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FILOSOFIA DE LA CIENCIA




Enviado por latiniando



     

    INDICE:

    Descripcion
    Tematica

    Introduccion
    El Problema De La
    Induccion

    El
    Problema De La Descripcion

    Explicacion

    Objetividad Y
    Relativismo

    Bibliografia
    Conclusion

    1. DESCRIPCION
    TEMATICA
    :

     Ciencia (en
    latín scientia, de scire,
    ‘conocer’), término que en su sentido
    más amplio se emplea para referirse al conocimiento
    sistematizado en cualquier campo, pero que suele aplicarse sobre
    todo a la
    organización de la experiencia sensorial objetivamente
    verificable. La búsqueda de conocimiento
    en ese contexto se conoce como ‘ciencia
    pura’, para distinguirla de la ‘ciencia
    aplicada’ —la búsqueda de usos
    prácticos del conocimiento
    científico— y de la tecnología, a
    través de la cual se llevan a cabo las
    aplicaciones.

    Los esfuerzos para sistematizar el
    conocimiento se remontan a los tiempos prehistóricos,
    como atestiguan los dibujos que
    los pueblos del paleolítico pintaban en las paredes de las
    cuevas, los datos
    numéricos grabados en hueso o piedra o los objetos
    fabricados por las civilizaciones del neolítico. Los
    testimonios escritos más antiguos de investigaciones
    protocientíficas proceden de las culturas
    mesopotámicas, y corresponden a listas de observaciones
    astronómicas, sustancias químicas o síntomas
    de enfermedades
    —además de numerosas tablas matemáticas— inscritas en caracteres
    cuneiformes sobre tablillas de arcilla. Otras tablillas que datan
    aproximadamente del 2000 a.C. demuestran que los babilonios
    conocían el teorema de Pitágoras, resolvían
    ecuaciones
    cuadráticas y habían desarrollado un sistema
    sexagesimal de medidas (basado en el número 60) del que se
    derivan las unidades modernas para tiempos y
    ángulos

    En el valle del Nilo se han descubierto papiros de un
    periodo cronológico próximo al de las culturas
    mesopotámicas que contienen información sobre el tratamiento de heridas
    y enfermedades, la
    distribución de pan y cerveza, y la
    forma de hallar el volumen de una
    parte de una pirámide. Algunas de las unidades de longitud
    actuales proceden del sistema de
    medidas egipcio y el calendario que empleamos es el resultado
    indirecto de observaciones astronómicas
    prehelénica.

     

    2. INTRODUCCIÓN
     
    Filosofía de la ciencia,
    investigación sobre la naturaleza
    general de la práctica científica. La
    filosofía de la ciencia se
    ocupa de saber cómo se desarrollan, evalúan y
    cambian las teorías
    científicas, y si la ciencia es capaz de revelar la verdad
    de las entidades ocultas y los procesos de la
    naturaleza. Su
    objeto es tan antiguo y se halla tan extendido como la ciencia
    misma. Algunos científicos han mostrado un vivo interés
    por la filosofía de la ciencia y unos pocos, como Galileo,
    Isaac Newton y
    Albert
    Einstein, han hecho importantes contribuciones. Numerosos
    científicos, sin embargo, se han dado por satisfechos
    dejando la filosofía de la ciencia a los filósofos, y han preferido seguir 'haciendo
    ciencia' en vez de dedicar más tiempo a
    considerar en términos generales cómo 'se hace la
    ciencia'. Entre los filósofos, la filosofía de la
    ciencia ha sido siempre un problema central; dentro de la
    tradición occidental, entre las figuras más
    importantes anteriores al siglo XX destacan Aristóteles, René Descartes,
    John Locke,
    David Hume, Immanuel Kant y John
    Stuart Mill. Gran parte de la filosofía de la ciencia es
    indisociable de la epistemología, la teoría del
    conocimiento, un tema que ha sido considerado por casi todos
    los filósofos.

    3. EL PROBLEMA DE LA INDUCCIÓN  
    Los resultados de la observación y experimentación
    suministran la evidencia para una teoría
    científica, pero no pueden demostrar que la teoría
    es correcta. Hasta la generalización empírica
    más modesta, por ejemplo que toda agua hierve a
    la misma temperatura,
    va más allá de lo que puede ser deducido de la
    evidencia en sentido estricto. Si las teorías
    científicas no expresaran más que la evidencia que
    suele sustentarlas, tendrían poca utilidad. No
    podrían ser utilizadas para predecir el curso de la
    naturaleza, y carecerían de poder
    explicativo.

    El vínculo no demostrativo o inductivo entre la
    evidencia y la teoría plantea uno de los problemas
    fundamentales de la teoría del
    conocimiento, el problema de la inducción, dada su formulación
    clásica por David Hume, el filósofo escocés
    del siglo XVIII. Hume consideró simples predicciones
    basadas en observaciones pasadas, por ejemplo, un vaticinio como:
    el sol
    saldrá mañana, teniendo en cuenta que se ha
    observado que siempre salía en el pasado. La vida
    sería imposible sin anticipar el futuro, pero Hume
    construyó una argumentación excelente para mostrar
    que estas inferencias son indefendibles desde presupuestos
    racionales. Esta conclusión puede parecer
    increíble, pero la argumentación de Hume tiene
    todavía que ser contestada de un modo concluyente.
    Admitía que las deducciones inductivas han sido por lo
    menos razonablemente fiables hasta ahora, o no estaríamos
    vivos para considerar el problema, pero afirmaba que sólo
    podemos tener una razón para continuar confiando en la
    inducción si tenemos algún motivo para creer que la
    inducción seguirá siendo fiable en el futuro. Hume
    demostró entonces que tal razón no es posible. El
    nudo del problema es que pretender que la inducción
    será una garantía en el futuro es, en sí
    misma, una predicción y sólo podría ser
    justificada de manera inductiva, lo que llevaría a una
    cuestión de principio. En concreto,
    mantener que la inducción quizá funcionará
    en el futuro porque ha resultado útil en el pasado es
    razonar en círculo, asumiendo la inducción para
    justificarla. Si esta argumentación escéptica es
    válida, el
    conocimiento inductivo parece imposible, y no hay un
    argumento racional que se pueda plantear para disuadir a alguien
    que opina, por ejemplo, que es más seguro salir de
    la habitación por las ventanas que por la
    puerta.

    El problema de la inducción se relaciona de forma
    directa con la ciencia. Sin una respuesta a la
    argumentación de Hume, no hay razón para creer en
    ninguno de los aspectos de una teoría científica
    que vaya más allá de lo que, en realidad, se ha
    observado. El asunto no es que las teorías
    científicas no resulten nunca ciertas por completo: esto
    es o debería ser una verdad obvia. El tema es más
    bien que no tenemos ninguna razón para suponer, por
    ejemplo, que el agua que no
    hemos sometido a prueba hervirá a la misma temperatura
    que el agua que
    hemos probado. Los filósofos han realizado un continuo
    esfuerzo para resistir a esta conclusión escéptica.
    Algunos han tratado de demostrar que los modelos
    científicos para sopesar evidencias y formular inferencias
    son, de algún modo, racionales por definición;
    otros, que los éxitos pasados de nuestros sistemas
    inductivos son susceptibles de emplearse para justificar su uso
    futuro sin caer en círculos viciosos. Un tercer enfoque
    sostiene que, aunque no podamos demostrar que la inducción
    funcionará en el futuro, sí podemos demostrar que
    lo hará si algún método de
    predicción lo hace, por lo que es razonable utilizarlo.
    Mediante teorías más recientes, algunos
    filósofos han sostenido que la actual fiabilidad de las
    prácticas inductivas, algo que Hume no niega, basta para
    proporcionar conocimiento inductivo sin otro requerimiento que el
    que la fiabilidad esté justificada.

    Karl Popper ha aportado una respuesta más radical
    al problema de la inducción, una solución que
    constituye la base de su influyente filosofía de la
    ciencia. De acuerdo con Popper, el razonamiento de Hume de que
    las inferencias son injustificables desde una perspectiva
    racional es correcto. Sin embargo, esto no amenaza la
    racionalidad de la ciencia, cuyas inferencias son, aunque parezca
    lo contrario, deductivas en exclusiva. La idea central de Popper
    es que mientras la evidencia nunca implicará que una
    teoría sea verdadera, puede rebatir la teoría
    suponiendo que sea falsa. Así, un número de cuervos
    negros no implica que todos lo cuervos sean negros, pero la
    presencia de un único cuervo blanco supone que la
    generalización es falsa. Los científicos pueden, de
    esta forma, saber que una teoría es falsa, sin recurrir a
    la inducción. Además, enfrentados a una
    elección entre dos teorías opuestas, pueden ejercer
    una preferencia racional si una de las teorías ha sido
    refutada pero la otra no; entonces es racional preferir una
    teoría que podría ser verdad respecto a una que se
    sabe es falsa. La inducción nunca entra en escena, de modo
    que el argumento de Hume pierde fuerza.

    Esta ingeniosa solución al problema de la
    inducción se enfrenta con numerosas objeciones. Si fuera
    cierta, los científicos nunca tendrían
    ningún motivo para creer que alguna de sus teorías
    o hipótesis son siquiera correctas por
    aproximación o que alguna de las predicciones
    extraídas de ellas es verdad, ya que estas apreciaciones
    sólo podrían ser justificadas por vía
    inductiva. Además, parece que la posición de Popper
    ni siquiera permite a los científicos saber que una
    teoría es falsa, puesto que, según él, la
    evidencia que podría contradecir una teoría, puede
    no ser nunca reconocida como correcta. Por desgracia, las
    inferencias inductivas que los científicos plantean no
    parecen ni evitables ni justificables.

    4. EL PROBLEMA DE LA DESCRIPCIÓN  
    Aunque la discusión de Hume sobre la justificación
    de la inducción representa un hito en la historia de la
    filosofía, sólo ofrece una cruda descripción de cómo, para bien o
    para mal, los métodos
    inductivos funcionan en realidad. Mantenía que la
    inferencia inductiva es sólo un hábito de
    formación. Al haber visto muchos cuervos negros, de modo
    tácito aplicamos la regla 'más de lo mismo' y
    suponemos que el próximo cuervo que encontremos
    será también negro. Esto, como es evidente, no hace
    justicia a la
    práctica inferencial de los científicos, ya que
    éstos infieren a partir de la observación de entidades de una clase para
    llegar a la existencia y comportamiento
    de entidades de una clase muy diferente y a menudo no observable.
    'Más de lo mismo' no llevará a los
    científicos desde lo que se ve en el laboratorio a
    la existencia de los electrones o los campos
    electromagnéticos. ¿Cómo comprueban entonces
    los científicos sus teorías, sopesan la evidencia y
    establecen inferencias? Este es el problema de la
    descripción en contraste con el problema de la
    justificación de Hume.

    El problema descriptivo puede parecer fácil de
    resolver: sólo hay que preguntar a los científicos
    que describan lo que hacen. Es una ilusión. Los
    científicos pueden ser eficaces sopesando evidencias, pero
    no son eficaces ofreciendo una declaración de principios que
    recoja cómo llegan a ellos. Esto no es más
    sorprendente que el hecho de que los nativos de habla inglesa
    sean incapaces de explicar los principios por
    los que diferencian las oraciones gramaticales de las no
    gramaticales. Lo más sorprendente es cuán
    difícil ha sido resolver el problema de la
    inducción incluso para los filósofos de la ciencia
    que han dedicado a ello su actividad.

    Quizá la forma más corriente de mostrar
    cómo se comprueban las teorías sea mediante el
    modelo
    hipotético-deductivo, según el cual las
    teorías se comprueban examinando las predicciones que
    implican. La evidencia que muestra que una
    predicción es correcta, confirma la teoría; la
    evidencia incompatible con la predicción, rebate la
    teoría, y cualquier otra evidencia es irrelevante. Si los
    científicos tienen una evidencia suficiente que corrobora
    y una no evidencia que rebate, pueden inferir que la
    teoría examinada es correcta. Este modelo, aunque
    es aproximado, parece en principio ser un reflejo razonable de la
    práctica científica, pero está envuelto en
    dificultades concretas. La mayoría de éstas
    demuestran que el modelo hipotético-deductivo es demasiado
    permisivo, al tratar evidencias irrelevantes como si aportaran
    certezas materiales.
    Para mencionar tan sólo un problema, la mayoría de
    las teorías científicas no implican ninguna
    consecuencia observable por sí misma, sino sólo al
    relacionarse en conjunto con otras suposiciones de base. Si no
    hay alguna clase de restricción sobre las suposiciones
    admisibles, el modelo permitiría considerar cualquier
    observación como evidencia para casi cualquier
    teoría. Esto es un resultado absurdo, pero es
    difícil en extremo especificar las restricciones
    apropiadas.

    Dadas las dificultades que afronta el modelo
    hipotético-deductivo, algunos filósofos han
    reducido sus miras y han intentado dar un modelo mejor de
    refuerzo inductivo para una serie de casos más limitada.
    El caso más sencillo es una generalización
    empírica del tipo 'todos los cuervos son negros'.
    Aquí parece claro que los cuervos negros apoyan la
    hipótesis, los
    cuervos no negros la refutan, y los no cuervos son irrelevantes.
    Aún así, esta modesta consideración
    entraña otros problemas.
    Supongamos que aplicamos el mismo tipo de consideración a
    la hipótesis un tanto exótica de que
    todas las cosas no negras no son cuervos. Los no negros no
    cuervos (flores blancas, por ejemplo) la apoyan, los cuervos no
    negros la refutan, y los objetos son irrelevantes. El problema
    surge cuando observamos que esta hipótesis equivale
    a la hipótesis original del cuervo; decir que todas las
    cosas no negras son no cuervos es sólo un modo poco usual
    de decir que todos los cuervos son negros. Entonces
    ¿cualquier evidencia que apoye una hipótesis apoya
    la otra? Esto nos deja, sin embargo, con la conclusión
    bastante extraña de que las flores blancas proporcionan la
    evidencia de que todos los cuervos son negros. Esta paradoja del
    cuervo parece un truco lógico, pero ha resultado muy
    difícil de resolver.

    5. EXPLICACIÓN  
    Un reciente trabajo sobre el problema de los métodos de
    descripción inferencial en la ciencia ha tratado de evitar
    la debilidad del modelo hipotético- deductivo yendo
    más allá de las relaciones lógicas para
    responder a la conexión de la evidencia con la
    teoría. Algunas consideraciones intentan describir
    cómo la plausibilidad de teorías e hipótesis
    puede variar conforme se va avanzando en las comprobaciones, y
    han enlazado esta idea con un cálculo
    formal de probabilidades. Otras apelan al contenido
    específico de las hipótesis sometidas a
    comprobación, en especial las afirmaciones causales que
    hacen muchas de ellas. En el siglo XIX, John Stuart Mill dio
    cuenta de las inferencias desde los efectos a las causas que
    puede ser extendida para aportar un modelo de inferencia
    científica. Uno de los procedimientos
    por el que se ha intentado esa expansión ha sido
    recurriendo al concepto de
    explicación. La idea básica del modelo de
    inducción para la mejor explicación es que los
    científicos infieren desde la evidencia válida a la
    hipótesis que, de ser correcta, proporcionaría la
    mejor explicación de esa evidencia.

    Si la inferencia para la mejor explicación debe
    de ser algo más que un eslogan, sin embargo, se requiere
    alguna consideración independiente de explicación
    científica. El punto de partida para la mayoría del
    trabajo filosófico contemporáneo sobre la
    naturaleza de la explicación científica es el
    modelo deductivo-nomológico, según el cual una
    explicación científica es una deducción de
    una descripción del fenómeno para ser explicada
    desde un conjunto de premisas que incluye, por lo menos, una
    ley de la
    naturaleza. Así, se podría explicar por qué
    sube el mercurio en un termómetro señalando el ascenso de
    la subida en la temperatura a partir de una ley que relaciona
    la temperatura y el volumen de los
    metales. El
    tema aquí es saber qué hace que algo sea una ley de
    la naturaleza, otro de los tópicos centrales de la
    filosofía de la ciencia. No todas las generalizaciones
    verdaderas son leyes de la
    naturaleza. Por ejemplo, la afirmación de que todas las
    esferas de oro tienen un diámetro de menos de diez millas
    es una verdad presumible pero no es una ley. Las genuinas
    leyes de la
    naturaleza parecen tener un tipo de necesidad de la que carece la
    afirmación sobre las esferas de oro. Describen no
    sólo cómo funcionan las cosas en realidad sino
    cómo, de algún modo, deben funcionar. Sin embargo,
    está lejos de ser evidente cómo tendría que
    articularse esta noción de necesidad.

    Otra dificultad para el modelo
    deductivo-nomológico de explicación es que, al
    igual que el modelo hipotético-deductivo de
    comprobación, con el cual mantiene una notable similitud
    estructural, este modelo también es demasiado permisivo.
    Por ejemplo, el periodo (la duración de una
    oscilación) de un péndulo determinado puede
    deducirse de la ley que se refiere al periodo y recorrido de los
    péndulos en general, junto con el recorrido de ese
    péndulo determinado. El recorrido del péndulo es
    considerado de modo habitual como explicativo del periodo. Sin
    embargo, la deducción puede llevarse a cabo en el sentido
    opuesto: es posible calcular el recorrido de un péndulo si
    se conoce su periodo. Pero el periodo no está considerado
    por lo común como explicativo del recorrido del
    péndulo. De este modo, mientras que la deducción
    funciona en ambos sentidos, se considera que la
    explicación va sólo en un único sentido.
    Dificultades de esta índole han llevado a algunos
    filósofos a desarrollar procesos
    causales de explicación, según los cuales
    explicamos los acontecimientos aportando información sobre sus procesos causales.
    Este enfoque es atractivo, pero pide un análisis de causalidad, un proyecto que se
    enfrenta a muchas de las mismas dificultades que tenía
    analizar las leyes de la naturaleza. Además, se necesita
    decir más sobre qué causas de un acontecimiento lo
    explican. El Big Bang es presumiblemente parte de la historia causal de cada
    acontecimiento, pero no aporta una explicación adecuada
    para la mayoría de ellos. Una vez más, hay un
    problema de permisividad excesiva.

    6. REALISMO E INSTRUMENTALISMO
     
    Uno de los objetivos de
    la ciencia es salvar los fenómenos, construir
    teorías que supongan una descripción correcta de
    los aspectos observables del mundo. De particular importancia es
    la capacidad para predecir lo que es observable pero
    todavía no es observado, ya que una predicción
    precisa hace factible la aplicación de la ciencia a la
    tecnología. Lo que resulta más
    controvertido es si la ciencia debe también aspirar a la
    verdad sobre aquello que no es observable, sólo por
    comprender el mundo, incluso sin un propósito
    práctico. Aquellos que pretenden que la ciencia
    debería, y que así lo hace, ocuparse de revelar la
    estructura
    oculta del mundo son conocidos como realistas. Para éstos,
    las teorías tratan de describir esa estructura.
    Por oposición, aquellos que dicen que la labor de la
    ciencia es sólo salvar los fenómenos observables
    son conocidos como instrumentalistas, ya que para ellos las
    teorías no son descripciones del mundo invisible sino
    instrumentos para las predicciones sobre el mundo observable. La
    disputa entre realistas e instrumentalistas ha sido un tema
    constante en la historia de la
    filosofía de la ciencia.

    Los científicos realistas no afirman que todo en
    la ciencia actual es correcto pero, como era de esperar, afirman
    que las mejores teorías actuales son poco más o
    menos verdaderas, que la mayoría de las entidades a las
    que se refieren existen en realidad, y que en la historia de la ciencia las
    últimas teorías en un campo concreto han
    estado por lo
    común más próximas a la verdad que las
    teorías que sustituían. Para los realistas, el
    progreso científico consiste sobre todo en generar
    descripciones cada vez más amplias y exactas de un mundo
    en su mayor parte invisible.

    Algunos instrumentalistas niegan que las teorías
    puedan describir aspectos no observables del mundo sobre la base
    de que no se pueden llenar de significado las descripciones de lo
    que no puede ser observado. Según esta idea, las
    teorías de alto nivel son ingenios de cálculo
    sin significado literal: no son más descripciones del
    mundo que lo que son los circuitos de
    una calculadora electrónica. Otros instrumentalistas han
    afirmado que las teorías son descripciones, pero
    sólo del mundo observable. Hablar de partículas
    atómicas y campos gravitatorios sólo es en realidad
    una taquigrafía de descripciones de interpretaciones
    punteras y un movimiento
    observable. La versión contemporánea más
    influyente del instrumentalismo, conocida como empirismo
    constructivo, adopta una tercera vía. El significado de
    las teorías tiene que ser creído literalmente. Si
    una teoría parece contar una historia sobre
    partículas invisibles, entonces esa es la historia que se
    cuenta. Los científicos, sin embargo, nunca tienen derecho
    o necesidad de creer que esas historias son verdad. Todo lo
    más que puede o necesita ser conocido es que los efectos
    observables de una teoría —pasada, presente y
    futura— son verdaderos. La verdad del resto de la
    teoría es cómo pueda ser: toda la cuestión
    es que la teoría cuenta una historia que produce
    sólo predicciones verdaderas acerca de lo que, en
    principio, pudiera ser observado.

    El debate entre
    realistas e instrumentalistas ha generado argumentos por parte de
    ambas escuelas. Algunos realistas han montado un razonamiento de
    no milagro. Realistas e instrumentalistas están de acuerdo
    en que nuestras mejores teorías en las ciencias
    físicas han tenido un notable éxito
    de predicción. El realista mantiene que este éxito
    sería un milagro si las teorías no fueran por lo
    menos verdaderas por aproximación. Desde un punto de vista
    lógico es posible que una historia falsa en su totalidad
    sobre entidades y procesos no observables pudiera suponer todas
    esas predicciones verdaderas, pero creer esto es bastante
    improbable y, por lo tanto, irracional. Planteado el supuesto de
    que a una persona se le da
    un mapa muy detallado, cuyo contenido describe con gran detalle
    el bosque en el que se encuentra, incluso muchos desfiladeros y
    picos de montañas inaccesibles. Examina el mapa
    contrastando los datos en
    diferentes lugares y, en cada caso, lo que ve es justo como lo
    pinta el mapa. Queda la posibilidad de que el mapa sea incorrecto
    por completo en las zonas que no ha examinado, pero esto no
    resulta verosímil. El realista mantiene que la
    situación es análoga para toda teoría
    científica que haya sido bien comprobada.

    Los instrumentalistas han hecho numerosas objeciones al
    razonamiento del 'no milagro'. Algunos han afirmado que incurre
    en la petición de principio, tanto como el argumento
    considerado con anterioridad, de que la deducción
    funcionará en el futuro porque ha funcionado en el pasado.
    Inferir del éxito observado de una teoría
    científica la verdad de sus afirmaciones sobre los
    aspectos no observables del mundo es utilizar en concreto el modo
    de deducción cuya legitimidad niegan los
    instrumentalistas. Otra objeción es que la verdad de la
    ciencia actual no es en realidad la mejor explicación de
    su éxito de observación. Según esta
    objeción, Popper estaba en lo cierto, al menos, cuando
    afirmó que la ciencia evoluciona a través de la
    supresión de las teorías que han fracasado en la
    prueba de la predicción. No es de extrañar que se
    piense, por lo tanto, que las teorías que ahora se aceptan
    han tenido éxito en cuanto a la predicción: si no
    lo hubieran tenido, ahora no las aceptaríamos. Así,
    la hipótesis que mantiene que nuestras teorías son
    ciertas no necesita explicar su éxito de
    predicción. Por último, algunos instrumentalistas
    recurren a lo que se conoce como la indeterminación de la
    teoría por los datos. No importa el grado de validez de la
    evidencia, sabemos que hay en principio innumerables
    teorías, incompatibles entre sí pero todas
    compatibles con esa evidencia. Como mucho, una de esas
    teorías puede ser verdadera. Tal vez si la objeción
    resulta válida, es poco probable que la teoría
    elegida como eficaz sea la verdadera. Desde este punto de vista,
    lo que sería milagroso no es que las teorías de
    éxito a las que llegan los científicos sean falsas,
    sino que sean verdaderas.

    Una de los razonamientos recientes más populares
    de los instrumentalistas es la 'inducción pesimista'.
    Desde el punto de vista de la ciencia actual, casi todas las
    teorías complejas con más de cincuenta años
    pueden ser entendidas como falsas. Esto se oculta a menudo en la
    historia de la ciencia que presentan los libros de
    texto de
    ciencia elementales, pero, por ejemplo, desde el punto de vista
    de la física
    contemporánea, Kepler se equivocaba al afirmar que los
    planetas se
    mueven en elipses, y Newton al
    sostener que la masa de un objeto es independiente de su velocidad.
    Pero si todas las teorías pasadas han sido halladas
    incorrectas, entonces la única deducción razonable
    es que todas, o casi todas, las teorías actuales
    serán consideradas erróneas de aquí a otro
    medio siglo. En contraste con esta discontinuidad en la historia
    de las teorías, según el instrumentalismo se ha
    producido un crecimiento constante y sobre todo acumulativo en el
    alcance y precisión de sus predicciones observables. Cada
    vez han llegado a ser mejores salvando los fenómenos, su
    único cometido apropiado.

    Se han planteado varias respuestas a la inducción
    pesimista. La mayoría de los realistas han aceptado tanto
    la premisa de que las teorías del pasado han sido falsas y
    la conclusión de que las teorías actuales
    serán quizá falsas también. Sin embargo, han
    insistido en que todo esto es compatible con la afirmación
    central realista de que las teorías tienden a mejorar las
    descripciones del mundo respecto a aquéllas a las que
    reemplazan. Algunos realistas también han acusado a los
    instrumentalistas de exagerar el grado de discontinuidad en la
    historia de la ciencia. Se puede cuestionar también la
    validez de una deducción desde el grado de falsedad
    pretérito al actual. De acuerdo con los realistas, las
    teorías actuales han sustituido a sus predecesoras porque
    ofrecen un mejor tratamiento de la evidencia cada vez más
    amplio y preciso; por eso está poco claro por qué
    la debilidad de las viejas teorías debería ir en
    contra de las que las sucedan.

    7. OBJETIVIDAD Y RELATIVISMO
     
    Aunque realistas e instrumentalistas discrepan sobre la
    capacidad de la ciencia para describir el mundo invisible, casi
    todos coinciden en que la ciencia es objetiva, porque descansa
    sobre evidencias objetivas. Aunque algunos resultados
    experimentales son inevitablemente erróneos, la historia
    de la evidencia es en gran parte acumulativa, en contraste con la
    historia de las teorías de alto nivel. En resumen, los
    científicos sustituyen las teorías pero aumentan
    los datos. Sin embargo, esta idea de la objetividad y
    autonomía de la evidencia observacional de las
    teorías científicas ha sido criticada, sobre todo
    en los últimos 30 años.

    La objetividad de la evidencia ha sido rechazada
    partiendo de la premisa de que la evidencia científica
    está, de manera inevitable, contaminada por las
    teorías científicas. No es sólo que los
    científicos tiendan a ver lo que quieren ver, sino que la
    observación científica es sólo posible en el
    contexto de presuposiciones teóricas concretas. La
    observación es "teoría cargada". En una
    versión extrema de esta idea, las teorías no pueden
    ser probadas, ya que la evidencia siempre presupondrá la
    misma teoría que se supone tiene que probar. Versiones
    más moderadas permiten alguna noción de la prueba
    empírica, pero siguen introduciendo discontinuidades
    históricas en la evidencia para compararla con las
    discontinuidades a nivel teórico. Si todavía es
    posible hacer algún juicio del progreso científico,
    no puede ser en términos de acumulación de
    conocimiento, ya se trate de un enfoque teórico o desde el
    punto de vista de la observación.

    Si la naturaleza de la evidencia cambia conforme cambian
    las teorías científicas, y la evidencia es nuestro
    único acceso a los hechos empíricos, entonces
    quizá los hechos también cambien. Este es el
    relativismo en la ciencia, cuyo representante reciente más
    influyente es Thomas Kuhn. Al igual que el gran filósofo
    alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, Kuhn
    mantiene que el mundo que la ciencia investiga debe ser un mundo
    hasta cierto punto constituido por las ideas de aquellos que lo
    estudian. Esta noción de la constitución humana del mundo no es
    fácil de captar. No ocurre lo mismo que en la
    visión idealista clásica que explica que los
    objetos físicos concretos sólo son en realidad
    ideas reales o posibles, implicando que algo es considerado como
    objeto físico o como un objeto de cierto tipo, por ejemplo
    una estrella o un planeta, sólo en la medida en la que la
    gente así los categoriza. Para Kant, la
    contribución que parte de la idea y lleva a la estructura
    del mundo es sustancial e inmutable. Consiste en
    categorías muy generales tales como espacio, tiempo y
    causalidad. Para Kuhn, la contribución es asimismo
    sustancial, pero también muy variable, ya que la
    naturaleza de la contribución viene determinada por las
    teorías y prácticas concretas de una disciplina
    científica en un momento determinado. Cuando esas
    teorías y prácticas cambian, por ejemplo, en la
    transición desde la mecánica newtoniana a las teorías de
    Einstein, también cambia la estructura del mundo sobre la
    que tratan este conjunto de teorías. La imagen de los
    científicos descubriendo más y más sobre una
    realidad idea independiente aparece aquí rechazada por
    completo.

    Aunque radical desde el plano metafísico, el concepto de
    ciencia de Kuhn es conservador desde una perspectiva
    epistemológica. Para él, las causas del cambio
    científico son, casi de forma exclusiva, intelectuales y
    pertenecen a una reducida comunidad de
    científicos especialistas. Hay, sin embargo, otras
    opciones actuales de relativismo sobre la ciencia que rechazan
    esta perspectiva de carácter
    interno, e insisten en que las principales causas del cambio
    científico incluyen factores sociales, políticos y
    culturales que van mucho más allá de los confines
    del laboratorio.
    Ya que no hay razón para creer que estos factores variables
    conducen al descubrimiento de la verdad, esta idea social
    constructivista de la ciencia es quizás casi más
    hostil al realismo
    científico que lo es la posición
    kuhniana.

    Los realistas científicos no han eludido estos
    desafíos. Algunos han acusado a los relativistas de
    adoptar lo que viene a ser una posición de
    autocontradicción. Si, como se afirma, no hay nada que sea
    verdad, esta afirmación tampoco puede ser entonces
    verdadera. Los realistas han cuestionado también la
    filosofía del lenguaje
    latente detrás de la afirmación de Kuhn de que las
    sucesivas teorías científicas se refieren a
    diferentes entidades y fenómenos, manteniendo que el
    constructivismo
    social ha exagerado la influencia a largo plazo de los factores
    no cognitivos sobre la evolución de la ciencia. Pero el debate de si
    la ciencia es un proceso de
    descubrimiento o una invención es tan viejo como la
    historia de la ciencia y la filosofía, y no hay soluciones
    claras a la vista. Aquí, como en otras partes, los
    filósofos han tenido mucho más éxito en
    poner de manifiesto las dificultades que en resolverlas. Por
    suerte, una valoración de cómo la práctica
    científica resiste una explicación puede iluminar
    por sí misma la naturaleza de la ciencia.

    8. BIBLIOGRAFIA

    Brown, Harold I. La
    nueva filosofía de la ciencia.
    Madrid: Editorial
    Tecnos, 1983. Detallada descripción de las más
    actuales corrientes en filosofía de la ciencia.
    Echeverría, Javier. Filosofía de la ciencia.
    Madrid: Ediciones Akal, 1995. Manual de
    referencia que resulta una útil introducción a los problemas de la
    filosofía de la ciencia.
    Hempel, Carl Gustav. Filosofía de la ciencia
    natural.
    Madrid: Alianza Editorial, 1973. Obra clásica
    que analiza algunos aspectos centrales de la filosofía de
    la física.
    Wartofsky, Marx W.
    Introducción a la filosofía de la ciencia. 2
    vols. Madrid: Alianza Editorial, 1987. Interesante y amplia
    introducción a los temas fundamentales de
    la filosofía de la ciencia.
    "Filosofía de la ciencia." Enciclopedia® Microsoft®
    Encarta 2001

    9. CONCLUSION:

    CONCLUSIONES

    La filosofía es un
    asunto de todos, debemos luchar para que todas las barreras entre
    ésta y la ciencia y el público en general se rompan
    y, en sentido de trabajo elaborar una epistemología histórica que se
    desarrolle en contacto directo con el medio científico. La
    tarea del filósofo de hoy según Dominique Lecourt
    "no es la de acompañar de bellas palabras el discurso del
    mundo". El mundo va como va. La filosofía no puede eludir
    la responsabilidad ética que
    es justamente pensar en el mundo.

    Hay que construir los medios para
    hacer escuchar esa otra manera de hacer filosofía, y
    después de encontrar los medios
    utilizar al máximo para hacer del pensamiento
    una fiesta; porque es una de las actividades humanas que provoca
    una felicidad tal que el hombre
    nunca se arrepiente de haber pensado.

    La filosofía así
    asumida se le debe dar una connotación cultural, porque en
    ella resplandece la verdad, va ayudar al hombre a
    plantear su existencia en una forma diferente, la va a instar a
    luchar por la autenticidad y originalidad de su ser mismo.
    También le va a desvelar su misterio que no es otro que el
    de ser hombre y del
    estar en el mundo.

    La metafísica
    ha recibido en el siglo XX severas críticas. Las
    principales son las que provienen del positivismo
    lógico, para quien la metafísica
    es un discurso sin
    significado porque sus enunciados son afirmaciones acerca de los
    cuales nunca se podrá tener una experiencia. No obstante,
    debemos decir que los temas concernientes a la metafísica
    no fueron dejados a un lado en el siglo XX, sino, por el
    contrario, las distintas corrientes de pensamiento se
    ven remitidas a ellos con la necesidad de formular maneras
    alternativas en su tratamiento

     

     

     

     

    Autor:

    Lic. José Luis
    Dell'Ordine


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