Lo que nuestros pequeños leen hoy día
puede influir el resto de sus vidas. Al menos eso pueden creer
ellos que sucedió cuando escruten en un par de
décadas cualquier recuerdo de una lectura
"futurista". Creo que eso ocurrió en mi caso, pues al
intentar evaluar la interrelación entre Ciencia,
Tecnología y Sociedad en el siglo XXI no pude evitar
asociar la tarea con la primera lectura voluntaria que recuerdo
haber hecho de temas de "fronteras". La publicación, hoy
día, no habría merecido mi esfuerzo
económico, hoy sería lo que llamamos una
publicación sensacionalista, sin referencia investigativa
alguna, pero yo no sabía ni necesitaba saber eso,
entonces, estaba recién alfabetizada y fue
fantástico leer el titular de la nota, en todo caso no era
tema de portada pues la portada tenía una sinuosa chica en
bikini, pero estaba en titular a doble página y
decía: "En 1985 los autos
volarán". Yo no recuerdo, si es que hubo, ninguna información respecto al mecanismo que
permitiría tal hazaña, solo sé que le
pregunté a mi maestra si eso iba a ser verdad y ella me
dijo: yo no sé, hija, los científicos inventan
muchas cosas, a lo mejor.
Los científicos inventan muchas cosas.
¿Quiénes eran estos "científicos" que
podían hacer que algo sin alas volara?. Un avión
vuela, porque tiene alas, una cometa vuela porque tiene cola y
porque está balsita lo mismo que los papeles en la Avenida
Balboa, porque están balsitos, pero un carro
¿Cómo podría volar un carro sin estar
balsito, sin tener alas ni cola?.
El tema no me atormentó demasiado, pero me hizo admirar a
esos seres mágicos que inventan cosas, sin embargo,
recordaba la nota cuando un embotellamiento vehicular me
incomodaba, aún lo hago hoy, quince años
después de la supuesta fecha clave, solo que ahora
sonrió porque sé que aunque los científicos
podamos inventar muchas cosas no todas llegarán a verse, a
ser del dominio popular,
por razones de índole técnica, económica,
logística o política, es decir,
porque no solamente depende del saber hacer sino también
del querer, poder y deber
hacer.
Mi primer contacto con el término tecnología
tardó muchísimo más, no recuerdo haberlo
oído hasta
que Bill Gates
contribuyó a la masificación del uso de los
computadores personales, PC, por sus siglas en inglés,
y estaban bien adentrados los años ochentas, pues antes de
eso, cuando se hablaba de proezas como la puesta en órbita
de los trasbordadores espaciales los comentarios concluían
que todo es gracias a los avances en las ciencias.
Por cierto, mi concepción previa de los seis años,
sobre requisitos para volar no había variado aunque estaba
en vísperas de entrar a la universidad, el
Columbia tenía alas, y el Apolo una cola de fuego y, pese
a lo que diga en el resto de este artículo, dejo asentado
que para mí hablar de Ciencia y
Tecnología es caer en una cacofonía
recalcitrante, ese es mi preconcepto no importa que formalmente
le sepa definir a una como fuente de conocimiento y
a la otra como aplicación de ese conocimiento. Para
mí, la tecnología es simplemente como una actriz
hija de otra que en alguna época descolla más que
su madre no por sus dotes en escena sino por lo atrayente de su
belleza fresca, pero que llama la atención precisamente por llevar la
sangre que
lleva, en este caso, la sangre de la madre ciencia, se siente
realizada y revitalizada por los éxitos de su ramita
verde, la tecnología pero no deja de ser ella misma ni
abandona la carrera de actriz artífice de los cambios en
la humanidad, sin celos madre e hija se refuerzan mutuamente y en
grandes producciones hasta trabajan juntas.
Creo que taxar un trabajo como científico o
tecnológico no solo es delicado sino imprudente, por lo
menos en el siglo en que vivimos, antaño pudo ser
diferente porque el hombre
inventó herramientas
aún antes de saber explicar porqué le hacían
cómodo el trabajo, lo
hizo por razones prácticas, pero ahora cuando no
está creando nuevas herramientas al menos las modifica
considerando todos lo que ha aprendido de los fenómenos
relativos a ellas.
La lectura de
las entrevistas a
Pierre Aigrain, un físico catedrático de la Sorbona
no pierden vigencia aunque han transcurrido más de treinta
años. El Doctor Aigrain menciona tres factores importantes
que identifican el actuar científico de la sociedad
contemporánea. Citaré textualmente:
- "La aplicación rápida de los
descubrimientos. Conciencia,
por tanto, del hecho que esos descubrimientos tienen una
importancia en el plano práctico, que son suceptibles de
aplicación, pero que son susceptibles indirectamente de
modificar para bien o para mal, la estructura
misma de la sociedad en que vivimos. Cierta inquietud en cuanto
a las consecuencias de las aplicaciones que pueden
producirse…" - "La segunda: El científico es normalmente al
mismo tiempo que un
investigador, un formador de hombres, tenga o no tenga la
categoría de profesor…Ahora bien, esos hombres
encuentran empleos que no existen siempre en el sector
estrictamente científico, pero que pueden ofrecerse
perfectamente en el campo de la investigación aplicada, del desarrollo y
de la producción. El investigador debe tener,
pues, y tiene en la práctica, la preocupación de
cierto acoplamiento entre el tipo de discipulos que forma y el
medio exterior… - "Finalmente, el tercer punto se refiere a un contacto
entre los científicos y los poderes públicos.
Contacto que empezó con motivo de la distribución de los poderes
públicos, de los fondos necesarios para la
investigación, pero que, por supuesto, no se detiene
ahí, puesto que le ha hecho cobrar conciencia a los
científicos de la existencia y la importancia de un
medio que les era ajeno. Así, se vieron inducidos a
interesarse en ese medio"
Tomado de "El Hombre de
Ciencia en la Sociedad Contemporánea, entrevistas de
Georges Charbonnier con Pierre Aigrain. Siglo XXI Editores.
1970.
La sencillez con que el Doctor Aigrain plantea la
situación de la ciencia
contemporánea nos facilita la visión que buscamos,
el hombre de ciencia comprende que su trabajo puede e incluso
debe tener consecuencias, algunas de las cuales el mismo
pronosticará y llegará a ver, otras quedarán
como responsabilidad de sus discípulos o de
terceros y, el éxito o
no de ellas dependerá de quién financie la empresa del
patrón estatal o particular, es más me parece que
lo que caracteriza este siglo es la presión
sobre el cuerpo de investigadores por hallar pronto las
consecuencias de los hallazgos, es esa la verdadera carrera, por
lo cual científico hace bien en terminar con el
estereotipo de hombre absorto en su investigación
desconectado de las banalidades de todos los días, pues no
puede serlo, es un ser con fuertes y debilidades y debe conocer y
apoyar a sus congéneres y hacerles conocer la importancia
de sus estudios no solo para él sino para el progreso de
su nación
cuando no el universal.
Deducimos que en todas las épocas los investigadores o
"científicos" han ejercido su influencia en otras ramas
del actuar humano, pero en nuestra época esas
intromisiones se realizan deliberadamente, el hombre de ciencia
ahora es buscado para que dé su opinión sobre la
bondad o negatividad de los avances que se logran.
En este punto surge un nuevo dilema, ¿Debemos publicar o
desarrollar todo lo que descubrimos aún a costa de que sea
mal usado por los que ostentan el poder?.¿Por qué
existe el peligro de un uso pernicioso?.
Sir Joseph Rotblat, Premio Nobel de la Paz de 1995 publicó
en 1999 un artículo en el sitio electrónico de la
Fundación Nobel. Este artículo puede leerse en
lengua inglesa
en http://www.nobel.se/peace/articles/rotblat/index.html, en una
traducción libre de parte de ese artículo "Science
and Humanity in the Twenty One Century" citaré la
respuesta de Rotblat al porqué del peligro:
"En mi opinión, el problema se origina de la desigualdad
en las tasas de avance para las diversas áreas de la
actividad humana, en particular entre el progreso de las ciencias
naturales- incluídas las disciplinas físicas y
biológicas- y las varias ciencias
sociales- economía, sociología, política (con la
sicología, quizás, como interfase entre los dos
grandes grupos).
Indudablemente, hay un progreso mucho más rápido en
las ciencias naturales que en las sociales"… "¿Por
qué las ciencias naturales, especialmente las ciencias
físicas avanzan mucho más rápido que las
ciencias sociales?. No es porque los físicos sean
más sabios o clarividentes que los economistas, digamos.
La explicación es simplemente que la física es más
fácilmente dominable que la economía. Aunque el
mundo material es un sistema de alta
complejidad se describe mediante unas cuantas leyes generales.
Las leyes de la Física son inmutables, se aplican a todas
partes del planeta como en cualquier confín del universo, y no
son afectadas por las reacciones humanas y las emociones como
sí lo son, las ciencias sociales".
Rotblat responsabiliza a la mentalidad de " Científicos de
Torre de Marfil" por haber apoyado ambos lados de los conflictos en
las guerras del
Siglo XX , por esa concepción de que la Ciencia debe ser
neutral y que nada tiene que ver con labor del investigador con
el mal uso que se le diera y nos expresa que siente que existen
dos formas de corregir la peligrosa disparidad en los avances de
los estudios científicos y sociales que nos tiene a borde
de un cataclismo, la primera sería incrementando la
rapidez en las ciencias sociales y la segunda, por la
desaceleración del avance de las ciencias naturales en
algunas áreas, por ejemplo, por imponer códigos
éticos de conducta . Aunque
a los amantes de la Ciencia pura nos suene espantosa la idea de
amordazar a ésta, suena peor permitir que su uso
descontrolado en un mundo que socialmente no ha llegado al
estadío social de una cultura de
paz. Para Rotblat el juramento hipocrático es un buen
ejemplo de código
de conducta y uno similar debe ser autoimpuesto para el
científico y esta sana práctica individual de jurar
hacer se debe irradiar a Comités Científicos que
estudien los pro y los contra y los límites de
futuras investigaciones.
Este tema había sido tratado previamente por Max Born en
su obra "El Inquieto Universo", pero Born solo presenta la
diatriba no la respuesta a lo que debe hacerse, aunque son bellas
palabras, ambos olvidan que el científico sigue siendo
hombre, y por tanto, miembro de esa sociedad que no ha crecido,
con la capacidad de engañar y engañarse a sí
mismo, para muestra la excusa
en el caso de las investigaciones sobre las armas de
destrucción masiva era la de no usarlas nunca sino
solamente para controlar la amenaza de un holocausto nuclear,
idem con las biológicas, pero seducidos, quizás por
patriotismo, ideales, creencias cuando no crasos sobornos
económicos su proliferación lejos de darnos
descanso nos tiene sin poder pestañear pensando que ahora
el terrorismo
internacional podría acceder a ellas y exterminar naciones
enteras, como en las recientes apariciones de "antrax".
Mas el dilema, como yo lo veo, no se relaciona solamente con el
potencial de destrucción por el armamento biológico
o las ojivas nucleares, también los avances en eugenesia o
mejoramiento genético son dignos de consideración:
¿Tenemos derecho de cambiar al mundo animal o vegetal para
nuestro provecho inmediato sin pensar en futuros cambios al
ecosistema, o,
debemos en aras de conservar la pureza de los materiales
genéticos permitir que millones de seres humanos sigan
muriendo de hambre por no crear especies resistentes a
sequía o plagas, porque estos bichos también son
creaciones del Señor?.
En su conferencia
"Relación entre Ciencia Básica y Ciencia Aplicada y
la mejora de la Calidad de
Vida", Máximo García Sucre expone:
"…El mundo se nos ha hecho más pequeño, entonces,
una cosa positiva y buena para una determinada sociedad puede ser
negativa y mala para otra sociedad de las que ahora están
interconectadas con la nuestra…El punto de desarrollar la
ciencia básica y la ciencia aplicada es un asunto que
depende del tiempo, de la sociedad, y es un asunto delicado,
donde no es obvio lo que hay que hacer".
La publicación de García Sucre aparece en
www.mct.gov.ve/cicloforos/basica91.html, concluye que la
interrelación entre ciencia básica y ciencia
aplicada, es decir, entre aquellos que publicitariamente ahora se
denomina entre Ciencia y Tecnología es una relación
que no desvirtúe a una ni desvirtúe a la otra. Para
este autor nuestros pueblos latinoamericanos, él es
venezolano, tienen todos los elementos para formar un sistema
científico, haciendo el símil entre un sistema
científico y un motor y diciendo
que tenemos todas las piezas de ese motor, y hasta el
combustible, pero no lo hemos echado a andar porque nuestras
sociedades no
han demandado que lo hagamos , y por lo tanto, nuestro problema
trata no solo de estructurar un sistema sino de armar los
procedimientos
que incentiven la demanda de
nuestros conocimientos básicos y aplicados, lo que me
atrevo yo a decir que debemos entender es que los
latinoamericanos no estamos mercadeando bien nuestros bienes,
servicios ni
productos en
casa, preferimos autoexportarnos. García Sucre nos
recuerda, además que como personal el
investigador básico no debe sentirse menospreciado por
contribuir en un ambiente
multidisciplinario para resolver problemas
concretos. No sé si en Venezuela,
pero aquí nuestra aspiración es ser llamados no
para tener voz y verdad absoluta, tan solo para ser oídos
y pagados, por cierto, ya que solo consultan a las universidades
del estado cuando
no hay plata para invertir, no siento que ningun
científico panameño se sentiría de menos por
integrar un comité interdisciplinario de
investigación.
Marcelino Cereijido es más radical que García
Sucre,
(http://www.ciencia.cl/CienciaAlDia/volumen4/numero1/articulos/articulo4.html),
para él los latinoamericanos ni tenemos ni vamos en
vía de tener ciencia aunque tengamos muy buenos
investigadores que publiquen en las más selectas revistas
especializadas, quizás porque:
"…como decía Jean Piaget:
uno no sabe lo que ve sino que ve lo que sabe..y que es lo que ve
un latinoamericano cuando observa la ciencia que tienen en el
Primer Mundo?. Por supuesto, ve laboratorios, congresos, becas,
publicaciones y toda la parafernalia que acompaña a la
investigación. Lo que en cambio no
capta, es que todo ese aparato colosal no tendría sentiodo
si no hubiera una ciencia que, como digo, convierta la
información en conocimiento y luego en aplicaciones".
De la palabras del Doctor Cereijido, un biólogo molecular,
se extrae que para él la relación ciencia,
tecnología y sociedad no solo es líneal sino que es
un requisito sin et qua non, que la ciencia no es ciencia si no
se aplica para la sociedad, y por ello, como Latinoamérica no tiene uso social para su
conocimiento
científico, pues simplemente no tiene Ciencia.
El artículo del Doctor Cereijido entre comentarios
hilarantes es para cualquiera que lo lea una dura
revelación y puede causar un hondo remecimiento de las
fibras del alma, pues demuele en minutos nuestra visión
autógena de científicos en medio de todas las
adversidades, pero recuperamos la calma y la alegría de
ser "científicos de aparatos y bibliotecas",
como nos denomina el doctor si logramos trascender los
regionalismos y seguimos investigando no solo por la prosperidad
de la América
Hispana sino por una especie de la que somos parte, Hommo
sapiens, por lo cual si no sirve de momento a mi región,
al menos sirve para mi especie y por lo tanto, si es Ciencia si
se ve desde otro planeta, es simple cuestión de
referenciales.
Huelga decir
que hay un segundo aspecto en el artículo de Cereijido,
cuya dirección electrónica hemos copiado con el que me
siento totalmente identificada es en lo que el doctor cita
como:
"la necesidad de divulgar la Ciencia y no solo los hechos de la
Ciencia, pues nuestros diarios están llenos de fotos de
galaxias, bacterias que
comen petróleo,
computadoras
que juegan al ajedrez, pero
jamás divulgan qué es la Ciencia, cúal es su
estructura, como funciona, porque Latinoamerica
no la tiene, porque se ponen funcionarios economicistas a
manejarla".
Bueno, algunos diarios y revistas ni siquieran publican hechos de
la Ciencia, sino especulaciones de logros por venir, como
decía cuando comencé esta hilación, no es un
hecho nuevo y es parte, quizás de ese Mercadeo de la
Ciencia que buscamos para incentivar en las mentes jóvenes
la decisión de ir tras estos logros. En este aspecto de la
Divulgación de la Ciencia, Jerjes Pantoja Alor en su
artículo del 20 de marzo de 2000, publicado en Lunes en la
Ciencia
(www.jornada.unam.mx/2000/mar00/000320/cien-pantoja.html),
advierte:
"…entre la generación del conocimiento y su
aplicación social media la difusión del
descubrimiento, especialmente la reflexión sobre su
valor y
trascendencia, así como la forma de promoverlo y
utilizarlo mejor. Por ello, la divulgación ha sido
considerada el mejor camino para acercar la Ciencia a sectores
mayoritarios de la Sociedad…Cuando los proyectos tienen
financiamiento
de instituciones
públicas, como es el caso de algunos que desarrollamos en
la UNAM, la sociedad también tiene derecho a la
difusión de ese conocimiento y sus logros.
Agradezco haber podido leer los trabajos de Rotblat,
García Sucre, Cereijido y Pantoja, una experiencia
enriquecedora y propia de este siglo. Sin el internet, mi única
fuente de consulta habrían sido el libro con las
conferencias de Aigrain y el de Max Born, vigentes a pesar de sus
treinta años a cuestas, pero limitados en enfoques a las
aplicaciones de esas épocas. Estos aportes me han podido
reforzar que como científica debo entrar en una especie de
compromiso ético con la sociedad a la que me debo, de la
que surgí, que no puedo tomar decisiones, si llega el caso
y mi talento me lo permite, que pueda afectar mi entorno, que
debo involucrarme en las decisiones de los poderosos y no ser un
avestruz con cabeza de oro, que puedo contribuir con una buena
ciencia al procurar ponerla al servicio de mi
nación y mis congéneres sin sentir que pierdo si
llegara a ser más útil la aplicación que el
estudio original y que tengo la responsabilidad de hacer
asequible al vulgo cualquier cosa que lo haga crecer sin temer
que al bajar el nivel de mi lenguaje pueda
perder el aire de
eminencialidad con que sanamente nos prejuicia la comunidad.
Por mucho que agradezca y reconozca que esta herramienta es
útil a mi formación interior, discrepo de la
visión que tristemente observo de lo que es la
tecnología para mis gobernantes y para el pueblo que los
eligió. Ellos hablan de reformar la educación de mi
país llevando la tecnología a las aulas,
refiriéndose en exclusiva a dotar a las escuelas de
básica general y a los colegios secundarios con
computadoras. Este tipo de razonamientos, que bautizo como
billygaitianos, refiriéndome como hice al principio a la
primera vez que escuché el término
tecnología y que desde entonces me lo han casado con la
explosión informática, necesaria, pero no definitiva
ni madre de los nuevos descubrimientos por venir y menos
forjadora de los cerebros que habrán de investigar el
aún ignoto océano del conocimiento.
Que las computadoras son tecnología, cierto, pero igual es
tecnología una pala. Decir que vamos a llevar la
tecnología a las aulas cuando solo pretendemos hacer de
nuestros estudiantes meros consumidores u operadores de la misma
no es un avance ni conlleva actitudes
prociencia. Sentar a casi bebés frente a una pantalla
cuando el mundo en vivo, directo y a todo color puede ser
más recompensante, me parece innecesario. Sentarlos,
¿Para qué?, para leer como yo leía en mi
revista blanco
y negro, o ¿acaso las imágenes
de alta resolución favorecerán mejor las conexiones
neuronales?. Lo dudo, pero lo dudo a priori, eso habría
que investigarlo sin el sesgo contra una u otra tendencia.
Por otra parte, donde queda la enseñanza de los valores
ambientales cuando un Ministerio de Educación y una Alta
Casa de Estudios Superiores descartan equipos por obsoletos, que
no por inservibles, cuando los mismos podían donarse a
laboratorios de enseñanza de profesional y técnica
o aún de básica general para estudiar sobre
componentes y circuitos
eléctricos y electrónicos, por ejemplo, o para
dotar a oficinas, pequeñas bibliotecas o negocillos
estudiantiles de herramientas, quizás no de vanguardia,
pero aún de utilidad, decir
que simplemente botamos porque algo ya no es moderno me suena
ilógico, lo veo como botar los tenedores porque los
inventaron en la Edad Media y
nunca lo conciliaré con "modernización
tecnológica", para mí estamos prefiriendo aumentar
el volumen de
desperdicios y contaminantes solo por lucir que tenemos dinero para
comprar todo nuevo, que enhorabuena que así sea, pero que
no es patente para derrochar.
Tras toda máquina debe haber un hombre o mujer, debe estar
instruido en los métodos de
la Ciencia aunque no crea que vaya a dedicarse a ella, es hasta
un fin constitucional de la educación panameña,
debe estar libre de prejuicios en cuanto a lo que se necesita
para producir progreso, debe sentirse parte de una familia humana
para que no avale el uso irracional de los recursos ni
fomente el abuso del poder por acción u omisión,
pero eso no se logrará automáticamente, mediante
llenar nuestras instituciones educativas con "alta
tecnología", porque la mejor unidad de procesamiento
central (CPU) de una
computadora
nunca compensará la habilidad de un ser racional de
discernir entre el bien y el mal.
Como maestros y profesores de Ciencias debemos profetizar este
evangelio de buena voluntad en círculos de estudios de
nuestros errores como colectividad y fomentando la
formación de Clubes de Ciencia orientados a las
investigaciones de los problemas locales, no solo para competir
en pruebas
académicas ni buscar ganar puntuación como colegio
de personal altamente calificado.
Una sana interrelación entre Ciencia, Tecnología y
Sociedad en el siglo XXI no puede obviar a la educación,
porque el educando en todas sus etapas es parte de una sociedad,
es un cuerpo físico con necesidades físicas que la
Tecnología puede satisfacer, pero igualmente tiene una
mente a desarrollar social e intelectualmente. Siempre hemos sido
los maestros los llamados a promover el equilibrio. Y
aunque todos recuerden a Bolivar y Galileo y olviden a
Simón Rodríguez y Cesalpino, sus respectivos
preceptores de quienes aprendieron las ideas de rebelión
contra un dominio extranjero o contra la ignorancia,
respectivamente, busquemos en nuestras aulas, por humildes y
destecnologizadas que ellas sean la manera de integrar los
medios que
puede ofrecernos la ciencia para evolucionar como sociedad,
quién quita que alguno de nuestros estudiantes
panameños sea el feliz inventor del carro que
vuele.
Autor:
Galia Esther Pérez M.