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Hitler: Hombre y circunstancia




Enviado por la_mulita_atomica



    Introducción

    Adolfo Hitler
    nació a las seis y media de la tarde del día 20 de
    abril de 1889 en el pequeño poblado de Braunau, que
    situado en las márgenes del río Rin formaba la
    frontera misma entre Austria y Baviera.

    La Europa en que
    vino al mundo Hitler, la que
    andando el tiempo
    habría de destruir, daba una impresión de
    estabilidad y permanencia en la época del nacimiento de
    Adolfo.

    La casa de Austria, la más antigua de las
    poderosas dinastías europeas reinantes, que había
    sobrevivido a los turcos, a la Revolución
    Francesa y a Napoleón, era una garantía visible
    de continuidad.

    El emperador Francisco José había
    celebrado ya el cuadragésimo aniversario de la
    ascensión al trono y aun le quedaba mas de un lustro de
    reinado.

    Las tres repúblicas que Hitler
    habría de destruir (Austria, Checoslovaquia y Polonia) no
    existían aun. Cuatro grandes imperios (el de los
    Habsburgo, el de los Hohenzollern, el de los Romanov y el
    Otomano) reinaban sobre la Europa media y
    Oriental. La Revolución
    bolchevique y la Unión Soviética ni siquiera las
    imaginaban los europeos. Rusia era todavía la de los
    zares. En el verano del mismo año de 1889, Lenin, un
    estudiante de 19 años, en conflicto con
    las autoridades, huía con su madre de Kazan a Samara.
    Stalin era el hijo de un padre zapatero remendón de
    Tiflis, mientras Mussolini, de seis años, era a su vez el
    hijo de un modesto herrero que vivía en la Romaña
    desierta.

    Se me ocurren muchas preguntas sobre este personaje
    histórico. Creo que nunca llegaremos a saber si sus
    actitudes eran
    las de un cínico maquiavélico o las de una persona
    poseída de pre conceptos, temores y
    resentimientos.

    Si como todos decían no tenia moral y era un
    criminal, ¿ cómo pudo conquistar primero a los
    alemanes y después a una parte considerable del mundo?,
    ¿ podría haberse Hitler
    desarrollado en otro lugar que no fuese la Alemania de
    esa época?. Tendremos que demostrar con este trabajo si su
    accionar fue solo por la locura del poder
    desmedido o por un miedo oculto que el albergaba profundamente.
    Hiltler era una apasionado al siglo XIX y odiaba todo lo moderno,
    pero ¿era esto tan así?.

    Hitler, Hombre y
    Circunstancia

    Adolf era hijo de Alois Hitler y de Klara
    Poelzl. Su infancia se
    desarrolló entre un padre duro y pasional y una madre 23
    años más joven que el marido, bondadosa y
    prematuramente envejecida. Llega mas tarde el tiempo de las
    decisiones: la muerte del
    padre, la tuberculosis, mal
    de familia que lo
    inmoviliza durante meses en el lecho, el desaliento escolar y el
    fracaso que nunca le permitirá obtener un certificado de
    estudios, el malestar económico que se crea en esta
    familia
    burguesa y sobre todo, la decisión de partir a Viena para
    realizar su vocación artística
    inscribiéndose en la academia de Bellas Artes, a pesar de
    que su madre estaba gravemente enferma.

    Será reprobado en el examen de ingreso por dos
    años consecutivos y no podrá ser admitido en la
    facultad de arquitectura por
    carecer de certificado de estudios. Inicia así un periodo
    oscuro de vagabundeo y decadencia social, lejos de la familia y
    con su madre muerta.

    Hitler conservaba, aún en el fondo de aquel
    abandono, los valores
    propios de su clase: orden y decoro; le faltaba solo la disciplina que
    un carácter intolerante y una educación descuidada
    no le habían podido proporcionar. De esta lucha por salvar
    la dignidad, al menos ante los propios ojos, habría
    extraído una visión darwiniana de la vida, a la que
    concebía como una lucha perpetua en la que triunfa el mas
    fuerte y el mas astuto.

    Estas terribles experiencias llenaron su vida de odio.
    Él odiaba a Austria y cruzó la frontera hacia la
    Alemania que
    él tanto admiraba. Él escribió:

    "Estaba convencido de que el estado de
    Austria siempre obstruiría a todos los grandes Alemanes…
    y apoyaría todo lo que estuviera en contra de Alemania… Yo
    odiaba aquella mezcla de checos, polacos, húngaros,
    servios, croatas y sobre todo a los siempre presentes
    judíos. Me convertí en un fanático
    antisemita."

    El odio de Hitler hacia la pobreza, su
    devoción hacia el legado germano y su odio hacia los
    judíos se combinaron para formar las raíces de sus
    doctrinas políticas.

    Durante la Segunda Guerra
    Mundial, en 1941, la Oficina de
    Servicios
    Estratégicas Unidos encargó al psiquiatra freudiano
    Walter Langer un inusual y novedoso experimento: psicoanalizar a
    Adolf Hitler de acuerdo con la información que sobre su persona
    podía obtenerse entonces en su entorno, gracias al
    espionaje. Las conclusiones de su informe
    constituyen uno de los libros
    más apasionantes que todavía hoy pueden leerse; su
    titulo, "La Mente de Hitler ".

    Al examinar las pautas de conducta del
    Fò hrer, tal y como las observan sus
    colaboradores inmediatos, Langer llega a la conclusión de
    que no se trataba de una sola personalidad,
    sino de dos y que se alternaban.

    El templario Adolf era un individuo muy suave,
    sentimental e indeciso que contaba con muy poco energía y
    que nada deseaba tanto como mostrarse agradable y ser entretenido
    y cuidadoso. Por el contrario, el soldado Hitler era una persona dura,
    cruel y decidida, con una considerable energía que
    parecía saber lo que quería y estaba dispuesto a
    buscarlo y obtenerlo sin detenerse ante nada.

    Hitler era un hombre de
    pueblo, plebeyo de pies a cabeza, con ninguna de las características de la superioridad racial
    que invocaba siempre. La oratoria era el
    medio esencial de su poderío, no solamente sobre sus oyentes,
    sino sobre su propio temperamento. Demostró siempre
    recelos por la discusión y la critica, incapaz de razonar
    fríamente, el solo hecho de que fueran puestos en duda sus
    propias palabras, o los hechos establecidos por el, le sacaba de
    quicio, no tanto como consecuencia de inferioridad intelectual
    como porque las palabras e incluso los hechos, eran para el un
    medio de comunicación racional y de análisis lógico, sino ardides para
    provocar y manejar la emoción.

    Hitler odiaba lo intelectual. En las masas
    diría:

    "El instinto lo domina todo y del
    instinto nace la fe…. mientras la gente común de
    mentalidad sana estrecha instintivamente sus filas para formar
    una comunidad del
    pueblo, los intelectuales siguen su propia ruta como gallina en
    un gallinero. Con ellos es imposible hacer historia. No pueden
    utilizarse como elemento de apoyo de una comunidad."

    Uno de los secretos de su dominio sobre un
    gran auditorio era su instintiva sensibilidad para captar
    el estado de
    animo de la multitud, un cierto olfato para adivinar las pasiones
    ocultas, los resentimientos y los anhelos que bullían en
    las mentes.

    Uno de sus mas acerbos críticos, Otto Strasser,
    escribió:

    "Hitler responde a la vibración
    del corazón
    humano con la sensibilidad de un sismógrafo, que le
    permite, con una seguridad que
    ningún don consciente puede proporcionarle, actuar como
    vocero que proclama los deseos más recónditos, los
    instintos menos admisibles, los sufrimientos y rebeldías
    personales de toda una nación. Adolf Hitler entra en una
    sala, olisquea el aire; durante un
    minuto tantea, se abre paso, capta el ambiente… y
    de pronto estalla. Sus palabras van como flecha a su blanco, toca
    cada llaga en el punto sensible, liberando a la masa
    inconsciente, expresando sus aspiraciones mas íntimas,
    hablándole de lo que ella deseaba que le
    hablase."

    La capacidad de Hitler para fascinar a un auditorio ha
    sido comparada a las artes ocultas del brujo africano o del
    shaman asiático. Otros la han comparado a la hiperestesia
    de un médium y al magnetismo de un
    hipnotista.

    Se ha hablado tanto de a naturaleza
    carismática de la jefatura de Hitler, que es fácil
    olvidar al político cínico y astuto que
    había en él. Esta mezcla de cálculo y
    de fanatismo es la característica peculiar de la
    personalidad de Hitler.

    Cuando Hitler adoptaba racionalmente un camino a seguir,
    se vapuleaba a si mismo apasionadamente en forma tal que le
    permitía aplastar toda oposición y que le
    proporcionaba la fuerza motriz
    para imponer su voluntad a los demás.

    Uno de los manejos habituales de Hitler fue jugar el
    papel de
    víctima, acusar a quienes se oponían a él u
    obstruían sus planes, de agresión y malicia y pasar
    rápidamente de un tono de inocencia ultrajada al de
    atronadora indignación. Para el era siempre su
    contrincante el culpable de todo, y a su vez denunciaba a los
    comunistas, a los judíos, al gobierno
    republicano español, a los checos, a los polacos y a los
    bolcheviques por su conducta
    intolerable que le obligaba a adoptar medidas drásticas de
    autodefensa. Cuando Hitler era presa de la cólera
    parecía perder todo control. Su
    rostro parecía hinchado por la rabia, gritaba en forma
    estentórea, escupía un torrente de injurias,
    agitando salvajemente los brazos y golpeando la mesa o la pared
    con los puños. De pronto, tan súbitamente como
    había empezado, se calmaba, alisaba su cabellera, se
    arreglaba el cuello de la camisa y continuaba hablando con voz
    normal.

    Esta explotación, premeditada y hábil de
    su propio temperamento se extendía a otras peculiaridades
    distintas de la ira. Cuando deseaba persuadir o ganar alguien
    para su causa, era capaz de desplegar un carácter
    encantador. Hasta los últimos días de su vida
    conservó un don misterioso que resiste al análisis.

    Otra variante de su personalidad
    era la impresión de inteligencia y
    de concentrada fuerza de
    voluntad. Era el líder
    que dominaba completamente todas las situaciones y que
    conocía los hechos con tal seguridad que
    asombraba a los generales y a los ministros a los que citaba para
    darles ordenes.

    Al representar este papel hacia
    uso de su notable memoria, que le
    permitía recitar complicadas ordenes de batalla,
    especificaciones técnicas y largas listas de nombres y
    datos sin
    vacilar un momento.

    Su rapidez de transición de un estado de
    ánimo a otro era asombrosa: en un momento dado sus ojos se
    arrasaban de lagrimas e imploraban y enseguida llameaban
    coléricos u ofrecían el aspecto vidrioso de la
    mirada del visionario perdida en el vacío. En realidad
    Hitler, fue un actor consumado, con el genio histriónico y
    oratorio necesario para identificarse plenamente con su papel y
    convencerse de la verdad que estaba diciendo en el momento en que
    lo decía. Tenia el don de los grandes políticos:
    captar las posibilidades de una situación con mas rapidez
    que sus adversarios.

    Dilataba los acontecimientos hasta que no estuviera
    íntimamente convencido pero una vez que se resolvía
    actuar los hacia valerosamente, asumiendo considerables riesgos. La
    sorpresa era la forma predilecta de Hitler, tanto en cuestiones
    políticas y diplomáticas como en la
    guerra.

    No ha habido en la historia régimen
    político que haya prestado jamas tan cuidadosa
    atención a los factores psicológicos como la que
    les dedico Hitler. Este era maestro en el arte de emocionar
    a las masas, en sus mítines nada quedaba librado a la
    casualidad, empleaba toda clase de trucos histriónicos
    para inflamar la tensión emocional. Lograba el efecto
    hipnótico de millares y millares de hombres desfilando en
    orden perfecto, la música de bandas
    compactas, el bosque de estandartes y banderas, las antorchas
    humeantes y la cúpula de reflectores. La sensación
    de poderío, de fuerza y de
    unidad era irresistible y todo ello convergía en un
    crescendo de excitación en el momento supremo en el que el
    Fò hrer hacia su aparición. Por
    paradójico que parezca la persona mas
    afectada por aquellos espectáculos era el propio
    Hitler.

    Hitler se dio cuenta como nadie antes que el de los que
    podía lograrse combinando la propaganda con
    el terror. Porque el complemento del poder
    atractivo de los grandes espectáculos era la fuerza
    represiva de la Gestapo, de los S.S. y de los campos de
    concentración, todo ello fortalecido por una propaganda
    hábilmente orientada.

    "La dictadura de
    Hitler difirió de todas las que le precedieron en la
    historia en un
    punto fundamental: fue la suya la primera dictadura del
    periodo contemporáneo de desarrollo de
    la técnica moderna, una dictadura que
    hizo un uso integral de todos los medios
    técnicos para la dominación de su propio
    país. Con el empleo de
    medios
    técnicos tales como la radio y los
    altavoces, 80 millones de seres fueron privados de su independencia
    mental. Así fue posible someterlos a la voluntad de un
    solo hombre."

    Para utilizar el formidable poder puesto
    en sus manos, Hitler tenia una ventaja suprema y
    extraordinariamente rara, carecía de escrúpulos.
    Era un hombre
    desarraigado, sin hogar ni familia, un
    hombre que no conocía la lealtad, que no estaba vinculado
    a tradición alguna, que no respetaba ni a Dios ni al
    hombre.

    Exigió el sacrificio de millones de vidas
    alemanas para la sagrada causa de Alemania pero
    el ultimo año de la guerra estaba
    dispuesto a destruir al país antes que abdicar de su
    poderío o de admitir su derrota.

    Hitler tenía una desconfianza singular por los
    expertos. Se obstinaba en permanecer indiferente ante la
    complejidad de los problemas e
    insistía, en que cualquier problema podía
    resolverse solamente con que hubiese voluntad para ello. Schacht,
    cuyos consejos se negó a escuchar y al que admiraba de
    mala gana, dijo de él:

    "Hitler encontraba con frecuencia
    soluciones
    asombrosamente simple a problemas que
    a otros habrían parecido insolubles. Tenia verdadero genio
    inventivo… Sus soluciones
    eran generalmente brutales pero casi siempre
    efectivas."

    Decir que Hitler era ambicioso no expresa la intensidad
    de la ambición de poder y del ansia de dominación
    que le abrazaba. Era la voluntad de poderío en su forma
    mas tosca y mas pura, la que no se identifica con el triunfo de
    un principio, porque el único principio del nazismo eran el
    poder y la dominación como tales. Durante mucho tiempo Hitler
    logro identificar su propio poder con la recuperación de
    la antigua situación de Alemania en el
    mundo y en 1930 muchos hablaban de él
    considerándolo un patriota fanático; pero tan
    pronto como los intereses de Alemania empezaron a diferir los de
    su propio interés,
    desde el principio de 1943 en adelante, su patriotismo
    apareció en su verdadero valor:
    Alemania, como cualquier otra cosa del mundo, era solo un
    vehículo de su propio poder, al cual era capaz de
    sacrificar con la misma indiferencia con que sacrificaba las
    vidas de los que enviaba al frente.

    Está tan marcado el resentimiento de la actitud de
    Hitler, que permite suponer que fue en sus primeras experiencias
    recogidas de los días de Munich y Viena, antes de la
    guerra, cuando
    surgió su deseo vehemente de vengarse de un mundo que lo
    había despreciado e ignorado. No menos impresionante era
    su constante deseo de ser objeto de alabanzas. Su vanidad era
    insaciable y la adulación más torpe la
    recibía con la complacencia de un homenaje que le fuera
    debido.

    Hiler llegó a creer que él era un hombre
    con una misión,
    determinada por la Providencia, y por lo tanto excento de los
    cánones de conducta de un
    ser humano normal. Hitler representó su papel
    "histórico- universal" hasta el último momento, que
    fue terriblemente amargo. Pero esta fe lo había
    deslumbrado y cegado ante lo que verdaderamente estaba sucediendo
    y lo condujo a la arrogante sobre estimación de su propio
    genio, que lo llevó a la derrota. El pecado que Hitler
    cometió fue aquel que los antiguos griegos llaman hybris,
    el pecado de orgullo, de fanfarronería trágica, de
    creerse un ser sobre humano. Si alguna vez un hombre fue
    destruido por la imagen que de si
    mismo había creado, este hombre fue Hitler.

    Con las dos únicas mujeres que Hitler
    demostró mas que un simple interés,
    fue su sobrina Geli Raubal y la mujer con
    quien se caso el día antes de suicidarse, Eva
    Braun.

    La habilidad de tomar y sostener una superioridad
    decisiva en la lucha por la existencia, Hitler la expresaba en la
    idea de la raza, cuyo papel es tan
    central en la mitología nazi como la clase en el marxismo.

    "Todo la que la humanidad ha
    alcanzado, ha sido debido al trabajo de la raza aria: fueron los
    arios lo que establecieron el área de trabajo y erigieron
    los muros de las grandes estructuras de
    la cultura
    humana."

    La creencia de Hitler en la raza, podía ser
    empleada tanto para justificar el derecho del pueblo
    alemán a imponerse sobre seres inferiores tales como los
    rústicos eslavos y los degenerados franceses, como el
    derecho de los nazis, que eran los representantes de una
    élite, seleccionados y probados en su lucha por el poder,
    de gobernar sobre el pueblo alemán.

    Lo que Hitler trataba de expresar en su uso de la
    palabra raza, era su creencia en la desigualdad, tanto entre
    personas como entre pueblos, como otras de las férreas
    leyes de la
    naturaleza.
    Era apasionadamente contrario a las doctrinas igualitarias de la
    democracia en
    todos los campos, económico, político e
    internacional. Para Hitler la debilidad de la democracia
    radicaba en que engendraba irresponsabilidad dejando siempre las
    decisiones a cargo de mayorías anónimas, evitando
    así resoluciones difíciles e impopulares. Al mismo
    tiempo el
    sistema de
    partidos, la libertad y
    discusión y la libertad de
    prensa minaban
    la unidad nacional. Habitualmente decía el
    Fò hrer que la discusión era
    corrosiva. Aseveró un día a las Juventudes de
    Hitler:

    "Tenemos que aprender nuestra
    lección. Una sola voluntad debe dominarnos, debemos una
    sola unidad, fundirnos en una sola disciplina,
    una sola obediencia, una sola subordinación debe
    impregnarnos completamente a todos, porque por encima de todos
    nosotros esta la nación."

    Del mismo modo que Hitler asignó al ario todas
    las cualidades y éxitos que él admiraba, así
    todo lo que odiaba se personificaba en el judío.
    Cualquiera que sea la dirección del pensamiento de
    Hitler, tropezaba con la figura satánica del judío,
    el judío es el chivo expiatorio universal. Una de las
    frases favoritas de Hitler era:

    "El judío es el fermento de
    descomposición de los pueblos, a diferencia del ario, el
    judío es incapaz de fundar un Estado e
    incapaz así mismo de crear nada, solo es capaz de quitar
    de robar o de destruir imbuido por el espíritu de la
    envidia"

    A traves de las leyes de
    Nuremberg de 1935 y del pogrom de noviembre de 1938, hasta la
    destruccion del Ghetto de Varsovia y los campos de muerte de
    Mauthausen y de Auschwitz, el propósito de Hitler era
    claro e indiscutible. Se trataba de exterminar a la raza
    judía en Europa, empleando
    el concepto
    exterminio, no en un sentido metafórico, sino preciso y
    literal. Cerca de 12 millones de personas, incluyendo a seis
    millones de judíos, fueron exterminados en el terrible
    suceso conocido como Holocausto nazi. La historia registra pocos
    crímenes o acaso ninguno, de tal magnitud y cometidos tan
    a sangre
    fría.

    La originalidad de Hitler no esta en sus ideas, sino en
    la forma literalmente terrorífica con que puso manos a la
    obra para convertir sus fantasías en realidades, en su
    capacidad incomparable para arbitrar los medios con que
    desarrollar la tarea. Las cualidades distintivas de su
    conversación eran la astucia y la brutalidad, una
    ignorancia enciclopédica y una vulgaridad insondable. Pero
    esta grosería mental y moral, como la
    insignificancia de su porte, eran cosas perfectamente compatibles
    con la brillantez de sus dotes políticas.

    Quienes trabajaron junto a él, cualquiera fuese
    la opinión que ellos tuvieran respecto al hombre,
    jamás subestimaron el ascendiente que Hitler era capaz de
    ejercer sobre todos los que estaban en contacto con
    él.

    La prueba definitiva de este ascendiente la
    encontraremos en las ultimas etapas de esta historia, cuando destruido
    el prestigio del éxito, con las ciudades alemanas
    convertidas en ruinas y ocupada la mayor parte del país,
    esta figura, a quien su pueblo ya no veía ni oía,
    fue todavía capaz de prolongar la guerra, a
    traves de la etapa en que todo debía darse por perdido,
    hasta que el enemigo llego a las calles de Berlín ,momento
    en que Hitler decidió romper trágicamente el
    hechizo. En 1945 Alemania se rinde incondicionalmente y en la
    mañana del 30 de abril de 1945 Hitler se suicida junto a
    su mujer Eva
    Braun.

    Pero los acontecimientos de los primeros años no
    pueden comprenderse a menos que se reconozca que en el periodo de
    1930 a 1940, en la cumbre de su éxito, el
    Fò hrer logro persuadir a una gran parte
    de la nación alemana que en él encontraría
    un gobernante de cualidades sobrehumanas, un hombre de genio
    enviado por la providencia para conducir a los germanos a
    la Tierra
    Prometida.

    Conclusión

    Como conclusión podemos decir que el motivo
    central de la vida de Hitler y en la vida de las masa que lo
    siguieron era el miedo. Hitler estaba evidentemente y desde muy
    joven, bajo la presión de la angustia. Y nunca pudo
    expulsarla.

    Primero fue el temor austro- alemán de ser
    racialmente oprimido, mas tarde, en Viena el temor del hijo de
    una familia de clase
    media a caer en la escala social.
    Pero existió también el miedo de una
    convulsión social mas amplia, cuyo aspecto mas visible es
    resumido en la expresión revolución
    industrial, el miedo a una era nueva y extraña
    anunciada por un proceso
    amplificado de emancipación.

    Otras motivaciones del miedo pueden ser observadas mas
    tarde, después de la primera guerra
    mundial, en las masas pequeños- burguesas que se
    sentían igualmente amenazadas de descender en la escala social,
    mientras el sentimiento latente de vivir en una época de
    grandes crisis era
    confirmado por la visión de la revolución
    que partiendo de Moscú, procuraba conquistar primero a
    Alemania y después al mundo.

    El éxito de Hitler se basó en buena parte
    en la capacidad de emplear su gran talento retórico para
    transformarse en el portavoz de esos temores y para transformar
    la atmósfera de pánico en
    agresión o por lo menos en un sentimiento de fuerza.
    Él proclamaba conocer el camino de la salvación, la
    manera de recuperar la honra y de estimular la grandeza. Hitler
    creció en el papel del "salvador".

    Puede ser verdad que un movimiento de
    masas, fuertemente nacionalista, antisemítico y radical,
    podría haber surgido en Alemania sin un Hitler. Pero en
    cuanto se refiere a lo que realmente sucedió, las
    evidencias no dejan duda alguna acerca de que ningún otro
    hombre desempeño un papel remotamente comparable en la
    revolución
    nazi o en la historia del Tercer Reich como el desempeñado
    por Adolf Hitler.
    Desde la remilitarizacion de la Renania hasta la invasión
    de Rusia, consiguió una serie de triunfos en la diplomacia
    y en la guerra que le
    proporcionaron una hegemonía sobre el continente europeo
    solo comparable con la de Napoleón en el apogeo de su
    fama. Si bien es cierto que esos triunfos no se habrían
    podido conseguir sin un pueblo y sin un ejercito dispuestos a
    servirle, fue Hitler quien aportó las dotes de dirección, el olfato para percibir las
    oportunidades, la audacia para aprovecharlas. Sus equivocaciones
    aparecen evidentes y su derrota inevitable, pero lo cierto es que
    se necesitaron los esfuerzos combinados de las tres naciones mas
    poderosas del mundo para quebrar su dominio sobre
    Europa.

    El que su carrera acabase en fracaso, el que su derrota
    se debiese a sus propias equivocaciones, son cosas que no bastan
    para invalidar el título de Hitler al calificativo de
    grande. Esas facultades extraordinarias iban unidas a una
    egolatría perversa y estridente, a un cinismo moral e
    intelectual. Su carrera no constituye una sublimación sino
    un envilecimiento de la condición humana y su dictadura de
    doce años esta exenta de toda clase de ideales, salvo de
    uno: el extender cada vez mas su propio poderío y el de la
    nación con la que se había identificado a si mismo.
    Se ha dicho con frecuencia que solo en Alemania habría
    sido posible que subiese Hitler al poder. Se puede afirmar que en
    el desarrollo
    histórico de Alemania, se daban ciertas características favorables al desarrollo de
    un movimiento de
    esa clase.

    Cuando se dice que los hombres hacen la historia, se
    concentra toda la culpa en un solo hombre y consecuentemente, se
    disculpa a la masa de seguidores y de aprovechadores.

    Todo lo que es típico del nacional socialismo, todo
    lo que lo distingue de otros movimientos fascistas es impensable
    sin Hitler. Los hechos sin Hitler, sin el dinamismo y la inmensa
    energía que él imprimía a todo, así
    como desde el punto de vista moral del
    nuevo y desconocido barbarismo que él trajo. Sin Hitler,
    el nacional socialismo ni
    siquiera seria un movimiento de
    importancia semejante al del fascismo
    italiano, habría permanecido como una fuerza secundaria,
    como cualquier grupo
    extremista, no seria mas que un fenómeno periférico
    de la política.

    Pero es preciso decir que no fue solo el pueblo
    alemán el que durante la década del 1930
    prefirió no enterarse de lo que estaba ocurriendo. Los
    británicos y los franceses en Munich, los italianos socios
    de los italianos en el pacto de acero, los
    polacos que apuñalaron por la espalda a los checos por la
    cuestión de Teschen, los rusos que firmaron el pacto nazi
    sovietico para repartirse a Polonia… Todos ellos pensaron que
    podrían librarse de Hitler por el soborno o que
    podrían servirse de él para sus propias finalidades
    egoístas. No lo consiguieron.

    Hitler fue, a decir verdad un fenómeno europeo
    tanto como un fenómeno alemán. En Alemania Hitler
    destruyó muchas estructuras
    superadas, liquidó las viejas clases. La modernidad que
    creó, o cuyo camino preparó, no correspondía
    a la imagen interna
    que lo inspiraba. Le gustaban la antigò
    edad clásica y el siglo XIX, pero para alcanzar sus
    objetivos,
    tenia que preparar el terreno de la modernidad. La
    guerra de conquista que orquesto desde el principio, así
    como la dominación de vastas áreas, exigía
    tanto un nuevo hombre, liberado del burgués del siglo XIX,
    como exigía también el estado
    industrial; moderno, funcionalmente estructurado, que Hitler
    detestaba. El no podía tener una cosa sin tener la
    otra.

    Hitler veía con absoluta claridad su
    relación con Europa. Se
    rebeló contra el sistema, no
    precisamente en Alemania, sino en Europa, se rebelo contra el
    orden burgues-liberal, que para él estaba simbolizado por
    Viena, la ciudad que antaño lo había rechazado de
    sí. Como sea, él destruyó tanto la vieja
    Alemania como la vieja Europa. Pero también
    consiguió que casi todos sus temores se realizasen.
    Aceleró fuertemente la ascensión de la era
    democrática e igualitaria contra la cual luchó con
    desesperada energía, apresuro también el fin de la
    división entre naciones gobernadas y naciones
    esclavizadas, volvió posible la creación del
    Estado de
    Israel y acerco a
    Europa a la Rusia soviética, la misma que quería
    expulsar mas allá de los urales. Y finalmente, termino por
    destruir el mundo burgués que había
    simultáneamente odiado y admirado.

    Su misión, la
    misión
    en que ni un solo instante dejo de creer, era destruir todo eso y
    en ese propósito, el mas hondamente sentido de todos los
    suyos, no fracaso.

    Bibliografía

    • Mein Kampf (traducción inglesa por James
      Murphy. Londres 1935).
    • My New Order (Discursos de
      Hitler 1922- 1941. Editado por el conde Raoul de Roussy de
      Sales. New York 1941).
    • Hitler, Adam Bullock.

     

     

    Autor:

    Germán Daneri, 17 años.

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