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Primera Guerra Mundial




Enviado por pisano



    Conflicto militar que comenzó el 28 de julio de
    1914 como un enfrentamiento localizado en el Imperio
    Austro-Húngaro y Serbia; se transformó en un
    enfrentamiento armado a escala europea
    cuando la declaración de guerra
    austro-húngara se extendió a Rusia el 1 de agosto
    de 1914; y finalmente pasó a ser una guerra mundial,
    en la que participaron 32 naciones, finalizada en 1918.
    Veintiocho de ellas, denominadas ‘aliadas’ o
    ‘potencias asociadas’ y entre las que se encontraban
    Gran Bretaña, Francia,
    Rusia, Italia y Estados Unidos,
    lucharon contra la coalición de los llamados Imperios
    Centrales, integrada por Alemania,
    Austria-Hungría, el Imperio otomano y Bulgaria. La causa
    inmediata del inicio de las hostilidades entre
    Austria-Hungría y Serbia fue el asesinato del archiduque
    Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono
    austro-húngaro, cometido en Sarajevo (Bosnia, entonces
    parte del Imperio Austro-Húngaro; en la actualidad
    Bosnia-Herzegovina) el 28 de junio de 1914 por el nacionalista
    serbio Gavrilo Princip. No obstante, las causas profundas del
    conflicto
    remiten a la historia europea del siglo
    XIX, concretamente a las tendencias económicas y políticas
    que imperaron en Europa desde
    1871, año en el fue fundado y emergió como gran
    potencia el II
    Imperio Alemán.

    Las causas de la guerra

    Los verdaderos factores que desencadenaron la
    I Guerra Mundial
    fueron el intenso espíritu nacionalista que se
    extendió por Europa a lo largo
    del siglo XIX y comienzos del XX, la rivalidad económica y
    política
    entre las distintas naciones y el proceso de
    militarización y de vertiginosa carrera
    armamentística que caracterizó a la sociedad
    internacional durante el último tercio del siglo XIX, a
    partir de la creación de dos sistemas de
    alianzas enfrentadas.

    El nacionalismo

    La Revolución
    Francesa y las Guerras
    Napoleónicas habían difundido por la mayor parte
    del continente europeo el concepto de
    democracia,
    extendiéndose así la idea de que las poblaciones
    que compartían un origen étnico, una lengua y unos
    mismos ideales políticos tenían derecho a formar
    estados independientes. Sin embargo, el principio de la
    autodeterminación nacional fue totalmente ignorado por las
    fuerzas dinásticas y reaccionarias que decidieron el
    destino de los asuntos europeos en el Congreso de Viena (1815).
    Muchos de los pueblos que deseaban su autonomía quedaron
    sometidos a dinastías locales o a otras naciones. Por
    ejemplo, los estados alemanes, integrados en la
    Confederación Germánica, quedaron divididos en
    numerosos ducados, principados y reinos de acuerdo con los
    términos del Congreso de Viena; Italia
    también fue repartida en varias unidades políticas,
    algunas de las cuales estaban bajo control
    extranjero; los belgas flamencos y franceses de los Países
    Bajos austriacos quedaron supeditados al dominio
    holandés por decisión del Congreso. Las
    revoluciones y los fuertes movimientos nacionalistas del siglo
    XIX consiguieron anular gran parte de las imposiciones
    reaccionarias acordadas en Viena. Bélgica obtuvo la
    independencia
    de los Países Bajos en 1830; la unificación de
    Italia fue
    culminada en 1861, y la de Alemania en
    1871. Sin embargo, los conflictos
    nacionalistas seguían sin resolverse en otras áreas
    de Europa a
    comienzos del siglo XX, lo que provocó tensiones en las
    regiones implicadas y entre diversas naciones europeas. Una de
    las más importantes corrientes nacionalistas, el
    paneslavismo, desempeñó un papel
    fundamental en los acontecimientos que precedieron a la guerra.

    El imperialismo

    El espíritu nacionalista también se puso
    de manifiesto en el terreno económico. La Revolución
    Industrial, iniciada en Gran Bretaña a finales del
    siglo XVIII, en Francia a
    comienzos del XIX y en Alemania a
    partir de 1870, provocó un gran incremento de productos
    manufacturados, por lo que estos países se vieron
    obligados a buscar nuevos mercados en el
    exterior. El área en la que se desarrolló
    principalmente la política europea de
    expansión económica fue África, donde los
    respectivos intereses coloniales entraron en conflicto con
    cierta frecuencia. La rivalidad económica por el dominio del
    territorio africano entre Francia,
    Alemania y
    Gran Bretaña estuvo a punto, desde 1898 hasta 1914, de
    provocar una guerra en
    Europa en varias
    ocasiones.

    La expansión militar

    Como consecuencia de estas tensiones, las naciones
    europeas adoptaron medidas tanto en política interior
    como exterior entre 1871 y 1914 que, a su vez, aumentaron el
    peligro de un conflicto;
    mantuvieron numerosos ejércitos permanentes, que ampliaban
    constantemente mediante reclutamientos realizados en tiempo de paz, y
    construyeron naves de guerra de
    mayor tamaño. Gran Bretaña, influida por el
    desarrollo de
    la Armada alemana, que se inició en 1900, y por el curso
    de la Guerra Ruso-japonesa, modernizó su flota bajo la
    dirección del almirante sir John Fisher. El
    conflicto
    bélico que tuvo lugar entre Rusia y Japón
    había demostrado la eficacia del
    armamento naval de largo alcance. Los avances en otras
    áreas de la tecnología y organización militar estimularon la
    constitución de estados mayores capaces de
    elaborar planes de movilización y ataque muy precisos,
    integrados a menudo en programas que no
    podían anularse una vez iniciados.

    Los dirigentes de todos los países tomaron
    conciencia de que
    los crecientes gastos de
    armamento desembocarían con el tiempo en
    quiebras nacionales o en una guerra; por este motivo se
    intentó favorecer el desarme mundial en varias ocasiones,
    especialmente en las Conferencias de La Haya de 1899 y 1907. Sin
    embargo, la rivalidad internacional había llegado a tal
    punto que no fue posible alcanzar ningún acuerdo efectivo
    para decidir el desarme internacional.

    De forma paralela al proceso
    armamentístico, los estados europeos establecieron
    alianzas con otras potencias para no quedar aisladas en el caso
    de que estallara una guerra. Esta actitud
    generó un fenómeno que, en sí mismo,
    incrementó enormemente las posibilidades de un conflicto
    generalizado: el alineamiento de las grandes potencias europeas
    en dos alianzas militares hostiles, la Triple Alianza, formada
    por Alemania,
    Austria-Hungría e Italia, y la
    Triple Entente, integrada por Gran Bretaña, Francia y
    Rusia. Los propios cambios que se produjeron en el seno de estas
    asociaciones contribuyeron a crear una atmósfera de crisis latente
    por la cual el periodo fue denominado de la ‘paz
    armada’.

    Las crisis
    anteriores a la guerra (1905-1914)

    Al encontrarse Europa dividida
    en dos sistemas de
    alianzas hostiles, cualquier alteración de la
    situación política o militar en
    Europa, África o en cualquier otro lugar provocaría
    un incidente internacional. Desde 1905 hasta 1914 tuvieron lugar
    varias crisis
    internacionales y dos guerras
    locales, y todos ellas estuvieron a punto de desencadenar una
    guerra general en Europa. El primer conflicto se produjo en
    Marruecos, donde Alemania combatió en 1905 y 1906 para
    apoyar al país en su lucha por la independencia
    y para evitar el dominio del
    área por Francia y
    España.
    Francia amenazó a Alemania con declararle la guerra, pero
    el incidente se solucionó finalmente en una conferencia
    internacional celebrada en Algeciras (España) en
    1906. Los Balcanes fueron el escenario de un nuevo enfrentamiento
    en 1908, motivado por la anexión de Bosnia-Herzegovina por
    parte de Austria-Hungría. Entre los distintos tipos de
    paneslavismo se encontraba el panserbianismo o movimiento
    para la creación de una Gran Serbia, uno de cuyos objetivos era
    que esta región adquiriera la zona meridional de Bosnia,
    por lo que los serbios amenazaron a Austria con declararle la
    guerra. No se inició ninguna campaña debido a que
    los serbios no podían emprender la lucha sin el apoyo de
    Rusia, y ésta no se encontraba en condiciones de
    intervenir en la contienda. En 1911 estalló una nueva
    crisis en
    Marruecos, cuando el gobierno
    alemán envió un buque de guerra a Agadir en
    protesta por los intentos franceses para conseguir la
    supremacía en esta zona. Hubo amenazas de guerra por ambas
    partes, pero el conflicto se solventó en la Conferencia de
    Agadir. Italia,
    aprovechando la preocupación de las grandes potencias por
    la cuestión marroquí, declaró la guerra al
    Imperio otomano en 1911, con la esperanza de poder
    anexionarse la región de Tripolitania, situada al norte de
    África. Dado que Alemania se había visto obligada a
    entablar relaciones amistosas con el Imperio otomano a causa de
    su política
    de Drang nach Osten (‘Expansión hacia el
    Este’), el ataque de Italia debilitó a la Triple
    Alianza y alentó a sus enemigos. Las Guerras
    Balcánicas de 1912-1913 aumentaron el interés de
    Serbia por obtener el control de las
    áreas del Imperio Austro-Húngaro habitadas por
    pueblos eslavos, agudizó el recelo del Imperio
    Austro-Húngaro hacia los serbios y generó en
    Bulgaria y el Imperio otomano un deseo de revancha tras su
    derrota en dichos conflictos.
    Alemania, irritada por el hecho de que el Imperio otomano hubiera
    perdido sus territorios en Europa como consecuencia del conflicto
    balcánico, formó un Ejército más
    numeroso. Francia respondió con la ampliación del
    servicio
    militar obligatorio de dos a tres años en tiempo de paz.
    Las demás naciones europeas siguieron el ejemplo de estas
    potencias y asignaron en 1913 y 1914 enormes cantidades al
    presupuesto
    destinado a gastos
    militares.

    Las operaciones
    militares

    El asesinato del archiduque austriaco tuvo una
    repercusión catastrófica en una Europa armada y
    desgarrada por las rivalidades nacionales.

    Las gestiones diplomáticas

    El gobierno
    austro-húngaro, que consideraba que el asesinato
    había sido obra del movimiento de
    la Gran Serbia, decidió suprimir esta agrupación
    enviando una expedición militar a Serbia. El 23 de julio,
    Austria-Hungría envió un ultimátum a Serbia
    que contenía diez condiciones concretas, la mayoría
    de las cuales estaban relacionadas con la eliminación de
    la propaganda
    antiaustriaca en Serbia. Ésta, alentada por Gran
    Bretaña y Rusia, aceptó las exigencias
    austro-húngaras salvo dos de ellas el 25 de julio, pero
    Austria replicó que la respuesta serbia no era
    satisfactoria. Los rusos intentaron convencer a Austria para que
    modificara los términos exigidos, y declararon que si los
    austriacos atacaban Serbia, ellos se movilizarían contra
    Austria. El ministro de Asuntos Exteriores británico, sir
    Edward Grey, primer vizconde Grey de Fallodon, propuso el 26 de
    julio que Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia se
    reunieran en una conferencia para
    arbitrar en la disputa austro-serbia, pero Alemania
    declinó dicha oferta.

    Las declaraciones de guerra

    Austria declaró la guerra a Serbia el 28 de
    julio, ya fuera porque creía que Rusia no llegaría
    a unirse a Serbia o porque estaba dispuesta a correr el riesgo de un
    conflicto europeo general con tal de poner fin al movimiento
    nacionalista serbio. Rusia respondió movilizándose
    contra Austria. Alemania advirtió a Rusia de que si
    persistía en su actitud le
    declararía la guerra, y consiguió que Austria
    accediera a discutir con Rusia una posible modificación
    del ultimátum enviado a los serbios. No obstante, Alemania
    insistió en que los rusos retiraran sus tropas
    inmediatamente. Rusia se negó a hacerlo y Alemania le
    declaró la guerra el 1 de agosto.

    Los franceses comenzaron la movilización de sus
    fuerzas ese mismo día; las tropas alemanas cruzaron la
    frontera de Luxemburgo el 2 de agosto y Alemania declaró
    la guerra a Francia al día siguiente. El día
    anterior, el gobierno
    alemán había informado al gobierno belga de
    su intención de marchar sobre Francia cruzando
    Bélgica, a fin de evitar que los franceses utilizaran esta
    ruta para atacar Alemania. Las autoridades belgas se negaron a
    permitir el paso por su territorio de las tropas alemanas y
    recurrieron a los países firmantes del Tratado de 1839
    —en el que se garantizaba la neutralidad de Bélgica
    en el caso de un conflicto en el que estuvieran implicados Gran
    Bretaña, Francia y Alemania— para que se cumpliera
    lo establecido en dicho acuerdo. Gran Bretaña, uno de los
    países signatarios del Tratado de 1839, envió un
    ultimátum a Alemania el 4 de agosto en el que se
    exigía que se respetara la neutralidad de Bélgica;
    Alemania rechazó la petición y el gobierno
    británico le declaró la guerra ese mismo
    día. Italia permaneció neutral hasta el 23 de mayo
    de 1915, cuando rompió su pacto con la Triple Alianza para
    satisfacer sus aspiraciones territoriales y declaró la
    guerra a Austria-Hungría. La unidad de los aliados se
    fortaleció en septiembre de 1914 a través del Pacto
    de Londres, firmado por Francia, Gran Bretaña y Rusia. A
    medida que avanzaba la contienda, fueron sumándose al
    conflicto países como el Imperio otomano, Japón,
    Estados Unidos
    y otras naciones del continente americano. Japón, que
    había firmado una alianza con Gran Bretaña en 1902,
    declaró la guerra a Alemania el 23 de agosto de 1914, y el
    6 de abril de 1917 lo hizo Estados
    Unidos.

    1914-1915: la guerra de
    trincheras

    Las operaciones
    militares comenzaron a desarrollarse en Europa en tres frentes:
    el occidental o franco-belga, el oriental o ruso y el meridional
    o serbio. El Imperio otomano intervino en noviembre de 1914 como
    aliado de los Imperios Centrales, por lo que la lucha se
    extendió al estrecho de los Dardanelos y a Mesopotamia. A
    finales de 1915 se habían abierto dos nuevos frentes: el
    austro-italiano, después de que Italia entrase en la
    guerra en apoyo del bando aliado (es decir, el bando enfrentado a
    los denominados Imperios Centrales) en mayo de 1915, y el de la
    frontera griega situada al norte de Salónica, tras
    adherirse en octubre de 1915 Bulgaria a la causa de los Imperios
    Centrales.

    El frente occidental

    El plan inicial de
    la estrategia
    alemana era derrotar a Francia en el oeste en poco tiempo, mientras
    una pequeña parte del Ejército alemán y
    todas las fuerzas austro-húngaras contenían la
    invasión rusa que se esperaba por el este. Se confiaba en
    vencer a Francia rápidamente gracias a la estrategia de la
    ‘guerra relámpago’ contenida en el Plan Schlieffen,
    elaborado por el conde Alfred von Schlieffen, jefe del Estado Mayor
    alemán desde 1891 hasta 1907. El proyecto previsto
    era el siguiente: las tropas alemanas debían conquistar
    Bélgica, rodear a los franceses mediante movimientos
    veloces y, a continuación, cambiar de frente y derrotarlos
    de forma rápida y contundente. Cuando se aplicó
    este plan en el
    otoño de 1914 parecía haber sido un éxito.
    La veloz incursión de los alemanes a comienzos de agosto
    aniquiló al Ejército belga, que abandonó las
    plazas fuertes de Lieja y Namur y se refugió en la
    fortaleza de Amberes. Las tropas alemanas, que avanzaban a gran
    velocidad,
    derrotaron a los franceses en Charleroi y a la Fuerza
    Expedicionaria británica en Mons, lo que provocó la
    retirada de Bélgica de toda la línea aliada. Al
    mismo tiempo, los
    alemanes expulsaron a los franceses de Lorena, que había
    sido invadida, y les obligaron a retirarse de la frontera de
    Luxemburgo. Los contingentes británicos y franceses no
    tardaron en retroceder hasta el río Marne, pero tres
    ejércitos alemanes se dirigieron rápidamente hacia
    su posición, por lo que tuvieron que cruzarlo. La
    caída de la capital
    francesa parecía tan inminente que el gobierno galo se
    trasladó a Burdeos. Sin embargo, una vez que los alemanes
    habían atravesado el Marne, los franceses, dirigidos por
    el general Joseph Joffre, rodearon París y atacaron al I
    Ejército alemán, mandado por el general Alexander
    von Kluck, situado a la derecha de los tres ejércitos que
    avanzaban hacia la capital
    francesa.

    En la primera batalla del Marne, que se
    desarrolló desde el 6 hasta el 9 de septiembre, los
    franceses consiguieron detener al ejército de Kluck, que
    se había distanciado de las otras dos fuerzas alemanas y
    no pudo recibir refuerzos. Además, los alemanes
    habían perdido una parte de sus tropas el 25 de agosto,
    cuando el general Helmuth Johan von Moltke, jefe del Estado Mayor
    alemán, pensando que ya se había alcanzado la
    victoria en el frente occidental, envió seis de estas
    unidades al oriental. La presión francesa sobre el flanco
    derecho alemán obligó al ejército de Kluck a
    retirarse, y posteriormente todas las fuerzas alemanas
    retrocedieron hasta el río Aisne. Los franceses avanzaron
    e intentaron expulsar a los alemanes del territorio
    próximo a dicho río, lo que provocó las
    batallas del Aisne, del Somme y la de Arras. Sin embargo, no les
    fue posible desalojar a los alemanes de esta posición y
    éstos extendieron sus líneas por el este hacia el
    Mosa, al norte de Verdún. Ambos contendientes intentaron
    entonces alcanzar el mar del Norte, donde se encontraban los
    puertos del canal. Los alemanes no pudieron alcanzarlo debido a
    que los belgas habían inundado la región del
    río Yser. La parte occidental de las líneas aliadas
    estaba ocupada por los británicos, que se hallaban ya en
    Ypres (situado en el extremo suroccidental de Bélgica) en
    la carrera hacia el Canal. Los alemanes, después de tomar
    Amberes el 10 de octubre, intentaron atravesar las posiciones de
    los británicos en Bélgica, pero no pudieron cumplir
    su objetivo tras
    las denominadas batallas de Flandes. En diciembre, los aliados
    lanzaron una serie de ofensivas a lo largo de todo el frente,
    desde Niewpoort por el oeste hasta Verdún en el este, pero
    no consiguieron conquistas territoriales
    significativas.

    A finales de 1914, ambos bandos se encontraban
    atrincherados en sendas líneas que se extendían a
    lo largo de 800 kilómetros, desde Suiza hasta el mar del
    Norte. Apenas se produjeron cambios en este frente durante casi
    tres años.

    Las batallas de Flandes representaron el final de la
    guerra de movimientos en el frente occidental. Desde finales de
    1914 hasta casi el final de la contienda, ésta se
    convirtió en una guerra de trincheras o de
    ‘desgaste’. El frente estaba formado por numerosas
    líneas paralelas de trincheras comunicadas y protegidas
    por alambres de púas y cada bando intentaba atravesar las
    líneas enemigas esporádicamente. Los
    británicos intentaron romper el frente enemigo en marzo de
    1915, pero sólo capturaron la línea delantera de
    los alemanes. Éstos lanzaron un asalto fallido sobre Ypres
    en el mes de abril empleando gas de cloro;
    ésta fue la primera vez que la guerra química se practicaba
    a gran escala. La
    ofensiva conjunta lanzada por los británicos y franceses a
    lo largo del frente situado entre Neuve Chapelle y Arras en mayo
    y junio permitió que sus tropas avanzaran 4 km en el
    sistema de
    trincheras alemán, pero no se consiguió
    atravesarlo. Los británicos asediaron en varias ocasiones
    la ciudad de Lens durante el mes de septiembre, mientras los
    franceses atacaban la cresta de Vimy. Ese mismo mes, los
    franceses lanzaron un asalto a gran escala sobre un
    frente que se extendía desde Reims hasta la región
    boscosa de Argonne y consiguieron tomar la primera línea
    de trincheras alemanas, pero no pudieron avanzar hasta la
    segunda. En términos generales, puede decirse que durante
    1915 no se produjo ninguna modificación en las posiciones
    establecidas a finales de 1914.

    El frente oriental

    Los rusos asumieron la ofensiva en el frente oriental
    desde el comienzo de la guerra, de acuerdo con los planes de los
    aliados. En agosto de 1914, dos ejércitos rusos se
    adentraron en Prusia oriental y otros cuatro ejércitos
    invadieron la provincia austriaca de Galitzia. Tras una serie de
    victorias rusas, la evacuación de Prusia oriental
    parecía inminente; sin embargo, las tropas de refuerzo
    alemanas, dirigidas por el general Paul von Hindenburg,
    derrotaron definitivamente a los rusos en la batalla de
    Tannenberg, librada del 26 al 30 de agosto de 1914. Los cuatro
    ejércitos rusos que habían invadido territorio
    austriaco avanzaron incesantemente a través de Galitzia;
    conquistaron Przemysl y Bucovina, y se encontraban en
    situación de adentrarse en Hungría a finales de
    marzo de 1915. No obstante, una fuerza
    conjunta austro-alemana les hizo retirarse de la cordillera de
    los Cárpatos. En mayo, los ejércitos
    austro-alemanes iniciaron una gran ofensiva en la zona central de
    Polonia; hacia septiembre de 1915, habían conseguido
    expulsar a los rusos de Polonia y Lituania y tomado todas las
    fortalezas fronterizas de Rusia. Los rusos abandonaron Galitzia
    para hacer frente a la ofensiva; cuando ésta cesó,
    las líneas rusas se encontraban detrás del
    río Dvina, entre Riga y Daugavpils, y los alemanes se
    dirigieron hacia el río Dniéster. Aunque los
    Imperios Centrales no realizaron ninguna operación
    decisiva en el frente oriental entre 1914 y 1915, Rusia
    había perdido tantos hombres y tal cantidad de suministros
    que a partir de ese momento no pudo emprender acciones
    importantes. Este frente fue el escenario de notables combates
    durante 1914 y 1915, librados concretamente en la región
    de Masuria, entre los que destacan la primera (del 7 al 14 de
    septiembre de 1914) y la segunda (del 7 al 21 de febrero de 1915)
    batallas de los Lagos Masurios; ambas concluyeron con la victoria
    de los alemanes.

    La guerra en Serbia

    Los austriacos invadieron Serbia en tres ocasiones a lo
    largo de 1914 y fueron rechazados en todas ellas. El frente
    permaneció estabilizado hasta octubre de 1915, fecha en la
    que tropas británicas y francesas llegaron a
    Salónica gracias a un acuerdo establecido con el gobierno
    de Grecia, que se
    mantenía neutral; los aliados se anticiparon así a
    la entrada en el conflicto de Bulgaria en apoyo de los Imperios
    Centrales; su propósito era ayudar a Serbia, que
    sería el objetivo del
    ataque búlgaro. Cuando Bulgaria declaró la guerra a
    Serbia el 14 de octubre de 1915, las fuerzas aliadas se
    internaron en Serbia. Los búlgaros derrotaron al
    Ejército serbio y también a los británicos y
    franceses procedentes de Salónica. Asimismo, el 6 de
    octubre, las tropas austro-alemanas, dirigidas por el general
    August von Mackensen, lanzaron un fuerte ataque sobre Serbia
    desde Austria-Hungría. A finales de 1915, los Imperios
    Centrales habían conquistado toda Serbia; las tropas
    serbias supervivientes se refugiaron en Montenegro, Albania y en
    la isla griega de Corfú, ocupada por los franceses en
    enero de 1916. Las tropas británicas y francesas que se
    encontraban en Serbia se retiraron a Salónica,
    posición en la que permanecieron preparados para nuevas
    acciones.

    El frente otomano

    El Imperio otomano entró en la guerra el 29 de
    octubre de 1914, fecha en la que sus naves colaboraron con las
    alemanas en el bombardeo naval de los puertos rusos del mar
    Negro; Rusia le declaró la guerra oficialmente el 2 de
    noviembre, y Gran Bretaña y Francia lo hicieron a su vez
    el 5 de noviembre. Los turcos (otomanos) comenzaron la
    invasión de la zona rusa de la cordillera del
    Cáucaso en diciembre, pero el escaso territorio que
    conquistaron se vio reducido considerablemente en agosto de 1915.
    No obstante, la presión turca en esta región
    había obligado al gobierno ruso a solicitar a comienzos de
    1915 que los británicos llevaran a cabo una maniobra de
    distracción en el estrecho de los Dardanelos. En
    respuesta, la fuerza naval
    británica, capitaneada por el general sir Ian Hamilton
    bombardeó los fuertes turcos de los Estrechos en febrero
    de ese año, y entre abril y agosto se produjeron dos
    desembarcos de tropas aliadas en la península de
    Gallípoli; el primero, efectuado en abril, fue llevado a
    cabo por tropas británicas, australianas y francesas; en
    agosto acudieron más divisiones británicas. El
    objetivo de
    los aliados era conquistar los Dardanelos; sin embargo, la
    campaña de Gallípoli resultó un completo
    fracaso para las tropas aliadas, que en diciembre de 1915 y enero
    de 1916 se retiraron.

    Mientras tanto, las fuerzas británicas de la
    India
    derrotaron a los turcos en varias batallas libradas en el valle
    de Mesopotamia
    durante 1914 y 1915, especialmente en la de Kutal-’Amara;
    pero los turcos frenaron el avance de los británicos hacia
    Bagdad con la batalla de Ctesifonte y les obligaron a retirarse a
    Kutal-’Amara en noviembre de 1915. Las tropas otomanas
    sitiaron esta ciudad el 7 de diciembre.

    El frente italiano

    Italia declaró la guerra a Austria-Hungría
    el 23 de mayo de 1915. Los principales enfrentamientos militares
    que tuvieron lugar en el frente austro-italiano durante ese
    año fueron cuatro batallas libradas entre sus respectivos
    ejércitos en el río Isonzo. El objetivo de
    los ataques italianos era romper las líneas austriacas y
    conquistar Trieste.

    1916: continuación del
    estancamiento

    El triunfo obtenido por los alemanes en 1915 al
    conseguir que los rusos retrocedieran en Prusia oriental,
    Galitzia y Polonia les permitió centrar sus operaciones en el
    frente occidental para intentar concluir en 1916 la
    campaña en esta zona.

    Verdún y el Somme

    El plan de los
    alemanes, concebido por Erich von Falkenhayn, jefe del Estado Mayor
    del Ejército alemán, era lanzar un ataque sobre
    Verdún para conseguir debilitar a las derrotadas fuerzas
    de los franceses causando el mayor número de bajas
    posible. El plan de los
    aliados en 1916, establecido por el mariscal del Ejército
    francés, Joseph Joffre, y el general del Ejército
    británico sir Douglas Haig, consistía en intentar
    romper las líneas de los alemanes en el oeste mediante una
    ofensiva masiva en la región del río Somme. Los
    alemanes iniciaron la batalla de Verdún el 21 de febrero;
    tras una lucha encarnizada, tomaron los fuertes de Douaumont (25
    de febrero), Vaux (2 de junio) y Thiaumont (23 de junio), pero no
    lograron conquistar Verdún gracias a la defensa que de
    esta ciudad hizo el general Henri Philippe Pétain. Debido
    a las numerosas bajas sufridas en la batalla, los franceses
    redujeron su aportación a la ofensiva aliada del Somme,
    que comenzó el 1 de julio y se prolongó hasta
    mediados de noviembre, y cuya responsabilidad recayó sobre los
    británicos. En la batalla del Somme, los británicos
    utilizaron por primera vez carros de combate modernos en el
    ataque lanzado sobre Courcelette el 15 de septiembre. Los
    franceses emprendieron un contraataque sobre Verdún en
    octubre y reconquistaron los fuertes de Douaumont y Vaux (2 de
    noviembre), restableciendo la situación existente antes de
    febrero. Hindenburg destituyó a Falkenhayn como jefe del
    Estado Mayor
    alemán y nombró a Erich Ludendorff en agosto. El
    general Robert Georges Nivelle reemplazó a Joffre como
    comandante general de los ejércitos franceses del Norte y
    del Noreste en el mes de diciembre.

    Las bajas de los rusos y la derrota de los
    rumanos

    Por lo que respecta a la situación del frente
    oriental en 1916, los rusos lanzaron una ofensiva sobre la
    región del lago Narocz, al Noreste de Vilna. Esta
    acción, cuyo propósito era obligar a los alemanes a
    trasladar sus tropas de Verdún a la región del lago
    Narocz, fracasó estrepitosamente. La operación que
    emprendieron en junio resultó más satisfactoria.
    Los italianos solicitaron que se llevara a cabo alguna
    acción para aliviar la presión de la ofensiva
    austriaca en la región de Trentino-Alto Adigio; los rusos,
    en respuesta a su petición, atacaron a los austriacos en
    un frente que se extendía desde el sur de Pinsk hasta
    Chernovtsi. Hacia el mes de septiembre, cuando los numerosos
    refuerzos alemanes procedentes del frente occidental detuvieron
    el avance de los rusos, éstos habían hecho
    retroceder unos 65 km a las tropas austro-alemanas a lo
    largo de todo el frente y habían capturado alrededor de
    500.000 prisioneros. Pese a no conseguir tomar sus principales
    objetivos, las
    ciudades de Kovel y Lvov, el ataque ruso persuadió a
    Rumania para intervenir en la guerra en apoyo del bando aliado
    (27 de agosto de 1916). Rumania lanzó inmediatamente una
    invasión sobre la provincia austro-húngara de
    Transilvania (agosto y septiembre), pero las fuerzas
    austro-alemanas expulsaron a los rumanos de la región.
    Estas tropas, junto con soldados búlgaros y turcos,
    invadieron Rumania (noviembre y diciembre), que a mediados de
    enero de 1917 había sido completamente conquistada, con lo
    que los Imperios Centrales se habían asegurado importantes
    reservas de trigo y petróleo.

    Italia y los Balcanes

    La actividad en el frente italiano durante 1916 se
    centró en la quinta batalla del río Isonzo y en la
    ofensiva austriaca en el Trentino, cuyo objetivo era
    llegar hasta la retaguardia de la posición italiana en el
    Isonzo. Los austriacos conquistaron un territorio considerable en
    el Trentino, pero la contraofensiva de los italianos les
    permitió recuperar la mayor parte del terreno cedido.
    Desde agosto a noviembre tuvieron lugar cuatro nuevas batallas en
    el Isonzo, de las que sólo cabe destacar la conquista de
    Gorizia por parte de los italianos el 9 de agosto.

    En los Balcanes, las potencias aliadas interfirieron en
    la vida política de Grecia durante
    1916 alegando que el gobierno griego, dirigido por el rey
    Constantino I, favorecía a los Imperios Centrales a pesar
    de su declarada neutralidad. La intervención de los
    aliados provocó el establecimiento de un gobierno
    provisional en Salónica (29 de septiembre), presidido por
    Eleuterios Venizelos, que declaró la guerra a Alemania y
    Bulgaria el 3 de noviembre. El rey Constantino seguía
    ejerciendo el poder en
    Atenas y gran parte de Grecia, lo que
    generó conflictos con
    los aliados, que recurrieron al bloqueo de Grecia. Gran
    Bretaña reconoció oficialmente al gobierno
    provisional griego el 19 de diciembre.

    Se produjeron dos contiendas en los Balcanes durante
    1916. En agosto el Ejército serbio, reorganizado en
    Corfú, se trasladó a Salónica, donde se
    unió a las tropas rusas e italianas para lanzar una
    ofensiva conjunta contra las fuerzas búlgaras y alemanas.
    Tras las primeras victorias, se vieron obligados a retroceder
    debido a un fuerte contraataque. Los aliados lanzaron una
    ofensiva a gran escala sobre
    Macedonia a principios de
    octubre; sus tropas capturaron Monastir (en la actualidad Bitola)
    el 19 de noviembre y llegaron hasta el lago Ohrid (situado en la
    frontera entre Albania y Macedonia) a mediados de
    diciembre.

    Los dominios otomanos

    Durante 1916 se desplegó una considerable
    actividad militar en tres zonas del Imperio otomano: Mesopotamia,
    Arabia y Palestina. En Mesopotamia, la
    ciudad sitiada de Kutal-’Amara fue tomada por los turcos el
    29 de abril de 1916 y en febrero de 1917 los británicos la
    reconquistaron. En Arabia, Husayn ibn Ali, jerife de La Meca,
    dirigió junto con su hijo, Abdullah ibn Husayn, la
    rebelión del Hiyaz (en la actualidad Arabia Saudí)
    contra el dominio otomano
    en junio de 1916. Husayn ibn Ali contó con la ayuda de los
    británicos, que le reconocieron como rey del Hiyaz en
    diciembre de 1916. A fin de favorecer la revuelta árabe,
    los ingleses destacados en Egipto
    comenzaron a avanzar hacia la península del Sinaí y
    Palestina, y a principios de
    enero de 1917 habían conquistado varias
    fortificaciones.

    Los intentos de negociación

    En 1916, Thomas Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos,
    país que en esos momentos era una potencia neutral,
    intentó que las naciones beligerantes entablaran
    negociaciones que condujeran a la paz. Como resultado de sus
    esfuerzos, el gobierno alemán comunicó a Estados Unidos en
    el mes de diciembre que los Imperios Centrales estaban dispuestos
    a iniciar las negociaciones de paz. Cuando Estados Unidos
    informó de esta noticia a los aliados, Gran Bretaña
    rechazó la oferta:
    Alemania no había establecido cláusulas concretas
    para la paz y en esos momentos Rumania acababa de ser conquistada
    por los Imperios Centrales, por lo que no era de esperar que
    éstos aceptaran unos términos razonables.
    Finalmente, Wilson consiguió que cada uno de los bandos
    comunicara sus peticiones concretas, pero éstas resultaron
    ser irreconciliables.

    1917: la entrada de Estados Unidos y la retirada
    de Rusia

    La política de neutralidad estadounidense
    quedó modificada cuando Alemania anunció en enero
    de 1917 que a partir del 1 de febrero recurriría a la
    guerra submarina sin restricciones contra la flota
    británica y todas las embarcaciones que se dirigieran a
    esta nación. Los expertos civiles y militares alemanes
    habían calculado que esta estrategia
    provocaría la derrota de Gran Bretaña en seis
    meses. Estados Unidos ya había expresado su fuerte
    oposición a la guerra submarina sin restricciones porque
    violaba sus derechos como potencia neutral,
    e incluso había amenazado a Alemania con la ruptura de
    relaciones diplomáticas si se llegaba a aplicar esta
    estrategia, de
    manera que interrumpió sus gestiones en favor de la paz.
    El 3 de febrero, Estados Unidos rompió relaciones
    diplomáticas con Alemania; varias naciones
    latinoamericanas, entre ellas Perú, Bolivia y
    Brasil,
    secundaron esta acción. Estados Unidos declaró la
    guerra a Alemania el 6 de abril.

    Batallas de Arras e Ypres

    En 1917 los aliados lanzaron dos ofensivas a gran
    escala para
    romper las líneas alemanas en el frente occidental. El
    primer intento tuvo lugar cerca de Arras entre el 9 de abril y el
    21 de mayo. Mientras los altos mandos británico y
    francés planeaban la estrategia, los
    alemanes se retiraron de la línea del Aisne y se
    trasladaron a la denominada Línea Hindenburg, contra la
    que los aliados dirigieron su ataque. En esta operación se
    libraron la tercera batalla de Arras y fuertes enfrentamientos en
    el Aisne y en la región de Champaña, que
    concluyeron con pequeñas conquistas por parte de los
    franceses, pero a costa de tal número de bajas que
    provocó el amotinamiento de las tropas. Tras el fracaso de
    esta acción, el general Nivelle fue reemplazado por el
    general Henri Philippe Pétain el 15 de mayo.

    La segunda gran ofensiva comenzó en junio, cuando
    la Fuerza
    Expedicionaria británica mandada por Haig intentó
    atravesar el flanco derecho de las posiciones alemanas en
    Flandes. La batalla de Messines y la tercera batalla de Ypres
    concluyeron sin ningún progreso para los
    aliados.

    El empleo de los
    carros de combate

    Entre los ataques que emprendieron los aliados en el
    frente occidental durante 1917 destaca una batalla en
    Verdún, en la que los franceses consiguieron recuperar los
    territorios que habían perdido en los años
    anteriores, y la batalla de Cambrai (del 20 de noviembre
    al 3 de diciembre), en la que los británicos atacaron con
    400 tanques. Ésta fue la primera acción de la
    historia militar
    en la que se utilizaron carros de combate a gran escala, y pudo
    haber concluido con la ruptura de las líneas enemigas de
    no ser por la falta de reservas de los atacantes, lo que
    provocó que los alemanes terminaran reconquistando el
    territorio cedido a los británicos.

    Tras su entrada en la guerra el 17 de abril, Estados
    Unidos trasladó a Europa la denominada Fuerza
    Expedicionaria Estadounidense (AEF), al frente de la cual se
    encontraba el general John Pershing. Hacia junio de 1917,
    más de 175.000 soldados estadounidenses estaban
    adiestrándose en Francia, y una división se
    encontraba ya en las líneas del sector aliado
    próximo a Belfort; las tropas de la AEF contaban en
    noviembre de 1918 casi con dos millones de hombres.

    La guerra submarina

    Durante 1917 la guerra submarina alemana fracasó
    en su intento de provocar la rendición de Gran
    Bretaña mediante la destrucción de la flota aliada,
    de la que los británicos dependían para la
    obtención de alimentos y
    suministros. La campaña submarina alemana parecía
    eficaz en sus comienzos; hacia finales de 1916 los alemanes
    hundían mensualmente alrededor de 300 toneladas de
    embarcaciones británicas y aliadas en el Atlántico
    norte; la cifra ascendió a 875.000 toneladas en el mes de
    abril, por lo que los alemanes estaban seguros de
    conseguir la victoria en breve. Sin embargo, Gran Bretaña
    consiguió, desde el verano, restar eficacia a la
    estrategia alemana siguiendo varios métodos:
    adoptó un sistema de
    convoyes en el que las flotas mercantes eran protegidas por
    destructores y cazasubmarinos, utilizó hidroaviones para
    detectar a los submarinos y empleó cargas de profundidad
    para destruirlos. Al llegar el otoño, los alemanes
    comenzaron a perder numerosos submarinos, a pesar de que
    seguían hundiéndose una gran cantidad de barcos
    aliados. A su vez, las naciones aliadas, especialmente Estados
    Unidos, construían rápidamente nuevas
    embarcaciones. El intento alemán de poner fin al conflicto
    a través de la guerra submarina había
    fracasado.

    La retirada de Rusia

    En marzo de 1917 la primera fase de la Revolución
    Rusa culminó con el establecimiento de un gobierno
    provisional y la abdicación del zar Nicolás II. El
    nuevo régimen prosiguió con la guerra; en julio las
    tropas rusas, al frente de las cuales se encontraba el general
    Alexéi Alexéievich Brusílov, avanzaron con
    cierto éxito en el frente de Galitzia, pero posteriormente
    perdieron gran parte del territorio conquistado. En septiembre
    los alemanes tomaron Riga, defendida por las fuerzas rusas del
    general Lavr Gueórguievich Kornílov, y un mes
    más tarde ocuparon la mayor parte de Letonia y un gran
    número de islas rusas del mar Báltico. Uno de los
    puntos programáticos del partido bolchevique, que
    tomó el poder el 7 de
    noviembre, era la retirada de Rusia del conflicto; el 20 de noviembre
    el nuevo gobierno ofreció a Alemania la suspensión
    de las hostilidades. Los representantes de Rusia, Austria y
    Alemania firmaron el armisticio el 15 de diciembre, con lo que
    cesó la lucha en el frente oriental.

    Las derrotas italianas

    Los aliados sufrieron varios reveses en el frente
    italiano en 1917. Durante los ocho primeros meses del año,
    las fuerzas italianas dirigidas por el general Luigi Cadorna
    siguieron intentando franquear las líneas austriacas
    establecidas en el río Isonzo para llegar a Trieste, pero
    sus esfuerzos, tras la décima y la undécima batalla
    de Isonzo, fracasaron. Lo más destacable de los
    últimos meses del año fue la firme ofensiva
    austro-alemana iniciada en el curso alto del Isonzo, cerca de la
    ciudad de Caporetto, por la que las fuerzas italianas se vieron
    obligadas a retirarse a sus posiciones del río Piave. La
    batalla de Caporetto resultó trágica para las
    tropas italianas; refuerzos británicos y franceses
    llegaron en su auxilio en el mes de noviembre y el nuevo
    comandante general italiano, el general Armando Diaz,
    reemplazó al general Cadorna.

    La entrada de Grecia en la
    guerra

    Por lo que respecta a la actividad en el frente de los
    Balcanes durante 1917, los aliados libraron diversos
    enfrentamientos en Monastir, en el lago Presba y en el río
    Vardar que concluyeron sin la victoria de ningún bando;
    intentaron expulsar al rey griego Constantino I, alegando que su
    colaboración con los Imperios Centrales impedía a
    los aliados culminar con éxito las operaciones de la
    región de los Balcanes. Los aliados comenzaron la
    invasión de Grecia en el mes de junio y presionaron al
    monarca griego por medios
    diplomáticos para conseguir su abdicación.
    Éste renunció a la corona el 12 de junio; Venizelos
    se convirtió en presidente del gobierno formado bajo la
    autoridad de
    Alejandro, hijo de Constantino. Tras estas transformaciones
    internas, Grecia declaró la guerra a los Imperios
    Centrales el 27 de junio.

    Oriente Próximo

    Los británicos intentaron conquistar Gaza
    (Palestina) en dos ocasiones (marzo y abril) durante 1917.
    Dirigidos por el general Edmund Allenby, los británicos
    atravesaron las líneas turcas en Beersheba (noviembre),
    obligándoles a evacuar Gaza; el 9 de diciembre las tropas
    de Allenby tomaron Jerusalén. Fue también en ese
    año cuando el coronel británico Thomas Edward
    Lawrence (más conocido como Lawrence de Arabia),
    dirigió la rebelión árabe contra los turcos;
    tras tomar la ciudad turca de al-Aqaba en julio, sus tropas
    llevaron a cabo numerosos asaltos en la red ferroviaria del Hiyaz
    durante el resto del año. También vencieron los
    británicos en Mesopotamia;
    conquistaron Bagdad en marzo, y hacia septiembre habían
    avanzado hasta Ramadi, a orillas del río Éufrates,
    y Tikrit, a orillas del Tigris.

    1918: el año final

    Los primeros meses de 1918 no resultaron favorables para
    las potencias aliadas. Rusia firmó el 3 de marzo la Paz de
    Brest-Litovsk, por la que se ponía fin oficialmente a la
    guerra entre esta nación y los Imperios Centrales; el 7 de
    mayo Rumania firmó el Tratado de Bucarest, según el
    cual debía ceder la región de Dobrudja a Bulgaria,
    los pasos de la cordillera de los Cárpatos a
    Austria-Hungría y conceder a Alemania un arrendamiento a
    largo plazo de los pozos de petróleo
    rumanos.

    La retirada de Bulgaria y
    Austria-Hungría

    Sin embargo, el resultado de la lucha en el frente de
    los Balcanes durante 1918 fue catastrófico para los
    Imperios Centrales. Una fuerza de unos 700.000 soldados aliados,
    compuesta por franceses, británicos, griegos, serbios e
    italianos, comenzó una ofensiva a gran escala contra las
    tropas alemanas, austriacas y búlgaras en Serbia. El
    éxito del ataque fue tal que a finales de mes los
    búlgaros estaban completamente derrotados y firmaron un
    armisticio con los aliados. Rumania volvió a intervenir en
    el conflicto en noviembre en favor de la causa aliada, apoyada
    por las tropas aliadas que habían entrado en el
    país tras la capitulación de Bulgaria. Los soldados
    serbios del Ejército aliado continuaron avanzando
    después de que se firmara la tregua con los
    búlgaros y ocuparon Belgrado el 1 de noviembre; el
    Ejército italiano invadió y ocupó
    Albania.

    Tras una fallida ofensiva austriaca sobre el Piave, los
    aliados obtuvieron la victoria definitiva en el frente italiano
    durante octubre y noviembre, cuando derrotaron a los austriacos
    en la batalla de Vittorio Veneto (del 24 de octubre al 4 de
    noviembre). Los italianos tomaron finalmente Trieste el 3 de
    noviembre y ocuparon Fiume (actual Rijeka) el 5 de noviembre. La
    conmoción de la derrota provocó alzamientos
    revolucionarios en el Imperio Austro-Húngaro. Los checos y
    los eslovacos ya habían constituido en octubre un Estado
    independiente, Checoslovaquia; los eslavos del Sur proclamaron su
    independencia
    en octubre y fundaron en diciembre el Reino de los Serbios,
    Croatas y Eslovenos, que más tarde pasaría a
    denominarse Yugoslavia (en la actualidad Croacia, Eslovenia,
    Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Yugoslavia). Los húngaros
    establecieron un gobierno independiente en noviembre. Las
    autoridades austro-húngaras establecidas en Viena firmaron
    un armisticio con los aliados el 3 de noviembre y Carlos I, el
    último emperador de los Habsburgo, abdicó
    días después; al día siguiente se
    proclamó la República de Austria.

    La retirada de Turquía

    Los aliados también pusieron fin a la guerra en
    el frente turco de forma satisfactoria en 1918. Las fuerzas
    británicas rompieron las líneas turcas en Megiddo y
    derrotaron a los destacamentos alemanes que las apoyaban en el
    mes de septiembre; los británicos, después de
    unirse a las tropas árabes lideradas por Lawrence, tomaron
    Líbano y Siria. En octubre conquistaron Damasco, Alepo y
    otros puntos estratégicos; a su vez, la Marina francesa
    ocupó Beirut y el gobierno otomano solicitó un
    armisticio que se firmó el 30 de octubre. Según las
    condiciones establecidas, el Imperio otomano debía retirar
    sus ejércitos, romper relaciones con los Imperios
    Centrales y permitir a los buques de guerra aliados cruzar el
    estrecho de los Dardanelos.

    El último esfuerzo de los
    alemanes

    A pesar de las victorias de los alemanes sobre los rusos
    y los rumanos en 1917, los aliados formularon unos objetivos de
    guerra a comienzos de 1918 radicalmente opuestos a los expresados
    por los Imperios Centrales. La política de
    pacificación del presidente estadounidense Wilson
    comprendía catorce puntos cuyo objetivo era alcanzar una
    paz justa e indujo a los Imperios Centrales a cesar las
    hostilidades algunos meses después. A comienzos de 1918,
    los alemanes decidieron llevar a cabo un esfuerzo supremo en la
    primavera de ese año para romper las líneas aliadas
    en el frente occidental y llegar así hasta París.
    Esta poderosa ofensiva, que comenzó el 21 de marzo, fue
    dirigida contra el frente británico situado al sur de
    Arras. El temor a que los alemanes consiguieran atravesar las
    líneas aliadas se fue extendiendo debido al éxito
    de la ofensiva durante la primera semana; por este motivo, los
    aliados encargaron al general Ferdinand Foch la
    coordinación de las operaciones
    aliadas, nombrándole comandante general de los
    ejércitos aliados en Francia —formados por
    franceses, belgas, británicos y estadounidenses— al
    mes siguiente. De abril a junio los alemanes emprendieron un
    segundo avance, lo que les permitió llegar hasta un punto
    del Marne que se hallaba tan sólo a 60 km de
    París, pero las tropas francesas y la II División
    estadounidense detuvieron el avance alemán en la batalla
    de Château-Thierry (4 de junio) y la fuerza de la ofensiva
    alemana decayó enormemente a mediados de julio. Pese al
    avance logrado en la segunda batalla del Marne, sus progresos se
    vieron frenados inmediatamente por las tropas francesas y
    estadounidenses. El general Foch, que advirtió que la
    ofensiva alemana carecía de fuerza, ordenó un
    contraataque el 18 de julio. Los alemanes se vieron obligados a
    replegarse sobre el Marne y los aliados tomaron la iniciativa en
    el frente occidental y siguieron en esta línea hasta que
    concluyó el conflicto.

    El final de la guerra en Europa

    Los aliados emprendieron una ofensiva sobre las
    líneas alemanas establecidas en Amiens (del 8 al 11 de
    agosto); los alemanes se rindieron tres meses después. Las
    fuerzas británicas y francesas ganaron la segunda batalla
    del Somme y la quinta batalla de Arras durante la última
    semana de agosto y los primeros días de septiembre, e
    hicieron retroceder a los alemanes hasta la Línea
    Hindenburg. El resto de las tropas alemanas fue reducido por los
    estadounidenses en la batalla de Saint-Mihiel (12 y 13 de
    septiembre). Los británicos avanzaron hacia Cambrai en
    octubre y principios de
    noviembre, y los estadounidenses atravesaron la boscosa
    región de Argonne. El último ataque logró
    romper las líneas alemanas establecidas entre Metz y
    Sedan. Como resultado de estas ofensivas, Ludendorff pidió
    al gobierno alemán que solicitara un armisticio al
    enemigo. El gobierno alemán inició las
    conversaciones con los aliados en octubre, pero éstas
    fracasaron cuando el presidente Wilson insistió en
    negociar únicamente con regímenes
    democráticos. Mientras tanto, los británicos
    realizaban importantes progresos en el norte de Francia y a lo
    largo de la costa belga, y las tropas francesas y estadounidenses
    llegaron a Sedan el 10 de noviembre. La Línea Hindenburg
    había sido completamente aniquilada a comienzos de este
    mes, y los alemanes se retiraban con rapidez de todo el frente
    occidental. La derrota del Ejército alemán tuvo
    repercusiones en el interior del país que afectaron de
    forma muy negativa al gobierno establecido. La flota alemana se
    amotinó, el rey de Baviera fue destronado por un
    levantamiento y el emperador Guillermo II abdicó en
    noviembre y huyó a los Países Bajos. El día
    9 de ese mismo mes se proclamó la República de
    Weimar en Alemania, cuyo gobierno envió una
    comisión para negociar con los aliados. A las cinco de la
    mañana del 11 de noviembre tuvo lugar en el bosque de
    Compiègne la firma del armisticio entre Alemania y los
    aliados; este documento estaba basado en las condiciones
    establecidas por los vencedores; esa misma mañana cesaron
    las hostilidades en el frente occidental.

    La guerra en las colonias

    Las fuerzas destacadas en las colonias alemanas de
    África y el océano Pacífico, a
    excepción de las que se encontraban en África
    oriental a finales de 1917 y durante 1918, lucharon a la
    defensiva la mayor parte del tiempo. Fueron derrotadas con
    rapidez en unos casos y gradualmente en otros, pero
    prácticamente todas se habían rendido a los aliados
    hacia el final de la guerra.

    África

    Los territorios africanos colonizados por los alemanes
    en 1914 eran Togo, Camerún, el África Suroccidental
    Alemana (actual Namibia) y el África Oriental Alemana. Una
    fuerza anglo-francesa tomó posesión de Togo en
    agosto de 1914. En septiembre de ese año los
    británicos invadieron Camerún desde Nigeria, y los
    franceses se internaron en el este y el sur de esta región
    desde el África Ecuatorial Francesa. Después de
    muchas campañas, la resistencia
    alemana fue superada definitivamente en febrero de 1916. El
    África Suroccidental Alemana fue conquistada entre
    septiembre de 1914 y julio de 1915 por tropas de la Unión
    Surafricana (actual República de Suráfrica). La
    más importante de las posesiones alemanas, el
    África Oriental Alemana, fue la que ofreció
    más oposición a los aliados. Los primeros ataques
    emprendidos por las tropas británicas e indias (noviembre
    de 1914) fueron repelidos por las fuerzas alemanas dirigidas por
    el general Paul von Lettow-Vorbeck. En noviembre de 1915 las
    unidades navales de los británicos se apoderaron del lago
    Tanganica, y el general Jan Christiaan Smuts recibió el
    mando de las fuerzas aliadas (formadas por británicos,
    surafricanos y portugueses) que se encargarían de la
    invasión del África Oriental Alemana al año
    siguiente. Los aliados tomaron en 1916 sus principales ciudades:
    Tanga, Bagamoyo, Dar es-Salaam y Tabora, por lo que las tropas de
    Lettow-Vorbeck se retiraron hacia el sureste de esta
    región. Sin embargo, las fuerzas alemanas iniciaron una
    ofensiva a finales de 1917 e invadieron el África
    Portuguesa. Cuando se firmó el armisticio en Europa en
    1918, las tropas alemanas del África Occidental Alemana
    seguían aún luchando, a pesar de que la mayor parte
    de la colonia se encontraba en poder de los
    aliados. Lettow-Vorbeck se rindió tres días
    después de que se terminara la guerra en
    Europa.

    El Pacífico

    En el Pacífico, una fuerza neozelandesa
    conquistó la zona alemana de Samoa en agosto de 1914, y
    los archipiélagos alemanes de Bismarck y Nueva Guinea
    fueron ocupados por tropas australianas en septiembre. Las
    fuerzas japonesas tomaron la fortaleza de Qingdao, un puerto
    alemán situado en la provincia china de
    Shandong, en noviembre de 1914, y las islas Marshall, las islas
    Marianas, el archipiélago de Palau y las islas Carolinas
    entre agosto y noviembre de ese año. Cuando la guerra
    terminó, Japón conservó Qingdao hasta 1922 y
    consiguió un mandato sobre las islas Marshall, Marianas,
    Palau y Carolinas.

    La guerra marítima

    A comienzos de la guerra, el grueso de la flota
    británica, la Gran Flota, contaba con veinte acorazados y
    numerosos cruceros y destructores; estaba ubicada en la base de
    Scapa Flow, situada en las islas Orcadas, mientras que una
    segunda flota protegía el canal de la Mancha. La Flota de
    Altamar alemana estaba compuesta por trece acorazados y
    tenía sus bases en los puertos alemanes de mar del
    Norte.

    Las primeras operaciones

    En la batalla que tuvo lugar en la ensenada de Helgoland
    (1914) los británicos atacaron la base naval alemana de la
    isla de Helgoland y hundieron tres naves enemigas; los submarinos
    alemanes hundieron el superacorazado Audacious (27 de
    octubre) e intentaron atacar Scapa Flow, por lo que las naves
    británicas allí fondeadas hubieron de zarpar en
    busca de refugio a la costa occidental de Escocia.

    Una escuadra de cruceros alemanes destacada en el
    Pacífico sur, al mando de la cual se hallaba el almirante
    Maximilian Spee, causó importantes daños en las
    instalaciones francesas de Papeete y en las islas Fanning (de
    posesión británica) en septiembre y octubre de
    1914; el 1 de noviembre derrotó a una escuadra
    británica en la batalla de Coronel, pero fue vencida el 8
    de diciembre por una escuadra británica a las
    órdenes del almirante Frederick Sturdee en la batalla de
    las islas Malvinas, en
    la que perdió cuatro de sus cinco naves. Durante 1914 y
    los primeros meses de 1915, los cruceros alemanes produjeron
    graves daños a los buques británicos del
    océano Índico y otras zonas.

    La acción más destacable de 1915 fue el
    bloqueo submarino impuesto por
    Alemania a Gran Bretaña. El hundimiento del
    transatlántico de pasajeros Lusitania a manos de un
    submarino alemán el 7 de mayo costó la vida a
    muchos súbditos estadounidenses, lo que originó una
    polémica que estuvo a punto de provocar la guerra entre
    Estados Unidos y Alemania, modificando ésta última
    sus métodos de
    guerra submarina para satisfacer al gobierno estadounidense. Sin
    embargo, en marzo de 1916, el hundimiento por un submarino
    alemán del buque de vapor francés Sussex en
    el canal de la Mancha y la existencia de víctimas
    estadounidenses hizo estallar un nuevo conflicto
    diplomático entre estos países.

    1916 y los años siguientes

    El enfrentamiento naval más importante de la
    guerra fue la batalla de Jutlandia, librada el 31 de mayo y el 1
    de junio de 1916 entre la Gran Flota británica y la Flota
    de Altamar alemana, y tras la cual Gran Bretaña pudo
    conservar su supremacía naval. No obstante, los alemanes
    consiguieron romper el bloqueo británico y reanudaron la
    guerra submarina sin restricciones en 1917, persuadidos de que
    éste era el único método con
    el que podrían derrotar a Gran Bretaña; esta
    estrategia no condujo a la rendición de los
    británicos, sino que motivó que Estados Unidos
    declarara la guerra a Alemania. Los ataques de los submarinos
    alemanes a los convoyes británicos en el océano
    Atlántico y en el mar del Norte ocasionaron la
    destrucción de numerosas embarcaciones. Por este motivo,
    los británicos intentaron bloquear, con escaso
    éxito, las bases submarinas alemanas de Ostende y
    Zeebrugge (ambas en Bélgica) en abril de 1918; finalmente,
    las fuerzas terrestres británicas marcharon sobre
    Bélgica en octubre y tomaron ambas bases y otros puertos
    belgas.

    El hundimiento de la flota alemana

    De acuerdo con los términos del armisticio, los
    alemanes debían entregar a los aliados la mayor parte de
    su flota, compuesta por 10 acorazados, 17 cruceros, 50 lanchas
    torpederas y más de 100 submarinos. Salvo estos
    últimos, toda la flota, incluidos capitanes y
    tripulaciones, estaba retenida en Scapa Flow en noviembre de
    1918. El Tratado de Versalles (1919), que puso fin a la guerra,
    estipulaba que todas las naves retenidas pasaban a ser propiedad de
    los aliados; los alemanes habían de entregar los restantes
    buques de guerra que se encontraran en su poder;
    además, el tamaño de la futura flota alemana
    quedaba drásticamente reducido. Como represalia ante estas
    condiciones, los alemanes hundieron el 21 de junio de 1919 sus
    propias naves de Scapa Flow.

    El tonelaje total de naves aliadas hundidas por los
    submarinos, embarcaciones y minas alemanas fue de casi 13
    millones; el mayor tonelaje hundido en un solo año (1917)
    alcanzó los 6 millones.

    La guerra aérea

    La I Guerra Mundial
    estimuló enormemente la fabricación de aeronaves,
    su uso con fines militares y el desarrollo de
    la guerra aérea; se construyeron dirigibles, globos y
    aviones. Éstos últimos se utilizaban principalmente
    para dos tipos de misiones: la observación y el bombardeo. La
    exploración de los frentes de batalla fijos se llevaba a
    cabo mediante pequeños globos con cuerdas; los dirigibles
    servían para realizar reconocimientos en el mar, y los
    aeroplanos para sobrevolar las zonas costeras. Con respecto a las
    operaciones militares terrestres, los aeroplanos se empleaban
    para observar la disposición de las tropas y defensas del
    enemigo y bombardear sus líneas o a sus fuerzas cuando
    entraban en combate.

    Los alemanes bombardearon por primera vez París
    desde el aire el 30 de
    agosto de 1914 y Dover (Gran Bretaña) el 21 de diciembre
    de 1914. Durante 1915 y 1916, los dirigibles alemanes, conocidos
    como zepelines, atacaron el este de Inglaterra y
    Londres en sesenta ocasiones. El primer ataque con aviones se
    produjo el 28 noviembre de 1916, y estas acciones se
    repitieron con frecuencia durante el resto de la
    guerra.

    Desde mediados de 1915 se hicieron frecuentes los
    combates aéreos entre aviones o escuadrones enemigos. Los
    alemanes disfrutaron de la supremacía aérea en el
    frente occidental desde octubre de 1915 hasta julio de 1916,
    año en el que los británicos demostraron su
    superioridad. Entre los más importantes aviadores, cabe
    destacar al estadounidense Eddie Rickenbacker, al canadiense
    William Avery Bishop y al barón alemán Manfred von
    Richthofen.

    Resumen de la guerra

    La I Guerra Mundial
    duró cuatro años, tres meses y catorce días.
    El conflicto representó un coste de 186.000 millones de
    dólares para los países beligerantes. Las bajas en
    los combates terrestres ascendieron a 37 millones, y casi diez
    millones de personas pertenecientes a la población civil fallecieron indirectamente
    a causa de la contienda. A pesar de que todas las naciones
    confiaban en que los acuerdos alcanzados después del
    conflicto restablecerían la paz mundial sobre unas bases
    estables, las condiciones impuestas promovieron un conflicto
    aún más destructivo (que se inició en 1939 y
    que, no en vano, fue denominado II Guerra Mundial).
    Los Imperios Centrales aceptaron los catorce puntos elaborados
    por el presidente Wilson como fundamento del armisticio,
    esperando que los aliados los adoptaran como referencia
    básica en los tratados de paz.
    Sin embargo, la mayor parte de las potencias aliadas acudieron a
    la Conferencia de
    Paz de París (celebrada en Versalles) con la
    determinación de obtener indemnizaciones en concepto de
    reparaciones de guerra equivalentes al coste total de la misma y
    de repartirse los territorios y posesiones de las naciones
    derrotadas según acuerdos secretos. Durante las
    negociaciones de paz, el presidente estadounidense Wilson
    insistió en que la Conferencia de
    Paz de París aceptara su programa completo
    organizado en catorce puntos, pero finalmente desistió de
    su propósito inicial y se centró en conseguir el
    apoyo de los aliados para la formación de la Sociedad de
    Naciones.

    Las potencias vencedoras permitieron que se incumplieran
    ciertos términos establecidos en los tratados de paz
    de Versalles, Saint-Germain-en-Laye, Trianon, Neuilly-sur-Seine y
    Sèvres, lo que provocó el resurgimiento del
    militarismo y de un nacionalismo
    agresivo en Alemania y desórdenes sociales en gran parte
    de Europa.

     

     

    Autor:

    Jose Luis Pisano

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