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Arquitectura doméstica y decoración de interiores en Argentina: 1860-1936 (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

  • HIPOTESIS CENTRAL 2: El Conventillo =
    Barbarie-insalubre.
    En 1867 se había dado una
    epidemia de cólera y fiebre amarilla que había
    culminado en 1871. Se identificó a los conventillos
    como el foco de la epidemia de cólera por la falta de
    cloacas y las enfermedades infectocontagiosas como la
    viruela, la fiebre tifoidea y gastro-intestinales; porque las
    personas estaban hacinadas y mal alimentas, lo que revelaba
    la falta de arquitectura y ambientes adecuados para vivir
    debido a la insalubridad. Ejemplo: ver imagen (5) de un
    conventillo y la imagen (6) del comedor de un conventillo
    (comparar esta foto 6 con la foto 4).

  • Esta HIPOTESIS CENTRAL 2 no se utilizará
    para generar hipótesis de trabajo.
    Solo se la
    citó porque se desprende del Marco Teórico,
    pero no se trabajará con ella porque no es un objetivo
    prioritario.

  • Imagen ( 13 ): El Palacio Anchorena de Alejandro
    Christophersen (1866-1946). Fue un alarde de gasto conspicuo,
    gusto refinado y comodidad, ejemplo de arquitectura "civilizada".
    El Palacio San Martín está ubicado en la calle
    Arenales 761, en el barrio de Retiro, frente a la Plaza San
    Martín hoy es la actual sede del Ministerio de Relaciones
    exteriores y Culto de la Nación Argentina. Gran exponente
    del clasicismo Belle Époque.

    Metodología /
    procesamiento cualitativo

    Se trabajó con un plan (o estrategia de
    investigación) o tipo de diseño explicativo
    que favorezca la «comprensión» (típica
    de las Ciencias Sociales) más que la
    «explicación» (típica de las Ciencias
    Naturales) tal cual lo aclara y debate Esther Díaz en
    Metodología de las Ciencias Sociales
    (1997). Por lo cual se buscó, para el desarrollo de esta
    Tesis de Doctorado, un modelo de investigación
    fundamentado en la comprensión (hermenéutica)
    siguiendo una metodología cualitativa.

    Sabemos que en la Belle Époque Argentina
    (período 1860-1936), el comitente le proponía al
    arquitecto y al artista-decorador, atrapar el "espíritu de
    la época" con total libertad y desprejuicio (dado que no
    había una tradición arquitectónica nacional
    que le pusiera límites); para usar un término de
    Giedion en La mecanización toma el mando
    (1978) [140]

    Adicionalmente, Fabio Grementieri en Grandes
    Residencias de Buenos Aires. La influencia francesa

    (2006) sostiene que algunas residencias de esta época eran
    un buen reflejo del "espíritu de la época",
    experimental y contradictorio en sus estilos. Pues poseían
    algo del "alma de la nueva sociedad burguesa, equilibrada y
    positivista" (luego de la Revolución Francesa) y
    también poseían algo del "alma de la antigua
    sociedad cortesana, noble y aristocrática" (del mundo
    anterior a la Revolución Francesa), que remitían a
    un contenido simbólico preciso e intentaban representar el
    carisma de la nobleza, en el Barroco del Luis XIV y el
    Rococó del Luis XV que expresaba los ideales y valores de
    la aristocracia.

    El denominado "espíritu de la época" de
    Siegfried Giedion también lo podemos definir como
    "espíritu del Iluminismo" o de la "ilustración
    decimonónica" (el Gran Siglo de las Luces) que
    había logrado mudarse a Buenos Aires de la mano de un
    refinado cosmopolitismo que combinaba influencias sin prejuicios.
    El "espíritu de la ilustración iluminista a la
    francesa" hizo del retour à l´ordre la
    clave de su cultura arquitectónica de la Argentina entre
    1900 y 1939.

    Piera Sauri en revista Summa. Nº
    198
    (1984), sostenía que los muebles, los
    interiores, pueden revelar los "secretos de la época" que
    los ha creado; la casa y su interior es un "espejo" que refleja
    el carácter, los deseos, las aspiraciones de quien los
    vive o de quien los ha vivido, sostiene Mario Praz en su libro
    dedicado a la Filosofía
    dell´arredamento
    -. Textualmente: "(…),
    el mobiliario revela el espíritu de una época,
    (…)"
    [141]Idea trabajada por Sigfried
    Giedion.

    Por lo que si partimos de Giedion en La
    mecanización toma el mando
    (1978), uno de los
    trabajos más interesantes e importantes sobre el
    denominado "espíritu de la época" u:
    "orientación del período, (…) ideas
    rectoras y generales de una época"

    [142]en el diseño, producción y usos
    de artefactos, mobiliario y otros objetos. Asimismo podemos
    confrontarlo con otros autores y obtener resultados interesantes.
    Coincidente con lo que dice Rosario Bernatene
    [143]

    Sorprende que la afirmación de Mario Praz (1981)
    -citada por Scuri y Baroni (1984)-, es coincidente con la
    afirmación que efectuara Giedion (1978) y las relaciones
    establecidas posteriormente por Bernatene (1996). Por lo cual, se
    puede afirmar que son variadas las afirmaciones de los estudiosos
    que confirman esta línea de investigación y
    metodología de trabajo aquí seguida.

    Podemos resumir la idea con la siguiente cita que
    Eduardo Gentile en La Residencia Ortiz Basualdo, Sede de
    la Embajada de Francia
    sostiene cuando dice que merece
    transcribirse el texto que acompaña el conjunto de
    ejemplos que reúne una de las láminas de una
    publicación sobre la Argentina editada por Monte Domecq en
    1940, que expresa que: "(…), la residencia particular
    constituye el índice exponencial de la cultura de
    un pueblo. (…)".

    El subrayado es mío, para referirme a la
    importancia del concepto de "índices" o "indicadores"
    (científicos); en este sentido Juan Samaja, le dedica un
    apartado especial al concepto de la construcción de
    "indicadores", cuando desarrolla su obra:
    Epistemología y Metodología, elementos para
    una teoría de la investigación
    científica
    (1993). Base de la metodología
    de la investigación del Doctorado en Arte
    Contemporáneo Latinoamericano, de la Facultad de Bellas
    Artes, UNLP.

    Para Michel De Certeau en La invención de
    lo cotidiano. Tomo II
    (1999) el "indicador
    hogareño" de la casa es: su ubicación
    geográfica en la ciudad (microcentro, suburbio, etc.), la
    arquitectura de la edificación y el estado de
    conservación, la disposición de los ambientes,
    piezas y habitaciones (en cuanto cantidad y tamaño), el
    equipamiento de comodidades en cuanto cantidad y calidad de los
    mismos (tipologías, diseños, estilos y materiales
    de los objetos, artefactos, productos y muebles), etc. Son todos
    "indicadores" económicos y de status social de sus
    ocupantes.

    Mas adelante, Eduardo Gentile sostiene: "La
    presencia de arquitectos, artefactos culturales y
    técnicos, modos de habitar,
    patterns formales
    provenientes del reservorio cultural y humano de Francia
    alcanzaron en el período 1890-1920 una intensidad que si
    bien en puros términos estadísticos pudiera
    resultar de relevancia relativa, no lo es así en
    términos cualitativos. (…), su resultado, empero,
    brindó los signos
    (…)".

    Por lo que en este trabajo de investigación se
    construyó un índice semiológico (o indicador
    semiológico para hablar con mayor propiedad) del tipo
    "signo iconográfico"; sobre el que se elaboró la
    matriz de datos y los elementos constitutivos de todo dato:
    unidades de análisis, variables, dimensiones o
    sub-variables, valores posibles y los procedimientos para obtener
    los indicadores.

    Sostiene Gentile, citando a Guadet en
    Eléments et Théorie de
    l'Architecture
    (1910) que: "No tengo necesidad de
    deciros que el salón o los salones concentran la riqueza y
    los elementos de la representación entre las habitaciones.
    Es esta la parte más decorada, la más
    teatral
    .(…)". Por lo que nuestro "indicador de signo
    iconográfico" deberá señalar (indicar) como
    se manifiesta la riqueza (burguesa) en la pluralidad
    ecléctica de estilos arquitectónicos y
    artísticos; reflejados por su arquitectura, mobiliario y
    equipamiento interior, sus obras de arte diversas y otros objetos
    y artefactos u enseres domésticos.

    Esto se encuentra en correspondencia con el denominado
    indicador de la matriz de datos, señalada por
    Juan Samaja en Epistemología y metodología.
    Elementos para una teoría de la investigación
    científica
    (1993).

    8.1 – DISEÑO EMPÍRICO / DISEÑO
    DE LA MATRIZ DE DATOS ICONOGRAFICA (Parte 1): Análisis
    sobre los «indicadores» del mueble
    utilizados:

    ADVERTENCIA IMPORTANTE: A continuación, el
    lector encontrará desde la página 82 y hasta la
    página 136 un resumen que podrá obviar si posee
    conocimientos de Historia del Arte y/o Historia de la
    Arquitectura; que se resumen en el cuadro ( 4 ) de la
    página 137. Este resumen en colores explica la historia
    del arte y arquitectura aplicada exclusivamente a la historia del
    diseño y manufactura de muebles (sillas, mesas, camas,
    etc.) y se aplicará posteriormente en el ítem
    8.2 – DISEÑO EMPÍRICO / DISEÑO DE LA
    MATRIZ DE DATOS ICONOGRAFICA
    a la construcción de las
    Fichas de la Matriz de Datos Iconográfica, para ser
    sometida a un procesamiento cualitativo, como se explica
    más adelante.

    El diseño empírico de la Matriz de Datos,
    según lo describe Juan Samaja en
    Epistemología y Metodología. Elementos para
    una teoría de la investigación
    científica
    (2008), se realizó a partir de
    investigar la teoría de los siguientes autores:

    – Luis Feduchi: Historia del mueble
    (1946).

    – Sigfried Giedion: La mecanización toma
    el mando
    (1978).

    – Jesús Vicente Patiño Puente:
    Historia del mueble hasta el siglo XIX
    (2010).

    En este sentido, Jesús Vicente Patiño
    Puente explica:

    Podemos considerar como mueble cualquier
    construcción humana que sirve a las personas para realizar
    acciones relativas a su vida cotidiana y que tienen la
    peculiaridad de poderse mover (de ahí lo de "mueble"),
    cambiar de sitio, ya sea sin tocar su estructura o desmontado.
    También consideramos como mueble cualquier elemento
    existente en el interior de las viviendas humanas destinado a
    hacer la vida cotidiana más fácil y
    moda.
    [144]

    Monografias.com

    Cuadro ( 2 ): Primera parte del
    cuadro de Jesús Vicente Patiño Puente en
    Historia del mueble hasta el siglo XIX
    (2010).

    Monografias.com

    Cuadro ( 3 ): Segunda parte del
    cuadro de Jesús Vicente Patiño Puente en
    Historia del mueble hasta el siglo XIX
    (2010).

    El mueble de
    estética feudal – monacal (800-1500)

    1 – EL MUEBLE MEDIEVAL:

    1.1 – La Edad Media:

    El Imperio Romano constituyó una estructura
    política y social que se extendió enormemente tanto
    en el tiempo (desde el siglo V A.C. hasta el V D.C.) como en el
    espacio, ya que unificó la cultura y las expresiones
    artísticas de Europa Occidental, Norte de África y
    Oriente Próximo. La lengua oficial y del pueblo fue el
    latín, aunque la lengua de cultura fue el griego. A partir
    del siglo V D.C. el Imperio se dividirá en dos
    mitades.

    La mitad oriental constituirá el Imperio
    Bizantino, que se prolongará hasta el siglo XV y que se
    caracterizará por la religión cristiana ortodoxa y
    una cultura de herencia griega y romana.

    La mitad occidental sufrirá las invasiones de los
    pueblos germánicos o bárbaros (suevos, alanos,
    anglos, vándalos, visigodos, francos, ostrogodos,
    burgundios, etc.), que constituirán en cada región
    un estado propio que evolucionará al
    feudalismo.

    El feudalismo es una estructura política, social
    y económica propia de la Edad Media (el periodo de la
    Historia que abarca, aproximadamente, los siglos V al XV D.C.)
    caracterizada por lazos personales de fidelidad y vasallaje entre
    un señor y un vasallo, que se somete al anterior a cambio
    de protección y está obligado a una serie de
    prestaciones personales y económicas. La sociedad se
    divide en tres estamentos (grupos sociales cerrados y con leyes
    propias), de los cuales dos -la nobleza y el clero- son
    privilegiados (no pagan impuestos, ejercen el poder, etc.) y el
    tercero, llamado tercer estado o pueblo llano (pueblo a secas:
    plebeyos, campesinos, siervos, mercaderes, artesanos) no tienen
    ningún privilegio, mantiene con su trabajo a los otros dos
    y están alejados de los círculos del poder. Al
    principio, este tercer estado está compuesto en su mayor
    parte por campesinos, pero con el discurrir de los siglos (la
    Edad Media dura 1000 años) se revitalizarán las
    ciudades y surgirá una nueva clase social dentro del
    estado llano que será la burguesía y que se
    dedicará a labores artesanales (agrupados en gremios) y
    comerciales, y que con el tiempo irán acaparando poder
    económico y social y, ya en el siglo XIX, tomarán
    el poder político con el advenimiento del sistema liberal
    o capitalista.

    Durante el feudalismo las rutas comerciales colapsan y
    los contactos culturales cesan casi por completo, de manera que
    los intercambios de todo tipo tienen un corto radio de
    acción al no haber una autoridad de ningún tipo que
    garantice la seguridad de dichas rutas. Las monarquías
    dejan de tener un poder efectivo y son los señores de cada
    región o comarca los que dictan y ejecutan su propia ley.
    La cultura, el arte y la artesanía, así como la
    lengua, evolucionan de manera aislada, con lo que se da lugar en
    cada región a los modernos lenguajes de raíz latina
    como el francés, el castellano, el catalán, el
    rumano, etc., o de raíz germánica como el
    inglés, el holandés, etc.

    Durante siglos el poder se atomizará y no
    será hasta bien entrado el siglo VIII o IX cuando empiecen
    a aparecer las primeras monarquías fuertes, como el
    imperio Carolingio fundado por Carlomagno a partir del Reino
    Franco, y hasta el siglo XII o XIII cuando tengan el suficiente
    poder para enfrentarse a los señores feudales y
    convertirse en monarquías autoritarias. Además,
    este periodo estará marcado por las constantes luchas en
    el Mediterráneo entre los cristianos y los musulmanes, ya
    que desde la aparición de Mahoma y la fundación del
    Islam como nueva y pujante religión, el mundo
    circunmediterráneo se divide en dos ámbitos: el
    cristiano en Europa y en Bizancio y el musulmán en Asia y
    en el norte de África.

    Si nos centramos en el mundo cristiano, la única
    institución de carácter universal será la
    Iglesia (de hecho, católico significa, precisamente,
    universal), y será ésta la que mantendrá
    viva, en sus monasterios, la llama de la cultura. De hecho, la
    religión cristiana será la que marcará toda
    expresión cultural. El arte se hará expresivo y
    perderá las proporciones clásicas, de manera que lo
    único importante será el mensaje de Cristo y que
    llegara al pueblo, esencialmente analfabeto. El milenarismo
    (creencia de que el Fin del Mundo sobrevendrá el
    año 1000) marcará las expresiones culturales ya que
    el arte se convertirá en vehículo de los mensajes
    de salvación.

    A medida que pase el tiempo, a través de las
    rutas de peregrinación, de las que la más
    importante será el Camino de Santiago, se va
    intercambiando información y tecnología, de manera
    que hacia el año 1000 y hasta el siglo XIII
    (aproximadamente) se desarrolla el primer estilo cultural
    unificado en Europa Occidental, el Románico.

    1.2 – Factores que influyen en el mueble
    medieval:

    Todo lo anterior influirá de una manera
    determinante en la fabricación de muebles en la Edad
    Media.

    Al colapsar todas las rutas comerciales, el mueble se
    fue regionalizando y haciéndose más tosco. Los
    materiales se fueron también empobreciendo y se usaron
    aquellos de mayor duración y facilidad de trabajo y que se
    encontraran con mayor facilidad, por lo que se trabajó la
    madera esencialmente, reservándose el metal para los
    herrajes. El mueble se tendió a construir empotrado en la
    estructura de la casa para abaratar costos. Sólo la
    Iglesia, que, como se ha visto, conservó cierta
    organización suprarregional, encargará muebles de
    alta calidad que incluyan metales preciosos o materiales
    exóticos (como el marfil, por ejemplo).

    El trabajo también se fue haciendo más
    rudimentario y las técnicas involucionando a las
    primarias, ya que incluso las herramientas de metal se
    convirtieron en artículos casi de lujo. El mueble pierde,
    por tanto, variedad y gana en robustez, ya que un objeto caro
    debía ser duradero, lo que conectaba con el sistema
    gremial.

    Con el desarrollo de las grandes rutas de
    peregrinación y las ferias, se dinamizaron de nuevo los
    intercambios y el mueble, a su vez, fue ganando de nuevo en
    cuanto a técnica y esbeltez de formas. La talla se va
    generalizando y se tiende al adorno zoomorfo y antropomorfo, en
    la tradición de los canteros medievales. Y prima, ante
    todo, la tradición: para los artesanos medievales el ideal
    de la perfección era la copia de los modelos antiguos, no
    la innovación. En este sentido, se consolidan formas y
    tipologías y se recuperan modelos de la Antigüedad
    clásica conservados en ilustraciones de manuscritos
    trasmitidos por los iluminadores de los monasterios.

    El mueble corriente será sólido,
    cúbico, funcional y estereotipado. Sólo el
    mobiliario encargado por el clero o la monarquía (que se
    va consolidando) tendrá una importante calidad
    técnica. Por otra parte, el mobiliario que conservamos de
    esta época será esencialmente cortesano y
    litúrgico. No será hasta bien entrado el
    gótico, a partir del siglo XIV, cuando el mueble se vaya
    generalizando entre las capas sociales del Tercer Estado,
    esencialmente entre la burguesía ciudadana, que poco a
    poco irá cobrando importancia y poder. Gran parte de la
    información que poseemos sobre el mueble medieval viene
    dada por las representaciones pictóricas
    góticas.

    1.3 – Tipología del mueble
    medieval:

    Como dijimos, muchas piezas de mobiliario medieval se
    inspiran en modelos romanos y los emulan. En muchas ocasiones, el
    influjo viene dado por el Imperio Bizantino, heredero del Imperio
    Romano Oriental, que ejercerá mucha influencia sobre
    occidente hasta prácticamente el final de su historia, en
    1452, cuando Constantinopla es conquistada por los turcos
    otomanos.

    Existen representaciones, en relieves pétreos y
    sobre placas de marfil, de tronos que se inspiran en la
    cátedra, con escalones o escabel
    [145]para acceder a él. Otros tronos, como
    la silla de san Dagoberto (siglo VII), es en esencia una sella
    curul [146]a la que el abad Suger
    añadió en el siglo XII un respaldo.

    A partir del siglo XII empezamos a tener
    información sobre el mobiliario, esencialmente a
    través de pinturas. Aunque este mobiliario era sólo
    el de la clase alta (que es la que podía hacer estos
    encargos), podemos hacernos una idea de los tipos y de su
    evolución. De hecho, el mobiliario constituía una
    expresión de primer orden de la posición social, y
    en algunas fiestas o ceremonias tenían una función
    de primer orden a la hora de exteriorizarla.

    El trabajo fino en madera no tenía demasiada
    consideración. Por el contrario, se prefería
    demostrar el lujo mediante la posesión de tapices, telas y
    sedas, así como de objetos de orfebrería. Entre
    otras razones, se debía a que eran bienes que se
    guardaban, desmontaban y montaban con facilidad y que se
    adaptaban a cualquier entorno. La excepción eran los
    monasterios y las iglesias, ya que al ser territorio sagrado, se
    hallaban en teoría libres del saqueo y poseían un
    mobiliario más rico y variado.

    Se trabajaba cualquier madera, pero se tenía
    preferencia por el roble, cuyos tablones se obtenían
    cortando el tronco longitudinalmente, desde fuera hasta la
    médula, a modo de gajos.

    Se utilizan ensamblajes a caja y espiga, y su estructura
    evoluciona de manera que si en el siglo XIII todos los laterales
    son de gruesas tablas, ya hacia el XV se produce una
    división del mueble en dos partes: un armazón
    fuerte, rectangular, que soporta la decoración tallada, y
    paneles más delgados engargolados o insertos en el
    armazón, de cierre.

    El estilo del mueble siguió en líneas
    generales el del estilo arquitectónico. Así, el
    mueble románico es robusto y sobrio, mientras que el
    mueble gótico es estilizado, tallado e imitando las formas
    arquitectónicas como rosetones, gabletes, doseletes,
    cresterías caladas, etc. La decoración suele ser
    geométrica o zoomorfa, y siempre arquitectural, pero no
    desborda nunca el perfil ni la forma del mueble. Los herrajes se
    integran bien en la estructura, y protagonizan, a veces, la
    propia decoración.

    1.4 – El mueble de almacenamiento
    medieval:

    En una época marcada por la inseguridad, los
    monarcas y señores feudales llevaban una vida
    nómada, por lo que el mobiliario era, o bien tan
    sólido que podía dejarse sin temor a que fuera
    robado, o bien de fácil transporte. Abundan por ello las
    arcas y cofres de considerable tamaño,
    muchas de ellas con una función polivalente (como cama,
    como, banco, como mesa, etc.), muy consistentes y robustas, con
    fuertes herrajes y con cerradura (a veces más de una). Las
    había de dos tipos:

    • Las destinadas al transporte, con cubierta
    abovedada para que corriera el agua.

    • Con tapa lisa y con patas, para almacenamientos
    estables, muy robustas, bajas y alargadas. Cuando se
    transportaban, éstas se cubrían con una especie de
    cobertura o bahut, hecha de mimbre o madera cubierta de
    tapicería o cuero o incluso de madera.

    Algunos relicarios solían tener, también,
    forma de cofrecitos, a veces con la tapa abovedada o a dos
    aguas.

    También se documenta la existencia de grandes
    armarios, con puertas -accionadas por goznes [bisgagras
    metálicas] y sujetas con grandes clavos-, muchas veces
    dorados y policromados, según el poder adquisitivo de su
    propietario. Un caso especial de estos armarios eran los
    destinados a guardar documentos, que solían tener cajones,
    a veces, a su vez, protegidos por puertas.

    Existían también aparadores, llamados
    dressoir [147]en Francia, que
    consistían en muebles que, en las ceremonias, se
    cubrían de paños o telas. Se estructuraban en forma
    escalonada, con estantes abiertos, y el número de
    escalones dependía del rango del propietario (dos los
    barones, tres los marqueses, etc., hasta llegar al dressoir real,
    que tenía seis). Eran sólo objeto de
    exhibición, sobre el que se disponía todo tipo de
    objetos decorativos o vajilla de oro, plata o pedrería.
    Existía otro tipo de aparador, más pequeño y
    práctico, que no se cubría con telas pero estaba
    ricamente tallado, predecesor de los modernos, que se usaba para
    servir bebidas y comidas a los comensales que se encontraban
    más cerca, y que tenía apartados para exhibir y
    otros para guardar. Existían otros muebles de lujo, como
    los aguamaniles, dentro de esta categoría de
    muebles de almacenamiento, pero eran sumamente raros y, por
    tanto, lujosos.

    No obstante, la tendencia general era que se
    construyeran adosados o empotrados en la estructura de la casa,
    que solía ser de entramado de vigas de madera, de tapial o
    de adobe. Sólo las grandes mansiones o palacios se
    construían con mampostería. Las casas eran
    generalmente de estructura sencilla y pobre, con un
    habitáculo único (a veces compartido por los
    animales) con suelo de tierra pisada, con escasos
    muebles.

    1.5 – El mueble de asiento medieval:

    La silla se consideró en el medievo como un
    mueble de lujo, y como tal se reservaba a las autoridades, que en
    las ceremonias se situaban sentadas en ellas, a veces sobre una
    tarima, con escabel y bajo un dosel
    [148]

    Conforme pase el tiempo, incluso algunas sillas
    góticas incluirán el dosel [techo] cónico o
    baldaquín -tela de seda que se suspende a modo de
    dosel sobre una silla trono- integrado en la estructura de la
    silla en el caso de tronos de obispos o reyes. Estos tronos
    estarán ricamente labrados, dorados y policromados, y en
    algunos casos, como en la Silla del rey Martín, se
    realizan tallas profundas y profusión de calados, imitando
    los motivos de arquitectura gótica. Los más
    primitivos están constituidos, como el
    arquibanco, por un arca a la que se le añade un
    respaldo y, a veces, brazos.

    Las sillas y los taburetes solían ser de tijera,
    al modo romano, a la que se añadía el respaldo y
    brazos, según la importancia del propietario, aunque
    también se fabricaban con tablas, como el Trono de san
    Eduardo (ha. 1200), empleado en la coronación de los reyes
    ingleses, con sus patas torneadas. Los taburetes de tijera
    también se suelen llamar faldistorios
    [149]por su aspecto una vez recubiertos por
    acolchados y colgaduras. Solían emplearse cojines, aunque
    se documentan (ya en 1390) muebles tapizados, en cuero o en tela,
    y con relleno de plumón. Se decoraban a veces con motivos
    tallados en forma de pergaminos, pliegues de tela,
    etc.

    Sin embargo, los asientos más corrientes eran los
    taburetes como asiento individual y los bancos, generalmente de
    elaboración tosca y robusta, como asiento colectivo. Era
    corriente que estos bancos fuesen la adaptación de un arca
    (arquibancos), tipología que evolucionará a la
    banca castellana, o que se adosasen al muro como banco corrido,
    bien exento o integrado en el mismo.

    El medievo es también el periodo del cual
    conservamos las primeras tipologías de mueble tradicional,
    llegadas a nosotros a través de la pintura mural. Es
    curiosa, en este sentido, la pervivencia de las sillas de medio
    tonel, o la aparición en Centroeuropa de sillas y
    taburetes de asiento triangular y tres patas torneadas, que ha
    llegado hasta nuestros días en infinidad de
    versiones.

    1.6 – Las camas y las mesas
    medievales:

    Las personas que vivieron en la época medieval
    solían dormir en el suelo, en simples esteras o
    jergones
    (paja o hierba), aunque a veces existían
    tarimas empotradas en la estructura de la casa, como lo estaban,
    también, las mesas, a veces sencillas estructuras
    integradas en la pared, formadas por tablones. Existían
    mesas exentas de formas variadas, desde la más corriente
    rectangular hasta redondas (como la que se conserva en
    Winchester, de seis metros de diámetro, llamada la Tabla
    del Rey Arturo) de cuatro patas o de un solo pie o poligonales,
    aunque la mayoría de las veces consistía en
    tableros portátiles sobre patas desmontables, ya que la
    comida se servía, según las ocasiones, donde se
    creyera más conveniente.

    Al ser la cama un objeto de lujo, de existir tomaba
    formas y proporciones monumentales, soliendo tener barandillas
    bajas que se abrían en un punto para acceder, un dosel muy
    elaborado (a veces independiente de la cama), con soportes
    torneados y tallados y montantes que sobresalían del
    colchón. El dosel empezó a evolucionar en el siglo
    XIII y a partir del XIV se generalizará en las camas de
    los poderosos, tomando en el siglo XV la forma que nos es
    más familiar, integrándose en la estructura de la
    cama y con el cabecero elevándose hasta la altura del
    propio dosel. De éste pendían cortinajes y tejidos
    que no sólo aislaban de la mirada sino del frío.
    Existen varios tipos de dosel, desde el compuesto por cuatro
    soportes, el cónico, el medio dosel, etc., hasta el que
    era soportado sólo por el cabecero, a modo de
    sombrilla.

    Muchas de estas camas eran sólo objeto de
    exhibición, las llamadas lit de parement, y se
    dormía realmente en otros lechos menos fastuosos.
    Existían, además, otras camas más
    pequeñas, a veces con ruedas, llamadas couchettes
    (que a veces tenían su propio dosel), que podían
    ser plegables.

    Para los bebés, también había
    cunas. Un poema francés del siglo XV nos indica que las
    más lujosas se colgaban de dos anillas de hierro situadas
    en postes de madera y poseían baldaquín. Por lo
    general, también existían de dos tipos, una para
    exhibición y otra para dormir propiamente, más baja
    y articulada para ser mecida por una persona sentada al
    lado.

    1.7 – El mueble monástico y
    eclesiástico medieval:

    Dentro de este período Gótico, se
    expresó la grandeza de lo divino, fue la fuerte
    expresión de la concepción geocéntrica, pues
    la monumentabilidad quedaba casi exclusivamente para la
    veneración de lo divino. Fue un mueble
    arquitectónico, pero asimismo fue un estilo religioso; es
    decir que los muebles eclesiásticos fueron verdaderas
    catedrales en miniatura.

    Los respaldos de las sillas se ornamentaban con figuras
    geométricas, conocidas como tracerías, decorados
    bajo relieve. Fue un mobiliario vertical, alto, de
    respaldos rectangulares cuyos doseles tocaban el cielo. El
    mobiliario trató de elevar al hombre a las mismas alturas
    del Dios que proclamaba.

    Como bien lo describe Giedion, el mobiliario medieval
    procedía de una concepción monacal de la vida, la
    postura fue desatendida (ya que sus vidas se basaban en la
    mortificación de la carne). La vida ascética (de
    perfección cristiana) de los monjes se vio manifestada en
    todo el mobiliario.

    Así nace el mobiliario monacal que con su
    ética estoica (su esfuerzo por alcanzar la virtud,
    dominando las pasiones de la carne, impasible e insensible a lo
    que no depende de él, sino de la providencia), impuso las
    sillas cathedras.

    También habían banquetas, y bancos largos.
    Y algunos sitiales, como el de plata cincelada, que
    representaban autenticas catedrales en miniatura. Algunos como el
    sillón cajón, que eran la combinación del
    arca (mueble más importante del medioevo, en la
    Baja Edad Media) más una silla. Otros bancos arcones,
    poseían una cerradura en la parte inferior para guardar
    cosas personales en su interior.

    Normalmente hallamos las famosas lanzas, que
    reemplazaban al arco de medio punto, talladas en los respaldos.
    Aquí, dado su importancia, encontramos el banco con
    respaldo reversible.

    Como se ha dicho, la Iglesia conservó tanto una
    organización suprarregional como un estatus privilegiado,
    lo que hizo posible que fuera acumulando posesiones (entre ellas
    muchos muebles) y, a la vez, que la variedad de éstos
    fuese mucho mayor.

    Destacan en la Historia del Mueble las bibliotecas
    monacales. En ellas se desarrollaron unos muebles
    específicos destinados a exhibir, guardar, mostrar o
    sujetar: atriles (para mostrar libros abiertos),
    facistoles [150](como los atriles, pero
    para varias personas y de forma troncopiramidal, generalmente),
    aparadores, armarios, estanterías, repisas, etc. Existe
    una gran cantidad de representaciones pictóricas que
    muestran a san Jerónimo en el interior de bibliotecas que
    muestran cómo sería, de una manera idealizada,
    dicho entorno, así como los muebles que
    tendría.

    También era importante el scriptorium.
    En esta especie de taller donde se elaboraban y copiaban los
    códices y manuscritos medievales también
    encontramos, en representaciones alusivas, mobiliario
    específico, desde pupitres hasta atriles, sillas,
    etc.

    También existe mobiliario específico de
    las iglesias. En este sentido, debemos recordar que las sillas se
    reservaban a altos dignatarios.

    Hay que mencionar las sillas episcopales, los sitiales o
    bancos adosados de las iglesias (como el que se conserva de san
    Climent de Taüll) y, sobre todo, las sillerías de
    coro, obra cumbre del arte del mueble medieval, cuyos recursos
    estéticos y técnicos se basaban en la arquitectura
    gótica.

    Destacan dentro de las sillerías de coro las
    llamadas misericordias, cuyas tallas solían ser
    magníficas e imaginativas, con motivos fantásticos
    y mundanos.

    El mueble de
    estética cortesana – monárquica
    (1500-1789)

    2 – EL MUEBLE RENACENTISTA:

    2.1 – Formación de la sociedad burguesa y
    formulación del urbanismo:

    El Renacimiento ocupa un espacio de tiempo muy amplio y
    no homogéneo en sus etapas (siglos XV y XVI). De la misma
    forma, hay que recordar que el Renacimiento se nutre de una
    tradición medieval que había conjugado dos mundos,
    el real y el sobrenatural, en los que jugaba un importante papel
    la idea de perfección, de eterna belleza, etc.

    En la Edad Media nos encontramos con un orden social
    inmutable que será cuestionado en la época
    renacentista por:

    ? El poder de los reyes.

    ? El Humanismo.

    ? La Reforma.

    ? La reorganización de los Estados.

    ? Los adelantos científicos, técnicos y
    geográficos.

    El Renacimiento surge en las sociedades europeas donde
    más influencia tiene la incipiente burguesía, es
    decir, en Flandes y en los pequeños estados italianos (con
    Florencia a la cabeza). Una serie de factores favorecieron su
    desarrollo:

    ? Se consolida el sistema gremial, pero al mismo tiempo
    el artista se convierte en un artesano prestigioso a la cabeza de
    un gran taller.

    ? Aparece la burguesía, con un nuevo concepto del
    orden de la vida y gran poder económico.

    ? Comienzan los grandes viajes (iniciados con las
    cruzadas), posibles gracias a la existencia de entidades
    bancarias y masas de capital comercial móvil y disponible,
    con la puesta en contacto de las civilizaciones cristiana e
    islámica, que introduce gustos más refinados
    (especias, telas, etc.) a la vez que nuevos usos, ciencia,
    curiosidades, etc.

    ? Aparece el Humanismo, movimiento filosófico y
    literario con derivación artística que se basa en
    el estudio, el desarrollo del ser humano y la recuperación
    del legado clásico grecorromano (como en Flandes no
    existía este substrato se crea alrededor del burgo una
    estética y una fuente de inspiración). En este
    sentido, es importante la labor de Petrarca o de Bocaccio,
    partícipes de la recuperación de textos latinos, y
    de los exiliados bizantinos tras la invasión turca en la
    recuperación de los autores griegos (Platón,
    Pitágoras, etc.). El Humanismo plantea una nueva
    estética, con el hombre como centro, con un arte no
    exclusivamente al servicio de la religión, con la
    antigüedad como modelo y con gran preocupación por la
    cultura en general, favorecida en gran medida por la
    aparición de la imprenta.

    El Humanismo se asocia con un fenómeno de
    expansión de la cultura por amplias capas de la
    población de las ciudades, parejo con la creación
    de las Universidades y con la eclosión de líneas de
    pensamiento entre las que se encontraría la
    aparición de la Reforma protestante. Al calor de las
    discusiones filosóficas desencadenadas por el
    aristotelismo o por el neoplatonismo emergieron las distintas
    corrientes del reformismo cristiano (tanto católico, como
    el erasmismo, por ejemplo, como protestante, ya sea luterano,
    calvinista o de cualquier otra índole) y se publicaron
    cientos de libros de gran difusión, al mismo tiempo que la
    novela empezaba a popularizarse. Esta demanda creciente de libros
    funcionó como una presión selectiva en la
    dirección de la confección y copia masiva de
    libros, lo que desembocaría en la imprenta. El
    conocimiento se propagó rápidamente y la capacidad
    de leer y escribir se incrementó como resultado de la
    extraordinaria invención.

    2.2 – El concepto de Renacimiento:

    Hay que distinguir dos ámbitos geográficos
    en este Renacimiento:

    1. Por una parte, los Países Bajos (Flandes y
    Holanda), donde los avances e innovaciones se centraron en la
    pintura (uso del óleo, experimentación, etc.) y en
    la edición de libros, constituyendo una evolución
    refinada del gótico.

    2. Los pequeños estados italianos, en especial
    Florencia, que fueron testigos del Renacimiento propiamente
    dicho. Este Renacimiento italiano se puede separar en tres
    momentos bien diferenciados:

    1. El siglo XV (quattrocento), caracterizado por la
    innovación y el desarrollo en los focos primigenios de la
    península itálica.

    2. En el siglo XVI (Cinquecento) se refinarán las
    técnicas, surgirán los grandes maestros como Miguel
    Ángel, Rafael o Leonardo, y el fenómeno se
    extenderá por toda Europa desde el foco de la Roma de los
    papas.

    3. El manierismo, que será una época de
    cansancio, de no innovación, de copia de los grandes
    maestros o de relajación de las normas.
    Evolucionará al barroco del siglo XVII.

    Al contrario que anteriores momentos de la Historia, los
    artistas del Renacimiento eran plenamente conscientes de que su
    actividad planteaba una deliberada ruptura formal radical con
    toda la tradición artística anterior y que buscaban
    la consecución de un nuevo clasicismo a través de
    la interpretación (que no la simple imitación) e
    inspiración en los modelos clásicos grecorromanos.
    Al mismo tiempo, varió la forma de considerar la
    valoración que el propio artista tenía de su
    trabajo, de su estatus, comportamiento y proyección
    social, ya que, aunque nacida en un entorno de artesanos en el
    sistema gremial, su actividad se alejaba diametralmente de
    él. En relación al arte se dio una reacción
    análoga: se exaltó el ideal de belleza y
    proporción del mundo clásico en
    contraposición de la fealdad del arte bárbaro
    medieval.

    2.3 – El retorno a la Antigüedad:

    La Antigüedad se convirtió en una constante
    referencia cultural para los artistas del Humanismo renacentista,
    unas veces imitando sus modelos y, las más, intentando
    superarlos. Se retornó a los órdenes
    clásicos, al arco de medio punto, a las tipologías
    arquitectónicas romanas, como la planta central, la
    cúpula semiesférica (modelo del Panteón de
    Agripa), al arco triunfal o al repertorio decorativo grecorromano
    (tímpanos, medallones, frisos, etc.) Algunos pintores,
    como Mantegna, tuvieron un auténtico interés
    arqueológico, que plasmó a modo de citas en sus
    pinturas. Se generalizaron los álbumes de dibujos tomados
    de ruinas antiguas, y se profundizó en el estudio de los
    estilos escultóricos y arquitectónicos para su
    aplicación inmediata en las proporciones de edificios y
    esculturas. En este sentido jugó un gran papel la
    recuperación de obras latinas, como "Los diez libros de
    Arquitectura", de Vitrubio, que se convirtió en referencia
    continua en la obra de teóricos como Alberti.
    Paradójicamente, el estado fragmentario de las ruinas de
    edificios clásicos dio lugar a interpretaciones diversas e
    incluso a equívocos que favorecieron la diversidad de las
    creaciones.

    Todo ello se plasmaría también en el mundo
    del mueble, que adquirirá un aspecto arquitectónico
    con el repertorio ornamental renacentista.

    Sin embargo, no se desdeñó totalmente la
    tradición artística medieval: tanto las
    tipologías arquitectónicas, de mobiliario, etc.,
    como técnicas, soportes, iconografía, etc.,
    sirvieron como base para las obras renacentistas. De hecho, en
    muchos muebles de la primera época se aprecia una gran
    influencia medieval, bien por la técnica (uso del
    torneado, ensamblajes a espiga, etc.), bien por el soporte
    (armazones laterales, uso preferente de la madera de roble,
    etc.).

    Paralelamente, el arte cobra importancia como elemento
    de prestigio, como arma política y de ostentación,
    por lo que el trabajo del artista cobra una nueva
    dimensión: éste pasa a tomar un papel protagonista
    y su labor se transforma por completo. Ahora, la obra de arte no
    es una mera ejecución, una técnica. No es tan
    importante la técnica como la idea. Así, el
    verdadero valor artístico de las vidrieras florentinas no
    se adjudica a los artesanos que las realizaron, sino a los
    cartones sobre las que se hicieron diseñados por
    Ghirlandaio, Ucello o Donatello.

    Los grabados de Durero son la obras de un Humanista. El
    artesano gremial pasa a ser un artista liberal que goza de la
    consideración ciudadana y se inserta en una elite
    intelectual.

    La teoría pasó a ser el requisito previo a
    la realización de la obra. El artista no es ya un artesano
    con una cierta técnica, sino una mente que planifica y
    diseña para luego realizar la concreción material
    de la idea, hasta el punto que muchos de los grandes maestros
    tenían en su taller una serie de técnicos que se
    encargaban de ejecutar las tareas rutinarias para reservarse
    ellos el trabajo correspondiente al diseño,
    elección de materiales y planificación, así
    como el retoque y el acabado. Todo ello fue posible porque se
    liberaron del rígido sistema gremial, sin lo que hubiese
    sido imposible que tomaran esa nueva dimensión.

    Como consecuencia, el artista pasó a adquirir
    unos nuevos comportamientos: se empezaron a firmar las obras,
    aparecieron los primeros autorretratos, o los artistas
    aparecían representados entre la elite de la sociedad en
    frescos y pinturas, se escribieron las primeras biografías
    de artistas (como la famosa obra de Vasari), etc.

    2.4 – El nuevo entorno urbano:

    El centro de gravedad de la vida política, social
    y económica bascula en esta época del campo y de la
    Corte hacia la ciudad, que configurará el nuevo marco en
    el que florecerá la burguesía (porque habitaban en
    burgos, ciudades). Estos ciudadanos enriquecidos
    construirán sus moradas con una nueva proyección,
    de manera que, por ejemplo, los palacios renacentistas italianos
    integrarán en su construcción todos los avances e
    investigaciones novedosas del Renacimiento, y articularán
    sus viviendas de una manera más funcional. En el norte de
    Europa, donde triunfará la Reforma protestante, se
    consolidará también una burguesía que ya
    desde épocas tempranas aspirará a conquistar el
    poder y cuya forma de vida, de inspiración protestante,
    incluirá ambientes sobrios pero cómodos y
    habitables, a la medida humana.

    2.5. Aportaciones italianas a las tipologías y
    a la gramática ornamental del mueble
    renacentista:

    En Italia aparecieron los primeros muebles
    típicamente renacentistas. Se construían casi
    siempre en madera de roble o, a veces, de nogal. El más
    característico era el arcón de bodas, o
    cassone, de ricas tallas y decoración abigarrada,
    a veces tallada y a veces, incluso, pintada en grandes paneles
    (algunos de los pintores más famosos, como Botticelli,
    pintaron cassone). Solían poseer patas torneadas
    o zoomorfas.

    La decoración del mueble renacentista italiano,
    muy influida por las teorías del arquitecto Jacopo Tatti,
    llamado Sansovino, incluía todo el repertorio ornamental
    de la arquitectura renacentista, desde los capiteles de pilastra
    de los órdenes clásicos, especialmente el corintio,
    grutescos, hasta guirnaldas, roleos, putti, etc. Sin embargo, la
    reina de la decoración será la talla, que
    enseñoreará por encima de cualquier otro tipo de
    ornamentación.

    A veces se doraba la madera sobre un fondo rojo que se
    bruñía, alcanzando bellas y sorprendentes
    combinaciones, o se incluían tallas en relieve aplanado
    (pastiglia) en yeso o en estuco, que se doraban, e
    incluso se hacían bellas incrustaciones muy trabajadas de
    mármol, nácar, carey, metal (latón, plata,
    oro, etc.) u otras maderas. La intarsia, tarsia o
    certosina consistía en la incrustación de
    marfil, conchas o hueso, y dio paso a la taracea
    [151]en madera, con la que se hacían
    grandes composiciones. La pietre dure era el trabajo equivalente,
    pero esta vez con mármoles pulidos, ágatas o
    lapislázuli.

    Con el tiempo y el afianzamiento de la moda de la
    pintura al fresco, los cassone se dejaron de pintar y se
    inspiraron en los antiguos sarcófagos paleocristianos, con
    motivos geométricos como los estrígiles,
    con lo que su forma abombada evolucionaría con el tiempo a
    las cómodas [152]que aparecieron a
    finales del siglo XVI.

    Los arcones se solían colocar ya, además
    de en su tradicional posición a los pies de la cama, a lo
    largo de las paredes. Por influjo de esta costumbre se
    empezó a añadir un respaldo y brazos al
    cassone, dando lugar a la
    cassapanca.

    También dieron lugar al armadio, una
    especie de armario de reducidas dimensiones.

    El mobiliario empezó a adoptar formas
    monumentales de la arquitectura, como es el caso de los primeros
    escritorios, inspirados en los arcos de triunfo, aunque
    proliferaron también los muebles pequeños
    totalmente tallados de manera profusa y abigarrada, como en el
    caso de los sgabelli, sillas o taburetes
    decorativos.

    También las sillas se fueron generalizando,
    recuperándose modelos romanos, como las sillas Savonarola
    o Dante, inspiradas en la silla curul.

    Las mesas eran móviles, ya que no existía
    el comedor como habitación fija, y se instalaba el tablero
    donde mejor parecía, sobre patas ricamente talladas,
    zoomorfas o en forma de jarrón en muchos casos.

    Pronto empezarán a aparecer mesas fijas, algunas
    sobre pie único. Las que eran de piedra se solían
    adornar con quimeras mitad humanas mitad animales y con motivos
    decorativos del elenco renacentista. En las casas más
    ricas existían mesas fijas de mármol con
    incrustaciones y patas zoomorfas o torneadas.

    Existían a lo largo de las paredes suntuosos
    aparadores –credenzas [153]de madera
    tallada y decorados según los órdenes
    arquitectónicos y típicas garras de
    león.

    En cuanto a las camas, se puso de moda la llamada cama
    toscana, con columnas retorcidas en sus cuatro vértices,
    rematados por jarrones clásicos, y un cabecero pintado y
    tallado. Otras camas se elevaban sobre una amplia
    tarima.

    2.6 – Peculiaridades nacionales. Proyectistas
    europeos del mueble Renacimiento:

    El Renacimiento se extendería por toda Europa a
    partir del siglo XVI, con algunas peculiaridades en cada
    país. Por ejemplo, en Inglaterra tendremos el estilo
    Tudor, con muchos resabios góticos, mientras que la
    Francia de Carlos VIII y Francisco I, reyes involucrados en la
    política italiana (fueron los rivales de Fernando de
    Aragón en el Reino de Nápoles y las llamadas
    Guerras de Italia) adoptó enseguida el nuevo lenguaje, si
    bien al principio sólo en la ornamentación, ya que
    las estructuras seguirán siendo góticas.

    Algo parecido ocurrirá en el caso español,
    aunque las particularidades de los reinos peninsulares dieron
    lugar a formas eclécticas donde tuvo mucha influencia el
    estilo mudéjar y su técnica de trabajo de la
    madera, y, sobre todo, el escaso poder adquisitivo de la nobleza
    y la corona hispanas, embarcados en aventuras
    imperiales.

    Sin embargo, ya se empiezan a producir particularidades
    en cada región que hacen que podamos hablar de estilos
    nacionales, cada uno con su peculiaridad. Dentro de estos estilos
    nacionales destacan cinco ámbitos distintos:

    ? Italia (de la que hemos hablado), inmersa ya de lleno
    en el Renacimiento.

    ? La Francia de Carlos VIII y Francisco I, hasta Luis
    XIII, que adoptará el estilo clasicista importado de
    Italia.

    ? España, que atravesará varios periodos
    superpuestos, desde el gótico al plenamente renacentista,
    pasando por el mudéjar y el plateresco.

    ? Inglaterra, donde cada monarca dará nombre a
    los estilos (Tudor, Isabelino, etc.).

    ? El norte de Europa, donde destacarán los focos
    holandés y alemán, que se incorporarán al
    Renacimiento con cierto desfase temporal pero que
    proporcionarán el estilo más puro y de
    líneas más arquitectónicas.

    ? Las camas se suelen hacer con dosel, unos sobre recios
    soportes arquitectónicos (pilastras o columnas) o
    torneados, y otros clavados en el techo directamente, y poseen un
    cabecero con arquerías (a veces un solo arco) o
    frontón.

    En este periodo aparecerán los primeros artistas
    reconocidos del arte mobiliario, los cuales gozaron de fama y
    reconocimiento y de los que conservamos grandes obras maestras
    que marcaron en muchos casos la tendencia futura del mueble en
    cada una de sus naciones de origen. Estos primeros proyectistas
    pertenecerán al mundo de los gremios, pero gracias al
    patronazgo regio gozarán de cierta autonomía. Entre
    los más importantes destaca el teórico y arquitecto
    Jacopo Tatti (861570), conocido como Sansovino, que, aunque no
    fue proyectista de muebles, sí influyó sobremanera
    en la concepción de la decoración, hasta el punto
    de que la moldura a base de cariátides y volutas se llama,
    de hecho, sansoviana.

    Sin embargo, existen ciertos denominadores
    comunes:

    ? En general, el mueble renacentista será
    escultórico, dando sensación de gran lujo y
    riqueza, con la decoración desbordando la estructura, con
    chapados, sólida armazón y paneles tallados, con
    incrustaciones o relieves.

    ? Otras veces, será plenamente
    arquitectónico, con aspecto de un edificio en miniatura
    cuya decoración son columnas, frontones, capiteles, etc.,
    sobre todo en aparadores, credencias y
    armarios.

    ? Se suelen dividir los paneles verticales más
    grandes en cuerpos, mediante molduras convexas, como el
    godrón. Los muebles suelen coronarse con
    cornisas.

    ? Los pies imitan modelos antiguos: garras de
    león, bolas, cabezas de animales, etc., y siempre llevan
    un zócalo asociado.

    ? Se usa la madera de nogal, preferentemente, aunque en
    el norte se seguirá usando el roble hasta
    prácticamente el siglo XVII.

    ? La decoración se hace a base de motivos
    clásicos, como bucráneos, grutescos, guirnaldas,
    veneras, roleos, clípeos, quimeras, cariátides,
    bamboches (niños regordetes al modo de putti), etc., los
    mismos que se usan en arquitectura. Excepto en Francia (hasta el
    siglo XVI), se usa la taracea y la incrustación, que dota
    al mobiliario de policromía.

    En Italia, también hubo versiones que normalmente
    fueron copias de Francia. Tenían unas versiones de los
    sillones tijeras, los denominados escabeles del siglo
    XVI, también taburetes en la primera mitad del siglo XVII
    a lo Isabelino-Jacobino, con chambranas bajas al piso.
    Otras versiones eran similares a los fraileros
    [154]Españoles.

    Había lo que se conocen como sgabellos
    [155]que eran bancos silla taburete (los cuales
    introducen un salto formal, ya que las patas estaban constituidas
    por dos tablas laterales, de recortes perimetrales muy variados y
    con tallados diversos. También aparece la silla pancheta
    de tres patas, pionera en su clase, con un respaldo a lo
    sgabello. Los denominados caqueteuse, de 1550
    poseían una chambrana baja al piso, en forma de "H" y con
    una disposición de las patas traseras (más angosto
    de hombro que los delanteros), el respaldo era rectangular,
    alargado hacia arriba. Hubo los denominados faldistorios
    plegables, que eran similares a los curules. Y
    finalmente bancos arca denominados también
    cassone. Dentro de sus variaciones, no existen grandes
    ventajas en sus concepciones que no produzcan otra cosa que una
    variación formal.

    2.6.1 – Francia:

    El Renacimiento llegará a Francia por influjo
    directo de la corte real, conocedora de las nuevas tendencias
    italianas al girar la política internacional alrededor de
    dicho país. Se trajeron artesanos italianos que
    embellecieron los palacios de Amboise y de Fontainebleau, aunque
    el resto de la nobleza no los contrató para decorar sus
    châteaux por su profundo tradicionalismo, hecho
    que propició también que se conservaran las
    antiguas tipologías como el dressoir
    (credenza o aparador).

    El verdadero impulso al Renacimiento en Francia vino
    dado por Francisco I, que inició la edificación de
    un nuevo palacio en Fontainebleau, para el que llamó como
    directores de obras a los renacentistas italianos Rosso
    Fiorentino y Primaticcio. También habrá muchos
    proyectistas que introducirán las formas italianas, como
    Jacques du Cerceau o el tallista Hugues Sambin.

    Las nuevas tendencias produjeron cambios de envergadura.
    Por ejemplo, la profusión de la talla propició que
    las mesas no se cubrieran ya con manteles y que se sustituyera la
    madera de roble por la de nogal, más propicia para el
    tallado.

    En Francia aparecerán muchos tipos distintos de
    silla. La chaise evolucionará desde la silla sobre
    cajón heredada del gótico hasta los bellos tipos
    con patas torneadas delante y de sección cuadrada
    detrás, con asiento trapezoidal, generalmente con brazos
    de suave curva (a bras), llamada caquetoire si es usada
    por la mujer. Aparecerán muchas innovaciones en los
    muebles de asiento, como el vertugadin, llegándose incluso
    a fabricar sillas giratorias.

    Las arcas francesas constarán de un frontal
    dividido en dos paneles, con tres montantes y separados por
    balaustres, y a finales del siglo XVI serán de un solo
    panel antes de ser sustituidas totalmente en el siglo XVII por
    los armarios, que constarán de cuatro puertas (a veces
    sólo dos), y tendrán aspecto arquitectural, con
    columnas o cariátides a los lados, coronados de un
    frontón y dispuestos sobre patas en forma de
    bolas.

    La mesa se irá convirtiendo en un mueble fijo.
    Surgirá así la table a l'italienne,
    consistente en un amplio tablero con decoración convexa en
    sus bordes (godrones) y que se hacía extensible a veces.
    Existían dos tipos:

    ? Las de patas, que suelen ser columnas unidas por un
    zócalo de molduras generalmente en forma de cruz o doble
    cruz unida, ya que las patas solían ser de número
    variable, generalmente de seis a ocho o nueve. Las columnas
    descansaban sobre bolas o discos aplastados. Este tipo de mesa es
    característica del gran proyectista Du Cerceau.

    ? Sambin solía hacer otro tipo de mesas, sobre
    dos soportes laterales en forma de ménsulas con una
    desbordante talla de motivos fantásticos, como quimeras,
    volutas, etc., que descansaban sobre un zócalo.

    2.6.2 – El caso especial del estilo Luis XIII en
    Francia:

    En Francia, durante el reinado de Enrique IV, Luis XIII
    y la regencia de Mazarino, se dio un estilo intermedio entre el
    Renacimiento y el Barroco pleno, que aunaba
    características de ambos estilos.

    Así, el aspecto de los armarios, por ejemplo,
    seguirá siendo arquitectural, rectilíneo, con
    salientes cornisas y sobre soportes en forma de pelota aplastada.
    La talla, sin embargo, se hará más austera y
    geométrica, abundando motivos como grandes cruces de
    malta, diamantes, etc.

    Se seguirá practicando la incrustación
    (sobre todo de marfil, bronce y carey) y se empiezan a usar
    maderas exóticas, como el ébano, y los
    lacados.

    Los muebles siguen teniendo la decoración
    típica renacentista: pilastras, quimeras, leones,
    guirnaldas, cornisas, estatuas, etc. Ahora muchos de ellos se
    suelen forrar de tela o cuero, tapizándose con tejidos
    bordados a gros point o con punto de Hungría,
    añadiéndole flecos y acolchándose con crin
    de caballo.

    El tapizado se suele fijar con tachuelas de
    latón. La ornamentación más
    característica será la columnilla torneada (de
    origen holandés), la mayoría de las veces en
    espiral (salomónica), y las patas de mesas y sillas se
    unirán por su parte baja con chambranas torneadas y en
    forma de "H" o de "X". En este último caso, en el centro
    de la "X" se sitúa un adorno pinjante.

    Aparecen nuevas tipologías de muebles:

    ?Las sillas y los escabeles (o
    tabouret) se hacen acolchados, tapizados con terciopelos
    bordados a petit point y con flecos y tachuelas de latón y
    travesaños torneados, que unen las patas con chambranas en
    "H". Son también corrientes los pliants, sillitas
    plegables en tijera con faja de tela o cuero para el
    asiento.

    ? La poltrona (sillón butaca o fauteuil)
    es como las sillas: cuadrado, asiento y respaldo anchos, tapizado
    y acolchado, pero con brazos horizontales, curvados a
    veces.

    ? La lit de repos. Es una especie de poltrona
    cuyo asiento se proyecta hacia delante y presenta uno o dos
    respaldos o alas laterales. Dio origen, al añadirle un
    respaldo muy alto en uno de los lados más largos, al
    canapé [156]una especie de
    diván para dos personas, que dará lugar, al
    acolcharse en su totalidad, al sofá.

    El cabinet [157]es una
    evolución del bargueño, por influencia de
    la esposa de Luis XIII, Ana de Médicis, de ascendencia
    española. Suele tener dos puertas que pivotan sobre ejes
    verticales, y se suele decorar con incrustaciones de carey,
    taraceas, etc. Por evolución, irá perdiendo la
    parte superior, y dará lugar al bureaux o
    escritorio, con un hueco para las piernas.

    2.6.3 – Inglaterra:

    El mueble inglés tendrá como peculiaridad
    su eclecticismo. Si bien Enrique VIII introdujo el Renacimiento
    de manera temprana, este no arraigó hasta más
    adelante excepto en cierta decoración de sillas o arcones
    en forma de paneles que representan una cabeza supuestamente
    clásica, con yelmo, decoración llamada
    romayne, o simulando pliegues de telas, llamado
    linenfold.

    El mobiliario inglés del siglo XVI pasará
    por diversas etapas, que tendrán el nombre de la
    dinastía o del monarca reinante, caracterizadas todas por
    la influencia del estilo gótico y la progresiva
    extensión del mueble tapizado y cada vez más
    cómodo y de tamaño más reducido.

    El periodo Tudor (1509-1558) es una etapa de fuerte
    influencia gótica sobre la que se superpone el lenguaje
    clasicista traído por Enrique VIII, que no llegó a
    cuajar. Las sillas con tabla lisa para asiento y faldón
    convivirán con las de tijera, las frailunas o las
    italianas y con las de elementos verticales tallados y soportes
    traseros cuadrados y delanteros torneados (en el Jacobino
    alternarán bolas y recuadros).

    Aquí aparece también el estilo Tudor
    (1485-1558), donde el denominado bulbo Tudor, es uno de los
    elementos más característicos (conocido
    también como bulbo de melón). Algunos modelos eran
    muy pesados (física y visualmente), similarmente a la
    ejecución del conocido Gótico, de forma:
    sillón arcón. Otros que perdían el
    cajón, conservaron las chambranas bajas al piso (casi
    tocándolo).

    En el periodo isabelino o elizabethan (1558-1603),
    proliferaron los muebles tapizados a juego, en conjuntos
    unificados, así como las mesas con tablero de
    mármol, con pie único (y tablero octogonal o
    circular) o sobre sólidas patas torneadas en número
    variable (dos, cuatro o seis), que solían reforzarse por
    tirantes también de madera.

    Proliferan las tallas planas, las arquerías con
    columnas jónicas y las composiciones geométricas.
    Se caracteriza por utilizar sólidos soportes con anchos
    abultamientos bulbares y estrechas estrangulaciones, sobre todo
    en camas con dosel, que pasarán a ser menos exagerados en
    el periodo Jacobino (siglo XVII), donde los soportes
    alternarán torneado con caras planas.

    Entre los muebles con dichas características
    destacan las camas y las credenzas o aparadores
    (cupboards).

    Adicionalmente en el estilo Jacobino (1603-1649), los
    muebles son más pequeños que los del período
    anterior, se aligera la ornamentación (esto generó
    una mayor sobriedad). De aquí, nace el denominado estilo
    colonial norteamericano. La utilización de las
    clásicas hojas de acanto, palmetas, etc. Es un mueble de
    pura ebanistería y una de las características son
    sus chambranas bajas al piso. Respaldos tallados, siguiendo la
    tradición del período anterior. Aquí
    encontramos el sillón con respaldo abatible, que puede
    transformarse en una mesa.

    Luego aparece el estilo Cromwelliano o Republicano
    (1648-1660), casi totalmente desprovisto de ornamentación,
    lo que lo hizo más austero y menos lujoso.

    Le continúa el estilo Restauración
    (1660-1685), las bases de las patas son en voluta, con curvatura
    en "S" o doble "C" empalmadas, con chambranas en "H" (algunas
    llevan una chambrana frontón, ricamente tallada como el
    denominado estilo frailero Español, las patas traseras no
    son verticales, sino que se inclinan hacia atrás en la
    parte inferior). Una de las características a primera
    vista más importantes es el alto respaldo, ejemplo: la
    silla de la época de Jaime II (1685-1688).

    Más adelante, surge el estilo Jacobino
    Tardío (1685-1688) y es aquí donde el conocido
    bulbo Tudor o de melón, se fracciona un tercio arriba
    (dando un bulbo seccionado y alargado). Los travesaños de
    las patas, están colocados muy bajos (al igual que el
    Jacobino), las chambranas en forma de doble "C" o "S". Los
    respaldos con la típica rejilla y un pequeño
    frontón superior, constituido por tallas; a ambos lados de
    la pala del respaldo están situados los barrotes
    torneados. Este estilo se daría en llamar por algunos
    autores como Barroco (aunque todavía no llega ha serlo),
    fue un estilo de transición.

    El mueble
    barroco

    3.1 – Integración del mueble en el concepto
    espacial barroco:

    A finales del siglo XVI se asistirá en Europa a
    un profundo cambio en todos los sentidos: en lo político,
    lo religioso, lo social, etc.

    En el campo de lo político, la hegemonía
    ejercida por la dinastía de los Austrias españoles
    deja paso, tras la Guerra de los 30 Años, a la
    hegemonía francesa, que marcará a partir de ahora
    su dictado en el campo del arte, de la cultura y de la
    moda.

    En cuanto a lo religioso, se asiste a la
    consolidación del protestantismo en el norte de Europa e
    Inglaterra, y la aceptación de éste en Francia, al
    concluir las Guerras de Religión con el ascenso al trono
    de Enrique IV (1589-1610).

    El protestantismo acarreará unos nuevos valores
    que cristalizarán en las revoluciones burguesas de finales
    del siglo XVIII y que influirán sobremanera en el arte en
    general y en el mueble en particular, ya que la ética
    protestante implica austeridad, ahorro y huida del lujo
    innecesario y de los excesos. Por otra parte, asistimos en la
    Europa católica a la Contrarreforma, la respuesta del
    catolicismo al avance de la nueva religión, y que
    propondrá el uso del arte como arma de primer
    orden.

    La corte dejará de ser itinerante, por lo que se
    empiezan a fabricar muebles concebidos para estar fijos y
    adaptados a cada espacio. Aparecen escritorios más
    cómodos, consolas [158]de pared,
    sillas con tapicería cómoda, etc. La nobleza ponto
    empezará a imitar a la Corte y las nuevas
    tipologías del mueble francés se difundirán
    no sólo por el país, sino también por el
    resto de Europa, de mano de los embajadores.

    En cuanto al Arte, nos situamos en la plenitud del
    barroco, el arte excesivo, ornamental, escenográfico y
    propagandístico por excelencia. Todo ello se
    traducirá también en las tipologías del
    mueble. De hecho, en Francia, en el periodo Luis XIII, que abarca
    los reinados de Enrique IV (1589-1610) y Luis XIII (1610-1644) y
    la regencia de Mazarino hasta la toma de posesión del
    joven Luis XIV en 1661; el mueble se convertirá en objeto
    de lujo utilizado como instrumento para deslumbrar a la nobleza y
    ayudar a someterla (durante este periodo la nobleza francesa se
    organiza en la Fronda).

    Sin embargo, en Francia no arraigará el barroco
    de tipo italiano, muy ornamental, dinámico y artificioso,
    sino un barroco más clasicista, de líneas
    geométricas, que utiliza el espacio, la
    escenografía y la gran escala como recurso y que prefiere
    el lujo no de las formas retorcidas y curvilíneas sino el
    proporcionado por el uso de los materiales más caros y
    raros. Richelieu, por ejemplo, el primer ministro de Luis XIII,
    embellecerá el Palacio de Fontainebleau con excelentes
    muebles con taraceas e incrustaciones de mármoles,
    conchas, o placajes, con evidente influencia española,
    italiana u holandesa, fabricados con maderas exóticas y de
    primera calidad, pero las formas seguirán siendo
    arquitecturales, recordando mucho aún al mueble
    renacentista, a no ser por las características columnas
    torneadas en espiral o por las chambranas en "H" o en
    "X".

    Con la construcción del Palacio de Versalles no
    se altera demasiado el esquema anterior excepto en la escala,
    acorde con la megalomanía de Luis XIV, el Rey Sol. En
    Versalles todo estaba dirigido a deslumbrar. El mueble
    será el complemento perfecto para demostrar el lujo de la
    corte versallesca, y los muebles alcanzarán una finura y
    calidad sin precedentes, ya que se desarrollará la
    ebanistería y las formas del mueble ganarán en
    riqueza y diseño imaginativo.

    El mundo se hace cada vez más amplio, con la
    colonización y apropiación de grandes extensiones
    de Asia, África, América y Oceanía por parte
    de los europeos, que allegarán al Viejo continente grandes
    cantidades de materias primas exóticas que se
    usarán en carpintería y ebanistería, como el
    ébano o el carey. El ébano, madera preciosa de
    grano fino y apariencia tersa y suave, es, sin embargo, muy duro
    y quebradizo, por lo que se trabaja mejor usándolo como
    chapado, en finas láminas, sobre un armazón, lo que
    originará la explosión de la ebanistería en
    el siglo XVIII. En Holanda, por ejemplo, los viejos muebles
    arquitecturales del Renacimiento empezarán a ser
    reemplazados por muebles lacados traídos de China,
    Japón y la India, y por toda Europa se extendería
    el gusto por lo oriental, concretamente por el lacado y los
    diseños fantásticos, tanto en formas como en
    decoración. En la India, los artesanos aprendieron las
    técnicas europeas y empezaron a fabricar muebles de estilo
    europeo que introducían en grandes cantidades por su bajo
    coste y que aportaban novedades autóctonas, como los
    respaldos y asientos de junco, aunque este tipo de muebles era
    despreciado al principio por las clases altas debido,
    precisamente, a su baratura.

    Además, se fue haciendo corriente la
    importación de mobiliario entre las naciones europeas,
    esencialmente de Holanda, Alemania o Italia. Se generalizó
    la costumbre del barniz, sustituyendo a la madera pintada, y se
    inventaron procedimientos de lacado para no tener que importar
    los muebles ya lacados de Oriente.

    Los muebles se hacen cada vez más cómodos,
    y se suelen tapizar y acolchar. En Francia, por ejemplo,
    será corriente el tapizado con tejidos de punto de
    Hungría y el acolchado con crines de caballo, apareciendo
    nuevas tipologías de muebles como los
    canapés.

    La mesa es quizás el mueble que mayor
    evolución sufre, debido al cambio de las costumbres. El
    los banquetes estaban concebidas para que los comensales se
    situaran de espalda a la pared; sin embargo, en el siglo XVII se
    empiezan a situar los comensales alrededor de la mesa, con los
    anfitriones en ambas cabeceras. Además, cuando hay grandes
    banquetes la mesa se precisaba de dimensiones más
    reducidas. Esto hizo que las mesas abatibles se generalizaran.
    Las había abatibles de varios tipos, generalmente de dos
    tableros semicirculares que se abatían de varias maneras y
    que tenían a veces patas batientes, y también las
    había extensibles.

    3.2 – El Estilo Luis XIV en Francia:

    El Barroco coincide con un momento de esplendor de la
    monarquía absoluta y de la contrarreforma católica,
    hechos ambos que coincidirán y confluirán en
    Francia en el reinado de Luis XIV, el Rey Sol. Este monarca se
    dotó de un potente aparato propagandístico donde el
    lujo tenía una importancia determinante. En los palacios
    absolutistas todo estaba destinado a deslumbrar. El caso del
    Palacio de Versalles es paradigmático, con su
    disposición megalómana y escenográfica y sus
    grandes estancias profusamente decoradas. Sin embargo, el Palacio
    de Versalles sólo es el más deslumbrante de un
    conjunto de palacios donde el Rey Sol reside según la
    época del año: el conjunto se completa con los
    palacios de Marly, Fontainebleau, Saint Germain y el Grand
    Trianon.

    El Luis XIV Fue un estilo potente, suntuoso y masculino,
    propiamente Barroco. En épocas de las cortesías,
    las grandes ceremonias, y el esplendor de la corte. Del Rey Sol,
    que irradiaba esplendor, a partir de este concepto se generaron
    muebles muy suntuosos; generalmente más anchos que los de
    la corte de Luis XIII (con el objetivo de ser capaces de albergar
    los voluminosos trajes de la época). El Rey fue la
    encarnación del Poder en la tierra, adquiriendo la realeza
    el aspecto de Gracia Divina de lo Sobrenatural. La potencia, como
    criterio estético. Previamente se produjo el estilo Berain
    (mezcla extraordinaria de motivos fantásticos, vegetales y
    animales).

    En el siglo XVII ya no se recibe a los invitados o los
    embajadores en estancias privadas, sino que pasan al
    ámbito público en grandes puestas en escena, de
    modo que ahora las galerías y los salones pasan a ser la
    pieza fundamental, sobre todo en los palacios. Grandes espejos y
    las consolas que los acompañan pueblan las
    paredes junto con enormes cuadros bellamente enmarcados,
    iluminado todo el conjunto con enormes candelabros, llamados en
    Francia torchères o guéridon
    (pequeña mesita), de madera dorada, de plata o de bronce y
    exuberantes lámparas, que como la vajilla, estarán
    hechas de cristal de Sèvres.

    Para mayor efecto deslumbrante, Luis XIV incluso
    llegó a encargar una serie de muebles de plata destinados
    a ello, de manera que todo en los palacios estaba destinado a
    exhibir poder y magnificencia. Las paredes, al igual que los
    muebles, se tapizan, y abundan cortinajes y colgaduras, de manera
    que el dosel de las camas deja de tener importancia en favor de
    las calidades de las telas. El mobiliario alcanza dimensiones
    considerables para no resultar empequeñecidos por los
    grandes espacios a los que van destinados, de manera que
    irían acordes con el interior de los grandes salones y
    galerías.

    Los muebles se lacarán o se dorarán, y
    tendrán un aspecto curvilíneo y delicado. Los
    asientos serán siempre acolchados y tapizados, y las
    superficies de mesas, armarios y gabinetes se cubrirán de
    taraceas e incrustaciones riquísimas
    [159]

    Los muebles de Estilo Luis XIV presentan los mismos
    tipos que los de su estilo predecesor, aunque modificados
    según el gusto del periodo.

    Como soporte, por ejemplo, se dejará de usar
    prácticamente la pata torneada en espiral y se
    introducirá el estípite. Los brazos de los
    sillones, como las chambranas de mesas y sillas, se curvan,
    aunque seguirán, a veces, con el esquema en "H" o en "X".
    Los soportes de los armarios se alargan, tomando forma de cebolla
    o de estípite achatado.

    El mueble rey -del Rey Luis XIV- será el armario.
    Se usará preferentemente el ébano, de manera que
    los muebles más nobles tendrán un fondo oscuro
    sobre el que se incrustarán metales y piedras
    preciosas.

    Destacan como novedad el espejo y la consola, con gran
    profusión de talla y dorado, que irán a juego, y
    las torchères.

    Las camas se cubren por completo de colgaduras y telas,
    por lo que la estructura casi nunca queda a la vista, y el dosel
    se suele colgar directamente del techo -a la duchesse
    [160]cubriendo sólo la mitad de la cama. Se
    desarrolla el lit de repos, con uno o dos respaldos de
    madera tallada o acolchados, complementados con cojines
    cilíndricos.

    Los sillones y sillas son parecidos a los del Estilo
    Luis XIII, pero los brazos y travesaños se curvan y las
    maderas se tiñen de rojo, verde o dorado, a juego con la
    tapicería, de terciopelo, seda o tapiz.

    El cabinet y el buffet se siguen
    fabricando, con características análogas a los
    muebles antes mentados (taraceas, incrustaciones, maderas
    teñidas o de ébano, estípites o columnas
    como soportes, exuberantes tallas, etc.). El bureau
    [161]se consagra como mueble de uso general y
    estiliza y sus frentes se curvan preludiando el Estilo Luis
    XV.

    El mueble más típico será, sin
    embargo, la cómoda, con un frente cubierto con
    cajones con tiradores y cerraduras de cobre o de bronce dorado
    (ormoulu). Sus formas se irán dulcificando y curvando con
    el tiempo y dará lugar a la cómoda o comodín
    del posterior Estilo Luis XV, sobre las características
    patas en cabriolé. Procede del
    comó italiano.

    Todos estos muebles eran en esencia muebles para
    exhibir. Generalmente los muebles de uso cotidiano seguían
    siendo robustos y de apariencia cúbica, aunque a partir
    del siglo XVII cada vez más amplias capas de la
    población tendrán acceso a estos objetos de lujo a
    la par que se generaliza su uso.

    El mobiliario Luis XIV, presentó un predominio de
    la curva "S" o doble "C", con patas cabriolé
    sujetas por chambranas en "H" y "X" serpenteada, terminadas en
    forma de garra de león, con un pequeño simil
    estípite y hojas talladas en la rodilla. Los
    apoya brazos en voluta, profusamente tallados, con las ya
    conocidas hojas de acanto y de olivo. Los respaldos suelen
    terminar en su parte superior en un frontón tallado.
    Algunos modelos acolchados, ya no presentan chambranas
    (anticipando al Luis XV), con un frente de asiento decorativo.
    Otros modelos tapizados, eran de respaldos rectos.

    Fue un estilo pesado, de género curvo-masculino
    (a diferencia del Luis XV que era de género curvo-femenino
    y del Luis XVI que era de género recto-femenino). Como
    vemos existen diferencias sustanciales, mientras el Luis XIII,
    era del género recto-masculino. Por eso decimos que el
    Luis XIV, fue morfológicamente pesado,
    curvo-masculino.

    En este período se introduce el sofá que
    no analizamos porque representa más un mueble para
    semi-sentarse, semi-recostarse que exclusivamente para sentarse.
    Al igual, el canapé, son una clase de sofá
    que poseen en el respaldo indicado el número de plazas. La
    conocida chaise-longue (o silla-larga), era la suma de una
    bergere + butaca (del tipo evolucionado a partir del
    escabel). La marquise (marquesa), que era la
    duchesse (duquesa) de 1760, en 1800 se
    transformará en la psyche (o sofá canguro
    norteamericano).

    3.3 – Grandes tracistas del mobiliario en el estilo
    Luis XIV en Francia:

    Durante el reinado de Luis XIV se inauguran unas reales
    fábricas en Francia cuyo objetivo principal es surtir a la
    corte de objetos de lujo sin tener que recurrir a la más
    costosa importación. En este contexto nacen las llamadas
    Manufacturas de los Gobelinos, en 1667, dirigidas por el pintor
    Charles Le Brun (1619-1690), que debe ser considerado el alma de
    los Gobelinos y el auténtico creador del estilo
    versallesco, ya que nada se hacía sin su consentimiento y
    muchos de los diseños salieron, incluso, de su propia
    mano. En los Gobelinos se producían no sólo muebles
    sino también tapices, tejidos, cerámica,
    platería, etc. La grandeza de Le Brun no fue tanto saber
    gestionar una empresa tan inmensa como el hecho de crear un
    estilo propio francés. Además, Le Brun tiene el
    honor de ser uno de los primeros artistas que supieron dar la
    importancia merecida a las llamadas "artes menores".

    Con Luis XIV, la envergadura y suntuosidad de la vida
    cortesana, proporcionaban un generoso mecenazgo a artistas y
    maestros-artesanos, que culminó con la creación de
    manufacturas financiadas y controladas por la corona; la
    más famosa fue la de Los Gobelinos, fundada en 1667, donde
    trabajaban ebanistas y orfebres. Charles le Brun, el principal
    ebanista de la corte de Luis XIV, director de la manufactura de
    Los Gobelinos (trabajó con un equipo de artistas,
    decoradores y grabadores). Al Caer el sistema absolutista, bajo
    el impacto de la Revolución Francesa (1789-1799), las
    antiguas manufacturas reales que sobrevivieron, hubieron de
    adaptarse a la competencia comercial (al tiempo que sus
    diseñadores dejaban de ser funcionarios de la corte, para
    convertirse en empleados independientes).

    Charles Le Brun (1619-1690) diseñó el
    mobiliario de Versalles como parte de un todo, que incluía
    desde las consolas y los enormes espejos producidos por
    la fábrica de vidrio creada por Colbert en 1668 hasta los
    aparadores, las sillas, las torchères, las esculturas, los
    techos pintados, etc. Además, combinó los motivos
    decorativos renacentistas con otros de simbología alusiva
    al Rey Sol: el gallo, la cabeza de Apolo, la flor de lis, las
    "Ls" entrelazadas (inicial y final de Louis), entre otros
    diseños.

    En las Manufacturas de los Gobelinos desarrollaron su
    trabajo los mejores ebanistas y tallistas de la época.
    Algunos de ellos eran italianos, como Domenico Cucci (1637-1711),
    excelente ebanista y tallador, o Filippo Caffieri, también
    tallista y broncista.

    A la muerte de Le Brun, en 1690, éste fue
    sustituido por Jean Berain (1635-1704), quien, por su parte,
    destacó como decorador y diseñador, de manera que a
    él se debe prácticamente la totalidad del
    diseño de los interiores de los grandes palacios de Luis
    XIV. Se inspiró sobre todo en motivos más alegres y
    desenfadados, combinando motivos orientales y renacentistas, como
    los grutescos, diseños orientales o chinescos, monos,
    etc., de manera que gracias a él el barroco francés
    se alejó de su estilo marcadamente severo y clasicista,
    dándole un aire precursor del rococó. A sus
    órdenes trabajarían los más grandes
    ebanistas de la época. El mejor de todos ellos será
    sin ninguna duda André Charles Boulle
    (1642-1732).

    Hasta Boulle el mobiliario francés careció
    de un estilo peculiar, trasluciéndose las influencias
    holandesa, italiana y alemana, Boulle desarrolló
    sobremanera la técnica de la marquetería
    introduciendo novedades como la combinación de
    latón y carey, obteniendo diseños uno como negativo
    del otro (premièrepartie y
    contrepartie), con los que decoraba la superficie de
    parejas de muebles a juego o el interior y exterior de puertas o
    paneles. Boulle usó todo tipo de ricos materiales para las
    incrustaciones y usó el ébano como base,
    produciendo los típicos muebles fondo negro y muy fina
    factura. Para evitar que las láminas se desencolasen,
    solía proteger las esquinas de los muebles con molduras y
    anchas bisagras, de bronce dorado (ormoulu), muy recargadas.
    Además, fue uno de los primeros ebanistas en introducir
    líneas curvas. Su trabajo influyó sobremanera en
    los ebanistas de su siglo y del siguiente, teniendo importantes
    imitadores, como Jensen, citado más arriba como principal
    ebanista del William & Mary.

    Los muebles más típicos de Boulle son los
    armarios guardarropa, de aspecto arquitectónico, y todo
    tipo de librerías, aparadores y bufetes o escritorios,
    para cubrir las necesidades de una nobleza que acusaba la moda
    del coleccionismo de todo tipo de bellos objetos, desde libros
    hasta monedas. Boulle desarrolló también la
    cómoda, que empezó a sustituir al
    escritorio: del escritorio de ocho patas con un cajón
    central y tres cajones a los lados se pasó a un
    bufete con sólo dos cajones largos, al que se dio
    la forma, más tarde, de los sarcófagos romanos,
    llamándose comodetombeau.

    A partir de ésta se desarrollarían las
    cómodas dieciochescas. La marquetería de
    Boulle tuvo tanto éxito que se imitó en toda Europa
    e incluso pasó a decorar suelos y paredes.

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