Conflicto militar que comenzó el 28 de julio de
1914 como un enfrentamiento localizado en el Imperio
Austro-Húngaro y Serbia; se transformó en un
enfrentamiento armado a escala europea
cuando la declaración de guerra
austro-húngara se extendió a Rusia el 1 de agosto
de 1914; y finalmente pasó a ser una guerra mundial,
en la que participaron 32 naciones, finalizada en 1918.
Veintiocho de ellas, denominadas ‘aliadas’ o
‘potencias asociadas’ y entre las que se encontraban
Gran Bretaña, Francia,
Rusia, Italia y Estados Unidos,
lucharon contra la coalición de los llamados Imperios
Centrales, integrada por Alemania,
Austria-Hungría, el Imperio otomano y Bulgaria. La causa
inmediata del inicio de las hostilidades entre
Austria-Hungría y Serbia fue el asesinato del archiduque
Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono
austro-húngaro, cometido en Sarajevo (Bosnia, entonces
parte del Imperio Austro-Húngaro; en la actualidad
Bosnia-Herzegovina) el 28 de junio de 1914 por el nacionalista
serbio Gavrilo Princip. No obstante, las causas profundas del
conflicto
remiten a la historia europea del siglo
XIX, concretamente a las tendencias económicas y políticas
que imperaron en Europa desde
1871, año en el fue fundado y emergió como gran
potencia el II
Imperio Alemán.
Las causas de la guerra
Los verdaderos factores que desencadenaron la
I Guerra Mundial
fueron el intenso espíritu nacionalista que se
extendió por Europa a lo largo
del siglo XIX y comienzos del XX, la rivalidad económica y
política
entre las distintas naciones y el proceso de
militarización y de vertiginosa carrera
armamentística que caracterizó a la sociedad
internacional durante el último tercio del siglo XIX, a
partir de la creación de dos sistemas de
alianzas enfrentadas.
El nacionalismo
La Revolución
Francesa y las Guerras
Napoleónicas habían difundido por la mayor parte
del continente europeo el concepto de
democracia,
extendiéndose así la idea de que las poblaciones
que compartían un origen étnico, una lengua y unos
mismos ideales políticos tenían derecho a formar
estados independientes. Sin embargo, el principio de la
autodeterminación nacional fue totalmente ignorado por las
fuerzas dinásticas y reaccionarias que decidieron el
destino de los asuntos europeos en el Congreso de Viena (1815).
Muchos de los pueblos que deseaban su autonomía quedaron
sometidos a dinastías locales o a otras naciones. Por
ejemplo, los estados alemanes, integrados en la
Confederación Germánica, quedaron divididos en
numerosos ducados, principados y reinos de acuerdo con los
términos del Congreso de Viena; Italia
también fue repartida en varias unidades políticas,
algunas de las cuales estaban bajo control
extranjero; los belgas flamencos y franceses de los Países
Bajos austriacos quedaron supeditados al dominio
holandés por decisión del Congreso. Las
revoluciones y los fuertes movimientos nacionalistas del siglo
XIX consiguieron anular gran parte de las imposiciones
reaccionarias acordadas en Viena. Bélgica obtuvo la
independencia
de los Países Bajos en 1830; la unificación de
Italia fue
culminada en 1861, y la de Alemania en
1871. Sin embargo, los conflictos
nacionalistas seguían sin resolverse en otras áreas
de Europa a
comienzos del siglo XX, lo que provocó tensiones en las
regiones implicadas y entre diversas naciones europeas. Una de
las más importantes corrientes nacionalistas, el
paneslavismo, desempeñó un papel
fundamental en los acontecimientos que precedieron a la guerra.
El imperialismo
El espíritu nacionalista también se puso
de manifiesto en el terreno económico. La Revolución
Industrial, iniciada en Gran Bretaña a finales del
siglo XVIII, en Francia a
comienzos del XIX y en Alemania a
partir de 1870, provocó un gran incremento de productos
manufacturados, por lo que estos países se vieron
obligados a buscar nuevos mercados en el
exterior. El área en la que se desarrolló
principalmente la política europea de
expansión económica fue África, donde los
respectivos intereses coloniales entraron en conflicto con
cierta frecuencia. La rivalidad económica por el dominio del
territorio africano entre Francia,
Alemania y
Gran Bretaña estuvo a punto, desde 1898 hasta 1914, de
provocar una guerra en
Europa en varias
ocasiones.
La expansión militar
Como consecuencia de estas tensiones, las naciones
europeas adoptaron medidas tanto en política interior
como exterior entre 1871 y 1914 que, a su vez, aumentaron el
peligro de un conflicto;
mantuvieron numerosos ejércitos permanentes, que ampliaban
constantemente mediante reclutamientos realizados en tiempo de paz, y
construyeron naves de guerra de
mayor tamaño. Gran Bretaña, influida por el
desarrollo de
la Armada alemana, que se inició en 1900, y por el curso
de la Guerra Ruso-japonesa, modernizó su flota bajo la
dirección del almirante sir John Fisher. El
conflicto
bélico que tuvo lugar entre Rusia y Japón
había demostrado la eficacia del
armamento naval de largo alcance. Los avances en otras
áreas de la tecnología y organización militar estimularon la
constitución de estados mayores capaces de
elaborar planes de movilización y ataque muy precisos,
integrados a menudo en programas que no
podían anularse una vez iniciados.
Los dirigentes de todos los países tomaron
conciencia de que
los crecientes gastos de
armamento desembocarían con el tiempo en
quiebras nacionales o en una guerra; por este motivo se
intentó favorecer el desarme mundial en varias ocasiones,
especialmente en las Conferencias de La Haya de 1899 y 1907. Sin
embargo, la rivalidad internacional había llegado a tal
punto que no fue posible alcanzar ningún acuerdo efectivo
para decidir el desarme internacional.
De forma paralela al proceso
armamentístico, los estados europeos establecieron
alianzas con otras potencias para no quedar aisladas en el caso
de que estallara una guerra. Esta actitud
generó un fenómeno que, en sí mismo,
incrementó enormemente las posibilidades de un conflicto
generalizado: el alineamiento de las grandes potencias europeas
en dos alianzas militares hostiles, la Triple Alianza, formada
por Alemania,
Austria-Hungría e Italia, y la
Triple Entente, integrada por Gran Bretaña, Francia y
Rusia. Los propios cambios que se produjeron en el seno de estas
asociaciones contribuyeron a crear una atmósfera de crisis latente
por la cual el periodo fue denominado de la ‘paz
armada’.
Las crisis
anteriores a la guerra (1905-1914)
Al encontrarse Europa dividida
en dos sistemas de
alianzas hostiles, cualquier alteración de la
situación política o militar en
Europa, África o en cualquier otro lugar provocaría
un incidente internacional. Desde 1905 hasta 1914 tuvieron lugar
varias crisis
internacionales y dos guerras
locales, y todos ellas estuvieron a punto de desencadenar una
guerra general en Europa. El primer conflicto se produjo en
Marruecos, donde Alemania combatió en 1905 y 1906 para
apoyar al país en su lucha por la independencia
y para evitar el dominio del
área por Francia y
España.
Francia amenazó a Alemania con declararle la guerra, pero
el incidente se solucionó finalmente en una conferencia
internacional celebrada en Algeciras (España) en
1906. Los Balcanes fueron el escenario de un nuevo enfrentamiento
en 1908, motivado por la anexión de Bosnia-Herzegovina por
parte de Austria-Hungría. Entre los distintos tipos de
paneslavismo se encontraba el panserbianismo o movimiento
para la creación de una Gran Serbia, uno de cuyos objetivos era
que esta región adquiriera la zona meridional de Bosnia,
por lo que los serbios amenazaron a Austria con declararle la
guerra. No se inició ninguna campaña debido a que
los serbios no podían emprender la lucha sin el apoyo de
Rusia, y ésta no se encontraba en condiciones de
intervenir en la contienda. En 1911 estalló una nueva
crisis en
Marruecos, cuando el gobierno
alemán envió un buque de guerra a Agadir en
protesta por los intentos franceses para conseguir la
supremacía en esta zona. Hubo amenazas de guerra por ambas
partes, pero el conflicto se solventó en la Conferencia de
Agadir. Italia,
aprovechando la preocupación de las grandes potencias por
la cuestión marroquí, declaró la guerra al
Imperio otomano en 1911, con la esperanza de poder
anexionarse la región de Tripolitania, situada al norte de
África. Dado que Alemania se había visto obligada a
entablar relaciones amistosas con el Imperio otomano a causa de
su política
de Drang nach Osten (‘Expansión hacia el
Este’), el ataque de Italia debilitó a la Triple
Alianza y alentó a sus enemigos. Las Guerras
Balcánicas de 1912-1913 aumentaron el interés de
Serbia por obtener el control de las
áreas del Imperio Austro-Húngaro habitadas por
pueblos eslavos, agudizó el recelo del Imperio
Austro-Húngaro hacia los serbios y generó en
Bulgaria y el Imperio otomano un deseo de revancha tras su
derrota en dichos conflictos.
Alemania, irritada por el hecho de que el Imperio otomano hubiera
perdido sus territorios en Europa como consecuencia del conflicto
balcánico, formó un Ejército más
numeroso. Francia respondió con la ampliación del
servicio
militar obligatorio de dos a tres años en tiempo de paz.
Las demás naciones europeas siguieron el ejemplo de estas
potencias y asignaron en 1913 y 1914 enormes cantidades al
presupuesto
destinado a gastos
militares.
Las operaciones
militares
El asesinato del archiduque austriaco tuvo una
repercusión catastrófica en una Europa armada y
desgarrada por las rivalidades nacionales.
Las gestiones diplomáticas
El gobierno
austro-húngaro, que consideraba que el asesinato
había sido obra del movimiento de
la Gran Serbia, decidió suprimir esta agrupación
enviando una expedición militar a Serbia. El 23 de julio,
Austria-Hungría envió un ultimátum a Serbia
que contenía diez condiciones concretas, la mayoría
de las cuales estaban relacionadas con la eliminación de
la propaganda
antiaustriaca en Serbia. Ésta, alentada por Gran
Bretaña y Rusia, aceptó las exigencias
austro-húngaras salvo dos de ellas el 25 de julio, pero
Austria replicó que la respuesta serbia no era
satisfactoria. Los rusos intentaron convencer a Austria para que
modificara los términos exigidos, y declararon que si los
austriacos atacaban Serbia, ellos se movilizarían contra
Austria. El ministro de Asuntos Exteriores británico, sir
Edward Grey, primer vizconde Grey de Fallodon, propuso el 26 de
julio que Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia se
reunieran en una conferencia para
arbitrar en la disputa austro-serbia, pero Alemania
declinó dicha oferta.
Las declaraciones de guerra
Austria declaró la guerra a Serbia el 28 de
julio, ya fuera porque creía que Rusia no llegaría
a unirse a Serbia o porque estaba dispuesta a correr el riesgo de un
conflicto europeo general con tal de poner fin al movimiento
nacionalista serbio. Rusia respondió movilizándose
contra Austria. Alemania advirtió a Rusia de que si
persistía en su actitud le
declararía la guerra, y consiguió que Austria
accediera a discutir con Rusia una posible modificación
del ultimátum enviado a los serbios. No obstante, Alemania
insistió en que los rusos retiraran sus tropas
inmediatamente. Rusia se negó a hacerlo y Alemania le
declaró la guerra el 1 de agosto.
Los franceses comenzaron la movilización de sus
fuerzas ese mismo día; las tropas alemanas cruzaron la
frontera de Luxemburgo el 2 de agosto y Alemania declaró
la guerra a Francia al día siguiente. El día
anterior, el gobierno
alemán había informado al gobierno belga de
su intención de marchar sobre Francia cruzando
Bélgica, a fin de evitar que los franceses utilizaran esta
ruta para atacar Alemania. Las autoridades belgas se negaron a
permitir el paso por su territorio de las tropas alemanas y
recurrieron a los países firmantes del Tratado de 1839
—en el que se garantizaba la neutralidad de Bélgica
en el caso de un conflicto en el que estuvieran implicados Gran
Bretaña, Francia y Alemania— para que se cumpliera
lo establecido en dicho acuerdo. Gran Bretaña, uno de los
países signatarios del Tratado de 1839, envió un
ultimátum a Alemania el 4 de agosto en el que se
exigía que se respetara la neutralidad de Bélgica;
Alemania rechazó la petición y el gobierno
británico le declaró la guerra ese mismo
día. Italia permaneció neutral hasta el 23 de mayo
de 1915, cuando rompió su pacto con la Triple Alianza para
satisfacer sus aspiraciones territoriales y declaró la
guerra a Austria-Hungría. La unidad de los aliados se
fortaleció en septiembre de 1914 a través del Pacto
de Londres, firmado por Francia, Gran Bretaña y Rusia. A
medida que avanzaba la contienda, fueron sumándose al
conflicto países como el Imperio otomano, Japón,
Estados Unidos
y otras naciones del continente americano. Japón, que
había firmado una alianza con Gran Bretaña en 1902,
declaró la guerra a Alemania el 23 de agosto de 1914, y el
6 de abril de 1917 lo hizo Estados
Unidos.
1914-1915: la guerra de
trincheras
Las operaciones
militares comenzaron a desarrollarse en Europa en tres frentes:
el occidental o franco-belga, el oriental o ruso y el meridional
o serbio. El Imperio otomano intervino en noviembre de 1914 como
aliado de los Imperios Centrales, por lo que la lucha se
extendió al estrecho de los Dardanelos y a Mesopotamia. A
finales de 1915 se habían abierto dos nuevos frentes: el
austro-italiano, después de que Italia entrase en la
guerra en apoyo del bando aliado (es decir, el bando enfrentado a
los denominados Imperios Centrales) en mayo de 1915, y el de la
frontera griega situada al norte de Salónica, tras
adherirse en octubre de 1915 Bulgaria a la causa de los Imperios
Centrales.
El frente occidental
El plan inicial de
la estrategia
alemana era derrotar a Francia en el oeste en poco tiempo, mientras
una pequeña parte del Ejército alemán y
todas las fuerzas austro-húngaras contenían la
invasión rusa que se esperaba por el este. Se confiaba en
vencer a Francia rápidamente gracias a la estrategia de la
‘guerra relámpago’ contenida en el Plan Schlieffen,
elaborado por el conde Alfred von Schlieffen, jefe del Estado Mayor
alemán desde 1891 hasta 1907. El proyecto previsto
era el siguiente: las tropas alemanas debían conquistar
Bélgica, rodear a los franceses mediante movimientos
veloces y, a continuación, cambiar de frente y derrotarlos
de forma rápida y contundente. Cuando se aplicó
este plan en el
otoño de 1914 parecía haber sido un éxito.
La veloz incursión de los alemanes a comienzos de agosto
aniquiló al Ejército belga, que abandonó las
plazas fuertes de Lieja y Namur y se refugió en la
fortaleza de Amberes. Las tropas alemanas, que avanzaban a gran
velocidad,
derrotaron a los franceses en Charleroi y a la Fuerza
Expedicionaria británica en Mons, lo que provocó la
retirada de Bélgica de toda la línea aliada. Al
mismo tiempo, los
alemanes expulsaron a los franceses de Lorena, que había
sido invadida, y les obligaron a retirarse de la frontera de
Luxemburgo. Los contingentes británicos y franceses no
tardaron en retroceder hasta el río Marne, pero tres
ejércitos alemanes se dirigieron rápidamente hacia
su posición, por lo que tuvieron que cruzarlo. La
caída de la capital
francesa parecía tan inminente que el gobierno galo se
trasladó a Burdeos. Sin embargo, una vez que los alemanes
habían atravesado el Marne, los franceses, dirigidos por
el general Joseph Joffre, rodearon París y atacaron al I
Ejército alemán, mandado por el general Alexander
von Kluck, situado a la derecha de los tres ejércitos que
avanzaban hacia la capital
francesa.
En la primera batalla del Marne, que se
desarrolló desde el 6 hasta el 9 de septiembre, los
franceses consiguieron detener al ejército de Kluck, que
se había distanciado de las otras dos fuerzas alemanas y
no pudo recibir refuerzos. Además, los alemanes
habían perdido una parte de sus tropas el 25 de agosto,
cuando el general Helmuth Johan von Moltke, jefe del Estado Mayor
alemán, pensando que ya se había alcanzado la
victoria en el frente occidental, envió seis de estas
unidades al oriental. La presión francesa sobre el flanco
derecho alemán obligó al ejército de Kluck a
retirarse, y posteriormente todas las fuerzas alemanas
retrocedieron hasta el río Aisne. Los franceses avanzaron
e intentaron expulsar a los alemanes del territorio
próximo a dicho río, lo que provocó las
batallas del Aisne, del Somme y la de Arras. Sin embargo, no les
fue posible desalojar a los alemanes de esta posición y
éstos extendieron sus líneas por el este hacia el
Mosa, al norte de Verdún. Ambos contendientes intentaron
entonces alcanzar el mar del Norte, donde se encontraban los
puertos del canal. Los alemanes no pudieron alcanzarlo debido a
que los belgas habían inundado la región del
río Yser. La parte occidental de las líneas aliadas
estaba ocupada por los británicos, que se hallaban ya en
Ypres (situado en el extremo suroccidental de Bélgica) en
la carrera hacia el Canal. Los alemanes, después de tomar
Amberes el 10 de octubre, intentaron atravesar las posiciones de
los británicos en Bélgica, pero no pudieron cumplir
su objetivo tras
las denominadas batallas de Flandes. En diciembre, los aliados
lanzaron una serie de ofensivas a lo largo de todo el frente,
desde Niewpoort por el oeste hasta Verdún en el este, pero
no consiguieron conquistas territoriales
significativas.
A finales de 1914, ambos bandos se encontraban
atrincherados en sendas líneas que se extendían a
lo largo de 800 kilómetros, desde Suiza hasta el mar del
Norte. Apenas se produjeron cambios en este frente durante casi
tres años.
Las batallas de Flandes representaron el final de la
guerra de movimientos en el frente occidental. Desde finales de
1914 hasta casi el final de la contienda, ésta se
convirtió en una guerra de trincheras o de
‘desgaste’. El frente estaba formado por numerosas
líneas paralelas de trincheras comunicadas y protegidas
por alambres de púas y cada bando intentaba atravesar las
líneas enemigas esporádicamente. Los
británicos intentaron romper el frente enemigo en marzo de
1915, pero sólo capturaron la línea delantera de
los alemanes. Éstos lanzaron un asalto fallido sobre Ypres
en el mes de abril empleando gas de cloro;
ésta fue la primera vez que la guerra química se practicaba
a gran escala. La
ofensiva conjunta lanzada por los británicos y franceses a
lo largo del frente situado entre Neuve Chapelle y Arras en mayo
y junio permitió que sus tropas avanzaran 4 km en el
sistema de
trincheras alemán, pero no se consiguió
atravesarlo. Los británicos asediaron en varias ocasiones
la ciudad de Lens durante el mes de septiembre, mientras los
franceses atacaban la cresta de Vimy. Ese mismo mes, los
franceses lanzaron un asalto a gran escala sobre un
frente que se extendía desde Reims hasta la región
boscosa de Argonne y consiguieron tomar la primera línea
de trincheras alemanas, pero no pudieron avanzar hasta la
segunda. En términos generales, puede decirse que durante
1915 no se produjo ninguna modificación en las posiciones
establecidas a finales de 1914.
El frente oriental
Los rusos asumieron la ofensiva en el frente oriental
desde el comienzo de la guerra, de acuerdo con los planes de los
aliados. En agosto de 1914, dos ejércitos rusos se
adentraron en Prusia oriental y otros cuatro ejércitos
invadieron la provincia austriaca de Galitzia. Tras una serie de
victorias rusas, la evacuación de Prusia oriental
parecía inminente; sin embargo, las tropas de refuerzo
alemanas, dirigidas por el general Paul von Hindenburg,
derrotaron definitivamente a los rusos en la batalla de
Tannenberg, librada del 26 al 30 de agosto de 1914. Los cuatro
ejércitos rusos que habían invadido territorio
austriaco avanzaron incesantemente a través de Galitzia;
conquistaron Przemysl y Bucovina, y se encontraban en
situación de adentrarse en Hungría a finales de
marzo de 1915. No obstante, una fuerza
conjunta austro-alemana les hizo retirarse de la cordillera de
los Cárpatos. En mayo, los ejércitos
austro-alemanes iniciaron una gran ofensiva en la zona central de
Polonia; hacia septiembre de 1915, habían conseguido
expulsar a los rusos de Polonia y Lituania y tomado todas las
fortalezas fronterizas de Rusia. Los rusos abandonaron Galitzia
para hacer frente a la ofensiva; cuando ésta cesó,
las líneas rusas se encontraban detrás del
río Dvina, entre Riga y Daugavpils, y los alemanes se
dirigieron hacia el río Dniéster. Aunque los
Imperios Centrales no realizaron ninguna operación
decisiva en el frente oriental entre 1914 y 1915, Rusia
había perdido tantos hombres y tal cantidad de suministros
que a partir de ese momento no pudo emprender acciones
importantes. Este frente fue el escenario de notables combates
durante 1914 y 1915, librados concretamente en la región
de Masuria, entre los que destacan la primera (del 7 al 14 de
septiembre de 1914) y la segunda (del 7 al 21 de febrero de 1915)
batallas de los Lagos Masurios; ambas concluyeron con la victoria
de los alemanes.
La guerra en Serbia
Los austriacos invadieron Serbia en tres ocasiones a lo
largo de 1914 y fueron rechazados en todas ellas. El frente
permaneció estabilizado hasta octubre de 1915, fecha en la
que tropas británicas y francesas llegaron a
Salónica gracias a un acuerdo establecido con el gobierno
de Grecia, que se
mantenía neutral; los aliados se anticiparon así a
la entrada en el conflicto de Bulgaria en apoyo de los Imperios
Centrales; su propósito era ayudar a Serbia, que
sería el objetivo del
ataque búlgaro. Cuando Bulgaria declaró la guerra a
Serbia el 14 de octubre de 1915, las fuerzas aliadas se
internaron en Serbia. Los búlgaros derrotaron al
Ejército serbio y también a los británicos y
franceses procedentes de Salónica. Asimismo, el 6 de
octubre, las tropas austro-alemanas, dirigidas por el general
August von Mackensen, lanzaron un fuerte ataque sobre Serbia
desde Austria-Hungría. A finales de 1915, los Imperios
Centrales habían conquistado toda Serbia; las tropas
serbias supervivientes se refugiaron en Montenegro, Albania y en
la isla griega de Corfú, ocupada por los franceses en
enero de 1916. Las tropas británicas y francesas que se
encontraban en Serbia se retiraron a Salónica,
posición en la que permanecieron preparados para nuevas
acciones.
El frente otomano
El Imperio otomano entró en la guerra el 29 de
octubre de 1914, fecha en la que sus naves colaboraron con las
alemanas en el bombardeo naval de los puertos rusos del mar
Negro; Rusia le declaró la guerra oficialmente el 2 de
noviembre, y Gran Bretaña y Francia lo hicieron a su vez
el 5 de noviembre. Los turcos (otomanos) comenzaron la
invasión de la zona rusa de la cordillera del
Cáucaso en diciembre, pero el escaso territorio que
conquistaron se vio reducido considerablemente en agosto de 1915.
No obstante, la presión turca en esta región
había obligado al gobierno ruso a solicitar a comienzos de
1915 que los británicos llevaran a cabo una maniobra de
distracción en el estrecho de los Dardanelos. En
respuesta, la fuerza naval
británica, capitaneada por el general sir Ian Hamilton
bombardeó los fuertes turcos de los Estrechos en febrero
de ese año, y entre abril y agosto se produjeron dos
desembarcos de tropas aliadas en la península de
Gallípoli; el primero, efectuado en abril, fue llevado a
cabo por tropas británicas, australianas y francesas; en
agosto acudieron más divisiones británicas. El
objetivo de
los aliados era conquistar los Dardanelos; sin embargo, la
campaña de Gallípoli resultó un completo
fracaso para las tropas aliadas, que en diciembre de 1915 y enero
de 1916 se retiraron.
Mientras tanto, las fuerzas británicas de la
India
derrotaron a los turcos en varias batallas libradas en el valle
de Mesopotamia
durante 1914 y 1915, especialmente en la de Kutal-’Amara;
pero los turcos frenaron el avance de los británicos hacia
Bagdad con la batalla de Ctesifonte y les obligaron a retirarse a
Kutal-’Amara en noviembre de 1915. Las tropas otomanas
sitiaron esta ciudad el 7 de diciembre.
El frente italiano
Italia declaró la guerra a Austria-Hungría
el 23 de mayo de 1915. Los principales enfrentamientos militares
que tuvieron lugar en el frente austro-italiano durante ese
año fueron cuatro batallas libradas entre sus respectivos
ejércitos en el río Isonzo. El objetivo de
los ataques italianos era romper las líneas austriacas y
conquistar Trieste.
1916: continuación del
estancamiento
El triunfo obtenido por los alemanes en 1915 al
conseguir que los rusos retrocedieran en Prusia oriental,
Galitzia y Polonia les permitió centrar sus operaciones en el
frente occidental para intentar concluir en 1916 la
campaña en esta zona.
Verdún y el Somme
El plan de los
alemanes, concebido por Erich von Falkenhayn, jefe del Estado Mayor
del Ejército alemán, era lanzar un ataque sobre
Verdún para conseguir debilitar a las derrotadas fuerzas
de los franceses causando el mayor número de bajas
posible. El plan de los
aliados en 1916, establecido por el mariscal del Ejército
francés, Joseph Joffre, y el general del Ejército
británico sir Douglas Haig, consistía en intentar
romper las líneas de los alemanes en el oeste mediante una
ofensiva masiva en la región del río Somme. Los
alemanes iniciaron la batalla de Verdún el 21 de febrero;
tras una lucha encarnizada, tomaron los fuertes de Douaumont (25
de febrero), Vaux (2 de junio) y Thiaumont (23 de junio), pero no
lograron conquistar Verdún gracias a la defensa que de
esta ciudad hizo el general Henri Philippe Pétain. Debido
a las numerosas bajas sufridas en la batalla, los franceses
redujeron su aportación a la ofensiva aliada del Somme,
que comenzó el 1 de julio y se prolongó hasta
mediados de noviembre, y cuya responsabilidad recayó sobre los
británicos. En la batalla del Somme, los británicos
utilizaron por primera vez carros de combate modernos en el
ataque lanzado sobre Courcelette el 15 de septiembre. Los
franceses emprendieron un contraataque sobre Verdún en
octubre y reconquistaron los fuertes de Douaumont y Vaux (2 de
noviembre), restableciendo la situación existente antes de
febrero. Hindenburg destituyó a Falkenhayn como jefe del
Estado Mayor
alemán y nombró a Erich Ludendorff en agosto. El
general Robert Georges Nivelle reemplazó a Joffre como
comandante general de los ejércitos franceses del Norte y
del Noreste en el mes de diciembre.
Las bajas de los rusos y la derrota de los
rumanos
Por lo que respecta a la situación del frente
oriental en 1916, los rusos lanzaron una ofensiva sobre la
región del lago Narocz, al Noreste de Vilna. Esta
acción, cuyo propósito era obligar a los alemanes a
trasladar sus tropas de Verdún a la región del lago
Narocz, fracasó estrepitosamente. La operación que
emprendieron en junio resultó más satisfactoria.
Los italianos solicitaron que se llevara a cabo alguna
acción para aliviar la presión de la ofensiva
austriaca en la región de Trentino-Alto Adigio; los rusos,
en respuesta a su petición, atacaron a los austriacos en
un frente que se extendía desde el sur de Pinsk hasta
Chernovtsi. Hacia el mes de septiembre, cuando los numerosos
refuerzos alemanes procedentes del frente occidental detuvieron
el avance de los rusos, éstos habían hecho
retroceder unos 65 km a las tropas austro-alemanas a lo
largo de todo el frente y habían capturado alrededor de
500.000 prisioneros. Pese a no conseguir tomar sus principales
objetivos, las
ciudades de Kovel y Lvov, el ataque ruso persuadió a
Rumania para intervenir en la guerra en apoyo del bando aliado
(27 de agosto de 1916). Rumania lanzó inmediatamente una
invasión sobre la provincia austro-húngara de
Transilvania (agosto y septiembre), pero las fuerzas
austro-alemanas expulsaron a los rumanos de la región.
Estas tropas, junto con soldados búlgaros y turcos,
invadieron Rumania (noviembre y diciembre), que a mediados de
enero de 1917 había sido completamente conquistada, con lo
que los Imperios Centrales se habían asegurado importantes
reservas de trigo y petróleo.
Italia y los Balcanes
La actividad en el frente italiano durante 1916 se
centró en la quinta batalla del río Isonzo y en la
ofensiva austriaca en el Trentino, cuyo objetivo era
llegar hasta la retaguardia de la posición italiana en el
Isonzo. Los austriacos conquistaron un territorio considerable en
el Trentino, pero la contraofensiva de los italianos les
permitió recuperar la mayor parte del terreno cedido.
Desde agosto a noviembre tuvieron lugar cuatro nuevas batallas en
el Isonzo, de las que sólo cabe destacar la conquista de
Gorizia por parte de los italianos el 9 de agosto.
En los Balcanes, las potencias aliadas interfirieron en
la vida política de Grecia durante
1916 alegando que el gobierno griego, dirigido por el rey
Constantino I, favorecía a los Imperios Centrales a pesar
de su declarada neutralidad. La intervención de los
aliados provocó el establecimiento de un gobierno
provisional en Salónica (29 de septiembre), presidido por
Eleuterios Venizelos, que declaró la guerra a Alemania y
Bulgaria el 3 de noviembre. El rey Constantino seguía
ejerciendo el poder en
Atenas y gran parte de Grecia, lo que
generó conflictos con
los aliados, que recurrieron al bloqueo de Grecia. Gran
Bretaña reconoció oficialmente al gobierno
provisional griego el 19 de diciembre.
Se produjeron dos contiendas en los Balcanes durante
1916. En agosto el Ejército serbio, reorganizado en
Corfú, se trasladó a Salónica, donde se
unió a las tropas rusas e italianas para lanzar una
ofensiva conjunta contra las fuerzas búlgaras y alemanas.
Tras las primeras victorias, se vieron obligados a retroceder
debido a un fuerte contraataque. Los aliados lanzaron una
ofensiva a gran escala sobre
Macedonia a principios de
octubre; sus tropas capturaron Monastir (en la actualidad Bitola)
el 19 de noviembre y llegaron hasta el lago Ohrid (situado en la
frontera entre Albania y Macedonia) a mediados de
diciembre.
Los dominios otomanos
Durante 1916 se desplegó una considerable
actividad militar en tres zonas del Imperio otomano: Mesopotamia,
Arabia y Palestina. En Mesopotamia, la
ciudad sitiada de Kutal-’Amara fue tomada por los turcos el
29 de abril de 1916 y en febrero de 1917 los británicos la
reconquistaron. En Arabia, Husayn ibn Ali, jerife de La Meca,
dirigió junto con su hijo, Abdullah ibn Husayn, la
rebelión del Hiyaz (en la actualidad Arabia Saudí)
contra el dominio otomano
en junio de 1916. Husayn ibn Ali contó con la ayuda de los
británicos, que le reconocieron como rey del Hiyaz en
diciembre de 1916. A fin de favorecer la revuelta árabe,
los ingleses destacados en Egipto
comenzaron a avanzar hacia la península del Sinaí y
Palestina, y a principios de
enero de 1917 habían conquistado varias
fortificaciones.
Los intentos de negociación
En 1916, Thomas Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos,
país que en esos momentos era una potencia neutral,
intentó que las naciones beligerantes entablaran
negociaciones que condujeran a la paz. Como resultado de sus
esfuerzos, el gobierno alemán comunicó a Estados Unidos en
el mes de diciembre que los Imperios Centrales estaban dispuestos
a iniciar las negociaciones de paz. Cuando Estados Unidos
informó de esta noticia a los aliados, Gran Bretaña
rechazó la oferta:
Alemania no había establecido cláusulas concretas
para la paz y en esos momentos Rumania acababa de ser conquistada
por los Imperios Centrales, por lo que no era de esperar que
éstos aceptaran unos términos razonables.
Finalmente, Wilson consiguió que cada uno de los bandos
comunicara sus peticiones concretas, pero éstas resultaron
ser irreconciliables.
1917: la entrada de Estados Unidos y la retirada
de Rusia
La política de neutralidad estadounidense
quedó modificada cuando Alemania anunció en enero
de 1917 que a partir del 1 de febrero recurriría a la
guerra submarina sin restricciones contra la flota
británica y todas las embarcaciones que se dirigieran a
esta nación. Los expertos civiles y militares alemanes
habían calculado que esta estrategia
provocaría la derrota de Gran Bretaña en seis
meses. Estados Unidos ya había expresado su fuerte
oposición a la guerra submarina sin restricciones porque
violaba sus derechos como potencia neutral,
e incluso había amenazado a Alemania con la ruptura de
relaciones diplomáticas si se llegaba a aplicar esta
estrategia, de
manera que interrumpió sus gestiones en favor de la paz.
El 3 de febrero, Estados Unidos rompió relaciones
diplomáticas con Alemania; varias naciones
latinoamericanas, entre ellas Perú, Bolivia y
Brasil,
secundaron esta acción. Estados Unidos declaró la
guerra a Alemania el 6 de abril.
Batallas de Arras e Ypres
En 1917 los aliados lanzaron dos ofensivas a gran
escala para
romper las líneas alemanas en el frente occidental. El
primer intento tuvo lugar cerca de Arras entre el 9 de abril y el
21 de mayo. Mientras los altos mandos británico y
francés planeaban la estrategia, los
alemanes se retiraron de la línea del Aisne y se
trasladaron a la denominada Línea Hindenburg, contra la
que los aliados dirigieron su ataque. En esta operación se
libraron la tercera batalla de Arras y fuertes enfrentamientos en
el Aisne y en la región de Champaña, que
concluyeron con pequeñas conquistas por parte de los
franceses, pero a costa de tal número de bajas que
provocó el amotinamiento de las tropas. Tras el fracaso de
esta acción, el general Nivelle fue reemplazado por el
general Henri Philippe Pétain el 15 de mayo.
La segunda gran ofensiva comenzó en junio, cuando
la Fuerza
Expedicionaria británica mandada por Haig intentó
atravesar el flanco derecho de las posiciones alemanas en
Flandes. La batalla de Messines y la tercera batalla de Ypres
concluyeron sin ningún progreso para los
aliados.
El empleo de los
carros de combate
Entre los ataques que emprendieron los aliados en el
frente occidental durante 1917 destaca una batalla en
Verdún, en la que los franceses consiguieron recuperar los
territorios que habían perdido en los años
anteriores, y la batalla de Cambrai (del 20 de noviembre
al 3 de diciembre), en la que los británicos atacaron con
400 tanques. Ésta fue la primera acción de la
historia militar
en la que se utilizaron carros de combate a gran escala, y pudo
haber concluido con la ruptura de las líneas enemigas de
no ser por la falta de reservas de los atacantes, lo que
provocó que los alemanes terminaran reconquistando el
territorio cedido a los británicos.
Tras su entrada en la guerra el 17 de abril, Estados
Unidos trasladó a Europa la denominada Fuerza
Expedicionaria Estadounidense (AEF), al frente de la cual se
encontraba el general John Pershing. Hacia junio de 1917,
más de 175.000 soldados estadounidenses estaban
adiestrándose en Francia, y una división se
encontraba ya en las líneas del sector aliado
próximo a Belfort; las tropas de la AEF contaban en
noviembre de 1918 casi con dos millones de hombres.
La guerra submarina
Durante 1917 la guerra submarina alemana fracasó
en su intento de provocar la rendición de Gran
Bretaña mediante la destrucción de la flota aliada,
de la que los británicos dependían para la
obtención de alimentos y
suministros. La campaña submarina alemana parecía
eficaz en sus comienzos; hacia finales de 1916 los alemanes
hundían mensualmente alrededor de 300 toneladas de
embarcaciones británicas y aliadas en el Atlántico
norte; la cifra ascendió a 875.000 toneladas en el mes de
abril, por lo que los alemanes estaban seguros de
conseguir la victoria en breve. Sin embargo, Gran Bretaña
consiguió, desde el verano, restar eficacia a la
estrategia alemana siguiendo varios métodos:
adoptó un sistema de
convoyes en el que las flotas mercantes eran protegidas por
destructores y cazasubmarinos, utilizó hidroaviones para
detectar a los submarinos y empleó cargas de profundidad
para destruirlos. Al llegar el otoño, los alemanes
comenzaron a perder numerosos submarinos, a pesar de que
seguían hundiéndose una gran cantidad de barcos
aliados. A su vez, las naciones aliadas, especialmente Estados
Unidos, construían rápidamente nuevas
embarcaciones. El intento alemán de poner fin al conflicto
a través de la guerra submarina había
fracasado.
La retirada de Rusia
En marzo de 1917 la primera fase de la Revolución
Rusa culminó con el establecimiento de un gobierno
provisional y la abdicación del zar Nicolás II. El
nuevo régimen prosiguió con la guerra; en julio las
tropas rusas, al frente de las cuales se encontraba el general
Alexéi Alexéievich Brusílov, avanzaron con
cierto éxito en el frente de Galitzia, pero posteriormente
perdieron gran parte del territorio conquistado. En septiembre
los alemanes tomaron Riga, defendida por las fuerzas rusas del
general Lavr Gueórguievich Kornílov, y un mes
más tarde ocuparon la mayor parte de Letonia y un gran
número de islas rusas del mar Báltico. Uno de los
puntos programáticos del partido bolchevique, que
tomó el poder el 7 de
noviembre, era la retirada de Rusia del conflicto; el 20 de noviembre
el nuevo gobierno ofreció a Alemania la suspensión
de las hostilidades. Los representantes de Rusia, Austria y
Alemania firmaron el armisticio el 15 de diciembre, con lo que
cesó la lucha en el frente oriental.
Las derrotas italianas
Los aliados sufrieron varios reveses en el frente
italiano en 1917. Durante los ocho primeros meses del año,
las fuerzas italianas dirigidas por el general Luigi Cadorna
siguieron intentando franquear las líneas austriacas
establecidas en el río Isonzo para llegar a Trieste, pero
sus esfuerzos, tras la décima y la undécima batalla
de Isonzo, fracasaron. Lo más destacable de los
últimos meses del año fue la firme ofensiva
austro-alemana iniciada en el curso alto del Isonzo, cerca de la
ciudad de Caporetto, por la que las fuerzas italianas se vieron
obligadas a retirarse a sus posiciones del río Piave. La
batalla de Caporetto resultó trágica para las
tropas italianas; refuerzos británicos y franceses
llegaron en su auxilio en el mes de noviembre y el nuevo
comandante general italiano, el general Armando Diaz,
reemplazó al general Cadorna.
La entrada de Grecia en la
guerra
Por lo que respecta a la actividad en el frente de los
Balcanes durante 1917, los aliados libraron diversos
enfrentamientos en Monastir, en el lago Presba y en el río
Vardar que concluyeron sin la victoria de ningún bando;
intentaron expulsar al rey griego Constantino I, alegando que su
colaboración con los Imperios Centrales impedía a
los aliados culminar con éxito las operaciones de la
región de los Balcanes. Los aliados comenzaron la
invasión de Grecia en el mes de junio y presionaron al
monarca griego por medios
diplomáticos para conseguir su abdicación.
Éste renunció a la corona el 12 de junio; Venizelos
se convirtió en presidente del gobierno formado bajo la
autoridad de
Alejandro, hijo de Constantino. Tras estas transformaciones
internas, Grecia declaró la guerra a los Imperios
Centrales el 27 de junio.
Oriente Próximo
Los británicos intentaron conquistar Gaza
(Palestina) en dos ocasiones (marzo y abril) durante 1917.
Dirigidos por el general Edmund Allenby, los británicos
atravesaron las líneas turcas en Beersheba (noviembre),
obligándoles a evacuar Gaza; el 9 de diciembre las tropas
de Allenby tomaron Jerusalén. Fue también en ese
año cuando el coronel británico Thomas Edward
Lawrence (más conocido como Lawrence de Arabia),
dirigió la rebelión árabe contra los turcos;
tras tomar la ciudad turca de al-Aqaba en julio, sus tropas
llevaron a cabo numerosos asaltos en la red ferroviaria del Hiyaz
durante el resto del año. También vencieron los
británicos en Mesopotamia;
conquistaron Bagdad en marzo, y hacia septiembre habían
avanzado hasta Ramadi, a orillas del río Éufrates,
y Tikrit, a orillas del Tigris.
1918: el año final
Los primeros meses de 1918 no resultaron favorables para
las potencias aliadas. Rusia firmó el 3 de marzo la Paz de
Brest-Litovsk, por la que se ponía fin oficialmente a la
guerra entre esta nación y los Imperios Centrales; el 7 de
mayo Rumania firmó el Tratado de Bucarest, según el
cual debía ceder la región de Dobrudja a Bulgaria,
los pasos de la cordillera de los Cárpatos a
Austria-Hungría y conceder a Alemania un arrendamiento a
largo plazo de los pozos de petróleo
rumanos.
La retirada de Bulgaria y
Austria-Hungría
Sin embargo, el resultado de la lucha en el frente de
los Balcanes durante 1918 fue catastrófico para los
Imperios Centrales. Una fuerza de unos 700.000 soldados aliados,
compuesta por franceses, británicos, griegos, serbios e
italianos, comenzó una ofensiva a gran escala contra las
tropas alemanas, austriacas y búlgaras en Serbia. El
éxito del ataque fue tal que a finales de mes los
búlgaros estaban completamente derrotados y firmaron un
armisticio con los aliados. Rumania volvió a intervenir en
el conflicto en noviembre en favor de la causa aliada, apoyada
por las tropas aliadas que habían entrado en el
país tras la capitulación de Bulgaria. Los soldados
serbios del Ejército aliado continuaron avanzando
después de que se firmara la tregua con los
búlgaros y ocuparon Belgrado el 1 de noviembre; el
Ejército italiano invadió y ocupó
Albania.
Tras una fallida ofensiva austriaca sobre el Piave, los
aliados obtuvieron la victoria definitiva en el frente italiano
durante octubre y noviembre, cuando derrotaron a los austriacos
en la batalla de Vittorio Veneto (del 24 de octubre al 4 de
noviembre). Los italianos tomaron finalmente Trieste el 3 de
noviembre y ocuparon Fiume (actual Rijeka) el 5 de noviembre. La
conmoción de la derrota provocó alzamientos
revolucionarios en el Imperio Austro-Húngaro. Los checos y
los eslovacos ya habían constituido en octubre un Estado
independiente, Checoslovaquia; los eslavos del Sur proclamaron su
independencia
en octubre y fundaron en diciembre el Reino de los Serbios,
Croatas y Eslovenos, que más tarde pasaría a
denominarse Yugoslavia (en la actualidad Croacia, Eslovenia,
Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Yugoslavia). Los húngaros
establecieron un gobierno independiente en noviembre. Las
autoridades austro-húngaras establecidas en Viena firmaron
un armisticio con los aliados el 3 de noviembre y Carlos I, el
último emperador de los Habsburgo, abdicó
días después; al día siguiente se
proclamó la República de Austria.
La retirada de Turquía
Los aliados también pusieron fin a la guerra en
el frente turco de forma satisfactoria en 1918. Las fuerzas
británicas rompieron las líneas turcas en Megiddo y
derrotaron a los destacamentos alemanes que las apoyaban en el
mes de septiembre; los británicos, después de
unirse a las tropas árabes lideradas por Lawrence, tomaron
Líbano y Siria. En octubre conquistaron Damasco, Alepo y
otros puntos estratégicos; a su vez, la Marina francesa
ocupó Beirut y el gobierno otomano solicitó un
armisticio que se firmó el 30 de octubre. Según las
condiciones establecidas, el Imperio otomano debía retirar
sus ejércitos, romper relaciones con los Imperios
Centrales y permitir a los buques de guerra aliados cruzar el
estrecho de los Dardanelos.
El último esfuerzo de los
alemanes
A pesar de las victorias de los alemanes sobre los rusos
y los rumanos en 1917, los aliados formularon unos objetivos de
guerra a comienzos de 1918 radicalmente opuestos a los expresados
por los Imperios Centrales. La política de
pacificación del presidente estadounidense Wilson
comprendía catorce puntos cuyo objetivo era alcanzar una
paz justa e indujo a los Imperios Centrales a cesar las
hostilidades algunos meses después. A comienzos de 1918,
los alemanes decidieron llevar a cabo un esfuerzo supremo en la
primavera de ese año para romper las líneas aliadas
en el frente occidental y llegar así hasta París.
Esta poderosa ofensiva, que comenzó el 21 de marzo, fue
dirigida contra el frente británico situado al sur de
Arras. El temor a que los alemanes consiguieran atravesar las
líneas aliadas se fue extendiendo debido al éxito
de la ofensiva durante la primera semana; por este motivo, los
aliados encargaron al general Ferdinand Foch la
coordinación de las operaciones
aliadas, nombrándole comandante general de los
ejércitos aliados en Francia —formados por
franceses, belgas, británicos y estadounidenses— al
mes siguiente. De abril a junio los alemanes emprendieron un
segundo avance, lo que les permitió llegar hasta un punto
del Marne que se hallaba tan sólo a 60 km de
París, pero las tropas francesas y la II División
estadounidense detuvieron el avance alemán en la batalla
de Château-Thierry (4 de junio) y la fuerza de la ofensiva
alemana decayó enormemente a mediados de julio. Pese al
avance logrado en la segunda batalla del Marne, sus progresos se
vieron frenados inmediatamente por las tropas francesas y
estadounidenses. El general Foch, que advirtió que la
ofensiva alemana carecía de fuerza, ordenó un
contraataque el 18 de julio. Los alemanes se vieron obligados a
replegarse sobre el Marne y los aliados tomaron la iniciativa en
el frente occidental y siguieron en esta línea hasta que
concluyó el conflicto.
El final de la guerra en Europa
Los aliados emprendieron una ofensiva sobre las
líneas alemanas establecidas en Amiens (del 8 al 11 de
agosto); los alemanes se rindieron tres meses después. Las
fuerzas británicas y francesas ganaron la segunda batalla
del Somme y la quinta batalla de Arras durante la última
semana de agosto y los primeros días de septiembre, e
hicieron retroceder a los alemanes hasta la Línea
Hindenburg. El resto de las tropas alemanas fue reducido por los
estadounidenses en la batalla de Saint-Mihiel (12 y 13 de
septiembre). Los británicos avanzaron hacia Cambrai en
octubre y principios de
noviembre, y los estadounidenses atravesaron la boscosa
región de Argonne. El último ataque logró
romper las líneas alemanas establecidas entre Metz y
Sedan. Como resultado de estas ofensivas, Ludendorff pidió
al gobierno alemán que solicitara un armisticio al
enemigo. El gobierno alemán inició las
conversaciones con los aliados en octubre, pero éstas
fracasaron cuando el presidente Wilson insistió en
negociar únicamente con regímenes
democráticos. Mientras tanto, los británicos
realizaban importantes progresos en el norte de Francia y a lo
largo de la costa belga, y las tropas francesas y estadounidenses
llegaron a Sedan el 10 de noviembre. La Línea Hindenburg
había sido completamente aniquilada a comienzos de este
mes, y los alemanes se retiraban con rapidez de todo el frente
occidental. La derrota del Ejército alemán tuvo
repercusiones en el interior del país que afectaron de
forma muy negativa al gobierno establecido. La flota alemana se
amotinó, el rey de Baviera fue destronado por un
levantamiento y el emperador Guillermo II abdicó en
noviembre y huyó a los Países Bajos. El día
9 de ese mismo mes se proclamó la República de
Weimar en Alemania, cuyo gobierno envió una
comisión para negociar con los aliados. A las cinco de la
mañana del 11 de noviembre tuvo lugar en el bosque de
Compiègne la firma del armisticio entre Alemania y los
aliados; este documento estaba basado en las condiciones
establecidas por los vencedores; esa misma mañana cesaron
las hostilidades en el frente occidental.
La guerra en las colonias
Las fuerzas destacadas en las colonias alemanas de
África y el océano Pacífico, a
excepción de las que se encontraban en África
oriental a finales de 1917 y durante 1918, lucharon a la
defensiva la mayor parte del tiempo. Fueron derrotadas con
rapidez en unos casos y gradualmente en otros, pero
prácticamente todas se habían rendido a los aliados
hacia el final de la guerra.
África
Los territorios africanos colonizados por los alemanes
en 1914 eran Togo, Camerún, el África Suroccidental
Alemana (actual Namibia) y el África Oriental Alemana. Una
fuerza anglo-francesa tomó posesión de Togo en
agosto de 1914. En septiembre de ese año los
británicos invadieron Camerún desde Nigeria, y los
franceses se internaron en el este y el sur de esta región
desde el África Ecuatorial Francesa. Después de
muchas campañas, la resistencia
alemana fue superada definitivamente en febrero de 1916. El
África Suroccidental Alemana fue conquistada entre
septiembre de 1914 y julio de 1915 por tropas de la Unión
Surafricana (actual República de Suráfrica). La
más importante de las posesiones alemanas, el
África Oriental Alemana, fue la que ofreció
más oposición a los aliados. Los primeros ataques
emprendidos por las tropas británicas e indias (noviembre
de 1914) fueron repelidos por las fuerzas alemanas dirigidas por
el general Paul von Lettow-Vorbeck. En noviembre de 1915 las
unidades navales de los británicos se apoderaron del lago
Tanganica, y el general Jan Christiaan Smuts recibió el
mando de las fuerzas aliadas (formadas por británicos,
surafricanos y portugueses) que se encargarían de la
invasión del África Oriental Alemana al año
siguiente. Los aliados tomaron en 1916 sus principales ciudades:
Tanga, Bagamoyo, Dar es-Salaam y Tabora, por lo que las tropas de
Lettow-Vorbeck se retiraron hacia el sureste de esta
región. Sin embargo, las fuerzas alemanas iniciaron una
ofensiva a finales de 1917 e invadieron el África
Portuguesa. Cuando se firmó el armisticio en Europa en
1918, las tropas alemanas del África Occidental Alemana
seguían aún luchando, a pesar de que la mayor parte
de la colonia se encontraba en poder de los
aliados. Lettow-Vorbeck se rindió tres días
después de que se terminara la guerra en
Europa.
El Pacífico
En el Pacífico, una fuerza neozelandesa
conquistó la zona alemana de Samoa en agosto de 1914, y
los archipiélagos alemanes de Bismarck y Nueva Guinea
fueron ocupados por tropas australianas en septiembre. Las
fuerzas japonesas tomaron la fortaleza de Qingdao, un puerto
alemán situado en la provincia china de
Shandong, en noviembre de 1914, y las islas Marshall, las islas
Marianas, el archipiélago de Palau y las islas Carolinas
entre agosto y noviembre de ese año. Cuando la guerra
terminó, Japón conservó Qingdao hasta 1922 y
consiguió un mandato sobre las islas Marshall, Marianas,
Palau y Carolinas.
La guerra marítima
A comienzos de la guerra, el grueso de la flota
británica, la Gran Flota, contaba con veinte acorazados y
numerosos cruceros y destructores; estaba ubicada en la base de
Scapa Flow, situada en las islas Orcadas, mientras que una
segunda flota protegía el canal de la Mancha. La Flota de
Altamar alemana estaba compuesta por trece acorazados y
tenía sus bases en los puertos alemanes de mar del
Norte.
Las primeras operaciones
En la batalla que tuvo lugar en la ensenada de Helgoland
(1914) los británicos atacaron la base naval alemana de la
isla de Helgoland y hundieron tres naves enemigas; los submarinos
alemanes hundieron el superacorazado Audacious (27 de
octubre) e intentaron atacar Scapa Flow, por lo que las naves
británicas allí fondeadas hubieron de zarpar en
busca de refugio a la costa occidental de Escocia.
Una escuadra de cruceros alemanes destacada en el
Pacífico sur, al mando de la cual se hallaba el almirante
Maximilian Spee, causó importantes daños en las
instalaciones francesas de Papeete y en las islas Fanning (de
posesión británica) en septiembre y octubre de
1914; el 1 de noviembre derrotó a una escuadra
británica en la batalla de Coronel, pero fue vencida el 8
de diciembre por una escuadra británica a las
órdenes del almirante Frederick Sturdee en la batalla de
las islas Malvinas, en
la que perdió cuatro de sus cinco naves. Durante 1914 y
los primeros meses de 1915, los cruceros alemanes produjeron
graves daños a los buques británicos del
océano Índico y otras zonas.
La acción más destacable de 1915 fue el
bloqueo submarino impuesto por
Alemania a Gran Bretaña. El hundimiento del
transatlántico de pasajeros Lusitania a manos de un
submarino alemán el 7 de mayo costó la vida a
muchos súbditos estadounidenses, lo que originó una
polémica que estuvo a punto de provocar la guerra entre
Estados Unidos y Alemania, modificando ésta última
sus métodos de
guerra submarina para satisfacer al gobierno estadounidense. Sin
embargo, en marzo de 1916, el hundimiento por un submarino
alemán del buque de vapor francés Sussex en
el canal de la Mancha y la existencia de víctimas
estadounidenses hizo estallar un nuevo conflicto
diplomático entre estos países.
1916 y los años siguientes
El enfrentamiento naval más importante de la
guerra fue la batalla de Jutlandia, librada el 31 de mayo y el 1
de junio de 1916 entre la Gran Flota británica y la Flota
de Altamar alemana, y tras la cual Gran Bretaña pudo
conservar su supremacía naval. No obstante, los alemanes
consiguieron romper el bloqueo británico y reanudaron la
guerra submarina sin restricciones en 1917, persuadidos de que
éste era el único método con
el que podrían derrotar a Gran Bretaña; esta
estrategia no condujo a la rendición de los
británicos, sino que motivó que Estados Unidos
declarara la guerra a Alemania. Los ataques de los submarinos
alemanes a los convoyes británicos en el océano
Atlántico y en el mar del Norte ocasionaron la
destrucción de numerosas embarcaciones. Por este motivo,
los británicos intentaron bloquear, con escaso
éxito, las bases submarinas alemanas de Ostende y
Zeebrugge (ambas en Bélgica) en abril de 1918; finalmente,
las fuerzas terrestres británicas marcharon sobre
Bélgica en octubre y tomaron ambas bases y otros puertos
belgas.
El hundimiento de la flota alemana
De acuerdo con los términos del armisticio, los
alemanes debían entregar a los aliados la mayor parte de
su flota, compuesta por 10 acorazados, 17 cruceros, 50 lanchas
torpederas y más de 100 submarinos. Salvo estos
últimos, toda la flota, incluidos capitanes y
tripulaciones, estaba retenida en Scapa Flow en noviembre de
1918. El Tratado de Versalles (1919), que puso fin a la guerra,
estipulaba que todas las naves retenidas pasaban a ser propiedad de
los aliados; los alemanes habían de entregar los restantes
buques de guerra que se encontraran en su poder;
además, el tamaño de la futura flota alemana
quedaba drásticamente reducido. Como represalia ante estas
condiciones, los alemanes hundieron el 21 de junio de 1919 sus
propias naves de Scapa Flow.
El tonelaje total de naves aliadas hundidas por los
submarinos, embarcaciones y minas alemanas fue de casi 13
millones; el mayor tonelaje hundido en un solo año (1917)
alcanzó los 6 millones.
La guerra aérea
La I Guerra Mundial
estimuló enormemente la fabricación de aeronaves,
su uso con fines militares y el desarrollo de
la guerra aérea; se construyeron dirigibles, globos y
aviones. Éstos últimos se utilizaban principalmente
para dos tipos de misiones: la observación y el bombardeo. La
exploración de los frentes de batalla fijos se llevaba a
cabo mediante pequeños globos con cuerdas; los dirigibles
servían para realizar reconocimientos en el mar, y los
aeroplanos para sobrevolar las zonas costeras. Con respecto a las
operaciones militares terrestres, los aeroplanos se empleaban
para observar la disposición de las tropas y defensas del
enemigo y bombardear sus líneas o a sus fuerzas cuando
entraban en combate.
Los alemanes bombardearon por primera vez París
desde el aire el 30 de
agosto de 1914 y Dover (Gran Bretaña) el 21 de diciembre
de 1914. Durante 1915 y 1916, los dirigibles alemanes, conocidos
como zepelines, atacaron el este de Inglaterra y
Londres en sesenta ocasiones. El primer ataque con aviones se
produjo el 28 noviembre de 1916, y estas acciones se
repitieron con frecuencia durante el resto de la
guerra.
Desde mediados de 1915 se hicieron frecuentes los
combates aéreos entre aviones o escuadrones enemigos. Los
alemanes disfrutaron de la supremacía aérea en el
frente occidental desde octubre de 1915 hasta julio de 1916,
año en el que los británicos demostraron su
superioridad. Entre los más importantes aviadores, cabe
destacar al estadounidense Eddie Rickenbacker, al canadiense
William Avery Bishop y al barón alemán Manfred von
Richthofen.
Resumen de la guerra
La I Guerra Mundial
duró cuatro años, tres meses y catorce días.
El conflicto representó un coste de 186.000 millones de
dólares para los países beligerantes. Las bajas en
los combates terrestres ascendieron a 37 millones, y casi diez
millones de personas pertenecientes a la población civil fallecieron indirectamente
a causa de la contienda. A pesar de que todas las naciones
confiaban en que los acuerdos alcanzados después del
conflicto restablecerían la paz mundial sobre unas bases
estables, las condiciones impuestas promovieron un conflicto
aún más destructivo (que se inició en 1939 y
que, no en vano, fue denominado II Guerra Mundial).
Los Imperios Centrales aceptaron los catorce puntos elaborados
por el presidente Wilson como fundamento del armisticio,
esperando que los aliados los adoptaran como referencia
básica en los tratados de paz.
Sin embargo, la mayor parte de las potencias aliadas acudieron a
la Conferencia de
Paz de París (celebrada en Versalles) con la
determinación de obtener indemnizaciones en concepto de
reparaciones de guerra equivalentes al coste total de la misma y
de repartirse los territorios y posesiones de las naciones
derrotadas según acuerdos secretos. Durante las
negociaciones de paz, el presidente estadounidense Wilson
insistió en que la Conferencia de
Paz de París aceptara su programa completo
organizado en catorce puntos, pero finalmente desistió de
su propósito inicial y se centró en conseguir el
apoyo de los aliados para la formación de la Sociedad de
Naciones.
Las potencias vencedoras permitieron que se incumplieran
ciertos términos establecidos en los tratados de paz
de Versalles, Saint-Germain-en-Laye, Trianon, Neuilly-sur-Seine y
Sèvres, lo que provocó el resurgimiento del
militarismo y de un nacionalismo
agresivo en Alemania y desórdenes sociales en gran parte
de Europa.
Autor:
Jose Luis Pisano