Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Pedro Chamijo. De delincuente andaluz a Inca del Tucumán



  1. Cuadro
    de situación
  2. Sus
    malogradas aventuras como explorador
  3. Sus
    aventuras libertarias
  4. Observaciones
  5. Virreyes que gobernaron el Virreinato del
    Perú durante el período de actuación de
    nuestro personaje
  6. Bibliografía General

Cuadro de
situación

El sorprendente caso del andaluz Pedro Chamijo que llega
a convertirse en Inca Hualpa, solamente podría haberse
dado en las inusuales circunstancias políticas,
geográficas y sociales que presentaba la
gobernación del Tucumán de mediados del siglo 17.
Estamos hablando de un territorio de 700.000 kilómetros
cuadrados de extensión, conformado por las actuales
provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja,
Santiago del Estero y parte de Córdoba y Chaco.

Nos precisa el doctor Lizondo Borda que: De acuerdo
a los censos de la época, había 700
españoles contando solamente los individuos de sexo
masculino. De éstos, 350 a 400 eran habitantes o vecinos,
llamados también encomenderos o feudatarios, gente
establecida en las distintas ciudades y poseedora de grandes
latifundios poblados por aborígenes, que les había
sido otorgados en reconocimiento a sus méritos como
conquistadores de nuevas tierras para la corona o como defensores
de éstas, una vez conquistadas. Los restantes eran
moradores, o gente de paso por la gobernación, tales como
funcionarios o comerciantes.

Si al número de habitantes varones se agrega
el de sus familiares, resulta que la población estable de
sangre española, y muchas veces mestiza, alcanzaba a unas
dos mil o dos mil quinientas almas. El número resulta
irrisorio si se considera que ese grupo trató de imponer,
y finalmente impuso, un nuevo sistema de vida en tierra
extraña, irradiando desde sus ciudades y estancias,
diminutos trasplantes europeos en la inmensidad de esa
gobernación.
Se calcula que los habitantes
originarios del sector oscilarían entre 40 y 50 mil almas.
Los grupos más numerosos y definidos eran: Los pulares,
los calchaquíes y los diaguitas.

El escenario donde se representa esta charada
–cronicón lo denomina acertadamente Roberto
Payró-, es el que describimos, el de la gobernación
del Tucumán del siglo 17, que dependía
administrativamente al Virreinato del Perú.

El primer actor es Pedro Chamijo un granadino nacido en
Arahal en 1602 y fallece ejecutado el 3 de enero de 1667 en Lima.
De cuna humilde morisca o mudéjar, de tez morena y pelo
negro, logró aprender a leer y escribir junto a los
jesuitas en Cádiz y embarcó a la Tierra Nueva
escapando a la rigurosa ley hispánica del momento por
algunas raterías menores. (1)

La actuación de Chamijo ocurre entre 1620 que
desembarca en Pisco, Perú; y 1667 que es ejecutado en
Lima. Los autores no se ponen de acuerdo con precisión en
como llega Chamijo a radicarse en el Virreinato del Perú.
Presentan varias posibilidades. Pero la versión más
documentada es que a los 18 años desembarcó en
Pisco en 1620, atraído por la promesa de riqueza
fácil y con un conveniente cambio de nombre da comienzo a
sus fabulosas aspiraciones. Previamente en Chunchos (2) contrajo
un oportuno matrimonio con Ana Bonilla, quien era hija de padre
zambo y madre indígena que le facilitó el ingreso
social y étnico al sector de su interés. Su suegra
era dueña de un extenso latifundio que él manejaba
como propio.

A partir de su matrimonio, ya existen
mayores precisiones documentadas de sus andanzas y adopta el
nombre de Pedro Bohorquez, tomado de un sacerdote español
ya fallecido en ese momento.

Otro actor que considero gravitante es la sociedad
misma, que heredera de los conquistadores y colonizadores, se
encontraba abocada a la adquisición de rápidas
riquezas con poco trabajo, que permitieran regresar al viejo
continente con el mítico sueño del regreso
triunfal. El siglo 17 se caracterizó por esta
aspiración y una de las maneras más factibles de
llevarlo a cabo, fue participar en el hallazgo de de la fabulosa
Ciudad de los Césares, que como veremos más
adelante presentó múltiples variantes en
denominaciones y ubicaciones. Esto explicaría la
aceptación casi generalizada que lograría Chamijo
en sus diferentes maniobras y sin la cual hubiese sido imposible
sus proyectos y acciones. Autoridades virreinales y judiciales,
religiosos, financistas, caciques y otros, se prestaron para esta
tragicomedia que finaliza de la peor manera: Con nuestro primer
actor en la picota.

En este mismo sentido, contó con la
aprobación, y ayuda económica de un numeroso grupo
de sacerdotes jesuitas. Bohorquez usó dos argumentos muy
convincentes: Primero que bajo sus órdenes los
indígenas se convertirían al cristianismo
masivamente y luego los dividendos que eso representaría.
Estos sacerdotes en algunas ocasiones actuaban en
oposición a sus respectivas autoridades y otras con su
beneplácito. Los que me conocen saben lo penoso que me
resulta escribir estas referencias.

Hasta principios del siglo pasado, la mayor
responsabilidad de los sucesos se le atribuía,
además del reo, al gobernador del Tucumán don
Alfonso de Mercado y Villacorta. A quien se le responsabilizaba,
de por lo menos, ser inoperante, cómplice y algunos
autores sugieren que fue financista de Chamijo. Ahora con nuevas
interpretaciones sobre el particular, las responsabilidades son
compartidas por más actores que permanecieron sin aclarar
por diferentes razones.

Sus malogradas
aventuras como explorador

Pero antes de su período de líder de las
revueltas calchaquíes, por 1639, Chamijo estaba ocupado
por encontrar la Ciudad de los Césares, y cuando el
marqués de Mancera, Pedro de Toledo y Leiva, es nombrado
Virrey del Perú, consigue autorización para hacer
una expedición a las fuentes del río
Marañón, donde se aseguraba que estaba ubicado el
país legendario llamado Gran Paitití. La
expedición termina de muy mala manera y los que la
financiaron perdieron sus inversiones.

En 1647 el Conde de Salvatierra, García Sarmiento
de Sotomayor y Luna asume el cargo de Virrey del Perú.
Sorprendentemente Chamijo repite la solicitud hecha al virrey
anterior. Sotomayor y Luna acepta que haga una nueva
expedición a las fuentes del Marañón, la que
termina como era previsible, con el mayor de los fracasos y con
nuevas deudas a los financistas que invirtieron en la
misma.

De este tipo de expediciones, en el siglo 17, se pueden
contabilizar, además de las de Chamijo, un par de decenas
de intentos frustrados. Las Crónicas de Lizarazu, de
1635
, se refieren, entre otras cosas, a varias de ellas.
(3)

En 1650 por denuncias de algunos que habían
invertido en él, y como resultado de estos fracasos y de
todas las deudas impagas de importes realmente altos, Chamijo es
apresado y deportado al fuerte-presidio de Valdivia en el sur
chileno. Huye de Chile en 1656 y entra por Mendoza para seguir
camino hacia el Tucumán. A fines de ese año ya se
encuentra en Pomán y en diciembre en San Miguel del
Tucumán. Para marzo de 1657 entra en los valles
calchaquíes y se instala en la región de
Tolombón, actualmente provincia de Salta.

Luego de estos intentos expedicionarios, de su
prisión y de su fuga, recién viene el
período de inca libertario.

Sus aventuras
libertarias

Roberto Payró lo define como: Un mentiroso
compulsivo. Pedro Chamijo convenció a gobernadores y al
virrey de su habilidad para encontrar los fabulosos tesoros que
todo español esperaba hallar. Y su desvarío
encontró en la desesperación de los indios y en la
de los gobernantes de la corona terreno abonado para lanzarse a
un precipicio de luchas y contradicciones. Dicen que sus
orígenes eran muy humildes, que pudo haber sido morisco, o
mudéjar, que estudió en los jesuitas de
Cádiz y que fue en esa ciudad donde se sintió
atraído por el ajetreo del comercio con las Indias.
Probablemente embarcó allí mismo para pasarse
años vagando por trabajos sin importancia por el
virreinato del Perú. Pedro aprendió quichua con la
soltura de un nativo, estudió el glorioso pasado local y
prometió a los Calchaquis la llegada de un gran rey Sol
con el que derrotar al ejército
español
.

Simultáneamente a las gestiones de Chamijo
ante variadas autoridades coloniales, en las montañas,
diferentes grupos indígenas, los pulares, los
calchaquíes y los diaguitas, hervían de
indignación por los impuestos a los que los
sometían los conquistadores. Chamijo los convenció
que por sus venas corría sangre de Manco Capac y Mama
Ocllo y los calchaquíes, que ya se encontraban embarcados
en su tercera gran guerra, (4) más por necesidad de
encontrar aliados que por otra cosa, aceptaron las pretensiones
del intruso que había sufrido una notable metamorfosis: Se
vestía como ellos, hablaba como ellos -la lengua
kakán-, se casó con una mujer indígena y su
aspecto físico tenía todas las
características necesarias que realmente parecía
salido de un grabado de Manco Capac.

Como resultado, el granadino, que también era
conocido como Pedro Bohórquez, entre los españoles,
como ya mencionamos apellido usurpado a un sacerdote y que deja
adivinar un pasado tumultuoso, se convirtió en el mayor
soberano de los indígenas. Chamijo, o Bohórquez, o
Inca Hualpa, aglutinó a las tribus de la región y
contó con un importante ejército a su
servicio.

En Choyas le rindieron vasallaje los jefes de todas
las etnias y lo aceptaron como Titaquín, Hijo del
Sol.
El granadino remontó sus orígenes al
mismísimo Atahualpa. Habrá calculado que para
mentir hay que hacerlo a lo grande. Desplegó su labia de
charlatán y terminó siendo aceptado como su
particular generalísimo. En el pequeño pueblo de
Tolombón construyó una fortaleza con cañones
de madera y se sumergió en el disparate de representar a
un señor todopoderoso.

En esta presentación en Choyas, Inca Hualpa al
pretender ser el descendiente directo de Atahualpa, a sus pies
debieron arrodillararse caciques y curacas de los
Diaguitas, los Escalonis, los Quilmes,
los Acalianes y otros muchos pueblos unidos por el odio
al invasor español. Inca Hualpa subió entonces a la
categoría de Hijo del Sol, Titaquín, para
los iniciados, el heredero del trono del antiguo reino del
Perú. Como buen Inca, hablaba el más fluido quechua
y su tez morena y su pelo negro no dejaban adivinar su verdadero
origen ni su verdadero nombre. En esta oportunidad nombró
como su lugarteniente al cacique Pedro Pinguanta, quien lo
acompañó en parte de su campaña.

Hay que reconocer que no todos los Calchaquies
se creyeron el cuento pero lo mismo se producen varios ataques
y saqueos a poblados, destacamentos, haciendas y robos varios que
pretenden afianzar la posición de fuerza de Chamijo y sus
aliados.

Por los documentos confiables que han llegado
hasta el presente, se puede sostener que nunca los
diaguitas-calchaquies le creyeron ser descendiente de los incas,
por más que fuera de tez morena y se pareciera a ellos.
Los diaguitas no aceptaban como soberano a un inca,
pero en las circunstancias sí admitieron el liderazgo de
alguien que quizás podría librarlos del dominio
español. De ellos obtuvo noticias de los yacimientos
locales, asegurándoles que si se los revelaban
utilizaría todas las fuerzas a su disposición para
expulsar a los colonizadores. Se podría afirmar que ambas
partes se usaron mutuamente mientras las circunstancias lo
permitían. Después veremos que se traicionaron
entre sí.

Los intentos de evangelización llevados
reiteradamente a cabo por misioneros jesuitas habían
resultado infructuosos, puesto que los diaguitas
(calchaquíes) se mostraban reticentes a técnicas
empleadas con éxito con otros grupos de la zona que
sí eran más asequibles en materia
dogmática.

Entre los escasos resultados de estos se contaba un
vago rumor de que los calchaquíes les habrían
comentado que conocían la ubicación de prodigiosos
yacimientos de metales preciosos, vacantes desde el
desmoronamiento del Imperio incaico. Muy poco logro para
tanto esfuerzo.

Ocurridos los hechos de Choyas, inmediatamente la
noticia llega a Lima. El Virrey En Lima ya se tenían
noticias del falso Inca y las más altas instancias
exigieron al gobernador de la provincia que mandara la cabeza
fresca del traidor que osaba levantarse contra la Corona.
Mientras su fama llegaba a todos los rincones, Chamijo se
enredaba en una espiral de rituales que trataban de convencer al
pueblo, o más bien a sí mismo, de la veracidad de
sus ancestros. Al mismo tiempo, se desparramaba en orgías
y grandes comilonas, señoreado como estaba de la zona.
Empujado por las circunstancias, Bohórquez se puso al
frente de sus milicias y plantó cara a los
españoles pero sus pocos conocimientos del arte de la
guerra, y su poco seso en general, dieron con sus huesos en
retirada, y los indígenas, diezmados a pesar de su
superioridad numérica, sintieron deseos de eliminarlo
más que de utilizarlo.

Volviendo a Payró, ahora en su obra
Chamijo, (Ver Bibliografía General) el proyecto
del cuentero tenía como máxima aspiración,
nada más ni nada menos, que conocer la ubicación de
los tesoros escondidos y que aún se suponían en
poder de los incas. Ya mencionamos que Payró lo describe
en El falso Inca, como un mentiroso compulsivo y en su
libro Chamijo no ahorra adjetivos para calificarlo:
Avaro, por la avaricia y pertinaz traidor. Chamijo
jugó con fuego y se quemó al poner al corriente de
sus planes al gobernador español en un ataque de
culpabilidad por alzarse contra sus paisanos. Los jefes de las
tribus tampoco se quedaban atrás y jugaron con el
granadino a su antojo, preparando la revuelta a sus espaldas.
Chamijo fue incapaz de percibir la magnitud que adquiría
su mentira, la que terminaría haciendo rodar su cabeza,
continuó representando el papel de rey inca mientras la
región se alistaba para la guerra.

Reitero que todo este proceso merece un
análisis más severo en relación a los
motivos, no ya de Chamijo, que es evidente y manifiesto, sino de
la numerosa y calificada aceptación que obtiene de las
más altas autoridades virreinales, judiciales, religiosas,
muchas de ellas jesuitas; y apoyos financieros para intentar sus
fabulosas empresas. Por supuesto todas frustradas.

Otro actor destacado de la trama, fue el Conde de
Chinchón, Luís Gerónimo de Cabrera y
Pacheco, Virrey del Perú desde 1629 hasta 1639. Cabrera y
Pacheco lo recibe a Chamijo, quien venía recomendado por,
nada más ni nada menos, que el Alcalde de Corte y
Presidente de la Sala del Crimen, don Dionisio Pérez
Manrique, quien le había facilitado cartas de
recomendación para el Virrey. (5)

Casi la única oposición a las
fábulas de Bohórquez, provino
del obispo del Tucumán, fray Melchor de
Maldonado y Saavedra, quien no creyó la historia. Sin
embargo, Bohórquez pudo mantener la situación
durante más de dos años, mientras asentaba un
gobierno fuerte y militarizando en los valles contra los
españoles. De este modo llegó a establecer la
capital de su reino en Tolombón (6) pequeña
localidad estratégicamente ubicada a la cual hizo
fortificar, e incluso hizo dotar de
una artillería defensiva compuesta por
cañones hechos con madera dura (que solo soportaban 2
ó 3 tiros). La técnica de construir cañones
de cuero y madera la había adquirido de un carcelero en
Chile.

Además de los saqueos a poblaciones y estancias,
los combates fueron cuatro, y quedan minimizados ante tanto
preparativo y tantas expectativas creadas. El del Fuerte de San
Bernardo, cerca de Salta, donde un par de centenar de
indígenas son rechazados. En San Miguel de Tucumán,
en Andalgalá y en Payogasta, poblado donde Francisco Arias
es atacado por doscientos indios.

Trasladado a Lima, Bohórquez fue encarcelado y se
le mantuvo preso durante años como compensación por
sus delaciones. Delato a autoridades a sus financistas, a los
jesuitas, a los indígenas y a su propio hijo. Pero,
enterada del asunto la regenta María de Austria, tutora de
un Carlos III aún niño, ordenó la pena
capital al traidor doble. Pedro Chamijo fue ejecutado
públicamente (7) mediante garrote vil, posteriormente
ahorcado y más tarde su cabeza separada del tronco y
expuesta como advertencia en la Plaza Mayor de Lima o Plaza de
Armas; y luego trasladada al puente del limeño barrio de
San Lorenzo. Por supuesto todo esto último con fines
pedagógicos.

Observaciones

(1) Arahal es una localidad de la provincia de
Granada, que a su vez integra la región de
Andalucía. Hoy se denomina Comunidad Autónoma de
Andalucía.

(2) En Chunchos, sorprendentemente, había
vivido hacia 1615 Diego Ramírez, otro aventurero
español, pero esta vez castellano, que había hecho
lo mismo que unas décadas más tarde hiciera
Chamijo. Hacerse pasar por hijo del Inca. Ramírez tuvo
más suerte que Chamijo, solamente terminó en
galera.

(3) Juan de Lizarazu (1594-1644). Fue Presidente
entre 1635 y 1642, de la Audiencia y Cancillería Real de
La Plata de los Charcas y posteriormente Presidente y
Capitán General de la real Audiencia de Quito entre 1642 y
1645. Juan de Lizarazu es el autor de Las Crónicas de
Lizarazu,
fechada en 1635. En ellas, se detallan distintas
campañas por el intento de encontrar el Gran
Paitití.

El que escribe nunca pudo contar con el texto
completo de estas Crónicas por obvias carencias de
numerario, pero de manera parcial, gracias a investigaciones del
antropólogo xenobés Yuri Leveratto, se pueden
conocer importantes partes de la crónica
mencionada.

(4) Las denominadas Guerras Calchaquies, que en
opinión del suscripto deberían denominarse Guerras
Diaguitas-Calchaquíes, consistieron en grandes movimientos
de rebelión ocurridos, el primero entre 1630 a 1635 y el
segundo ocupa poco más de una década, entre 1656 y
1667. Algunos autores a este segundo levantamiento lo dividen en
dos períodos, que conforman las tres guerras que
usualmente se estudian. La participación de Chamijo tiene
influencia en el segundo de ellos, entre 1656 y
1659.

(5 ) Chamijo que para ese momento debería
encontrarse prófugo de la justicia española, tiene
cartas de presentación del Presidente de la Sala del
Crimen, de la Audiencia de Charcas para entrevistarse con el
Virrey del Perú.

(6) Tolombón es una localidad situada en los
valles calchaquíes, en el sur de la actual provincia de
Salta, a pocos kilómetros de la frontera interprovincial
de Catamarca y de Tucumán.

(7) Algunos autores señalan que el garrote vil
fue aplicado en secreto.

Virreyes que
gobernaron el Virreinato del Perú durante el
período de actuación de nuestro
personaje

Gerónimo Fernández de Cabrera
(1628-1639)

Pedro de Toledo y Leiva (1639-1648)

García Sarmiento de Sotomayor y Luna
(1648-1655)

Luis Enrique de Guzmán
(1655-1661)

Diego Benavídez y de la Cueva
(1661-1666)

Presidentes de la Audiencia y Cancillería
Real de La Plata de los Charcas, Las Audiencias son el poder
judicial de los Virreinatos

Martín de Egües
(1627-1632)

Juan de Carabajal y Sande (mayo de
1632-1635)

Juan de Lizarazu (marzo de
1635-1642)

Dionisio Pérez Manrique de Lara,
marqués de Santiago (1642-1647)

Francisco de Nestares Marín
(1647-1656)

Bartolomé de
Salazar (1661-1663)

Pedro Vázquez de Velasco
(1663-1670)

Bibliografía
General

Roberto Payró. El Falso Inca
(Crónicón de la Conquista).

Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, Buenos
Aires, 1905.

Es preciso aclarar que Roberto Jorge Payró no
era un historiador. Era un destacado escritor y periodista que
escribía novelas históricas o crónicas
históricas, pero sin el rigor científico que
deberían tener los historiadores. El tema de Pedro
Chamijo,
fue para Payró un tema recurrente. El
Falso Inca,
es de 1905, Chamijo es de 1930; y
aparece el personaje nuevamente en Los Tesoros del Rey Blanco
y Porque no fue descubierta la Ciudad de los
Césares,
de 1935.

Debemos coincidir que es un personaje de novela. Para
mejor comprender las aventuras de Bohorquez, si
siguiéramos solamente lo escrito por Payró, los
sucesos cronológicamente siguen este orden. Primero se
debería leer Los Tesoros del rey Blanco y Porque no
fue descubierta la Ciudad de los Césares,
que es la
última publicada. Luego continuar con El falso
Inca
, y finalmente leer Chamijo. En ese
orden.

La Ciudad de los Césares, cuyo nombre
proviene del capitán Francisco César, denominada
indistintamente como El Gran Paitití, El Enim, El
Dorado, La Ciudad Encantada de la Patagonia, Ciudad Errante,
Trapalanda, Trapananda, Lin, Elelín,
un pais
imaginario repleto de riquezas en oro y plata, que los
exploradores situaban en diferentes lugares, desde el Orinoco
hasta la Patagonia. Probablemente el primer autor que describe la
existencia de ese sitio imaginario sea Martín del Barco
Centenera (1535-1605) en su poema La Argentina. (lugar
de plata)

Teresa Piossek Prebisch. La Rebelión de
Pedro Bohorquez. El Inca del Tucumán (1656-1659). Relato
histórico documental.
Juarez Editor, Buenos aires,
1976.

Manuel Lizondo Borda. Historia del
Tucumán
. (Siglos XVII y XVIII). Universidad Nacional
de Tucumán, Departamento de Historia,
Lingüística y Folklore, Tucumán, Argentina,
1941.

Hernando de Torreblanca. Relación
histórica de Calchaquí. 1696
. Ediciones
Culturales Argentinas, Ministerio de educación y Justicia,
Secretaría de Cultura. Edición ECA. Buenos Aires,
1984.

Torreblanca que era sacerdote jesuita, fue uno
más de los que creyeron y apoyaron a Chamijo en sus
delirios de riquezas y lo consideraba como auténtico nieto
de Atahualpa. Esta Relación Histórica,
escrita en 1696 se conoce entre nosotros gracias a
investigaciones en el Archivo general de Indias por la profesora
Teresa Piossek Prebisch.

 

 

Autor:

Roberto Antonio Lizarazu

 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter