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El faraón y las estrellas. Los mundos del más allá en los Textos de las Pirámides



  1. Textos de las
    Pirámides
  2. El cielo de
    Re
  3. Mundos de
    purificación
  4. Osiris y la
    Duat
  5. La puerta del
    cielo
  6. Bibliografía

Los "Textos de las Pirámides"([1])
nos han transmitido unas creencias esotéricas que nos
hablan del modo en que el espíritu del faraón, tras
su muerte, debe ser objeto de diversas transformaciones en el
Más Allá, en un proceso que habrá de
culminar con su manifestación como espíritu akh,
ser de luz o espíritu luminoso, que se integrará en
la divinidad suprema de Re([2]). En este estudio
pretendemos aproximarnos a las creencias que los sacerdotes
egipcios llegaron a desarrollar acerca de los mundos que el
espíritu de su rey debía atravesar antes de
arribar, finalmente, a ese reino de la luz de Re.

Tras la muerte, el espíritu del faraón
debía iniciar un viaje por esos mundos que se integraban
en la concepción egipcia del Más Allá. En
esta civilización, tan plagada de misterios, cuando
llegaba el momento de la muerte el espíritu del rey
debía ponerse en marcha e iniciar un viaje hacia la morada
celestial. A lo largo de ese viaje debía atravesar
diversos espacios geográficos a los que vamos a acercarnos
utilizando para ello los textos funerarios que estos hombres
representaron en las paredes de las pirámides
reales.

Los "Textos de las Pirámides" fueron escritos en
los tiempos del Reino Antiguo. Entonces se pensaba que solamente
el faraón podía acceder al reino celestial de Re.
En esos primeros momentos ningún otro hombre tenía
posibilidad de alcanzar ese lugar. Solo en tiempos posteriores,
tras las amargas experiencias que los egipcios vivieron en el
Primer Periodo Intermedio, esa esperanza de arribar al reino de
la luz habría de extenderse a capas más amplias de
la población gracias a la difusión de los Misterios
de Osiris.

Textos de las
Pirámides

Fue en los tiempos del Reino Antiguo cuando los egipcios
fijaron por escrito los viejos conjuros y sortilegios que los
sacerdotes recitaban cuando se producía la muerte de sus
reyes. Con esas fórmulas inscritas en las paredes de las
tumbas se rememoraban los rituales que habían permitido a
Isis conseguir la resurrección de
Osiris([3]). Los conjuros, que hoy conocemos con
el nombre de "Textos de las Pirámides", fueron
descubiertos en las cámaras subterráneas de las
pirámides reales de varios reyes del Reino Antiguo, desde
Unas hasta Pepi II.

Los textos contienen rúbricas en las que se
detallan los rituales y ademanes que el sacerdote oficiante
debía realizar mientras iba recitando las fórmulas
mágicas, es decir, tenían una finalidad
litúrgica, extendiéndose por el interior de cada
pirámide desde los corredores de entrada hasta la
cámara del sarcófago. La finalidad última de
esos conjuros no era sino propiciar el acceso del faraón,
una vez fallecido, a las estrellas, en donde habría de
asimilarse al propio Re e iniciar una vida eterna. A
través de la resurrección gloriosa que los textos
pretendían facilitar se producía la apoteosis del
monarca que ascendía a los cielos y se reunía en
las alturas con sus hermanos los dioses.

Los "Textos de las Pirámides" expresan con
claridad que el destino del espíritu del rey es ascender
al cielo y situarse entre las estrellas imperecederas: "Yo
asciendo al cielo –dice el rey en TP 1123- entre las
Estrellas Imperecederas, mi hermana es Sotis([4]),
mi guía es la Estrella Matutina, y ellas toman mi mano…"
Una vez en el reino del cielo, el rey lo recorrerá
acompañando a Re, la suprema divinidad: "Recorro el cielo
como Re" –nos dirá nuevamente el faraón
fallecido en TP 130- y en 131 nos confirmará que:
"Pertenezco a aquellos que se encuentran en la comitiva de Re,
quienes están antes de la estrella de la
mañana".

En las fórmulas 128 y 129 el rey solicita la
ayuda de los dioses que presiden las más importantes
concepciones cosmogónicas de Egipto (Heliópolis y
Hermópolis), a los que considera sus compañeros,
para que pueda ser asimilado a ellos: "Oh vosotros dos
Compañeros que cruzáis el cielo, que sois Re y
Thot([5]), llevadme con vosotros, para que yo
pueda comer de lo que vosotros coméis, para que yo pueda
beber de lo que vosotros bebéis, para que yo pueda vivir
de lo que vosotros vivís, para que yo pueda sentarme donde
vosotros os sentáis, para que yo pueda ser fuerte por
medio de lo que os hace fuertes, para que yo pueda navegar en lo
que vosotros navegáis…"

En esos momentos del Reino Antiguo los egipcios ya
pensaban que su rey tenía asegurada la vida eterna en el
Más Allá, lo que permitía su
identificación con las denominadas "estrellas
imperecederas", es decir, las que nosotros conocemos como
"circumpolares", que por no desaparecer nunca del cielo eran
consideradas por los egipcios como inmortales. Veamos uno de esos
conjuros (TP 1080):

"Estoy espalda con espalda con los dioses del norte del
cielo, las Estrellas Imperecederas; (por eso) no
pereceré.

Las (estrellas) inagotables, (por eso) no me
agotaré.

(Las) que no pueden ser arrastradas fuera (del cielo),
(por eso) no seré arrastrado fuera".

El cielo de
Re

Los "Textos de las Pirámides" nos dicen que el
espíritu del rey, una vez transformado en akh
imperecedero, es decir, en un espíritu luminoso, se
encaminaba al cielo, al nuevo mundo en el que habría de
vivir eternamente. El cielo es el dominio por excelencia de las
divinidades; es allí donde gozan de la eternidad y es
allí en donde el rey, convertido también en dios,
vivirá millones de años. Allí, en el cielo,
es donde se sitúan las estrellas. Es el reino celestial,
el reino de la luz, donde Re es el supremo dios.

En estos tiempos del Reino Antiguo el mundo celestial
era concebido como una inmensa extensión rodeada por el
agua y atravesada por diversos canales y corrientes de agua. El
cielo sería, sobre todo, una inmensa masa de agua situada
encima de la tierra, por la que los dioses navegaban en barcas.
En los cuatro puntos cardinales del cielo había cuatro
puertas que solamente podían ser atravesadas por los
dioses y los espíritus de los reyes fallecidos. Los
hombres no podían acceder al reino de la luz. En el
costado occidental del cielo existía un lugar, el cenit,
por el que Re (el sol) al anochecer descendía en su barca
solar para iniciar el viaje por la noche del que habría de
emerger al día siguiente, con el amanecer.

Los "Textos de las Pirámides" nos hablan
también, como de un mundo independiente de la tierra y del
cielo, de lo que denominan Nun (Abismo), igualmente asociado a la
idea de agua pero que se distinguiría por la ausencia de
luz y de vida. El Nun sería una extensión
también inmensa de agua que se situaría encima del
cielo. Allí reinaría la oscuridad perpetua. Nunca
nadie, ni siquiera los dioses, se adentró allí. El
Nun egipcio, posiblemente, vendría a representar las
profundidades insondables del océano celeste.

En los textos se expresa la idea de que el Nun
existió antes que el cielo y la tierra. En las aguas
primordiales del Nun habría estado el germen inerte de la
vida. Sería de esas aguas de las que habría de
emerger Atum([6]) dando comienzo al acto de la
creación. Veamos uno de los encantamientos que nos hablan
del Nun en cuanto germen de la futura creación (TP
1039-40):

"Salve vosotras aguas que Shu([7])
produjo, que las dos fuentes elevaron, en las que
Geb([8]) bañó sus miembros. Los
corazones estaban repletos de miedo, los corazones estaban
inundados de terror cuando yo (el rey, asimilado a Atum)
nací en el Nun antes de que el cielo existiera, antes de
que la tierra existiera, antes de lo que tenía que ser
hecho firme existiera, antes que la confusión existiera,
antes que el miedo que surgió a causa del Ojo de
Horus([9]) existiera".

Igualmente, en la fórmula 132 será
también el propio rey, convertido en akh, el que
manifestará, tras decirnos que es uno de los que se
encuentran en la comitiva de Re, que él, en cuanto
está asimilado a Atum, fue concebido en las aguas del Nun
y ese Abismo fue el lugar donde nació.

Mundos de
purificación

Los "Textos de las Pirámides", además del
reino celestial y del Nun o Abismo, también contienen
referencias a otros mundos que serían, sobre todo,
espacios de purificación. Allí el rey se
desprendería de posibles impurezas antes de arribar al
reino de Re. Así, se nos habla del Campo de los Juncos,
que estaría situado al este del cielo. El conjuro 822 nos
dice que desde este lugar se accede a los caminos perfectos del
cielo. También se nos ofrece información del Campo
de las Ofrendas, que estaría situado al norte del Campo de
los Juncos, entre las estrellas imperecederas. Dice TP 749:
"Atraviesa el cielo hacia los Campos de Juncos, haz tu morada en
los Campos de Ofrendas entre las Estrellas Imperecederas, las
seguidoras de Osiris".

De ambos campos se nos ofrece la imagen de lugares en
los que abundan los canales de agua y los lagos, por lo que los
dioses para poder atravesarlos precisan utilizar barcas. La
fórmula 563 amplia que el Campo de las Ofrendas
sería el lugar donde el ka del rey asimilaba las ofrendas
consagradas a perpetuar su memoria: "Desciende, oh Rey, al campo
de tu ka, al Campo de las Ofrendas… –se dice- Oh ka del
Rey, trae (algo) para que el Rey pueda comer contigo…"
También se menciona en los "Textos de las
Pirámides" otro espacio o mundo denominado Duat, que
sería el lugar donde reina Osiris y que igualmente se
asocia con la idea de una masa de agua que es atravesada con
barcas.

De todos estos mundos del Más Allá que
estamos mencionando los egipcios tenían la idea de que
eran espacios de purificación. Veamos un conjuro (TP 1987)
en el que se nos habla de la Duat como lugar en el que el rey se
libera de impurezas: "Oh Rey, tu eres el hijo de un grande;
báñate en el Lago de la Duat y ocupa tu asiento en
el Campo de Juncos".

La fórmula 275 nos confirma, igualmente, la
función purificadora del Campo de los Juncos:

"Alguien se ha bañado en el Campo de Juncos,

Re se ha bañado en el Campo de Juncos.

Alguien se ha bañado en el Campo de Juncos,

Este Rey se ha bañado en el Campo de Juncos.

La mano de este Rey está en la mano de Re.

¡Oh Nut([10]), toma su
mano!

¡Oh Shu, levántale!

¡Oh Shu, levántale!"

Osiris y la
Duat

Existen dudas acerca de si los autores de los "Textos de
las Pirámides" pensaban que la Duat era un mundo del
Más Allá que se ubicaría no encima sino
debajo de la tierra. Esa creencia, desde luego, habría de
imponerse en los tiempos posteriores del Imperio Nuevo. No
obstante, en textos como el conjuro 251 de los "Textos de las
Pirámides" ya se confirma la creencia de que la Duat
sería un mundo inferior en el que estarían aquellos
que todavía no están plenamente puros. En esta
fórmula podemos apreciar como el rey, convertido en un ser
celestial, mira desde el cielo hacia abajo y contempla la Duat,
donde reina Osiris:

"Abre tu lugar en el cielo entre las estrellas celestes
(le dice Nut al rey), porque tú eres la Estrella
Solitaria([11]), el compañero de
Hu([12]); mira hacia abajo a Osiris cuando
gobierna los espíritus, porque estás de pie lejos
de él, no estás entre ellos y no estarás
entre ellos".

En el Reino Nuevo los egipcios pensaron que la Duat era
el Inframundo, situado debajo de la tierra. En los "Textos de las
Pirámides", sin embargo, parece que la Duat es un mundo
celeste, un cielo inferior, situado sobre la tierra pero debajo
del reino celestial de Re. TP 802 nos dice en ese sentido que la
Duat sería el lugar donde se sitúa la estrella
Orión: "has cruzado el Canal Sinuoso (situado en el Campo
de los Juncos) en el norte del cielo como una estrella que
atraviesa el mar que está bajo el cielo. La Duat ha asido
tu mano en el lugar donde se encuentra
Orión…".

A favor de esa hipótesis de la Duat como mundo
celeste habría que citar diversas menciones de los TP,
como es el caso de la fórmula 5, en la que se nos dice que
es un reino presidido por Horus, dios halcón, de
naturaleza claramente celestial. Es posible que en los primeros
tiempos los sacerdotes egipcios pensaran que la Duat era un mundo
situado en el cielo, regido por Horus, que sería ayudado
por Anubis([13]), dios de los muertos; en tiempos
posteriores, una vez que Osiris pasó a ser el señor
de la Duat, es cuando se habría ubicado esta región
del Más Allá en el Inframundo, en el cielo inferior
que se sitúa debajo de la tierra. En ese sentido existen
diversos conjuros en los TP, aparentemente los más
antiguos, que nos hablan de Anubis en cuanto divinidad que
preside a los Occidentales, es decir a los difuntos (así
TP 57 y TP 220).

Estos denominados "Occidentales" serían los
espíritus de los hombres y las mujeres de Egipto, que tras
su muerte arribarían a este cielo inferior. Los "Textos de
las Pirámides" expresan claramente que solamente el rey
fallecido podía acceder al cielo de Re, sin embargo la
arqueología nos dice que desde los tiempos más
remotos los egipcios tenían ciertas esperanzas de
supervivencia tras la muerte, lo que se confirma con los ajuares
de las tumbas.

La puerta del
cielo

Los "Textos de las Pirámides" exponen la creencia
de que los mundos del Más Allá no serían
sino inmensas masas de agua en las que habría diversos
lugares de purificación más allá de los
cuales se situaría el reino celestial de Re y más
lejos todavía las insondables profundidades del Nun. El
reino del cielo se distinguiría, esencialmente, por su
inmutabilidad. El cielo no se mueve; son sus habitantes los que
lo hacen, tanto el propio Re como las estrellas (dioses) que lo
cruzan de día y de noche sirviéndose para ello de
barcas.

Para acceder al cielo, terminado el proceso de
purificación, el espíritu del rey deberá
traspasar lo que los textos denominan Axt, que sería la
puerta del reino celestial. Estaría situada al oriente, en
el lado del cielo donde nacen los dioses y también se
asocia a la idea de agua. Se nos dice que el rey y Re se
bañan en el Axt y que son conducidos por este lugar en
barcas. El Axt sería el lugar por donde se pasaría
de la tierra al cielo, siendo traducido usualmente por Horizonte.
A esta puerta del cielo se llegaría desde el Campo de los
Juncos. Leemos en TP 359:

"El canal de alimentación está abierto,

El Campo de Juncos está lleno,

El Canal Sinuoso está inundado,

Para que yo pueda ser transportado hacia el horizonte…

¡Alegraos por mí, alegraos por mi
ka,

porque estoy justificado y mi ka está justificado
ante dios!

Re me ha llevado hacia si, al cielo, al lado oriental del
cielo"

Veamos otra de las fórmulas que también
nos hablan del Axt (TP 799):

"Se abre la puerta celestial hacia el horizonte, y los
dioses se regocijan de encontrarte; te llevan al cielo con tu
espíritu, ellos te han dotado de tu
espíritu".

Debe prestarse especial atención al hecho de que
es en la Puerta del Cielo, en el Axt, en donde el rey, terminado
el proceso de Glorificación tras su paso por la Duat, el
Campo de las Ofrendas y el Campo de los Juncos, habrá de
transformarse en un ser de luz, en un akh, en un espíritu
iluminado. Ahora, transformado en akh en el Axt, el rey
accederá al cielo de Re. Un texto nos lo confirma (TP
752-764):

"Oh Rey, ve, para que puedas convertirte en un
espíritu y seas tan poderoso como un dios, como el sucesor
de Osiris… Asciende hacia tu madre Nut; ella te tomará
de la mano y te llevará al horizonte, al lugar donde se
encuentra Re. Las puertas del cielo se te abren, las puertas del
firmamento son abiertas de par en par para ti y
encontrarás a Re de pie esperándote; el
cogerá tu mano y te guiará a los Dos
Cónclaves del cielo, te sentará sobre el trono de
Osiris… Que tu nombre viva sobre la tierra, que tu nombre
perdure sobre la tierra, porque no desaparecerás, ni
serás destruido por siempre jamas".

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Autor:

Ildefonso Robledo Casanova

 

[1] La versión de los “Textos de
las Pirámides” que hemos manejado en este estudio
es la de Francisco López y Rosa Thode. Rosa Thode es
igualmente autora de una traducción de “La
Cosmología de los Textos de las Pirámides”,
de James P. Allen, que también hemos utilizado.
Destacamos que gracias a la generosidad de los autores ambas
obras están disponibles en Internet.

[2] Re era el dios primordial de la
cosmogonía de Heliópolis, siendo la
encarnación del sol.

[3] Asesinado por su hermano Seth, Osiris
habría de retornar a la vida gracias a los poderes
mágicos de Isis, su hermana y esposa. El mito nos ha
sido trasmitido por Plutarco, en su obra “Isis y
Osiris”. Las imágenes de la muerte y la
resurrección del dios, ofrecidas a los egipcios en las
representaciones de sus Misterios, suponían para los
hombres la esperanza de poder alcanzar, tras la muerte, una
nueva vida.

[4] Sotis, divinidad asociada a Isis, era
para los egipcios la encarnación de la estrella
Sirio.

[5] Thot, cuyo principal lugar de culto
estaba en Hermópolis, fue considerado como la divinidad
que ofreció el Conocimiento a los hombres.

[6] Atum, encarnación del sol al
atardecer, fue considerado en la teología de
Heliópolis como el gran dios creador. Atum, en estado de
potencia inconsciente, estaba en las aguas primordiales del
Nun, creándose a si mismo a partir de la nada. Atum era
para los egipcios el ser que llegó a la vida por si
mismo, dando así inicio al acto de la creación.
De algún modo Atum representa el potencial de la
creación y Re sería el motor posterior que
encarnaría la realización de esa creación.
Una fórmula del “Libro de los Muertos” nos
dice que: “Soy Atum cuando me manifiesto solo en el Nun;
pero soy Re en su aparición luminosa (el sol), en el
momento mismo en que se apresta a gobernar lo que ha
creado”.

[7] Hijo del sol, Shu simbolizaba el aire, el
aliento de la vida.

[8] Geb era hermano y esposo de Nut, el
cielo. Era la divinidad que personificaba a la tierra.

[9] Horus, hijo de Isis y Osiris, sostuvo
luchas encarnizadas con Seth, asesino de su padre. En una de
las peleas, Horus perdió su ojo izquierdo, que
habría de ser sanado y reconstruido por Thot. El mito
del Ojo de Horus evocaba en Egipto la idea de
restitución de la totalidad, es decir de aquello que ha
vuelto a su ser y se ha completado. Convertido en amuleto se
pensaba que el Ojo de Horus tenía inmensos poderes
mágicos.

[10] Nut era la diosa que personificaba la
bóveda celeste. Su esposo era Geb, encarnación de
la tierra. Fueron padres de Osiris, Horus el Viejo, Isis, Seth
y Neftis.

[11] La Estrella Solitaria de los egipcios
era nuestro planeta Venus.

[12] Hu es la manifestación del Verbo
Creador.

[13] Hijo ilegítimo de Osiris y
Neftis, Anubis era representado por un hombre con cabeza de
chacal y era la divinidad que presidía las
prácticas de embalsamamiento. En los primeros momentos
fue considerado como dios protector de los muertos, labor en la
que sería sustituido por Osiris en tiempos posteriores.
En el Imperio Nuevo Anubis actuaba como intermediario entre el
difunto y el Tribunal de Osiris.

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