Indice
1.
Introducción
2. Bibliografía
La cuentística de Briceño-Iragorry se
encuentra diluida en la prensa trujillana
y merideña de las primeras décadas del siglo XX.
Entre 1915 y 1920 se pueden leer en Ariel y El Rehabilitador de
Trujillo, y Albores, Veinte años, Tic-Tac, Alquimia y Ecos
Andinos de Mérida. Y que probablemente reuniría en
un texto que
permaneció inédito llamado Cuentos de
estío. Una colección que consta de unos 21 cuentos
cortos, que aunque de una notable pobreza narrativa
en comparación con los cuentos que venían
publicando en la prensa
compañeros de generación, entre ellos: Jesús
Enrique Lossada y Julio Garmendia; sí poseen el testimonio
de un pensamiento en
formación, de una pasión ‘comprometida’
con la integridad de una sólida conciencia social
bajo el cobijo un discurso que
está desarrollándose en América
latina. Cuentos, así como su poesía,
que parecen significar la ejemplificación de una
cátedra que viene dictando desde el ensayo.
El cuento, como
la poesía
y el ensayo,
será el agente fundamental para la creación de un
diálogo
entre la juventud,
reconocida como la generación del 18, y los promotores del
modernismo y
de la unidad latinoamericana; principalmente Rodó, Ugarte,
Vasconcelos y Martí. Un diálogo
intercultural que entiende que:
Para ayudar en la tarea concreta de construir una América
latina que, en el espíritu de la <Nuestra América> propuesta por
Martí, sea realmente la casa en la que conviven, con y en
justicia,
todas las diferencias culturales que hacen la riqueza de nuestro
continente.
(FORNET-BETANCOURT. 2000:9)
Un diálogo que buscará los aires nutricios
en un modernismo que
respira desde su ‘fundación’ aires del
romanticismo
europeo, básicamente, el alemán y el
francés. Mario Briceño-Iragorry forma parte
importante del coro ‘dionisiaco’ de este
diálogo intercultural. Desde el cuento
abonará el camino de la angustia colectiva del intelectual
que se margina de la sociedad, que se
autoexecra de la realidad para habitar los laberintos del
minotauro y del ensueño. En el cuento morirá como
hombre para
nacer nuevamente despojado de la mediocridad y la insuficiencia
de la hora menguada. Para hacerse superhombre en búsqueda
de la utopía. Una utopía que busca la
fundación de una nueva sociedad, pero
dirigida por los más aptos (recordemos su
participación 30 años después en el Partido
Democrático Venezolano y la concepción de este en
el manejo de la nación). ¿Acaso hablamos de la
República platónica? Sin duda.
En todo caso, Mario Briceño-Iragorry va tras la
huella de si mismo por los senderos del romanticismo
europeo, y desde allí fermenta el buen vino que celebran
sus palabras ora en el ensayo, ora
en la poesía, ora en el drama, ora en el cuento.
Recordemos que el título de desollado le viene de su
producción poética y
cuentística, y no del ensayo en
donde se hace de un nombre fundamental en nuestras letras.
La cuentística de Briceño-Iragorry está
plenada de temas dignos que se juntan para solicitar a la buena
audiencia un análisis aun más digno, serio y
profundo. Hemos decidido pasearnos por ellos a través de
su crítica a la sociedad del momento. Trabajaremos la
cítrica a la sociedad porque queremos ser solidarios con
Marx cuando
refería que mientras hubiese capitalismo,
este tendría su crítica, y ella, provendría
necesariamente del espíritu romántico.
El romanticismo en el que puede adscribirse la cuentística
de Briceño-Iragorry, es el mismo que describe el
sociólogo Michael Löwy como un movimiento
cultural de protesta contra la civilización industrial
– capitalista moderna, porque considera que ella destruye
los valores
comunitarios; porque cuantifica y cosifica la vida social; y lo
más importante, porque produce el desencadenamiento del
mundo. Al enfrentarnos a la primera narrativa de
Briceño-Iragorry tropezamos con un discurso
agónico que critica los modos de vida y las tradiciones
antiguas destruidas por el avance desmedido de esa
civilización capitalista – industrial que insurge en
Venezuela con
la explotación petrolera y que legalizará el
positivismo
gomecista, y su manejo de la sociedad desde las teorías
darwinianas.
En el cuento El otro, publicado en El Rehabilitador de
Trujillo el 18 de marzo de 1916, Briceño-Iragorry cuenta
la conversación de una madre con su hija enamorada de un
poeta:
Convéncete Helvia, no debes elegir para esposo ese que
acabas de nombrar. La elección debe recaer siempre en
persona que,
además de sus cualidades de caballero, reúna las de
un individuo pudiente. ¿Qué vas a ganar con que te
adore, con que sepa decirte: "tú eres la luz de mi vida",
"por ti iría al cielo y robaría una estrella para
colocarla a tus plantas como una
humilde ofrenda de amor", si no
puede satisfacer tus caprichos de mujer hermosa y
galante?… Di pues, ¿qué vas a ganar con todo
esto?
(BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:119)
Palabras que nos recuerdan el poema "A un joven
burgués" de su coterráneo José Félix
Fonseca publicado en su primer libro Hojas
errantes (1916) y prologado, justamente, por
Briceño-Iragorry:
Me aborreces con furia impotente
porque sabes muy bien que yo no humillo
la altivez luminosa de mi frente
ante tus onzas de dorado brillo.
Pretendes con tu vil palabrería
encenegar mis cantos de poeta:
es que tú envidias la franqueza mía,
es que mi nombre de escritor te inquieta.
porque el insultador no vale nada
jamás intentaré blandir mi espada
aunque vomites de furor espuma.
pero si piensas quebrantar mi calma
sabe que puedo calcinarte el alma
con el trágico fuego de mi pluma!
(FONSECA: 1959:53)
Más adelante en otro cuento intitulado Las
rosas, publicado
en el mismo periódico,
pero en 1916, escribe:
Sabes que me acuerdo ahora de aquel poema persa de Abon Isaac,
dijo Gabriel, el magnífico poeta, cantor de la
voluptuosidad de la vida, que vivía entre jardines llenos
de otoño y que dice en el ritmo sonoro de uno de sus
versos: "…qué podrás comprar con el dinero de
tus rosas que sea
más amable que las rosas?…" Porque sabes que causa
verdadera lástima ver cómo esas pobrecitas floreras
atraviesan las calles solicitando compradores para su fragante
mercancía, para esa mercancía florida que es el
símbolo de sus vidas pobres y humildes.
Mira, empezó Efraín después de un tiempo
silencioso, tienes razón en lo que dices, pero cuando el
poeta persa existió, cuando sus sueños floridos
vivían una vida dúplice bajo los árboles
enfermos de otoño, que tú dices, o bajo el follaje,
febriciente de vida por el beso de la primavera, donde él
sentiría acaso esa gran voluptuosidad de la vida que canta
en sus poemas
sublimes, serían las rosas únicamente lo más
amable que se vendiera, lo más espiritual, pero hoy,
Gabriel, hoy el estado
morboso de la sociedad humana, las prácticas pestilentes
de una moral hacen
que se vendan cosas más adorables, como el corazón,
como la honra, ¿has visto algo más doloroso que una
honra hecha pedazos, agonizando sobre unas escasas monedas de
plata?… ¿o un corazón
vendido por una efímera posición social?…
Convéncete: hoy existe un gran estío en el
alma.
(BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:128-9)
El romanticismo no es únicamente un modo de hacer
literatura, va
más allá de eso. El romanticismo es una conducta, o como
lo dice Michael Löwy en una entrevista
ofrecida a Néstor Kohan en Argentina:
—Defino el
Romanticismo no como una escuela literaria
del siglo XIX, como suelen hacer los manuales, sino
como un movimiento
social y cultural amplio que tiene su expresión en el
campo de la literatura y el arte, pero
también en la filosofía, en la política, en las
ideas sociales y económicas, en la teología y la
religión.
Es decir, en todos los campos de la cultura
social. Para decir esto me apoyo en trabajos de autores como el
joven Lukács o el historiador E.P. Thompson, pero ellos no
llevan el análisis hasta las últimas
consecuencias. El Romanticismo, tal como yo lo entiendo, nace en
la segunda mitad del siglo XVIII, pero no termina en 1830 ni en
1848, sino que continúa incluso hasta hoy.
Este romanticismo militante lo une Briceño-Iragorry con la
visión del arte en función
social que le viene de su experiencia con Manuel Ugarte. El
pensador argentino va a construir una nueva visión del
arte destinada a las nuevas promociones de intelectuales
latinoamericanos y que él denominó "arte social".
Ugarte va a conciliar los contenidos de una literatura
nacionalista con su particular visión antiimperialista, la
misma que comparte con Rodó y Martí
fundamentalmente. Entre 1905 y 1908, Ugarte va a elaborar todo un
proyecto
cultural de alcance continental: "primero en el <Prefacio>
a su antología de jóvenes autores
hispanoamericanos, escrito en 1905 y publicado un año
más tarde, y, sucesivamente, en modo más articulado
en su breve ensayo <Las razones del arte social>, de 1908"
(MELER. 2000:315). Recordemos que Manuel Ugarte tuvo contacto con
el joven Briceño-Iragorry de la primera visita a Caracas
en 1912, cuando el argentino dictó algunas conferencias en
la Universidad
Central de Venezuela;
encuentro que fue vital para el proceso de
maduración en el trujillano.
Es cuando Briceño-Iragorry asume al liberalismo
romántico como fuente filosófica que le guía
en el laberinto del ensueño. Desde allí
Briceño-Iragorry va a fustigar a la sociedad capitalista
venezolana que no le permite ser pobre, algo que para él
significó un rango de distinción espiritual. Aunque
cabe destacar acá un planteamiento que sobre los liberales
románticos hacen Kirkwood y Falleto y que copiamos en otro
texto sobre
Briceño-Iragorry:
Muchos de estos nuevos intelectuales urbanos pertenecían a
familias tradicionales, que en función de
su pérdida de importancia económica (generalmente
su desaparición como hacendados tradicionales),
sufrían una fuerte disminución de su prestigio
social. Este desarraigo se refuerza por los contenidos
intelectuales del Romanticismo. Hay en tal formación
ideológica una fuerte orientación individualizante
que los induce a concebirse como individuos y no como grupo.
(FALLETO-KIRKWOOD. 1977:58)
Al respecto podríamos traer a colación dos
cartas
fechadas el 8 de agosto de 1926 y 10 de mayo de 1928, una
dirigida al doctor Baptista Galindo y otra al mismo General Juan
Vicente Gómez, quien dirige el manicomio del cual no
quiere formar parte ‘aparente’
Briceño-Iragorry:
Señor doctor
F. Baptista Galindo, etc., etc.
MIRAFLORES
Mi respetado Dr. i amigo:
Este es su fiel i agradecido amigo, sin más título
que la certeza que tiene de que en usted hay un gran
corazón siempre dispuesto a hacer el bien a manos llenas,
ocurre una vez más ante usted en demanda de un
servicio
inapreciable.
Tengo urgencia de ir a Panamá a
someterme a una intervención quirúrgica que, con el
favor de Dios, espero me permita recobrar mi salud, tan menguada. Yo no
tengo dinero para
hacerlo, i he pensado en que usted sí puede conseguir para
mí del Benemérito Jefe su ayuda eficaz i generosa.
Vengo a suplicarle este valioso servicio, que
nunca tendría como pagarle mañana, pues se
interesan en él mi salud i el bienestar futuro
de mi hogar, hoy tan angustiado. Le ruego interesarse por
mí i medir la angustiosa situación que mi
enfermedad ha venido a proporcionarme, reducido como estoy a
lentos trabajos en mi hogar, que no me dan para vivir.
Como le digo la falta de títulos que tengo para obligar a
usted, le suple su generosidad proverbial, que puede tanto la
nobleza de un corazón como el suyo.
Le ruego perdonar mis continuas molestias, i le suplico creerme
su amigo muy sincero i S. S.,
Mario Briceño-Iragorry
Sr. Gral.
Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.
Presente.
Mi respetado Jefe:
Me es honroso dirigirme a usted. Para testimoniarle mi
agradecimiento por la nueva prueba de confianza con que me
favorece al señalarme para la Agencia de la
Navegación de La Guayra, campo en el cual procuraré
corresponder debidamente a su favor.
Me permito molestar a la vez su atención exigiendo me favorezca con la suma
de Bs. 6000 que me permitan cancelar el valor de un
carro que adeudo y me pongan en condiciones de hacer el traslado
de mi familia, que
aún está en Trujillo. Espero que su munificencia me
solucione favorablemente este apremiante circunstancia en que me
hallo, y me embargará su gratitud.
Le saludo afectuosamente
Su leal amigo y subalterno
Mario Briceño-Iragorry.
¿Podría ser Mario Briceño-Iragorry un
resentido social por su terrible pobreza? En caso
de ser afirmativa la respuesta, tendríamos que hacer un
nuevo estudio de sus cartas publicadas
en Mi Infancia y mi
pueblo. Tamaña contradicción, pero es que acaso
¿la contradicción no forma parte también de
los espíritus románticos? De igual manera, otros
compañeros generacionales mantienen una actitud
semejante; como Mariano Picón Salas que hace duras
críticas en su juventud a la
figura y a la obra vetustas de Febres Cordero, y luego, como
parte de esa magia que los envolvía, termina prologando
favorablemente la Obras Completas del viejo merideño. Cabe
preguntarse ahora, ¿acaso esa heráldica
condición de autoproclamarse ‘pobres’ formaba
parte de un desdoblamiento entre el hombre real
(el de la hora) y el hombre
romántico, el de la ensoñación (el de la
deshora) Pero ¿por qué abrirse paso entre las
callejas de la ensoñación? La respuesta nos la
brinda Albert Béguin al afirmar que:
Los románticos se apoyan en una metafísica
idealista o en una experiencia inmediata que concuerde con ella,
y llegan a afirmaciones del todo opuestas: para ellos, son
precisamente el sueño y los demás estados
"subjetivos" los que nos hacen descender en nosotros mismos y
encontrar esa parte nuestra que "es más nosotros mismos"
que nuestra misma conciencia.
(BEGUIN. 1996:29)
En ello se esforzará Briceño-Iragorry, no
en buscar en el ensueño ese mundo ideal en donde quepa
perfectamente sin molestias su espíritu desollado, sino
que en este laberíntico mundo se encuentra su mundo real,
esta dualidad explica muy bien las contradicciones en las que
puede ubicarse su actuación pública con
relación a su desarrollo
humano dentro de la palabra.
En todo caso, Mario Briceño-Iragorry, resentido o no,
pretende a través de su cuentística sensibilizar al
común sobre un mejor modo de vida, más espiritual
y, obviamente, menos material. Este proceso de
sensibilización viene de un sentimiento de rechazo hacia
la realidad, cosa que nos hace evocar el Ariel de
Rodó, cuando intenta a través de la evasión
(actitud muy
propia del romántico) combatir el dominio de
Calibán en el Nuevo Mundo. Como todo romántico,
Mario Briceño-Iragorry no se siente parte del engranaje de
la sociedad venezolana del momento, por ello accede al
ensueño para combatirla:
No. Yo no tengo muchos en mi libro de
escuela, es que
quiero que me diga ¿por qué son tan tristes los
poetas?.
Porque soñamos mucho, porque amamos demasiado, porque el
destino inclemente puso en la copa de nuestra vida una gota de
amargo dolor…
…Nosotros buscamos la suerte, y cuando hay alguien que con sus
palabras tersas y con sus risas tranquilas, nos brinda caricias y
alegra nuestro espíritu, reímos de triunfo. Siempre
buscamos esa persona de manos
suaves, de boca fresca, de ojos purísimos, que
efectúe el sortilegio de la buena ventura.
(BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:117)
Absolutamente germánica esta observación de Briceño-Iragorry, ya
que el romántico alemán va impregnando de
sensibilidad y de ensoñación para recobrar el
pasado alemán, hasta llegar a confundirse el carácter
nacional con el mismo temple romántico. Además,
Briceño-Iragorry va a crear en su producción literaria un universo paralelo
y personal en el
cual refugiarse de la hostilidad de la realidad; que a pesar de
lo dura y difícil, le permite autoflagelarse, o como lo
dice Béguin en palabras de Moritz: "sentir el gran placer
en atormentarse a sí mismo". Por eso vemos la constante
presencia del poeta abandonado por su miseria y su pobreza. Ese
universo
creado para protegerse, para que pueda dilatarse el ‘yo
adolorido’ y ‘angustiado’, es el primer
síntoma del alma romántica. Volviendo a la fuente
germánica del romanticismo en Briceño-Iragorry:
El romanticismo alemán constituye la más rica
manifestación de irracionalismo que aparece en todas las
naciones europeas desde fines del siglo XVIII. Las frustraciones
de la realidad fueron compensadas en forma de originalidad
creadora y de nostalgia tanto de los pasado como de lo
futuro.
(MARTÍN. 1964:332)
Con relación a lo anterior escribe Novalis:
"Anhelo contemplar la flor azul. No se aparta de mi mente, y no
puedo ni escribir ni pensar en otra cosa" (Novalis. 1980:68).
Busca acaso, Briceño-Iragorry, la amada feérica, la
flor azul, el ideal, o posiblemente la utopía. Para ellos
estos símbolos significaban los mismo, pero su
significación era interpretada en un primer momento en
la muerte, en
la angustia, en el dolor, ellas serán las llaves de la
puerta hacia la otra dimensión en la cual habitan.
Así Briceño-Iragorry dialoga por medio del dolor
con Ramos Sucre, cuando este último va a afirmar en la
Vida del Maldito:
Yo adolezco de una degenarción ilustre; amo el dolor, la
belleza y la crueldad, sobre todo esta última, que sirve
para destruir un mundo abandonado al mal.
Volví espontáneamente a la soledad, mucho antes del
término de mi juventud, retirándome a esta mi
ciudad nativa, lejana del progreso, asentada en una comarca
apática y neutral (…) A sus espaldas fluye un delgado
río de tinta, sustraído de la luz por la
espesura de árboles
crecidos, en pie sobre las márgenes, azotados sin descanso
por un viento furioso.
(RAMOS SUCRE. 1989:103-4)
Por ello, Mario Briceño-Iragorry, junto a sus
‘contertulios’ del 18 van a rebelarse, a insumitirse
desde la palabra, desde la literatura, a través de la
recreación ensoñadora con el
único fin de no dejarse acomodar (como luego hicieron
muchos de ellos) en el engranaje de la decadencia humana producto de
las concepciones del positivismo,
del régimen gomecista y de la explotación petrolera
que ya iba a desencadenarse irremediablemente. Pero quedaba la
esperanza de las generaciones futuras, y así como
Rodó y Ugarte lo hicieron con él, él lo
intentó en su obra. El romanticismo de Mario
Briceño-Iragorry lo lleva a ser un personaje
enigmático y terrible, sombrío como aquel
Raskolnikov del ruso atormentado; un personaje que deja de serlo
para ser conciencia de lo irremediable y de lo imposible: su
mensaje no tiene destinatario.
En este alarde adolorido de Briceño-Iragorry,
la mujer va a
estar siempre presente en sus cuentos, así como en la obra
romántica, la mujer tiene
una participación hasta determinante en el discurso del
romántico. Son clásicas las significación de
ellas en la obra de Goethe, Novalis, Lamartine, Byron, entre
otros. La mujer del
romanticismo es la complementación del ‘Yo
romántico’, el ser que brinda la salvación y
la redención al poeta. Margarita salva al Dr. Fausto del
infierno, Carlota le devuelve al joven Werther su pasión
por la vida a través del suicidio, Dante
llega al Paraíso de la mano de Beatriz. La mujer es el
espíritu clave de toda la existencia, es un alma
mágica. Entre sus compañeros de promoción se escuchan los siguientes
cantos:
Revive el fuego de mi amor,
procura
Desterrar de mi vida la tortura,
Y constela de rosas
El pálido jardín de mis ideales.
(FONSECA. 1959:31)
¡Oh, no sabes el bien que me has hecho;
por ensalmo curaste mi herida
el ponerme la mano en el pecho.
A tu voz, huye el duelo y el llanto,
Como un sueño se pasa la vida,
Y es el mismo dolor un encanto.
(LOSSADA. 1966:43)
Mujer, aquí en tu compañía
Espero ansioso i mudo el minuto infinito.
(CUENCA. 1927:57)
Vi muchas de las cosas leves,
Breves, insustanciales y tranquilas como los nomeolvides y las
nieves:
¡Todo lo vi chiquilla en tus pupilas!
(ARROYO LAMEDA. 1914:68)
En Mario Briceño-Iragorry la mujer parece
dividirse en dos instancias: la mujer real, que la representa
como un ser conforme, minúsculo, vacuo. En el cuento
Ella no dijo nada, publicado en Ariel de Trujillo en 1915,
escribe:
No es eso, Carmen, sino que como uno siempre persigue un ideal
cuyo retrato lleva fijo en el alma, cuando por algún
mentís crees hallarlo en alguna mujer que sonríe
amable, se detiene y busca. Pasa algunas horas al amparo de sus
caricias, pero al ver que esa no es la idealización que se
persigue, sigue el camino en busca de otros ojos mejores y unos
labios más dulces donde materializar todos los
sueños. Luego hay que convenir en que eso es inconstancia
sino equivocación.
(BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:109)
En el cuento El otro, ya antes citado, escribe:
En aquel momento, ella dejó de ser la joven fiel a la
promesa anterior, fiel a su corazón y fiel al recuerdo, y
fue sencillamente mujer.
Mamá, daré mi palabra a ese hombre, quiero
hasta lo último satisfacerla y, además, estoy
convencida de lo que tú me dijiste, tú tienes
experiencia y dices la verdad… Pero, mamá,
¿cómo se llama mi futuro esposo?
(BRICEÑO-IRAGORRY. 1991:120)
El concepto de la
mujer en el joven Briceño-Iragorry parece emanar de sus
desordenadas lecturas de Nietzsche de
un pequeños apartado del Zaratustra llamado De las mujeres
viejas y jóvenes, en cuyas últimas líneas
una vieja aconseja al profeta: si vas con las mujeres no olvides
el látigo. Es la misma visión que sobre ella
tienden los modernistas en su textos. Para Manuel Díaz
Rodríguez, primera figura del modernismo nacional, la
mujer también va a presentar una doble figuración.
En Ídolos Rotos aparecen María a Teresa, la dos
hembras por las cuales debate
el amor de
Alberto Soria. Observándolas a ambas desde la perspectiva
de Albert Béguin; tanto María como Teresa van a
representar la dualidad en las que se hunde el hombre
decadentista:
Conforme a un motivo muy difundido en la literatura decadentista,
el protagonista se halla entre dos mujeres: la diabólica
Teresa Farías y la angelical María Almeida. Soria,
típico héroe decadente por su talante
hiperestésico, sufre ‘vacilaciones infinitas’
entre la vigilia (la triste realidad de un presente corrompido) y
el sueño (la nostalgia de un pasado idealizado y las
esperanzas de un mejor porvenir). Dentro de estas
‘vacilaciones perennes’ hay que situar el amor
prohibido y calculador de Teresa (vigilia) y el amor puro y
espontáneo de María (sueño).
(OLIVARES. 1984:66)
La mujer es la representación del ideal de la
naturaleza
humana, la mujer es la figura que sensibiliza el otro lado del
alma romántica. En Briceño-Iragorry va ocurrir eso
justamente. No existe en su cuentística la
‘otra’ por la cual pueda debatirse en algún
momento el amor. Pero sí hay una doble presencia femenina
que encaja perfectamente en lo referido a Díaz
Rodríguez. Carmen, la joven del cuento Ella no dijo nada;
Ángela Rosa, de Las estrellas, Griselda, de Griselda;
Helvia, de El otro, Laura, de Laureles Marchitos, Eladia y
Amalia, de Agua Fuerte;
representan esa realidad triste que intenta corromper con la
debilidad y la insuficiencia espiritual al poeta, son la
encarnación del materialismo del
cual quieren escapar las almas románticas, y que
Briceño-Iragorry trata de exorcizar a través de la
palabra. Pero nos queda la otra que en Briceño-Iragorry no
aparece directamente, sin embargo está. Esa otra mujer
comprende al espíritu que envuelve a su discurso, y que
por lo menos menciona en el cuento Éxodo, publicado en
Ariel de Trujillo en 1915:
Mo vida marchaba sola por entre el montón de
hojas secas que brindaba Otoño y reía
desdeñosa al beso del aura cálida que le
mentía una caricia de mujer. Bajo la soledad de los
árboles quietos jugaba ella con infantil dulzura
–era la vez primera que la veían mis ojos-, nos
dijimos ‘adiós’ como si fuera que nuestras
almas conocidas desde antaño, se dieran una eterna
despedida… Junto a la fuente mansa caminábamos los dos.
Entre mi mano cálida llevaba la suya de albastro
–suave y fina como rica porcelana- Sus palabras de seda
eran cortas como fulguraciones divinas; y al verla allí
tan tierna, tan dulce, tan mía, mi alma fue creyendo,
lentamente, que era una flor quien le hablaba con voz de cielo y
estrella.
Llena de dulzura inefable empezó a relatarme un
cuento de hadas, que en su niñez tranquila contóle
alguna vieja madrina de cabellos argénteos… Una
cáscada de nombres mentirosos brotó de su boca
divina, y llena de una inocente gracia me enseñó
que cada uno de los pobres mortales tiene una Hada amiga que le
guía por la vida y le regala flores y ensueños
azules.
Con voz creída le pregunté curioso:
-¿Cuál es mi Hada amiga?
-¡Yo!, me dijo rayando en dulzura, y empezó a jugar
con el encaje de su traje rosa.
(BRICEÑO-IRAGORRY. 1991: 113-4)
Esta Hada, o amada feérica según los
románticos alemanes, es la posibilidad de construir una
sociedad perfecta en donde habitar sin los desmanes del ahora, de
la hora, de la vigilia. ¿No hay manera de hacerlo en la
realidad? Pero les quedó la literatura y allí
crearon el reino de la palabra en donde hicieron realidad lo que
vivían soñando: la Utopía. Esa es la mujer
del sueño en Mario Briceño-Iragorry, la
utopía, la Idea, es decir, la idealización, que le
permitirá trascender las barreras que lo limitan en el
mundo que lo rodea y que intenta evadir, sucederá los
mismo con sus congéneres del 18.
Este el Mario Briceño-Iragorry de su juventud que
fue eterna, pero que han envejecido, volviéndolo un viejo
decrépito obsesionado con una país que a lo mejor
ni pensó, con una dictadura que
no le quitó lo más importante: la capacidad de
soñar, con un mensaje que es y tiene que ser sin destino
en esta Venezuela de revoluciones, de mentiras, de pactos, de
hipócritas. Esta no es y nunca fue la Venezuela de Don
Mario. Don Mario es el hombre que nunca se descubre, pero que en
su búsqueda nos encontramos siempre con el espejo que nos
refleja y nos deja al descubierto. Falta decir poco, porque
cuando se dice mucho nunca se dice nada, y de Don Mario se ha
dicho mucho, tanto que se hace vapor de en la memoria.
Por cierto ¿He dicho que Mario Briceño-Iragorry fue
un historiador extraordinario y que escribió un libro
pedagógico llamado Mensaje sin destino? Si no lo he dicho
es buen momento para callar.
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