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IDENTIDAD LATINOAMERICANA; UN DESAFÍO PENDIENTE




Enviado por vhdiaz24



     

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Consideraciones
    preliminares

    3. Problemas de la identidad
    latina

    4. Memoria e historia al servicio de
    nuestra identidad… el desafío
    pendiente

    5. Bibliografía

    1.
    Introducción

    Vivimos un tiempo en que
    estamos próximos a ser 6000 millones de seres humanos en
    este planeta, momento crítico que al inicio de un nuevo
    siglo comienza a demandarnos una revisión profunda acerca
    del tipo de mundo que hemos producido, del tipo de acciones que
    hemos hecho sobre él y nosotros mismos. De pronto la
    globalización y las transnacionales se han vuelto tema
    en boca de todos los actores sociales; temas que se centran en
    nuestra América
    en la problemática de la identidad.
    Filósofos e historiadores han llenado
    libros sobre
    este tema y en ellos podemos deducir inicialmente que el fondo de
    sus escritos es la denuncia y el diagnóstico y muy poco sobre las posibles
    propuestas.
    Este ensayo surge
    de la necesidad de componer y aventurar una mirada crítica
    sobre nuestra identidad, la forzosa construcción de ella, sus limitantes y una
    humilde propuesta desde la memoria
    histórica; por tal razón, se compone de dos
    cuerpos: uno, donde se hace un diagnóstico crítico
    e histórico sobre la construcción de nuestra
    identidad y los problemas que
    ello genera desde el mundo globalizado y mundializado; el segundo
    cuerpo, es una propuesta de reconstrucción o
    fortalecimiento de nuestra identidad a partir de la memoria
    histórica, como fuente de construcción de conocimiento
    histórico y de formación de sentido de
    pertenencia.

    2. Consideraciones
    preliminares

    En primer lugar, debemos decir que la discusión
    sobre nuestra identidad no es nueva. En la década de 1920,
    en Alemania, el
    Instituto para la Investigación
    Social (Institut für Sozialforschung), fundado en
    Frankfurt en 1923 por Adorno y Horkheimer consideran que el mundo
    en el que viven "es el mundo de la caída de la
    razón objetiva", en donde el hombre ya
    no se cuestiona críticamente su devenir ni pasado, por lo
    tanto, se encamina derechamente hacia la pérdida de su
    identidad individual y colectiva. Lo que los sociólogos
    alemanes planteaban cobró importancia años
    más tarde cuando el mundo entero se vio sacudido por la
    expansión del nazismo y el
    fascismo;
    hechos que de alguna manera fueron vaticinados -principalmente
    por Theodor Adorno en su obra Cultura
    Crítica y Sociedad– y que
    afectaron la identidad y el cuestionamiento del tipo de sociedad
    que se pretendía forjar.
    Las 2 guerras
    mundiales volvieron a poner en el tapete la cuestión de la
    identidad. Pueblos enteros vieron destruidas sus culturas y sus
    propuestas de futuro; por ende, debieron replantear su pasado en
    la búsqueda de un futuro alejado de la incertidumbre y el
    escepticismo. En la década de los 70’s, Michael
    Foucault trabaja
    la idea de que hay conceptos claves para el entendimiento de la
    sociedad; por ejemplo, la disciplina
    (que es una especie de lema en torno a la cual
    gira el modelo
    capitalista); el poder, el cual
    no es sólo prohibitivo o represivo, sino tan bien
    reproductivo; produce por ejemplo, diferentes regímenes de
    verdades y de saberes, los cuales, por lo tanto, condicionan el
    apoderamiento de identidades culturales. En su obra
    Microfísica del poder, pone énfasis justamente en
    esa visión reticular del poder y en las manifestaciones en
    lo cotidiano, rayando con mucho cuidado y prolijo el tema de la
    construcción de la identidad. De la obra de Foucault se
    derivan también los escritos de Guattari, Deleuze,
    Derrida, Lyotard, etc., quienes hacen un repaso crítico a
    la posmodernidad.
    Contemporáneo a Foucault, Jürgen Habermas,
    discípulo alemán de la Escuela de
    Frankfurt, planteaba que la pérdida de la identidad social
    era el resultado de la no-compenetración entre los
    sistemas
    técnicos y la vida actual, donde el hombre se ha
    vuelto presa fácil de la tecnificación, olvidando
    por ende su pasado y el compromiso con el futuro,
    volcándose hacia la individualidad y el desapego de sus
    tradiciones.
    Con motivo del cumplimiento de los 500 años del descubrimiento de
    América, la problemática se volcó hacia
    nuestro continente y si bien, ya se había escrito antes
    sobre identidad latinoamericana, la gran mayoría de esos
    manifiestos se hicieron públicos bordeando 1992. Los
    órganos y redes intelectuales de
    Latinoamérica buscaron con afán
    entre las obras como las de Todorov, Dussel, Kusch, Biagini,
    Roig, Montiel y Zea, por nombrar algunos, pequeños atisbos
    que alimentasen la discusión en torno a nuestra identidad:
    la permanencia o el fortalecimiento de ella. Esta
    discusión en torno a la identidad latinoamericana no
    sólo involucró a pensadores, académicos e
    intelectuales, sino que además comprometió a
    políticos, etnias, grupos
    nacionalistas, reivindicativos, etc., quienes se apropiaron de
    determinados discursos para
    justificar o replantear nuestra identidad.

    ¿De qué estamos hablando?
    Conceptualmente, la identidad es "el núcleo de cada
    cultura. Es el modo de ser particular, la propia y singular
    modulación de las variantes universales de
    cada cultura en el eje del tiempo y en la dimensión del
    espacio ". Esta definición nos habla de identidad como
    muestra de un
    todo social, como el resultado de la cultura de cada sociedad en
    el tiempo y en el espacio; con al cual nos surge la primera
    interrogante: ¿El modo de ser de América ha sido
    siempre el mismo? Consideramos que no, aunque existan
    pequeños atisbos de continuidad, como el hecho de un
    pasado colonial, una obligada inserción al capitalismo y
    a la dependencia económica que dan como resultado una
    Latinoamérica tercermundista y periférica. Desde la
    llegada de los hispanos a nuestro continente, la población indígena fue brutalmente
    reducida a fuerza de
    pólvora o a través del trabajo esclavista. Los
    indios que resistieron eran exterminados o simplemente se
    adaptaron a la aculturación, la transculturación y
    a la evangelización, la cual no sólo acababa con su
    cultura sino también con su imaginario colectivo. Como
    señala el sociólogo Jorge Larraín, "del
    encuentro original entre la cultura española e
    indígenas, emergió un nuevo modelo cultural
    fuertemente influenciado por la religión
    católica, íntimamente relacionado con el
    autoritarismo político y no muy abierto a la razón
    científica. Este modelo coexistió fácilmente
    con la esclavitud, el
    racismo, la
    inquisición y el monopolio
    religioso".
    La legada de las emancipaciones latinoamericanas no
    provocó grandes cambios en para este panorama; es
    más, la conformación de un mestizaje latino
    híbrido donde la preponderancia apunta a la no-pureza de
    nuestro criollaje. Las esferas de poder se trasladaron hacia los
    terratenientes y hacendados, los cuales reprodujeron el discurso
    político y económico colonial atentando contra el
    criollaje y las etnias, forzando raciocinios kanteanos para
    justificar el poder y el sometimiento a una hegemonía
    cultural en toda Latinoamérica.
    La industrialización de las naciones occidentales
    provocó en Latinoamérica flujos de dependencia
    económica que posibilitaron el ingreso de capitales
    británicos y estadounidenses que se alojaron en el seno de
    nuestras economías, transformando las costumbres de la
    oligarquía, quienes seguían ostentando el poder
    interno, subyugando a los sectores populares a una
    reformulación de corte moderno del sistema colonial:
    la hacienda, o bien a los enclaves económicos de estilo
    esclavista ligados principalmente al trabajo minero y a las
    plantaciones caribeñas.
    Sin embargo, el siglo XX para Latinoamérica es
    sinónimo de la expresión máxima de la
    desintegración cultural e identitaria con la
    irrupción veloz de los medios de
    comunicación y el aumento de la brecha entre las
    esferas de poder y la sociedad. Es aquí, donde la obra de
    Rodolfo Kusch, América Profunda, cobra
    actualización en torno a sus postulados para la
    confrontación entre el mundo hispano y el indígena.
    Según Kusch, hay dos logos en nuestro continente que no
    siempre conjugan el mismo verbo identitario. En primer lugar
    habría una América periférica, austral que
    sería dominio de la
    tradición occidental, depositaria del individualismo, del
    mundo secularizado, de la racionalidad instrumental y la modernidad que
    simbolizaría la equivalencia entre "ser alguien" y la
    acción volitiva del ser humano en el estandarte del
    control y el
    dominio, que vive constantemente en una escalada por
    trascencenderse a sí mismo y suprimir al otro en la
    competitividad
    y exclusión.
    Por otro lado, al interior de América en su "profundidad",
    existiría una cosmovisión diferente y conservada a
    pesar de la conquista occidental. Este logos no está
    orientado a la definición sino más bien dirigido
    hacia el "aquí y el ahora" como una perspectiva de
    encuentro, donde predominaría una dimensión
    colectiva de lo humano sobre una individual, la totalidad sobre
    la particularidad y una concepción de pertenencia al
    entorno ajustando el mundo a un sentido mítico y
    religioso, el sujeto "se vive" como domiciliado en su
    circunstancia, desde la cual se desprende su sentido
    ontológico particular referido "al estar". En este punto
    Kusch realiza un análisis acabado y genial de las
    diferencias ontológicas de nuestra América
    multicultural y sincrética que en definitiva se oponen a
    la homogenización y a la globalización de nuestra cultura social,
    impidiendo por razones "del ser latinoamericano" la
    homogenización de una identidad.

    3. Problemas de la
    identidad latina

    A la ya mencionada disyuntiva ontológica a la
    cual hace mención Kusch de nuestra identidad, hay otros
    factores que por lo menos son necesarios nombrar, y que en
    definitiva (des) configuran este trabajo. Se debe tener en cuenta
    que "es innegable que la religión ha jugado en rol
    fundamental en la historia de la cultura en
    Latinoamérica en cuanto a que se ocupa de los valores
    supremos y que a servido para fundamentar un orden social
    compartido". Es decir, que la religión católica ha
    servido de silenciador de muestras de reivindicación
    radical y que se ha encargado de justificar en cuenta medida a
    quienes en estos momentos ostentan las esferas de poder. Bajo
    este aspecto cabe destacar y recordar que la separación
    IglesiaEstado es algo
    que fue resistido en muchos países latinos, algunos de los
    cuales hasta el día de hoy sienten una presión
    muy fuerte por parte de los poderes seculares.
    También, otro problema para nuestra identidad es sin duda
    alguna el afán de los sectores conservadores de mantener
    enterrado en ethos latinoamericano por "representar un riesgo a sus
    intereses como grupo selecto
    de poder". Lo que significa que ciertos sectores de la nueva o
    vieja oligarquía sienten que los sectores populares, que
    piden a gritos el florecimiento de la identidad latinoamericana,
    desean el poder que ellos ostentan actualmente y que, como un
    fantasma, la liberación de los mecanismos de
    opresión existentes, romperían el marco actual.
    Otro problema para nuestra identidad apunta más bien a
    nuestras escuelas y a la didáctica de la enseñanza de la Historia, donde prevalece
    un enfoque tradicionalista y positivista basado en las fechas y
    los datos en vez de
    la comprensión y problematización real de nuestro
    pasado. Es bien conocido el desencanto juvenil frente a los
    discursos políticos actuales. Según Peter McLaren,
    como consecuencia de la condición postmoderna de nuestra
    sociedad actual, los jóvenes sienten repudio frente al
    "compromiso con el presente o a pensar históricamente",
    donde el vivir no cuestionándose el pasado para la
    comprensión del presente; es decir, viven las identidades
    superficiales de las imágenes
    que les entregan los medios de
    comunicación, en las que la política de
    análisis interpretativo es reemplazada por la
    política del sentirse bien, del dejar pasar o bien del
    olvido de la memoria histórica. Esto atenta
    considerablemente en nuestros jóvenes; puesto que la forma
    tradicional de enseñar nuestra historia no los lleva a la
    contextualización y contemporalización de nuestro
    pasado, el cual "necesita ser remodelado por la urgencia que cada
    generación tiene de construir el presente desde el pasado,
    y de producir su propia realidad social y cultural a partir del
    mundo que recibe como legado… superando de paso, los problemas
    vitales con que ese legado carga a la nueva
    generación".
    Pasemos entonces al cuerpo propositivo de este ensayo: la memoria
    en la enseñanza de a Historia como constructora de
    identidad.

    4. Memoria e historia al
    servicio de
    nuestra identidad… el desafío pendiente

    En un trabajo reciente sobre la memoria histórica
    de Chile, el
    historiador norteamericano Steve Stern ha planteado de un modo
    sugerente una serie de proposiciones de trabajo relativas a la
    memoria histórica de los chilenos, que bien sirven de
    modelo para explicar la disyuntiva entre memoria, historia e
    identidad de América
    Latina. Su propuesta indica: (a) que todos participamos de
    diversas memorias sobre
    nuestras experiencias, que al no ser vinculadas con otras, o no
    trascender un ámbito muy personal, pueden
    ser definidas como "memorias sueltas"; (b) que en la medida que
    esas memorias de vinculan, articulan con otras, en un
    dinámico proceso de
    interacción, van dando lugar a memorias colectivas o
    "memorias emblemáticas". Del análisis de Stern,
    podemos dilucidar para Latinoamérica cuatro memorias
    emblemáticas que operan actualmente:

    • Una memoria de salvación, cuyos elementos
      claves plantean que el trauma fundamental para América
      Latina se ubica antes de la década del 60’s y los
      procesos
      revolucionaros, donde la violencia se
      volvía peligrosa y el continente entero caminaba hacia
      las guerras internas;
    • La memoria como ruptura hiriente no resuelta,
      sería aquella cuya idea central es que la
      irrupción de dictaduras militares llevó al
      continente a un infierno de muerte y de
      tortura física y psicológica, sin
      precedentes en la historia y sin justificación moral, cuyas
      consecuencias aún no se resuelven;
    • La memoria como prueba de la consecuencia ética y
      democrática, para esta memoria, los procesos
      revolucionarios y dictatoriales de Latinoamérica
      pusieron a prueba la consecuencia de la gente, sus valores,
      identidades o compromisos éticos y
      democráticos;
    • Una memoria como olvido o "caja cerrada", cuya idea
      central es que los intentos revolucionarios y dictatoriales,
      siendo importantes, pueden ser peligrosos si se abre la caja y
      se ventila lo que está dentro; por lo tanto es mejor
      olvidarlo en aras de la reconciliación y la
      tranquilidad.

    El análisis anterior se reafirma cuando
    reconocemos que la mayoría de los latinos hemos sido
    socializados en una visión tradicional de la historia,
    tanto en lo relativo a sus temas y enfoques como a sus métodos.
    La enseñanza de la Historia siempre ha sido utilizada con
    fines ideológicos, por lo cual, el enfoque tradicional y
    conservador ha puesto énfasis en la historia
    política, los grandes personajes, la narrativa de hechos
    históricos y la construcción de conocimiento a
    través de los documentos
    escritos que apelarían a la objetividad de esta
    disciplina. Esta historia debidamente formalizada y reconocida se
    aleja y toma distancia crítica de otra memoria, la de la
    sociedad en un sentidos más amplio, que podemos llamar
    "memoria social". Es en estos casos extremos que la historia se
    hace "historia oficial" y la memoria social deviene en "memoria
    de resistencia".
    Afortunadamente, desde hace unas 2 décadas atrás se
    viene trabajando una nueva historia, con nuevos enfoques y
    apuntada más alo cotidiano y alo social, que se alimenta
    de esas "memorias de resistencia" y la "memoria social", para
    construir su conocimiento. Para esta Nueva Historia es tanto
    más importante el papel que
    juegan en la historia la gente común y los movimientos
    sociales de base que han encarado los trabajadores, las mujeres,
    y más ampliamente, los movimientos populares; es decir,
    una historia "desde abajo". De este modo en la medida que la
    historia amplió su campo de interés,
    debió también ampliar el campo de sus fuentes,
    valorando, por ejemplo, el testimonio y la historia oral.
    Para entender más profundamente la relación
    existente entre memoria e identidad debemos remontarnos a la
    pregunta ¿qué es la memoria?
    La memoria es un valioso patrimonio, un
    privilegio que legitima nuestra condición de humanidad,
    que se reconstruye en el ámbito de lo intersubjetivo y
    apunta a la búsqueda de la identidad. "Se trata
    además de un acto político, un intento por
    configurar visiones de mundo compartidas y representativas de
    deseos comunes. La memoria es una estrategia de
    supervivencia, es un esfuerzo por restituir el entramado
    histórico y avizorar en él la posibilidad de
    apropiarnos de un destino". Por tal razón la memoria es
    una acción del presente orientada a legitimar el ahora y a
    abrir o cerrar determinadas posibilidades para el futuro.
    Pero como ya se dijo anteriormente, los jóvenes
    actualmente sienten un rechazo al compromiso con su propio pasado
    y, por ende, con las proyecciones que de él puedan hacer
    para el futuro; lo cual desemboca irremediablemente en la amnesia
    histórica (de la cual ya hacíamos mención) y
    el desapego a cualquier intento de remediar la distancia
    existente entre identidad, memoria e historia. El no recordar, el
    perder la memoria, implica perder buena parte de los recursos con que
    contamos para hacer frente a la realidad, por qué como
    señala Ángel Vera Ruiz: "los desmemoriados son
    seres no sólo incompletos sino quebrantados y
    extraviados"; en otras palabras, "perder nuestra memoria es
    perder la posibilidad de imaginar, por nosotros mismos, un futuro
    diferente. Guardar, mantener, conservar, transmitir y difundir la
    memoria, no son actos puramente conservadores -en el sentido
    profundo de la palabra-; por el contrario, son actos necesarios
    para pensar el cambio y
    hacerlo posible"; cambio que en la luz de nuestra
    reflexión significa la construcción de identidades
    o el refuerzo de las mismas, reflejado en el sentido de
    pertenencia a un grupo social, que es –en definitiva- uno
    de los grandes dilemas de Latinoamérica actualmente.
    La disciplina histórica es una herramienta que per se ha
    permitido la construcción de identidades nacionales; y
    –como se señaló anteriormente- debiese
    apuntar a nuevas expectativas de conocimiento. Por tal
    razón, nuestra propuesta de búsqueda,
    construcción y refuerzo de la tan bullada identidad
    latinoamericana, debiese estar apuntada a la recuperación
    de la memoria popular como un elemento indispensable para lograr
    vencer el fantasma del positivismo y
    la amnesia histórica. Para ello, nuestra invitación
    a los profesores de historia, está apuntada hacia la
    utilización de la memoria y sus fuentes alternativas
    –relatos orales, entrevistas,
    foros comunitarios (individuales y grupales), talleres de
    charlas, encuentros, programas
    radiales, etc.- como mecanismos de construcción de
    conocimiento histórico y de construcción de
    identidad, donde los participantes experimentarán el
    formar parte de una historia, de contar con un pasado tan
    importante como el de los grandes próceres de la historia
    de los textos de estudio, es decir, "sentirán la historia
    más cercana y acorde con su propia realidad".
    De esta forma, profesores e investigadores debiesen trabajar "la
    recuperación de la memoria social y popular como un factor
    relevante de la identidad popular", la cual "apuntaría a
    la elaboración de un producto
    cultural que reforzaría los procesos identitarios" tan
    necesario en nuestra América de hoy.
    En definitiva, ese desafío pendiente al cual hace
    mención el título de este ensayo, no es más
    que el de poder construir y alimentar nuestra identidad a
    través del desarrollo
    efectivo y sistemático de metodologías de
    recuperación de nuestra memoria a través de las
    historias locales, las que en suma, "pueden aportar sobre la
    conciencia y la
    identidad local, en el sentido de hacerla explícita,
    compartida y reconocida socialmente".

    5.
    Bibliografía

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    Vitale, Luis; Introducción a una Teoría de la
    Historia para América Latina; Editorial Planeta, Buenos
    Aires, 1992.
    Abstract: One of the topics that but has gotten the attention in
    the last decades in Latin America it is that of our identity. As
    much philosophers as historians have studied this problem of way
    diagnosis and finish, but I don't always lower a proposal optics.
    The present rehearsal goes in that address, that is to say, it
    points to a methodological proposal to work in the classrooms
    using the memory and the local history as source of historical
    knowledge and of construction of identities; that in definitive
    one of the big challenges slope represents in our continent.
    "Vuelta tras vuelta va caminando,
    sobre su espalda nuestra agonía".
    Canción popular mexicana

     

     

     

     

    Autor:

    Víctor H. Díaz Gajardo

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