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El referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN




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    Indice
    1.
    Introducción.

    2. El PSOE y el proceso de
    adhesión.

    3. El PSOE en el
    gobierno
    .

    5. Opiniones sobre el
    referéndum.

    6.
    Epílogo.

    7.
    Bibliografía.

    1. Introducción.

    Los gobiernos de UCD y el proceso de
    adhesión.
    El tema de la adhesión de España a
    la OTAN no se planteó por primera vez hasta el final de la
    dictadura.
    Podemos decir que los primeros pasos para el ingreso de
    España en la Alianza se dieron durante el primer gobierno de la
    Monarquía, encabezado por Arias Navarro,
    quien durante la exposición
    al Pleno de las Cortes de su programa de
    gobierno el 28 de
    enero de 1976, planteó esta posibilidad al declarar que
    "se están considerando las alternativas posibles con la
    OTAN".

    Ya durante el primer gobierno de Adolfo Suárez se
    produjo un segundo impulso con la firma del Tratado Bilateral
    hispano-norteamericano en septiembre de 1976, que
    establecía la creación de una comisión ad
    hoc para la coordinación de la cooperación entre
    España y los Estados Unidos
    con los arreglos de seguridad en el
    área del Atlántico Norte. A raíz de este
    acuerdo, comienza a manifestarse el interés de
    los Estados Unidos y
    otros países de la OTAN por el ingreso de España en
    esta organización. Entre las muestras de
    interés
    de los aliados por la incorporación de España
    podemos citar las manifestaciones de apoyo del secretario general
    de la OTAN Joseph Luns a diversas autoridades españolas;
    las reuniones celebradas entre el presidente del Comité
    Militar, el almirante Hill-Norton, con el Jefe del Alto Estado Mayor,
    general Vallespín; o la publicación de varios
    artículos sobre el tema en la prensa
    especializada norteamericana.

    Sin embargo, no todos los países de la OTAN eran
    partidarios de la adhesión española, entre ellos
    Noruega, Dinamarca, Holanda y el Reino Unido, por considerar que
    España no gozaba aún de las suficientes
    garantías democráticas.
    A partir de entonces España puso en juego una
    discreta presión
    diplomática para conseguir el apoyo de todos los
    países miembros de la OTAN a su eventual solicitud de
    ingreso, presión
    que fue acompañada por una cierta estrategia de
    acercamiento a la
    organización. Así, el 9 de noviembre de 1976,
    una delegación española de miembros del CESEDEM
    visitó varias instalaciones de la OTAN en Europa y fue
    recibida por el Comandante en Jefe, Alexander Haig. Fruto de este
    acercamiento es también la inauguración en la
    Escuela Superior
    del Ejército de un curso sobre la OTAN y la puesta en
    marcha de un Comité para el estudio de la
    cooperación con la OTAN.
    Esta estrategia
    pareció dar sus frutos, de manera que el 10 de diciembre
    la OTAN manifestaba su disposición a admitir a nuevos
    miembros, y en enero de 1977 el secretario general Luns declaraba
    ante periodistas españoles la conveniencia de que
    España se integrase en la OTAN, declaración apoyada
    poco después por el vicepresidente de los Estados Unidos
    Mondale.
    Sin embargo, esta tendencia "adhesionista" comenzó a
    chocar con una cierta postura ambigua del Presidente del Gobierno
    Adolfo Suárez, más interesado en los temas de
    política
    interior que en los de política exterior,
    algo totalmente lógico y comprensible dada la fragilidad
    de la nueva democracia
    española. A este respecto, aunque el programa de
    primer gobierno de Suárez se revisaron varias cuestiones
    pendientes de política exterior, no se había hecho
    referencia al tema de la adhesión en la OTAN.

    La ambigüedad de Suárez le llevó por
    un lado a realizar manifestaciones desfavorables, o cuando menos
    neutras ante la integración; y por otro a allanar el camino
    de cara a un posible ingreso. En cuanto al primer hecho, en una
    entrevista en
    Washington, el Presidente norteamericano James Carter le
    había mostrado su apoyo a la adhesión
    española, adhesión que Suárez rechazó
    por considerarla contraproducente dada la situación
    interna española y la necesidad de un debate
    nacional. En cuanto a lo segundo, continuaba la política
    de acercamiento a la
    organización, política que se reflejaba a
    nuestro juicio en varios aspectos:

    1. Contactos entre representantes españoles y de
      la Alianza.
    2. La concreción por parte del Ministerio de
      Asuntos Exteriores de las líneas de actuación a
      seguir con respecto al debate sobre
      la OTAN, con énfasis en el carácter
      europeo de la relación España-OTAN para evitar un
      excesivo protagonismo de los Estados Unidos en el tema, y en la
      necesidad de integrar el problema de Gibraltar dentro de la
      negociación.
    3. La unificación, mediante el Real Decreto 1558
      de 4 de julio de 1977, de los tres ministerios militares en el
      Ministerio de Defensa, unificación que equiparaba este
      Ministerio con los de los países de la OTAN.
    4. Las recomendaciones de la Dirección General de América del Norte y Pacífico en
      base a la elaboración de una serie de informes que
      subrayaban la implicación de España en la defensa
      de occidente a través del tratado con los Estados Unidos
      y desaconsejaban las fórmulas neutralistas por
      desestabilizadoras del status quo existente en Europa,
      status que según dichas recomendaciones, se vería
      mínimamente afectado por la entrada de España en
      la OTAN.

    El 15 de Junio 1977 se celebraron las primeras
    elecciones democráticas en España y, conforme con
    la línea de ambigüedad que hemos señalado
    anteriormente, en el programa electoral de UCD no se hacía
    mención al tema de la OTAN, aunque sí lo hizo
    Suárez en el programa de gobierno surgido de estas
    elecciones al declarar que el Gobierno era partidario de "la
    apertura de un debate por los representantes del pueblo
    legítimamente elegidos con vistas a examinar la posible
    inserción de España en el Tratado del
    Atlántico Norte".

    En marzo de 1978 se produjo un punto de inflexión
    en el camino de España hacia la adhesión a la OTAN,
    cuando en un discurso sobre
    política exterior pronunciado en el Senado, el ministro de
    Asuntos Exteriores Marcelino Oreja declaró el rechazo del
    Gobierno a cualquier tipo de neutralidad política,
    exponiendo los pros y contras de la adhesión a la Alianza
    y planteando la conveniencia de un debate nacional como
    fórmula adecuada para la adhesión.
    Llegados a este punto vamos a hacer unas breves referencias a la
    figura del ministro Oreja, por la importancia que tuvo en todo
    este proceso. Para
    Oreja, la integración en la OTAN era una pieza clave
    e imprescindible en el proceso de la inserción
    española en el bloque occidental. A diferencia de otros
    políticos de su época, pensaba que este proceso no
    se terminaba con el ingreso en la Comunidad
    Económica Europea, sino que requería sustituir la
    relación bilateral que España mantenía con
    Estados Unidos por otra multilateral con las grandes democracias
    occidentales. Y el único modo de acceder a ello era a
    través del ingreso en la Alianza, ingreso que por otro
    lado y en opinión del ministro, podía contribuir a
    acelerar las negociaciones para el ingreso en la Comunidad
    Económica Europea (CEE) así como facilitar un
    acuerdo con el Reino Unido sobre Gibraltar.

    Sin embargo, las ideas del ministro Oreja se encontraron
    con un doble obstáculo: por un lado, el afán del
    presidente Suárez por dirigir personalmente todos los
    aspectos relacionados con la política exterior; por otro,
    la falta de consenso en el seno de su partido y del Gobierno
    sobre estos aspectos. Todo ello condicionó la postura
    diplomática española ante el tema de la OTAN y
    provocó discrepancias entre el presidente y el ministro,
    discrepancias que, como veremos más adelante, llevaron a
    su destitución en septiembre de 1980.
    En estas discrepancias podemos observar una vez más la
    indefinición y ambigüedad del Presidente
    Suárez sobre el tema de la OTAN. Así, mientras
    Oreja se esforzaba por perfilar una política exterior que
    fuese "europea, democrática y occidental" y hacía
    lo posible por aproximarse a la OTAN, Suárez visitaba a
    Fidel Castro y alentaba la participación de España,
    como potencia
    observadora, en la VI Cumbre de Países No Alineados. Pero
    ¿cuál era la causa de esta ambigüedad o
    indefinición del Presidente del Gobierno?

    A este respecto, Val Cid menciona ciertas
    críticas hechas por algunos autores a Suárez en
    base a su antinorteamericanismo o a su sentimiento nacionalista,
    herencia de su
    pasado franquista. Para Nicholas Bray la política exterior
    española de esta época estuvo marcada por la "falta
    de seriedad y la aparente falta de consideración por las
    cuestiones estratégicas internacionales" del presidente
    del gobierno Suárez. Desde otro punto de vista,
    según Aldecoa, para Suárez la adhesión a la
    OTAN no era un objetivo a
    conseguir sino más bien un tema a debatir o discutir. En
    este sentido, la indefinición de UCD sobre el tema no
    sería consecuencia de una indefinición en
    política exterior, sino más bien de un intento de
    retomar el protagonismo de España como actor regional de
    primer orden, en base a su valor
    geoestratégico.
    Sin embargo, una explicación más coherente se basa
    en la importancia extrema que Suárez concedió a la
    política interior de cara a la implantación de un
    sistema
    político democrático y en su temor a que un
    desacuerdo profundo en política exterior pusiese en
    peligro el frágil consenso constituyente. Como afirma
    Fernando Rodrigo, Suárez no quería asumir el
    riesgo de
    romper una política de acuerdos entre todos los grupos
    Parlamentarios, riesgo que
    hubiera corrido de llevar a cabo la adhesión a la OTAN. En
    este sentido, el Gobierno de UCD consideró prioritario
    como objetivo en
    política exterior la adhesión a la Comunidad
    Económica Europea, un objetivo sobre el que sí
    había consenso entre todos los partidos
    políticos.

    Volviendo a la narración cronológica del
    proceso de adhesión de España a la Alianza
    Atlántica, en otoño de 1978 se celebró el
    primer Congreso de UCD, en el que se confirmó que el
    partido era partidario de la adhesión a la OTAN, aunque
    con ciertas peculiaridades y necesidades de seguridad, y se
    proponía que paralelamente a la integración se
    llegara a un acuerdo sobre el tema de Gibraltar. En cuanto al
    procedimiento
    se era partidario de un amplio respaldo popular a través
    del Parlamento y un debate en el momento oportuno. Pero una vez
    más, estos temas quedaron en segundo plano como
    consecuencia de asuntos relacionados con la política
    interior, en este caso la necesidad de lograr un consenso entre
    los diversos partidos para sacar adelante el texto de la
    Constitución y la transición
    democrática.
    Sin embargo las conclusiones de este primer Congreso no cayeron
    en saco roto. Así, tras la aprobación en
    referéndum de la Constitución Española y la
    convocatoria de elecciones generales para el 1 de marzo de 1979,
    UCD en su programa electoral se mostró partidaria de la
    adhesión tras un adecuado debate parlamentario, aunque
    prudentemente no se comprometía a llevarla a cabo en dicha
    legislatura. Esta postura fue ratificada por Suárez en su
    debate de investidura del 30 de marzo cuando insistió en
    que la UCD era partidaria de la adhesión a la OTAN por
    coherencia con su vocación europea y occidental, aunque
    supeditaba la adhesión a la consideración de los
    condicionamientos de las particularidades y exigencias de defensa
    del país y a la obtención de un amplio respaldo
    parlamentario.

    En esta misma línea de prudencia se manifestaba
    el Ministro Oreja el 18 de septiembre en una comparecencia ante
    la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los
    Diputados para responder a una interpelación hecha por el
    PSOE sobre la OTAN, al declarar que "no es todavía
    oportuno hablar del calendario de una eventual integración
    de España en la OTAN. (…) No es hoy el momento de fijar
    el calendario. (…)"

    A pesar de la declaración de intenciones
    realizadas por el presidente Suárez en su discurso de
    investidura, aparece una vez más durante esta legislatura
    la política de ambigüedad, con alternancia de
    declaraciones en contra de la adhesión -como las
    realizadas en Cuba a Fidel
    Castro- y acciones
    encaminadas a ese fin, como la firma de la directiva de defensa
    nacional 01/80 en la que se propugnaba una integración en
    la Alianza en condiciones ventajosas por la positiva influencia
    que ello tendría en la política de defensa.
    En la primavera de 1980 se produjo un acontecimiento de gran
    importancia de cara a la adhesión de España a la
    OTAN, y en el que ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino
    Oreja, volvió de nuevo a desempeñar un papel
    trascendental. Francia veta
    el proceso de ampliación de la CEE, paralizando la
    adhesión de España a las Comunidades. El Gobierno
    español
    comienza a utilizar el ingreso en la OTAN como moneda de cambio para
    presionar a la Alianza y obtener la adhesión a la CEE. En
    este contexto el ministro Oreja realizó el 17 de junio
    unas declaraciones al periódico
    El País en las que manifestaba que el gobierno era
    totalmente favorable a la pronta incorporación de
    España a la Alianza Atlántica bajo dos condiciones:
    a) garantía de solución al contencioso de
    Gibraltar, y b) continuación del proceso de
    integración en la CEE. En estas declaraciones el ministro
    fijó por primera vez una fecha para el debate del tema, en
    concreto
    1981.
    A los problemas que
    en política exterior había supuesto para el
    Gobierno el veto del Presidente de la República Francesa
    Valery Giscard a la ampliación de la CEE, había que
    sumarle las importantes dificultades por las que se atravesaba en
    política interna a raíz de la moción de
    censura presentada por los socialistas en mayo de ese año.
    Además UCD había recibido un fuerte varapalo en las
    primeras elecciones autonómicas celebradas en
    Cataluña y el País Vasco, Andalucía
    reclamaba cada vez con más ímpetu mayores cotas de
    autogobierno y exigía un referéndum. A consecuencia
    de todo lo anterior, la unidad interna de UCD se resentía
    y las tensiones internas eran cada vez mayores.
    Por otra parte las divergencias existentes entre el presidente
    Suárez y el ministro Oreja sobre al tema de la
    adhesión se agudizaron a consecuencia de las
    declaraciones, anteriormente mencionadas, de este último
    al diario El País. El 3 de septiembre de 1980 fue
    destituido por José Pedro Pérez Llorca, quien
    paradójicamente se había mostrado como un firme
    defensor de la vocación atlantista.

    Todo parecía preparado para la celebración
    de un debate parlamentario sobre el tema de la adhesión a
    la Alianza, pero una vez más el presidente Suárez
    retrasó el proceso, argumentando las consecuencias
    desestabilizadoras que dicho debate tendría en
    política interna dada la fuerte oposición del PSOE.
    La actitud del
    presidente español
    comenzó a causar preocupación en los gobiernos
    europeos y de los Estados Unidos, así como tensiones y
    distensiones en el seno de su partido. Estas tensiones acentuaron
    el clima de crisis que
    vivía UCD durante ese año, y que tuvo su cenit en
    el denominado "movimiento
    crítico" encabezado por Miguel Herrero de
    Miñón y que jugó un papel crucial
    en el II Congreso del partido.
    Acosado tanto dentro como fuera de su partido, Suárez
    tomó dos decisiones de gran importancia para la
    política española. En primer lugar, y envuelto en
    un cierto halo de secretismo, decide integrar a España en
    la OTAN, tal y como lo comunica el 23 de enero de 1981 al
    diputado Javier Rupérez y al ministro de Asuntos
    Exteriores belga Leo Tindemans, tras haber informado al Rey, al
    Vicepresidente Gutiérrez Mellado y al Ministro de
    Exteriores. Días más tarde – el 27 de enero-
    Suárez presentó su dimisión al Rey D. Juan
    Carlos.

    El nuevo Gobierno de UCD, presidido por Calvo Sotelo
    adoptó una postura claramente a favor de la
    adhesión a la OTAN. Así, en su discurso de
    investidura del 18 de febrero de 1981 aparece por primera vez
    formulado formalmente como objetivo del Gobierno la
    adhesión de España a la Alianza, y se propone
    iniciar las consultas con los grupos
    parlamentarios a fin de articular una mayoría, escoger el
    momento oportuno para ello y definir las condiciones de la
    adhesión. Se produce por tanto un giro en la
    política exterior con respecto al gobierno anterior. La
    política exterior de los gobiernos de Suárez se
    había centrado en la defensa de nuestros propios
    intereses, en tanto que la nueva concepción de
    política exterior se puede sintetizar en renuncia al
    protagonismo exterior y énfasis en la política de
    seguridad o defensa. Desde esta perspectiva, la
    vinculación a la Alianza Atlántica se
    inscribía perfectamente en esta nueva concepción de
    política exterior.
    Rodrigo (1996) ha señalado varios factores que influyeron
    en ese cambio radical
    en cuanto a la política exterior en general, y en la
    decisión de Calvo-Sotelo de ingresar a España en la
    OTAN:

    1. La mayor experiencia en política exterior de
      Calvo-Sotelo, que le habían hecho desarrollar una
      línea de pensamiento
      que incluía una política exterior definida,
      clara, democrática y occidental. En este contexto, el
      nuevo Presidente había sido consciente desde un
      principio de la estrecha relación existente entre la
      integración en la OTAN y la adhesión a la
      CEE.
    2. La necesidad de reformular las relaciones bilaterales
      con los EEUU, unas relaciones desequilibradas a favor de estos
      últimos, en las que España desempeñaba el
      papel de comparsa y que eran prolongación de los
      acuerdos firmados por Franco con Eisenhower en 1953. En mayo de
      1981 se iniciaron las negociaciones, constatándose en
      seguida la escasa disposición de los Estados Unidos para
      alterar el Tratado Bilateral en el sentido que exigía
      España sin que antes se produjera el ingreso en la
      OTAN.
    3. El 23 de febrero de 1981 se produjo el intento de
      golpe de estado
      del Teniente Coronel Tejero, intento que aunque fallido
      provocó cierta desestabilización en la
      situación política interna española. Este
      suceso tuvo una consecuencia importante a corto plazo, en tanto
      que la atención política se centró
      en política interna y provocó un parón en
      el proceso de adhesión. Sin embargo, a medio plazo se
      hizo patente la necesidad de reciclar y "occidentalizar" a las
      Fuerzas Armadas para evitar futuras actuaciones
      antidemocráticas. Los ejércitos de los
      países de la OTAN podían servir en ese sentido
      como modelo e
      imagen para
      las españolas.

    Con todo, en mayo de 1981 la decisión de
    incorporar España a la OTAN ya había sido tomada.
    El 4 y 5 de ese mes el Consejo de Ministros de la Alianza
    había examinado de manera favorable el ingreso de
    España. Poco después, en una visita a la
    República Federal Alemana, el Presidente Calvo-Sotelo
    confirmaba el inmediato ingreso de España en la OTAN y su
    intención al respecto de no convocar un
    referéndum.
    A partir de entonces los acontecimientos se desarrollan con
    celeridad. El 20 de agosto de 1981 el Consejo de Ministros
    solicitó al Consejo de Estado el
    dictamen preceptivo sobre la entrada de España en la OTAN.
    El día 27 de agosto el Consejo de Estado emitió
    dictamen favorable, recomendando la vía del
    artículo 94 de la Constitución para la
    tramitación parlamentaria de la adhesión.
    Días más tarde, el gobierno de UCD presentó
    ante la Mesa del Congreso de los Diputados la petición de
    adhesión a la OTAN, petición admitida a
    trámite el 3 de septiembre, aunque con los votos en contra
    de socialistas y comunistas.
    El 15 de septiembre el Pleno del Congreso de los Diputados
    decidió, por 180 votos a favor, 126 en contra y 2
    abstenciones, que la Comisión de Asuntos Exteriores era
    competente para tratar el proyecto de
    adhesión, por lo que se remitió a dicha
    Comisión la tramitación de la adhesión de
    España a la OTAN.
    El 8 de octubre la Comisión autorizó al Gobierno a
    concluir la adhesión y el 27 de octubre se iniciaba el
    Debate parlamentario sobre la OTAN, en un clima de
    movilización popular en contra. El 29 quedaba aprobado el
    dictamen emitido por la Comisión de Asuntos Exteriores con
    los 186 votos a favor de UCD, Centro Democrático, Partido
    Nacionalista Vasco, Convergencia i Unió y Unión del
    Pueblo Navarro; por los 146 en contra del Partido Socialista
    Obrero Español, Partido Socialista Andaluz, Partido
    Comunista de España, Euskadiko Ezkerra, Ezquerra
    Republicana de Catalunya, Partido Aragonés Regionalista y
    Unión del Pueblo Canario quedaba autorizada la
    adhesión con las siguientes condiciones:

    1. No aceptar compromisos que implicasen el almacenamiento o instalación de armas nucleares
      de la Alianza en nuestro país.
    2. Obtener garantías para la defensa de todo el
      territorio peninsular y extrapeninsular, la recuperación
      de la soberanía sobre Gibraltar, el
      fortalecimiento de la soberanía y defensa sobre toda
      España y la aceleración, de forma paralela, de la
      negociación política y
      económica con la CEE.

    Un mes después, el 26 de Noviembre, el Pleno del
    Senado ratificó la decisión de la Cámara
    Baja por 106 votos a favor, 60 en contra y una abstención,
    dejando libre el camino para la presentación en Bruselas
    de la petición de adhesión. Consecuentemente, el
    día 28 de noviembre, el ministro de Asuntos Exteriores
    dirigió una carta al
    secretario general de la OTAN, comunicándole que, en base
    a la autorización parlamentaria, España estaba en
    disposición de recibir favorablemente la invitación
    para la adhesión al Tratado del Atlántico Norte y
    se encontraba constitucionalmente autorizado para depositar,
    llegado el momento, el correspondiente instrumento de
    adhesión.
    El 2 de diciembre el embajador español en Bruselas,
    Nuño Aguirre de Cárcer, entregó oficialmente
    al secretario general Joseph Luns la solicitud de
    adhesión; el día 10 de diciembre se firmaba en
    Bruselas, en reunión ministerial del Consejo
    Atlántico, el Protocolo de
    Adhesión, iniciándose a partir de entonces el
    trámite de ratificación por los parlamentos de los
    quince países miembros de la Alianza. España
    dedicó un esfuerzo considerable para convertirse en el
    miembro número 16 de la OTAN con la máxima rapidez
    posible, consiguiéndolo en apenas seis meses.
    El 29 de mayo el secretario general de la OTAN dirigía una
    carta al
    Gobierno español invitándole a adherirse a la
    Alianza. Ese mismo día, la Oficina de
    Información Diplomática del
    Ministerio de Asuntos Exteriores emitió el famoso
    comunicado por el que se anunciaba la entrega del instrumento de
    adhesión del Reino de España a la OTAN. El
    día 30, en una maniobra de adelantamiento a los
    obstáculos que el PSOE quería poner a la
    adhesión, el encargado de negocios en
    Washington Álvarez de Toledo, entregó el documento
    de adhesión al vicesecretario norteamericano de Estado
    Walter Stressel y España se convertía en el 16°
    miembro de la OTAN. Poco después la bandera
    española era izada en el Cuartel General de la OTAN en
    Bruselas y los ministros españoles de Defensa y Asuntos
    Exteriores participaron por primera vez en una reunión del
    Consejo Atlántico.
    El 7 de julio Javier Rupérez fue nombrado nuevo embajador
    en la OTAN, y comenzó a preparar las conversaciones
    preliminares para la integración de España en la
    OTAN. En dichas conversaciones se trataron temas como: a) el
    espacio de amenazas y su percepción, b) estado de preparación
    de las Fuerzas Armadas Españolas, c) asignación de
    fuerzas, y d) participación española en la estructura de
    mandos.
    Como hemos visto, el proceso hacia el ingreso de España en
    la OTAN fue un camino repleto de obstáculos y trabas,
    quizá premonitorio de lo que acontecería en el
    futuro con el acceso al gobierno del PSOE. Vamos a analizar a
    continuación con respecto a este tema la postura del PSOE,
    y de Felipe González en particular, hasta este momento
    como introducción a una posterior descripción del proceso por el que,
    según autores como Letrilliart, se produjo un cambio
    radical en los planteamientos socialistas ante la
    integración en la OTAN en apenas diez años, desde
    un rechazo categórico a una aceptación
    razonada.

    2. El PSOE y el proceso de
    adhesión.

    Los primeros posicionamientos del PSOE en
    política de defensa tuvieron un fuerte carácter
    neutralista y antiamericanista, como quedó reflejado en el
    XXVII Congreso del PSOE celebrado en diciembre de 1976 y en el
    que se propugnó un modelo de
    neutralidad activa, cuyos objetivos
    prioritarios eran el desmantelamiento de todas las bases
    extranjeras en territorio español y el desmarque de la
    política de bloques militares. Esta línea
    neutralista y de no alineación está igualmente
    presente en el XXVIII Congreso, celebrado en el año 1979 y
    en el que Felipe González asumió la
    secretaría general del partido.
    Durante el año 1980, y a consecuencia de los acercamientos
    del gobierno de UCD a la Alianza, la política del PSOE se
    transformó claramente en antiOTAN. En marzo de 1980
    González hizo pública a nivel internacional su
    postura al defender en el Congreso de la Unión de Partidos
    Socialistas de la Comunidad Europea la neutralización y
    desnuclearización del Mediterráneo, algo
    completamente contradictorio con la existencia del Tratado del
    Atlántico Norte.
    En 1981, la posición del PSOE se fue radicalizando
    conforme avanzaban los contactos y los acercamientos a la
    Alianza. En febrero, durante el discurso de investidura del
    presidente Calvo Sotelo, González como jefe de la
    oposición rechazó de lleno sus argumentos a favor
    del ingreso en la Alianza, aduciendo que se trataba de una
    organización que no se encontraba al
    servicio de
    los intereses occidentales sino de los de Estados Unidos. En
    aquel discurso, González llegó a manifestar que "Si
    algún día llegásemos al poder,
    propondríamos la salida de la Alianza Atlántica si
    el procedimiento de
    entrada no es un referéndum mayoritario al pueblo
    español". En julio la decisión de ingresar en la
    OTAN parece estar ya tomada y arrecia la oposición
    socialista, buscando apoyo no sólo en la sociedad
    española sino entre los partidos socialistas europeos. Con
    dicho fin se sucedieron los actos públicos y las
    declaraciones en la prensa, como las
    que realizó Felipe González al diario El
    País calificando el ingreso como "barbaridad
    histórica" y "tremendo error", o las de Alfonso Guerra
    manifestando a Diario 16 que "el eventual ingreso en la OTAN
    convertiría a España en una Colonia de los Estados
    Unidos".

    De esta manera, la decisión de Calvo Sotelo de
    solicitar el ingreso en la Alianza supuso el inicio de un
    violento debate nacional con indudables connotaciones electorales
    y que se reflejó en la aparición de importantes
    movimientos y campañas antiOTAN. En este sentido,
    según Portero, el Partido Socialista hizo del rechazo a la
    integración una estrategia política para debilitar
    a la UCD y obtener la victoria en las siguientes elecciones.
    Esta estrategia, que se desarrolló bajo el lema "OTAN, de
    entrada no", se cristalizó en movilizaciones populares,
    como la celebrada a comienzos de julio en la Casa de Campo de
    Madrid y que concentró a decenas de miles de personas en
    contra de la OTAN, o la manifestación "Por la paz y el
    desarme" de 15 de noviembre en la que participaron más de
    250.000 personas. Se pusieron en marcha igualmente
    campañas de recogida de firmas promovida por PSOE y PCE
    (con más de un millón de firmantes). Y como
    estrategia de desgaste del Gobierno dio pronto sus frutos,
    produciéndose una disminución paulatina del
    número de partidarios de la adhesión, que
    pasó del 20 % en julio de 1981 al 13 % en
    septiembre.

    El 3 de septiembre, un día después de que
    la Mesa del Congreso acordó la admisión a
    trámite parlamentario de la petición del Gobierno
    para la autorización de la adhesión, el PSOE
    presentó en el Congreso de los Diputados una moción
    solicitando la convocatoria de un referéndum. El 7 de
    octubre González iba un paso más lejos y se
    comprometía a que, en caso de que el gobierno lograra el
    ingreso en la OTAN y de que el PSOE ganara las siguientes
    elecciones, convocaría un referéndum aconsejando a
    la ciudadanía el voto favorable a la salida. Encontramos
    por fin la primera mención oficial al compromiso de
    celebrar un referéndum.
    Durante la celebración en octubre de 1981 del Debate
    Parlamentario sobre la OTAN, los socialistas introdujeron dos
    propuestas cuyo objeto era sin duda paralizar el ya irremediable
    proceso de adhesión y que, sin embargo, no fructificaron:
    a) someter a consulta del Tribunal Constitucional una posible
    contradicción entre el texto del
    Tratado y la Constitución, y b) realización de un
    referéndum sobre el tema. Ante el rechazo de estas
    propuestas, González manifestó al Congreso que el
    PSOE no se responsabilizaría de la decisión que
    estaba a punto de tomarse, y que esta responsabilidad sería sólo
    atribuible a los grupos que la apoyaban. Consecuentemente con
    esta actitud, el
    Partido Socialista votó en contra de la adhesión
    tanto en el Congreso como en el Senado.

    El rechazo radical del Partido Socialista a la
    adhesión a la OTAN se basaba en una serie de argumentos
    recogidos posteriormente en las resoluciones de su XXIX Congreso
    en octubre de 1981. En primer lugar un sentimiento
    antiamericanista, consecuencia de la imagen negativa
    que se tenía sobre la política exterior
    norteamericana (imperialismo)
    y fomentada por el apoyo incondicional americano a la dictadura del
    general Franco. Como señala Luis Yánez, la
    visión que se tenía de los americanos no era la de
    paladines de la libertad y de
    la democracia. A
    esto había que añadirle un cambio de opinión
    acerca de la guerra
    fría y el peligro que la amenaza soviética
    suponía para España, cambio de opinión
    basado en un análisis más crítico y real
    de los objetivos de
    la política soviética en Europa.

    En segundo lugar, se argumentaba que la Alianza no
    tenía en cuenta los intereses españoles en
    Gibraltar ni asumía la defensa de Ceuta y Melilla, en las
    que España tenía amenazas reales. Se aducía
    con razón que el Norte de África, posible
    área de amenaza para España, no se encontraba
    dentro del área de aplicación del Tratado de
    Washintong.

    Se temía también que el ingreso de
    España en la OTAN provocara un desequilibrio en el balance
    estratégico entre los bloques militares, aumentando la
    tensión internacional. No hay que olvidar a este respecto
    el aviso que la Unión Soviética había hecho
    al Gobierno español el 7 de septiembre de 1981 al
    entregarle un memorando en que advertía que la entrada de
    España en la OTAN provocaría un aumento de la
    tensión internacional, reforzaría la
    política de bloques y animaría la carrera de
    armamento.
    En último lugar, y relacionado con el anterior, el ingreso
    en la OTAN convertiría a España en un objetivo
    potencial para el Pacto de Varsovia, con el consiguiente aumento
    del riesgo de sufrir un ataque nuclear.
    Durante este Congreso se defendió igualmente que la
    única forma aceptable para el ingreso en la OTAN
    sería la decisión popular expresada a través
    de un referéndum consultivo, medida ésta prevista
    en la Constitución para temas de especial trascendencia.
    González volvía a comprometerse a la
    realización de un referéndum, en caso de que
    aún no se hubiera celebrado, cuando el PSOE accediera al
    gobierno. Todas estas medidas sobre la adhesión a la OTAN
    se complementaron con la elaboración de un documento
    titulado "50 preguntas sobre la OTAN", que rebatía los
    postulados adhesionistas del Gobierno de UCD, basándose en
    los inconvenientes que supondría la incorporación a
    la Alianza:

    1. La OTAN no es garantía de la supervivencia de
      la democracia española, tal y como lo demostraba la
      presencia en la Organización de regímenes
      totalitarios como Grecia y
      Turquía.
    2. No garantizaba el ingreso en el Mercado
      Común.
    3. Incremento notable de los gastos
      militares.
    4. Imposibilidad de que España constituyera una
      excepción en el proceso de nuclearización
      europea.
    5. Inexistencia de conexión entre la entrada en
      la OTAN y la devolución de la soberanía sobre
      Gibraltar.

    Como podemos comprobar, el Partido Socialista se iba
    complicando poco a poco la vida en el tema de la OTAN,
    comprometiéndose a una no integración de la que
    luego tendría que dar marcha atrás a expensas de
    importantes costes políticos. Pero la historia no termina
    aquí: aún nos queda por analizar la campaña
    para las elecciones de 1982.

    El PSOE y la campaña electoral de 1982.
    Tras el ingreso en la OTAN, y durante la campaña electoral
    de 1982 el PSOE contrajo dos compromisos: detener el proceso de
    integración y convocar un referéndum. Esta postura,
    usada como arma propagandística de gran efecto durante la
    campaña, era consecuente con las directrices adoptadas por
    el partido en el XXIX Congreso y se materializó en la
    presentación de numerosas propuestas y mociones cuyo
    objetivo era paralizar la adhesión. Sin embargo, un
    análisis detallado del programa electoral
    del Partido Socialista permite aventurar la hipótesis de que realmente se trató
    de dejar en un segundo plano el tema de la Alianza. En efecto, el
    tema es presentado dentro de un paquete de medidas en
    política exterior junto con objetivos como la
    adhesión a la Comunidad Europea, el desarrollo de
    las relaciones
    internacionales con los países de Iberoamérica
    y Mediterráneo, las relaciones bilaterales con Estados
    Unidos, etc. La referencia al tema de la OTAN aparecía en
    sexto lugar.
    Este "olvido" por parte del Partido Socialista tiene una
    explicación lógica
    a juicio de algunos autores: según el entonces
    subsecretario del Ministerio de Educación
    Joaquín Arango el PSOE había asumido ya que no
    sacaría a España de la OTAN, pues abandonar la
    Alianza hubiera sido interpretado por el resto de Europa
    Occidental como un falta de solidaridad, que
    hubiera afectado la credibilidad de la política exterior
    española y perjudicado el ingreso de España en la
    CEE. Desde una postura muy similar, Viñas argumenta que el
    PSOE había experimentado una transformación en sus
    planteamientos en política de defensa a consecuencia de
    las modificaciones producidas en el entorno geoestratégico
    en que había de desarrollar su política
    internacional.

    Desde este punto de vista, si la permanencia en la
    Alianza era necesaria para la política exterior
    socialista, podemos extraer dos conclusiones de gran importancia.
    En primer lugar, UCD y el hasta entonces presidente Calvo-Sotelo
    le había hecho un gran favor al PSOE al incorporar
    España a la OTAN. En segundo lugar, introducir la
    propuesta del referéndum en el programa electoral supuso
    un grave error, opinión esta compartida por los
    ex-ministros socialistas de Defensa Narcís Serra y de
    Exteriores Fernando Morán y por Joaquín Arango. En
    este sentido, Morán ya había expresado durante la
    campaña electoral sus dudas sobre la inclusión del
    tema del referéndum como promesa electoral; mientras que
    Serra se mostraba menos moderado y opinaba que hubiera sido mejor
    no prometer el referéndum. Desde otra perspectiva, Arango,
    en base a las recomendaciones y conclusiones del grupo de
    trabajo que había presidido sobre el golpe de estado
    de 23 de febrero de 1981, desaconsejaba plantear la salida de la
    OTAN.
    En cuanto a la actitud de otros partidos
    políticos ante el tema de la OTAN en la campaña
    electoral de 1982, la Unión de Centro Democrático,
    Alianza Popular y Centro Democrático y Social (el nuevo
    partido de Suárez) mostraron una postura favorable a la
    integración en la Alianza; por el contrario el Partido
    Comunista era partidario de la salida e incluso fijó la
    fecha para la celebración de un referéndum
    consultivo.

    Partes: 1, 2

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