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La naturaleza de la riqueza



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Sinopsis
  3. Definiciones ineludibles
  4. El
    ciclo económico
  5. Un
    ejemplo ilustrativo
  6. Los
    servicios
  7. El
    artificio místico
  8. Dinero, maldito dinero
  9. El
    "capital" es la riqueza
  10. La
    competencia y el mercado, la oferta y la
    demanda.
  11. La propiedad y otros
    valores
  12. El
    Estado
  13. A
    modo de epílogo
  14. Conclusiones

Introducción

La riqueza sólo se origina de la naturaleza,
desde ella extraemos, transformamos, creamos y reponemos riqueza,
desde la que se forma y de la que nosotros mismos formamos
parte.

El dinero ha sido un invento del hombre. A partir de
allí investigamos la implementación de un nuevo
sistema monetario, que fuera más apto a los requerimientos
actuales de la humanidad. El dinero no es una mercancía
pues no posee ninguna de las características que la
definen, por lo que el dinero no puede ser un fin en sí
mismo.

Pero no sólo debe ser un nuevo sistema monetario,
de creación humana y por lo tanto artificial, transitoria
y perfectible, sino que también debe estar relacionado con
la riqueza cimentadora de la vida humana, es decir, con la
naturaleza. En ella debe fundamentarse. Un sistema monetario debe
apoyarse sobre lo material. Así es como pierde, como
cualquier otra propuesta que pretende ser científica, su
sobrenaturalidad.

Esa es la parte integrante fundamental de este escrito.
La comprensión cabal del funcionamiento de ese proceso
cíclico es imprescindible. Además, no es
difícil de entender, porque su reconocimiento y la
importancia de su función son empíricamente
demostrables. Su existencia es certeza: lo demostraremos en un
apartado dedicado a él exclusivamente.

Para su comprensión, se necesita la
redefinición total, revolucionaria, definitiva de la
mayoría de los conceptos actuales de economía; del
abandono de sus imprecisiones e indefiniciones. Y a la inversa,
este nuevo concepto de economía necesita de la renuncia de
todo aquello que no haya exigido la comprobación
experimental de sus principios.

Hoy existen algunos pocos países, lamentablemente
pocos, aquellos que no integran el mundo capitalista, que han
alcanzado por otros medios los cambios iniciales, principales,
imprescindibles que en ella se proponen (la eliminación
del hambre, la salud y la enseñanza accesibles, etc.),
aunque aún no han conseguido el logro de otros
muchos.

Se está proponiendo una forma diferente de ver la
economía, una forma basada en la materia,
científica. A través de ella se llega a una enorme
variedad de conclusiones nuevas, algunas de la cuales eran
consideradas imposibles por otras teorías.

Esta es una teoría macroeconómica y
monetaria. Algunos de sus capítulos están dedicados
a describir sus postulados monetarios, en tanto que otros
tocarán temas más generales sobre economía,
incluyendo, obviamente, algunos relacionados directamente con los
de la teoría monetaria propuesta.

El sistema monetario de ésta teoría, hay
que decirlo, no es lo fundamental que se propone, sino
sólo una de las conclusiones que se derivaron del
descubrimiento principal: el estricto orden del ciclo
económico que existe en la naturaleza, compulsorio para el
ser humano, en todo sentido, por encima de sus creencias o
deseos. No es un orden impuesto por la inteligencia o el
interés de algunos hombres o por una clase social o por el
Estado, sino que es un orden impuesto por la naturaleza, es una
ley natural, rigurosa, que no podemos torcer. Así como
cuando empezamos a contar aprendemos que el tres está
después del dos y este después del uno, y aunque
somos capaces de imaginar un orden natural distinto, la
empecinada realidad nos convence de cuál es el orden
verdadero.

Sinopsis

No ha existido ningún sistema económico
que haya resuelto el problema principal de la humanidad: la
satisfacción de todas las necesidades materiales del
hombre. Y todas las necesidades materiales, es seguro, se pueden
satisfacer. (La definición de necesidad económica
es la falta de algo que otros poseen; por lo tanto, ya existe la
forma de satisfacerla.)

La realidad indica que no hay ser vivo con más
capacidad de adaptación a la naturaleza y con más
aptitudes de adaptarla a ella misma, que el hombre. Es
más, es el único que ha podido alcanzar esta
última posibilidad.

Sabemos, porque lo vemos cotidianamente, que si toda la
capacidad del hombre se vuelca en pro de cualquier objetivo, por
imposible que parezca (el vencer al hambre por ejemplo), no
sólo es capaz de hacerlo sino que, aseguramos,
podrá hacerlo. Ya podría haberlo hecho,
podría hacerlo ahora mismo, mediante los sistemas que hoy
se aplican. Si lo quisiera.

La capacidad productiva nunca ha sido tan potente ni tan
redituable. Las comunicaciones nunca han sido tan variadas y
rápidas. El capitalismo nunca, hasta ahora, se lo ha
propuesto, porque el vencer la pobreza, el vencer el hambre, es
hoy totalmente posible, tanto en términos productivos como
en la distribución de esa producción. Pero es un
negocio no tan beneficioso o tan redituable como lo es el
servicio fúnebre, por ejemplo. Los hambrientos no tienen
un poder adquisitivo tal que pueda corresponderse con su propia
necesidad de consumo, ni con la ambición de los
productores de alimentos. En ése sistema económico
se da una regla: los más necesitados son los menos
posibilitados. Nos han hecho creer que esa regla es "natural";
que esa contradicción existe y que es irreversible: nos
han hecho creer que es una condición, que siempre ha sido
así.

Hoy existe una enorme capacidad productiva y su
correspondiente oferta de comestibles (como nunca antes),
mientras que en los países del "tercer mundo" hay una
enorme demanda de ellos, como tantas veces, antes y ahora; como
siempre. Pero en el capitalismo, un poder adquisitivo que sea
suficiente para cumplir con tales exigencias, es una posibilidad
exclusiva de un grupo pequeñísimo. El precio, la
oferta, los costos, la producción y la demanda dependen
exclusivamente del poder adquisitivo de la población en su
conjunto, como benefactora de la economía. Ésa es
la ley. La capacidad de consumo se debe (y es posible) hacerla
corresponder con la capacidad productiva.

La demanda en el capitalismo, al igual que el precio,
depende –sólo si el poder adquisitivo de la
población es alto- exclusivamente de la oferta. Si los
empresarios capitalistas quieren vender más cantidad,
venderán, utilizando estas dos herramientas de su
exclusiva propiedad: oferta y precio. Si quieren aumentar sus
beneficios, los aumentarán; si quieren bajarlos, los
bajarán. Si quieren aumentar o disminuir la oferta o los
salarios lo harán.

Ahora, si el poder adquisitivo es bajo, no podemos
siquiera hablar objetivamente de "demanda". Estaremos hablando
solamente de demanda de justicia distributiva.

En el socialismo se ha vencido al hambre. Incluso se
hizo mucho más que vencerlo. Pero le falta "algo": sus
pobladores no cuentan con el suficiente y merecido poder
adquisitivo, con una verdadera capacidad de compra y la
posibilidad de usarla. No sufren de necesidades materiales
vitales, pero adolecen de muchas de las que no lo son, esto es,
sufren de un tipo de pobreza económica que no les permite
saciar necesidades más superfluas o gustos o
caprichos.

Podemos empezar aseverando rotundamente que el principal
error cometido por las distintas teorías ha sido el uso
generalizado y dogmático de errores conceptuales, no
materiales. No son errores producidos por cambios generados por
la naturaleza, externos a la voluntad del hombre. Ni siquiera son
errores de cálculo sobre datos verdaderos, sino
cálculos casi correctos sobre datos erróneos; no
son errores atribuibles a "algo" que esté por fuera de la
humanidad. Han sido errores humanos de observación, de
toma y manejo de datos equivocados y de las conclusiones
necesariamente desacertadas a que arribó la propia
humanidad. Pueden ser atribuibles a la ceguera por ignorancia de
la mayoría, a la falta de escrúpulos de los pocos
capaces de vislumbrarlos y hasta por la interesada mezquindad de
una minoría, menor aún que la más
pequeña, que fue "favorecida" por esos errores, y que
voluntariamente los mantiene, si es que alguna vez pudo o quiso
reconocerlos.

La invención del dinero fue la invención
de la cuadratura de la rueda, y obstinadamente aún la
utilizan todos los hombres, sin distinciones entre los dos
diferentes sistemas económicos que existen.

Así, la teoría capitalista concluyó
equivocadamente, a todo lo largo de su historia, que si se logra
que ese minúsculo grupo de personas que conforman su capa
más adinerada esté satisfecho, el resto
podrá estarlo también, más tarde o
más temprano, aunque no posean más que necesidades
y necesidades de más. Esa misma historia, sin embargo, ha
demostrado que todo esto ha sido y es falso de toda falsedad,
puesto que esta minoría ha sido y es cada vez más
pequeña y cada vez más enriquecida, a pesar de que
el número de seres humanos y el de su capacidad de
producción han sido multiplicados varias veces. No hubo
una correspondencia entre la capacidad productiva y la capacidad
de consumo. Ésta se ha concentrado y reconcentrado en ese
grupúsculo. En el capitalismo hay mucha producción
pero no hay a quién vendérsela. Esta
afirmación nos demuestra otra: la especulación se
torna más redituable que la producción y su
consumo, especialmente en el capitalismo neoliberal.

En el socialismo se ha concluido, también en
error, que la falta está en el efecto y no en la causa:
han creído que el problema está –casi
excluyentemente- en la propiedad sobre los medios de
producción. Esto, dentro del capitalismo, es algo muy
cierto e inocultable. Más aún, es cierto dentro de
todos los sistemas de clases antagónicas. Pero es el
efecto, es la consecuencia generada por una causa anterior. La
realidad indica que el motivo de todos los males de la
mayoría de la humanidad está en la condición
de propiedad y uso sobre el medio de consumo, sobre el dinero;
tal propiedad es la causa y el origen de todos los otros medios
de carácter económico. El dinero da la posibilidad
(mediante su uso como medio de pago, es decir, su uso para la
compra y venta) de adquirir y poseer los medios de
producción; así es usado para generar más
dinero. De allí se induce que el capitalista es
capitalista antes de poseer el medio de producción. La
propiedad sobre el medio de consumo es lo que lo hace
capitalista.

Si se le da al dinero un significado concreto, medible,
comprobable, haciendo así que no sea accesible sólo
para una minoría (ubicándose a sí mismo por
encima de los intereses de clases o de grupos); si se reconoce
definitiva y universalmente que ha dejado de ser una
mercancía; que es un patrón o sistema de medida y
comparación (tal como el metro o el kilogramo); si se le
da una definición matemática a su valor (a
través de una fórmula de resultado inobjetable y de
fácil comprensión), el dinero se vuelve
indevaluable, impidiendo así que el interés
malicioso de ciertos grupos o los "pases mágicos" que los
"justifican", puedan modificarlo a su antojo.

No existe filosofía que niegue que el objeto de
toda actividad humana (entre ellas la economía) debe ser
el saciar las necesidades de los que las sufren (por ejemplo, la
necesidad de un médico ante una dolencia). En tanto que la
lógica indica que no se hace necesario para aquellos pocos
que las puedan tener resuelta y colmada (una persona sana no
está necesitando un médico): aunque el mejor
ejemplo es la propia economía. Por lo tanto, toda
acción económica debería dirigirse a darle a
los necesitados la posibilidad y la certeza de que dejen de
serlo. De esa manera, la economía debería hacer que
todo necesitado (un consumidor en potencia) pudiera llegar a ser
un consumidor auténtico. Se debe reconocer que esto
sólo puede lograrse a través del aumento de su
poder adquisitivo, del crecimiento de su ingreso. Y no olvidemos
algo fundamental: todos somos un consumidor, incluso los
integrantes de esa minoría que no sufre necesidades.
Así, tal aumento del poder de compra adquiere el
carácter de derecho universal; pierde entonces el
carácter de dádiva o limosna. Es la
devolución de la expropiación original realizada a
la naturaleza y a la humanidad. Ése derecho (lo
aseguramos) puede realizarse sin necesidad de otras
expropiaciones entre humanos. Los medios materiales para
cumplirlo existen sobradamente. Lo único que aún
falta es el reconocimiento pleno de que todos los hombres (y no
sólo los necesitados) tenemos ese derecho por el simple
hecho de vivir. Y, económicamente, vivir es trabajar y
consumir, acciones ambas que mueven y permiten la
economía: que son las dos actividades que crean,
transforman y dan uso a la riqueza.

Ésta aseveración se apoya en un
descubrimiento, alejado de todo misticismo o deseo; está
por fuera de toda voluntad, mala o buena y de toda
emoción. Debemos asegurar que ese descubrimiento es lo
realmente importante, sustancial, trascendente, desde donde nacen
todas y cada una de éstas aseveraciones tan
"quiméricas". Es ver el verdadero ciclo
económico.

Hemos descubierto que en realidad toda actividad humana
que produzca un objeto (tangible o no), con el fin de ser
consumido o usufructuado, forma y conforma un proceso
cíclico económico que se inicia necesariamente con
la extracción por parte del hombre de la riqueza natural
de la zona que habita, y que termina forzosamente en la
reposición de ésa riqueza extraída, para que
así pueda iniciarse otro ciclo similar. Este axioma tan
simple, casi obvio, no ha sido tomado como hipótesis
básica en ninguna de las teorías economías
que han existido. Las pocas que se le aproximaron (como es el
caso de las economías que hoy existen), lo han hecho en un
orden inverso al real, por lo que nunca pudieron entenderlo (y
menos aplicarlo) tal como es.

El hombre continuamente ha tomado prestado de la
naturaleza esa riqueza original, como el imprescindible "capital
inicial", con que ha comenzado, construido, soportado y mantenido
todo hecho y acto económico a lo largo de la historia. Y
no sólo utiliza esa riqueza original en forma directa para
su propio bien (algo que siempre hizo), sino que puede y debe
aumentarla, continuamente, a través de su propia actividad
(es lo que resta por hacer en las teorías primitivas).
Aunque ya no sólo para su único beneficio, sino
también para el mantenimiento y el mejoramiento del medio
ambiente que habita y comparte con otras especies. Después
de extraída esa riqueza, el hombre debe hacer todo lo
posible por reponerla de alguna manera, y así poder seguir
explotándola, para no destruirla
irreversiblemente.

Veremos que el cumplimiento de ese ciclo es la
única condición indispensable, ineludible,
obligatoria, para alcanzar el bienestar de toda la humanidad; sin
distinciones de raza, creencia, sexo o clase. Es más, para
ese ciclo sólo existe una clase: la de los seres humanos.
Todos los hombres cumplimos el rol de consumidores y reponedores
(consumidores-reponedores), y a su vez, todos debemos cumplir el
rol de productores y reponedores, (productores-reponedores), de
la riqueza natural. Ésta debe ser extraída y
repuesta, consumida y repuesta.

Esa conjunción de derechos es la que explica,
genera y avala la propiedad social sobre el medio de consumo;
éste es el dinero en su forma indevaluable: el indev, la
moneda del ciclo económico natural.

El ciclo económico nos enseña dos
realidades concluyentes: una, que una distribución justa
de la riqueza no sólo es una obligación moral sino
una necesidad económica; dos, que la economía del
ciclo no sólo obliga a realizar esa distribución
sino que la hace totalmente posible. Hay en el libro un
capítulo exclusivo dedicado al ciclo
económico.

Nos deja claro también que no hay
producción ni reposición de riqueza sin trabajo y
que éste no es otra mercancía.

Una actividad cualquiera no es mercancía: es
acción, es movimiento; no se crea ni se destruye. La
actividad del hombre es una forma especial -o una especie- de
energía natural, que en términos sociales nunca se
detiene, nunca descansa. Por lo tanto, si definimos al trabajo
del hombre como otro tipo de energía, concluimos que de
ninguna manera es un "objeto útil, provechoso o agradable
que proporciona a quienes lo consumen un cierto valor de uso o
utilidad", es decir, una mercancía.

Así, el ciclo económico nos dice que el
trabajo, definitivamente, no es una mercancía. La imagen
de un buey tirando de un arado, o la de un caballo arrastrando un
carro, nos da la idea concreta de lo que significa la capacidad o
la fuerza de trabajo. Exactamente lo mismo sucede con el trabajo
físico del hombre (como cuando un obrero hace una zanja)
sin importar la herramienta que utilice. Objetivamente, no
podemos considerar esa fuerza como una "mercancía". Pero
la idea de que su fuerza de trabajo no es una mercancía es
muchísimo más clara al considerar el trabajo humano
creativo, cuyo resultado puede ser tangible o no, pero que
ciertamente es generador de riqueza nueva, que antes de esa
actividad no existía.

Nuestro medio de consumo se posa sobre esa cifra
fundamental, el ingreso mínimo vital y natural, que
permita una vida digna, una vida de bienestar; debe
necesariamente estar relacionado con la cantidad de seres humanos
de un país, sin importar edades o sexos, y con la riqueza
del territorio que ellos habitan. Por dos razones fundamentales:
primera, porque todo hombre (sin importar ni considerar
diferencias reales o imaginarias), es un consumidor, y segunda,
porque el hombre, como cualquier otro ser o cosa, puede existir y
sobrevivir solamente si es capaz de obtener sus materiales
indispensables desde y en su propio ambiente, sin dañarlo
y sin agotarlo. Porque si así no fuera, no tendría
sentido vivir ni la posibilidad de sobrevivir en, con y desde ese
espacio que ha elegido.

Con esta propuesta aseguramos la desaparición de
la pobreza económica y todos los sufrimientos que de ella
se derivan. Es seguro que es necesaria, aunque quizá no
sea suficiente. No podemos asegurar lo mismo sobre las "otras"
pobrezas que existen, lamentablemente. La puesta en
práctica nos dirá cuántas de ellas
están realmente relacionadas a la pobreza, a la falta de
oportunidades, a la desigualdad; y cuántas de ellas forman
parte de la naturaleza humana. Pero creemos que, por ahora, con
eliminar la pobreza económica daremos un paso enorme hacia
la concreción de un sin fin de soluciones.

Hay dos maneras de leer esta propuesta, una correcta y
otra que podríamos calificar de limitada. Una de ellas es
considerarla como una mejora del sistema capitalista. Para
explicar dicha manera debemos tener en cuenta que ese sistema
favorece a una clase de personas, en tanto perjudica a otro grupo
de ellas. La manera más obvia de mejorar a ese sistema es
haciendo que esta clase perjudicada se convierta en integrante de
aquella otra, y la forma de hacerlo es dándole a la clase
perjudicada el mismo poder adquisitivo de la favorecida; pero,
para no cometer el mismo error original del capitalismo, sin
perjudicar a esta última. Quizá forzando en
demasía la imaginación, se podría decir que
sólo podríamos mejorarlo al transformar a todos en
capitalistas. Pero al hacer eso estaríamos negando la
hipótesis desde la que arrancamos: el capitalismo
necesariamente persiste en función de la existencia de
esas dos clases antagónicas.

Por el contrario, el ciclo económico natural nos
hace decir que la naturaleza posee todo lo necesario para el
mejoramiento de la vida del hombre (mediante la producción
y el consumo), y esa riqueza la pone a disposición de la
humanidad. Esta última puede y debe beneficiarse de todo
lo disponible, a través, únicamente, de lo que ella
puede aportar: el trabajo, que no es una mercancía
más sino una forma de energía natural, cuya
función principal e ineludible es reponer a la naturaleza
la destrucción que el hombre le hace, con los mayores
beneficios y mejoras que todo el conocimiento adquirido a lo
largo de la historia pueda aportar, con el objeto de que esa
riqueza sea accedida por todos los hombres, sin distinciones de
especie alguna, y sin que se la agote. Que no sólo importa
la producción sino también su consumo.

Definiciones
ineludibles

Ahora comenzamos con las definiciones imprescindibles
que se necesitan para lograr una cabal comprensión de lo
que se quiere exponer, y porque cualquier ciencia como tal, exige
definiciones precisas. Estas definiciones han de entenderse como
propias de la economía, aunque parezcan que la sobrepasan.
Son abiertas, no exhaustivas, pero inmodificables en su concepto
fundamental, no por capricho del autor, sino porque su propia
naturaleza así lo obliga.

Llamamos naturaleza a una zona específica,
delimitada geográfica, temporal y políticamente,
que comprende un ambiente ecológico, pasado, presente y
futuro. Puede ser una comarca, una provincia, un estado, un
país, el planeta, la galaxia, el universo, según el
caso.

Llamamos riqueza a la totalidad de sólidos (la
tierra, suelo y subsuelo) y fluidos (aire, aguas). Son riqueza
también todos los compuestos, orgánicos (animales,
vegetales) e inorgánicos (minerales en general), todo tipo
de energía (luz, calor), toda cosa o ser, todo objeto que
se ubica temporal y espacialmente en dicha zona. Se desprende que
no existen propietarios individuales de esta riqueza y que ella
es el "capital" inicial en que la economía se basa y que
todo lo mueve.

Desde esa riqueza, por ella, con ella y hacia ella
transcurre la vida. No es ni debe ser, por tanto, considerada un
recurso ni un medio ni un fin, en algo exterior a la vida, sino
en parte integrante de ella, y que puede transformarse para hacer
que la vida sea mejor. La propia humanidad forma parte de esa
riqueza, pues la humanidad es naturaleza. La vida es la mayor
riqueza.

De esa manera, al ser riqueza la vida misma, es riqueza
también su disfrute y es perjudicial el mal uso de ella.
Segar durante el proceso económico una vida extra humana
(una brizna de trigo, un árbol, un animal) tiene por fin
mejorar la vida del hombre.

La riqueza es única, pero puede diferenciarse
según su origen en riqueza natural y riqueza artificial o
racional. Aquélla es la producida por la naturaleza
propiamente dicha, y ésta es la producida por la actividad
del hombre, por el

Definimos como artificial, en puro sentido
económico, a la transformación, por la mano del
hombre, de algo natural en algo no natural. Así, lo
artificial es derivado de lo natural. Es "hijo" de la naturaleza:
ella es su madre y el trabajo del hombre es su padre.

Sólo la propia naturaleza –erupciones
volcánicas, inundaciones, sequías, el hombre mismo,
huracanes, etc.- puede destruir y, a la vez, reponer esa riqueza.
El uso de ella por parte del hombre, cuando la explota
artificialmente, debe finalizar con la reparación del
daño y concluir ese ciclo productivo con un resultado
positivo o, como mucho, igualado, en el momento que tenga que
rendirle cuentas. La actividad humana propiamente dicha se mide
según esta reparación, según cumpla con la
terminación del ciclo iniciado.

Toda producción humana tiene por función
esencial el ser consumida, sin importar la diferenciación
de su origen entre esas dos formas de relacionarse con la
naturaleza. Pero la forma de producción social (la actual,
la que utiliza lo que llaman la división del trabajo) es
la única que necesaria y forzosamente debe llegar al
hombre como consumidor, debido tanto al cometido de dicha
función esencial como por la forma destructiva en que
ésta se genera.

En el proceso de producción de un bien, el hombre
toma prestado de la naturaleza parte de su riqueza, no
gratuitamente, dañando a aquélla y destruyendo a
ésta como tal, generando así una deuda. A partir de
ese momento la riqueza natural destruida pasa a ser materia
prima, no natural. De allí su desarrollo: lo natural es
transformado en artificial. En la tala de árboles, sea
para producir leña o madera, el árbol ha dejado de
ser riqueza natural para pasar a ser materia prima, riqueza
artificial. El árbol ya no existe como tal, sólo
quedan madera y desperdicios. Todo trabajo humano se realiza
sobre objetos que fueron naturales pero que ya no lo son. La
pesca por ejemplo, consiste en destruir vida marina para
transformarla en otra cosa –alimento, aceites,
artesanías, etc.-. Un pez al morir por la mano del hombre
se transforma en pescado.

Llamamos vida, en un sentido puramente económico,
a la riqueza principal de la naturaleza. La terminación
natural de una vida es una transformación de riqueza; es
una etapa más de ambas. En cambio, la terminación
no natural de una vida es una pérdida irreparable, un
cataclismo. Cualquier terminación no natural de vida es
pura destrucción, es perjuicio, es ruina. La muerte de un
ñu por una manada de leones es una transformación
natural de riqueza, es una muerte que genera vida. La caza de
animales sin un fin transformador –que sólo lo logra
el consumo- es perjuicio puro. El hombre es el único ser
que comete este crimen, y el único que puede y debe
enmendarlo.

El aumento de vidas es aumento de riqueza. El
mantenimiento de la vida es mantenimiento de la riqueza. El
mejoramiento de la vida es mejoramiento de la riqueza. Vemos
así que el concepto de riqueza es social.

Toda la vida del hombre es productiva. No podemos
definir la actividad del hombre tal como se ha hecho hasta hoy,
en que se considera al ser humano como un eterno empleado de un
patrón eterno. Cada hombre como productor tiene su propia
finalidad social, su propia vocación y capacidad
particular para cada una de las incontables tareas que la
humanidad puede realizar. No existe un trabajo que sea más
trabajo que otro.

Un animal o un vegetal cualquiera –en realidad
toda cosa- no es un productor ni consumidor, sino que de por
sí sólo y por definición de ella, es
riqueza. Exceptuado el hombre moderno, ningún ser vivo es
un productor o trabajador. El hecho de formar parte de la
naturaleza convierte a todo ser en un objeto del principal
derecho: el de la vida. En tanto que formar parte de la humanidad
hace que ese principal derecho conlleve además el agregado
de dignidad. Aquel derecho elemental adquiere otra particularidad
cuando nos referimos al hombre, pasando a ser el derecho a una
vida digna.

No existen derechos por encima de esos naturales. Por
ejemplo, para la humanidad no existe derecho que esté por
encima de los llamados derechos humanos; los derechos humanos son
aquellos derechos que se obtienen al nacer y que se mantienen
durante toda la vida. Definimos a éstos, sólo en
sentido económico, como el derecho a una vida digna; una
vida que tenga asegurada su alimentación, su salud, su
educación, su esparcimiento, su vivienda, su libertad, su
independencia, su dignidad, alcanzables a través de un
ingreso mínimo de magnitud suficiente. Ese ingreso pasa a
ser entonces un derecho humano. Por ello a ese ingreso
mínimo fundamental también le llamaremos "ingreso
natural".

El valor de una riqueza de fácil
reposición es menor que el de otra de más
difícil reposición. Todo valor de reposición
está dado por la cantidad de trabajo social contenido en
él, más, si cabe, el valor de irreparabilidad, esto
es, el valor derivado del perjuicio ocasionado, calculable a su
vez por el trabajo social que se necesitará para suplirlo,
en el futuro, de alguna manera. Existe un tipo especial de uso de
la riqueza, ineficiente por perjudicial, que es la
extracción de los llamados "recursos no renovables". Para
atenernos a las definiciones dadas, debiera decirse riqueza no
reponible (el petróleo por ejemplo) pues su
reposición será imposible o tan costoso que su
explotación se hace ineficiente, haciendo necesaria la
toma de riqueza mediante otro tipo de actividad menos perjudicial
(el biocombustible, por ejemplo) cuyo costo de reposición
es mucho menor. Así, un posible perjuicio se
transformará en un real beneficio. Existe también
la posibilidad de que, al cierre de su ciclo económico
propio, la creación de riqueza artificial sea mucho
más beneficiosa que la destrucción de riqueza
natural, por lo que los beneficios para la humanidad o para la
naturaleza serán tales que harán perder su
calificación de perjudicial.

El costo traducible a cifras de una riqueza se calcula a
través de su costo de reposición, de
reparación, nunca el de extracción. La siembra es
reposición, la cosecha es extracción, el valor
económico de ésta está dado por el costo de
aquélla. La meta u objetivo inicial es aumentar siempre el
volumen de reposición, aumentando así la riqueza;
es devolver el "préstamo" con "intereses", siempre y
cuando este hecho no genere un perjuicio. No se debe llegar al
punto en que dicho aumento de la producción genere un
daño (ecológico por ejemplo), sino a uno inferior.
Una vez alcanzado ese máximo de productividad los valores
de reposición y de extracción han de ser
iguales.

Hasta ahora se ha entendido –erróneamente-
que el precio de un "recurso no renovable" está dado por
su costo de extracción. Por ejemplo, el petróleo de
la península arábiga es más barato que el
venezolano o el argentino, pues su extracción es
más fácil. Sin embargo, la calidad de riqueza no
reponible es igual en cualquiera de esos y de todos los
países productores.

La explotación que genere la imposibilidad de
reposición, la irreparabilidad, conlleva una enorme
responsabilidad al ser humano, por lo que si se hace inevitable
el explotarla, la decisión de llevar a cabo esa
destrucción debe ser respaldada, necesariamente, por todos
los involucrados de la zona en cuestión. Su grado de
inevitabilidad no puede ser resuelto por unos pocos, por
más funciones ejecutivas que estos pocos
cumplan.

Llamamos productor, como término absoluta y
únicamente aplicado a la economía, a todo ser
humano en edad productiva, cualquiera sea su actividad, por
intermedio de la cual produce o crea un bien como objeto,
tangible o no, que mejora la existencia de su mundo, su comunidad
y la suya propia. Porque: la esencia del hombre es el conjunto de
las relaciones sociales. Todo productor es generador indirecto de
nueva riqueza, racional o natural, cuya razón de ser es el
consumo. Así, la personalidad del hombre está
determinada por las relaciones sociales en general y las de
producción-consumo en un lugar primordial.

Definimos edad productiva como la edad en la que un
productor ejerce tal actividad. Un bebé es un productor
dentro de la actividad que pueden ejercer los bebés. Un
anciano es un productor dentro de la actividad que pueden ejercer
los ancianos. Estos ejemplos extremos se muestran porque ellos,
al crear bienes intangibles o no, también son capaces de
mejorar la vida del mundo, de la comunidad y la propia. Son
también, como todo hombre, productores de riqueza y
consumidores de ella.

Toda la vida del hombre es productiva. No podemos
definir la actividad del hombre tal como se ha hecho hasta hoy,
en que se considera al ser humano como un eterno empleado de un
patrón eterno, individual o colectivo, público o
privado. Cada hombre como productor tiene su propia finalidad
social, su propia vocación y capacidad particular para
cada una de las incontables tareas que la humanidad puede
realizar. No existe un trabajo que sea más trabajo que
otro.

Definimos un bien económico como un objeto que
suple una necesidad y que ocupa un lugar en el espacio y/o un
momento en el tiempo. A la calidad de ocupar un lugar en el
espacio se le llama tamaño; a la calidad del momento que
ocupa en el tiempo se le llama durabilidad: existen, en
términos humanos, objetos durables y perecederos,
permanentes o instantáneos. Cualquier fruta es perecedera,
cualquier edificación es durable.

Definimos ingreso como todo beneficio representable
numéricamente, medible matemáticamente, verificable
económicamente, que únicamente se obtiene y se
alcanza al completarse definitivamente el ciclo económico
que le atañe. Por su intermedio se satisfacen las
necesidades materiales en general, entre las que se destaca el
aumento del propio ingreso. No existe beneficio de ningún
tipo, ni individual ni social, si el ciclo económico en el
que está involucrado no se concluye correctamente, no se
cierra completamente.

Pero si se alcanza a cumplirlo, no sólo se logran
beneficios sociales significativos, sino la posibilidad del
enriquecimiento individual. Cada ser humano recibirá un
ingreso doble: el ingreso natural y los beneficios propios
derivados de su actividad.

El objeto de la actividad humana, de toda la sociedad
humana (dado y medido a través de la economía), no
es el estudio de cómo generar ganancias o dividendos, sino
que es la obligación de saciar las necesidades materiales
de la humanidad, lo que le da su valor. Especialmente de aquellas
que no pueden ser satisfechas de una manera natural, sino
mediante lo producido artificialmente en el cumplimiento del
ciclo económico. Entre ellas se encuentra el propio
ingreso. La economía debe colmarlas sin generar
perjuicios. Primero debe saciar las necesidades, después
saciará lo gustos y por último los caprichos,
inclusive. Repetimos: ese objeto se alcanza únicamente
cuando la actividad del hombre se ha realizado mediante el
cumplimiento del ciclo, que definiremos en un capítulo
aparte.

Las necesidades, en un sentido más general, son
aquellas faltas que son imprescindibles, en primer lugar, para
mantener viva y sana a una persona. Posteriormente, las que se
necesitan para mejorar esa vida con todas las seguridades y
comodidades que pueda y deba producir la propia sociedad.
Necesidades, específicamente, son aquellas cosas,
materiales o no, que unos hombres poseen y disfrutan en tanto
otros sufren su carencia.

La necesidad de un bien es lo que lo hace útil.
Dicho de otra manera: la utilidad de un bien se la da la
necesidad que exista por él, que es una propiedad
intrínseca del bien. Es por ese motivo que se lo produce:
para existir como objeto de consumo o usufructo.

Lo que se conoce hasta hoy como consumidor final (o
simplemente consumidor, en el sentido económico
común del término), es uno de los dos papeles
fundamentales del hombre en la economía; es tan importante
como el de trabajador. En verdad es aún más
importante, porque cada habitante es un consumidor, sin importar
si ejerce un trabajo o no. Todos somos él, todas las cosas
económicas son él, toda actividad existe por y para
él. Un bebé es un consumidor, un anciano
también. El consumidor entrega parte del fruto de su vida
social e individual –el salario, sus ingresos– a cambio del
bien que necesita y que le ofrece la sociedad por intermedio de
su ciclo económico.

Desde él (únicamente desde él) se
obtienen todos los beneficios individuales y colectivos que se
distribuyen a lo largo y ancho de ese ciclo. Su función
como consumidor aumenta la riqueza automáticamente y sin
generación de costos, perjuicios o pérdidas.
Él y sólo él hace que la economía y
la destrucción de la riqueza natural tengan razón
de ser: es quien le da valor (valor social cuantitativo) al bien
producido. La economía y sus herramientas – la
contabilidad, la estadística, etc.- se deben utilizar
desde el punto de vista del consumidor y no desde otro. Por todos
esos motivos, y desde ahora, pasa a llamarse benefactor, con un
sentido puramente económico.

Desde el punto de vista de la sociedad toda, el bien que
se está produciendo va, en sí mismo, generando
riqueza, cuyo valor máximo es el precio de venta final: su
costo social de producción. Éste se transforma, en
el momento de pagar su monto el benefactor, en riqueza
social.

De esa manera, el costo social de producción (que
no encarna ningún beneficio, ni general ni particular) se
transforma en un valor social (en beneficio social) sólo
por obra del benefactor.

Cada benefactor es propietario de todo bien que adquiera
y que haya sido producido mediante el cumplimiento del ciclo
económico, puesto que el cumplimiento de ese hecho es el
que le otorga aquel derecho y el que lo hace inalienable. A
él estuvo y está dirigido.

La humanidad tiene una manera principal –por su
magnitud- de reponer la riqueza natural que destruye con sus
actividades: mediante la creación de la riqueza artificial
en sus innumerables formas, que sólo puede realizarse a
través del trabajo (todo acto productivo o reponedor).
Además, por su intermedio y su conclusión, un
productor se transforma en benefactor. Un mismo hombre mientras
trabaja es un productor, mientras consume es un benefactor, y
éste es quien finaliza el proceso productivo o ciclo que
aquél inició. Toda la humanidad, sin exclusiones,
es productora y benefactora, alternativa y
simultáneamente.

Definimos el trabajo justamente de esa manera; al
haberse convertido en un componente inseparable de la vida
humana, es toda actividad que genere un objeto -tangible o no-
que aumenta la riqueza de la sociedad humana, integrante y
conformadora de la naturaleza, o de ésta directamente.
Todo trabajo es consumidor de vida, todo trabajo es productor de
vida. Vida y trabajo siempre se han medido de la misma manera:
mediante el tiempo. Pero la vida no se conforma solamente de
trabajo. También tiene horas de descanso, de
diversión, de aprendizaje, etc. Tiene horas de
sueño en ambos sentidos: el sueño de dormir y el
sueño de soñar. Por lo tanto, la vida tiene dos
características principales, no excluyentes de otras: la
vida es actividad, pero hay una vida socialmente activa y otra
que no lo es. Además, el trabajo – que es la actividad
social más importante para la economía- no contiene
en sí una parte inactiva: el trabajo es una actividad
social permanente; es una acción continua, es
energía en incesante transformación. Por lo tanto
no puede ser medida (en términos sociales) mediante el
tiempo; la unidad de medida del trabajo social que utiliza el
ciclo económico es el indev; el medio de consumo, el
patrón de medida de la riqueza. Otra vez: la vida es la
mayor riqueza.

El trabajo social consiste en crear, transformar y
reponer riqueza. De allí que el trabajo puede existir
solamente dentro del ciclo económico. Éste es quien
lo constituye y le da su definición.

Por definición, las personas que no realizan
ninguna actividad son las únicas que no trabajan, y es
necesario conocer el motivo de esa inactividad, para que la
sociedad pueda solucionar el problema (cuando ella es la
responsable) o simplemente comprenderlo, captarlo, cuando no lo
es.

El trabajo dependiente (un empleo, por ejemplo)
alcanzará tal grado de justicia, de humanismo, de
naturalidad y de libertad que puede llegar a ser considerado como
un pasatiempo bien retribuido y no como un suplicio insufrible
por quien lo realiza, porque cada individuo ya tiene satisfechas
sus necesidades básicas; solo trabajaría por
aumentar su ingreso y por simple gusto. La explotación del
hombre por el hombre (donde cada uno es un "recurso no
reponible") queda de hecho eliminada.

Definimos al dinero, a grandes rasgos, como un
patrón de medida de la riqueza social total (la suma de la
riqueza natural y de la artificial, generadas mediante el
trabajo). Él no es la riqueza, tal como el metro no es la
distancia, ni el termómetro la temperatura.

El concepto de escasez es clave en la economía de
"libre mercado". Pero el ciclo define a la escasez como falta de
riqueza, como falta de previsión, como perjuicio. Porque
ella misma es, de por sí, la demostración
práctica de la ineficiencia de la economía y de sus
ejecutores. Demuestra la ineptitud de sus responsables y, en
especial, de sus ideólogos. Utilizar la escasez como
explicación de la propia economía es una
incoherencia, un dislate, un absurdo. El ciclo nos dice que hay
que preverla, evitarla y derrotarla.

Así, queda definida la abundancia como aumento de
riqueza, como existencia de trabajo, como fruto y fin de la
previsión, como inteligencia. Es el cumplimiento efectivo
del ciclo económico; es su razón de ser. Hay que
alcanzarla siempre.

A través del cumplimiento del ciclo
económico haremos posibles la libertad y la
liberación, la igualdad y la justicia, la solidaridad y el
enriquecimiento. Todo dentro de la independencia real y
definitiva.

El ciclo
económico

La naturaleza de la riqueza viene dada, por un conjunto
de acciones de forma periódica entre las cuales
se encuentra la producción y consumo
de bienes y mercancías, todas estas acciones dependen
de la capacidad del hombre de aprovechar y generar
el trabajo necesario para crear su propia
riqueza.

La riqueza original que se toma de la naturaleza del
lugar donde nos toca vivir es la que nos permite iniciar nuestras
actividades productivas, las que tienen por fin producir bienes
que serán consumidos o usufructuados, y así
alcanzar en definitiva nuestro bienestar. El resultado de la
actividad humana, (las mercancías o bienes producidos)
tienen objeto de ser, razón y sentido, solamente, si son
accedidas por el benefactor. Además de ser éste el
objeto de todo acto económico, respaldado por la anterior
aseveración, el benefactor es quien paga todos los costos
de cualquier actividad, a la vez que transforma los costos
sociales en beneficio general.

Monografias.com

Nota: la actividad humana no se conforma
únicamente de tareas productivas, sino una
conjunción inseparable (dialéctica) de
producción y consumo. El diagrama estilo "yin-yang"
intenta representar esa unidad. Es una unidad de contrarios: no
existe consumo sin producción, pero tampoco puede existir
una producción (económicamente racional y efectiva)
sin el consumo de ella.

Partes: 1, 2

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