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Arquitectura doméstica y decoración de interiores en Argentina: 1860-1936 (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

Las mujeres se daban cita para la hora del té en
el Plaza Hotel para celebrar el regreso de Europa de alguna amiga
o en las frecuentes fiestas de beneficiencia. Por su parte los
hombres se encontraban en algún club masculino (en Buenos
Aires los más importantes eran el Círculo de Armas,
El Progreso y el Jockey Club). Todo esto lugares componían
el ámbito de la elite que copiaba de Europa todo aquello
que simbolizara bienestar y refinamiento. Este asemejarse, emular
a Europa, constituía un modo de expresar la riqueza y el
poder y sobre todo una manera de identificarse con "un mundo
civilizado". También debemos señalar que el
ámbito de la elite excedía los límites de la
ciudad, ya que incluía también las "quintas" y las
"estancias".

A principios del siglo XX la preferencia era construir
las casas en áreas próximas a Retiro y Recoleta. El
estilo predilecto, el clasicismo francés de los siglos
XVII y XVIII, daba homogeneidad al barrio que va desde la Plaza
Carlos Pellegrini hasta el palacio de Ernesto Bosch (hoy
residencia del embajador de Estados Unidos). Estas casas ocupaban
terrenos con jardines a la calle o hacia atrás, y estaban
puestas por célebres decoradores franceses, especialmente
Jansen; albergaban objetos de buena calidad. Había
refinamiento en los detalles, no sólo en el decorado de
los salones de recepción sino también en los
apartamentos internos de los palacetes, con abundancia de
baños y espaciosas cocinas.

Las familias elegantes no sólo edificaron
palacios y petit-hoteles en la ciudad de Buenos Aires,
que les servían de residencia de invierno, sino que
también levantaron lujosas casonas, villas o palacios,
desde Olivos hasta el Tigre, en la cima de las barrancas, en
medio de jardines, con vista a la costa del Río de la
Plata. Esas quintas se utilizaban como lugares de recreo entre
las visitas a la estancia y a Mar del Plata o para cambiar de
aire en medio de la semana.

El Tigre también formaba parte de esa cadena de
viviendas de la sociedad argentina. Se puso de moda y, de tal
manera, fueron construidos el Tigre Hotel, donde se organizaban
bailes benéficos para mantener el hospital local, y el
Tigre Club, en el que funcionaba un casino con salas de juego. La
gente joven fundó el Tigre Yacht Club y el Buenos Aires
Rowing Club, así como hicieron lo propio las
colectividades extranjeras, que no eran sólo entidades
deportivas sino también sociales.

Con Buenos Aires convertida en capital (1880), se inicia
el período en el cual la arquitectura y las Bellas Artes,
el diseño urbano y el paisajismo, el mobiliario y la
decoración interior, se transforman en patrimonio casi
exclusivo de la influencia de Francia, que en éste, como
en otros campos de la cultura, provoca la admiración de la
dirigencia argentina. En coincidencia con el capitalismo liberal
a escala internacional, y bajo la inspiración del
positivismo, el cientificismo y la cosmopolitización de su
sociedad, la Argentina crece a un ritmo acelerado y preciso de
modelos consagrados para dar forma e imagen a ese desarrollo. Es
así como asimila de manera inédita la
irradiación de la cultura arquitectónica francesa
que alcanza hacia 1900 el cenit de su prestigio y difusión
mundial.

En el ámbito del urbanismo, con la apertura de la
Avenida de Mayo, tan amplia como los mejores bulevares parisinos.
El afán por mejorar el funcionamiento y la imagen de la
capital, que crece inusitadamente, lleva a que las autoridades
municipales contraten, hacia la época del Centenario al
entonces director general de servicios de arquitectura de la
ciudad de París; quien, en su corta estadía,
prepara un plan de sistematización urbana sobre la base de
una extensa red de bulevares y avenidas (concretado parcialmente
con la apertura de las diagonales Norte y Sur).

Los casos de las viviendas construidas entre 1870 y 1911
en la ciudad de Buenos Aires es extensa. Como el "Palacio
Alvear", en Cerrito y Juncal, obra del arquitecto Juan Buschiazzo
(demolido). Otras dos casas del mismo arquitecto: las de Carlos
Casares Ocampo, en Arroyo y Cerrito y de María
Unzué de Alvear, Avenida Alvear 29/85 (ambas demolidas).
Otros palacios excepcionales como el de los Pereyra Iraola del
arquitecto Ernesto Bunge (demolido). También la casa de la
familia Barrenechea, en Avenida Callao y Vicente López y
de la familia Legarreta, ambas del arquitecto Juan Buschiazzo
(demolidas). El Hôtel Particulier de Antonio
Lelor, hoy Circolo Italiano en Libertad 1270, proyectado por
Alejandro Christophersen (1866-1946). Mas ejemplos lo conforman
la expropiedad de la familia Paz, hoy Círculo Militar, en
Plaza San Martín; proyectado por el arquitecto Louis
Sortais (1820-1876). El palacio Ortiz Basualdo (hoy embajada de
Francia), en Arroyo y Cerrito, obra del arquitecto Pablo Pater.
El palacio de la señora Inés Ortiz Basualdo de
Peña sobre Plaza San martín de Buenos Aires, obra
del arquitecto Jules Dormal (demolido). El Hôtel
Privé
de la condesa de Sena, en Montevideo 1572.
Buenos Aires, obra de los arquitectos Lanas y Hary (hoy
demolido).

Las residencias de campo y casas-quintas como ser la
casa de campo en la provincia de Buenos Aires de la familia
Tornquist en Sierra de la Ventana, obra de C. Nordmann; y el
casco de la estancia Huetel, de Carlos María Casares, obra
del arquitecto Jacques Dunant. Las dos casas-quintas
tradicionales como la residencia "El Talar" de la familia Pacheco
Anchorena en General Pacheco en Tigre; y el Palacio Miraflores de
la familia Ortiz Basualdo en el barrio de Flores. La villa Ortiz
Basualdo en Mar del Plata, obra de los arquitectos Luis Dubois y
Pablo Pater. Todos forman parte de esta larga lista de
edificaciones dentro del estilo ecléctico.

Entre los palacios ubicados en la ciudad de Buenos Aires
en 1930, es preciso mencionar el que perteneció a la
familia Ortiz Basualdo, en Cerrito y Arroyo. En la manzana de
Arenales, Esmeralda, Juncal y Basabilbaso, se destaca la
propiedad de Mercedes Castellanos de Anchorena (hoy palacio San
Martín, sede del Ministerio de Relaciones exteriores y
Culto) casa correspondiente a la que fuera una de las familias
más viejas y poderosas de la Argentina. Entre Esmeralda y
Arenales, se encuentra la propiedad de Inés Ortiz Basualdo
de Peña. Sobre Charcas, casi Florida, se localiza la
propiedad de Ignacio Sánchez. El barrio de las
residencias, ubicado hacia el norte de la ciudad, alrededor de la
Plaza San Martín (hacia el norte a la Recoleta y la
Avenida Alvear); aquí se alzaban las suntuosas moradas de
los Alvear, Barcy Anchorena, Cobo, Cáseres, Unzué,
Quintana y Pereyra. Por citar algunos ejemplos.

Algunos de estos ejemplos serán analizados a
continuación.

Marco teórico
(Parte 2)

Se analiza la evolución del paradigma de
"civilización / barbarie" de la Generación de 1837
y su transformación en el paradigma de "salubre /
insalubre" de la Generación de 1880.

La dicotomía "Civilización – Barbarie" es
propia de la existencia humana y de su evolución
histórica [72]La formulación de la
antinomia tiene sus antecedentes en la propia historia de
Occidente [73]En plena época
helenística surge la construcción de dos figuras:
el civilizado y el bárbaro [74]No obstante,
el sentido de "bárbaro" no tenía unas connotaciones
despectivas, sólo de distinción. La cristiandad
medieval reelaboró la visión del bárbaro
legada por la antigüedad clásica,
envolviéndola con los enunciados propios de la cultura
medieval. Para el siglo XVI Europa o más
específicamente españoles y portugueses emplearon
la compleja figura del bárbaro como clave de
interpretación sobre los indios de América, con lo
que se inicia el proceso de barbarización del negro y
posteriormente del indio. El indio en algunos momentos fue visto
como el "buen salvaje" viviendo en la simplicidad de la
naturaleza, pero en otros fue considerado un ser presa de sus
instintos, degradado y corrompido. El hombre americano fue, pues,
construido como antítesis del hombre civilizado por
excelencia, que era el europeo. Semejante polémica
atraviesa la época colonial hasta desembocar en el
período independiente.

Adicionalmente, la cultura occidental ha necesitado de
la exclusión del "Otro" (americano salvaje) como
operación privilegiada para instituir el "Yo" (europeo
civilizado). La autora revisionista, Maristella Svampa
señala en El dilema argentino: Civilización
o Barbarie
(1994), a partir de una cita de Todorov que:
"Bárbaro es así un vocablo a través del
cual no se define sino que se califica al Otro, estigmatizado
(…)"
[75]Para Europa, la barbarie se
hallaba "fuera", aun cuando esta no hubiera alcanzado
todavía un estado de perfectibilidad. El bárbaro
debía ser neutralizado en su nocividad, si no podía
ser educado o convertido a la civilización (incluso
exterminado si era necesario). Por supuesto, el
Facundo de Sarmiento es un libro de combate que
tiene una clara vocación política progresista
liberal (que quiere erradicar a los gauchos e indios), que va
más allá de las dimensiones literarias del mito
romántico (que encuentra atractivo al gaucho).

José Ingenieros en El hombre
mediocre
[76]escribió sobre el
Sarmiento progresista, liberal y reformista. El pasado colonial,
oscurantista y feudal es el enemigo a vencer, su tarea es
ciclópea. La educación y la ciencia serían
las herramientas del cambio. La "mediocridad" general, vista
ésta como producto del medio geográfico y social
eran los frenos a la evolución.

La tradición liberal conservadora, en la
época de la fundación de la Argentina moderna,
ocupó un lugar central en el marco de un proyecto de
gobierno que tuvo una dimensión excluyente, porque
implicaba la marginación y el llamado al exterminio de
indígenas; pero al mismo tiempo tuvo una dimensión
o vertiente integracionista (en su vinculación con ciertos
ideales europeos de Progreso y civilización, por
vía de la inmigración). De modo que
"civilización / barbarie" se instaló como imagen
fundacional en el dispositivo simbólico de la
ideología liberal.

Es evidente que la fijación terminológica
europea resultó el punto conclusivo de un largo proceso
histórico de la construcción imaginaria de dos
figuras: el civilizado y el bárbaro. Así, el tema
de "civilización y barbarie" atraviesa toda la historia
cultural de América Latina y hunde sus raíces en la
misma acción del descubrimiento de América y el
inicio de la Edad Moderna [77]la acción
civilizadora de los españoles con respecto a las
poblaciones indígenas, que representaban la
encarnación de la barbarie. Efectivamente, estos conceptos
que en su conjunción encierran una problemática de
múltiples niveles, cruza la historia y la cultura
americanas desde el momento de la conquista.

Maristela Svampa nos recuerda que fue Fenimore Cooper
(1789-1851) con sus dos novelas: El último de los
mohicanos
(1826) y La pradera (1827)
quien influyó sobre D. F. Sarmiento (1811-1888). El
conflicto que Cooper muestra entre Naturaleza (barbarie) y
Sociedad (civilización), se establece a través del
rescate del "buen salvaje" (aunque, por oposición, para
Sarmiento no será "bueno" sino "malo"). En 1833, se
traduce del inglés al español, al norteamericano F.
Cooper, y Sarmiento en 1845 retomaría la imagen
diádica con un alcance mucho más vasto. Cooper al
oponer Civilización y Barbarie, es decir la vida de las
ciudades (el espíritu de América sajona
conquistadora del oeste); expresa la extinción de un
género de vida salvaje frente a una civilización
que extendía sus fronteras (hecho consumado). Importaba
más el triunfo aplastante de la civilización que el
lamento lanzado frente a la desaparición progresiva de las
formas de vida agreste, de la inseguridad ante el orden. No es
extraño que en la imagen del bárbaro se expresara
el temor de la burguesía frente a la amenaza de
disolución de un Nuevo Orden Mundial (frente al Antiguo
Régimen), que ella había puesto en
funcionamiento.

Así, hacia 1880, el esquema binario de
"Civilización y Barbarie" (lenguaje de las polarizaciones)
sería el símbolo de un discurso del Orden Liberal
(de la organización nacional) y expresaba también
la puesta en plaza de un principio de legitimación
política, en nombre de ciertos valores como la
Civilización y el Progreso europeo, asociados a la
instalación del capitalismo. En tanto símbolo del
proyecto de modernización (puertos, ferrocarriles, etc.),
la fórmula vehiculizaba un principio social a
través de la práctica de un ideal educador
(civilizador). Pero también era el principio en nombre del
cual se había eliminado o marginalizado a una parte de la
población nativa. La larga historia socio-política
del país que va desde 1880-1930 nos revela no sólo
las crecientes insuficiencias del modelo civilizatorio, sino su
reducción a una expresión mínima: en su
dimensión excluyente, termina por mostrarse como un
mecanismo de exclusión política con los
inmigrantes. La época marca así la puesta en
práctica del liberalismo-político (aunque sea una
forma particular de entender la democracia) y del
liberalismo-económico (capitalismo), de un proyecto
hegemónico que encubría esencialmente una
ideología de dominación de una clase
oligárquico-aristocrática empeñada en la
defensa de sus antiguos privilegios.

Cuando Sarmiento retoma el dilema en 1845, a diferencia
de Cooper que veía el triunfo de la "civilización"
sobre la conquista del "bárbaro" Oeste de Norte
América; el autor argentino ve el triunfo del
"bárbaro" Rosas sobre la "civilización" (Rosas
dominó la política argentina de 1829 a 1852,
representando el orden oligárquico-conservador de los
estancieros, como principal representante de los intereses de los
grandes latifundios dedicados a la explotación ganadera).
La aristocracia conservadora (orden latifundista) se
propagó al período 1880-1916, como lo explica
Natalio Botana en El orden Conservador
[78]

En efecto, los conceptos fueron fijados en la
tradición latinoamericana de forma antinómica por
el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)
en su polémico libro Civilización y
Barbarie: vida de Juan Facundo Quiroga
(1845). En
él queda claramente establecido el conflicto entre la
cultura europea y estadounidense consideradas culmen de la
civilización opuesta a la cultura indígena
americana (entendida como sinónimo de barbarie). La
preferencia de Sarmiento fue a favor de la civilización
occidental que estimó como modelo a imitar. En suma,
Sarmiento apostó por lo moderno en contra de la
tradición; por el hombre cultivado y letrado contra el
bárbaro ignorante, por la idea occidental de
civilización (ideología urbana) contra el localismo
del espacio rural (ideología rural). Para una mayor
profundización sobre esta temática se puede leer a
José Luis Romero, quien desarrolla el tema de la
ruralización de las ciudades en la época de Rosas,
en Las ideologías de la cultura nacional y otros
ensayos
[79]También podemos leer a
José Luis Romero en Buenos Aires: Historia de
Cuatro Siglos. Vol II
[80]

Dice el escritor peruano Luis Alberto Sanchez en su
libro Nueva historia de la literatura americana,
que la fórmula "Civilización / Barbarie" de D. F.
Sarmiento obtiene un éxito sin precedentes en
América Latina: "Con Facundo (…) se
inicia otro capítulo de la cultura americana"

[81]Además, lo que tenía de
particular la dicotomía sarmientina, y que por ello
aventajaba a la dicotomía de Cooper (que solo es una
autopsia sobre la muerte de la barbarie), es que Sarmiento no
realiza una autopsia sino un diagnóstico superador
enlazando a América a una empresa común
Latinoamericana de unión de todos los pueblos contra la
barbarie y a favor de la civilización. Estados Unidos ya
había triunfado en esta guerra; tocábale ahora a la
América española.

Svampa señala, sin negar las diferencias entre el
norte y el sur que separaban a ambas partes del continente:
"(…), la imagen presentaba una gran eficacia
simbólica, puesto que proporcionaba una historia
común a ambas Américas; la lucha entre dos
principios incompatibles restituía imaginariamente la
unidad del continente"
[82]

Para Svampa, el conflicto en el "Pensamiento
Latinoamericano" de la época estaba en que el futuro era
Europa y el modelo Estados Unidos; pues ellos eran la
encarnación del Progreso, que se expresaba tanto en el
desarrollo de la industria y el comercio, como en la
consolidación de las instituciones republicanas. Por el
contrario, el pasado, era América española e
indígena, manifiesta en sus instituciones
tiránicas, sus costumbres "bárbaras" y su desprecio
por el Progreso. El pensamiento latinoamericano del siglo XIX
vivió inmerso en esta tensión y el
Facundo fue una enunciación de dicha
situación social en las sociedades latinoamericanas (lo
que nos unió a nivel Latinoamericano).

Dicho en otras palabras, la eficacia de la
dicotomía "Civilización / Barbarie" se
insertó como una imagen unificadora en el dispositivo
simbólico de la construcción liberal, dentro de un
proyecto general de modernización. Dicha imagen expresaba
cabalmente las dos dimensiones del proyecto civilizatorio: la
exclusionista (del indígena primero y del inmigrante
luego) y la integradora (aunque sea a Europa). Si a la faceta
exclusionista la llamamos "divisora" de la sociedad y a la
integradora la llamamos "unificadora"; podemos resumir que fue
la: división de la unión latinoamericana en
lo que Nicolás Shumway en su texto La
invención de la Argentina
definió como:
"(…) un combate monumental que enfrentó a las
fuerzas de la civilización contra los poderes de la
barbarie"[83]
Hasta Alberdi, el más
conciliador de la denominada Generación de 1837, cae con
frecuencia en una retórica que "divide" en lugar de
"unir"; por lo que, en un sentido real, la división sigue
siendo el legado más influyente de esta generación
de intelectuales.

Esta "unión bárbara" fue de alcances
latinoamericanos dado que no solo encuentra a Rosas (en la
versión nacional), sino a Artigas en Uruguay, entre otros:
"De acuerdo con Sarmiento, todos los caudillos
latinoamericanos a los que considera "bárbaros" (Rosas, el
doctor Francia de Paraguay y Artigas, por ejemplo) provienen de
la mezcla fatal de sangres latina e india (OC, XXXVII,
284-313)"[84]
Por lo que Sarmiento,
según Shumway, sugiere que el fracaso de la democracia en
Hispanoamérica puede explicarse sólo tomando en
cuenta la inadecuación de los pueblos latinos,
especialmente cuando se los combina con los indios, para
gobernarse a sí mismos.

La dicotomía "civilización / barbarie" de
Sarmiento, se transformaría con los
higienistas-positivistas (como José Ingenieros, Francisco
Veyga, Emilio Coni, J. M. Ramos Mejía) en la
dicotomía "salubre / insalubre", sostiene Salessi
[85]en su texto de 1995 llamado
Médicos, maleantes y maricas, como una
evolución de la ideología unificadora de
mayo
: "(…) los higienistas de 1894 (…),
sirvió para justificar el avance de la higiene
presentándola como los beneficios de una disciplina al
servicio de fines humanistas superiores que continuaban la
tradición de la ideología de mayo, la
ideología unificadora"
[86]Por tal
razón, mas adelante analizaremos en mayor profundidad a
este autor.

Maristela Svampa sostiene que: "La imagen de una
América conflictiva, en la cual civilización y
barbarie disputan el dominio de la historia, recorre el
pensamiento y la literatura latinoamericanos"

[87]Así, en La nueva novela
hispanoamericana
, el escritor mexicano Carlos Fuentes
sostiene que "Civilización y Barbarie" representa el
conflicto, el drama "de los primeros cien años de la
novela y la sociedad latinoamericana"
[88]Los
ejes principales del pensamiento hispanoamericano del siglo XIX
corresponden con la constitución de sus Estados nacionales
y: "El proceso de emancipación política
había traído consigo las primeras escisiones (entre
conservadores, republicanos, monarquistas, tradicionalistas),
expresadas en las primeras dicotomías: Republicanismo /
Catolicismo; Democracia / Absolutismo; Civilización /
Barbarie. Para las minorías ilustradas de los distintos
países, los tres dilemas presentados recubrían bajo
etiquetas diferentes un mismo proceso: el combate del progreso en
contra de la reacción"
[89]

Pero Shumway también coincide en decir: "Los
hombres del 37 describieron a su país en términos
de oposiciones binarias. España contra Europa, campo
contra ciudad, absolutismo español contra razón
europea, razas oscuras contra rasas blancas, catolicismo de la
Contrarreforma contra cristianismo ilustrado, hombre del interior
contra hombre del litoral, educación escolástica
contra educación técnica, y, como eslogan
abarcador, Civilización contra Barbarie"

[90]

Los pensadores más salientes del siglo XIX
acometieron la tarea de la emancipación social americana,
repudiando la herencia que nos legó España, en los
casos de: Saco en Cuba, Mora en México, Lastarria y Bilbao
en Chile, Sarmiento, Echeverría y Alberdi en Argentina;
los venezolanos Simón Rodríguez y Andrés
Bello fueron los encargados de la conversión de la
mentalidad colonial en mentalidad progresista. Todos ellos
coincidían en el diagnóstico y eran conscientes de
que una nueva etapa se abría ante sus ojos y que lo
importante no sería ya tanto el triunfo de las armas sino
el progreso de las ideas, el cambio en las costumbres y en las
instituciones.

Aunque entre Alberdi y Sarmiento existía un
debate, según Jorge Mayer en El pensamiento vivo de
Alberdi
(1984); Alberdi no aceptaba la rígida
demarcación, ni la simplificación que
ofrecía la dicotomía "Civilización o
Barbarie", porque: "(…) Rosas no ha dominado con
gauchos sino con la ciudad. (…), los hombres de Rosas
fueron educados en las ciudades"

[91]

Alberdi se mostró poco paciente con las
polaridades sarmientinas, y en una clara refutación de la
famosa dualidad de Sarmiento en Bases
[92]afirma que la única división
real en la sociedad argentina corre entre "el hombre del litoral"
(vale decir de la costa) y el "hombre de la tierra" (o sea, el
del interior del país); argumento que destaca su
interés principal en las relaciones entre Buenos Aires y
las provincias.

Para John William Cooke, escritor de una serie de
trabajos como: La lucha por la liberación nacional
[93]Peronismo y revolución
[94]Quebrar los dogmas históricos
[95]Apuntes para la militancia

[96]y Geopolítica Argentina
[97]entre otros textos; cuando vierte sus
reflexiones entre la historia y la política y brinda su
visión del pasado argentino: los pensadores D. F.
Sarmiento (1811-1888), Juan B. Alberdi o Esteban
Echeverría (1805-1851) son los primeros en construir el
"mito de una Argentina dual". La primera es una Argentina
visible, urbana, moderna, cosmopolita, librecambista,
representada por el puerto de Buenos Aires (usufructuarios de las
rentas aduaneras). La otra, oculta, rural, tradicional, ligada al
mercado interno y que se expresa en las provincias del interior
del país (que impedida de acceder libremente al puerto
levantará como bandera la libre navegación de los
ríos).

A riesgo de ser reduccionistas, se puede señalar
que Buenos Aires con Mitre, Anchorena, Obligado y Alsina fueron
la expresión política de los primeros; en tanto, la
Confederación con Urquiza (1801-1870), Derqui y Alberdi lo
son de los segundos. Sarmiento a pesar de su encono nunca
disimulado hacia la oligarquía
[98]terrateniente conservadora porteña
("esa aristocracia con olor a bosta de vaca") decide
unirse a ella para poder así contar con la apoyatura
social que necesitan sus proyectos [99]Aunque la
oligarquía terrateniente y los caudillos representaban y
defendían los intereses de los ganaderos latifundistas
(apoyados por grupos de gauchos, indios y mulatos que tanto
odiaba Sarmiento).

Quizás el estanciero conservador Tomás
Manuel Anchorena (1783-1847), primo de Juan Manuel de Rosas, fue
el oligarca por excelencia, fiel representante de la
burguesía terrateniente.

Esta representación de una "Argentina dual"
expresa las contradicciones entre dos formaciones: la entidad
nación-pueblo y la entidad
oligárquico-imperialista. La oligarquía aparece,
tal como en otros autores revisionistas, como cómplice del
imperialismo (los intereses imperialistas hallaban un aliado
natural en esa oligarquía local). Así la
oligarquía aparece como opuesta al pueblo y representa lo
anti-nacional (aliada de los intereses imperialistas, alianza que
se constituye en oposición a las masas). Para 1880, cuando
las inmigraciones masivas arriben a la Argentina la "Argentina
dual" quedaba conformada por:

A – Pueblo: proletariado-inmigrante.

B – Oligarquía:
burguesía-nacional.

Para Leopoldo Zea en El pensamiento
latinoamericano
[100]Europa era, sin
lugar a dudas, para la élite letrada hispanoamericana, la
encarnación de la civilización; en especial
Inglaterra y Francia. Pero el modelo por antonomasia de los
reformadores latinoamericanos fueron los Estados Unidos, en tanto
país "nuevo" que había superado el estado de
barbarie y conquistado el estado de civilización
[101]Para una mayor profundización sobre
estos aspectos se puede leer a Leopoldo Zea en
Filosofía de la historia americana
[102]

La antinomia sarmientiana, por un lado expresaba las
aspiraciones de la clase burguesa argentina, y más
ampliamente latinoamericana, en ascenso durante el siglo XIX. Y,
por otro, la prevalencia de las ideas ilustradas y positivistas,
que buscaban la consolidación de un status favorable a los
intereses de la burguesía. La civilización, en
estas latitudes del siglo XIX era privilegio de las clases
"progresistas", "ilustradas"; que resumían su programa en
la necesidad de la educación, la libertad de comercio, la
libre navegación de los ríos, la propulsión
de la industria, las instituciones republicanas. Solo para
algunos como Sarmiento y Alberdi, también lo serían
la inmigración europea.

Así que por mucho que se acerque Sarmiento al
irracionalismo romántico, en última instancia la
visión que junto a toda la Generación de 1837
quiere imponer a la Argentina es racional y positivista. La
herencia de la generación de 1837 fue que diagnosticaron
con inagotable energía la "barbarie" del país de
aquel momento, pensaron soluciones e hicieron todo lo posible
para meter a la Argentina en los moldes "civilizados". La
Generación de 1837 explicó el fracaso nacional en
términos de la tradición española, la raza y
la mezcla racial (sugiriendo que la enfermedad o males del
país eran el resultado del pasado, la tierra y la
etnia).

Sarmiento concibió inicialmente su libro
Facundo como un esquema para comprender la
inestable estructura cultural de la Argentina sometida a la
dictadura gaucha de Juan Manuel de Rosas, pero el libro
desbordó esta intención acabando por convertirse en
un análisis global de la propia naturaleza de
América Latina y esta es la principal razón de
análisis de lo que anteriormente llamamos
división de la unión Latinoamericana. Lo que
nos "une" incluso a otros pueblos de Latinoamérica (que
atravesaron problemáticas similares a la Argentina) es el
carácter de lo "distinto" (de sus razas mestizas o
indo-afro-ibero-americano y sus culturas); porque fue un concepto
comúnmente usado en otras naciones, el de "civilizados"
versus "bárbaros". Este concepto binómico que
paradójicamente más que unir nos
dividió [separó], como analizaremos mas
adelante. Pues, o se era civilizado o bárbaro (una cosa u
otra, pero no ambas). La Generación de 1837 levantó
un marco ideológico a priori para un sistema
político que excluiría, perseguría,
desposeería y a menudo mataría a los que eran
racialmente distintos o inferiores (en términos del
darwinismo social, una pseudociencia).

En 1887, por ejemplo, Eugenio Cambaceres (1843-1888)
publicó en su novela En la sangre
[103]las ideas del darwinismo social e
inadecuación racial como explicación de los
problemas argentinos. Pero el adepto más importante de la
metáfora de la enfermedad incurable sigue siendo Ezequiel
Martínez Estrada, que en 1933 publicó
Radiografía de la pampa
[104]libro en el que desarrolla de nuevos ideas
sarmientinas de fallas congénitas en la tierra, la
herencia cultural y la raza que predestinan a la argentina al
fracaso.

La clave radica en lo que Maristella Svampa
señala: "…Sarmiento busca dar con la clave
social de los problemas y convulsiones políticas que
aquejan a los países
latinoamericanos."[105]
Efectivamente, el
dilema argentino conforma una matriz teórica y explicativa
Marco Teórico– de la problemática Latinoamericana.
Adicionalmente, Svampa reafirma el concepto de la Argentina
"dividida".

Por lo que si América Latina se encontraba en la
encrucijada de la barbarie indígena versus la
civilización occidental (naturaleza contra cultura) o como
Svampa lo llama: "…, la disociación del "orden
de la cultura en relación al orden
natural""
[106]. La civilización era la
alternativa asociada a Europa y Estados Unidos, lo que
conducía al desarrollo y al Progreso (los siglos XVII y
XVIII asistirán al debate en torno a la noción de
Progreso y en el siglo XIX la creencia integraría ya sin
discusiones el universo mental de los hombres). Generalizada y
monopolizada por las Luces y la Razón
(Ilustración), la noción fundaría
también una filosofía de la historia que
condensaría la creencia en la perfectibilidad
humana.

Según Nicolás Shumway: "Para los
unitarios, el federalismo [barbarie] (…) obstruía
la Ilustración"
[107]

Recordemos que el filósofo alemán
Friedrich Engels (1820-1895) en su libro El origen de la
familia, la propiedad privada y el estado
(1884),
siguiendo al antropólogo norteamericano Lewis Morgan
(1818-1881) en La sociedad antigua (1877);
había señalado los tres estados o niveles de la
evolución humana: salvajismo, barbarie y
civilización [108]

En forma de ecuación matemática podemos
escribir: Civilización = Progreso + Desarrollo. La
civilización, como movimiento de la humanidad hacia un
ideal de estado [nivel o estadio] superior al estado
bárbaro, y el desarrollo de la filosofía del
Progreso dará sustento a una ideología de la
colonización. A fines del siglo XIX, el etnocentrismo
sentará nuevas bases a la "misión civilizadora" (o
acción educativa a desarrollar) sobre los pueblos juzgados
menos evolucionados. Ciertamente la burguesía generadora
de los distintos Estados nacionales había accedido al
poder en nombre del Progreso que excluirá a la barbarie.
La antinomia "civilización-barbarie" expresaba por un
lado, las aspiraciones de la clase burguesa argentina, y
más ampliamente latinoamericana, en ascenso durante el
siglo XIX; por el otro, la prevalencia de las ideas ilustradas y
positivistas que buscaban la consolidación de un status
favorable a los intereses de la burguesía.

Así, el argentino Domingo Faustino Sarmiento
(1811-1888) escribe, desterrado en Chile, la serie de
artículos publicados en 1845 en el diario El
Progreso
con el título de
"Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga
y aspecto físico, costumbres y hábitos de la
República Argentina".
Concibe este libro como un
esquema para comprender la inestable estructura cultural y
política de la Argentina sometida a la dictadura de Juan
Manuel Rosas.

Partiendo de este objetivo inicial, establece un esquema
sobre el cual se vertebra el total de la obra. Se trata de un
doble sistema semántico tendiente por un lado, a la
profundización y multiplicación de antagonismos:
civilización versus barbarie, ciudad versus campo,
unitarismo versus federalismo, frac versus poncho, europeos y
estadounidenses versus indios, teatros versus
pulperías…; y por el otro, a forzadas conexiones:
el frac es civilización y el colorado es
barbarie.

Para Maristella Svampa, esta dialéctica se puede
resumir en que: "…la sociedad presenta sus divisiones
bajo la forma de antagonismos inconciliables. Sin embargo, otras
oposiciones han tenido una centralidad innegable en el campo
político argentino en diversas épocas: Unitarios /
Federales, Centro / Interior,…, Pueblo /
Oligarquía, Patria / Imperialismo, entre las más
importantes,…"
[109]

Si bien Sarmiento adhirió a los Unitarios, sin
embargo nadie radiografió tan certeramente como él,
la incapacidad y la soberbia de los Unitarios para entender y
resolver los males de la época.

Sin embargo, hay sin duda un elemento que se impone a
todos los otros como el verdadero generador de la barbarie en
toda su extensión: la Naturaleza. Sarmiento reconoce el
valor de la naturaleza americana como motivo de
inspiración poética para el escritor nacional.
Pero, a su vez, le atribuye a ésta el origen de todos los
males de la Argentina y lo ejemplifica a través de la
biografía del personaje paradigmático de Facundo
Quiroga, quien resulta ser el producto engendrado por la
Naturaleza y representa, al mismo tiempo, a Juan Manuel de Rosas.
Partiendo de un ser originariamente sobresaliente,
comparándolo en ocasiones con personaje de la talla del
mismísimo César o Mahoma, responsabiliza al medio,
la Pampa argentina, de su conversión a un personaje
caracterizado por la barbarie. Se trata del gaucho que
desembocará posteriormente en la figura del cuadillo. Se
trata del mismísimo Rosas.

Según Sarmiento, el hombre tiene que adaptarse a
la dura vida de la pampa, por lo que sufre una
transformación tanto física como emocional.
Sarmiento nos muestra que para sobrevivir, el hombre gaucho tiene
que aprender de los animales, lo que indica una vuelta a la
barbarie. El autor subraya que las inmensas distancias entre las
comunidades de la pampa y las condiciones tan rurales y aisladas
de la población contribuyen al fracaso del sistema
político y educativo y, en efecto, a la barbarie
inevitable de la gente. Esta dispersión se debe a la falta
de todos los medios de la civilización y el progreso
(ejemplo: urbanización, caminos, puentes, electricidad,
etc.) que no pueden desenvolverse sino a condición de que
los hombres estén reunidos en sociedades
numerosas.

De este modo, gracias a la concentración urbana
el ser humano puede acceder a una educación común,
popular, democrática y relacionarse con los otros hombres,
formar sus propias ideas y tomar decisiones políticas
responsables. Para fomentar este tipo de individuo pensante
había que educarlo en las modernas disciplinas del saber
europeo: las ciencias, las humanidades, las artes, la literatura
y la historia. Y así, crear la sociedad liberal que, en
1845, con el tirano Rosas en el poder no existía en
Argentina. El proceso de civilización de la futura
República Argentina requería a su vez de otro
importantísimo factor: facilitar la immigración
europea para así poblar la vacía geografía
argentina. Sin embargo, este proceso implicaba la
aniquilación del indio, al que calificaba de salvaje y,
por tanto, como una amenaza de volver al estado bárbaro
sino se eliminaba de la faz argentina.

El gaucho, de enorme peso histórico, sería
socialmente superado por el progreso. Quedaría como un
representante de la nación primitiva y bárbara. El
argentino del futuro sería un individuo civilizado,
urbano, educado y trabajador. Este sueño, en 1845, cuando
escribió el Facundo parecía muy
lejano. Pocos años después, Sarmiento y sus
compañeros de generación lo llevarían a la
práctica, participando activamente en la vida
política.

Un punto de inflexión en la historia argentina
del siglo XIX es el gobierno de Juan Manuel de Rosas, en cuyo
contexto se produce, en 1845 en Santiago de Chile, durante el
exilio de Sarmiento, el Facundo, primero como
publicación periódica y luego compilado en un
libro. Sarmiento escribe condicionado por la institución
social que se encarna, en este caso, en el poder de
Rosas.

La figura del Restaurador [Rosas] seria referente
ideológico ineludible de la literatura argentina del siglo
XIX. Desde que Rosas aparece en el panorama político,
hacia 1820, su figura se incrusta en todas las corrientes de
opinión, afecta en diversos planos la sensibilidad
colectiva y se vuelve materia polémica inagotable. Su
propio tiempo y la posteridad han dado a su silueta contornos
casi fabulosos.

El principal texto generado por el rosismo es, sin lugar
a dudas, el Facundo. Texto sin género en
el que se lo pueda clasificar, biografía de Quiroga, pero
también autobiografía literaria del propio
Sarmiento, ensayo, novela -incluso, fue considerado como novela
histórica, estudio sociológico y
antropológico, panfleto (esta denominación es del
propio Sarmiento), por debajo de todas estas taxonomías se
cuela irreparablemente la figura de Rosas. En una de las tantas
lecturas posibles, Facundo es la condena del
gobierno rosista.

El Facundo no es el primer texto que
hace explícita en la Argentina la antinomia
civilización-barbarie, pero es a todas luces el que la
consolida de una vez y para siempre. Sin embargo, desde el mismo
y célebre comienzo de su "Introducción":
"¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte…",
Sarmiento deja entrever su fascinación por la figura de
Quiroga, así como en el Capítulo I, "Aspecto
físico de la República Argentina y caracteres,
hábitos e ideas que engendra", deja caer su no menos
conocida sentencia: "El mal que aqueja a la República
Argentina es la extensión
", para enseguida extenderse
sobre un tópico de la literatura nacional de la
época: el desierto.

Sarmiento no duda en atribuir la barbarie tanto al
desierto y la campaña como al poblador de ésta, el
gaucho -en cuanto al habitante del primero, el indio, resulta
significativa su casi completa omisión; para el autor, el
aborigen casi no cuenta-, así como a la urbe que se ha
quedado detenida en el tiempo, la ciudad de Córdoba, que
aún representa los ideales colonialistas españoles,
manifestados principalmente en su religiosidad. La
civilización es la ciudad de Buenos Aires, el puerto que,
cuando los ríos hasta el momento desaprovechados se
avengan a la navegación comercial, cobrará todo su
empuje. Buenos Aires es, a la vez, la única posibilidad de
reflejarse en Europa, y tanto ésta como, en menor medida,
Estados Unidos, son el modelo de civilización que debe
imponerse por la razón o por la fuerza.

La ciudad, en especial la "culta Buenos Aires", fue sin
discusión considerada por Sarmiento el asiento propio de
la civilización, depositaria de orden y progreso; heredera
del cosmopolitanismo europeo y escenario inseparable de los
hombres civilizados. La ciudad era la muralla que detenía
la embestida del campo. En el espacio rural se encontraban los
instintos del bárbaro, el gaucho y el indio.

Pero el Facundo comienza con una
situación paradójica: la culta Buenos Aires
está en poder de Rosas, el dictador. La admiración
de Sarmiento por el gobierno de Rosas, se basa en que ha logrado
la paradoja de ser "hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo
él" y trastrocar los espacios de la civilización y
la barbarie. Ésta ya no está solamente en el
desierto y en el campo, sino en el corazón mismo de la
civilización -el espíritu de la campaña ha
ocupado la ciudad-, y esta paradoja, que amenaza con disolver la
célebre dicotomía, guía a
Sarmiento.

Facundo es, para Sarmiento,
encarnación de la barbarie en tanto fuerza natural no
reprimida. En varios pasajes del libro, lo presenta como la
esencia originaria de la tierra en su carácter salvaje, y
se cuida muy bien de distinguirla de la deliberación con
que Rosas hace el mal.

Sarmiento, sin embargo, triunfa en otro plano de la
institución imaginaria de la sociedad: con el
Facundo y su impronta europeísta sienta
las bases del período hegemónico del liberalismo en
la Argentina, que se consolidará con la Generación
de 1880 [110]

Los hombres de la Generación de 1880, abogaron
por los cánones positivitas del lema de Augusto Comte de
"orden y progreso"; la interpretación dominante de los
términos entendía el progreso como
crecimiento económico y modernización, y el
orden como la fijación de las condiciones de
tranquilidad en las cuales debía encontrarse el pueblo
para permitir la proyección del progreso sin pausa
(mantener el statu quo).

De acuerdo al modelo ilustrado, los gauchos y
aborígenes eran "Bárbaros", personas incultas
incapaces de apreciar las ventajas de una vida social fundadas
sobre los principios liberales que garantizaban el camino hacia
el progreso. Sostenían por ello la necesidad de
eliminar la barbarie (mediante el orden) y
afianzar la civilización trayendo
población europea (para entrar en las vias del
progreso). Bajo tal orientación los conceptos de
"civilización" y "barbarie" nunca llegaron a ser
criticados a fondo para constatar si respondían
auténticamente a la problemática de la identidad
que unía a la cultura latinoamericana.
Fueron
aceptados como inevitablemente alternativas a ser resuelta por el
camino de la elección de uno de ellos.

Otra explicación podría poner de relieve
el rol de la obra de predecir el camino de desarrollo que
Argentina seguiría en vida de Sarmiento. Es decir,
él predijo la inevitable desaparición del gaucho,
el desplazamiento del liderazgo del caudillo en las provincias
del interior y el eventual ascenso del liberalismo -en su
variante "dependiente"- al estatus de doctrina oficial de los
círculos gobernantes de su país. Desde este punto
de vista, puede argumentarse que mientras que
Facundo era deficiente en retratar objetivamente
el pasado histórico, fue totalmente exitoso en capturar
-en su lectura "profunda" de- la historia del futuro del
país. De acuerdo con esta lectura ontogenética, el
"realismo" de Sarmiento se vinculaba con el futuro que
proféticamente él previó para su
país, y no en relación con su interpretación
de hechos pasados; estaba en relación con los ideales y
expectativas de su lector "civilizado" o burgués, y no con
los valores de sus campesinos "bárbaros" del
interior.

Facundo es, pues, un caso peculiar de
dos imaginarios discursivos. Uno, el que -no sin reservas-
podríamos llamar "literario", en el que las
categorías de civilización y barbarie llegan a
confundirse en la trama de la escritura, y, por ende, en el
propio sujeto de la enunciación, que oscila entre el "yo"
y el "Otro". Otro, el de la institución imaginaria de la
sociedad, que finalmente triunfa en base a la aplicación
práctica de la misma antinomia, a través de la
desaparición del gaucho y la política de exterminio
del indio. Se trata, sin duda, del libro fundacional de la mitad
de la historia de la nación argentina.

Para discutir en un marco mas amplio que el meramente
nacional y reflexionar hacia un perspectica Latinoamericana,
considera Carlos Giordano en Civilización y
barbarie: una dialéctica inmóvil
que el
Facundo es uno de los textos más ambiguos
y singulares que hayan sido jamás escritos en
Latinoamérica; estableciendo una comparación de ese
libro con uno aparecido en 1953: Los pasos
perdidos
, del cubano Alejo
Carpentier.

Civilización y barbarie / Vida de Juan
Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y
hábitos de la República Argentina
, se lee
en el frontispicio de la primera edición del libro de
Sarmiento; Facundo / o civilización y barbarie en
las pampas argentinas
es el título de la cuarta
edición de 1874 [111]

Los frontispicios de la traducción francesa de
1853 y de la inglesa de 1868, aún cuando modifican
sensiblemente el titulo de la obra, mantienen de todos modos las
palabras civilización y barbarie
[112]Obra de título cambiante, incluso en
vida del propio autor (Sarmiento muere en 1888), la historia
literaria terminará por llamarla simplemente
Facundo, privilegiando así su contenido
menos importante, es decir la biografía de un oscuro
caudillo provincial en las épocas de las guerras
civiles.

Nos encontramos, pues, ante un primer problema cuya
solución, en un sentido o en otro, condicionará
necesariamente la diferencia de su posible uso crítico. Se
trata del problema de su clasificación en un determinado
género textual o, cuanto menos, en un preciso connubio de
géneros diversos. La primera respuesta que se nos impone
es que esta obra no es literaria, y aquí podemos dejar
aparte la discusión acerca de si la biografía
pertenece o no a la literatura, visto que en este caso la vida de
Juan Facundo Quiroga no es sino una excusa para el
análisis de una determinada situación social e
histórica. En consecuencia, nos encontraríamos
frente a un texto de historia, o más exactamente de
antropología social, desde el momento que el discurso es,
por una parte, causal, mientras por la otra intenta la
formulación de una tipología.

Ahora bien, todo este análisis se fundamenta en
una única y radical oposición dialéctica: la
oposición entre los conceptos de
civilización y barbarie.

En un primer momento, el uso de los conceptos de
civilización y barbarie aparece como
intencionalmente denotativo. Sarmiento considera bárbara a
la España intolerante y reaccionaria cuya herencia, en
este sentido, pesa todavía sobre los nuevos países
que antes habían constituido sus colonias. En segundo
lugar, la barbarie se torna más grave en América a
causa de las particulares condiciones geográficas y de la
escasa densidad demográfica del continente.

Por el contrario, el mundo liberal-capitalista
representa, con su progreso técnico y material y con sus
instituciones democráticas y parlamentarias, la
civilización.

La barbarie es el caos improductivo mientras la
civilización representa el orden productivo; y sólo
este último es capaz de garantizar a los individuos la
libertad y el bienestar que exige el pleno desarrollo de la
condición humana.

La oposición campo-ciudad, que predomina
en la estructuración del análisis de Sarmiento, no
seria otra cosa, que la consecuencia de la oposición
básica civilización-barbarie. Los conceptos de
ciudad y de campo constituirían únicamente una
suerte de reducción operativa; al igual que toda una serie
de oposiciones secundarias que el texto propone y que no
serían sino simples variantes.

En todo caso, seria más oportuno recordar que el
Facundo fue concebido para atacar a Rosas, el
tirano que gobernaba Argentina; luego, para ofrecer una especie
de programa ideológico unificador a los antirosistas en el
exilio (los cuales, como sucede con harta frecuencia en estos
casos, estaban divididos en grupos inconciliables) y finalmente
su objetivo era dar fuerza a la posición del mismo
Sarmiento en Chile que se veía amenazada por el arribo
inminente de una misión diplomática del gobierno
argentino.

La relación entre el concepto de barbarie y su
tipo humano, el gaucho, se torna metafórica; todo esto, en
el marco de una prédica programática, cuya
condición previa y necesaria es la inexorable
extirpación de la barbarie, para permitir el acceso del
país al deseable ámbito de la civilización
occidental.

Si aceptamos esta hipótesis, deberemos aceptar
igualmente su consecuencia más importante, esto es que la
oposición dialéctica entre los conceptos de
civilización y barbarie es, también, de
carácter metafórico. Circunstancia que
explicaría, por lo demás, la sorprendente vitalidad
del Facundo en el proceso de la literatura
hispanoamericana.

En Los pasos perdidos,
Carpentier reproduce -cien años después- la exacta
oposición dialéctica de Sarmiento de
"civilización" y "barbarie" (donde la supuesta barbarie
será lo mejor que puede sucederle al individuo)
[113]Podríamos intentar una primera y
modesta conclusión: las nociones de civilización y
barbarie -tanto en el caso de Sarmiento como en el de Carpentier-
constituyen, prevalentemente metáforas.

Nicolás Shumway reflexiona sobre la
ficción latinoamericana, uniendo a Sarmiento, Carpentier y
García Márquez diciendo que: "Pero más
que original, Facundo es profético, pues anticipa
los aspectos más distintivos de la ficción
latinoamericana contemporánea: como lo hace Cien
años de soledad
de García Márquez,
Facundo abruma al loector con una vertiginosa abundancia
de detalles a través de los cuales el autor pinta en
ancjhas pinceladas el retrato de todo un pueblo; como en Los
pasos perdidos
y El siglo de las luces de Carpentier,
Facundo describe marcos temporales sincrónicosque
coexisten en la vida primitiva de las pampas, el escolasticismo
colonial de Córdoba y las pretensiones europeizantes de
Buenos Aires, que siempre se ha considerado la París
sudamericana; (…), la principal ficción
orientadora: traer Europa al Cono Sur"

[114]

En este sentido, el novelista Carpentier se comporta
desde la literatura como los historiadores revisionistas
argentinos; quienes exaltan y valoran positivamente la denominada
"barbarie". Aquello que hasta entonces los grupos dirigentes
calificaban como "bárbaro", es reinterpretado por el
revisionismo como la auténtica "civilización". Por
lo que para la autora revisionista Maristela Svampa en El
dilema argentino: civilización o barbarie
(1994),
la dicotomía "civilización / barbarie" fue una
imagen que legitimó el accionar de la oligarquía
liberal para así justificar su trayectoria
política. Pues, los autores revisionistas interpretan que
la defensa de la civilización no es más que la
defensa de lo extranjero. De modo análogo a Svampa, Jorge
Sábato en La clase dominante en la Argentina
Moderna. Formación y características

(1991), sostiene que la verdadera élite gobernante de la
Argentina del siglo XIX se encontraba en Europa; dado que ella
gobernaba (en silencio y en la sombra) los destinos de la
élite nacional (hipótesis interesante para un autor
no revisionista como Sábato).

Sábato no pudo tampoco sustraerse al genio
sanjuanino, lo rescata de lo que para él es un iluminismo
cientificista y considera que junto con Alberdi encarnará
el tipo de intelectual contradictorio, visionario e
incomprendido.

Maristela Svampa destaca el hecho de que los
historiadores revisionistas hayan conservado el esquema
sarmientino de "civilización / barbarie" (fórmula
del programa liberal) para sostener la lectura del pasado. Aunque
le hayan dado un valor positivo a la "barbarie" (Rosas).
Señala además, que cuando los revisionistas invocan
el nombre de sus enemigos (la civilización liberal), en
realidad no intentan romper la línea tradicional de
lecturas, sino penetrar en ella (para invertir el valor negativo
de la "barbarie" y llevarlo a un valor positivo).

Otro autor revisionista como Arturo Jauretche en el
Manual de Zonceras Argentinas (1968)
[115]combativo de la "historia oficial" (que para
él era una historia falsificada), orquestada por la
intelectualidad liberal para llevar a cabo su proyecto de
nación; sostiene que la dicotomía sarmientina de
"civilización / barbarie" es para él la zoncera
madre de todas las zonceras (en términos marxistas,
Jauretche encuentra en la dicotomía la confluencia de las
distinmtas ideologías que conforman la superestructura
colonial). Esto remite a afirmar que las hipótesis de
Sábato serian válidas (colonialismo cultural de la
élite europea sobre la élite nacional). En
definitiva, la oposición "civilización / barbarie"
es el resultado, para Jauretche, de la fantasía de un
narrador extraordinario (como lo calificaba a Sarmiento); el
sanjuanino era una especie de escritor de gran imaginación
como el francés Julio Verne. Igualmente, Jauretche
sostiene que Sarmiento comprometió su pluma con la Patria
y allí radica su importancia y trascendencia dentro de la
historia de la cultura argentina.

Para otro revisionista como el historiador Adolfo
Saldías, las conductas bárbaras
correspondían a una oligarquía que desde el
comienzo tenía una inclinación extranjerizante
(idea que coincide con Sábato). En tanto los ideales de la
civilización, invocados por la oligarquía, se
acompañaban de otros ideales como la Democracia, Libertad
y Progreso; la denominada "civilización" no era más
que la valoración de lo importado, lo extranjero
(Revolución Francesa), en desmedro de lo autóctono.
Por lo que "bárbaro" era el calificativo del que se
valía la oligarquía para inhabilitar al pueblo (las
masas). Por lo cual el revisionismo muestra que el pensamiento de
la oligarquía puede resumirse en frases de Sarmiento tales
como "hay que regar el suelo argentino con sangre de gaucho
que es lo único humano que tienen"

[116]o de Alberdi sosteniendo que "cien
años de civilización no harán del gaucho un
buen obrero inglés"
[117]

Pero para Sarmiento la "barbarie" (aunque le
producía fascinación sin gozo); más que una
madre naturaleza perdida a la que volver (como Carpentier
deseaba), la naturaleza debía ser superada si la Argentina
y su gente quería llegar al estadió más
avanzado de la evolución denominado
"civilización".

¿Cómo llegar al nivel de la
civilización, entonces, si estábamos inmersos en la
tradición española y la inadecuación racial?
La solución era la inmigración. Rivadavia ya
había abogado por ella como solución para los
problemas argentinos, y Alberdi la mencionaba en su
Fragmento preliminar al estudio del derecho
(1835). Pero Sarmiento fue quien lo gritó mas fuerte
[118]

Finalmente debemos discutir la evolución
dialéctica de los conceptos de "civilización" y
"barbarie" en el texto de Esteban Echeverría: El
Matadero
(1871). Se plantea que el paradigma
"salubre" e "insalubre" de Echeverría, se puede considerar
como la evolución del paradigma de "civilización" y
"barbarie" de Domingo Faustino Sarmiento en su texto:
Facundo (1845). En este texto de Esteban
Echeverría, se connotó la barbarie como
sodomítica en los corrales de ganado vacuno, donde se
confundieron promiscuamente la muerte y los cuerpos de personas y
animales de género dudoso.

Sostiene Salessi: "El Matadero, el texto
escrito en 1839 que hoy es leído como una -acaso la
primera- obra de la literatura argentina. Pero en 1871 cuando fue
publicado por primera vez por J. m. Gutiérrez, quien
articuló la generación del 37 y la lucha contra
Rosas con la generación de la reorganización
nacional [generación de 1880] y la lucha contra la
enfermedad, El Matadero sirvió de documento
histórico, bisagra entre la concepción del espacio
de procesamiento de la carne identificado con la barbarie y el
mismo espacio identificado con la enfermedad y la homosexualidad.
Con El matadero de Echeverría quedaron articulados
en 1871 nociones de barbarie, sodomía e insalubridad
(…) Esa confusión o mezcla que en el texto de
Echeverría significaba barbarie, en 1871 significó
también insalubridad. Al ser publicado en 1871 El
Matadero
permitió articular y separar dos grandes
paradigmas de análisis de la cultura argentina de la
segunda mitad del siglo diecinueve: civilización/barbarie
y salubre/insalubre."
[119]

Aquí radica la clave, escrita por Salessi, para
comprender la evolución de la civilización en
salubridad y de la barbarie en insalubridad. Esto conforma una
bisagra de la historia de la cultura y la literatura
argentina.

En tanto "lo salubre" es identificado con lo
"civilizado", "lo insalubre" está relacionado con la
"barbarie", según Jorge Salessi.

Efectivamente: "Fue entonces cuando el higienismo y
su modelo de análisis de lo salubre / insalubre,
(…), reemplazó el modelo de análisis
anterior [de civilización / barbarie]. Civilización
y barbarie fue sin duda un modelo de análisis persistente,
pero aquí sugiero que los principios teóricos,
metáforas y formas de representación del higienismo
sirvieron mejor que el modelo sarmientino (…), fue una de
las disciplinas claves del proyecto argentino de
modernización del período
1870-1900.

En Facundo, al concebir el territorio y la
cultura argentinas envueltos en una lucha entre
civilización y barbarie, la mirada protomédica de
Sarmiento vio una inmensa anatomía enferma"
[120]

Donde los tres (3) males o o enfermedades del
país eran: la tierra (extensa), la tradición
española (arcaica) y la raza americana (indígenas
mezclados con gauchos).

De aquí que Salessi sostiene que desde la
visión unitaria, los federales (como Urquiza) eran
perversos sodomitas y matarifes (carniceros) y los federales
sostenían que los unitarios eran afeminados (maricones).
Otros autores coinciden con esta visión de Salessi de los
unitarios como "amanerados" (aunque mas propiamente
deberían ser definidos como "afrancesados", dado que
Francia era la capital cultural del mundo de la época),
como sostiene Nicolás Shumway [121]En
efecto, Sarmiento criticaba a los unitarios porteños por
imitar ciegamente las costumbres europeas y lamentaba una y otra
vez de que Buenos Aires, pese a su fachada europea cuidadosamente
esculpida por los rivadavianos, haya aceptado la Ley
Bárbara de Rosas. Paradojicamente, Sarmiento en la vida
pública (muy distinta a su vida literaria) busco la
europeización (afrancesada incluso, que tanto criticaba)
[122]Pero para Alberdi en Bases
(1852), que discute con Sarmiento su modelo dicotómico,
también no hay para él una América digna del
mundo aparte de la europeizada
[123]Paradójico es que Alberdi igualmente
afirmara que la población peculiar de la Argentina (los
gauchos), su gobierno (los caudillos) y su herencia (la
España colonial) eran los únicos puntos de partida
posible para construir un país.

En efecto, aunque Sarmiento y Alberdi criticaron a los
unitarios por su servil imitación de Europa, en gran
medida ellos cayeron en la misma trampa en los textos:
Facundo (1845) y Bases (1852) su
admiración por lo europeo era demasiado grande para que
hubieran podido evitarla. Echeverría se les sumaba, con
una idea análoga, en Dogma
(1846).

Aunque Echeverría, Alberdi y Sarmiento
encontraron mucho que criticar en Europa y los Estados Unidos,
cuando llegó el momento de dar sustancia a sus
declaraciones de independencia de la cultura europea y
norteamericana, ninguno de los hombres de la Generación
del 37 reconoció gran cosa en la Argentina que pudiera
definirse como positivo y único. Aunque para Shumway:
"En la confesada intención de la Generación del
37 de imitar y recrear modelos extranjeros, hay una profunda
ironía, pues sus escritos constituyen un notable
testimonio de la creatividad argentina (y latinoamericana), y una
creatividad que desafía los modelos literarios e
intelectuales europeos a cada frase. No hay mejor ejemplo que el
Facundo de Sarmiento."
[124]Libro al
que Shumway denomina como obra de asombrosa y profética
creatividad, que coloca a Sarmiento en el panteón de los
próceres liberales.

Incluso rechazaremos el concepto estético,
proveniente de la literatura de Echeverría, donde el
caudillo federal (como el General Urquiza) era un
"sucio-bárbaro" carnicero y matarife. Sostiene shumway
que: "Sarmiento presenta a Urquiza como "un hombre dotado de
cualidades ningunas, ni buenas, ni malas, (…)" (…)
Una y otra vez se refiere a los gauchos que componen el
ejército de Urquiza como "gente de chiripá y
mugrienta, (…)"
[125]

Para lo cual, anecdótica, es la historia que se
relata de 1870, cuando D. F. Sarmiento (1811-1888) visitó
la residencia del General Urquiza [126](1801-1870)
conocida como Palacio San José; dicha anécdota
relata como Urquiza (un caudillo Federal) no tenía nada de
"bárbaro" e incluso nada de "sucio" como lo narra la
historia desde la visión unitaria. Pues, el mismo Urquiza
le hizo colocar una canilla (con agua corriente) en el dormitorio
donde se alojaría Sarmiento; para demostrarle que, a pesar
de Federal, era más "limpio" y "civilizado" que los
Unitarios porteños. Efectivamente, la residencia de
Urquiza fue la primera residencia de la Argentina en contar con
el moderno, civilizado e higiénico servicio de agua
corriente por cañerías (un dato no menor para la
historia de la arquitectura nacional). Sarmiento se llevó
mal con el caudillo entrerriano (el que estaba identificado como
los demás caudillos como Rosas). Pero Urquiza
ofrecía un federalismo real para reemplazar el simulacro
porteño que había sido el rosismo (que era un falso
federal, un caudillo aristocratico, pese a su criollismo
popular).

En el libro de Salessi Médicos, maleantes
y maricas
(1995), los documentos que salen a la luz en
este libro son parte de sus hallazgos. Los registros sanitarios,
los artículos médicos o psicológicos, las
ponencias criminológicas y, sobre todo, los textos
autobiográficos de los travestis de principios del siglo
XX.

Para Salessi, la lucha de metáforas entre
unitarios, vistos como "afeminados", y federales, estigmatizados
como "sodomitas", es la matriz sobre la que se organizaron las
categorías. Todos los diferentes (el "Otro") serán:
los homosexuales e inmigrantes ("nuevo-bárbaro"
proveniente del exterior, a diferencia del "viejo-bárbaro"
indígena o gaucho). Esta historia de discriminación
hacia las clases populares venía desde Sarmiento, y
evolucionará con nuevos matices, desde el indígena
y gaucho al inmigrante.

El "bárbaro" a lo largo de la historia fue
cambiando de definiciones terminológicas (en la medida que
evoluciona la historia): indígena, gaucho, inmigrante, la
chusma, el descamisado, el medio pelo [127]En
definitiva, el "bárbaro" que antes, sobre todo,
aparecía encarnado por lo sujetos nativos
(indígenas) va a abarcar cada vez más -cerca de
1880- al inmigrante que amenazaba el "orden" social existente.
Ese inmigrante, que la elite oligárquica liberal,
creía que era un lote sumiso en sus manos; lejos de eso se
organizaba en los distintos sindicatos anarquistas y socialistas
(lo cual amenazaba el "orden" liberal).

El médico José Ingenieros y el
policía Ramón Falcón, escriben sobre el
"anarquista prostibulario", articulando significados
políticos y morales que resumían los temores de la
burguesía de principios de siglo.

Simultáneamente, Maristela Svampa sostiene que
bajo la Argentina del Centenario, surgió un primer
nacionalismo de carácter anti-inmigrante (donde el
inmigrante pasaría a ser el nuevo-bárbaro, frente
al indígena quien era el viejo-bárbaro). En efecto,
el argentino fue producto de la repulsa y exclusión de
toda diferencia: bárbaros (indígenas americanos),
homosexuales, inmigrantes, disidentes políticos
(anrquistas, revolucionarios comunistas). Sobre estos
últimos se produjo la Ley Saenz Peña de 1912
(exclusivo para nativos argentinos y naturalizados masculinos
mayores de 18 años, evidentemente la mujer es otra
excluida) en la formación "no plural" de la historia
política nacional.

Entonces, para los higienistas la "nueva barbarie" era
la "insalubridad" provocada por los federales-ganaderos e
inmigrantes (deshechos de saladeros y pozos ciegos que
contaminaban con el agua servida de letrinas y sumideros), al que
Salessi define como: ""el sistema bárbaro de pozos
ciegos".(…se temía que estuvieran) en contacto con
las napas de agua potable, (…) y con los líquidos y
productos de deshecho de los mataderos y saladeros: (…) La
circulación debía ser controlada y dirigida para
evitar la mezcla, para separar líquidos y flujos salubres
e insalubres que al ponerse en contacto originaban las
enfermedades"
[128]Recordemos que en 1869 se
dio una epidemia de cólera en el llamado cementerio del
Sur y en 1871 se extendió la epidemia de fiebre amarilla
más grande de la historia de la ciudad de Buenos
Aires.

Así, este nuevo enemigo común (la barbarie
de la enfermedad) había reemplazado al viejo enemigo
común (la barbarie de Rosas y Urquiza); dado que antes el
enemigo fácilmente identificable había sido la
barbarie de los caudillos teñidos con la sangre de los
degüellos. Ahora el nuevo enemigo era la fiebre amarilla y
el cólera.

Marco teórico
(Parte 3)

Aplicaciones del paradigma "salubre / insalubre" a la
vivienda en la Generación de 1880. Esto permitirá
arribar a las hipótesis sustantivas.

En resumen, los higienistas identificaron como
insalubres una serie de establecimientos que eran los saladeros y
mataderos (los especios de procesamiento de la carne), porque la
sangre y los materiales de desecho de los saladeros y mataderos
se incorporaban por el Riachuelo a las aguas que la ciudad
utilizaba para beber; a los que después de la epidemia de
1871 se le sumaron los cementerios. Los espacios habitacionales
de los inmigrantes (conventillos) también fueron
señalados desde el principio de la epidemia de 1871 como
"focos" a partir de los cuales se propagaba la enfermedad.
Salessi sostiene que: "la epidemia también
apareció representada propagándose a partir de las
viviendas de los inmigrantes"
[129]Propaganda
contra los conventillos y los inmigrantes, donde las personas
estaban hacinadas, contaminadas y eran peligrosas para la salud
pública.

Hacia la década de 1880, los médicos
higienistas retomarán la metáfora y
considerarán un signo de "barbarie" la acumulación
de materiales de desecho en los pozos ciegos. Si en la ciudad no
se separan los líquidos salubres de los insalubres, si no
se controla la circulación para que no se produzcan
mezclas indeseables, no se puede prevenir las pestes (ejemplo, la
fiebre amarilla que atacó a Buenos Aires en 1871, cuando
todavía y según los higienistas, no tenía
una política de higiene civilizada). Despues de todo esto,
la clase patricia se mudó al norte de la ciudad de Buenos
Aires, abandonando el sur.

En 1890 más del 60% de la deuda externa argentina
había servido para financiar las obras de salubridad (la
importancia de estas obras demuestra la hegemonía de la
disciplina de la higiene en el proyecto de reorganización
liberal). En los Anales del Departamento Nacional de
Higiene
(1892/98), se encuentra una imagen de una
Argentina salubre que los higienistas argentinos divulgaron en
Europa (en francés, idioma científico de la
época) para atraer inmigrantes (que pasarían luego
a reemplazar al indio y gaucho en su condición
"bárbara", como portador de enfermedades, habitante de los
conventillos sin cloacas y con un solo pozo ciego para decenas de
familias).

El discurso de los higienistas dejó una marca
fuerte en el imaginario nacional. Los "focos" de
contaminación que deben ser erradicados para preservar la
salud del país (los focos de fiebre amarilla o
cólera se encontraban en los conventillos) . Esos focos,
que hasta la caída de Rosas eran internos, se
convertirán en exteriores cuando llegue la gran masa
inmigratoria. El inmigrante será considerado como alguien
que es portador de las enfermedades físicas.

Asi que si debemos tener en cuenta la vivienda (casa u
hogar doméstico), que para los inmigrantes eran los
conventillos y considerar lo que Salessi aclara cuando explica
que: "El avance de los higienistas sobre los especios de la
vida privada era notable en textos que repetidamente alertaban
que "la salud de un individuo, no es asunto que únicamente
interese al individuo, ni la salubridad de una casa,
cuestión que exclusivamente afecta a las personas que la
habiten, porque el individuo como la casa pueden convertirse en
un foco de irradiación epidémica y constituir una
amenaza y un peligro para la salud pública" (Higiene
Administrativa, 22)"
[130]

Podemos remontarnos a un ámbito internacional y
ver que los estudios sobre lo cotidiano y privado de la vida
doméstica fué estudiado por autores como Michael de
Certeau en La invención de lo cotidiano. Tomos
I
(1980) – II (1999)
[131]Otros franceses, Philippe Ariès y
Georges Duby en Historia de la vida privada. Tomos I –
X
(1991) [132]realizaron un estudio con
carácter panorámico (que abarcaba el período
comprendido desde el Imperio romano hasta el Siglo XX) en Europa.
Pero, desde un punto de vista nacional encontramos el trabajo de
Andrés Carretero en Vida cotidiana en Buenos Aires.
Tomos I – II – III
(s/f) [133]quien desde
1810 hasta 1970 investiga la vida cotidiana en la ciudad de
Buenos Aires, paradigma de la urbanización nacional;
aunque sorprendentemente sus apreciaciones refieren más a
la vida cotidiana "pública" que a la vida cotidiana
"privada".

Otros ejemplos de autores que hacen referencia a la vida
cotidiana, ligada a la cultura del habitar doméstico y la
vida cotidiana material, desde una concepción
arquitectónica, son Diego Armus y Jorge Enrique Hardoy en
Conventillos, ranchos y casa propia en el mundo urbano del
novecientos
(1990) [134]Adicionalmente
esto se amplía en Diego Armus en Un balance
tentativo y dos interrogantes sobre la vivienda popular en Buenos
Aires entre fines del siglo XIX y comienzos del XX

(1990). También Gutiérrez L. escribe en
Vivienda, política y condiciones de vida de los
sectores populares, Buenos Aires 1880-1930
(1990). Por
citar solo algunos ejemplos de autores que hacen referencia a
esta temática arquitectónica privada de la
época.

Ricardo Rodríguez Molas en Vida cotidiana
de la oligarquía argentina: 1880-1890
(1988)
[135]ya había comenzado a escribir lo que
sería parte del Tomo II de Andrés Carretero. Esto
bien podemos complementarlo con un análisis mas
sociológico, que lo podemos encontrar en Sebreli, J. en
Buenos Aires, vida cotidiana y alineación
(1971) [136]

Pero las investigacionesn sobre la vida privada
doméstica que mejor están investigadas se
encuentran en el libro de Fernando Devoto y Marta Madero
(Editores) en Historia de la vida privada en la Argentina.
Tomo II
(1999) [137]El segundo tomo de la
obra de tres tomos, se inscribe en un período que se
inicia en 1870 y culmina en 1930. En dicha etapa, la
inmigración, la expansión urbana y el crecimiento
del mercado de bienes de consumo y de bienes simbólicos
son las claves de un proceso en el que se anudan nuevas formas de
sociabilidad y se reorganizan los espacios. Entre otros autores,
Jorge Francisco Liernur describe las transformaciones producidas
en la vivienda; en tanto Eduardo Hourcade y Daniel Campi dan
cuenta de la utopía basada en la construcción de
una sociedad "civilizada" en la pampa gringa.

Entonces, la vida doméstica moderna se
iniciaría con la arquitectura de la Generación de
1880, en palabras de Jorge Francisco Liernur en Casas. La
construcción del dispositivo doméstico moderno:
1870-1930
(1993) y otros textos del mismo autor
[138]

Hasta 1880 aproximadamente, la casa chorizo o casa de
patios (o casa patricia), siguió siendo un modelo para la
clase trabajadora (proletariado inmigrante) al mismo tiempo que
los ricos y poderosos capitalistas la abandonaron por la
arquitectura francesa (casa burguesa), sostiene Rafael E. J.
Iglesia en La vivienda opulenta en Buenos Aires:
1880-1900. Hechos y testimonios
(1985)
[139]La burguesía creó sus propios
ámbitos según los estilos europeos, lo que
representaba una modernización, argumenta Graciela Elena
Caprio en Consecuencias culturales del proceso de
urbanización, Buenos Aires 1880-1910
(1985); al
igual que Rafael Iglesia, con motivo de las 1º Jornadas de
Historia de la Ciudad de Buenos Aires organizada por el Instituto
Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.

En este sentido, fue importante el crecimiento de los
centros urbanos ligados al proceso económico y los
puertos, en particular, de la ciudad de Buenos Aires, sostienen
Leandro Gutiérrez y Juan Suriano en Vivienda,
política y condiciones de vida de los sectores populares,
Buenos Aires 1880-1930
(1985). Pero lo que
sucedió con la ciudad de Buenos Aires fue que el
crecimiento económico se produjo, para la burguesía
agroexportadora, con enormes ganancias económicas que se
gastaron -en parte- en la construcción de residencias que
dieran cuenta de ese gran crecimiento económico; lo cual
le aportó a la arquitectura local un colorido particular
de moderna ciudad porteño-afrancesado (criollo
francés).

Primero las grandes familias se trasladaron a la calle
Florida y al barrio de la Merced, como señala Galarce, lo
recuerda Victoria Ocampo y lo memora Lucio V. Masilla.
Historiando a la familia de los Anchorena, Sebrelli relata las
mudanzas y las construcciones de los Palacios de los Anchorena,
ubicados en la Plaza San Martín, verdaderos "hoteles
particulares" inspirados en los palacios franceses de la
época de Luis XV y Luis XVI explica J. Iglesia en
La vivienda opulenta en Buenos Aires: 1880-1900. Hechos y
testimonios
(1985).

En resumen, fueron dos (2) los tipos de viviendas del
período de la Generación de 1880:

– Los palacios franceses de la burguesía,
oligárquico-aristocrática,
terrateniente-latifundista liberal.

– Los conventillos del proletariado inmigrante
europeo.

Hipótesis
sustantivas (elaboradas por abducción) y de
trabajo

Podemos sostener que si una investigación parte
de preguntas-problemas que organizan el trabajo, las
hipótesis-respuestas son las soluciones
tentativas -o conjeturas- que se deberán someter a
verificación (método de la falsación
popperiana).

Entonces, la gran pregunta es: ¿La arquitectura
doméstica es un claro ejemplo de cómo se
organizó la Modernidad, combatiéndose a la
"barbarie" e imponiendo dispositivos "civilizatorios" (de higiene
doméstica entre otros), como lo sostienen Fernando Devoto
y Marta Madero en Historia de la vida privada en la
Argentina. Tomo II
(1999).

Esto se puede responder hipotéticamente,
continuando la línea desprendida del Marco Teórico
como se grafica a continuación:

Monografias.com

Cuadro ( 1 ): Evolución del
paradigma de "civilización y barbarie" en "salubre e
insalubre".

Como se explicó en el Marco Teórico,
Esteban Echeverría (1805-1851) en su obra El
Matadero
(1871) se plantea el paradigma
"salubre/insalubre"; que se puede considerar como la
evolución del paradigma de "civilización/barbarie"
de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) en su texto
Facundo (1845). En tanto "lo salubre" es
identificado con lo "civilizado", "lo insalubre" está
relacionado con la "barbarie", de aquí que podamos ir
más lejos y sostener que si la evolución de la
"barbarie" (del indio de 1837) la encontramos en el inmigrante de
1880; por tal razón, la hipótesis que defenderemos
en este trabajo es que, la evolución dialéctica del
paradigma de la Generación de 1837 se transformó en
el paradigma arquitectónico de la Generación de
1880 como: el "palacio francés =
civilización-salubre" (oligarquía nacional) y el
"conventillo = barbarie-insalubre" (inmigrante
europeo).

De aquí que podamos sostener: ¡Facundo,
sombra inteligible de Sarmiento, voy a evocarte…!
(para
que inspires estas hipótesis por
abducción):

  • HIPOTESIS CENTRAL 1: El Palacio francés =
    Civilización-salubre.
    Máxima
    realización de la arquitectura neoclásica
    francesa de la Academia de Bellas Artes de París
    (método beaux arts), brindaba a sus
    moradores, con sus ambientes higiénicos (salubres),
    amplios, luminosos y confortables para la vida humana.
    Ejemplo: ver imagen (3) del Palacio Anchorena y la imagen (4)
    del comedor del Palacio de Matías Errázuriz
    Ortúzar (1866-1953) – Josefina Alvear
    (1859-1935).

  • Hipótesis de trabajo 1 fundamentada en la
    HIPOTESIS CENTRAL 1 (para la arquitectura):
    El nuevo
    Orden económico-político moderno burgués
    adoptó para la arquitectura de la Argentina del
    período 1880-1914 los símbolos del Ancien
    Régime
    derrocado en la Revolución
    Francesa. La hipótesis es que el retour à
    l´ordre
    (greco-romano) fue la clave de su cultura
    arquitectónica, con la que se llevó adelante la
    tarea "civilizadora"
    (higiénica-habitacional-doméstica) de la
    Generación de 1880. En esta hipótesis se
    deberá verificar (o no) la existencia de elementos
    compositivos que evidencien la fuerte presencia compositiva,
    funcional, estructural, simbólica y estética de
    la arquitectónica neoclásica.

  • Hipótesis de trabajo 2 fundamentada en la
    HIPOTESIS CENTRAL 1 (para el diseño de muebles):

    La burguesía de la Argentina de 1860-1936 reedita al
    antiguo orden monárquico absolutista, en su
    decoración de interiores y criterios de diseño
    de muebles. Situación sorprendente, dado que el nuevo
    orden mundial que inaugura la burguesía con la
    Revolución Francesa, rompía con el orden del
    Antiguo Régimen de las monarquías absolutistas.
    Dado que como se sospecha -hipotéticamente- que la
    burguesía nacional impuso un patrón en la
    decoración de interiores, traído de la
    civilizada Europa, que perdura hasta hoy en día como
    el máximo logro estético previo al Movimiento
    Moderno en Arquitectura y diseño de mobiliario. En
    esta hipótesis se deberá comprobar (o no) la
    presencia de mobiliario feudal-monárquico (observando
    la evidencia de las fechas de manufactura artesanal y lugar
    de origen de los muebles actualmente existentes en las casas
    declaradas museos).

  • Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
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