INTRODUCCIÓN |
1.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA |
1.1.- SITUACIÓN |
1.2.- ENUNCIADO DEL PROBLEMA: |
1.3.- ELEMENTOS DEL PROBLEMA. |
1.4.- RELACIÓN ENTRE LOS |
1.5.- ANTECEDENTES DEL PROBLEMA: |
1.6.- JUSTIFICACIÓN DEL |
1.7.- FORMULACIÓN DEL PROBLEMA: |
1.8.- OBJETIVOS: |
1.8.1.- OBJETIVO GENERAL: |
1.8.2.- OBJETIVO ESPECÍFICO: |
1.8.2.1.- Objetivos Específicos |
1.8.2.2.- Objetivos Específicos |
2.- PRESENTACIÓN DEL TEMA: |
2.1.- DESCRIPCIÓN: |
2.2.- IMPORTANCIA: |
2.3.- INTERÉS: |
2.4.- NOVEDAD: |
2.5.- DELIMITACIÓN: |
5.- MARCO REFERENCIAL: |
3.1.- MARCO HISTÓRICO |
3.2.- MARCO CONCEPTUAL: |
1.- LA POSTMODERNIDAD: UNA NUEVA FORMA DE VER LA |
1.1.- LOS NUEVOS ÉNFASIS. |
1.1.1.- LAS ÉTICAS |
1.1.2.- LAS ESTÉTICAS: |
1.1.3.- LO ECOLÓGICO. |
1.1.4.- LO RELIGIOSO. |
1.1.5.- LO POLÍTICO. |
1.1.6.- LO SOCIAL. |
2.- LA AUTÉNTICA VIDA CRISTIANA. |
2.1- LAS DIMENSIONES DE LA FE. |
2.1.1.- LAS IMPLICACIONES PERSONALES DE LA FE: EL |
2.1.1.1.- LA VIDA ESPIRITUAL. |
2.1.1.2.- LA VIDA LITÚRGICA. |
2.1.2.- LAS IMPLICACIONES COMUNITARIAS. EL |
2.1.2.1.- LA VIDA DE LA COMUNIDAD: TENÍAN |
2.1.2.2.- LA MISIÓN DE LA COMUNIDAD: A LOS |
2.1.3. LAS IMPLICACIONES SOCIALES: PORQUE TUVE |
3.- POSTMODERNIDAD Y VIDA CRISTIANA. |
3.1.- LOS APORTES DE LA POSTMODERNIDAD A LA VIDA |
3.2.- LOS APORTES DE LA VIDA CRISTIANA A LA |
3.3.- RETOS DE LA ACTUAL CONDICIÓN |
*Una Religiosidad Abierta a la Experiencia Vital |
*Una Religiosidad de lo Místico. |
*Recurso a la Sagrada Escritura, como Fuente |
*El que tenga oídos que oiga. |
3.4.- RETOS QUE LA IGLESIA DEBE PLANTEAR A LA |
* Evangelizar la Religiosidad |
* Evangelizar el Fanatismo |
* Evangelizar la "religión" del |
CONCLUSION: LA VERDADERA RELIGIÓN |
ANEXO: LOS JOVENES |
BILIOGRAFÍA |
INTRODUCCIÓN
"Estamos en crisis".
Esta es una de las frases que se han vuelto comunes por estos
días y desde hace ya bastantes años. Todo el
mundo
habla de crisis.
Crisis de
valores dicen
los dedicados a la juventud,
crisis del
espíritu hablan los responsables de las parroquias y de
comunidades religiosas, crisis social,
hablan políticos y demagogos – o políticos
demagogos –, hasta de crisis económica se habla hoy,
a finales del siglo capitalista.
Hay quienes ya están cansados de escuchar hablar
sobre crisis, aunque saben de ella. Pero como son conscientes de
que esta crisis, especialmente es bastante compleja, y muy
difícil de caracterizar, entonces la mejor la salida es el
silencio.
En fin, parafraseando a José Ortega y Gasset,
podemos decir que en esta crisis evidente y a la vez poco clara,
lo único que sabemos es no sabemos que es lo que
está pasando, sólo sabemos que hay crisis. Muchos
atribuyen las causas de la crisis al desarrollo
desigual e injusto, otros a la falta de patrones normativos
claros y estrictos, otros a la fragilidad inherente al hombre –
¿concupiscencia? –. Lo que nos lleva a concluir que
algo está pasando, no sabemos a ciencia cierta
qué es, pero a la vez sabemos que es una
crisis.
Y en el amplio marco de esta profunda crisis,
presenciamos preocupados una crisis de la Iglesia, de la
religión
institucional, de los derroteros seguros de la
tradición católica. La fe tradicional entra en
crisis y con ella la acción solidaria de la Iglesia a
favor de los más necesitados, dejando sin su única
esperanza a aquellos que de Dios todo lo esperan.
Y en la Iglesia
también es claro que se presenta esta crisis, sin tener
claro, de nuevo en la onda paradójica que predomina en
estos tiempos, cuál es con precisión la crisis. Por
ello se presenta como un gran desafío para todos los que,
con fidelidad crítica, hacemos parte de esta
Iglesia que
debe cada vez con mayor profundidad y tenacidad, buscar la
coherencia de vida a favor de Jesús y del Reino de
Dios.
Ahora bien, si es cierto que hay confusión y
falta de claridad ante la crisis, también es
imprescindible que se trabaje por analizar con "cabeza
fría" las situaciones que vivimos, y que, en medio de la
confusión emerjan faros que orienten en el convulsionado
mar que es la vida a finales del Siglo XX e inicios del tercer
milenio de la vida cristiana. Y para ello tendremos que recurrir
a un término polémico: Postmodernidad.
Este término que ha hecho correr bastante tinta
en los últimos tiempos, y que definitivamente no puede
pasara inadvertido para nadie, sobre todo para los
católicos –por lo menos los que asumen con seriedad
y responsabilidad el aggiornamiento–, si bien
es cierto que es un término que produce las más
variadas y disímiles reacciones. Pero por ello mismo la
Iglesia debe
pronunciarse al respecto, como se ha pronunciado sobre el
marxismo,
sobre la cuestión obrera, y sobre los temas que tienen que
ver con la actualidad siempre nueva de la historia de la
humanidad.
Esta Postmodernidad
controvertida y controvertible, es definida por muchos como una
nueva era o edad, una nueva generación. Otros prefieren
hablar de la condición postmoderna para no hablar de un
estado
generalizado, lo que sería contrario a sus pretensiones de
desvirtuar
metarelatos y sentencias universales. También se
habla de la modernidad
tardía o de la crisis de la modernidad,
criterio este que puede facilitar el análisis desde el punto de vista cristiano.
Y un último elemento que nos puede ayudar en el juicio
sobre la época actual de crisis que vivimos es la
interpretación de la crisis como la transmodernidad,
término que utiliza Hans Küng, para enunciar una
transición hacia un nuevo paradigma y no
hablar de Postmodernidad
en el sentido de Lyotard o Vattimo y que
"acuñó" ya desde 1993, plasmándolo en
su libro
"Cristianismo:
esencia e historia". Esta
acepción también es tratada por Dussel, quien
profundiza sobre el tema, a propósito del Quinto
Centenario de la llegada a América.
Con todo esto lo único, nuevamente, que nos queda
claro es que estamos ante algo que, si bien es cierto se ha
tratado de vislumbrar, aún no sabemos a ciencia cierta
de qué se trata y cómo va a terminar este proceso de
tránsito.
Por ello es necesario que profundicemos en la
reflexión sobre el tema; que caractericemos la postmodernidad
y la forma como el proyecto de la
condición Postmoderna puede ser compatible o no con el
proyecto
antiguo, tradicional y a la vez siempre nuevo y renovador del
cristianismo;
que tratemos de hallar alternativas ante los desafíos que
esta condición nos plantea, para trabajar siempre con
ardor renovado, en la tarea evangelizadora que se nos ha
encomendado.
1.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
1.1.- SITUACIÓN
PROBLEMÁTICA:
Los estudiosos han establecido que nuestra actual
condición presenta unas características particulares, diferentes de
las condiciones que vivieron las generaciones anteriores. En el
marco de esta condición, llamada postmoderna, hallamos una
cantidad variada de características típicas, que le dan
un tinte particular con virtudes y defectos que se nos presentan
como un reto para asumir, y proponer salidas con el fin de lograr
que, desde el punto de vista de la fe cristiana, esta
condición "postmoderna", que nos ha correspondido vivir,
llegue, con sus características propias a comprometerse con
el Reino de Dios y con el Proyecto de
Jesús.
En estos tiempos, "la realidad del mundo, del
hombre, de
mí mismo, se muestra en lo
más profundo de su ambivalencia: éxito y fracaso,
hermosura y fealdad, suerte y desgracia, salvación y
ruina, sentido y sinsentido."
Entre las características de la condición
postmoderna encontramos la desconfianza en un tipo de
razón, así como el no aceptar las grandes visiones
explicativas de la realidad, o lo que ellos llaman los
metarelatos (Vattimo), al igual que una preocupación por
recuperar el sentido de lo estético y de la experiencia
sensorial subjetiva, en respuesta al régimen de la
razón que predominó en la modernidad.
Como respuesta ante la destrucción del planeta
por parte de la razón estratégica e instrumental y
su industria, que
puso en peligro la vida en el planeta y por ende la vida humana,
aquí se presenta una acentuada preocupación por lo
ecológico y lo natural, de donde se explica, por ejemplo,
el auge de la medicina
homeopática, la cienciología, la
bioenergética, las medicinas alternativas, los movimientos
verdes y muchos otros; algunos de ellos llegan a concebir al
planeta tierra como un
todo vivo en el cual el
hombre es la última expresión de su
conciencia.
En el plano religioso, en esta época, se
despierta una sensibilidad profunda por lo trascendente y lo
simbólico, lo que explica el auge de sectas y "nuevas
ofertas religiosas" de tinte carismático, de
renovación espiritual, con trasfondo fundamentalista e
intenciones, político–económicas
(implícitas o explícitas) y el impulso definitivo
que toman experiencias "espirituales" y esotéricas de
corte o pseudo–orientalista y pseudo–hinduista, tales
como "New Age", quienes afirman que: "No existe algo llamado
verdad objetiva. Nosotros mismos hacemos nuestra propia verdad.
No existe una realidad objetiva. Nosotros hacemos nuestra propia
realidad. Hay caminos de conocimiento
espiritual, místico o interior que son superiores a
nuestros caminos de conocimientos ordinarios. Si una experiencia
parece real, lo es. Si una idea parece correcta, lo es. Somos
incapaces de adquirir conocimiento
de la verdadera naturaleza de la
realidad. La propia ciencia es
irracional o mística. No es más que otra fe o
sistema de
creencia o mito, sin
más justificación que cualquier otra. No importan
que las creencias sean ciertas o no, siempre que sean
significativas para uno".
Y dentro de este mismo ámbito hallamos una cierta
despreocupación por lo político institucionalizado,
por el compromiso social, por lo menos como clásicamente
se ha entendido. Se establece, como extrapolación al
imperio de la razón una cultura
egoísta y hedonista, que hace que la persona se centre
en sí misma, ignorando no sólo su dimensión
de "animal racional", que le diferencia, entre otras cosas
de las demás especies – al decir de Aristóteles–; sino que también
parece querer ignorar una categoría inherente a la
persona
humana, tal cual es su dimensión social: "El hombre es
un ser con los otros, ser es co–ser", como
dirían los filósofos existencialistas, o como afirma
Adam Schaaf: "el hombre es
un individuo social".
Esta ausencia marca todo un
desafío a la vida cristiana y su expresión en el
pensamiento
teológico, entendiendo el cristianismo,
no sólo como una experiencia espiritual, o como algo
esotérico o meramente psicológico, sino
también como un compromiso con el hombre
encarnado que se abre a la trascendencia, a partir de la
inmanencia, y con la sociedad en que
éste vive.
"Sólo podrá ser una teología
para nuestra época actual la que se enfrente de un modo
crítico – constructivo con las experiencias del hombre de
hoy".
De esta manera queda claro que el cristianismo
está fundado sobre la base de que tiene que reconocerse
"en la historia, un tejido vivo de
contrastes y tensiones, de creatividad y
movimiento, de
confirmaciones y superaciones, de donde emerge siempre el
mismo hilo conductor que es la sensibilidad por el
hombre".
1.2.- ENUNCIADO DEL PROBLEMA:
Lo que hasta ahora se ha planteado, son sólo
algunas de las características (eso sí, las
más notables), que según los expertos, definen la
Era Postmoderna. Así, no sólo definimos los rasgos
notables, sino que se proponen algunos ejemplos que justifican
las afirmaciones que se hacen.
Todo se puede sistematizar en el siguiente
esquema:
Con esto que hemos planteado hasta ahora, y teniendo en
cuenta que desde el punto de vista cristiano, es preciso
enfrentar los retos que esta cultura nos
presenta, sobre todo con vista a la acción en la sociedad, podemos
preguntarnos ¿de qué manera podemos colaborar y
propender para que la juventud de
esta condición, opte por un proyecto de vida
comprometido con el prójimo, especialmente el
más necesitado, y que está sumido en la miseria y
la marginación humana a causa de injusticias sociales y
estructurales?
1.3.- ELEMENTOS DEL PROBLEMA.
En este trabajo, que sólo pretende proporcionar
algunos elementos de reflexión que ayuden para el trabajo con
jóvenes, integra elementos como, el análisis de los elementos que distinguen la
postmodernidad; los elementos fundamentales que
constituyen la fe cristiana, sobre todo la dimensión
social de la fe; los aportes de la Doctrina Social de la Iglesia,
y el aporte que para la reflexión podemos hallar en las
ciencias
sociales y humanas, rescatando sobre todo los análisis de realidad de América
Latina.
Estos elementos, dentro de la reflexión que
el trabajo
propone, juegan un rol importante, a la hora de enfrentar el reto
de motivar el trabajo y
el compromiso social de la juventud.
1.4.- RELACIÓN ENTRE LOS
ELEMENTOS:
- En lo que se refiere a las características
de la postmodernidad, no es conveniente extendernos en este
apartado, ya que en la primera parte del presente trabajo, se
ha hecho un esbozo general. Remito al cuadro gráfico de
la Pág. 2. - Respecto de los elementos constitutivos de la fe
cristiana hallamos ante todo una relación profunda
entre historia del
pueblo y presencia de Dios en dicha historia.
Posteriormente, la revelación de este Dios, en la
historia del Pueblo de Israel,
revelación que se plenifica en Jesucristo,
revelación máxima de Dios como Padre.
Consecuentemente con esto, llega la exigencia del seguimiento
radical de Jesús, sobre todo en su dimensión
oblativa hacia el
Hombre.Aquí cabe mencionar, entre los más
significativos documentos de
la Doctrina Social de la Iglesia, la encíclica Rerum
Novarum (R.N.) de León XIII, escrita en 1891, cuya
trascendencia la confirman documentos
posteriores que aluden siempre a ella, tales como
Quadragesimo Anno (a los cuarenta años de la R.N.)de
Pío Xi, Octogesimo Anno (a los ochenta años de
la R.N.) de Pablo VI. La encíclica Laborem Exercens es
otro pilar de la D.S.I. que se escribió en un momento
importante de la historia de la humanidad, y con motivo de
los 90 años de la R.N. y Centesimus Annus, al celebrar
el centenario de la R.N. estas dos últimas de Juan
Pablo II.En la misma línea de documentos
sociales trascendentales, aunque ya no ligados a la R.N.,
hallamos la Populorum Progressio, de Pablo VI, como una
muestra de la
fecundidad del pensamiento social cristiano.En todo caso, y como se ha mencionado anteriormente,
toda la producción de la Iglesia respecto al
tema social, deja ver claramente el interés que este tema despierta, no
sólo por su vigencia, sino también por la
urgencia que existe cada vez mayor, de generar una conciencia
del compromiso social, animado por la fe y desde la lectura
escatológica del Evangelio. - En relación con la Doctrina Social de la
Iglesia no es otra cosa que la manera como la Iglesia, en
un trabajo interdisciplinario con las ciencias ya
mencionadas, elabora su discurso
acerca del compromiso social y político del cristiano,
no sólo propendiendo por un mundo mejor en un
afán meramente filantrópico, sino procurando
comprometerse con la construcción desde el aquí y el
ahora, del Reino De Dios, según los propósitos de
la Evangelización. - Respecto de las ciencias
sociales y humanas hallamos las categorías
inherentes de la persona humana
tales como su sentido de finitud, su inclinación al
trascendente, y su dimensión afectiva, profesional y
social.
1.5.- ANTECEDENTES DEL PROBLEMA:
Aunque este fenómeno cultural de la
postmodernidad, es relativamente nuevo, existe una amplia gama de
aportes y análisis que se han hecho, en este corto
período de tiempo. Por esto
mismo, se presenta una circunstancia que implica una dualidad en
la situación. En primer lugar, es de gran ventaja el que
se escriba del fenómeno mientras está ocurriendo,
ya que se puede confiar en los datos, que
están a la vista. Pero, en segundo lugar, se corre el
riesgo de que
estos datos, por su
misma situación de ser recientes, carezcan de profundidad
y de objetividad en su análisis.
Por lo anterior, existe bastante bibliografía que
analiza las características de la postmodernidad, tanto
positivas como negativas; y, en menor grado, la que propone
estrategias para
superar las dificultades planteadas por esta
condición.
Podemos hallar en las librerías varios textos que
hablan sobre postmodernidad, que ponen sobre el tapete las
cuestiones y retos que éste implica, pero hay pocos que
tratan sobre una manera eficaz y hasta didáctica de cómo solucionar un
problema concreto de
esta condición y es el de promover el compromiso social
del joven, y en nuestro caso del joven cristiano.
1.6.- JUSTIFICACIÓN DEL
PROBLEMA:
Por lo anterior, creo necesario establecer un medio de
reflexión adecuado a los jóvenes, que les invite a
participar de la labor que la Iglesia desempeña en la
sociedad,
trabajando por la construcción de un mundo mejor, más
justo y más humano, como modo de anticipar el Reino de
Dios que se empieza a construir aquí y ahora, aunque
sabemos que tendrá su plenitud solo al final de los
tiempos.
Parte importante de este proceso de
reflexión, y casi que su objetivo es la
concientización y sensibilización ante los problemas que
aquejan a miles de hermanos. Para ello, fuera de la
reflexión se requiere de experiencias significativas de
contacto con dicha realidad, por una parte, y por la otra un
proceso de
análisis serio de las causas fundamentales y estructurales
de dicha realidad. En relación profunda con lo anterior,
podemos entonces hacer propias las indicaciones que se dan a los
sacerdotes de "que se preparen, pues, con estudio profundo de
la cuestión social, los que forman la esperanza de la
Iglesia".
1.7.- FORMULACIÓN DEL PROBLEMA:
Ante las características de la postmodernidad,
una de las cuales radica en el desinterés por lo
político y la cuestión social, debemos lograr, por
medio de un proceso de
sensibilización, de estudio serio y de reflexión
acerca de lo estudiado, que se supere esta apatía
egoísta, para hacer que la juventud que
se dice cristiana, se comprometa con la edificación de una
sociedad
más justa, en procura de una experiencia espiritual
encarnada y de una respuesta ante la llamada que nos hace el
Señor, por medio de sus rostros sufrientes.
1.8.- OBJETIVOS:
1.8.1.- OBJETIVO
GENERAL:
Generar un espacio y un medio de reflexión, que
profundice sobre la dimensión social y comunitaria de la
fe en Cristo por parte de los jóvenes, y reflexionar
acerca de la manera como algunas tendencias de la sociedad y de la
cultura
favorecen o entorpecen la verdadera vivencia de esta
dimensión social.
1.8.2.- OBJETIVO
ESPECÍFICO:
1.8.2.1.- Objetivos
Específicos Internos:
Elaborar un análisis de las
características de la condición postmoderna y de su
nueva comprensión de la vida en general.
Establecer luego cuáles son los elementos
constitutivos de la fe cristiana, haciendo énfasis en el
carácter comunitario, eclesial y social de la
fe.
Finalmente analizar de qué manera y hasta
qué punto puede la fe cristiana ser compatible e incluso
complementaria con la condición postmoderna y qué
retos se le plantean a la Iglesia de cara a esta postmodernidad,
o si se prefiere ver desde el anverso, cómo una cultura
determinada puede o no ser compatible con la fe.
1.8.2.2.- Objetivos
Específicos Externos.
Cumplir con el requisito de trabajo exigido por la
Universidad para
obtener el grado en licenciado en Ciencias de la
Educación
con Especialización en Estudios Religiosos.
Colocar a disposición de quienes trabajan con
jóvenes un material de apoyo que les ayude a comprender
sus motivaciones y sus comportamientos y así iniciar
acciones
más eficaces en su formación cristiana y
social.
Propiciar una reflexión personal que me
ayude a comprender hasta qué punto puedo yo mismo
presentar, dentro de mi estructura
interna, alguna o algunas características que no
favorezcan el desarrollo
armónico de todas las dimensiones de la fe
cristiana.
2.- PRESENTACIÓN DEL TEMA:
2.1.- DESCRIPCIÓN:
El título: "Postmodernidad y compromiso
social de la juventud", explicita la intención
principal del trabajo que consiste en proponer algunas pautas de
reflexión, que posibiliten la toma de conciencia de la
necesidad que toda persona tiene de
realizarse en su vida teniendo en cuenta su dimensión
social, más aún si se dice cristiana, y sobre todo
en estos tiempos de crisis de muchos valores e
instituciones,
que con su debilitamiento, se muestran impotentes en su tarea de
dignificar la vida humana.
El factor postmodernidad, juega un papel
trascendente, ya que impone un reto a la vida entera de la
Iglesia, en cuanto pone en una de sus dimensiones fundamentales,
tal como la dimensión política y social de
la fe cristiana.
Por otra parte, el compromiso social de la juventud es
una alternativa que debe proponerse como posible solución,
al grave conflicto por
el que atraviesa la humanidad entera, y la Iglesia en particular,
de desinterés por la misma persona humana, a
la que se mira sin la misma intencionalidad sagrada de antes y
que por ello ha perdido, parte importante de su humanidad y
dignidad.
2.2.- IMPORTANCIA:
En una sociedad entre cuyas características
más comunes hallamos el egoísmo como elemento
constitutivo de la persona, y el desinterés por el
sufrimiento y la desgracia ajena, es de suma importancia brindar
elementos que ayuden a la persona a identificarse como ser social
y solidario, y darle además algunos criterios que le
permitan analizar de manera aguda y profunda su propia realidad,
la realidad social de su contexto local y general, y la realidad
cultural de toda una época, su época. Aquí,
creo yo, radica la importancia del presente trabajo.
2.3.- INTERÉS:
Reviste especial interés
personal, en
cuanto me apasiona de manera profunda todo el tema social en
relación profunda con la fe.
En el ámbito externo, creo que es de sumo
interés
en el campo pastoral contar con varios elementos que faciliten
penetrar la conciencia del
individuo, — tocar su corazón—, para poder
proponerle y facilitarle los medios de
trabajar por el bien de quienes lo necesitan.
2.4.- NOVEDAD:
En realidad el trabajo no
es totalmente novedoso, sin embargo, y con referencia a lo
tratado en la importancia del estudio, puede convertirse en un
medio útil para favorecer la reflexión.
Por otra parte, puede ser útil en el momento de
colaborar con el análisis crítico de la sociedad, y
de la realidad que aún vivimos. Pienso importante decir,
que sin caer en extremismos, no se puede crear un pesimismo
crónico, diciendo que ya no hay ninguna esperanza con esta
nueva condición de la que hacemos parte. Es más
sano pensar en asumir la realidad histórica con "sus
gozos y esperanzas, angustias y tristezas".
3.5.- FACTIBILIDAD:
Cuento ante
todo con un especial recurso que es la
motivación y el interés
para realizar el estudio. También me he documentado
suficiente por el mismo y poseo varios textos con los cuales se
profundizará en el tema.
2.5.- DELIMITACIÓN:
Este tema de la postmodernidad es un tema que presenta
alguna dificultad al momento de abordarlo, ya que, como se
insinúa al comienzo, es algo relativamente nuevo y se
puede caer en extremos al momento de analizarlo. Como se trata de
poner algunos límites que faciliten el estudio, estimo
conveniente, reducirnos a las consecuencias en el plano de la
educación
y de la fe.
3.- MARCO REFERENCIAL:
3.1.- MARCO HISTÓRICO
SITUACIONAL:
En nuestro continente latinoamericano, continente de la
esperanza, surge, a raíz de la lectura del
Vaticano II, una nueva manera de entender la teología, la
pastoral, la Iglesia, y en general todo lo relativo al cristianismo
católico. Esta manera es nueva, no porque en realidad haya
surgido como creación absolutamente original, sino
más bien por el auge que logró alcanzar, y por la
manera novedosa como se presentó.
En el ámbito mundial, a partir del Vaticano II,
como ya se dijo, y en el ámbito local, (latinoamericano),
a partir de las Conferencias Episcopales de Medellín y
Puebla, se fueron generando varios movimientos de
reflexión teológica, a los que se les
denominó Teología de la Liberación, y que
tenían como fundamento básico, la reflexión
acerca del proceso
narrado en el éxodo, según el cual el Pueblo de
Israel, Pueblo de
Dios, en profunda sintonía con su Padre Creador, y de la
mano de Moisés, se consolida como nación y se une
en torno a un ideal:
"llegar a una tierra que
mana leche y
miel". Pero esta esperanza, este ideal colectivo, no es fruto
de un capricho, (ni de Dios, ni de Israel), es fruto
más bien del sufrimiento del pueblo y de la bondad
misericordiosa de Dios, a cuyos oídos ha llegado el llanto
y el clamor del pueblo. La interpretación que se hace del
Éxodo, aplicada a la realidad de nuestro continente cada
vez más empobrecido y estructuralmente oprimido, se resume
entonces en la esperanza de que Dios mantiene sus ojos y
oídos abiertos al clamor del pueblo que sufre.
Esta lectura fue
llevando a teólogos y a la Iglesia latinoamericana en
particular a tratar de descubrir las causas profundas de la pobreza de
nuestro continente, para colaborar efectivamente con Dios en su
designio amoroso de salvar a su pueblo de la opresión,
luego de haber entendido que se puede llegar a la
liberación última y final, a la salvación
escatológica, a la parusía, a través de
pequeñas y sucesivas liberaciones terrenales. Esta
perspectiva de estudio crítico de la realidad, asumida con
la colaboración de las ciencias
sociales, fue dejando al descubierto la escandalosa manera
como muchas "criaturas de Dios" estaban contribuyendo a la
explotación, a la opresión, y la manera como la fe
se estaba convirtiendo en un elemento también
esclavizante.
Ante esta situación se comenzó a propender
por presentar al Pueblo una perspectiva de fe cristiana,
más acorde con los orígenes del judaísmo y
del cristianismo mismo, es decir, la fe como la
participación de Dios en la vida y en la historia de
su Pueblo que le ama y al que ama. No en vano se ha
llamado desde siempre, a lo que es la "historia patria" de
Israel, la
"historia de la salvación". No se puede concebir la fe y
la revelación del Dios de Jesús, de nuestro Dios,
como una fe de capilla, esotérica, desentendida de las
realidades más simples pero a la vez más sublimes
de la vida del hombre, puesto
que lo magnífico de nuestra fe es la encarnación de
Dios en la historia viva de la humanidad, es el hecho de saber
que Dios se ha hecho hombre, para
reconciliar al hombre con Dios y para dar plenitud a
través del Espíritu, a los hombres, a los pueblos y
a su historia.
"Este Espíritu es el mismo que se ha hecho
presente en la encarnación, en la vida, muerte y
resurrección de Jesús y que actúa en la
Iglesia. No es, por consiguiente, algo alternativo a Cristo, ni
viene a llenar una especie de vacío, como a veces se da
por hipótesis que exista entre Cristo y el
Logos. Todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en
la historia de los pueblos, así como en las culturas y
religiones
tiene un papel de
preparación evangélica,(47) y no puede menos de
referirse a Cristo, Verbo encarnado por obra del
Espíritu, «para que, hombre perfecto, salvara a
todos y recapitulara todas las cosas »".
Desde esta perspectiva, todo aquel que desee
comprometerse más a fondo con Jesús debe asumir muy
seriamente su compromiso histórico con la fe. Tenemos el
ejemplo del joven rico, quien intuía que no bastaba con
cumplir su ley para alcanzar
la perfección y por eso dice al Maestro: "ya he
cumplido con todo eso, ¿qué más me hace
falta?" Y Jesús le responde: "…si quieres ser
perfecto, anda, ve y vende todo lo que tienes y dáselo a
los pobres".
Por todo esto, durante todos los siglos, y de acuerdo
con las circunstancias epocales, el cristiano debe buscar la
manera, como se insistía anteriormente, de colaborar como
lo hizo Moisés, con el designio amoroso de Dios de salvar
a su Pueblo de todo llanto y sufrimiento. Para ello, mediante un
trabajo interdisciplinario con otras ciencias
debemos analizar en nuestro aquí y ahora, las
características de nuestra realidad, en el ámbito
social, cultural, político, religioso y económico,
y de qué manera estas características contribuyen o
entorpecen el compromiso social e histórico de los
seguidores de Jesús, para colaborar, en alguna manera con
la construcción del Reino de Dios.
Este trabajo pretende de alguna manera analizar
conjuntamente tres factores que conforman nuestra realidad, a
saber: por una parte, profundizar en las implicaciones sociales
del compromiso cristiano. En segundo lugar analizar las
características de nuestra condición postmoderna y
su disposición para asumir un compromiso con los
oprimidos.
En un trabajo que se plantea interdisciplinar, a partir
de una iniciativa eclesial, de fe, se debe partir teniendo como
fundamento el trabajar en torno a
propuestas teológicas, metodológicas y pastorales
serias. Tal es el caso del Directorio General para la Catequesis
de 1997, que en su conjunto nos presenta etapas y momentos
claramente definidos con la intención de tener siempre en
cuenta "la catequesis como acción evangelizadora dentro
del ámbito de la misión
general de la Iglesia. La actividad catequética, de ahora
en adelante, deberá ser considerada como partícipe
siempre de las urgencias y afanes propios del mandato misionero
para nuestro tiempo".
En el desarrollo del
Directorio se presentan algunas reflexiones e indicaciones
precisas, respecto de la parte social y la misión
evangelizadora. Vamos a enunciar algunos de los más
interesantes, como parte de un proceso que ya se ha hecho desde
la misma jerarquía eclesial:
"« De la catequesis, como de la
evangelización en general, podemos decir que está
llamada a llevar la fuerza del
Evangelio al corazón
de la cultura y de
las culturas ». Con anterioridad han sido expuestos los
criterios referidos a la adaptación e
inculturación catequética. Baste ahora afirmar de
nuevo que la catequesis tiene como guía necesaria y
eminente la « regla de la fe », ilustrada por el
Magisterio y profundizada por la teología. Por otra
parte, no hay que olvidar que la historia de la catequesis,
especialmente en el tiempo de los
Santos Padres es, en muchos aspectos, historia de la
inculturación de la fe y como tal merece ser estudiada y
meditada; historia, además, que nunca se para y que
exige períodos amplios de continua asimilación
del Evangelio".
Como un elemento de suma importancia tenemos los retos
que presenta el documento citado, sobre las tareas que tiene la
catequesis con respecto a la inculturación de la
fe:
"Las tareas de la catequesis respecto a la
inculturación de la fe Forman un conjunto
orgánico y son en síntesis los
siguientes:
- conocer en profundidad la cultura de las personas
y el grado de penetración en su vida; - reconocer la presencia de la dimensión
cultural en el mismo Evangelio; afirmando por una parte que
éste no es fruto de ningún humus cultural humano,
pero admitiendo, por otra parte, que el Evangelio no puede
aislarse de las culturas en las que se inscribió al
principio y en las que después se ha expresado a lo
largo de los siglos; - anunciar el cambio
profundo, la conversión, que el Evangelio, como fuerza
« transformadora y regeneradora », opera en las
culturas; - dar testimonio de que el Evangelio transciende
toda cultura y no se agota en ella y, a la vez, discernir las
semillas del Evangelio que pueden estar presentes en cada una
de las culturas; - promover al interior de cada una de las culturas a
evangelizar una nueva expresión del Evangelio,
procurando un lenguaje de
la fe que sea patrimonio
común de los fieles, y por tanto factor fundamental de
comunión. - mantener íntegros los contenidos de la fe
de la Iglesia; y procurar que la explicación y la
clarificación de las fórmulas doctrinales de la
Tradición sean presentadas teniendo en cuenta las
situaciones culturales e históricas de los destinatarios
y evitando, en todo caso, mutilar o falsificar los
contenidos"
"La catequesis, a la vez que debe evitar todo tipo
de manipulación de una cultura, no puede limitarse a la
simple yuxtaposición del Evangelio a ésta y
«como con un barniz superficial », sino que debe
proponer el Evangelio« de manera vital, en profundidad y
hasta las mismas raíces de la cultura y de las culturas
».
Esto determina un proceso dinámico integrado
por diversos momentos, relacionados entre sí: esforzarse
por escuchar, en la cultura de los hombres, el eco (presagio,
invocación, señal…) de la Palabra de Dios;
discernir cuanto hay de valor
evangélico o al menos abierto a él; purificar lo
que está bajo el signo del pecado (pasiones, estructuras
del mal…) o de la fragilidad humana; suscitar en los
catequizandos actitudes de
conversión radical a Dios, de diálogo con los
demás y de paciente maduración
interior".
Todos estos elementos ayudan, no sólo, de manera
vital a alimentar la reflexión en torno a la
injerencia de la Iglesia en contextos socio culturales e
históricos concretos, sino además manifiestan la
preocupación social en el ámbito de la fe, y la
urgencia que existe de empapar toda cultura de los valores
del Evangelio, de lo cual es cada vez más consciente la
Iglesia.
Un último elemento que deseo rescatar del
Directorio es el que pone en evidencia que la
evangelización, como acto de fe, no se queda sólo
en la asimilación intelectual de contenidos, ni en la
vivencia externa de ritos, sino que, en palabras del mismo
documento, "alcanza al corazón y
transforma la conducta. Si es
así, la catequesis genera un modo de vida dinámico
y unificado por la fe, establece la unión entre la fe y la
vida, entre el mensaje cristiano y el contexto cultural, y
produce frutos de santidad".
5.2.- MARCO
TEÓRICO:
Respecto de la bibliografía existente, cuento con
cuatro libros
fundamentales. El primero es el libro de
Leonardo Boff, titulado "La fe en la periferia del mundo",
dónde en palabras del editor de la obra, se responde la
siguiente cuestión: "¿Cómo ser cristiano
hoy en un mundo de miserables, de sangrantes injusticias
sociales?". Partiendo de esta cuestión se inicia un
proceso que pretende la toma de conciencia sobre
la importancia del lugar social y la opción fundamental de
la vivencia de la fe, y se aclara que "…no basta con captar
la relevancia del lugar social. Es preciso definir los pasos
concretos, pastorales y liberadores, que traduzcan las opciones
en prácticas".
Una segunda referencia es el libro de Juan
Antonio Estrada, "Oración: liberación y
compromiso de fe", en el cual desarrolla toda una
justificación del carácter liberador de la
oración, partiendo de las críticas de los maestros
de la sospecha sobre el carácter alienante de no
sólo la oración, sino de toda la religión en general.
Luego de esta "apología" de la oración, hace un
desarrollo de
las diferentes formas de oración y lo que éstas
conllevan, con sus "bemoles". Finalmente hace una breve
descripción de lo que sería la praxis de una
oración liberadora, destacando el carácter de la
oración en la acción.
Con respecto al tema de la postmodernidad, son varios
los puntos de vista en torno a esta
cultura, cada autor presenta de manera variada sus puntos de
vista y en algunos casos se llegan a presentar diferencias
radicalmente opuestas. En lo que la mayoría si coinciden
es en que la postmodernidad no es una cultura que responde a una
evolución marcadamente cronológica,
ni que se presente como quien va a reemplazar al modernismo,
aunque sí la misma Postmodernidad es un movimiento
cultural contestatario a la modernidad. En
varios autores, como Bazarra y Lyotard, afirman que en un mismo
entorno, e incluso en la misma persona se presentan visos de
modernidad y
postmodernidad, como en una especie de sincretismo
cultural.
Desde otra perspectiva el asunto del compromiso social
del cristiano es ampliamente tratado por las conferencias
episcopales de Medellín y
Puebla.
A partir de allí es cuando el carácter
social del cristiano cobra una vigencia impresionante, no
sólo al nivel de la doctrina ni de lo meramente
conceptual, sino que además trajo implicaciones de tipo
práctico que se involucraron en la vida de muchas
personas, llevándoles a un compromiso social fuerte. Este
proceso, que implicó una experiencia fuerte de
reflexión teológica, desencadenó en una
nueva manera de hacer la teología, ya no de tipo
descendente, sino invirtiendo el proceso y haciéndola de
tipo ascendente, que se reconoció como "Teología
de la Liberación". Todo lo anterior a partir de la
segunda mitad de los 60ª e incluso hasta nuestros
días, aunque desde la década muerta de los 80ª
este proceso que se vivió en la Iglesia de América
Latina fue decayendo notablemente hasta el punto de que
muchos se adelantaron a pregonar la muerte de
la Teología de la Liberación.
Este proceso, originado por fenómenos de violencia y
narcotráfico, por lo menos en nuestro
país, y por la influencia de la postmodernidad, con su
carga de esoterismo y New Age, es el que nos ha sumido en el
desinterés por lo político y por lo
social.
A raíz de lo anterior la Iglesia y la
teología no han tardado en darse cuenta del peligro que
esto significa para la verdadera fe y para su compromiso con la
realidad y con la historia, es por ello que se ha trabajado y se
debe seguir trabajando la pastoral juvenil como una manera de
reacción y de toma de conciencia de estas
realidades.
Es, en último término, una función
importantísima de la pastoral juvenil, es llegar a ser el
espacio de reflexión y acción que motive e impulse
todo aquello que lo Postmoderno pueda tener de bueno y
útil para la instauración del Reino y el medio que
contrarreste los efectos demoledores de una cultura que pretende
ser egoísta e inmediatista.
Otros textos, ya no tan fundamentales son "Vayan y
evangelicen", de Noé Zevallos. "El destino del
hombre y del mundo", de Leonardo Boff.
3.2.- MARCO CONCEPTUAL:
- ANÁLISIS ESTRUCTURAL: Tipo de
análisis de la realidad que estudio los fenómenos
de orden ideológico y estructural que puedan ser causas
de la
pobreza. - CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS: Hacen
referencia a las mediaciones socio–analíticas,
según las cuales la teología se auxilia de estas
ciencias,
para que en un trabajo de carácter interdisciplinar, se
puede acceder a un análisis de la realidad más
acertado, completo y menos parcial. - COMPROMISO SOCIAL CRISTIANO: Una de las
dimensiones constitutivas de la fe en Cristo que asume una
postura definida frente al mundo y a la sociedad y que propende
por una transformación de la misma para acercarla en la
medida de lo posible al ideal del Reino de Dios. - CONDICIÓN POSTMODERNA:
"No es una doctrina, no es una filosofía, no es un
sistema, sino
básicamente, se trata de un estado de
ánimo de la gente y de un conjunto de actitudes
características de la cultura actual, con respecto a la
modernidad". Se habla de la condición Postmoderna, y
no de la Generación Postmoderna, según la
definición del mismo Lyotard, quien junto con el mismo
Vattimo, se consideran los mejores representantes de la
Postmodernidad. - CONDICIÓN: Es el conjunto de
personas que viven en una misma época y que comparten
una misma manera de pensar, de actuar, de ver el mundo. Se
podría decir que comparten una misma filosofía y
una misma cosmología. - DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: Conjunto
de documentos que
emite el magisterio eclesial con el fin de orientar a los
fieles respecto de su compromiso social ante el mundo. Son
pautas pastorales de acción para permitir que la
presencia de todo creyente cristiano sea transformadora de la
sociedad y presencia del Reino de Dios. - EGOÍSTA:
(. Yo) m. Dícese del
inmoderado y excesivo amor de
sí mismo; al igual que del sujeto humano que subordina
el interés ajeno al suyo. Se aplica a la persona que
busca su bienestar por encima del de los demás. Desde el
punto de vista filosófico el individualismo ético
es una manifestación de algunas posturas
filosóficas de los pensadores como Hobbes que
interpretan el origen de la sociedad, el estado y
las leyes como un
contrato que
pone límites a la naturaleza
belicosa, agresiva y bestial del hombre, ("el hombre es un
lobo para el hombre"). Contrario a Altruismo. En
este trabajo se determina que es, junto con el hedonismo, una
acentuada característica de la
postmodernidad. - ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA FE
CRISTIANA: Conjunto de criterios que dan coherencia y
sentido a la vida de la comunidad de
creyentes en Cristo, que permiten delimitar los alcances y las
consecuencias de ser Cristiano en el mundo actual. - ESOTERISMO:
(óS
Secreto). Se aplica a algunas doctrinas filosóficas o
religiosas que se daban a conocer a algunos miembros a quienes
se estima privilegiados y escogidos, por lo general miembros de
determinada escuela o a
los iniciados. Es una nota particular que se manifiesta
nuevamente en la condición postmoderna. - ESPIRITUALIDAD ENCARNADA: Desde una
perspectiva cristiana, se aplica este término a la
espiritualidad de la comunidad
según la cual se contempla el misterio de Jesús
quien se hizo hombre, (se encarnó) asumiendo la plenitud
de la condición humana en sus gozos y esperanzas, pero
también compartiendo la finitud y la
limitación. - FACTORES
TEOLÓGICO–PASTORALES: Dimensiones de la
reflexión que hace la Iglesia sobre su actividad y
praxis concreta en el mundo, acerca de varias circunstancias,
tales como la juventud, la sociedad, los enfermos, la educación, etc. - FUNDAMENTALISTAS: Se dice de aquellos
grupos de
carácter religioso, social, político y
científicos (cientismo o cientifismo), que son radicales
en sus posturas y que se empeñan en dar a una
interpretación textual, asumiendo las consecuencias que
de ello se deriva. "Movimiento, basado en la
interpretación literal de los textos sagrados y en la
negación de conocimiento
científico". - HEDONISTA:
. Placer. En la antigua
Grecia su
principal representante era Epicuro (341 – 270 A.C.) quien
sostenía que lo bueno era aquello que producía
placer. Es famosa su carta a Meneceo
en la cual expone su doctrina. Persona que toma como
filosofía y fin único de la vida el
placer. - INDIFERENCIA POLÍTICA:
Tendencia en la postmodernidad que manifiesta una apatía
y desprecio por las formas tradicionales de
manifestación de lo político en las sociedades,
y en general por todo lo que suene a institucional y normativo.
Aparece como una reacción ante el carácter de
hipocresía y falta de credibilidad de la clase política
tradicional. - INJUSTICIAS SOCIALES Y ESTRUCTURALES:
desde el punto de vista filosófico y jurídico se
refiere a acciones y
situaciones coyunturales y estructurales que atentan contra un
orden social justo en el cual se respete la dignidad inherente
a cada uno de los seres humanos; desde el - punto de vista teológico acciones que
atentan contra la dignidad de los hijos de Dios. Se deduce del
análisis de la realidad que las situaciones de pobreza y
miseria se derivan de la estructura
política, social y económica que
las permite y protege. De lo cual se colige que dichas
injusticias no son de orden casual, sino causal. - MEDIACIONES SOCIO – ANALÍTICAS:
Se aplica este concepto al
apoyo que recibe la teología de parte de las ciencias
sociales y humanas, para interpretar la realidad y poder luego
transformarla. - PASTORAL: Hace referencia a la
práctica que por parte de la Iglesia se instituye para
hacer eficaz presencia de su acción
evangelizadora. - POSTMODERNISMO: Época de la
historia de la humanidad que se ubica después de la
época contemporánea y que surge como una manera
de responder a aquello que la época moderna, anterior a
la contemporánea, impuso con sus pros y contras. Conjuga
el arte
Postmoderno, la filosofía post–estructuralista y
la teoría de la sociedad
post–industrial. "Defino lo Postmoderno como la
incredulidad con respecto a los metarelatos". - TEOLOGÍA DE LA
LIBERACIÓN: Modo particular de hacer
reflexión teológica desde el continente
latinoamericano. Esta forma de teología se fundamenta en
una lectura de
los documentos del
Concilio Ecuménico Vaticano II, y se fundamenta en hacer
lectura de
la realidad de América
Latina a la luz de la fe,
con un empeño liberador del hombre de toda estructura
que le oprima.
1.- LA POSTMODERNIDAD: UNA NUEVA FORMA DE VER LA
VIDA.
Al paso de los días de estos últimos
años del milenio, en los cuales abundan decenas de miles
de personas, instituciones
y tendencias que vaticinan sobre lo que será de la
humanidad durante el tercer milenio, se hace cada vez más
evidente la necesidad que tiene la Iglesia de presentar a todos
los hombres en general, y a los cristianos en particular algunos
elementos básicos y fundamentales, que representen ese
faro en medio de la oscuridad, esa seguridad en
medio de la confusión.
Una de las muchas tendencias que se presentan ahora es
la que se denomina la Postmodernidad. Pero, ¿qué es
en últimas la condición Postmoderna?
¿Qué es lo que la hace tan polémica?
¿Es absolutamente irreconciliable con las doctrinas y
enseñanzas de la Iglesia Católica? El pensamiento
Postmoderno, en cuanto rechaza todo proyecto que
pretenda ser totalizante, universal, no sólo es un enemigo
frontal del proyecto de la modernidad, sino también de
cualquier otro en el que aparezca la pretensión de sentido
global y de orientación general de la vida. ¿No es,
desde este punto de vista, el polo opuesto del cristianismo?
¿ Cabe esperar algo más que una
confrontación dura y de rechazo violento por ambas
partes?
Son varios los analistas que buscan soluciones
conciliadoras, para apostar por un cristianismo en la
postmodernidad y un postmodernismo abierto a la posibilidad de lo
cristiano. Entre ellos vale la pena destacar al español
José María Mardones, quien a lo largo de extensos y
valiosos escritos ha tocado el tema de la incullturación
de la fe cristiana de manera, por lo menos a mi juicio, muy
acertada, con pasión por Cristo, pero sin apasionamientos
cerrados. Precisamente, en esta primera parte resulta
significativo transcribir dos párrafos de uno de sus
textos, que expresa muy bien el dilema que se presenta a la fe,
frente a la sensibilidad Postmoderna.
"La Postmodernidad, con su llamada a la despedida
de todo fundamento y la desmitificación radical de toda
realidad global, es una forma de ateísmo nihilista que
no pretende reapropiarse de nada, y por eso mismo representa el
rechazo máximo de Dios y la religión. Nos
hallamos –parece ser– ante la liquidación
más exhaustiva de las raíces de lo sagrado y de
la aproximación a Dios.
Con esta tarjeta de presentación,
¿cabe esperar algo del diálogo cristiano con la
Postmodernidad? O acaso, como a menudo ha ocurrido,
detrás de la crítica radical, nihilista, a la
religión
¿puede aparecer una vivencia religiosa más
depurada y auténtica? Quisiéramos, al menos,
explorar esta última hipótesis".
Estas preguntas, y algunas reflexiones importantes, se
tratarán en este trabajo que pretende ser simplemente eso,
unos puntos para la reflexión y el cuestionamiento, sobre
todo en lo que respecta al quehacer pastoral, de quienes
trabajamos con la juventud.
1.1.- LOS NUEVOS ÉNFASIS.
Un primer elemento a tener en cuenta, con miras a
propiciar un acercamiento a la juventud Postmoderna, se refiere a
los énfasis que se tienen. Algunos valores,
algunas perspectivas que se absolutizaron durante épocas
anteriores, pierden vigencia para la condición actual.
Esto ocasiona un serio conflicto
inter–generacional, una gran depresión
entre los que se consideran Modernos y una cierta incomodidad y
sensación de incomprensión en los
Postmodernos.
Cuáles serían entonces estos nuevos
énfasis, a los cuáles la Postmodernidad da mayor
validez.
1.1.1.- LAS ÉTICAS
Toda persona, independientemente de su cultura, raza,
lengua,
ideología; y sin que intervenga tampoco su nivel de
estudios, ni nada por el estilo, se mueve de determinada manera
ante los diferentes estímulos, de acuerdo a aquello que
más le convenga. Quienes han tenido acceso a la
transmisión cultural programada, a lo que conocemos con el
nombre de educación, pueden
elaborar de manera más planeada y reflexiva esa lista de
cuestiones y circunstancias que más le convienen. A esta
elaboración planeada y consciente de aquellos que
más nos conviene o se haya conscientemente acostumbrado,
es a lo que damos el nombre de "Escala de
Valores".
Decíamos anteriormente que todo el mundo se mueve
de acuerdo a aquello que más le conviene o de acuerdo a lo
que conscientemente se haya acostumbrado, y también que
hay algunos que lo hacen de manera consciente y premeditada. Por
lo tanto podemos deducir que hay quienes actúan
según algunos valores que no
han asumido de manera personalizada, sino más bien
casualmente. Esto no significa que no tengan valores, solamente,
que no son conscientes de ellos.
A estos valores que motivan los comportamientos es a lo
que conocemos como la ética. En
sentido estricto, estos valores reciben tal nombre porque es algo
que vale, que es valioso, que cuesta. Sin embargo, hay algunos
comportamientos, que a juicio de una mayoría, son
negativos y que según el parecer de dicha mayoría,
no merecen llamarse valores, sino más bien, antivalores.
Pues bien, hablando en sentido estricto vamos a dar el nombre de
valor a
aquello que motiva a todos a actuar de una manera determinada, y
"escala de
valores" a aquellas motivaciones que han sido
reflexionadas y asumidas de manera consciente.
Las cosas fueron evolucionando en la humanidad, de tal
manera que esta escala de
valores, que ha sido reflexionada y asumida de manera consciente,
fue contando con el reconocimiento social de algunas
mayorías, y es a lo que reconocemos como la
ética. Posteriormente la
ética, se fue fundamentando en juicios que
además de ser reflexionados y asumidos como valiosos
(valores), por la inmensa mayoría, tenían el aval
de una entidad superior, extra – terrenal y trascendente, a la
que en términos muy nuestros llamamos Dios (aquí va
surgiendo la categoría de lo que es bueno y lo que es
malo). Esta calidad de la
ética,
que como se dijo anteriormente se atribuye a entidades superiores
a la humana, se le denominó como moral, para
explicitar su carácter netamente religioso y establecer
las respectivas diferencias con los ambientes paganos.
La anterior es sólo una de las posibles
relaciones que se pueden establecer entre ética y
moral, sin
embargo se presentan posturas en las cuales la moral no se
considera como propiedad
exclusiva del ámbito religioso, sino que se le atribuye
carácter de inherencia a la naturaleza
humana. Para efectos de este análisis, tomaremos, no
obstante la ubicación de la ética ene
l plano exclusivamente humano, y la moral
dentro del contexto religioso.
En todo caso, durante estos últimos años,
se ha venido hablando inicialmente de la pérdida de
valores y luego de la relativización de los valores,
hasta el punto que los valores
antiguos y las seguridades que de ellos se derivaban, se
veían amenazadas. Una persona que había vivido, y
luchado por ciertos ideales, veía su empresa destinada
al fracaso y era entendible el experimentar cierta
frustración
Ahora bien, el juicio de las generaciones actuales,
Postmodernas, que se lanza desde la perspectiva de las
generaciones anteriores, modernas, no se elabora, por lo menos en
un principio, partiendo de reflexiones profundas y amplias, sino
desde la perspectiva de una condición que se ve amenazada
de extinción, puesto que sus principios y
políticas, se ven relativizadas. Por lo
cual es fácil deducir que el concepto moderno
sobre lo Postmoderno es un concepto
apasionado y visceral. Ya más adelante tendremos la
ocasión de profundizar en un análisis más
amplio y sobrio respecto de este tema. Por el momento es
importante resaltar el siguiente análisis:
"La preocupación por la pérdida de
los valores,
por la moral
puritana, sería lo fundamental en el diagnóstico del Neoconservadurismo frente
a la Postmodernidad. Nos hallamos, por tanto, ante una crisis
cultural, mejor dicho, moral o,
todavía con más precisión, espiritual. Y a
pesar del triunfo actual del capitalismo
democrático, aquí está su debilidad. Los
Neoconservadores son intelectuales serios, rigurosos. Lejos de
cantar victoria, avisan de los agujeros que pueden erosionar el
sistema. Es una
atención sobria en servicio de
un mayor fortalecimiento de un modo de configurar la sociedad
moderna".
Podremos concluir entonces que, lo que más irrita
de la condición Postmoderna a los modernos es el que haya
osado proponer una ética
nueva, o mejor una nueva concepción de ética y unos
nuevos énfasis éticos.
1.1.2.- LAS ESTÉTICAS:
En lo que tiene que ver con la estética, la
podemos definir como la capacidad que se posee para asombrarse,
por lo cual tendremos que acudir necesariamente a la
sensación y luego a los
sentidos.
La estética, en términos simples, es la
manifestación agradable a los sentidos de
las realidades. Esto, que es lo fundamental, no cambia para los
modernos ni para los Postmodernos, la definición de
estética es universal y trasciende las limitaciones
espacio – temporales, la estética es la misma para unos y
para otros… y para todos.
Lo que varía es la expresión de la
estética, porque tratándose de impresionar y
agradar a los sentidos es
preciso tener en cuenta que los gustos y las emociones no son
universales ni trascienden la dimensión espacio –
temporal.
Pero esta concepción de la relatividad de la
estética, o de los conceptos estéticos, es un
concepto
asumido realmente por lo Postmoderno, y difícilmente
asumido por lo moderno. El modernismo, en
su impulso racionalista y positivo, reglamentó la
estética y admitió el pluralismo estético
sólo dentro de ciertos parámetros. Para expresar
mejor lo anterior, podemos decir que en el temperamento moderno
se abrió la gama de posibilidades de expresión de
la estética, pero fue una gama limitada.
En cambio desde
la perspectiva Postmoderna, no se ofrece una gama de
posibilidades para la expresión estética,
simplemente siempre habrá espacio para una nueva
manifestación, sin reglas preestablecidas, sí, pero
también con sus propias reglas.
Aquí resulta interesante traer a colación
un aporte de Mardones que destaca la estética como
importante componente cultural, y además lo relaciona con
la dimensión religiosa:
"La Postmodernidad dice relación con lo
estético. De hecho, <<Postmodernidad>> fue
una palabra importada por Lyotard desde este ámbito del
conocimiento. Pero hay que precisar las
analogías y diferencias y, sobre todo, cómo es
asumida la estética en el pensamiento
Postmoderno. Una vez aclarado este aspecto, comprenderemos que
también por esta vía hay una crítica
(¿y aporte?) de la sensibilidad Postmoderna a la
religión".
Por lo tanto, la concepción estética
moderna choca violentamente contra la propuesta Postmoderna. Ante
una estética delimitada y legislada, se propone ahora una
estética que crea sus propias leyes, ignorando
las leyes de otras
propuestas estéticas. Esta situación
irreconciliable para los modernos, y vista como enriquecedora por
los Postmodernos, genera un conflicto
particular: Unos dispuestos a exponer y defender sus perspectivas
y otros interesados sólo en exponer con convicción
sus impresiones, seguros de ellas,
pero también sabiendo que su perspectiva es una, entre la
amplia gama que existe y que se ampliará aún
más cada vez.
1.1.3.- LO ECOLÓGICO.
Otro marcado acento que se distingue con facilidad en
las preferencias de la condición postmoderna, es la
preocupación por el medio
ambiente. En décadas anteriores el superhombre creado
por la modernidad, seguro de
sí mismo hasta la idolatría y enceguecido por las
luces de la razón llevada hasta la irracionalidad, se
encargó de explotar los recursos de la
naturaleza,
seguro de
poder
explicar, transformar y utilizar todo lo que a su mano estuviera,
y esto acarreo una saturación del planeta, y una mengua en
la condición de recursos
naturales, que ahora nos tiene en situación
crítica. Esta situación abrió los ojos y las
conciencias de un buen número de personas que decidieron
entregarse sin tregua a una lucha que demandaba la
participación de una ingente mayoría. A estos
movimientos que se fueron gestando a raíz de la
preocupación por el mundo y por la supervivencia del
hombre, cuya vida, en últimas era la que peligraba, se les
denominó movimientos ecológicos.
Ante la avalancha de amenazas que se volcaban sobre la
vida humana surgen cada vez con una mayor fortaleza agrupaciones,
movimientos y campañas que pretenden concientizar a
multitudes sobre la importancia de una organización seria que oponga resistencia a las
humanas plagas destructoras que amenazan contra su misma
perpetuación.
Sin embargo, en el marco de esta noble lucha que ha
emergido de mentalidades realmente sanas, se involucran poco a
poco células
que invaden las masas enormes de los "movimientos verdes" y se
van constituyendo en fermento que hace crecer, y a la vez que
aprovecha la ingenuidad de las conciencias. Son muchas y famosas
las multinacionales que engrosan sus bolsas a base de la
conciencia ecológica, desde la venta de los
cuadernos "línea verde", hasta la conmovedora
campaña para transplante de pulmón de una
pródiga "mosca mamífero". En este amplio abanico
que se abre entre las más ingenuas simplezas y las
más inverosímiles excentricidades y estupideces se
manejan millonarias sumas que hacen que poco a poco la conciencia
ecológica se transforme en negocio y hasta en mafia, y que
se abuse de la relatividad postmoderna con el ánimo de
alimentar el ego de esta condición y las cuentas de los
taimados comerciantes.
Pero en últimas lo más impresionante es
que la preocupación por esta ecología, se
desentienda de la preocupación por la más necesaria
y vital de las ecologías, como es la ecología humana.
Porque no se entiende que una fundación invierta millones
en salvar un animal determinado, mientras al lado de su jaula
yace hambriento un ser humano.
Esta preocupación ecológica postmoderna,
cuyos orígenes son nobles y sanos, tenemos que irla
educando con el fin de no llegar a descentrar la atención
de la gente en lo que debe ser su máxima
preocupación: "la perpetuación de la especie humana
y su bienestar".
1.1.4.- LO RELIGIOSO.
Otro elemento de vital importancia en la
concepción antropológica y cultural de la
postmodernidad, es el religioso. Si establecemos en el tiempo
cronológico la postmodernidad como un "estilo" de fin del
segundo milenio, no tardaremos en comprender la vitalidad del
elemento religioso para quienes la componen.
Aquí no deja de ser sorprendente la forma en que
los miembros del mundo del siglo XXI aún manifiestan, con
exteriorizaciones más sofisticadas, claro está, las
mismas tendencias míticas y supersticiosas que los
aborígenes y que los radicales jefes religiosos
medievales.
Suenan las campanas del fin del mundo, y el temor se
apodera de las desarrolladas mentes cibernéticas, que
tiemblan de miedo y acuden al infalible poder de
ciencias
alternativas.
En medio de la confusión y la increíble
variedad de ofertas religiosas, que venden la salvación y
la felicidad ante una demanda cada
vez mayor, se encuentran grupos con
tendencias neoconservadoras que intentan una regresión
hacia formas caducas; movimientos religiosos de origen oriental y
graciosamente adaptados al gusto de occidente; sectas
evangélicas; nuevas iglesias cientistas; agrupaciones
satánicas; filosofías existencialistas; etc. Y a
pesar de tanta disparidad, y de lo contradictorio de las
propuestas, una cosa es clara y común: "hay una
búsqueda desesperada de la trascendencia y la
salvación".
Y en este espacio es preciso educar a las gentes con el
ánimo de comprender su inherencia religiosa, de manejar
sus sentimientos y ante todo de evitar que sean manipulados por
aquellos escépticos de todo que juegan con la credulidad
de todos.
Aquí es necesario que hagamos claridad sobre el
interesante fenómeno del Neoconservadurismo (NC.), que me
atrevería a afirmar que también hace parte de la
Postmodernidad aunque el término en sí mismo
aparece como contradictorio a lo Postmoderno. El mismo Mardones
lo trabaja como un criterio reaccionario ante la sensibilidad
Postmoderna, pero para mí es una de las múltiples
facetas que no sólo tiene la Postmodernidad, sino que
además la acepta según su criterio de
pluralidad.
En el ámbito de lo NC, juega un papel muy
importante la vuelta a formas tradicionales de religiosidad, como
estrategia
necesaria para mantener o recuperar ciertos valores –ya
algo de esto habíamos mencionado anteriormente –. Y
esto se ha convertido para retroceder hacia cierta mentalidad y
espiritualidad que, considero, había sido afortunadamente
superada. Y digo esto porque eran formas religiosas más al
servicio de
una ideología o un establecimiento determinado, que al
servicio de la
persona, que por lo menos sería lo más
auténtico de la vida cristiana.
"La ética NC es una ética del
sistema
capitalista democrático. Y es una ética que se
presenta, en último término, como religiosa.
Tiene raíces en la tradición bíblica. Se
ofrece así una afinidad cristiano–capitalista que,
al menos, debe ser mirada con ojos críticos. Las
manipulaciones han sido frecuentemente el verdadero contenido
que se ocultaba tras tales afinidades.
Pero todavía peor es que, más o
menos inconscientemente, se solicite de la religión
cristiana entrar en el juego de
esta proximidad y aún en relaciones de familiaridad y
vínculos de sangre con el
sistema. Se usa
la religión para justificar, más o menos
directamente, al sistema. Nos tememos que este es hoy uno de
los peligros socio–culturales de nuestro momento. Subido
en la cresta de la ola del triunfo inapelable, el sistema,
además de presentarse sin alternativa, se presenta
racional, humanizador y religioso. Por supuesto, en principio
no hay que descalificar ningún sistema; pero tampoco
legitimarlo sin más. Quizá un buen servicio
actual de la religión cristiana sería agudizar su
sensibilidad y ojo crítico ante las bondades del sistema
capitalista democrático, aceptar sí sus logros,
capacidades y posibilidades; pero no bajar la guardia ante sus
contradicciones y deshumanizaciones".
Analizando también el revés de la
cuestión, si se critica la manipulación de la fe
cristiana con miras a mantener un establecimiento determinado,
debemos cuidarnos de justificar, también a base de
manipulaciones de la fe, ideologías socialistas o de
cualquier otro carácter. No se trata, de ninguna manera,
de una alternativa política, ni
siquiera, social; se trata más bien de asumir lo que nos
corresponde, como cristianos, integrando y, aún
más, reivindicando el papel social
que se nos exige de acuerdo al Evangelio.
Como se menciona más adelante, "ningún
sistema socio–político por teóricamente bien
fundado que esté, supera ni satisface los ideales y
presupuestos
de la vida según Cristo".
1.1.5.- LO POLÍTICO.
Cuándo nos adentramos en el mundo de la
política, y la significación que ella tiene para la
mentalidad postmoderna, nos embarcamos en una nave difícil
de comandar, porque en este aspecto tocamos un punto
neurálgico: "la política apolítica". Lo que
tradicionalmente se ha tenido por política pasa de largo,
en todo aspecto, para la mentalidad postmoderna. Definitivamente
quienes participan bajo cualquiera de sus formas de la
política, son considerados fuera de toda realidad y de
toda lógica.
Y sin embargo, hay una concepción política
del hombre, según la mentalidad postmoderna: la
política debe tender a facilitar que cada persona de la
sociedad alcance la felicidad. Y para ello se implementa algo
que
podríamos llamar la política de la
apolítica.
En un sentido originario política se
podría entender como la preocupación por el bien
común. Luego la tradición fue llevando a definir
política como las estrategias para
llegar a algún fin. En esta concepción
maquiavélica se mezclaban dos impresiones ambiguas, que
sin embargo, convivían armónicamente. Pero ahora,
donde prima la felicidad personal sobre
cualquier bien común, la política se torna en el
medio según el cual cada uno tira para el lado que
más le convenga, generando toda suerte de luchas por el
poder y el
dominio, y
lógicamente dejando excluidos a quienes no tienen la
manera de sobrevivir en esta batalla campal. Cada cual busque su
felicidad.
Desde esta perspectiva la política deja de
preocuparse por configurar el bien común y por tanto no es
difícil que entren en el juego de la
manipulación, los grandes ganadores de la
confusión: quienes manipulan todo a su acomodo e imponen
sutil o brutalmente, su voluntad. Aquí surgen la
globalización, el neoliberalismo, la apertura económica, la
privatización del estado, entre
otras. En todo caso, la política de lo apolítico en
el postmodernismo si bien es cierto que tiene preocupada a una
buena cantidad de pensadores y líderes, por otro lado
tiene contentos a aquellos pescadores de río
revuelto.
Pero, finalmente, también la concepción
apolítica de la política por parte de la cultura
postmoderna, se convierte en todo un reto, para quienes tengan
ciertas intenciones serias respecto de la educación de la
juventud, y en general del destino del mundo. Ante semejante
amenaza, como lo es la institucionalización del
egoísmo, es preciso generar una conciencia del bien
común, de la política en su sentido primitivo y
noble; es decir educar las conciencias con el ánimo de
realizarse y de alcanzar la felicidad todos juntos como especie
humana.
1.1.6.- LO SOCIAL.
En estrecha concordancia con el apartado anterior,
encontramos la concepción postmoderna de la
dimensión social. Esta dimensión que siempre ha
sido considerada inherente a la naturaleza
humana, en la concepción postmoderna se mantiene,
sólo que con unos rasgos particulares.
Por lo general se ha entendido la dimensión
social como aquella por la cual el hombre se beneficia de los
otros y a la vez se debe a los otros. Esta concepción de
lo social en un marco amplio, se cuestiona desde la mentalidad
postmoderna y se reduce simplemente como aquella dimensión
por lo cual yo me uno, o asocio o junto, con otros que me pueden
asegurar el pasarla bien sin comprometerme a nada.
De la primacía del altruismo se quiere pasar a
una recuperación de la dignidad de la individualidad
humana, pero atravesando un amplio marco que nos lleva al
desprecio de la ascesis, del trabajo y el compromiso por el que
está al lado sufriendo; sólo interesa el disfrutar;
los otros son importantes si nos aseguran el estar
bien.
De otra parte, algunas tendencias NC nos proponen
retomar algunas prácticas como el ascetismo, la
austeridad, etc. Sólo que en una dimensión mas bien
romántica y psicológica, que realmente cristiana.
No vale, por tanto, una simple llamada a la austeridad frente a
la sociedad consumista y hedonista. Detrás de la
recuperación de un cierto ascetismo de vida, de vuelta a
reivindicar el trabajo, la
disciplina y
la negación del despilfarro, no se halla necesariamente la
solidaridad.
Mardones nos presenta cómo M. Novak, uno de los
ideólogos católicos del NC americano insiste
repetidamente en que, tras el ahorro y la
inversión a la búsqueda de rentabilidad,
está inscrita, quiérase o no, una ética de
la solidaridad. La lógica
del sistema conduce a la preocupación por los otros.
Es difícil creer que las relaciones de intercambio
impulsadas por el interés propio calculado produzcan una
"solidaridad" que
exceda los intereses del grupo o clan.
Más que una ética de la solidaridad, se
produce una ética corporativista, gremial.
Tampoco la nueva llamada al ascetismo y la austeridad de
vida supone un cambio de
orientación en la lógica
de la producción, la rentabilidad y
las relaciones mercantiles, y sin un giro en la
orientación del dinamismo productivo, podremos, por mucho,
colaborar a la recuperación del sistema, pero no detener
su marcha hacia la explotación de los deseos humanos. La
austeridad que se propone para esta época es como una
terapia coyuntural para el sistema, pero no un remedio. Por esta
razón, este ascetismo no se hace en nombre de la solidaridad y la
justicia, sino
del mantenimiento
del sistema. Y no genera solidaridad, sino
corporativismo.
Utilizar motivaciones religiosas para extender y
legitimar esta recuperación de la austeridad es
funcionalizar la fe, y atentar contra lo que debiera ser, por lo
menos, el inicio de la institución de una sociedad mucho
más humana y justa.
En síntesis, es preciso explicitar que
ningún movimiento
reaccionario, por más justificado que crea estar, puede
pretender batir las banderas de un individualismo necesario en
contra del sentido de justicia,
equidad, dignidad y
solidaridad.
2.- LA AUTÉNTICA VIDA
CRISTIANA.
En este segundo apartado trataremos de vislumbrar
algunos de los elementos constitutivos de la fe cristiana. Estos
elementos constitutivos son como los pilares del cristianismo, y
para poderlos conjugar luego con lo que caracteriza la mentalidad
o el estilo Postmoderno, lo hemos dividido en tres dimensiones:
"implicaciones personales de la fe", "implicaciones
comunitarias" e "implicaciones sociales".
2.1- LAS DIMENSIONES DE LA FE.
2.1.1.- LAS IMPLICACIONES PERSONALES DE LA FE: EL
CONCEPTO DE
SALVACIÓN.
En este primer momento es necesario precisar que la fe
cristiana, por tratarse de un estilo de vida particular, implica
en un primerísimo lugar, la singularidad de la persona. La
fe en Cristo, la adhesión a su persona y a sus
enseñanzas, no puede entenderse como un fenómeno
sociológico, o cultural, (aunque tengan algo de esto). La
fe en Jesús lleva a la persona a decir "yo creo en
Jesús", que es algo mucho más íntimo y
enraizado que decir "le creo a Jesús", es pasar del
"Te Creo", al "Creo en Ti".
"Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo
envió para salvarnos es necesario para obtener esa
salvación. ‹Puesto que sin la fe… es imposible
agradar a Dios› y llegar a participar en la
condición de sus hijos, nadie es justificado sin ella y
nadie, a no ser que ‹haya perseverado en ella hasta el
fin obtendrá la vida eterna›".
Y desde esta perspectiva es necesario aclarar lo que
significa el concepto de salvación.
A lo largo de los siglos en toda la historia de la
humanidad, los hombres siempre han engendrado dentro de sí
una preocupación que rebosa sus sueños, anhelos,
ambiciones y conocimientos: la idea de la trascendencia.
Siempre ha habido hombres y mujeres, en todos los momentos y
lugares de la historia que les desvela la idea de dejar de ser;
que el simple hecho de imaginar que algún día ya
nadie dará cuenta de ellos, no les permite descansar en su
incesante tarea de dejar huella.
Y para el cristianismo esta preocupación no es
ajena. Y tan propia le es esta dimensión humana que le ha
dedicado grandes tiempos, reflexiones y escritos al tema, bajo el
concepto de la salvación. Para mucha gente este
término que pareciera un poco extraño, debido a que
la humanidad ha alcanzado un alto grado de desarrollo,
autonomía y grandeza, está resultando vital, hasta
el punto que hay decenas de miles de gentes en las ciudades de
América
Latina, que han vendido su alma, su tranquilidad y hasta su
conciencia a ideólogos y pastores que les han convencido
de que están supremamente perdidos y tremendamente
necesitados de salvación.
Este fenómeno no deja de llamar la
atención, más aún cuando en este tipo de
engaños caen no sólo gentes de escasa cultura, sino
también grupos completos
de reputados intelectuales y estudiosos.
Lo que se ha puesto de moda a finales
de este milenio es el comercio de
salvación. En todo lugar, y de parte de los más
diversos grupos, estamos
permanentemente recibiendo ofertas de salvación y
felicidad. Grupos religiosos
de todos los calibres, filosofías de todas las latitudes,
estilos de vidas realmente hermosos, (y por lo mismo
irrealizables y que ocasionan tremendas
frustraciones).
Para el cristianismo verdadero, este concepto de
salvación implica, no un estado de
angustia existencial donde reina el temor y la amenaza (ya que el
que no acepte a Jesús y lo que "él mande",
entonces necesariamente será castigado y condenado), sino
más bien un conocimiento
alegre de la buena nueva de Jesús, la aceptación
gozosa de su mensaje y la adhesión libre e igualmente
gozosa a su persona.
El Catecismo de la Iglesia Católica involucra un
apartado acerca de la salvación, en su capítulo
sobre "Nuestra Vocación a las Bienaventuranzas". Y
muy ligado al concepto de bienaventuranza y salvación
hallamos un espacio para "el deseo de
felicidad".
Se menciona en el citado texto que
"las bienaventuranzas responden al deseo natural de
felicidad" y anota que "este deseo es de origen divino:
Dios lo ha puesto en el corazón
del hombre con el ánimo de atraerlo hacia Él, el
único que lo puede satisfacer…".
Como reforzando la estrecha relación entre
bienaventuranzas, la salvación y la felicidad, se nos
dice: "Las bienaventuranzas descubren la meta de la
existencia humana, el fin último de los actos humanos:
Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación
se dirige a cada uno personalmente, pero también al
conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la
promesa y viven de ella en la fe" "Las bienaventuranzas
nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el
Reino, la visión de Dios, la participación en la
naturaleza divina, la vida eterna, la salvación, la
filiación, el descanso en Dios".
Otro elemento importante asociado a la salvación
es el que se relaciona con la liberación:
"Liberación y salvación. Por su cruz gloriosa,
Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los
rescató del pecado que les tenía sometidos a la
esclavitud.
‹Para ser libres nos libertó Cristo›, en
Él participamos de ‹la verdad que nos hace
libres›. El Espíritu Santo nos ha sido dado, y,
como enseña el apóstol ‹donde está el
espíritu, allí está la libertad› Ya desde ahora nos gloriamos de
‹la libertad de
los hijos de Dios›".
En síntesis, el concepto cristiano de
salvación va estrechamente ligado a la búsqueda de
felicidad, pero por su naturaleza, supera el concepto e ideal de
una felicidad que se agota fácilmente desde las miras
meramente humana, ya que implica el concepto de
liberación, con todo lo que ello trae consigo, y en el
ámbito de una salvación integral, no sólo
física,
política o económica; pero tampoco espiritualista,
elevada y etérea.
Identifiquemos ahora algunos elementos claves para la
compresión de las implicaciones personales de la fe en
Cristo.
2.1.1.1.- LA VIDA ESPIRITUAL.
Un primer elemento, que también está ahora
de moda entre los
Postmodernos, es la vida espiritual, pero para que la
espiritualidad cristiana, responda verdaderamente a lo que debe
ser, es preciso entenderla como el cultivo de la interioridad, a
través del abandono en Dios, e invocando siempre la
asistencia del Espíritu Santo, que nos lleva a discernir
la voluntad del Padre, y que nos fortalece desde dentro con el
fin de poder llevar a cabo la misión que
nos ha sido confiada.
En esto es importante aclarar que la vida espiritual
desde la perspectiva de fe en Cristo, es algo radicalmente
diferente a cultivar la interioridad a la manera de los
orientales (que también está alcanzado un auge
impresionante), con técnicas netamente humanas, para
alcanzar paz interior, tranquilidad y "armonía con el
cosmos". Estos elementos innegablemente ayudan a producir una
sensación de bienestar y de calma necesarias para que como
seres humanos nos libremos de tensiones que nos atan, pero la
espiritualidad cristiana va más allá e implica todo
el ser de la persona, no sólo su mente o su psicología.
"En esta nueva religiosidad –(habla sobre el
fenómeno del ‘retorno a lo
religioso’)–, y en especial a la New Age, el
término espiritualidad asume connotaciones bastante
alejadas de lo que la Iglesia Católica entiende por
ella. Es considerada, según Marylin Ferguson, en una
clave de esta conspiración pacífica que debe
caracterizar la Era de Acuario, la cual se expresa y ofrece a
través de numerosos caminos o métodos
inspirados en las más diversas fuentes y
con características muy especiales. En la
teología espiritual católica sabemos que la
espiritualidad se caracteriza por su cristocentrismo, donde
somos conducidos por el Espíritu Santo que nos revela a
Cristo y nos compromete con las realidades humanas que
están llamadas a ser cristificadas".
Para esto resulta oportuno citar una expresión
pronunciada por Mardones: "contemplación de los ojos
abiertos". No se trata, y en esto es necesario insistir, de
cultivar una actitud
interior, espirtualista, más que espiritual. Y al hablar
de la contemplación de los ojos abiertos, hacemos
referencia a una espiritualidad encarnada, realista y
comprometida con el medio en el cual esté
inserta.
Por otro lado, en cuanto a la necesidad de diferenciar
cierta "interioridad" de la Espiritualidad Cristiana, y de evitar
justificaciones, o mejor, reducciones de nuestra vida espiritual,
debemos valorar en su debida medida, el cacareado retorno a lo
religioso o a lo sagrado, sin llegar a considerar este
fenómeno como positivo ante las pretensiones cristianas de
oración, liturgia y mística.
"Podemos afirmar con cierta seguridad que el
florecimiento y el éxito de la New Age, en gran parte
constituyen un signo de la necesidad de lo sobrenatural, donde
muchas personas se sienten atraídas por sus ideales de
perfección espiritual. Será necesario, por lo
tanto, revalorizar los medios y la
experiencia espiritual de la Iglesia para recorrer junto al
Señor y los hermanos este camino de la vida sobrenatural
que le concede la vitalidad a nuestro testimonio. Así la
señalaba Pablo VI al afirmar que ‘sin esta
marca de
santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá la
brecha en el corazón de
los hombres de estos tiempos’….".
2.1.1.2.- LA VIDA LITÚRGICA.
La vida litúrgica cristiana, bien entendida, es
una manera evolucionada de vida espiritual, que se abre a la
posibilidad de la contemplación profunda de lo divino en
Cristo, y además que nos lleva a reconocer esta
contemplación ante los otros, con los otros y en los
otros.
En la descripción anterior hallamos tres
elementos fundamentales. En primer lugar lo que respecta a la
contemplación de la divinidad. La liturgia tendría
que entenderse como apertura a lo infinito, a lo divino. Es la
dimensión de la contemplación del ser humano
finito, limitado, ante una realidad que le sobrepasa, que escapa
a su comprensión humana y que le lleva a abrirse desde la
fe, a otras posibilidades que resultan más impresionantes
y liberadoras.
En segundo lugar nos referimos a lo que tiene que ver
con expresar la fe ante los otros. Esto es lo que
podríamos llamar el testimonio, es decir, el proclamar
nuestra fe públicamente, y el ser testigos de lo que
vivimos, delante de los hombres, para que sepamos que nuestra fe
no debe estar encajonada, y para mostrar a los demás que
esta misma fe aún es posible y que de hecho ya se
está haciendo realidad.
Otro elemento fundamental es el de la dimensión
comunitaria o eclesial de nuestra fe. La adhesión a la
persona de Jesús, tiene serias implicaciones comunitarias,
y en la celebración de la liturgia, esta dimensión
debe estar siempre presente. Para nosotros, no se entiende la
liturgia como un acto privado y excluyente, es nuestro deber
celebrar, juntos como hermanos, la fe por la cual nos sentimos
salvos.
Un elemento fundante de la liturgia es el que hace
referencia a lo festivo. Esta dimensión litúrgica
que está tan estrechamente ligado al concepto de
celebración, debe mantener siempre, y en esta época
de Postmodernidad con mayor razón, el carácter de
festividad, alegría, gozo.
Finalmente, es preciso hacer referencia al
carácter divino de la liturgia, según el cual
ésta es iniciativa de Dios, y por ello la alabanza surge
en la persona y en la comunidad como un
don suyo.
La segunda parte del Catecismo de la Iglesia
Católica, titulado "La celebración del misterio
cristiano", en su primera sección nos habla de la
liturgia como obra de la Santísima Trinidad, en la cual el
Padre es la fuente y fin de la liturgia, el Hijo lleva a cabo su
obra en ella y el Espíritu Santo como quien prepara a la
Iglesia para recibir a Cristo, para recordar y actualizar
permanentemente el misterio de Cristo y para que por medio de la
liturgia se asegure la comunión en el mismo
Espíritu.
2.1.2.- LAS IMPLICACIONES COMUNITARIAS. EL
CARÁCTER ECLESIAL DE LA FE.
Para el creyente en Cristo, la fe no es algo que
añade a su vida, como un título profesional o como
un artículo determinado, la fe es algo que le constituye a
sí mismo, que es inherente a su persona, y de la misma
manera que el carácter social hace parte de la naturaleza
de toda persona, el carácter eclesial de la fe hace parte
fundante de la experiencia cristiana.
A la manera de vivir como Iglesia se le denomina vida
comunitaria. Es decir se vive en común unidad, tanto de
bienes
espirituales como materiales.
2.1.2.1.- LA VIDA DE LA COMUNIDAD:
TENÍAN TODO EN COMÚN.
Este carácter eclesial de la fe nos remite a los
inicios de las comunidades cristianas, en las cuales se
manifestaba de manera diáfana la presencia del
Espíritu de Jesús, a través de cada uno de
los acontecimientos de cada uno de los fieles al interior de su
comunidad.
Ilustremos esto que se ha dicho, a través del
relato de los Hechos de los Apóstoles:
"La multitud de los fieles tenía un solo
corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios
sus bienes, sino
que todo lo tenían en común. Los apóstoles
daban testimonio de la resurrección del Señor
Jesús con gran poder, y aquél era para todos un
tiempo de
gracia excepcional.
Entre ellos ninguno sufría necesidad, pues
los que poseían campos o casas los vendían,
traían el dinero y
lo depositaban a los pies de los apóstoles, que lo
repartían según las necesidades de cada uno.
Así lo hizo José, un levita nacido en Chipre, a
quien los apóstoles llamaban Bernabé (que quiere
decir: "El Animador"). Éste vendió un campo de su
propiedad,
trajo el dinero de
la venta y lo
puso a los pies de los apóstoles". (Hch. 4,
32ss)
Una cosa debe quedarnos clara, esta actitud de
comunión no surge simplemente de los buenos
propósitos de los reunidos, es una actitud que se
alimenta de las más profundas fuentes
espirituales, y que por los efectos de estas mismas fuentes, se
produce en los fieles la actitud de la
comunión eclesial.
Pasando ya al ámbito de la aplicación, se
hace necesario que todos los cristianos nos abramos a la
acción del Espíritu Santo, para que éste nos
impulse a comunicar todo los que somos, sabemos y tenemos en
beneficio de quienes conformamos la Iglesia, y una vez inundados
de este Espíritu, actuemos decididamente por llevar a cabo
todos los ideales de la vida común. De esta forma se
habrán cumplido los principios
básicos de la acción comunitaria cristiana:
"iniciativa de Dios a través de la acción del
Espíritu Santo y decisión de la persona, para
captar y llevar a cabo las mociones que recibe del
Espíritu Santo".
2.1.2.2.- LA MISIÓN DE
LA COMUNIDAD: A LOS POBRES SE LES ANUNCIA LA BUENA
NUEVA.
Ahora bien, ya se había mencionado en un apartado
anterior que el cristianismo posee un carácter especial,
que lo distingue claramente de otras religiones y denominaciones:
Se trata de las implicaciones sociales de la fe, y que marca la
diferencia en cuanto a que no se queda en la contemplación
extática y espiritual (aunque la posee), sino que se abre
a la dimensión del otro.
Dicha característica esencial se enmarca en la
contemplación activa del misterio de la
encarnación. Ya desde los tiempos veterotestamentarios se
afirmaba con propiedad:
"nuestro Dios es un Dios vivo", lo que se confirma
plenamente cuando nuestro Dios se hace hombre, y planta su tienda
entre nosotros, y así nos lo recuerda el magisterio de la
Iglesia:
"Jesús nació del Pueblo elegido, en
cumplimiento de la promesa hecha a Abraham y recordada
constantemente por los profetas. Estos hablaban en nombre y en
lugar de Dios. En efecto, la economía del
Antiguo Testamento está esencialmente ordenada a
preparar y anunciar la venida de Cristo, Redentor del universo, y de
su Reino mesiánico. Los libros de la
Antigua Alianza son así testigos permanentes de una
atenta pedagogía divina. En Cristo esta pedagogía alcanza su meta: El no se
limita a hablar « en nombre de Dios » como los
profetas, sino que es Dios mismo quien habla en su Verbo eterno
hecho carne. Encontramos aquí el punto esencial por el
que el cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que
desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios
por parte del hombre. El cristianismo comienza con la
Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el
hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en
Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino
por el cual es posible alcanzarlo. Es lo que proclama el
Prólogo del Evangelio de Juan: « A Dios nadie le
ha visto jamás: el Hijo único, que estaba en el
seno del Padre, El lo ha contado » (1, 18). El Verbo
Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en
todas las religiones de la
humanidad: este cumplimiento es obra de Dios y va más
allá de toda expectativa humana. Es misterio de
gracia".
Cuando el cristiano decide de manera consciente y
radical asumir lo que la fe implica, debe mantener siempre
presente que es necesario adherirse a la persona de Jesús
en plenitud, y de una manera particular a su proyecto vital: "El
Reino de Dios". Esta claridad respecto al Reino de Dios, como
misión
fundante de la vida y hechos de Jesús es importante en el
momento de delimitar el proyecto personal de vida
de todo cristiano.
Por lo mismo es importante resaltar el carácter
preeminente que ocupa el Reino de Dios. La misión de todo
creyente en Jesús es trabajar por el Reino, y en
consecuencia esa es la misión de la Iglesia, lo que debe
llevarla a toda ella a trabajar teniendo en cuenta siempre que
debe ser consecuente con los propósitos de Cristo acerca
del Reino. De ninguna manera debe centrarse la Iglesia en
trabajar por sí misma como si fuese el centro de la
misión de Jesús. De esta misma manera es preciso
tener claridad sobre el significado de la Iglesia: esta es
instrumento del Reino. La Iglesia es la reunión de quienes
trabajan por el Reino. Lo importante de la Iglesia, y en esto es
importante enfatizar, es que le dé la máxima
importancia al Reino.
No se trata, y en esto es preciso hacer claridad, de
minusvalorar la misión, y acción de la Iglesia, que
tiene como fundamento el Reino de Dios, ni mucho menos
desvincularla de su estrecha relación con este. Iglesia y
Reino de Dios, no son términos excluyentes, más
bien son inter–dependientes y
co–relacionados.
"La Iglesia está efectiva y concretamente
al servicio del
Reino. Lo está, ante todo, mediante el anuncio que llama
a la conversión; éste es el primer y fundamental
servicio a la venida del Reino en las personas y en la sociedad
humana. La salvación escatológica empieza, ya
desde ahora, con la novedad de vida en Cristo: « A todos
los que la recibieron les dio el poder de hacerse hijos de
Dios, a los que creen en su nombre » (Jn 1,
12).
La Iglesia, pues, sirve al Reino, fundando
comunidades e instituyendo Iglesias particulares,
llevándolas a la madurez de la fe y de la caridad,
mediante la apertura a los demás, con el servicio a la
persona y a la sociedad, por la comprensión y estima de
las instituciones humanas.
La Iglesia, además, sirve al Reino
difundiendo en el mundo los « valores evangélicos
», que son expresión de ese Reino y ayudan a los
hombres a acoger el designio de Dios. Es verdad, pues, que la
realidad incipiente del Reino puede hallarse también
fuera de los confines de la Iglesia, en la humanidad entera,
siempre que ésta viva los « valores
evangélicos » y esté abierta a la
acción del Espíritu que. sopla donde y como
quiere (cf. Jn 3, 8); pero además hay que decir que esta
dimensión temporal del Reino es incompleta, si no
está en coordinación con el Reino de Cristo,
presente en la Iglesia y en tensión hacia la plenitud
escatológica.
Las múltiples perspectivas del Reino de Dios
no debilitan los fundamentos y las finalidades de la actividad
misionera, sino que los refuerzan y propagan. La Iglesia, es
sacramento de salvación para toda la humanidad y su
acción no se limita a los que aceptan su mensaje. Es
fuerza
dinámica en el camino de la humanidad
hacia el Reino escatológico; es signo y a la vez
promotora de los valores
evangélicos entre los hombres. La Iglesia contribuye a
este itinerario de conversión al proyecto de Dios, con
su testimonio y su actividad, como son el diálogo, la
promoción humana, el compromiso por la
justicia y
la paz, la educación, el cuidado de los enfermos, la
asistencia a los pobres y a los pequeños, salvaguardando
siempre la prioridad de las realidades trascendentes y
espirituales, que son premisas de la salvación
escatológica.
La Iglesia, finalmente, sirve también al
Reino con su intercesión, al ser éste por su
naturaleza don y obra de Dios, como recuerdan las
parábolas del Evangelio y la misma oración
enseñada por Jesús. Nosotros debemos pedirlo,
acogerlo, hacerlo crecer dentro de nosotros; pero
también debemos cooperar para que el Reino sea acogido y
crezca entre los hombres, hasta que Cristo « entregue a
Dios Padre el Reino » y « Dios sea todo en todo
» (1 Cor 15, 24.28)".
Más pruebas de
esta estrecha relación entre la Iglesia y el Reino de
Dios, nos lo pone en evidencia el Catecismo, no sólo
recordando que la Iglesia trabaja por el Reino, sino más
aún, estableciendo que la Iglesia es ya la
manifestación del Reino, cuando afirma que "corresponde
al hijo realizar el plan de
salvación de su Padre, en la plenitud de los tiempos;
ése es el motivo de su ‘misión’.
‘ El Señor Jesús comenzó su Iglesia
con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del
Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las
Escrituras’. Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo
inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La
Iglesia es el Reino de Cristo presente ya en
misterio"
Cuando en medio de su cautiverio, Juan El Bautista
envía a sus discípulos, para indagar a Jesús
si era él el que tenía que venir o si
tendrían que esperar a otros, la respuesta de Jesús
fue clara y categórica:
"Vayan y cuéntenle a Juan lo que ustedes
están oyendo y viendo: los ciegos ven, los cojos andan,
los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan, y una Buena Nueva llega a los pobres. ¡Y
dichoso aquél para quien yo no sea motivo de
escándalo!".
Esta respuesta de Jesús nos ilustra acerca de los
signos que hacían palpable la presencia del Reino de Dios.
De la misma manera nos corresponde a nosotros como cristianos
hoy, buscar la manera de hacer visible ese Reino de Dios entre
quienes nos rodean; y aquí nos referimos no sólo a
los hermanos en la fe, sino a todos los hombres, para responder
al llamado que nos hace Jesús respecto de trabajar por
hacer discípulos suyos a todos los hombres en todos los
rincones de la
tierra.
Ilustremos lo anterior con el siguiente pasaje del
Evangelio:
"Vayan y proclamen en mi nombre el arrepentimiento
y el perdón de los pecados, comenzando por
Jerusalén, y yendo después a todas las naciones,
invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos
de todo esto".
En este pasaje, que es como un testamento, se nos
encarga a todos los que nos adherimos a Jesús, a ser sus
testigos, a proclamarlo en primer lugar a quienes están
cerca nuestro, "…comenzando por Jerusalén"; y
luego
todos los confines de la tierra.
Este anuncio de la Buena Nueva no cae en la acepción de
personas, lugares, en general no hace discriminación alguna.
Y la razón de esta universalidad de la Buena
Nueva es muy sencilla. Puesto que la Buena Nueva no es otra que
la del Reino de Dios, entonces estamos llamados a llevar a cabo
las señales visibles de este Reino en "todas las
naciones".
2.1.3.- LAS IMPLICACIONES SOCIALES: PORQUE TUVE
HAMBRE Y ME DISTE DE COMER.
El otro elemento constitutivo de la doble perspectiva a
la que hemos hecho referencia, es el que tiene que ver con las
manifestaciones que nos llevan a lograr la salvación. Para
ilustrar mejor esta dimensión es necesario que recurramos
al siguiente texto del
Evangelio:
"Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria
rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el
trono de Gloria, que es suyo. Todas las naciones serán
llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al
igual que el pastor separa las ovejas de los chivos.
Colocará a las ovejas a su derecha y a los chivos a su
izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que están
a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen
posesión del reino que ha sido preparado para ustedes
desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me
dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui
forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas
y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en
la cárcel y me fueron a ver.»
Entonces los justos dirán:
«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento
y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin
ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en
la cárcel, y te fuimos a ver? El Rey responderá:
«En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de
los más pequeños de estos mis hermanos, me lo
hicieron a mí.»
Dirá después a los que estén
a la izquierda: «¡Malditos, aléjense de
mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para
el diablo y para sus ángeles! Porque tuve hambre y
ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de
beber; era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin
ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me
visitaron.»
Estos preguntarán también:
«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento
o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te
ayudamos?» El Rey les responderá: «En verdad
les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos
más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo
a mí.»
Y éstos irán a un suplicio eterno, y
los buenos a la vida eterna". (Mt. 25, 31-46)
Este pasaje que se presenta como gran conclusión
del discurso
escatológico del Evangelio de San Mateo, nos trae una
concepción novedosa de salvación, no sólo
para la mentalidad judía, sino aún para nuestros
tiempos, ya que se deja en claro que la esencia del cristianismo,
no radica en la cuestión espiritualista, (entendido
éste como contemplación etérea), ni en la
dimensión cúltica (adoración
carismática); aunque en la vivencia de los fieles se
hallen presente estos elementos. Lo esencial de la actitud y
actividad cristiana, radica pues, en la actitud de amor hacia
todos los otros, preferentemente hacia quienes tienen mayores
necesidad de este amor
misericordioso, oblativo y desinteresado.
"Dios que ha creado al hombre por amor lo ha
llamado también al amor,
vocación fundamental e innata de todo ser humano.
Porque el hombre fue creado a imagen y
semejanza de Dios, que es amor".
No en vano, este pasaje (Mt. 25, 31-46) que se ha
identificado por la tradición ulterior como el del juicio
final, nos deja en claro que la actitud de amor es la que se
utilizará como criterio de valoración por parte de
aquel que tuvo "el amor
más grande".
"Por encima de todo la caridad. Para concluir esta
presentación es oportuno recordar el principio pastoral
que enuncia el Catecismo Romano:
Toda la finalidad de la doctrina y de la
enseñanza debe ser puesta en el amor que
no acaba. Porque se puede exponer muy bien lo que es preciso
creer, esperar o hacer; pero sobre todo se debe siempre hacer
aparecer el Amor de
Nuestro Señor a fin de que cada uno comprenda que todo
acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que
el Amor, ni
otro término que el
Amor".
Sin duda alguna que esta dimensión social que
exige una opción clara y radical hacia el otro más
necesitado, es un elemento supremamente valioso dentro del
cristianismo, y aunque desafortunadamente ha estado algo
olvidado durante algunos períodos de la historia de la
Iglesia, la situación de miseria y abandono de muchos
hombres en un gran número de países del mundo, ha
hecho que, igualmente, cada vez un número mayor de
cristianos se sientan comprometidos en esta lucha por la dignidad
humana, que en últimas es una lucha por hacer posible y
visible el anuncio e instauración del Reino de
Dios.
Nos debe quedar claro, ante todo, que el principio de la
Caridad que recién mencionamos debe ir unido estrechamente
a la fe, para evitar las confrontaciones entre salvación
por la fe y justificación por las obras, lo que de todas
formas se desarrolla con profundidad en la doctrina paulina de la
justificación por la fe, y el llamado a demostrar dicha fe
por las obras, como lo trabaja Santiago en su carta.
3.- POSTMODERNIDAD Y VIDA CRISTIANA.
Una primera cuestión que tendremos que
plantearnos es sobre la relación que existe o
podría existir entre los elementos denominados
Postmodernidad y vida cristiana.
Para ello nos vamos a referir a toda una serie de
movimientos o tendencias
socio–político–culturales, que imperan en
nuestro medio, entre ellas, lógicamente, la
Postmodernidad, y si en realidad puede haber algún tipo de
relación positiva con lo que constituye los fundamentos
del ser cristiano.
Los inconvenientes se inician desde el momento mismo en
que se trata de definir el alcance y contenido que se acogen bajo
tres denominaciones principales que son: Postmodernidad,
Neoconservadurismo, y Modernidad. Pero todo
diálogo socio–cultural se realiza, quizá
inevitablemente, bajo la sombra de tales cuestiones. Es necesario
exponer los diversos puntos de vista o problemas
fundamentales donde surge la relación o la
contraposición entre la fe y estas tres tendencias
mencionadas. Es decir, la idea es tratar de presentar aquellas
cuestiones que desafían o interrogan más claramente
a la fe cristiana desde la sensibilidad de nuestro tiempo. Como
esta temática es ciertamente compleja y no es más
que una tentativa de discernimiento que conlleve al
diálogo religioso–cultural, estamos ante una tarea
abierta que nunca puede darse por concluida, y que evidentemente
tendrá una amplia gama de posibilidades para ser
abordada.
3.1.- LOS APORTES DE LA POSTMODERNIDAD A LA VIDA DE
LA IGLESIA.
Partiendo del supuesto consenso existente entre las dos
tendencias socio–culturales predominantes: Postmodernidad y
Neoconservadurismo, como manifestaciones más o menos
críticas, superadoras, legitimadoras o aberrantes de la
sociedad y cultura moderna, es importante tratar de ver, al hilo
de lo que la Postmodernidad y el Neoconservadurismo quieren
recuperar y reivindicar, el momento de verdad moderno o, mejor,
las cuestiones del (proyecto de la modernidad) que muestran su
pertinencia para la fe y la cultura.
Un primer elemento que habría que tratar es el
que tiene que ver con el relativismo. ¿Cómo una
tendencia cultural en la cual no se asigna cierta dignidad, o
preferencia si se quiere, a unos elementos sobre otros, puede
resultar compatible con el espíritu del cristianismo, el
cual define claramente sus parámetros? O en otros
términos ¿puede el postmodernismo, con las
características mencionadas anteriormente, aportar algo a
la vida de una Iglesia que sigue patrones de tan largas
tradiciones?
El pensamiento
Postmoderno se niega a la fundación última y a los
saberes definitivos. Tampoco cree posible dar un sentido objetivo y
total a la vida y a la historia. Cree poco en la potencia de la
razón humana. Brota de aquí una actitud
desencantada respecto de la razón radical del pensamiento
moderno ilustrado puede desembocar en el nihilismo, pero puede
dar origen también a una nueva disponibilidad
religiosa.
Sintetizo los rasgos más característicos
de esta nueva disponibilidad religiosa Postmoderna. Un asunto que
se muestra
interesante es que sea respetuosa con el absoluto de la
trascendencia, iconoclasta con la idolatría de las
fórmulas y ritos, así como con la
identificación de lo divino con las instituciones
concretas. Inclinada hacia el momento místico atisba en la
mirada inaugural a las cosas el manantial del ser desde el que la
presencia misteriosa comunica gratuitamente el sentido. Es decir,
que entraría en una dinámica más contemplativa y
carismática y menos institucionalizada y por ello mismo
alejada de la experiencia vital. Como consecuencia de lo anterior
sería una religiosidad de la experiencia, que cree porque
ha degustado de alguna manera la gran presencia ausente; es
proclive a la expresión paradójica y a valorar el
sentimiento por encima de la lógica.
Estos dos elementos con todas las consecuencias que se alcanzan a
percibir serían un grandioso aporte a la vida eclesial que
algunas veces decae en la rutina, la tradición (con
minúscula), y en los formalismos alejados de cualquier
implicación vital.
A todo lo anterior es preciso agregar una mejor pensada
pero a la vez contundente apología a la valiosa
tradición de nuestra Iglesia, que no se puede abandonar,
por su carácter divino primeramente, y por la riqueza que
con su caminar por los siglos ha acumulado, no para acaparar,
sino para acercarnos cada vez más a la vivencia del Reino
y a la contemplación del Padre por quien Cristo y el
Espíritu continúan trazando caminos para la
humanidad entera.
Es preciso que deduzcamos, brevemente, las cuatro
sugerencias fundamentales o posibilidades positivas que se pueden
presentar en la sensibilidad y pensamiento Postmoderno respecto a
la fe cristiana. En ellas hay recuerdos y tareas para el quehacer
teológico y pastoral.
El pensamiento Postmoderno pone de relieve la
insuficiencia de los planteamientos exclusivamente racionales
(ilustrados) ante los problemas
últimos. Hay, por tanto, una crítica abierta a la
dimensión funcional–instrumental o
científico–técnica de la razón
predominante en la sociedad y cultura modernas. Para percibir la
realidad que late en toda realidad no hay que intentar tanto
atraparla o someterla, cuanto no rehusar someterse a ella. Y este
abandonarse supone una actitud anti–objetivista,
descosificadora, desfundamentadora, abierta y a la expectativa
del acontecer de cada cosa en cada instante.
En esta perspectiva de crítica a la racionalidad
llevada al extremo, se percibe también una crítica
al colonialismo occidental que enmarca todo dentro de la
razón instrumental y comunicativa, y que ha llevado a
desestimar otras realidades importantes no sólo en la vida
común de los hombres, sino también en el desarrollo
de la religiosidad que se puede abrir a perspectivas y
experiencias diferentes a la captación racional de los
hechos de la historia salvífica, y de la vivencia y
experiencia de Dios.
El saber sobre el absoluto es débil. Esta
sería otra consecuencia del pensamiento Postmoderno. Algo
muy sabido por la teología y el teólogo, pero que
siempre corre el riesgo, como el
olvido de lo obvio, de ser abandonado o perdido de
vista.
En esta perspectiva, es interesante apreciar el parecer
de Mardones:
"La sensibilidad Postmoderna funciona aquí
como recordatorio, para todo hablar sobre Dios, del
carácter siempre tentativo, aproximativo, coyuntural, de
todo discurso
sobre el absoluto. Está llamado a ser corregido,
sustituido, completado, etc. Siempre vigilante para no incurrir
en idolatría, para no blasfemar de lo que dice
adorar".
Es decir, esta es una alarma que nos dispara la
Postmodernidad, para recordarnos que el discurso sobre
Dios siempre será insuficiente y que no dejará de
ser más que un tenue balbuceo.
Del absoluto se sabe por experiencia estética. Es
una consecuencia de lo anterior: del absoluto se tiene noticia
desde la existencia personal total.
El pensamiento Postmoderno, como ya se ha dicho anteriormente,
tiende a recuperar la actitud estética. Con acentos que
resultan de sabor místico secularizado, se propone una
superación de la concepción funcionalista del
pensamiento para avanzar por el camino del deleite. Profundizar
en la verdad será una cuestión de experiencia
estética. Estética de lo sublime, que en el caso
del absoluto es totalmente pertinente, pues se trata de evocar
una "presencia ausente" o impresentable (en términos
místicos), por la vía de hacer sentir que hay algo
que es impresentable, sublime.
Quizá se pueda ver aquí una sugerencia
para una teología y una espiritualidad centradas en la
cruz, la evocación cristiana desconsoladora de la
presencia ausente, impotente, entregada, de la humanidad de Dios
y en la opción por los pobres. Y sería
además una buena forma de introducir en la mentalidad
Postmoderna algo de sentido del otro que sufre, y de la
solidaridad para con éste mismo.
Ante el fracaso de fundar el sentido objetivo de la
vida y el mundo, surge la posibilidad de despertar el sentido
gratuitamente recibido. La Postmodernidad insiste en el fracaso
de los intentos racionales por justificar un sentido del mundo y
la historia tras proclamar "la muerte de
Dios". Esta situación nos abre al sentido de la gratuidad
de Dios y pone en tela de juicio, nuevamente, la pretendida
supremacía de la racionalidad en la interpretación
del mundo, la realidad y la verdad. Ahora se ve más claro
que tales proyectos son
grandes relatos legitimadores de lo que se quiere realizar, pero
no expresiones del sentido objetivo o de la verdad. Solo cabe,
por tanto, dar nuestro sentido a la vida y a la historia, o bien
descubrir la posibilidad de recibirlo gratuitamente. Incluso se
puede rastrear en algunas posturas Postmodernas que el
único modo de vivir con sentido es encontrarlo, desvelarlo
en el origen de las cosas mismas. La sensibilidad Postmoderna
ofrecería así una predisposición a una
actitud religiosa afín con la inconmensurabilidad de la
experiencia y la sospecha ahí del sentido trascendente;
que se da gratuitamente o no se da. Quizá el silencio
interrogante, ante el misterio de la Realidad, que no se atreve
ni a negar ni a afirmar, sería la mejor expresión
de esta religiosidad de la renuncia y la espera.
La Postmodernidad lleva en sus entrañas un
impulso hacia el pluralismo cultural, que puede degenerar en un
estrecho contextualismo. Pero leída positivamente esta
tendencia, (actitud que debemos ir tomando respecto de las
diversas posturas, sin caer en el relativismo), empuja hacia el
respeto y el
reconocimiento del otro en tanto que otro: las otras culturas,
los otros estilos de vida. No sólo queda relativizada toda
pretendida interpretación hegemónica, sino sobre
todo, occidental, frente las demás culturas.
En el contexto de la dispersión católica
hacia otros continentes y culturas diferentes de la
noratlántica, hay en esta sensibilidad Postmoderna una
llamada a una efectiva y real incullturación de la fe
cristiana en esas
otras culturas que, sin duda, supondrá una
Iglesia universal culturalmente policéntrica. Nos hallamos
ante un desafío calificado de equiparable al que
experimentó el judeo–cristianismo frente a la
cultura helénica. Aquí podemos evocar, por un lado,
los conflictos
entre las tendencias paulina y petrina y el famoso episodio de
los judaizantes; y por otro los dilemas que tuvo que afrontar la
Iglesia primitiva al entrar en relación con otros medios
culturales.
Ante este dilema de la incullturación, es preciso
que se tengan en cuenta algunas actitudes
claves, para evitar el relativismo o la simple
cohabitación, sin más, de diversos contextos. Una
primera es que cada uno tenga claro lo que cree, lo que quiere
vivir; es decir que cada uno sepa cuáles son sus
convicciones y que sea coherente con ellas.
"Un desafío eclesial y teológico que
no se podrá afrontar solo con la prudencia defensiva,
sino que requerirá una radicalización de la fe
cristiana. Por que una mala solución Postmoderna
sería apelar a una mera coexistencia de contextos
culturales sin relación alguna. La identidad
fundamental de las diversas inculturaciones exige un respeto y
reconocimiento mutuos en libertad y
justicia, a
la vez que un ahondamiento en lo que realmente no une.
Desarrollar las categorías puente de esta
mediación intercultural, incluso los modos (narrativos y
prácticos) para lograrlo, es el desafío ante el
que nos sitúa esta asimilación cultural mutua de
los diversos pueblos y culturas".
Procurando el acercamiento a una síntesis,
podríamos llegar a plantearnos que en una buena
proporción, a pesar de las engañosas apariencias, y
de las aparentes dimensiones irreconciliables entre las
tendencias culturales actuales y el cristianismo, se da el
espacio para que éstas hagan un aporte a la vida de
nuestra Iglesia y a la forma como hemos estado viviendo nuestro
cristianismo, nuestra fe.
Pero atendiendo a la prudencia necesaria, tendremos que
hacer algunos movimientos de alerta para evitar que algunas de
las inclinaciones Postmodernas penetren en la forma de vida de
cada uno de los fieles como elementos exclusivos en detrimento de
otros, que no por pensarse caducos por la actual cultura, implica
que de hecho lo estén y entonces los rechazamos de
plano.
Esta advertencia la hace ya Mardones, de quien
transcribimos el siguiente apartado:
"La Postmodernidad se puede leer, por tanto, no
como una negación o liquidación de lo religioso,
sino, quizá, como una nueva oportunidad. Pero no
está exenta de ambigüedades y peligros graves.
Sería interesante tratar de analizar la presencia de la
sensibilidad Postmoderna en el cristianismo de hoy. Es decir,
tratar de auscultar la contaminación de la sensibilidad
Postmoderna dentro del cristianismo. Y ver como, junto a
positivas revalorizaciones de la experiencia religiosa
vía los sentimientos y de lo
estético–simbólico, asistimos a
manifestaciones alérgicas a las dimensiones
crítico–sociales e intelectuales. Esta
religiosidad cristiana (Postmoderna) inclinada a lo emocional,
al esteticismo de los signos y poco proclive hacia la
racionalidad, puede ayudar a formas o manifestaciones
religiosas dogmáticas premodernas y a una espiritualidad
blanda, que hace dejación de la confrontación con
los retos sociales y con la dimensión política de
la fe".
Más aún, es preciso advertir que el grave
peligro de esta religiosidad es su adecuación al sistema o
status quo. Puede ser la religiosidad que proporcione sentido a
los hombres y mujeres desencantados por el deshechizamiento
científico–técnico y de la racionalidad
funcional de la modernidad, pero será una religiosidad que
dejará sin tocar esta sociedad. Todo lo más,
producirá pequeños grupos como mini–oasis en
un vasto desierto pero incapaces de detener el implacable avance
de la desecación del sujeto y del sentido de la vida y la
historia, que son algunos de los hechos reales que amenazan a la
humanidad en general, pero de manera particular a muchos de
nuestros jóvenes, que no ven claramente el sentido de su
existencia.
Desde este punto de vida, esta resumida
confrontación con la Postmodernidad nos conduce, a su
contraluz, de vuelta a la modernidad. Nos recuerda qué
dimensiones del proyecto de la modernidad, si bien es cierto
tienen que ser replanteados e incluso mermados, no se pueden
abandonar fácilmente, so pena de pérdidas y
regresiones. Es preciso insinuar, con la mirada puesta en la fe,
los aspectos de la modernidad que hay que impulsar y desarrollar
y de paso los elementos que la Iglesia, desde su perspectiva
cristiana puede brindar a la condición Postmoderna para
que alcance logros y desarrollos humanos integrales y
liberadores.
Para ello es necesario precisar que en un ambiente en el
que conviven múltiples formas culturales y sociales, no se
puede llegar a una radicalización que se cierre a otras
alternativas, ya que si bien es cierto, como se apuntó
anteriormente, que "del absoluto se sabe por experiencia
estética" según la tendencia postmoderna,
también lo es que a través de la experiencia
racional se puede llegar al conocimiento
de Dios, y esta es una posibilidad respetable.
3.2.- LOS APORTES DE LA VIDA CRISTIANA A LA
POSTMODERNIDAD.
Repensando este apartado, creo necesario plantear, como
ya lo esbocé recién en el párrafo anterior,
aquellos elementos que la Iglesia trabajó de una forma u
otra en la modernidad, y que son necesarios para complementar de
manera ideal los elementos novedosos y positivos que nos plantea
la Postmodernidad. Que quede claro que no sólo se
hará referencia a elementos de la vida cristiana en sus
dimensiones fundamentales y "teóricas", sino
también cómo se ha vivido (¿o se vive?) por
parte de los fieles en el período de la
modernidad.
Un primer elemento a tener en cuenta es la
recuperación de la racionalidad crítica. Es obvio
que se debe buscar una mayor mesura en cuanto las pretensiones de
esta racionalidad, ya que la crítica de la Postmodernidad
en este sentido, nos hace percatarnos de los abusos cometidos por
los modernos que pretendieron alcanzar el cielo con "las manos de
la razón" y que no produjeron mas que desencanto y
desilusión, generando la pérdida de cualquier rumbo
para la existencia humana.
En el desarrollo de las convicciones Postmodernas se ha
generado una actitud defensiva hacia todo lo que tiene que ver
con la absolutización de ideas, formas e instituciones,
lo que se denomina como la "sospecha". En lo que tiene que ver
con el carácter social y antropológico de la
religión es preciso estar atentos para que la Iglesia no
incurra en una hibridación por la cual se disfrace con
piel de
religión y de buenas intenciones algún proyecto
meramente humano, social o psicológico. Pero es igualmente
importante tener en cuenta que la Iglesia debe abrirse a un
diálogo con la cultura (inculturarse) y aprovechar la ya
amplia senda que ha abierto desde su "aggiornamiento", haciendo
referencia a la figura utilizada por Juan XXIII para denominar el
espíritu que animaba el Concilio Vaticano II. Ignorar este
camino que se ha seguido supondría la pérdida de
ilustración de la religión y de la
vigilancia del espíritu crítico que
fácilmente nos conduciría a ser ciegos ante las
funciones
ideológicas de la religión y a dejar al creyente en
manos del devocionismo y del fundamentalismo más o menos
dogmático, que es otro de los riesgos que tiene
el hecho de priorizar la experiencia carismática, el
sentido estético y el desarrollo místico de la
religiosidad, en franco detrimento de otras dimensiones de
nuestro ser cristiano.
Es necesario que desde la experiencia cristiana de
nuestra Iglesia aportemos al pensamiento Postmoderno algo de
apertura hacia un proyecto social, que si bien es cierto
tendrá que pensarse con mesura, también tiene la
responsabilidad de salir de sí mismo y
generar una actitud crítica ante los sistemas,
proponiendo parámetros de acción social solidaria.
Y más aún, teniendo en cuenta que la
Postmodernidad, acude al pensamiento fácil (¿o al
no pensamiento?), y que en ciertas líneas fundamentales no
se puede empalmar con los fundamentos de la vida en Cristo, es
preciso propender por una superación exitosa de
ésta misma Postmodernidad.
Esta apertura debe llevarnos también a analizar
que la crítica postmoderna de la modernidad no puede
suponer el abandono del espíritu de confrontación y
diálogo con la modernidad y su racionalidad. Menos
aún, permitir que encuentre aliados en posturas
pre–modernas que no solo desconfían de la
razón crítica, sino que nunca la conocieron ni
aceptaron, ya que otro de los vacíos que puede
experimentar el postmodernismo es, no la crítica al
racionalismo
extremo, sino la opción por una conducta
irracional. En otros términos se puede estar cayendo en lo
mítico (entendido en su acepción primitiva), bajo
la disculpa de lo místico.
Un elemento interesante que aporta la tradición
eclesial a la nueva sensibilidad postmoderna, es el que tiene que
ver por la preocupación por lo ecológico y natural.
No sólo se trata de trabajar en bienestar del medio
ambiente, como en un afán por asegurar la existencia
física. El
mundo, obra del amor infinito de Dios para con los hombres, es un
don que hemos recibido, no en propiedad,
sino en calidad de
administradores, por lo que debemos atender a la buena administración como quien asume
responsablemente una tarea delegada, no como una carga pesada,
sino como a quien le ha sido confiada una tarea con
amor.
Además podemos involucrar en este aspecto, la
dimensión mística cuando al contemplar la
creación, el mundo que nos rodea, surge, por le fe, el
reconocimiento de la presencia del creador:
"Creado a imagen de Dios,
llamado a conocer y a amar a Dios, el hombre que busca a Dios
descubre ciertas ‘vías’ para acceder al
conocimiento de Dios. Se les llama también
‘pruebas de
la existencia de Dios’, no en el sentido de las ciencias
naturales, sino en el sentido de argumentos convergentes y
convincentes que permiten llegar a verdaderas
certezas.
Estas vías para acercarse a Dios tienen
como punto de partida la creación: el mundo material y
la persona humana".
En este mismo aspecto cabe resaltar la sutil forma como,
a pesar de la aparente riña entre los postulados
científicos y los principios de la
fe, especialmente en lo que atañe al tema
creación/evolución, existe, por lo menos desde el
punto de vista de la fe, un vínculo que conlleva a la
admiración de lo que nos rodea, y sobre a todo a valorar
cada vez más los esfuerzos de la fe, no por despejar las
dudas respecto de "cuando y cómo surgió
materialmente el cosmos ni cuando apareció el hombre, sino
más de descubrir cuál es el sentido de tal
origen…".
"La cuestión sobre el origen del mundo y del
hombre es objeto de numerosas investigaciones
científicas que han enriquecido magníficamente
nuestros conocimientos sobre la edad y las dimensiones del
cosmos, el devenir de las formas vivientes, la aparición
del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a admirar
aún más la grandeza del creador, a darle gracias
por todas sus obras y por la inteligencia
y sabiduría que da a los sabios e investigadores. Con
Salomón estos pueden decir: ‘fue él quien
me concedió el
conocimiento verdadero de cuanto existe, quien me dio a
conocer la estructura
del mundo y las propiedades de los elementos… porque la que
todo lo hizo, la sabiduría, me lo
enseñó’ (Sb. 7, 17)".
Con respecto a este tema de la relación con la
naturaleza y la preocupación por la ecología, es preciso
que se fomenten, desde la reflexión teológica, la
catequesis y en general toda actividad pastoral, gestos y
acciones en
defensa de la naturaleza, tal y como lo indica el episcopado
latinoamericano, al plantear como retos pastorales el "busca
reacciones a favor de la paz, de la promoción y defensa de la dignidad humana,
así como la cooperación en defensa de la
creación y el equilibrio
ecológico", y también al proponer como
estrategia
"preservar los recursos
naturales creados por Dios para todos los hombres, a fin de
transmitirlos como herencia
enriquecedora a las generaciones futuras".
Otro aporte que la fe cristiana debe hacer al
postmodernismo radica en la necesidad de generar cierta unidad
racional como una manera de hacer valer su crítica a los
intentos uniformadores abusivos que ignoraban cualquier
pluralidad y una apertura a lo diferente.
"Sin duda, no podemos volver a situaciones
culturales de cosmovisiones unitarias. Quizás solo quepa
la unión argumentativa procedimental (Habermas). Pero la
fe cristiana ilustrada no puede aceptar como sana una sociedad
y cultura rota donde no solo el sentido de la historia, sino el
sujeto y la realidad misma están
amenazados".
Frente a la pérdida de sentido de la historia
sustituida por la postmoderna literatura de la historia,
la tradición cristiana debe alzar el recuerdo del dolor e
injusticia de las víctimas de la historia.
Es decir debe reivindicar el recuerdo, la anamnesis,
como un momento constitutivo del espíritu y la
razón. Sin memoria no hay
unidad de la razón y tampoco se puede defender a la
historia de un uso arbitrario.
La condición postmoderna lucha por adquirir su
propio lugar en su propia historia y pide que no sea condicionada
por otros estilos, ni que sea sometida a estos bajo ningún
argumento generalizado con pretensiones de legitimidad. Pero
también es necesario que se haga claridad sobre
cómo la historia debe ser tenida en cuenta para continuar
favoreciendo realmente el crecimiento y desarrollo de hombres y
mujeres, y para que ésta nos comprometa, –no nos
condicione–, con quienes siempre han necesitado de la
acción solidaria a favor de la justicia y la
igualdad, con
quienes han entregado su vida en la utopía de intenciones
nobles, altruistas y elevadas por sobre intereses egoístas
y mezquinos. En este sentido se involucra también la
necesidad de llevar perennemente en el recuerdo la actividad de
la Iglesia en la lucha por el Reino de Dios y por el hombre y la
humanidad, y ya que su labor no está centrada en sí
misma, sino en los fines del Reino, entonces su valía y
actualidad, superan cualquier tendencia caprichosa que intente
promover la caducidad de sí como
institución.
Todo esto nos debe llevar a lograr que:
"Frente al desfallecimiento del sujeto debilitado,
se reivindiquen su dignidad y responsabilidad ante Dios.
Frente a la remitologización de las muchas
y varias historias y sentidos, presentar la promesa de un mundo
y una humanidad llamados a la fraternidad, libertad y
justicia, y a la esperanza de una vida en y con Dios donde se
realice la justicia absoluta.
Frente a las exculpaciones estructurales o
míticas de las contradicciones y horrores de la historia
humana, se genere la devolución al sujeto del
reconocimiento de su responsabilidad en estos hechos lamentables como
dignidad de su libertad y
responsabilidad".
Otro elemento que la fe cristiana debe aportar a la
cultura postmoderna es el que tiene que ver con lo que algunos
estudiosos designan el "politeísmo valorativo". Este
término designa, por una parte, una actitud de apertura a
diversos puntos de vista, y por otra, una frontal
oposición a emitir juicios generalizados y universales.
Esta oposición se fundamenta en el juicio de que las
pretensiones universales conllevan al totalitarismo y la
autocracia, y por lo tanto coartan la individualidad del ser
humano. La postmodernidad se niega a hacer afirmaciones
universales. Sólo vale el contextualismo y los consensos
temporales y parciales.
Esta actitud, si bien es cierto previene de los abusos
de una sola entidad que detenta la autoridad o el
poder, nos lleva también a la despreocupación por
aquellos que no teniendo cómo sostenerse dignamente, ni
cómo desarrollarse de una manera armónica,
necesitan de la protección de la autoridad y de
las instituciones que la sociedad fue generando con el fin de
propender por la paz, la igualdad y la
justicia social. De tal manera que es un argumento que se cae de
su peso, éste de buscar la
organización de las estructuras
sociales que velen por mantener el orden y que,
lógicamente reparando ciertas falencias, detente la
autoridad.
De esta manera se evitan los riesgos
totalitarios del universalismo, pero se nos deja desorientados y
sin capacidad de resistencia ante
la injusticia y los atropellos del más fuerte o más
hábil. Hay que repensar la universalidad ilustrada, pero
no se puede abandonar so pena de arriesgar la defensa de los
más desvalidos.
Y si bien es cierto que los principios
universales morales o éticos y las instituciones generadas
para el cumplimiento de los mismos, deben velar por el bienestar
de toda la humanidad en general, son los más pobres y los
desvalidos quienes requieren más de estos principios e
instituciones, porque son quienes, generalmente, ven a menudo
menos respetados estos derechos, principios y
valores, por parte de quienes tiene algún tipo de
capacidad.
La crítica postmoderna ha encontrado en el
monoteísmo bíblico a un precursor de las ideas
totalitarias que inducen a la dictadura de
la praxis indiferenciada y que, naturalmente, elimina al
individuo y liquida la multiplicidad y el colorido de la vida. La
alternativa postmoderna es el politeísmo mítico con
su culto de la increencia, una apoliticidad profunda y la
liberación de todos los universales, del pensamiento
uniforme de la razón ilustrada.
Pero paradójicamente, nada más contrario,
al espíritu del judaísmo, que con la
maduración que dio el correr de los tiempos, deja ver que
la
elección de Dios a Israel como su
pueblo es el inicio de la elección que Dios hará de
la humanidad entera –judíos y gentiles–
según el lenguaje
bíblico. No es pues, el monoteísmo, tal como lo
comprenden algunos Postmodernos, aniquilación del
pluralismo, aunque tampoco es una simbiosis alegre de nada. Nada
más, pero a la vez nada menos, que la visión
holística que se tiene del hombre, del mundo y del mismo
Dios, y que a lo largo de todo un proceso cultural,
histórico y antropológico se ha ido configurado con
validez por sí mismos, sin tener que recurrir a
justificaciones externas.
En última instancia, todos los aportes que se
hagan desde la fe a la condición postmoderna, son ante
todo manifestación del trabajo serio y consciente de la
Iglesia por, – al igual que durante mucho tiempo de la
historia de la humanidad –, evangelizar la cultura, desde y
hasta lo más profundo de sí mismas.
"…lo que importa es evangelizar –no de una
manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de
manera vital, en profundidad y hasta sus mismas
raíces– la cultura y las culturas del hombre en el
sentido rico y amplio que tiene sus términos en la G.S.
tomando siempre como punto de partida la persona y teniendo
siempre presentes las relaciones de las personas entre
sí y con Dios.
El Evangelio, y por consiguiente la
evangelización no se identifican ciertamente con la
cultura y son independientes con respecto a todas las culturas.
Sin embargo, el Reino que anuncia el Evangelio es vivido por
hombres profundamente vinculados a una cultura y la construcción del Reino no puede por menos
de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas.
Independientemente con respecto a las culturas, Evangelio y
evangelización no son necesariamente incompatibles con
ellas, sino capaz de impregnarlas a todas sin someterse a
ninguna.
La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda
alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también
en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos
los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización
de la cultura, o más exactamente de las culturas. Estas
deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva. Pero
este encuentro no se llevará a cabo sin la Buena Nueva
no es proclamada".
3.3.- RETOS DE LA ACTUAL CONDICIÓN POSTMODERNA
A LA PASTORAL JUVENIL.
Habiendo realizado un recorrido sobre lo particular de
la Postmodernidad, sobre los fundamentos de una auténtica
vida cristiana, y luego de haber realizado un análisis
sobre los aportes que tanto una (Vida Cristiana), hace a la otra
(Postmodernidad), y viceversa, es imprescindible que pensemos y
planteemos qué retos mutuos se están haciendo y
cuáles son indispensable que hagamos, para ser cada vez
más coherentes como Iglesia que construye de manera
permanente y con esperanza siempre viva, el Reino de
Dios.
Para esto considero que los planteamientos, se deben
plantear a manera de retos, para y desde la pastoral juvenil,
siendo los jóvenes los principales protagonistas
(¿o víctimas?) de las tendencias postmodernas, y
los principales sujetos de la acción de la Iglesia
latinoamericana y por ello colombiana.
Una Religiosidad Abierta a la Experiencia Vital del
Joven.
En el mundo de los jóvenes Postmodernos, juega un
papel
importante lo que está relacionado con la dimensión
afectiva, y la pastoral juvenil debe tener en cuenta este
aspecto, para saber discernir con las luces del espíritu,
las estrategias
más acertadas para tocar el corazón de los
jóvenes.
Esta dimensión afectiva que se presenta
engrandecida para la juventud, nos hace un llamado para rescatar
tan importante factor humano, en el trabajo pastoral. Se requiere
una pastoral abierta a la experiencia vital del joven desde una
doble perspectiva: psicológica y social. Lo que refiere a
lo psicológico, tiene que ver con los estados emocionales
del adolescente y del joven. Esto es, su carácter,
temperamento, personalidad,
factores bio–genéticos… Es tener presente lo
característico de la etapa por la cual atraviesa cada
persona, e idear las estrategias
necesarias para que la experiencia de fe de cada individuo, sea
una experiencia vital, actuante y encarnada. Por lo tanto, no se
puede pensar en una pastoral indiscriminada, basada en dogmas
etéreos, en criterios con fundamentos pero sin
significancia vital.
La historieta que encabeza este apartado nos recrea un
poco acerca de la concepción más o menos
generalizada que existe sobre la figura de quienes tienen algo
que ver con la Iglesia y las cuestiones de fe. Esta imagen que
desdichadamente aún se mantiene, en algunos casos con
justa causa, ha empezado a ser revalorada, por lo menos en
ámbitos eclesiales de nuestro continente. Y esta nueva
visión de la vida cristiana que se ha venido desarrollando
en algunos lugares desde hace ya algunas décadas, nos
colma de esperanza, al ver una pastoral que responde a la
experiencia vital de los jóvenes y que por lo tanto es
atractiva para ellos.
Sin embargo, es necesario hacer una advertencia respecto
a las nuevas formas pastorales que se presentan. Se puede
observar que ante las dificultades que se han tenido para amoldar
el mensaje del Evangelio a la cultura y mentalidad de la
época y de los jóvenes, se pierda, en esa
simbiosis, lo esencial de la vida cristiana. Es decir, que se
pierda lo fundamental y lo importante del Evangelio, con el
ánimo de que se presente como agradable. Ahora, si bien es
cierto que la opción por una vida cristiana debe ser una
opción que contemple la posibilidad de realización
y de felicidad, también lo es el que ésta es una
opción radical, exigente y que demanda
renuncias, todo lo cual conlleva a la verdadera
felicidad.
En síntesis, se debe propiciar un acercamiento
entre fe y vida, y buscar un punto de
equilibrio entre lo experiencial y lo teológico, de
tal forma que la fe sea experiencia encarnada, actual y dinámica, pero que a la vez la vida
esté iluminada por la fe, por el Evangelio.
Una Religiosidad de lo Místico.
Guardando una estrecha relación con el apartado
anterior, donde se planteaba como reto el propender por una
experiencia de fe que resulte una experiencia vital,
añadimos aquí un elemento que tiene que ver con la
parte del cultivo de la interioridad, como lo es la
dimensión mística.
Se requiere desarrollar en la persona humana ese gran
potencial que es la interioridad. Y en ello han resultado
bastante hábiles los "orientales" (tanto los
genuinos como los "clonados"), quienes han sabido explotar con
gran habilidad espiritual y comercial la sed de Dios que habita
hoy entre los hijos de occidente.
Esta dimensión de lo místico, que en otros
tiempos del catolicismo tuvo importancia vital y actualmente
está revistiendo especial interés, tendría
que presentarse de una manera atractiva a la nueva
condición Postmoderna, sin dejar de lado lo esencial a su
ser y hacer propiamente cristiano. La dimensión
mística, dentro de lo católico tiene un aporte
valioso que hacer a la Postmodernidad, satisfaciendo la necesidad
de trascendencia que se experimenta ad portas del tercer milenio.
"La mística cristiana por ser histórica, ha de
orientarse hacia el seguimiento de Jesús… El cristiano
discierne en la pasión de los pobres y marginados la
presencia y actualización de la pasión de
Jesús, que sigue agonizando en la carne y en el clamor de
sus hermanos y hermanas. Pero también vislumbra en los
avances hacia la instauración de la justicia y la promoción de la vida, los signos de la
resurrección que operan en la historia"
Ante una espiritualidad etérea y ante una
religiosidad teórica, como la que llegó a viciar la
vida cristiana en la modernidad, la Postmodernidad nos llama la
atención sobre la dimensión del asombro ante lo
divino, y nos increpa a rescatar este valioso tesoro de nuestra
Iglesia como lo es la herencia
mística.
Un elemento que es importante clarificar ahora con
respecto a esto de lo místico, es lo que tiene que ver con
la intención de la mística misma. Actualmente
asistimos a una cantidad increíble de nuevas ofertas
religiosas
que manipulan la afectividad del pueblo, a través
de "hermosas" y multitudinarias ceremonias, que descargan de
tensiones a los asistentes, y a la vez les colocan, de la manera
más sutil que se pueda haber visto, un yugo enorme y
pesado, a través de la alienación de la conciencia,
y de la negación verídica de la libertad d e los
hijos de Dios. No se trata entonces de brindar una experiencia
mística cualquiera, sino una mística, real,
encarnada, tal y como lo exige la coherencia del creyente en
Cristo.
No se trata de una experiencia de ultratumba, ni de
provocar estados anímicos especiales. La mística es
una experiencia de fe, enmarcada en una experiencia de la
presencia Dios, que se revela, gratuitamente a quienes elige para
ello. En algunos casos, y por ello esta aclaración, se
manipulan las experiencias religiosas, y a las mismas personas, y
a través del manejo de las emociones, se
crean estados psicológicos alterados que alienan a las
personas, les hacen perder cualquier capacidad de raciocinio
lógico, y se les hace creer que son elegidos,
médium, enviados de Dios, para revelar algunas verdades a
través suyo, cuando en realidad no son consciente de lo
que ocurre y ni siquiera entienden lo que hablan.
A propósito de esto conviene recordar a San
Pablo, en una de sus epístolas, cuando refiriéndose
a los carismas, afirma que todos son importantes, siempre y
cuando sean de valía para la vida fraterna de la
comunidad. "¿De qué sirve poseer el carisma de
las lenguas, si no se entiende y si ni siquiera hay quien
interprete?".
Finalmente es muy valiosos traer aquí una de las
recomendaciones que, a manera de desafío pastoral trae
Luis Carlos Urrea, sobre la necesidad de revitalizar la vida
espiritual:
"Cuando señalo la necesidad de revitalizar la
vida espiritual, entiendo por ello la necesidad de promover una
espiritualidad centrada en el anuncio y edificación del
Reino de Dios, que ubicada en la realidad histórica sea
capaz de transformar la vida personal y social; una
espiritualidad que mantenga siempre el equilibrio
necesario de los dos polos de la acción pastoral de la
Iglesia; ético–profético y
místico–sacramental.
Teniendo como tarea la vida espiritual ayudar a los
hombres a trascender a sí mismos para alcanzar el
conocimiento más profundo de su existencia humana,
considero que revitalizarla debe significar proponer y promover
caminos de encuentro con el Señor a partir de una
espiritualidad creadora, telúrica estética y
encarnada".
Recurso a la Sagrada Escritura,
como Fuente Fundante de la Vida Cristiana.
A lo largo de la era cristiana, se fueron sucediendo una
cantidad realmente asombrosa de personajes a quienes no se
tardó en reconocer como hombres y mujeres de Dios. Estos
eran personajes que definitivamente habían sido iluminados
con una bendición especial de parte de Dios, y que
hacía que entendieran de manera especial, las "cosas de
Dios".
Estos personajes tenían como fuente de
inspiración, sin duda alguna, lo revelado por Dios a
través de sus Sagradas Escrituras, que son el mayor medio
de comunicación que se han creado entre
Él y los hombres.
Como era evidente la iluminación de estos
hombres, no tardaron ellos, por su propia iniciativa, o motivados
por las súplicas de quienes se habían favorecido de
su santidad, en escribir. Lo que escribían era de diversa
índole: pensamientos, profecías, apologías,
textos místicos, oraciones, etc.
Los textos escritos de tan ilustres mortales, fuero
trascendiendo los límites del espacio y del tiempo, y se
inmortalizaron hasta el punto de
convertirse, un buen número de aquellos escritos,
en textos casi obligados, para asuntos de fe. Se recurría
a ellos como herramienta pedagógica para educar en la fe a
multitudes, llegando, lamentablemente a los extremos de que los
textos de aquellos personajes reemplazaron en la práctica,
la fuente principal de comunicación de Dios con los hombres: los
textos de la Sagrada Escritura.
En la actualidad, se nos impone como un reto el que
empecemos a acercar a los fieles a la Sagrada Escritura, con
el fin de –según los términos mismos del
Concilio Vaticano Segundo y que aquí convienen
aplicar– retornar las fuentes, es
decir, que es un deber moral el que
se fundamente la fe del pueblo sobre la base de las Escrituras;
es construir sobre roca firme, y no sobre arena.
Y según la imagen esta de
construir sobre roca es, pertinente indicar que el hecho de haber
difundido el cristianismo a partir de los escritos de
místicos, santos, sabios y doctores en la fe, y no
teniendo como fundamento las Sagradas Escrituras,
constituyó el edificio de la Iglesia, en una construcción con cimientos
débiles.
Sin duda que se trataba de una gran empresa, pero a
esta edificación se le invirtió más en
ornato que en bases. Por ello no es extraño darnos cuenta
cómo hay muchos pastores que no tienen la más
mínima dificultad en atraer a esos garajes que ahora
llaman Iglesia, a un buen número de fieles, otrora
católicos, confundidos o asustados con la eminencia del
fin del mundo y de los eventos que narra
el Apocalipsis.
Tiene que haber una conversión de parte de
nuestros pastores y de los encargados de la pastoral, para
reconocer que el hecho de que un número significativo de
bautizados, cedan ante otras ofertas religiosas, radica en la
falta de contacto y formación para la lectura de
los textos sagrados. Aún hoy, existen quienes se creen los
poseedores de la verdad y que no conciben que el pueblo tenga
acceso a los textos de la Biblia, ni mucho menos que se formen
ministros de la palabra, lejos de la estructura
jerárquica de la Iglesia.
Ahora bien, este reto de acercar la Escritura al
pueblo, nos compromete a idear estrategias de
formación de laicos para la lectura,
análisis e interpretación de la Biblia, de tal
forma que no sea simplemente seguir el paso de los Gedeones, que,
con inversión económica extranjera de
quienes pretende como fin político erosionar la unidad
religiosa del pueblo latinoamericano, imprimen unos
simpáticos Nuevos Testamentos – con salmos de
ñapa– para que cualquiera lo lea y diga lo que se le
ocurra: desde anunciar la salvación para todo el mundo,
hasta lograr convencer al más escéptico de que es
un pecador sin remedio y que si acaso logrará algo donando
el diezmo a su pastor.
El que tenga oídos que oiga:
Todos estos retos que aquí se han presentado, son
un toque de alerta para quienes tienen alguna responsabilidad en
la pastoral juvenil. Deben llamarnos a un examen de conciencia, y
obrar en cada uno una conversión racional, para ser
más fieles a la herencia que
hemos recibido del mismo Cristo.
Sin duda que habrá quienes opongan cierta
resistencia
ante algunos cambios que nos exigen no sólo la realidad
que vivimos, sino el mismo sentido común. Pero como dice
la Escritura, el
que tenga oídos, que oiga.
3.4.- RETOS QUE LA IGLESIA DEBE PLANTEAR A LA
JUVENTUD POSTMODERNA.
Para finalizar es preciso que miremos el asunto desde su
anverso. Ya recién hemos visto que hay algunas cosas que
se nos exigen, no desde la realidad actual, que es en cierta
forma pasajera, sino desde la esencia misma del ser
cristiano.
Por tanto, se requiere que exista una capacidad
crítica ante la realidad que nos corresponde asumir, y que
seamos claros en el momento de llevar a cabo el proyecto del
cristianismo.
Evangelizar la Religiosidad Emocional
Si bien es cierto que es necesario propender por una
Religiosidad Abierta a la experiencia vital del joven,
también es cierto que la vida en Cristo no se acomoda a
una religiosidad emocional, donde se juega con los sentimientos y
se manipula por esta vía a las personas. El Dios de
Jesucristo, que es incondicionalmente respetuoso de la libertad
humana, nos increpa a optar por él, a través de la
vía de una fe razonable, según una decisión
plenamente humana, madura y consciente.
"La fe del hombre en Dios no es, por tanto, ni una
demostración racional ni un sentir irracional ni un acto
de decisión de la voluntad, sino una confianza
fundada y, en este sentido razonable. Ese confiar razonadamente
que no excluye el pensar, preguntar y dudar y que concierne e
un mismo tiempo, a la voluntad y al sentimiento, es lo que se
llama en sentido bíblico, <<creer>>. No una
simple aceptación de la verdad en ciertas proposiciones,
sino un compromiso del hombre, del hombre entero, primariamente
no con esas proposiciones sino con la realidad misma de Dios.
Es la distinción que hizo el gran Doctor de la Iglesia
Latina Agustín de Hipona: no sólo <<creer
en algo>> (aliquit credere) ni sólo <<creer
a alguien>> (credere alicuit) sino <<creer en
alguien>> (credere in aliquem) eso el o que significa la
palabra <<credo>>: Creo".
Por lo tanto, sería atentar contra la fe que
profesamos, si nuestro culto se convierte en un
espectáculo, con enormes cargas afectivas, pero carentes
de sentido y exigencias reales a nuestras vidas.
Nadie pone en duda que la fe debe decirle algo a la vida
de cada uno y a la realidad en que está inmerso, pero la
fe en Jesús, hijo de Dios, trasciende lo espacio temporal,
e ilumina toda situación por encima de las expectativas
humanas.
"El esteticismo Postmoderno se convierte, al
generalizarse, en la hora de los sentimientos (Feelings).
Vivimos el predominio de los sentimientos. Todo se mide desde
el gusto que nos proporcionan las cosas. Este "hedonismo mini"
tan perceptible en las jóvenes y no tan jóvenes
generaciones, hace del sentimiento el gran criterio
discriminador de sus vidas. También en lo religioso. Se
acepta la fe a Dios, las prácticas religiosas, si
aportan algo a mi sensibilidad. La religión pasa por la
experiencia sensible.
En esta tendencia, groseramente descrita,
fácilmente se advierte una llamada de atención
positiva: se trata de la revalorización de la
experiencia personal. Este camino conduce al gusto por el
silencio, la oración, la profundización en el
encuentro con Dios, se supera la religión de la mera
adscripción o costumbre, o la que vive del formulismo
ritual cumplidor pero sin resonancia personal. Así mismo
la vía del testimonio queda realizada. Es digno de fe,
atrae, quien vive lo que predica. Esta vieja verdad toma ahora
la forma de credibilidad no por cualquier testimonio, por
ejemplo el del compromiso socio–político tan
atractivo en la sensibilidad de los 60, sino por el de la
interioridad. El testimonio de las vivencias interiores, de la
experiencia espiritual interior, adquiere preeminencia sobre
las demás.
El grupo es el
ámbito de este intercambio de testimonios y de contagio
mutuo. La experiencia afectiva del grupo (la
comunidad) es el intermediario privilegiado de esta
religiosidad emocional. Las relaciones afectivas, la
cercanía de las personas, la
comunicación espiritual entre ellas y el líder
del grupo son
dimensiones importantes de esta religiosidad".
La fe en Cristo debe ser celebrada en la vida y desde la
vida, pero entendiendo que la vida humana es más que el
sentimiento, y que la experiencia de una sensación de
bienestar. La vida humana, iluminada desde la fe en Cristo nos
lleva a comprometernos, más allá de nuestras
seguridades y nuestros propios intereses.
Se trata de conjugar una vida cristiana
apologética y a la vez consciente de las propias
debilidades; carismática y a la vez organizada; alegre y a
la vez exigente; preocupada de las necesidades del momento actual
y a la vez escatológica.
Evangelizar el Fideísmo
Místico.
Para un buen número de pastores de nuestra
Iglesia y de los responsables de la pastoral juvenil, se va
haciendo cada vez más
apremiante la necesidad de abandonar tanto esquema
dogmático, etéreo y sin sentido real; pero esto no
puede prestarse para caer en una fe irracional donde se confunda
la apertura a la acción del espíritu en una puerta
de fuga de la realidad.
Se corre el riesgo del
fideísmo místico, de la creencia ciega, de la fe
del carbonero, que vulnera la
personalidad de los individuos y los aliena. No se trata de
una oposición al misticismo, por el contrario se cree en
una afirmación del mismo y de una amplia tradición
dentro de nuestra Iglesia que vive su relación con Dios
más allá de las palabras.
"Sólo gradualmente va adquiriendo el
místico consciencia de la facultad que ha recibido para
distinguir la franja indefinida y común de las cosas con
más intensidad que su núcleo individual y
preciso.
Durante mucho tiempo, creyéndose semejante
a los demás hombres, trata de ver como ellos, hablar su
lenguaje,
sacarle gusto a las alegrías que le
satisfacen.
Durante mucho tiempo, con el fin de aquietar la
misteriosa necesidad de una plenitud cuyo influjo le asedia,
trata de derivarla hacia algún objeto particularmente
estable o precioso, al que, en medio de los goces accesorios,
se aferran la sustancia y la plenitud de su
delectación.
Durante mucho tiempo pide a las maravillas del
arte la
exaltación que da acceso a la zona, su zona propia, de
lo extra–personal y de lo suprasensible, y trata de hacer
palpitar, en le Verbo desconocido de la Naturaleza, la Realidad
superior que le llama por su nombre…
Feliz quien no haya logrado sofocar su
visión.
Feliz quien no sienta temor a interrogar
apasionadamente sobre su Dios, y sobre las musas, y sobre
Cibeles…
Pero feliz, sobre todo, quien superando el
diletantismo del arte y el
materialismo
de las capas inferiores de la vida haya oído que los
seres le responden, uno a uno y todos en conjunto: <<lo
que tú has visto pasar como un mundo, detrás del
cántico, detrás del color,
detrás de los ojos, no está aquí o
allí: es una presencia extendida por todas partes.
Presencia vaga todavía para tu vista débil, pero
progresiva y profunda en la que aspiran a fundirse toda
diversidad y toda impureza>>".
No hay nada más contrario a la voluntad del Dios
de Jesucristo, que una fe en contra de la voluntad humana. Donde
se delega la responsabilidad de la vida y de la misma fe a un
dios que no me tiene en cuenta para nada. Se trata de un abandono
en las manos de Dios como expresión de una fe humilde y
sencilla, y no como la confianza en un Dios que nos tiene como
sus juguetes.
Se trata, pues, de un abandono en la providencia, en
contra de un providencialismo falso. De la fe en Dios que todo lo
puede, en contra de la fe en un Dios que no cree al hombre capaz
de nada. De una valoración de lo místico, por
encima de un fideísmo misticoide.
"La reivindicación del corazón es la
fuerza y la
debilidad postmodernas. La valoración del sentimiento y
del conocimiento experiencial en la religiosidad luchan contra
una serie de reduccionismos que han secado el alma de la
religión Tanto el ritualismo formalista, como el
moralismo en sus versiones tradicional o de compromiso corren
el peligro de olvidar esta dimensión de la religiosidad.
La relación con Dios pasa por el corazón, de
ahí obtiene numerosos impulsos y permite hablar al
hombre de fe, de una relación en términos
amorosos de amistas, de encuentro, de
inter–relación, incluso de
pasión.
Pero la fe no es únicamente un sentimiento
aposentado en la emocionalidad. Sin duda que su dinamismo
tiende a adentrarse en toda la realidad humana y abarcar la
cabeza ( intelecto), el corazón (emocionalidad) y las
manos (praxis). Pero el peligro Postmoderno es cortar ese
dinamismo y asentarse en lo emocional. El poco gusto por los
argumentos, las razones, parece un síntoma del momento
de desconfianza en la razón, perceptible por los
pastores y catequistas y hasta en los estudiantes de
teología. Este afecto anti–intelectual pudiera ser
un correctivo a un verbalismo excesivo o demasiado pretencioso,
pero desemboca a la larga en una fe desvalida y apta para las
herejías del corazón. La pérdida de
ilustración en la religión, es
decir, de espíritu, de aplicar el filo de la
razón a la experiencia y las funciones de la
religión y deja al individuo en manos del
experimentalismo misticoide o/y del fundamentalismo de turno.
Una mirada a nuestro entorno nos confirma la necesidad de
más y mejor ilustración en la religión para
evitar esos peligros.
Nuestra sociedad, no masivamente, pero con
suficiente notoriedad, conoce la presencia de personas y grupos
que propugnan un cierto experimentalismo religioso,
sincretista, lleno de iluminismo y maravillosismo milagroso,
pero escaso de formación y crítica religiosa. Es
un fenómeno marginal a la Iglesia, sectario, pero que
tiene versiones eclesiales en los grupos que acentúan lo
emocional y carismático con escaso cultivo de la
formación. Por este camino del fideísmo
místico cabe esperar entusiasmo, a menudo desbordante,
pero escasa ayuda para extender un mensaje cristiano liberador
y digno de crédito a la altura de nuestro
tiempo".
Evangelizar el Fanatismo
Fundamentalista
Grandes inventos en la
historia de la humanidad, sumen en la desilusión a sus
inventores cuando terceros los destinan a usos
destructivos.
Tal podría ser el caso del Apocalipsis; Juan, su
autor, redactó este testo para infundir fortaleza y
esperanza a los cristianos que se veían amenazados por el
imperio que se levantaba como monstruo invencible.
Con el correr de los tiempos se propicio una lectura
tenebrosa de este texto, donde,
a través del miedo, se amenazaba a la gente con el
ánimo de matricularlos en lo que se supone sería la
salvación para esa generación perversa.
Pero el caso del Apocalipsis, es sólo uno en el
inmenso mar de interpretaciones tendenciosas y desviadas que se
hacen de la Escritura, alimentadas por el fanatismo
fundamentalista típico de las sectas. Por ello es
importante que el recurso a la Escritura sea valorado en sus
dimensiones reales, y teniendo en cuenta que los textos Sagrados,
emergen de una realidad cultural concreta y que a partir de esta
realidad, deben ser analizados, interpretados, y
aplicados.
No está de más pensar incluso en la
posibilidad de colocar en manos del pueblo, lógicamente
adaptadas a sus condiciones y alcances, las herramientas
de la hermenéutica y le exégesis, con el fin de
educar al pueblo para la lectura de
la Biblia. Eso sí, teniendo bastante prudencia para no
caer, justamente en lo que se critica al protestantismo, es
decir, una lectura
literal de los textos sagrados, desconociendo el avance de las
ciencias teológicas, exegéticas y
hermeneúticas, y sobre todo pasando por sobre el valioso
legado de la tradición. Se trata en últimas, de que
para la lectura e interpretación de la Biblia se tenga en
cuenta que el fin último es vivenciar a aquel de quien da
testimonio la Biblia. Que con respecto a la herencia recibida
de los antiguos nunca se pierda de vista a Aquel que es
transmitido por la tradición. Y que los católicos
anunciemos no la institución a la que pertenecemos, sino a
Aquel que es objeto de la predicación de la
Iglesia.
Es imprescindible recalcar la importancia de una fe
madura, cultivada, que valore adecuadamente los símbolos
piadosos de la religiosidad popular y que a la vez instruya y
prepare a los fieles, para no caer ingenuamente en las redes de los vendedores de
salvación, a costa de la pérdida de identidad y
hasta de equilibrio
psicológico.
Tampoco podemos caer en el fundamentalismo como a veces
se da de hecho en el catolicismo. Me refiero al dogmatismo
cerrado:
"Se apoya, el fundamentalismo, en la
afirmación incondicional en un sustrato
carismático que enciende el corazón. Exige del
adepto adhesión absoluta a una visión o
interpretación tomada como la única y objetiva.
Conduce al anonadamiento de la voluntad y al sacrificio de la
inteligencia. En el mundo cristiano,
católico, estamos lejos de las versiones fuertes que el
fenómeno fundamentalista adopta en el mundo
islámico o en el mundo protestante americano. Pero
cierto dogmatismo, que viene propiciado hoy por las
insistencias de las autoridades eclesiásticas en la
ortodoxia y objetividad de la fe, puede encontrar campo
propicio y expansivo al calor de la
sensibilidad postmoderna anti–ilustrada.
Desde este punto de vista, actitudes
pre–modernas que no aceptaron nunca en nuestra Iglesia el
diálogo con la modernidad propuesto por el Concilio
Vaticano II se pueden enmascarar bajo capa de postmodernidad.
La crítica postmoderna de la modernidad reencuentra
así aliados en las posturas pre–modernas que no
sólo desconfían de la razón
crítica, sino que nunca la conocieron ni
aceptaron".
Aunque cada vez se hace más consciencia sobre la
importancia de desaturar la vida cristiana de ese tinte racional
instrumental–utilitarista, no se puede perder de vista el
derrotero de una fe madura y debidamente ilustrada. El
Postmodernismo expande anti–ilustración pre–moderna y dogmatismo
envuelta en rechazo a los excesos del racionalismo
teológico, de los peligros del criticismo y de
desobediencia a la jerarquía, o del olvido de la piedad.
Pero aún reconociendo que esto, más que peligros
representan una realidad, no podemos justificar una lectura de
los textos sagrados, acomodada o desacomodada, sino que debemos
conjugar factores de carácter teológico, pastoral,
eclesial; en términos más o menos conciliadores,
factores dados por la tradición seria y
profunda.
Evangelizar una "religión" del
sistema
Un último reto que debemos plantear en torno al tema de
lo religioso y la cultura, tiene que ver con el papel de lo
religioso y lo político. Si bien es cierto que poco a poco
se va superando la mentalidad dualista que proclama la
indiferencia política en lo religioso y la indiferencia
religiosa en lo político, es preciso que quede claro que
ningún sistema socio–político por
teóricamente bien fundado que esté, supera ni
satisface los ideales y presupuestos
de la vida según Cristo.
Y menos aún pretender hacer manipulación
de la religión para mantener un sistema determinado. La
religión no puede caer en errores de antaño, cuando
se convirtió en pareja de los gobiernos y gobernantes de
turno, alejándose de su rol profético, y de la
esencia misma de su misión. Una religión, como
pretenden los Neoconservadores, acomodada a las circunstancias,
buscando el favor del actor de turno, lo único que provoca
es la mayor lejanía del pueblo sufriente.
Ante la crisis de la modernidad que presenta la
condición Postmoderna, que se deja ver sin atenuantes,
surge en la conciencia de algunos, a quienes se conocen como
neo–conservadores y de quienes ya hemos hecho referencia,
la afirmación de la racionalidad funcional y eficaz en
nombre la creatividad,
la libertad y hasta la solidaridad con los pobres. Pero termina
legitimando el sistema capitalista, utilizando para ello la
religión cristiana.
El NC adopta una postura afirmativa con respecto a la
modernidad. Realza sus logros: el desarrollo de la
ciencia–técnica modernas, el crecimiento
económico ingente, superior al de todas las
generaciones anteriores, y la racionalización de la
administración
pública del Estado moderno.
Ve, sobre todo, estos elementos conjuntados en el
sistema del capitalismo
democrático. Y le adscriben al mismo todos los logros
anteriores y sus consecuencias, positivas respecto a la
eliminación de opresiones, pobreza, hambre y
ampliación de la gama de las alternativas
humanas.
Pero ha surgido un problema presente ya en los
orígenes mismos de la cultura burguesa y visibles hoy en
la época de la postmodernidad cultural: la libertad y
creatividad
desatadas por este sistema y que ha generado un desarrollo
tecno–económico sin precedentes, ha desarrollado
también en el ámbito cultural una voluntad de
liberación, auto–realización y
experimentalismo del yo, sin trabas, que amenaza con destruir
todas las relaciones sociales tradicionales. Nos hallamos ante la
disyunción fundamental que recorre la sociedad y cultura
actuales y se manifiesta en forma de crisis.
Analizando con algo más de precisión esta
crisis, se llega a descubrir que la verdadera naturaleza de la
misma radica, como se ha visto, en el orden o sub–sistema
cultural, y concretamente en la desorientación
ético–moral. Rotos
los diques de contención moral del
sistema, la ética de características puritanas, el
consumismo hedonista cabalga desbordado. Sólo queda el
culto a la satisfacción, pero sin las riendas de la
contención moral.
El problema de la época es, por tanto, no
sólo cultural, sino espiritual. Hay que encontrar las
riendas que sometan a este hedonismo, anti–autoritarismo e
individualismo experimental. Y éstas no pueden ser otras
que el vínculo trascendente. Es decir, necesitamos
recuperar la religión (un ideal trascendente), para
salirle al paso al nihilismo Postmoderno y a la crisis
civilizacional de la cultura y sociedad burguesas. Se comprende
que tras este diagnóstico surja en el NC la
tentación de utilizar la religión judeo –
cristiana como una salida a la crisis. Se trata de dejar
intocados el fondo de los sub–sistemas u
órdenes económico y político, y adaptar a su
funcionamiento el orden cultural. En esta adecuación, la
religión debe jugar un papel importante.
Nos hallamos ante una utilización de la
religión para devolver la estabilidad al sistema. La
religión se funcionaliza al servicio de las exigencias de
mantenimiento
del orden económico y administrativo. No importa tanto la
religión, su razón de ser, como las consecuencias
que se derivan de su funcionamiento. De aquí que no sirva
cualquier religión, y menos aquellas proclives hacia
planteamientos del Evangelio social, sino las que ponen el
énfasis en la trascendencia y la ética del
rendimiento y la obediencia, condiciones funcionales de una
economía
eficiente y una administración racional. La vigilancia
crítica de la fe tiene que estar alerta ante estos usos
terapéutico–sociales y las legitimaciones que se le
solicitan.
"Además de la legitimación general
señalada, hay otros dos elementos a los que debe prestar
vigilancia la fe cristiana en su confrontación con la
cultura Postmoderna y su visión
Neoconservadora.
En primer lugar, a la justificación de las
patologías de la racionalidad funcional –
instrumental en nombre de la eficacia y el
rendimiento, y sus consecuencias positivas para la
redistribución de la riqueza y la eliminación de
la pobreza y
las desigualdades, así como la exaltación de la
libertad y creatividad
humanas a través de la competitividad, la libre empresa y el
mecanismo del mercado.
De nuevo se trata de legitimar apelando a
afinidades religiosas con la idea del pecado, de la (imago Dei
) y de la comunitariedad del hombre, lo que puede y debe ser
discutido desde análisis y valoraciones más
estrictamente económicas o
político–sociales.
En segundo lugar, la recuperación de una
ética cívica puritana que haga frente al mundo
del hedonismo y a la moralidad de diversión (D. Bell),
mediante una vocación ocupacional del trabajo y la
acumulación, un uso moderado de la libertad y cierta
inclinación al sacrificio y la
auto–negación. Para ello, plantean la
recuperación de la religión. Porque la ingeniería social no es suficiente para
asegurar la integración social. Toda sociedad
necesita una cierta capacidad de solidaridad, de compartir y
sacrificarse. Y esto no se puede hacer sin un cierto ascetismo.
Para los NC, está claro que las fuentes
últimas de las tradiciones valorativas y morales son las
concepciones religiosas que alientan una
sociedad".
En últimas se trata de estar vigilantes, para
evitar que sistemas e
interesas creados, atenten contra los principios básicos
de la vida según Cristo, (vida Cristiana), y, por
reciprocidad, la vida de los seguidores de Jesús se
oriente por una práctica en contra de la persona humana y
de los ideales del Reino.
CONCLUSION
LA VERDADERA RELIGIÓN
CRISTIANA
Se ha realizado una confrontación a
propósito entre el pensamiento Postmoderno y el Dios
cristiano. Y se ha tratado de interpretar positivamente algunas
de las sugerencias de este pensamiento como incentivos ara el
planteamiento cristiano de Dios.
Después del recorrido efectuado hay que afirmar
positivamente la existencia de fermentos críticos y de
recuerdos fundamentales en la Postmodernidad para el hablar y la
vivencia del Dios de Jesucristo. Y a la vez, en actitud
profética, distinguir aquello que definitivamente no puede
haber de conciliatorio entre una y otra postura.
En primer lugar, es necesario que la
recepción positiva del pensamiento Postmoderno nos permita
asumir la autocrítica permanente con respecto
al modo de hablar, entender, vivenciar a Dios. En términos
ya mencionados antes en este trabajo, la fidelidad crítica
a la Iglesia. Toda presencia conceptual de Dios cae bajo la
sospecha de ideología. Se recuerda la radical
inadecuación de todo concepto a Dios. Incluso se insta a
la superación de la representación por la
vía de la experiencia.
En últimas, debemos atender la voz de alarma que
se nos presenta como un reto, sobre la manera de abordar la
cuestión de Dios. La Postmodernidad nos llama a buscar lo
más original de la vida según Cristo, y a ser
coherentes con ello, por encima de formas y modos carentes de
sentido, y teniendo siempre en cuenta que ante la misión
fundante de la Iglesia de "proclamar el Evangelio a todas las
naciones", ni siquiera argumentos apasionados de cultura
alguna deben detener a quienes conformamos el pueblo de Dios, en
la tarea para lo cual tiene vida el hombre: "conocer y amar a
Dios" según términos del Catecismo de la
Iglesia Católica.
La experiencia radical del misterio que nos
rodea en la realidad, como un segundo elemento, es una forma
válida para mantener siempre el recuerdo de la
dimensión mística en la vida cristiana.
Supone un pensamiento contemplativo, abierto a la originalidad
que hay en las cosas y un yo desinstalado, en continua actitud de
sorprenderse, y con facilidad de desapegarse de lo accesorio,
para ser siempre coherente con los más original, sin
arraigos innecesarios y desvirtuadores.
"Es propio de la Iglesia ser a la vez humana y
divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a
la acción y dada a la contemplación, presente en
el mundo y, sin embargo, peregrina. De modo que en ella lo
humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo
visible a lo invisible, la acción a la
contemplación, y lo presente a la ciudad futura que
buscamos".
A la vez se requiere fomentar una actitud como ya
habíamos hablado, de la "contemplación de los
ojos abiertos". Consciente y comprometida con la realidad,
con el entorno, con la lucha por la justicia y por la dignidad y
el recuerdo "anamnético" de quienes nos han
precedido en esta lucha, coronando su lucha con el triunfo del
esfuerzo, el oprobio y aún el martirio. Es la
contemplación de un Dios que se encarna, que se hace
hombre, sufre como hombre y que a la vez dignifica la
condición humana al hacer palpable, evidente, que la
perfección es un llamado que también se hace a los
hombres, que poseen la dignidad y la libertad de los hijos de
Dios. a esto hace referencia profunda e impresionante el
catecismo de la Iglesia cuando afirma que: "La Iglesia y el
mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico.
Jesús nos espera en este sacramento del amor. No
escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración,
en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las
faltas graves y delitos del
mundo".
También es preciso mantener en la mente
la imagen de que
la estética Postmoderna de lo sublime tiene su
correspondencia con el Dios cristiano, como Dios de los
pobres. En la imagen de Dios en medio de los pobres e
injustamente tratados brota la
experiencia de lo sublime impresentable o inconcebible, que se
niega sistemáticamente a la falsa consolación
espiritual y se resiste a la confusión postmodernista de
un criterio estético presentista y trivial.
Se tata, pues, de asumir partido, de no quedar
impregnado de lo sinsentido, de lo absurdo. Se trata de
desarrollar la capacidad que tiene el ser humano para trascender
por encima del espacio y del tiempo. Es creer, o mejor volver a
creer en el hombre como cooperador en la redención humana.
No se trata tan sólo de confiar en las promesas de
salvación; se trata además, de ser cooperadores,
con Jesús en el trabajo de salvación de las almas y
de creer en la maravilla de la capacidad humana, gracias a los
dones generosos de Dios.
Esta decidida opción por los pobres, se enmarca
no sólo en el desarrollo literario del Antiguo Testamento,
y en actuar de Jesús, descrito ampliamente por los
evangelios, sino también en las convicciones y escritos de
la tradición de la Iglesia.
"Por los profetas Dios forma a su pueblo en la
esperanza de la salvación, en la esperanza de una
alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres, y que
será grabada en los corazones. Los profetas anuncian una
redención radical del pueblo de Dios, la
purificación de todas sus infidelidades, una
salvación que incluirá a todas las naciones.
Serán sobre todo los pobres y los humildes del
Señor quienes mantendrán esta
esperanza…".
No se duda, entre las múltiples consideraciones
respecto a Dios, en denominarle "muy especialmente el Padre de
los pobres, del huérfano y de la viuda, que están
bajo su protección amorosa".
La contemplación misma, a la cual se hacía
referencia en el apartado anterior sólo es posible desde
la óptica
de un corazón sencillo, es decir de
un corazón de pobre.
Todo un segmento dedica el Catecismo de la Iglesia
Católica al "Amor de los pobres", poniendo
de relieve el
deber que se tiene para con ellos y nos recuerda la denuncia de
San Juan Crisóstomo, quien advierte que "no hacer
participar a los pobres de los propios bienes, es
robarles y quitarles la vida".
En lo que considero la observación más impresionante del
Catecismo se afirma que "bajo sus múltiples formas
–indigencia material, opresión injusta, enfermedades físicas
o psíquicas y, por último, la
muerte– la miseria humana es el signo manifiesto de la
debilidad congénita en que se encuentra el hombre tras el
primer pecado y de la necesidad que tiene de salvación.
Por ello, la miseria humana atrae la compasión de Cristo
Salvador, que la ha querida cargar sobre sí e
identificarse con los ‘más pequeños de sus
hermanos’. También por ello, los oprimidos por la
miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la
Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos
de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para
aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho mediante
innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar
continúan siendo
indispensables".
La crítica Postmoderna al proyecto de la
modernidad recuerda a la fe cristiana su encarnación
desasida en toda cultura y le pone en guardia frente a las
utilizaciones del Dios cristiano como garante o
legitimador de cualesquiera instituciones y sistemas, como
es, por ejemplo, el "desarrollismo" moderno capitalista y
aún socialista.
Por ello afirma de sí la Iglesia que "por
razón de su misión y de su competencia, no
se confunde de modo alguno con la comunidad política"
y que por ser "a la vez signo y salvaguardia del
carácter trascendente de la persona humana, la Iglesia
respeta y promueve la libertad y la responsabilidad
política de los ciudadanos", pero enfatiza que
"pertenece a la misión de la Iglesia emitir un juicio
moral incluso sobre cosas que afectan el orden político
cuando lo exijan los derechos fundamentales de la
persona o la salvación de las almas, aplicando todos y
sólo aquellos medios que
sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la
diversidad de tiempos y condiciones", todo lo cual es
radicalmente diferente al apoyo incondicional a cualquier
establecimiento, más aún si éste
atenta
flagrantemente contra la dignidad y la libertad de los
hijos de Dios.
Es la religión del Dios encarnado y comprometido
en una cultura y en un espacio concreto, pero
a la vez de Dios que trasciende lo espacio–temporal y que
no se deja limitar por las circunstancias, ni mucho menos por
sistemas que
atentan contra el proyecto del Reino de Dios proclamado e
instaurado por Jesús de Nazaret.
Al respecto se nos recuerda, por ejemplo, que
"numerosos judíos e incluso ciertos paganos que
compartían su esperanza reconocieron en Jesús los
rasgos fundamentales del mesiánico Hijo de David prometido
por Dios a Israel. Jesús aceptó el título de
Mesías al cual tenía derecho, pero no sin reservas
porque una parte de sus contemporáneos lo
comprendían según una concepción demasiado
humana, esencialmente política".
Finalmente, es preciso dejar bien claro que el
recuerdo del Dios de Jesucristo se torna subversivo
también frente a los ídolos
Postmodernos de la pérdida del sujeto, la
liquidación de la historia, el recuerdo de las injusticias
y la atonía y relativismo moral.
En última instancia, los enunciados de la
Postmodernidad, por lo menos de lo que podríamos llamar la
Postmodernidad ilustrada, no pueden ser compatibles con el
proyecto de vida propuesto para los que profesan la fe del Dios
de Jesucristo y que se abre de manera exigente y comprometida a
la dimensión trascendental, recupera la tradición
valorándola en sus aspectos relevantes, y
sueña y lucha por una utopía, de aquellas que tanto
incomodan a un buen número de inconformes y frustrados
Postmodernos.
El planteamiento de algunos de los retos de la
sensibilidad Postmoderna a la religión cristiana nos puede
servir para, a su contraluz, destacar las tensiones que
acompañan a la auténtica religiosidad.
Esta auténtica religiosidad tiene que conjugar la
experiencia de Dios con la lucha por la justicia. Rastrear la
presencia, siempre ausente y oscura de Dios, por los caminos de
la interioridad y la atención a lo originario de cada
cosa, como por su clamor en las estructuras
socio–político injustas y en el dolor que producen
en los hombres. "Gozar ya de la luminosidad de esta oscura
presencia sin quedar preso de sus resplandores. Estar dispuesto
a
una búsqueda permanente ya a matar cada
día a los propios dioses, a la vez que se sabe
acompañado por alguien que no falla nunca. Tiene que
integrar el abba y el Reino, la cruz y la resurrección, la
mística y la política".
ANEXO
LOS JOVENES
ENTRISTECIDOS
RADIOGRAFIA DE LA JUVENTUD
ACTUAL
Para comenzar:
"ANDRES"
Hacia las dos de la tarde, Andrés tomaba el
autobús del colegio que le dejaba más cerca de su
hogar. Se bajaba no en el paradero que le correspondía,
sino en el otro que quedaba a unas seis cuadras de la
urbanización en la que vivía. Lentamente, tomando
todo el tiempo posible, recorría las calles que lo
separaban de su hogar. Después de saludar al celador
subía paso a paso los cinco pisos de su edificio y sacando
el llavero que le había regalado su mamá,
abría las dos cerraduras de la puerta principal de su
apartamento. Entonces entraba en la inmensa soledad que él
llamaba "su casa".
Unos años antes una empleada lo recibía y
le servía el almuerzo, luego ante las dificultades
económicas que surgieron, su mamá había
arreglado para que una vecina lo acogiera al volver del colegio.
Ahora hacia ya tres años que llevaba siempre consigo las
llaves del apartamento y que se había acostumbrado a
llegar a él en la soledad de las tres y tantas de la
tarde. Dejaba los libros tirados
sobre el sofá de la sala, calentaba un poco la hamburguesa
que su mamá le dejaba preparada y después de
almorzar barría, trapeaba y organizaba un poso el
apartamento. Después… después nada. Las tareas
hechas sin ganas, el televisor repitiendo los mismos programas, el
nintendo que le había regalado su padre haciendo en la
pantalla unas aventuras que él ya se sabía de
memoria.
Todo lo que él recordaba de su infancia era
ese apartamento solitario. Sus padres se habían separado
pocos meses después de su nacimiento y por eso
había crecido acompañado únicamente por su
madre, la cual, sin embargo, tenía que dejarlo sólo
para poder ir a trabajar; tenía de todo, porque aunque su
papá no ayudaba económicamente con los gastos de
la familia, si
solía darle grandes regalos para comprar de alguna manera
su amor: Los mejores juegos, un
televisor propio en su habitación, una vídeo
grabadora, el computador de
la última Navidad, el
nintendo y al lado de eso los tenis de marca, la ropa
cara… nada faltaba. Sus compañeros de colegio lo
envidiaban, le decían una otra vez que a ellos les
gustaría tener como él las llaves de la casa y
quedarse solos en el apartamento sin la molestia de los hermanos,
sin los regaños de mamá exigiendo hacer tareas.
Cero que no les respondía nada. A mí una vez me
dijo que él lo daría todo, sus llaves, su
apartamento, su televisor, su vídeo, por tener al menos un
amigo. Me contó que siempre se bajaba en el otro paradero,
aunque eso le suponía caminar seis cuadras más,
para poder estar unos minutos adicionales con algunos muchachos
de su curso que ahí dejaba el bus.
Se sentía solo y lo estaba. Tal vez podría
haber hecho mejores relaciones con sus vecinos o con sus
compañeros de estudio, pero para un niño
acostumbrado a la soledad desde la cuna, era difícil dejar
de ser introvertido.
Hace unos días me contaron que Andrés, a
sus catorce años, intentó quitarse la vida. En una
de esas tardes eternas de soledad, se tomó un frasco
entero de píldoras. Afortunadamente sintió miedo y
pidió auxilio a los vecinos. Hoy ya todo ha vuelto a la
normalidad, a las dos de la tarde toma el bus del colegio, se baje en
el paradero anterior, camina seis cuadras, sube cinco pisos, abre
la puerta del apartamento se calienta el almuerzo, barre, trapea
y se queda solo inmensamente solo.
Se llama Andrés, pero bien podría llamarse
Lucas, Felipe, Mateo, Tatiana o Claudia, porque su historia es la
historia de muchos niños solitarios, de muchos
niños que tienen de todo, de todo, menos una presencia que
les dé ganas de vivir.
Hablar de felicidad a veces parece trivial, es un tema
como tan común, como tan normal para todos, que por lo
general lo damos por supuesto; quién diría al ver
nuestros jóvenes, llenos de alegría y de contento,
que no saben lo que es la felicidad. Casi podríamos
afirmar que nunca antes había existido una juventud tan
feliz como la actual. Diversiones en cantidad, una vida social
activa desde niños, pocas experiencias de sufrimiento al
lado de las que quizá tuvieron que padecer las
generaciones anteriores.
¿Felicidad? ¿Cómo hablar de
felicidad a una generación que parece haberla encontrado
definitivamente? ¿Para qué hablar de
ello?
La verdad es que detrás de las sonrisas aparentes
y de las supuestas felicidades, se encuentra el rostro
entristecido, destrozado, de los jóvenes de hoy. No, no
son felices, no lo son realmente, lo aparentan muy bien y son
expertos en disimular sus dolores, pero no son felices. Todo lo
contrario, la vida del joven de hoy, es más bien la
manifestación de toda una profunda tristeza, de un gran
vacío de sentido, que es la fuente indudable de
problemáticas tales como el sicariato, la drogadicción, el alcoholismo
juvenil, la delincuencia
etc. Alguna vez quise escribir algo que llevara como
título "No son malvados, sólo están
tristes". Hoy quiero expresar por fin estas
intuiciones.
Solemos vivir inmersos en cambios culturales y sociales
de los cuales no siempre somos conscientes, creemos que la
Colombia de hoy
es la misma Colombia de
siempre. Con una ingenuidad pasmosa, se le suele pedir a la
juventud que se comporte con los valores enseñados en la
generación anterior. Una y otra vez los artículos
de prensa suelen
hacer énfasis sobre la necesidad de volver a los valores
de siempre, aquellos de la Colombia estable
y católica de otros tiempos; con la mejor intención
del mundo se dicen este tipo de cosas, sin caer en cuenta que esa
Colombia y esos
valores no existen. Hoy existe otra Colombia, una
Colombia Postmoderna y Neoliberal, una Colombia posterior a la
caída de las grandes utopías socialistas, una
Colombia que ha perdido la estabilidad familiar. Una Colombia
así tiene colores muy
diferentes y por ende genera una juventud radicalmente distinta.
Nos guste o no, la juventud de hoy es diferente, porque vive en
un contexto socio–cultural diferente. Su país es
otro país.
La Cultura Postmoderna y el Fin de la
Utopías
Ante todo, la juventud de hoy vive en una sociedad
postmoderna, lo cual supone el rompimiento de un esquema moderno
de vida y de cultura. En las décadas del 50 al 70 nuestro
país procuró cerrar la brecha que lo separaba del
universo
cultural de las naciones desarrolladas. Un país agrario,
fundamentalmente rural, con preocupaciones domésticas y
con una vida que giraba al rededor de las preocupaciones caseras,
se fue abriendo lentamente a la industrialización, al
crecimiento
económico y a los grandes movimientos culturales de
Occidente. Al principio las innovaciones llegaban a Colombia con
meses y hasta años de retraso, pero al acercarse la
década de los 80s, las repercusiones de los cambios
culturales mundiales resonaban cada vez con mayor rapidez en
nuestro país. Hoy podemos afirmar, sin lugar a dudas, que
nuestros jóvenes se visten y actúan, hablan y se
divierten, piensan y sienten, como los jóvenes de las
grandes capitales europeas y como los jóvenes
norteamericanos. La cultura Postmoderna presente hoy en el mundo
desarrollado, es por tanto, la cultura que se está
imponiendo entre nuestros jóvenes.
¿Cuáles serían las
características de tal cultura?
La cultura postmoderna es la cultura del rompimiento
del progreso. La modernidad, cultura anterior a la actual,
esperaba un futuro grandioso para todos los hombres en el que
existiría la igualdad entre
las naciones y entre los individuos, esperaba la abolición
de la guerra, de la
propiedad, de
la servidumbre, de los colonialismos, esperaba la
alfabetización universal, el dominio de la
naturaleza, la derrota de las enfermedades, el triunfo
definitivo de la ciencia y
de la tecnología, todos esos grandes
sueños que alentaron la vida de las grandes utopías
históricas, científicas, filosóficas o
sociales, resultaron frustrándose dolorosamente en el
siglo XX, las guerras
mundiales, los campos de concentración y exterminio, las
hambrunas, las epidemias, el crecimiento de la pobreza,
demostraron que el triunfo esperado no era inminente. La
Postmodernidad se cansó de esperar el cumplimiento de unas
utopías imposibles. Mientras los hombres de las
décadas del 40 o 50 creían en el sueño del
pobre que a fuerza de
trabajo logra salir adelante y triunfar en la vida, y mientras
las generaciones de los 60 y 70 creían en el cambio social
y en la justicia para todos, la juventud actual ha renunciado a
las utopías. Ya no se cree simplemente en el progreso de
la humanidad. Lo que importa por el momento es sobrevivir y
hacerlo de la mejor manera; ya no importa soñar con mundos
mejores, pues no existen y si existen no se quiere hacer el
esfuerzo de conseguirlos. La sociedad Postmoderna se ha dedicado
a vivir con todas las consecuencias la vieja máxima de
"más vale pájaro en mano que ciento
volando".
Para los jóvenes de hoy no son tan importantes
las utopías. Es importante lo que viven hoy, lo que
sienten inmediatamente. Las generaciones anteriores
estábamos dispuestos a asumir ingentes sacrificios, con la
promesa de que algún día recogeríamos los
frutos de nuestro esfuerzo. Los jóvenes de hoy piensan que
no vale la pena dejar el disfrute para mañana, pues
quizá el mañana nunca llegue. Eso explica por
qué no son amigos de los grandes esfuerzos, por qué
sus planes son tan a corto plazo, por qué a la larga no
tienen grandes sueños y porque sienten desgana por casi
todo lo que signifique empeño y sacrificio. Por eso, hoy
no es extraño encontrar jóvenes que no sólo
no saben la carrera que quieren estudiar, sino que no les importa
mucho averiguarla. No es extraño hallar muchachos que
desean gastar dinero, pero
no conseguirlo trabajando, que les gustaría ser egresados
de tal o cual establecimiento educativo, pero sin tener que
estudiar mucho. Y no es extraño ver a toda una
generación que parece importarle muy poco que hay millones
de personas sumidas en la pobreza y
padeciendo la injusticia. Es la generación Postmoderna, es
la generación sin utopías, es la generación
que se conforma con el ahora y no gusta de construir el
mañana.
Pero la cultura Postmoderna es al mismo tiempo, la
cultura de la absolutización del sentir, sobre el deber,
es decir, de la estética sobre la ética. Si no
hay progreso, si a la larga no importa hacia donde vamos, lo que
importa es disfrutarla hoy, o como lo dice el slogan de una
conocida bebida, lo que importa es "sentir de verdad".
Así, si en la modernidad lo que importaba era la producción en la Postmodernidad lo que
importa es el consumo. La
ética puritana fundamentada en el deber, en un deber
impuesto por
la razón misma, cede el paso al sentir como criterio
último de verdad. Por tanto, es adecuado, cierto,
verdadero, lo que nos haga sentir a gusto. Es por esto por lo que
la generación actual es una generación del "me nace
o no me nace", del gusto, del disfrute, del gozo. No importa
entonces lo que hay que hacer, sino lo que gusta hacer. Por eso
se trata de disfrutar la vida hoy, de vivir "a lo bien", hoy, de
no dejar para un mañana incierto lo que se podría
saborear hoy.
Esto explica por qué los jóvenes se dejan
llevar mucho más por los sentimientos que por las
convicciones. Tal vez sepan lo que deben hacer y que en sus ideas
está claro que el estudio, la lectura u otra cosa
parecida, son un valor, pero si
no tienen ánimos, pueden tenerlo todo, claro, pero por
nada del mundo realizarán lo que no les nace hacer. Por
eso estudian sólo cuando les nace, es decir casi nunca y
en cambio viven
para salir a la calle, para conversar hasta altas horas de la
noche con sus amigos, para hacer interminables conferencias por
teléfono, para la fiesta de fin de semana, para adquirir
tal o cual nueva prenda de vestir y algunos hasta para tomar
licor, consumir droga o
encarretarse con una u otra niña. Y todo lo hacen sin
preguntarse nunca si es bueno o malo, adecuado o inadecuado, pues
les basta y les sobra con que les guste hacerlo. Si gusta es
bueno, Si no gusta es malo.
La cultura Postmoderna es, además, la cultura
de la primacía de la vida privada. La modernidad hizo
especial énfasis en la vida colectiva. Tanto que en las
utopías liberales como en las marxistas, el bienestar
colectivo era un valor.
Generaciones enteras de colombianos tuvieron como ideal la
defensa de la Patria o la lucha por defender los derechos del pueblo. Hoy, la
postmodernidad rompe con esta manera de ver la vida. Los problemas de
los otros, son de los otros y deben enfrentarlos ellos, ya
bastante tiene uno con sus propios problemas. La
vida privada se vuelve así la medida de todas las cosas.
El otro sólo importa si está dentro de la esfera de
uno mismo, si afecta lo que uno es. En cambio lo que a uno le
pasa, le sucede o le gusta, es lo determinante. Por eso la
ética colectiva, preocupada por los otros, ha cedido el
paso a la ética individual, en la cual importa el yo por
encima de todo. Ya no es una necesidad comportarse de una forma
que agrade a los demás o les haga bien, lo que importa es
hacer lo que uno quiere. Darse gusto a sí mismo, es la
lógica
de la vida privada. Mientras esta vida privada no interfiera con
la vida privada de los demás, no hay ningún
problema. Uno puede ser como quiera, vestirse como quiera,
comportarse de la forma que quiera, tener las costumbres que
quiera, consumir las sustancias que quiera, creer en lo que
quiera, que nadie puede ni debe decir nada. Es el santuario de la
privacidad, el monumento final al individualismo, el hombre
aislado convertido en medida de todas las cosas.
Aplicada esta manera de pensar a tres o cuatro gustos
triviales, nadie se atrevería a adivinar su profunda
gravedad. Pero cuando consumir droga, o
utilizar sexualmente a una persona, o asesinar a sueldo, se
vuelven elementos de esta ética colectiva que respete al
otro, que considere la dignidad de todas las personas. Sin
embargo, un mundo construido sobre la absolutización del
gusto individual, no puede ya asumir una ética que piense
en el otro. Se pueden consagrar los derechos humanos
en la Constitución, se puede volver a
enseñar urbanidad, se pueden hacer comunicados pidiendo el
retorno de la moral, que
nada se logrará, pues la ética del joven de hoy es
la ética del sí mismo, y lo que a él le
parezca bueno lo es y si usted no está de acuerdo con
él, ése no es su problema.
La cultura Postmoderna es la cultura de la
indiferencia, de la pérdida del sentido de la solidaridad
y la justicia. Hace apenas unos quince años, nuestra
juventud vibraba con la música de protestas,
con los ideales revolucionarios, son el deseo de comprometerse
con los marginados. El rompimiento de las utopías y la
absolutización del individualismo y de la vida privada,
han hecho surgir una generación caracterizada por la
indiferencia ante el dolor de los demás. Los
jóvenes de hoy son en su mayoría insensibles, no
solidarios, sin anhelos de justicia, para ellos el objetivo de la
vida es pasarla bien. Los sufrimientos de los demás, los
millones de pobres, los desechables de las calles, simplemente no
son su problema. El anhelo de un mundo más justo y humano,
no existe entre los jóvenes de hoy porque, por un lado no
tienen grande utopías y por otro lado, el sufrimiento de
los pobres no les afecta, no les duele, no les conmueve. Su mundo
de intereses es demasiado personal, está encerrado en su
vida privada y allí no hay cabida para el otro, mucho
menos si el otro es un hermano sufriente. A los jóvenes de
hoy les preocupa su propio bienestar, sus propios placeres, su
propia riqueza; no les preocupa el hambre, el dolor, la angustia
de la gente. Hoy se cumplen amargamente las palabras de
Martín Luther King "Lo que aterra no es la maldad de los
malvados, sino la indiferencia de los buenos".
La Sociedad Neoliberal y el Consumo como
sentido último de Existencia.
Vivimos en una sociedad que es a la vez, el resultado de
varias décadas de intentos por salir del subdesarrollo
y del rompimiento de los grandes modelos
socialistas. Guste o no, el neoliberalismo
ha terminado por constituirse en la única sociedad
posible, ya que es la única que nos permite sentirnos
menos atrasados, casi desarrollados y ya que no hay ningún
otro modelo de
sociedad al que podamos hoy aspirar. Y claro, cuando un modelo no se
siente el único, tiene que humanizarse, suavizarse, para
que no sea reemplazado por las otras alternativas. Pero cuando un
modelo social
es único, ya no necesita contemporizar, simplemente se
impone y nada más. Por eso ahora sí estamos
viviendo el puro "capitalismo
salvaje". Ya no es necesario intentar mostrar el rostro humano
del capitalismo,
si es que alguna vez lo tuvo. Ahora se puede afirmar que lo
único importante es el lucro, la generación de
riqueza, con los menores costos posibles.
También esta sociedad Neoliberal afecta el comportamiento
de nuestros jóvenes, muchas de sus actitudes
sólo se pueden entender desde la perspectiva de unos
valores sociales Neoliberales. ¿Cómo
caracterizaríamos a la sociedad Neoliberal?
La sociedad Neoliberal es la sociedad del lucro, de
la riqueza como objetivo final de la vida. Cosas como hacer
historia, luchar por los demás, arriesgar la vida por la
justicia, son conceptualizaciones del pasado, bellas ideas
épicas de otros tiempos, pero en todo caso algo
extraño al pensamiento social de hoy. "El tiempo es oro"
dice el aforismo y dicho en inglés
resulta aún más claro su valor fundamental, la
riqueza económica. Todo lo demás, aunque sea un
valor, es necesariamente secundario. Por eso la vida humana, el
respeto por el
otro, la fe en Dios, el amor limpio, la honestidad, son
criterios de vida ciertos en el papel, verdaderos en el plano de
la discusión teórica, pero falsos en la vida
práctica. Si el objetivo de la vida es el lucro, la forma
como éste se alcance es secundaria, pues una vez
más ha llegado a ser verdad aquello de que "el fin
justifica los medios". No es
casualidad que haya gente que viva del asesinato, no es un
accidente que la mayor fuente de ingresos del
país sea el tráfico de estupefacientes. Aunque lo
uno siga siendo un delito y lo otro
sea un negocio ilegal, lo cierto es que cada vez hay más
personas que viven de matar y cada vez más también
se ven más apetitosos los capitales de la mafia. Al fin de
cuentas, la
última reforma cambiaría permitió la entrada
al país de una inmensa cantidad de dólares mal
habidos, todo el mundo sabe que hay centros comerciales
especializados en lavar dólares y que para volverse
legales, las ganancias de la mafia se convierten
mágicamente en computadores, equipos de sonido, autos
importados, motocicletas ninja, camionetas extranjeras sin llanta
de repuesto atrás que se pueden conseguir a buenos
precios en
nuestra ciudad. No hay ninguna ética, la verdadera
ética de nuestra sociedad, es la ética de lucro. No
importa el cómo, lo que importa es el
cuánto.
Esto explica porque cada vez hay más
jóvenes consiguiendo dinero y
haciendo del dinero el
único objeto de sus vidas. Unos se gastan la plata del
papá y éste para no perder su amor, se la regala,
otros trabajan para la mafia, pues ésta suele contratar
menores de edad, ambiciosos e intocables, en virtud de un
código que los protege. Otros se venden sexualmente, otros
asesinan a sueldo; no es raro que vivamos en un país cada
vez más corrupto, pues la corrupción
es intrínseca a este tipo de sociedad. Si el sentido de la
vida es ganar dinero, no es
problema ser corrupto, lo que es problema es conseguir dinero.
La sociedad Neoliberal es la sociedad que busca la
felicidad en el consumo.
Dice la propaganda
radial de un conocido almacén de
muebles, que "la forma como la galería N.N. colabora con
la paz, es garantizando la paz interior de los que compran sus
productos,
porque los muebles de la galería N.N. generan paz,
felicidad y satisfacción". Para todos resulta evidente que
unos muebles no pueden ofrecer valores tan intangibles y tan
grandes como la paz interior o la felicidad, sin embargo, esta
pretensión es uno los elementos básicos de nuestra
sociedad. La felicidad, la paz interior otros valores tales como
el amor o la realización personal, ya no se pone en
utopías ni mucho menos en experiencias espirituales. Estas
suponen esfuerzo, ascesis, sacrificio y el hombre Neoliberal no
gusta de eso. La sociedad Neoliberal tiene como fin generar entre
la gente un sentimiento de bienestar, de satisfacción
completa. Alguna vez en un maravilloso cuento de
ciencia
ficción, el ya fallecido escritor Isaac Asimov, mostraba
cómo en el futuro se fabricaban robots y computadoras
que tendrían como única función satisfacer.
La sociedad Neoliberal es el gran robot generador de
satisfacciones, tan maravillosamente a la mano,
increíblemente cercanas, que sólo es necesario
consumir algo, comprar un nuevo articulo, hacerse socio de un
condominio, viajar en tal o cual aerolínea, visitar este u
otro sitio de recreo, conseguir un nuevo electrodoméstico
o un flamante automóvil, para encontrar la felicidad. De
esta forma la sociedad Neoliberal es al mismo tiempo, la sociedad
que pone la felicidad en el consumo (y
para poder consumir más hay que ganar más dinero,
lo cual la hace una sociedad de lucro) y la sociedad que
objetiviza los valores espirituales, pues todo, hasta el amor, se
puede adquirir con dinero.
No es extraño entonces, que los jóvenes de
hoy estén obsesionados por el consumo. Viven
una sociedad en la cual ser felices es lo mismo que consumir y,
como ellos desean ser felices (es lo que deseamos todos los
hombres) y ya que se les enseñó a buscar los
valores espirituales en las realidades objetivas, han hecho del
consumo su régimen de vida. Por esos los jóvenes de
hoy son la generación del gasto, del rebusque de dinero
(lo cual necesariamente implica trabajar) para tener con que
pagar las actividades del fin de semana. Si bien siempre el ser
humano ha tendido a buscar la felicidad en las cosas, la juventud
actual se caracteriza por buscar la felicidad en sensaciones
inmediatas, en el consumo de algo que le haga sentir placer,
tranquilidad, emoción, éxtasis. En los inmensos
anaqueles del supermercado de la vida, se ofrecen todo tipo de
artículos, desde libros de
metafísica, hasta drogas,
pasando por las marcas, la ropa,
los lujos, los cuerpos de las mujeres, las fiestas de barrio, el
licor. Todo puede ser adquirido, todo puede ser comprado, y la
generación actual anda buscando su felicidad en lo que
compra, cadenas de oro colgadas en el cuello, los apartamentos de
lujo en los sectores más exclusivos de la ciudad, la
compra con dinero y supuestas obras de caridad del silencio y la
obediencia de barrios o pueblos enteros, la intimidación a
través de grupos de justicia privada, la imposición
de la ley del mas
fuerte y el mejor armado, las discotecas flamantes, las
orgías, la prostitución juvenil. Todo esto que para
muchos de nosotros podría ser simplemente lujos
ridículos, se ha convertido, sin embargo, en toda una
propuesta existencial, en un modelo de
identificación para la juventud. Cada vez es más
frecuente encontrar jóvenes que sin caer en cuenta de la
procedencia de los grandes capitales de la mafia, simplemente
sueñan con poseer la riqueza, el poder, los lujos de los
narcotraficantes. Como buenos jóvenes de la Postmodernidad
Neoliberal, pero poco preocupados por la ética e
interesados por alcanzar la felicidad objetiva que ofrecen las
riquezas, poco les preocupa llegar a ser parte de todo un imperio
del delito, con tal
de poder tener una motocicleta ninja, dinero en buenas cantidades
y placeres al por mayor.
El narcotráfico ha cambiado los valores de la
sociedad. Manejando incontables sumas de dinero, el narcotráfico ha implantado un estilo de
vida que se ha vuelto atractivo para los jóvenes de hoy.
El lujo, el confort, el anhelo de tener mucho dinero, muy pronto
y muy fácil, son los nuevos valores de una juventud
desconcertada moralmente. Por eso no es extraño encontrar
jóvenes de todas las clases
sociales y no sólo de las comunas deprimidas, haciendo
parte de escuadrones de la muerte,
trabajando como sicarios, llevando y trayendo mercancía
ilícita, haciendo las veces de protegidos de los capos de
turno. Por eso mismo es cada vez más frecuente encontrar
muchachos que para conseguir dinero, comienzan robando
calculadoras en el salón de clase y terminan trabajando
para algún mafioso y hasta vendiendo su propio cuerpo a
los homosexuales con plata. El dinero, el
disfrute, el pasarlo bien, parecen argumentos que justifican todo
tipo de excesos e inmoralidades. El vacío moral ha llegado
a ser tan grande que incluso entre los jóvenes que no
están en contacto con el narcotráfico ni con su estilo de vida, que
llevan una vida sana y en orden, queda sin embargo una duda, un
no estar convencidos del todo de lo negativa que es la mafia, y
lo que es peor, permanece una peligrosa admiración por las
riquezas, los lujos y el estilo de vida de los
narcotraficantes.
El narcotráfico como imposición de un
estilo de vida violento. Si bien la historia de Colombia es
la historia de múltiples guerras, la
mafia ha logrado en los últimos años que nos
acostumbremos a la triste realidad de una violencia
cotidiana. El mafioso simpático de los años 70
sobre el que se hacían todo tipo de chistes, dio
paso al monstruo violento de la década de los 80,
funcionarios del gobierno,
candidatos presidenciales, jueces, periodistas, sacerdotes,
médicos, sindicalistas, maestros, jóvenes,
niños, miles de inocentes murieron en los años
anteriores, al ritmo de una aterradora guerra nunca
declarada, pero quizá por eso más violenta. Las
bandas de sicarios, las pandillas juveniles, las milicias
populares y toda suerte de grupos de violencia se
fueron tomando barrios, sectores, pueblos ciudades. Hoy la
violencia no
sólo es una realidad cotidiana, sino que, fruto del
acostumbramiento a ella, cada vez se le percibe más como
solución para los diversos problemas, con violencia se
cobran favores, se consiguen herencias, se gana dinero, se
castigan culpables, se intimida a los inocentes, se acalla a los
testigos, se saldan cuentas, se
realizan venganzas, se aplica justicia y hasta se combate la
pobreza,
matando a los pobres. La violencia se ha convertido en el
argumento normal, por eso no es raro encontrar jóvenes que
lleven armas a los
establecimientos educativos, que intimiden a los
compañeros, que se hagan rodear de cinco o seis patanes
que les consigan un puesto preferencial para comprar en la tienda
que contratan los servicios.
La sociedad Neoliberal es la sociedad que degrada a
las personas al nivel de simples objetos de consumo. Si los
grandes valores pueden ser adquiridos, entonces todo, hasta las
personas, terminan siendo objeto de consumo. Es una frase ya
común escuchada hasta la saciedad en las películas,
que "toda persona tiene su precio". Pero
esta no es una frase de libretista truculento, es una
expresión que define perfectamente las relaciones
humanas en un mundo capitalista, por lo pronto, realidades
tales como la corrupción
de los organismos del Estado, el soborno a funcionarios
públicos, la compra de autoridades por parte de los
grandes grupos de la mafia, son una prueba concreta de que todos
podemos tener un precio y estar
anotados en una nómina.
Para la sociedad Neoliberal que todo lo compra con dinero, las
personas son un objeto más que comprar. Por eso si bien
hay delincuentes que compran policías o abogados,
también hay padres de familia que ante
su fracaso como tales deciden comprar el amor de sus hijos con
grandes regalos, ofreciéndoles buenas cantidades de
dinero, o llenándolos de lujos; hay muchachos solitarios
que por medio del dinero buscan atraerse amigos y hay quienes
pagan para adquirir el cuerpo de una mujer y hacerse a
la idea de que son amados por alguien. Vivimos en una sociedad
que compra y vende personas, en una sociedad que alquila
bebés para pedir en las esquinas, que arrienda vientres,
que vende niños acabados de nacer, que compra con el dinero los
servicios
sexuales de un adolescente, que negocia con el cuerpo de las
mujeres, es la sociedad de la
despersonalización.
Por eso no es extraño que nuestros muchachos
tengan la extraña tendencia a no valorar a las personas.
No les importa utilizar a un amigo más, no le ven
ningún problema a meter un compañero en una
adición, no les parece malo engañar niñas
prometiéndoles amores que no sienten de verdad, no ven
nada irregular en la forma despectiva como tratan a sus padres o
educadores. Son simplemente buenos hijos de una sociedad
despersonalizada y ya que ellos mismo se han sentido objetos de
consumo, han entendido que el amor, la felicidad y la paz, hay
que comprarlos, así la compra suponga seres
humanos.
La Sub–cultura del Narcotráfico, un
neoliberalismo
más violento.
Es indudable que el narcotráfico es algo
más que un negocio o un delito, si
sólo fuera esto, afectaría únicamente a los
que tienen que ver con el negocio o con el delito, sin
embargo, los últimos años de la historia de nuestro
país, están enmarcados por una presencia del
narcotráfico en la vida de todos nosotros, porque todos,
de alguna manera hemos aprendido a vivir o morir en medio de una
cultura narcotraficante, dentro de la cultura Postmoderna y al
interior de la sociedad Neoliberal, el narcotráfico se ha
ido convirtiendo lentamente en una manera de ser, de vivir, de
pensar, de valorar, de existir. Están lejos los tiempos en
los que el narcotraficante era aquel emergente, "nuevo rico",
objeto de burlas y chistes. Hoy
el narcotráfico ha impuesto su forma
de vivir, con gusto o no, ridículo o no, el estilo de vida
mafioso se ha ido imponiendo y se ha convertido en una verdadera
sub–cultura que afecta gravemente a los jóvenes de
hoy.
¿En qué signos se nota la influencia de la
sub–cultura narcotraficante?
El narcotráfico como estilo de vida, generador
de un vacío moral y de un desconcierto ético.
El narcotráfico, bueno es tenerlo en cuenta, no
sólo es un negocio sucio, es fundamentalmente una manera
de vivir, una forma de asumir la existencia. Supone un estilo de
vida caracterizado por las grandes fiestas, las fincas inmensas
dotadas con toda clase de excentricidades, camionetas importadas
sin llanta de repuesto atrás, una pandilla para golpear un
enemigo, que amenacen por teléfono al muchacho que
está enamorado de la niña que le gusta. Hace unos
tres meses el personero de Medellín revelaba que el 70% de
las víctimas en hechos de sangre de esta
ciudad, eran jóvenes. El narcotráfico ha engendrado
una generación monstruosa, que tiende a la violencia y que
valora cada vez menos la vida.
El narcotráfico como cotidianidad de las
sustancias que destruyen al hombre. El ser humano siempre se
ha sentido atraído por las sustancias alucinógenas.
Estas no son nuevas, ni son propias únicamente de nuestra
época ni de nuestro país. Pero de alguna forma lo
que ha logrado la sub–cultura del narcotráfico es
que nos habituemos a ellas. Los jóvenes de hace quince o
veinte años, ante la invasión "hippie"
tenían el gran peligro de caer en el consumo de marihuana,
pero "esta a pesar de la popularidad que llegó a tener,
nunca tuvo la difusión que hoy tiene la droga y el
alcohol. La
mayor parte de los muchachos de hoy han visto drogas en sus
barrios, en el grupo de
amigos que se reúnen en la esquina, en la fiesta del fin
de semana. Crece cada vez más el número de
muchachos que la han rechazado más que por sus
convicciones personales, por la falta de oportunidades. La
droga
está ahí, la venden dentro y fuera de muchos
establecimientos educativos, la reparten los mismos
jóvenes, la usan para huir de los problemas familiares o
simplemente para disfrutar más de la música o tener un
momento de éxtasis, pero ya no es la droga lejana,
sino la droga cotidiana, presente en todos los barrios y
ambientes.
Junto a la droga, aparece otra adición más
peligrosa, en cuanto es permitida por la sociedad, el uso
exagerado de bebidas alcohólicas. Los jóvenes de
otras épocas se embriagaban por primera vez a los
dieciocho o veinte años, a escondidas y temiendo el
regaño de sus padres. Hoy en día hay jóvenes
que se inician en el consumo de licor desde los primeros
años de su pubertad y algunos llegan a ingerirlo casi a
diario; hay muchachos que no pueden divertirse en una fiesta sin
embriagarse y obviamente cometen todo tipo de locuras y excesos
bajo los efectos del alcohol. Para
colmo la mirada permisiva de una sociedad alcohólica como
la nuestra, que tiene la falsa creencia de que el consumo de
licor no es un problema grave, el convencimiento errado que
sólo es posible divertirse con unos cuantos tragos en la
cabeza y la sensación de adultez que aporta el consumir
alcohol, ha
afianzado el surgimiento de una generación con profundos
problemas de alcoholismo…
problemas que, por desgracia no parecen ser importantes para
nadie.
La Influencia Externa y la Pérdida de la
Identidad
Cultural.
Toda la realidad anteriormente descrita, se agrava con
la influencia de culturas provenientes de países que viven
un desconcierto ético tan serio como el nuestro; no es
algo nuevo hablar de falta de identidad
cultural entre nosotros, el pueblo colombiano, a pesar del
orgullo que dice sentir, siempre ha tenido una especial
inclinación por copiar lo que se hace o vive en otras
latitudes. Los esquemas políticos, los modelos
educativos, los estilos arquitectónicos, los gustos
artísticos y hasta los ideales revolucionarios, han tenido
siempre una buena carga foránea. Empero esta influencia
externa a la que quizá nos fuimos acostumbrando con el
paso del tiempo, se ha vuelto hoy más problemática
ante la irrupción de valores extraños a nuestra
cultura, que sin embargo, son asumidos de manera entusiasta por
nuestra juventud.
¿Cuáles aspectos describirían los
puntos más problemáticos de la influencia
externa?
El satanismo y el gusto por lo malvado. Hoy no
está de moda entre los
jóvenes ni la bondad, ni el amor, ni la misericordia. Dios
parece alguien demasiado simple par ser interesante. Hay un gusto
por lo oculto, por lo secreto, lo cifrado; por eso atrae el
satanismo, gustan los símbolos cabalísticos y
esotéricos, hay un interés desmesurado por el
demonio, por las "misas negras" y por los rituales
satánicos. Muchas letras de canciones metálicas a
esto invitan. Las revistas sobre los ídolos del rock, muchos
videos y los "souvenirs", son también de clara influencia
demoníaca. No pocos psicólogos han dado en estos
últimos años la voz de la alarma sobre los mensajes
subliminales presentes en muchas grabaciones musicales. La
mayor parte de tales mensajes invitan al satanismo, a la delincuencia,
a la violencia, al desenfreno sexual y a la drogadicción. Aunque no todos los
jóvenes son afectados de la misma manera por los mensajes
subliminales, los estudios psicológicos han
señalado que las personas con tendencias a la depresión,
a la soledad compulsiva, a la agresividad o que sean deprivadas
afectivamente o que carezcan de una vida familiar estables, son
víctimas preferentes de los contenidos
subliminales.
El surgimiento de los cultos satánicos no es otra
cosa que la manifestación externa de una juventud que ha
ido perdiendo el sentido del bien. Lo malvado, lo negativo, lo
desordenado parece más interesante, más apasionante
para los jóvenes de hoy. Tal vez esta realidad provenga de
la necesidad que el mundo actual ha impuesto de hacer
de la vida una peligrosa aventura. En el mundo del mal los
jóvenes pueden sentir el vértigo, la emoción
de estarse jugando a cada instante la existencia, el bien para
ellos aparece como demasiado estable, fácil y seguro;
además, el mundo del bien, de Dios, del respeto a los
otros, es para muchos de ellos, el mundo de los adultos, de unos
adultos que ha dañado el planeta y que, por lo general,
han predicado unos valores que no viven. Desde esta premisa,
adorar el mal y seguir a Satán, es una forma de protestar
contra el orden imperante, es un acto revolucionario; lo cierto
es que por protesta o por aventura, el mal se le fue volviendo
para la juventud toda una posibilidad vital a la que se siente
llamada por la música que escucha,
por los ídolos que imita y por la presión social de
las pandillas que le rodean.
El mundo punk y el mundo metálico. Aunque
son muchas las corrientes culturales que afectan a los
jóvenes, hay dos que especialmente tienen poder sobre
ellos y han ido configurando dos estilos de vida. El punkinismo
se alimenta de una concepción pesimista de la realidad.
Tal pesimismo termina planteando un sinsentido existencial que
suele desembocar en el suicidio. Para el
mundo punk "la muerte
joven" no sólo es un ideal, sino una manera más
adecuada de enfrentar una realidad en la cual no hay lugar para
la felicidad. Es bueno tener en cuenta que de los protagonistas
de la película "Rodrigo D No Futuro", todos miembros de
una banda de música punk,
sólo uno está hoy con vida, todos los demás
cumplieron el ideal punk, murieron jóvenes. De otra parte,
los metálicos, aunque no tienen las tendencias suicidas de
los punkeros, tienen una tendencia a ser agresivos contra todo lo
que suponga orden social tradicional. Los metálicos hacen
de su música,
de su ideología, de su manera de vivir, una protesta
contra el mundo de los adultos, para ellos, la generación
anterior construyó una realidad aparentemente fundada
sobre valores
morales y sobre leyes justas,
pero marcada por la hipocresía; la rebeldía
metálica, que no es una rebeldía transformadora de
la realidad, se centra en la protesta agresiva, caracterizada por
la vivencia de valores opuestos a la transgresión de las
leyes y
principios de los adultos. En la práctica esta protesta
contra el orden tradicional se expresa en la violencia
desafiante, la cual se manifiesta desde la misma ropa oscura y
agresiva que utilizan los metálicos, en el libertinaje
sexual, vivido como superación de la moral
hipócrita de los adultos y en el consumo de sustancias
alucinógenas que no sólo hace posible sus
fantasías, sino que manifiesta definitivamente su
oposición al mundo actual. El punkinismo y el metal han
dejado de ser sólo un estilo de música y se han
constituido para muchos jóvenes en modelos reales
de identidad. A
fines de 1992 el grupo norteamericano "Guns and Roses"
visitó varios países de Suramérica, lo
curioso, lo increíble, fue que en Venezuela, lo
mismo que en Chile, en
Argentina y en
Colombia, la respuesta de los jóvenes fue la misma, la
ropa negra que usaron era similar y la violencia que llenó
de destrozos las calles fue muy parecida, esta influencia del
punkinismo y el metal es aún más seria y
cuestionadora, si tenemos en cuenta que ya desde hace varios
años, muchos psicólogos vienen señalando el
peligro real que para el equilibrio
mental de los jóvenes, suponen los contenidos subliminales
de estas músicas. Parece ser que las luces usadas en los
conciertos, ciertas frecuencias musicales y mensajes ocultos
grabados en disco, pueden llegar directamente a las capas
corticales del cerebro y alterar
el comportamiento
de los jóvenes. Estas podrían ser las causas de la
creciente agresividad, de la ansiedad, de los desordenes
sexuales, del consumo de droga, de la violencia, de los
jóvenes excesivamente atados a estas músicas,
aunque lo cierto es que esto no es más que una teoría,
la experiencia dolorosa de muchos jóvenes que se refugian
en su música y van cambiando inexplicablemente de comportamiento, son una voz de alerta sobre la
seriedad de esta problemática.
La Ruptura del Mundo Familiar y el Desequilibrio
Personal.
Sin duda alguna a la base de todas estas realidades
descritas en los jóvenes se encuentra el más
común y el más doloroso de los motivos: la ruptura
del universo
familiar. El mundo actual se acostumbró a convivir con la
separación, con los matrimonios destruidos, con los
niños separados de sus padres, con los vacíos
afectivos llenados a la fuerza con regalos o
electrodomésticos, hasta los mismos muchachos se fueron
haciendo a la idea de que el rompimiento de sus hogares no los
afectaba, que era algo a lo cual uno terminaba
acostumbrándose y que no era un problema grave. Con todo,
ahí están los niños modernos, los
jóvenes de hoy, llenos de todo y vacíos de
cariño, con un extraño odio por sus padres, con una
pérdida del sentido de sus vidas, con una necesidad
imperiosa de mendigar cariño, afecto, te quieros; con un
consumo cada vez mayor de droga y de licor, con un equilibrio
humano roto. La verdad, es que con el rompimiento de la familia, se
rompieron los jóvenes.
¿Cuáles serían las principales
consecuencias de la ruptura del mundo familiar?
Los traumas psicológicos y la pérdida
del equilibrio afectivo. Muchos de los jóvenes de hoy
llevan a cuestas traumas causados por hechos dolorosos sufridos
durante su infancia.
Tales traumas provocan una dolorosa pérdida del equilibrio
emocional y afectivo. Virtualmente una generación de
jóvenes colombianos está creciendo con
vacíos afectivos que desesperadamente intentan llenar a
fuerza de noviazgos prematuros, relaciones sexuales precoces,
relaciones homosexuales, drogadicción, alcoholismo,
desenfreno, búsqueda desesperada de riquezas, etc. Cuando
el ser humano tiene un vacío en el centro de su alma se
desespera y busca por todos los medios llenarlo. El único
problema es que lo que no se llenó en la infancia con
el amor de unos padres, la estabilidad de un hogar y el
cariño fraternal, ya no se llena más que con la
aceptación de sí mismo, pero justamente, cuando hay
un vacío afectivo, lo que hay de fondo es una incapacidad
casi absoluta de auto–aceptación. Hace unos
días en una dinámica de presentación con
jóvenes de unos catorce años, les pedí que
describieran un poco a sus familias. Al final cuando
terminó la dinámica, les pregunté que era lo
que más les había llamado la atención de las
respuestas de sus compañeros, todos coincidieron en un
punto, lo que más les había impactado era que una
gran mayoría no tenía un hogar bien
formado.
La violencia social que ha destruido tantas familias, la
inmadurez sexual y afectiva de los adultos que los hace incapaces
de construir una relación de pareja estables y las
tensiones de una vida familiar en una sociedad cada vez
más convulsionada, han lesionado gravemente los hogares;
hoy son pocos los jóvenes que pueden afirmar que tienen un
hogar completo y más pocos los que pueden decir que tienen
un hogar feliz. Lo terrible es que aunque se acostumbren a la
ausencia de alguien o el abandono, en el fondo del corazón
siempre permanece un lugar herido, un punto traumatizado lleno de
odio, culpa o tristeza.
La inseguridad y
la pérdida de la identidad personal. El rompimiento
del mundo familiar trae como consecuencia la pérdida de la
identidad personal. Sin poder desarrollar un proceso normal de
auto–identificación ante sus padres, el joven pierde
conciencia de sí mismo y busca en los modelos que le
ofrece la sociedad, otras posibilidades de identificación
personal. Los héroes del deporte o del rock, los
cabecillas de las pandillas juveniles, el mafioso que viven en
las cercanías, que comenzó de la nada y ahora tiene
todo, el compañero que lleva una vida libertina, se
convierten fácilmente en los modelos con
los cuales el joven busca identificarse. Así
después de perder su hogar y de perder el afecto que
necesitaba para crecer, el joven termina perdiéndose a
sí mismo. No es casualidad que el muchacho de hoy sea tan
fácilmente manipulable. Además de la inseguridad
propia de la adolescencia,
tiene toda la inseguridad
propia de su falta de identidad. Por eso es posible influir sobre
él, cambiarle sus valores, hacerlo instrumento,
todavía hoy recordamos la historia conmovedora de aquel
muchacho de quince años que asesinó en el
aeropuerto al candidato presidencial Jaime Ossa. Su abuelita
decía que un muchacho ingenuo, casi un niño y
contaba cómo unos meses antes, él había
llorado angustiosamente al haber matado sin culpa una
tórtola. En medio del dolor, aquella mujer preguntaba,
quién le había cambiado tanto a su nieto en apenas
unas pocas semanas. Y su pregunta, sin duda, es la pregunta de
muchas otras mujeres, madres de jóvenes sicarios,
drogadictos, alcohólicos, pandilleros.
La agresividad, la depresión
y otros estados de ansiedad. La separación, la
infidelidad, la agresividad vivida al interior de los mismos
hogares, e incluso la violencia física entre los
cónyuges o entre los padres y los hijos, conforman un
ethos violento que los muchachos van asimilando como propio. Es
por esto por lo que muchos jóvenes llevan dentro de
sí una violencia, a veces contenida y canalizada en
diversos estados de ansiedad o depresión
(como agresión), a veces explícita y encauzada a
través de la participación en pandillas y
actividades delictivas. En todo caso es una violencia que del
ambiente
social ha pasado a las familias y de éstas a la psicología de los
jóvenes. Alguna vez un psicólogo social que
analizaba el fenómeno de los niños sicarios de
Medellín decía que más que matar, un
sicario, lo que estaban haciendo no era otra cosa que matar en
cada esquina al padre que odiaban, deseando inconscientemente que
los mataran a ellos para purgar de alguna manera sus culpas.
¿Quieres ser un delincuente cuando llegues a los
veinticinco años? Preguntaba uno de los protagonistas de
la película a un muchacho de escasos dieciséis
años de edad. Este, sin pensarlo dos veces, sin dudarlo
siquiera, sin tardar, respondió fríamente "es que
yo no voy a llegar a los veinticinco años". Esta es la
realidad de muchos jóvenes sin identidad, llenos de
violencia contra el mundo, contra los demás, contra
sí mismos; no es un accidente que el suicidio sea la
tercera causa de muerte entre
los jóvenes norteamericanos, ni que casi el 50% de los
jóvenes entre los 15 y 18 años hayan pensado en
quitarse la vida. Una pérdida del sentido de la vida que
tiene su origen en la deprivación afectiva, en el
rompimiento del universo
familiar, está cobrando fatalmente la vida de los
jóvenes. Es una violencia cada vez más cercada y
cada vez más atroz.
La tendencia a repetir la misma historia de
sufrimiento padecida. El vacío afectivo, la
pérdida de su identidad personal, la agresividad hacia
toda forma de autoridad,
lleva a los jóvenes a vivir un gran desconcierto
ético y moral. Muchos a la edad de trece o catorce
años tienen sus primeras relaciones sexuales con
prostitutas (cuando no han sufrido abuso sexual
durante la infancia).
Para después de los quince se generalizan los noviazgos
que suelen ir acompañados de relaciones prematrimoniales.
No preparados para las responsabilidades de la vida conyugal y
más preocupados por encontrar un poco de afecto, de placer
o de experiencia sexual, no pocos jóvenes se encuentran
repentinamente con la amargura de un embarazo
indeseado, con el dolor de haber aprobado un aborto, o con el
dolor de tener que aceptar la traición de la pareja
después de tantas promesas hechas. Con lo anterior, muchos
repiten su propia historia dolorosa, nacieron por error y por
error conciben a sus hijos, así, nacen hijos sin padres
(en 1986 se calculaba en setecientos mil el número de
madres solteras en Colombia, el 80% de ellas menores de
veinticinco años de edad), con traumas de nacimiento,
hijos no deseados, hijos que nacen a pesar de haberse intentado
el aborto y
unos jóvenes demasiado jóvenes, incapaces
todavía de vivir en pareja y de ser padres, se ven
obligados por la vida a desempeñar papeles que los
desbordan. De esta forma la ruptura familiar, genera más
ruptura, más niños deprivados afectivamente, que
cuando sean adolescentes
buscarán desesperadamente unas migajas de sentido en el
alcohol, en la
droga, en la música, en una pandilla, en el cuerpo de
alguien, en el intento de suicidio, o en
las relaciones sexuales que lo llevará a ser padre antes
de tiempo, Es la repetición de dolor, la repetición
del sufrimiento, la repetición de una historia
traumática.
Esta es la juventud actual, sin duda, muchas cosas
más se podrían decir sobre los jóvenes de
nuestro tiempo, pero estos puntos anotados anteriormente marcan
el croquis fundamental, algo habría que afirmar para
finalizar: no se trata de ninguna manera de una generación
malvada, ni de una generación carente de valores. Todo lo
contrario, detrás de esta situación descrita y que
puede parecer pesimista, están unos muchachos de carne y
hueso, sobreviviendo con los valores que a pesar de todo llevan
dentro y luchando para encontrar un lugar en la historia. Lo que
sí es cierto es que estamos ante una generación
entristecida, ante una juventud que ha ido perdiendo su sentido
existencial y que necesita urgentemente encontrar una buena
noticia que le devuelva el deseo de vivir. No son jóvenes
malvados, son jóvenes tristes, y cuando el hombre
está triste, se puede convertir en un monstruo violento.
Mientras no se resuelva el problema original de la
deprivación, del sinsentido, de la ausencia de
utopías, nuestros jóvenes de hoy seguirán
perteneciendo a la generación del "No Futuro",
buscarán la muerte en
alguna esquina de la ciudad, se contentarán con el placer
fugaz que da el dinero y
esperarán morir sin haber cumplido los veinticinco
años.
"Algo extraño, algo doloroso, algo raro le ha
venido sucediendo a la juventud en los últimos tiempo,
más allá de los problemas familiares, de las
separaciones conyugales tan traumáticas, de las inmensas
soledades de los muchachos de hoy, más allá de la
droga y de la violencia, más allá del
resquebrajamiento de los valores de la infidelidad creciente, un
peligroso cáncer ha ido destruyendo a nuestros
jóvenes".
La vida, la abundancia, la angustia, los traumas, el
ambiente
capitalista, el fin del siglo o quién sabe qué
extraños factores, les fueron arrebatando a dentelladas
las ganas de construir un mejor mañana. De un solo sorbo,
el mundo actual se bebió los sueños más
bellos de la juventud, apuró a grandes tragos aquellas
utopías que sólo crecen durante los años
tempranos y dejó a muchos, a demasiados jóvenes de
hoy, sin futuro, sin ilusiones, sin esperanzas, sin deseos de
llegar vivos a los veinticinco, con el anhelo resignado de
sobrevivir hoy, sin tener que luchar ni por la verdad ni por el
bien, ni por la justicia, como si en vez de madurar, hubieran
envejecido prematuramente.
Estos son los jóvenes de NO FUTURO. Estos son los
jóvenes sin UTOPIAS. Estos son los jóvenes de la
DESESPERANZA. Viven para el instante, para un instante demasiado
rápido y pasajero, que es necesario, por tanto disfrutarlo
cuanto antes, viven para la sensación placentera de hoy,
para el disfrute, para la diversión momentánea,
para la niña hoy conocida, hoy conquistada y hoy
gozada.
Viven para conseguir pronto el dinero que les permita
tener cuanto antes, todos esos placeres que el mundo les dijo que
eran imprescindibles si querían llegar a ser felices.
Viven para el gozo fugaz, para el amor pasajero, para las
alegrías que rápido llegan y más
rápido aún se van.
Un mal día se les marchó el anhelo
profundo de construir un mundo mejor, un más bello
porvenir y se quedaron con un tosco hoy entre sus manos, un hoy
tan poco luchado y sólo disfrutado angustiosamente,
frenéticamente; pareciera que ya no creen en nada, que ya
no ven importante entregar la vida por algo, arriesgar la
existencia toda por una razón, por un proyecto, por un
sueño, por una convicción, por un amor verdadero,
que para vivir sólo es necesario relajarse, disfrutar el
instante y no hacer nada más.
Con todo, en lo profundo, allá donde están
las grandes ansiedades del hombre, padecen una sed inmensa y se
mueren de hambre, creen sin embargo, que las cuatro diversiones
que les ofrece el ambiente, que
el dinero, que los placeres, que los lujos, pueden darle la
felicidad, pero esas cosas únicamente consiguen calmar
momentáneamente la angustia y no logran concederles una
auténtica alegría. Es que en la abundancia y el
disfrute hay placer, pero no hay una verdadera razón para
vivir.
Por eso se quedaron sin futuro, atrapados en la
desesperanza. Hoy en la noche volverán a reunirse con sus
pandillas, tal vez tomarán licor o quizá
probarán algo más fuerte, en el ardor de la fiesta
manosearán a alguien y creerán que eso es amor y
con el paso del tiempo aprenderán tal vez a conseguir
dinero corrompiéndose, comerciando con veneno o con vidas
humanas y muy posiblemente antes de cumplir los veinticinco, se
marcharán sin haber construido su felicidad, sin haber
dejado una huella profunda en la historia.
Ausencia de Futuro, ausencia de Esperanza, ésta
es la juventud de hoy. No podemos ser ingenuos, es necesario que
educadores y pastoralistas, que padres de familia y
evangelizadores, tomemos conciencia de las situaciones que
están viviendo nuestros jóvenes de hoy. Sólo
así podremos entender sus búsquedas, el drama que
está escrito en sus corazones y la salvación que
tal vez sin saberlo, anhelan con la misma intensidad con la que
el centinela aguarda la aurora.
En todo caso no es hora de desesperanzas, no hay que
olvidar que la hora más oscura es la que está
más cerca del amanecer.
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Autor:
Carlos A. Forero. F.S.C.