Indice
1. Nota
Preliminar
2. Su Mejor
Alumno.
4. Recuerdos de
Provincia.
5. Sarmiento, Hernández y
Borges.
6. Nota final.
"Voz de sarmiento.- Escribí algo bueno, entre
mucho indiferente. Facundo es un libro
extraño. Lo hice para fustigar una época, pero
el amor a mi
tierra y a mis
paisanos se trasluce en cada línea". (Petit de Murat, U. Y
Manzi, H.; Su Mejor Alumno.; Buenos Aires,
Lautaro, 1944; pp. 3).
He adscrito al revisionismo histórico y he revisado esa
adscripción porque algún dogmatismo que lo informa
impide descubrir las inspiraciones nacionales que algunos
personajes como Moreno, Sarmiento y Roca han tenido
Me propongo leer críticamente algunas páginas de
Domingo Faustino Sarmiento. ¿Por qué? Impresiones
que me llegan desde la infancia me
impulsan a ello. Recuerdos de Provincia, uno de sus libros,
formaba parte de la escueta biblioteca de mi
madre; junto a La Razón de mi Vida de Eva
Perón. También en mi infancia vi por primera
vez Su Mejor Alumno. En esa película, Homero Manzi nos
entregó un prócer tan apasionado y obstinado como
sensible a las necesidades del pueblo y de la patria.
Todos estos motivos pasan por estrictamente personales, y lo son.
Pérez Amuchástegui solía decir que el
historiador investiga aquello que tiene significatividad
presente. ¿Significatividad presente para quién?
Para un ser individual, el propio historiador, e insistía:
no hay juicio de la Historia, hay juicio de los
historiadores.
Esa significatividad no es ni inocente ni aséptica, es el
resultado de las coordenadas de tiempo, espacio y
mentalidad desde las que cada historiador dialoga con el pasado.
Yo escribo desde aquí, desde el nacionalismo popular de
fines de milenio en la Argentina.
En 1988 se cumplieron 100 años de la muerte de
Sarmiento. Por esa fecha, cuando parecía inevitable que el
justicialismo ganaría las elecciones presidenciales del
año siguiente, participé de una mesa redonda
en el colegio Albert Schweitzer. Fui el único peronista
que defendió a Sarmiento. Lo hice sosteniendo en la mano
el guión de la película Su Mejor Alumno, dije,
blandiéndolo el libro como espada: no defiendo a cualquier
Sarmiento, sólo defiendo al Sarmiento del compañero
Homero Manzi.
No sin cierto homenaje al poeta radical que vio en el peronismo la
continuidad de sus ideales y antes de adentrarme en los textos de
Sarmiento para construir el mío, voy a recuperar ese
Sarmiento de Homero, ese que tuvo tanta trascendencia en mi
infancia, cuando mi madre escondía en un ropero La
Razón de mi Vida entre pulóveres y no se
podía pronunciar la palabra Perón.
Buenos Aires, 6 de enero de 1999.
Seguramente cometo una injusticia valorando en menos la
participación de Ulises Petit de Murat en la redacción del guión de Su Mejor
Alumno. Desconozco el grado de participación que cada uno
de ellos ha tenido, pero Homero firmó el texto lo que
significa su acuerdo con el contenido del mismo. Puedo, a partir
de allí, formular un anclaje que me interesa: Homero Manzi
es un nombre cuya situación mental puedo reconocer.
También puedo reconocerme en los textos suyos que he
leído, concuerdo tanto en sus ideas como en el universo
sentimental que expresan. El guión de la película
no escapa a esta constancia. No debe tomarse, entonces, mi
actitud como
una falta de respeto hacia su
compañero de pluma. En todo caso, la justicia se
alcanzará si el lector produce una pequeña
operación mental cuando lea este parágrafo,
sustituyendo ‘Homero Manzi’ por ‘Ulises Petit
de Murat y Homero Manzi’.
En el despacho del ministro Portela y ante la presencia del
periodista Soto, con quien peleará a bastonazos en la
calle y mantendrá una disputa periodística,
Sarmiento, con tanta impaciencia como desatino político,
reclama la creación de un departamento gubernamental para
atender el desarrollo de
la instrucción pública. El ministro lo manda a la
Legislatura, aduciendo que ya no se gobierna por decreto como en
la época de Rosas. La
respuesta es contundente "No debe recibirse como moneda de buena
ley todas las
acusaciones que hemos hecho a Rosas en aquellas épocas de
lucha. ¡Al pasado no hay que criticarlo, hay que
superarlo!".
El relato adelanta. Sarmiento ya es senador en la Provincia de
Buenos Aires. Un debate intenso
y los jóvenes, entre los que está su hijo
Dominguito, se expresan con entusiasmo desbordado. Un senador
acusa a Sarmiento de desconocer la realidad de la campaña;
admite que defienda sus bibliotecas y
escuelitas, pero no acepta que para ello tenga que insultar a los
que "nos hemos enriquecido con nuestro trabajo". Sarmiento
contesta con la excitación a la que ya estamos
acostumbrados: "La riqueza de ustedes no se debe al trabajo sino
a la vehemencia de los toros y a la fecundidad de las vacas" …
El senador se ofende porque está injuriando a las fuerzas
vivas. La respuesta es aleccionadora: "¿Fuerzas vivas?…
¡Eso no se lo permito yo! ¡La única fuerza viva es
el pueblo!… En usted reconozco solamente la voz de una
aristocracia con olor a bosta!". Luego vienen chicanas mutuas,
pero es el propio Sarmiento el que intenta reencausar el debate
por el camino de la discusión de las ideas: "Esta tormenta
la ha provocado mi afán de educar al pueblo de la
campaña… A los hijos de los gauchos. Yo… Yo que nunca
les hice derramar su sangre generosa
para servir a mis ambiciones; yo que nunca los adulé para
explotar su ignorancia, soy aquí el defensor de su
porvenir. Y los otros, los que se llenan la boca con la palabra
gaucho, me apostrofan, se ríen de mí, me llaman
loco y le niegan al gaucho no sólo la educación sino
hasta la tierra y el
producto justo
de su trabajo."
La "década infame", desde el punto de vista del desarrollo
del pensamiento
argentino, fue una de las décadas menos infames del Siglo
XX. El debate político, de ricas conceptualizaciones,
deslizó el saber de los dirigentes por diversos campos,
donde la filosofía y la historia tuvieron particular
protagonismo.
En ese período se conformaron imágenes
divergentes de Sarmiento en lo se puede denominar el
ámbito del pensamiento nacionalista. Durante 1938,
año del cincuentenario de la muerte de
Sarmiento, se consolidó institucionalmente el revisionismo
histórico con la fundación del Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de
Rosas. El guión de Su Mejor Alumno declara un copyright de
1941, el ejemplar que tengo es de 1944, año en que se
rodó la película. En contraste con la imagen del
nacionalismo popular, en el que Homero Manzi fue protagonista
como militante de FORJA, la imagen del revisionismo contradice en
más de un sentido los fragmentos descriptos aquí.
Le cuestionaba a Sarmiento su enfrentamiento con Rosas y la
desvalorización del gaucho y le atribuían una
concepción enajenada de la nacionalidad.
Cuando el Sarmiento de Manzi relativiza los embates contra Rosas,
habla de una aristocracia con olor a bosta y dice que la educación
asegurará el porvenir de los gauchos y que los que se
oponen a su propuesta son los mismos que dicen defender al
gaucho; ¿Quiénes son los que debaten?
¿Sarmiento y dos senadores que ni siquiera son nombrados?
¿O las ideas nacionales y populares de este joven radical
yrigoyenista, que no había tenido tiempo de hacerse
peronista aún, y las ideas tradicionalistas de los
nacionalistas de derecha?
El texto sigue poblado de ideas similares: "…con esos gauchos
San Martín formó un ejército." Y algo mucho
más radical: "Cuando se agitan las pasiones políticas
es difícil saber de qué lado está la
barbarie. Casi siempre llamamos barbarie a lo que no nos
conviene". En una escena, Sarmiento está preso por la
pelea callejera con Soto. El comisario lo inquiere con exigencia,
Sarmiento responde con altanería. Le pregunta la edad y la
respuesta es "Tengo un año menos que la patria". Llega
Mitre a rescatar a su correligionario y, cuando abandonan la
comisaría, Sarmiento dice al oficial de policía,
quien se había puesto adulón con la presencia del
gobernador, "¡Ah!… Para la próxima vez espero que
sepa más historia. ¡La patria nació el 25 de
mayo de 1810!"
Voy a transcribir algunas frases de una biografía de
Sarmiento publicada en 1946, otra verdad histórica. Tal
vez no sea la versión más ortodoxa del
revisionismo, pero es de un contraste evidente con el
guión de la película.
"Para su posteridad Sarmiento fue liberal, en política y en
religión.
Y hasta abundan quienes lo consideran el padre del
liberalismo
argentino.
"Un liberal en política, un demócrata, no es
partidario del autoritarismo, ni en la teoría
ni en la práctica. No es tampoco un espíritu
dogmático, y él lo era en grado superlativo. (…).
Desde los treinta hasta los cuarenta años sirvió en
Chile a
gobierno
autoritarios y aún despóticos. En el Estado de
Buenos Aires aprobó todas las atrocidades cometidas por
los sucesores de Rosas, desde la matanza de Villamayor hasta la
confinación de tal o cual enemigo. En San Juan,
según él mismo lo contó, imponía
personalmente contribuciones en dinero, con
amenazas de cárcel. (…) Era contrario al sufragio
universal: deseaba prohibir el voto a los menores de edad, a los
analfabetos y a los negros. Durante su presidencia fueron
fusiladas unas treinta personas. Puso precio a la
cabeza de López Jordán y de otros. Clausuró
diarios, entre ellos La Nación
y La Prensa.
Elogió en Argirópolis a todos los imperialismos,
inclusive el prusiano. (…)"
El autor es un nacionalista de derecha, es el reconocido escritor
Manuel Gálvez y su libro fue publicado con el
título Vida de Sarmiento (el hombre de
autoridad).
Debe considerarse que la biografía es contemporánea
de la película y que en la segunda mitad de los
años ’40 Gálvez y Manzi adhirieron al
peronismo.
¿Qué es el Facundo? ¿Un ensayo que
intenta dar cuenta de la realidad social argentina de mediados
del siglo XIX o los fundamentos de un programa
político? No diré nada nuevo si sostengo que es las
dos cosas. Y algo más. Es el testimonio de un argentino al
que le duele la Patria en los huesos.
¿Qué contiene el Facundo? Abundante material para
el estudio de la historia social de la primera mitad del siglo
XIX, tanto por los aportes decisivos para las ciencias
sociales como por la cristalina exposición
de la situación mental en que son concebidas.
Podemos clasificar los subtextos útiles para el análisis, en dos grandes continentes: el
sociológico y el político.
En el primero desfilan los "tipos humanos", las situaciones
mentales que se han generado en la Argentina de la época
objeto de su análisis, a partir de las determinaciones
geográficas, raciales y políticas. Se describe el
paisaje, la composición racial – cultural, la vida en las
ciudades (Córdoba y Buenos Aires), la vida de provincia y
en las extensas campañas y varios retratos
biográficos de interés
político y social (Bolívar, Artigas, Rivera y, por
supuesto, Facundo y Rosas).
Su ensayo
sociológico no es precisamente una formulación
científica ortodoxa. La aparente erudición y
racionalidad que lo sostienen se ven contaminadas por una
expresión sensible y dolorosa de la realidad social. No se
trata de un dolor lastimero basado en la derrota política
evidente, y aceptada con resignación, o en la
imposibilidad de la victoria que se sigue esperando; es casi el
resultado agotador de una celebración. Sarmiento celebra
el triunfo final que obtendrá la civilización sobre
la desaparición de la barbarie, aunque la realidad
parecía desmentirlo a diario. Sin embargo, como una
verdadera derrota, o como una verdadera victoria, la barbarie se
le mete en la sangre como una presencia ineludible. Lo acosa como
el desierto a la Argentina… no puede apartar de su vista la
Patria y sus conflictos y
de la sombra terrible de Facundo. Esperar de Sarmiento una
visión distante, reflexiva y desapasionada de la realidad
que aborda es imposible. Todo es turbulencia, ambivalencia,
triunfo y derrota… Todo es pasión, donde la presencia
ineludible del anatema lo seduce tanto como el deseo de su
destrucción.
La ambivalencia es el signo dominante del Facundo.
Pinta, por ejemplo, cuadros magníficos de los tipos
humanos de la barbarie: el ‘rastreador’, el
‘baquiano’, el ‘gaucho malo’ y el
‘cantor’. En los dos primeros ni siquiera intenta
reprimir su admiración, ponderando positivamente sus
habilidades profesiones que describe en una dimensión casi
fantástica. Sin embargo, cambia de tono con el
‘gaucho malo’ a quien caracteriza como la esencia de
la barbarie que es capaz de matar por el sólo hecho de
mostrar su coraje forjado en un ambiente
hostil. En la descripción del ‘cantor’ se
expresa toda la ambivalencia del texto: es casi siempre un
‘gaucho malo’, pero es también un virtuoso
que, aunque pobre en técnica musical, es rescatable por la
valoración del arte
poético.
Cuestiona la incapacidad del ‘gaucho malo’ de
sujetarse a toda legalidad, pero comparte ciertos resultados de
su culto al coraje: la enorme valía de la autoconciencia
de potencia y
confianza en un destino de grandeza que comparten entre sí
todos los argentinos, sean bárbaros o civilizados,
después de haber llevado a cabo con éxito,
y sin más recursos que ese
coraje, la magnífica obra de la independencia.
Es por esa ambivalencia que este argentino a un tiempo reivindica
el rol fundador de la Patria de la Revolución
de Mayo y la cuestiona porque desató las fuerzas de la
barbarie, las que paradójicamente constituyen el basamento
de su triunfo.
El ‘gaucho malo’ canta como lo hará
Martín Fierro. Sarmiento no se detiene a mirar si la ley
es justa o no, ni si el sistema de
relaciones encierra algún tipo de injusticia social como
lo hará el gaucho de Hernández, cuando el partido
de la civilización haya derrotado la barbarie. Se limita a
describir la impronta que el paisaje y la manera hispánica
de afrontar su desolación han dejado en el hombre que lo
habita. Por otro lado, no hay conflictos sociales en la idea que
aspira a imponer porque se trata de puro ideal. En tal caso, si
hay conflictos en la barbarie, es debido a su presencia concreta,
odiosa y seductora.
La barbarie rechaza a la civilización a través de
la voz del ‘cantor’, en cuerda de irreverente mofa.
Pero, la poesía
es un valor sublime
para los paisanos. Sarmiento refiere que, en cierta oportunidad,
Esteban Etcheverría había realizado un viaje de
placer a una estancia de la Provincia de Buenos Aires. Los
paisanos miran con sorna sus trazas de europeo civilizado.
Están a punto de iniciar sus mofas, cuando alguien dice
"es poeta". A partir de allí el paisanaje comienza a
tratarlo con inesperada reverencia y respeto.
Muchos sarmientistas, con hipérbole de seguidores
fanáticos, sostuvieron la pretensión de mostrar a
la barbarie como esencialmente violenta frente a un pacifismo
civilizado. Esta visión tiene, sin embargo, muchos
contrastes con los hechos de nuestra historia, desde los
fusilamientos de Dorrego y Boedo hasta los bombardeos a Plaza de
Mayo el 16 de junio de 1955 y la desaparición forzada de
personas durante la última dictadura
militar. Sarmiento mismo, si seguimos a Gálvez, forma
en las filas de la violencia
civilizadora. Su honestidad apenas
si pudo rescatar un rasgo fundamental en el gaucho: mira al
civilizado sin odio ni desprecio, sólo despliega una
festiva socarronería, no carente de admiración.
El Facundo es también la presentación de un
programa político que utiliza la descripción
"sociológica" que lo antecede para justificar la violencia
de la implementación política de la
civilización. Muchas veces la supresión de la
barbarie asumió la destrucción literal del
paisanaje. El hecho paradigmático y por cierto más
doloroso, tal vez sea el degüello de 300 soldados federales,
sorprendidos por la vanguardia
mitrista comandada por Venancio Flores mientras dormían en
Cañada de Gómez después de la batalla de
Pavón.
Más que un programa político, vemos en Facundo, la
fundación de un sistema que será, junto con el
Dogma Socialista de Esteban Etcheverría y algunas
producciones de Alberdi, piedra basal de una verdadera mitología política que
pervivirá hasta nuestros días. Interpretaciones
actuales sobre fenómenos actuales reconocen una indudable
filiación de la relación dialéctica entre
civilización y barbarie, como por ejemplo la idea de que
el crecimiento cuantitativo del delito debe
vincularse con la marginalidad
social, como si el delito no creciera en países donde la
marginalidad no es un problema, como si la marginalidad social
condujera a los individuos en tal situación a una
elección por la barbarie.
Cuando Sarmiento intenta transferir su análisis
"científico" de la sociedad a la
esfera de la política, la ambivalencia hace imposible la
sistematización, transformando la ciencia
social en adjetivación arbitraria, administrada
según el partido al que adhieren los personajes. Artigas
será, entonces, un ‘gaucho malo’ y Fructuoso
Rivera un general ‘baquiano’.
¿Cuáles son las categorías básicas
que Sarmiento funda? ¿Cuál es su valor y
consistencia para comprender realmente nuestro pasado y
presente?
Las categorías ‘civilización’ y
‘barbarie’ son quizás más aptas para
comprender la evolución de las ideas políticas de
nuestro país que los conceptos de ‘derecha’ e
‘izquierda’. No tanto por su ajuste a una
explicación científica de la realidad social, como
por su funcionalidad histórica en la política, la
literatura y las
ciencias
sociales criollas. Durante los más de ciento cincuenta
años de creadas han sido utilizadas constantemente tanto
para producir historiografía como para pensar y actuar la
política. La alusión al aluvión
zoológico con que un diputado radical pretendió
calificar al voto peronista histórico, es un claro ejemplo
de ello.
Vaya un ejemplo de su funcionalidad en el tiempo. Mucho se ha
dicho acerca del peronismo. Se le ha adjudicado diversos
rótulos: fascismo criollo,
populismo,
social democracia sin
democracia, fascismo de izquierdas, totalitarismo, dictadura del
proletariado, etc. Pero el peronismo se ha mostrado impenetrable
e irreductible frente a las categorías exitosas para
explicar la realidad social europea. En 1968, Carlos Fayt
realizó un seminario sobre
el peronismo en la Facultad de Derecho y ciencias Sociales de la
Universidad de
Buenos Aires. Producto de este seminario, se editó el
libro La Naturaleza del
Peronismo. En una de las presentaciones contenidas en la obra, el
siempre preclaro periodista y analista político Mariano
Grondona sostuvo que el peronismo era la formación
histórico social de justicialismo en la Argentina de
mediados del siglo XX. El astuto desplazamiento del dogma
marxista que Grondona utilizó sirve para invalidar los
vanos intentos de reducir al peronismo a las categorías de
análisis europeas. Hay más claridad en Sanmartino y
su concepto de
"aluvión zoológico" de neto cuño sarmientino
que en Gino Germani que se vio obligado a admitir que el
peronismo era un fascismo de izquierda porque las clases
trabajadoras representaban la base masiva de su apoyatura
social.
¿Qué es, en sentido estricto, la
‘barbarie’? Para Sarmiento es la formación
histórico cultural de la Argentina rural heredada de la
conquista española y forjada en la hostilidad del paisaje
americano. En un sentido lato, será mucho más.
¿Será la representación de todo lo no
deseado? No, en realidad, la representación de lo deseado
que no puede ser aceptado.
Partiendo de aquí, Sarmiento define dos grandes partidos:
el de la ‘barbarie’, hispanista y retrógrado,
y el de la ‘civilización’, europeísta y
progresista. La civilización se producirá con la
apertura de las mentes a las nuevas formas sociales y culturales
de Europa.
De la lectura de
Facundo se plantea una pregunta ¿qué debe hacerse
con la ‘barbarie’?. La incapacidad del partido de la
civilización para responderla satisfactoriamente explica,
en gran medida el violento y conflictivo desarrollo de la
historia política argentina.
Como en tantos otros pensadores y políticos argentinos
podemos figurar la actitud del observador como aquel que
está en un pasillo lleno de puertas cerradas que poseen un
cartel indicador de su contenido. Leen en todas las puertas, pero
sólo abren
algunas.
¿Qué hacer con la ’barbarie’?
Suprimirla físicamente ya sea mediante el reemplazo de una
población por inmigrantes europeos
civilizados; ya por medio de una educación europeizante.
Sarmiento encaró ambas alternativas.
En oportunidad de realizar un retrato de Simón
Bolívar lo describe como un caudillo popular. Agrega
"Colombia tiene
llanos, vida pastoril, vida bárbara, americana pura, y de
ahí partió Bolívar; de aquel barro hizo su
glorioso edificio". La posibilidad de construir la
‘civilización’ en el barro de la
‘barbarie’ es la puerta que Sarmiento ve, pero no
abre.
En Recuerdos de Provincia, escrito 5 años
después que Facundo, la ambivalencia de Sarmiento es
aún más evidente, la seducción de la
barbarie es más palpable.
Bastará señalar sólo dos aspectos para que
se perciba claramente. Retoma la descripción del
‘rastreador’ que ya había desplegado en
Facundo. La valoración del arte del personaje no se limita
a la caracterización de una tipología. En Facundo
había reconocido aspectos rescatables en los gauchos, pero
descartaba totalmente la consideración en los indios. Algo
de la imperfecta civilización hispánica
había en el gaucho. El indio era un salvaje sin matices.
En Recuerdos…, reconoce explícitamente la raigambre
huarpe de las artes del ‘rastreador’ y no se detiene
allí, celebra la pervivencia de otras costumbres de ese
pueblo en su provincia.
Toma las notas que le permiten edificar la descripción del
‘rastreador’ de una persona
identificable, el huarpe Calíbar. Ya había nombrado
a Calíbar en Facundo como ejemplo del tipo humano que
pretendía describir con una validez más general. En
Recuerdos… le dedica más tiempo y lo trata con una
especial inclinación afectiva. Su pluma apasionada lo
lleva a la estatura de arquetipo. Lo ha conocido, ha tratado a
sus hijos y recuerda como, en una oportunidad crítica, se
jugó por el Partido Unitario.
Los "árabes" merecen un trato similar. En Facundo
había establecido un paralelo entre los bereberes y los
gauchos, entre Abdel Kader y Juan Manuel de Rosas. Ambos pueblos
y caudillos eran bárbaros. En Recuerdos… reconoce y
pondera su condición de descendiente de árabes;
describe que lo descubrió en su apellido Albarracín
que lo hace "deudo del profeta" y en sus rasgos
físicos.
El carácter
del libro explica quizás estos desplazamientos del
discurso hacia
el costado de los sentimientos. Facundo tiene pretensiones de
científica racionalidad. Pretende allí fundar las
categorías para explicar lo que él autor llama la
"guerra social"
en nuestro país. De manera casi misteriosa logra fundar
esas categorías que atravesaron todo nuestro pasado hasta
la actualidad, pero no desde la ciencia social
sino desde el ensayo. No
seré yo el descubridor de las imposibilidades de las
ciencias sociales en la Argentina y, al mismo tiempo, de la
potencia creadora del ensayo. Recuerdos… es un texto más
relajado, es una autobiografía, y Sarmiento se permite
concientemente expresar sus emociones.
Recuerdos… parece cubrir el programa delineado por el autor.
Facundo, falla en su pretensión de asepsia y fría
racionalidad científica desde la primera línea
"¡Sombra terrible de facundo, voy a evocarte…!"
Sarmiento no ha podido escribir de otra manera y, si Rodolfo Kush
estaba en lo cierto, nosotros tampoco. Desde este punto de vista,
los guiones de Mordisquito, los libros de Borges, los
tangos de Homero Manzi explicarán mejor lo que somos y
estarán más cerca de Sarmiento que las más
eruditas monografías que produzca el ámbito
académico.
5. Sarmiento,
Hernández y Borges.
Hay una "realidad" intertextual, o por lo menos un
ámbito intertextual… La
comunicación, donde cada individuo escucha,
decodifica, piensa, codifica y habla, puede generarlo. Aparecen
así nuevos textos que no son hijos de la nada, sino del
diálogo.
Desde luego que, para que un mensaje llegue a un interlocutor,
hay requisitos que cumplir: código
en común, canal adecuado (sin ruidos) y voluntad de
comunicarse.
Los debates, a veces ruidosos, son también formas, a veces
incompletas, de comunicación. Ignoro si Sarmiento
recogió el guante arrojado por Hernández. Lo que
queda claro es la comunicación en sentido contrario,
Martín Fierro es una evidente respuesta a Facundo.
Sarmiento sostenía que el ‘gaucho malo’ era
incapaz de sujetarse a la legalidad… Hernández
responderá que el gaucho, sin adjetivo, se rebela ente una
legalidad injusta. Martín Fierro hacía alarde del
coraje que Sarmiento sostenía compartir, pero no era malo
por naturaleza, ni por condicionamiento del paisaje, ni por la
herencia
hispánica. El despojo, primero de su libertad,
luego de sus bienes
materiales,
finalmente de la dignidad de su familia, lo hizo
matrero. Agravaba la situación que los que
ejercieron la expropiación y consumaron el despojo eran
tan criollos como el gaucho perseguido.
A partir de allí, se despliega una historia de diversas
intervenciones que intentaron conciliar o enfrentar estos
pensamientos. En los debates desatados por el peso del tiempo,
entre estos textos, apareció un tercero en discordia.
Jorge Luis
Borges, en su "Historia del Tango" (incluido
en el libro Evaristo Carriego en 1953), sostiene que este
conflicto
entre el gaucho y la legalidad se explica con la idea de que para
el paisano sólo existen las relaciones personales, el
estado es para
él una grosera abstracción. La actitud de Cruz es
paradigmática. El sargento de policía, a la
sazón la representación "objetiva" de la legalidad,
dijo que no iba a consentir que se matara así a un
valiente y se puso a pelear junto al desertor Martín
Fierro.
Temas como la ley, la libertad y la justicia son importantes en
el ámbito intertextual de estos pensadores. El de las
categorías inventadas por Sarmiento,
‘civilización’ y ‘barbarie’,
también.
Para el escritor sanjuanino, era necesario arrasar a la barbarie,
llenar el desierto de ciudades y suprimir al gaucho. La
pulpería, centro social por excelencia de la barbarie,
debía ser reemplazada por la calidez hogareña de la
casa del campesino.
José Hernández, en la carta a los
editores de la 8° edición, datada en 1874 da una
respuesta a estas ideas civilizadoras de manera tan clara como
sorprendente para los críticos del programa de Sarmiento.
No encontramos un cuestionamiento a la civilización, sino
una valoración positiva. Hernández rescata la
‘globalización civilizada’ ("ahora que
el mundo es un basto taller de producción y consumo") y
propone una manera argentina de integrarse a ella. Critica el
dogmatismo cientificista que supone que sólo hay
civilización en la vida urbana e industrial y sostiene que
los estancieros pueden ser burgueses cultos. No es poco, pero no
se queda allí. Cree que es necesario cultivar el
espíritu de los gauchos, es necesario llenar la
campaña de escuelas y de iglesias. En síntesis,
Hernández no propone el rechazo de la civilización
y la vindicación de la barbarie, sino el acceso de todos a
los beneficios de la civilización.
Esta conciliación entre civilización y barbarie es
una razonable posibilidad para muchos. Sin embargo, desde
algún pensamiento nacionalista se cuestionará a
Sarmiento. Se intenta imponer la idea de que la versión
hispánica del Occidente Cristiano es la auténtica
"Civilización"; rechazando así, aunque sin
atreverse a decirlo de manera explícita, la
inspiración conciliadora de Hernández.
Muy pocas voces se levantan en decidida defensa de la barbarie.
Una es muy significativa, la Jorge Luis Borges como ya
podrá esperarse. Incluyó su cuento "El
Fin" en la edición de 1955 de Ficciones. En este corto
relato, Martín Fierro encuentra la muerte, viejo y enfermo
en un duelo a cuchillo con el Moreno que había vencido en
la payada, en una pulpería solitaria en el tiempo y el
espacio. Mientras caminan hacia el sitio del encuentro fatal
ambos reconocen que allí está su destino y que los
consejos que Fierro diera a sus hijos, son válidos para la
nueva generación pero no para él. Este
Martín Fierro se lleva consigo a la muerte años de
encantamiento que la barbarie produce y el culto al coraje en
estado puro.
La escena parece tener un sentido paralelo a la de la muerte y
entierro del Rey Arturo porque es contemplada con la
añoranza de los tiempos que esos hombres se llevaron
consigo con el último suspiro y con el deseo de retorno a
la barbarie primigenia basada en lealtades personales y actos
heroicos.
¿Borges decide esperar ese retorno? ¿Acaso muchos
londinenses no soportaron estoicamente, durante la segunda Guerra
Mundial, esperando que la gloriosa Excalibur regresara de la
mano de su Rey para defenderlos de las bombas
voladoras?
Bastan estos textos para darnos cuenta de que Borges, a quien en
el calor de la
lucha política suponíamos un anglófilo
e nota, no es más que un "salvaje unitario", con todo lo
de caliente disputa política y argentinidad que posee el
mote.
Entre la civilización y la barbarie, en el ámbito
intertextual en el que me estoy demorado, me acercó
más a Homero Manzi que nos propone un Sarmiento
hernandiano, cargado de amor a la
tierra y a los hermanos que la habitan, ofreciendo los beneficios
de la civilización para todos.
Este ensayo recorrió un largo camino hasta llegar
aquí, el momento en que he podido terminarlo. No se trata
de una recorrida erudita sobre un determinado tema, sino la
construcción de una imagen personal sobre un
personaje muy atractivo de nuestra historia.
Seguramente el texto es incompleto y lo será más en
el futuro, cuando nuevas lecturas del presente y del pasado me
ofrezcan nuevas aristas de interpretación. Hasta
aquí llegué hoy y, como decía un
refrán que se ha perdido en el tiempo, "baste al
día su afán".
Buenos Aires, 10 de septiembre de 2001, 23:50 hs.
Autor:
Aiscurri, Mario Alberto;
La patria… un dolor que se lleva en el costado.; inédito
(Hecho el depósito en la Dirección Nacional del Derecho del Autor
bajo el número 176432, el 12 de febrero de
2002.)