También la brucelosis puede
    contraerse por ingestión de quesillo de cabra u otros
    alimentos que
    no hayan sido sometidos a cocción, provenientes de
    animales
    enfermos. Se solicitarán las reacciones serológicas
    como así también los hemocultivos y medulocultivos
    en medios
    adecuados para brucelas.

    Leptospirosis. La leptospirosis se presenta a veces con
    la forma clínica febril pura, y obligan a pensar en ella
    los antecedentes de medio o epidemiológicos. La
    clínica que sugiere esta etiología es el compromiso
    simultáneo del hígado, con un patrón
    serológico de colostasis, el riñón con un
    sedimento urinario patológico, y el sistema nervioso
    central con meningoencefalitis similar a las producidas por
    virus, tanto desde el punto de vista clínico como
    liquoridiano. El hemograma en cambio, tiene
    leucocitosis neutrófila y la eritrosedimentación es
    acelerada. No es fácil el aislamiento de la leptospira,
    pero el diagnóstico se facilita con las reacciones
    serológicas de aglutinación.

    Salmonelosis. En las salmonelosis tanto tíficas
    como no tíficas puede predominar la fiebre como
    síntoma principal. En estos casos también es
    importante considerar los antecedentes de medio y
    epidemiológicos, la serología, los hemocultivos y
    coprocultivos para llegar al diagnóstico
    bacteriológico.

    Enfermedades septicémicas. Pueden diagnosticarse
    en un gran porcentaje de casos mediante el empleo de los
    hemocultivos seriados utilizando medios en
    aerobiosis y anaerobiosis.

    Toxoplasmosis. La toxoplasmosis adquirida también
    puede expresarse por fiebre prolongada. Se suele ver en sujetos
    jóvenes con buen estado
    general, y pueden ser orientadoras las adenopatías
    nucales, en cuello, axilares o supraclaviculares. La
    serología y eventualmente la biopsia ganglionar pueden
    aclarar el diagnóstico.

    Paludismo. Éste también debe ser
    considerado como causa de FOD. Son de suma importancia los
    antecedentes epidemiológicos, no olvidando el paludismo
    postransfusional o por compartir jeringas. Se ha comprobado el
    paludismo de
    viajeros que ni siquiera bajaron del avión en aeropuertos
    de zonas endémicas y el posible transporte del
    mosquito por ese medio a zonas alejadas.

    Infecciones focales. Es posible ver fiebre prolongada
    por infecciones focales dentarias, sin ninguna otra
    manifestación clínica. El cuadro febril debe ser
    atribuido al foco séptico cuando su remoción
    condiciona la curación del paciente. De igual modo
    deberán considerarse los focos sépticos sinusales o
    amigdalinos.

    Infecciones micóticas. Constituyen un gran
    capítulo de enfermedades dentro de las cuales hay algunas
    que pueden dar FOD como ocurre en las primoinfecciones por
    Histoplasma capsulatum o Coccidioides inmitis, agentes
    productores de la histoplasmosis y la coccidioidomicosis. Tener
    en cuenta las zonas endémicas. La primera es de zonas
    húmedas y la segunda de zonas secas.

    La candidiasis sistémica debe sospecharse en
    pacientes inmunodeprimidos y tratados con
    antibióticos, corticosteroides, citostáticos, o
    sometidos a irradiación. Suele ser una infección
    oportunista, que puede afectar también a enfermos
    diabéticos. El diagnóstico se hace por los
    hemocultivos y la serología.

    Parasitosis intestinales. Pueden dar fiebre prolongada,
    con conservación del buen estado
    general, aunque con más frecuencia originan temperaturas
    inferiores a 38ºC. Es muy importante tener en cuenta esta
    patología en la que se suele pensar pocas veces. El examen
    parasitológico de la materia fecal
    debe convertirse en análisis de rutina si se quiere llegar al
    diagnóstico. Ocasionalmente es necesario recurrir al
    sondeo duodenal. En la bilis así obtenida y centrifugada
    se pueden hallar no sólo formas vegetativas de Giardia
    lamblia, sino huevos de Fasciola hepatica, Ancylostoma duodenale,
    Necator americanus o larvas de Strongyloides stercoralis. Todos
    estos parásitos pueden dar fiebre prolongada y salvo la
    giardiasis, también suelen dar eosinofilia en sangre
    periférica. Strongyloides stercoralis es capaz de producir
    autoinfestaciones masivas potencialmente mortales en los enfermos
    inmunodeprimidos y que portaban al parásito en forma
    asintomática. La amebiasis, enfermedad provocada por
    Entamoeba histolytica, puede dar fiebre prolongada, además
    de diarrea o constipación. La localización visceral
    es más frecuente en el hígado pudiendo allí
    determinar el absceso amebiano.

    Las migraciones larvarias viscerales de algunos
    parásitos como es el caso de Toxocara canis o cati,
    Ascaris lumbricoides, Necator americanus, Ancylostoma duodenale,
    Strongyloides stercoralis, Fasciola hepatica y Paragonimus
    ringeri, dan fiebre y leucocitosis superiores a 15.000 elementos
    por milímetro cúbico con eosinofilia del 30 al
    70%.

    DIAGNÓSTICO

    Todo enfermo con FOD debe ser internado, puesto en
    reposo y suspendidos absolutamente todos los medicamentos. Se
    procederá a un interrogatorio minucioso recogiendo
    antecedentes hereditarios, personales, de medio y
    epidemiológicos. Es muy importante indagar acerca de la
    ingestión de medicamentos, que a veces son involuntaria o
    deliberadamente negados, como en el caso de laxantes,
    analgésicos, antihipertensivos, anticonceptivos, y otros que por su habitualidad
    no son considerados como medicamentos. Además se
    deberá realizar un exhaustivo examen clínico, el
    que junto con el interrogatorio debe ser reiterado diariamente.
    En ocasiones sólo en el curso evolutivo aparecen elementos
    semiológicos que orientan la investigación y el diagnóstico. Se
    solicitarán los exámenes de rutina de laboratorio y
    radiológicos y de acuerdo con estos resultados y la
    orientación clínica, aquellos exámenes
    específicos para las patologías mencionadas
    anteriormente. No deben faltar las reacciones serológicas
    que correspondan, de acuerdo con las posibilidades
    etiológicas. La cutirreacción de Mantoux o PPD, el
    proteinograma, colagenograma y hepatograma. Los exámenes
    bacteriológicos directos de todos los materiales
    posibles de obtener: esputos, orina, pus de abscesos o
    fístulas, que además deben ser cultivados para
    bacterias,
    hongos y
    bacilo de Koch. Asimismo debe hacerse el examen citológico
    buscando células
    neoplásicas.

    Los hemocultivos deben ser realizados por
    bacteriólogos bien entrenados, cultivando en aerobiosis y
    anaerobiosis. En los últimos años se han
    incorporado técnicas que dotan a los hemocultivos de un
    mayor grado de sensibilidad como son la
    centrifugación-lisis, el cultivo de membranas
    esterilizantes, a través de las cuales se ha filtrado
    sangre y la
    determinación del consumo de
    metabolitos por sustancias químicas marcadas. Si el
    hemograma lo justifica, debe hacerse la punción medular
    aspirativa o la biopsia de médula ósea. Deben
    biopsiarse ganglios patológicos o nódulos
    subcutáneos. Se enviará la mitad del material para
    el examen anatomopatológico y la otra mitad para estudios
    bacteriológicos, micológicos y la investigación del bacilo de Koch. Si se
    sospecha actinomicosis, recordar que su agente etiológico
    es sensible a los antibióticos y desarrolla en medios
    anaerobios. La biopsia de piel, tejido
    celular subcutáneo y músculo puede hacer el
    diagnóstico de dermatomiositis, polimiositis, triquinosis,
    vasculitis y otras. La biopsia pleural debe ser
    sistemática en caso de derrame pleural no purulento. Una
    parte de ella se enviará para el estudio
    histopatológico y el resto para los estudios
    bacteriológico, micológico y del bacilo de Koch. El
    líquido obtenido se enviará para el estudio
    citológico y microbiológico. De igual modo se
    procederá con el líquido ascítico o de
    punción de abscesos.

    La biopsia hepática por punción
    deberá practicarse siempre que el hepatograma haga pensar
    en alguna patología de ese órgano. Es conveniente
    antes de realizarla disponer de una ecografía o
    tomografía axial computadorizada (TAC) abdominal.
    Éstas pueden mostrar patología difusa, nodular o
    quística. En el primer caso, la biopsia convencional
    percutánea con la aguja de Menghini podrá ser
    suficiente para el diagnóstico. En cuanto a los
    nódulos, puede realizarse la biopsia dirigida por
    ecografía o TAC. En cambio si hay
    imágenes quísticas se
    descartará la hidatidosis mediante la serología.
    Del fragmento obtenido con la punción biopsia, una parte
    se enviará al anatomopatólogo y el resto, o el
    lavado de la aguja de punción con solución
    fisiológica, para el estudio
    microbiológico.

    Hasta hace algunos años la laparotomía
    exploradora era rutinaria en los casos en que no se llegaba al
    diagnóstico con los estudios complementarios y
    pretendía descartar abscesos hepáticos,
    subfrénicos, perirrenales, periapendiculares,
    peridiverticulares y otras patologías abdominales que
    pueden hacerse evidentes con los actuales métodos de
    diagnóstico por imágenes.
    No obstante, en los casos en que haya evidencia clara de
    patología abdominal que no pudo ser diagnosticada por
    otros medios, se impone la laparoscopía o bien la
    laparotomía.

    Los radioisótopos son también de gran
    interés
    para el diagnóstico de determinadas patologías. Su
    uso en estudios como la centellografía o la
    gammagrafía, permite hacer diagnósticos de
    localización de diferentes procesos. Son
    de indudable valor en el
    reconocimiento del embolismo pulmonar. La gammagrafía con
    galio es útil para demostrar la localización de
    procesos
    inflamatorios o abscesos por la afinidad de este
    radioisótopo con los leucocitos polimorfonucleares
    neutrófilos. En algunas patologías, las imágenes
    por resonancia magnética (IRM) pueden resultar un método
    diagnóstico irreemplazable. Deliberadamente no se han
    mencionado hasta ahora las pruebas
    terapéuticas que algunos autores preconizan. Deben
    realizarse como última instancia y después de haber
    agotado los estudios clínicos, microbiológicos,
    radiológicos y otros.

    Las pruebas
    terapéuticas más utilizadas son el tratamiento con
    antibióticos en los casos en que se sospecha
    patología por bacterias
    comunes. El tratamiento antituberculoso, cuando la sospecha sea
    muy firme de esa patología y luego de la correcta toma de
    muestras para cultivos. Los corticosteroides podrán ser
    utilizados si se piensa en colagenopatías o vasculitis
    alérgicas, pero se deberá ser consciente de los
    riesgos de esta
    terapéutica en caso de error
    diagnóstico.

    También puede utilizarse la prueba del naproxeno.
    Este fármaco administrado en las dosis habituales, puede
    ser útil para suprimir la fiebre en los enfermos con
    patologías neoplásicas. No obstante, esta prueba es
    un procedimiento
    adicional que no reemplaza los estudios que permitan descartar
    una infección.

    NUEVOS ENFOQUES SOBRE FOD

    Lo descrito precedentemente corresponde al concepto
    clásico de FOD. Los avances de la medicina han
    determinado la necesidad de ampliar dicho concepto, no
    sólo a los fines semánticos sino respondiendo a una
    necesidad práctica. Estos nuevos enfoques incluyen FOD
    nosocomial, FOD en neutropénicos, FOD asociada al HIV y
    FOD posquirúrgica. Estas nuevas categorías de FOD
    son totalmente diferentes de las FOD clásicas en su
    duración, etiología, tratamiento y resultados.
    Antes de la descripción de cada una de ellas se
    hará la salvedad de que en muchas oportunidades existe
    superposición de situaciones que dificultan el
    encasillamiento en una u otra variante.

    FOD nosocomial. Se produce en enfermos cuya fiebre se
    desarrolla durante la hospitalización. La mayor parte de
    ellos tiene enfermedades importantes ya diagnosticadas, por las
    cuales reciben complejos tratamientos. Se trata de traumatizados
    graves, quemados, portadores de neoplasias; o sometidos a
    intervenciones de cirugía mayor, trasplante de
    órganos o terapia antineoplásica, que requieren
    internación en unidades de cuidados intensivos. Las
    etiologías de esta FOD nosocomial son diversas. Para su
    estudio hay que tener en cuenta la enfermedad que motivó
    la internación y las complicaciones de ésta
    (infecciones o fiebre por medicamentos). Muchas de las FOD
    nosocomiales son producidas por infecciones. Algunas de ellas son
    de fácil diagnóstico mediante hemocultivos o
    cultivos de colecciones supuradas. Otras son más
    difíciles de diagnosticar como la candidiasis
    sistémica, la infección por citomegalovirus en
    enfermos politransfundidos, las hepatitis no A no
    B, la colecistitis alitiásica, la sinusitis maxilar por
    sonda nasogástrica y la fiebre por medicamentos. Otras
    veces coexisten varias causas, lo cual acentúa la
    dificultad diagnóstica. El examen físico de estos
    enfermos puede estar obstaculizado por las condiciones propias de
    los cuidados intensivos como monitoreo, respiradores, sondas y
    otros elementos. Hay que tener en cuenta la remoción de
    apósitos o vendajes a fin de permitir un adecuado examen
    físico. Así como ya ha sido comentado, éste
    deberá ser minucioso y repetido además de
    complementado con los medios auxiliares de diagnóstico
    (ecografías, TAC, IRM, gammagrafías,
    endoscopías, biopsias, serologías y
    otras).

    FOD en neutropénicos. El número de
    enfermos neutropénicos se ha incrementado
    considerablemente debido a las modernas terapias
    antiblásticas con drogas
    citotóxicas. Existe una relación inversa entre el
    número de neutrófilos en sangre
    periférica y la frecuencia de infecciones. Son factores
    importantes la naturaleza y
    curso de la enfermedad subyacente, la gravedad y duración
    de la neutropenia y las condiciones de administración de la quimioterapia. En
    estos enfermos predominan las bacteriemias, neumonías,
    infecciones de la piel, mucosas
    y tejidos
    blandos.

    En la etapa inicial de la neutropenia son frecuentes las
    infecciones bacterianas. Posteriormente hay diversidad de agentes
    etiológicos entre los que predominan los virus y los
    hongos. Las
    infecciones por el virus Herpes simplex son especialmente
    frecuentes en las fases tempranas de los trasplantados de
    médula ósea. Dada la gravedad de las infecciones en
    los enfermos neutropénicos se justifica en ellos la
    administración de un tratamiento
    empírico. Existen protocolos que
    guían la elección de la terapéutica
    antimicrobiana y que incluyen además de los
    antibióticos de uso corriente, los fármacos
    antivirales y antimicóticos, en caso de fracaso de los
    primeros. Con el tratamiento empírico, se obtiene con
    frecuencia una rápida mejoría, aunque sólo
    en un porcentaje que oscila entre un 30 y 60% de los casos es
    factible la identificación del agente etiológico.
    La posibilidad de recurrencia de los episodios febriles
    está en relación con la persistencia de la
    neutropenia. El enfoque diagnóstico incluye, como en las
    otras variantes de FOD, minuciosos exámenes
    semiológicos, por imágenes,
    de laboratorio, serológicos y microbiológicos,
    además de hemocultivos y urocultivos previos a la
    terapéutica empírica que, como ya ha sido
    señalado, en estos casos tiene indicación
    precisa.

    FOD asociada al HIV. EL enfermo infectado por el HIV
    tiene un sinnúmero de posibilidades diagnósticas en
    caso de presentar fiebre. La sistemática de su estudio es
    similar a lo ya enunciado en párrafos anteriores. En
    primer lugar se tendrá en cuenta la fiebre prolongada en
    la infección aguda por HIV, donde además de la
    fiebre pueden orientar al diagnóstico los antecedentes
    epidemiológicos y los síntomas, que en algunos
    casos pueden simular mononucleosis infecciosa. En esta etapa de
    la infección, aunque a veces ocurre meses después,
    se produce la seroconversión. Pero no sólo una
    serología positiva para HIV deberá hacer sospechar
    que la causa de fiebre esté en relación con la
    infección por el HIV y sus enfermedades asociadas. Las
    posibilidades diagnósticas están en relación
    con el número de linfocitos CD4. Si éstos
    están por debajo de 400 por mm³, la búsqueda
    debe orientarse a todas aquellas afecciones que complican el
    compromiso inmunológico que provoca el HIV. De manera que
    conteos de CD4 por debajo de 200 células por mm³
    amplían la lista de posibilidades diagnósticas.
    Dentro de aquéllas que no tienen una explicación
    obvia y que por lo tanto constituyen FOD, hay que recordar las
    infecciones por micobacterias atípicas, toxoplasmosis,
    criptococosis e infección diseminada por
    citomegalovirus.

    FOD posquirúrgica. Es conveniente agregar a las
    causas ya reconocidas de FOD las pirexias posoperatorias, por la
    frecuencia con que se producen y las dificultades
    diagnósticas que generan. Encontrar el origen requiere una
    prolija anamnesis y un examen clínico minucioso y
    reiterado, complementado con distintos procedimientos de
    laboratorio y de diagnóstico por
    imágenes.

    Las estadísticas señalan un porcentaje
    aproximado al 20% para la fiebre de etiología infecciosa y
    un 80% para las que no responden a ese motivo. En un
    número importante de casos no es posible determinar el
    origen de la fiebre.

    Se tendrán en cuenta tres grandes grupos de
    enfermos de acuerdo con las causas que determinan la pirexia: las
    que no dependen directamente de la operación, las que
    dependen de la operación y las independientes de la
    operación. Dentro del primer grupo son
    frecuentes: flebitis por catéter, flebitis química, trombosis
    venosas profundas, tromboembolismo pulmonar, abscesos
    glúteos, infecciones urinarias, infecciones del aparato
    respiratorio, fiebre por medicamentos y hepatitis
    posanestésica. Dentro del segundo grupo se
    tendrán en cuenta la infección de la herida
    quirúrgica, infecciones de las serosas (peritonitis,
    meningitis, artritis), infecciones viscerales e infecciones
    sistémicas. Dentro del tercer grupo se
    considerarán otras enfermedades coexistentes sin
    relación con la enfermedad que motivó el acto
    quirúrgico: lupus eritematoso, artritis reumatoidea,
    vasculitis alérgica, linfomas y otras. Es importante
    establecer la relación cronológica entre el acto
    operatorio y el comienzo de la fiebre.

    Cada caso debe ser considerado individualmente
    realizándose una detallada anamnesis y un prolijo y
    cuidadoso examen clínico previo a los estudios
    complementarios. A continuación se considerarán las
    causas más frecuentes de fiebre
    posquirúrgica.

    Infección de la herida. A pesar de los adelantos
    de la época actual, ésta es la causa más
    frecuente de fiebre en el posoperatorio. En general se presenta
    entre el quinto y el octavo día y se expresa con fiebre
    elevada, de comienzo brusco, que puede estar acompañada
    por escalofríos. En determinadas circunstancias el
    período de incubación puede ser menor, 24 a 48
    horas, como en las infecciones por estreptococos beta
    hemolíticos o clostridios. En cambio en
    aquellos sujetos que reciben antibióticos o en
    inmunocomprometidos los signos de infección pueden
    aparecer más tardíamente. En casos de anergia
    intensa puede haber pus en la herida sin signos locales de
    inflamación.

    Factores locales y sistémicos predisponen a la
    infección de las heridas: presencia de tejidos
    necróticos, coágulos, espacios muertos, cuerpos
    extraños, trastornos irrigatorios locales, edades extremas
    de la vida, obesidad,
    desnutrición, diabetes,
    insuficiencia renal, shock, neoplasias malignas, tratamientos
    citostáticos, corticosteroides, neutropenia,
    disglobulinemias o disfunción
    inmunológica.

    Las bacterias que
    colonizan las heridas pueden ser de origen exógeno
    (aire,
    instrumentos, equipo quirúrgico, piel del paciente, larga
    duración del acto quirúrgico y curaciones
    posteriores) o endógeno (bacteriemia o contacto con
    contenido de víscera hueca). Ante la sospecha de
    infección de la herida debe realizarse el examen
    bacteriológico de la secreción o del material
    aspirado. El examen directo con coloración de Gram
    muestra
    leucocitos polimorfonucleares y microorganismos que por sus
    características morfotintoreales pueden
    orientar la etiología del proceso
    infeccioso. El examen bacterioscópico se completará
    con cultivos, aislamiento bacteriano y pruebas de
    sensibilidad a los antibióticos. Las bacterias más
    comúnmente halladas son estafilococos y estreptococos. Sin
    embargo, la flora de selección condicionada por
    tratamientos antibióticos puede determinar infecciones por
    bacilos gramnegativos u hongos.

    Hay que tener especialmente en cuenta el
    diagnóstico diferencial de infección de la herida
    con los hematomas y seromas que también pueden presentar
    fenómenos inflamatorios locales. El diagnóstico por
    punción aspirativa encierra el riesgo de llevar
    una infección a un área donde no existía,
    debiendo evaluarse esta posibilidad antes de punzar.

    Infección urinaria. Ésta es otra causa muy
    importante de fiebre en el posoperatorio. Es común en los
    sujetos a los que se les deja sonda vesical permanente a pesar de
    los estrictos cuidados del catéter y sistema de
    drenaje cerrado. La terapéutica antimicrobiana preventiva
    no evita la infección, sobre todo después de
    algunos días de permanencia de la sonda vesical, y
    además provoca la aparición de cepas resistentes.
    En los pacientes de sexo
    masculino, tener en cuenta la aparición de prostatitis o
    epididimitis. Es rutinario en la fiebre del posoperatorio el
    estudio de la orina: sedimento, examen bacteriológico
    directo, cultivos, conteo de colonias y antibiograma. Estas
    infecciones pueden ser causa de bacteriemia y sepsis sobre todo
    en los pacientes sometidos a manipulaciones instrumentales o con
    obstrucción parcial de las vías
    urinarias.

    Aparato respiratorio. Las complicaciones pulmonares son
    problemas
    frecuentes en el posoperatorio y muchas veces causa de muerte. La
    patología previa del aparato
    respiratorio es una condición predisponente de gran
    importancia (fumadores,

    EPOC, asma, secuelas de infecciones parenquimatosas,
    pleurales o quirúrgicas).

    La atelectasia es uno de los problemas
    más comunes y se produce luego de operaciones
    abdominales o torácicas. Las zonas atelectasiadas pueden
    infectarse y determinar la aparición de un cuadro
    infeccioso.

    La aspiración de contenido gástrico, en
    general asociada con los vómitos
    posanestésicos, determina un cuadro de neumonitis química. El pH bajo del
    jugo gástrico produce necrosis de las células
    alveolares tipo I, hemorragia alveolar, necrosis de la mucosa
    bronquial y formación de membranas hialinas. Esta
    neumonitis puede no sufrir sobreinfección bacteriana, dado
    que en general el jugo gástrico es estéril. La
    aspiración de contenido bucofaríngeo, que lleva la
    flora que coloniza esa área, determina en cambio la
    producción de neumonía bacteriana.
    Los microorganismos aislados son Peptostreptococcus, Peptococcus,
    Bacteroides melaninogenicus y Fusobacterium nucleatum, aunque
    también pueden hallarse otros gérmenes. La
    mayoría de los pacientes tienen infecciones mixtas, tres o
    cuatro microorganismos, con predominio de los anaerobios. Algunos
    estudios muestran la correspondencia entre la flora oral y la de
    la neumonía aspirativa. En los pacientes hospitalizados,
    después de 4 o 5 días, la flora orofaríngea
    muestra
    bacterias aeróbicas patógenas que incluyen
    Staphylococcus aureus, Pseudomonas aeruginosa, Proteus y
    Escherichia coli.

    Trombosis venosas profundas y tromboembolismo pulmonar.
    Estos procesos
    pueden originar fiebre en el posoperatorio sin que el cuadro
    clínico sea orientador o que incluso haga pensar en una
    complicación infecciosa. El examen físico puede no
    evidenciar las tromboflebitis pelvianas o de las venas
    prostáticas y aun es difícil en las de los miembros
    inferiores.

    También el tromboembolismo pulmonar puede
    evolucionar con fiebre y sin la signosintomatología
    clásica y requerir de centellogramas de la
    ventilación-perfusión, flebografías y
    arteriografías pulmonares para confirmar el
    diagnóstico.

    Catéteres intravenosos. Los catéteres
    intravenosos pueden determinar fiebre por mecanismos infecciosos
    o no infecciosos. La infección del catéter puede
    provenir de la piel circunvecina al mismo y provocar
    tromboflebitis supurada de donde se aíslan en general
    Staphylococcus aureus, pero también pueden aislarse
    estafilococos coagulasa negativos, bacilos gramnegativos y
    diversas especies de hongos como Candida albicans y Torulopsis
    glabrata. La colonización del catéter puede
    determinar bacteriemia o septicemia. Los aislamientos en los
    hemocultivos efectuados después de haber retirado el
    catéter sugieren septicemia. En el estudio de la
    infección por catéter deben realizarse cultivos
    cuantitativos o semicuantitativos en su punta.

    Los mecanismos no infecciosos de la fiebre por
    catéter intravenoso están dados por la presencia
    del mismo, generalmente en venas superficiales, o por
    irritación química de los
    medicamentos que a través de él se vehiculizan. No
    siempre existen manifestaciones clínicas claras de la
    fiebre por catéter, por lo tanto, establecida la sospecha
    se procederá a retirarlo.

    Debe tenerse en cuenta la posibilidad de que se inyecten
    directamente en el paciente bacterias provenientes de la contaminación de catéteres,
    tubuladuras o soluciones
    parenterales, incluyendo la sangre o sus
    derivados. Esta situación puede sospecharse ante un brote
    de infección hospitalaria por el mismo microorganismo; con
    frecuencia bacilos gramnegativos hidrófilos o
    levaduras.

    Injertos vasculares y prótesis
    valvulares. Tanto los injertos vasculares como las
    prótesis
    valvulares pueden colonizarse con microorganismos. La
    presentación clínica tiene un parámetro
    común que es el síndrome febril acompañado
    de escalofríos, sudoración y bacteriemia que puede
    llegar al shock bacteriémico. La infección puede
    ser precoz, antes de los 60 días de la cirugía, y
    la contaminación generalmente ocurre dentro
    del acto quirúrgico. Los microorganismos más
    frecuentes son los estafilococos y los bacilos gramnegativos. La
    infección tardía, después de los 60
    días del acto operatorio, se realiza por vía de
    bacteriemia y los gérmenes más frecuentes son los
    estreptococos y en segundo lugar los estafilococos.

    Hipertermia maligna. Éste es un raro trastorno
    del músculo esquelético, de origen genético,
    que tiene una alta mortalidad (30 a 40%). Se presenta a los pocos
    minutos de la inducción anestésica pero
    también puede hacerlo varias horas después de
    finalizado el acto quirúrgico. La enfermedad se produce
    por una anormal liberación del calcio por el sarcoplasma
    inducida por algunos relajantes musculares. Otros desencadenantes
    pueden ser los anestésicos inhalatorios: halotano,
    ciclopropano y metoxifluorano. El cuadro clínico consiste
    en temperaturas entre 39 y 42ºC, pudiendo en ocasiones
    llegar a los 44 a 46ºC, acompañadas de taquicardia,
    taquipnea, taquiarritmias, cianosis, rigidez muscular, acidosis,
    hipoxemia, hiperglucemia, hipocalcemia e hipercalcemia. Pueden
    agregarse mioglobinemia e insuficiencia renal aguda
    mioglobinúrica.

    Hepatitis por anestésicos. El anestésico
    más frecuentemente vinculado con la hepatitis
    posoperatoria es el halotano. La fiebre se presenta entre los 7 a
    15 días del posoperatorio. En los enfermos que lo han
    recibido con anterioridad aparece entre las 24 a 48 horas. La
    fiebre se acompaña de náuseas, vómitos y suele
    haber hepatomegalia dolorosa. El laboratorio revela leucocitosis,
    eosinofilia y aumento de las enzimas
    hepáticas.

    Fiebre por medicamentos. Un gran número de
    agentes terapéuticos han sido sindicados de provocar
    hipertermia. El cuadro clínico tiene a veces a la fiebre
    como único elemento y en general el buen estado del
    paciente no está en relación con los picos
    febriles. Otras manifestaciones pueden acompañar a la
    fiebre y contribuyen a sospechar el diagnóstico de fiebre
    por medicamentos: erupciones cutáneas como exantemas
    morbiliformes, escarlatiniformes, mixtos, urticaria, eritemas
    polimorfos en sus variantes mucosas, cutáneas y
    cutaneomucosas; artralgias, adenopatías dolorosas,
    hepatitis y
    nefritis. El laboratorio puede mostrar eosinofilia. Los
    medicamentos que con más frecuencia producen fiebre
    incluyen a casi todos los utilizados. La lista de ellos es grande
    y sólo se señalarán algunos: penicilinas,
    cefalosporinas, sulfamidas, tetraciclinas, cloranfenicol,
    nitrofuranos, isoniacida, anfotericina B, rifampicina,
    hidralacina, tiacidas, furosemida, difenilhidantoína,
    carbamacepina, alfametildopa, alopurinol, salicilatos y otros.
    Ante la sospecha de fiebre por medicamentos deben suspenderse
    aquéllos que resulten sospechosos. La fiebre puede
    persistir por varios días a pesar de la
    interrupción de la droga.

    Fiebre por transfusiones. La sangre o sus
    derivados pueden originar fiebre por mecanismos
    inmunológicos o por haberse contaminado con bacterias
    durante su manipulación y almacenamiento.
    Además con la sangre transfundida pueden transmitirse
    otras infecciones: hepatitis B, C, no A no B, citomegalovirosis,
    sífilis, brucelosis, paludismo,
    toxoplasmosis, enfermedad de Chagas y otras.

    Fiebre poscardiocirugía. Después de la
    cirugía cardíaca pueden aparecer cuadros febriles
    de etiología aún no determinada y de evolución limitada, como los que ocurren
    después de "bypass" coronarios o colocación de
    prótesis
    valvulares y lo que se ha dado en denominar "fiebre
    poscardiotomía" o "pospericardiotomía".
    También puede producirse un cuadro febril que comienza
    aproximadamente a las ocho semanas y que incluye
    hepatosplenomegalia, leucocitosis, linfomonocitos atípicos
    en el extendido de sangre periférica y alteraciones de las
    enzimas
    hepáticas.

    Éste se resuelve espontáneamente en varias
    semanas y parece deberse a citomegalovirus.

    Fiebre poscirugía abdominal. La aparición
    de fiebre después de la cirugía abdominal es un
    hecho muy frecuente. La causa principal, como en las otras
    cirugías, es la infección de la herida, en
    particular cuando se abordan órganos infectados
    (apendicitis, colecistitis, diverticulitis). Le sigue en
    frecuencia la peritonitis que puede ser preexistente, si es que
    hubo perforación de víscera hueca o por contaminación en el acto quirúrgico.
    Ésta puede ser generalizada o localizada como en el caso
    de las colecciones supuradas: abscesos subfrénicos,
    subhepáticos, interasas o de fondo de saco de Douglas. La
    circulación portal puede llevar gérmenes al
    parénquima hepático determinando hepatitis
    séptica y abscesos a ese nivel. Los esquemas
    antibióticos utilizados posteriormente a esta
    cirugía no contemplan en general al enterococo que puede
    convertirse así en germen de selección y agente
    patógeno de la infección posoperatoria. Hay que
    tener muy en cuenta la posibilidad de colecistitis aguda, aun en
    vesículas no litiásicas, y la pancreatitis aguda
    como complicación de una cirugía
    abdominal.

    Sonda nasogástrica. La sonda nasogástrica
    puede provocar rinitis seguida de sinusitis maxilar como causa de
    fiebre en el posoperatorio. Además provoca lesiones
    esofágicas por decúbito y favorece la esofagitis
    por Candida.

     

     

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