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políticas sociales en américa latina




Enviado por dpeluas



     

    INTRODUCCION:

    La política social
    estatal no sólo experimenta una revalorización,
    sino también una reorientación. La
    orientación a grupos – meta y
    la lucha contra la pobreza por un
    lado y la privatización, la desregulación y la
    descentralización, por otro, son las nuevas
    directivas de la acción en política social. Tal
    como han sido puestos en prácticas hasta hoy,
    difícilmente están en condiciones de eliminar las
    causas estructurales de la
    pobreza.

    En el presente la realidad determina que el 40 % de la
    población latinoamericana vive en
    condiciones de pobreza, muchos
    de ellos de pobreza extrema,
    esta realidad es intolerable.

    Hoy los tiempos presentan a los países de la
    región con muchas posibilidades para atacar frontalmente
    la
    pobreza.

    La política ortodoxa de
    estabilización, con sus limitaciones estrictas del gasto
    público, tuvo sobre todo efectos contraproducentes en los
    servicios
    sociales y en el sistema estatal
    de seguridad
    social. Por un lado, la crisis social
    se extendió para una gran parte de la población, por otro lado, no se pudieron
    cometer los procesos de
    depuración mediante una extensión equivalente del
    sistema
    público de bienestar social. Muy por el contrario, en la
    mayoría de los países los gastos
    públicos destinados a servicios
    sociales retrocedieron considerablemente en valores
    absolutos durante los años 80. En la mayoría de los
    países disminuyó también la
    participación relativa de los gastos sociales
    en los presupuestos
    estatales. En este sentido, el sistema de
    seguridad
    social no resultó tan afectado como el sistema de
    salud
    pública y el de educación, los cuales
    deben ser vistos como los elementos fundamentales para un
    desarrollo
    futuro y para lograr un proceso de
    transformación exitoso en el área de la producción bajo los augurios de la justicia
    social. Sobre todo se redujeron drásticamente los gastos dedicados
    a mantenimiento,
    nuevas inversiones y
    equipos; en algunos países estos gastos cayeron
    hasta un 70 %, con lo que se deterioró considerablemente
    la calidad de los
    servicios
    sociales, especialmente en el área de educación y salud pública.
    También se ahorró con los servicios
    públicos, y especialmente con los docentes y trabajadores
    del área de la salud cuyos salarios fueron
    drásticamente reducidos o "ahorrados" mediante
    despidos.

    APROXIMACION INSTITUCIONAL:

    Ante este panorama de crisis social
    y empobrecimiento de gran parte de la población, le corresponde a la política social un
    papel clave
    para contrarrestar las consecuencias negativas de los actuales
    programas de
    ajuste estructural.

    Ya en 1987 la UNICEF se pronunció por un
    ajuste estructural humanitario que proteja a los más
    débiles en lugar de imponerles la carga más pesada
    del ajuste.

    En el debate sobre
    democratización se le esta adjudicando de nuevo una
    importancia a la llamada democracia social, como
    condición básica y factor estabilizador de los
    regímenes democráticos.

    El efecto político-económico,
    potencialmente desestabilizador, de la marginación social
    ha llevado al Banco Mundial (BM) y a los bancos de
    desarrollo
    regionales a otorgar un mayor significado a la
    problemática social en ele marco del ajuste estructural:
    "Para la consolidación democrática y la
    estabilidad política es
    indispensable establecer las condiciones que profundiza y
    acrecientan la solidaridad y el
    equilibrio
    social… Sólo en un clima de
    estabilidad social y política será posible atraer
    inversiones
    orientadas a largo plazo… La lógica
    inherente de una economía de mercado abierta
    sugiere que las reformas sociales en lugar de una magnitud
    adicional son una condición indispensable para la eficacia
    económica y la estabilidad".

    El Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
    anunció en su reunión anual de 1993, celebrada en
    Hamburgo, que para ese año pretendía adjudicar el
    50 % de sus créditos a programas
    sociales, en comparación con el 27 % en 1992.

    Queda por resolver, sin embargo, que tipo de
    política social puede ser la adecuada para conciliar
    conceptualmente y en la práctica los cambios estructurales
    necesarios y la estabilidad social. Para la identificación
    de las estrategias se
    diferencia entre dos tipos de pobreza: la
    estructural y la nueva. Por pobreza estructural se
    entiende los sectores marginados de la sociedad que
    permanecen tradicionalmente excluidos del circuito formal de la
    economía a
    causa de una estructura de
    producción estructuralmente
    heterogénea, y que sólo tienen un acceso limitado e
    insuficiente a las ofertas de empleo y
    educación.
    Los nuevos pobres abarcan los grupos
    sociales que fueron "licenciados" a consecuencias de la
    crisis
    económica y de la política de ajuste estructural:
    trabajadores y empleados que fueron despedidos de las empresas
    públicas o privadas y del servicio
    público, jóvenes desocupados, pensionados y
    personas jubiladas prematuramente. El BM, en su política
    de ajuste estructural, considera en gran parte a la pobreza como
    un fenómeno transitorio que puede prevenirse con medida de
    corto plazo. Sigue apegado a su pensamiento
    neoliberal, el cual presupone que las fuerzas libres del mercado
    conjuntamente con un crecimiento
    económico continuo darán lugar casi
    automáticamente al bienestar social, es decir que con un
    ajuste estructural exitoso los que fueron socialmente excluidos
    volverán a integrarse al circuito
    económico.

    En los 90 el BM también ha reforzado el desarrollo de
    estrategias para
    la lucha contra la pobreza (1990
    – 1991), pero se le ha criticado el que esas estrategias sigan
    subordinadas al ajuste estructural económico y que en
    esencia queden reducidas a medidas sociales
    "amortiguadoras" y de corto plazo, que sólo pueden
    producir un pasajero financiamiento
    compensatorio de los costos sociales
    del ajuste, pero no una red de seguridad
    duradera.

    En lo que constituye una ampliación del concepto del BM,
    el BID, conjuntamente con el Programa de las Naciones Unidas
    para el Desarrollo
    (PNUD), elaboró una reforma social
    para América
    Latina que se apoya con mayor fuerza, no
    sólo en programas de
    compensación y ayuda a corto plazo y en diversos servicios
    públicos y privados, sino también en la integración de la política
    económica y la política social y en la
    creación de puestos de trabajo. Al Estado se le
    asigna nuevamente una importante función reguladora.
    Finalmente, la escuela
    neoestructuralista de CEPAL abogó por reformas
    sociales estructurales que se espera produzcan oportunidades de
    educación
    y ocupaciones productivas para los desfavorecidos, y sobre todo,
    estén orientadas a la eliminación de la pobreza
    estructural a largo plazo. El proyecto de CEPAL
    presupone la necesidad de un Estado
    intervencionista, tanto en el área económica como
    social.

    SEGURIDAD SOCIAL

    La crisis
    financiera y las deficiencias de los sistemas
    tradicionales de seguridad
    social, cada vez más criticados en los últimos
    tiempos, han despertado sobre si éstos, en forma actual,
    son adecuados para contener la crisis social.
    El sistema estatal
    de servicios sociales se ha desarrollado en forma muy diferente
    en los diversos países latinoamericanos. Se puede
    encontrar una combinación de los sistemas
    clásicos de seguridad
    social de previsión de enfermedades, vejez e
    invalidez, y sistemas de
    seguridad
    social de orientación universalista, por ejemplo el
    caso de los servicios gratuitos de salud
    pública.

    En todos los países existen sistemas privados
    de previsión además de los sistemas
    públicos de servicios sociales. Argentina,
    Costa Rica,
    Cuba, Uruguay,
    Brasil,
    Jamaica, las Bahamas y Barbados tienen los sistemas de seguridad social
    más extensamente desarrollados. En casi todos esos
    países se estableció relativamente un sistema de
    seguridad social
    basado en el modelo de
    Bismarck, el cual se fue extendiendo progresivamente a sectores
    cada vez más amplios de la colectividad. Al menos
    formalmente, la población de ese grupo de
    países está amparada en un 70 al 100 % por ese
    sistema. En el extremo opuesto se encuentran países como
    Honduras, Guatemala, El
    Salvador, República Dominicana y Bolivia, en
    donde apena un máximo del 20 % la población está protegido por
    sistemas públicos de seguridad
    social.

    La critica principal al sistema estatal de seguridad social
    apunta a que éste excluya por completo a los más
    desfavorecidos de la sociedad, los
    marginales, desempleados, trabajadores del sector informal,
    campesinos sin tierras, trabajadores domésticos, etc., y
    por el contrario el favorece a los que, en comparación,
    son ya, "privilegiados", tales como la clase trabajadora urbana,
    los empleados públicos, la clase media, etc. El
    número de los que están excluidos del sistema
    público (y del privado) de seguridad social es correlativo
    por lo general con el tamaño del sector informal, es decir
    con los que de cualquier modo están excluidos de la
    sociedad.
    Estos tienen que depender de las instituciones
    gratuitas, por ejemplo para la previsión sanitaria.
    Además del desnivel social, existe también un
    desnivel entre la ciudad y el campo. En Colombia,
    Ecuador y
    Perú, por ejemplo, del 64 al 84 % de los empleados del
    área de la energía, del 40 al 45 % de los
    trabajadores de la industria
    procesadora, pero sólo el 5 % de los trabajadores del
    campo reciben cuidados médicos a través del sistema
    de seguridad social.

    En lugar de contribuir a una mayor justicia en la
    distribución, el sistema estatal de
    seguridad social reproduce la estructura
    social extremadamente desigual y la heterogeneidad estructural de
    las sociedades
    latinoamericanas.

    Además de esto, la aspiración
    universalista del sistema de servicios sociales no ha estado a la
    altura de las realidades de la desigualdad social, es decir, la
    exclusión real de una gran parte de la población
    del sistema de seguridad social. Con el desempleo
    creciente y la informalización del trabajo, a consecuencia
    de la crisis económica y del ajuste estructural, esa
    situación se ha agudizado en los últimos
    años. De esa manera no sólo se redujo el
    número de los trabajadores amparados por el sistema de
    seguridad social, sino también el número de los que
    cotizan, lo que profundizó aún más la crisis
    financiera de ese sistema.

    La crisis económica y la crisis presupuestal
    estatal, los recortes presupuestarios con arreglo a las medidas
    de ajuste estructural, las elevadas tasas de inflación,
    las explosiones de gastos en el
    sector de la salud (entre otros), la
    disminución de las cotizaciones debido al aumento del
    desempleo y a
    la caída de los salarios reales,
    los atrasos en el pago de cuotas e impuestos, la
    corrupción
    y una creciente incapacidad de pago por parte del Estado debido
    a las elevadas exigencias del servicio de la
    deuda, han colocado ya a todo el sistema estatal de servicios
    sociales en crecientes dificultades financieras. Una
    situación que hace aún más crítica
    por cuanto los procesos de
    depauperación han hecho aumentar también la
    demanda de
    servicios en el sistema público y gratuito de asistencia
    social, que no se financia con cotizaciones, sin exclusivamente
    con subvenciones del estado. Los
    elevados costos
    administrativos, calculados entre 11 y 32 % de los ingresos -Mesa
    Lago-, una organización sumamente centralizada y la
    fragmentación institucional, así como
    también una coordinación interistitucional
    deficiente han favorecido además un aprovechamiento
    infructuoso de los escasos disponibles y con ello el despilfarro
    de recursos.
    Además la
    organización jerárquica y la
    centralización han bloqueado una orientación
    más acentuada de los servicios sociales hacia las
    necesidades de los afectados.

    Las criticas que se han hecho a la política
    social tradicional de América
    Latina, y su crisis actual, dieron lugar a nuevas
    orientaciones en materia
    político-social para los años 90. Desde hace
    algunos años se han estado ensayando esas propuestas en
    algunos países latinoamericanos.

    EL NUEVO ENFOQUE

    Las mencionadas criticas a las deficiencias de la
    política social tradicional, unidas a la creciente
    pobreza, han
    desencadenado en América
    Latina un debate sobre
    estrategias
    político-sociales universalistas o
    selectivas, es decir, dirigidas a grupos meta
    determinados. Los que abogan por una política social
    universalista, que incluya a todos los sectores de la
    población, utilizan el argumento de la responsabilidad
    social que tiene el Estado de
    garantizar el acceso a la educación, la salud,
    la alimentación, vivienda y asistencia en la
    vejez a todos
    los ciudadanos. Una orientación de la política
    social del Estado enfocada exclusivamente en grupos-meta
    determinados acarrea injusticias sociales pues excluye a otros
    grupos
    contiguos; por ejemplo, en el caso de una estrategia
    orientada a los pobres se excluiría a la clase media
    empobrecida. Las arcas públicas vacías, los
    costos
    crecientes de una universalización del sistema social
    existente, así como la necesidad de intervenciones de
    mayor alcance para luchar contra la pobreza, han convertido hoy
    las estrategias
    orientadas a grupos-meta en la
    tendencia predominante de política social estatal. Por una
    parte se recurre al argumento de políticas
    prácticas de que la escasez de recursos
    financieros exige la concentración de los medios
    disponibles en los sectores más necesitados de la sociedad. Por
    otra parte, la concentración en agrupaciones
    específicas respondería también a la
    necesidad de una nueva orientación que se extiende a los
    sectores más pobres de la sociedad, que
    hasta ahora no han sido amparados por los sistemas tradicionales
    de seguridad social.

    Incluso las áreas tradicionales de la
    política social, como son los sistemas de salud y
    educación públicas, de inspiración
    universalista, gratuitos para los menos privilegiados y, al menos
    de acuerdo con la ley, accesibles
    para todos los ciudadanos, perdieron su aspiración
    universalista en los años 80 debido a su decadencia
    progresista. Por ejemplo, las tareas de matriculación en
    las escuelas primarias variaron en 1985 entre 58,2 % (Guatemala,
    Colombia,
    Brasil), hasta
    más del 95 % alcanzado en Argentina,
    Chile,
    Costa
    Rica.

    Un enfoque de la política social más
    centrado en los grupos empobrecidos de la población como
    grupos-meta permite por lo menos considerar las desigualdades
    sociales existentes y lograr efectos progresivos de
    redistribución.

    Sin embargo los problemas de
    asistencia social estatal dirigidos a los pobres (construcción de viviendas de interés
    social, programas
    alimentarios, etc.) tampoco son ninguna novedad en la
    región; en diversos países existen desde los
    años 60 o 70 (Chile,
    Argentina,
    Brasil,
    Costa Rica,
    Guatemala,
    etc.). Igualmente los programas de
    desarrollo
    orientados a los pobres y el fomento de grupos de autoayuda a
    través de organizaciones de
    asistencia social extranjeras no gubernamentales pueden ser
    evaluados también como una forma de políticas
    sociales selectiva y enfocada en la población pobre como
    grupo-meta.

    Lo que sí es nuevo es la estrecha
    vinculación de las estrategias orientadas a grupos-meta
    con la política
    económica de ajuste estructurales y su
    supeditación funcional a esa política. En este
    sentido, por lo general, las estrategias político-sociales
    selectivas para la lucha contra la pobreza son evaluadas como
    compensaciones sociales a un ajuste estructural considerado como
    necesario. Es más, el BM y el BID facilitan recursos
    adicionales para las medidas sociales de amortiguación
    destinadas a aliviar la pobreza. Según el BM la
    política social del Estado debe concentrarse
    principalmente en programas de asistencia social o
    "amortiguación" dirigidos a los pobres, mientras que el
    sistema estatal de seguridad social, así como el sistema
    educativo y el de salud pública, podrían ser
    privatizados en gran medida. En los años 80 y principios de los
    90 se implementaron una serie de programas de asistencia social y
    fondos sociales en diversos países de América
    Latina. Aquí se incluye diferentes programas
    financiados con dineros del presupuesto
    estatal, tales como construcciones de viviendas, planes de
    emergencia para combatir el desempleo,
    programas alimentarios, programas de patrocinio de grupos de
    autoayuda e iniciativas comunales en los barrios pobres o de las
    microempresas
    del sector informal, pero también el establecimiento de
    los Fondos de Inversión Social financiado por el
    BM.

    Los Fondos de Inversión Social (FIS) constituyen la
    parte esencial de la estrategia
    político-social a los pobres, recomendada por el BM como
    compensación de los "costos" sociales
    de la política de ajuste estructural en
    Latinoamérica. Los fondos sociales fueron implantados y
    probados por primera vez en Bolivia, en
    1985, por recomendación del BM. También han sido
    aplicados en Chile,
    Costa Rica, El
    Salvador, Honduras, Guatemala,
    Panamá,
    Nicaragua, México,
    Perú, Uruguay y
    Venezuela.

    A pesar de algunas particularidades y diferencias
    regionales, se pueden distinguir varios puntos en común
    entre los diversos FIS.

    Con pocas excepciones los programas sociales de los
    Fondos se aplican como medidas de corto plazo y proyectos
    sociales de emergencia, para amortiguar las injusticias sociales
    durante la fase de estabilización y ajuste de la economía. En
    conformidad con su concepto de
    ajuste estructural, el BM parte de que esos fondos
    llegarán a ser superfluos en cuanto se inicie el crecimiento
    económico, consecuencia del éxito del ajuste,
    que integra de nuevo a la población empobrecida en el
    ciclo de producción. Por consiguiente, las medidas
    de promoción político-social de los
    fondos se concentran mayoritariamente en aquellos grupos que se
    empobrecieron y quedaron fuera de la política social del
    Estado a consecuencia de los programas de ajuste
    económico. Los fondos sociales patrocinan además
    instituciones
    sociales públicas y descentralizadas que funcionen en las
    comunidades o municipios. Reiteradamente se ha criticado el
    concepto
    caritativo de asistencia social (de emergencia) que subyace en
    los Fondos. Ese concepto no
    sería adecuado para erradicar la pobreza estructural que
    nace de la distribución desigual de la renta y de las
    estructuras
    predominantes de producción y poder. Los
    Fondos servirán más bien para compensar una
    política que agudiza aún más la
    concentración de la renta.

    Otro objetivo
    declarado de diversos Fondos es el fortalecimiento de la
    capacidad de autoayuda de los grupos empobrecidos de la
    población y, más allá de eso, el
    favorecimiento de una descentralización de la política
    social. Así pues, los fondos sociales tienen
    también una función promotora, pues impulsan
    actividades locales concebidas por las comunidades, las organizaciones no
    gubernamentales y los grupos de iniciativa social, conjuntamente
    con una función innovadora, pues financian proyectos
    alternativos y proyectos piloto
    de los grupos de autoayuda.

    Casi todos los FIS tienen prioridades
    programáticas en las que predominan las siguientes medidas
    de corto plazo: programas de emergencia para suministrar empleos
    en la construcción o mantenimiento
    de infraestructuras sociales y económicas (calles,
    instalaciones sanitarias, etc.), y programas de asistencia social
    como, por ejemplo, programas de alimentación,
    programas productivos (promoción de microempresas
    del sector informal, pequeños créditos,
    educación, ayuda a los pequeños campesinos). Pero
    en la mayoría de los fondos esta última
    área, dirigida a reformas estructurales de largo plazo,
    representa sólo una fracción de los medios
    disponibles otorgados. La concentración de las inversiones en
    infraestructuras y trabajos de mantenimientos significa que los
    recursos de los
    fondos se canalizan en un área de los gastos sociales del
    Estado que experimentó recortes particularmente
    drásticos en los años 80.

    Esos recortes se sintieron en la desigualdad y en la
    exclusión, en sectores como la mujer, los
    niños, minorías étnicas, marginados urbanos.
    Por otro lado, están las manifestaciones más
    violentas de la pobreza, el desempleo que se
    esta generalizando a nivel mundial.

    Para la puesta en marcha de sus programas los fondos se
    apoyan frecuentemente en organizaciones no
    gubernamentales (ONGs) que trabajan ya en el área social,
    en empresas privadas
    y en las comunidades. Pero el procedimiento de
    solicitudes para la adjudicación de recursos favorece
    a aquellos grupos y ONGs que ya tienen experiencia en la
    formulación y ejecución de proyectos, y
    establece una estructura
    mediadora (formada por ONGs) entre el Estado y
    los grupos-meta pobres que también se benefician
    financieramente de los fondos.

    El BID en los noventa marca el nuevo
    camino conocido como "La agenda social del Banco", que
    tiene por objetivo la
    reducción de la pobreza regional:

    1. Desarrollo urbano: donde se apoyó el
      mejoramiento del suministro de servicios urbanos básicos
      así como programas de reforma del sector vivienda y las
      políticas de descentralización fiscal y
      fortalecimiento municipal;
    2. educación: se priorizó la calidad de la
      educación y el aumento de la eficiencia con
      el financiamiento de proyectos de
      mejora de la educación básica, tratando de esa
      manera adecuar la oferta de
      servicios a la demanda de
      los sectores productivos;
    3. ciencia y tecnología: el financiamiento se orientó a apoyar a los
      países a enfrentar los desafíos que trae consigo
      las medidas de liberalización de sus
      economías;
    4. salud: han buscado apoyar a programas que mejoren
      tanto las condiciones de salud -especialmente de la
      población de bajo ingreso- así como la eficiencia
      operativa del sector. Se han reforzado las acciones de
      los programas preventivos de salud pública y apoyando
      los procesos de
      descentralización de servicios y desarrollo
      gerencial;
    5. fondos sociales: orientados a grupos
      específicos para financiar proyectos que alivien los
      costos sociales
      derivados de los ajustes económicos.

    Por otra parte el BM y PNUD la realización del
    programa RUTA
    social, cuyas bases se centran en la orientación y
    asesoramiento a los gobiernos en la formulación de
    políticas y programas en las áreas
    sociales y el desarrollo y fortalecimiento de la capacidad de
    gestión
    de los sectores sociales.

    ALGUNOS PUNTOS A TENER EN
    CUENTA

    La crisis en América
    latina ha puesto en evidencia el imperativo de un desarrollo
    no sólo económico, sino también social. Esto
    repercutió en los programas económicos de ajuste
    estructural del BM y del Fondo Monetario
    Internacional (FMI),
    acompañados ahora de programas sociales compensatorios. En
    este contexto, la política social estatal no sólo
    experimenta una revalorización, sino también una
    reorientación. La orientación a grupos-meta y la
    lucha contra la pobreza por un lado, y la desregulación y
    la descentralización, por otro, son las nuevas
    directivas de la acción en políticas
    sociales. Sin embargo, los ejemplos que presentamos muestran que
    esos conceptos de política social, tal como han sido en
    prácticas hasta hoy, difícilmente están en
    condiciones de eliminar las causas estructurales de la pobreza;
    antes bien siguen supeditados a las exigencias del ajuste
    estructural económico y sirven más bien para
    aliviar la pobreza a corto plazo y amortiguar los costos sociales
    de los programas de ajuste. Además, la política de
    descentralización y privatización, vinculada con
    los drásticos recortes de gastos públicos en el
    área social, ha acelerado el debilitamiento y decadencia
    de los servicios sociales, en detrimento de los grupos más
    necesitados de la población que son los que soportan en
    forma desproporcionada los costos del ajuste. Se puede observar
    una tendencia a la desnacionalización de la
    política social, que plantea el problema de una futura
    responsabilidad
    social del Estado. Por otra parte, las medidas de
    política social o puesta en práctica para superar
    la crisis permiten notar también la falla de una
    orientación sólida en reformas estructurales
    sociales, por ejemplo, a la redistribución de la renta, o
    a reformas agrarias, con el objetivo de
    una mayor equidad distributiva y la creación de empleos
    productivos. Tales reformas estructurales entran en
    contradicción con la política ortodoxa de ajuste
    estructural, que ha aumentado todavía más la
    concentración de la renta.

    Los impuestos para un
    desarrollo
    social que tenga como meta la equidad en la distribución de los ingresos ha
    surgido sobre todo de las múltiples organizaciones de
    la sociedad civil:
    los movimientos sociales, los grupos de autoayuda, las organizaciones no
    gubernamentales. A falta de una política social, o en
    oposición a la política de los regímenes
    autoritarios de los años 80, esa organización ha construido estructuras de
    solidaridad y
    autoayuda mediante las cuales pueden articular intereses sociales
    ante el estado,
    pero también llevan a la práctica sus propios
    programas sociales para luchar contra la pobreza. Las ONGs, en
    especial, han adquirido una importancia creciente en la
    ejecución de programas sociales y están comenzando
    a remplazar la política social del Estado, sobre todo a
    nivel de las comunidades o municipios. Si las ONGs pueden
    aprovechar ese incremento también político de su
    importancia para la ejecución de las reformas
    estructurales sociales, o si a causa de él perderán
    su potencial para el cambio social,
    es todavía una pregunta controversial.

    El nuevo rumbo del BID buscan superar aquellos
    problemas que
    no lograron solucionar en la década anterior, el
    establecimiento de una "agenda social", para América
    Latina, así lo ve su Presidente "Yo creo que hay, en este
    momento, una conciencia nueva.
    En los años 80, el tema era cómo sobrevivir
    económicamente frente a la hiperinflación y a la
    catástrofe interna. Eso dejó de lado muchos
    aspectos. Postergó y a veces empeoró, la
    situación social. Estamos, sin embargo, saliendo ya del
    CTI económico, lo que trae una situación más
    manejable en muchos países. Muchos Estados redescubren el
    tema social en sus nuevas dimensiones: agravamiento en algunos
    casos, o nuevos problemas,
    como los nuevos pobres, o tema que, en todo caso, es producto de
    los ajustes económicos que están ocurriendo. El
    tema social aparece, entonces -sale a la superficie- con mucha
    más visibilidad. Y yo le agregaría un elemento
    adicional que es el activismo de la sociedad latinoamericana.
    Sociedades,
    grupos
    sociales postergados, excluidos, que comienzan a hacerse
    presente -como los fenómenos de Chiapas y otros en otras
    partes de América
    Latina -marcan que hay un activismo social que no se puede
    desconocer, que los gobiernos no pueden desconocer. Todo eso, el
    hecho de haber salido de la parte más grave de la reforma
    económica, el activismo social, la vieja herencia del
    pasado, hace que los Estados tengan que preocuparse del tema. De
    manera que hay hoy una conciencia
    generalizada en el continente sobre la necesidad de la agenda
    social".

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    Realizado por Lic. Daniel
    Pelúas

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