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Colección “Revisión Cultural” (desde 1978) (página 3)




Enviado por Ramon Ramonet Riu



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El obispo Guillem llevó la mitra de la Seo
episcopal de Barcelona cuando el hijo del muy heroico conde de
Barcelona, Ramón Berenguer III, ya tenía cincuenta
años. Juntos emprenderían varias campañas en
Provenza, donde consta que ganaron algunas batallas. Siendo
obispo de Barcelona, Guillem emprendió con vigor la
reestructuración del patrimonio eclesiástico,
además de ordenar hacer varias reformas en la
clerecía. Por otra parte, concluyó las iglesias que
encontró empezadas y también fundó otras. Es
sabido que impulsó la vida monástica en la
comunidad de Sant Pau del Camp, (hoy integrada en el centro de
Barcelona), y en la periferia consagró otras tan famosas
como la de Sant Vicenç de Sarriá, y la de Sant
Martí de Cerdanyola. Como hay que decirlo todo,
reconozcamos que el obispo Guillem en 1157 fracasó en su
empeño de fundar un monasterio benedictino en
Cérvoles ("II Trobada d'estudiosos de la comara de Les
Garrigues-Lérida", Tarres 2000- ps. 27 a 36).

Siendo Guillem obispo de Barcelona, la ciudad
tenía unas 20.000 almas. En el siglo XII, el obispado
regía las parroquias desde la costa catalana hasta Oca
(Burgos). El mismo nombre de la comarca aragonesa "El Maestrazgo"
recuerda como los maestres del Temple se empeñaron en
mantener su reconquista; no sólo en el sur-este de
Aragón, sino en el noroeste, como recuerdan
topónimos "Egea de los caballeros", etc.. Los caballeros
templarios y los obispos nunca colaboraron tan estrechamente como
bajo Guillem de Torroja, porque su hermano Arnau era la
máxima jerarquía que la Orden tenía a cada
lado del Pirineo catalán.  

La credulidad de aquellos incultos tiempos era suplida
por la fe y entusiasmo. Así, las heroicidades de la
reconquista se remitieron a líderes como Carlomagno y
alguno de sus nobles pares. En Cataluña fueron populares
algunos míticos personajes belicosos, tipo el Conde Arnau,
y el jovencito Peredur, quien, inspirado por Dios, era un
"campeón de la inocencia". El prototipo del héroe
fue Perceval, cuya leyenda nadie pudo reconocer cuando al fin
regresó a Cataluña envuelta por la saga del Santo
Grial. El héroe ideal para personificarlo no podía
ser otro que el joven Ramón Berenguer III "el Grande",
quien se había criado en la corte del castillo de Roergue
(Fr.) hasta cumplir la edad de 15 años, cuando
regresó a la Corte de Barcelona. Allí él
logró hacerse reconocer como legítimo heredero de
la casa condal gracias a llevar una señal de nacimiento en
su cuerpo. A partir de entonces él fue presentado como el
héroe autosuficiente, obligando después a su
tío fratricida a partir a las Cruzadas (de donde no
volvió).

La tradición tenía un enorme peso
entonces, y más por las grandes alabanzas inmortalizadas
por la "Gesta Comitum Barcinonensium", que en recuerdo
de Ramón Berenguer III fue escrita por los monjes de
Ripoll. Tal fue el tema de otro libro en el cual presenté
al citado conde-rey catalán como el legendario "Perseval"
ideal ("Per-se-val", en
vernáculo:"que-se-vale-por-si-mismo"). Era inolvidable que
bajo su gobierno se hubiesen construido más de 300
iglesias en Cataluña. A la versión más
antigua de aquella obra "Gesta…" posteriormente
aún se añadió: "…Fue un hombre de
bien, sabio, de gran ingenio y gran consejo y de gran fama por
todo el mundo, grande de corazón y humilde y sutil en sus
propósitos. Todos lo miraron por su cortés porte y
vestimenta; era alto y de constitución fuerte, de
corazón y manos proporcionadas en todos sus miembros,
bello de corazón…".

Por todo lo dicho, los laureles de Ramón
Berenguer III pasaron a su heredero Alfonso II, mientras que
todas las exitosas gestiones políticas de Guillem de
Torroja históricamente sólo lo encumbraron hasta
ser arzobispo. Lo cierto es que, por su cargo de mitrado, fue la
más poderosa jerarquía de la confederación
catalana-aragonesa, y a la vez un político de primera
magnitud. Sus trascendentales gestiones permanecen, pero se han
olvidado sus grandes esfuerzos. Históricamente tanta
ingratitud se debió a que fue eclipsado por dos soberanos
magníficos. Lo eclipsó primero el gran renombre del
conde-rey Ramón Berenguer IV, de quien fue uno de sus
principales consejeros (sino el primero de todos). Después
sucedió lo mismo con su heredero, pero los méritos
habrían sido de Guillem. Mi contundente afirmación
está basada, principalmente, en que el obispo Guillem y el
pontífice Alejandro III (1159-1181) fueron ambos muy
buenos amigos y colaboradores.

Ramón Berenguer IV se debatía entre dos
contrarias influencias, porque su obispo Guillem estuvo a favor
de mantener su obediencia al papa legítimo Alejandro II,
quizá también por los vínculos que ambos
mantenían con los monjes de la orden del Cister. El conde
de Barcelona Ramón Berenguer IV, en efecto había
recibido misivas del antipapa Víctor IV quien le
pedía que apoyase la causa de los gibelinos, lo cual no le
desagradaba, porque era lo que había hecho su hermano
homónimo conde de Provenza. Como estaba casado con
Riquilda, una nieta del emperador Federico "Barbarroja", defensor
del antipapa, el conde catalán se habría puesto
también a su lado, pero la muerte le llegó antes de
haberse comprometido.

Cuando Guillem, siendo vice regente, se hizo con las
riendas del poder se posicionó a favor de los güelfos
defensores del papa legítimo y por ello posteriormente
recibió de Alejandro III bulas de sincero agradecimiento.
El caso es, que Guillem ejerció una incesante
presión sobre el conde de Barcelona. Aún pudo
ejercerla mayor cuando logró adjudicar la mitra de
Zaragoza a su hermano Pere de Torroja (+1195). No hay que
confundirlo con su pariente homónimo que años antes
también había sido consejero de Ramón
Berenguer IV. De la importancia de la sede episcopal de
Barcelona, hay que decir que en el siglo XII el sumo
pontífice le dirigió más de cuarenta
documentos. En su mayoría fueron bulas, y alguno de dichos
escritos conservados mide dos metros de altura. Al
rey-niño la que más le gustaba era una alabanza que
el emperador Federico "Barbarroja" había escrito a su
padre Ramón Berenguer IV, con motivo de haberse aliado con
el rey inglés para ir ambos ejércitos contra el
condado de Toulouse.

SU HERMANO ARNAU ENROLADO EN LA ORDEN DEL
TEMPLE

En 1164, el dicho sobrino del obispo
Guillem, Pere (en catalán, Pedro) de Torroja, de Solsona,
hizo una importante donación a la orden del Temple,
haciéndose eco de las dificultades de aquellos
monjes-guerreros. Probablemente se lo explicaría quienes
regresaban de su peregrinación, o servicio de armas en
Tierra Santa. Aquellos testimonios impactaron en el ánimo
de Arnau de Torroja y en su hermano Guillem, quien, como obispo,
sin duda supo bien que incluso se luchaba en tierras de Egipto.
Al poco tiempo de establecerse la orden del Temple en
Cataluña, Arnau se enroló para servirles con su
espada. Como templario estuvo en Palestina al menos en dos
expediciones, coincidiendo con cuando su Orden ayudaba al rey
Amalrico I de Jerusalén en sus continuas ansias
expansionistas sobre el país del Nilo. (Véase
la"1ª Parte": "A. de Torroja").

Creo que puedo razonar correctamente una
aproximación teórica a la personalidad y hechos del
gran maestre Arnau de Torroja, hermano de Guillem, teniendo en
cuenta, por ejemplo, las exigencias que la muy poderosa orden del
Temple consideraban imprescindibles al nombrar a sus
máximos líderes; … y no digamos las aún
mayores por parte de la orden matriz, y hermana, llamada "de
Sión", la cual Arnau de Torroja a partir de 1181 al mismo
tiempo también presidió durante cuatro años.
La orden de de Sión tenía un cariz más
iniciático, y al parecer sobrevive activa en nuestros
días, aunque en secreto, siendo conocida como Priorato de
Sión.

Debo insistir en que al gran maestre de ambas
órdenes monástico-militares conjuntas, se les
exigió, ante todo, tener un historial inmejorable en las
luchas en Tierra Santa (Outremer), así como
también haber hecho otros méritos de todo tipo
dentro de sus respectivas disciplinas. Un obispo de la ciudad de
Acre describió a los Templarios cual: "Leones en la guerra
y corderos en el hogar". Rudos caballeros en el campo de batalla,
eran capaces de transformarse en monjes piadosos en las capillas.
Hombres mansos y de suave carácter con sus amigos,
mientras que, por otra parte, dada su austeridad, tuvieron
prohibido hacer deportes ni mostrar ira, o reír, y menos
aún recordar liberalidades de su juventud.

El mitrado Guillem, de la familia Torroja de Solsona,
debió de entender que las directrices de la novedosa orden
del Temple serían las más dignas para dar salida a
las inquietudes de su joven hermano Arnau, hecho de su misma
pasta. Parece obvio que le recomendase para ingresar en la orden
del Temple. La ocasión era de oro, porque los favores del
obispo para con los templarios llegados a Cataluña bien
merecería que le correspondiesen aceptando a su rico y
bien predispuesto hermano. Después estaría en
condiciones de prometerle que, si hacía los méritos
exigidos para ello, se le educaría para desempeñar
las máximas jerarquías de los monjes con espada.
Así fue, en efecto, aunque omito aquí sus
hazañas bélicas, porque ya las desarrollé en
la "1ª Parte" de la biografía: Arnau de Torroja, Gran
Maestre de las órdenes del Temple y de Sión, siendo
su último gran maestre conjunto. 

A continuación voy a proponer una arriesgada
hipótesis, pues, aunque subjetiva, la considero muy
plausible dada la sagacidad y astucia del obispo Guillem, hermano
de Arnau de Torroja. De hecho, tenemos plasmada en hechos
históricos los resultados de una estrategia muy bien
planificada y llevada a feliz término, como fue lograr que
Arnau de Torroja fuese nombrado Maestre Provincial de la Orden
del Temple. Si en ella falló algo, sería el hecho
de que incluso superó con creces el éxito que
Guillem de Torroja pudo haberse imaginado, ya que Arnau no
sólo fue Maestre provincial, sino Maestre universal de los
caballeros templarios de todas parte donde se habían
establecido.

El obispo Guillem imaginó un plan que fuese digno
de su capacidad intelectual, y habrá de reconocerse que
estuvo estratégicamente urdido para lograr reconquistar el
sur de Cataluña. Después de la participación
de los caballeros templarios en las conquistas de Almería,
Tortosa, Fraga, Mequinenza, etc., aquella orden de monjes con
espada, al ganar un gran renombre, sucedió que
también aportó muchos problemas a la sociedad
catalana. No eran conflictos como los generados por el rey
aragonés, que en su testamento les dejó todo su
reino, pero los nobles catalanes se quejaron mucho de los
templarios al tenerlos por molestos vecinos.

Los templarios recibían incontables donaciones
particulares, y además numerosas propiedades procedentes
de las dotes de sus nuevos miembros de la nobleza catalana, de
forma que las disputas por los lindes y otras menudencias
resultaron insoportables también para la Iglesia, ya que
los templarios tan sólo recibían órdenes del
Vaticano. Pero al muy inteligente obispo de Barcelona al padecer
en sus carnes los problemas que le acarreaban las quejas de sus
parroquias catalanas, se propuso acabar con aquella
situación aunque fuese a largo plazo. Para conseguirlo, su
propio hermano Arnau de Torroja debería lograr ser
nombrado Maestre provincial de la orden del Temple, para lograrlo
empezaría a promocionarlo muy habilmente. Quizá
incluso sin que ni Arnau fuese consciente de ello, el astuto
obispo Guillem empezó por hacerlo nombrar miembro del
consejo de regentes del conde Ramón Berenguer
IV.

Para no perderme en detalles, diré sólo
que cuando éste falleció, Guillem supo prescindir
de la compañía de su hermano muy a su pesar, para
enviarlo a Tierra Santa, y allí, en efecto, Arnau
conseguiría hacer méritos para ascender de
jerarquía más rápidamente. Entonces como
hoy, en toda milicia los galones se ganaban peleando donde
había mayor actividad y peligro, por lo cual,
eventualmente Arnau de Torroja se vio empujado, conscientemente o
no, para hacer la carrera monástico-militar en el mismo
Jerusalén.

También resulta evidente que el obispo Guillem de
Torroja por entonces benefició a su otro hermano Pere de
Torroja, nombrándolo abad de Vilabertrán
(Figueres). Luego lo promocionó a la mitra de Zaragoza
(1152), un nombramiento sumamente importante, porque bajo su
autoridad episcopal, la capital del Ebro quedó de un
plumazo subordinada a la metrópoli de Tarragona,
concluyendo con ello un largo conflicto de límites
diocesanos, ya que Castilla pretendía que aquella
diócesis les perteneciese. En sólo dos años
de gobierno, Guillem y su hermano Pere, hicieron realidad el que
las fronteras, antes estrictamente políticas, fuesen
también eclesiásticas.

Pere de Torroja es otro personaje que en efecto
merecería una mayor atención, pues en 1181, en vida
del gran maestre del Temple, Arnau de Torroja, y después
en 1185, viajó a la isla de Cerdeña con tropas del
rey de Aragón para defender los derechos de su sobrino
Hugo Ponç (Sus descendientes fueron los señores de
Bas). Pere de Torroja, por cierto, como arzobispo de Zaragoza
también presidió un acuerdo de límites
respectivos en aquella zona entre los caballeros templarios y
hospitalarios.

Guillem tuvo aún otros hermano además de
Pere, Arnau, Berenguer y Saurina. Se llamaba Ponç, pero
omito su presentación porque, aunque tuvo cargos, no
alcanzó un nivel internacional. Remito a los interesados
al opúsculo escrito por Antoni Llorens Solé,
titulado: "La valuosa ajuda, bèl.lica i
diplomàtica, prestada al comte de Barcelona, Ramón
Berenguer IV, pels Torroja, senyors del Castell de Solsona",
publicado en 1988 en la revista Medievalia, ISSN 0211-3473,
nº 8. ("Estudios dedicados al Profesor Frederic Udina i
Martorell"- ps. 253-264").

GUILLEM DE TORROJA FUE BUEN AMIGO DEL
PAPA ALEJANDRO III

Por tan sólo seis años Guillem de Torroja
no fue continuador directo en la sede mitral de Barcelona, del
famoso obispo san Olegario (sant Oleguer), aquel valiente que a
la edad de setenta y cuatro años se vio obligado a
recordar al papa Inocencio II que se le había elegido
porque él y san Bernardo lo habían defendido ante
las cortes europeas contra la candidatura del antipapa Anacleto
II. Fue un incuestionable éxito de Guillem de Torroja el
haber conseguido que el conde-rey catalán permaneciese en
el seno de la Iglesia de Roma cuando éste tuvo la
tentación de reconocer la legitimidad del antipapa Victor
IV. No obstante, a dicho papa sí que se lo
reconoció legítimo en los feudos catalanes de
Provenza, donde reinaba el sobrino de Ramón Berenguer III,
un catalán casado con Riquilda, que era viuda del rey
Alfonso VII de Castilla y sobrina del emperador Federico I
"Barbaroja".

Ramón Berenguer IV se sentía dispuesto a
rendir vasallaje al muy cruel emperador en 1159, porque
tenía simpatía por el soberano alemán. Para
el conde de Barcelona habría sido fatal contradecirle, y
sabiamente se doblegó a su autoridad, pero de modo que tan
sólo en la corte provenzal se reconoció
oficialmente al antipapa Víctor IV. En otoño de
1161 el conde de Barcelona, por motivos políticos,
aceptó incluso que la lejana Provenza fuese un feudo del
emperador Federico I "Barbaroja", mientras en los condados
catalanes del sur de los Pirineos se reconocía al
verdadero pontífice Alejandro III. Y así
continuó siendo a pesar de morir el soberano
catalán el año siguiente.

El emperador "Barbarroja" aceptó la amistad que
le ofrecía el conde de Barcelona por la necesidad que
tenía de no crearse más adversarios, y se
conformó con que en el sur de los Pirineos catalanes no
apoyasen al verdadero pontífice, sino que permaneciesen
neutrales (Paul Fournier "Le royaume d'Arles et de Vienne",
p.20). En el Archivo Capitular de Barcelona se conserva una
encíclica del papa Victor IV contra el legítimo
Alejandro III y sus partidarios, fechada el 19 de noviembre de
1160, que fue escrita en Pavía. En ella se lee que el
emperador afirmaba que su antipapa era obedecido en: Hispania,
condado de Toulouse y en la Provenza, así como en otros
lugares. El 18 de agosto de 1162 "Barbarroja" incluso
elogió al conde de Barcelona. Era el mismo año que
se volcó contra Italia, destruyendo Milán.
Allí capturó a media docena de ciudadanos
principales y sólo a uno de ellos le dejó un ojo
para guiar a los demás emisarios a parlamentar.
Milán rápidamente capituló sin
condiciones,… porque no sospechaban que la ciudad sería
luego saqueada (excepto las iglesias). Para mayor desgracia, el
emperador incluso mandó que toda aquella área
ciudadana fuese derruida, arada y sembrada con sal.

El meollo del problema que hizo que hubiesen antipapas
fue debido a que, al ser elegido Alejandro III (1159-1181), en
mala hora se opuso al emperador Federico "Barbarroja", quien,
prepotente por sus éxitos militares, optó por
nombrar a Víctor IV, que fue un antipapa coronado en la
basílica de San Pedro del Vaticano (murió el
20.4.1164, sucediéndole Pascual III). El resultado fue que
el legítimo Alejandro III los excomulgó a los dos,
envalentonado por la protección recibida del rey
Luís VII de Francia (1137-1180). Allí el
pontífice auténtico después debió
refugiarse hasta 1165, año en que ya pudo regresar a la
sede del Vaticano apoyado por otro emperador llamado Manuel
Comneno de Bizancio (1143-1180). Fue en realidad exclusivo
mérito del obispo Guillem de Torroja el que el conde de
Barcelona nunca aceptase al antipapa impuesto por "Barbarroja",
un hombre vigoroso y ambicioso que estuvo imbuido de las gestas
de Carlomagno, debiendo renunciar a su objetivo inicial de
imponer su autoridad desde Borgoña hasta Provenza. Las
galeras provenzales y las de Pisa vigilaban conjuntamente las
costas del Mediterráneo a fin de que el pontífice,
residente entonces en Aviñon (Fr.), no pudiese regresar a
Roma. En Cataluña, en cambio, hay cartas del año
1163 que confirman que Alejandro III era reconocido papa
legítimo.

Entonces Alejandro III escribió a Guillem de
Torroja agradeciéndole el haber sabido conservar en el
seno de la Iglesia a Ramón Berenguer IV, para conseguir lo
cual no se pude dudar que el obispo Guillem debió de
desplegar argumentos de mucho peso con gran diplomacia, a lo que
le contestó el sumo pontífice: "Recuerdo con cuanto
cuidado y diligencia procurasteis atraer a nuestra
devoción y a la de la Iglesia a aquel barón de
digna memoria, Ramón, que fue conde de Barcelona, su
tierra, y cuan solicito y cuidadoso habéis estado para
animar y conservar en la misma devoción el
cristianísimo hijo nuestro, Alfonso, ilustre rey de
Aragón, hijo suyo…". Trascrito por J. de Zurita: "Anales
del reino de Aragón", (libro II, cap.18 -folio 70). El
original era escrito en latín y lo transcribió A.
Rovira Virgili en su monumental obra: "Historia Nacional de
Cataluña" (Ed. Bilbao 1.977- p.73).

"Barbarroja" después de la toma de Milán
estuvo muy ocupado tratando de pacificar su propio reino, porque
durante su ausencia su querido sobrino llamó a la
sublevación general intentando derrocarle en vano. Una vez
"Barbarroja" lo recuperó sus estados, armó un nuevo
ejército y regresó a Lombardía, donde fue
derrotado por la liga en Legnano (1171). Aquello menguó su
prestigio, por lo que en Venecia finalmente debió
acercarse al pontífice Alejandro III (1.8.1177).
Así, ya reconciliado con el papa legítimo,
"Barbarroja" en 1183 firmó la paz con la liga lombarda en
la ciudad de Constanza. Además hizo otro pacto de paz con
los normandos de Sicilia, acabando con casar a su hijo con la
heredera de dicha isla. Enrique VI fue coronado rey de Germania,
Nápoles y Lombardía en la catedral de Milán
como sucesor de "Barbarroja", haciendo efectivo el primer paso
hacia un nuevo orden mundial que llamó "Imperium Mundi",
en el cual el poder espiritual estaría subordinado al
emperador, siguiendo el modelo que existía de sus
relaciones con el patriarca de Constantinopla.

Ni al sumo pontífice, ni a los templarios, ni al
rey de Jerusalén les gustaba el revés dado al poder
espiritualista, ya que suponían una amenaza para el clero.
Con motivo de la muerte de Ramón Berenguer IV camino de la
ciudad de Turín (6 de agosto de 1162), cuando iba a
entrevistarse con el emperador Federico "Barbarroja", el papa de
nuevo volvió a agradecerle al obispo Guillem de Torroja
todas sus gestiones realizadas con objeto de que su hijo heredero
Alfonso II de Aragón no se apartase de la Iglesia,
añadiendo además grandes y sentidos elogios en
favor del conde Ramón Berenguer IV, hasta culminar el
escrito diciendo que: "…De no haber muerto, aún
habría podido alcanzar otros grandes méritos". Una
muestra más de lo agradecido que estuvo el Sumo
Pontífice con Guillem de Torroja, lo tenemos en que
Alejandro III intervino personalmente en los litigios de la
colegiata de Sant Vicens de Cardona, y de Sant Ruf
d'Avinyó, e incluso con carácter civil, en la bula
papal dirigida al obispo de Urgel (11.10.1178), en la que
reconoció la ciudad de Puigcerdà como capital de la
Cerdaña. Las dos primeras colegiatas citadas estaban muy
unidas a la comunidad monacal de Santa María de Solsona,
de la población natal de la familia Torroja
¿Podría ello explicar el por qué en Solsona
no se pagaron rentas al conde-rey hasta el año
1264?

También su hermano Arnau recibió
demostraciones de gran estima por parte de dos mandatarios de su
tiempo. En marzo de 1179 Alfonso II, que ya tenía
veintidós años, en catalán vernáculo
calificó a Arnau de Torroja como "Estimado en Cristo"; y
aun más aprecio le demostró el sumo
pontífice Inocencio III cuando lo consideró
"consanguíneo del rey", lo cual fue debido por el
matrimonio de su hermano Ramón II de Solsona (1163) con
Gaia de Cervera, hermana de Ramón Berenguer IV. El dicho
parentesco de los Torroja significaba también ser primos
consortes de Alfonso II, futuro rey de la corona
catalano-ragonesa. Por otra parte, tanto Guillem como Arnau de
Torroja fueron cuñados de Guerau de Jorba, al casarse con
él su hermana Saurina de Torroja.

PARENTESCO DE LOS CONDES DE BARCELONA CON
LOS "PLANTAGENET"

El rey catalano-aragonés tenía lazos
familiares con Enrique II de Inglaterra, pues mientras
doña Petronila (que pasó a llamarse Peronella en la
Corte de Barcelona) era la reina de la Corona de Aragón,
su prima Leonor lo fue de Aquitania. El obispo Guillem supo mejor
que nadie del parentesco con el rey de Inglaterra, y no
dudó de verlo como a un buen colaborador y amigo del conde
de Barcelona. Guillem también estaba informado de que en
aquella corte inglesa llevaban una vida familiar muy azarosa. Su
hermano Arnau a lo largo de su vida vio como degeneraba
aún más la relación entre la regia familia
Plantagenet,…y ello a pesar de que justamente el muy
refinado rey inglés Enrique II (1154-1189) en Europa fue
el primero que tuvo en su corte un vanguardista baño de
agua caliente para poder relajarse. De poco les
sirvió.

Corría el año 1148 cuando se
divulgó entre la nobleza un gran escándalo
internacional. Toda la gente culta sabían que la heredera
Leonor de Aquitania (1137 -1152), una excepcional y muy docta
soberana, recién casada con el rey francés
luís VII, se había empeñado en
acompañarlo a la Segunda Cruzada militar en Tierra Santa
(cosa insólita para una dama). Lo peor fue que tan
sólo desembarcar allí se enamoró de su
propio tío, príncipe de Aquitania, hasta el punto
que al regresar a París se divorció de su regio
esposo Luís VII.

Leonor era hija del duque Guillermo de Aquitania, que
tiene mucho prestigio por haber sido el primer trovador que
dejó sus obras escritas. También lo fue su hija,
Leonor, que pasa por haber sido la "Gran Dama" ideal loada por el
movimiento trovadoresco. Leonor, de muy fuerte carácter,
dominó durante su segundo matrimonio el doble de
territorio que su ex marido el rey de Francia. Hasta 1152 fue
reina de Francia, y a partir de 1154 lo fue de Inglaterra y
Aquitania juntas, pues al divorciarse se volvió a casar
con el rey Enrique II, del que tuvo ocho hijos después de
haber sido repudiada por su ex marido,…
¡acusándola de estéril!.

Siendo rey de Inglaterra Enrique II Plantagenet, su
esposa alcanzó el prestigio para ser considerada la "Reina
de los Trovadores". Dominaba desde los Pirineos hasta Inglaterra,
siendo la regia pareja los más firmes aliados de la Casa
de Barcelona. Ambos apoyaron las difíciles gestiones del
obispo Guillem de Torroja, pues los catalanes para mantenerse en
Provenza debieron superar la férrea oposición del
conde Raimundo V de Toulouse

Enrique II había extendido su poder sobre todas
las Islas Británicas (Escocia e Irlanda incluidas), y su
persona interesa a estas páginas porque ayudó al
conde de Barcelona en el sitio de Toulouse del Languedoc en 1159,
el mismo año que comenzó la Guerra de los Cien
Años entre Francia e Inglaterra. Enrique II mantuvo una
estrecha relación con el obispo de Barcelona Guillem de
Torroja desde que fue consejero del conde Ramón Berenguer
IV. Probablemente cuando su hermano Arnau fue nombrado gran
maestre de la orden del Temple también debió de
tratar al rey de Inglaterra,… si es que no lo conocía de
antes. Los Torroja y los Plantagenet se entenderían
probablemente hablando en occitano, ya que Enrique II nunca
habló inglés, ni tampoco sus tres hijos que
heredaron sucesivamente el trono.

LAS GUERRAS BAUCENAS, EN LA
CATALUÑA-NORTE

El injustamente olvidado obispo Guillem de Torroja,
además de las relaciones con los aragoneses,
desplegó su máximo poder diplomático para
conseguir una plena vinculación con la otra parte de
Cataluña situada al norte de los Pirineos. Pero no se
podía desatender la zona al sur de Barcelona, porque una
vez establecida la frontera catalana más allá del
río Ebro, la Casa de Barcelona padeció
confabulaciones de los castellanos que asesinaban a sus
colaboradores, incluyendo al conde de Urgel, muy amigo del obispo
Guillem de Torroja.

Durante la juventud del obispo Guillem de Torroja en
realidad Cataluña, como nación, aún no
existía, y Barcelona era sólo un simple condado.
Las tierras peninsulares que habían invadido los
musulmanes, antes de reducirse a lo que es hoy Andalucía,
se llamaban Sepharad. Entonces los judíos a la fuerza
tuvieron que adaptarse a los vencedores de las batallas, en todas
las zonas reconquistadas por los cristianos de la muy
dinámica Corte de León.

En cuanto a la Francia del siglo XII, aún no
tenía unidad política (no fue consolidada hasta
1124, después de guerrear contra Inglaterra). Ramón
Berenguer IV, en sus últimos años de gobierno se
relacionó con el rey de Francia. Aquella política
de buen entendimiento posteriormente no se interrumpió. A
Ramón Berenguer II de Provenza, que era un
acompañante del rey fallecido en el norte de Italia, el
papa de Roma le expidió un diploma por el cual lo
investía conde de la Baja Provenza, ratificando lo
convenido tiempo antes.

El Condado de Toulouse, pertenecía a los
Plantagenet, reyes de Inglaterra que hablaban francés y
además tuvieron más influencia en Septimania que
los francos. Fue así hasta que Ricardo "Corazón de
León", más francés que inglés,
renunció al Languedoc al casar a su hermana con el conde
Raimundo VI de Toulouse. La gran capital del Languedoc
está situada en el antiguo Camino de Santiago cuando,
gracias al "Códice Calixtinus", el finisterre de Galicia
empezaba a atraer multitudes. Claro está que habían
conflictos continuos, pero es que además el conde Raimundo
también estaba ubicado entre los dominios del conde de
Barcelona y Enrique II Plantagenet. Éstos unieron sus
fuerzas contra los toulousinos, repitiéndolo su alianza en
campañas conjuntas contra Tortosa (1148) Lérida
(1149), etc..

Ramón Berenguer III "el Grande" se había
esforzado en hacer entrar el Condado de Provenza en la
órbita catalana. Entre ambos condados catalanes se ubicaba
su entonces aliado el conde de Trencavel (Carcasona, Albi,
Beziers, etc.), haciendo posible que un siglo después
durante ocho meses existiese una "gran confederación", por
las alianzas de la Casa de Barcelona con los aragoneses, primero,
y al mismo tiempo con los condados del norte del Pirineo
catalán. El conde de Baus era partidario del conde
Raimundo de Tolosa, y las llamadas Guerras Baucenas, entre 1142 y
1162, hacían necesario cuanto más apoyo mejor para
Cataluña.

El conde de Toulouse estaba en discordia con los
aquitanos del rey de Inglaterra y con el conde de Foix, quien fue
siempre pro catalán sin reservas, siendo obligado Raimundo
a repartir los condados al norte de los Pirineos con la Casa de
Barcelona, que se quedó la zona comprendida entre el
río Durance y el mar Mediterráneo (1125). La ayuda
del rey Enrique II Plantagenet resultó definitiva para
facilitar la reclamación catalana sobre Provenza, donde
reinaba el hermano de Ramón Berenguer III "el Grande".
Aquellas "Guerras Baucenas" se desarrollaron con mucha intriga y
vigilancia por ambas partes, y sólo terminaron
después de veinte años con la muerte de
Ramón Berenguer IV, en 1162, cuando el obispo Guillem de
Torroja logró que en sus estados reinase la
paz.

Pero sucedió que en 1166 el conde Ramón
Berenguer de Provenza, hermano del conde de Barcelona, fue
asesinado en 1167, al dirigirse a sitiar la ciudad rebelde de
Niza, dejando como heredera sólo una hija llamada Dulce.
La regencia aragonesa, alegando la falta de descendencia
masculina, consiguió, gracias a Guillem de Torroja, que el
condado de Provenza fuera a parar a manos de Alfonso II "el
Casto", por ser hermano de Ramón Berenguer III. Para
conservar Provenza se hizo necesario combatir los levantamientos
nobiliarios de la zona de la Camarga por los partidarios de
Raimundo V de Toulouse.

Así fue como, al cabo de unos dias de ser elegido
obispo, Guillem ya se encontró con apuros
económicos. Se trataba de conseguir, como fuese, que los
nobles provenzales, y los de otros condados del Sur de Francia,
siguiesen en la órbitade la Casa de Barcelona. Para
conseguirlo, se vio obligado a pedir varias veces cuantiosos
prestamos en nombre de su protegido Alfonsito "el Trovador",
porque las deudas en el Mediodía (actualmente
francés), debieron de ser enormes. Imagino que,
además de comprar voluntades, también se
habrían acumulado deudas improrrogables. No sólo
los templarios, y demás órdenes de
caballería, colaboraron con Guillem de Torroja, sino que
se exigió esfuerzos tributarios tanto a los
clérigos como a los laicos de Cataluña,
Aragón y del Sur de Francia. Es más, incluso se
vieron obligados a pedir dinero al alcalde musulmán de
Lérida ("Perg. de Alfonso I", carpeta 43, nº 58 y
75).

Conociendo la situación de los catalanes en el
Sur de Francia, Arnau de Torroja (que entonces ya era maestre
provincial de las órdenes del Temple y de Sión para
las tierras de Provenza e Hispania) también debió
de lamentar mucho el asesinato de Ramón Berenguer conde de
Provenza, y más por haber sido ordenado tal magnicidio por
el conde Raimundo V. Guillermo, tomando al rey-niño
Alfonso II, rápidamente acudió a Provenza con un
ejército para nombrar allí a un legítimo
sucesor. Viajaba con su ejército, si bien una vez
estuvieron allí se sintió impotente, pues aun
cuando en la ciudad de Beziers lo apoyaban, no así
Montpelier que apoyó a los toulousinos.

Dicha campaña en tierras de Provenza tuvo lugar a
principios del año 1167, y las tropas catalanas llegaron
hasta las orillas del río Ródano, publicando una
escritura de la permuta de tierras que efectuó el
pequeño rey con el arzobispo de Arles (a quien
concedió facultad de tomar agua del río Durance),
otorgada el mes de marzo del citado año en la casa que los
caballeros templarios tenían en la zona de Montpelier.
Allí probablemente Alfonso II y el señor de dicha
población llamado Guillermo VII, hicieron buenas
relaciones, pasando a ser un aliado del niño-rey,
interviniendo en actos representándolo.Del dicho periodo
recordaré, porque fue importantísima, la buena
disposición del conde Guillermo de Montpellier, fiel a
Cataluña, pero cobrando; no en vano se había
enriquecido mediante prósperas actividades
mercantiles.

Hay documentos acerca de que Guillermo de Montpelier fue
protector del niño-rey ("curador"), probablemente
designado por la reina Petronila al solicitárselo los
provenzales al morirse su conde. Guillermo los atendió a
todos durante su estancia en la Galia meridional. Durante unos
once meses que estuvieron ausentes de sus estados peninsulares
(no dos años seguidos, como parecen dar a entender algunos
historiadores), el senescal y el obispo de Barcelona nunca
dejaron de ejercer sus cargos de tutores, albaceas, "curadores" y
corregentes en los asuntos del sur de los Pirineos. Por estar
Provenza muy lejana, y además ser Alfonso II menor de
edad, obviamente también necesitaron dejar un delegado de
confianza en Provenza la primera vez que el rey Alfonso la
visitó.

Auge y
caída de la
cultura occitana

Los mandatarios catalanes en Provenza
sobreprotegían al rey-niño. Tanto cuidado no
evitó que asistiese, como principal que era, a las fiestas
que se hicieron en su honor. El muy rico comerciante y con
categoría social de vizconde, en Montpelier les
ofrecició unos banquetes amenizados con la máxima
actuación musical de su tiempo. Con anterioridad los
catalanes habían visto en sus calles actuar a los
saltimbanquis y juglares, pero nunca a los trovadores que
recitaban una lírica de gran calidad. El rey-niño
no lo olvidaría jamás.

Durante el siglo XII toda Europa estaba impregnada de
una férrea moral cristiana, y si hubo una excepción
era Occitania y Provenza, pues tenian una cultura refinada y
gozaban de grandes liberalidades para su época. Las letras
de los posteriores trovadores catalanes incluso se cantaron en la
más melodiosa lengua provenzal. Sus canciones no fueron de
improvisación popular, sino que las letras eran escritas
por especialistas teóricos, quienes no acabaron de
renunciar a su trasfondo árabe. La guitarra y el laud
árabes dieron nuevos aires a los restringidos cantos,
antes exclusivamente excuchados dentro de las iglesias. De su
éxito baste decir que traspasaron todas las fronteras
alegrando las lúgubres veladas de las cortes. La clave
estuvo en recitar melodías que ya no estuvieron
controladas por los clérigos. Por entonces incluso la
lectura del filósofo Aristóteles los europeos la
tenían prohibida, y más aún leer la Biblia
en lenguas vernáculas.

El año 1167 el rey-niño estaba ya
enamorado y resultaba muy difícil de dominar. No se
casó porque no pudo. Era muy joven -a pesar de
considerable estatura- pero así y todo, le han otorgado
tel mérito de cuanto hicieron sus corregentes
prácticamente sin que él se enterase de nada. No es
natural que un niño de doce años celebre
personalmente un tratado de alianza, y tampoco que prepare su
propio casamiento sin intervención de la madre o de los
corregentes del reino.

Es anecdótico que, durante el sitio de Albaron
(Provenza) el conde de Toulouse encontró la ocasión
para hacerlo raptar, siendo rescatado, solitaria y audazmente,
por el caballero Bertrán de Baus, quien huyó con
Alfonso II al galope hasta lograr atravesar el río Garona,
refugiándose en Arles. Por cierto, aquel jovenzuelo
enamorado hasta la médula, al que llamo rey-niño,
sería inexperto y un artista frustrado, pero era alto como
todos los que le antecedieron en el trono, y como los que
reinaron después de él.

Sus tutores y demás corregentes catalanes a
partir de 1167 lograron afianzar su dominio sobre la Provenza,
contando además con el apoyo del vizconde de Montpellier,
del episcopado provenzal y de la Casa de Baux. Después del
asesinato del conde Trencavel de Carcasona en 1170, gran aliado
de Barcelona, los asesores corregentes de Alfonso II (entonces
con 15 años) aprovecharon el conflicto entre Raimundo de
Toulouse y Enrique II de Inglaterra para conseguir el vasallaje
de numerosos señores occitanos, gracias a su
condición de aliado de Enrique II.

Eran buenos tiempos para la corona catalana-aragonesa,
porque en 1172 el Rosellón, por falta de heredero
legítimo, también pasó a la Casa de
Barcelona. Téngase en cuenta que por aquel entonces el
joven Alfonso II, que tan grande aparece por sus hechos y
tratados que firmó, tan sólo era un jovenzuelo con
vocación de poeta y cantante.

Por cierto, después de su relación con los
provenzales, el obispo Guillem de Torroja debió de tener
la idea de aprovechar la moda del país vasallo,
consistente en componer pemas en clave, que luego eran
interpretadas en las cortes más refinadas de Europa por
los nobles trovadores. No le sería nada difícil que
el rey se entusiasmase con su idea de promocionarlo a él y
a su reino de forma encubierta, alabándole bajo inocentes
letras de canciones.

Ramón Berenguer V, con el nombre de Alfonso II de
Aragón (1162-1196), también fue apodado con
sobrados motivos "el Trovador", pues al igual que muchos nobles
de su tiempo, escribió sus poesías en lengua
provenzal. Todos los trovadores que salieron de la corte de
Barcelona cantaron en provenzal (Bertrán de Born, Guillerm
de Berguedà, etc.), y las historias catalanas se
exportaron gracias a los séquitos de las bodas de la
nobleza catalano-aragonesa, como estudió R. Olivar
Bertrand en su libro: "Bodas reales entre Francia y la Corona de
Aragón" (Barcelona 1947).

Ladinamente, utilizando la poesía provenzal cual
arma publicitaria, Guillem procuró encontrar a nobles que
divulgasen encubiertamente por todo el orbe católico las
virtudes de su soberano catalán. Atrajo a la corte
catalana los poetas que fueron más aptos (que fuesen "de
fiar") para, una vez instruidos, enviarlos desde Barcelona, de
corte en corte donde popularizaron poesías llamadas
"serventesios" (serventès), con letras capciosas y
subliminales que, para mayor dificultad, estaban escritas en
lengua occitana (Oc). Las reglas iniciales las había
dictado Leonor de Aquitania con el título: "Tractat d'Amor
i el seu remei", siendo redactadas por un sacerdote.
(Posteriormente, los serventesios aun sirvieron para minar la
moral de los enemigos).

Midiendo las consecuencias, Guillem de Torroja
promovió profundos cambios en la sociedad,
fijándose con la esplendorosa cultura que había
florecido al norte de los Pirineos catalanes. Se refinaron las
costumbres y la sociedad se impregnó también de los
ideales del tipo caballeresco que devolvieron a las damas
larespetabilidad.

Fue la revolución de la sensibilidad y la
exaltación de los valores humanos mirando a la Provenza,
una tierra que estaba predestinada a unirse con Cataluña,
pero en cada testamento de sus condes-reyes se acababa por
evitarlo. Alfonso II (1162-1196) heredó Aragón por
parte de su madre, y de su padre el condado de Barcelona, y
años después el de Provenza (1166) al fallecer sin
descendientes su primo el conde Ramón Berenguer.
Omitiré los siguientes acontecimientos pues procuro no
referirme a asuntos sucedidos después del año 1184,
cuando falleció Arnau de Torroja.

Cuando en octubre de 1179 estalló la rivalidad
entre los condes de Barcelona y Toulouse del Languedoc, el
maestre provincial del Temple, Arnau de Torroja se
comprometió a dar protección al séquito
(entre los que viajaba su propio hermano Guillem) durante los
viajes del soberano catalán, realizados con objeto de que
los revolucionarios nobles provenzales volviesen a ponerse bajo
su obediencia. Alfonso II aceptó la sumisión jurada
del vizconde de Carcasona y Besiers por unos castillos,… que
años después se perdieron al atacarlos los
cruzados, debido a que la gente que vivía cerca de la
bella y muy tolerante ciudad de Minerva, e igualmente todos
fueron tratados como herejes cátaros. Antes de aquel
tiempo de grandes horrores, y gracias a la dicha sumisión
a los catalana-aragoneses, hay que decir que el conde de
Carcasona recobró la tranquilidad en sus feudos, ya que
por aquel entonces aún nadie podía imaginarse en
todo el Sur de Francia que les caería encima un
ejército de cruzados bendecidos por el sumo
pontífice de Roma. Tampoco preocupaba que el emperador
"Barbarroja" hubiese sido coronado en Arles el verano anterior.
Por cierto, a aquella ceremonia no asistió el conde de
Provenza, pero en cambio sí que estuvo,
agasajándolo, el conde de Toulouse del
Languedoc.

Las disputas con los condes de Toulouse no cesaron hasta
medio siglo más tarde y, para vergüenza de la
Iglesia, fue para formar un ejército en común entre
catalanes y occitanos con objeto de enfrentarse a los cruzados.
Éstos habían sido enviados a una "guerra santa" por
el pontífice Inocencio III contra cientos de miles de
personas bautizadas. Olvidando viejas disputas entre ellos, los
condes de Barcelona, de Toulouse, de Foix, de Carcasona y de
Bearn se confabularon en primavera del año 1209 para
presentar batalla conjuntamente contra la internacional tropa
invasora. Capitaneados por el rey Pedro II, los catalanes (con
cuatro veces más soldados) no pudieron detener al
ejército de Simón de Montfort, de mala memoria,
porque el gigantesco conde catalán, después de
pasar una noche extraordinariamente lujuriosa, de madrugada y sin
esperar la llegada del grueso de su ejército,
insensatamente osó alardear de ser el rey en pleno campo
de batalla de Muret (burgo a unos 20 km. al sur de Toulouse del
Languedoc). Fueron directamente a él para matarlo, y todo
porque el rey Pedro II se envalentonó, quizá
sintiéndose prepotentemente porque en 1.212 había
vencido en las Navas de Tolosa. Su muerte fue calamitosa para
todos los habitantes de cada lado del Pirineo catalán. En
consecuencia los cátaros quedaron sin protección y
la gran mayoría fueron masacrados sin que hubiesen
cometido delitos.

LA UNIÓN CONFEDERADA DE
ARAGÓN Y CATALUÑA

Cuando falleció Ramón Berenguer IV su hijo
heredero tan sólo contaba siete años de edad, por
lo que el obispo Guillem ultimó las gestiones de la
política internacional. Las dirigió siempre
acertadamente, al tener Guillem un muy amplio punto de vista
político, gracias a su contacto regular con su hermano
Arnau. Es muy probable que al morir Ramón Berenguer IV
(1162) el obispo Guillem hubiese reclamado su presencia en
Barcelona, acelerando el que Arnau se viese libre de sus
compromisos en tierras de Outremer.

En el siglo XII Arnau de Torroja debió de
colaborar varias veces, y en diferentes etapas de su vida, con su
hermano obispo en la curia del palacio episcopal de Barcelona.
Él se debió de interesar siempre por las gestiones
del obispo Guillem, tanto cuando era joven e inexperto en
política, como después de ostentar el cargo de
maestre provincial de la orden del Temple para el Sur de Francia
e Hispania. Arnau de Torroja acabó formando parte del
Consejo de Regencia de Alfonso II, junto a su hermano Guillem. En
efecto, Arnau consta en las actas oficiales, y no sólo
asistía para legitimar en todas partes a la novedosa orden
del Temple (y viceversa), sino que Guillem sabía bien que
era la mejor forma de promocionar a su hermano.
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Arnau expondría muy interesantes puntos de vista
cuando se gestionaron los trámites para hacer desarrollar
al máximo la confederación entre Cataluña y
Aragón. Gracias a sus altos cargos ambos hermanos
procuraron conseguir un amplio hiterland que incluyese a los
más poderosos estadistas de cada vertiente de los
Pirineos, a fin de dominar la zona intermedia entre Castilla y
Francia, para lo cual los inteligentes hermanos Torroja supieron
manejar bien el apoyo del rey Enrique II "Plantagenet".
Suponerle, erróneamente, al niño heredero
suficiente capacidad para resolver los temas políticos que
habría entonces sobre la mesa del despacho de su tutor y
vice-regente, me parece tan desorbitado como cuando se
atribuyeron las murallas de Constantinopla (una maravilla de la
ingeniería), a un soberano que entonces sólo
tendría unos diez años.

La infanta de Aragón, Petronila Ramírez
(1136-1173), había sido concebida para dar continuidad a
una dinastía en decadencia. Fue la hija de Ramiro II,
apodado "el Monje" e Inés de Poitou, siendo prematuramente
casada (a sus 14 años) con el conde Ramón Berenguer
IV de Barcelona, consorte a título de príncipe
(11317-1162). Se zanjaron así los problemas de
sucesión en el reino de Aragón, siendo el conde de
la Casa de Barcelona quien realmente estuvo al frente para
gobernar la confederación catalano-aragonesa.

La alianza que el rey Ramiro II había ofrecido a
Ramón Berenguer IV de Barcelona, no fue debida tan
sólo con objeto de unificar territorios, sino
también para evitar pertenecer a Castilla, y además
tener un acceso al mar Mediterráneo. Decrépito,
sólo podía establecer lazos de parentesco,
concediéndole la mano de su hija y con ella el trono de
Aragón. El joven conde no desaprovechó la alianza
tan ventajosa, la cual, con el tiempo, le daría más
poder. Transcribo a continuación la donación del
rey Ramiro II, hermano de Alfonso I "el Batallador":"Yo el citado
rey Ramiro, te lo hago a ti, Ramón, conde y marqués
de los barceloneses, de tal modo que si mi hija muriese antes y
tú sobrevivieses, tengas la donación del citado
reino libremente e inmutable, sin ningún impedimento,
después de mi muerte. Pero en tanto, si quisiere hacerte
mientras viva cualquier aumento o entrega de honores o castillos
en el citado reino, permanezca bajo la citada fidelidad del
homenaje firme e inmutable, y yo el citado rey Ramiro seré
Rey, señor y padre en el citado reino y en todos los
condados hasta que me plazca."

El motivo de la unión se remontaba a cuando el
conde de Barcelona había ayudado a Ramiro "el Monje" en
tiempos difíciles de su gobierno; pero además se
temía que la monarquía castellana, autoritaria,
pudiese absorber los señoríos aragoneses, mientras
que el conde de Barcelona les permitiría conservar sus
privilegios, previniéndose que después ambos
estados mantuviesen sus instituciones políticas. Ramiro II
transfirió el poder pero no la propiedad, la cual
conservó mientras viviesen él o su hija.

La niña-infanta Petronila de Aragón, al
alcanzar la edad requerida por el Derecho Canónico para
poder consumar el matrimonio, fue casada con Ramón
Berenguer IV de Barcelona. La boda se celebró en
Lérida el año 1150. Él estaba comprometido
desde cuando tenía unos 30 años, siendo el obispo
Guillem de Torroja quien años después tuvo que
hacer una solemne validación de antigua promesa de enlace
marital. Recuérdese que se remitía a cuando la
herencia del rey aragonés Alfonso I "el Batallador"
recayó en el conde catalán Ramón Berenguer
IV, con lo cual salieron muy beneficiados los caballeros
Templarios (a pesar de renunciar a sus derechos en 1140),
haciendo posible la repoblación de Daroca. También
sería firmado un tratado, por el cual Castilla
reconocía a Cataluña derechos sobre Valencia, Denia
y Murcia.

Después de la Paz de Sahgún se
proclamó una Carta Puebla, y el superior poderío
territorial de Castilla, aquel mismo año, supeditó
la actuación peninsular del Consejo de Regencia de Alfonso
II "el Casto" (cuando sólo tenía 15 años) a
los designios del emperador de Castilla Alfonso VIII. Por cierto,
recordaré aquí el contexto politico religioso en
Catalunya y en toda la Península ibérica, ya que el
año 1138 había sido el de la llegada de la orden
del Cister a Catalunya, coincidiendo con el fin de la
preocupación de invasiones de los almorávides. (Los
almohades aún tardaron dos años en invadir la
Península).

La princesa Petronila, al morir su padre el rey Ramiro
II, dispuso de un Consejo de Regencia para la
administración del reino. Siendo muy niña y
cambiándole el nombre por Peronella, pasó a residir
en la corte de Barcelona, aunque conservó su regia
dignidad. Ello se hizo efectivo en sus testamentos y en la
donación del patrimonio conjunto en herencia a su
hijo.

Al morir Ramón Berenguer IV en 1162, la reina
Petronila I de Aragón convocó Cortes Generales en
Huesca y aprobó todas las disposiciones que dejó
ordenado su esposo. Al quedar viuda, el poder real fue sustituido
por una comisión de magnates aragoneses y barceloneses,
entre los que figuraron los altos prelados (obispos de las
principales sedes) y ricos hombres de ambas procedencias,
reunidos para ese fin en las primeras cortes documentadas del
Reino de Aragón el 11 de noviembre de 1164, pocos meses
después de la transmisión de la herencia de la
reina Petronila Ramírez. Cuando "Peronella" reunió
en Huesca a los prohombres de Aragón y Cataluña,
seguía la iniciativa del obispo Guillem de Torroja
empeñado en acelerar el reconocimiento de los derechos de
su hijo Alfonso II (ACA "Pergamino de Alfonso I", Reg.I, fol.10;
publicado por Próspero Bofarull "CODOIN", Barcelona
1849-vol. IV, doc. 1666- ps. 391-393). En teoría Alfonso
II fue rey en 1162, ya que, por abdicar ella un año antes
de fallecer, todavía era menor de edad. Así pues,
era sólo un prometedor niño cuando heredó el
Reino de Aragón y el Condado de Barcelona (documento
fechado el 18 de julio de 1164). Ello no empece para que fuese
una figura que los nacionalistas catalanes consideran que fue el
primer rey catalo-aragonés.

En teoría Alfonso II en 1162 heredó la
corona, ya que su madre doña Petronila Ramírez no
abdicó hasta un año antes de que ella falleciese,
siendo entonces cuando de hecho heredó el Reino de
Aragón y el Condado de Barcelona (documento fechado el 18
de julio de 1164).

Aquel año Arnau de Torroja regresó de
Tierra Santa, probablemente con las recomendaciones papales que
fuesen necesarias, a fin de colaborar a resolver los numerosos
problemas de todo tipo, incluyendo el garantizar la mejor escolta
armada en los desplazamientos de su hermano obispo de Barcelona,
principal de los corregentes. Su trabajo era inmenso, porque en
1163 convocaron las Cortes de Aragón, con asistencia en
Zaragoza de procuradores de varias ciudades, siendo aquellas las
primeras Cortes europeas con participación de
representantes burgueses. Esto que hoy puede parecer de poca
importancia, representó un gran logro social, a nivel
europeo, que Cataluña siempre tendrá que agradecer
a la familia Torroja de Solsona. Por otra parte,
aprovecharé para hacer notar que, según la historia
oficial, el rey Alfonso II en 1164 concluyó una
campaña militar contra los musulmanes del Bajo
Aragón, incluyendo Caspe y después Calanda. Se
olvida que entonces el supuesto regio protagonista sólo
tenía 9 años.

Dicho Consejo de Regencia tomaron siempre las decisiones
de gobierno (que fue una gran responsabilidad después de
morir Ramón Berenguer IV), y se prolongó hasta
cuando Alfonso II cumplió oficialmente los
dieciséis años de edad. El hombre de confianza de
la reina Petronila Ramírez al residir en la corte de
Barcelona, fue el obispo Guillem de Torroja. La Iglesia lo
dominaba absolutamente todo en la sociedad medieval, y
bastará para demostrarlo que su propio padre Ramiro II "el
Monje", habiendo heredado de Alfonso I "el Batallador"
Aragón y Navarra unidas, a fin de garantizarse la
salvación, hizo testamento a favor de la orden del Temple.
Por considerarlo muy exagerado, los navarros se desvincularon de
Aragón para siempre. Afortunadamente, en 1158 los
templarios renunciaron a sus derechos sucesorios allí.
Había sido por el testamento del rey Ramiro II de
Aragón, el difunto suegro de Ramón Berenguer IV,
que los templarios entraron en Navarra, cuyo rey Sancho, por
cierto, en 1164 encarceló en una mazmorra al gran
conquistador pirenaico Arnau Mir de Tost (otro gran
catalán injustamente olvidado).

Guillem de Torroja, tanto antes como después de
ser arzobispo, fue más que un "primer espada", porque
trabajó con eficacia y cristiana humildad personal, pero
con esperanza inquebrantable procuró la grandeza nacional,
por lo cual siempre actuó con celeridad en todos los
frentes. Me niego a silenciarlo y dejarlo en el anonimato
histórico. El fue quien realmente consolidó la
confederación catalana-aragonesa, la cual, por cierto,
duró tanto como su vida de mitrado (1162-1175), o sea, los
años que Guillem la dirigió. Advertiré que
dicha confederación no debe ser confundida con la Corona
de Aragón, que sería tan poderosa en el siglo
siguiente. Por cierto, la confederación inicial vio
discutida su existencia histórica por parte de algunos
eruditos aragoneses. Según ellos, en la historia de
Aragón, explicada sin interferencias de los catalanes,
nunca existió. Simplemente, niegan la existencia de una
corona catalano-aragonesa, la cual, insisten, tan sólo
habría sólo sido fruto de la omnipresente
megalomanía nacionalista catalana.

Al morir la reina viuda Petronila I de Aragón
(1173), el niño heredero de la corona ya tenía 18
años, pero también era obvio que necesitaba
tutores, regentes, etc., siendo uno de ellos el muy experto
–entonces ya arzobispo- Guillem de Torroja. Él fue
quien desempeñó las más altas
responsabilidades políticas en especial cuando
murió, siendo muy joven, la madre del rey Alfonso II.
Guillem también fue su albacea, ayudado por su amigo
Bernat Marcús. Anteriormente ambos ya habían
firmado como testigos de la abdicación que hizo a favor de
su hijo cuando tenía 9 años (18.6.1164). Los
firmantes del testamento de Petronila Ramírez fueron:
Actum est hoc in Barchinona XIIII kalendas julii anno Dominice
incarnationis M C LXIIII. Sig+num Petronille, Dei gratia regine
aragonensis et comitisse barchinonensis, qui hoc laudo et
confirmo et testes firmare rogo. Sig+NUM Guillelmi barchinonensis
episcopi. + Petrus, Dei gratia cesaraugustanus episcopus…. Por
otra parte, remito a los interesados al opúsculo escrito
por Antoni Llorens Solé, titulado: La valuosa ajuda,
bèl.lica i diplomàtica, prestada al comte de
Barcelona, Ramón Berenguer IV, pels Torroja, senyors del
Castell de Solsona, publicado en 1988 en la revista Medievalia,
ISSN 0211-3473, nº 8. (Estudios dedicados al Profesor
Frederic Udina i Martorell- ps. 253-264").

La reina Petronila I de Aragón en su testamento
se refirió a su heredero llamándolo Alfonso,
aclarando que su marido lo llamaba Ramón. (La
documentación de la época confirma que desde su
nacimiento en Huesca, el primogénito de la pareja fue
llamado indistintamente Alfonso y Ramón). Siendo heredero
del conde de Barcelona, se habría debido llamar
Ramón Berenguer V, pero de cara al Vaticano se lo
llamó Alfonso, como su abuelo. Se le varió el
nombre en beneficio de los aragoneses, pasando a
considerársele rey de Aragón. Una cuestión
sólo de renombre, pero que eclipsaría el nombre de
Cataluña a nivel internacional, y ello pudo haber sido la
causa primera del casi anonimato de Guillem de Torroja. A pesar
de ser rey Ramón Berenguer V, por humildad, nunca quiso
ser llamado rey, o príncipe; ni tampoco sus descendientes,
aun cuando el término Principado de Cataluña estuvo
de moda en el siglo XIV. En consecuencia, mientras el nombre de
Regnum Aragonum crecía, el de Cataluña casi estuvo
a punto de desaparecer.

Alfonso II de Aragón (y I de Cataluña,
después apodado sin motivo "el Casto"), a todas luces no
era competente para gobernar sin los corregentes, y hasta la
tutoría, de los eclesiásticos y el gran senescal
Guillem Ramón de Montcada, entre otros aragoneses y
catalanes. La firma de cualquier obispo en el siglo XII era
más importante que la de un juez, y la opinión de
Guillem de Torroja obviamente era definitiva en cualquier juicio
que asistía. Recordaré que, además,
acostumbraba a presentarse con su hermano Pere, también
obispo de Osona. Así pues, incluso el gran senescal de
Cataluña (hoy diríamos, ministro de la guerra)
Guillem Ramón de Montcada debió de quedar relegado
a un segundo plano.

LOS INTERESES DEL ARZOBISPO GUILLEM DE
TORROJA

Cuando empecé a investigar la vida de Guillem de
Torroja, la mayor fuente de información sobre su persona,
siendo muy escasa, al menos consta en la monumental Enciclopedia
Espasa-Calpe, (Año 1928; vol. nº 62 – p.178), donde
se explica que se distinguió especialmente por su celo,
tanto en sentido religioso como patriótico. Lo más
chocante fue su "invento" de gravar con un impuesto especial a
los pescadores, desde Sant Feliu de Guixols hasta el castillo
moro de Tamarite (besando la playa al norte de Tarragona), de
forma que pagasen a la Iglesia un diezmo, o sea, una parte del
dinero que ganaban;…¡y a perpetuidad!. Esta
manipulación de la sociedad ignorante fue un gran fallo de
los clérigos, y explica la simpatía popular por los
templarios, pues al menos ellos sólo debían
obediencia al Papa. En otras palabras, cuando querían,
impunemente podían dejar en evidencia al prepotente y
corrupto clericato, o si se daba el caso, a cualquier otro
soberano.

El obispo Guillem no actuó por ambición al
dictar aquel impuesto, porque el dinero recaudado sirvió
para preparar la conquista de Tortosa, siendo a petición
del propio Ramón Berenguer IV que Guillem le
entregó cincuenta libras de plata del tesoro de la Seo
barcelonense. Para poder reunir tal cantidad, consta que
fundió no pocos objetos de culto religioso de todas las
iglesias que pudo. Después de la conquista de Tortosa el
obispo de Barcelona Guillem recibió en recompensa
(15.10.1148) posesiones en las tierras ganadas a los musulmanes,
y en hipoteca el castillo y bienes de Viladecans, cerca de
Barcelona (según los cronistas Pujades y Diago). Cuando
testó, todo lo entregó a la Seo de Barcelona, a
condición que su dinero se gastase en alumbrar las
lámparas de la iglesia, en especial las de la capilla de
Santa Eulalia, seguramente para ayudar al monasterio que
él había fundado en Santa Eulalia del
Camp.

Asimismo, como obispo, a Guillem de Torroja debió
de satisfacerle mucho el hecho de que la diócesis de
Tortosa -después de sus numerosas gestiones para
conseguirlo- incluyese todos los pueblos de la comarca del
Mataranya, los cuales hasta el año 1152 habían sido
el límite de la frontera eclesiástica.
También los monjes cistercienses le agradecerían
mucho los favores que recibieron de Guillem en el monasterio de
Valldaura. Fuera de su diócesis, estuvo presente en la
fundación de los monasterios de Poblet y Santes Creus
(Tarragona), ambos en la frontera que se acababa de reconquistar
a los musulmanes. Parece poca cosa, pero podemos mirarlo desde la
perspectiva que tienen hoy en el alma de la población de
Catalunya.

En fecha 23/5/1170, el rey-niño firmó
junto a los dos hermanos obispos Torroja, y con el conde Arnau
Miró del Pallars y otros nobles, para que el monasterio de
Poblet quedase bajo su real protección, decretando que
cuanto fuese robado o roto a sus monjes les debería ser
repuesto y aún doblado. Resulta obvio pensar que era el
lugar elegido para ser convertido en panteón real. Ya
Ramón Berenguer IV para aquel cenobio había dictado
beneficios incluso superiores, haciéndose eco de ello el
Papa Eugenio III los confirmó (30/11/1152). Era el
año siguiente de que el conde catalán
concedió la Carta Puebla a la vecina población de
Vimbodí. Posteriormente (13/8/1162) lo confirmó
Alejandro III después de haber muerto Ramón
Berenguer, mal llamado "el Santo". Es evidente, pues, que el rey
Alfonso II, pese a ser quinceañero, se le presenta
erróneamente con un nivel espiritual suficiente para que
se le ocurriese conceder a los monjes de Poblet todo cuanto en
sus alrededores estuviese sin propietario reconocido, lo cual,
por cierto, fue causa de varios conflictos con la nobleza del
sector.

Me entretendré en la historia de esta zona de la
comarca de Tarragona, porque entre dichos nobles litigantes
estuvo Ramón II de Torroja, señor de Solsona, de
afición "viajante". Como ya dije, su esposa Gaia
tenía propiedades en l'Espluga del Francolí, en la
comarca de la Conca de Barberà (Tarragona). Además
allí heredaron también los bienes de Ponç I
de Cervera (J.Mª. Sanç Travé estudió el
testamento), todo ello hizo que el Señor de Solsona pasase
allí largas temporadas cada año al cuidado del
patrimonio de su esposa, y por ello disputó a la
súper protegida comunidad monacal, ciertas propiedades en
Mont-Roig. Obviamente estuvo envalentonado por ser sobrino del
arzobispo Guillem de Torroja. No le valió; aunque a base
de litigios, las mantuvo en su poder hasta 1180 cuando, ya muerto
su tío, cedió a las exigencias del nuevo arzobispo
de Tarragona.

Al ser citado a juicio, Ramón II se
embarcó como peregrino a Tierra Santa con excusa de
acompañar a su otro tío Arnau de Torroja quien ya
había sido nombrado en Jerusalén nuevo gran maestre
universal de los caballeros templarios. Ramón II previno
que en su lugar se presentase su esposa, la cual,
sábiamente, renunció en nombre de su marido. El mes
de enero de 1172, a petición del abad Hugo del monasterio
de Poblet, el papa redactó un documento específico
para salvaguardar los bienes de aquellos monjes,
poniéndolo todo bajo su especial protección,
quedando además la comunidad de los monjes de Poblet
libres del pago de impuestos. El día 27/6/1172 incluso
fueron dueños del cercano pueblo de Vimbodí (con
unos 50 habitantes), y también las tierras de su
jurisdicción, por donación expresa del rey Alfonso
II, que sólo tenía diecisiete años y no era
ningún genio. En cambio, Guillem de Torroja entonces ya
arzobispo de Tarragona.

Es anecdótico que fue un abad de Poblet quien por
primera vez adquirió el dominio de Vimbodí. Este
pueblo interesa a estas páginas, y no porque fuese una
"isla de paz". Ello sería insólito, si consideramos
que la multi-propiedad era lo más habitual del siglo XII,
tanto para los castillos como para las tierras reconquistadas,
porque al estar atomizados sus propietarios, éstos no
dejaban de crear conflictos a los nobles feudales.

Quizá por su destacado papel fundacional en
Poblet, su hermano Arnau de Torroja hizo a la dicha comunidad la
primera de las donaciones importantes que se tiene noticia. Y es
que al obispo Guillem de Torroja se le recordó por su gran
generosidad, por ejemplo, en la iglesia de San Juan de Ripoll, en
Santa María de Arles, y muy especialmente entre la
comunidad monacal de Santa María de Solsona, por ser en
ella donde, tanto él como sus hermanos habían ido a
la escuela desde su infancia. Desde comienzos del siglo XI la
estirpe de los Torroja mantuvo excelente relación con la
dicha canónica agustiniana. Fue por serles muy cercanos en
espíritu que Guillem sintió la necesidad de
interceder por aquellos religiosos que dependían de su
sobrino Ramón II de Solsona. Se dio el caso de que
audazmente logró una bula papal el año 1169 la cual
estableció tanto los límites de la diócesis
de Barcelona, como a la vez era una confirmación de sus
bienes. Hay que decir que, tanto debió de apreciar mi
paisano este documento, que comparto lo escrito Mn. J. Mª
Martí Bonet (historiador y decano de la catedral de
Barcelona) quien, tras su comparación de las bulas de 1169
y 1176, opinó que Guillem debió de ir a recogerla
personalmente al Vaticano ("Las bulas del papa Alejandro III
dirigidas a los obispos de Barcelona", 1979). Toda su vida mi
biografiado dejo testimonio de ser un viajero incansable.
Alejandro III le confirmó, además de los bienes de
su diócesis (26-5-1169), los pertenecientes a las iglesias
de las Islas Baleares.

En los registros del obispado de Barcelona, del mitrado
Guillem de Torroja se conservan actas de algunas concesiones y
consagraciones de templos, siendo el más importante la
iglesia románica de Nuestra Señora de la
Guía, hoy aún en pie en pleno casco antiguo de
Barcelona (calle Corderers). Eran los años cuando se
construían, con gran furor y mayor amplitud, nuevos
templos en estilo románico en toda Cataluña, y al
mismo tiempo se empezaba ya a escribir en lengua catalana, o sea
la vernácula. Nuestra Señora de la Guía fue
edificada por el rico comerciante y consejero real Bernat
Marcús, quien tuvo propiedades incluso en la comarca del
Solsonés, de donde los Torroja eran oriundos. Bernat
Marcús consta también en el testamento de
Ramón Berenguer IV en 1162 ("Codoin" IV, ps. 202-203,
391-393 i 387-390). Siendo Bernat un buen amigo del obispo
Guillem, cierto día del año 1150, aquel noble
comerciante dedicó un nuevo templo a la advocación
de Nuestra Señora de la Guía, que (1166)
pasó a ser puesto de correos a caballo (postas). Al
construirse, estaba fuera de las murallas de la ciudad, en un
cruce de caminos ideal para las postas reales y obispales
(llamados "troters", de creación anterior a los servicios
de correos de la ciudad de París). Cerca de la dicha
iglesia el obispo Guillem de Torroja fundó un hospital, el
cual con los siglos fue absorbido, como todos los de Barcelona,
por el de "La Santa Cruz". Aunque el edificio se perdió,
conservaría hasta hoy su nombre en el hospital que
había en la actual Gran Biblioteca de Cataluña
(C/.Hospital). Curiosamente, dicha minúscula iglesia de la
calle Corderers aún sigue activa, y está muy
presentable a base de restauraciones. Sólo su fachada se
conserva original;…y también un espacioso sótano,
el cual fue utilizado como polvorín durante las guerras
del siglo XVIII.

LOS HERMANOS TORROJA PEREGRINARON A
"CAMPOSTELA"

Defender que los hermanos Torroja peregrinaron a
Santiago de Compostela, tal como en el siglo XX era la "gran
moda", tiene un trasfondo muy bien fundado, dejando a parte que
aprovecharon para visitar la supuesta tumba de Santiago
apóstol. En todos los confesionarios de su tiempo, dicha
peregrinación (que significa penalidades) se
imponía como penitencia a los nobles y a cuantos
católicos se creyeron con suficientes fuerzas. La
función vitalizadota que supuso hacer a pie el Camino de
Santiago catalizó el impulso civilizador, siendo la
estructura básica de una nueva Europa. La ciudad de
Santiago de Compostela durante el siglo XII aún disputaba
a Roma el privilegio de ser la principal sede del cristianismo,
pues tuvo el mayor poder de atracción espiritual para los
cristianos de aquel tiempo. Era allí a donde
acudían los fieles católicos, dado el gran auge de
peregrinos de toda Europa que en el siglo XII hacían la
Ruta Jacobea.

Negarles a los hermanos Torroja el tan esforzado
desplazamiento, sería conocerles mal, a ellos y a la gran
habilidad del clero para mover los hilos de la fe entre las
diferentes masas creyentes. Desde que peregrinó
allí el Cid Campeador para postrarse ante el sepulcro del
apóstol hermano de Cristo, luego hicieron la ruta jacobea
tanto reyes como emperadores, prelados y mendigos, y todos se
quedarían sorprendidos por el furor de la actividad
picapedril a lo largo de cientos de kilómetros, de lo cual
son buena muestra las catedrales que jalonan la ruta hasta el
Finisterre. Muchas iglesias fueron allí promovidas por la
orden del Temple, a instancias del también peregrino san
Bernardo de Claraval. Unos y otros se quedarían meditando
ante una imagen de la Virgen María preñada, que
tanto sorprende aún ver entronizada en la catedral de
León. Es un capitel que la presenta esculpida con el
divino Niño; …pero ella está a punto de dar
a luz otra vez.

Ante la empresa que para Guillem de Torroja
representó planificar la futura catedral de Barcelona,
cabe pensar que viajasen hasta el Finisterre los dos hermanos
para copiar el modelo del templo que estaban erigiendo en
Santiago, entonces considerado el mayor de la Europa. Por cierto,
Arnau de Torroja fue contemporáneo del constructor maestro
Mateo, aunque cuando los Torroja de Solsona estuvieron
allí tan sólo verían terminada la llamada
Catedral vieja, que corresponde a la actual cripta, pues se
empezó en 1075 y se concluyó en 1178. Su entrada
está justo bajo el Pórtico de la Gloria de la
catedral de Santiago, que luego el pontífice Alejandro III
consideró Ciudad Santa.

Como obispo que era, le hubiese agradado más
entregarse a su misión apostólica, que no se debe
olvidar que fue la de vigilar los intereses de su extensa
diócesis;…y ello empieza por disponer de un templo
tan digno como el que más. Tan sólo seis
días después de la conquista de Lérida, y su
relativamente vecina Fraga, Guillem consagró su catedral
de Barcelona (30/10/1149), asistiendo al menos al acto su
aguerrido hermano Berenguer, que por entonces también era
su principal brazo armado, y en consecuencia, hasta su prematura
muerte (1161) también lo debió de ser del
rey-niño y sus corregentes.

El obispo Guillem, tenía su ejército
personal, como todos los mandatarios de la Iglesia
católico-romana, y después de morir su hermano
Berenguer de Torroja no pudo depositar su confianza para
capitanearlo en nadie mejor que en su otro joven hermano Arnau.
Resulta una deducción tan obvia, vistos los documentos
oficiales que éste firmó como testigo, que no voy a
extenderme en demostrarlo. Diré tan sólo que Arnau
debió de haberse establecido en Barcelona con sus hermanos
Guillem y Berenguer, porque asistió (31-5-1160) a la
redacción del testamento de éste último,
poco antes de morir de enfermedad (Ramón de Sarobe: Huesca
"Colección diplomática de la casa del Temple de
Gardeny (1070-1200)".
El testamento de Berenguer de Torroja
interesa a estas páginas porque dejó claro el
parentesco que tenía. Por ello sabemos que su abuelo se
llamaba Ecard Miró, y que un tío suyo llamado Pere
era diácono de la Iglesia de Urgel. Asimismo, citó
a sus hermanos Guillem,Arnau, Pere, si bien se omitió el
nombre de Saurina, que era su hermana. También consta que
su sobrino era Ramón II, señor de
Solsona.

Sería inconcebible que Arnau, entretanto, se
hubiese quedado en su muy aislada Solsona natal. El hecho de
alternar con quienes visitaban al obispo de Barcelona le
habría dotado de modales y trato exquisito para ser un
buen diplomático a pesar de su juventud. El caso es, que
tanto si estuvo a su lado, como si no, mi estimado paisano Arnau
de Torroja había seguido con el máximo
interés los once años que oficialmente su hermano
Guillem y el señor de Montcada, que era el gran senescal
de Cataluña (equivalente a un ministro de la guerra
actual), gobernaban la gran coalición catalano-aragonesa,
habiendo logrado exitosamente, primero promover, y luego
confirmar, la paz entre dos estados vecinos.

Mi biografiado en muchas ocasiones se vería
obligado a delegar en sus subordinados las obligaciones
pastorales que tenía para con su diócesis. Lo hizo
muy a pesar suyo, pero resultaba acuciante el trabajo de un jefe
de gobierno entregado a consolidar la autoridad de la Casa de
Barcelona, porque peligraba su integridad después de la
muerte de Ramón Berenguer IV. Guillem extendía
cotidianamente cartas dando normas para los nuevos núcleos
de población, especialmente los ubicados en tierras de
Aragón, pero también dictó "Cartas
Pueblas",
como la de Montblanc, asi como extendió
confirmaciones de privilegios para muchas otras poblaciones
catalanas. Siempre que le fue posible Guillem se vio
acompañado de su hermano Pere, primero obispo de Osona y
después de Zaragoza, puesto que además él
fue en realidad el único representante de lo aragoneses en
la soberana corte de Barcelona.

EL CORDERO PASCUAL ES UNA IDEA
TEMPLARIA EN VILADECANS

Mi biografiado vivió en unos años cuando
los nativos tuvieron necesidad de acabar de una vez para siempre
con el miedo a los ataques de los musulmanes, que los
comerciantes sufrían en sus desplazamientos. Se deseaba
mejorar las comunicación entre tierras de los cristianos,
y la ocasión de oro llegó después del enlace
de los herederos de Aragón y Cataluña. La
estrategia consistía en que los musulmanes de
Lérida no pudiesen recibir ayuda de los de Tortosa, por lo
cual decidieron atacat primero ésta, aun a riesgo de que
fuesen ayudados por los musulmanes de Valencia, lo cual no
sucedió. Después de la toma de Tortosa, donde la
ayuda económica de Guillem fue definitiva para rendir la
Suda, también Lérida sería conquistada antes
de pasar un año.

En fecha 15/10/1148, cuando el sitio de Tortosa
amenazaba con eternizarse porque los soldados no cobraban, y se
sentían impotentes ante aquellas altísimas
murallas, la concesión insólita de buena parte del
tesoro de la catedral de Barcelona entregado al conde
Ramón Berenguer IV por el obispo Guillem, resultó
ser, no sólo oportuna, sino incluso definitiva para rendir
antes de terminar el año aquella plaza, y otras varias que
conquistaron después, hasta dejar libre de musulmanes
Siurana de Prades, que fue su último bastión en
Cataluña. Por sus aportaciones, después de la
conquista de Tortosa recibió en recompensa (15.10.1148)
posesiones en las tierras ganadas a los musulmanes, y en hipoteca
el castillo y bienes de Viladecans, actualmente población
satélite de Barcelona,… y quizá también
(se firmó el mismo día 15 de octubre) el real
permiso para construir un molino para abastecimiento de la
canónica de Barcelona. (ACB "Liber Antiquarium" IV,
fol.203 nº 464; que fue publicado por S. Puig:"Episcopologio
de la Seo Barcelonense"; ps. 418-419, doc.LXXIII (Barcelona,
1929).

Los cronistas Pujades y Diago (Historia de los condes de
Barcelona" libro II-cap. 153) seguramente tuvieron acceso al
interesante pergamino Liber Antiquitatum (Vol. I, folio 10)
conservado en el ACB de la catedral de Barcelona, fechado el 15
de octubre del año 1148, donde se lee:
"Señorío de Viladecans, junto con la vila
(batllia), a cambio de 50 libras de plata obrada del tesoro de la
catedral, después que fuese aprobada por el
Capítulo". Se ignora si una vez devuelto el dinero que el
conde necesitaba, Viladecans volvió a ser propiedad de la
Casa de Barcelona; aunque es poco probable, porque los
preparativos para la conquista de Lérida se hicieron antes
de transcurrir un año. Probablemente Viladecans y su torre
pasarían a ser propiedad de la muy rica familia
Marcús, el antes citado colaborador del obispo Torroja en
la corte del conde Ramón Berenguer IV.

En la Alta Edad Media, lo que hoy es municipio de
Viladecans pertenecía a la parroquia de Sant
Climenç del Llobregat, en el término del castillo
de Erampunya: comarca del Mataranya (documentado desde el
año 957), el cual dominó un extenso territorio, que
hoy incluye media docena de poblaciones del litoral de la
desembocadura del río Llobregat. Tuvo su esplendor al ser
la frontera entre Al-Andalus y la parte del Imperio Carolingio
controlado por los condes de Barcelona, siendo a partir del siglo
XI una zona reforzada y ampliada continuamente. Se vivía
en un mundo diferente después de verse tantos siglos
limitados por el curso del río Libreta, y por poniente el
curso medio de los ríos Legre y Cardaren. Cuando se
repobló la zona interior, que se empezó a llamar
"Cataluña Nueva", la superficie del país tuvo los
mismos límites que en el siglo XXI.

A continuación me referiré al actual
símbolo del escudo heráldico de la población
de Viladecans por sospechar que debió de ser introducido
en dicha población por el obispo Guillem. Se trata de un
frágil dibujo del "Cordero pascual" (o "Agnus Dei"), el
cual aparece justo en una zona que con seguridad fue visitada
varias veces por Arnau de Torroja, aunque fuese por supervisar
las obras de la construcción de la Torre-Roja erigida por
voluntad de su hermano el obispo Guillem.  

Dado que los caballeros templarios adoptaron el cordero
Agnus Dei como símbolo de san Juan Bautista,
repasaré brevemente tan rica referencia bíblica, no
sin recordar la degollina que todos los peregrinos a la Meca
hacen anualmente en recuerdo del patriarca Abraham (tronco
común de las tres religiones monoteístas),
rememorando cuando el dicho patriarca recibió de Dios un
cordero para que lo sacrificase en lugar de su hijo.
También el profeta Jeremías se comparó a
sí mismo como a un cordero llevado al matadero
(Jeremías; 11, 19), y el profeta Isaías
retomó esta misma imagen recordando que: El Mesías
debe morir por los pecados del mundo, sin abrir la boca para
protestar, a pesar de todas las injurias e injusticias que se
cometen contra Él; manso e indefenso como un cordero
llevado al matadero (Isaías; 53, 7). Dicha
expresión se representa gráficamente mediante un
corderito blanco y totalmente indefenso, dado que, por su
inocencia y mansedumbre, cuando es pequeño su cuerpo
despierta simpatía.

Jesucristo gustó de referirse a sí mismo
como Cordero de Dios, que le aplicó san Juan Bautista y
después Jesús tomo de buen grado, resultando que
por ello después pasó a ser un signo común
entre los cristianos, junto con el del pez. En el Nuevo
Testamento, la tradición cristiana ha visto en el cordero,
con razón, la imagen de Cristo mismo. Cristo, "nuestro
Cordero pascual, ha sido inmolado", decía san Pablo a la
comunidad de Corinto (I Coríntios; 5, 7). Y san Pedro, en
su primera epístola, invitaba a los fieles a recordar a
Cristo, Cordero sin defecto ni mancha" (I Pedro; 1, 18-19).
También consta en el Cuarto Evangelio (I, 29-34): en aquel
tiempo, al ver Juan a Jesús venir hacia él
exclamó: He ahí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo…Y yo le he visto y doy testimonio de que
éste es el elegido de Dios. Asimismo en el Apocalipsis
todos los ancianos y miles de ángeles se postran delante
del cordero para tributarle honor, gloria y adoración por
los siglos (Apocalipsis; 5, 2-9.13). Al final del dicho libro se
presentan "…las bodas místicas del Cordero con su
Iglesia …(Apocalipsis; 19, 6-9; 21, 9). Es el cordero
místico que quita los pecados del mundo, el Cordero
pascual que se inmoló e instituyó como sacramento
la noche del Jueves Santo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25
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