Monografias.com > Enfermedades > Salud
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Ántrax




Enviado por daniell



     

    Indice
    1.
    Definición


    3.
    Síntomas

    4.
    Vacuna

    5.
    Armas Biológicas

    1.
    Definición

    El ántrax es una enfermedad infecciosa aguda
    causada por una bacteria grampositiva que se llama Bacillus
    anthracis que forma esporas. El ántrax ocurre con mayor
    frecuencia en los vertebrados menores, silvestres y
    domésticos (ganado vacuno, ovejas, chivos, camellos,
    antílopes, y otros herbívoros), pero también
    puede ocurrir en seres humanos cuando tienen contacto con los
    animales
    infectados o el tejido de animales
    infectados.
    El ántrax es considerado un agente que puede ser usado en
    una guerra
    biológica.

    Características
    En condiciones adversas esta bacteria se transforma en espora,
    aumentando considerablemente su resistencia a
    medios
    ambientes hostiles. La mayoría de las esporas se destruyen
    con aplicación de cal, idealmente a pH 12.6-13.2,
    por eso a los animales infectados muertos se los entierra
    profundamente y se los recubre con cal viva. Para garantizar la
    destrucción de las esporas de ántrax, se deben
    calentar los alimentos a
    150ºC por lo menos durante 3 horas. Los suelos alcalinos
    son propicios para mantener las esporas. La fase activa de la
    bacteria es destruida rápidamente a 60ºC por 30
    minutos.

    2.
    Transmición

    El ántrax es más común en regiones
    agrícolas donde los animales tienen la enfermedad. Estas
    regiones incluyen Sudamérica, Centroamérica,
    Europa del sur y
    del este, Asia,
    África, el Caribe y el Oriente Medio. Cuando el
    ántrax afecta a los seres humanos, es normalmente por
    causa de exposición
    ocupacional a los animales infectados o sus productos. Los
    trabajadores que están expuestos a los animales muertos y
    a los productos de
    otros países donde el ántrax es más
    común, podrían resultar contaminados con B.
    Anthracis.
    La infección de ántrax puede ocurrir en tres
    formas: cutánea (piel), por
    inhalación, y gastrointestinal. Las esporas de B.
    anthracis pueden vivir en la tierra por
    muchos años, y los seres humanos pueden resultar
    infectados con ántrax al tocar los productos de animales
    infectados o por inhalar las esporas de los productos de animales
    contaminados. El ántrax también puede contraerse al
    comer carne de animales infectados que no fue suficientemente
    cocida.
    El riesgo de que el
    ántrax se contagie de persona a
    persona es muy
    poco probable. No tiene que preocuparse de contraer la enfermedad
    si está a cargo o si visita a un paciente que tiene el
    ántrax inhalado.

    3.
    Síntomas

    Los síntomas de la enfermedad dependen de la
    forma en la que se contrajo, pero normalmente los síntomas
    se presentan dentro de los primeros 7 días.
    Cutáneo: La mayoría (casi 95%) de las infecciones
    de ántrax ocurren cuando la bacteria entra en una
    lesión o abrasión en la piel, como por
    ejemplo cuando se toca lana, pieles, cuero u otros productos de
    pelo de animales infectados (especialmente pelo de chivos). La
    infección de piel empieza como una protuberancia similar a
    la de un piquete insecto pero que en 1 a 2 días se
    convierte en una bolsa llena de líquido y después
    en una úlcera sin dolor, usualmente de 1 a 3 cm. de
    diámetro, con una característica área negra y
    necrótica (en el proceso de
    morir) en el centro. Las glándulas linfáticas en el
    área adyacente se pueden hinchar. Aproximadamente un 20%
    de los casos que no reciben tratamiento médico contra el
    ántrax cutáneo provocarán la muerte. La
    muerte es poco
    común si se recibe una terapia antimicrobiana
    apropiada.

    La imagen muestra la escara
    negra rodeada de áreas erosionadas e intenso edema. Estas
    lesiones son indoloras. Las áreas de "piel seca"
    representan áreas de edema en resolución. Las
    lesiones continúan su progresión a pesar de
    tratamiento antibiótico. El ántrax cutáneo
    es autolimitado y las lesiones se resuelven sin cicatriz.
    Alrededor de un 20% de casos no tratados pueden
    progresar a formas sistémicas.
    Inhalación: Los síntomas al principio pueden
    confundirse con los de un catarro común. Después de
    varios días, los síntomas pueden empeorar y
    convertirse en problemas
    graves de respiración y shock. El ántrax de
    inhalación generalmente es fatal.
    Intestinal: La forma intestinal del ántrax puede ser el
    resultado de haber consumido carne contaminada y escasamente
    cocida y los síntomas incluyen inflamación severa
    del tracto intestinal. Los primeros síntomas de nauseas,
    pérdida de apetito, vómito, y fiebre
    son seguidos por dolor abdominal, vómito de
    sangre, y
    diarrea grave. En 25% a 60% de los casos de ántrax
    intestinal el resultado final es la
    muerte.


    4. Vacuna

    Existe ya una vacuna aprobada contra el ántrax
    para usarse en los seres humanos. Se estima que la vacuna es
    eficaz en 93% de los casos para la protección contra
    ántrax.
    La vacuna contra el ántrax es fabricada y distribuida por
    BioPort Corporation, Lansing, Michigan. La vacuna es una vacuna
    filtrada para eliminar las células,
    lo que significa que en la preparación no se usa bacteria
    viva ni muerta. El producto final
    no contiene más de 2.4 mg de hidróxido de aluminio. Las
    vacunas de
    ántrax para animales no deben ser usadas en seres
    humanos.
    El Comité de Consultoría Sobre las Prácticas de
    Inmunización ha recomendado la vacunación de
    ántrax para los siguientes grupos:

    • Las personas que trabajan directamente con el
      organismo en el laboratorio.
    • Las personas que trabajan con pieles de animales
      importadas en áreas en las que las medidas de seguridad e
      higiene no son suficientes para prevenir la exposición a las esporas de
      ántrax.
    • Las personas en áreas con altos incidentes de
      ántrax que tocan los productos animales que
      podrían estar infectados.
    • El personal
      militar enviado a las áreas con alto riesgo de
      exposición al organismo (cuando se usa como arma en
      guerra
      biológica).
    • Las mujeres embarazadas sólo deben vacunarse
      si es absolutamente necesario.

    La inmunización consiste de tres inyecciones
    subcutáneas dadas cada dos semanas, seguidas por tres
    inyecciones subcutáneas adicionales dadas a 6, 12, y 18
    meses. Después, se recomienda la aplicación de
    inyecciones de refuerzo cada año.
    Se presentan reacciones locales leves 30% de los vacunados y
    consisten en poco dolor y enrojecimiento en el lugar de
    inyección. Las reacciones locales graves son poco
    frecuentes y consisten en una hinchazón extrema del
    antebrazo además de la reacción local. Las
    reacciones del sistema ocurren
    en menos de 0.2% de los vacunados.

    Diagnóstico
    Se
    diagnostica el ántrax por el aislamiento de B. anthracis
    de la sangre, lesiones
    de piel, o las secreciones respiratorias o mediante la medida de
    anticuerpos específicos en la sangre de las personas
    posiblemente afectadas.

    Tratamiento
    El tratamiento de la enfermedad se realiza con
    antibióticos específicos, el de mayor efectividad
    es la ciprofloxacina, la dosis a utilizar es de 500 mg cada 12
    horas en un lapso de tiempo que
    varía de 20 días a meses, según la evolución de la enfermedad.

    Ciprofloxacina
    Acción terapéutica.
    Antimicrobiano. Quinolona de segunda
    generación.

    Propiedades.
    Agente antibacteriano de efecto rápido que no presenta
    resistencia
    cruzada con las penicilinas, cefalosporinas, tetraciclinas y
    aminoglucósidos. Actúa por inhibición de la
    DNA-girasa bacteriana, interfiriendo en la replicación del
    DNA. En forma oral, combina una biodisponibilidad elevada con
    gran penetración tisular que permite su empleo como
    monoterapia o en combinación con otros
    antibióticos. Actúa sobre gérmenes
    grampositivos: Staphylococcus aureus, piogenes y pneumoniae,
    Streptococcus faecalis, Mycobacterium tuberculosis,
    Bacillus anthracis. Microorganismos gramnegativos: Escherichia
    coli, Klebsiellas, Enterobacter, Salmonella, Shigella, Proteus
    mirabilis, Pseudomonas, Haemophilus influenzae, Neisseria
    gonorrhoeae, Aeromonas, Vibrium Brucella melitensis.

    Indicaciones.
    Infecciones de las vías respiratorias. Bronconeumonia y
    neumonía lobar. Bronquitis aguda, bronquiectasias,
    empiema. Infecciones del tracto genitourinario: uretritis
    complicadas, pielonefritis, prostatitis, gonorrea. Infecciones
    osteoarticulares: osteomielitis, artritis séptica.
    Infecciones gastrointestinales: diarrea infecciosa, fiebre
    entérica. Infecciones sistémicas graves:
    septicemias, bacteriemias, infecciones de vías biliares,
    pélvicas y otorrinolaringológicas.

    Dosificación.
    La dosis se determinará por la gravedad de la
    infección, la sensibilidad de los organismos causales,
    edad, peso y función
    renal del paciente. Dosis media por vía oral/adultos:
    Infecciones del tracto urinario: 250 a 500mg cada 12h; cistitis
    aguda no complicada: 250mg cada 12h; durante 3 días.
    Infecciones de vías respiratorias, infecciones
    osteoarticulares, de piel y tejidos blandos:
    250 a 500mg cada 12h pudiendo elevarse a 750mg c/12h en casos de
    mayor gravedad. Infecciones por pseudomonas en tracto
    respiratorio inferior: la dosis normal es de 750mg, dos veces al
    día. Gonorrea: dosis única de 250mg. En la
    mayoría de las otras infecciones 500 a 750mg dos veces al
    día. El período de tratamiento habitual para
    infecciones agudas es de 5 a 10 días y debe continuarse 3
    días después de la desaparición de los
    signos y síntomas. En pacientes con función
    renal alterada: en general no es necesario ajustar la dosis,
    salvo en insuficiencia renal grave. En estos casos se puede
    reducir la dosis diaria total a la mitad. No se recomienda su
    empleo en
    niños y
    adolescentes
    en crecimiento. En caso de ser necesaria su indicación, la
    dosis a emplear puede ser 7,5 a 15mg/kg/día por vía
    oral, administrados cada 12 horas.

    Reacciones adversas.
    En ocasiones puede producir náuseas, diarreas,
    mitos,
    dispepsia. Alteraciones del SNC: vértigo, cefaleas,
    cansancio, insomnio, temblor; en muy raras ocasiones
    sudoración, convulsiones, estados de ansiedad. Reacciones
    de hipersensibilidad, erupciones cutáneas, prurito, fiebre
    medicamentosa. Reacciones anafilactoides: edemas facial, vascular
    y laríngeo. En estos casos se suspenderá en forma
    inmediata el tratamiento. Pueden aparecer aumentos transitorios
    en las enzimas
    hepáticas, sobre todo en pacientes con lesión
    hepática previa. Trastornos de la fórmula
    sanguínea: muy raramente eosinofilia, trombocitosis,
    leucocitosis, anemia. Dolores musculares, tenosinovitis,
    fotosensibilidad.

    Precauciones y advertencias.
    Debido a los efectos secundarios que puede producir sobre el SNC
    sólo deberá utilizarse cuando los beneficios
    terapéuticos superen los riesgos
    descriptos; sobre todo en pacientes con antecedentes de crisis
    epilépticas u otros trastornos del SNC (bajo umbral
    convulsivo, alteración orgánica cerebral o ACV). No
    es recomendable su uso en el embarazo ni en
    el período de lactancia. En raras ocasiones se ha
    observado cristaluria relacionada con el empleo de
    ciprofloxacina, por eso los pacientes deberán estar bien
    hidratados y evitar una alcalinidad excesiva de la
    orina.

    Interacciones.
    Se elevan los niveles séricos de teofilina cuando se
    administra con quinolonas. Junto con ciclosporina, aumenta
    los valores
    séricos de creatinina. A fin de no interferir en la
    absorción de antiácidos (con hidróxido de
    magnesio o de aluminio),
    sólo deberá administrarse 1 o 2hs después de
    la ingestión de aquéllos.

    Contraindicaciones.
    Pacientes con hipersensibilidad a la droga y otras
    quinolonas. Embarazo.
    Lactancia. Niños.

    5. Armas
    Biológicas

    La historia de las armas de la
    humanidad, que probablemente se inició con el hacha de
    sílex, no terminó con el descubrimiento de la
    bomba atómica y la puesta en escena de los misiles
    intercontinentales. Gracias a la ingeniería
    genética, en los laboratorios militares secretos se
    cuece hoy una nueva generación de armas
    biológicas que puede superar las fantasías de
    todos los genios de la ciencia
    ficción.
    Ya en la antigüedad, los militares estuvieron fascinados
    por el poder de las
    armas biológicas. En la época clásica y
    durante la dominación romana, los ejércitos
    tenían especialistas en envenenar las fuentes de
    agua potable
    de las que se abastecían las ciudades, e incluso en
    algunas ocasiones se llegaron a introducir en ciudades
    asediadas vasijas conteniendo humores de enfermos de
    cólera, peste o lepra, con la esperanza de que la
    epidemia acabase con las fuerzas de los defensores. Este
    procedimiento
    militar volvió a ponerse de moda durante
    los siglos XVIII y XIX, en que los colonos europeos aniquilaron
    a poblaciones enteras de nativos de los otros continentes, de
    forma voluntaria o involuntaria, al introducir la sífilis,
    la gripe, la viruela o el tifus, armas más efectivas que
    el acero o la
    pólvora.
    Tras el uso intensivo de las armas químicas durante la
    Primera Guerra
    Mundial, durante la Segunda también se hicieron
    algunos intentos de emplear armas biológicas. Se sabe
    que el ejército británico lanzó como
    prueba gran cantidad de esporas del bacilo del ántrax
    sobre una pequeña isla escocesa, habitualmente desierta,
    llamada Gruinard. El éxito
    fue tal que todavía en 1979 los soldados del
    ejército británico tenían que hollar el
    suelo de la
    isla con trajes protectores, a fin de evitar la peligrosa
    infección del bazo que produce el ántrax y que
    generalmente lleva a la muerte.
    Entre 1940 y 1944, los japoneses fueron mucho más lejos
    en la aplicación de armas biológicas. Por primera
    vez en la historia se bombardearon,
    en la campaña contra Corea y Manchuria, once ciudades
    chinas con bombas que
    contenían material contaminado por peste y tifus. La
    cifra de muertos que produjeron estas armas biológicas
    entre la población civil nunca ha sido evaluada.
    En campos de concentración de prisioneros de guerra, los
    japoneses inyectaron a tres mil prisioneros chinos, mongoles,
    británicos, americanos y coreanos, soluciones
    con principios
    activos de
    diversas enfermedades
    epidémicas; como mínimo unos mil prisioneros
    fallecieron en estos experimentos.
    Tras la Segunda
    Guerra Mundial, en los años 50 y 60, el Gobierno de los
    Estados
    Unidos instaló en el estado de
    Maryland un complejo de laboratorios militares conocido como
    Fuerte Detrick. En sus mejores días llegaron a trabajar
    en él un millar de científicos dedicados a la
    investigación de armas biológicas.
    Y en 1970 Nixon declaró que el gobierno iba a
    renunciar a desarrollar armas biológicas con fines
    ofensivos. Dos años después, en abril de 1972, se
    firmaba simultáneamente en Londres, Moscú y
    Washington el Acuerdo Internacional sobre Armas
    Biológicas, que prohibía el desarrollo,
    fabricación y almacenamiento de armas biológicas con
    fines bélicos. Hasta la fecha, aparte de Estados Unidos,
    Gran Bretaña y la ex URSS, han firmado dicho acuerdo
    casi 130 estados de todo el mundo. De esta forma, a principios de
    la pasada década parecía que la humanidad iba a
    verse libre de este tipo de armamento.
    De hecho, los gobiernos estadounidense y soviético
    renunciaron a seguir financiando estos proyectos
    porque los expertos señalaron que, en relación
    con las armas atómicas y químicas, las armas
    biológicas no eran suficientemente operativas. Dichas
    armas continuaban teniendo el problema, que ya sufrían
    en la antigüedad, de que podían volverse contra los
    mismos agresores, lo que implicaba todo un programa de
    vacunas para
    los ejércitos que las empleasen; además, en su
    manipulación existían también graves
    riesgos.

    La era de la ingeniería genética.
    Los militares no podían imaginarse que solo un año
    después de la firma del mencionado tratado, iba a ocurrir
    un acontecimiento que revalorizaría las armas
    biológicas. En 1973, en la Universidad de
    Stanford en California, los biólogos Stanley Cohen y
    Herbert Boyer consiguieron transferir por primera vez genes
    ajenos al material hereditario de determinadas bacterias.
    Este gran salto sobre los mecanismos de seguridad que
    protegen la materia
    hereditaria en las especies vivientes vino a reanimar la
    moribunda investigación en torno a las armas
    biológicas. Los microorganismos patógenos que antes
    eran difíciles de obtener y cuyo manejo exigía
    enormes precauciones podían desde ese momento ser
    diseñados de nuevo, adaptándolos a las necesidades
    militares. Con las nuevas técnicas
    de recombinación genética
    se abría para los expertos militares del Pentágono
    un abanico de posibilidades inimaginable dos años antes.
    Este renovado interés
    por las armas biológicas recombinadas por medio de la
    ingeniería
    genética se demuestra examinando las cifras del
    presupuesto
    estadounidense de los años 80.
    Desde 1980 a 1987, el Pentágono incrementa sus inversiones en
    investigación y producción de armas biológicas y
    químicas en un 554% con respecto a años anteriores,
    invirtiendo nada menos que 1.440 millones de dólares en
    estos proyectos. A la
    investigación de armas biológicas se destinan en
    1986 casi 90 millones de dólares, mientras el
    número de proyectos de manipulación genética
    financiados por el Ministerio de Defensa estadounidense ha pasado
    de 0 en 1980 a más de 200 en el presente año.
    Las instalaciones de Fuerte Detrick fueron remozadas a principios
    de los ochenta y vuelven a acoger científicos. En diversos
    laboratorios construidos bajo la máxima seguridad,
    investigadores del USAMRIID (Instituto Médico del
    Ejército de los Estados Unidos para el estudio de Enfermedades Infecciosas)
    estudian el efecto de los virus de Lasa,
    Ébola o Chikungunya, o de virus de la
    viruela, fiebre amarilla, encefalitis equina, gripe, enfermedad
    de Marburg y la fiebre del Rift. De gran interés
    militar en Fuerte Detrick son también las bacterias del
    ántrax, el botulismo, la brucelosis, la peste, el tifus y
    las esporas de tétanos, así como otras veinte
    clases de toxinas tales como los venenos de serpientes, setas,
    escorpiones y algas.
    Curiosamente, la investigación y producción de armas biológicas a
    través de la ingeniería genética ni tan siquiera
    viola las reglas del tratado internacional de prohibición
    de armas biológicas firmado en 1972. Según tal
    acuerdo, se tolera la producción de determinadas
    cantidades de armas biológicas con fines estrictamente
    defensivos. Y aquí empieza la ambivalencia del acuerdo,
    puesto que en ningún otro sector militar como en el de la
    guerra biológica es tan difícil marcar la
    diferencia exacta entre qué es ofensivo y qué
    defensivo: el estado
    potencialmente agresor con este tipo de armas debe empezar
    necesariamente por elaborar toda una serie de vacunas a fin de
    inmunizar sus propias fuerzas; es decir, un ataque en este campo
    presupone prepararse antes para la defensa, crear nuevas vacunas.
    Mientras que la creación de gérmenes
    patógenos recombinados genéticamente puede lograrse
    en algunos meses, elaborar las vacunas pertinentes -caso de que
    existiesen- requiere una tarea de años.

    Los horrores de estas armas.
    Una pregunta se impone: ¿cómo serían estas
    armas? ¿cuáles son sus efectos?. Científicos
    que han trabajado en proyectos militares de este tipo, como el
    catedrático de biología molecular
    Doctor Michael Breindl, de la Universidad de
    San Diego, afirman lo siguiente: «Existen planes, por
    ejemplo, para recombinar genéticamente una bacteria de la
    flora intestinal inofensiva, la Escherichia coli, obteniendo un
    arma terrible. Para empezar, a través de genes de
    resistencia se le podría hacer inmune a la acción
    de los antibióticos; luego podría elevarse su
    resistencia contra los ácidos
    intestinales a fin de asegurar su libre circulación por
    todo el aparato
    digestivo, además se le podrían implantar genes
    de toxinas procedentes de otros organismos, como una toxina
    neural u otras que detuviesen la acción coagulante de la
    sangre. Finalmente, se le podría insertar un gen del tipo
    «invasor», que permitiría a la bacteria
    penetrar desde la pared del intestino en los tejidos
    interiores y las células
    del organismo. La bacteria así recombinada podría
    escaparse de la acción de defensa del organismo y verter
    sus toxinas directamente en los tejidos celulares».
    Lo triste de toda esta explicación es que la
    mayoría de los procesos de
    laboratorio
    que describe el Doctor Breindl no son ciencia
    ficción, pues ya se han conseguido realizar o son de
    práctica corriente en el mundo de la ingeniería
    genética.
    Por lo que se conoce actualmente, los técnicos
    estadounidenses que trabajan para el estamento militar han
    conseguido secuenciar y clonificar los genes de diversos venenos
    biológicos. Ya se conocen las estructuras
    genéticas del ántrax, el botulismo, el
    cólera, la difteria, el tétanos y la toxina del
    veneno de determinadas serpientes. El
    conocimiento de las secuencias genéticas significa que
    en cualquier momento los científicos pueden producir de
    forma rápida, sencilla y barata enormes cantidades de
    estos venenos. En el proyecto USAMRIID
    de Fuerte Detrick se han empezado a insertar genes del veneno de
    serpiente en el DNA de colibacterias de tipo E. Por supuesto que
    la posición oficial ante estos experimentos es
    que se realizan con fines estrictamente médicos, en aras
    de obtener nuevas vacunas. Algunos militares han llevado la
    ironía hasta el extremo de afirmar que estos experimentos
    también se hacen pensando en la salud de los países
    del Tercer Mundo: «En países donde anualmente mueren
    40.000 personas por mordedura de serpiente -argumentan los
    generales- nuestras vacunas y nuestros experimentos sobre la
    toxina del veneno de cobra pueden ser de gran utilidad».
    En Fuerte Detrick también se está trabajando en la
    obtención sintética de sustancias venenosas, como
    por ejemplo el veneno de un hongo llamado tricoteceno, asimismo
    conocido como «lluvia amarilla», un veneno
    trescientas veces más activo que los gases
    químicos convencionales que atacan al sistema nervioso
    central. Se tiene además conocimiento
    de que el Pentágono se ha gastado 1,3 millones de
    dólares en secuenciar el gen que codifica a la enzima
    acetilcolinesterasa. Esta enzima es fundamental para regular la
    acción de los neurotransmisores de determinadas funciones
    cerebrales. Según informes del
    Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, estos
    conocimientos pueden posibilitar la producción de toxinas
    especializadas en atacar ciertos centros nerviosos. Según
    la mayoría de los expertos, las toxinas son las armas
    biológicas recombinadas genéticamente que
    más posibilidades tienen de ser empleadas en un conflicto que
    exigiese la aplicación de este tipo de armas. Su
    producción por métodos de
    ingeniería genética es fácil y de muy bajos
    costos.
    Aquí también debe destacarse la gran manejabilidad
    de dichas armas y sus facilidades de producción, lo que
    hace que su almacenamiento
    sea obsoleto. Expertos europeos y norteamericanos coinciden en
    indicar que un Estado que
    desee producir armas biológicas recombinadas por la
    tecnología
    genética solo necesitaría una instalación
    frigorífica con unas 200 probetas llenas de material y
    cultivos originales, más la infraestructura de un
    laboratorio farmacéutico convencional. El resto de las
    operaciones,
    es decir el transporte,
    llenar con los virus las cámaras huecas de las bombas, los
    aerosoles, etc., se podrían realizar con la misma
    infraestructura militar existente para las armas
    químicas.
    En cuanto a su aplicación directa, los militares piensan
    que el aerosol es el mejor vehículo para expandir las
    armas biológicas entre la población y los ejércitos enemigos.
    El sistema de
    aerosol permite proyectar virus y bacterias manipulados
    genéticamente en grandes nubes hacia áreas
    determinadas. Desde 1984, el ejército de Estados Unidos
    trata de crear en Dugway (Utah) una gigantesca instalación
    para la dispersión de armas biológicas a
    través de aerosoles; el presupuesto se
    cifra en 2.300 millones de dólares.
    En lo que respecta a los efectos de estas armas sobre las
    personas, nos encontramos con la problemática de siempre
    cuando se valoran los resultados de la ingeniería
    genética: ignorancia absoluta. No obstante, es muy
    probable que estas armas multipliquen varias veces los horrores y
    el poder
    mortífero que siempre han poseído las armas
    biológicas convencionales. Sabemos, por ejemplo, que
    bastan unos pocos cultivos para poder infectar a una
    población de millones de personas con ántrax,
    fiebre amarilla o peste, enfermedades de alta mortalidad; sin
    embargo, la mayoría de estas enfermedades
    epidémicas son bien conocidas, por lo que el estado
    agredido podría, dentro de ciertos límites,
    organizar actividades terapéuticas contra la epidemia. Eso
    sería casi imposible si los virus y bacterias agresores se
    hallan recombinados genéticamente, ya que la experiencia
    de la medicina oficial
    con esos seres manipulados es nula.

    VIRUS Y BACTERIAS CON LOS QUE SE EXPERIMENTA
    MILITARMENTE.

    Tipo de microbio.

    Enfermedad.

    Factor de contagio.

    Mortalidad (sin tratamiento).

    Virus.

    Encefalitis venezolana.

    bajo.

    baja.

    Virus.

    Encefalitis equina oriental.

    bajo.

    alta (60%).

    Virus.

    Enfermedad de Margburg.

    alto.

    alta.

    Virus.

    Fiebre amarilla.

    bajo.

    alta (40%).

    Virus.

    Fiebre Chikungunya.

    bajo.

    muy baja.

    Virus.

    Fiebre Dengue.

    bajo.

    muy baja.

    Virus.

    Fiebre del Rift.

    pobre.

    alta.

    Virus.

    Gripe.

    muy alto.

    baja.

    Virus.

    Viruela.

    muy alto.

    alta.

    Bacterias.

    Ántrax.

    bajo.

    casi siempre mortal.

    Bacterias.

    Brucelosis.

    cero.

    intermedia (25%).

    Bacterias.

    Cólera.

    alto.

    alta (85%).

    Bacterias.

    Enfermedad del legionario.

    cero.

    alta.

    Bacterias.

    Muermo.

    cero.

    casi siempre mortal.

    Bacterias.

    Peste pulmonar.

    alto.

    casi siempre mortal.

    Bacterias.

    Tifus.

    alto.

    baja (10%).

    Bacterias.

    Tularemia.

    bajo.

    intermedia.

    Otros riesgos de las armas
    biológicas.

    Por supuesto que los militares y políticos
    afirman que dichas armas jamás se emplearán con
    fines ofensivos y que se investigan y producen para mantener la
    paz. Pero independientemente del cinismo -consciente o
    inconsciente- que implican estas afirmaciones, la mera
    investigación en esta área puede implicar graves
    riesgos para la población que habite en las
    cercanías de los laboratorios y el transporte de
    las armas puede comportar graves riesgos.
    Sobre este tema existe un desgraciado precedente que
    sucedió en la ciudad de Birmingham. El catedrático
    de virología de la Universidad de Birmingham, Henry
    Bedson, tenía instalado un laboratorio semiprivado en el
    primer piso de una antigua edificación en donde
    también existían otras instalaciones pertenecientes
    a la Universidad. En 1978 se hallaba trabajando él con
    otros asistentes en su laboratorio con cultivos del virus de la
    viruela. A las pocas semanas de haber manipulado los virus, se
    dio sorprendentemente en la misma ciudad un caso grave de viruela
    en una chica joven: Janet Parker. Casualmente, la muchacha fue
    internada en el hospital donde trabajaba el profesor Bedson y a
    éste se le heló la sangre cuando supo que Janet
    trabajaba como fotógrafa para el Instituto
    Anatómico de la Facultad de Medicina de la
    ciudad, ya que el Instituto se hallaba precisamente sobre su
    laboratorio. El 11 de septiembre de 1978 moría Janet
    Parker víctima de la viruela, pero un par de días
    antes el Doctor Bedson se había suicidado
    seccionándose la garganta con unas tijeras de
    césped. Técnicos de la Universidad que semanas
    después reconstruyeron el contagio de Janet Parker,
    llegaron a la conclusión de que los virus habían
    subido al piso superior a través de un respiradero de
    reducidas dimensiones, adyacente a la habitación donde
    trabajaba Janet. También indicaron que el laboratorio del
    Doctor Bedson no cumplía al cien por cien las
    líneas de seguridad marcadas por la OMS.
    El caso Parker-Bedson es una muestra de los
    riesgos potenciales para la población que conlleva la
    investigación con microorganismos; en especial en Europa, donde en
    varios países los Ministerios de Defensa han encargado
    proyectos de
    investigación de ingeniería genética a
    laboratorios y equipos investigadores pertenecientes a las
    Universidades. Aunque en los laboratorios en donde se realiza
    manipulación genética de microorganismos, las
    medidas de seguridad se rigen por las directrices de Asilomar que
    son mucho más estrictas que las de los laboratorios
    convencionales (el contar con circuitos de
    reciclado de agua y
    aire propios y de
    compuertas de descontaminación en sus comunicaciones
    en el exterior), en los últimos años la
    mayoría de los laboratorios, tanto privados como
    estatales, en donde se practica la ingeniería
    genética han empezado a apartarse de estas severas reglas.
    En la actualidad se llevan a cabo en empresas
    multinacionales numerosos experimentos de manipulación
    genética en laboratorios semiconvencionales. En cuanto a
    los riesgos del transporte o de un sabotaje mencionaremos
    brevemente que en septiembre de 1981 desaparecieron de Fuerte
    Detrick 2,3 litros del virus Chikungunya, cantidad suficiente
    para infectar a toda la humanidad con fiebres tropicales. Hasta
    hoy el Pentágono no ha podido averiguar dónde fue a
    parar tan peligrosa arma.

    El futuro de las armas biológicas.
    Como acabamos de comprobar, las técnicas
    de ingeniería genética no solo están al
    servicio de
    fines altruistas, de carácter
    médico o económico-social, sino que al mismo
    tiempo se
    emplean con fines totalmente militares, pues no en vano se trata
    de una tecnología capaz de
    aniquilar a millones de seres humanos en un corto espacio de
    tiempo. La posibilidad -atractiva para los militares- de crear un
    germen que actúe solo contra determinadas poblaciones,
    poseyendo al mismo tiempo una vacuna que haga inmune al agresor a
    sus efectos se está convirtiendo en realidad en la era de
    la ingeniería genética.
    Existe un interesante paralelismo entre las armas
    biológicas recombinadas genéticamente y la energía
    nuclear en cuanto a fines bélicos se refiere. Ambas
    armas tienen un efecto aniquilador parecido, pues, en algunos
    casos las armas biológicas pueden tener un radio de
    acción letal todavía más amplio que las
    radiaciones ionizantes de origen nuclear, tanto las armas
    atómicas como las biológicas
    «contaminan» durante decenios los territorios donde
    son aplicadas, y ambos sistemas
    conllevan un alto riesgo de manipulación y de
    producción. Sin embargo, en algunos aspectos las armas
    biológicas pueden ser para los militares y
    políticos más atractivas que las atómicas:
    no destruyen la infraestructura del país conquistado, solo
    -al estilo de la bomba de neutrones- aniquilan a la
    población humana; y si además el país
    agresor se halla en posesión de una vacuna efectiva contra
    la epidemia, su población y su ejército pueden
    ocupar sin grandes problemas el
    territorio conquistado a pesar de la
    contaminación biológica. Por todas estas
    razones creemos que en los próximos decenios
    proliferarán los proyectos y centros dedicados a la
    investigación de armas biológicas en todo el
    mundo.

     

     

     

    Autor:

    Dr. Daniel Longo Farmacéutico

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter