Monografias.com > Biografías
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Una revisión a la cuentística de Mario Briceño-Iragorry (1915-1920)




Enviado por valmorema



     

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Bibliografía

    1.
    Introducción

    La cuentística de Briceño-Iragorry se
    encuentra diluida en la prensa trujillana
    y merideña de las primeras décadas del siglo XX.
    Entre 1915 y 1920 se pueden leer en Ariel y El Rehabilitador de
    Trujillo, y Albores, Veinte años, Tic-Tac, Alquimia y Ecos
    Andinos de Mérida. Y que probablemente reuniría en
    un texto que
    permaneció inédito llamado Cuentos de
    estío. Una colección que consta de unos 21 cuentos
    cortos, que aunque de una notable pobreza narrativa
    en comparación con los cuentos que venían
    publicando en la prensa
    compañeros de generación, entre ellos: Jesús
    Enrique Lossada y Julio Garmendia; sí poseen el testimonio
    de un pensamiento en
    formación, de una pasión ‘comprometida’
    con la integridad de una sólida conciencia social
    bajo el cobijo un discurso que
    está desarrollándose en América
    latina. Cuentos, así como su poesía,
    que parecen significar la ejemplificación de una
    cátedra que viene dictando desde el ensayo.
    El cuento, como
    la poesía
    y el ensayo,
    será el agente fundamental para la creación de un
    diálogo
    entre la juventud,
    reconocida como la generación del 18, y los promotores del
    modernismo y
    de la unidad latinoamericana; principalmente Rodó, Ugarte,
    Vasconcelos y Martí. Un diálogo
    intercultural que entiende que:
    Para ayudar en la tarea concreta de construir una América
    latina que, en el espíritu de la <Nuestra América> propuesta por
    Martí, sea realmente la casa en la que conviven, con y en
    justicia,
    todas las diferencias culturales que hacen la riqueza de nuestro
    continente.

    (FORNET-BETANCOURT. 2000:9)

    Un diálogo que buscará los aires nutricios
    en un modernismo que
    respira desde su ‘fundación’ aires del
    romanticismo
    europeo, básicamente, el alemán y el
    francés. Mario Briceño-Iragorry forma parte
    importante del coro ‘dionisiaco’ de este
    diálogo intercultural. Desde el cuento
    abonará el camino de la angustia colectiva del intelectual
    que se margina de la sociedad, que se
    autoexecra de la realidad para habitar los laberintos del
    minotauro y del ensueño. En el cuento morirá como
    hombre para
    nacer nuevamente despojado de la mediocridad y la insuficiencia
    de la hora menguada. Para hacerse superhombre en búsqueda
    de la utopía. Una utopía que busca la
    fundación de una nueva sociedad, pero
    dirigida por los más aptos (recordemos su
    participación 30 años después en el Partido
    Democrático Venezolano y la concepción de este en
    el manejo de la nación). ¿Acaso hablamos de la
    República platónica? Sin duda.

    En todo caso, Mario Briceño-Iragorry va tras la
    huella de si mismo por los senderos del romanticismo
    europeo, y desde allí fermenta el buen vino que celebran
    sus palabras ora en el ensayo, ora
    en la poesía, ora en el drama, ora en el cuento.
    Recordemos que el título de desollado le viene de su
    producción poética y
    cuentística, y no del ensayo en
    donde se hace de un nombre fundamental en nuestras letras.
    La cuentística de Briceño-Iragorry está
    plenada de temas dignos que se juntan para solicitar a la buena
    audiencia un análisis aun más digno, serio y
    profundo. Hemos decidido pasearnos por ellos a través de
    su crítica a la sociedad del momento. Trabajaremos la
    cítrica a la sociedad porque queremos ser solidarios con
    Marx cuando
    refería que mientras hubiese capitalismo,
    este tendría su crítica, y ella, provendría
    necesariamente del espíritu romántico.
    El romanticismo en el que puede adscribirse la cuentística
    de Briceño-Iragorry, es el mismo que describe el
    sociólogo Michael Löwy como un movimiento
    cultural de protesta contra la civilización industrial
    – capitalista moderna, porque considera que ella destruye
    los valores
    comunitarios; porque cuantifica y cosifica la vida social; y lo
    más importante, porque produce el desencadenamiento del
    mundo. Al enfrentarnos a la primera narrativa de
    Briceño-Iragorry tropezamos con un discurso
    agónico que critica los modos de vida y las tradiciones
    antiguas destruidas por el avance desmedido de esa
    civilización capitalista – industrial que insurge en
    Venezuela con
    la explotación petrolera y que legalizará el
    positivismo
    gomecista, y su manejo de la sociedad desde las teorías
    darwinianas.

    En el cuento El otro, publicado en El Rehabilitador de
    Trujillo el 18 de marzo de 1916, Briceño-Iragorry cuenta
    la conversación de una madre con su hija enamorada de un
    poeta:
    Convéncete Helvia, no debes elegir para esposo ese que
    acabas de nombrar. La elección debe recaer siempre en
    persona que,
    además de sus cualidades de caballero, reúna las de
    un individuo pudiente. ¿Qué vas a ganar con que te
    adore, con que sepa decirte: "tú eres la luz de mi vida",
    "por ti iría al cielo y robaría una estrella para
    colocarla a tus plantas como una
    humilde ofrenda de amor", si no
    puede satisfacer tus caprichos de mujer hermosa y
    galante?… Di pues, ¿qué vas a ganar con todo
    esto?
    (BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:119)

    Palabras que nos recuerdan el poema "A un joven
    burgués" de su coterráneo José Félix
    Fonseca publicado en su primer libro Hojas
    errantes (1916) y prologado, justamente, por
    Briceño-Iragorry:
    Me aborreces con furia impotente
    porque sabes muy bien que yo no humillo
    la altivez luminosa de mi frente
    ante tus onzas de dorado brillo.
    Pretendes con tu vil palabrería
    encenegar mis cantos de poeta:
    es que tú envidias la franqueza mía,
    es que mi nombre de escritor te inquieta.
    porque el insultador no vale nada
    jamás intentaré blandir mi espada
    aunque vomites de furor espuma.
    pero si piensas quebrantar mi calma
    sabe que puedo calcinarte el alma
    con el trágico fuego de mi pluma!
    (FONSECA: 1959:53)

    Más adelante en otro cuento intitulado Las
    rosas, publicado
    en el mismo periódico,
    pero en 1916, escribe:
    Sabes que me acuerdo ahora de aquel poema persa de Abon Isaac,
    dijo Gabriel, el magnífico poeta, cantor de la
    voluptuosidad de la vida, que vivía entre jardines llenos
    de otoño y que dice en el ritmo sonoro de uno de sus
    versos: "…qué podrás comprar con el dinero de
    tus rosas que sea
    más amable que las rosas?…" Porque sabes que causa
    verdadera lástima ver cómo esas pobrecitas floreras
    atraviesan las calles solicitando compradores para su fragante
    mercancía, para esa mercancía florida que es el
    símbolo de sus vidas pobres y humildes.
    Mira, empezó Efraín después de un tiempo
    silencioso, tienes razón en lo que dices, pero cuando el
    poeta persa existió, cuando sus sueños floridos
    vivían una vida dúplice bajo los árboles
    enfermos de otoño, que tú dices, o bajo el follaje,
    febriciente de vida por el beso de la primavera, donde él
    sentiría acaso esa gran voluptuosidad de la vida que canta
    en sus poemas
    sublimes, serían las rosas únicamente lo más
    amable que se vendiera, lo más espiritual, pero hoy,
    Gabriel, hoy el estado
    morboso de la sociedad humana, las prácticas pestilentes
    de una moral hacen
    que se vendan cosas más adorables, como el corazón,
    como la honra, ¿has visto algo más doloroso que una
    honra hecha pedazos, agonizando sobre unas escasas monedas de
    plata?… ¿o un corazón
    vendido por una efímera posición social?…
    Convéncete: hoy existe un gran estío en el
    alma.
    (BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:128-9)

    El romanticismo no es únicamente un modo de hacer
    literatura, va
    más allá de eso. El romanticismo es una conducta, o como
    lo dice Michael Löwy en una entrevista
    ofrecida a Néstor Kohan en Argentina:
    —Defino el
    Romanticismo no como una escuela literaria
    del siglo XIX, como suelen hacer los manuales, sino
    como un movimiento
    social y cultural amplio que tiene su expresión en el
    campo de la literatura y el arte, pero
    también en la filosofía, en la política, en las
    ideas sociales y económicas, en la teología y la
    religión.
    Es decir, en todos los campos de la cultura
    social. Para decir esto me apoyo en trabajos de autores como el
    joven Lukács o el historiador E.P. Thompson, pero ellos no
    llevan el análisis hasta las últimas
    consecuencias. El Romanticismo, tal como yo lo entiendo, nace en
    la segunda mitad del siglo XVIII, pero no termina en 1830 ni en
    1848, sino que continúa incluso hasta hoy.
    Este romanticismo militante lo une Briceño-Iragorry con la
    visión del arte en función
    social que le viene de su experiencia con Manuel Ugarte. El
    pensador argentino va a construir una nueva visión del
    arte destinada a las nuevas promociones de intelectuales
    latinoamericanos y que él denominó "arte social".
    Ugarte va a conciliar los contenidos de una literatura
    nacionalista con su particular visión antiimperialista, la
    misma que comparte con Rodó y Martí
    fundamentalmente. Entre 1905 y 1908, Ugarte va a elaborar todo un
    proyecto
    cultural de alcance continental: "primero en el <Prefacio>
    a su antología de jóvenes autores
    hispanoamericanos, escrito en 1905 y publicado un año
    más tarde, y, sucesivamente, en modo más articulado
    en su breve ensayo <Las razones del arte social>, de 1908"
    (MELER. 2000:315). Recordemos que Manuel Ugarte tuvo contacto con
    el joven Briceño-Iragorry de la primera visita a Caracas
    en 1912, cuando el argentino dictó algunas conferencias en
    la Universidad
    Central de Venezuela;
    encuentro que fue vital para el proceso de
    maduración en el trujillano.
    Es cuando Briceño-Iragorry asume al liberalismo
    romántico como fuente filosófica que le guía
    en el laberinto del ensueño. Desde allí
    Briceño-Iragorry va a fustigar a la sociedad capitalista
    venezolana que no le permite ser pobre, algo que para él
    significó un rango de distinción espiritual. Aunque
    cabe destacar acá un planteamiento que sobre los liberales
    románticos hacen Kirkwood y Falleto y que copiamos en otro
    texto sobre
    Briceño-Iragorry:
    Muchos de estos nuevos intelectuales urbanos pertenecían a
    familias tradicionales, que en función de
    su pérdida de importancia económica (generalmente
    su desaparición como hacendados tradicionales),
    sufrían una fuerte disminución de su prestigio
    social. Este desarraigo se refuerza por los contenidos
    intelectuales del Romanticismo. Hay en tal formación
    ideológica una fuerte orientación individualizante
    que los induce a concebirse como individuos y no como grupo.

    (FALLETO-KIRKWOOD. 1977:58)

    Al respecto podríamos traer a colación dos
    cartas
    fechadas el 8 de agosto de 1926 y 10 de mayo de 1928, una
    dirigida al doctor Baptista Galindo y otra al mismo General Juan
    Vicente Gómez, quien dirige el manicomio del cual no
    quiere formar parte ‘aparente’
    Briceño-Iragorry:

    Señor doctor
    F. Baptista Galindo, etc., etc.
    MIRAFLORES
    Mi respetado Dr. i amigo:
    Este es su fiel i agradecido amigo, sin más título
    que la certeza que tiene de que en usted hay un gran
    corazón siempre dispuesto a hacer el bien a manos llenas,
    ocurre una vez más ante usted en demanda de un
    servicio
    inapreciable.
    Tengo urgencia de ir a Panamá a
    someterme a una intervención quirúrgica que, con el
    favor de Dios, espero me permita recobrar mi salud, tan menguada. Yo no
    tengo dinero para
    hacerlo, i he pensado en que usted sí puede conseguir para
    mí del Benemérito Jefe su ayuda eficaz i generosa.
    Vengo a suplicarle este valioso servicio, que
    nunca tendría como pagarle mañana, pues se
    interesan en él mi salud i el bienestar futuro
    de mi hogar, hoy tan angustiado. Le ruego interesarse por
    mí i medir la angustiosa situación que mi
    enfermedad ha venido a proporcionarme, reducido como estoy a
    lentos trabajos en mi hogar, que no me dan para vivir.
    Como le digo la falta de títulos que tengo para obligar a
    usted, le suple su generosidad proverbial, que puede tanto la
    nobleza de un corazón como el suyo.
    Le ruego perdonar mis continuas molestias, i le suplico creerme
    su amigo muy sincero i S. S.,

    Mario Briceño-Iragorry
    Sr. Gral.
    Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

    Presente.
    Mi respetado Jefe:
    Me es honroso dirigirme a usted. Para testimoniarle mi
    agradecimiento por la nueva prueba de confianza con que me
    favorece al señalarme para la Agencia de la
    Navegación de La Guayra, campo en el cual procuraré
    corresponder debidamente a su favor.
    Me permito molestar a la vez su atención exigiendo me favorezca con la suma
    de Bs. 6000 que me permitan cancelar el valor de un
    carro que adeudo y me pongan en condiciones de hacer el traslado
    de mi familia, que
    aún está en Trujillo. Espero que su munificencia me
    solucione favorablemente este apremiante circunstancia en que me
    hallo, y me embargará su gratitud.
    Le saludo afectuosamente
    Su leal amigo y subalterno

    Mario Briceño-Iragorry.
    ¿Podría ser Mario Briceño-Iragorry un
    resentido social por su terrible pobreza? En caso
    de ser afirmativa la respuesta, tendríamos que hacer un
    nuevo estudio de sus cartas publicadas
    en Mi Infancia y mi
    pueblo. Tamaña contradicción, pero es que acaso
    ¿la contradicción no forma parte también de
    los espíritus románticos? De igual manera, otros
    compañeros generacionales mantienen una actitud
    semejante; como Mariano Picón Salas que hace duras
    críticas en su juventud a la
    figura y a la obra vetustas de Febres Cordero, y luego, como
    parte de esa magia que los envolvía, termina prologando
    favorablemente la Obras Completas del viejo merideño. Cabe
    preguntarse ahora, ¿acaso esa heráldica
    condición de autoproclamarse ‘pobres’ formaba
    parte de un desdoblamiento entre el hombre real
    (el de la hora) y el hombre
    romántico, el de la ensoñación (el de la
    deshora) Pero ¿por qué abrirse paso entre las
    callejas de la ensoñación? La respuesta nos la
    brinda Albert Béguin al afirmar que:
    Los románticos se apoyan en una metafísica
    idealista o en una experiencia inmediata que concuerde con ella,
    y llegan a afirmaciones del todo opuestas: para ellos, son
    precisamente el sueño y los demás estados
    "subjetivos" los que nos hacen descender en nosotros mismos y
    encontrar esa parte nuestra que "es más nosotros mismos"
    que nuestra misma conciencia.
    (BEGUIN. 1996:29)

    En ello se esforzará Briceño-Iragorry, no
    en buscar en el ensueño ese mundo ideal en donde quepa
    perfectamente sin molestias su espíritu desollado, sino
    que en este laberíntico mundo se encuentra su mundo real,
    esta dualidad explica muy bien las contradicciones en las que
    puede ubicarse su actuación pública con
    relación a su desarrollo
    humano dentro de la palabra.
    En todo caso, Mario Briceño-Iragorry, resentido o no,
    pretende a través de su cuentística sensibilizar al
    común sobre un mejor modo de vida, más espiritual
    y, obviamente, menos material. Este proceso de
    sensibilización viene de un sentimiento de rechazo hacia
    la realidad, cosa que nos hace evocar el Ariel de
    Rodó, cuando intenta a través de la evasión
    (actitud muy
    propia del romántico) combatir el dominio de
    Calibán en el Nuevo Mundo. Como todo romántico,
    Mario Briceño-Iragorry no se siente parte del engranaje de
    la sociedad venezolana del momento, por ello accede al
    ensueño para combatirla:
    No. Yo no tengo muchos en mi libro de
    escuela, es que
    quiero que me diga ¿por qué son tan tristes los
    poetas?.
    Porque soñamos mucho, porque amamos demasiado, porque el
    destino inclemente puso en la copa de nuestra vida una gota de
    amargo dolor…
    …Nosotros buscamos la suerte, y cuando hay alguien que con sus
    palabras tersas y con sus risas tranquilas, nos brinda caricias y
    alegra nuestro espíritu, reímos de triunfo. Siempre
    buscamos esa persona de manos
    suaves, de boca fresca, de ojos purísimos, que
    efectúe el sortilegio de la buena ventura.
    (BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:117)

    Absolutamente germánica esta observación de Briceño-Iragorry, ya
    que el romántico alemán va impregnando de
    sensibilidad y de ensoñación para recobrar el
    pasado alemán, hasta llegar a confundirse el carácter
    nacional con el mismo temple romántico. Además,
    Briceño-Iragorry va a crear en su producción literaria un universo paralelo
    y personal en el
    cual refugiarse de la hostilidad de la realidad; que a pesar de
    lo dura y difícil, le permite autoflagelarse, o como lo
    dice Béguin en palabras de Moritz: "sentir el gran placer
    en atormentarse a sí mismo". Por eso vemos la constante
    presencia del poeta abandonado por su miseria y su pobreza. Ese
    universo
    creado para protegerse, para que pueda dilatarse el ‘yo
    adolorido’ y ‘angustiado’, es el primer
    síntoma del alma romántica. Volviendo a la fuente
    germánica del romanticismo en Briceño-Iragorry:
    El romanticismo alemán constituye la más rica
    manifestación de irracionalismo que aparece en todas las
    naciones europeas desde fines del siglo XVIII. Las frustraciones
    de la realidad fueron compensadas en forma de originalidad
    creadora y de nostalgia tanto de los pasado como de lo
    futuro.
    (MARTÍN. 1964:332)

    Con relación a lo anterior escribe Novalis:
    "Anhelo contemplar la flor azul. No se aparta de mi mente, y no
    puedo ni escribir ni pensar en otra cosa" (Novalis. 1980:68).
    Busca acaso, Briceño-Iragorry, la amada feérica, la
    flor azul, el ideal, o posiblemente la utopía. Para ellos
    estos símbolos significaban los mismo, pero su
    significación era interpretada en un primer momento en
    la muerte, en
    la angustia, en el dolor, ellas serán las llaves de la
    puerta hacia la otra dimensión en la cual habitan.
    Así Briceño-Iragorry dialoga por medio del dolor
    con Ramos Sucre, cuando este último va a afirmar en la
    Vida del Maldito:
    Yo adolezco de una degenarción ilustre; amo el dolor, la
    belleza y la crueldad, sobre todo esta última, que sirve
    para destruir un mundo abandonado al mal.
    Volví espontáneamente a la soledad, mucho antes del
    término de mi juventud, retirándome a esta mi
    ciudad nativa, lejana del progreso, asentada en una comarca
    apática y neutral (…) A sus espaldas fluye un delgado
    río de tinta, sustraído de la luz por la
    espesura de árboles
    crecidos, en pie sobre las márgenes, azotados sin descanso
    por un viento furioso.
    (RAMOS SUCRE. 1989:103-4)

    Por ello, Mario Briceño-Iragorry, junto a sus
    ‘contertulios’ del 18 van a rebelarse, a insumitirse
    desde la palabra, desde la literatura, a través de la
    recreación ensoñadora con el
    único fin de no dejarse acomodar (como luego hicieron
    muchos de ellos) en el engranaje de la decadencia humana producto de
    las concepciones del positivismo,
    del régimen gomecista y de la explotación petrolera
    que ya iba a desencadenarse irremediablemente. Pero quedaba la
    esperanza de las generaciones futuras, y así como
    Rodó y Ugarte lo hicieron con él, él lo
    intentó en su obra. El romanticismo de Mario
    Briceño-Iragorry lo lleva a ser un personaje
    enigmático y terrible, sombrío como aquel
    Raskolnikov del ruso atormentado; un personaje que deja de serlo
    para ser conciencia de lo irremediable y de lo imposible: su
    mensaje no tiene destinatario.

    En este alarde adolorido de Briceño-Iragorry,
    la mujer va a
    estar siempre presente en sus cuentos, así como en la obra
    romántica, la mujer tiene
    una participación hasta determinante en el discurso del
    romántico. Son clásicas las significación de
    ellas en la obra de Goethe, Novalis, Lamartine, Byron, entre
    otros. La mujer del
    romanticismo es la complementación del ‘Yo
    romántico’, el ser que brinda la salvación y
    la redención al poeta. Margarita salva al Dr. Fausto del
    infierno, Carlota le devuelve al joven Werther su pasión
    por la vida a través del suicidio, Dante
    llega al Paraíso de la mano de Beatriz. La mujer es el
    espíritu clave de toda la existencia, es un alma
    mágica. Entre sus compañeros de promoción se escuchan los siguientes
    cantos:

    Revive el fuego de mi amor,
    procura
    Desterrar de mi vida la tortura,
    Y constela de rosas
    El pálido jardín de mis ideales.
    (FONSECA. 1959:31)
    ¡Oh, no sabes el bien que me has hecho;
    por ensalmo curaste mi herida
    el ponerme la mano en el pecho.
    A tu voz, huye el duelo y el llanto,
    Como un sueño se pasa la vida,
    Y es el mismo dolor un encanto.
    (LOSSADA. 1966:43)

    Mujer, aquí en tu compañía
    Espero ansioso i mudo el minuto infinito.

    (CUENCA. 1927:57)

    Vi muchas de las cosas leves,
    Breves, insustanciales y tranquilas como los nomeolvides y las
    nieves:
    ¡Todo lo vi chiquilla en tus pupilas!
    (ARROYO LAMEDA. 1914:68)

    En Mario Briceño-Iragorry la mujer parece
    dividirse en dos instancias: la mujer real, que la representa
    como un ser conforme, minúsculo, vacuo. En el cuento
    Ella no dijo nada, publicado en Ariel de Trujillo en 1915,
    escribe:
    No es eso, Carmen, sino que como uno siempre persigue un ideal
    cuyo retrato lleva fijo en el alma, cuando por algún
    mentís crees hallarlo en alguna mujer que sonríe
    amable, se detiene y busca. Pasa algunas horas al amparo de sus
    caricias, pero al ver que esa no es la idealización que se
    persigue, sigue el camino en busca de otros ojos mejores y unos
    labios más dulces donde materializar todos los
    sueños. Luego hay que convenir en que eso es inconstancia
    sino equivocación.
    (BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:109)

    En el cuento El otro, ya antes citado, escribe:
    En aquel momento, ella dejó de ser la joven fiel a la
    promesa anterior, fiel a su corazón y fiel al recuerdo, y
    fue sencillamente mujer.
    Mamá, daré mi palabra a ese hombre, quiero
    hasta lo último satisfacerla y, además, estoy
    convencida de lo que tú me dijiste, tú tienes
    experiencia y dices la verdad… Pero, mamá,
    ¿cómo se llama mi futuro esposo?
    (BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:120)

    El concepto de la
    mujer en el joven Briceño-Iragorry parece emanar de sus
    desordenadas lecturas de Nietzsche de
    un pequeños apartado del Zaratustra llamado De las mujeres
    viejas y jóvenes, en cuyas últimas líneas
    una vieja aconseja al profeta: si vas con las mujeres no olvides
    el látigo. Es la misma visión que sobre ella
    tienden los modernistas en su textos. Para Manuel Díaz
    Rodríguez, primera figura del modernismo nacional, la
    mujer también va a presentar una doble figuración.
    En Ídolos Rotos aparecen María a Teresa, la dos
    hembras por las cuales debate
    el amor de
    Alberto Soria. Observándolas a ambas desde la perspectiva
    de Albert Béguin; tanto María como Teresa van a
    representar la dualidad en las que se hunde el hombre
    decadentista:
    Conforme a un motivo muy difundido en la literatura decadentista,
    el protagonista se halla entre dos mujeres: la diabólica
    Teresa Farías y la angelical María Almeida. Soria,
    típico héroe decadente por su talante
    hiperestésico, sufre ‘vacilaciones infinitas’
    entre la vigilia (la triste realidad de un presente corrompido) y
    el sueño (la nostalgia de un pasado idealizado y las
    esperanzas de un mejor porvenir). Dentro de estas
    ‘vacilaciones perennes’ hay que situar el amor
    prohibido y calculador de Teresa (vigilia) y el amor puro y
    espontáneo de María (sueño).
    (OLIVARES. 1984:66)

    La mujer es la representación del ideal de la
    naturaleza
    humana, la mujer es la figura que sensibiliza el otro lado del
    alma romántica. En Briceño-Iragorry va ocurrir eso
    justamente. No existe en su cuentística la
    ‘otra’ por la cual pueda debatirse en algún
    momento el amor. Pero sí hay una doble presencia femenina
    que encaja perfectamente en lo referido a Díaz
    Rodríguez. Carmen, la joven del cuento Ella no dijo nada;
    Ángela Rosa, de Las estrellas, Griselda, de Griselda;
    Helvia, de El otro, Laura, de Laureles Marchitos, Eladia y
    Amalia, de Agua Fuerte;
    representan esa realidad triste que intenta corromper con la
    debilidad y la insuficiencia espiritual al poeta, son la
    encarnación del materialismo del
    cual quieren escapar las almas románticas, y que
    Briceño-Iragorry trata de exorcizar a través de la
    palabra. Pero nos queda la otra que en Briceño-Iragorry no
    aparece directamente, sin embargo está. Esa otra mujer
    comprende al espíritu que envuelve a su discurso, y que
    por lo menos menciona en el cuento Éxodo, publicado en
    Ariel de Trujillo en 1915:

    Mo vida marchaba sola por entre el montón de
    hojas secas que brindaba Otoño y reía
    desdeñosa al beso del aura cálida que le
    mentía una caricia de mujer. Bajo la soledad de los
    árboles quietos jugaba ella con infantil dulzura
    –era la vez primera que la veían mis ojos-, nos
    dijimos ‘adiós’ como si fuera que nuestras
    almas conocidas desde antaño, se dieran una eterna
    despedida… Junto a la fuente mansa caminábamos los dos.
    Entre mi mano cálida llevaba la suya de albastro
    –suave y fina como rica porcelana- Sus palabras de seda
    eran cortas como fulguraciones divinas; y al verla allí
    tan tierna, tan dulce, tan mía, mi alma fue creyendo,
    lentamente, que era una flor quien le hablaba con voz de cielo y
    estrella.

    Llena de dulzura inefable empezó a relatarme un
    cuento de hadas, que en su niñez tranquila contóle
    alguna vieja madrina de cabellos argénteos… Una
    cáscada de nombres mentirosos brotó de su boca
    divina, y llena de una inocente gracia me enseñó
    que cada uno de los pobres mortales tiene una Hada amiga que le
    guía por la vida y le regala flores y ensueños
    azules.

    Con voz creída le pregunté curioso:
    -¿Cuál es mi Hada amiga?
    -¡Yo!, me dijo rayando en dulzura, y empezó a jugar
    con el encaje de su traje rosa.
    (BRICEÑO-IRAGORRY. 1991: 113-4)

    Esta Hada, o amada feérica según los
    románticos alemanes, es la posibilidad de construir una
    sociedad perfecta en donde habitar sin los desmanes del ahora, de
    la hora, de la vigilia. ¿No hay manera de hacerlo en la
    realidad? Pero les quedó la literatura y allí
    crearon el reino de la palabra en donde hicieron realidad lo que
    vivían soñando: la Utopía. Esa es la mujer
    del sueño en Mario Briceño-Iragorry, la
    utopía, la Idea, es decir, la idealización, que le
    permitirá trascender las barreras que lo limitan en el
    mundo que lo rodea y que intenta evadir, sucederá los
    mismo con sus congéneres del 18.

    Este el Mario Briceño-Iragorry de su juventud que
    fue eterna, pero que han envejecido, volviéndolo un viejo
    decrépito obsesionado con una país que a lo mejor
    ni pensó, con una dictadura que
    no le quitó lo más importante: la capacidad de
    soñar, con un mensaje que es y tiene que ser sin destino
    en esta Venezuela de revoluciones, de mentiras, de pactos, de
    hipócritas. Esta no es y nunca fue la Venezuela de Don
    Mario. Don Mario es el hombre que nunca se descubre, pero que en
    su búsqueda nos encontramos siempre con el espejo que nos
    refleja y nos deja al descubierto. Falta decir poco, porque
    cuando se dice mucho nunca se dice nada, y de Don Mario se ha
    dicho mucho, tanto que se hace vapor de en la memoria.
    Por cierto ¿He dicho que Mario Briceño-Iragorry fue
    un historiador extraordinario y que escribió un libro
    pedagógico llamado Mensaje sin destino? Si no lo he dicho
    es buen momento para callar.

    2.
    Bibliografía

    ARROYO L, Eduardo. (1914). Momentos. Caracas:
    Tipografía Vargas.
    BÉGUIN, Albert. (1996). El alma romántica y el
    sueño. México:
    Fondo de Cultura
    Económica.
    BRICEÑO I, Mario. (1991). Obra literaria II. Primeras
    páginas. Caracas: Congreso de la República.
    CUENCA. Héctor. (1927). El surco vivo. Maracaibo:
    Ediciones Seremos.
    FALETTO, E y KIRKWOOD, J. (1977). El liberalismo.
    Madrid: El Cid Editor.
    FONSECA, José F. (1958). Hojas errantes. Atardeceres.
    Recuerdos de mi parroquia. Trujillo: Ediciones del ejecutivo de
    Trujillo.
    FORNET-BETANCOURT, Raúl. (2000). Filosofía e
    interculturalidad en América
    Latina. En Revista UNICA.
    Año I Nº 2. Maracaibo: Universidad
    Católica Cecilio Acosta.
    LOSSADA, Jesús E. (1991). Madréporas. Maracaibo:
    Universidad del Zulia.
    MARTÍN, Fritz. (1964). Historia de la literatura
    alemana. Barcelona: editorial Labor.
    MELER, Mirna. (2000). Manuel Ugarte y su teoría
    del arte Social ¿Una nueva estática?
    En La Prosa no ficcional en Hispanoamérica y en España
    entre 1870 y 1914. Caracas: Monte Ávila Editores
    Latinoamericana.
    NIETZSCHE,
    Federico (1980). Así habló Zaratustra. Madrid:
    Alianza Editorial.
    OLIVARES, Jorge. (1984). La novela
    decadente en Venezuela. Caracas: Editorial Armitaño.
    RAMOS SUCRE, José A. (1992) : Antología,
    Caracas: Biblioteca
    Ayacucho.
    SALMERON ACOSTA, Cruz. (1952). Fuente de Amargura. Caracas:
    Ediciones Línea aeropostal Venezolana.

     

     

     

     

    Autor:

    Valmore Muñoz Arteaga

    Universidad Católica Cecilio Acosta
    Colegio Claret De Maracaibo
    Maracaibo – Estado
    Zulia

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter