Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El Himno a Atón. Alabanzas de Akhenatón al creador



  1. El poder de
    Karnak
  2. El que es grato a
    Atón
  3. Horizonte del Disco
    Solar
  4. El templo de
    Atón
  5. Dios ama a los
    seres
  6. Luz y
    sombra
  7. Aniquilación
    y olvido
  8. Bibliografía

Los faraones de la XVIII dinastía egipcia,
allá por el año 1500 a.C., en unos momentos de
especial esplendor para el reino del Nilo, habían logrado
alcanzar importantes victorias militares que se tradujeron en la
incorporación al imperio de ricos territorios
asiáticos. Inmensos recursos procedentes de esas
conquistas arribaron a Egipto, cuyos monarcas dotaron al
país de un poderoso ejército y de una bien
estructurada administración estatal. A modo de ejemplo,
sabemos que Tutmosis III (1483-1450 a.C.) realizó multitud
de campañas en Asia, llegando a recibir tributos de los
reinos asirios, hititas y babilonios. En la misma orilla del
Eufrates, como símbolo de su poder, ordenó erigir
una estela que desde entonces habría de señalar el
confín de su imperio.

El poder de
Karnak

Fueron años felices para Egipto; Amón, su
dios supremo, se convirtió en el dios de la victoria e
inmensos ríos de riqueza afluyeron a los templos egipcios.
Gracias a las contribuciones de Asia y al botín de guerra
el templo del dios en Karnak (Tebas) se fue transformando en un
conjunto arquitectónico cuya fabulosa magnificencia
desbordaba toda fantasía, erigiéndose en imagen
viva del enriquecimiento desmedido de su clero.

En aquellos tiempos en Egipto todavía
coexistían dos concepciones religiosas. De un lado, se
situaba el clero de Amón, dios identificado con Re. El
núcleo de la religión de este dios oculto a los
hombres residía en la esperanza de otra vida en el
más allá, tras la muerte, de acuerdo con las
creencias que el mito de la pasión de Osiris
ofrecía como consuelo a la fragilidad del ser
humano.

La otra concepción religiosa, en clara
situación de desventaja con respecto a la anterior,
reposaba en el idealismo solar propio de los cultos de los
sacerdotes de Heliópolis. Para ellos, el Sol (Re) era el
dios absoluto; sus creencias, de algún modo, implicaban la
necesidad de establecer un monoteísmo religioso del que se
encuentran frecuentes alusiones en los denominados "Textos
Sapienciales" del Reino Antiguo, momento en el que las creencias
solares habían alcanzado su máxima
difusión.

Fruto de la riqueza que acumularon los sacerdotes de
Amón en los tiempos de la XVIII dinastía, esta
casta sacerdotal supo dotarse de inmensas prerrogativas y de
manera paulatina se fue inmiscuyendo en los propios asuntos del
estado. De algún modo, los anales reflejan la existencia
de un poder paralelo, en la sombra, que llegaba a restar
capacidad de decisión a la autoridad suprema del
faraón.

Esas fricciones entre el poder real y la casta
sacerdotal se hicieron claras durante el reinado de Amenofis III
(1408-1370). Su corte, el centro diplomático más
importante del mundo de entonces, destacaba por la suntuosidad y
el refinamiento, pero lo cierto es que existen noticias de
enfrentamientos con los sacerdotes de Karnak, que cada vez
acaparaban más prerrogativas y poderes. Parece que esos
desacuerdos con el clero de Amón constituyeron una de las
causas por las que el faraón, unos años antes de
morir, abdicó en favor de su hijo Amenofis IV.

El que es grato a
Atón

El nuevo faraón, que llegó al poder en
1370 y habría de reinar hasta 1352, se distinguiría
muy pronto por la manifestación de unas nuevas creencias
religiosas que habrían de iniciar una etapa de profunda
crisis en Egipto, algo inusual en la historia del país,
que hasta ese momento se había caracterizado por su
estabilidad en materia religiosa y por el respeto a las
tradiciones anteriores.

Amenofis IV, del que poco se conoce antes de su llegada
al poder, pronto destacó por su interés por la
filosofía, la espiritualidad y la mística. Habiendo
recibido la iluminación de Dios decidió cambiar de
nombre y se hizo llamar Akhenatón (El que es grato a
Atón), constituyéndose en profeta de unas nuevas
creencias según las cuales la vida en nuestro mundo es un
don del dios supremo, dios que se distingue esencialmente por su
bondad y que el faraón identificaba con la Luz del Sol (el
Disco Solar o Atón), en cuya energía se encuentra
la clave de la vida.

Akhenatón, movido por un amor sin freno a todo lo
que procedía del dios del que había recibido la Luz
se impuso de manera tajante transformar las estructuras
religiosas de Egipto. Su visión de la realidad, totalmente
influenciada por su idealismo religioso, habría de iniciar
uno de los momentos más apasionantes de la historia de la
humanidad. Este personaje, infravalorado en nuestros días,
fue posiblemente uno de los místicos más grande de
todos los tiempos. Su mensaje espiritual se nos aparece como
tremendamente audaz, sobre todo si tenemos en cuenta que se
produjo hace más de 3000 años. No debemos olvidar,
no obstante, que Akhenatón no fue totalmente original sino
que existieron diversos antecedentes de sus creencias que han de
buscarse, sobre todo y según ya comentamos, en los
antiguos "Libros de Sabiduría", en los que las mentes
más sensibles reconocían la existencia de un Dios
supremo y se aproximaban a un modelo de monoteísmo
filosófico que se enfrentaba al aparente politeísmo
de la religión egipcia. Para los hombres que elaboraron
esos textos dios era solo uno, si bien de hecho ofrecía
luego múltiples manifestaciones.

Muy pronto, como prueba clara de sus creencias,
Akhenatón ordenó levantar un santuario solar al
este de Karnak. El faraón deseaba manifestar su
alejamiento del clero de Amón y en la otra margen del
Nilo, frente a Tebas, hizo instaurar como alternativa al culto de
Amón-Re el culto al Sol, en su acepción de
Re-Horakhty, antiguo dios de Heliópolis. El nuevo templo
consistía en un gran patio porticado que los rayos del sol
bañaban profusamente durante el día. De aquí
proceden diversas estatuas colosales que representan al
faraón y que se exponen en el Museo de El Cairo. En sus
muñecas y en los brazos se aprecian diversos cartuchos con
el complejo nombre del Disco Solar al que Akhenatón
adoraba: "Re-Horakhty, que se alegra en el Horizonte, en su
nombre que es Shu (la Luz) que reside en el Disco
Solar".

Según la revelación a la que
Akhenatón habría tenido acceso, Atón era
concebido como Dios Único, puro espíritu, del que
Re-Horakhty, en su nombre de Shu, vendría a significar la
encarnación de la Luz suprema que de él emanaba.
Profundamente influenciado por sus creencias religiosas el
faraón se hizo considerar sumo sacerdote de Horakhty,
adoptando el título tradicional de "Gran Vidente", que
habían venido utilizando antes los grandes
pontífices solares de Heliópolis.

Horizonte del
Disco Solar

Cuando corría el año sexto de su reinado,
Akhenatón, enfrentado ya abiertamente al clero de
Amón, tomó una decisión insólita. Con
toda su corte abandonó Tebas, donde el dios oculto
había alcanzado su mayor esplendor, dando órdenes
de construir una ciudad de nueva planta en el Egipto Medio, a
unos 450 kilómetros al norte, a la que habría de
poner el nombre de Akhet-Atón, es decir, "Horizonte del
Disco Solar". Los vestigios de esta nueva ciudad se encuentran en
las inmediaciones de lo que hoy conocemos como
Tell-el-Amarna.

Akhet-Atón estaba situada en la provincia de
Hermópolis, en la orilla oriental del Nilo, en un terreno
llano y desértico que está delimitado por una curva
de la cadena arábiga, ocupando una superficie de unos
nueve kilómetros de largo por uno de ancho, en paralelo al
río. El monarca ordenó esculpir catorce estelas, de
unos cuatro metros de altura cada una, que fueron trabajadas
sobre las colinas rocosas circundantes. Esas estelas marcaban los
límites del nuevo territorio que se había
consagrado a Atón. En ellas se representa a la familia
real y por el contenido de su texto sabemos que el faraón
cuando decidió construir la nueva ciudad estaba
obedeciendo una orden divina de Atón, que en una de sus
revelaciones le había indicado que debía hacerlo
precisamente en ese lugar, que no estaba manchado por la anterior
presencia de ningún otro dios egipcio.

En esta nueva ciudad consagrada a Atón, el
monarca hizo representar abundantemente al Disco Solar como un
disco rojo que emite rayos que terminan convirtiéndose en
pequeñas manos que otorgan a los miembros de la familia
real los signos de la vida y el poder. Abanderando unas creencias
espirituales monoteístas, Akhenatón tenía
clara conciencia y así lo transmitía a sus
súbditos de que existe un único dios, Atón,
creador y señor del Universo. Ese dios único tiene
también un solo representante en la tierra, el
faraón, que es hijo de Atón y señor absoluto
en los ámbitos políticos y religiosos. Las nuevas
creencias de Akhenatón justifican, a través del
origen divino del faraón, un régimen que se
distingue esencialmente por el absolutismo. El faraón era
también el Sumo Sacerdote de la nueva religión y el
único que recibía la revelación de
Dios.

Sin ningún reparo, Akhenatón no
dudó en ordenar que los cultos de los demás dioses
egipcios fuesen suprimidos e hizo borrar el nombre de Amón
de sus monumentos. Todas las riquezas y propiedades de los
templos fueron confiscadas

El templo de
Atón

Al igual que ocurre con otros iniciados que en el futuro
habrían de seguir sus pasos distingue a la figura de
Akhenatón la singularidad de haber tenido acceso a la Luz
de Dios. El Espíritu de Dios, es este caso Atón, le
habría impregnado, llegando así a tomar conciencia
de que el hombre es una emanación de Dios. Esta Luz
Suprema es la misma que seguían buscando, ya en los
tiempos del genio de Roma, los iniciados en los cultos
mistéricos. Podemos así citar, a modo de ejemplo,
al literato Apuleyo, seguidor de los cultos de Isis, que nos
transmitía que en el curso de la iniciación, en
medio de la noche, había visto sorprendido como el Sol
resplandecía "con una muy hermosa claridad". Esa misma Luz
habría de ser cantada, muchos siglos después por
los místicos españoles (la Llama de Amor Viva) y
antes, también como nuevo ejemplo, era igualmente
percibida por Hildegard von Bingen, mística alemana del
siglo XII, que nos dejó escrito que desde el tercer
año de su vida "había visto una Luz tan intensa que
le causaba temblor en el alma".

El templo de Atón que Akhenatón hizo
levantar en Tell el-Amarna seguía el modelo de los
antiguos templos solares egipcios, consistiendo, en esencia, en
un gran patio porticado en cuya parte central se levantaba el
altar. El dios visitaba todos los días el santuario
bañando con la luz de sus rayos todos los espacios. El
propio faraón era el que celebraba allí los ritos
en adoración del Disco Solar y todos le seguían con
interés. Akhenatón, contrario a servirse en su
teología de símbolos o mitos, utilizaba en esos
ritos la lengua egipcia vulgar favoreciendo con ello que sus
súbditos entendieran sus enseñanzas.

Se han conservado múltiples losas
calcáreas en las que se recogen escenas de
adoración a Atón por parte del faraón y su
familia más íntima. En ellas se observa como el
Disco Solar difunde sus rayos de Luz sobre Akhenatón, su
esposa Nefertiti y sus hijas Meritatón y Mekatatón.
Los rayos terminan transformándose en pequeñas
manos que ofrecen a estas personas los símbolos ankh y
was, que representan respectivamente la vida y el poder. Es
decir, a cambio de las ofrendas y de la adoración al
Supremo los oficiantes se benefician, gracias a la bondad de
Atón, de los grandes dones que el hombre ansía
lograr.

La reforma religiosa de Akhenatón
significó una revolución en las tierras de Egipto.
En la nueva teología todo el poder temporal y religioso
era monopolizado por el faraón, hijo de Atón, en
tanto que los bienes de los templos fueron confiscados por el
estado y desaparecieron los antiguos cultos locales. Ahora, con
las nuevas creencias, todo giraba en torno a Akhenatón,
profeta único de Dios, imponiéndose un absolutismo
extremo. La Luz del Disco Solar brillaba para todas las criaturas
y todas ellas se beneficiaban de sus dones, pero lo cierto es que
el trasfondo último de estas nuevas creencias implicaba
realmente una inmensa concentración de poder en manos del
faraón.

Dios ama a los
seres

En las tumbas de los tiempos de la herejía
atoniana se han conservado diversas versiones de un himno al Sol
que se piensa que fue elaborado por el propio faraón, a
fin de cuentas el único que podía acceder
directamente a las revelaciones del Supremo. En estas
composiciones se expresa con optimismo el fuerte impulso
místico que movía a Akhenatón. Hay autores
que piensan que algunos de los Salmos bíblicos
podrían haber encontrado aquí su fuente de
inspiración. Más adelante reproduciremos una de las
versiones más elaboradas del himno a Atón; dejamos
al criterio del lector la comparación de ese texto con el
que ofrece el Salmo número 104.

A modo de síntesis habría que destacar que
el himno al Sol es una inmensa expresión de felicidad y de
confianza del hombre en Dios. Dios y el faraón, su
interlocutor en la tierra, viven en la Verdad y aseguran la
felicidad a todos los hombres. El himno, pensamos, es una de las
composiciones más bellas que el hombre ha escrito
jamás sobre la divinidad. Ya hemos comentado que su texto
se hizo reproducir en multitud de tumbas de Tell el-Amarna y que
se han conservado diferentes versiones, más o menos
amplias, del mismo.

El himno nos habla de la creencia en un Dios
Único, que no tiene igual y que creó el mundo,
él solo, sin ayuda, según su deseo. Todo lo que
existe ha sido creado por Dios, que ama y cuida de todos los
seres extendiendo su amor sobre ellos hasta en los más
ínfimos detalles. De algún modo, Atón es el
dios de la igualdad de los hombres; es un dios cosmopolita que
cuida y vela por todos los hombres, sean o no
egipcios.

Este Dios Único es la expresión de unas
creencias monoteístas que se nos ofrecen demasiado
novedosas en relación con los momentos históricos
en que nos movemos. Dios es el Ser que ha creado el mundo gracias
exclusivamente a un acto de su voluntad y con inmensa bondad se
ocupa de que su obra de creación sea renovada
continuamente. Atón es el principio de la vida y desde el
firmamento, que Él creó, contempla satisfecho su
obra. La visión que Akhenatón nos ofrece del
Supremo es la de un ser que es anterior al mundo y exterior a
él.

Llama la atención la concreción con que el
autor del himno nos habla de la continuidad, día a
día, de ese trabajo de renovación continua de la
creación. Se nos indica, por ejemplo, que es Atón
el que se ocupa de llevar a cabo la apertura de la boca de los
nacidos. También se nos dice que el polluelo, cuando llega
a romper el cascarón, es precisamente en el justo momento
en que Dios ha completado la creación de su cuerpo en el
huevo.

Luz y
sombra

En el himno a Atón no se trasmite ninguna
información en relación con la vida en el
más allá. Es posible que existiera la creencia de
que las almas de los fallecidos se reunían en la Luz
suprema de Dios. Sabemos que los hombres, al inicio de cada
jornada, en sus plegarias de agradecimiento al Supremo, elevaban
los brazos en dirección al Sol, recibiendo como
contrapartida el ka de Dios que penetraba en el mundo y en los
seres y les otorgaba la fuerza de la vida. En las inscripciones
funerarias de estos tiempos los fallecidos invitan a sus
parientes y allegados a hacer ofrendas a su ka. Así
sucede, a modo de ejemplo, en la tumba de Meryre, que fue
sacerdote de Atón.

Si existen en el himno frecuentes referencias a la
dualidad del mundo, en el que se suceden dos espacios de tiempo
claramente diferenciados. Durante el día, bajo el poder de
Atón, todo es vida, actividad y gozo. Dios destaca por su
bondad hacia los seres y Egipto entero festeja su llegada todas
las mañanas. Hombres y animales se complacen con la
aparición del Sol en el horizonte cada nuevo
día.

Durante la noche, sin embargo, cuando Atón
reposa, se produce el despertar del mal. Es entonces, cuando el
Dios bueno está ausente, cuando los peligros amenazan a
los seres: los leones salen de sus guaridas y las peligrosas
serpientes reptan por la tierra; en la noche, cuando el Sol se ha
puesto, las criaturas entran en el reino de la muerte.

Estas referencias sobre la Luz y la sombra, la vida y la
muerte, el día y la noche, implican unas creencias
religiosas de corte dualista que interrogan por las causas
últimas de la existencia del bien y del mal en nuestro
mundo, anticipando en muchos siglos las afirmaciones de los
místicos del gnosticismo, que afirmaban que existen dos
grandes poderes en la creación: uno bueno y otro malo.
Todos los elementos negativos (violencia, injusticia, odio, …)
emanarían de un gran poder maligno que se opone al Dios
bueno.

Sobresale en el himno a Atón la creencia del
faraón de que él es el único profeta de una
doctrina revelada que Dios le ha confiado acercar a los hombres.
Vimos que solo el rey y su familia más directa adoraban
abiertamente a Atón, en tanto que los súbditos
adoraban al rey. En los iconos domésticos que se han
conservado es la efigie del faraón, y no el Disco Solar,
lo que se representa. Todo ello justifica las frecuentes
alusiones en el himno a la imposibilidad del hombre de acercarse
a Dios: "Aunque bañas los rostros, nadie conoce tus
designios", "Es imposible al hombre desvelar la creación",
"Nadie le conoce salvo el rey" …

Himno a Atón

"Bello es tu aparecer en el horizonte del cielo

¡Oh, Atón vivo, principio de la
vida!

Cuando tú te alzas por el oriente lejano,

llenas todos los países con tu
belleza.

Grande y brillante te ven todos en las alturas;

tus rayos abarcan toda tu creación,

porque eres Re, y por ello lo alcanzas todo,

y dominas todas las tierras para tu amado
hijo.

Aunque estás lejano, tus rayos llegan a la tierra;

aunque bañas los rostros, nadie conoce tus
designios.

Cuando te ocultas por el horizonte occidental,

la Tierra se oscurece, como si muriese.

Duermen las criaturas sin ver nada en torno,

como si les hubiesen tapado la cabeza.

Todos los bienes que tienen alrededor

podrían robarse, sin que nadie lo
advirtiese.

Es cuando salen los leones de su guarida

y cuando pican las reptadoras serpientes.

Las tinieblas se extienden como silenciosa mortaja,

pues el creador reposa en el horizonte.

Al alba, cuando te encumbras por el oriente,

cuando resplandeces como el Atón del
día,

disipas la oscuridad y lanzas tus rayos.

El Alto y el Bajo Egipto festejan tu llegada,

despiertos y erguidos sobre sus pies,

pues has sido tú quien los ha
levantado,

y ellos, desnudando y lavando su cuerpo,

elevan sus brazos hacia ti en oración.

Todo el mundo puede comenzar su trabajo.

Las bestias se complacen en sus pastos,

los árboles y las plantas florecen,

y, levantando el vuelo desde sus nidos,

los pájaros alaban tu espíritu moviendo
las alas.

Todos los animales saltan sobre sus patas.

Las criaturas que vuelan y se posan,

reviven cuando te ven aparecer.

¡Tú que has hecho fecundas a las
mujeres,

tú que formas el semen en el hombre,

que mantienes al hijo en las entrañas
maternas,

que lo apaciguas para que su llanto cese,

tú mismo fecundas incluso la matriz

que da aliento para sostener lo creado!

Cuando el niño desciende por las entrañas

para nacer y respirar en el aire,

tú abres su boca por completo,

tú atiendes a todas sus necesidades.

Cuando el polluelo pía dentro del cascarón,

tú le otorgas respiro y ayuda.

Cuando has completado su cuerpo en el huevo,

él lo rompe y pía en su justo
momento;

y cuando sale de él ya anda sobre sus
patas.

¡Cuantas y que diversas son tus
creaciones!

Imposible le es al hombre desvelarlas

¡Oh Dios único, que no tienes
igual!

Tú creastes el mundo según tu deseo,

solo, sin necesidad de ayuda alguna:

hombres, ganado, animales salvajes,

cuanto en la tierra camina sobre sus pies

y cuanto en lo alto vuela con sus alas.

Tus rayos amamantan las praderas,

y éstas viven, crecen por ti cuando te
alzas.

Haces las estaciones para cuidar tus obras:

el invierno sirve para enfriarlas

y el calor para que puedan saborearte.

Para elevarte hiciste el firmamento,

y desde él contemplas tu
creación.

Tú solo, sin necesidad de ayuda,

alzándote en forma de Atón
vivo,

apareciendo, brillando, retirándote,

sacaste de ti mismo miles de seres:

ciudades, pueblos, campos, caminos,
río;

y todos te miran pasar por encima,

pues eres el Atón del día sobre la
tierra.

Mas cuando has partido, cuando duermen

todos los ojos que tú has creado,

cuando nadie puede contemplar tus obras,

estás muy dentro de mi corazón,

y no hay nadie que te conozca

sino tu hijo Neferheperure Waenre
(Akhenatón),

pues le mostraste tus proyectos y tu fuerza.

El mundo cobró el ser por tu mano,

y las criaturas, fieles a tu deseo,

reciben la vida cuando apareces,

y cuando te pones, entran en la muerte.

Tú mismo eres el tiempo de la vida,

porque se vive sólo a través de
ti.

Mientras brillas, puede verse la belleza,

pero toda labor se abandona cuando caes.

Vuelves de nuevo para alzarte por oriente,

y todo prospera otra vez para el rey;

y así es desde que cimentastes la
tierra

y creaste las cosas para tu hijo,

hijo tuyo que brotó de tu cuerpo:

el Rey de ambos Egiptos, Akhenatón,

y su primera esposa, Nefertiti,

viva y joven para la eternidad"

Aniquilación y
olvido

El peso enorme de las creencias milenarias egipcias
dificultaba que las nuevas doctrinas de Akhenatón pudieran
ser asumidas por el pueblo en un periodo de tiempo tan breve como
el de su reinado. Parece razonable pensar que la mayoría
de los egipcios no llegaron a asumir como suya la religión
de la Luz, sobre todo si pensamos en el trabajo de
oposición que desarrollaría el clero de Amón
y la profundidad con que habían calado en el pueblo las
esperanzas que el mito de Osiris ofrecían en
relación con la vida en el más allá.
Posiblemente las reformas de Akhenatón solo llegaron a ser
admitidas en el propio círculo aristocrático de su
corte.

El frenesí místico de Akhenatón
hizo que el faraón descuidara la política exterior
del reino, lo que motivó la aparición de amenazas
diversas a las que habría que unir el descontento del
clero y de los viejos poderes territoriales egipcios. En efecto,
la nobleza de las provincias había tenido que contemplar,
impotente, como los ancestrales cultos a los dioses locales, en
los que ellos fundamentaban su poder, habían sido
prohibidos y sus mismos nombres borrados de las estelas. Ante
todas estas fricciones parece que en el decimoquinto año
de su reinado Akhenatón asoció al trono a un
personaje llamado Smenkhkara, quizás uno de sus hermanos,
al que habría encargado iniciar contactos con los
sacerdotes de Karnak con el ánimo de buscar un modo de
restablecer las relaciones con el clero.

Tres años después Akhenatón
fallecía. Su reinado había durado solo dieciocho
años. Tiempo muy escaso para que su nueva religión
arraigase entre las capas populares. Su sucesor,
Tutankhatón, abjuró pronto de los errores del
hereje, haciéndose llamar ahora Tutankhamón
(Amón está pletórico de vida) y
restableciendo en todos sus honores el culto al viejo dios
tebano. En corto espacio de tiempo todo volvió a la
normalidad y Egipto recuperó a sus dioses ancestrales que
Akhenatón había proscrito.

La huella del faraón hereje, como es habitual en
la historia de las revoluciones en el país del Nilo, fue
aniquilada con diligencia, iniciándose una nueva etapa en
la que su reinado fue silenciado de todos los documentos
oficiales y el nombre del faraón borrado de las listas
reales, en un deseo consciente de evitar la continuidad en el
tiempo de su obra maldita. Solamente han encontrado los
investigadores algunas posibles huellas de la presencia de
Akhenatón en los testimonios de Manetón, que en la
lista de faraones de la XVIII dinastía, entre Amenofis III
y Ramsés, inserta algunos nombres de reyes que
están, sin embargo, tan deteriorados que no resulta
posible su lectura.

A principios del siglo XIX la historiografía no
conocía nada de la existencia del reinado de
Akhenatón. Las primeras noticias se producirían en
los tiempos de la expedición napoleónica a Egipto,
cuando Jomard encontró diversas ruinas en las
inmediaciones de Tell el-Amarna, de las que hizo saber que
parecían pertenecer a una vieja ciudad de la que nada
más se sabía.

Habría de ser la moderna Arqueología la
que paulatinamente iría desentrañando la
apasionante historia de Akhenatón, personaje que la
Historia ha recuperado, al fin, envuelto en dos aureolas
distintas. Para unos sería uno de tantos dementes
iluminados; para otros, un hombre impregnado de santidad y
misticismo que, adelantado a su momento histórico, estuvo
a punto de cambiar la historia de Egipto.

Bibliografía

Allen, James P. (1989): "La Cosmología de los
Textos de las Pirámides" (en Yale Egyptological
Studies 3, Religión and Philosophy in Ancient Egypt
).
Versión española en Internet, de R. M. Thode, en
http://www.egiptologia.org

Bergua, Juan B., edición (1967): "El Libro de los
Muertos de los antiguos egipcios". Madrid.

Blanco Freijeiro, A. y otros. (1995): "Faraones y
pirámides". Madrid.

Bresciani, Edda (2001): "A orillas del Nilo. Egipto en
tiempos de los faraones". Barcelona.

Brier, Bob (2008): "Los misterios del antiguo Egipto".
Barcelona.

Budge, E.A.W. (2005): "La magia egipcia".
Barcelona.

Budge, E.A.W. (2006): "Ideas de los egipcios sobre el
más allá". Barcelona.

Cabanas, Antonio (2006): "Los secretos de Osiris".
Madrid.

Calvo Martínez, José y Sánchez
Romero, M. Dolores (1987): "Textos de magia en papiros griegos".
Madrid.

Cantú, G. (2002): "Misterios esotéricos
del Antiguo Egipto". Barcelona.

Castel, Elisa (1999): "Egipto. Signos y símbolos
de lo sagrado". Madrid.

Castel, Elisa (1998): "Los Sacerdotes en el Antiguo
Egipto". Madrid.

Castel, Elisa (1995): "Diccionario de Mitología
Egipcia". Madrid.

Daumas, F. (2000): "La civilización del Egipto
faraónico". Barcelona.

David, R. (2003): "Religión y magia en el Antiguo
Egipto". Barcelona.

Desroches, Christiane (2005): "Símbolos de
Egipto". Barcelona.

Drioton y Vandier (1973): "Historia de Egipto". Buenos
Aires.

Dunand, F. y Lichtenberg, R. (1999): "Las momias, un
viaje a la eternidad". Barcelona.

Easón, Cassandra (2009): "Nuevos misterios del
antiguo Egipto". Barcelona.

Elvira, M.A. (1985): "El Egipto ptolemaico".
Madrid.

Fletcher, Joann (2002): "Egipto: el libro de la vida y
la muerte". Barcelona.

Gahlin, Lucía (2007): "Egipto. Dioses, mitos y
religión". Madrid.

Galán, José Manuel (2002): "El imperio
egipcio. Inscripciones, ca. 1550-1300 a.C.".
Barcelona.

Gros de Beler (1998): "Mitología egipcia".
París.

Gros de Beler (2001): "Los faraones".
París.

Hagen, Rose-Marie y Rainer (2004): "Egipto. Hombres,
dioses y faraones". Colonia.

Heródoto (1992): "Historia (Libros I-II)".
Traducción y notas de Carlos Schrader. Madrid.

Hornung, E. (1999): "El Uno y los Múltiples.
Concepciones egipcias de la divinidad". Madrid.

Husson y Valbelle (1998): "Instituciones de Egipto".
Madrid.

Jacq, C. (1998): "Las máximas de Ptahhotep".
Madrid.

Jacq, C. (1999): "El saber mágico en el Antiguo
Egipto". Barcelona.

Jacq, C. (1999): "La sabiduría viva del Antiguo
Egipto". Barcelona.

Jacq, C. (1999): "El enigma de la piedra".
Madrid.

Jacq, C. (2001): "Poder y sabiduría en el Antiguo
Egipto". Barcelona.

Jámblico (1997): "Sobre los misterios egipcios".
Edición de Enrique Ángel Ramos Jurado.
Madrid.

Janot, Francis (2009): "Momias reales. La inmortalidad
en el antiguo Egipto". Madrid.

Lalouette, C. (2000): "La sabiduría
semítica. Del antiguo Egipto hasta el Islam".
Madrid.

Lara Peinado, F. (1993): "Libro de los Muertos".
Edición y notas. Madrid.

Lefebvre, G. (2003): "Mitos y cuentos egipcios de la
época faraónica". Madrid.

Loisy, A. (1990): "Los misterios paganos y el misterio
cristiano". Barcelona.

López, F. y Thode, R. (2003): "Los Textos de las
Pirámides". Versión española en Internet de
la obra de Faulkner, R.O., en
http://www.egiptologia.org

López, Jesús (2005): "Cuentos y
fábulas del Antiguo Egipto". Barcelona.

Martín Valentín, F.J. (2002): "Los magos
del antiguo Egipto". Madrid.

Martos, José Ángel y otros (2007):
"Faraón". Madrid.

Max Müller, F. (1996): "Mitología egipcia".
Barcelona.

Menard, L. (1998): "Los libros de Hermes Trismegisto".
Edición. Barcelona.

Molinero Polo, M. Ángel (1997): "La
cartografía egipcia del Más Allá en los
libros funerarios del Reino Medio" (en "Realidad y Mito").
Madrid.

Murray, M.A. (2005): "Leyendas del antiguo Egipto".
Barcelona.

Naydler, J. (2003): "El templo del cosmos. La
experiencia de lo sagrado en el Egipto antiguo".
Madrid.

Oakes, Lorna (2007): "Lugares sagrados del antiguo
Egipto". Madrid.

Ogdón, Jorge Roberto: "Apuntes sobre la
práctica del exorcismo en Textos Mágicos". En
http://www.egiptologia.com

Padró Parcerisa, Josep (2005): "El Egipto del
Imperio Antiguo". Madrid.

Parra, J.M. (2003): "Gentes del Valle del Nilo".
Madrid.

Parra, J.M. y otros (2008): "Egipto. El culto a la
muerte junto al río de la vida". Madrid.

Pirenne, J. (1971): "Historia de la civilización
del antiguo Egipto". Barcelona.

Piulats Riu, Octavi (2006): "Egiptosophía.
Relectura del Mito al Logos". Barcelona.

Plutarco (1997): "Isis y Osiris". Edición de
Mario Meunier. Barcelona.

Presedo, F.J. (1988): "A la sombra de la esfinge".
Madrid.

Puvill Doñate, M. (1999): "Textos de la tumba de
la reina Nefertari". Barcelona.

Quirke, S. (2003): "La religión del Antiguo
Egipto". Madrid.

Quirke, S. (2003): "Ra, el dios del Sol".
Madrid.

Renau, X. (1999): "Textos Herméticos".
Edición. Madrid.

Román, María Teresa (2004):
"Sabidurías orientales de la Antigüedad".
Madrid.

Schulz, Regine y otros (2004): "Egipto, el mundo de los
faraones". Colonia.

Serrano, J.M. (1993): "Textos para la historia antigua
de Egipto". Madrid.

Siliotti, Alberto (2005): "Egipto".
Barcelona.

Tiradritti, Francesco (2000): "Tesoros egipcios de la
colección del Museo Egipcio de El Cairo".
Barcelona.

Turcan, Robert (2001): "Los cultos orientales en el
mundo romano". Madrid.

Varios autores (2004): "La tumba de Tutmosis III. Las
horas oscuras del sol". Madrid.

Varios autores (2005): "Faraón".
Madrid.

Vercoutter, J. et alii (1971): "Los imperios del antiguo
oriente (del Paleolítico a la mitad del segundo milenio)".
Madrid.

Vidal, C. (1994): "La sabiduría del antiguo
Egipto". Madrid.

Wildung, D. (2004): "Egipto, de la Prehistoria a los
romanos". Colonia.

Wilkinson, Richard H. (2003): "Magia y símbolo en
el arte egipcio". Madrid.

Wilkinson, Richard H. (2004): "Cómo leer el arte
egipcio". Barcelona.

 

 

Autor:

Ildefonso Robledo
Casanova

 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter