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Indígenas, españoles y piratas en el nuevo mundo: una guerra en el Caribe




Enviado por geniber cabrera p.



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Piraterías en el nuevo
    mundo
  3. Guerra
    en el Caribe: piratas contra colonos
  4. El
    ocaso de la piratería americana
  5. Conclusiones
  6. Referencias

Resumen

En América se reeditó la piratería
que se ejerció ancestralmente en el Mediterráneo y
en el mar del Norte europeo. Es, en el Nuevo Mundo, donde esta
delictiva actividad tomará los más variados y
originales matices convirtiéndose en la piratería
americana. El nuevo Continente heredó la plaga del
piraterismo que le sobrevino después de la llegada de los
europeos el 12 de octubre del año 1492, cuando la
presencia de Cristóbal Colón y sus
acompañantes, significaría para los pobladores, las
aguas y tierras aún por conocer el inicio de los
sobresaltos, el sometimiento, la expropiación, el
genocidio, la esclavitud, la imposición de otra lengua, de
otra cultura, en fin, de la muerte y la subyugación como
el único destino para los considerados seres inferiores, o
más bien ni siquiera seres humanos. Así, la
piratería para América es la continuación de
los males sembrados en ella por esos primeros colonizadores y, un
tanto después, ha de ser el daño que ejercieron
sobre éstos últimos, las otras monarquías
que terminarían adversándoles su gran
botín.

PALABRAS CLAVES: Nuevo Mundo, Corsopiraterismo,
Cofradías, Comercio Intercolonial.

INDIAN, SPANISH AND PIRATES IN THE NEW
WORLD: WAR IN THE CARIBBEAN

ABSTRACT

Was reissued in America was exercised piracy ancestrally
in the Mediterranean and Europe's North Sea. It is, in the New
World, where this criminal activity will take the most varied and
original hues piracy becoming American. The new continent
piraterismo inherited the plague that ensued after the arrival of
Europeans on 12 October 1492, when the presence of Christopher
Columbus and his party, would mean for people, water and land yet
to know the home of the shocks, submission, expropriation,
genocide, slavery, the imposition of another language, another
culture, finally, of death and subjugation as the only
destination for those considered inferior beings, or rather not
even humans. So piracy to America is the continuation of the
evils planted there by those early settlers and, somewhat later,
to be the damage exerted on the latter, the other monarchies that
would end adversely big booty is America.

KEY WORDS: New World
Corsopiraterismo, guilds, Intercolonial Trade.

Recibido:
21/10/2009 Aprobado: 11/02/2010

Piraterías
en el nuevo mundo

El mítico y fantasioso Nuevo Mundo, lejos de
espantar los intereses y las aventuras en torno a sí
mismo, más bien se convirtió en una especie de
imán que atrajo en desbandada a los más inmorales y
degenerados hombres buscadores de fortunas fáciles,
quienes se sobrepusieron a todas las quiméricas ideas en
torno a las tierras aún por conocer, y se echaron sobre
éstas apoderándose de sus espacios acuáticos
para desde allí someter, a su antojo, pueblos, riquezas, y
todo cuanto generase placer y regocijo al desenfrenado deseo de
lujuria y lucro que les motivaba. Asimismo, se fueron creando lo
que pudiéramos llamar pueblos de piratas, porque se iban
tomando territorios, principalmente, islas e islotes que eran
abandonados por los españoles producto de los asedios
–como por ejemplo la isla de La Tortuga- y esto
permitía para la actividad pirática, una plataforma
de operaciones, dado que, la tierra proporcionaría lo que
así no podía el mar, es decir, el aderezamiento de
embarcaciones y avituallamiento de sus tripulantes.

Enfilarse en la piratería significaba superar, en
principio, -como hemos dicho anteriormente- los temores que en
torno al mar se tejían y, por otra, debía estarse
siempre preparado, alerta y en buenas condiciones físicas
para las acometidas propias al duro y arriesgado oficio, pues lo
común era, en el peor de los casos, que de un solo zarpazo
se perdiera la vida o, simplemente, el someterse con mucha
frecuencia a las fatigantes inaniciones por las escasas raciones
de comida, así como aguantar sed por las exiguas dosis de
agua dulce y de un sinnúmero más de vicisitudes
típicas a dicha aventura marina. Pero, lo que sí
cobraba fuerza en las mentes de los tripulantes de estas
escuadras de salteadores, era que los resultados
superarían con creces todos los sacrificios, porque una
sola y buena presa cargada de oro, plata y joyerías,
también cambiaría de una vez por todas, la marginal
y aburridísima vida que se llevaba en la arruinada
Europa.

A la piratería se llegaba por necesidad,
difícilmente por vocación. Algunos europeos
sintieron distintas motivaciones que les condujeron hacia ella,
como dijimos, pero fueron siempre una minoría. Es
inimaginable una piratería integrada por personas
acomodadas o de las altas clases sociales de un país.
Nobles, burgueses y altos funcionarios encontraban siempre una
forma de satisfacer su espíritu de aventura, su
patriotismo, su religiosidad y hasta su independencia, sin
necesidad de llegar a convertirse en piratas. Además, el
corso brindaba oportunidades para quienes se movían por
tales incentivos, con la ventaja de ofrecer casi las mismas
emociones y contando con el respaldo de sus monarcas y el respeto
de sus compatriotas. (Lucena Salmoral, 1994, pp.
40-41)

Es pues, la indigencia, la penuria, la pobreza y las
carencias, lo que sustenta las motivaciones para hacerse a la
piratería. Necesidades que se buscaron sufragar a costa de
la lucrativa actividad. Refiere este historiador español,
lo siguiente: Es imposible hacer aquí un inventario de las
necesidades de Europa. De hecho, los estudios sobre la pobreza
son todavía escasos y muy localizados para determinadas
épocas y regiones. Aceptemos, por tanto, lo que
tradicionalmente se ha afirmado de que los piratas serían
gentes pobres o miserables, delincuentes, vagabundos, desertores
o perseguidos por sus ideas… (Op.cit.p. 41).

En principio, los acechos del piraterismo contra las
embarcaciones procedentes de las Indias que regresaban hacia
España repletas de joyerías, se cometían
cerca de los destinos finales de éstas, es decir, en las
mismas aguas de donde habían partido hacia la
América, pero luego, muchos piratas y corsarios decidieron
buscar las fortunas españolas en sus propias posesiones
coloniales, en el origen mismo en el cual se emprendía el
camino de la Carrera de Indias, como se le conocía a la
travesía ultramarina. Esta vía marina se
develó producto de las cartas de navegación que los
propios piratas usurpaban junto al botín en cada una de
las presas que hubieran de acechar.

Poseyendo los piratas las informaciones que
permanecían ocultas por los españoles acerca de las
rutas marinas hacia América y, precisamente, teniendo en
sus manos los derroteros del tornaviaje euroamericano, lograron,
no sólo riquezas por el oro, la plata y otros minerales
preciosos, sino también, porque se instalaron en
territorios en los cuales habían desplazado a sus
habitantes y gobernantes, convirtiéndose ellos en sus
nuevos pobladores.

Según Cruz Apestegui (2000) en su relación
a Las Rutas del Atlántico se tiene que: "La
navegación por el océano Atlántico a los
diferentes destinos que desde la Península Ibérica,
llevaban los barcos españoles, se realizaba de manera
invariable por rutas que pronto fueron conocidas por todos los
navegantes europeos" (p. 34). Claro, esto brindó a los
interesados del gran botín americano, sobradas
oportunidades para al igual que españoles y portugueses,
conquistar, explorar y apropiarse de todas las riquezas y tierras
posibles. Continuando con este autor, se tiene que: El continente
americano se alcanzaba navegando al sur (…). Al alcanzar
la latitud de 16º se iniciaba la travesía rumbo a la
Deseada, aunque también se podía navegar más
al sur, sobre los 14º, rumbo a Trinidad (…) los alisios
empujaban los barcos hasta las islas de barlovento, alcanzando
Trinidad a los 30 días de su partida…
(ídem). En torno a los tiempos de los viajes y sus
destinos, se referencia que a Puerto Rico se llegaba en 50
días partiendo desde Sanlúcar, Santo Domingo dos o
tres días después; a la Habana, unos 65 días
y unos 75 días para alcanzar San Juan de Ulúa.
Más hacia el sur los tiempos eran más o menos
similares, a Cartagena se llegaba después de 50
días y a Nombre de Dios, eran necesarios poner unos 72
días más o menos.

Todas estas marcadas rutas marinas, se describían
en las cartas de navegación que tuvieron lugar producto de
la experiencia de los españoles y portugueses en el Nuevo
Mundo que luego, en las manos de los piratas, rendirían
tributos más allá de lo mitológico y
fantasioso, para abrirle paso a un mundo real que no distaba
mucho de aquellas imaginaciones en torno a la abundancia de sus
infinitos bienes. Es crucial determinar quién o
quiénes fueron los primeros piratas que llegaron a los
mares de América y, más aún dificultoso
será precisar los que cometieron los principales actos
depredatorios contra la gente, las tierras y las riquezas del
Nuevo Mundo. Muchos estudiosos de este tema coinciden en ciertas
afirmaciones dando algunos nombres o remoquetes de los piratas
que llegaron a las atlánticas aguas americanas, otros en
cambio, atribuyen a los propios conquistadores tal
denominación.

A nuestros mares, aparentemente, no ha llegado
aún la piratería. El monopolio del pillaje y del
saqueo se lo reservan los conquistadores españoles. Caen
sobre las riquezas – pocas o muchas – de los pueblos
aborígenes con más violencia y terror que, andando
el tiempo, habrán de caer sobre ellos los aventureros de
otros países (…).Corre a cargo de los
españoles el primer acto de ostensible piratería
que se realiza en tierras de nuestro continente. Ese primer
pirata conocido se llama Hernán Cortés y la
aventura tiene lugar en el litoral cubano (…)
Cortés ha sido designado capitán general de la
armada con que Velásquez piensa conquistar las tierras
mexicanas. A última hora, cuando Cortés está
a punto de zarpar, Velásquez da contraorden (…),
pero Cortés lleva a cabo uno de los primeros
«madrugones» de América: no espera a completar
algunos detalles, tiempo en que pudiera haber sido destituido del
mando, y levanta ancla hacia la aventura. Al pasar por Trinidad
no sólo arrastra a muchos de sus habitantes hacia el
incierto porvenir que les aguarda en la tierra de los aztecas,
sino que, a costa de salirse de las leyes del mar, completa en lo
que cabe sus bastimentos. (Mota, 1984, p. 21).

Hernán Cortés se llamó a sí
mismo: el gentil corsario, dado que en la oportunidad durante la
cual arrasó a Trinidad, se topó con un navegante de
nombre Juan Sedeño, quien distribuía en la isla,
tocino y pan casabe, y Cortés lo unió por la fuerza
a su expedición que iba rumbo a México,
engañándole y ofreciéndole retribuir los
costos ocasionados con los tesoros que hurtase en el país
azteca, ante lo cual accedió Sedeño. Refiere el
propio Francisco Mota que: Hay un viejo refrán
español que dice que «el que a hierro mata, a hierro
muere». Y eso le sucedió a Hernán
Cortés, puesto que había sido el primer pirata de
América, sería a su vez la primera víctima
de la piratería sobre las riquezas americanas. Esa primera
piratería contra el oro americano tiene lugar lejos de
América, cerca de las costas occidentales de Europa. Como
ratones sin experiencias, las naves que conducían el
primer tesoro de importancia que el Nuevo Continente enviaba a
España vinieron a caer dentro de la zona donde ya
tradicionalmente campaba la piratería normanda y bretona.
(Op. cit. p. 22).

Un navegante que se dirigía hacia Francia, de
origen italiano, florentino, llamado Giovanni de Verrazano, al
cual los españoles después llamarían Juan
Florentín o Juan Florín, quien era casi un
científico en cosas de la navegación, se le
atravesó la nave de Alonso de Ávila, que cargaba el
tesoro de Moctezuma, y la embistió combatiéndole
con audacia y experiencia, encontrándose con uno de los
tesoros más grande que Cortés envía a su
Rey. Este Juan Florín ya tenía tiempo pirateando,
robando a españoles, italianos, venecianos y a todos los
enemigos del Rey de Francia, era un verdadero apátrida,
porque no respetaba ni siquiera a sus compatriotas. El primer
ataque pirata ocurrió en 1521, cuando empezaron las
guerras de Carlos I y Francisco I por la hegemonía de
Europa. A comienzos de ese año unos corsarios franceses
apresaron dos carabelas de una flotilla de tres que venían
de Indias (…), la leyenda y el misterio rodean la figura
del primer pirata americano, verdadero creador del género.
Parece que fue Jean Fleury, Juan Florín o Florentino,
alusión a su nombre y lugar de nacimiento (algunos autores
franceses le consideran originario de Vatteville – sur – Seine),
y para muchos es el mismo Giovanni Verrazzano, hermano del
geógrafo Jerónimo Verrazzano, el famoso Florentino
que estaba al servicio de Francia… (Lucena Salmoral, Op.
cit. p. 53).

Este mismo autor señala que:

La gran hazaña de Florín se realizó
en 1521, como señalamos. Andaba merodeando por las Azores
cuando vio venir tres embarcaciones españolas.
Inmediatamente se lanzó sobre dos de ellas, logrando
apresarlas. La tercera se escapó, refugiándose en
la isla de Santa María. De allí salió
después, custodiada por tres carabelas, pero el pirata
logró capturarla a la altura del cabo de San Vicente.
Florín se quedó boquiabierto al ver lo que
había caído en sus manos: 58.000 barras de oro y el
tesoro de Moctecuhzoma, que Cortés enviaba al Emperador,
junto con unos huesos de gigantes y muchos papeles del
Cabildo… (Ob.cit. p. 54). Justificar el nombre,
seudónimo, apodo o remoquete del posible pirata en
América, es poco probable, ya así ha quedado
demostrado en las anteriores citas, en las cuales se ha visto que
dos autores sustentan personajes distintos; por su parte Mota
(1984) aduce que fue Hernán Cortés y Lucena
Salmoral (1994) indica a Juan Florín. Ambas posiciones
encontradas, además, quedan apuntaladas por cada uno de
estos historiadores como ciertas. Asimismo, al profundizar el
estudio se encontrarán otros

nombres, igualmente argumentados. Como por ejemplo el de
que: "Un tal Talavera fue el primero de quien hay constancia
histórica que cayó en la tentación de
intentar la aventura por su cuenta…" (González de
Vega, 2000, p. 138)

Acerca de este probable pirata en aguas americanas, este
mismo autor expresa que: Al de Talavera le dieron por un momento
veleidades conquistadoras. Se hizo proclamar capitán por
su tropa y nombró los correspondientes oficiales para la
entrada. En el primer asentamiento indígena que
encontraron maltrataron a los caciques, despojaron a los indios
de sus pinjantes de oro y del escaso maíz y cazabe de que
disponían, y se proveyeron de mujeres para el transporte
de las cargas y la compañía en la hamaca
(…), doña Juana la loca, en una provisión
dictada en Burgos a 5 de octubre de 1511, ordenó:
«prendedles los cuerpos, e presos proceded contra ellos e
contra sus bienes a las mayores e más graves penas civiles
e criminales que halláredes [sic] por fuero e por derecho
por vuestra sentencia» (Op. cit., p. 143).

Increpar sobre quién fue el primer pirata del
Nuevo Mundo, o quién cometió las primeras
atrocidades, si fueron los españoles conquistadores o los
otros europeos que aquí llegaron, bien en forma de
corsarios o piratas o, simplemente, los que vinieron a
posesionarse de tierras para vivir en ellas como, por ejemplo,
los portugueses con Brasil; es un tema tan relevante como
complejo ya que sólo se le puede hacer una leve
aproximación. Cierto es que, los pobladores
aborígenes quedarían sometidos a los designios de
los españoles en principio y, luego, tanto unos como
otros, serían sometidos a los propósitos y
determinaciones de las acciones piráticas.

… los piratas revelan la misma astucia en la mar
que los salteadores en tierra: así como éstos saben
qué caminos son los más frecuentados y dónde
es más probable hacerse con un buen botín,
aquéllos saben en qué latitud apostarse para
interceptar barcos; y como los piratas suelen andar faltos de
provisiones, pertrechos o alguna mercancía concreta,
navegan en busca de barcos con ese abastecimiento, con el
convencimiento de que los van a encontrar… (Defoe, 1999,
p. 23).

Este mismo autor comenta en torno al comportamiento de
los piratas lo siguiente: … los piratas por lo general
cambian de escenario de acuerdo a la época del año;
en verano suelen merodear por la costa del continente americano;
pero al llegar allí el invierno, como es un poco demasiado
frío para ellos, cuando se aproximan las bajas
temperaturas buscan el sol dirigiéndose a las islas. (Op.
cit., p. 24).

El impacto de las acciones piráticas en
América, en principio, se sentirá en las islas e
islotes del Caribe, es decir, en la zona antillana que es por
donde comienza realmente el resurgir de la actividad
pirática, heredando ésta, características
tanto del Mediterráneo como del norte de la Europa, que en
forma de corso o piratería, se traslada a este continente,
en donde adquiere un tiempo después nuevos y variados
matices: bucanerismo y filibusterismo, métodos paridos de
las propias entrañas de estas tierras y mares
americanos.

La piratería, en el Mediterráneo, es una
industria tan vieja como la historia. Aparece entremezclada desde
el primer día con la vida y con la literatura: está
en Boccaccio, estará más tarde en Cervantes, y
estaba ya en Homero. A esta veteranía debe, sin duda, el
que su carácter sea más natural (¿más
humano?) que en otras partes. El igualmente inquieto
Atlántico se ve frecuentado, en el siglo XVI, por piratas
indudablemente más crueles que los del
Mediterráneo… (Braudel, Tomo II, 1987, p.
285)

En torno al papel que las islas han jugado siempre para
el desarrollo de la historia de la piratería, el mismo
autor indica que:

… la gran historia, en efecto, pasa
frecuentemente por las islas; acaso sería más
justo, tal vez, decir que se sirve de ellas. (…), no
debemos maravillarnos de cosas como ésta. En el camino de
las poderosas rutas marítimas, las islas participan en las
grandes relaciones. De este modo, un sector de la gran historia
se sobreañade siempre a su vida cotidiana… (Op.
cit. p. 203)

En América se irradió la piratería
desde las islas caribeñas y éstas sirvieron de
asientos para las bases operativas y el desarrollo de la misma.
En estas islas los piratas ejecutarían todo un sistema
económico y social, porque así como pasaron a
poblarlas, también tendrían actividades comerciales
con los productos que se encontraban allí: siembras,
ganados u otros, lo cual permitía hacer intercambios con
los colonos de otras zonas de manera pacífica o forzada,
que era fundamentalmente, el método más practicado,
porque casi siempre el factor sorpresa sería el mejor,
asediando así las plazas que creyesen convenientes y, en
el mejor de los casos, exigir a los habitantes y gobernantes que
aceptaran mercadear sus productos pacíficamente, o en el
peor de los casos, solicitaban tributos por no quemar y destruir
sus poblados (tributos de quema). Los ataques podían ser
así, de menor a mayor intensidad, todo dependía de
la intención con la que llegasen a cometer sus
felonías, sus tratados. Mayormente, todos los asaltos, por
muy buenos o malos que pudiesen ser, siempre resultaban muy
fáciles de practicarlos porque las ciudades eran muy
pequeñas para esa época (siglo XVI) en la cual
todavía se estaban dando asentamientos españoles, y
los poblados casi nunca superaban las cien o ciento cincuenta
personas entre españoles, indígenas y negros
africanos, de ellos, sólo una mínima porción
podía enfrentar a los asaltantes piratas, porque no
tenían gran batería para las armas, y el acopio de
sus fuerzas, en suma, no significaban mayores
defensas.

Por su parte, las expediciones piráticas casi
siempre superaban los doscientos hombres bien armados y
capacitados, lo cual ponía en franca desventaja a los
pobres colonos. En esta situación también cuenta la
distancia entre pueblos, villas y ciudades, lo que dificultaba la
defensa apoyada en el refuerzo. Las dispersiones poblacionales y
la falta de fortificaciones ante los madrugones del piraterismo,
colocaban en jaque las posesiones ultramarinas de la
monarquía española en América.

Está claro que la principal motivación de
la piratería en el novomundo fueron los minerales
preciosos, pero aunado a ellos, también, sus otras
riquezas como son: sus frutos, árboles y animales; los
cuales resultan exóticos ante los necesitados paladares de
los hombres europeos, porque es importante recordar, que para el
momento del contacto con la base indígena, en Europa se
atravesaba por una situación económica producto de
un sistema agrario y rural que caducaba frente a la demanda
poblacional y, las Nuevas Tierras con todo su potencial,
vendrían a revitalizar a los necesitados europeos ,
quienes comprendieron que en el Nuevo Continente habrá de
encontrarse las soluciones a todos sus males. De estas tierras se
alimentarán, de ellas se enriquecerán, de sus
bosques utilizarán sus maderas para aderezar sus naves; en
fin, de ellas, hasta lo más mínimo, habrán
de aprovechar.

Referente a las distintas especies de frutos,
árboles y animales de esos parajes, se tiene la
descripción que en torno a ello, en su diario, ofrece
Alexander Oliver Exquemelin (1999):

En cuanto a los frutos:

… lisonjean el apetito otras diversidades,
especialmente la multitud de naranjos y limones, dulces,
agridulces, y agrios, sin que la naturaleza haya andado escasa en
dejar de producir fresquísimas limas, toronjas y cidras;
bien que, en lo que toca a los limones, no exceden de la magnitud
de un huevo de gallina, que los distingue en esta
desproporción de los de España. (…), las
palmas dactilíferas [sic], que prolongados llanos
producen, son de una muy empinada proporción, cuya
descollada lozanía deleita sin enojo: su altura suele ser
de ciento cincuenta hasta doscientos pies, siendo despojada de
ramas hasta el cogollo, el cual contiene cierta gustosa materia,
semejante a la del repollo blanco, de donde están
pendientes dichas hojas, y en la que la simiente se encierra.
(…) hallánse [sic] además de las referidas
palmas otras cuatro especies de ellas, que se nombran platanier,
palma espinosa, palma à chapelet, o del rosario y palma
vinosa. (…) Cierta especie de albaricoques produce esta
isla, semejante en la magnitud a los melones, de un color
ceniciento y del gusto de albaricoques de la Europa. (…),
las jupinas se encuentran a cada paso, muy parecidos a los
cerezos, aunque sus ramas son más dilatadas y sus frutos
de un color ceniciento de la magnitud de dos puños…
(pp. 37-41)

Con relación a los árboles:

Esta deliciosa tierra es coronada de otra muchedumbre de
árboles que producen muy buenos frutos, (…) no
obstante la curiosidad me induce a relatar algunos más
particulares, como son: cedros, que esta admirable parte del orbe
produce en cantidad prodigiosa: intitulado acajou por la
nación francesa, hallándoles muy útiles para
fabricar naves y canoas, que son como pequeñas
saetías labradas en un solo árbol (…), la
medicina puede hallar aquí materia suficiente para
trastornar los almacenes galénicos, y hornos
paracélsicos [sic]. (…), entre los árboles
medicinales se hallan el brasilete, la manzanilla, el que destila
la goma elemi; Lignum Guayacum, o palo santo; Lignum Aloes, o
palo de acíbar; Cassia Lígnea, o caña
fístula: Radix China, o raíz de quina. El mapou,
además de ser medicinal, siendo un árbol muy
espeso, sirve para labrar canoas, aunque no es tan bueno que el
acajou, por ser esponjoso, y con facilidad tira o atrae a
sí mucha agua con lo que hace peligrosa la
embarcación. El acomá es una suerte de leña
dura y pesada del color de palma, muy cómoda para hacerle
remos a los molinos de azúcar. (…), los abelcoses
tienen frutos semejantes en el color a los icaos, más de
la magnitud de melones. Sus pepitas son como huevos, la materia
es amarilla, y de un agradable gusto, que los cochildres [sic]
franceses comen en lugar de pan, no hallándolos buenos los
jabalíes… (pp. 42-45)

De los animales dice lo siguiente:

… abunda en toda suerte de animales
cuadrúpedos, como caballos, toros, vacas, jabalíes,
y otros, que son muy útiles a la solercia humana, no
sólo para el sustento común, sino también
para cultivar los campos y dar materia suficiente a un
proporcionado comercio. Se hallan además grandes perros
monteses, que destruyen muchedumbres de animales; sucediendo que,
luego que pare una vaca o yegua, vienen buscando sus faones [sic]
para devorarlos. (…), la diversidad de aves que vuelan y
pueblan el aire; (…) hay una especie de pollas en los
bosques a las que los españoles dieron por nombre
pintadas, (…) palomas de todo género participa el
Próvido y Potente Creador, entre las demás aves,
con largueza. Cabreros, horonfetas [sic], y otras… (pp.
51-55) El Caribe se infestó de cuanto: ladrones, pillos,
criminales, prófugos y proscritos a él llegaron;
todos, o porque fueron apoyados por Coronas europeas distintas a
la de Castilla, o se aventuraran por sus propios medios,
tenían claro sus objetivos que no eran otros que
disputarle las riquezas y posesiones a la sacro-monarquía
hispana. Es así como la piratería se convierte en
el medio más eficaz para alcanzar tales
propósitos.

Llegó un momento de tanta dinámica de la
actividad pirática en la América, que se
constituyeron asociaciones, comunidades y agrupaciones de pillos,
para hacer de estas comunidades, verdaderas conglomeraciones de
salvajes, insolentes y zarrapastrosos.

… los bucaneros tomaron conciencia de su
importancia y surgió entre ellos el impulso de asociarse.
Nace así una de las más extrañas
agrupaciones aparecidas desde que el hombre despertó al
instinto social. Esta agrupación se llamó
Confederación de los Hermanos de la Costa, con capital en
la isla de la Tortuga.

El código de los Hermanos de la Costa era
primario, brutal y equitativo, perfilando una suerte de
cooperativismo autogestionario. El primer punto de su reglamento
era claro: No hay botín, no hay paga. (Abella, 1999, p.
103). Se trataba de que todos los bastimentos obtenidos
después de los acechos, fuesen distribuidos por partes
iguales a cada tripulante de la nave. No podía existir
discriminación por el oficio que se desempeñase a
bordo, es decir, tanto privilegio tendría el
capitán como cualquier marinero, a menos que así lo
decidiese la mayoría, el capitán obtendría
mayores beneficios.

Teniendo ya provisiones bastantes de carnes, se van con
ellas a su navío, donde dos veces al día
distribuyen a cada uno tanto cuanto quiere, sin peso o medida. Ni
de esto ni de otras cosas, no debe el dispensero [sic] dar al
capitán mejor porción que al más
ínfimo marinero. Estando el navío proveído
de esta suerte, vuelven a juntar consejo para deliberar hacia
qué parte cruzarán para buscar la arriesgada
fortuna. Tienen por costumbre hacer ante ellos una escritura de
contrato, en la cual especifican cuanto debe tener el
capitán de su navío. Ponen y fundan en dicho
escrito todo lo que llevan consigo para el viaje; de este
montón sacan por provisión doscientos pesos, el
salario del carpintero que hizo o repara el navío, el
cual, de ordinario, importa cien, o ciento cincuenta pesos,
según el acuerdo, poco más o menos y el dinero para
el cirujano y medicamentos, que se suele tasar en doscientos o
doscientos cincuenta pesos… (Exquemelin, Op. cit. pp.
73-74).

Asimismo, refiere este cirujano de a bordo (como se le
conocerá a Exquemelin), las cantidades que se
disponían para tras una acción quedasen
imposibilitados: … después estipulan las
recompensas y premios de los que serán heridos o mutilados
de algún miembro, ordenando, por la pérdida de un
brazo derecho seiscientos pesos o seis esclavos, por la izquierda
cuatrocientos pesos o cuatro esclavos, por un ojo cien pesos o un
esclavo, y por un dedo tanto como por un ojo; todo lo cual se
debe sacar del capital o montón y de lo que se
ganare… (ídem).

Una especie de altruismo y filantropía se dio, en
principio, entre los salteadores, pero que calaría
prontamente en los demás géneros de aventureros con
gran notoriedad. El autor Rafael Abella (1999), afirma que la
escala de indemnizaciones tuvo tal éxito que fue adoptada,
con ligeras variantes, por todos los piratas; incluso
sirvió de base para calcular las indemnizaciones a pagar
por los daños causados por el maquinismo al inicio de la
Industrialización. Todas esas innovadoras actuaciones y
resoluciones adoptadas por las cofradías piráticas,
son propias de ésta en la América,
específicamente del área caribeña, donde se
reeditan las formas de hacer piratería que, con renovadas
fuerzas, se puede dar el lujo de constituirse en una verdadera
empresa o industria pirática, la cual decide, establece,
resuelve y determina lo qué han de hacer, dónde
buscaran el ansiado botín y de cómo lo
repartirán.

En un apartado anterior se hizo referencia a lo
difícil que resulta indicar el nombre del posible primer
pirata en los novomares americanos y, más aún, si
el mismo fue un corsario, un pirata o la conjunción entre
ambos, es decir, un corsopirata. Convencidos de tales
impedimentos, se opta por ofrecer una cronología de
algunos eventos registrados:

 La cronología anterior vislumbra el
dinamismo con el cual se desarrolló la actividad
pirática en las aguas de América, es sorprendente,
incluso, saber que muchos aborígenes realizaron, tal vez
sin saberlo, actos de piraterismo; como el caso de los Caribes,
quienes semejaban tal actividad con sus canoas, sus arcos y sus
flechas, sometiendo tanto a colonos españoles como a otros
pueblos aborígenes, usurpándoles todo cuanto
podían, incluyendo sus mujeres, hijos y algunos hombres
para convertirlos a sus servicios (los caribes practicaban el
esclavismo); prácticas que de igual manera
ejecutarían los piratas llegados a América para
darle continuidad a los pillajes que otrora hacían los
temibles Caribes, pero en el más estricto y burdo sentido
del oficio delictivo, dirigido exclusivamente hacia los hispanos.
Muchos hombres sin ser calificados como verdaderos piratas,
hicieron lo propio, motivados también por el fin
último de la venturosa empresa, perseguidores con sus
actos del lucro fácil.

Para la realeza española, los corsopiratas y
demás azotes representaban una verdadera calamidad que no
estaba dispuesta a soportar, por ello, sus despachos
administrativos contemplaban medidas tendientes al sofoque de las
aventuras, inclusive, dirigidos contra los actos de los caribes,
a propósito de ello refiere Oriundo Lara (2000) que:
"… las cédulas reales de diciembre de 1503 y de
junio de 1511 autorizaban a los colonos españoles a
"partir en guerra contra los Caribes y a someterlos a la
esclavitud"…" (p. 102)

Las posesiones coloniales de España en
América, se vieron sometidas durante un largo
período histórico por el piraterismo; al pulularse
ésta en las aguas atlánticas, el trabajo de la
conquista y colonización española se vio
empañada porque tuvo así, la Católica
Corona, que dedicar grandes esfuerzos para controlarla o
eliminarla, con el resultado frustrante de no poder conseguirlo
y, peor aún, tener que soportarle y compartir con
ésta, sus tierras y riquezas.

El mundo antillano ha dejado de ser mare nostrum para
los españoles. Las crecientes potencias occidentales
empiezan a repartirse pequeñas pero suculentas tajadas. Y
en este mar revuelto, la ganancia habrá de ser para los
aventureros. Durante siglos, el Caribe será el mar de la
piratería. (Mota, Op. cit. p. 19).

Por su parte, Manuel Lucena Salmoral (1994) expresa lo
siguiente: … lo verdaderamente increíble no es que
España no pudiera acabar con la piratería, sino que
pudiera soportarla durante doscientos años. Un milagro
similar al de detentar un monopolio comercial sin producir
manufacturas y sin una marina que controlara el Atlántico.
La explicación del extraño fenómeno no es
otra que la elaboración de un ingenioso sistema defensivo
de mínimo coste, el carácter terrestre de la
dominación española y una increíble
capacidad de resistencia para encajar los golpes del enemigo. (p.
32)

En términos generales, puede decirse que los
españoles mantenían una fuerza superior en tierra,
mientras que los piratas, la tendrían en el mar. Pero, al
crecer cada vez más la delictiva actividad, se fueron
fortificando las plazas españolas de mayor notoriedad en
América y se artillaron estos mismos fuertes para repeler
los ataques piráticos que eran después de mayor
intensidad, cuando éstos se unieron en sus
cofradías, para sumar fuerzas y domeñar al enemigo
español con más facilidad. España nunca
sucumbió ante el peligro, se mantuvo siempre en pie de
lucha y fue asestando a cuentagotas los golpes que podía
darle a sus principales enemigos para mantenerlos al margen de
sus intereses coloniales.

Guerra en el
Caribe: piratas contra colonos

La paz de los aborígenes, habitantes de unas
tierras ajenas para el resto de la humanidad, se
interrumpió cuando a éstas llegaron los
hispano-europeos que luego se convirtieron en conquistadores y
colonizadores de las mismas. Éstos someterían y
esclavizarían a los indígenas, quitándoles,
además de su libertad, sus tierras y pertenencias.
Sometimiento que resultaría muy fácil por la
superioridad de las armas de los europeos (españoles y
portugueses) que frente a las rudimentarias armas de los
indígenas destinadas mayormente para la cacería, no
encontrarían dificultad alguna, además, los del
Viejo Mundo se aventajarían ante los aborígenes por
la introducción del caballo y el perro de caza.

Los que se adueñaron, en principio, de las
tierras y mares del bautizado continente americano fueron los
españoles, que compartirían con los portugueses
parte del gran botín. Pero, como era de esperarse,
también otras Coronas europeas se verían
atraídas por las bondades del Nuevo Mundo, y la presencia
de estas significará para España, más que
para Portugal, un verdadero dolor de cabeza. Las Antillas y el
Mar Caribe eran tierra y agua oficialmente españolas.
Derecho de descubridor, amparado por bula pontificia, así
lo pregonaba a los cuatro confines del mundo que iniciaba la
primera generación capitalista de su historia. Pero,
precisamente amparándose en esta proyección hacia
el capitalismo, esos derechos feudales no iban a ser mucho tiempo
respetados por otros países… (Mota, 1984, p.
27)

Se revirtió a España lo que impuso a los
indígenas, la intranquilidad, la angustia, el desasosiego.
Y, serán los habitantes de su mismo continente europeo:
franceses, ingleses, holandeses y otros, que en desbandadas
vendrán a disputarle su gran tesoro. Así, las
posesiones españolas en América comienzan a cambiar
de dueños, aparecerán nuevas colonias y el enemigo
estará más cerca.

Estas adversarias Coronas quebrantarán la
hegemonía de Castilla, auspiciando a corsarios y piratas
contra ésta; pero luego, éstos también
reaccionarán en contra de sus mentores,
dinamizándose desde el punto de vista bélico las
islas, islotes y la Tierra Firme de América. Se lucha y se
luchará por la riqueza, por el botín que
será el mismo objetivo que ha de mover a conquistadores,
colonizadores, piratas, corsarios y más entrando en los
siglos XVII y XVIII los bucaneros y filibusteros.

España no estaba preparada para defender sus
colonias eficazmente contra la piratería, ésta se
le vino de sorpresa y creció tan aceleradamente que no dio
chance para guarnecer sus establecimientos americanos,
sólo con el pasar del tiempo y por la aguda necesidad de
resguardo ante los constantes acechos piráticos, es que se
irán fortificando las principales plazas, y esto
requerirá de inversiones no previstas por la
monarquía española.

Otra de las debilidades es la falta de buena
armería para repeler los encañonados barcos piratas
y el escaso cooperativismo entre los colonos por las dispersiones
poblacionales que no podían cohesionar fuerzas para
enfrentar a los enemigos, distaban muchas leguas entre las
más grandes gobernaciones y, cuando llegaban los refuerzos
era demasiado tarde, en el mejor de los casos se saqueaban y
quemaban, simultáneamente, los caseríos, pueblos y
villas; y en la peor parte, secuestraban y violaban a las
mujeres, guindando a los hombres por los pies con las manos
atadas para después prenderlos en hogueras, o los raptaban
para ponerlos a realizar los fuertes trabajos en las naves,
obligándolos, incluso, a piratear ofreciéndoles
tributos de paga sí se alcanzaba un buen botín,
ante esto, evidentemente, España tenía que
reaccionar.

Para la defensa de los puertos se recurrió a las
fortificaciones en mayor o menor escala, según fuese el
estado económico del erario (…), para la defensa
terrestre de las colonias americanas, un ingeniero italiano,
Spanochi, proyectó en España, con datos que le
proporcionaron el ingeniero Bautista Antonelli y su ayudante Juan
de Tejeda, un sistema de fortificaciones a lo largo de las
costas, que el Consejo de Indias encomendó para su
ejecución al propio Antonelli. Éste entró al
servicio del rey Felipe en 1570. Hizo varios viajes de
observación y estudió a las colonias
españolas en América, donde analizó las
defensas de las poblaciones portuarias. Trabajó en las
fortificaciones más importantes tales como las de San Juan
de Puerto Rico, Santo Domingo, el Castillo del Morro en la
Habana, San Juan de Ulúa en Veracruz, la bahía de
Fonseca en la actual República del Salvador, Cartagena de
Indias, Nombre de Dios y Portobelo, isla Margarita y el castillo
de Caparaíba en Brasil. (De Jármy Chapa, 1983, pp.
42-43)

España debió utilizar gran parte de la
fortuna que extrajo de las tierras americanas para contrarrestar
los embates piráticos y bélicos. Dispuso para ello
de inmensas cantidades destinadas a la fortificación de
sus principales plazas y acrecentó sus flotas de Armada
con la incorporación de nuevas naves, todo en
función de la defensa de sus posesiones americanas. Cada
fuerte y cada barco de Armada Real necesitaban suministrarse de
cañones, pólvora, morteros, entre otros; de los
cuales no disponía el estado español por la
ausencia de mano de obra capacitada y con experiencia,
viéndose obligada esta Corona a promover industrias
destinadas al renglón armamentístico.

Desde el siglo XIV hasta el XVII, el progreso de la
industria de las armas depende, fundamentalmente, de la habilidad
metalúrgica de los artesanos. Inventada la
artillería, Europa, en general, y España, en
particular,

19 incorporan a la nueva actividad fabril, la
experiencia plurisecular de sus artesanos. La instalación
de maestranzas y fundiciones, como las que los Reyes
Católicos construyen en Medina del Campo, Málaga y
Barcelona, favorece el desenvolvimiento de la
cañonería.

En la hora de gran expansión ultramarina y de
despliegue europeo, el naciente Estado español no cuenta a
pesar de la diligencia real, con una artillería a la
altura de su poderío y de su prestigio, pues las
fundiciones y maestranzas peninsulares son incapaces,
físicamente, de satisfacer las demandas artilleras del
ejército y de la armada hispánicas [sic]. De
acuerdo con su peculiar concepción imperial, España
adquiere una elevada proporción del armamento que necesita
en los diferentes países que están de su
órbita regia…

En la medida que crecen las acciones bélicas
irá evolucionando también la artillería, las
necesidades por demostrar supremacía dependen de las
experiencias y del conocimiento tecnológico para
desarrollar las industrias de armamento, que por ejemplo, en el
siglo XVI alcanzarán un mayor grado y perfección en
el estado alemán. Por su parte, España
contratará fundidores alemanes, flamencos e italianos y de
éstos obtendrán las pericias mínimas para
artillar sus fuertes y sus barcos. (Suárez, 1978, pp.
XXXV-XXXVII).

Básicamente, el juego de armas que se fabricaron
y se utilizaron son los cañones, morteros y obuses, y
éstos, a su vez, tienen infinidades de composiciones. Para
diferenciar los elementos y la utilidad que conforman los
utensilios y herramientas antes mencionados, se presenta el
siguiente cuadro:

Partes: 1, 2

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