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Postmodernidad y compromiso social de la juventud




Enviado por cforerof



    INTRODUCCIÓN

    1.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

    1.1.- SITUACIÓN
    PROBLEMÁTICA:

    1.2.- ENUNCIADO DEL PROBLEMA:

    1.3.- ELEMENTOS DEL PROBLEMA.

    1.4.- RELACIÓN ENTRE LOS
    ELEMENTOS:

    1.5.- ANTECEDENTES DEL PROBLEMA:

    1.6.- JUSTIFICACIÓN DEL
    PROBLEMA:

    1.7.- FORMULACIÓN DEL PROBLEMA:

    1.8.- OBJETIVOS:

    1.8.1.- OBJETIVO GENERAL:

    1.8.2.- OBJETIVO ESPECÍFICO:

    1.8.2.1.- Objetivos Específicos
    Internos:

    1.8.2.2.- Objetivos Específicos
    Externos.

    2.- PRESENTACIÓN DEL TEMA:

    2.1.- DESCRIPCIÓN:

    2.2.- IMPORTANCIA:

    2.3.- INTERÉS:

    2.4.- NOVEDAD:

    2.5.- DELIMITACIÓN:

    5.- MARCO REFERENCIAL:

    3.1.- MARCO HISTÓRICO
    SITUACIONAL:

    3.2.- MARCO CONCEPTUAL:

    1.- LA POSTMODERNIDAD: UNA NUEVA FORMA DE VER LA
    VIDA.

    1.1.- LOS NUEVOS ÉNFASIS.

    1.1.1.- LAS ÉTICAS

    1.1.2.- LAS ESTÉTICAS:

    1.1.3.- LO ECOLÓGICO.

    1.1.4.- LO RELIGIOSO.

    1.1.5.- LO POLÍTICO.

    1.1.6.- LO SOCIAL.

    2.- LA AUTÉNTICA VIDA CRISTIANA.

    2.1- LAS DIMENSIONES DE LA FE.

    2.1.1.- LAS IMPLICACIONES PERSONALES DE LA FE: EL
    CONCEPTO DE SALVACIÓN.

    2.1.1.1.- LA VIDA ESPIRITUAL.

    2.1.1.2.- LA VIDA LITÚRGICA.

    2.1.2.- LAS IMPLICACIONES COMUNITARIAS. EL
    CARÁCTER ECLESIAL DE LA FE.

    2.1.2.1.- LA VIDA DE LA COMUNIDAD: TENÍAN
    TODO EN COMÚN.

    2.1.2.2.- LA MISIÓN DE LA COMUNIDAD: A LOS
    POBRES SE LES ANUNCIA LA BUENA NUEVA.

    2.1.3. LAS IMPLICACIONES SOCIALES: PORQUE TUVE
    HAMBRE Y ME DISTE DE COMER

    3.- POSTMODERNIDAD Y VIDA CRISTIANA.

    3.1.- LOS APORTES DE LA POSTMODERNIDAD A LA VIDA
    DE LA IGLESIA.

    3.2.- LOS APORTES DE LA VIDA CRISTIANA A LA
    POSTMODERNIDAD.

    3.3.- RETOS DE LA ACTUAL CONDICIÓN
    POSTMODERNA A LA PASTORAL JUVENIL.

    *Una Religiosidad Abierta a la Experiencia Vital
    del Joven.

    *Una Religiosidad de lo Místico.

    *Recurso a la Sagrada Escritura, como Fuente
    Fundante de la Vida Cristiana.

    *El que tenga oídos que oiga.

    3.4.- RETOS QUE LA IGLESIA DEBE PLANTEAR A LA
    JUVENTUD POSTMODERNA.

    * Evangelizar la Religiosidad
    Emocional.

    * Evangelizar el Fanatismo
    Fundamentalista.

    * Evangelizar la "religión" del
    sistema.

    CONCLUSION: LA VERDADERA RELIGIÓN
    CRISTIANA

    ANEXO: LOS JOVENES
    ENTRISTECIDOS – RADIOGRAFIA DE LA JUVENTUD
    ACTUAL

    BILIOGRAFÍA

    INTRODUCCIÓN

    "Estamos en crisis".
    Esta es una de las frases que se han vuelto comunes por estos
    días y desde hace ya bastantes años. Todo el
    mundo

    habla de crisis.
    Crisis de
    valores dicen
    los dedicados a la juventud,
    crisis del
    espíritu hablan los responsables de las parroquias y de
    comunidades religiosas, crisis social,
    hablan políticos y demagogos – o políticos
    demagogos –, hasta de crisis económica se habla hoy,
    a finales del siglo capitalista.

    Hay quienes ya están cansados de escuchar hablar
    sobre crisis, aunque saben de ella. Pero como son conscientes de
    que esta crisis, especialmente es bastante compleja, y muy
    difícil de caracterizar, entonces la mejor la salida es el
    silencio.

    En fin, parafraseando a José Ortega y Gasset,
    podemos decir que en esta crisis evidente y a la vez poco clara,
    lo único que sabemos es no sabemos que es lo que
    está pasando, sólo sabemos que hay crisis. Muchos
    atribuyen las causas de la crisis al desarrollo
    desigual e injusto, otros a la falta de patrones normativos
    claros y estrictos, otros a la fragilidad inherente al hombre –
    ¿concupiscencia? –. Lo que nos lleva a concluir que
    algo está pasando, no sabemos a ciencia cierta
    qué es, pero a la vez sabemos que es una
    crisis.

    Y en el amplio marco de esta profunda crisis,
    presenciamos preocupados una crisis de la Iglesia, de la
    religión
    institucional, de los derroteros seguros de la
    tradición católica. La fe tradicional entra en
    crisis y con ella la acción solidaria de la Iglesia a
    favor de los más necesitados, dejando sin su única
    esperanza a aquellos que de Dios todo lo esperan.

    Y en la Iglesia
    también es claro que se presenta esta crisis, sin tener
    claro, de nuevo en la onda paradójica que predomina en
    estos tiempos, cuál es con precisión la crisis. Por
    ello se presenta como un gran desafío para todos los que,
    con fidelidad crítica, hacemos parte de esta
    Iglesia que
    debe cada vez con mayor profundidad y tenacidad, buscar la
    coherencia de vida a favor de Jesús y del Reino de
    Dios.

    Ahora bien, si es cierto que hay confusión y
    falta de claridad ante la crisis, también es
    imprescindible que se trabaje por analizar con "cabeza
    fría" las situaciones que vivimos, y que, en medio de la
    confusión emerjan faros que orienten en el convulsionado
    mar que es la vida a finales del Siglo XX e inicios del tercer
    milenio de la vida cristiana. Y para ello tendremos que recurrir
    a un término polémico: Postmodernidad.

    Este término que ha hecho correr bastante tinta
    en los últimos tiempos, y que definitivamente no puede
    pasara inadvertido para nadie, sobre todo para los
    católicos –por lo menos los que asumen con seriedad
    y responsabilidad el aggiornamiento–, si bien
    es cierto que es un término que produce las más
    variadas y disímiles reacciones. Pero por ello mismo la
    Iglesia debe
    pronunciarse al respecto, como se ha pronunciado sobre el
    marxismo,
    sobre la cuestión obrera, y sobre los temas que tienen que
    ver con la actualidad siempre nueva de la historia de la
    humanidad.

    Esta Postmodernidad
    controvertida y controvertible, es definida por muchos como una
    nueva era o edad, una nueva generación. Otros prefieren
    hablar de la condición postmoderna para no hablar de un
    estado
    generalizado, lo que sería contrario a sus pretensiones de
    desvirtuar

    metarelatos y sentencias universales. También se
    habla de la modernidad
    tardía o de la crisis de la modernidad,
    criterio este que puede facilitar el análisis desde el punto de vista cristiano.
    Y un último elemento que nos puede ayudar en el juicio
    sobre la época actual de crisis que vivimos es la
    interpretación de la crisis como la transmodernidad,
    término que utiliza Hans Küng, para enunciar una
    transición hacia un nuevo paradigma y no
    hablar de Postmodernidad
    en el sentido de Lyotard o Vattimo y que
    "acuñó" ya desde 1993, plasmándolo en
    su libro
    "Cristianismo:
    esencia e historia"
    . Esta
    acepción también es tratada por Dussel, quien
    profundiza sobre el tema, a propósito del Quinto
    Centenario de la llegada a América.

    Con todo esto lo único, nuevamente, que nos queda
    claro es que estamos ante algo que, si bien es cierto se ha
    tratado de vislumbrar, aún no sabemos a ciencia cierta
    de qué se trata y cómo va a terminar este proceso de
    tránsito.

    Por ello es necesario que profundicemos en la
    reflexión sobre el tema; que caractericemos la postmodernidad
    y la forma como el proyecto de la
    condición Postmoderna puede ser compatible o no con el
    proyecto
    antiguo, tradicional y a la vez siempre nuevo y renovador del
    cristianismo;
    que tratemos de hallar alternativas ante los desafíos que
    esta condición nos plantea, para trabajar siempre con
    ardor renovado, en la tarea evangelizadora que se nos ha
    encomendado.

    1.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

    1.1.- SITUACIÓN
    PROBLEMÁTICA:

    Los estudiosos han establecido que nuestra actual
    condición presenta unas características particulares, diferentes de
    las condiciones que vivieron las generaciones anteriores. En el
    marco de esta condición, llamada postmoderna, hallamos una
    cantidad variada de características típicas, que le dan
    un tinte particular con virtudes y defectos que se nos presentan
    como un reto para asumir, y proponer salidas con el fin de lograr
    que, desde el punto de vista de la fe cristiana, esta
    condición "postmoderna", que nos ha correspondido vivir,
    llegue, con sus características propias a comprometerse con
    el Reino de Dios y con el Proyecto de
    Jesús.

    En estos tiempos, "la realidad del mundo, del
    hombre, de
    mí mismo, se muestra en lo
    más profundo de su ambivalencia: éxito y fracaso,
    hermosura y fealdad, suerte y desgracia, salvación y
    ruina, sentido y sinsentido."

    Entre las características de la condición
    postmoderna encontramos la desconfianza en un tipo de
    razón, así como el no aceptar las grandes visiones
    explicativas de la realidad, o lo que ellos llaman los
    metarelatos (Vattimo), al igual que una preocupación por
    recuperar el sentido de lo estético y de la experiencia
    sensorial subjetiva, en respuesta al régimen de la
    razón que predominó en la modernidad.

    Como respuesta ante la destrucción del planeta
    por parte de la razón estratégica e instrumental y
    su industria, que
    puso en peligro la vida en el planeta y por ende la vida humana,
    aquí se presenta una acentuada preocupación por lo
    ecológico y lo natural, de donde se explica, por ejemplo,
    el auge de la medicina
    homeopática, la cienciología, la
    bioenergética, las medicinas alternativas, los movimientos
    verdes y muchos otros; algunos de ellos llegan a concebir al
    planeta tierra como un
    todo vivo en el cual el

    hombre es la última expresión de su
    conciencia.

    En el plano religioso, en esta época, se
    despierta una sensibilidad profunda por lo trascendente y lo
    simbólico, lo que explica el auge de sectas y "nuevas
    ofertas religiosas" de tinte carismático, de
    renovación espiritual, con trasfondo fundamentalista e
    intenciones, político–económicas
    (implícitas o explícitas) y el impulso definitivo
    que toman experiencias "espirituales" y esotéricas de
    corte o pseudo–orientalista y pseudo–hinduista, tales
    como "New Age", quienes afirman que: "No existe algo llamado
    verdad objetiva. Nosotros mismos hacemos nuestra propia verdad.
    No existe una realidad objetiva. Nosotros hacemos nuestra propia
    realidad. Hay caminos de conocimiento
    espiritual, místico o interior que son superiores a
    nuestros caminos de conocimientos ordinarios. Si una experiencia
    parece real, lo es. Si una idea parece correcta, lo es. Somos
    incapaces de adquirir conocimiento
    de la verdadera naturaleza de la
    realidad. La propia ciencia es
    irracional o mística. No es más que otra fe o
    sistema de
    creencia o mito, sin
    más justificación que cualquier otra. No importan
    que las creencias sean ciertas o no, siempre que sean
    significativas para uno"
    .

    Y dentro de este mismo ámbito hallamos una cierta
    despreocupación por lo político institucionalizado,
    por el compromiso social, por lo menos como clásicamente
    se ha entendido. Se establece, como extrapolación al
    imperio de la razón una cultura
    egoísta y hedonista, que hace que la persona se centre
    en sí misma, ignorando no sólo su dimensión
    de "animal racional", que le diferencia, entre otras cosas
    de las demás especies – al decir de Aristóteles–; sino que también
    parece querer ignorar una categoría inherente a la
    persona
    humana, tal cual es su dimensión social: "El hombre es
    un ser con los otros, ser es co–ser"
    , como
    dirían los filósofos existencialistas, o como afirma
    Adam Schaaf: "el hombre es
    un individuo social"
    .

    Esta ausencia marca todo un
    desafío a la vida cristiana y su expresión en el
    pensamiento
    teológico, entendiendo el cristianismo,
    no sólo como una experiencia espiritual, o como algo
    esotérico o meramente psicológico, sino
    también como un compromiso con el hombre
    encarnado que se abre a la trascendencia, a partir de la
    inmanencia, y con la sociedad en que
    éste vive.

    "Sólo podrá ser una teología
    para nuestra época actual la que se enfrente de un modo
    crítico – constructivo con las experiencias del hombre de
    hoy".

    De esta manera queda claro que el cristianismo
    está fundado sobre la base de que tiene que reconocerse
    "en la historia, un tejido vivo de
    contrastes y tensiones, de creatividad y
    movimiento, de
    confirmaciones y superaciones, de donde emerge siempre el
    mismo hilo conductor que es la sensibilidad por el
    hombre"
    .

    1.2.- ENUNCIADO DEL PROBLEMA:

    Lo que hasta ahora se ha planteado, son sólo
    algunas de las características (eso sí, las
    más notables), que según los expertos, definen la
    Era Postmoderna. Así, no sólo definimos los rasgos
    notables, sino que se proponen algunos ejemplos que justifican
    las afirmaciones que se hacen.

    Todo se puede sistematizar en el siguiente
    esquema:

    Con esto que hemos planteado hasta ahora, y teniendo en
    cuenta que desde el punto de vista cristiano, es preciso
    enfrentar los retos que esta cultura nos
    presenta, sobre todo con vista a la acción en la sociedad, podemos
    preguntarnos ¿de qué manera podemos colaborar y
    propender para que la juventud de
    esta condición, opte por un proyecto de vida
    comprometido con el prójimo
    , especialmente el
    más necesitado, y que está sumido en la miseria y
    la marginación humana a causa de injusticias sociales y
    estructurales?

    1.3.- ELEMENTOS DEL PROBLEMA.

    En este trabajo, que sólo pretende proporcionar
    algunos elementos de reflexión que ayuden para el trabajo con
    jóvenes, integra elementos como, el análisis de los elementos que distinguen la
    postmodernidad; los elementos fundamentales que
    constituyen la fe cristiana, sobre todo la dimensión
    social de la fe; los aportes de la Doctrina Social de la Iglesia,
    y el aporte que para la reflexión podemos hallar en las
    ciencias
    sociales y humanas, rescatando sobre todo los análisis de realidad de América
    Latina.

    Estos elementos, dentro de la reflexión que
    el trabajo
    propone, juegan un rol importante, a la hora de enfrentar el reto
    de motivar el trabajo y
    el compromiso social de la juventud.

    1.4.- RELACIÓN ENTRE LOS
    ELEMENTOS:

    1. En lo que se refiere a las características
      de la postmodernidad,
      no es conveniente extendernos en este
      apartado, ya que en la primera parte del presente trabajo, se
      ha hecho un esbozo general. Remito al cuadro gráfico de
      la Pág. 2.
    2. Respecto de los elementos constitutivos de la fe
      cristiana
      hallamos ante todo una relación profunda
      entre historia del
      pueblo y presencia de Dios en dicha historia.
      Posteriormente, la revelación de este Dios, en la
      historia del Pueblo de Israel,
      revelación que se plenifica en Jesucristo,
      revelación máxima de Dios como Padre.
      Consecuentemente con esto, llega la exigencia del seguimiento
      radical de Jesús, sobre todo en su dimensión
      oblativa hacia el
      Hombre.

      Aquí cabe mencionar, entre los más
      significativos documentos de
      la Doctrina Social de la Iglesia, la encíclica Rerum
      Novarum (R.N.) de León XIII, escrita en 1891, cuya
      trascendencia la confirman documentos
      posteriores que aluden siempre a ella, tales como
      Quadragesimo Anno (a los cuarenta años de la R.N.)de
      Pío Xi, Octogesimo Anno (a los ochenta años de
      la R.N.) de Pablo VI. La encíclica Laborem Exercens es
      otro pilar de la D.S.I. que se escribió en un momento
      importante de la historia de la humanidad, y con motivo de
      los 90 años de la R.N. y Centesimus Annus, al celebrar
      el centenario de la R.N. estas dos últimas de Juan
      Pablo II.

      En la misma línea de documentos
      sociales trascendentales, aunque ya no ligados a la R.N.,
      hallamos la Populorum Progressio, de Pablo VI, como una
      muestra de la
      fecundidad del pensamiento social cristiano.

      En todo caso, y como se ha mencionado anteriormente,
      toda la producción de la Iglesia respecto al
      tema social, deja ver claramente el interés que este tema despierta, no
      sólo por su vigencia, sino también por la
      urgencia que existe cada vez mayor, de generar una conciencia
      del compromiso social, animado por la fe y desde la lectura
      escatológica del Evangelio.

    3. En relación con la Doctrina Social de la
      Iglesia
      no es otra cosa que la manera como la Iglesia, en
      un trabajo interdisciplinario con las ciencias ya
      mencionadas, elabora su discurso
      acerca del compromiso social y político del cristiano,
      no sólo propendiendo por un mundo mejor en un
      afán meramente filantrópico, sino procurando
      comprometerse con la construcción desde el aquí y el
      ahora, del Reino De Dios, según los propósitos de
      la Evangelización.
    4. Respecto de las ciencias
      sociales y humanas
      hallamos las categorías
      inherentes de la persona humana
      tales como su sentido de finitud, su inclinación al
      trascendente, y su dimensión afectiva, profesional y
      social.

    1.5.- ANTECEDENTES DEL PROBLEMA:

    Aunque este fenómeno cultural de la
    postmodernidad, es relativamente nuevo, existe una amplia gama de
    aportes y análisis que se han hecho, en este corto
    período de tiempo. Por esto
    mismo, se presenta una circunstancia que implica una dualidad en
    la situación. En primer lugar, es de gran ventaja el que
    se escriba del fenómeno mientras está ocurriendo,
    ya que se puede confiar en los datos, que
    están a la vista. Pero, en segundo lugar, se corre el
    riesgo de que
    estos datos, por su
    misma situación de ser recientes, carezcan de profundidad
    y de objetividad en su análisis.

    Por lo anterior, existe bastante bibliografía que
    analiza las características de la postmodernidad, tanto
    positivas como negativas; y, en menor grado, la que propone
    estrategias para
    superar las dificultades planteadas por esta
    condición.

    Podemos hallar en las librerías varios textos que
    hablan sobre postmodernidad, que ponen sobre el tapete las
    cuestiones y retos que éste implica, pero hay pocos que
    tratan sobre una manera eficaz y hasta didáctica de cómo solucionar un
    problema concreto de
    esta condición y es el de promover el compromiso social
    del joven, y en nuestro caso del joven cristiano.

    1.6.- JUSTIFICACIÓN DEL
    PROBLEMA:

    Por lo anterior, creo necesario establecer un medio de
    reflexión adecuado a los jóvenes, que les invite a
    participar de la labor que la Iglesia desempeña en la
    sociedad,
    trabajando por la construcción de un mundo mejor, más
    justo y más humano, como modo de anticipar el Reino de
    Dios que se empieza a construir aquí y ahora, aunque
    sabemos que tendrá su plenitud solo al final de los
    tiempos.

    Parte importante de este proceso de
    reflexión, y casi que su objetivo es la
    concientización y sensibilización ante los problemas que
    aquejan a miles de hermanos. Para ello, fuera de la
    reflexión se requiere de experiencias significativas de
    contacto con dicha realidad, por una parte, y por la otra un
    proceso de
    análisis serio de las causas fundamentales y estructurales
    de dicha realidad. En relación profunda con lo anterior,
    podemos entonces hacer propias las indicaciones que se dan a los
    sacerdotes de "que se preparen, pues, con estudio profundo de
    la cuestión social, los que forman la esperanza de la
    Iglesia"
    .

    1.7.- FORMULACIÓN DEL PROBLEMA:

    Ante las características de la postmodernidad,
    una de las cuales radica en el desinterés por lo
    político y la cuestión social, debemos lograr, por
    medio de un proceso de
    sensibilización, de estudio serio y de reflexión
    acerca de lo estudiado, que se supere esta apatía
    egoísta, para hacer que la juventud que
    se dice cristiana, se comprometa con la edificación de una
    sociedad
    más justa, en procura de una experiencia espiritual
    encarnada y de una respuesta ante la llamada que nos hace el
    Señor, por medio de sus rostros sufrientes.

    1.8.- OBJETIVOS:

    1.8.1.- OBJETIVO
    GENERAL:

    Generar un espacio y un medio de reflexión, que
    profundice sobre la dimensión social y comunitaria de la
    fe en Cristo por parte de los jóvenes, y reflexionar
    acerca de la manera como algunas tendencias de la sociedad y de la
    cultura
    favorecen o entorpecen la verdadera vivencia de esta
    dimensión social.

    1.8.2.- OBJETIVO
    ESPECÍFICO:

    1.8.2.1.- Objetivos
    Específicos Internos:

    Elaborar un análisis de las
    características de la condición postmoderna y de su
    nueva comprensión de la vida en general.

    Establecer luego cuáles son los elementos
    constitutivos de la fe cristiana, haciendo énfasis en el
    carácter comunitario, eclesial y social de la
    fe.

    Finalmente analizar de qué manera y hasta
    qué punto puede la fe cristiana ser compatible e incluso
    complementaria con la condición postmoderna y qué
    retos se le plantean a la Iglesia de cara a esta postmodernidad,
    o si se prefiere ver desde el anverso, cómo una cultura
    determinada puede o no ser compatible con la fe.

    1.8.2.2.- Objetivos
    Específicos Externos.

    Cumplir con el requisito de trabajo exigido por la
    Universidad para
    obtener el grado en licenciado en Ciencias de la
    Educación
    con Especialización en Estudios Religiosos.

    Colocar a disposición de quienes trabajan con
    jóvenes un material de apoyo que les ayude a comprender
    sus motivaciones y sus comportamientos y así iniciar
    acciones
    más eficaces en su formación cristiana y
    social.

    Propiciar una reflexión personal que me
    ayude a comprender hasta qué punto puedo yo mismo
    presentar, dentro de mi estructura
    interna, alguna o algunas características que no
    favorezcan el desarrollo
    armónico de todas las dimensiones de la fe
    cristiana.

    2.- PRESENTACIÓN DEL TEMA:

    2.1.- DESCRIPCIÓN:

    El título: "Postmodernidad y compromiso
    social de la juventud"
    , explicita la intención
    principal del trabajo que consiste en proponer algunas pautas de
    reflexión, que posibiliten la toma de conciencia de la
    necesidad que toda persona tiene de
    realizarse en su vida teniendo en cuenta su dimensión
    social, más aún si se dice cristiana, y sobre todo
    en estos tiempos de crisis de muchos valores e
    instituciones,
    que con su debilitamiento, se muestran impotentes en su tarea de
    dignificar la vida humana.

    El factor postmodernidad, juega un papel
    trascendente, ya que impone un reto a la vida entera de la
    Iglesia, en cuanto pone en una de sus dimensiones fundamentales,
    tal como la dimensión política y social de
    la fe cristiana.

    Por otra parte, el compromiso social de la juventud es
    una alternativa que debe proponerse como posible solución,
    al grave conflicto por
    el que atraviesa la humanidad entera, y la Iglesia en particular,
    de desinterés por la misma persona humana, a
    la que se mira sin la misma intencionalidad sagrada de antes y
    que por ello ha perdido, parte importante de su humanidad y
    dignidad.

    2.2.- IMPORTANCIA:

    En una sociedad entre cuyas características
    más comunes hallamos el egoísmo como elemento
    constitutivo de la persona, y el desinterés por el
    sufrimiento y la desgracia ajena, es de suma importancia brindar
    elementos que ayuden a la persona a identificarse como ser social
    y solidario, y darle además algunos criterios que le
    permitan analizar de manera aguda y profunda su propia realidad,
    la realidad social de su contexto local y general, y la realidad
    cultural de toda una época, su época. Aquí,
    creo yo, radica la importancia del presente trabajo.

    2.3.- INTERÉS:

    Reviste especial interés
    personal, en
    cuanto me apasiona de manera profunda todo el tema social en
    relación profunda con la fe.

    En el ámbito externo, creo que es de sumo
    interés
    en el campo pastoral contar con varios elementos que faciliten
    penetrar la conciencia del
    individuo, — tocar su corazón—, para poder
    proponerle y facilitarle los medios de
    trabajar por el bien de quienes lo necesitan.

    2.4.- NOVEDAD:

    En realidad el trabajo no
    es totalmente novedoso, sin embargo, y con referencia a lo
    tratado en la importancia del estudio, puede convertirse en un
    medio útil para favorecer la reflexión.

    Por otra parte, puede ser útil en el momento de
    colaborar con el análisis crítico de la sociedad, y
    de la realidad que aún vivimos. Pienso importante decir,
    que sin caer en extremismos, no se puede crear un pesimismo
    crónico, diciendo que ya no hay ninguna esperanza con esta
    nueva condición de la que hacemos parte. Es más
    sano pensar en asumir la realidad histórica con "sus
    gozos y esperanzas, angustias y tristezas"
    .

    3.5.- FACTIBILIDAD:

    Cuento ante
    todo con un especial recurso que es la
    motivación y el interés
    para realizar el estudio. También me he documentado
    suficiente por el mismo y poseo varios textos con los cuales se
    profundizará en el tema.

    2.5.- DELIMITACIÓN:

    Este tema de la postmodernidad es un tema que presenta
    alguna dificultad al momento de abordarlo, ya que, como se
    insinúa al comienzo, es algo relativamente nuevo y se
    puede caer en extremos al momento de analizarlo. Como se trata de
    poner algunos límites que faciliten el estudio, estimo
    conveniente, reducirnos a las consecuencias en el plano de la
    educación
    y de la fe.

    3.- MARCO REFERENCIAL:

    3.1.- MARCO HISTÓRICO
    SITUACIONAL:

    En nuestro continente latinoamericano, continente de la
    esperanza, surge, a raíz de la lectura del
    Vaticano II, una nueva manera de entender la teología, la
    pastoral, la Iglesia, y en general todo lo relativo al cristianismo
    católico. Esta manera es nueva, no porque en realidad haya
    surgido como creación absolutamente original, sino
    más bien por el auge que logró alcanzar, y por la
    manera novedosa como se presentó.

    En el ámbito mundial, a partir del Vaticano II,
    como ya se dijo, y en el ámbito local, (latinoamericano),
    a partir de las Conferencias Episcopales de Medellín y
    Puebla, se fueron generando varios movimientos de
    reflexión teológica, a los que se les
    denominó Teología de la Liberación, y que
    tenían como fundamento básico, la reflexión
    acerca del proceso
    narrado en el éxodo, según el cual el Pueblo de
    Israel, Pueblo de
    Dios, en profunda sintonía con su Padre Creador, y de la
    mano de Moisés, se consolida como nación y se une
    en torno a un ideal:
    "llegar a una tierra que
    mana leche y
    miel"
    . Pero esta esperanza, este ideal colectivo, no es fruto
    de un capricho, (ni de Dios, ni de Israel), es fruto
    más bien del sufrimiento del pueblo y de la bondad
    misericordiosa de Dios, a cuyos oídos ha llegado el llanto
    y el clamor del pueblo. La interpretación que se hace del
    Éxodo, aplicada a la realidad de nuestro continente cada
    vez más empobrecido y estructuralmente oprimido, se resume
    entonces en la esperanza de que Dios mantiene sus ojos y
    oídos abiertos al clamor del pueblo que sufre.

    Esta lectura fue
    llevando a teólogos y a la Iglesia latinoamericana en
    particular a tratar de descubrir las causas profundas de la pobreza de
    nuestro continente, para colaborar efectivamente con Dios en su
    designio amoroso de salvar a su pueblo de la opresión,
    luego de haber entendido que se puede llegar a la
    liberación última y final, a la salvación
    escatológica, a la parusía, a través de
    pequeñas y sucesivas liberaciones terrenales. Esta
    perspectiva de estudio crítico de la realidad, asumida con
    la colaboración de las ciencias
    sociales, fue dejando al descubierto la escandalosa manera
    como muchas "criaturas de Dios" estaban contribuyendo a la
    explotación, a la opresión, y la manera como la fe
    se estaba convirtiendo en un elemento también

    esclavizante.

    Ante esta situación se comenzó a propender
    por presentar al Pueblo una perspectiva de fe cristiana,
    más acorde con los orígenes del judaísmo y
    del cristianismo mismo, es decir, la fe como la
    participación de Dios en la vida y en la historia de
    su Pueblo
    que le ama y al que ama. No en vano se ha
    llamado desde siempre, a lo que es la "historia patria" de
    Israel, la
    "historia de la salvación". No se puede concebir la fe y
    la revelación del Dios de Jesús, de nuestro Dios,
    como una fe de capilla, esotérica, desentendida de las
    realidades más simples pero a la vez más sublimes
    de la vida del hombre, puesto
    que lo magnífico de nuestra fe es la encarnación de
    Dios en la historia viva de la humanidad, es el hecho de saber
    que Dios se ha hecho hombre, para
    reconciliar al hombre con Dios y para dar plenitud a
    través del Espíritu, a los hombres, a los pueblos y
    a su historia
    .

    "Este Espíritu es el mismo que se ha hecho
    presente en la encarnación, en la vida, muerte y
    resurrección de Jesús y que actúa en la
    Iglesia. No es, por consiguiente, algo alternativo a Cristo, ni
    viene a llenar una especie de vacío, como a veces se da
    por hipótesis que exista entre Cristo y el
    Logos. Todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en
    la historia de los pueblos, así como en las culturas y
    religiones
    tiene un papel de
    preparación evangélica,(47) y no puede menos de
    referirse a Cristo, Verbo encarnado por obra del
    Espíritu, «para que, hombre perfecto, salvara a
    todos y recapitulara todas las cosas »".

    Desde esta perspectiva, todo aquel que desee
    comprometerse más a fondo con Jesús debe asumir muy
    seriamente su compromiso histórico con la fe. Tenemos el
    ejemplo del joven rico, quien intuía que no bastaba con
    cumplir su ley para alcanzar
    la perfección y por eso dice al Maestro: "ya he
    cumplido con todo eso, ¿qué más me hace
    falta?
    " Y Jesús le responde: "…si quieres ser
    perfecto, anda, ve y vende todo lo que tienes y dáselo a
    los pobres
    ".

    Por todo esto, durante todos los siglos, y de acuerdo
    con las circunstancias epocales, el cristiano debe buscar la
    manera, como se insistía anteriormente, de colaborar como
    lo hizo Moisés, con el designio amoroso de Dios de salvar
    a su Pueblo de todo llanto y sufrimiento. Para ello, mediante un
    trabajo interdisciplinario con otras ciencias
    debemos analizar en nuestro aquí y ahora, las
    características de nuestra realidad, en el ámbito
    social, cultural, político, religioso y económico,
    y de qué manera estas características contribuyen o
    entorpecen el compromiso social e histórico de los
    seguidores de Jesús, para colaborar, en alguna manera con
    la construcción del Reino de Dios.

    Este trabajo pretende de alguna manera analizar
    conjuntamente tres factores que conforman nuestra realidad, a
    saber: por una parte, profundizar en las implicaciones sociales
    del compromiso cristiano. En segundo lugar analizar las
    características de nuestra condición postmoderna y
    su disposición para asumir un compromiso con los
    oprimidos.

    En un trabajo que se plantea interdisciplinar, a partir
    de una iniciativa eclesial, de fe, se debe partir teniendo como
    fundamento el trabajar en torno a
    propuestas teológicas, metodológicas y pastorales
    serias. Tal es el caso del Directorio General para la Catequesis
    de 1997, que en su conjunto nos presenta etapas y momentos
    claramente definidos con la intención de tener siempre en
    cuenta "la catequesis como acción evangelizadora dentro
    del ámbito de la misión
    general de la Iglesia. La actividad catequética, de ahora
    en adelante, deberá ser considerada como partícipe
    siempre de las urgencias y afanes propios del mandato misionero
    para nuestro tiempo"
    .

    En el desarrollo del
    Directorio se presentan algunas reflexiones e indicaciones
    precisas, respecto de la parte social y la misión
    evangelizadora. Vamos a enunciar algunos de los más
    interesantes, como parte de un proceso que ya se ha hecho desde
    la misma jerarquía eclesial:

    "« De la catequesis, como de la
    evangelización en general, podemos decir que está
    llamada a llevar la fuerza del
    Evangelio al corazón
    de la cultura y de
    las culturas ». Con anterioridad han sido expuestos los
    criterios referidos a la adaptación e
    inculturación catequética. Baste ahora afirmar de
    nuevo que la catequesis tiene como guía necesaria y
    eminente la « regla de la fe », ilustrada por el
    Magisterio y profundizada por la teología. Por otra
    parte, no hay que olvidar que la historia de la catequesis,
    especialmente en el tiempo de los
    Santos Padres es, en muchos aspectos, historia de la
    inculturación de la fe y como tal merece ser estudiada y
    meditada; historia, además, que nunca se para y que
    exige períodos amplios de continua asimilación
    del Evangelio"
    .

    Como un elemento de suma importancia tenemos los retos
    que presenta el documento citado, sobre las tareas que tiene la
    catequesis con respecto a la inculturación de la
    fe:

    "Las tareas de la catequesis respecto a la
    inculturación de la fe Forman un conjunto
    orgánico y son en síntesis los
    siguientes:

    • conocer en profundidad la cultura de las personas
      y el grado de penetración en su vida;
    • reconocer la presencia de la dimensión
      cultural en el mismo Evangelio; afirmando por una parte que
      éste no es fruto de ningún humus cultural humano,
      pero admitiendo, por otra parte, que el Evangelio no puede
      aislarse de las culturas en las que se inscribió al
      principio y en las que después se ha expresado a lo
      largo de los siglos;
    • anunciar el cambio
      profundo, la conversión, que el Evangelio, como fuerza
      « transformadora y regeneradora », opera en las
      culturas;
    • dar testimonio de que el Evangelio transciende
      toda cultura y no se agota en ella y, a la vez, discernir las
      semillas del Evangelio que pueden estar presentes en cada una
      de las culturas;
    • promover al interior de cada una de las culturas a
      evangelizar una nueva expresión del Evangelio,
      procurando un lenguaje de
      la fe que sea patrimonio
      común de los fieles, y por tanto factor fundamental de
      comunión.
    • mantener íntegros los contenidos de la fe
      de la Iglesia; y procurar que la explicación y la
      clarificación de las fórmulas doctrinales de la
      Tradición sean presentadas teniendo en cuenta las
      situaciones culturales e históricas de los destinatarios
      y evitando, en todo caso, mutilar o falsificar los
      contenidos"

    "La catequesis, a la vez que debe evitar todo tipo
    de manipulación de una cultura, no puede limitarse a la
    simple yuxtaposición del Evangelio a ésta y
    «como con un barniz superficial », sino que debe
    proponer el Evangelio« de manera vital, en profundidad y
    hasta las mismas raíces de la cultura y de las culturas
    ».

    Esto determina un proceso dinámico integrado
    por diversos momentos, relacionados entre sí: esforzarse
    por escuchar, en la cultura de los hombres, el eco (presagio,
    invocación, señal…) de la Palabra de Dios;
    discernir cuanto hay de valor
    evangélico o al menos abierto a él; purificar lo
    que está bajo el signo del pecado (pasiones, estructuras
    del mal…) o de la fragilidad humana; suscitar en los
    catequizandos actitudes de
    conversión radical a Dios, de diálogo con los
    demás y de paciente maduración
    interior"
    .

    Todos estos elementos ayudan, no sólo, de manera
    vital a alimentar la reflexión en torno a la
    injerencia de la Iglesia en contextos socio culturales e
    históricos concretos, sino además manifiestan la
    preocupación social en el ámbito de la fe, y la
    urgencia que existe de empapar toda cultura de los valores
    del Evangelio, de lo cual es cada vez más consciente la
    Iglesia.

    Un último elemento que deseo rescatar del
    Directorio es el que pone en evidencia que la
    evangelización, como acto de fe, no se queda sólo
    en la asimilación intelectual de contenidos, ni en la
    vivencia externa de ritos, sino que, en palabras del mismo
    documento, "alcanza al corazón y
    transforma la conducta. Si es
    así, la catequesis genera un modo de vida dinámico
    y unificado por la fe, establece la unión entre la fe y la
    vida, entre el mensaje cristiano y el contexto cultural, y
    produce frutos de santidad"
    .

    5.2.- MARCO
    TEÓRICO:

    Respecto de la bibliografía existente, cuento con
    cuatro libros
    fundamentales. El primero es el libro de
    Leonardo Boff, titulado "La fe en la periferia del mundo",
    dónde en palabras del editor de la obra, se responde la
    siguiente cuestión: "¿Cómo ser cristiano
    hoy en un mundo de miserables, de sangrantes injusticias
    sociales?"
    . Partiendo de esta cuestión se inicia un
    proceso que pretende la toma de conciencia sobre
    la importancia del lugar social y la opción fundamental de
    la vivencia de la fe, y se aclara que "…no basta con captar
    la relevancia del lugar social. Es preciso definir los pasos
    concretos, pastorales y liberadores, que traduzcan las opciones
    en prácticas"
    .

    Una segunda referencia es el libro de Juan
    Antonio Estrada, "Oración: liberación y
    compromiso de fe"
    , en el cual desarrolla toda una
    justificación del carácter liberador de la
    oración, partiendo de las críticas de los maestros
    de la sospecha sobre el carácter alienante de no
    sólo la oración, sino de toda la religión en general.
    Luego de esta "apología" de la oración, hace un
    desarrollo de
    las diferentes formas de oración y lo que éstas
    conllevan, con sus "bemoles". Finalmente hace una breve
    descripción de lo que sería la praxis de una
    oración liberadora, destacando el carácter de la
    oración en la acción.

    Con respecto al tema de la postmodernidad, son varios
    los puntos de vista en torno a esta
    cultura, cada autor presenta de manera variada sus puntos de
    vista y en algunos casos se llegan a presentar diferencias
    radicalmente opuestas. En lo que la mayoría si coinciden
    es en que la postmodernidad no es una cultura que responde a una
    evolución marcadamente cronológica,
    ni que se presente como quien va a reemplazar al modernismo,
    aunque sí la misma Postmodernidad es un movimiento
    cultural contestatario a la modernidad. En
    varios autores, como Bazarra y Lyotard, afirman que en un mismo
    entorno, e incluso en la misma persona se presentan visos de
    modernidad y
    postmodernidad, como en una especie de sincretismo
    cultural.

    Desde otra perspectiva el asunto del compromiso social
    del cristiano es ampliamente tratado por las conferencias
    episcopales de Medellín y

    Puebla.

    A partir de allí es cuando el carácter
    social del cristiano cobra una vigencia impresionante, no
    sólo al nivel de la doctrina ni de lo meramente
    conceptual, sino que además trajo implicaciones de tipo
    práctico que se involucraron en la vida de muchas
    personas, llevándoles a un compromiso social fuerte. Este
    proceso, que implicó una experiencia fuerte de
    reflexión teológica, desencadenó en una
    nueva manera de hacer la teología, ya no de tipo
    descendente, sino invirtiendo el proceso y haciéndola de
    tipo ascendente, que se reconoció como "Teología
    de la Liberación"
    . Todo lo anterior a partir de la
    segunda mitad de los 60ª e incluso hasta nuestros
    días, aunque desde la década muerta de los 80ª
    este proceso que se vivió en la Iglesia de América
    Latina fue decayendo notablemente hasta el punto de que
    muchos se adelantaron a pregonar la muerte de
    la Teología de la Liberación.

    Este proceso, originado por fenómenos de violencia y
    narcotráfico, por lo menos en nuestro
    país, y por la influencia de la postmodernidad, con su
    carga de esoterismo y New Age, es el que nos ha sumido en el
    desinterés por lo político y por lo
    social.

    A raíz de lo anterior la Iglesia y la
    teología no han tardado en darse cuenta del peligro que
    esto significa para la verdadera fe y para su compromiso con la
    realidad y con la historia, es por ello que se ha trabajado y se
    debe seguir trabajando la pastoral juvenil como una manera de
    reacción y de toma de conciencia de estas
    realidades.

    Es, en último término, una función
    importantísima de la pastoral juvenil, es llegar a ser el
    espacio de reflexión y acción que motive e impulse
    todo aquello que lo Postmoderno pueda tener de bueno y
    útil para la instauración del Reino y el medio que
    contrarreste los efectos demoledores de una cultura que pretende
    ser egoísta e inmediatista.

    Otros textos, ya no tan fundamentales son "Vayan y
    evangelicen"
    , de Noé Zevallos. "El destino del
    hombre y del mundo"
    , de Leonardo Boff.

    3.2.- MARCO CONCEPTUAL:

    • ANÁLISIS ESTRUCTURAL: Tipo de
      análisis de la realidad que estudio los fenómenos
      de orden ideológico y estructural que puedan ser causas
      de la
      pobreza.
    • CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS: Hacen
      referencia a las mediaciones socio–analíticas,
      según las cuales la teología se auxilia de estas
      ciencias,
      para que en un trabajo de carácter interdisciplinar, se
      puede acceder a un análisis de la realidad más
      acertado, completo y menos parcial.
    • COMPROMISO SOCIAL CRISTIANO: Una de las
      dimensiones constitutivas de la fe en Cristo que asume una
      postura definida frente al mundo y a la sociedad y que propende
      por una transformación de la misma para acercarla en la
      medida de lo posible al ideal del Reino de Dios.
    • CONDICIÓN POSTMODERNA:
      "No es una doctrina, no es una filosofía, no es un
      sistema, sino
      básicamente, se trata de un estado de
      ánimo de la gente y de un conjunto de actitudes
      características de la cultura actual, con respecto a la
      modernidad"
      . Se habla de la condición Postmoderna, y
      no de la Generación Postmoderna, según la
      definición del mismo Lyotard, quien junto con el mismo
      Vattimo, se consideran los mejores representantes de la
      Postmodernidad.
    • CONDICIÓN: Es el conjunto de
      personas que viven en una misma época y que comparten
      una misma manera de pensar, de actuar, de ver el mundo. Se
      podría decir que comparten una misma filosofía y
      una misma cosmología.
    • DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: Conjunto
      de documentos que
      emite el magisterio eclesial con el fin de orientar a los
      fieles respecto de su compromiso social ante el mundo. Son
      pautas pastorales de acción para permitir que la
      presencia de todo creyente cristiano sea transformadora de la
      sociedad y presencia del Reino de Dios.
    • EGOÍSTA:
      (. Yo) m. Dícese del
      inmoderado y excesivo amor de
      sí mismo; al igual que del sujeto humano que subordina
      el interés ajeno al suyo. Se aplica a la persona que
      busca su bienestar por encima del de los demás. Desde el
      punto de vista filosófico el individualismo ético
      es una manifestación de algunas posturas
      filosóficas de los pensadores como Hobbes que
      interpretan el origen de la sociedad, el estado y
      las leyes como un
      contrato que
      pone límites a la naturaleza
      belicosa, agresiva y bestial del hombre, ("el hombre es un
      lobo para el hombre"
      ). Contrario a Altruismo. En
      este trabajo se determina que es, junto con el hedonismo, una
      acentuada característica de la
      postmodernidad.
    • ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA FE
      CRISTIANA:
      Conjunto de criterios que dan coherencia y
      sentido a la vida de la comunidad de
      creyentes en Cristo, que permiten delimitar los alcances y las
      consecuencias de ser Cristiano en el mundo actual.
    • ESOTERISMO:
      (óS
      Secreto). Se aplica a algunas doctrinas filosóficas o
      religiosas que se daban a conocer a algunos miembros a quienes
      se estima privilegiados y escogidos, por lo general miembros de
      determinada escuela o a
      los iniciados. Es una nota particular que se manifiesta
      nuevamente en la condición postmoderna.
    • ESPIRITUALIDAD ENCARNADA: Desde una
      perspectiva cristiana, se aplica este término a la
      espiritualidad de la comunidad
      según la cual se contempla el misterio de Jesús
      quien se hizo hombre, (se encarnó) asumiendo la plenitud
      de la condición humana en sus gozos y esperanzas, pero
      también compartiendo la finitud y la
      limitación.
    • FACTORES
      TEOLÓGICO–PASTORALES:
      Dimensiones de la
      reflexión que hace la Iglesia sobre su actividad y
      praxis concreta en el mundo, acerca de varias circunstancias,
      tales como la juventud, la sociedad, los enfermos, la educación, etc.
    • FUNDAMENTALISTAS: Se dice de aquellos
      grupos de
      carácter religioso, social, político y
      científicos (cientismo o cientifismo), que son radicales
      en sus posturas y que se empeñan en dar a una
      interpretación textual, asumiendo las consecuencias que
      de ello se deriva. "Movimiento, basado en la
      interpretación literal de los textos sagrados y en la
      negación de conocimiento
      científico"
      .
    • HEDONISTA:
      . Placer. En la antigua
      Grecia su
      principal representante era Epicuro (341 – 270 A.C.) quien
      sostenía que lo bueno era aquello que producía
      placer. Es famosa su carta a Meneceo
      en la cual expone su doctrina. Persona que toma como
      filosofía y fin único de la vida el
      placer.
    • INDIFERENCIA POLÍTICA:
      Tendencia en la postmodernidad que manifiesta una apatía
      y desprecio por las formas tradicionales de
      manifestación de lo político en las sociedades,
      y en general por todo lo que suene a institucional y normativo.
      Aparece como una reacción ante el carácter de
      hipocresía y falta de credibilidad de la clase política
      tradicional.
    • INJUSTICIAS SOCIALES Y ESTRUCTURALES:
      desde el punto de vista filosófico y jurídico se
      refiere a acciones y
      situaciones coyunturales y estructurales que atentan contra un
      orden social justo en el cual se respete la dignidad inherente
      a cada uno de los seres humanos; desde el
    • punto de vista teológico acciones que
      atentan contra la dignidad de los hijos de Dios. Se deduce del
      análisis de la realidad que las situaciones de pobreza y
      miseria se derivan de la estructura
      política, social y económica que
      las permite y protege. De lo cual se colige que dichas
      injusticias no son de orden casual, sino causal.
    • MEDIACIONES SOCIO – ANALÍTICAS:
      Se aplica este concepto al
      apoyo que recibe la teología de parte de las ciencias
      sociales y humanas, para interpretar la realidad y poder luego
      transformarla.
    • PASTORAL: Hace referencia a la
      práctica que por parte de la Iglesia se instituye para
      hacer eficaz presencia de su acción
      evangelizadora.
    • POSTMODERNISMO: Época de la
      historia de la humanidad que se ubica después de la
      época contemporánea y que surge como una manera
      de responder a aquello que la época moderna, anterior a
      la contemporánea, impuso con sus pros y contras. Conjuga
      el arte
      Postmoderno, la filosofía post–estructuralista y
      la teoría de la sociedad
      post–industrial. "Defino lo Postmoderno como la
      incredulidad con respecto a los metarelatos".
    • TEOLOGÍA DE LA
      LIBERACIÓN:
      Modo particular de hacer
      reflexión teológica desde el continente
      latinoamericano. Esta forma de teología se fundamenta en
      una lectura de
      los documentos del
      Concilio Ecuménico Vaticano II, y se fundamenta en hacer
      lectura de
      la realidad de América
      Latina a la luz de la fe,
      con un empeño liberador del hombre de toda estructura
      que le oprima.

    1.- LA POSTMODERNIDAD: UNA NUEVA FORMA DE VER LA
    VIDA.

    Al paso de los días de estos últimos
    años del milenio, en los cuales abundan decenas de miles
    de personas, instituciones
    y tendencias que vaticinan sobre lo que será de la
    humanidad durante el tercer milenio, se hace cada vez más
    evidente la necesidad que tiene la Iglesia de presentar a todos
    los hombres en general, y a los cristianos en particular algunos
    elementos básicos y fundamentales, que representen ese
    faro en medio de la oscuridad, esa seguridad en
    medio de la confusión.

    Una de las muchas tendencias que se presentan ahora es
    la que se denomina la Postmodernidad. Pero, ¿qué es
    en últimas la condición Postmoderna?
    ¿Qué es lo que la hace tan polémica?
    ¿Es absolutamente irreconciliable con las doctrinas y
    enseñanzas de la Iglesia Católica? El pensamiento
    Postmoderno, en cuanto rechaza todo proyecto que
    pretenda ser totalizante, universal, no sólo es un enemigo
    frontal del proyecto de la modernidad, sino también de
    cualquier otro en el que aparezca la pretensión de sentido
    global y de orientación general de la vida. ¿No es,
    desde este punto de vista, el polo opuesto del cristianismo?
    ¿ Cabe esperar algo más que una
    confrontación dura y de rechazo violento por ambas
    partes?

    Son varios los analistas que buscan soluciones
    conciliadoras, para apostar por un cristianismo en la
    postmodernidad y un postmodernismo abierto a la posibilidad de lo
    cristiano. Entre ellos vale la pena destacar al español
    José María Mardones, quien a lo largo de extensos y
    valiosos escritos ha tocado el tema de la incullturación
    de la fe cristiana de manera, por lo menos a mi juicio, muy
    acertada, con pasión por Cristo, pero sin apasionamientos
    cerrados. Precisamente, en esta primera parte resulta
    significativo transcribir dos párrafos de uno de sus
    textos, que expresa muy bien el dilema que se presenta a la fe,
    frente a la sensibilidad Postmoderna.

    "La Postmodernidad, con su llamada a la despedida
    de todo fundamento y la desmitificación radical de toda
    realidad global, es una forma de ateísmo nihilista que
    no pretende reapropiarse de nada, y por eso mismo representa el
    rechazo máximo de Dios y la religión. Nos
    hallamos –parece ser– ante la liquidación
    más exhaustiva de las raíces de lo sagrado y de
    la aproximación a Dios.

    Con esta tarjeta de presentación,
    ¿cabe esperar algo del diálogo cristiano con la
    Postmodernidad? O acaso, como a menudo ha ocurrido,
    detrás de la crítica radical, nihilista, a la
    religión
    ¿puede aparecer una vivencia religiosa más
    depurada y auténtica? Quisiéramos, al menos,
    explorar esta última hipótesis"
    .

    Estas preguntas, y algunas reflexiones importantes, se
    tratarán en este trabajo que pretende ser simplemente eso,
    unos puntos para la reflexión y el cuestionamiento, sobre
    todo en lo que respecta al quehacer pastoral, de quienes
    trabajamos con la juventud.

    1.1.- LOS NUEVOS ÉNFASIS.

    Un primer elemento a tener en cuenta, con miras a
    propiciar un acercamiento a la juventud Postmoderna, se refiere a
    los énfasis que se tienen. Algunos valores,
    algunas perspectivas que se absolutizaron durante épocas
    anteriores, pierden vigencia para la condición actual.
    Esto ocasiona un serio conflicto
    inter–generacional, una gran depresión
    entre los que se consideran Modernos y una cierta incomodidad y
    sensación de incomprensión en los
    Postmodernos.

    Cuáles serían entonces estos nuevos
    énfasis, a los cuáles la Postmodernidad da mayor
    validez.

    1.1.1.- LAS ÉTICAS

    Toda persona, independientemente de su cultura, raza,
    lengua,
    ideología; y sin que intervenga tampoco su nivel de
    estudios, ni nada por el estilo, se mueve de determinada manera
    ante los diferentes estímulos, de acuerdo a aquello que
    más le convenga. Quienes han tenido acceso a la
    transmisión cultural programada, a lo que conocemos con el
    nombre de educación, pueden
    elaborar de manera más planeada y reflexiva esa lista de
    cuestiones y circunstancias que más le convienen. A esta
    elaboración planeada y consciente de aquellos que
    más nos conviene o se haya conscientemente acostumbrado,
    es a lo que damos el nombre de "Escala de
    Valores"
    .

    Decíamos anteriormente que todo el mundo se mueve
    de acuerdo a aquello que más le conviene o de acuerdo a lo
    que conscientemente se haya acostumbrado, y también que
    hay algunos que lo hacen de manera consciente y premeditada. Por
    lo tanto podemos deducir que hay quienes actúan
    según algunos valores que no
    han asumido de manera personalizada, sino más bien
    casualmente. Esto no significa que no tengan valores, solamente,
    que no son conscientes de ellos.

    A estos valores que motivan los comportamientos es a lo
    que conocemos como la ética. En
    sentido estricto, estos valores reciben tal nombre porque es algo
    que vale, que es valioso, que cuesta. Sin embargo, hay algunos
    comportamientos, que a juicio de una mayoría, son
    negativos y que según el parecer de dicha mayoría,
    no merecen llamarse valores, sino más bien, antivalores.
    Pues bien, hablando en sentido estricto vamos a dar el nombre de
    valor a
    aquello que motiva a todos a actuar de una manera determinada, y
    "escala de
    valores"
    a aquellas motivaciones que han sido
    reflexionadas y asumidas de manera consciente.

    Las cosas fueron evolucionando en la humanidad, de tal
    manera que esta escala de
    valores, que ha sido reflexionada y asumida de manera consciente,
    fue contando con el reconocimiento social de algunas
    mayorías, y es a lo que reconocemos como la
    ética. Posteriormente la
    ética, se fue fundamentando en juicios que
    además de ser reflexionados y asumidos como valiosos
    (valores), por la inmensa mayoría, tenían el aval
    de una entidad superior, extra – terrenal y trascendente, a la
    que en términos muy nuestros llamamos Dios (aquí va
    surgiendo la categoría de lo que es bueno y lo que es
    malo). Esta calidad de la
    ética,
    que como se dijo anteriormente se atribuye a entidades superiores
    a la humana, se le denominó como moral, para
    explicitar su carácter netamente religioso y establecer
    las respectivas diferencias con los ambientes paganos.

    La anterior es sólo una de las posibles
    relaciones que se pueden establecer entre ética y
    moral, sin
    embargo se presentan posturas en las cuales la moral no se
    considera como propiedad
    exclusiva del ámbito religioso, sino que se le atribuye
    carácter de inherencia a la naturaleza
    humana. Para efectos de este análisis, tomaremos, no
    obstante la ubicación de la ética ene
    l plano exclusivamente humano, y la moral
    dentro del contexto religioso.

    En todo caso, durante estos últimos años,
    se ha venido hablando inicialmente de la pérdida de
    valores y luego de la relativización de los valores,
    hasta el punto que los valores
    antiguos y las seguridades que de ellos se derivaban, se
    veían amenazadas. Una persona que había vivido, y
    luchado por ciertos ideales, veía su empresa destinada
    al fracaso y era entendible el experimentar cierta
    frustración

    Ahora bien, el juicio de las generaciones actuales,
    Postmodernas, que se lanza desde la perspectiva de las
    generaciones anteriores, modernas, no se elabora, por lo menos en
    un principio, partiendo de reflexiones profundas y amplias, sino
    desde la perspectiva de una condición que se ve amenazada
    de extinción, puesto que sus principios y
    políticas, se ven relativizadas. Por lo
    cual es fácil deducir que el concepto moderno
    sobre lo Postmoderno es un concepto
    apasionado y visceral. Ya más adelante tendremos la
    ocasión de profundizar en un análisis más
    amplio y sobrio respecto de este tema. Por el momento es
    importante resaltar el siguiente análisis:

    "La preocupación por la pérdida de
    los valores,
    por la moral
    puritana, sería lo fundamental en el diagnóstico del Neoconservadurismo frente
    a la Postmodernidad. Nos hallamos, por tanto, ante una crisis
    cultural, mejor dicho, moral o,
    todavía con más precisión, espiritual. Y a
    pesar del triunfo actual del capitalismo
    democrático, aquí está su debilidad. Los
    Neoconservadores son intelectuales serios, rigurosos. Lejos de
    cantar victoria, avisan de los agujeros que pueden erosionar el
    sistema. Es una
    atención sobria en servicio de
    un mayor fortalecimiento de un modo de configurar la sociedad
    moderna".

    Podremos concluir entonces que, lo que más irrita
    de la condición Postmoderna a los modernos es el que haya
    osado proponer una ética
    nueva, o mejor una nueva concepción de ética y unos
    nuevos énfasis éticos.

    1.1.2.- LAS ESTÉTICAS:

    En lo que tiene que ver con la estética, la
    podemos definir como la capacidad que se posee para asombrarse,
    por lo cual tendremos que acudir necesariamente a la
    sensación y luego a los
    sentidos.

    La estética, en términos simples, es la
    manifestación agradable a los sentidos de
    las realidades. Esto, que es lo fundamental, no cambia para los
    modernos ni para los Postmodernos, la definición de
    estética es universal y trasciende las limitaciones
    espacio – temporales, la estética es la misma para unos y
    para otros… y para todos.

    Lo que varía es la expresión de la
    estética, porque tratándose de impresionar y
    agradar a los sentidos es
    preciso tener en cuenta que los gustos y las emociones no son
    universales ni trascienden la dimensión espacio –
    temporal.

    Pero esta concepción de la relatividad de la
    estética, o de los conceptos estéticos, es un
    concepto
    asumido realmente por lo Postmoderno, y difícilmente
    asumido por lo moderno. El modernismo, en
    su impulso racionalista y positivo, reglamentó la
    estética y admitió el pluralismo estético
    sólo dentro de ciertos parámetros. Para expresar
    mejor lo anterior, podemos decir que en el temperamento moderno
    se abrió la gama de posibilidades de expresión de
    la estética, pero fue una gama limitada.

    En cambio desde
    la perspectiva Postmoderna, no se ofrece una gama de
    posibilidades para la expresión estética,
    simplemente siempre habrá espacio para una nueva
    manifestación, sin reglas preestablecidas, sí, pero
    también con sus propias reglas.

    Aquí resulta interesante traer a colación
    un aporte de Mardones que destaca la estética como
    importante componente cultural, y además lo relaciona con
    la dimensión religiosa:

    "La Postmodernidad dice relación con lo
    estético. De hecho, <<Postmodernidad>> fue
    una palabra importada por Lyotard desde este ámbito del
    conocimiento. Pero hay que precisar las
    analogías y diferencias y, sobre todo, cómo es
    asumida la estética en el pensamiento
    Postmoderno. Una vez aclarado este aspecto, comprenderemos que
    también por esta vía hay una crítica
    (¿y aporte?) de la sensibilidad Postmoderna a la
    religión"
    .

    Por lo tanto, la concepción estética
    moderna choca violentamente contra la propuesta Postmoderna. Ante
    una estética delimitada y legislada, se propone ahora una
    estética que crea sus propias leyes, ignorando
    las leyes de otras
    propuestas estéticas. Esta situación
    irreconciliable para los modernos, y vista como enriquecedora por
    los Postmodernos, genera un conflicto
    particular: Unos dispuestos a exponer y defender sus perspectivas
    y otros interesados sólo en exponer con convicción
    sus impresiones, seguros de ellas,
    pero también sabiendo que su perspectiva es una, entre la
    amplia gama que existe y que se ampliará aún
    más cada vez.

    1.1.3.- LO ECOLÓGICO.

    Otro marcado acento que se distingue con facilidad en
    las preferencias de la condición postmoderna, es la
    preocupación por el medio
    ambiente. En décadas anteriores el superhombre creado
    por la modernidad, seguro de
    sí mismo hasta la idolatría y enceguecido por las
    luces de la razón llevada hasta la irracionalidad, se
    encargó de explotar los recursos de la
    naturaleza,
    seguro de
    poder
    explicar, transformar y utilizar todo lo que a su mano estuviera,
    y esto acarreo una saturación del planeta, y una mengua en
    la condición de recursos
    naturales, que ahora nos tiene en situación
    crítica. Esta situación abrió los ojos y las
    conciencias de un buen número de personas que decidieron
    entregarse sin tregua a una lucha que demandaba la
    participación de una ingente mayoría. A estos
    movimientos que se fueron gestando a raíz de la
    preocupación por el mundo y por la supervivencia del
    hombre, cuya vida, en últimas era la que peligraba, se les
    denominó movimientos ecológicos.

    Ante la avalancha de amenazas que se volcaban sobre la
    vida humana surgen cada vez con una mayor fortaleza agrupaciones,
    movimientos y campañas que pretenden concientizar a
    multitudes sobre la importancia de una organización seria que oponga resistencia a las
    humanas plagas destructoras que amenazan contra su misma
    perpetuación.

    Sin embargo, en el marco de esta noble lucha que ha
    emergido de mentalidades realmente sanas, se involucran poco a
    poco células
    que invaden las masas enormes de los "movimientos verdes" y se
    van constituyendo en fermento que hace crecer, y a la vez que
    aprovecha la ingenuidad de las conciencias. Son muchas y famosas
    las multinacionales que engrosan sus bolsas a base de la
    conciencia ecológica, desde la venta de los
    cuadernos "línea verde", hasta la conmovedora
    campaña para transplante de pulmón de una
    pródiga "mosca mamífero". En este amplio abanico
    que se abre entre las más ingenuas simplezas y las
    más inverosímiles excentricidades y estupideces se
    manejan millonarias sumas que hacen que poco a poco la conciencia
    ecológica se transforme en negocio y hasta en mafia, y que
    se abuse de la relatividad postmoderna con el ánimo de
    alimentar el ego de esta condición y las cuentas de los
    taimados comerciantes.

    Pero en últimas lo más impresionante es
    que la preocupación por esta ecología, se
    desentienda de la preocupación por la más necesaria
    y vital de las ecologías, como es la ecología humana.
    Porque no se entiende que una fundación invierta millones
    en salvar un animal determinado, mientras al lado de su jaula
    yace hambriento un ser humano.

    Esta preocupación ecológica postmoderna,
    cuyos orígenes son nobles y sanos, tenemos que irla
    educando con el fin de no llegar a descentrar la atención
    de la gente en lo que debe ser su máxima
    preocupación: "la perpetuación de la especie humana
    y su bienestar".

    1.1.4.- LO RELIGIOSO.

    Otro elemento de vital importancia en la
    concepción antropológica y cultural de la
    postmodernidad, es el religioso. Si establecemos en el tiempo
    cronológico la postmodernidad como un "estilo" de fin del
    segundo milenio, no tardaremos en comprender la vitalidad del
    elemento religioso para quienes la componen.

    Aquí no deja de ser sorprendente la forma en que
    los miembros del mundo del siglo XXI aún manifiestan, con
    exteriorizaciones más sofisticadas, claro está, las
    mismas tendencias míticas y supersticiosas que los
    aborígenes y que los radicales jefes religiosos
    medievales.

    Suenan las campanas del fin del mundo, y el temor se
    apodera de las desarrolladas mentes cibernéticas, que
    tiemblan de miedo y acuden al infalible poder de
    ciencias
    alternativas.

    En medio de la confusión y la increíble
    variedad de ofertas religiosas, que venden la salvación y
    la felicidad ante una demanda cada
    vez mayor, se encuentran grupos con
    tendencias neoconservadoras que intentan una regresión
    hacia formas caducas; movimientos religiosos de origen oriental y
    graciosamente adaptados al gusto de occidente; sectas
    evangélicas; nuevas iglesias cientistas; agrupaciones
    satánicas; filosofías existencialistas; etc. Y a
    pesar de tanta disparidad, y de lo contradictorio de las
    propuestas, una cosa es clara y común: "hay una
    búsqueda desesperada de la trascendencia y la
    salvación".

    Y en este espacio es preciso educar a las gentes con el
    ánimo de comprender su inherencia religiosa, de manejar
    sus sentimientos y ante todo de evitar que sean manipulados por
    aquellos escépticos de todo que juegan con la credulidad
    de todos.

    Aquí es necesario que hagamos claridad sobre el
    interesante fenómeno del Neoconservadurismo (NC.), que me
    atrevería a afirmar que también hace parte de la
    Postmodernidad aunque el término en sí mismo
    aparece como contradictorio a lo Postmoderno. El mismo Mardones
    lo trabaja como un criterio reaccionario ante la sensibilidad
    Postmoderna, pero para mí es una de las múltiples
    facetas que no sólo tiene la Postmodernidad, sino que
    además la acepta según su criterio de
    pluralidad.

    En el ámbito de lo NC, juega un papel muy
    importante la vuelta a formas tradicionales de religiosidad, como
    estrategia
    necesaria para mantener o recuperar ciertos valores –ya
    algo de esto habíamos mencionado anteriormente –. Y
    esto se ha convertido para retroceder hacia cierta mentalidad y
    espiritualidad que, considero, había sido afortunadamente
    superada. Y digo esto porque eran formas religiosas más al
    servicio de
    una ideología o un establecimiento determinado, que al
    servicio de la
    persona, que por lo menos sería lo más
    auténtico de la vida cristiana.

    "La ética NC es una ética del
    sistema
    capitalista democrático. Y es una ética que se
    presenta, en último término, como religiosa.
    Tiene raíces en la tradición bíblica. Se
    ofrece así una afinidad cristiano–capitalista que,
    al menos, debe ser mirada con ojos críticos. Las
    manipulaciones han sido frecuentemente el verdadero contenido
    que se ocultaba tras tales afinidades.

    Pero todavía peor es que, más o
    menos inconscientemente, se solicite de la religión
    cristiana entrar en el juego de
    esta proximidad y aún en relaciones de familiaridad y
    vínculos de sangre con el
    sistema. Se usa
    la religión para justificar, más o menos
    directamente, al sistema. Nos tememos que este es hoy uno de
    los peligros socio–culturales de nuestro momento. Subido
    en la cresta de la ola del triunfo inapelable, el sistema,
    además de presentarse sin alternativa, se presenta
    racional, humanizador y religioso. Por supuesto, en principio
    no hay que descalificar ningún sistema; pero tampoco
    legitimarlo sin más. Quizá un buen servicio
    actual de la religión cristiana sería agudizar su
    sensibilidad y ojo crítico ante las bondades del sistema
    capitalista democrático, aceptar sí sus logros,
    capacidades y posibilidades; pero no bajar la guardia ante sus
    contradicciones y deshumanizaciones"
    .

    Analizando también el revés de la
    cuestión, si se critica la manipulación de la fe
    cristiana con miras a mantener un establecimiento determinado,
    debemos cuidarnos de justificar, también a base de
    manipulaciones de la fe, ideologías socialistas o de
    cualquier otro carácter. No se trata, de ninguna manera,
    de una alternativa política, ni
    siquiera, social; se trata más bien de asumir lo que nos
    corresponde, como cristianos, integrando y, aún
    más, reivindicando el papel social
    que se nos exige de acuerdo al Evangelio.

    Como se menciona más adelante, "ningún
    sistema socio–político por teóricamente bien
    fundado que esté, supera ni satisface los ideales y
    presupuestos
    de la vida según Cristo"
    .

    1.1.5.- LO POLÍTICO.

    Cuándo nos adentramos en el mundo de la
    política, y la significación que ella tiene para la
    mentalidad postmoderna, nos embarcamos en una nave difícil
    de comandar, porque en este aspecto tocamos un punto
    neurálgico: "la política apolítica". Lo que
    tradicionalmente se ha tenido por política pasa de largo,
    en todo aspecto, para la mentalidad postmoderna. Definitivamente
    quienes participan bajo cualquiera de sus formas de la
    política, son considerados fuera de toda realidad y de
    toda lógica.

    Y sin embargo, hay una concepción política
    del hombre, según la mentalidad postmoderna: la
    política debe tender a facilitar que cada persona de la
    sociedad alcance la felicidad. Y para ello se implementa algo
    que

    podríamos llamar la política de la
    apolítica.

    En un sentido originario política se
    podría entender como la preocupación por el bien
    común. Luego la tradición fue llevando a definir
    política como las estrategias para
    llegar a algún fin. En esta concepción
    maquiavélica se mezclaban dos impresiones ambiguas, que
    sin embargo, convivían armónicamente. Pero ahora,
    donde prima la felicidad personal sobre
    cualquier bien común, la política se torna en el
    medio según el cual cada uno tira para el lado que
    más le convenga, generando toda suerte de luchas por el
    poder y el
    dominio, y
    lógicamente dejando excluidos a quienes no tienen la
    manera de sobrevivir en esta batalla campal. Cada cual busque su
    felicidad.

    Desde esta perspectiva la política deja de
    preocuparse por configurar el bien común y por tanto no es
    difícil que entren en el juego de la
    manipulación, los grandes ganadores de la
    confusión: quienes manipulan todo a su acomodo e imponen
    sutil o brutalmente, su voluntad. Aquí surgen la
    globalización, el neoliberalismo, la apertura económica, la
    privatización del estado, entre
    otras. En todo caso, la política de lo apolítico en
    el postmodernismo si bien es cierto que tiene preocupada a una
    buena cantidad de pensadores y líderes, por otro lado
    tiene contentos a aquellos pescadores de río
    revuelto.

    Pero, finalmente, también la concepción
    apolítica de la política por parte de la cultura
    postmoderna, se convierte en todo un reto, para quienes tengan
    ciertas intenciones serias respecto de la educación de la
    juventud, y en general del destino del mundo. Ante semejante
    amenaza, como lo es la institucionalización del
    egoísmo, es preciso generar una conciencia del bien
    común, de la política en su sentido primitivo y
    noble; es decir educar las conciencias con el ánimo de
    realizarse y de alcanzar la felicidad todos juntos como especie
    humana.

    1.1.6.- LO SOCIAL.

    En estrecha concordancia con el apartado anterior,
    encontramos la concepción postmoderna de la
    dimensión social. Esta dimensión que siempre ha
    sido considerada inherente a la naturaleza
    humana, en la concepción postmoderna se mantiene,
    sólo que con unos rasgos particulares.

    Por lo general se ha entendido la dimensión
    social como aquella por la cual el hombre se beneficia de los
    otros y a la vez se debe a los otros. Esta concepción de
    lo social en un marco amplio, se cuestiona desde la mentalidad
    postmoderna y se reduce simplemente como aquella dimensión
    por lo cual yo me uno, o asocio o junto, con otros que me pueden
    asegurar el pasarla bien sin comprometerme a nada.

    De la primacía del altruismo se quiere pasar a
    una recuperación de la dignidad de la individualidad
    humana, pero atravesando un amplio marco que nos lleva al
    desprecio de la ascesis, del trabajo y el compromiso por el que
    está al lado sufriendo; sólo interesa el disfrutar;
    los otros son importantes si nos aseguran el estar
    bien.

    De otra parte, algunas tendencias NC nos proponen
    retomar algunas prácticas como el ascetismo, la
    austeridad, etc. Sólo que en una dimensión mas bien
    romántica y psicológica, que realmente cristiana.
    No vale, por tanto, una simple llamada a la austeridad frente a
    la sociedad consumista y hedonista. Detrás de la
    recuperación de un cierto ascetismo de vida, de vuelta a
    reivindicar el trabajo, la
    disciplina y
    la negación del despilfarro, no se halla necesariamente la
    solidaridad.

    Mardones nos presenta cómo M. Novak, uno de los
    ideólogos católicos del NC americano insiste
    repetidamente en que, tras el ahorro y la
    inversión a la búsqueda de rentabilidad,
    está inscrita, quiérase o no, una ética de
    la solidaridad
    . La lógica
    del sistema conduce a la preocupación por los otros
    .
    Es difícil creer que las relaciones de intercambio
    impulsadas por el interés propio calculado produzcan una
    "solidaridad" que
    exceda los intereses del grupo o clan.
    Más que una ética de la solidaridad, se
    produce una ética corporativista, gremial.

    Tampoco la nueva llamada al ascetismo y la austeridad de
    vida supone un cambio de
    orientación en la lógica
    de la producción, la rentabilidad y
    las relaciones mercantiles, y sin un giro en la
    orientación del dinamismo productivo, podremos, por mucho,
    colaborar a la recuperación del sistema, pero no detener
    su marcha hacia la explotación de los deseos humanos. La
    austeridad que se propone para esta época es como una
    terapia coyuntural para el sistema, pero no un remedio. Por esta
    razón, este ascetismo no se hace en nombre de la solidaridad y la
    justicia, sino
    del mantenimiento
    del sistema. Y no genera solidaridad, sino
    corporativismo.

    Utilizar motivaciones religiosas para extender y
    legitimar esta recuperación de la austeridad es
    funcionalizar la fe, y atentar contra lo que debiera ser, por lo
    menos, el inicio de la institución de una sociedad mucho
    más humana y justa.

    En síntesis, es preciso explicitar que
    ningún movimiento
    reaccionario, por más justificado que crea estar, puede
    pretender batir las banderas de un individualismo necesario en
    contra del sentido de justicia,
    equidad, dignidad y

    solidaridad.

    2.- LA AUTÉNTICA VIDA
    CRISTIANA.

    En este segundo apartado trataremos de vislumbrar
    algunos de los elementos constitutivos de la fe cristiana. Estos
    elementos constitutivos son como los pilares del cristianismo, y
    para poderlos conjugar luego con lo que caracteriza la mentalidad
    o el estilo Postmoderno, lo hemos dividido en tres dimensiones:
    "implicaciones personales de la fe", "implicaciones
    comunitarias" e "implicaciones sociales"
    .

    2.1- LAS DIMENSIONES DE LA FE.

    2.1.1.- LAS IMPLICACIONES PERSONALES DE LA FE: EL
    CONCEPTO DE
    SALVACIÓN.

    En este primer momento es necesario precisar que la fe
    cristiana, por tratarse de un estilo de vida particular, implica
    en un primerísimo lugar, la singularidad de la persona. La
    fe en Cristo, la adhesión a su persona y a sus
    enseñanzas, no puede entenderse como un fenómeno
    sociológico, o cultural, (aunque tengan algo de esto). La
    fe en Jesús lleva a la persona a decir "yo creo en
    Jesús"
    , que es algo mucho más íntimo y
    enraizado que decir "le creo a Jesús", es pasar del
    "Te Creo", al "Creo en Ti".

    "Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo
    envió para salvarnos es necesario para obtener esa
    salvación. ‹Puesto que sin la fe… es imposible
    agradar a Dios› y llegar a participar en la
    condición de sus hijos, nadie es justificado sin ella y
    nadie, a no ser que ‹haya perseverado en ella hasta el
    fin obtendrá la vida eterna›"
    .

    Y desde esta perspectiva es necesario aclarar lo que
    significa el concepto de salvación.

    A lo largo de los siglos en toda la historia de la
    humanidad, los hombres siempre han engendrado dentro de sí
    una preocupación que rebosa sus sueños, anhelos,
    ambiciones y conocimientos: la idea de la trascendencia.
    Siempre ha habido hombres y mujeres, en todos los momentos y
    lugares de la historia que les desvela la idea de dejar de ser;
    que el simple hecho de imaginar que algún día ya
    nadie dará cuenta de ellos, no les permite descansar en su
    incesante tarea de dejar huella.

    Y para el cristianismo esta preocupación no es
    ajena. Y tan propia le es esta dimensión humana que le ha
    dedicado grandes tiempos, reflexiones y escritos al tema, bajo el
    concepto de la salvación. Para mucha gente este
    término que pareciera un poco extraño, debido a que
    la humanidad ha alcanzado un alto grado de desarrollo,
    autonomía y grandeza, está resultando vital, hasta
    el punto que hay decenas de miles de gentes en las ciudades de
    América
    Latina, que han vendido su alma, su tranquilidad y hasta su
    conciencia a ideólogos y pastores que les han convencido
    de que están supremamente perdidos y tremendamente
    necesitados de salvación.

    Este fenómeno no deja de llamar la
    atención, más aún cuando en este tipo de
    engaños caen no sólo gentes de escasa cultura, sino
    también grupos completos
    de reputados intelectuales y estudiosos.

    Lo que se ha puesto de moda a finales
    de este milenio es el comercio de
    salvación. En todo lugar, y de parte de los más
    diversos grupos, estamos
    permanentemente recibiendo ofertas de salvación y
    felicidad. Grupos religiosos
    de todos los calibres, filosofías de todas las latitudes,
    estilos de vidas realmente hermosos, (y por lo mismo
    irrealizables y que ocasionan tremendas
    frustraciones).

    Para el cristianismo verdadero, este concepto de
    salvación implica, no un estado de
    angustia existencial donde reina el temor y la amenaza (ya que el
    que no acepte a Jesús y lo que "él mande",
    entonces necesariamente será castigado y condenado), sino
    más bien un conocimiento
    alegre de la buena nueva de Jesús, la aceptación
    gozosa de su mensaje y la adhesión libre e igualmente
    gozosa a su persona.

    El Catecismo de la Iglesia Católica involucra un
    apartado acerca de la salvación, en su capítulo
    sobre "Nuestra Vocación a las Bienaventuranzas". Y
    muy ligado al concepto de bienaventuranza y salvación
    hallamos un espacio para "el deseo de
    felicidad"
    .

    Se menciona en el citado texto que
    "las bienaventuranzas responden al deseo natural de
    felicidad"
    y anota que "este deseo es de origen divino:
    Dios lo ha puesto en el corazón
    del hombre con el ánimo de atraerlo hacia Él, el
    único que lo puede satisfacer…"
    .

    Como reforzando la estrecha relación entre
    bienaventuranzas, la salvación y la felicidad, se nos
    dice: "Las bienaventuranzas descubren la meta de la
    existencia humana, el fin último de los actos humanos:
    Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación
    se dirige a cada uno personalmente, pero también al
    conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la
    promesa y viven de ella en la fe"
    "Las bienaventuranzas
    nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el
    Reino, la visión de Dios, la participación en la
    naturaleza divina, la vida eterna, la salvación, la
    filiación, el descanso en Dios"
    .

    Otro elemento importante asociado a la salvación
    es el que se relaciona con la liberación:
    "Liberación y salvación. Por su cruz gloriosa,
    Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los
    rescató del pecado que les tenía sometidos a la
    esclavitud.
    ‹Para ser libres nos libertó Cristo›, en
    Él participamos de ‹la verdad que nos hace
    libres›. El Espíritu Santo nos ha sido dado, y,
    como enseña el apóstol ‹donde está el
    espíritu, allí está la libertad› Ya desde ahora nos gloriamos de
    ‹la libertad de
    los hijos de Dios›"
    .

    En síntesis, el concepto cristiano de
    salvación va estrechamente ligado a la búsqueda de
    felicidad, pero por su naturaleza, supera el concepto e ideal de
    una felicidad que se agota fácilmente desde las miras
    meramente humana, ya que implica el concepto de
    liberación, con todo lo que ello trae consigo, y en el
    ámbito de una salvación integral, no sólo
    física,
    política o económica; pero tampoco espiritualista,
    elevada y etérea.

    Identifiquemos ahora algunos elementos claves para la
    compresión de las implicaciones personales de la fe en
    Cristo.

    2.1.1.1.- LA VIDA ESPIRITUAL.

    Un primer elemento, que también está ahora
    de moda entre los
    Postmodernos, es la vida espiritual, pero para que la
    espiritualidad cristiana, responda verdaderamente a lo que debe
    ser, es preciso entenderla como el cultivo de la interioridad, a
    través del abandono en Dios, e invocando siempre la
    asistencia del Espíritu Santo, que nos lleva a discernir
    la voluntad del Padre, y que nos fortalece desde dentro con el
    fin de poder llevar a cabo la misión que
    nos ha sido confiada.

    En esto es importante aclarar que la vida espiritual
    desde la perspectiva de fe en Cristo, es algo radicalmente
    diferente a cultivar la interioridad a la manera de los
    orientales (que también está alcanzado un auge
    impresionante), con técnicas netamente humanas, para
    alcanzar paz interior, tranquilidad y "armonía con el
    cosmos". Estos elementos innegablemente ayudan a producir una
    sensación de bienestar y de calma necesarias para que como
    seres humanos nos libremos de tensiones que nos atan, pero la
    espiritualidad cristiana va más allá e implica todo
    el ser de la persona, no sólo su mente o su psicología.

    "En esta nueva religiosidad –(habla sobre el
    fenómeno del ‘retorno a lo
    religioso’)–, y en especial a la New Age, el
    término espiritualidad asume connotaciones bastante
    alejadas de lo que la Iglesia Católica entiende por
    ella. Es considerada, según Marylin Ferguson, en una
    clave de esta conspiración pacífica que debe
    caracterizar la Era de Acuario, la cual se expresa y ofrece a
    través de numerosos caminos o métodos
    inspirados en las más diversas fuentes y
    con características muy especiales. En la
    teología espiritual católica sabemos que la
    espiritualidad se caracteriza por su cristocentrismo, donde
    somos conducidos por el Espíritu Santo que nos revela a
    Cristo y nos compromete con las realidades humanas que
    están llamadas a ser cristificadas"
    .

    Para esto resulta oportuno citar una expresión
    pronunciada por Mardones: "contemplación de los ojos
    abiertos". No se trata, y en esto es necesario insistir, de
    cultivar una actitud
    interior, espirtualista, más que espiritual. Y al hablar
    de la contemplación de los ojos abiertos, hacemos
    referencia a una espiritualidad encarnada, realista y
    comprometida con el medio en el cual esté
    inserta.

    Por otro lado, en cuanto a la necesidad de diferenciar
    cierta "interioridad" de la Espiritualidad Cristiana, y de evitar
    justificaciones, o mejor, reducciones de nuestra vida espiritual,
    debemos valorar en su debida medida, el cacareado retorno a lo
    religioso o a lo sagrado, sin llegar a considerar este
    fenómeno como positivo ante las pretensiones cristianas de
    oración, liturgia y mística.

    "Podemos afirmar con cierta seguridad que el
    florecimiento y el éxito de la New Age, en gran parte
    constituyen un signo de la necesidad de lo sobrenatural, donde
    muchas personas se sienten atraídas por sus ideales de
    perfección espiritual. Será necesario, por lo
    tanto, revalorizar los medios y la
    experiencia espiritual de la Iglesia para recorrer junto al
    Señor y los hermanos este camino de la vida sobrenatural
    que le concede la vitalidad a nuestro testimonio. Así la
    señalaba Pablo VI al afirmar que
    ‘sin esta
    marca de
    santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá la
    brecha en el corazón de
    los hombres de estos tiempos’….".

    2.1.1.2.- LA VIDA LITÚRGICA.

    La vida litúrgica cristiana, bien entendida, es
    una manera evolucionada de vida espiritual, que se abre a la
    posibilidad de la contemplación profunda de lo divino en
    Cristo, y además que nos lleva a reconocer esta
    contemplación ante los otros, con los otros y en los
    otros.

    En la descripción anterior hallamos tres
    elementos fundamentales. En primer lugar lo que respecta a la
    contemplación de la divinidad. La liturgia tendría
    que entenderse como apertura a lo infinito, a lo divino. Es la
    dimensión de la contemplación del ser humano
    finito, limitado, ante una realidad que le sobrepasa, que escapa
    a su comprensión humana y que le lleva a abrirse desde la
    fe, a otras posibilidades que resultan más impresionantes
    y liberadoras.

    En segundo lugar nos referimos a lo que tiene que ver
    con expresar la fe ante los otros. Esto es lo que
    podríamos llamar el testimonio, es decir, el proclamar
    nuestra fe públicamente, y el ser testigos de lo que
    vivimos, delante de los hombres, para que sepamos que nuestra fe
    no debe estar encajonada, y para mostrar a los demás que
    esta misma fe aún es posible y que de hecho ya se
    está haciendo realidad.

    Otro elemento fundamental es el de la dimensión
    comunitaria o eclesial de nuestra fe. La adhesión a la
    persona de Jesús, tiene serias implicaciones comunitarias,
    y en la celebración de la liturgia, esta dimensión
    debe estar siempre presente. Para nosotros, no se entiende la
    liturgia como un acto privado y excluyente, es nuestro deber
    celebrar, juntos como hermanos, la fe por la cual nos sentimos
    salvos.

    Un elemento fundante de la liturgia es el que hace
    referencia a lo festivo. Esta dimensión litúrgica
    que está tan estrechamente ligado al concepto de
    celebración, debe mantener siempre, y en esta época
    de Postmodernidad con mayor razón, el carácter de
    festividad, alegría, gozo.

    Finalmente, es preciso hacer referencia al
    carácter divino de la liturgia, según el cual
    ésta es iniciativa de Dios, y por ello la alabanza surge
    en la persona y en la comunidad como un
    don suyo.

    La segunda parte del Catecismo de la Iglesia
    Católica, titulado "La celebración del misterio
    cristiano"
    , en su primera sección nos habla de la
    liturgia como obra de la Santísima Trinidad, en la cual el
    Padre es la fuente y fin de la liturgia, el Hijo lleva a cabo su
    obra en ella y el Espíritu Santo como quien prepara a la
    Iglesia para recibir a Cristo, para recordar y actualizar
    permanentemente el misterio de Cristo y para que por medio de la
    liturgia se asegure la comunión en el mismo
    Espíritu.

    2.1.2.- LAS IMPLICACIONES COMUNITARIAS. EL
    CARÁCTER ECLESIAL DE LA FE.

    Para el creyente en Cristo, la fe no es algo que
    añade a su vida, como un título profesional o como
    un artículo determinado, la fe es algo que le constituye a
    sí mismo, que es inherente a su persona, y de la misma
    manera que el carácter social hace parte de la naturaleza
    de toda persona, el carácter eclesial de la fe hace parte
    fundante de la experiencia cristiana.

    A la manera de vivir como Iglesia se le denomina vida
    comunitaria. Es decir se vive en común unidad, tanto de
    bienes
    espirituales como materiales.

    2.1.2.1.- LA VIDA DE LA COMUNIDAD:
    TENÍAN TODO EN COMÚN.

    Este carácter eclesial de la fe nos remite a los
    inicios de las comunidades cristianas, en las cuales se
    manifestaba de manera diáfana la presencia del
    Espíritu de Jesús, a través de cada uno de
    los acontecimientos de cada uno de los fieles al interior de su
    comunidad.

    Ilustremos esto que se ha dicho, a través del
    relato de los Hechos de los Apóstoles:

    "La multitud de los fieles tenía un solo
    corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios
    sus bienes, sino
    que todo lo tenían en común. Los apóstoles
    daban testimonio de la resurrección del Señor
    Jesús con gran poder, y aquél era para todos un
    tiempo de
    gracia excepcional.

    Entre ellos ninguno sufría necesidad, pues
    los que poseían campos o casas los vendían,
    traían el dinero y
    lo depositaban a los pies de los apóstoles, que lo
    repartían según las necesidades de cada uno.
    Así lo hizo José, un levita nacido en Chipre, a
    quien los apóstoles llamaban Bernabé (que quiere
    decir: "El Animador"). Éste vendió un campo de su
    propiedad,
    trajo el dinero de
    la venta y lo
    puso a los pies de los apóstoles"
    . (Hch. 4,
    32ss)

    Una cosa debe quedarnos clara, esta actitud de
    comunión no surge simplemente de los buenos
    propósitos de los reunidos, es una actitud que se
    alimenta de las más profundas fuentes
    espirituales, y que por los efectos de estas mismas fuentes, se
    produce en los fieles la actitud de la
    comunión eclesial.

    Pasando ya al ámbito de la aplicación, se
    hace necesario que todos los cristianos nos abramos a la
    acción del Espíritu Santo, para que éste nos
    impulse a comunicar todo los que somos, sabemos y tenemos en
    beneficio de quienes conformamos la Iglesia, y una vez inundados
    de este Espíritu, actuemos decididamente por llevar a cabo
    todos los ideales de la vida común. De esta forma se
    habrán cumplido los principios
    básicos de la acción comunitaria cristiana:
    "iniciativa de Dios a través de la acción del
    Espíritu Santo y decisión de la persona, para
    captar y llevar a cabo las mociones que recibe del
    Espíritu Santo".

    2.1.2.2.- LA MISIÓN DE
    LA COMUNIDAD: A LOS POBRES SE LES ANUNCIA LA BUENA
    NUEVA.

    Ahora bien, ya se había mencionado en un apartado
    anterior que el cristianismo posee un carácter especial,
    que lo distingue claramente de otras religiones y denominaciones:
    Se trata de las implicaciones sociales de la fe, y que marca la
    diferencia en cuanto a que no se queda en la contemplación
    extática y espiritual (aunque la posee), sino que se abre
    a la dimensión del otro.

    Dicha característica esencial se enmarca en la
    contemplación activa del misterio de la
    encarnación. Ya desde los tiempos veterotestamentarios se
    afirmaba con propiedad:
    "nuestro Dios es un Dios vivo", lo que se confirma
    plenamente cuando nuestro Dios se hace hombre, y planta su tienda
    entre nosotros, y así nos lo recuerda el magisterio de la
    Iglesia:

    "Jesús nació del Pueblo elegido, en
    cumplimiento de la promesa hecha a Abraham y recordada
    constantemente por los profetas. Estos hablaban en nombre y en
    lugar de Dios. En efecto, la economía del
    Antiguo Testamento está esencialmente ordenada a
    preparar y anunciar la venida de Cristo, Redentor del universo, y de
    su Reino mesiánico. Los libros de la
    Antigua Alianza son así testigos permanentes de una
    atenta pedagogía divina. En Cristo esta pedagogía alcanza su meta: El no se
    limita a hablar « en nombre de Dios » como los
    profetas, sino que es Dios mismo quien habla en su Verbo eterno
    hecho carne. Encontramos aquí el punto esencial por el
    que el cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que
    desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios
    por parte del hombre. El cristianismo comienza con la
    Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el
    hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en
    Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino
    por el cual es posible alcanzarlo. Es lo que proclama el
    Prólogo del Evangelio de Juan: « A Dios nadie le
    ha visto jamás: el Hijo único, que estaba en el
    seno del Padre, El lo ha contado » (1, 18). El Verbo
    Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en
    todas las religiones de la
    humanidad: este cumplimiento es obra de Dios y va más
    allá de toda expectativa humana. Es misterio de
    gracia"
    .

    Cuando el cristiano decide de manera consciente y
    radical asumir lo que la fe implica, debe mantener siempre
    presente que es necesario adherirse a la persona de Jesús
    en plenitud, y de una manera particular a su proyecto vital: "El
    Reino de Dios". Esta claridad respecto al Reino de Dios, como
    misión
    fundante de la vida y hechos de Jesús es importante en el
    momento de delimitar el proyecto personal de vida
    de todo cristiano.

    Por lo mismo es importante resaltar el carácter
    preeminente que ocupa el Reino de Dios. La misión de todo
    creyente en Jesús es trabajar por el Reino, y en
    consecuencia esa es la misión de la Iglesia, lo que debe
    llevarla a toda ella a trabajar teniendo en cuenta siempre que
    debe ser consecuente con los propósitos de Cristo acerca
    del Reino. De ninguna manera debe centrarse la Iglesia en
    trabajar por sí misma como si fuese el centro de la
    misión de Jesús. De esta misma manera es preciso
    tener claridad sobre el significado de la Iglesia: esta es
    instrumento del Reino. La Iglesia es la reunión de quienes
    trabajan por el Reino. Lo importante de la Iglesia, y en esto es
    importante enfatizar, es que le dé la máxima
    importancia al Reino.

    No se trata, y en esto es preciso hacer claridad, de
    minusvalorar la misión, y acción de la Iglesia, que
    tiene como fundamento el Reino de Dios, ni mucho menos
    desvincularla de su estrecha relación con este. Iglesia y
    Reino de Dios, no son términos excluyentes, más
    bien son inter–dependientes y
    co–relacionados.

    "La Iglesia está efectiva y concretamente
    al servicio del
    Reino. Lo está, ante todo, mediante el anuncio que llama
    a la conversión; éste es el primer y fundamental
    servicio a la venida del Reino en las personas y en la sociedad
    humana. La salvación escatológica empieza, ya
    desde ahora, con la novedad de vida en Cristo: « A todos
    los que la recibieron les dio el poder de hacerse hijos de
    Dios, a los que creen en su nombre » (Jn 1,
    12).

    La Iglesia, pues, sirve al Reino, fundando
    comunidades e instituyendo Iglesias particulares,
    llevándolas a la madurez de la fe y de la caridad,
    mediante la apertura a los demás, con el servicio a la
    persona y a la sociedad, por la comprensión y estima de
    las instituciones humanas.

    La Iglesia, además, sirve al Reino
    difundiendo en el mundo los « valores evangélicos
    », que son expresión de ese Reino y ayudan a los
    hombres a acoger el designio de Dios. Es verdad, pues, que la
    realidad incipiente del Reino puede hallarse también
    fuera de los confines de la Iglesia, en la humanidad entera,
    siempre que ésta viva los « valores
    evangélicos » y esté abierta a la
    acción del Espíritu que. sopla donde y como
    quiere (cf. Jn 3, 8); pero además hay que decir que esta
    dimensión temporal del Reino es incompleta, si no
    está en coordinación con el Reino de Cristo,
    presente en la Iglesia y en tensión hacia la plenitud
    escatológica.

    Las múltiples perspectivas del Reino de Dios
    no debilitan los fundamentos y las finalidades de la actividad
    misionera, sino que los refuerzan y propagan. La Iglesia, es
    sacramento de salvación para toda la humanidad y su
    acción no se limita a los que aceptan su mensaje. Es
    fuerza
    dinámica en el camino de la humanidad
    hacia el Reino escatológico; es signo y a la vez
    promotora de los valores
    evangélicos entre los hombres. La Iglesia contribuye a
    este itinerario de conversión al proyecto de Dios, con
    su testimonio y su actividad, como son el diálogo, la
    promoción humana, el compromiso por la
    justicia y
    la paz, la educación, el cuidado de los enfermos, la
    asistencia a los pobres y a los pequeños, salvaguardando
    siempre la prioridad de las realidades trascendentes y
    espirituales, que son premisas de la salvación
    escatológica.

    La Iglesia, finalmente, sirve también al
    Reino con su intercesión, al ser éste por su
    naturaleza don y obra de Dios, como recuerdan las
    parábolas del Evangelio y la misma oración
    enseñada por Jesús. Nosotros debemos pedirlo,
    acogerlo, hacerlo crecer dentro de nosotros; pero
    también debemos cooperar para que el Reino sea acogido y
    crezca entre los hombres, hasta que Cristo « entregue a
    Dios Padre el Reino » y « Dios sea todo en todo
    » (1 Cor 15, 24.28)"
    .

    Más pruebas de
    esta estrecha relación entre la Iglesia y el Reino de
    Dios, nos lo pone en evidencia el Catecismo, no sólo
    recordando que la Iglesia trabaja por el Reino, sino más
    aún, estableciendo que la Iglesia es ya la
    manifestación del Reino, cuando afirma que "corresponde
    al hijo realizar el plan de
    salvación de su Padre, en la plenitud de los tiempos;
    ése es el motivo de su ‘misión’.
    ‘ El Señor Jesús comenzó su Iglesia
    con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del
    Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las
    Escrituras’. Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo
    inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La
    Iglesia es el Reino de Cristo presente ya en
    misterio
    "

    Cuando en medio de su cautiverio, Juan El Bautista
    envía a sus discípulos, para indagar a Jesús
    si era él el que tenía que venir o si
    tendrían que esperar a otros, la respuesta de Jesús
    fue clara y categórica:

    "Vayan y cuéntenle a Juan lo que ustedes
    están oyendo y viendo: los ciegos ven, los cojos andan,
    los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
    resucitan, y una Buena Nueva llega a los pobres. ¡Y
    dichoso aquél para quien yo no sea motivo de
    escándalo!
    ".

    Esta respuesta de Jesús nos ilustra acerca de los
    signos que hacían palpable la presencia del Reino de Dios.
    De la misma manera nos corresponde a nosotros como cristianos
    hoy, buscar la manera de hacer visible ese Reino de Dios entre
    quienes nos rodean; y aquí nos referimos no sólo a
    los hermanos en la fe, sino a todos los hombres, para responder
    al llamado que nos hace Jesús respecto de trabajar por
    hacer discípulos suyos a todos los hombres en todos los
    rincones de la
    tierra.

    Ilustremos lo anterior con el siguiente pasaje del
    Evangelio:

    "Vayan y proclamen en mi nombre el arrepentimiento
    y el perdón de los pecados, comenzando por
    Jerusalén, y yendo después a todas las naciones,
    invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos
    de todo esto
    ".

    En este pasaje, que es como un testamento, se nos
    encarga a todos los que nos adherimos a Jesús, a ser sus
    testigos, a proclamarlo en primer lugar a quienes están
    cerca nuestro, "…comenzando por Jerusalén"; y
    luego

    todos los confines de la tierra.
    Este anuncio de la Buena Nueva no cae en la acepción de
    personas, lugares, en general no hace discriminación alguna.

    Y la razón de esta universalidad de la Buena
    Nueva es muy sencilla. Puesto que la Buena Nueva no es otra que
    la del Reino de Dios, entonces estamos llamados a llevar a cabo
    las señales visibles de este Reino en "todas las
    naciones"
    .

    2.1.3.- LAS IMPLICACIONES SOCIALES: PORQUE TUVE
    HAMBRE Y ME DISTE DE COMER.

    El otro elemento constitutivo de la doble perspectiva a
    la que hemos hecho referencia, es el que tiene que ver con las
    manifestaciones que nos llevan a lograr la salvación. Para
    ilustrar mejor esta dimensión es necesario que recurramos
    al siguiente texto del
    Evangelio:

    "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria
    rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el
    trono de Gloria, que es suyo. Todas las naciones serán
    llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al
    igual que el pastor separa las ovejas de los chivos.
    Colocará a las ovejas a su derecha y a los chivos a su
    izquierda.

    Entonces el Rey dirá a los que están
    a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen
    posesión del reino que ha sido preparado para ustedes
    desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me
    dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui
    forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas
    y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en
    la cárcel y me fueron a ver.»

    Entonces los justos dirán:
    «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento
    y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?
    ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin
    ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en
    la cárcel, y te fuimos a ver? El Rey responderá:
    «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de
    los más pequeños de estos mis hermanos, me lo
    hicieron a mí.»

    Dirá después a los que estén
    a la izquierda: «¡Malditos, aléjense de
    mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para
    el diablo y para sus ángeles! Porque tuve hambre y
    ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de
    beber; era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin
    ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me
    visitaron.»

    Estos preguntarán también:
    «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento
    o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te
    ayudamos?» El Rey les responderá: «En verdad
    les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos
    más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo
    a mí.»

    Y éstos irán a un suplicio eterno, y
    los buenos a la vida eterna"
    . (Mt. 25, 31-46)

    Este pasaje que se presenta como gran conclusión
    del discurso
    escatológico del Evangelio de San Mateo, nos trae una
    concepción novedosa de salvación, no sólo
    para la mentalidad judía, sino aún para nuestros
    tiempos, ya que se deja en claro que la esencia del cristianismo,
    no radica en la cuestión espiritualista, (entendido
    éste como contemplación etérea), ni en la
    dimensión cúltica (adoración
    carismática); aunque en la vivencia de los fieles se
    hallen presente estos elementos. Lo esencial de la actitud y
    actividad cristiana, radica pues, en la actitud de amor hacia
    todos los otros, preferentemente hacia quienes tienen mayores
    necesidad de este amor
    misericordioso, oblativo y desinteresado.

    "Dios que ha creado al hombre por amor lo ha
    llamado también al amor,
    vocación fundamental e innata de todo ser humano.
    Porque el hombre fue creado a imagen y
    semejanza de Dios, que es amor"
    .

    No en vano, este pasaje (Mt. 25, 31-46) que se ha
    identificado por la tradición ulterior como el del juicio
    final, nos deja en claro que la actitud de amor es la que se
    utilizará como criterio de valoración por parte de
    aquel que tuvo "el amor
    más grande".

    "Por encima de todo la caridad. Para concluir esta
    presentación es oportuno recordar el principio pastoral
    que enuncia el Catecismo Romano:

    Toda la finalidad de la doctrina y de la
    enseñanza debe ser puesta en el amor que
    no acaba. Porque se puede exponer muy bien lo que es preciso
    creer, esperar o hacer; pero sobre todo se debe siempre hacer
    aparecer el Amor de
    Nuestro Señor a fin de que cada uno comprenda que todo
    acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que
    el Amor, ni
    otro término que el
    Amor"
    .

    Sin duda alguna que esta dimensión social que
    exige una opción clara y radical hacia el otro más
    necesitado, es un elemento supremamente valioso dentro del
    cristianismo, y aunque desafortunadamente ha estado algo
    olvidado durante algunos períodos de la historia de la
    Iglesia, la situación de miseria y abandono de muchos
    hombres en un gran número de países del mundo, ha
    hecho que, igualmente, cada vez un número mayor de
    cristianos se sientan comprometidos en esta lucha por la dignidad
    humana, que en últimas es una lucha por hacer posible y
    visible el anuncio e instauración del Reino de
    Dios.

    Nos debe quedar claro, ante todo, que el principio de la
    Caridad que recién mencionamos debe ir unido estrechamente
    a la fe, para evitar las confrontaciones entre salvación
    por la fe y justificación por las obras, lo que de todas
    formas se desarrolla con profundidad en la doctrina paulina de la
    justificación por la fe, y el llamado a demostrar dicha fe
    por las obras, como lo trabaja Santiago en su carta.

    3.- POSTMODERNIDAD Y VIDA CRISTIANA.

    Una primera cuestión que tendremos que
    plantearnos es sobre la relación que existe o
    podría existir entre los elementos denominados
    Postmodernidad y vida cristiana.

    Para ello nos vamos a referir a toda una serie de
    movimientos o tendencias
    socio–político–culturales, que imperan en
    nuestro medio, entre ellas, lógicamente, la
    Postmodernidad, y si en realidad puede haber algún tipo de
    relación positiva con lo que constituye los fundamentos
    del ser cristiano.

    Los inconvenientes se inician desde el momento mismo en
    que se trata de definir el alcance y contenido que se acogen bajo
    tres denominaciones principales que son: Postmodernidad,
    Neoconservadurismo, y Modernidad
    . Pero todo
    diálogo socio–cultural se realiza, quizá
    inevitablemente, bajo la sombra de tales cuestiones. Es necesario
    exponer los diversos puntos de vista o problemas
    fundamentales donde surge la relación o la
    contraposición entre la fe y estas tres tendencias
    mencionadas. Es decir, la idea es tratar de presentar aquellas
    cuestiones que desafían o interrogan más claramente
    a la fe cristiana desde la sensibilidad de nuestro tiempo. Como
    esta temática es ciertamente compleja y no es más
    que una tentativa de discernimiento que conlleve al
    diálogo religioso–cultural, estamos ante una tarea
    abierta que nunca puede darse por concluida, y que evidentemente
    tendrá una amplia gama de posibilidades para ser
    abordada.

    3.1.- LOS APORTES DE LA POSTMODERNIDAD A LA VIDA DE
    LA IGLESIA.

    Partiendo del supuesto consenso existente entre las dos
    tendencias socio–culturales predominantes: Postmodernidad y
    Neoconservadurismo, como manifestaciones más o menos
    críticas, superadoras, legitimadoras o aberrantes de la
    sociedad y cultura moderna, es importante tratar de ver, al hilo
    de lo que la Postmodernidad y el Neoconservadurismo quieren
    recuperar y reivindicar, el momento de verdad moderno o, mejor,
    las cuestiones del (proyecto de la modernidad) que muestran su
    pertinencia para la fe y la cultura.

    Un primer elemento que habría que tratar es el
    que tiene que ver con el relativismo. ¿Cómo una
    tendencia cultural en la cual no se asigna cierta dignidad, o
    preferencia si se quiere, a unos elementos sobre otros, puede
    resultar compatible con el espíritu del cristianismo, el
    cual define claramente sus parámetros? O en otros
    términos ¿puede el postmodernismo, con las
    características mencionadas anteriormente, aportar algo a
    la vida de una Iglesia que sigue patrones de tan largas
    tradiciones?

    El pensamiento
    Postmoderno se niega a la fundación última y a los
    saberes definitivos. Tampoco cree posible dar un sentido objetivo y
    total a la vida y a la historia. Cree poco en la potencia de la
    razón humana. Brota de aquí una actitud
    desencantada respecto de la razón radical del pensamiento
    moderno ilustrado puede desembocar en el nihilismo, pero puede
    dar origen también a una nueva disponibilidad
    religiosa.

    Sintetizo los rasgos más característicos
    de esta nueva disponibilidad religiosa Postmoderna. Un asunto que
    se muestra
    interesante es que sea respetuosa con el absoluto de la
    trascendencia, iconoclasta con la idolatría de las
    fórmulas y ritos, así como con la
    identificación de lo divino con las instituciones
    concretas. Inclinada hacia el momento místico atisba en la
    mirada inaugural a las cosas el manantial del ser desde el que la
    presencia misteriosa comunica gratuitamente el sentido. Es decir,
    que entraría en una dinámica más contemplativa y
    carismática y menos institucionalizada y por ello mismo
    alejada de la experiencia vital. Como consecuencia de lo anterior
    sería una religiosidad de la experiencia, que cree porque
    ha degustado de alguna manera la gran presencia ausente; es
    proclive a la expresión paradójica y a valorar el
    sentimiento por encima de la lógica.
    Estos dos elementos con todas las consecuencias que se alcanzan a
    percibir serían un grandioso aporte a la vida eclesial que
    algunas veces decae en la rutina, la tradición (con
    minúscula), y en los formalismos alejados de cualquier
    implicación vital.

    A todo lo anterior es preciso agregar una mejor pensada
    pero a la vez contundente apología a la valiosa
    tradición de nuestra Iglesia, que no se puede abandonar,
    por su carácter divino primeramente, y por la riqueza que
    con su caminar por los siglos ha acumulado, no para acaparar,
    sino para acercarnos cada vez más a la vivencia del Reino
    y a la contemplación del Padre por quien Cristo y el
    Espíritu continúan trazando caminos para la
    humanidad entera.

    Es preciso que deduzcamos, brevemente, las cuatro
    sugerencias fundamentales o posibilidades positivas que se pueden
    presentar en la sensibilidad y pensamiento Postmoderno respecto a
    la fe cristiana. En ellas hay recuerdos y tareas para el quehacer
    teológico y pastoral.

    El pensamiento Postmoderno pone de relieve la
    insuficiencia de los planteamientos exclusivamente racionales
    (ilustrados) ante los problemas
    últimos. Hay, por tanto, una crítica abierta a la
    dimensión funcional–instrumental o
    científico–técnica de la razón
    predominante en la sociedad y cultura modernas. Para percibir la
    realidad que late en toda realidad no hay que intentar tanto
    atraparla o someterla, cuanto no rehusar someterse a ella. Y este
    abandonarse supone una actitud anti–objetivista,
    descosificadora, desfundamentadora, abierta y a la expectativa
    del acontecer de cada cosa en cada instante.

    En esta perspectiva de crítica a la racionalidad
    llevada al extremo, se percibe también una crítica
    al colonialismo occidental que enmarca todo dentro de la
    razón instrumental y comunicativa, y que ha llevado a
    desestimar otras realidades importantes no sólo en la vida
    común de los hombres, sino también en el desarrollo
    de la religiosidad que se puede abrir a perspectivas y
    experiencias diferentes a la captación racional de los
    hechos de la historia salvífica, y de la vivencia y
    experiencia de Dios.

    El saber sobre el absoluto es débil. Esta
    sería otra consecuencia del pensamiento Postmoderno. Algo
    muy sabido por la teología y el teólogo, pero que
    siempre corre el riesgo, como el
    olvido de lo obvio, de ser abandonado o perdido de
    vista.

    En esta perspectiva, es interesante apreciar el parecer
    de Mardones:

    "La sensibilidad Postmoderna funciona aquí
    como recordatorio, para todo hablar sobre Dios, del
    carácter siempre tentativo, aproximativo, coyuntural, de
    todo discurso
    sobre el absoluto. Está llamado a ser corregido,
    sustituido, completado, etc. Siempre vigilante para no incurrir
    en idolatría, para no blasfemar de lo que dice
    adorar"
    .

    Es decir, esta es una alarma que nos dispara la
    Postmodernidad, para recordarnos que el discurso sobre
    Dios siempre será insuficiente y que no dejará de
    ser más que un tenue balbuceo.

    Del absoluto se sabe por experiencia estética. Es
    una consecuencia de lo anterior: del absoluto se tiene noticia
    desde la existencia personal total.
    El pensamiento Postmoderno, como ya se ha dicho anteriormente,
    tiende a recuperar la actitud estética. Con acentos que
    resultan de sabor místico secularizado, se propone una
    superación de la concepción funcionalista del
    pensamiento para avanzar por el camino del deleite. Profundizar
    en la verdad será una cuestión de experiencia
    estética. Estética de lo sublime, que en el caso
    del absoluto es totalmente pertinente, pues se trata de evocar
    una "presencia ausente" o impresentable (en términos
    místicos), por la vía de hacer sentir que hay algo
    que es impresentable, sublime.

    Quizá se pueda ver aquí una sugerencia
    para una teología y una espiritualidad centradas en la
    cruz, la evocación cristiana desconsoladora de la
    presencia ausente, impotente, entregada, de la humanidad de Dios
    y en la opción por los pobres. Y sería
    además una buena forma de introducir en la mentalidad
    Postmoderna algo de sentido del otro que sufre, y de la
    solidaridad para con éste mismo.

    Ante el fracaso de fundar el sentido objetivo de la
    vida y el mundo, surge la posibilidad de despertar el sentido
    gratuitamente recibido. La Postmodernidad insiste en el fracaso
    de los intentos racionales por justificar un sentido del mundo y
    la historia tras proclamar "la muerte de
    Dios". Esta situación nos abre al sentido de la gratuidad
    de Dios y pone en tela de juicio, nuevamente, la pretendida
    supremacía de la racionalidad en la interpretación
    del mundo, la realidad y la verdad. Ahora se ve más claro
    que tales proyectos son
    grandes relatos legitimadores de lo que se quiere realizar, pero
    no expresiones del sentido objetivo o de la verdad. Solo cabe,
    por tanto, dar nuestro sentido a la vida y a la historia, o bien
    descubrir la posibilidad de recibirlo gratuitamente. Incluso se
    puede rastrear en algunas posturas Postmodernas que el
    único modo de vivir con sentido es encontrarlo, desvelarlo
    en el origen de las cosas mismas. La sensibilidad Postmoderna
    ofrecería así una predisposición a una
    actitud religiosa afín con la inconmensurabilidad de la
    experiencia y la sospecha ahí del sentido trascendente;
    que se da gratuitamente o no se da. Quizá el silencio
    interrogante, ante el misterio de la Realidad, que no se atreve
    ni a negar ni a afirmar, sería la mejor expresión
    de esta religiosidad de la renuncia y la espera.

    La Postmodernidad lleva en sus entrañas un
    impulso hacia el pluralismo cultural, que puede degenerar en un
    estrecho contextualismo. Pero leída positivamente esta
    tendencia, (actitud que debemos ir tomando respecto de las
    diversas posturas, sin caer en el relativismo), empuja hacia el
    respeto y el
    reconocimiento del otro en tanto que otro: las otras culturas,
    los otros estilos de vida. No sólo queda relativizada toda
    pretendida interpretación hegemónica, sino sobre
    todo, occidental, frente las demás culturas.

    En el contexto de la dispersión católica
    hacia otros continentes y culturas diferentes de la
    noratlántica, hay en esta sensibilidad Postmoderna una
    llamada a una efectiva y real incullturación de la fe
    cristiana en esas

    otras culturas que, sin duda, supondrá una
    Iglesia universal culturalmente policéntrica. Nos hallamos
    ante un desafío calificado de equiparable al que
    experimentó el judeo–cristianismo frente a la
    cultura helénica. Aquí podemos evocar, por un lado,
    los conflictos
    entre las tendencias paulina y petrina y el famoso episodio de
    los judaizantes; y por otro los dilemas que tuvo que afrontar la
    Iglesia primitiva al entrar en relación con otros medios
    culturales.

    Ante este dilema de la incullturación, es preciso
    que se tengan en cuenta algunas actitudes
    claves, para evitar el relativismo o la simple
    cohabitación, sin más, de diversos contextos. Una
    primera es que cada uno tenga claro lo que cree, lo que quiere
    vivir; es decir que cada uno sepa cuáles son sus
    convicciones y que sea coherente con ellas.

    "Un desafío eclesial y teológico que
    no se podrá afrontar solo con la prudencia defensiva,
    sino que requerirá una radicalización de la fe
    cristiana. Por que una mala solución Postmoderna
    sería apelar a una mera coexistencia de contextos
    culturales sin relación alguna. La identidad
    fundamental de las diversas inculturaciones exige un respeto y
    reconocimiento mutuos en libertad y
    justicia, a
    la vez que un ahondamiento en lo que realmente no une.
    Desarrollar las categorías puente de esta
    mediación intercultural, incluso los modos (narrativos y
    prácticos) para lograrlo, es el desafío ante el
    que nos sitúa esta asimilación cultural mutua de
    los diversos pueblos y culturas"
    .

    Procurando el acercamiento a una síntesis,
    podríamos llegar a plantearnos que en una buena
    proporción, a pesar de las engañosas apariencias, y
    de las aparentes dimensiones irreconciliables entre las
    tendencias culturales actuales y el cristianismo, se da el
    espacio para que éstas hagan un aporte a la vida de
    nuestra Iglesia y a la forma como hemos estado viviendo nuestro
    cristianismo, nuestra fe.

    Pero atendiendo a la prudencia necesaria, tendremos que
    hacer algunos movimientos de alerta para evitar que algunas de
    las inclinaciones Postmodernas penetren en la forma de vida de
    cada uno de los fieles como elementos exclusivos en detrimento de
    otros, que no por pensarse caducos por la actual cultura, implica
    que de hecho lo estén y entonces los rechazamos de
    plano.

    Esta advertencia la hace ya Mardones, de quien
    transcribimos el siguiente apartado:

    "La Postmodernidad se puede leer, por tanto, no
    como una negación o liquidación de lo religioso,
    sino, quizá, como una nueva oportunidad. Pero no
    está exenta de ambigüedades y peligros graves.
    Sería interesante tratar de analizar la presencia de la
    sensibilidad Postmoderna en el cristianismo de hoy. Es decir,
    tratar de auscultar la contaminación de la sensibilidad
    Postmoderna dentro del cristianismo. Y ver como, junto a
    positivas revalorizaciones de la experiencia religiosa
    vía los sentimientos y de lo
    estético–simbólico, asistimos a
    manifestaciones alérgicas a las dimensiones
    crítico–sociales e intelectuales. Esta
    religiosidad cristiana (Postmoderna) inclinada a lo emocional,
    al esteticismo de los signos y poco proclive hacia la
    racionalidad, puede ayudar a formas o manifestaciones
    religiosas dogmáticas premodernas y a una espiritualidad
    blanda, que hace dejación de la confrontación con
    los retos sociales y con la dimensión política de
    la fe"
    .

    Más aún, es preciso advertir que el grave
    peligro de esta religiosidad es su adecuación al sistema o
    status quo. Puede ser la religiosidad que proporcione sentido a
    los hombres y mujeres desencantados por el deshechizamiento
    científico–técnico y de la racionalidad
    funcional de la modernidad, pero será una religiosidad que
    dejará sin tocar esta sociedad. Todo lo más,
    producirá pequeños grupos como mini–oasis en
    un vasto desierto pero incapaces de detener el implacable avance
    de la desecación del sujeto y del sentido de la vida y la
    historia, que son algunos de los hechos reales que amenazan a la
    humanidad en general, pero de manera particular a muchos de
    nuestros jóvenes, que no ven claramente el sentido de su
    existencia.

    Desde este punto de vida, esta resumida
    confrontación con la Postmodernidad nos conduce, a su
    contraluz, de vuelta a la modernidad. Nos recuerda qué
    dimensiones del proyecto de la modernidad, si bien es cierto
    tienen que ser replanteados e incluso mermados, no se pueden
    abandonar fácilmente, so pena de pérdidas y
    regresiones. Es preciso insinuar, con la mirada puesta en la fe,
    los aspectos de la modernidad que hay que impulsar y desarrollar
    y de paso los elementos que la Iglesia, desde su perspectiva
    cristiana puede brindar a la condición Postmoderna para
    que alcance logros y desarrollos humanos integrales y
    liberadores.

    Para ello es necesario precisar que en un ambiente en el
    que conviven múltiples formas culturales y sociales, no se
    puede llegar a una radicalización que se cierre a otras
    alternativas, ya que si bien es cierto, como se apuntó
    anteriormente, que "del absoluto se sabe por experiencia
    estética"
    según la tendencia postmoderna,
    también lo es que a través de la experiencia
    racional se puede llegar al conocimiento
    de Dios, y esta es una posibilidad respetable.

    3.2.- LOS APORTES DE LA VIDA CRISTIANA A LA
    POSTMODERNIDAD.

    Repensando este apartado, creo necesario plantear, como
    ya lo esbocé recién en el párrafo anterior,
    aquellos elementos que la Iglesia trabajó de una forma u
    otra en la modernidad, y que son necesarios para complementar de
    manera ideal los elementos novedosos y positivos que nos plantea
    la Postmodernidad. Que quede claro que no sólo se
    hará referencia a elementos de la vida cristiana en sus
    dimensiones fundamentales y "teóricas", sino
    también cómo se ha vivido (¿o se vive?) por
    parte de los fieles en el período de la
    modernidad.

    Un primer elemento a tener en cuenta es la
    recuperación de la racionalidad crítica. Es obvio
    que se debe buscar una mayor mesura en cuanto las pretensiones de
    esta racionalidad, ya que la crítica de la Postmodernidad
    en este sentido, nos hace percatarnos de los abusos cometidos por
    los modernos que pretendieron alcanzar el cielo con "las manos de
    la razón" y que no produjeron mas que desencanto y
    desilusión, generando la pérdida de cualquier rumbo
    para la existencia humana.

    En el desarrollo de las convicciones Postmodernas se ha
    generado una actitud defensiva hacia todo lo que tiene que ver
    con la absolutización de ideas, formas e instituciones,
    lo que se denomina como la "sospecha". En lo que tiene que ver
    con el carácter social y antropológico de la
    religión es preciso estar atentos para que la Iglesia no
    incurra en una hibridación por la cual se disfrace con
    piel de
    religión y de buenas intenciones algún proyecto
    meramente humano, social o psicológico. Pero es igualmente
    importante tener en cuenta que la Iglesia debe abrirse a un
    diálogo con la cultura (inculturarse) y aprovechar la ya
    amplia senda que ha abierto desde su "aggiornamiento", haciendo
    referencia a la figura utilizada por Juan XXIII para denominar el
    espíritu que animaba el Concilio Vaticano II. Ignorar este
    camino que se ha seguido supondría la pérdida de
    ilustración de la religión y de la
    vigilancia del espíritu crítico que
    fácilmente nos conduciría a ser ciegos ante las
    funciones
    ideológicas de la religión y a dejar al creyente en
    manos del devocionismo y del fundamentalismo más o menos
    dogmático, que es otro de los riesgos que tiene
    el hecho de priorizar la experiencia carismática, el
    sentido estético y el desarrollo místico de la
    religiosidad, en franco detrimento de otras dimensiones de
    nuestro ser cristiano.

    Es necesario que desde la experiencia cristiana de
    nuestra Iglesia aportemos al pensamiento Postmoderno algo de
    apertura hacia un proyecto social, que si bien es cierto
    tendrá que pensarse con mesura, también tiene la
    responsabilidad de salir de sí mismo y
    generar una actitud crítica ante los sistemas,
    proponiendo parámetros de acción social solidaria.
    Y más aún, teniendo en cuenta que la
    Postmodernidad, acude al pensamiento fácil (¿o al
    no pensamiento?), y que en ciertas líneas fundamentales no
    se puede empalmar con los fundamentos de la vida en Cristo, es
    preciso propender por una superación exitosa de
    ésta misma Postmodernidad.

    Esta apertura debe llevarnos también a analizar
    que la crítica postmoderna de la modernidad no puede
    suponer el abandono del espíritu de confrontación y
    diálogo con la modernidad y su racionalidad. Menos
    aún, permitir que encuentre aliados en posturas
    pre–modernas que no solo desconfían de la
    razón crítica, sino que nunca la conocieron ni
    aceptaron
    , ya que otro de los vacíos que puede
    experimentar el postmodernismo es, no la crítica al
    racionalismo
    extremo, sino la opción por una conducta
    irracional. En otros términos se puede estar cayendo en lo
    mítico (entendido en su acepción primitiva), bajo
    la disculpa de lo místico.

    Un elemento interesante que aporta la tradición
    eclesial a la nueva sensibilidad postmoderna, es el que tiene que
    ver por la preocupación por lo ecológico y natural.
    No sólo se trata de trabajar en bienestar del medio
    ambiente, como en un afán por asegurar la existencia
    física. El
    mundo, obra del amor infinito de Dios para con los hombres, es un
    don que hemos recibido, no en propiedad,
    sino en calidad de
    administradores, por lo que debemos atender a la buena administración como quien asume
    responsablemente una tarea delegada, no como una carga pesada,
    sino como a quien le ha sido confiada una tarea con
    amor.

    Además podemos involucrar en este aspecto, la
    dimensión mística cuando al contemplar la
    creación, el mundo que nos rodea, surge, por le fe, el
    reconocimiento de la presencia del creador:

    "Creado a imagen de Dios,
    llamado a conocer y a amar a Dios, el hombre que busca a Dios
    descubre ciertas ‘vías’ para acceder al
    conocimiento de Dios. Se les llama también
    ‘pruebas de
    la existencia de Dios’, no en el sentido de las ciencias
    naturales, sino en el sentido de argumentos convergentes y
    convincentes que permiten llegar a verdaderas
    certezas.

    Estas vías para acercarse a Dios tienen
    como punto de partida la creación: el mundo material y
    la persona humana"
    .

    En este mismo aspecto cabe resaltar la sutil forma como,
    a pesar de la aparente riña entre los postulados
    científicos y los principios de la
    fe, especialmente en lo que atañe al tema
    creación/evolución, existe, por lo menos desde el
    punto de vista de la fe, un vínculo que conlleva a la
    admiración de lo que nos rodea, y sobre a todo a valorar
    cada vez más los esfuerzos de la fe, no por despejar las
    dudas respecto de "cuando y cómo surgió
    materialmente el cosmos ni cuando apareció el hombre, sino
    más de descubrir cuál es el sentido de tal
    origen…
    ".

    "La cuestión sobre el origen del mundo y del
    hombre es objeto de numerosas investigaciones
    científicas que han enriquecido magníficamente
    nuestros conocimientos sobre la edad y las dimensiones del
    cosmos, el devenir de las formas vivientes, la aparición
    del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a admirar
    aún más la grandeza del creador, a darle gracias
    por todas sus obras y por la inteligencia
    y sabiduría que da a los sabios e investigadores. Con
    Salomón estos pueden decir: ‘fue él quien
    me concedió el
    conocimiento verdadero de cuanto existe, quien me dio a
    conocer la estructura
    del mundo y las propiedades de los elementos… porque la que
    todo lo hizo, la sabiduría, me lo
    enseñó’ (Sb. 7, 17)"
    .

    Con respecto a este tema de la relación con la
    naturaleza y la preocupación por la ecología, es preciso
    que se fomenten, desde la reflexión teológica, la
    catequesis y en general toda actividad pastoral, gestos y
    acciones en
    defensa de la naturaleza, tal y como lo indica el episcopado
    latinoamericano, al plantear como retos pastorales el "busca
    reacciones a favor de la paz, de la promoción y defensa de la dignidad humana,
    así como la cooperación en defensa de la
    creación y el equilibrio
    ecológico
    ", y también al proponer como
    estrategia
    "preservar los recursos
    naturales creados por Dios para todos los hombres, a fin de
    transmitirlos como herencia
    enriquecedora a las generaciones futuras
    ".

    Otro aporte que la fe cristiana debe hacer al
    postmodernismo radica en la necesidad de generar cierta unidad
    racional como una manera de hacer valer su crítica a los
    intentos uniformadores abusivos que ignoraban cualquier
    pluralidad y una apertura a lo diferente.

    "Sin duda, no podemos volver a situaciones
    culturales de cosmovisiones unitarias. Quizás solo quepa
    la unión argumentativa procedimental (Habermas). Pero la
    fe cristiana ilustrada no puede aceptar como sana una sociedad
    y cultura rota donde no solo el sentido de la historia, sino el
    sujeto y la realidad misma están
    amenazados"
    .

    Frente a la pérdida de sentido de la historia
    sustituida por la postmoderna literatura de la historia,
    la tradición cristiana debe alzar el recuerdo del dolor e
    injusticia de las víctimas de la historia.

    Es decir debe reivindicar el recuerdo, la anamnesis,
    como un momento constitutivo del espíritu y la
    razón. Sin memoria no hay
    unidad de la razón y tampoco se puede defender a la
    historia de un uso arbitrario.

    La condición postmoderna lucha por adquirir su
    propio lugar en su propia historia y pide que no sea condicionada
    por otros estilos, ni que sea sometida a estos bajo ningún
    argumento generalizado con pretensiones de legitimidad. Pero
    también es necesario que se haga claridad sobre
    cómo la historia debe ser tenida en cuenta para continuar
    favoreciendo realmente el crecimiento y desarrollo de hombres y
    mujeres, y para que ésta nos comprometa, –no nos
    condicione–, con quienes siempre han necesitado de la
    acción solidaria a favor de la justicia y la
    igualdad, con
    quienes han entregado su vida en la utopía de intenciones
    nobles, altruistas y elevadas por sobre intereses egoístas
    y mezquinos. En este sentido se involucra también la
    necesidad de llevar perennemente en el recuerdo la actividad de
    la Iglesia en la lucha por el Reino de Dios y por el hombre y la
    humanidad, y ya que su labor no está centrada en sí
    misma, sino en los fines del Reino, entonces su valía y
    actualidad, superan cualquier tendencia caprichosa que intente
    promover la caducidad de sí como
    institución.

    Todo esto nos debe llevar a lograr que:

    "Frente al desfallecimiento del sujeto debilitado,
    se reivindiquen su dignidad y responsabilidad ante Dios.

    Frente a la remitologización de las muchas
    y varias historias y sentidos, presentar la promesa de un mundo
    y una humanidad llamados a la fraternidad, libertad y
    justicia, y a la esperanza de una vida en y con Dios donde se
    realice la justicia absoluta.

    Frente a las exculpaciones estructurales o
    míticas de las contradicciones y horrores de la historia
    humana, se genere la devolución al sujeto del
    reconocimiento de su responsabilidad en estos hechos lamentables como
    dignidad de su libertad y
    responsabilidad".

    Otro elemento que la fe cristiana debe aportar a la
    cultura postmoderna es el que tiene que ver con lo que algunos
    estudiosos designan el "politeísmo valorativo". Este
    término designa, por una parte, una actitud de apertura a
    diversos puntos de vista, y por otra, una frontal
    oposición a emitir juicios generalizados y universales.
    Esta oposición se fundamenta en el juicio de que las
    pretensiones universales conllevan al totalitarismo y la
    autocracia, y por lo tanto coartan la individualidad del ser
    humano. La postmodernidad se niega a hacer afirmaciones
    universales. Sólo vale el contextualismo y los consensos
    temporales y parciales.

    Esta actitud, si bien es cierto previene de los abusos
    de una sola entidad que detenta la autoridad o el
    poder, nos lleva también a la despreocupación por
    aquellos que no teniendo cómo sostenerse dignamente, ni
    cómo desarrollarse de una manera armónica,
    necesitan de la protección de la autoridad y de
    las instituciones que la sociedad fue generando con el fin de
    propender por la paz, la igualdad y la
    justicia social. De tal manera que es un argumento que se cae de
    su peso, éste de buscar la
    organización de las estructuras
    sociales que velen por mantener el orden y que,
    lógicamente reparando ciertas falencias, detente la
    autoridad.

    De esta manera se evitan los riesgos
    totalitarios del universalismo, pero se nos deja desorientados y
    sin capacidad de resistencia ante
    la injusticia y los atropellos del más fuerte o más
    hábil. Hay que repensar la universalidad ilustrada, pero
    no se puede abandonar so pena de arriesgar la defensa de los
    más desvalidos.

    Y si bien es cierto que los principios
    universales morales o éticos y las instituciones generadas
    para el cumplimiento de los mismos, deben velar por el bienestar
    de toda la humanidad en general, son los más pobres y los
    desvalidos quienes requieren más de estos principios e
    instituciones, porque son quienes, generalmente, ven a menudo
    menos respetados estos derechos, principios y
    valores, por parte de quienes tiene algún tipo de
    capacidad.

    La crítica postmoderna ha encontrado en el
    monoteísmo bíblico a un precursor de las ideas
    totalitarias que inducen a la dictadura de
    la praxis indiferenciada y que, naturalmente, elimina al
    individuo y liquida la multiplicidad y el colorido de la vida. La
    alternativa postmoderna es el politeísmo mítico con
    su culto de la increencia, una apoliticidad profunda y la
    liberación de todos los universales, del pensamiento
    uniforme de la razón ilustrada.

    Pero paradójicamente, nada más contrario,
    al espíritu del judaísmo, que con la
    maduración que dio el correr de los tiempos, deja ver que
    la

    elección de Dios a Israel como su
    pueblo es el inicio de la elección que Dios hará de
    la humanidad entera –judíos y gentiles–
    según el lenguaje
    bíblico. No es pues, el monoteísmo, tal como lo
    comprenden algunos Postmodernos, aniquilación del
    pluralismo, aunque tampoco es una simbiosis alegre de nada. Nada
    más, pero a la vez nada menos, que la visión
    holística que se tiene del hombre, del mundo y del mismo
    Dios, y que a lo largo de todo un proceso cultural,
    histórico y antropológico se ha ido configurado con
    validez por sí mismos, sin tener que recurrir a
    justificaciones externas.

    En última instancia, todos los aportes que se
    hagan desde la fe a la condición postmoderna, son ante
    todo manifestación del trabajo serio y consciente de la
    Iglesia por, – al igual que durante mucho tiempo de la
    historia de la humanidad –, evangelizar la cultura, desde y
    hasta lo más profundo de sí mismas.

    "…lo que importa es evangelizar –no de una
    manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de
    manera vital, en profundidad y hasta sus mismas
    raíces– la cultura y las culturas del hombre en el
    sentido rico y amplio que tiene sus términos en la G.S.
    tomando siempre como punto de partida la persona y teniendo
    siempre presentes las relaciones de las personas entre
    sí y con Dios.

    El Evangelio, y por consiguiente la
    evangelización no se identifican ciertamente con la
    cultura y son independientes con respecto a todas las culturas.
    Sin embargo, el Reino que anuncia el Evangelio es vivido por
    hombres profundamente vinculados a una cultura y la construcción del Reino no puede por menos
    de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas.
    Independientemente con respecto a las culturas, Evangelio y
    evangelización no son necesariamente incompatibles con
    ellas, sino capaz de impregnarlas a todas sin someterse a
    ninguna.

    La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda
    alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también
    en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos
    los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización
    de la cultura, o más exactamente de las culturas. Estas
    deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva. Pero
    este encuentro no se llevará a cabo sin la Buena Nueva
    no es proclamada"
    .

    3.3.- RETOS DE LA ACTUAL CONDICIÓN POSTMODERNA
    A LA PASTORAL JUVENIL.

    Habiendo realizado un recorrido sobre lo particular de
    la Postmodernidad, sobre los fundamentos de una auténtica
    vida cristiana, y luego de haber realizado un análisis
    sobre los aportes que tanto una (Vida Cristiana), hace a la otra
    (Postmodernidad), y viceversa, es imprescindible que pensemos y
    planteemos qué retos mutuos se están haciendo y
    cuáles son indispensable que hagamos, para ser cada vez
    más coherentes como Iglesia que construye de manera
    permanente y con esperanza siempre viva, el Reino de
    Dios.

    Para esto considero que los planteamientos, se deben
    plantear a manera de retos, para y desde la pastoral juvenil,
    siendo los jóvenes los principales protagonistas
    (¿o víctimas?) de las tendencias postmodernas, y
    los principales sujetos de la acción de la Iglesia
    latinoamericana y por ello colombiana.

    Una Religiosidad Abierta a la Experiencia Vital del
    Joven.

    En el mundo de los jóvenes Postmodernos, juega un
    papel
    importante lo que está relacionado con la dimensión
    afectiva, y la pastoral juvenil debe tener en cuenta este
    aspecto, para saber discernir con las luces del espíritu,
    las estrategias
    más acertadas para tocar el corazón de los
    jóvenes.

    Esta dimensión afectiva que se presenta
    engrandecida para la juventud, nos hace un llamado para rescatar
    tan importante factor humano, en el trabajo pastoral. Se requiere
    una pastoral abierta a la experiencia vital del joven desde una
    doble perspectiva: psicológica y social. Lo que refiere a
    lo psicológico, tiene que ver con los estados emocionales
    del adolescente y del joven. Esto es, su carácter,
    temperamento, personalidad,
    factores bio–genéticos… Es tener presente lo
    característico de la etapa por la cual atraviesa cada
    persona, e idear las estrategias
    necesarias para que la experiencia de fe de cada individuo, sea
    una experiencia vital, actuante y encarnada. Por lo tanto, no se
    puede pensar en una pastoral indiscriminada, basada en dogmas
    etéreos, en criterios con fundamentos pero sin
    significancia vital.

    La historieta que encabeza este apartado nos recrea un
    poco acerca de la concepción más o menos
    generalizada que existe sobre la figura de quienes tienen algo
    que ver con la Iglesia y las cuestiones de fe. Esta imagen que
    desdichadamente aún se mantiene, en algunos casos con
    justa causa, ha empezado a ser revalorada, por lo menos en
    ámbitos eclesiales de nuestro continente. Y esta nueva
    visión de la vida cristiana que se ha venido desarrollando
    en algunos lugares desde hace ya algunas décadas, nos
    colma de esperanza, al ver una pastoral que responde a la
    experiencia vital de los jóvenes y que por lo tanto es
    atractiva para ellos.

    Sin embargo, es necesario hacer una advertencia respecto
    a las nuevas formas pastorales que se presentan. Se puede
    observar que ante las dificultades que se han tenido para amoldar
    el mensaje del Evangelio a la cultura y mentalidad de la
    época y de los jóvenes, se pierda, en esa
    simbiosis, lo esencial de la vida cristiana. Es decir, que se
    pierda lo fundamental y lo importante del Evangelio, con el
    ánimo de que se presente como agradable. Ahora, si bien es
    cierto que la opción por una vida cristiana debe ser una
    opción que contemple la posibilidad de realización
    y de felicidad, también lo es el que ésta es una
    opción radical, exigente y que demanda
    renuncias, todo lo cual conlleva a la verdadera
    felicidad.

    En síntesis, se debe propiciar un acercamiento
    entre fe y vida, y buscar un punto de
    equilibrio entre lo experiencial y lo teológico, de
    tal forma que la fe sea experiencia encarnada, actual y dinámica, pero que a la vez la vida
    esté iluminada por la fe, por el Evangelio.

    Una Religiosidad de lo Místico.

    Guardando una estrecha relación con el apartado
    anterior, donde se planteaba como reto el propender por una
    experiencia de fe que resulte una experiencia vital,
    añadimos aquí un elemento que tiene que ver con la
    parte del cultivo de la interioridad, como lo es la
    dimensión mística.

    Se requiere desarrollar en la persona humana ese gran
    potencial que es la interioridad. Y en ello han resultado
    bastante hábiles los "orientales" (tanto los
    genuinos como los "clonados"), quienes han sabido explotar con
    gran habilidad espiritual y comercial la sed de Dios que habita
    hoy entre los hijos de occidente.

    Esta dimensión de lo místico, que en otros
    tiempos del catolicismo tuvo importancia vital y actualmente
    está revistiendo especial interés, tendría
    que presentarse de una manera atractiva a la nueva
    condición Postmoderna, sin dejar de lado lo esencial a su
    ser y hacer propiamente cristiano. La dimensión
    mística, dentro de lo católico tiene un aporte
    valioso que hacer a la Postmodernidad, satisfaciendo la necesidad
    de trascendencia que se experimenta ad portas del tercer milenio.
    "La mística cristiana por ser histórica, ha de
    orientarse hacia el seguimiento de Jesús… El cristiano
    discierne en la pasión de los pobres y marginados la
    presencia y actualización de la pasión de
    Jesús, que sigue agonizando en la carne y en el clamor de
    sus hermanos y hermanas. Pero también vislumbra en los
    avances hacia la instauración de la justicia y la promoción de la vida, los signos de la
    resurrección que operan en la historia"

    Ante una espiritualidad etérea y ante una
    religiosidad teórica, como la que llegó a viciar la
    vida cristiana en la modernidad, la Postmodernidad nos llama la
    atención sobre la dimensión del asombro ante lo
    divino, y nos increpa a rescatar este valioso tesoro de nuestra
    Iglesia como lo es la herencia
    mística.

    Un elemento que es importante clarificar ahora con
    respecto a esto de lo místico, es lo que tiene que ver con
    la intención de la mística misma. Actualmente
    asistimos a una cantidad increíble de nuevas ofertas
    religiosas

    que manipulan la afectividad del pueblo, a través
    de "hermosas" y multitudinarias ceremonias, que descargan de
    tensiones a los asistentes, y a la vez les colocan, de la manera
    más sutil que se pueda haber visto, un yugo enorme y
    pesado, a través de la alienación de la conciencia,
    y de la negación verídica de la libertad d e los
    hijos de Dios. No se trata entonces de brindar una experiencia
    mística cualquiera, sino una mística, real,
    encarnada, tal y como lo exige la coherencia del creyente en
    Cristo.

    No se trata de una experiencia de ultratumba, ni de
    provocar estados anímicos especiales. La mística es
    una experiencia de fe, enmarcada en una experiencia de la
    presencia Dios, que se revela, gratuitamente a quienes elige para
    ello. En algunos casos, y por ello esta aclaración, se
    manipulan las experiencias religiosas, y a las mismas personas, y
    a través del manejo de las emociones, se
    crean estados psicológicos alterados que alienan a las
    personas, les hacen perder cualquier capacidad de raciocinio
    lógico, y se les hace creer que son elegidos,
    médium, enviados de Dios, para revelar algunas verdades a
    través suyo, cuando en realidad no son consciente de lo
    que ocurre y ni siquiera entienden lo que hablan.

    A propósito de esto conviene recordar a San
    Pablo, en una de sus epístolas, cuando refiriéndose
    a los carismas, afirma que todos son importantes, siempre y
    cuando sean de valía para la vida fraterna de la
    comunidad. "¿De qué sirve poseer el carisma de
    las lenguas, si no se entiende y si ni siquiera hay quien
    interprete?"
    .

    Finalmente es muy valiosos traer aquí una de las
    recomendaciones que, a manera de desafío pastoral trae
    Luis Carlos Urrea, sobre la necesidad de revitalizar la vida
    espiritual:

    "Cuando señalo la necesidad de revitalizar la
    vida espiritual, entiendo por ello la necesidad de promover una
    espiritualidad centrada en el anuncio y edificación del
    Reino de Dios, que ubicada en la realidad histórica sea
    capaz de transformar la vida personal y social; una
    espiritualidad que mantenga siempre el equilibrio
    necesario de los dos polos de la acción pastoral de la
    Iglesia; ético–profético y
    místico–sacramental.

    Teniendo como tarea la vida espiritual ayudar a los
    hombres a trascender a sí mismos para alcanzar el
    conocimiento más profundo de su existencia humana,
    considero que revitalizarla debe significar proponer y promover
    caminos de encuentro con el Señor a partir de una
    espiritualidad creadora, telúrica estética y
    encarnada".

    Recurso a la Sagrada Escritura,
    como Fuente Fundante de la Vida Cristiana.

    A lo largo de la era cristiana, se fueron sucediendo una
    cantidad realmente asombrosa de personajes a quienes no se
    tardó en reconocer como hombres y mujeres de Dios. Estos
    eran personajes que definitivamente habían sido iluminados
    con una bendición especial de parte de Dios, y que
    hacía que entendieran de manera especial, las "cosas de
    Dios".

    Estos personajes tenían como fuente de
    inspiración, sin duda alguna, lo revelado por Dios a
    través de sus Sagradas Escrituras, que son el mayor medio
    de comunicación que se han creado entre
    Él y los hombres.

    Como era evidente la iluminación de estos
    hombres, no tardaron ellos, por su propia iniciativa, o motivados
    por las súplicas de quienes se habían favorecido de
    su santidad, en escribir. Lo que escribían era de diversa
    índole: pensamientos, profecías, apologías,
    textos místicos, oraciones, etc.

    Los textos escritos de tan ilustres mortales, fuero
    trascendiendo los límites del espacio y del tiempo, y se
    inmortalizaron hasta el punto de

    convertirse, un buen número de aquellos escritos,
    en textos casi obligados, para asuntos de fe. Se recurría
    a ellos como herramienta pedagógica para educar en la fe a
    multitudes, llegando, lamentablemente a los extremos de que los
    textos de aquellos personajes reemplazaron en la práctica,
    la fuente principal de comunicación de Dios con los hombres: los
    textos de la Sagrada Escritura.

    En la actualidad, se nos impone como un reto el que
    empecemos a acercar a los fieles a la Sagrada Escritura, con
    el fin de –según los términos mismos del
    Concilio Vaticano Segundo y que aquí convienen
    aplicar– retornar las fuentes, es
    decir, que es un deber moral el que
    se fundamente la fe del pueblo sobre la base de las Escrituras;
    es construir sobre roca firme, y no sobre arena.

    Y según la imagen esta de
    construir sobre roca es, pertinente indicar que el hecho de haber
    difundido el cristianismo a partir de los escritos de
    místicos, santos, sabios y doctores en la fe, y no
    teniendo como fundamento las Sagradas Escrituras,
    constituyó el edificio de la Iglesia, en una construcción con cimientos
    débiles.

    Sin duda que se trataba de una gran empresa, pero a
    esta edificación se le invirtió más en
    ornato que en bases. Por ello no es extraño darnos cuenta
    cómo hay muchos pastores que no tienen la más
    mínima dificultad en atraer a esos garajes que ahora
    llaman Iglesia, a un buen número de fieles, otrora
    católicos, confundidos o asustados con la eminencia del
    fin del mundo y de los eventos que narra
    el Apocalipsis.

    Tiene que haber una conversión de parte de
    nuestros pastores y de los encargados de la pastoral, para
    reconocer que el hecho de que un número significativo de
    bautizados, cedan ante otras ofertas religiosas, radica en la
    falta de contacto y formación para la lectura de
    los textos sagrados. Aún hoy, existen quienes se creen los
    poseedores de la verdad y que no conciben que el pueblo tenga
    acceso a los textos de la Biblia, ni mucho menos que se formen
    ministros de la palabra, lejos de la estructura
    jerárquica de la Iglesia.

    Ahora bien, este reto de acercar la Escritura al
    pueblo, nos compromete a idear estrategias de
    formación de laicos para la lectura,
    análisis e interpretación de la Biblia, de tal
    forma que no sea simplemente seguir el paso de los Gedeones, que,
    con inversión económica extranjera de
    quienes pretende como fin político erosionar la unidad
    religiosa del pueblo latinoamericano, imprimen unos
    simpáticos Nuevos Testamentos – con salmos de
    ñapa– para que cualquiera lo lea y diga lo que se le
    ocurra: desde anunciar la salvación para todo el mundo,
    hasta lograr convencer al más escéptico de que es
    un pecador sin remedio y que si acaso logrará algo donando
    el diezmo a su pastor.

    El que tenga oídos que oiga:

    Todos estos retos que aquí se han presentado, son
    un toque de alerta para quienes tienen alguna responsabilidad en
    la pastoral juvenil. Deben llamarnos a un examen de conciencia, y
    obrar en cada uno una conversión racional, para ser
    más fieles a la herencia que
    hemos recibido del mismo Cristo.

    Sin duda que habrá quienes opongan cierta
    resistencia
    ante algunos cambios que nos exigen no sólo la realidad
    que vivimos, sino el mismo sentido común. Pero como dice
    la Escritura, el
    que tenga oídos, que oiga.

    3.4.- RETOS QUE LA IGLESIA DEBE PLANTEAR A LA
    JUVENTUD POSTMODERNA.

    Para finalizar es preciso que miremos el asunto desde su
    anverso. Ya recién hemos visto que hay algunas cosas que
    se nos exigen, no desde la realidad actual, que es en cierta
    forma pasajera, sino desde la esencia misma del ser
    cristiano.

    Por tanto, se requiere que exista una capacidad
    crítica ante la realidad que nos corresponde asumir, y que
    seamos claros en el momento de llevar a cabo el proyecto del
    cristianismo.

    Evangelizar la Religiosidad Emocional

    Si bien es cierto que es necesario propender por una
    Religiosidad Abierta a la experiencia vital del joven,
    también es cierto que la vida en Cristo no se acomoda a
    una religiosidad emocional, donde se juega con los sentimientos y
    se manipula por esta vía a las personas. El Dios de
    Jesucristo, que es incondicionalmente respetuoso de la libertad
    humana, nos increpa a optar por él, a través de la
    vía de una fe razonable, según una decisión
    plenamente humana, madura y consciente.

    "La fe del hombre en Dios no es, por tanto, ni una
    demostración racional ni un sentir irracional ni un acto
    de decisión de la voluntad, sino una confianza
    fundada y, en este sentido razonable. Ese confiar razonadamente
    que no excluye el pensar, preguntar y dudar y que concierne e
    un mismo tiempo, a la voluntad y al sentimiento, es lo que se
    llama en sentido bíblico, <<creer>>. No una
    simple aceptación de la verdad en ciertas proposiciones,
    sino un compromiso del hombre, del hombre entero, primariamente
    no con esas proposiciones sino con la realidad misma de Dios.
    Es la distinción que hizo el gran Doctor de la Iglesia
    Latina Agustín de Hipona: no sólo <<creer
    en algo>> (aliquit credere) ni sólo <<creer
    a alguien>> (credere alicuit) sino <<creer en
    alguien>> (credere in aliquem) eso el o que significa la
    palabra <<credo>>: Creo"
    .

    Por lo tanto, sería atentar contra la fe que
    profesamos, si nuestro culto se convierte en un
    espectáculo, con enormes cargas afectivas, pero carentes
    de sentido y exigencias reales a nuestras vidas.

    Nadie pone en duda que la fe debe decirle algo a la vida
    de cada uno y a la realidad en que está inmerso, pero la
    fe en Jesús, hijo de Dios, trasciende lo espacio temporal,
    e ilumina toda situación por encima de las expectativas
    humanas.

    "El esteticismo Postmoderno se convierte, al
    generalizarse, en la hora de los sentimientos (Feelings).
    Vivimos el predominio de los sentimientos. Todo se mide desde
    el gusto que nos proporcionan las cosas. Este "hedonismo mini"
    tan perceptible en las jóvenes y no tan jóvenes
    generaciones, hace del sentimiento el gran criterio
    discriminador de sus vidas. También en lo religioso. Se
    acepta la fe a Dios, las prácticas religiosas, si
    aportan algo a mi sensibilidad. La religión pasa por la
    experiencia sensible.

    En esta tendencia, groseramente descrita,
    fácilmente se advierte una llamada de atención
    positiva: se trata de la revalorización de la
    experiencia personal. Este camino conduce al gusto por el
    silencio, la oración, la profundización en el
    encuentro con Dios, se supera la religión de la mera
    adscripción o costumbre, o la que vive del formulismo
    ritual cumplidor pero sin resonancia personal. Así mismo
    la vía del testimonio queda realizada. Es digno de fe,
    atrae, quien vive lo que predica. Esta vieja verdad toma ahora
    la forma de credibilidad no por cualquier testimonio, por
    ejemplo el del compromiso socio–político tan
    atractivo en la sensibilidad de los 60, sino por el de la
    interioridad. El testimonio de las vivencias interiores, de la
    experiencia espiritual interior, adquiere preeminencia sobre
    las demás.

    El grupo es el
    ámbito de este intercambio de testimonios y de contagio
    mutuo. La experiencia afectiva del grupo (la
    comunidad) es el intermediario privilegiado de esta
    religiosidad emocional. Las relaciones afectivas, la
    cercanía de las personas, la
    comunicación espiritual entre ellas y el líder
    del grupo son
    dimensiones importantes de esta religiosidad"
    .

    La fe en Cristo debe ser celebrada en la vida y desde la
    vida, pero entendiendo que la vida humana es más que el
    sentimiento, y que la experiencia de una sensación de
    bienestar. La vida humana, iluminada desde la fe en Cristo nos
    lleva a comprometernos, más allá de nuestras
    seguridades y nuestros propios intereses.

    Se trata de conjugar una vida cristiana
    apologética y a la vez consciente de las propias
    debilidades; carismática y a la vez organizada; alegre y a
    la vez exigente; preocupada de las necesidades del momento actual
    y a la vez escatológica.

    Evangelizar el Fideísmo
    Místico.

    Para un buen número de pastores de nuestra
    Iglesia y de los responsables de la pastoral juvenil, se va
    haciendo cada vez más

    apremiante la necesidad de abandonar tanto esquema
    dogmático, etéreo y sin sentido real; pero esto no
    puede prestarse para caer en una fe irracional donde se confunda
    la apertura a la acción del espíritu en una puerta
    de fuga de la realidad.

    Se corre el riesgo del
    fideísmo místico, de la creencia ciega, de la fe
    del carbonero, que vulnera la
    personalidad de los individuos y los aliena. No se trata de
    una oposición al misticismo, por el contrario se cree en
    una afirmación del mismo y de una amplia tradición
    dentro de nuestra Iglesia que vive su relación con Dios
    más allá de las palabras.

    "Sólo gradualmente va adquiriendo el
    místico consciencia de la facultad que ha recibido para
    distinguir la franja indefinida y común de las cosas con
    más intensidad que su núcleo individual y
    preciso.

    Durante mucho tiempo, creyéndose semejante
    a los demás hombres, trata de ver como ellos, hablar su
    lenguaje,
    sacarle gusto a las alegrías que le
    satisfacen.

    Durante mucho tiempo, con el fin de aquietar la
    misteriosa necesidad de una plenitud cuyo influjo le asedia,
    trata de derivarla hacia algún objeto particularmente
    estable o precioso, al que, en medio de los goces accesorios,
    se aferran la sustancia y la plenitud de su
    delectación.

    Durante mucho tiempo pide a las maravillas del
    arte la
    exaltación que da acceso a la zona, su zona propia, de
    lo extra–personal y de lo suprasensible, y trata de hacer
    palpitar, en le Verbo desconocido de la Naturaleza, la Realidad
    superior que le llama por su nombre…

    Feliz quien no haya logrado sofocar su
    visión.

    Feliz quien no sienta temor a interrogar
    apasionadamente sobre su Dios, y sobre las musas, y sobre
    Cibeles…

    Pero feliz, sobre todo, quien superando el
    diletantismo del arte y el
    materialismo
    de las capas inferiores de la vida haya oído que los
    seres le responden, uno a uno y todos en conjunto: <<lo
    que tú has visto pasar como un mundo, detrás del
    cántico, detrás del color,
    detrás de los ojos, no está aquí o
    allí: es una presencia extendida por todas partes.
    Presencia vaga todavía para tu vista débil, pero
    progresiva y profunda en la que aspiran a fundirse toda
    diversidad y toda impureza>>"
    .

    No hay nada más contrario a la voluntad del Dios
    de Jesucristo, que una fe en contra de la voluntad humana. Donde
    se delega la responsabilidad de la vida y de la misma fe a un
    dios que no me tiene en cuenta para nada. Se trata de un abandono
    en las manos de Dios como expresión de una fe humilde y
    sencilla, y no como la confianza en un Dios que nos tiene como
    sus juguetes.

    Se trata, pues, de un abandono en la providencia, en
    contra de un providencialismo falso. De la fe en Dios que todo lo
    puede, en contra de la fe en un Dios que no cree al hombre capaz
    de nada. De una valoración de lo místico, por
    encima de un fideísmo misticoide.

    "La reivindicación del corazón es la
    fuerza y la
    debilidad postmodernas. La valoración del sentimiento y
    del conocimiento experiencial en la religiosidad luchan contra
    una serie de reduccionismos que han secado el alma de la
    religión Tanto el ritualismo formalista, como el
    moralismo en sus versiones tradicional o de compromiso corren
    el peligro de olvidar esta dimensión de la religiosidad.
    La relación con Dios pasa por el corazón, de
    ahí obtiene numerosos impulsos y permite hablar al
    hombre de fe, de una relación en términos
    amorosos de amistas, de encuentro, de
    inter–relación, incluso de
    pasión.

    Pero la fe no es únicamente un sentimiento
    aposentado en la emocionalidad. Sin duda que su dinamismo
    tiende a adentrarse en toda la realidad humana y abarcar la
    cabeza ( intelecto), el corazón (emocionalidad) y las
    manos (praxis). Pero el peligro Postmoderno es cortar ese
    dinamismo y asentarse en lo emocional. El poco gusto por los
    argumentos, las razones, parece un síntoma del momento
    de desconfianza en la razón, perceptible por los
    pastores y catequistas y hasta en los estudiantes de
    teología. Este afecto anti–intelectual pudiera ser
    un correctivo a un verbalismo excesivo o demasiado pretencioso,
    pero desemboca a la larga en una fe desvalida y apta para las
    herejías del corazón. La pérdida de
    ilustración en la religión, es
    decir, de espíritu, de aplicar el filo de la
    razón a la experiencia y las funciones de la
    religión y deja al individuo en manos del
    experimentalismo misticoide o/y del fundamentalismo de turno.
    Una mirada a nuestro entorno nos confirma la necesidad de
    más y mejor ilustración en la religión para
    evitar esos peligros.

    Nuestra sociedad, no masivamente, pero con
    suficiente notoriedad, conoce la presencia de personas y grupos
    que propugnan un cierto experimentalismo religioso,
    sincretista, lleno de iluminismo y maravillosismo milagroso,
    pero escaso de formación y crítica religiosa. Es
    un fenómeno marginal a la Iglesia, sectario, pero que
    tiene versiones eclesiales en los grupos que acentúan lo
    emocional y carismático con escaso cultivo de la
    formación. Por este camino del fideísmo
    místico cabe esperar entusiasmo, a menudo desbordante,
    pero escasa ayuda para extender un mensaje cristiano liberador
    y digno de crédito a la altura de nuestro
    tiempo"
    .

    Evangelizar el Fanatismo
    Fundamentalista

    Grandes inventos en la
    historia de la humanidad, sumen en la desilusión a sus
    inventores cuando terceros los destinan a usos
    destructivos.

    Tal podría ser el caso del Apocalipsis; Juan, su
    autor, redactó este testo para infundir fortaleza y
    esperanza a los cristianos que se veían amenazados por el
    imperio que se levantaba como monstruo invencible.

    Con el correr de los tiempos se propicio una lectura
    tenebrosa de este texto, donde,
    a través del miedo, se amenazaba a la gente con el
    ánimo de matricularlos en lo que se supone sería la
    salvación para esa generación perversa.

    Pero el caso del Apocalipsis, es sólo uno en el
    inmenso mar de interpretaciones tendenciosas y desviadas que se
    hacen de la Escritura, alimentadas por el fanatismo
    fundamentalista típico de las sectas. Por ello es
    importante que el recurso a la Escritura sea valorado en sus
    dimensiones reales, y teniendo en cuenta que los textos Sagrados,
    emergen de una realidad cultural concreta y que a partir de esta
    realidad, deben ser analizados, interpretados, y
    aplicados.

    No está de más pensar incluso en la
    posibilidad de colocar en manos del pueblo, lógicamente
    adaptadas a sus condiciones y alcances, las herramientas
    de la hermenéutica y le exégesis, con el fin de
    educar al pueblo para la lectura de
    la Biblia. Eso sí, teniendo bastante prudencia para no
    caer, justamente en lo que se critica al protestantismo, es
    decir, una lectura
    literal de los textos sagrados, desconociendo el avance de las
    ciencias teológicas, exegéticas y
    hermeneúticas, y sobre todo pasando por sobre el valioso
    legado de la tradición. Se trata en últimas, de que
    para la lectura e interpretación de la Biblia se tenga en
    cuenta que el fin último es vivenciar a aquel de quien da
    testimonio la Biblia. Que con respecto a la herencia recibida
    de los antiguos nunca se pierda de vista a Aquel que es
    transmitido por la tradición. Y que los católicos
    anunciemos no la institución a la que pertenecemos, sino a
    Aquel que es objeto de la predicación de la
    Iglesia.

    Es imprescindible recalcar la importancia de una fe
    madura, cultivada, que valore adecuadamente los símbolos
    piadosos de la religiosidad popular y que a la vez instruya y
    prepare a los fieles, para no caer ingenuamente en las redes de los vendedores de
    salvación, a costa de la pérdida de identidad y
    hasta de equilibrio
    psicológico.

    Tampoco podemos caer en el fundamentalismo como a veces
    se da de hecho en el catolicismo. Me refiero al dogmatismo
    cerrado:

    "Se apoya, el fundamentalismo, en la
    afirmación incondicional en un sustrato
    carismático que enciende el corazón. Exige del
    adepto adhesión absoluta a una visión o
    interpretación tomada como la única y objetiva.
    Conduce al anonadamiento de la voluntad y al sacrificio de la
    inteligencia. En el mundo cristiano,
    católico, estamos lejos de las versiones fuertes que el
    fenómeno fundamentalista adopta en el mundo
    islámico o en el mundo protestante americano. Pero
    cierto dogmatismo, que viene propiciado hoy por las
    insistencias de las autoridades eclesiásticas en la
    ortodoxia y objetividad de la fe, puede encontrar campo
    propicio y expansivo al calor de la
    sensibilidad postmoderna anti–ilustrada.

    Desde este punto de vista, actitudes
    pre–modernas que no aceptaron nunca en nuestra Iglesia el
    diálogo con la modernidad propuesto por el Concilio
    Vaticano II se pueden enmascarar bajo capa de postmodernidad.
    La crítica postmoderna de la modernidad reencuentra
    así aliados en las posturas pre–modernas que no
    sólo desconfían de la razón
    crítica, sino que nunca la conocieron ni
    aceptaron"
    .

    Aunque cada vez se hace más consciencia sobre la
    importancia de desaturar la vida cristiana de ese tinte racional
    instrumental–utilitarista, no se puede perder de vista el
    derrotero de una fe madura y debidamente ilustrada. El
    Postmodernismo expande anti–ilustración pre–moderna y dogmatismo
    envuelta en rechazo a los excesos del racionalismo
    teológico, de los peligros del criticismo y de
    desobediencia a la jerarquía, o del olvido de la piedad.
    Pero aún reconociendo que esto, más que peligros
    representan una realidad, no podemos justificar una lectura de
    los textos sagrados, acomodada o desacomodada, sino que debemos
    conjugar factores de carácter teológico, pastoral,
    eclesial; en términos más o menos conciliadores,
    factores dados por la tradición seria y
    profunda.

    Evangelizar una "religión" del
    sistema

    Un último reto que debemos plantear en torno al tema de
    lo religioso y la cultura, tiene que ver con el papel de lo
    religioso y lo político. Si bien es cierto que poco a poco
    se va superando la mentalidad dualista que proclama la
    indiferencia política en lo religioso y la indiferencia
    religiosa en lo político, es preciso que quede claro que
    ningún sistema socio–político por
    teóricamente bien fundado que esté, supera ni
    satisface los ideales y presupuestos
    de la vida según Cristo.

    Y menos aún pretender hacer manipulación
    de la religión para mantener un sistema determinado. La
    religión no puede caer en errores de antaño, cuando
    se convirtió en pareja de los gobiernos y gobernantes de
    turno, alejándose de su rol profético, y de la
    esencia misma de su misión. Una religión, como
    pretenden los Neoconservadores, acomodada a las circunstancias,
    buscando el favor del actor de turno, lo único que provoca
    es la mayor lejanía del pueblo sufriente.

    Ante la crisis de la modernidad que presenta la
    condición Postmoderna, que se deja ver sin atenuantes,
    surge en la conciencia de algunos, a quienes se conocen como
    neo–conservadores y de quienes ya hemos hecho referencia,
    la afirmación de la racionalidad funcional y eficaz en
    nombre la creatividad,
    la libertad y hasta la solidaridad con los pobres. Pero termina
    legitimando el sistema capitalista, utilizando para ello la
    religión cristiana.

    El NC adopta una postura afirmativa con respecto a la
    modernidad. Realza sus logros: el desarrollo de la
    ciencia–técnica modernas, el crecimiento
    económico ingente, superior al de todas las
    generaciones anteriores, y la racionalización de la
    administración
    pública del Estado moderno.

    Ve, sobre todo, estos elementos conjuntados en el
    sistema del capitalismo
    democrático. Y le adscriben al mismo todos los logros
    anteriores y sus consecuencias, positivas respecto a la
    eliminación de opresiones, pobreza, hambre y
    ampliación de la gama de las alternativas
    humanas.

    Pero ha surgido un problema presente ya en los
    orígenes mismos de la cultura burguesa y visibles hoy en
    la época de la postmodernidad cultural: la libertad y
    creatividad
    desatadas por este sistema y que ha generado un desarrollo
    tecno–económico sin precedentes, ha desarrollado
    también en el ámbito cultural una voluntad de
    liberación, auto–realización y
    experimentalismo del yo, sin trabas, que amenaza con destruir
    todas las relaciones sociales tradicionales. Nos hallamos ante la
    disyunción fundamental que recorre la sociedad y cultura
    actuales y se manifiesta en forma de crisis.

    Analizando con algo más de precisión esta
    crisis, se llega a descubrir que la verdadera naturaleza de la
    misma radica, como se ha visto, en el orden o sub–sistema
    cultural, y concretamente en la desorientación
    ético–moral. Rotos
    los diques de contención moral del
    sistema, la ética de características puritanas, el
    consumismo hedonista cabalga desbordado. Sólo queda el
    culto a la satisfacción, pero sin las riendas de la
    contención moral.

    El problema de la época es, por tanto, no
    sólo cultural, sino espiritual. Hay que encontrar las
    riendas que sometan a este hedonismo, anti–autoritarismo e
    individualismo experimental. Y éstas no pueden ser otras
    que el vínculo trascendente. Es decir, necesitamos
    recuperar la religión (un ideal trascendente), para
    salirle al paso al nihilismo Postmoderno y a la crisis
    civilizacional de la cultura y sociedad burguesas. Se comprende
    que tras este diagnóstico surja en el NC la
    tentación de utilizar la religión judeo –
    cristiana como una salida a la crisis. Se trata de dejar
    intocados el fondo de los sub–sistemas u
    órdenes económico y político, y adaptar a su
    funcionamiento el orden cultural. En esta adecuación, la
    religión debe jugar un papel importante.

    Nos hallamos ante una utilización de la
    religión para devolver la estabilidad al sistema. La
    religión se funcionaliza al servicio de las exigencias de
    mantenimiento
    del orden económico y administrativo. No importa tanto la
    religión, su razón de ser, como las consecuencias
    que se derivan de su funcionamiento. De aquí que no sirva
    cualquier religión, y menos aquellas proclives hacia
    planteamientos del Evangelio social, sino las que ponen el
    énfasis en la trascendencia y la ética del
    rendimiento y la obediencia, condiciones funcionales de una
    economía
    eficiente y una administración racional. La vigilancia
    crítica de la fe tiene que estar alerta ante estos usos
    terapéutico–sociales y las legitimaciones que se le
    solicitan.

    "Además de la legitimación general
    señalada, hay otros dos elementos a los que debe prestar
    vigilancia la fe cristiana en su confrontación con la
    cultura Postmoderna y su visión
    Neoconservadora.

    En primer lugar, a la justificación de las
    patologías de la racionalidad funcional –
    instrumental en nombre de la eficacia y el
    rendimiento, y sus consecuencias positivas para la
    redistribución de la riqueza y la eliminación de
    la pobreza y
    las desigualdades, así como la exaltación de la
    libertad y creatividad
    humanas a través de la competitividad, la libre empresa y el
    mecanismo del mercado.

    De nuevo se trata de legitimar apelando a
    afinidades religiosas con la idea del pecado, de la (imago Dei
    ) y de la comunitariedad del hombre, lo que puede y debe ser
    discutido desde análisis y valoraciones más
    estrictamente económicas o
    político–sociales.

    En segundo lugar, la recuperación de una
    ética cívica puritana que haga frente al mundo
    del hedonismo y a la moralidad de diversión (D. Bell),
    mediante una vocación ocupacional del trabajo y la
    acumulación, un uso moderado de la libertad y cierta
    inclinación al sacrificio y la
    auto–negación. Para ello, plantean la
    recuperación de la religión. Porque la ingeniería social no es suficiente para
    asegurar la integración social. Toda sociedad
    necesita una cierta capacidad de solidaridad, de compartir y
    sacrificarse. Y esto no se puede hacer sin un cierto ascetismo.
    Para los NC, está claro que las fuentes
    últimas de las tradiciones valorativas y morales son las
    concepciones religiosas que alientan una
    sociedad"
    .

    En últimas se trata de estar vigilantes, para
    evitar que sistemas e
    interesas creados, atenten contra los principios básicos
    de la vida según Cristo, (vida Cristiana), y, por
    reciprocidad, la vida de los seguidores de Jesús se
    oriente por una práctica en contra de la persona humana y
    de los ideales del Reino.

    CONCLUSION

    LA VERDADERA RELIGIÓN
    CRISTIANA

    Se ha realizado una confrontación a
    propósito entre el pensamiento Postmoderno y el Dios
    cristiano. Y se ha tratado de interpretar positivamente algunas
    de las sugerencias de este pensamiento como incentivos ara el
    planteamiento cristiano de Dios.

    Después del recorrido efectuado hay que afirmar
    positivamente la existencia de fermentos críticos y de
    recuerdos fundamentales en la Postmodernidad para el hablar y la
    vivencia del Dios de Jesucristo. Y a la vez, en actitud
    profética, distinguir aquello que definitivamente no puede
    haber de conciliatorio entre una y otra postura.

    En primer lugar, es necesario que la
    recepción positiva del pensamiento Postmoderno nos permita
    asumir la autocrítica permanente
    con respecto
    al modo de hablar, entender, vivenciar a Dios. En términos
    ya mencionados antes en este trabajo, la fidelidad crítica
    a la Iglesia. Toda presencia conceptual de Dios cae bajo la
    sospecha de ideología. Se recuerda la radical
    inadecuación de todo concepto a Dios. Incluso se insta a
    la superación de la representación por la
    vía de la experiencia.

    En últimas, debemos atender la voz de alarma que
    se nos presenta como un reto, sobre la manera de abordar la
    cuestión de Dios. La Postmodernidad nos llama a buscar lo
    más original de la vida según Cristo, y a ser
    coherentes con ello, por encima de formas y modos carentes de
    sentido, y teniendo siempre en cuenta que ante la misión
    fundante de la Iglesia de "proclamar el Evangelio a todas las
    naciones"
    , ni siquiera argumentos apasionados de cultura
    alguna deben detener a quienes conformamos el pueblo de Dios, en
    la tarea para lo cual tiene vida el hombre: "conocer y amar a
    Dios"
    según términos del Catecismo de la
    Iglesia Católica.

    La experiencia radical del misterio que nos
    rodea en la realidad, como un segundo elemento, es una forma
    válida para mantener siempre el recuerdo de la
    dimensión mística en la vida cristiana.

    Supone un pensamiento contemplativo, abierto a la originalidad
    que hay en las cosas y un yo desinstalado, en continua actitud de
    sorprenderse, y con facilidad de desapegarse de lo accesorio,
    para ser siempre coherente con los más original, sin
    arraigos innecesarios y desvirtuadores.

    "Es propio de la Iglesia ser a la vez humana y
    divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a
    la acción y dada a la contemplación, presente en
    el mundo y, sin embargo, peregrina. De modo que en ella lo
    humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo
    visible a lo invisible, la acción a la
    contemplación, y lo presente a la ciudad futura que
    buscamos"
    .

    A la vez se requiere fomentar una actitud como ya
    habíamos hablado, de la "contemplación de los
    ojos abiertos"
    . Consciente y comprometida con la realidad,
    con el entorno, con la lucha por la justicia y por la dignidad y
    el recuerdo "anamnético" de quienes nos han
    precedido en esta lucha, coronando su lucha con el triunfo del
    esfuerzo, el oprobio y aún el martirio. Es la
    contemplación de un Dios que se encarna, que se hace
    hombre, sufre como hombre y que a la vez dignifica la
    condición humana al hacer palpable, evidente, que la
    perfección es un llamado que también se hace a los
    hombres, que poseen la dignidad y la libertad de los hijos de
    Dios. a esto hace referencia profunda e impresionante el
    catecismo de la Iglesia cuando afirma que: "La Iglesia y el
    mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico.
    Jesús nos espera en este sacramento del amor. No
    escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración,
    en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las
    faltas graves y delitos del
    mundo"
    .

    También es preciso mantener en la mente
    la imagen de que
    la estética Postmoderna de lo sublime tiene su
    correspondencia con el Dios cristiano, como Dios de los
    pobres
    . En la imagen de Dios en medio de los pobres e
    injustamente tratados brota la
    experiencia de lo sublime impresentable o inconcebible, que se
    niega sistemáticamente a la falsa consolación
    espiritual y se resiste a la confusión postmodernista de
    un criterio estético presentista y trivial.

    Se tata, pues, de asumir partido, de no quedar
    impregnado de lo sinsentido, de lo absurdo. Se trata de
    desarrollar la capacidad que tiene el ser humano para trascender
    por encima del espacio y del tiempo. Es creer, o mejor volver a
    creer en el hombre como cooperador en la redención humana.
    No se trata tan sólo de confiar en las promesas de
    salvación; se trata además, de ser cooperadores,
    con Jesús en el trabajo de salvación de las almas y
    de creer en la maravilla de la capacidad humana, gracias a los
    dones generosos de Dios.

    Esta decidida opción por los pobres, se enmarca
    no sólo en el desarrollo literario del Antiguo Testamento,
    y en actuar de Jesús, descrito ampliamente por los
    evangelios, sino también en las convicciones y escritos de
    la tradición de la Iglesia.

    "Por los profetas Dios forma a su pueblo en la
    esperanza de la salvación, en la esperanza de una
    alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres, y que
    será grabada en los corazones. Los profetas anuncian una
    redención radical del pueblo de Dios, la
    purificación de todas sus infidelidades, una
    salvación que incluirá a todas las naciones.
    Serán sobre todo los pobres y los humildes del
    Señor quienes mantendrán esta
    esperanza…"
    .

    No se duda, entre las múltiples consideraciones
    respecto a Dios, en denominarle "muy especialmente el Padre de
    los pobres, del huérfano y de la viuda, que están
    bajo su protección amorosa"
    .

    La contemplación misma, a la cual se hacía
    referencia en el apartado anterior sólo es posible desde
    la óptica
    de un corazón sencillo, es decir de

    un corazón de pobre.

    Todo un segmento dedica el Catecismo de la Iglesia
    Católica al "Amor de los pobres", poniendo
    de relieve el
    deber que se tiene para con ellos y nos recuerda la denuncia de
    San Juan Crisóstomo, quien advierte que "no hacer
    participar a los pobres de los propios bienes, es
    robarles y quitarles la vida".

    En lo que considero la observación más impresionante del
    Catecismo se afirma que "bajo sus múltiples formas
    –indigencia material, opresión injusta, enfermedades físicas
    o psíquicas y, por último, la
    muerte– la miseria humana es el signo manifiesto de la
    debilidad congénita en que se encuentra el hombre tras el
    primer pecado y de la necesidad que tiene de salvación.
    Por ello, la miseria humana atrae la compasión de Cristo
    Salvador, que la ha querida cargar sobre sí e
    identificarse con los ‘más pequeños de sus
    hermanos’. También por ello, los oprimidos por la
    miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la
    Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos
    de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para
    aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho mediante
    innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar
    continúan siendo

    indispensables".

    La crítica Postmoderna al proyecto de la
    modernidad recuerda a la fe cristiana su encarnación
    desasida en toda cultura y le pone en guardia frente a las
    utilizaciones del Dios cristiano
    como garante o
    legitimador de cualesquiera instituciones y sistemas, como
    es, por ejemplo, el "desarrollismo" moderno capitalista y
    aún socialista.

    Por ello afirma de sí la Iglesia que "por
    razón de su misión y de su competencia, no
    se confunde de modo alguno con la comunidad política"

    y que por ser "a la vez signo y salvaguardia del
    carácter trascendente de la persona humana, la Iglesia
    respeta y promueve la libertad y la responsabilidad
    política de los ciudadanos"
    , pero enfatiza que
    "pertenece a la misión de la Iglesia emitir un juicio
    moral incluso sobre cosas que afectan el orden político
    cuando lo exijan los derechos fundamentales de la
    persona o la salvación de las almas, aplicando todos y
    sólo aquellos medios que
    sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la
    diversidad de tiempos y condiciones"
    , todo lo cual es
    radicalmente diferente al apoyo incondicional a cualquier
    establecimiento, más aún si éste
    atenta

    flagrantemente contra la dignidad y la libertad de los
    hijos de Dios.

    Es la religión del Dios encarnado y comprometido
    en una cultura y en un espacio concreto, pero
    a la vez de Dios que trasciende lo espacio–temporal y que
    no se deja limitar por las circunstancias, ni mucho menos por
    sistemas que
    atentan contra el proyecto del Reino de Dios proclamado e
    instaurado por Jesús de Nazaret.

    Al respecto se nos recuerda, por ejemplo, que
    "numerosos judíos e incluso ciertos paganos que
    compartían su esperanza reconocieron en Jesús los
    rasgos fundamentales del mesiánico Hijo de David prometido
    por Dios a Israel. Jesús aceptó el título de
    Mesías al cual tenía derecho, pero no sin reservas
    porque una parte de sus contemporáneos lo
    comprendían según una concepción demasiado
    humana, esencialmente política
    ".

    Finalmente, es preciso dejar bien claro que el
    recuerdo del Dios de Jesucristo se torna subversivo
    también frente a los ídolos
    Postmodernos
    de la pérdida del sujeto, la
    liquidación de la historia, el recuerdo de las injusticias
    y la atonía y relativismo moral.

    En última instancia, los enunciados de la
    Postmodernidad, por lo menos de lo que podríamos llamar la
    Postmodernidad ilustrada, no pueden ser compatibles con el
    proyecto de vida propuesto para los que profesan la fe del Dios
    de Jesucristo y que se abre de manera exigente y comprometida a
    la dimensión trascendental, recupera la tradición
    valorándola en sus aspectos relevantes, y
    sueña y lucha por una utopía, de aquellas que tanto
    incomodan a un buen número de inconformes y frustrados
    Postmodernos.

    El planteamiento de algunos de los retos de la
    sensibilidad Postmoderna a la religión cristiana nos puede
    servir para, a su contraluz, destacar las tensiones que
    acompañan a la auténtica religiosidad.

    Esta auténtica religiosidad tiene que conjugar la
    experiencia de Dios con la lucha por la justicia. Rastrear la
    presencia, siempre ausente y oscura de Dios, por los caminos de
    la interioridad y la atención a lo originario de cada
    cosa, como por su clamor en las estructuras
    socio–político injustas y en el dolor que producen
    en los hombres. "Gozar ya de la luminosidad de esta oscura
    presencia sin quedar preso de sus resplandores. Estar dispuesto
    a

    una búsqueda permanente ya a matar cada
    día a los propios dioses, a la vez que se sabe
    acompañado por alguien que no falla nunca. Tiene que
    integrar el abba y el Reino, la cruz y la resurrección, la
    mística y la política"
    .

    ANEXO

    LOS JOVENES
    ENTRISTECIDOS

    RADIOGRAFIA DE LA JUVENTUD
    ACTUAL

    Para comenzar:

    "ANDRES"

    Hacia las dos de la tarde, Andrés tomaba el
    autobús del colegio que le dejaba más cerca de su
    hogar. Se bajaba no en el paradero que le correspondía,
    sino en el otro que quedaba a unas seis cuadras de la
    urbanización en la que vivía. Lentamente, tomando
    todo el tiempo posible, recorría las calles que lo
    separaban de su hogar. Después de saludar al celador
    subía paso a paso los cinco pisos de su edificio y sacando
    el llavero que le había regalado su mamá,
    abría las dos cerraduras de la puerta principal de su
    apartamento. Entonces entraba en la inmensa soledad que él
    llamaba "su casa".

    Unos años antes una empleada lo recibía y
    le servía el almuerzo, luego ante las dificultades
    económicas que surgieron, su mamá había
    arreglado para que una vecina lo acogiera al volver del colegio.
    Ahora hacia ya tres años que llevaba siempre consigo las
    llaves del apartamento y que se había acostumbrado a
    llegar a él en la soledad de las tres y tantas de la
    tarde. Dejaba los libros tirados
    sobre el sofá de la sala, calentaba un poco la hamburguesa
    que su mamá le dejaba preparada y después de
    almorzar barría, trapeaba y organizaba un poso el
    apartamento. Después… después nada. Las tareas
    hechas sin ganas, el televisor repitiendo los mismos programas, el
    nintendo que le había regalado su padre haciendo en la
    pantalla unas aventuras que él ya se sabía de
    memoria.

    Todo lo que él recordaba de su infancia era
    ese apartamento solitario. Sus padres se habían separado
    pocos meses después de su nacimiento y por eso
    había crecido acompañado únicamente por su
    madre, la cual, sin embargo, tenía que dejarlo sólo
    para poder ir a trabajar; tenía de todo, porque aunque su
    papá no ayudaba económicamente con los gastos de
    la familia, si
    solía darle grandes regalos para comprar de alguna manera
    su amor: Los mejores juegos, un
    televisor propio en su habitación, una vídeo
    grabadora, el computador de
    la última Navidad, el
    nintendo y al lado de eso los tenis de marca, la ropa
    cara… nada faltaba. Sus compañeros de colegio lo
    envidiaban, le decían una otra vez que a ellos les
    gustaría tener como él las llaves de la casa y
    quedarse solos en el apartamento sin la molestia de los hermanos,
    sin los regaños de mamá exigiendo hacer tareas.
    Cero que no les respondía nada. A mí una vez me
    dijo que él lo daría todo, sus llaves, su
    apartamento, su televisor, su vídeo, por tener al menos un
    amigo. Me contó que siempre se bajaba en el otro paradero,
    aunque eso le suponía caminar seis cuadras más,
    para poder estar unos minutos adicionales con algunos muchachos
    de su curso que ahí dejaba el bus.

    Se sentía solo y lo estaba. Tal vez podría
    haber hecho mejores relaciones con sus vecinos o con sus
    compañeros de estudio, pero para un niño
    acostumbrado a la soledad desde la cuna, era difícil dejar
    de ser introvertido.

    Hace unos días me contaron que Andrés, a
    sus catorce años, intentó quitarse la vida. En una
    de esas tardes eternas de soledad, se tomó un frasco
    entero de píldoras. Afortunadamente sintió miedo y
    pidió auxilio a los vecinos. Hoy ya todo ha vuelto a la
    normalidad, a las dos de la tarde toma el bus del colegio, se baje en
    el paradero anterior, camina seis cuadras, sube cinco pisos, abre
    la puerta del apartamento se calienta el almuerzo, barre, trapea
    y se queda solo inmensamente solo.

    Se llama Andrés, pero bien podría llamarse
    Lucas, Felipe, Mateo, Tatiana o Claudia, porque su historia es la
    historia de muchos niños solitarios, de muchos
    niños que tienen de todo, de todo, menos una presencia que
    les dé ganas de vivir.

    Hablar de felicidad a veces parece trivial, es un tema
    como tan común, como tan normal para todos, que por lo
    general lo damos por supuesto; quién diría al ver
    nuestros jóvenes, llenos de alegría y de contento,
    que no saben lo que es la felicidad. Casi podríamos
    afirmar que nunca antes había existido una juventud tan
    feliz como la actual. Diversiones en cantidad, una vida social
    activa desde niños, pocas experiencias de sufrimiento al
    lado de las que quizá tuvieron que padecer las
    generaciones anteriores.

    ¿Felicidad? ¿Cómo hablar de
    felicidad a una generación que parece haberla encontrado
    definitivamente? ¿Para qué hablar de
    ello?

    La verdad es que detrás de las sonrisas aparentes
    y de las supuestas felicidades, se encuentra el rostro
    entristecido, destrozado, de los jóvenes de hoy. No, no
    son felices, no lo son realmente, lo aparentan muy bien y son
    expertos en disimular sus dolores, pero no son felices. Todo lo
    contrario, la vida del joven de hoy, es más bien la
    manifestación de toda una profunda tristeza, de un gran
    vacío de sentido, que es la fuente indudable de
    problemáticas tales como el sicariato, la drogadicción, el alcoholismo
    juvenil, la delincuencia
    etc. Alguna vez quise escribir algo que llevara como
    título "No son malvados, sólo están
    tristes". Hoy quiero expresar por fin estas
    intuiciones.

    Solemos vivir inmersos en cambios culturales y sociales
    de los cuales no siempre somos conscientes, creemos que la
    Colombia de hoy
    es la misma Colombia de
    siempre. Con una ingenuidad pasmosa, se le suele pedir a la
    juventud que se comporte con los valores enseñados en la
    generación anterior. Una y otra vez los artículos
    de prensa suelen
    hacer énfasis sobre la necesidad de volver a los valores
    de siempre, aquellos de la Colombia estable
    y católica de otros tiempos; con la mejor intención
    del mundo se dicen este tipo de cosas, sin caer en cuenta que esa
    Colombia y esos
    valores no existen. Hoy existe otra Colombia, una
    Colombia Postmoderna y Neoliberal, una Colombia posterior a la
    caída de las grandes utopías socialistas, una
    Colombia que ha perdido la estabilidad familiar. Una Colombia
    así tiene colores muy
    diferentes y por ende genera una juventud radicalmente distinta.
    Nos guste o no, la juventud de hoy es diferente, porque vive en
    un contexto socio–cultural diferente. Su país es
    otro país.

    La Cultura Postmoderna y el Fin de la
    Utopías

    Ante todo, la juventud de hoy vive en una sociedad
    postmoderna, lo cual supone el rompimiento de un esquema moderno
    de vida y de cultura. En las décadas del 50 al 70 nuestro
    país procuró cerrar la brecha que lo separaba del
    universo
    cultural de las naciones desarrolladas. Un país agrario,
    fundamentalmente rural, con preocupaciones domésticas y
    con una vida que giraba al rededor de las preocupaciones caseras,
    se fue abriendo lentamente a la industrialización, al
    crecimiento
    económico y a los grandes movimientos culturales de
    Occidente. Al principio las innovaciones llegaban a Colombia con
    meses y hasta años de retraso, pero al acercarse la
    década de los 80s, las repercusiones de los cambios
    culturales mundiales resonaban cada vez con mayor rapidez en
    nuestro país. Hoy podemos afirmar, sin lugar a dudas, que
    nuestros jóvenes se visten y actúan, hablan y se
    divierten, piensan y sienten, como los jóvenes de las
    grandes capitales europeas y como los jóvenes
    norteamericanos. La cultura Postmoderna presente hoy en el mundo
    desarrollado, es por tanto, la cultura que se está
    imponiendo entre nuestros jóvenes.

    ¿Cuáles serían las
    características de tal cultura?

    La cultura postmoderna es la cultura del rompimiento
    del progreso. La modernidad, cultura anterior a la actual,
    esperaba un futuro grandioso para todos los hombres en el que
    existiría la igualdad entre
    las naciones y entre los individuos, esperaba la abolición
    de la guerra, de la
    propiedad, de
    la servidumbre, de los colonialismos, esperaba la
    alfabetización universal, el dominio de la
    naturaleza, la derrota de las enfermedades, el triunfo
    definitivo de la ciencia y
    de la tecnología, todos esos grandes
    sueños que alentaron la vida de las grandes utopías
    históricas, científicas, filosóficas o
    sociales, resultaron frustrándose dolorosamente en el
    siglo XX, las guerras
    mundiales, los campos de concentración y exterminio, las
    hambrunas, las epidemias, el crecimiento de la pobreza,
    demostraron que el triunfo esperado no era inminente. La
    Postmodernidad se cansó de esperar el cumplimiento de unas
    utopías imposibles. Mientras los hombres de las
    décadas del 40 o 50 creían en el sueño del
    pobre que a fuerza de
    trabajo logra salir adelante y triunfar en la vida, y mientras
    las generaciones de los 60 y 70 creían en el cambio social
    y en la justicia para todos, la juventud actual ha renunciado a
    las utopías. Ya no se cree simplemente en el progreso de
    la humanidad. Lo que importa por el momento es sobrevivir y
    hacerlo de la mejor manera; ya no importa soñar con mundos
    mejores, pues no existen y si existen no se quiere hacer el
    esfuerzo de conseguirlos. La sociedad Postmoderna se ha dedicado
    a vivir con todas las consecuencias la vieja máxima de
    "más vale pájaro en mano que ciento
    volando"
    .

    Para los jóvenes de hoy no son tan importantes
    las utopías. Es importante lo que viven hoy, lo que
    sienten inmediatamente. Las generaciones anteriores
    estábamos dispuestos a asumir ingentes sacrificios, con la
    promesa de que algún día recogeríamos los
    frutos de nuestro esfuerzo. Los jóvenes de hoy piensan que
    no vale la pena dejar el disfrute para mañana, pues
    quizá el mañana nunca llegue. Eso explica por
    qué no son amigos de los grandes esfuerzos, por qué
    sus planes son tan a corto plazo, por qué a la larga no
    tienen grandes sueños y porque sienten desgana por casi
    todo lo que signifique empeño y sacrificio. Por eso, hoy
    no es extraño encontrar jóvenes que no sólo
    no saben la carrera que quieren estudiar, sino que no les importa
    mucho averiguarla. No es extraño hallar muchachos que
    desean gastar dinero, pero
    no conseguirlo trabajando, que les gustaría ser egresados
    de tal o cual establecimiento educativo, pero sin tener que
    estudiar mucho. Y no es extraño ver a toda una
    generación que parece importarle muy poco que hay millones
    de personas sumidas en la pobreza y
    padeciendo la injusticia. Es la generación Postmoderna, es
    la generación sin utopías, es la generación
    que se conforma con el ahora y no gusta de construir el
    mañana.

    Pero la cultura Postmoderna es al mismo tiempo, la
    cultura de la absolutización del sentir, sobre el deber,
    es decir, de la estética sobre la ética. Si no
    hay progreso, si a la larga no importa hacia donde vamos, lo que
    importa es disfrutarla hoy, o como lo dice el slogan de una
    conocida bebida, lo que importa es "sentir de verdad".
    Así, si en la modernidad lo que importaba era la producción en la Postmodernidad lo que
    importa es el consumo. La
    ética puritana fundamentada en el deber, en un deber
    impuesto por
    la razón misma, cede el paso al sentir como criterio
    último de verdad. Por tanto, es adecuado, cierto,
    verdadero, lo que nos haga sentir a gusto. Es por esto por lo que
    la generación actual es una generación del "me nace
    o no me nace", del gusto, del disfrute, del gozo. No importa
    entonces lo que hay que hacer, sino lo que gusta hacer. Por eso
    se trata de disfrutar la vida hoy, de vivir "a lo bien", hoy, de
    no dejar para un mañana incierto lo que se podría
    saborear hoy.

    Esto explica por qué los jóvenes se dejan
    llevar mucho más por los sentimientos que por las
    convicciones. Tal vez sepan lo que deben hacer y que en sus ideas
    está claro que el estudio, la lectura u otra cosa
    parecida, son un valor, pero si
    no tienen ánimos, pueden tenerlo todo, claro, pero por
    nada del mundo realizarán lo que no les nace hacer. Por
    eso estudian sólo cuando les nace, es decir casi nunca y
    en cambio viven
    para salir a la calle, para conversar hasta altas horas de la
    noche con sus amigos, para hacer interminables conferencias por
    teléfono, para la fiesta de fin de semana, para adquirir
    tal o cual nueva prenda de vestir y algunos hasta para tomar
    licor, consumir droga o
    encarretarse con una u otra niña. Y todo lo hacen sin
    preguntarse nunca si es bueno o malo, adecuado o inadecuado, pues
    les basta y les sobra con que les guste hacerlo. Si gusta es
    bueno, Si no gusta es malo.

    La cultura Postmoderna es, además, la cultura
    de la primacía de la vida privada. La modernidad hizo
    especial énfasis en la vida colectiva. Tanto que en las
    utopías liberales como en las marxistas, el bienestar
    colectivo era un valor.
    Generaciones enteras de colombianos tuvieron como ideal la
    defensa de la Patria o la lucha por defender los derechos del pueblo. Hoy, la
    postmodernidad rompe con esta manera de ver la vida. Los problemas de
    los otros, son de los otros y deben enfrentarlos ellos, ya
    bastante tiene uno con sus propios problemas. La
    vida privada se vuelve así la medida de todas las cosas.
    El otro sólo importa si está dentro de la esfera de
    uno mismo, si afecta lo que uno es. En cambio lo que a uno le
    pasa, le sucede o le gusta, es lo determinante. Por eso la
    ética colectiva, preocupada por los otros, ha cedido el
    paso a la ética individual, en la cual importa el yo por
    encima de todo. Ya no es una necesidad comportarse de una forma
    que agrade a los demás o les haga bien, lo que importa es
    hacer lo que uno quiere. Darse gusto a sí mismo, es la
    lógica
    de la vida privada. Mientras esta vida privada no interfiera con
    la vida privada de los demás, no hay ningún
    problema. Uno puede ser como quiera, vestirse como quiera,
    comportarse de la forma que quiera, tener las costumbres que
    quiera, consumir las sustancias que quiera, creer en lo que
    quiera, que nadie puede ni debe decir nada. Es el santuario de la
    privacidad, el monumento final al individualismo, el hombre
    aislado convertido en medida de todas las cosas.

    Aplicada esta manera de pensar a tres o cuatro gustos
    triviales, nadie se atrevería a adivinar su profunda
    gravedad. Pero cuando consumir droga, o
    utilizar sexualmente a una persona, o asesinar a sueldo, se
    vuelven elementos de esta ética colectiva que respete al
    otro, que considere la dignidad de todas las personas. Sin
    embargo, un mundo construido sobre la absolutización del
    gusto individual, no puede ya asumir una ética que piense
    en el otro. Se pueden consagrar los derechos humanos
    en la Constitución, se puede volver a
    enseñar urbanidad, se pueden hacer comunicados pidiendo el
    retorno de la moral, que
    nada se logrará, pues la ética del joven de hoy es
    la ética del sí mismo, y lo que a él le
    parezca bueno lo es y si usted no está de acuerdo con
    él, ése no es su problema.

    La cultura Postmoderna es la cultura de la
    indiferencia, de la pérdida del sentido de la solidaridad
    y la justicia. Hace apenas unos quince años, nuestra
    juventud vibraba con la música de protestas,
    con los ideales revolucionarios, son el deseo de comprometerse
    con los marginados. El rompimiento de las utopías y la
    absolutización del individualismo y de la vida privada,
    han hecho surgir una generación caracterizada por la
    indiferencia ante el dolor de los demás. Los
    jóvenes de hoy son en su mayoría insensibles, no
    solidarios, sin anhelos de justicia, para ellos el objetivo de la
    vida es pasarla bien. Los sufrimientos de los demás, los
    millones de pobres, los desechables de las calles, simplemente no
    son su problema. El anhelo de un mundo más justo y humano,
    no existe entre los jóvenes de hoy porque, por un lado no
    tienen grande utopías y por otro lado, el sufrimiento de
    los pobres no les afecta, no les duele, no les conmueve. Su mundo
    de intereses es demasiado personal, está encerrado en su
    vida privada y allí no hay cabida para el otro, mucho
    menos si el otro es un hermano sufriente. A los jóvenes de
    hoy les preocupa su propio bienestar, sus propios placeres, su
    propia riqueza; no les preocupa el hambre, el dolor, la angustia
    de la gente. Hoy se cumplen amargamente las palabras de
    Martín Luther King "Lo que aterra no es la maldad de los
    malvados, sino la indiferencia de los buenos".

    La Sociedad Neoliberal y el Consumo como
    sentido último de Existencia.

    Vivimos en una sociedad que es a la vez, el resultado de
    varias décadas de intentos por salir del subdesarrollo
    y del rompimiento de los grandes modelos
    socialistas. Guste o no, el neoliberalismo
    ha terminado por constituirse en la única sociedad
    posible, ya que es la única que nos permite sentirnos
    menos atrasados, casi desarrollados y ya que no hay ningún
    otro modelo de
    sociedad al que podamos hoy aspirar. Y claro, cuando un modelo no se
    siente el único, tiene que humanizarse, suavizarse, para
    que no sea reemplazado por las otras alternativas. Pero cuando un
    modelo social
    es único, ya no necesita contemporizar, simplemente se
    impone y nada más. Por eso ahora sí estamos
    viviendo el puro "capitalismo
    salvaje". Ya no es necesario intentar mostrar el rostro humano
    del capitalismo,
    si es que alguna vez lo tuvo. Ahora se puede afirmar que lo
    único importante es el lucro, la generación de
    riqueza, con los menores costos posibles.
    También esta sociedad Neoliberal afecta el comportamiento
    de nuestros jóvenes, muchas de sus actitudes
    sólo se pueden entender desde la perspectiva de unos
    valores sociales Neoliberales. ¿Cómo
    caracterizaríamos a la sociedad Neoliberal?

    La sociedad Neoliberal es la sociedad del lucro, de
    la riqueza como objetivo final de la vida. Cosas como hacer
    historia, luchar por los demás, arriesgar la vida por la
    justicia, son conceptualizaciones del pasado, bellas ideas
    épicas de otros tiempos, pero en todo caso algo
    extraño al pensamiento social de hoy. "El tiempo es oro"
    dice el aforismo y dicho en inglés
    resulta aún más claro su valor fundamental, la
    riqueza económica. Todo lo demás, aunque sea un
    valor, es necesariamente secundario. Por eso la vida humana, el
    respeto por el
    otro, la fe en Dios, el amor limpio, la honestidad, son
    criterios de vida ciertos en el papel, verdaderos en el plano de
    la discusión teórica, pero falsos en la vida
    práctica. Si el objetivo de la vida es el lucro, la forma
    como éste se alcance es secundaria, pues una vez
    más ha llegado a ser verdad aquello de que "el fin
    justifica los medios". No es
    casualidad que haya gente que viva del asesinato, no es un
    accidente que la mayor fuente de ingresos del
    país sea el tráfico de estupefacientes. Aunque lo
    uno siga siendo un delito y lo otro
    sea un negocio ilegal, lo cierto es que cada vez hay más
    personas que viven de matar y cada vez más también
    se ven más apetitosos los capitales de la mafia. Al fin de
    cuentas, la
    última reforma cambiaría permitió la entrada
    al país de una inmensa cantidad de dólares mal
    habidos, todo el mundo sabe que hay centros comerciales
    especializados en lavar dólares y que para volverse
    legales, las ganancias de la mafia se convierten
    mágicamente en computadores, equipos de sonido, autos
    importados, motocicletas ninja, camionetas extranjeras sin llanta
    de repuesto atrás que se pueden conseguir a buenos
    precios en
    nuestra ciudad. No hay ninguna ética, la verdadera
    ética de nuestra sociedad, es la ética de lucro. No
    importa el cómo, lo que importa es el
    cuánto.

    Esto explica porque cada vez hay más
    jóvenes consiguiendo dinero y
    haciendo del dinero el
    único objeto de sus vidas. Unos se gastan la plata del
    papá y éste para no perder su amor, se la regala,
    otros trabajan para la mafia, pues ésta suele contratar
    menores de edad, ambiciosos e intocables, en virtud de un
    código que los protege. Otros se venden sexualmente, otros
    asesinan a sueldo; no es raro que vivamos en un país cada
    vez más corrupto, pues la corrupción
    es intrínseca a este tipo de sociedad. Si el sentido de la
    vida es ganar dinero, no es
    problema ser corrupto, lo que es problema es conseguir dinero.

    La sociedad Neoliberal es la sociedad que busca la
    felicidad en el consumo.
    Dice la propaganda
    radial de un conocido almacén de
    muebles, que "la forma como la galería N.N. colabora con
    la paz, es garantizando la paz interior de los que compran sus
    productos,
    porque los muebles de la galería N.N. generan paz,
    felicidad y satisfacción". Para todos resulta evidente que
    unos muebles no pueden ofrecer valores tan intangibles y tan
    grandes como la paz interior o la felicidad, sin embargo, esta
    pretensión es uno los elementos básicos de nuestra
    sociedad. La felicidad, la paz interior otros valores tales como
    el amor o la realización personal, ya no se pone en
    utopías ni mucho menos en experiencias espirituales. Estas
    suponen esfuerzo, ascesis, sacrificio y el hombre Neoliberal no
    gusta de eso. La sociedad Neoliberal tiene como fin generar entre
    la gente un sentimiento de bienestar, de satisfacción
    completa. Alguna vez en un maravilloso cuento de
    ciencia
    ficción, el ya fallecido escritor Isaac Asimov, mostraba
    cómo en el futuro se fabricaban robots y computadoras
    que tendrían como única función satisfacer.
    La sociedad Neoliberal es el gran robot generador de
    satisfacciones, tan maravillosamente a la mano,
    increíblemente cercanas, que sólo es necesario
    consumir algo, comprar un nuevo articulo, hacerse socio de un
    condominio, viajar en tal o cual aerolínea, visitar este u
    otro sitio de recreo, conseguir un nuevo electrodoméstico
    o un flamante automóvil, para encontrar la felicidad. De
    esta forma la sociedad Neoliberal es al mismo tiempo, la sociedad
    que pone la felicidad en el consumo (y
    para poder consumir más hay que ganar más dinero,
    lo cual la hace una sociedad de lucro) y la sociedad que
    objetiviza los valores espirituales, pues todo, hasta el amor, se
    puede adquirir con dinero.

    No es extraño entonces, que los jóvenes de
    hoy estén obsesionados por el consumo. Viven
    una sociedad en la cual ser felices es lo mismo que consumir y,
    como ellos desean ser felices (es lo que deseamos todos los
    hombres) y ya que se les enseñó a buscar los
    valores espirituales en las realidades objetivas, han hecho del
    consumo su régimen de vida. Por esos los jóvenes de
    hoy son la generación del gasto, del rebusque de dinero
    (lo cual necesariamente implica trabajar) para tener con que
    pagar las actividades del fin de semana. Si bien siempre el ser
    humano ha tendido a buscar la felicidad en las cosas, la juventud
    actual se caracteriza por buscar la felicidad en sensaciones
    inmediatas, en el consumo de algo que le haga sentir placer,
    tranquilidad, emoción, éxtasis. En los inmensos
    anaqueles del supermercado de la vida, se ofrecen todo tipo de
    artículos, desde libros de
    metafísica, hasta drogas,
    pasando por las marcas, la ropa,
    los lujos, los cuerpos de las mujeres, las fiestas de barrio, el
    licor. Todo puede ser adquirido, todo puede ser comprado, y la
    generación actual anda buscando su felicidad en lo que
    compra, cadenas de oro colgadas en el cuello, los apartamentos de
    lujo en los sectores más exclusivos de la ciudad, la
    compra con dinero y supuestas obras de caridad del silencio y la
    obediencia de barrios o pueblos enteros, la intimidación a
    través de grupos de justicia privada, la imposición
    de la ley del mas
    fuerte y el mejor armado, las discotecas flamantes, las
    orgías, la prostitución juvenil. Todo esto que para
    muchos de nosotros podría ser simplemente lujos
    ridículos, se ha convertido, sin embargo, en toda una
    propuesta existencial, en un modelo de
    identificación para la juventud. Cada vez es más
    frecuente encontrar jóvenes que sin caer en cuenta de la
    procedencia de los grandes capitales de la mafia, simplemente
    sueñan con poseer la riqueza, el poder, los lujos de los
    narcotraficantes. Como buenos jóvenes de la Postmodernidad
    Neoliberal, pero poco preocupados por la ética e
    interesados por alcanzar la felicidad objetiva que ofrecen las
    riquezas, poco les preocupa llegar a ser parte de todo un imperio
    del delito, con tal
    de poder tener una motocicleta ninja, dinero en buenas cantidades
    y placeres al por mayor.

    El narcotráfico ha cambiado los valores de la
    sociedad. Manejando incontables sumas de dinero, el narcotráfico ha implantado un estilo de
    vida que se ha vuelto atractivo para los jóvenes de hoy.
    El lujo, el confort, el anhelo de tener mucho dinero, muy pronto
    y muy fácil, son los nuevos valores de una juventud
    desconcertada moralmente. Por eso no es extraño encontrar
    jóvenes de todas las clases
    sociales y no sólo de las comunas deprimidas, haciendo
    parte de escuadrones de la muerte,
    trabajando como sicarios, llevando y trayendo mercancía
    ilícita, haciendo las veces de protegidos de los capos de
    turno. Por eso mismo es cada vez más frecuente encontrar
    muchachos que para conseguir dinero, comienzan robando
    calculadoras en el salón de clase y terminan trabajando
    para algún mafioso y hasta vendiendo su propio cuerpo a
    los homosexuales con plata. El dinero, el
    disfrute, el pasarlo bien, parecen argumentos que justifican todo
    tipo de excesos e inmoralidades. El vacío moral ha llegado
    a ser tan grande que incluso entre los jóvenes que no
    están en contacto con el narcotráfico ni con su estilo de vida, que
    llevan una vida sana y en orden, queda sin embargo una duda, un
    no estar convencidos del todo de lo negativa que es la mafia, y
    lo que es peor, permanece una peligrosa admiración por las
    riquezas, los lujos y el estilo de vida de los
    narcotraficantes.

    El narcotráfico como imposición de un
    estilo de vida violento. Si bien la historia de Colombia es
    la historia de múltiples guerras, la
    mafia ha logrado en los últimos años que nos
    acostumbremos a la triste realidad de una violencia
    cotidiana. El mafioso simpático de los años 70
    sobre el que se hacían todo tipo de chistes, dio
    paso al monstruo violento de la década de los 80,
    funcionarios del gobierno,
    candidatos presidenciales, jueces, periodistas, sacerdotes,
    médicos, sindicalistas, maestros, jóvenes,
    niños, miles de inocentes murieron en los años
    anteriores, al ritmo de una aterradora guerra nunca
    declarada, pero quizá por eso más violenta. Las
    bandas de sicarios, las pandillas juveniles, las milicias
    populares y toda suerte de grupos de violencia se
    fueron tomando barrios, sectores, pueblos ciudades. Hoy la
    violencia no
    sólo es una realidad cotidiana, sino que, fruto del
    acostumbramiento a ella, cada vez se le percibe más como
    solución para los diversos problemas, con violencia se
    cobran favores, se consiguen herencias, se gana dinero, se
    castigan culpables, se intimida a los inocentes, se acalla a los
    testigos, se saldan cuentas, se
    realizan venganzas, se aplica justicia y hasta se combate la
    pobreza,
    matando a los pobres. La violencia se ha convertido en el
    argumento normal, por eso no es raro encontrar jóvenes que
    lleven armas a los
    establecimientos educativos, que intimiden a los
    compañeros, que se hagan rodear de cinco o seis patanes
    que les consigan un puesto preferencial para comprar en la tienda
    que contratan los servicios.

    La sociedad Neoliberal es la sociedad que degrada a
    las personas al nivel de simples objetos de consumo. Si los
    grandes valores pueden ser adquiridos, entonces todo, hasta las
    personas, terminan siendo objeto de consumo. Es una frase ya
    común escuchada hasta la saciedad en las películas,
    que "toda persona tiene su precio". Pero
    esta no es una frase de libretista truculento, es una
    expresión que define perfectamente las relaciones
    humanas en un mundo capitalista, por lo pronto, realidades
    tales como la corrupción
    de los organismos del Estado, el soborno a funcionarios
    públicos, la compra de autoridades por parte de los
    grandes grupos de la mafia, son una prueba concreta de que todos
    podemos tener un precio y estar
    anotados en una nómina.
    Para la sociedad Neoliberal que todo lo compra con dinero, las
    personas son un objeto más que comprar. Por eso si bien
    hay delincuentes que compran policías o abogados,
    también hay padres de familia que ante
    su fracaso como tales deciden comprar el amor de sus hijos con
    grandes regalos, ofreciéndoles buenas cantidades de
    dinero, o llenándolos de lujos; hay muchachos solitarios
    que por medio del dinero buscan atraerse amigos y hay quienes
    pagan para adquirir el cuerpo de una mujer y hacerse a
    la idea de que son amados por alguien. Vivimos en una sociedad
    que compra y vende personas, en una sociedad que alquila
    bebés para pedir en las esquinas, que arrienda vientres,
    que vende niños acabados de nacer, que compra con el dinero los
    servicios
    sexuales de un adolescente, que negocia con el cuerpo de las
    mujeres, es la sociedad de la
    despersonalización.

    Por eso no es extraño que nuestros muchachos
    tengan la extraña tendencia a no valorar a las personas.
    No les importa utilizar a un amigo más, no le ven
    ningún problema a meter un compañero en una
    adición, no les parece malo engañar niñas
    prometiéndoles amores que no sienten de verdad, no ven
    nada irregular en la forma despectiva como tratan a sus padres o
    educadores. Son simplemente buenos hijos de una sociedad
    despersonalizada y ya que ellos mismo se han sentido objetos de
    consumo, han entendido que el amor, la felicidad y la paz, hay
    que comprarlos, así la compra suponga seres
    humanos.

    La Sub–cultura del Narcotráfico, un
    neoliberalismo
    más violento.

    Es indudable que el narcotráfico es algo
    más que un negocio o un delito, si
    sólo fuera esto, afectaría únicamente a los
    que tienen que ver con el negocio o con el delito, sin
    embargo, los últimos años de la historia de nuestro
    país, están enmarcados por una presencia del
    narcotráfico en la vida de todos nosotros, porque todos,
    de alguna manera hemos aprendido a vivir o morir en medio de una
    cultura narcotraficante, dentro de la cultura Postmoderna y al
    interior de la sociedad Neoliberal, el narcotráfico se ha
    ido convirtiendo lentamente en una manera de ser, de vivir, de
    pensar, de valorar, de existir. Están lejos los tiempos en
    los que el narcotraficante era aquel emergente, "nuevo rico",
    objeto de burlas y chistes. Hoy
    el narcotráfico ha impuesto su forma
    de vivir, con gusto o no, ridículo o no, el estilo de vida
    mafioso se ha ido imponiendo y se ha convertido en una verdadera
    sub–cultura que afecta gravemente a los jóvenes de
    hoy.

    ¿En qué signos se nota la influencia de la
    sub–cultura narcotraficante?

    El narcotráfico como estilo de vida, generador
    de un vacío moral y de un desconcierto ético.
    El narcotráfico, bueno es tenerlo en cuenta, no
    sólo es un negocio sucio, es fundamentalmente una manera
    de vivir, una forma de asumir la existencia. Supone un estilo de
    vida caracterizado por las grandes fiestas, las fincas inmensas
    dotadas con toda clase de excentricidades, camionetas importadas
    sin llanta de repuesto atrás, una pandilla para golpear un
    enemigo, que amenacen por teléfono al muchacho que
    está enamorado de la niña que le gusta. Hace unos
    tres meses el personero de Medellín revelaba que el 70% de
    las víctimas en hechos de sangre de esta
    ciudad, eran jóvenes. El narcotráfico ha engendrado
    una generación monstruosa, que tiende a la violencia y que
    valora cada vez menos la vida.

    El narcotráfico como cotidianidad de las
    sustancias que destruyen al hombre. El ser humano siempre se
    ha sentido atraído por las sustancias alucinógenas.
    Estas no son nuevas, ni son propias únicamente de nuestra
    época ni de nuestro país. Pero de alguna forma lo
    que ha logrado la sub–cultura del narcotráfico es
    que nos habituemos a ellas. Los jóvenes de hace quince o
    veinte años, ante la invasión "hippie"
    tenían el gran peligro de caer en el consumo de marihuana,
    pero "esta a pesar de la popularidad que llegó a tener,
    nunca tuvo la difusión que hoy tiene la droga y el
    alcohol. La
    mayor parte de los muchachos de hoy han visto drogas en sus
    barrios, en el grupo de
    amigos que se reúnen en la esquina, en la fiesta del fin
    de semana. Crece cada vez más el número de
    muchachos que la han rechazado más que por sus
    convicciones personales, por la falta de oportunidades. La
    droga
    está ahí, la venden dentro y fuera de muchos
    establecimientos educativos, la reparten los mismos
    jóvenes, la usan para huir de los problemas familiares o
    simplemente para disfrutar más de la música o tener un
    momento de éxtasis, pero ya no es la droga lejana,
    sino la droga cotidiana, presente en todos los barrios y
    ambientes.

    Junto a la droga, aparece otra adición más
    peligrosa, en cuanto es permitida por la sociedad, el uso
    exagerado de bebidas alcohólicas. Los jóvenes de
    otras épocas se embriagaban por primera vez a los
    dieciocho o veinte años, a escondidas y temiendo el
    regaño de sus padres. Hoy en día hay jóvenes
    que se inician en el consumo de licor desde los primeros
    años de su pubertad y algunos llegan a ingerirlo casi a
    diario; hay muchachos que no pueden divertirse en una fiesta sin
    embriagarse y obviamente cometen todo tipo de locuras y excesos
    bajo los efectos del alcohol. Para
    colmo la mirada permisiva de una sociedad alcohólica como
    la nuestra, que tiene la falsa creencia de que el consumo de
    licor no es un problema grave, el convencimiento errado que
    sólo es posible divertirse con unos cuantos tragos en la
    cabeza y la sensación de adultez que aporta el consumir
    alcohol, ha
    afianzado el surgimiento de una generación con profundos
    problemas de alcoholismo…
    problemas que, por desgracia no parecen ser importantes para
    nadie.

    La Influencia Externa y la Pérdida de la
    Identidad
    Cultural.

    Toda la realidad anteriormente descrita, se agrava con
    la influencia de culturas provenientes de países que viven
    un desconcierto ético tan serio como el nuestro; no es
    algo nuevo hablar de falta de identidad
    cultural entre nosotros, el pueblo colombiano, a pesar del
    orgullo que dice sentir, siempre ha tenido una especial
    inclinación por copiar lo que se hace o vive en otras
    latitudes. Los esquemas políticos, los modelos
    educativos, los estilos arquitectónicos, los gustos
    artísticos y hasta los ideales revolucionarios, han tenido
    siempre una buena carga foránea. Empero esta influencia
    externa a la que quizá nos fuimos acostumbrando con el
    paso del tiempo, se ha vuelto hoy más problemática
    ante la irrupción de valores extraños a nuestra
    cultura, que sin embargo, son asumidos de manera entusiasta por
    nuestra juventud.

    ¿Cuáles aspectos describirían los
    puntos más problemáticos de la influencia
    externa?

    El satanismo y el gusto por lo malvado. Hoy no
    está de moda entre los
    jóvenes ni la bondad, ni el amor, ni la misericordia. Dios
    parece alguien demasiado simple par ser interesante. Hay un gusto
    por lo oculto, por lo secreto, lo cifrado; por eso atrae el
    satanismo, gustan los símbolos cabalísticos y
    esotéricos, hay un interés desmesurado por el
    demonio, por las "misas negras" y por los rituales
    satánicos. Muchas letras de canciones metálicas a
    esto invitan. Las revistas sobre los ídolos del rock, muchos
    videos y los "souvenirs", son también de clara influencia
    demoníaca. No pocos psicólogos han dado en estos
    últimos años la voz de la alarma sobre los mensajes
    subliminales presentes en muchas grabaciones musicales. La
    mayor parte de tales mensajes invitan al satanismo, a la delincuencia,
    a la violencia, al desenfreno sexual y a la drogadicción. Aunque no todos los
    jóvenes son afectados de la misma manera por los mensajes
    subliminales, los estudios psicológicos han
    señalado que las personas con tendencias a la depresión,
    a la soledad compulsiva, a la agresividad o que sean deprivadas
    afectivamente o que carezcan de una vida familiar estables, son
    víctimas preferentes de los contenidos
    subliminales.

    El surgimiento de los cultos satánicos no es otra
    cosa que la manifestación externa de una juventud que ha
    ido perdiendo el sentido del bien. Lo malvado, lo negativo, lo
    desordenado parece más interesante, más apasionante
    para los jóvenes de hoy. Tal vez esta realidad provenga de
    la necesidad que el mundo actual ha impuesto de hacer
    de la vida una peligrosa aventura. En el mundo del mal los
    jóvenes pueden sentir el vértigo, la emoción
    de estarse jugando a cada instante la existencia, el bien para
    ellos aparece como demasiado estable, fácil y seguro;
    además, el mundo del bien, de Dios, del respeto a los
    otros, es para muchos de ellos, el mundo de los adultos, de unos
    adultos que ha dañado el planeta y que, por lo general,
    han predicado unos valores que no viven. Desde esta premisa,
    adorar el mal y seguir a Satán, es una forma de protestar
    contra el orden imperante, es un acto revolucionario; lo cierto
    es que por protesta o por aventura, el mal se le fue volviendo
    para la juventud toda una posibilidad vital a la que se siente
    llamada por la música que escucha,
    por los ídolos que imita y por la presión social de
    las pandillas que le rodean.

    El mundo punk y el mundo metálico. Aunque
    son muchas las corrientes culturales que afectan a los
    jóvenes, hay dos que especialmente tienen poder sobre
    ellos y han ido configurando dos estilos de vida. El punkinismo
    se alimenta de una concepción pesimista de la realidad.
    Tal pesimismo termina planteando un sinsentido existencial que
    suele desembocar en el suicidio. Para el
    mundo punk "la muerte
    joven" no sólo es un ideal, sino una manera más
    adecuada de enfrentar una realidad en la cual no hay lugar para
    la felicidad. Es bueno tener en cuenta que de los protagonistas
    de la película "Rodrigo D No Futuro", todos miembros de
    una banda de música punk,
    sólo uno está hoy con vida, todos los demás
    cumplieron el ideal punk, murieron jóvenes. De otra parte,
    los metálicos, aunque no tienen las tendencias suicidas de
    los punkeros, tienen una tendencia a ser agresivos contra todo lo
    que suponga orden social tradicional. Los metálicos hacen
    de su música,
    de su ideología, de su manera de vivir, una protesta
    contra el mundo de los adultos, para ellos, la generación
    anterior construyó una realidad aparentemente fundada
    sobre valores
    morales y sobre leyes justas,
    pero marcada por la hipocresía; la rebeldía
    metálica, que no es una rebeldía transformadora de
    la realidad, se centra en la protesta agresiva, caracterizada por
    la vivencia de valores opuestos a la transgresión de las
    leyes y
    principios de los adultos. En la práctica esta protesta
    contra el orden tradicional se expresa en la violencia
    desafiante, la cual se manifiesta desde la misma ropa oscura y
    agresiva que utilizan los metálicos, en el libertinaje
    sexual, vivido como superación de la moral
    hipócrita de los adultos y en el consumo de sustancias
    alucinógenas que no sólo hace posible sus
    fantasías, sino que manifiesta definitivamente su
    oposición al mundo actual. El punkinismo y el metal han
    dejado de ser sólo un estilo de música y se han
    constituido para muchos jóvenes en modelos reales
    de identidad. A
    fines de 1992 el grupo norteamericano "Guns and Roses"
    visitó varios países de Suramérica, lo
    curioso, lo increíble, fue que en Venezuela, lo
    mismo que en Chile, en
    Argentina y en
    Colombia, la respuesta de los jóvenes fue la misma, la
    ropa negra que usaron era similar y la violencia que llenó
    de destrozos las calles fue muy parecida, esta influencia del
    punkinismo y el metal es aún más seria y
    cuestionadora, si tenemos en cuenta que ya desde hace varios
    años, muchos psicólogos vienen señalando el
    peligro real que para el equilibrio
    mental de los jóvenes, suponen los contenidos subliminales
    de estas músicas. Parece ser que las luces usadas en los
    conciertos, ciertas frecuencias musicales y mensajes ocultos
    grabados en disco, pueden llegar directamente a las capas
    corticales del cerebro y alterar
    el comportamiento
    de los jóvenes. Estas podrían ser las causas de la
    creciente agresividad, de la ansiedad, de los desordenes
    sexuales, del consumo de droga, de la violencia, de los
    jóvenes excesivamente atados a estas músicas,
    aunque lo cierto es que esto no es más que una teoría,
    la experiencia dolorosa de muchos jóvenes que se refugian
    en su música y van cambiando inexplicablemente de comportamiento, son una voz de alerta sobre la
    seriedad de esta problemática.

    La Ruptura del Mundo Familiar y el Desequilibrio
    Personal.

    Sin duda alguna a la base de todas estas realidades
    descritas en los jóvenes se encuentra el más
    común y el más doloroso de los motivos: la ruptura
    del universo
    familiar. El mundo actual se acostumbró a convivir con la
    separación, con los matrimonios destruidos, con los
    niños separados de sus padres, con los vacíos
    afectivos llenados a la fuerza con regalos o
    electrodomésticos, hasta los mismos muchachos se fueron
    haciendo a la idea de que el rompimiento de sus hogares no los
    afectaba, que era algo a lo cual uno terminaba
    acostumbrándose y que no era un problema grave. Con todo,
    ahí están los niños modernos, los
    jóvenes de hoy, llenos de todo y vacíos de
    cariño, con un extraño odio por sus padres, con una
    pérdida del sentido de sus vidas, con una necesidad
    imperiosa de mendigar cariño, afecto, te quieros; con un
    consumo cada vez mayor de droga y de licor, con un equilibrio
    humano roto. La verdad, es que con el rompimiento de la familia, se
    rompieron los jóvenes.

    ¿Cuáles serían las principales
    consecuencias de la ruptura del mundo familiar?

    Los traumas psicológicos y la pérdida
    del equilibrio afectivo. Muchos de los jóvenes de hoy
    llevan a cuestas traumas causados por hechos dolorosos sufridos
    durante su infancia.
    Tales traumas provocan una dolorosa pérdida del equilibrio
    emocional y afectivo. Virtualmente una generación de
    jóvenes colombianos está creciendo con
    vacíos afectivos que desesperadamente intentan llenar a
    fuerza de noviazgos prematuros, relaciones sexuales precoces,
    relaciones homosexuales, drogadicción, alcoholismo,
    desenfreno, búsqueda desesperada de riquezas, etc. Cuando
    el ser humano tiene un vacío en el centro de su alma se
    desespera y busca por todos los medios llenarlo. El único
    problema es que lo que no se llenó en la infancia con
    el amor de unos padres, la estabilidad de un hogar y el
    cariño fraternal, ya no se llena más que con la
    aceptación de sí mismo, pero justamente, cuando hay
    un vacío afectivo, lo que hay de fondo es una incapacidad
    casi absoluta de auto–aceptación. Hace unos
    días en una dinámica de presentación con
    jóvenes de unos catorce años, les pedí que
    describieran un poco a sus familias. Al final cuando
    terminó la dinámica, les pregunté que era lo
    que más les había llamado la atención de las
    respuestas de sus compañeros, todos coincidieron en un
    punto, lo que más les había impactado era que una
    gran mayoría no tenía un hogar bien
    formado.

    La violencia social que ha destruido tantas familias, la
    inmadurez sexual y afectiva de los adultos que los hace incapaces
    de construir una relación de pareja estables y las
    tensiones de una vida familiar en una sociedad cada vez
    más convulsionada, han lesionado gravemente los hogares;
    hoy son pocos los jóvenes que pueden afirmar que tienen un
    hogar completo y más pocos los que pueden decir que tienen
    un hogar feliz. Lo terrible es que aunque se acostumbren a la
    ausencia de alguien o el abandono, en el fondo del corazón
    siempre permanece un lugar herido, un punto traumatizado lleno de
    odio, culpa o tristeza.

    La inseguridad y
    la pérdida de la identidad personal. El rompimiento
    del mundo familiar trae como consecuencia la pérdida de la
    identidad personal. Sin poder desarrollar un proceso normal de
    auto–identificación ante sus padres, el joven pierde
    conciencia de sí mismo y busca en los modelos que le
    ofrece la sociedad, otras posibilidades de identificación
    personal. Los héroes del deporte o del rock, los
    cabecillas de las pandillas juveniles, el mafioso que viven en
    las cercanías, que comenzó de la nada y ahora tiene
    todo, el compañero que lleva una vida libertina, se
    convierten fácilmente en los modelos con
    los cuales el joven busca identificarse. Así
    después de perder su hogar y de perder el afecto que
    necesitaba para crecer, el joven termina perdiéndose a
    sí mismo. No es casualidad que el muchacho de hoy sea tan
    fácilmente manipulable. Además de la inseguridad
    propia de la adolescencia,
    tiene toda la inseguridad
    propia de su falta de identidad. Por eso es posible influir sobre
    él, cambiarle sus valores, hacerlo instrumento,
    todavía hoy recordamos la historia conmovedora de aquel
    muchacho de quince años que asesinó en el
    aeropuerto al candidato presidencial Jaime Ossa. Su abuelita
    decía que un muchacho ingenuo, casi un niño y
    contaba cómo unos meses antes, él había
    llorado angustiosamente al haber matado sin culpa una
    tórtola. En medio del dolor, aquella mujer preguntaba,
    quién le había cambiado tanto a su nieto en apenas
    unas pocas semanas. Y su pregunta, sin duda, es la pregunta de
    muchas otras mujeres, madres de jóvenes sicarios,
    drogadictos, alcohólicos, pandilleros.

    La agresividad, la depresión
    y otros estados de ansiedad. La separación, la
    infidelidad, la agresividad vivida al interior de los mismos
    hogares, e incluso la violencia física entre los
    cónyuges o entre los padres y los hijos, conforman un
    ethos violento que los muchachos van asimilando como propio. Es
    por esto por lo que muchos jóvenes llevan dentro de
    sí una violencia, a veces contenida y canalizada en
    diversos estados de ansiedad o depresión
    (como agresión), a veces explícita y encauzada a
    través de la participación en pandillas y
    actividades delictivas. En todo caso es una violencia que del
    ambiente
    social ha pasado a las familias y de éstas a la psicología de los
    jóvenes. Alguna vez un psicólogo social que
    analizaba el fenómeno de los niños sicarios de
    Medellín decía que más que matar, un
    sicario, lo que estaban haciendo no era otra cosa que matar en
    cada esquina al padre que odiaban, deseando inconscientemente que
    los mataran a ellos para purgar de alguna manera sus culpas.
    ¿Quieres ser un delincuente cuando llegues a los
    veinticinco años? Preguntaba uno de los protagonistas de
    la película a un muchacho de escasos dieciséis
    años de edad. Este, sin pensarlo dos veces, sin dudarlo
    siquiera, sin tardar, respondió fríamente "es que
    yo no voy a llegar a los veinticinco años". Esta es la
    realidad de muchos jóvenes sin identidad, llenos de
    violencia contra el mundo, contra los demás, contra
    sí mismos; no es un accidente que el suicidio sea la
    tercera causa de muerte entre
    los jóvenes norteamericanos, ni que casi el 50% de los
    jóvenes entre los 15 y 18 años hayan pensado en
    quitarse la vida. Una pérdida del sentido de la vida que
    tiene su origen en la deprivación afectiva, en el
    rompimiento del universo
    familiar, está cobrando fatalmente la vida de los
    jóvenes. Es una violencia cada vez más cercada y
    cada vez más atroz.

    La tendencia a repetir la misma historia de
    sufrimiento padecida. El vacío afectivo, la
    pérdida de su identidad personal, la agresividad hacia
    toda forma de autoridad,
    lleva a los jóvenes a vivir un gran desconcierto
    ético y moral. Muchos a la edad de trece o catorce
    años tienen sus primeras relaciones sexuales con
    prostitutas (cuando no han sufrido abuso sexual
    durante la infancia).
    Para después de los quince se generalizan los noviazgos
    que suelen ir acompañados de relaciones prematrimoniales.
    No preparados para las responsabilidades de la vida conyugal y
    más preocupados por encontrar un poco de afecto, de placer
    o de experiencia sexual, no pocos jóvenes se encuentran
    repentinamente con la amargura de un embarazo
    indeseado, con el dolor de haber aprobado un aborto, o con el
    dolor de tener que aceptar la traición de la pareja
    después de tantas promesas hechas. Con lo anterior, muchos
    repiten su propia historia dolorosa, nacieron por error y por
    error conciben a sus hijos, así, nacen hijos sin padres
    (en 1986 se calculaba en setecientos mil el número de
    madres solteras en Colombia, el 80% de ellas menores de
    veinticinco años de edad), con traumas de nacimiento,
    hijos no deseados, hijos que nacen a pesar de haberse intentado
    el aborto y
    unos jóvenes demasiado jóvenes, incapaces
    todavía de vivir en pareja y de ser padres, se ven
    obligados por la vida a desempeñar papeles que los
    desbordan. De esta forma la ruptura familiar, genera más
    ruptura, más niños deprivados afectivamente, que
    cuando sean adolescentes
    buscarán desesperadamente unas migajas de sentido en el
    alcohol, en la
    droga, en la música, en una pandilla, en el cuerpo de
    alguien, en el intento de suicidio, o en
    las relaciones sexuales que lo llevará a ser padre antes
    de tiempo, Es la repetición de dolor, la repetición
    del sufrimiento, la repetición de una historia
    traumática.

    Esta es la juventud actual, sin duda, muchas cosas
    más se podrían decir sobre los jóvenes de
    nuestro tiempo, pero estos puntos anotados anteriormente marcan
    el croquis fundamental, algo habría que afirmar para
    finalizar: no se trata de ninguna manera de una generación
    malvada, ni de una generación carente de valores. Todo lo
    contrario, detrás de esta situación descrita y que
    puede parecer pesimista, están unos muchachos de carne y
    hueso, sobreviviendo con los valores que a pesar de todo llevan
    dentro y luchando para encontrar un lugar en la historia. Lo que
    sí es cierto es que estamos ante una generación
    entristecida, ante una juventud que ha ido perdiendo su sentido
    existencial y que necesita urgentemente encontrar una buena
    noticia que le devuelva el deseo de vivir. No son jóvenes
    malvados, son jóvenes tristes, y cuando el hombre
    está triste, se puede convertir en un monstruo violento.
    Mientras no se resuelva el problema original de la
    deprivación, del sinsentido, de la ausencia de
    utopías, nuestros jóvenes de hoy seguirán
    perteneciendo a la generación del "No Futuro",
    buscarán la muerte en
    alguna esquina de la ciudad, se contentarán con el placer
    fugaz que da el dinero y
    esperarán morir sin haber cumplido los veinticinco
    años.

    "Algo extraño, algo doloroso, algo raro le ha
    venido sucediendo a la juventud en los últimos tiempo,
    más allá de los problemas familiares, de las
    separaciones conyugales tan traumáticas, de las inmensas
    soledades de los muchachos de hoy, más allá de la
    droga y de la violencia, más allá del
    resquebrajamiento de los valores de la infidelidad creciente, un
    peligroso cáncer ha ido destruyendo a nuestros
    jóvenes".

    La vida, la abundancia, la angustia, los traumas, el
    ambiente
    capitalista, el fin del siglo o quién sabe qué
    extraños factores, les fueron arrebatando a dentelladas
    las ganas de construir un mejor mañana. De un solo sorbo,
    el mundo actual se bebió los sueños más
    bellos de la juventud, apuró a grandes tragos aquellas
    utopías que sólo crecen durante los años
    tempranos y dejó a muchos, a demasiados jóvenes de
    hoy, sin futuro, sin ilusiones, sin esperanzas, sin deseos de
    llegar vivos a los veinticinco, con el anhelo resignado de
    sobrevivir hoy, sin tener que luchar ni por la verdad ni por el
    bien, ni por la justicia, como si en vez de madurar, hubieran
    envejecido prematuramente.

    Estos son los jóvenes de NO FUTURO. Estos son los
    jóvenes sin UTOPIAS. Estos son los jóvenes de la
    DESESPERANZA. Viven para el instante, para un instante demasiado
    rápido y pasajero, que es necesario, por tanto disfrutarlo
    cuanto antes, viven para la sensación placentera de hoy,
    para el disfrute, para la diversión momentánea,
    para la niña hoy conocida, hoy conquistada y hoy
    gozada.

    Viven para conseguir pronto el dinero que les permita
    tener cuanto antes, todos esos placeres que el mundo les dijo que
    eran imprescindibles si querían llegar a ser felices.
    Viven para el gozo fugaz, para el amor pasajero, para las
    alegrías que rápido llegan y más
    rápido aún se van.

    Un mal día se les marchó el anhelo
    profundo de construir un mundo mejor, un más bello
    porvenir y se quedaron con un tosco hoy entre sus manos, un hoy
    tan poco luchado y sólo disfrutado angustiosamente,
    frenéticamente; pareciera que ya no creen en nada, que ya
    no ven importante entregar la vida por algo, arriesgar la
    existencia toda por una razón, por un proyecto, por un
    sueño, por una convicción, por un amor verdadero,
    que para vivir sólo es necesario relajarse, disfrutar el
    instante y no hacer nada más.

    Con todo, en lo profundo, allá donde están
    las grandes ansiedades del hombre, padecen una sed inmensa y se
    mueren de hambre, creen sin embargo, que las cuatro diversiones
    que les ofrece el ambiente, que
    el dinero, que los placeres, que los lujos, pueden darle la
    felicidad, pero esas cosas únicamente consiguen calmar
    momentáneamente la angustia y no logran concederles una
    auténtica alegría. Es que en la abundancia y el
    disfrute hay placer, pero no hay una verdadera razón para
    vivir.

    Por eso se quedaron sin futuro, atrapados en la
    desesperanza. Hoy en la noche volverán a reunirse con sus
    pandillas, tal vez tomarán licor o quizá
    probarán algo más fuerte, en el ardor de la fiesta
    manosearán a alguien y creerán que eso es amor y
    con el paso del tiempo aprenderán tal vez a conseguir
    dinero corrompiéndose, comerciando con veneno o con vidas
    humanas y muy posiblemente antes de cumplir los veinticinco, se
    marcharán sin haber construido su felicidad, sin haber
    dejado una huella profunda en la historia.

    Ausencia de Futuro, ausencia de Esperanza, ésta
    es la juventud de hoy. No podemos ser ingenuos, es necesario que
    educadores y pastoralistas, que padres de familia y
    evangelizadores, tomemos conciencia de las situaciones que
    están viviendo nuestros jóvenes de hoy. Sólo
    así podremos entender sus búsquedas, el drama que
    está escrito en sus corazones y la salvación que
    tal vez sin saberlo, anhelan con la misma intensidad con la que
    el centinela aguarda la aurora.

    En todo caso no es hora de desesperanzas, no hay que
    olvidar que la hora más oscura es la que está
    más cerca del amanecer.

    9.- BIBLIOGRAFÍA.

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    esperanza"
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    Autor:

    Carlos A. Forero. F.S.C.

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