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Presencia francesa en Africa durante el siglo XIX




Enviado por coral



    Muchas razones determinaron el paso del imperialismo
    marítimo-mercantil al imperialismo
    colonial en la segunda mitad del siglo XIX. En África esto
    se dio relativamente tarde, pero Argelia constituía una
    excepción. En 1830, Francia
    había ocupado el país, en soberanía del Imperio Otomano. La
    experiencia colonial argelina fue muy amplia y diferente a la de
    los demás países. Ciento treinta y dos años
    fue Argelia colonia francesa, desde el 5 de julio de 1830.
    Durante esos años la colonización francesa
    había tenido modo de expresarse cumplidamente,
    realizándose en la versión extrema de la
    asimilación política y cultural,
    tanto como para hacer necesariamente extremada la reacción
    del pueblo colonizado, obligado a recurrir a la revolución
    para encontrar su propia identidad.

    El interés de
    Francia por
    Argelia se remonta a la época napoleónica. La
    política
    colonial francesa había sufrido un vuelco en las
    últimas décadas del reinado de los Borbones a
    raíz del engrandecimiento de la Corona Británica,
    ya que en la guerra de los
    siete años logró una victoria casi total.
    También Napoleón había pensado en las
    colonias en la época de las conquistas europeas, un
    ejemplo de esto fue la aventura en Egipto.
    Napoleón eligió Argelia para castigar al rey() por
    su errónea jugada entre Francia e
    Inglaterra. Los
    planes para la conquista se llevaron a cabo recién en 1830
    por Carlos X. Argelia representaba un lugar ideal y
    estratégico para un imperio como Francia,
    decidido a fundar colonias en África septentrional. Luego
    de la restauración, Francia
    reemprendió un programa de
    expansión colonial, con una idea netamente
    imperialista.

    Argelia se encuentra en el centro del Mogreb, llamado
    también "Isla del Occidente"(). En conjunto, se la llamaba
    a Argelia, Trípoli y Túnez, Estados Berberiscos.
    Argelia era el país más conocido en Europa, por sus
    corsarios en el mar. Pero el refugio de los corsarios se
    transformó en un centro de gran actividad comercial con
    Francia y Europa;
    así se formó una red de tráficos
    legales e ilegales, que eran los más, amenazando el
    comercio
    marítimo de las otras potencias. Argelia no
    disponía de una autoridad
    política,
    para competir con una potencia
    técnica y militar superior.

    El Mogreb pasó por lo que Gautier llamo "una
    cascada ininterrumpida de dominaciones extranjeras"(), que
    significaba un constante reemplazo donde los turcos reemplazaron
    a los árabes y éstos a los bizantinos. Por el
    año 1671, la autoridad del
    bey, no se extendía más allá de la capital.
    Sólo en el siglo XVIII, el gobierno del bey
    alcanzó un nivel de relativa seguridad y a
    fines de siglo, el bey consiguió el título de
    bajá, que implicaba una semiindependencia. La
    disminución de los ingresos de la
    piratería y la concentración de los beneficios en
    las casas de comercio
    europeas debilitaron económicamente la regencia,
    haciéndola deudora de grandes potencias. Fue por una
    disputa financiera entre Argelia y Francia el pretexto, luego de
    varias tensiones e incidentes, para que en 1830 desembarcaran en
    tierras del bey de Argel las tropas francesas.

    "Veinte días han sido suficientes para abatir a
    un Estado cuya
    existencia hacia tres siglos que exasperaba a Europa",
    afirmó el General Bourmont, jefe de expedición
    francesa. Políticamente hablando, Argelia no era un
    Estado sino
    parte del Imperio Otomano. Desde Constantinopla no llegaron
    ayudas para Argelia, ni tampoco por parte del Gobierno de
    Londres, defensor de los otomanos y enemigo principal de Francia.
    El reino de Carlos X tenía finalmente en su colonia la
    diversión esperada y la popularidad, que por cierto no le
    sirvió para salvar el trono luego de revocar la Carta
    Constitucional de 1814. La conquista militar de Argelia no fue
    nada difícil. Las tropas de Bourmont desembarcaron el 14
    de junio de 1830 en Sidi Ferruch, veinticinco kilómetros
    al oeste de Argel. El 5 de julio el bey firmó una
    capitulación y partió al exilio.

    La capitulación de Hussein () no era la
    rendición de Argelia. La colonización duró
    así hasta la Primera Guerra
    Mundial y la conquista militar, poco menos y a través
    de numerosas etapas. Cornevin distingue cuatro etapas: "la de las
    ocupación restringida, desde 1830 a 1841 (cuando Francia
    tropezó, con el emir Abdel Kader, el jefe capaz de
    movilizar en Argelia una fuerza de
    dimensiones casi nacionales); la de 1841 a 1847, dominada por la
    guerra contra
    el mismo Abdel Kader; la comprendida entre 1847 a 1857, con la
    conquista de Aurès, de los oasis meridionales y, el fin,
    de la Cabilia, y de 1857 a 1871, con la represión de las
    ultimas insurrencias locales."()

    El criterio predominante en que se inspiró la
    política
    colonial francesa en Argelia fue el de la asimilación.
    Argelia, incapaz de una unidad política y de la
    independencia,
    se convirtió en el teatro de una
    dislocación integral, mediante una transposición de
    todo un patrimonio de
    leyes y de
    costumbres, además de la imposición de un poder
    extraño. En Argelia la asimilación adquirió
    caracteres todavía más vinculantes, porque las
    condiciones climáticas favorables hicieron de ella una
    colonia de poblamiento.

    La conquista de Argelia había sido prematura
    respecto a la fase de desarrollo del
    colonialismo, Francia no tenia entonces una política
    colonial. Pero el gobierno
    francés se adhirió rápidamente a la idea de
    fundar en el norte de África una importante colonia. A
    pesar de esto, la política francesa en Argelia fue
    improvisada e indecisa y confiada a la iniciativa de cada uno de
    los gobernadores. Los continuos cambios institucionales un
    Francia sometieron a la administración a inevitables
    contragolpes.

    Llevada a término por Carlos X la constitución de las bases de la colonia, en
    la veintena aproximadamente del reino de Luis Felipe depuesto en
    1848, los administradores franceses estuvieron ocupados sobre
    todo con la conquista. A falta de un sistema
    centralizado, la conquista se dispersaba en múltiples
    episodios, desangrando en guerras sin
    fin a las fuerzas francesas, que encontraron en las regiones
    más inaccesibles de la Cabilia las mayores resistencias,
    y afligiendo al os argelinos con matanzas y destrucciones
    indiscriminadas. Francia celebró la apareció de un
    líder
    como Abdel Kader, que tenía los poderes y las capacidades
    para dar a Argelia una unidad. El choque final con Kader
    debía ser, en efecto, la solución del problema de
    la conquista. Aunque Abdel Kader se apropio del nacionalismo
    argelino, Francia encontró en él un
    aliado.

    En 1832, Abdel Kader fue elegido sultán de las
    tribus Hashem de Mascara, en el Oranesado, entrando en contacto
    con la penetración francesa desde una posición de
    reconocida potestad. Su prestigio aumentó notablemente con
    el tratado que en 1834 estipuló con Francia para definir
    las respectivas zonas de influencia. De 1834 a 1841, la
    expansión francesa se vio condicionada así por la
    necesidad de mantenerse fiel a los acuerdos con el mismo Abdel
    Kader en la parte occidental del territorio, y con el bey Ahmed
    en la región de Constantina. El punto culminante de su
    poder fue
    sancionado por el tratado de Tafna. El tratado reconocía
    la soberanía del emir sobre las provincias de
    Titteri y sobre casi toda la provincia del Oranesado,
    excluía Oran, además de una porción limitada
    de la de Argel, con una superficie total equivalente a toda la ex
    regencia, excepción hecha de la zona de Constantina y
    pequeñas circunscripciones alrededor de Argel y Oran,
    donde ya se había instalado la
    colonización.

    Abdel Kader, hijo de familia noble,
    asumió en los primeros tiempos del colonialismo la tarea
    de la resistencia; supo
    desvincularse de los perjuicios de su posición social,
    ampliando las dimensiones y significado de la rebelión.
    Abdel había adquirido mucho conocimiento
    de las realizaciones mas recientes en Egipto, que
    había emprendido un proyecto de
    reformas sistemáticas en los entes políticos y
    económicos; cuando regresó a su patria, Kader
    tenía una sólida idea política. Su actividad
    de condotiero, con las variantes vicisitudes de las operaciones
    militares y la derrota de 1829 no es exhaustiva para su personalidad y
    sobre el valor que su
    lucha ha tenido para el nacionalismo
    argelino. Un documento oficial de la Argelia independiente,
    la Carta
    aprobada en 1964 por el Congreso del Frente de liberación
    Nacional de Argel, menciona a Abdel Kader entre las "fuerzas
    auténticamente argelinas".

    Su mérito principal el la abrogación de
    ciertas instituciones
    típicas del feudalismo
    musulmán. Kader no unificó al estado porque
    había una gran anarquía en las tribus internas que
    no lo hacía posible.

    Algunos historiadores de nuestros tiempos han iniciado a
    revalorizar la obra de Kader, que estaba desvirtuada porque los
    europeos que escribieron la historia lo contaron como si
    Abdel hubiera hecho una guerra santa
    regresiva en vez de una revolución
    nacionalista. En realidad la guerra que
    peleó Kader fue en defensa de las tierras y la religión, con un
    sentido de nacionalismo
    natural y unidad política. En 1847, cuando se
    rindió, Ben Salem, uno de los jefes de la Calibia,
    expresó sus sentimientos con respecto a esto. Y hasta el
    mismo Bugeaud rindió homenaje a la noble causa.

    Al caer Kader, su poder y la
    pacificación fueron abatidas por la fuerza, pero
    quedaban aun sin someter las tribus bereberes, que nunca
    habían suspendido su agitación y eran hostiles a la
    penetración francesa. La conquista de Cabilia se
    inició en 1848, en los tiempos de la segunda
    república. La batalla de Icheriden, en 1857 fue el
    episodio decisivo para la suerte de la guerra y la
    independencia
    de la Cabilia, y 1857 se considera, en efecto, el año
    determinante de la conquista, aunque en la pequeña Cabilia
    los levantamientos antifranceses se prolongaron hasta 1864. Entre
    1849 y 1854 cayeron Aurés y los oasis meridionales. Se
    inició seguidamente a gran escala, sobre
    todo después de 1890, el avance en las regiones del
    Sahara, que adquirieron en 1903 estatutos de régimen
    especial bajo el calificativo de "territorios del sur". Una serie
    de revueltas menos espontaneas, seguidas de pesadas represalias,
    retrasaron 14 años mas la estabilización del
    poder
    colonial, que utilizó en la represión sistemas tales,
    como para desmentir cualquier intento de
    "civilización".

    La revuelta de Moqrani puede ser fácilmente
    vinculada con el preludio del futuro movimiento
    nacionalista, pues estaba alimentada por la frustración de
    las masas campesinas privadas de sus mejores tierras. De este
    modo se formó en Argelia una tradición de lucha en
    el sector campesino que un siglo mas tarde conseguiría la
    libertad de
    Argelia.

    La particular estructura del
    Estado de
    Argelia y la forma gradual que tuvo la conquista influyeron
    directamente en las soluciones
    constitucionales que elaboró Francia para la Colonia. El
    general Clauzel, que sucedió al legitimista Bourmont en
    1830 a la caída del último Borbón,
    consiguió que Francia administrase directamente la faja
    costera, controlando el resto del país a través de
    los jefes musulmanes vinculados a Francia por tratados de
    protectorado. Una síntesis entre los criterios de
    asimilación y de la administración indirecta impuesta por la
    autonomía de gran parte de Argelia en cumplimiento del
    principio, entonces en rigor, de la "ocupación
    restringida". A esta concepción respondían los
    tratados con
    Abdel Kader antes del choque decisivo. En 1845 la colonia vio
    separada legalmente la dirección de las cuestiones militares del
    la administración civil, y es entonces cuando
    Argel queda dividida en tres provincias: Argel, Oran y
    Constantina; en cada una de ellas se diferenciaban las zonas
    civiles de las militares. Entre 1847 y 1848, la derrota del
    glorioso emir y la instauración de la segunda
    república en Francia aceleraron el curso de la conquista.
    La caída de Abdel Kader facilitó mucho a Francia ya
    que era la única amenaza que podía obstaculizar la
    conquista de toda la colonia. La sucesión de un
    régimen imbuido de fervientes sentimientos colonizadores,
    en contraste con la agnóstica incertidumbre de Luis
    Felipe, demasiado preocupado por los problemas
    internos y con la benevolencia de Londres, alentó el
    desarrollo de
    la colonización en todos sus aspectos.()

    La instauración de una voluntad colonial
    declarada tuvo muchísimos efectos; por ejemplo y ante todo
    intensificó la corriente migratoria hacia Argelia, pues el
    pueblo francés de la segunda república veía
    en las colonia un desahogo de la crisis social
    de la metrópoli. Por algún capricho del destino
    fueron los obreros parisienes que habían vencido a Luis
    Felipe los que marcharon a Argelia para completar la obra del
    general Bugeaud (). En menos de dos años llegaron a
    Argelia al rededor de veinte mil franceses, dando comienzo al
    sistemático despojo de las tierras fértiles, que
    debía ser una de las notas dominantes de la
    colonización de Argelia. Se inventó otro pretexto,
    el de la "tierra
    vacante". El sistema
    administrativo se modificó a la luz de la nueva
    situación, proclamando a Argelia en 1848 "territorio
    francés" y dividiéndola en tres departamentos
    encabezados cada uno por un prefecto; departamentos que enviaban
    representantes propios a la Asamblea nacional en elecciones
    reservadas, naturalmente, a los colonos. Por otro lado los
    poderes del ministro de la guerra disminuyeron, se perfiló
    la distinción entre zonas militares y civiles y se crearon
    órganos ejecutivos y consultivos para favorecer la
    integración. Pero la simulación
    se quedó solamente en perspectiva, tanto, que de pronto
    fue sometida a debate. El eje
    de las contradicciones fue la imposición de la
    política del "reino árabe" por parte de
    Napoleón III, después de una visita personal a
    Argelia.

    Las directrices a las que se atuvo Napoleón III
    en un primer tiempo pueden
    sintetizarse en la fórmula "más capital y
    menos colonos". Obvias razones de prestigio obligaban al
    emperador a repudiar la política de repoblación de
    una tierra lejana,
    tanto mas cuanto que la potencia
    financiera de los grandes complejos franceses empezaba a valorar
    las primeras formas de imperialismo
    bancario y comercial. Al principio se desarrollaron las premisas
    de la asimilación, pero en 1860, suprimido el ministerio
    de Argelia y rehecho el cargo de gobernador general, el sistema
    administrativo se empezó a parecer al sistema de
    administración indirecta de la escuela inglesa
    con detrimento de los elementos típicamente franceses de
    asimilación, mientras la jerarquía militar
    recobraba la supremacía sobre la civil con el decreto
    imperial del 7 de julio de 1864. El incremento natural de la
    población europea residente, la afluencia
    de franceses de compañías financieras e
    industriales y la llegada de técnicos para la construcción de obras públicas
    emprendidas por Francia, aumentaron considerablemente la población blanca en África y no
    permitieron una reducción eficaz de los blancos. De forma
    tal que al hundirse el segundo imperio los europeos de Argelia
    habían subido a 245.000, con el agravante de destinar el
    capital a los
    colonos y de constituir en Argelia una minoría provista de
    poder
    económico tal, como para aspirar inevitablemente a escalar
    puestos de mando.

    Sin embargo, el mayor impulsor de la colonización
    y centralización fue la tercera república, opina
    Cataluccio "Fue la gran época de la colonización
    francesa, tanto de la oficial como de la libre, de la proletaria
    como de la capitalista"(). Como aconteció en todas las
    posesiones coloniales, las divisiones verticales (en clases)
    desaparecieron ante las horizontales (en razas), ubicando a los
    blancos contra los árabes, mas allá del virtual
    interés
    común de los blancos pobres y de los campesinos
    árabes, proletarizados por las expropiaciones forzosas,
    contra los grandes colonos. La ley de
    confiscación promulgada en 1871 para castigar a las tribus
    cabilias protagonistas del levantamiento de Mohamed Moqrani y el
    decreto de 1878 sobre la nueva practica del arrendamiento y de la
    propiedad,
    dieron lugar a otros colonos. El problema era que hacer con los
    árabes. Algunos hablaron claramente de exterminio, otros,
    mas prudentes, de mancha de aceite, para empujar a los argelinos
    cada vez mas al sur. "Se desenvolvía así el drama
    más degarrador de la colonización argelina, el de
    la expulsión de las tribus de sus tierras ancestrales sin
    provecho real para la población francesa ni para la
    revalorización"().

    De la misma manera procedería la
    reanudación de la política de asimilación.
    La administración de Francia en Argelia tuvo
    siempre el propósito de meter al país conquistado
    dentro de la matriz del
    conquistador. Una serie de decretos sobre la integración de la colonia en la ley francesa como
    prolongación de Francia en África se promulgaron en
    1870, según la fórmula de las competencias
    separadas: ejecución en Argel, decisión y control en
    París. En 1881 el primer autentico gobernador civil,
    Albert Grevy, perfeccionó la asimilación con los
    decretos que pusieron a todos los sectores administrativos a las
    directas dependencias de los respectivos directores franceses,
    reduciendo al mismo gobernador al simple papel de
    portavoz del Gobierno Central,
    dotado de poderes casi exclusivamente nominales.

    La política asimilacionista, de acuerdo con la
    política colonial de Francia tropezaba en Argelia con los
    intereses consolidados de los colonos. El mismo Jules
    Cambón, gobernador de Argel decía que Argelia era
    demasiado distinta para asimilarse a la cultura
    francesa, pero también está demasiado
    próxima a Francia como para estar totalmente
    desvinculadas. En 1871 los colonos habían recobrado un
    lugar en el Parlamento de París y desempeñaban una
    indudable influencia sobre la gestión
    administrativa de Argelia, a través de los grupos de
    presión en Francia y de los órganos consultivos en
    Argelia, pero sus aspiraciones no estaban satisfechas. Para
    suplir la carencia de poderes, se habían constituido en
    comités luego de la derrota de Sedán. Los colonos
    querían gobernar Argelia por sí mismo, que en parte
    era una creación suya y que estaba convirtiéndose
    en su patria efectiva, no obstante las estrechas relaciones de su
    dependencia con Francia. Siendo así, en 1900, el gobierno
    francés aceptó llevar a cabo un principio de
    descentralización a favor de los colonos
    reformando el sistema de las
    competencias
    separadas y fundiendo en las llamadas Delegaciones Financieras
    con las funciones de las
    Asambleas Consultivas en el área de los impuestos. Para
    los colonos Argelia era Francia. Por eso, si bien excluía
    de cualquier derecho a los indígenas, no era incompatible,
    sino que debía incluso fomentarla con una autonomía
    cada vez mayor. En todo este proceso, la
    opinión de los argelinos tenía que adaptarse a una
    doble oposición entre el poder colonial francés y
    la pretención de los colonos de ser destinatarios
    virtuales de la política liberal del gobierno de
    París.

    El final de este período de acomodamiento
    coincidente con la pacificación y con la afluencia de los
    colonos, fue la ley del 19 de
    diciembre de 1900, que otorgó a Argelia personalidad
    jurídica, separando su presupuesto de
    los de Francia. En éste contexto, las Delegaciones de
    Hacienda instituidas en 1898 se transformaron en asambleas
    deliberantes que defendieron los intereses de los europeos
    residentes. Esta aparente descentralización es contraria a la idea
    asimilatoria del colonialismo francés. Argelia no escapaba
    como colonia a la cultura
    francesa y a la política de Francia. La asimilación
    se llevó a cabo a través de la mediación de
    los colonos residentes en el país norteafricano, a favor
    de los cuales debían entenderse todas las concesiones.
    "Ningún pueblo como el argelino ha padecido con más
    violencia, en
    todas sus consecuencias, este proceso de
    desposesión y alienación"().

    Argelia arremetió contra todas las estructuras
    capaces de unir a la sociedad
    argelina. El velo había sido concebido como símbolo
    del código de la mujer
    argelina, sin embargo, el proceso de
    asimilación-alienación en los años de
    colonialismo se operó en dos sectores: el de la
    común fe islámica, y el régimen de los
    bienes
    raíces como elemento esencial de la producción de la sociedad
    árabe argelina.

    La organización religiosa constituía un
    punto vulnerable de la sociedad
    argelina. A partir de 1830, Francia concede a la
    administración colonial poderes de supervisión sobre la vida del Islam,
    confiscando los bienes
    inmuebles de las hermandades y legislando prácticamente
    toda la actividad religiosa.

    La sociedad
    árabe – argelina se regía sobre la tierra,
    sobre el trabajo en
    el ámbito tribal , o sobre la simple vida en común.
    El colonialismo actuó contra la indivisión
    (destinada a defender la integridad del patrimonio
    contra el excesivo fraccionamiento, las incursiones extranjeras y
    la absorción de las pequeñas parcelas por los
    grandes latifundios). Ninguna medida económica a favor de
    los árabes ha podido compensar la crisis
    provocada por la pérdida de las mejores tierras de cultivo
    y por el continuo repliegue hacia las zonas semidesérticas
    del Sur.() Marcel Egretaud, un historiador marxista, dice que las
    mayores consecuencias fueron catastróficas para el pueblo
    argelino, porque no se trataba de un cambio
    revolucionario parangonable con la destrucción, por parte
    de la burguesía, del orden feudal en Europa.

    Para hacer frente a las exigencias de la corriente
    inmigratoria, las primeras confiscaciones se adoptaron en
    perjuicio de los dominios del rey; siguió la
    transformación de los bienes de las
    organizaciones
    musulmanas, en bienes del
    patrimonio
    nacional. Con las ordenanzas de 1844 y 1846 se prescribir paso a
    los bienes del
    patrimonio
    nacional de todas las tierras incultas y de aquellas de las que
    los indígenas no pudieran presentar documentos de
    propiedad
    anteriores a la conquista francesa. Estas medidas se mostraron
    insuficientes ante el plan de
    repoblación a gran escala de la
    Segunda República y se promulgó la ley del 16 de
    junio de 1851, conocida como Carta de
    propiedades rústicas de Argelia, que aseguró al
    dominio
    estatal una parte de las tierras triviales. La carta, con el
    pretexto de proteger y garantizar la propiedad
    indígena, proclamaba la inviolabilidad de los derechos de las propiedades
    individuales o triviales, prohibía todo acto de
    enajenación sobre las tierras de las tribus y aseguraba al
    Estado una
    especie de derecho de prelación y de compraventa sobre las
    mismas. Otras leyes se
    promulgaron en 1871 y 1878.

    No es una casualidad que el centro de la resistencia
    durante todos los años de la conquista fuese el mundo
    rural. Ni la reacción se limitó a la simple defensa
    de los bienes, porque de aquella defensa se desprendía
    lógicamente un esfuerzo unitario con un preciso alcance
    político. Esta destrucción sistemática,
    determina una resistencia
    dotada por primera vez de los caracteres de unidad nacional.
    Sostenida por la espontánea revuelta del pueblo argelino,
    instintivamente nacionalista y patriótico, toda esta fase
    merece la clasificación de "revolucionaria".

    El balance final de la colonización no deja dudas
    sobre su significado para la sociedad
    argelina. La nación argelina había desaparecido en
    todos sus valores
    (unidad económica, lengua,
    religión,
    cultura,
    etc.), porque la resistencia
    impidió el asentamiento del colonialismo sobre las bases
    de la dominación indirecta como en Túnez o
    Marruecos. La Argelia de la primera mitad del siglo XIX
    presentaba menos indigencias, más ocasiones de progreso
    con relación a la civilización de la época y
    al movimiento de
    los pueblos líderes, de las que mostró al final del
    mismo siglo, cuando este país, despojado de millones de
    hectáreas de tierra, de sus
    bosques, de sus minas, de su libertad y de
    sus instituciones,
    perdió al mismo tiempo el apoyo
    esencial y el motor de toda
    evolución verdaderamente colectiva(). En
    Argelia se realizó con cuarenta años de conquista
    implacable, una expoliación colosal dirigida a todas las
    fuentes de
    riqueza, el sofocamiento de las libertades y de todas las formas
    de cultura().

    Todos los valores
    tradicionales se fueron desmoronando inevitablemente. La unidad
    política sólo se conservó
    subordinándola a los fines de asimilación de la
    madre patria. La economía colonial
    asumió el puesto del equilibrio
    económico preexistente. Resumiendo, los caracteres de la
    dislocación provocada por la irrupción del
    colonialismo y de la civilización europea, Pierre Bourdieu
    evoca los efectos causados por la desproporcionada permuta de
    sistemas
    culturales, la demografía, las técnicas
    económicas y de la incompatibilidad entre las dos
    civilizaciones. Apresado entre la explotación
    demográfica y el engranaje de la economía monetaria,
    el hombre
    argelino vio debilitarse su identidad y la
    propia estabilidad psicológica y sociológica,
    adquiriendo un espíritu reindivicativo sin precedentes al
    tomar conciencia sobre
    sus necesidades insatisfechas y sobre las desigualdades reveladas
    por la sociedad europea.

    Cualquier manifestación de la presencia francesa,
    expresaba un continuo arraigo en el presente y el futuro
    argelino, que había que interpretar siempre bajo el signo
    de una opresión indefinida (). Gracias a la sociedad
    rural, que reaccionó para eludir el empobrecimiento y su
    desaparición, una razón de continuidad
    sobrevivió a pesar de todo a cualquier violencia, y,
    a través de un proceso
    fatigoso y de difícil apropiación, formulando en
    sus compuestos ideológicos por los evolucionados de las
    ciudades, el objetivo de la
    batalla del nacionalismo
    argelino moderno, sería logrado.

    CONCLUSI"N

    La invasión de Argelia por parte de los Franceses
    fue prolongada y en consecuencia sus efectos sociales,
    políticos y económicos fueron intensos. En primer
    lugar, se produjo una mezcla étnica muy significativa que
    trajo una separación social ajena al esquema europeo; y
    una gran afluencia de blancos franceses que constituyeron una
    minoría provista de un poder económico importante.
    Por otro lado los argelinos sufrieron el proceso de
    asimilación, que implica la supresión de la
    individualidad estatal y cultural del pueblo colonizado;
    situación muy poco favorable para la evolución de un pueblo. Los franceses
    rompieron con el esquema político y establecieron sus
    propias instituciones
    subordinadas a su gobierno. Si bien la administración de
    las colonias era indirecta, el sistema de las competencias
    separadas hacía a Argelia totalmente dependiente de la
    voluntad del Gobierno general.

    Otra cosa importante es que la potencia
    conquistadora y las colonias eran demasiado diferentes pero a su
    vez muy cercanas una de la otra, lo que dificultaba la
    asimilación pero por otro lado aumentaba la
    comunicación entre ellas haciendo mas fuerte el
    vínculo y facilitando la centralización
    política.

     

     

    Autor:

    Salvador Maria Stoppani

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