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Sidarta Gautama




Enviado por latiniando



    1.- Vida ( ca. 500
    d.C.)

    Se conoce muy poco de la vida de Sidarta
    Gautama. Y eso poco procede de las escrituras budistas y puede
    que no sea histórico en todos sus detalles, ya que son
    escritos redactados para hacer más aceptable sus
    enseñanzas.

    "BUDA" es un título
    honorífico que se le atribuyó después (como
    "Mesías" o "Cristo" a Jesús; y como "Israel" a Jacob).
    Su apellido de familia era
    Gautama y su nombre Sidarta.

    Buda significa literalmente
    iluminado, mentalmente despierto, lúcido.
    Según el budismo, uno se
    libera y se hace realmente persona cuando la
    mente alcanza, desde dentro, una iluminación tal que puede
    mirar a la vida con realismo. ( De
    esta forma, ya la simple comprensión de estas dos
    palabras: Buda y Cristo, nos introduce en dos características fundamentales que
    distinguen a ambas religiones, dos maneras de
    llegar a la perfección: desde Dios, desde la unión
    del Espíritu o desde el hombre y
    quedándose con el
    hombre).

    Sidarta nació en el seno de una
    familia
    acomodada. Su padre era jefe de un clan (perteneciente a la clase
    de los guerreros) en Kapilarastu, en la frontera con Nepal.
    Había muchos jefes similares dentro del mismo Reino. Su
    madre se llamaba Mahamaya, y era princesa de otro
    clan.

    Si Sidarta hubiera pertenecido a la
    casta de los bramanes, no le hubiera resultado fácil
    fundar una religión "sin
    Dios"
    , ya que esta casta debía dedicarse a todo lo
    relacionado con los ritos y culto a los dioses y
    diosas.

    Sidarta nació fuera de su casa,
    mientras su madre viajaba a la casa paterna (en la India, para el
    primer parto las
    mujeres suelen regresar a su casa paterna). Nació en un
    parque, a la sombra de un árbol.

    (No faltan leyendas que
    le hacen nacer del costado de su madre-virgen, sin causarle
    ningún dolor). Al séptimo día murió
    la madre y Sidarta fue criado por la hermana de su madre:
    Prajapati Gotami.

    Su educación
    habría sido excelente, en conformidad con las tradiciones
    de la casta guerrera. En especial habría sido bien
    adiestrado en el manejo del arco y en las artes de la guerra.

    El matrimonio en la
    India
    está sujeto a complicadas tradiciones. A veces los padres
    deciden la pareja de alguien ya desde que nace o desde muy tierna
    edad. Acerca del matrimonio de
    Sidarta sólo sabemos que se casó a los 16
    años con su prima Yosodara, hija única del
    príncipe Suppabudda.

    El padre de Sidarta tenía grandes
    planes para su hijo: quería hacer de él un gran
    político. Para conseguirlo trató de contentarle en
    todo y rodearle de comodidades. Dícese que incluso
    tomó grandes precauciones para que su hijo no contemplase
    siquiera las miserias humanas. Sus esfuerzos, naturalmente,
    resultaron vanos. Sidarta se dió cuenta de la realidad de
    la vida, y esa experiencia fue en él tan fuerte que
    marcó un nuevo derrotero a su existencia. Tradicionalmente
    esa experiencia se cuenta así:

    Diga-nikaya, XIV, mahapadana
    suttanta:

    El joven señor Gautama, cuando ya
    habían pasado muchos días, mandó a su
    cochero que preparase las carrozas de gala, diciendo: Ten
    preparadas las carrozas, buen cochero, vamos a recorrer el parque
    para ver los jardines. Si mi señor, replicó el
    cochero, y aparejó las carrozas de gala y mandó
    recado a Gautama: Las carrozas están preparadas, mi
    Señor. Hagamos lo que gustes.

    Entonces Gautama subió a una
    carroza de gala y mando salir al parque.

    El joven señor vió
    entonces, según iba recorriendo el parque, a un anciano
    encorvado como un caballete de tejado, apoyándose en un
    bastón, decrépito y caminando a traspiés,
    afligido y ya sin vigor. Y al verlo, dijo Gautama: ¿
    Qué ha hecho, buen cochero, ese hombre, que
    sus cabellos no son como los de los demás hombres, y
    tampoco su cuerpo ?.

    – Es lo que llamamos un viejo, mi
    señor.

    – ¿ Y porqué se llama
    viejo ?.

    – Se le llama viejo, mi señor,
    porque ya no le queda mucha vida.

    – Entonces, buen cochero, ¿
    también yo estoy sujeto al envejecimiento, no podré
    eludir la vejez
    ?.

    – Tu, mi señor, y nosotros, todos
    somos de tal condición que habremos de envejecer. No
    podemos eludir la vejez.

    Ya está bien por hoy, buen
    cochero, de recorrer el parque. Llévame de regreso a mis
    habitaciones. Sí, mi señor, respondió el
    cochero, y lo llevó de regreso. El dirigiéndose a
    sus habitaciones, se sentó lleno de tristeza y agobiado,
    pensando: Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues
    a todo el que nace aguarda una vejez
    semejante.

    Envió el rajá a buscar al
    cochero y le preguntó: Bien, buen cochero, ¿ se
    distrajo el muchacho en el parque ? ¿ Qué fue lo
    que más le agradó ?.

    – No, mi señor, nada le
    agradó.

    – ¿ Qué fue, pues, lo que
    vio en su paseo ?.

    Y el cochero narró lo sucedido.
    Pensó entonces el rajá: No debemos consentir que
    Sidarta renuncie al gobierno. No
    debemos consentir que abandone la casa y se vaya a la soledad. No
    debemos consentir que resulte cierto lo que predijeron los
    adivinos brahmanes.

    Para que tales cosas no ocurrieran, hizo
    que el joven estuviera aún más rodeado de placeres
    sensuales. Y de este modo siguió viviendo Sidarta en medio
    de los placeres. Pero pasaron muchos días, y el joven
    señor ordenó de nuevo a su cochero que preparase lo
    necesario para salir de nuevo a pasear . . .

    Y vió Sidarta, según
    paseaba por el parque, a un enfermo, cargado de dolores,
    caído y revolcándose en sus propias heces, mientras
    algunos trataban de levantarlo y otros lo vestían. Al
    verlo, preguntó Sidarta: ¿ Qué ha hecho este
    hombre, buen
    cochero, que sus ojos no parecen como los ojos de los
    demás, ni su voz se parece a la voz de los otros hombres
    ?.

    – Es lo que llamamos un enfermo, mi
    señor.

    – ¿ Qué quiere decir eso
    de enfermo ?

    – Significa, mi señor, que
    difícilmente podrá recuperarse de su
    mal.

    – ¿ Acaso estoy yo también
    expuesto, buen cochero, a caer enfermo ?. ¿ No estoy libre
    de la enfermedad ?.

    – Tú, mi señor, y todos
    nosotros estamos expuestos a caer enfermos. No estamos libres de
    la enfermedad.

    Basta por hoy ,buen cochero, de pasear
    por el parque. Llévame de regreso a mis habitaciones.
    Sí, mi señor, respondió el cochero, y lo
    llevó de regreso. El, dirigiéndose a sus
    habitaciones, se sentó lleno de tristeza y agobiado,
    pensando: Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues
    a todo el que nace aguarda tal decadencia, semejante
    enfermedad.

    Envió el rajá a buscar al
    cochero y le preguntó: Bien, buen cochero, ¿ se
    distrajo el muchacho en el parque ?. ¿ Qué fue lo
    que más le agrado ?.

    – No, mi señor, nada le
    agradó.

    – ¿ Qué fue, pues, lo que
    vió en su paseo ?.

    Y el cochero contó todo lo
    sucedido. Pensó entonces el rajá: No debemos
    consentir que Sidarta renuncie al gobierno. No
    debemos consentir que abandone la casa y se vaya a la soledad. No
    debemos consentir que resulte cierto lo que predijeron los
    adivinos brahmanes.

    Para que tales cosas no
    ocurrieran, hizo que el joven estuviera aún más
    rodeado de placeres sensuales. Y de este modo siguió
    viviendo Sidarta en medio de los placeres. Pero pasaron muchos
    días, y el joven señor ordenó de nuevo . . .
    salir a pasear . .

    Y vió, según paseaba por
    el parque, una gran muchedumbre de gentes vestidas de distintos
    colores, que
    construían una pira funeraria. Y al ver aquello,
    preguntó a su cochero: ¿ Para qué se ha
    reunido toda esta gente, con vestidos de diversos colores, y con
    qué objeto amontonan esa leña ?.

    – Es porque alguien, mi señor, ha
    terminado sus días.

    – Acerca la carroza hacia ese que ha
    terminado sus días.

    – Si, mi señor, respondió
    el cochero, y así lo hizo, Y vió Sidarta el
    cadáver de aquel que había terminado sus
    días y preguntó: ¿ Qué es eso, buen
    cochero, de terminar uno sus días ?.

    – Significa, mi señor, que ni su
    madres, ni su padre, ni otros parientes lo volverán a ver
    más, y que él tampoco los volverá a
    ver.

    – ¿ Y estoy yo también
    sujeto a la muerte ?
    ¿ No estoy libre de la muerte ?
    ¿ No me verán más ni el rajá, ni mis
    demás parientes, ni los veré yo a ellos tampoco
    ?.

    – Tú, mi señor, y nosotros
    también, todos estamos sujetos a la muerte. Ni
    el rajá ni la rani, ni tus demás parientes te
    verán, ni tú los volverás a ver a
    ellos.

    Basta por hoy, buen cochero, de pasear
    por el parque. Llévame de regreso a mis habitaciones. Si,
    mi señor, respondió el cochero, y lo llevó
    de regreso. El dirigiéndose a sus habitaciones se
    sentó lleno de tristeza y agobiado pensando: ¡
    Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues a todo el
    que nace le aguardan el envejecimiento, la enfermedad y la
    muerte!.

    Envió el rajá a buscar al
    cochero y le preguntó como las otras veces, y
    también hizo rodear a Sidarta aún más de
    placeres sensuales.

    Pero de nuevo . . . el señor
    Gautama mando . . . salir a pasear. Y vió cuando paseaba
    por el parque, un hombre con la
    cabeza rapada, un eremita con su túnica amarilla. Al
    verlo, preguntó al cochero: Este hombre, buen
    cochero, ¿ Qué ha hecho, que su cabeza no es como
    la de los demás hombres y sus ropas no son como las que
    llevan los demás ?.

    – Es lo que se llama un eremita, mi
    señor, porque es un hombre que se
    ha marchado.

    – ¿ Qué quiere decir eso
    de que se ha marchado ?.

    – Marcharse, mi señor, significa
    ingresar en la vida religiosa, ingresar en una vida
    pacífica, dedicarse por completo a las buenas acciones, a
    llevar una conducta
    meritoria, a no causar ningún daño, a practicar la
    compasión para con todas las criaturas.

    – Cosa excelente es, en verdad, amigo
    cochero, eso que llaman un eremita, pues tan perfecta es su
    conducta en todos
    los aspectos. Llévame pues, hacia ese
    eremita.

    – Sí, mi señor,
    replicó el cochero, y lo llevó junto al eremita.
    Entonces se dirigió a él Sidarta, y le dijo:
    Maestro, ¿ qué has hecho que tu cabeza no es como
    la de los demás hombres, ni tus vestidos son como los de
    los otros ?.

    – Yo, señor, soy uno que se ha
    marchado.

    – ¿ Qué significa eso,
    maestro?.

    – Eso significa, mi señor,
    entregarse del todo a la vida religiosa, del todo a la vida
    pacífica, practicar las buenas acciones,
    llevar una conducta
    meritoria, no causar ningún daño, practicar la
    compasión para con todas las criaturas.

    – Con mucha razón, ciertamente,
    maestro, se dice que habéis marchado, ya que tan perfecta
    es vuestra conducta en todos
    los aspectos. Entonces ordeno el señor Gautama a su
    cochero: Marcha, buen cochero, llévate tu carroza y
    guíala de regreso a mis habitaciones. Porque ahora mismo
    voy a rapar mi cabeza y me voy a poner la túnica amarilla
    y me voy a marchar de mi casa para abrazar el estado de
    los que no tienen hogar.

    – Si, mi señor, replicó el
    cochero y regresó. Pero el príncipe Sidarta,
    cortando allí mismo su cabello y vistiéndose la
    túnica amarilla, se alejó de su casa hacia el estado de
    los que no tienen hogar.

    Ocurrió entonces en Kapilavatthu,
    la capital del
    gran rajá, que un gran número de personas, unas
    ochenta y cuatro mil almas, oyeron lo que el príncipe
    Sidarta había hecho, y pensaron: Ciertamente no es
    éste un caso habitual de ingreso en la vida religiosa, no
    es nada común este marcharse, puesto que el
    príncipe Sidarta ha rapado su cabeza y se ha revestido la
    túnica amarilla y se ha marchado se su casa para abrazar
    el estado de l
    os que no tienen hogar. Si el príncipe Sidarta ha hecho
    esto, ¿ por qué no habríamos de hacerlo
    nosotros también ?. Y todos ellos hicieron rapar sus
    cabezas y se vistieron túnicas amarillas y, a
    imitación de Bodhisat, marcharon de sus casas y abrazaron
    el estado de
    los que no tienen hogar. De este modo comenzó el Bodhisat
    a recorrer las aldeas, las ciudades y las capitales
    acompañado de una gran multitud.

    Entonces pensó Sidarta el
    Bodhisat, mientras meditaba en retiro: No es bueno para mi vivir
    siempre rodeado de gente. Mejor sería si pudiera vivir
    solitario, lejos de la multitud. Poco después
    marchó a vivir solo, lejos de la muchedumbre. Los ochenta
    y cuatro mil marcharon por un camino y el Bodhisat por
    otro.

    Entonces pensó Sidarta el
    Bodhisat, cuando marchó al lugar que había elegido
    y estaba meditando en la soledad: Ciertamente, este mundo
    está desquiciado: se nace, se envejece y se muere, y se
    sale de un estado para
    entrar en otro. Pero nadie sabe el camino para escapar del dolor
    o de la enfermedad o de la muerte.
    ¡ Cuándo se dará a conocer un camino para
    escapar de todo este dolor, del envejecimiento y de la muerte
    !.

    (Traducido del libro:
    Buddhism, del autor C.H. Hamilton. New York)

    De las cuatro escenas descritas ( un
    viejo, un enfermo, un cadáver, y un eremita); las tres
    primeras muestran aspectos de la humanidad doliente, mientras que
    la cuarta muestra un
    posible escape de ese dolor.

    Estas cuatro visiones, bien entendidas,
    nos presentan ya la doctrina que después
    enseñará Sidarta. Enseñará un camino
    para librarse del sufrimiento causado por la vejez, la
    enfermedad o la muerte.
    Será el camino de la renuncia. No para escapar de la
    enfermedad, vejez o
    muerte, sino
    para librarse de la agonía que causan a los
    humanos.

    El descubrimiento traumático de
    la transitoriedad de la vida y, por tanto, de la locura que
    supone el dejarse arrastrar por valores
    efímeros, le llevó a Sidarta a renunciar al mundo y
    hacerse asceta.

    Tenía entonces 29 años.
    Debió ser una decisión bien madura, después
    de ya 13 años de vida matrimonial.

    ( Dejar a su mujer y a su hijo
    no equivale, en las tradiciones de la India, a
    abandonarlos. El sentido de parentesco es muy fuerte, y los
    abuelos, tíos y tías se encargan de cuidarlos.
    Incluso, en las tradiciones religiosas hindúes de
    entonces, ese paso era normal para cualquier persona que
    aspirase a la perfección: primero debe ser un estudiante
    célibe; luego, un hombre casado; finalmente, un asceta o
    eremita. Con todo, Sidarta no siguió estos pasos a
    cerraojos, sin discernimiento ni espíritu crítico,
    como veremos. Por eso las escrituras budistas no dicen que
    dejó la familia
    para hacerse monje, sino que dejó la familia "en
    busca de la paz libre de lazos, en busca del
    Nibbana").

    LA BÚSQUEDA.

    Lo que primero experimentó
    Sidarta fueron sistemas de
    meditación. Se hizo discípulo de dos famosos
    maestros de su época: Kalama y
    Ramaputta.

    Es de suponer que Sidarta hizo grandes
    progresos en su aprendizaje del
    yoga, y que alcanzaría gran facilidad para la
    meditación.

    Pero Sidarta no considera las
    técnicas del yoga como algo importantísimo ni se
    dejó arrastrar por la preocupación que mostraban
    sus maestros por alcanzar los estadios de meditación
    conocidos como "trances".

    Es verdad que la meditación es un
    aspecto muy importante del Budismo. Pero
    Sidarta no se interesó en la meditación por la
    meditación. Para él, la auténtica
    meditación debe conducirle a uno no a una experiencia
    efímera sino a una visión de las realidades
    más profundas de la vida. El estilo de meditación
    que Sidarta promoverá es un sistema de
    meditación llamado "meditación intuitiva" ( de
    visión o profundidad).

    La segunda etapa de su búsqueda
    consistió en experimentar el ascetismo. Dejó
    Sidarta a sus maestros de yoga y se fue a vivir en un monasterio
    (ashram, muy frecuentes en esa época en la India) en el
    que vivían cinco ascetas, en Uruvela.

    Esos cinco monjes practicaban el
    ascetismo más estricto. Creían que la
    mortificación y tortura de sí mismos
    entrañaban un poder
    liberador. ( Hoy también se ven en la India
    penitentes que se flagelan, se hieren, llevan zapatos con clavos,
    etc.)

    Esos monjes practicaban ayunos
    rigurosos, viviendo de hojas y raíces. Sidarta
    siguió estas prácticas con tanto rigor que pudo
    decir más tarde: Fuí más estricto que todos
    los demás, hasta quedárseme los miembros como
    cañas secas.

    Pero pronto cayó en la cuenta de
    lo inútil que era esa mortificación para alcanzar
    la liberación. Pronto vió que lo importante, para
    liberarse, no era la automortificación sino la
    autodisciplina o autodominio. Y en cuanto lo descubrió,
    dijo adiós a sus compañeros y siguió la
    búsqueda por su cuenta. Dícese que este
    período de búsqueda entre los maestros de la
    meditación yoga y entre los ascetas duró seis
    años. De ello se deducen dos constataciones
    importantes:

    + La enorme fuerza de
    voluntad que tenía Sidarta. Era sincero en lo que
    emprendía. Se entregaba de corazón. A
    la vez, nunca perdió su espíritu
    crítico.

    + Sus convicciones fueron evolucionando.
    Llegó a rechazar enérgicamente el ascetismo extremo
    y a considerarlo tan perjudicial a la persona como la
    autocomplacencia.

    LA ILUMINACIÓN.

    tras abandonar el ascetismo, Sidarta
    continuó su búsqueda, él solo, reflexionando
    sobre la liberación y la manera de
    alcanzarla.

    A la sombra de un gran árbol (
    que sería después llamado bodhi, o
    árbol de la iluminación) meditó sobre su
    vida pasada y sobre las vidas de los otros y sus diferentes
    estados de esclavitud.
    Buscó las razones que mantienen a los hombres y mujeres en
    un estado de
    opresión y fue así descubriendo la naturaleza del
    sufrimiento humano, la causa que lo produce, la posibilidad de
    escapar de él y el camino para esa
    liberación.

    A este descubrimiento se le llama
    técnicamente bodhi, es decir,
    iluminación. Sidarta vió lo que era el
    sufrimiento como nunca hasta entonces lo había visto, y
    vió también la posibilidad del gozo como nunca la
    había visto. Fue una convicción profunda, de una
    vez por todas, y tan fuerte que sintió dentro la misión de
    predicarla a todo el mundo. Un cristiano calificaría esta
    experiencia como revelación. Pero para Sidarta fue
    algo que surgió dentro de él como resultado
    de su propia concentración.

    Sidarta expresó esa experiencia
    con palabras sencillas y llenas de gozo: Estando yo mismo
    sujeto al nacimiento, a la vejez, a la enfermedad, a la muerte, al
    sufrimiento y contaminación; viendo el peligro que corre
    todo lo que está sujeto a todo eso; buscando lo que no
    nace, lo que no envejece, lo que no enferma ni muere, ni se
    contamina, lo que está al seguro de toda
    esclavitud, el
    nirvana, lo alcancé. Surgió en mí el
    conocimiento y la visión. Mi liberación mental
    es indestructible.

    ( Majjhima Niyaka: 1,166 Sutta
    26).

    Quedó Sidarta tan absorto
    por su descubrimiento que, según se dice, pasó
    siete semanas meditando en el mismo lugar antes de emprender
    ninguna otra misión.
    Dícese también que una de esas semanas ( la
    segunda), la pasó contemplando con gratitud inmensa al
    árbol que le había dado sombra. Todo eso muestra lo
    importante que fue para él su descubrimiento comparable a
    cualquiera de los más trascendentales "eurekas" de la
    historia.

    Después de su iluminación
    proclama el Buda: Yo soy el santo en este mundo. Yo soy el
    maestro supremo. ( Mahavagga 1,7-9)

    Sucedió que Upaka, un hombre que
    pertenecía a la secta de los ajivakas (los ascetas
    desnudos), vió al Bienaventurado que iba de camino entre
    Gaya y el árbol Bodhi, y al verlo, dijo al Bienaventurado:
    Tu rostro, amigo, es sereno, tu aspecto es limpio y claro.
    ¿ En nombre de quién te has retirado del mundo ?.
    ¿ Quién es tu maestro ? ¿ De quién es
    la doctrina que profesas?.

    Cuando Upaka el ajivaka hubo hablado, el
    Bienaventurado le respondió con estas estrofas: "Yo he
    vencido a todos los enemigos, yo soy sapientísimo, yo
    estoy libre de toda clase de manchas, yo he abandonado todo y he
    logrado la emancipación al destruir el deseo.
    Después de alcanzar el
    conocimiento por mí mismo, ¿ a quién
    habría de llamar maestro ? No tengo maestro, nadie me
    iguala, en el mundo de los hombres y de los dioses no hay ser
    alguno que me iguale. Soy el Santo en este mundo, soy el maestro
    supremo, yo solo soy el Sambuddha Absoluto. He alcanzado la
    frialdad (por la extinción de las pasiones) y he
    conseguido el nirvana. Para fundar el Reino de la Verdad voy a la
    ciudad de Kasis ( Benares); haré sonar el tambor del
    inmortal en la oscuridad de este mundo".

    Replicó Upaka: "Tú
    aseguras, por tanto, amigo, que eres el Jina ( vencedor,
    apelativo común a los fundadores del budismo y del
    jainismo) absoluto, el Santo".

    Buda dijo: " Como yo son todos los jinas
    que han logrado la extinción de los asavas (Sensualidad,
    individualismo, ilusión e ignorancia); yo he superado
    todos los estados pecaminosos. Por consiguiente, Upaka, yo soy el
    Jina".

    Después que hubo hablado de este
    modo, Upaka, el ajivaka, replicó: " Puede que sea
    así, amigo". Sacudió su cabeza, tomó por
    otro camino y se marchó . . .

    LA MISIÓN.

    Sidarta comenzó su misión
    predicando a sus conocidos. Fue primero al grupo de los
    cinco ascetas con quienes había convivido. Aunque
    había rechazado sus ideas, no les había rechazado a
    ellos, y para compartir con ellos su camino de liberación
    anduvo más de 200 Km. Cuando les habló, no le
    prestaron de momento mucha atención. Pero Sidarta supo
    conquistares mediante la sencillez de sus métodos. "
    ¿Cuándo, hasta ahora os había hablado yo de
    esta manera, convencido de haber encontrado la verdad ?". Estas
    palabras vencieron, al fin, la resistencia de
    los cinco monjes. Y entonces, al verlos ya dispuestos a escuchar
    a Sidarta les expuso su nuevo camino de
    liberación.

    Los cinco monjes fueron los primeros
    discípulos de Sidarta y también los primeros
    miembros de la orden monástica que fundó. Y poco
    después entró en la orden un grupo de 55
    laicos jóvenes. Rápidamente la orden creció
    con nuevos ingresos.

    La orden monástica que
    fundó Sidarta fue realmente original. Fue probablemente la
    única orden monástica de la historia que no tenía
    ritos ni ceremonias ni mortificaciones ni sacrificios.
    Quizás la menos ascética de todas las
    órdenes del mundo, ya que negaba incluso, por principio,
    al ascetismo, su virtud liberadora.

    También fundó Sidarta un
    monasterio para mujeres. Pero, además, no sólo los
    monjes y monjas podían ser discípulos de Sidarta.
    Sidarta aceptaba también (aunque este aspecto fue pronto
    minusvalorado en algunas tradiciones busdistas posteriores) a
    toda clase de personas, casadas o solteras, y afirmó con
    fuerza que el
    camino de la liberación estaba al alcance de
    todos.

    Una de las funciones propias
    del monje había de ser la predicación. Desde su
    origen el Budismo es
    misionero. Las palabras que pronunció Sidarta al enviar al
    primer grupo de
    misioneros lo muestra con
    claridad: " Estoy liberado, oh monjes, de toda forma de
    esclavitud.
    También vosotros estás liberados. Id, pues, y
    caminad llevando bienestar y la felicidad a mucha gente,
    compadeciéndoos del mundo, llevándole el bien, el
    bienestar y la felicidad. No vayáis dos juntos en la misma
    dirección. Proclamad la doctrina (dhamma)
    excelente, llena de sentido, perfecta. Proclamad la vida
    íntegra, la vida santa, perfecta y pura. Hay seres que
    tienen polvo en sus ojos y se perderán por no aprender la
    doctrina. Y hay seres que entenderán la
    doctrina".

    ( Vinaya-Pikata/Mahavagga. 21, y,
    11:1)

    Esta actividad misionera alcanzó,
    ya en vida de Sidarta, un éxito enorme. El secreto del
    éxito radicó, sin duda, en la excelencia de la
    doctrina predicada. En una época de confusionismo
    religioso, Sidarta presentó un tipo de religión y de
    liberación que era fácil de entender y concreto para
    seguir. También la nobleza de su linaje debió
    contribuir al éxito: hubo muchos reyes, gobernadores y
    ricos que le favorecieron.

    Tampoco le faltaron problemas y
    fracasos. Uno de sus mayores sufrimientos debió ser la
    oposición a su liderazgo de
    la orden monástica, oposición capitaneada por un
    monje sobrino suyo, el venerable Devadatta, quien trabajó
    lo indecible para conseguir la dirección de la orden. Sidarta
    sufrió tanto con todo esto que, a veces, se escapó
    solo al bosque por largas temporadas en busca de paz. No sabemos
    si logró resolver las divisiones que ya en su vida
    surgieron dentro de la orden. Lo cierto es que, luego de su
    muerte, la
    orden se dividió en diferentes grupos. Pero
    todas las ramas a pesar de sus divisiones, han mantenido el
    mensaje básico de Sidarta.

    Digamos también algo sobre la
    santidad personal de esta
    gran figura religiosa. Según Sidarta, una persona liberada,
    un santo budista ha de estar adornado de estas cuatro cualidades:
    amabilidad (metta), compasión (karuna), mansedumbre
    (mudita) y ecuanimidad (upekka). Sidarta las practicó
    intensamente. Así aparece, por ejemplo, en este
    pequeño incidente de su vida:

    Cuando creció la orden y
    surgieron monasterios por muchos y distantes lugares, Sidarta se
    propuso visitarles a todos y asegurarse de su buen estado. En uno
    de estos monasterios encontró a un monje muy enfermo,
    lleno de llagas en su piel. Sus
    compañeros monjes, ante la extrema gravedad incurable del
    eczema que padecía, lo habían dejado solo,
    abandonado a su suerte. Sidarta fue a visitarlo,
    acompañado de su fiel amigo Ananda. Y tomando un
    barreño de agua y una
    toalla, lavó y limpió al enfermo,
    aliviándolo todo lo que pudo. Luego bajó a las
    chozas de los otros monjes, los reunió y les
    preguntó por qué tenían abandonado al monje
    enfermo. Ellos le contestaron que, puesto que iba a morir sin
    remedio, no valía ya para la orden. Entonces Sidarta,
    queriendo abrirles los ojos a lo inhumano de su comportamiento, les habló así:
    "Vosotros, oh monjes, no tenéis aquí una madre
    ni un padre que os cuide. Si no os cuidáis unos a otros
    ¿ Quién os cuidará ?. Recordad que
    cualquiera que cuida a un enfermo es como si me cuidase a
    mí". ( Vinaya-Pitaka/Mahavagga 302, vii,
    26:3).

    Aparece aquí un Sidarta que
    practicó las virtudes que
    predicó.

    Sidarta Gautama vivió hasta los
    ochenta años. Su muerte ocurrió en Kusinara, a casi
    200 km. De Benares, en la actual Uttara Pradesh. Son
    significativas las últimas palabras que dirigió a
    los discípulos que le rodeaban: " La vida es
    efímera. Esforzaos con
    atención".

    Así, en el último momento
    de su vida, subraya lo que había inculcado siempre: la
    necesidad del esfuerzo y la atención a la
    realidad.

    Aunque su vida acabó hace 2,500
    años, su mensaje continúa vivo en nuestros
    días en Sri Lanka, Tailandia, Camboya, Laos, Viet Nam,
    Nepal, Tíbet, China,
    Japón, Corea, Mongolia, Taiwan, y en algunas partes de
    India, Pakistán y Malasia. Incluso en Occidente abrazan
    hoy no pocos esa doctrina. Señal de que su mensaje
    interpela a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, tanto
    como lo hizo en su época.

    Amigo lector que has seguido mis pasos
    durante dos domingos a través de las ideas y la vida de
    Sidarta, te propongo ahora esperar unos días e iniciar la
    segunda parte de esta lectura,
    allí encontrarás un análisis de la Senda Óctupla, del
    Sermón del sendero o de las cuatro nobles verdades, y
    sobre todo te prometo un encuentro personal con el
    pensamiento
    único de Sidarta.

    Sidarta Gautama creyó que con la
    fuerza de la
    amabilidad y bondad, uno podría amanzar enemigos y hasta
    fieras. Hay relatos de las Escrituras budistas que así lo
    presentan. Un verso del Dhammapada expresaría bien el lema
    de Sidarta:

    "Nunca en este mundo el odio apaga el
    odio; Sólo el amor lo
    apaga. Este es un viejo principio".

    Además de la benevolencia, otras
    tres cualidades emparentadas con ella han de ir creciendo
    mediante la meditación y son: la compasión, la
    cortesía y la ecuanimidad.

    Ese es, pues, el concepto budista
    de meditación: una práctica de concentración
    mental que aporta calma y realismo a
    quien anda turbado y obcecado. Quien se habitúa a la
    meditación afronta cualquier situación de la vida
    con gran dosis de realismo y
    espíritu de benevolencia.

    Un buen resumen de los diversos tipos de
    meditación budista lo encontramos en los siguientes
    consejos que Sidarta dió al monje
    Rahula:

    Desarrolla, Rahula la meditación
    sobre la amabilidad, porque así desaparecerá la
    mala voluntad.

    Desarrolla, Rahula la meditación
    sobre la compasión, porque así desaparecerá
    la crueldad.

    Desarrolla, Rahula la meditación
    sobre la cortesía, porque así desaparecerá
    la dureza de corazón.

    Desarrolla, Rahula la meditación
    sobre la ecuanimidad, porque así desaparecerá la
    ansiedad.

    Desarrolla, Rahula la meditación
    sobre la corrupción
    del cuerpo, porque así desaparecerá la sed del
    placer.

    Desarrolla, Rahula la meditación
    sobre la idea de impermanencia, porque así
    desaparecerá el orgullo.

    Desarrolla, Rahula la
    concentración mental mediante el ejercicio de la respiración, porque practicando
    frecuentemente, trae gran fruto y es muy ventajoso. (MN,1,424,
    Sutta 62).

    2a. Parte

    Reflexiones de Sidarta
    Gautama.

    Creo que he conseguido llegar a esta
    doctrina profunda, recóndita, difícil de
    comprender, serena, excelente, más allá de la
    dialéctica y perceptible sólo para los entendidos.
    Pero la humanidad se complace, pone sus delicias y su felicidad
    en aquello a lo que se aferra, de forma que, hecha a tales ideas,
    le resulta muy difícil entender las relaciones causales y
    la cadena de la causación, muy difícil entender la
    detención de todas las fuerzas plásticas o la
    renuncia a todas las ataduras mundanas, la extirpación del
    deseo, la impasibilidad, la paz y el nirvana. Si he de predicar
    la doctrina para que los demás no entiendan nada,
    sólo trabajo y hastío sacaría de ello. Y al
    punto me vinieron a la mente estos versos que ningún
    hombre había escuchado antes:

    ¿ Predicaré lo que con
    tanto esfuerzo conseguí ?

    Los hombres, hundidos en pecado y
    deseos, encontrarían difícil sondear esta doctrina,
    siempre a contracorriente, abstrusa, profunda, sutilísima,
    difícil de captar.

    Sus amados deseos los cegarán
    hasta el punto de no ver, sumidos en la niebla espesa de la
    ignorancia.

    Mientras así ponderaba, mi
    corazón
    se sintió inclinado a permanecer tranquilo y a no predicar
    mi doctrina. Pero la mente de Brahma Sahampati llegó a
    advertir los pensamientos que llenaban mi mente, y pensó:
    "El mundo está perdido, totalmente perdido mientras el que
    halló la verdad siga determinado a no predicar su
    doctrina". Por tanto, con la misma rapidez con que un hombre
    robusto puede extender su brazo o recoger su brazo extendido,
    Brahma Sahampati desapareció del mundo de Brahma y
    apareció ante mí. Llegó ante mí con
    su hombro derecho desnudo, y con sus manos unidas y extendidas
    hacia mí en gesto de veneración, dijo: " Sea grato
    al Señor, sea grato al Bienaventurado predicar su
    doctrina. Hay seres cuya visión sólo está un
    poco oscurecida, que perecen porque no escuchan la doctrina.
    ¡ Estos la comprenderán !"

    EL SENDERO MEDIO.

    Y el Bienaventurado habló
    así a los cinco ascetas bhikkhus: Hay dos extremos que
    debe evitar todo aquel que ha renunciado al mundo. ¿
    Cuáles son estos dos extremos ? una vida entregada a los
    placeres, dedicada a los placeres y a las concupiscencias, que es
    una vida degradante, sensual, vulgar, innoble y sin provecho, y a
    una vida entregada a las mortificaciones, que es penosa, innoble
    y sin provecho. Evitando estos dos extremos, el Tathagata ha
    alcanzado el
    conocimiento que lleva a la sabiduría, que conduce a
    la serenidad, al conocimiento,
    al sambodhi, al nirvana.

    ¿ Qué es este Sendero
    Medio, cuyo conocimiento
    ha alcanzado el Tathgata, que lleva al discernimiento, que lleva
    a la sabiduría, que conduce a la serenidad, al conocimiento,
    al sambodhi, al nirvana ? Es el sagrado Sendero Óctuple, a
    saber: Recta creencia, recta aspiración, recta habla,
    recta conducta, rectos
    medios de
    vida, recto esfuerzo, recta memoria, recta
    meditación.
    Este es, el Sendero Medio cuyo conocimiento
    ha alcanzado el tathagata, que lleva al discernimiento, que lleva
    a la sabiduría, que conduce a la serenidad, al conocimiento,
    al nirvana.

    Esta es la Noble Verdad del
    Dolor
    : el nacimiento es dolor, el desgaste es dolor, la
    enfermedad es dolor, la muerte es dolor. La presencia de los
    objetos que odiamos es dolor, la ausencia de los objetos que
    amamos es dolor; no conseguir lo que deseamos es dolor. En una
    palabra: el quíntuple apego a la existencia es
    dolor.

    Esta es la Noble Verdad de la Causa
    del dolor
    : el anhelo, que lleva al renacimiento,
    acompañado de placer y concupiscencia, que encuentra
    aquí y allí su placer. ( este anhelo es triple), a
    saber: anhelo de placer, anhelo de existir, anhelo de
    prosperidad.

    Esta es la Noble Verdad de la
    Cesación del dolor:
    (cesa con) la cesación
    completa de este anhelo, una cesación que consiste en la
    ausencia de todas las pasiones; con el abandono de este anhelo,
    con la renuncia a él, con la liberación con
    respecto a él, con la destrucción del
    deseo.

    Esta es la Noble Verdad del
    Sendero
    que lleva a la cesación del dolor, el noble
    Sendero óctuplo, es decir, la Recta Creencia, Recta
    Aspiración, Recta Habla, Recta Conducta, Rectos Medios de
    Vida, Recto Esfuerzo, Recta Memoria, Recta
    Meditación.

    Así habló el
    Bienaventurado. Los cinco bhikkhus se sintieron gozosos y se
    alegraron con las palabras del Bienaventurado. Y cuando fue
    propuesta esta exposición, el venerable Kondanna obtuvo el
    puro e inmaculado Ojo de la Verdad ( es decir, el siguiente
    conocimiento): " Todo lo que está sometido a la
    condición de la originación está
    también sometido a la condición de la
    cesación.

    El sermón de las Cuatro Verdades
    es el texto mejor y
    más seguro para
    entender el pensamiento de
    Sidarta. Es el primer sermón de Sidarta y el único
    aceptado por todos como el compendio más claro de todo su
    mensaje.

    TEMA DEL SERMÓN.

    No todos los lectores captan el mensaje
    de este sermón con sólo leer el texto. No es
    culpa de nadie. Se trata de un sermón reducido a lo
    esencial y predicado hace 2,500 años. Gira en torno a un tema y
    se desarrolla en tres secciones:

    La primera sección es como una
    introducción. Aparece ahí la intención de
    Sidarta: ofrecer un nuevo "camino", un nuevo código
    religioso. Lo describe enumerando los ocho ingredientes que lo
    constituyen, y por eso lo llama el "sendero óctuple". Pero
    lo llama también el "sendero medio", es decir, situado
    entre los extremos de la laxitud y del
    rigorismo.

    La segunda sección es considerada
    como el núcleo del sermón y contiene las "cuatro
    nobles verdades". Ahí Sidarta quiere demostrar que el
    Sendero Medio es el camino religioso más apropiado para
    los humanos.

    Intenta Sidarta probar que, aún
    cuando su Sendero no contenga todos los elementos tradicionales
    de una religión, es un camino
    completo.

    Y es que, para Sidarta, en una religión deben entrar
    sólo aquellos elementos que son intrínsecos a su
    función fundamental, es decir, a su función
    liberadora. Para eso están las religiones: para liberar a
    los humanos de los sufrimientos internos. Los elementos que no
    contribuyen a esa liberación son inútiles. El
    Sendero Medio contiene todo lo necesario para curar de sus
    sufrimientos a los seres humanos.

    La tercera sección del
    sermón es esta: " Oh monjes, en cuanto mi conocimiento y
    mi visión relativos a las Cuatro Nobles Verdades
    llegó a la perfección, me dí cuenta que
    había alcanzado la iluminación plena y suprema.
    Quedé plenamente consciente y convencido de que mi mente
    estaba liberada, de que había terminado la forma
    desgraciada de mi existencia, de que ya nunca llevaría una
    supervivencia infeliz" . . .

    Sidarta aporta aquí su
    experiencia personal como
    prueba adicional de la validez de su Sendero Óctuple.
    Testimonia que, en su caso, la práctica de ese camino le
    condujo a una vía de paz y felicidad como nunca antes
    había experimentado.

    LA PARÁBOLA DE LA
    FLECHA.

    Esto es lo que oí decir: El
    maestro se hallaba viviendo cerca de Svatthi, en Jetavana, en el
    parque de Anathapindika. El anciano Malunkyaputta se había
    retirado por entonces del mundo, y cuando se hallaba meditando,
    se le ocurrió este pensamiento: "
    Estas teorías
    han quedado sin explicar por el Señor, desatendidas y
    rechazadas, si el mundo es eterno o no es eterno, si el mundo es
    finito o no es finito, si el alma ( la vida) es lo mismo que el
    cuerpo o si el alma es una cosa y el cuerpo otra, si un Buda
    (Tathagata) existe después de la muerte o no existe
    después de la muerte, y si un Buda es o no existente y no
    existente al mismo tiempo
    después de la muerte. El Señor no me ha explicado
    estas cosas, y no me agrada el hecho de que no me las haya
    explicado, ni tampoco me conviene. Me acercaré al
    Señor y le preguntaré por todas estas cosas . . .
    Si el Señor no me las explica, renunciaré a la
    formación y me volveré a una vida
    mundana.

    " Cuando Malunkyaputta se acercó
    y expuso al Señor sus preguntas, éste
    replicó: ¿ Acaso te dije yo, Malunkyaputta, ven,
    emprende conmigo una vida religiosa y te explicaré si el
    mundo es eterno o no lo es, . . . etc. ? No hiciste tal cosa,
    venerable Señor. Es como si un hombre cae herido por una
    flecha envenenada y sus amigos, compañeros y parientes
    llaman a un médico para que le cure, y él dice: "No
    consentiré que me arranquen la flecha hasta saber por
    qué clase de hombre he sido herido, si es de la casta de
    los guerreros, si en un brahmín, un agricultor o si
    pertenece a la casta inferior". O como si dijera: No
    dejaré que me arranquen esta flecha hasta saber de
    qué nombre o familia es el
    individuo . . . o si es alto, bajo o de mediana estatura . . . si
    es negro, moreno o amarillo . . . o si viene de esta o de aquella
    aldea, ciudad o pueblo. . . o hasta que sepa si el arco con que
    me hirió era chapa o kondanda, o hasta que sepa si la
    cuerda del arco estaba hecha de celidonia o de fibra de
    bambú o de tendón o cáñamo o de
    gomero, o hasta que sepa si el astil estaba hecho de una planta
    silvestre o cultivada . . . o si estaba emplumado con plumas de
    ala de buitre o de garza o de halcón o de gallo . . . o si
    estaba asegurada con tendón de toro o de búfalo o
    de ciervo o de mono. . . o hasta que sepa si era una flecha
    ordinaria o una flecha tajadora o un vekanda o una flecha de
    hierro o de
    diente de ternera o de hoja de karavira". Ese hombre
    moriría, sin haber llegado a saber tantas
    cosas.

    La vida religiosa no depende de que el
    mundo sea eterno, y tampoco depende de que el mundo no sea
    eterno. Lo mismo si se afirma que el mundo es eterno o que no es
    eterno, siempre habrá renacimiento,
    veneración, y yo anuncio la destrucción de todas
    estas cosas ya para esta vida. Tampoco depende la vida religiosa
    de la idea de que el mundo es finito . . . ni de que el Tathagata
    exista después de la muerte. . . Por tanto, considera
    inexplicado lo que no he explicado y explicado lo que he
    explicado. ¿Y qué es lo que no he explicado ? Si el
    mundo es eterno o si el mundo no es eterno . . . si un tathagata
    es a la vez no existente y no no existente después de
    morir. ¿ Y porqué, no he explicado estas cosas ?
    Porque todo esto, no tiene utilidad alguna,
    en nada afecta al principio de la vida religiosa, no conduce a la
    aversión, a la ausencia de pasión, a la
    cesación, a la tranquilidad, a la facultad sobrenatural,
    al conocimiento perfecto, al nirvana, y por ese motivo no lo he
    explicado.

    ¿ Y qué es lo que he
    explicado ? He explicado el dolor, la causa del dolor, la
    destrucción del dolor y el sendero que lleva a la
    destrucción del dolor. Porque esto es útil, esto se
    refiere al principio de la vida religiosa, esto conduce a la
    aversión, a la ausencia de pasión, a la
    cesación, a la tranquilidad, a la facultad sobrenatural,
    al conocimiento perfecto, al nirvana, y por eso lo he explicado.
    Por tanto, Malunkyaputta, considera inexplicado lo que no he
    explicado y explicado lo que he explicado".

    Sendero Medio. ( Algunos aspectos
    novedosos/ revolucionarios).

    En nuestro lenguaje
    "Sendero Medio" suena a compromiso y camino cómodo. Pero
    Sidarta no estaba pretendiendo nada de eso. Y si no adentramos en
    su mensaje concluiremos que difícilmente podría
    presentarse en su tiempo una
    filosofía religiosa tan revolucionaria como la de Sidarta.
    Con ella Sidarta desafió a numerosas tradiciones
    religiosas tenidas secularmente por santas e intocables. Para
    calibrarlo, observaremos el contexto del
    sermón.

    Presentó su doctrina, ante todo,
    a un grupo de
    ascetas para quienes la santidad consistía en ayunos,
    penitencias y alejamiento de la sociedad. Les
    predica una filosofía no ascética e incluso
    antiascética.

    Lo que Sidarta enseña contra la
    sensualidad extrema no es nada inaudito. Pero su resistencia a
    aceptar el ascetismo como camino religioso iba en contra de toda
    la tradición y del sentir popular.

    Podría preguntarse: si Sidarta se
    opone tanto al ascetismo ¿ porqué patrocina un
    cierto monasticismo ?. La respuesta es doble: a) el monasticismo
    no entraña necesariamente una vida de ascetismo, y b)
    Sidarta, aunque fue monje y fundador de monasterios, no
    exigía a sus discípulos hacerse monjes. Y, en todo
    caso, su monasticismo fue seguramente el más liberal y
    menos ascético de la historia. ( el
    monasticismo budista actual da mucha importancia a lo externo y
    se aparta, en eso, de Sidarta
    ).

    Para Sidarta la religión (
    también el monasticismo) era algo que tenía que
    ver, fundamentalmente, con la mente. Una ilustración de esa mentalidad de Sidarta la
    encontramos en su actitud amplia
    con respecto al vestido que habían de usar los monjes. Hoy
    los monjes budistas se distinguen de los demás por una
    túnica amarilla (azafrán) que llevan.
    También en los tiempos de Sidarta la mayoría de
    ascetas (no budistas) llevaban ese estilo de túnicas. Pero
    Buda se mostró indiferente ante el vestido de sus monjes.
    Oponiéndose a la tradición, llegó a aprobar
    claramente el uso de vestidos normales, dejando al monje en
    libertad para
    llevar hábitos religiosos o vestidos normales. Parece que
    él mismo vestía indiferentemente de una u otra
    forma. Dícese que, en una ocasión, cuando un
    bienhechor le ofreció un vestido de seda propio de los
    laicos, Sidarta lo aceptó y dijo a los monjes: " Oh
    monjes, tenéis permiso para usar vestidos de laicos. El
    que quiera, que lleve vestidos monásticos. El que quiera,
    que lleve vestidos laicos. Pero, con unos u otros vestidos, lo
    que yo os recomiendo es que tengáis espíritu de
    contentamiento.

    La actitud
    antiascética de Sidarta no es el único elemento
    novedoso o revolucionario de su filosofía. Hay otros
    muchos, por ejemplo: su indiferencia hacia ritos y ceremonias o
    hacia el culto a los dioses y diosas.

    En verdad en su Sendero Medio fue
    bastante más revolucionario de lo que en un principio
    podría parecer. Y no lo ofreció sino después
    de mucho pensarlo. Y trató de hacerlo comprensible y
    aceptable a partir de lo que él llamó las "Cuatro
    Nobles Verdades". Para entenderlas bien hay que mirarlas en su
    funcionamiento y no perder nunca de vista la intención que
    motivó a Sidarta para predicarlas.

    LAS CUATRO NOBLES
    VERDADES.

    1a. Noble Verdad: UNIVERSALIDAD DEL DOLOR
    HUMANO

    Si la religión es una medicina lo
    primero que importa es diagnosticar bien el sufrimiento humano. A
    eso va la 1a. Noble Verdad.

    "Dolor" es una palabra más
    difícil de entender de lo que parece a primera vista. Lo
    primero, porque pertenece al campo de la experiencia, no de los
    objetos externos. Por ejemplo, es fácil explicar lo que es
    una muela, pero no es tan fácil explicar un dolor de
    muelas. Si el que nos oye tiene experiencia de ese dolor, nos
    comprenderá hasta cierto punto. Pero es que,
    además, las explicaciones que se dan sobre los
    sufrimientos se concentran sólo en sus aspectos externos.
    Los periódicos cuentan los sufrimientos de los hospitales,
    de los campos de batalla, del desempleo, del
    hombre, de las inundaciones . . . , pero todo sufrimiento tiene
    también otra dimensión: una dimensión
    mental. Una misma enfermedad no afecta de la misma forma a todos
    los pacientes, depende de la actitud mental
    de cada uno de ellos. Esa actitud mental
    puede acrecentar o reducir el grado de dolor.

    Este aspecto es importante si hemos de
    captar la realidad a la que apunta la Primera Noble Verdad. El
    análisis de Sidarta se sitúa a nivel
    psicológico.

    Sidarta no intenta liberar del
    envejecimiento, enfermedad, muerte, etc., en el sentido
    físico sino del sufrimiento y angustia que las personas
    sienten ante todo eso. ¡Cuánta gente sufre por
    problemas de
    amor y de odio
    !. Más aún que por enfermedades, hambres y
    guerras. El
    aspecto externo puede ser impecable y perfecto, mientras que la
    realidad interna puede que esté muy enferma o deformada.
    Sidarta quiere curarla y llenarla de vitalidad.

    Si las angustias internas afligen a
    ricos y pobres, sus raíces deben se más profundas
    que la situación económica. . . ¿No
    tendrá que ver con eso el pecado original del que habla el
    cristianismo
    ?. En cualquier caso, la 1a. Noble verdad asegura que por la
    razón que sea, algo falla en la naturaleza
    humana: está lisiada, sufre y pena.

    2a. Noble verdad: LA CAUSA DEL DOLOR ES
    LA AMBICIÓN.

    Una ambición (tanha) que reviste
    tres formas: ambición de placeres sensuales, de existencia
    insaciable ( que quiere tener siempre más) y de
    prosperidad material. Tres ambiciones que corresponden a tres
    apetitos humanos básicos, relativos a los sentidos, las
    emociones y
    las posesiones. Si la mente no los controla, no podrá
    haber paz en el corazón.

    El ser humano es una víctima de
    la ambición. Está como constitucionalmente
    encadenado a ella. Decía Sidarta: Oh monjes, no veo
    ninguna otra cadena que haga a los hombres andar errantes y
    turbados tanto como esta cadena de la ambición. Así
    es, monjes, los seres humanos van sin rumbo por la rueda de su
    existencia emocional atados a esta cadena de la
    ambición.

    Para entender mejor este diagnóstico de Sidarta, conviene tener en
    cuenta la filosofía india de su tiempo sobre
    el
    conocimiento humano: el ser humano se compone de dos
    realidades: por un lado, su forma corporal o sentidos, por otro,
    el cómo se comporten los sentidos, es
    decir, de cómo sienta, perciba, reaccione emocionalmente y
    tome conciencia.

    Es una concepción del hombre muy
    pragmática. Define al hombre a través de las
    experiencias personales. También Descartes lo
    definió a partir de la experiencia del razonar ( Pienso,
    luego existo). Pero Sidarta es aún más concreto (
    Diría: Ambiciono, amo, odio. . . , luego
    existo).

    Pero Sidarta no se contentó con
    enseñar que la ambición es la causa del
    sufrimiento. Quiso además explicar más ese proceso,
    indicando sus mecanismos psicológicos. En la raíz
    de la ambición del hombre, Sidarta descubre una
    ignorancia. Ese es el primer eslabón de una cadena de
    causas que llevan al sufrimiento. La humanidad anda ignorante de
    lo efímeras que son las cosas, y también ignora el
    proceso mental
    humano. El hombre no
    se conoce bien a sí mismo. Más aún,
    está ciego al hecho de su alienación; no ve que no
    es él mismo, no ve que vive alienado. Por eso es
    comprensible que no se ponga a controlar sus sentidos y que se
    deje llevar por sus pasiones y ambiciones. ( Esa doctrina del "no
    ser uno mismo" es de lo más original del Budismo. . .) Por
    ignorar la verdadera naturaleza de su
    personalidad,
    se dejan llevar los humanos por las emociones y
    ambiciones, en busca de la gratificación de los sentidos,
    cayendo así en interminables angustias y desesperaciones.
    . .

    Si en la raíz del sufrimiento
    está la ignorancia, parece abrirse alguna esperanza de
    liberación. Una liberación que no requerirá
    penitencias o ritos sino que se realizará a base de una
    vida iluminada, adulta, que no se deja arrastrar por ilusiones
    engañosas. Una visión iluminada de la vida: esa
    será la medicina
    necesaria.

    Pero aún hay otro punto que es
    necesario entender para comprender bien la segunda noble verdad:
    es la doctrina sobre el karma y el Samsara, y nos
    muestra las
    consecuencias morales y mentales de una vida que se deja llevar
    por la ambición. Es una doctrina muy actual y popular
    entre los budistas de ayer y de hoy, y era tradicional en la
    India antes de Sidarta.

    Expliquemos primero los
    términos:

    KARMA:

    Su sentido original es
    acción, pero se emplea en sentido religioso y
    entonces connota algo moral, es
    decir, una acción meritoria o punible ( La
    instrucción religiosa budista enumera diez acciones
    malas: matar, robar, fornicar, mentir, calumniar, hablar
    ásperamente, murmurar, ser perezoso, odiar,
    engañarse).

    Pero karma, en la
    tradición religiosa India, significa también
    ley, es decir, la ley universal e
    inamovible que premia las acciones
    buenas y castiga las malas. Con todo, según el budismo,
    esta ley de la
    retribución se aplica sólo a un sector de los seres
    humanos: a los que todavía no han alcanzado la
    liberación; dicho de otra manera, a los que todavía
    están sujetos a la rueda esclavizante del samsara,
    aunque practiquen también algunas obras buenas. Para los
    liberados (los que han llegado a alcanzar el nirvana o
    iluminación) no hay ley del karma: ya
    no se mueven por miedo a castigos ni por deseo de premios. Les
    basta con la paz mental resultante de su buena
    conducta.

    SAMSARA:

    Literalmente significa
    fluctuación, movimiento sin
    rumbo, como el de un corcho sobre las olas del mar. No se mueve
    uno a sí mismo. Se deja llevar por las emociones y
    sentidos.

    Es un proceso de
    interminables "renacimientos", bien sea en diferentes vidas o
    existencias ( así lo entendían y entienden
    muchísimos asiáticos), bien sea en un sentido
    moral: las
    transformaciones mentales que pueden acontecer dentro de la vida
    de una persona y que le
    pueden llevar a la liberación a través de sucesivas
    purificaciones mentales ( ese es el objetivo de la
    filosofía india y ese es el único sentido del
    samsara que cabe en la auténtica doctrina popular budista,
    de Sidarta, aunque la religiosidad popular budista cree
    firmemente en las "reencarnaciones" físicas, en
    preexistencias y futuras existencias:
    metempsicosis).

    Incluso en las escrituras budistas hay
    referencias a la reencarnación. ¿ Son
    añadiduras posteriores ?. Es posible. De todos modos, si
    tanta gente -también budista- cree en la
    reencarnación, la razón está sobre todo en
    lo tradicional, común, comprensible y compleja que es esta
    noción en la historia religiosa
    india:

    Aquel cuya conducta sea buena
    alcanzará enseguida un buen renacimiento:
    renacerá como brahmín (miembro de la casta
    sacerdotal) o como ksatriya (de la casta guerrera) o como vaishya
    (mercader). Pero quien se haya portado mal renacerá
    enseguida como un perro, una rana o un chandala (trabajador
    paria)
    .

    Y según el budismo popular un ser
    imperfecto puede, tras su muerte, reencarnarse en alguno de estos
    mundos: el mundo inferior, el reino animal, la esfera de los
    espíritus o demonios, el mundo de los seres humanos y el
    mundo de los dioses.

    ( La idea de reencarnación o
    renacimiento
    responde a cuestiones profundas que se han hecho siempre los
    hombres: ¿ Porqué sufren las personas, y unas
    más que otras ? ¿ Porqué en la vida hay que
    hacer el bien y rechazar el mal ? ¿Debe el hombre
    buscar la perfección e intentar ser plenamente hombre ?.
    No hay que desdeñar, pues, ligeramente la creencia en las
    reencarnaciones. Sidarta respondió a esas preguntas desde
    otro ángulo y sus respuestas fueron muy distintas, sin
    apelar a otras vidas. Pero, respetuoso con la gente y buen
    pedagogo, no se puso a arremeter contra la idea de la
    reencarnación y hasta la utilizó a veces cuando la
    gente no podía comprender otra cosa. Para el budismo
    auténtico los renacimientos se dan sólo en esta
    vida. Y hasta reinterpreta las creencias populares: renacer uno
    cerdo o burro. . . nos puede pasar todos los días, cuando
    somos estúpidos o tercos. . . )

    Tercera noble verdad: EL NIRVANA O
    LIBERACIÓN DE TODA ANGUSTIA

    Si el Budismo habla mucho de
    sufrimientos, no es por pesimismo. Sólo es con vistas a
    una liberación. La 3a. Noble Verdad explica en qué
    consiste esa liberación y dónde encontrarla: donde
    desaparece la ambición.

    En el enunciado de esta tercera Noble
    Verdad aparece la palabra nirvana, tan tradicional y popular en
    el Budismo. Sidarta también la empleaba, pero empleaba
    aún más otros sinónimos tales como
    "extinción de la ambición", "paz",
    etc.

    En el Budismo popular "nirvana"
    significa a menudo un lugar después de la muerte. Pero,
    para Sidarta, significaba un estado mental
    de la existencia en esta vida ( algo así como hablamos los
    cristianos del Reino de Dios).

    Vida propia del Nirvana: – Personalidad
    liberada; no encadenada ya a los objetos de los sentidos y
    regida por la ley del
    dharma.

    Vida dentro del samsara: – Encadenada a
    los objetos de los sentidos;
    dando vueltas alrededor de esos objetos. Sujeta a la ley del
    karma.

    Etimológicamente "nirvana"
    significa enfriamiento. Y es que el Budismo mira a los
    seres humanos como ardiendo en impulsos, emociones,
    pasiones, ambiciones de todos sus sentidos, atrapados en la rueda
    del samsara. Por eso el calmarse, apagarse y enfriarse ( nirvana)
    es considerado como serenidad y felicidad.

    Así la vida humana dentro del
    samsara y la vida propia del nirvana son como dos estados
    contrapuestos de vida ( algo así queremos decir los
    cristianos cuando hablamos de la "vida según la carne y la
    vida según el espíritu").

    El paso del samsara al nirvana no se
    hace en un momento, por una intuición momentánea
    del fracaso de una vida pasada, egoísta y ambiciosa. Esta
    conciencia
    intuitiva de la realidad es sólo como la puerta de escape
    para salir del terreno del samsara. Pero no es aún la
    consecuencia del nirvana. Para llegar al perfecto nirvana hay que
    recorrer cinco estadios.

    1o. Salida del samsara por la puerta
    escapatoria del conocimiento.

    2o. Entrada en la corriente de la
    purificación. Ya se rompió (al salir del samsara)
    la cadena más dura (el estado de
    ambición de los sentidos), pero quedan muchos viejos
    hábitos de apegos e ilusiones que te atan con cuerdas y
    sogas. (Sidarta enumera diez de esas cuerdas: orgullo,
    vacilación, confianza en los poderes supersticiosos de los
    ritos, deseo de satisfacciones sensitivas, odios y fobias, deseo
    de bienes
    materiales,
    deseo de poder y
    prestigio, autoengaño, desasosiego,
    ignorancia).

    Quienes entraron ya en la corriente,
    rompieron las tres primeras cuerdas. Su conducta moral es
    intachable; no matan, ni roban, ni adulteran, ni mienten, ni se
    intoxican. Pero les falta aún claridad y firmeza en su
    determinación. Y es posible que recaigan por algún
    tiempo ("hasta
    siete veces") en el samsara, el mundo del pecado y del
    sufrimiento.

    3o. Conforme van intuyendo mejor las
    realidades de la vida, logran debilitar (aunque no romper del
    todo) dos cuerdas más. Esta etapa es la de los que vuelven
    atrás una vez (sakadagamis), porque es difícil que
    vuelvan ya al nivel de vida del samsara. En cualquier caso, no
    más de una vez.

    4o. Son los que no vuelven atrás
    (anagamis): rompen definitivamente las dos cuerdas ya debilitadas
    y se aplican a romper las cinco que les quedan aún para
    entrar en la playa del nirvana y alcanzar la
    perfección.

    5o. Ser humano perfecto (arahat),
    plenamente maduro y liberado.

    ¿ Se puede hablar por lo tanto de
    vida después de la muerte ?. Es claro que Sidarta, cuando
    habla de samsara y nirvana, está pensando simplemente en
    un proceso de
    maduración del ser humano. No habla de otra vida. Pero la
    pregunta está siempre ahí. . . Sidarta
    explicó el nirvana en términos negativos:
    enfriamiento, vida sin ambición. . . Pero eso no significa
    que la realidad expresada no pueda ser positiva. Además,
    el silencio de Sidarta sobre otra posible vida pudo ser
    intencionado, por que en su doctrina, la autoconfianza
    fácil y seguridad en uno
    mismo son perjudiciales para aplicarse a conseguir la
    liberación. Y una persona liberada debe ser tan
    desinteresada, indiferente y desprendida que ni se preocupe si su
    vida va a ser larga o corta, o si va a seguir viviendo
    después de la muerte. Una preocupación por otra
    vida le distraería a uno en su esfuerzo de
    maduración aquí.

    Y después de todo, si hay otra
    vida, el mejor camino para llegar a ella ¿ no será
    ese esfuerzo de maduración ? Sólo una fruta que
    haya madurado ofrece garantías de sobrevivir. Sólo
    la semilla de una fruta madura puede germinar y
    renacer.

    Algunas características de quien ha alcanzado el
    Nirvana: El nirvana entraña una vida renovada,
    revitalizada, un nuevo dinamismo. Las personas que lo alcanzan
    están llenas de ánimo, determinación y
    fuerza
    interior. Esta vitalidad les viene de su conexión con la
    "fuerza de la
    verdad y del bien" (dharma). Esa fuerza protege y sostiene como
    milagrosamente a esas personas y suscita en ellas unas
    energías como sobrenaturales. Sidarta invitaba a confiar
    en las buenas obras y en el poder
    benéfico que anima al universo ( la ley
    del dharma).

    Gracias a esa fuerza, los que alcanzan
    el nirvana pueden ser valientes y animosos frente a cualquier
    adversidad. Su vida está llena de gozo y paz
    interior.

    Cuando se describen las virtudes de un
    "santo" budista suelen resaltarse estas cuatro: bondad,
    amabilidad, compasión con el que sufre, y entereza de
    ánimo (ecuanimidad) ante fortunas y
    desgracias.

    Por lo demás, el nirvana no acaba
    de enterarse si no se experimenta. Es el paso del infantilismo
    mental a la madurez, es una vida cualitativamente distinta. Es la
    realidad frente a la ignorancia anterior.

    EL SENDERO ÓCTUPLE: Según
    explicación del mismo Sidarta.

    El noble Sendero Óctuple, oh
    monjes, expondré y analizaré para vosotros.
    Prestadle atención, reflexionad sobre él, yo
    hablaré. -Perfectamente, Señor, respondieron los
    monjes al Señor.

    Dijo el Señor: ¿
    Qué es, oh monjes, el Noble Sendero Óctuple ?. Es
    concretamente recta visión, recta intención, recta
    habla, recta acción, rectos medios de
    vida, recto esfuerzo, recta memoria, recta
    meditación.

    ¿ Y qué es la recta
    visión, oh monjes ? Es el
    conocimiento del dolor, el conocimiento de la causa del
    dolor, y el conocimiento de la cesación del dolor y el
    conocimiento del camino que lleva a la cesación del dolor.
    A esto, monjes, se llama recta
    visión.

    ¿ Y qué es la recta
    intención ?. La intención de renunciar, la
    intención de no herir, la intención de no
    dañar. A esto, monjes, se llama recta
    intención.

    ¿ Y qué es la recta
    habla ?. Abstenerse de la falsedad, de palabras maliciosas, de
    palabras duras, de palabras frívolas. A esto, monjes, se
    llama recta habla.

    ¿ Y qué es la recta
    acción ? Abstenerse de quitar la vida, de apropiarse lo
    ajeno, del trato carnal. A esto, monjes, se llama recta
    acción.

    ¿ Y qué son rectos
    medios de vida
    ? Aquí un noble discípulo, abandonando un falso
    modo de ganarse la vida, obtiene su sustento mediante los rectos
    medios de
    vida. A esto, monjes, se llama rectos medios de
    vida.

    ¿ Y qué es el recto
    esfuerzo ? Aquí un monje, al no producirse pensamientos
    malos y ruines que aún no han surgido, ejercita la
    voluntad, intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica
    y ejercita su mente. Al rechazar los malos y ruines pensamientos
    que han surgido, ejercita su voluntad, intensifica el esfuerzo,
    empieza a ejercitarse, aplica y ejercita su mente. Al producir
    buenos pensamientos que aún no han surgido, ejercita su
    voluntad, intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica
    y ejercita la muerte. Al fijar, liberar de confusión,
    incrementar, aumentar, desarrollar y perfeccionar los buenos
    pensamientos que ya han surgido, ejercita su voluntad,
    intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica y ejercita
    su mente. A esto, monjes, se llama recto
    esfuerzo.

    ¿ Y qué es la recta
    memoria ?
    Aquí: 1) sobre el cuerpo, un monje permanece contemplando
    el cuerpo, ardiente, atento, consciente, disipando su anhelo y
    desaliento con respecto al mundo; 2) sobre los sentimientos,
    permanece contemplando los sentimientos, ardiente, atento,
    consciente, disipando su anhelo y desaliento con respecto al
    mundo; 3) sobre la mente, permanece contemplando la mente,
    ardiente, atento, consciente, disipando su anhelo y desaliento
    con respecto al mundo; 4) sobre los pensamientos, permanece
    contemplando sus pensamientos, ardiente, atento, consciente,
    disipando su anhelo y desaliento con respecto al mundo. A esto,
    monjes, se llama recta memoria.

    ¿ Y qué es la recta
    meditación ? Aquí 1) un monje libre de pasiones y
    malos pensamientos alcanza el primer trance del gobierno y el
    placer, que va acompañado de razonamiento e investigación, y que surge del retiro, y en
    él permanece. 2) al cesar el razonamiento y la investigación, en un estado de
    serenidad interior, con su mente fija en un sólo punto,
    alcanza el segundo trance del gozo y el placer, que surge de la
    concentración, y que está libre del razonamiento y
    la investigación, y en él permanece. 3)
    Con ecuanimidad e indiferencia con respecto al gozo, permanecer
    atento y dueño de sí, y en su cuerpo experimenta el
    placer que los nobles llaman "morada con ecuanimidad, atenta y
    feliz", y alcanza el tercer trance y en él permanece. 4)
    Desechando el placer y el dolor, e incluso antes de que
    desaparezcan el júbilo y la depresión,
    alcanza el cuarto trance, en que no hay ni placer ni dolor, y que
    lleva consigo la pureza de la memoria y
    dela ecuanimidad, y en él permanece. A esto, oh monjes, se
    llama recta meditación.

    La cuarta noble verdad: EL ÓCTUPLE
    SENDERO QUE CONDUCE A LA LIBERACIÓN.

    Es la más decisiva de las cuatro
    verdades sagradas. Las tres primeras, al mostrar lo asequible y
    apetecible que es la liberación, sirven para incitar a
    seguir este sendero, sin desanimarse por lo extraño y
    simple (sin oraciones ni ritos…) que pueda
    parecer.

    Una formulación sencilla de este
    óctuple sendero sería esta:

    1.- Recta visión de la realidad:
    entender correctamente la vida como algo efímero, infeliz
    y "alienado".

    2.- Recta aspiración: alimentar
    pensamientos de total desprendimiento y buena
    voluntad.

    3.- Recta habla: hablar con
    corrección, sin ceder a chismes, palabras ásperas,
    murmuraciones ni mentiras.

    4.- Recta conducta: portarse
    correctamente, absteniéndose de robar, matar y actuar
    deshonestamente.

    5.- Rectos medios de vida: Ganarse la
    vida sin perjudicar a otros.

    6.- Recto esfuerzo: esforzarse
    continuamente en conservar la mente libre de malos pensamientos,
    llenándola por el contrario de intenciones de
    desprendimiento y benevolencia.

    7.- Recta memoria: actuar con
    atención, pensando en lo que uno está haciendo en
    cada momento, consciente de lo pasajera que es la
    vida.

    8.- Recta meditación: entrenar a
    la mente para la serenidad y la iluminación mediante
    períodos de meditación o
    concentración.

    Algunas de estas sendas o pasos (sobre
    todo la 1a. Y las dos últimas) resultan más
    difíciles de entender para un occidental, por ello las
    explicaremos un poco más.

    1er. Paso: Recta visión de la
    realidad
    (recto conocimiento, recta
    creencia).

    Si Sidarta ambicionaba algo, era ayudar
    a las personas a llevar una vida más acorde con la nobleza
    de su condición humana. Quería que todos
    percibieran con claridad el estilo de vida que deberían
    llevar. Y para eso, desenmascaró con tres adjetivos
    famosos el tipo de vida que muchísima gente consideraba
    como envidiable (la vida de satisfacción de los sentidos,
    etc.) Sidarta a esa vida la llamó efímera, infeliz
    y alienada ( anicca, dukkha, anatta). Desafiaba así a todo
    un sistema de
    valores, tan
    tradicional y universal.

    La fórmula es sencilla pero juega
    un papel decisivo
    en la doctrina budista de la liberación. Importa, pues,
    captar bien su significado. Y, por de pronto, nos
    equivocaríamos si pensásemos que Sidarta intenta
    ahí analizar la vida física de los seres
    humanos. Lo que analiza es el estilo de vida que lleva y anhela
    muchísima gente.

    Así, cuando dice que la vida es
    efímera, pasajera, no permanente, no se refiere al hecho
    evidente de que todos mueren, sino a lo efímero que son
    los placeres con los que tantas personas tratan de llenar sus
    vidas. No acaban de satisfacerles, pero, atrapados por esa sed,
    ni se imaginan que puede haber otro estilo de vida
    incomparablemente más plena y humana.

    Tampoco es difícil de entender el
    segundo adjetivo: infeliz. Una vida a merced de sentidos y
    pasiones, por muy dichosa que aparezca, en realidad es una vida
    infeliz. Es claro que la satisfacción de los deseos
    produce un cierto placer. Pero, para Sidarta, ese es un placer
    tan superficial, inferior y frustrante que, en comparación
    con el auténtico gozo de una vida liberada, bien merece
    llamarse infelicidad.

    El tercer adjetivo, alienada ( no de uno
    mismo), es más difícil de definir y explicar. Entre
    los budistas hay diversas interpretaciones. El adjetivo anatta
    (como también anicca) es un término negativo: no –
    atta (¿ no de uno mismo?). Pero atta puede significar dos
    cosas bastante diferentes: Uno mismo ( el propio yo) y
    también individualidad o alma (un concepto
    abstracto y complejo en la filosofía
    india).

    De ahí que "anatta" se haya
    traducido a veces (como en la escuela llamada
    "Theravada") como sin alma, sosteniendo que los seres humanos no
    tienen ningún principio vital inmortal que una sus partes
    físicas (y así, el ser humano es diferente en cada
    momento); mientras que, para otros, "anatta" significa "sin
    individualidad, es decir, vacío, sin alma ni cuerpo: la
    única gran realidad que habría en el fondo de un
    ser humano sería su vacuidad.

    Pero todo esto son interpretaciones de
    escuelas. Y ciertamente el concepto griego
    de "alma" no tiene nada que ver con lo que Sidarta quiso decir
    con anatta. Sidarta no intentaba explicar al hombre
    ontológicamente sino su naturaleza
    emocional o apetitiva, víctima constante de ilusiones
    engañosas (maya). Además, como aparece por los
    otros dos adjetivos, con la palabra anatta quiere describir una
    cierta forma de vida inferior, innoble, sin sentido, no la vida
    en sí ni tampoco el estilo de vida propio del nirvana.
    Prescinde de cuestiones metafísicas tales como si el hombre es
    mortal o inmortal o si cada cual tiene o no tiene su
    individualidad, es decir, su conciencia y
    responsabilidad propias.

    Lo que Sidarta quiso significar con
    anatta aparece en su importante sermón "sobre las características del anatta". De los cuatro
    párrafos de que consta, los dos primeros describen una
    vida que es anatta, anicca y dukkha. Los dos últimos
    enseñan cuál debe ser la actitud de un
    discípulo budista hacia esa vida. Este sermón toma
    como punto de partida la doctrina tradicional india de "los cinco
    agregados" o componentes de un individuo ( cuerpo, sentimientos,
    percepciones, emociones y
    conciencia) para,
    a cada componente, aplicarle los tres adjetivos: efímero,
    no-de-uno-mismo, infeliz. Resulta claro que, para Sidarta, una
    vida dominada por pasiones-emociones no puede llamarse vida de
    una mismo, no es de uno mismo, "no está bajo mi control". Eso
    significa anatta. No soy dueño de mi mismo. Soy prisionero
    de mis emociones. No tengo autonomía ni gozo de responsabilidad propia. Estoy como alienado. Con
    todo esto, Sidarta intenta que sus oyentes cambien de conducta,
    dejen sus infantilismos y maduren hacia una vida humana digna,
    liberada, libre de falsos valores, de
    falsas ilusiones, de esa ciega adhesión de los humanos a
    los cinco agregados. Este es el sermón sobre las características del
    anatta:

    1.- "El cuerpo , oh monjes, es anatta
    (no es mío). Si fuese mío, no sería una
    fuente de aflicción. Si fuese mío, podría
    decir: que mi cuerpo sea así, que no sea así. Pero,
    en la medida en que no es mío, es fuente de
    aflicción y no puedo pedir que sea así o que no sea
    así.

    Los sentimientos, oh monjes, son
    anatta (no míos). Si fuesen míos . . . ( y
    así sobre las percepciones, emociones y conciencia).

    2.- ¿ Qué os parece, oh
    monjes ? ¿ Es este cuerpo permanente o impermanente ? y lo
    que es impermanente ¿es feliz o infeliz
    ?.

    Entonces ¿ está
    justificado que de algo que no está bajo nuestro control y que es
    efímero y fuente de aflicción digamos: esto es
    mío, eso soy yo, ese es mi yo ?

    ( Lo mismo se repite con respecto a
    los otros cuatro agregados).

    3.- Así pues, oh monjes, todo
    cuerpo (pasado, presente o futuro, personal o
    externo, alto o bajo. . .) habrá de ser entendido
    rectamente en su realidad: "no es mío", "ese no es mi yo"
    . . .

    4.- El discípulo aventajado
    que va comprendiendo esto se distancia de su cuerpo, sus
    sentimientos. . . Se va así emancipando hasta que nace en
    él la iluminación: "Estoy liberado". Comprende que
    se acabaron los renacimientos. Es la victoria de una vida pura.
    Nunca volverá a caer en el triste estado anterior de la
    vida".

    Esta doctrina del anatta tiene
    seguramente un alcance universal. Es común
    engañarse con un falso "yo". "En lo hondo de su corazón,
    cada cual se cree el centro del mundo" (Kierkegaard). Se advierte
    en la envidia que nos nace ante el éxito del otro, en
    cómo codiciamos todo lo que aparece placentero, en
    cómo tratamos de aparentar más de lo que somos. Y
    esa hipocresía nos inhabilita para descubrir la
    auténtica personalidad y
    madurez. Sidarta intenta mostrarnos cuál es y cuál
    no es la auténtica personalidad y
    dónde esta la verdadera madurez. No está donde las
    emociones esclavizan a la razón ni donde los valores
    más cotizados son los sentidos. . . A ese nivel, la vida
    es efímera, infeliz, alienada. En cambio, la
    vida auténtica es la religiosa, la que sigue este sendero.
    Ser religioso es ser racional, maduro, adulto.

    2o. Paso Recta aspiración
    (recto pensamiento).

    Se refiere a los pensamientos, anhelos,
    aspiraciones, deseos internos. Sólo si se ha logrado una
    correcta visión de la realidad (primer paso), es posible
    seguir este sendero del pensamiento
    correcto.

    Sidarta concretó estas
    aspiraciones en pensamientos de renuncia, de buena voluntad y de
    compasión o no perjuicio a otros. Consciente de la fuerza
    de las ideas, Sidarta animó a sus discípulos a que
    alimentasen su mente con ideas de desprendimiento y desechasen
    toda idea de violencia,
    mala voluntad o placer egoísta. Renunciar al mundo
    asentado en la ambición y sed de placeres, alimentar
    pensamientos de amabilidad hacia los demás, fomentar la
    compasión y ternura ante el sufrimiento ajeno. . . (La
    compasión es como el corazón de la enseñanza
    budista y la matriz de
    todas las demás virtudes).

    3er. Paso: Recta
    habla.

    Uno habla según piensa. Con este
    3er. Paso Sidarta quiso denunciar cuatro tipos de lenguaje que
    toda persona madura ha de saber evitar: lenguaje
    falso, calumnias, palabras descorteses,
    chismorreos.

    4o. Paso: Recta
    conducta.

    Incluye el abstenerse de matar, a la vez
    que reverencia todo lo que es vida, no sólo la vida humana
    sino también la vida de los animales.

    Pero también Sidarta se
    debatió entre el sentimiento de respeto a la vida
    y la necesidad de alimentarse los seres vivos. Buscó un
    equilibrio y
    prescribió a sus monjes que comieran carne
    únicamente bajo dos condiciones: que no hubieran
    participado en la matanza y que no fuese carne que se
    había matado sólo para beneficio de los
    monjes.

    La recta conducta incluye también
    el abstenerse de robar, y también el abstenerse de
    acciones
    deshonestas. Para Sidarta (que no predicó su doctrina
    sólo para monjes sino también para la gente
    corriente) es claro que no todos los goces sensuales son
    abusivos. Pero recomendó ardientemente el esforzarse para
    alcanzar una recta armonía en la vida sexual de la
    persona, consciente del difícil control que ello
    exige. La castidad, tanto marital como celibataria, es para
    Sidarta, ante todo, una cuestión de actitud mental. Nadie
    puede ser casto en sus acciones si no lo es en su mente. Y una
    castidad perfecta viene a significar una benevolencia
    universal.

    5o. Paso: Rectos medios de
    vida.

    Se refiere a la manera de ganarse
    la vida (empleo o
    profesión) para uno mismo y para la familia. Y
    es que el Budismo que predicó Sidarta no es sólo
    una forma de monasticismo o de meditación, aunque las
    Escrituras budistas (sobre todo las de la tradición
    "Therevada", escritas por monjes y para monjes) apenas recogen
    sermones de Sidarta dirigidos a laicos. Sidarta mismo fue monje.
    Pero este quinto paso es una muestra de que su
    doctrina la dirigía a todos y que todos podían
    aspirar a la liberación del nirvana.

    Con el correr del tiempo, algunas
    corrientes budistas como la tradición "Therevada"-
    llegaron a sostener que esa liberación era posible
    sólo en la vida monástica, y minimizaron el
    significado de este quinto paso, ya que los monjes budistas (
    llamados bhikkhus = mendicantes) viven de limosnas y no de un
    oficio.

    La insistencia de Sidarta en un trabajo
    diario como camino de liberación es un correctivo para
    quienes cifraban la religión en ritos, templos y cultos.
    Para Sidarta la liberación se juega en el correcto
    desempeño de los deberes de cada día. Cada cual ha
    de ganarse la vida. Y si eso lo hace bien, ahí
    encontrará liberación. El trabajo
    entraña una fuerza humanizadora.

    En la sociedad de su
    tiempo, compuesta sobre todo de agricultores, pastores y
    comerciantes, Sidarta señaló tres oficios
    desaconsejables para quienes aspiran a la liberación; el
    comercio de
    armas, la
    matanza de seres humanos y de animales y la
    producción de bebidas intoxicantes y
    venenosas. Los tres entrañan un perjuicio a la humanidad,
    Sidarta legitima el ganarse la vida sólo en el servicio a los
    demás. "Ganancia sin perjuicio", será un lema
    budista. No hay que ser mosquitos que chupan la sangre de otro
    causando heridas y dolor, sino abejas que, a cambio de
    ayudar a las flores en su proceso de
    generación y eventual fructificación, reciben de
    ellas miel. Quien cumple el 5o. Paso disfruta como la abeja, de
    un doble gozo. El de servir a la humanidad y el de ganarse la
    vida sirviendo.

    6o. Paso: Recto
    esfuerzo.

    Es como un consejo insistente:
    esfuérzate sin descanso para conseguir el ideal, para
    llegar a ser una persona madura, iluminada, plenamente humana. Y
    para eso, esfuérzate por alimentar siempre una actitud
    mental llena de desinterés y de
    benevolencia.

    Si Sidarta insiste en el esfuerzo, es
    porque sabe lo difícil que es para los humanos el
    controlar las aspiraciones de sus sentidos, de sus ambiciones y
    pasiones. Alimentar buenos pensamientos es, para Sidarta, como un
    arte que hay
    que ejercitar metódicamente, paso a paso: no dejar que
    entren malos pensamientos; rechazarlos enseguida si han entrado;
    dar cabida, retener y desarrollar pensamientos buenos. . .; si un
    objeto te tienta, reemplázalo por otro que te ayude; si te
    sigue tentando, piensa en las consecuencias dañinas que se
    seguirían; si, a pesar de todo, la tentación sigue,
    cambia de lugar.

    Varios sermones de Sidarta están
    llenos de sabios consejos prácticos destinados a la
    formación del carácter. Y para él, personas
    de carácter son las que alimentan en su mente pensamientos
    buenos, es decir, pensamientos de desprendimiento y de
    benevolencia.

    7o. Paso: Recta
    memoria
    .

    Así suele traducirse este
    sétimo paso, pero sería más acorde con la
    intención de Sidarta el traducirlo por "recta
    atención" a la realidad del momento. Es algo que Sidarta
    (junto con el primer paso) lo subrayaba con particular interés.
    Ese será también el objetivo que
    se busca en el octavo, último paso: la meditación
    será como el barco y la atención a la realidad
    será como el puerto.

    Para entender el significado de este
    séptimo paso, nada mejor que el "sermón sobre
    cómo despertar la atención" que Sidarta comenzaba
    así: Este es, oh monjes, el único medio para
    purificar nuestro ser, superar tristezas y lamentos, destruir
    penas y resentimientos, alcanzar métodos
    rectos y llegar al nirvana: es el camino de la atención .
    . .

    Sidarta explica esa atención
    aplicándola a tres niveles:

    1o. Atención a lo que uno
    está haciendo: son pocas las personas capaces de una
    atención adecuada. A menudo oímos con nuestras
    orejas o leemos con los ojos, pero nuestra mente está en
    otra parte. Las personas liberadas son diferentes. Para ellas, lo
    que están haciendo en cada momento es de vital
    importancia. Se concentran en ello con toda la fuerza de su mente
    y corazón, sin preocuparse ni distraerse por ninguna otra
    cosa.

    Para desarrollar este estilo de
    meditación, Sidarta recomendaba algunos ejercicios
    prácticos y sencillos. Uno de ellos es el emplear un poco
    de tiempo cada día en concentrar nuestra atención
    en los diferentes movimientos del cuerpo o en las diversas
    acciones que están ejercitando, repitiendo mentalmente lo
    que hacemos. "Ahora estoy sentado", etc. Otro ejercicio
    recomendado por Sidarta es el de la inspiración-
    expiración con objeto de apaciguar nuestra
    mente.

    2o. Atención a las realidades de
    la vida: se parece a lo que dijimos a propósito de la
    "recta visión de la realidad" ( 1er. Paso). Se trata de
    captar la realidad más allá de las apariencias
    externas. Se trata de experimentar lo fugaz, penosa e ilusoria
    que resulta la vida que gira en torno a los
    sentidos. También para esto recomendó Sidarta un
    ejercicio eficaz: es la "meditación del cementerio", es
    decir, pensar periódicamente en nuestra muerte y en lo que
    sucede al cuerpo tras la muerte: "Viendo un cadáver, uno
    está contemplando su propio cuerpo y diciendo:
    verdaderamente este cuerpo mío es una misma naturaleza, se
    volverá igual y no lo podré
    evitar".

    3o. Atención a los impulsos
    internos: que subyacen en nuestras acciones de cada día.
    Sidarta la llama también "contemplación de la
    mente", es decir, el arte de saber
    escudriñar nuestro estado mental en el mismo momento en
    que estamos diciendo o haciendo algo.

    Las personas inmaduras no se controlan.
    Se dejan mover como las marionetas por los impulsos emocionales y
    hasta lo camuflan y legitiman con falsas razones. Quienes quieran
    madurar han de escrutar su interior para detectar los motivos
    reales que cuentan por debajo de sus acciones. Y deben
    reconocerlos como son, buenos o malos. Sidarta lo decía
    así: Y ¿cómo practica un monje la
    contemplación de la mente ? Lo hace reconociendo a la
    mente codiciosa como mente codiciosa: a la mente rencorosa como
    mente rencorosa; a la mente sin rencor como mente sin rencor; a
    la mente ilusa como mente ilusa; a la mente sin engaño
    como mente sin engaño".

    Este ejercicio de atención se
    parece a nuestro "examen de conciencia", pero hay algunas
    diferencias. En el Budismo ese examen de conciencia tiene lugar
    en el mismo momento en que uno está actuando, no
    después. Y lo que se pretende no es sólo dictaminar
    la bondad o maldad de una acción sino también
    analizar la estructura
    interna de la mente en el momento de la acción. Este
    análisis entraña un gran poder
    curativo. Bajo su influencia las emociones dañinas se
    disuelven como el hielo ante la luz del
    sol.

    Para una vida autocontrolada, esa triple
    atención es de suma importancia. Sidarta lo subrayó
    cuando en su lecho de muerte dijo a sus discípulos: " La
    vida emocional es pasajera. Esforzaos con
    atención".

    8o. Paso: Recta
    concentración.

    Así suele traducirse, a falta de
    otro término en castellano, la
    palabra "samadhi, que también connota "recogimiento en uno
    mismo", serenidad, armonía mental, paz mental . .
    .

    Las personas que así se recogen
    no andan distraídas ni dispersas. No se turban por
    detalles inútiles o sin importancia. Sus pensamientos se
    concentran en los auténticos objetivos, sin
    dejarse inquietar por las vicisitudes de la vida. Viven con
    atención (7o. Paso) y, en consecuencia, permanecen en un
    estado constante de paz interior.

    La mejor manera de entender esta recta
    concentración es fijarse en el método que
    Sidarta recomendó para alcanzarla. Este método es
    la meditación (bhavana). La meditación es el camino
    que todas las religiones de la India
    proponen para concentrarse, pero en el Budismo tiene algunas
    peculiaridades.

    La meditación es también
    el aspecto del Budismo que más atrae a no pocos
    occidentales no budistas hasta dar la impresión que el
    budismo es una forma de meditación, siendo así que
    no entra más que en uno de los ocho pasos del camino y
    sólo en ese contexto se la puede apreciar
    debidamente.

    Por otra parte, aunque no deja de haber
    diferencias, la meditación budista no es tan distinta de
    la oración silenciosa, meditativa o contemplativa de los
    cristianos o de otros hombres. Para todos es una profunda
    experiencia religiosa. Cierto que la oración cristiana es
    conversacional, en coloquio con un Dios personal,
    mientras que la meditación budista es más reflexiva
    sobre uno mismo, pero ambas tienden a ayudarnos a afrontar los
    problemas de
    cada día con realismo y
    serenidad.

    (Traducción libre y resumida de las obras de
    Sidarta Gautama, en colaboración y apoyo de los textos de
    Historia de las
    Religiones de
    Mircea Eliade.)

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