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Abraham, el patriarca guerrero (página 3)



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las Siete Terroríficas, [armas] sin
par,

le siguieron por detrás.

El héroe llegó al Monte Más
Supremo;

levantó la manoel

monte fue aplastado;

la llanura junto al Monte Más
Supremo

arrasó después;

en sus bosques, no quedó en pie ni el tallo
de un árbol.

Y así, el ataque nuclear, arraso el
Espaciopuerto, aplastando el monte en el cual se ocultaban sus
controles y asolo la llanura en donde estaban las pistas…
Según atestiguan las crónicas, que llevó a
cabo Ninurta (lshum).

Entonces, llegó el turno de Nergal (Erra), que
dio salida a sus ansias de venganza. Desde la península
del Sinaí hasta las ciudades cananeas, Erra las
arrasó. Las expresiones utilizadas en la Epopeya de Erra
son idénticas a las usadas en el relato bíblico de
la destrucción de Sodoma y Gomorra:

Entonces, imitando a lshum, Erra siguió la
Calzada del Rey.

Acabó con las ciudades,

en desolación las
convirtió.

A las montañas llevó el
hambre,

hizo perecer a los animales.

Los versículos siguentes describen la
formación de la nueva extensión del Mar Muerto, por
la ruptura de la costa meridional, y la eliminación de la
vida marina que había en él:

Él cavó a través del
mar,

lo dividió en su totalidad.

Todo lo que vive en él,

hasta los cocodrilos

lo marchitó.

Como con fuego abrasó a los
animales,

sus cereales convirtió en
polvo.

La Epopeya de Erra narra tres aspectos del
acontecimiento nuclear: la destrucción del Espacio puerto
del Sinaí; la aniquilación (arrasamiento
en la Biblia) de las ciudades de la llanura del Jordán; y
la brecha del Mar Muerto que trajo como consecuencia su
extensión por el sur.

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Las Siete Terroríficas, [armas]
sin par.

Oxford Editions of Cuneiform Texts, vol. VI,
publica el conocido K.5001, valioso, por que está en
original sumerio y además, es texto bilingüe, donde
el sumerio acompaña con traducción, línea
por línea, en acadio. Es Indudable que constituye uno de
los textos más antiguos sobre este tema; y por sus
términos, da la impresión que sirvió como
fuente para el relato bíblico, dirigido a un dios cuya
identidad no queda clara.

Señor, portador del Abrasador

que quema al adversario;

que aniquiló al país
desobediente;

que marchitó la vida de los seguidores de la
Palabra Malvada;

que hizo llover piedras y fuego sobre los
adversarios.

El Texto de Codorlaomor, que si identifica a
los dos dioses por sus epítetos como Ninurta y Nergal,
cuenta así:

Enlil, entronizado en la nobleza,

se consumía de furia.

Los devastadores sugirieron el mal de
nuevo;

el que abrasa con fuego
[Ishum/Ninurta]

y el del viento maligno
[Erra/Nergal]

llevaron a cabo juntos su mal.

Los dos hicieron huir a los dioses,

les hicieron huir del abrasador.

El objetivo, de donde hicieron huir a los dioses
guardianes, era el Lugar de Lanzamiento:

Lo que se elevó hacia Anu

para lanzar hicieron que se
marchitara;

hicieron desvanecerse su superficie,

su lugar desolaron.

Y así, el Espacio puerto, el objetivo por el cual
se había llevado a cabo la Guerras de los Dioses sumerios,
quedó arrasado; el Monte en el que estaban alojadas las
instalaciones de control fue aplastado; las plataformas de
lanzamiento se desvanecieron de la faz de la Tierra; y la llanura
cuyo duro suelo habían utilizado las lanzaderas como
pista, fue arrasada, no quedo ni un solo árbol en pie. Ya
no se volvería a ver aquel gran lugar nunca más.
Pero la cicatriz sobre la faz de la Tierra que se origino aquel
día ¡aun se puede ver hasta
ahora!

La inmensa cicatriz, sólo es visible desde los
cielos. Fué revelado hace pocos años, cuando los
satélites comenzaron a fotografiar la Tierra. Es una
cicatriz que los científicos aún no hallan una
explicación. Esta gran llanura de la península del
Sinaí, cuyo suelo duro, sirvió de escenario para
algunas batallas de tanques en la historia reciente, se puede ver
en la distancia, las montañas que la rodean en forma
ovalada. Las montañas de caliza blanquecina sobre el
horizonte, allá donde la gran llanura central se une con
la inmensa cicatriz del Sinaí, el tono negro de la
llanura, crea un fuerte contraste con la blancura de los
alrededores.

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Pero la cicatriz sobre la faz de la
Tierra ¡aun se puede ver en nuestros
días!

El negro no es un tono natural de la península
del Sinaí, donde la blancura de la caliza y el tono rojizo
de la arenisca se combinan con tonos que van del amarillo
brillante al gris claro y el marrón oscuro, pero no el
negro.

En la llanura central, al nor-noreste de la
enigmática y gigantesca cicatriz, el color del suelo es
negro, a causa de millones de pedazos de roca ennegrecida, como
si una mano gigante lo habría esparcido por toda la
región.

No hay explicación para la colosal cicatriz sobre
la superficie de la península del Sinaí, observada
y fotografiada por los satélites de la NASA. No hay
explicación para los pedazos de roca ennegrecida que se
esparcen en la llanura central. Ninguna explicación, salvo
los versículos de los textos antiguos y la
conclusión que expone Zecharia: en tiempos de Abraham,
Nergal y Ninurta barrieron el Espacio puerto que había
allí con armas nucleares.

Después de
las bombas

Por mucho tiempo pensaron que los invasores barbaros
habían devastado Ur, la capital de Sumer, pero no hallaron
evidencia de tal invasión, entonces se descubrió un
texto titulado "Lamentaciones sobre la desolación de
Ur
", que desconcertó a todos. El texto no lamentaba
una destrucción física de Ur, sino de su
"abandono": Los dioses que vivieron allí, lo
abandonaron, la gente que la habito desapareció, los
templos, las casas, los establos estaban intactos, en pie, pero
vacios.

Una tormenta, el Viento Maligno, recorrió los
cielos.

La radiación se difundio en dirección
oeste, con los vientos predominantes del Mediterráneo;
poco después, los augurios que predecían el fin de
Sumer se hicieron realidad, todo Sumer se convirtió en la
postrera víctima nuclear de las bombas
detonadas.

La catástrofe que cayo a Sumer a finales del
sexto año de reinado de Ibbi-Sin se describe en varios
Textos de Lamentación (Largos poemas que lloran el
hundimiento de la majestuosa Ur y de los otros centros de la gran
civilización sumeria). Estas lamentaciones sumerias, nos
recuerdan el bíblico Libro de las Lamentaciones de
Jeremías, donde se llora la destrucción de
Jerusalén a manos de los babilonios, que llevaron a pensar
que las tradujeron de la catástrofe sumeria, y que era el
resultado de una invasión, en la cual se enfrentaron
tropas elamitas y amoritas.

Cuando hallaron las primeras tablillas de lamentaciones,
creyeron que sólo Ur sufrio la destrucción. Pero,
con el descubrimiento de más de estos textos, se
entendió que Ur no había sido la única
ciudad afectada, ni el punto central de la catástrofe. Las
lamentaciones, eran similares por el destino de Nippur, Uruk o
Eridú, además, algunos textos ofrecían
listas de las ciudades afectadas; el mal comenzaba por el
sudoeste y se extendía en dirección noreste,
abarcando todo el sur de Mesopotamia. Una catástrofe
general y repentina había caído sobre todas las
ciudades, no en lenta sucesión, como sucede en el caso de
una invasión, esta era simultánea, de una vez. Th.
Jacobsen (The Reign of Ibbi-Sin) concluyo que los
invasores bárbaros no habían tenido nada
que ver con tan estremecedora
catástrofe.

La desolación de la catástrofe es descrita
en versos como éste:

Llevando la desolación a las
ciudades,

[llevando] la desolación a las
casas;

llevando la desolación a los
corrales,

el vacío a los rediles;

ya no hay bueyes en los corrales de
Sumer,

las ovejas ya no holgan en sus
rediles;

sus ríos corren con aguas
amargas,

en sus campos de cultivo crecen las malas
hierbas,

en sus estepas crecen plantas que se
marchitan.

En ciudades y aldeas, la madre no cuida ya de sus
hijos, el padre no dice ya 'Oh, esposa mía'… los
pequeños ya no crecen con las rodillas fuertes, ni las
niñeras cantan sus nanas… la realeza se ha arrebatado de
la tierra
.

Evidentemente sobre sumeria, cayó una calamidad,
desconocida para el hombre, que nunca antes se había
visto, y que no se podía resistir.

La muerte no llego de manos del enemigo; era una muerte
invisible, que recorre la calle, que queda suelta en el
camino; se yergue junto a un hombre, y sin embargo nadie puede
verla; cuando entra en una casa, nadie se entera
. No
había defensa contra este mal que arrazo el país
como un fantasma.

La muralla más alta y los muros más
gruesos, son atravesados; no hay puerta ni cerrojo que impida el
paso; a través de la puerta, como una serpiente se
desliza; a través de las bisagras, como el viento entra,
como una inundación

Quienes se ocultaron tras las puertas, fueron muertos
dentro; los que se subieron a los tejados, murieron en los
tejados; los que huyeron a las calles, murieron en las calles: La
tos y la flema debilitaban el pecho, la boca se llenaba de saliva
y espuma. Se quedaban mudos y aturdidos, con una maligna
parálisis y un dolor de cabeza, sus espíritus
abandonaban sus cuerpos. La muerte era espantosa.

La gente, aterrorizada, difícilmente
podía respirar;

el Viento Maligno los atenazaba,

no les concedía otro
día…

Las bocas se anegaban en sangre,

las cabezas se revolcaban en
sangre…

El rostro palidecía con el Viento
Maligno.

Esta muerte invisible se originaba en una nube que
apareció en los cielos de Sumer y cubrió el
país como con un manto extendido sobre él.
Cubría al sol con tonos marrones, durante el día,
por la noche, luminosa en sus bordes, tapaba la Luna. No era un
fenómeno natural. Era una gran tormenta enviada por
Anu… había llegado desde el corazón de
Enlil
. Era el producto de las siete terroríficas
armas.

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Las siete terroríficas
armas

Un estallido maligno anunciaba la siniestra
tormenta,

un estallido maligno era el precursor
,

de la siniestra tormenta;

poderosa descendencia,

hijos valientes eran los heraldos de la
peste.

Los dos hijos de Anu: Ninurta y Nergal, soltaron las
siete armas mortales creadas por Anu, arrasándo todo en el
lugar de la explosión. Las antiguas descripciones son tan
precisas como las descripciones modernas de los testigos de una
explosión atómica. Cuando las
terroríficas armas fueron lanzadas desde los
cielos, hubo un inmenso resplandor: esparcieron
impresionantes rayos hacia los cuatro puntos de la tierra,
abrasándolo todo como el fuego
, dice un texto; en
otro, una lamentación sobre Nippur, se recuerda la
tormenta, en el destello de un relámpago creada
.
Después, se elevó en el cielo un hongo
atómico, una nube densa que trae la oscuridad,
seguido de fuertes ráfagas de viento… una tempestad
que abrasa furiosamente los cielos
. Más tarde, los
vientos predominantes, soplando de oeste a este, se pusieron a
difundir el mal en Mesopotamia: las densas nubes que traen la
penumbra del cielo, que llevan la penumbra de ciudad en
ciudad
.

Los textos describen que el Viento Maligno, que llevaba
la nube de la muerte, fue generado por gigantescas explosiones en
un día para el recuerdo:

En aquel día

cuando el cielo fue aplastado

y la Tierra fue herida,

su faz asolada por el remolino,

cuando los cielos se oscurecieron

y cubrieron como con una sombra…

Nippur recuerda lamentos, como éste:

En aquel día, en aquel único
día; en aquella noche, en aquella única noche… la
tormenta, en un destello de relámpago creada, al pueblo de
Nippur dejó postrado.

El Lamento de Uruk describe la confusión
tanto entre los dioses como entre el pueblo.

Los grandes dioses empalidecieron ante su
inmensidad» cuando presenciaron los rayos gigantes de la
explosión alcanzar el cielo [y] la tierra temblar en su
centro.

Cuando el Viento Maligno inició a esparcirse por
las montañas como una red, los dioses de Sumer
emprendieron la huida de sus amadas ciudades. En el texto
conocido como Lamentación Sobre la Destrucción
de Ur
se hace una relación de todos los grandes
dioses y de algunos de sus más importantes hijos e hijas
que abandonaron al viento las ciudades y los grandes templos de
Sumer. El texto llamado Lamentación Sobre la
Destrucción de Sumer
y Ur añade
detalles dramáticos a esta huida precipitada:

Ninharsag lloraba con amargas lágrimas cuando
huyó de Isin; Nanshe gritaba, Oh, mi devastada ciudad,
cuando el lugar en donde moraba cayó en la desgracia.
Inanna salió apresuradamente de Uruk, navegando en
dirección a África en un barco sumergible,
lamentándose de haber dejado atrás sus joyas y
otras posesiones. En las lamentaciónes por Uruk,
Inanna/Ishtar lloraba la desolación de su ciudad y su
templo, debido al Viento Maligno que en un instante, en un abrir
y cerrar de ojos se había creado en el medio de las
montañas, y contra el cual no había defensa
alguna.

La confusión reinaba, tanto entre dioses como
entre hombres, por la inminente presencia del Viento Maligno.
El Lamento de Uruk, escrito años después,
las deidades que vivian en Uruk al ver que los leales ciudadanos
de Uruk cayeron presa del terror, hicieron sonar la alarma para
que la bandonen.

¡Levantaos!, llamaron a la gente en mitad de la
noche; huid, ¡ocultaos en la estepa!, les dijeron.
Inmediatamente, los dioses y las deidades huyeron por senderos
desconocidos.

Así, todos sus dioses evacuaron
Uruk;

se mantuvieron lejos de ella;

se ocultaron en las montañas,

escaparon a las distantes llanuras.

El pueblo de Uruk, abandonado al caos, sin
dirección ni ayuda, acostumbrados a las decisiones de los
dioses, fue presa del pánico, que se apoderó de la
muchedumbre en Uruk, su sentido común se
distorsionó. Entraron en los santuarios rompiéndo
todo, mientras se preguntaban: ¿Donde esta el
benévolo ojo de los dioses? ¿Quién provoco
todo este pesar y lamento? Sus preguntas no tuvieron respuesta;
y, cuando la Tormenta Maligna pasó, los cadáveres
del pueblo fue amontonado en pilas… el manto del silencio
cayó sobre Uruk.

Después que la tormenta de mal salio de la
ciudad, barriendo los campos, Enki entró en Eridú;
encontró una ciudad cubierta por el silencio… Sus
habitantes yacían amontonados. Los que se salvaron le
dirigieron un lamento: ¡Oh, Enki, lloraban, tu ciudad
ha sido maldecida, ha sido convertida en un territorio
extraño
!, y sollozaban preguntándo adonde ir y
qué hacer. Aunque el Viento Maligno había pasado,
el lugar era inseguro, y Enki se quedó fuera, como si se
tratara de una ciudad extraña.

Enki abandono Eridú y llevó a los que
habían salido de Eridú al desierto, hacia una
tierra hostil; allí, utilizó sus conocimientos
científicos para hacer comestible el árbol
desagradable.

Desde el extremo norte de la amplia extensión que
cubría el Viento Maligno, desde Babilonia, Marduk
preocupado le envió a su padre Enki un mensaje urgente,
ante la inminente llegada de la nube de la muerte a su
ciudad:

¿Qué debo hacer?, preguntaba. El consejo
de Enki, que más tarde Marduk transmitiría a sus
seguidores, fue que aquéllos que pudieran abandonar la
ciudad, lo hicieran, que fueran sólo hacia el norte;
similar consejo que le dieron los dos emisarios a Lot, a la gente
que huía de Babilonia se le aconsejó no volver ni
mirar atrás. También les dijo que no llevaran
consigo alimentos ni bebida, pues estos podrían haber sido
tocados por el fantasma. Si no era posible la huida, Enki
aconsejaba ocultarse bajo tierra: Métete en una
cámara bajo la tierra, en la oscuridad, hasta que el
Viento Maligno haya pasado.

Mientras partían, vieron la muerte y la
desolación. La gente, como fragmentos de cerámica,
llenaba las calles de la ciudad; en sus nobles puertas,
allí donde iban a pasear, había cadáveres
por todas partes; donde se celebraban las fiestas, yacían
esparcidos; en sus plazas, donde tenían lugar las
festividades de la tierra, la gente yacía amontonada. Los
muertos no eran enterrados: los cadáveres, como
manteca bajo el sol, se derretían por sí
mismos.

Ningal eleva su lamentación por Ur:

Oh, casa de Sin en Ur,

amarga es tu desolación…

¡Oh, Ningal, cuya tierra ha
perecido,

haz tu corazón como agua!

La ciudad se ha convertido en una ciudad
extraña,

¿cómo se puede existir
ahora?

La casa se ha convertido en casa de
lágrimas,

hace mi corazón como agua…

Ur y sus templos

han sido entregados al viento.

Todo el sur de Mesopotamia quedo postrado; el suelo y
las aguas envenenados por el Viento Maligno.

En las riberas del Tigris y el Eufrates, sólo
crecían plantas enfermizas. En los pantanos crecían
juncos enfermos que se pudrían en el hedor… En los
huertos y en los jardines no había brotes nuevos, y pronto
quedaron yermos… Los campos cultivados ya no se araban, ni se
plantaban semillas en el suelo, ni canciones resonaban en los
campos. En el campo, los animales también se afectaron. En
la estepa, quedó poco ganado grande y pequeño,
todas las criaturas vivas llegaron a su fin, los animales
domesticos, también, fueron aniquilados. Los rediles se
han entregado al viento… El ronroneo del giro de la mantequera
ya no resuena en el redil… Los corrales ya no dan manteca ni
queso… Ninurta ha dejado a Sumer sin leche.

La tormenta aplastó la tierra, lo barrió
todo; rugía como un gran viento sobre la tierra, nadie
podía escapar; asolando las ciudades, asolando las
casas… Nadie recorre las calzadas, nadie busca los caminos. La
desolación de Sumer era completa.

Las ciudades sumerias, una tras otra, fueron
"abandonadas", sin dioses, sin gente, sin animales.
¿Cuál era la causa? La respuesta al enigma ya lo
hemos descrito tal conforme los textos sumerios: Se lo
llevo el viento maligno
.

Un grupo internacional de siete científicos de
diferentes disciplinas publicaron un trabajo titulado "El
cambio climático y el derrumbamiento del imperio acadio:
evidencias desde el mar profundo
", en la revista
científica Geology, en su edición de Abril
2,000.

En esta investigación hicieron análisis
radiológicos y químicos de antiguas capas de polvo
de aquel periodo, tomadas en diversos emplazamientos de Oriente
Próximo, principalmente del fondo del golfo de
Omán. La conclusión fue, que un inusual cambo
climático en las regiones adyacentes al mar muerto,
levantó grandes tormentas de polvo, y este polvo (un
inusual "polvo mineral atmosférico") fue
transportado por los vientos predominantes hacia el sur de
Mesopotamia, y más alla, hasta el golfo Persico.
¡El mismo desarrollo del Viento Maligno de Sumer!
La datación por radiocarbono de la inusual
"precipitación de polvo" llevo a la
conclusión de que se debió a "un extraño
y dramático evento que tuvo lugar en torno a 4,025
años antes del presente
". Eso en otras palabras
significa 2,025 a.C.", ¡El mismo 2,024 a.C., que
había indicado Zecharia Sitchin!

Para Marduk, la llegada de la nueva era zodiacal, es el
error corregido, una profecía cumplida. Pero la
destrucción de las ciudades, que no eran parte de ninguna
profecía, lo considero, el precio pagado por su
encumbramiento. La desolación de Sumer, la huida de sus
dioses, la población diezmada, no fue su responsabilidad,
en todo caso, los responsables se castigaron por oponerse al
destino. La imprevista tormenta nuclear, el Viento Maligno, y su
rumbo parecían haber sido dirigido por una mano invisible
que venía a confirmar lo que los dioses proclamaban:
la era de Marduk, la era del Carnero ha
llegado.

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Ingreso al Templo de Karnak.

¿Había ganador en esta guerra de los
dioses?

Evidentemente si, gano Marduk, que se fue a Egipto para
escapar de los efectos del viento maligno, donde quedo
perennizado su presencia con el cambio de "Era", en el
Templo de Dendera donde la lista de las constelaciones zodiacales
empieza con Aries (Carnero), mientras que las de Sumer comienzan
con Taurus (Toro). También se perennizo con largas hileras
de esfinges con cabeza de carnero, que flanquean las avenidas
procesionales que se dirigen al templo de Karnak, cuya
construcción coincide con el ascenso de Ra/Marduk a la
supremacía. También lo llamaron Amon ("El
Invisible
") por su ausencia cuando eligió a Babilonia
en Mesopotamia que fuera su ciudad eterna.

Marduk se convertía en el
"Señor", tanto en el cielo como en la tierra. Su
destino en el cielo, era el más grande de todos los dioses
celestes, y en paralelo con esto, destinado a ser el más
grande de los dioses anunnaki en la tierra. El Patriarca Abraham
que lucho a órdenes de Enlil, hizo desaparecer la
adoración de todos los demás dioses de la familia
divina, encumbrando solo a Enlil o Yahveh. Este hecho lo
transformo en el progenitor ancestral del monoteísmo que
practican judíos, cristianos e islámicos, todos
ellos hijos de un mismo padre en su ideología religiosa,
pero a la vez, enemigos irreconciliables a través de la
historia de la humanidad, que ha costado millones de vidas por
reclamarse cada cual como la "verdadera y única
religión
".

¿Pero que paso con Sumer? Siete años
después de que el Viento Maligno asolara Sumer, la vida
recomenzó de nuevo en la tierra. Sumer era un país
ocupado, por tropas elamitas en el sur y soldados gutios en el
norte.

Isin, que nunca había sido capital, fue elegida
centro administrativo temporal, y se llevó a un antiguo
gobernador de Mari para que dirigiera el país. En los
documentos de la época se registra la queja de que a uno
que no es de simiente sumeria se le hubieran dado las riendas de
Sumer.

Por su nombre semita Ishbi-Erra, era un seguidor de
Nergal, y su designación debió formar parte del
acuerdo entre Nergal y Ninurta.

Los historiadores denominan a las décadas
siguientes del hundimiento de Ur, como la Edad Oscura de la
historia de Mesopotamia. Poco se sabe de aquel tiempo
difícil. Ishbi-Erra, mejoro la seguridad y restauro por
aquí y por allí, intentando solidificar su
autoridad secular, despidió la guarnición
extranjera que controlaba Ur y, extendió su reinado hasta
ella, se proclamó sucesor de los reyes de Ur; pero
sólo unas cuantas ciudades rehabitadas, reconocieron su
autoridad; un poderoso jefe local de Larsa lo reto, desconociendo
su autoridad.

Ishbi-Erra intentó agregar a su poder, la
autoridad religiosa central, asumiendo la custodia de Nippur.
Levanto los emblemas sagrados de Enlil y Ninurta. Solo Ninurta le
dió permiso para esta acción, y los grandes dioses
de Nippur siguieron mostrándose fríos y distantes.
Busco otros apoyos, Ishbi-Erra nombró a un grupo de
sacerdotes y sacerdotisas para restaurar el culto a Nannar,
Ningal e Inanna. Pero, los corazones de los súbditos
estaban en otra parte.

Los numerosos textos Shurpu
(Purificación) encontrados, dicen que Enki y Marduk,
utilizando el conocimiento científico de Enki (sus poderes
mágicos, a los ojos del pueblo), curaron a los afectados,
purificaron las aguas e hicieron que el suelo diera una
vegetación comestible de nuevo.

En el medio siglo que siguió, que abarca el
reinado de dos sucesores de Ishbi-Erra en Isin, la normalidad
volvió al país, poco a poco; la agricultura y la
industria se recobraron, y el comercio interno y externo se
reanudó.

Cuando pasaron setenta años, el mismo intervalo
que se aplicaría después al profanado templo de
Jerusalén, no se reconstruyó el templo de Nippur,
ello lo hizo el tercer sucesor en el trono de Isin:
Ishme-Dagan.

En un extenso poema de doce estrofas dedicado a Nippur,
Ishme-Dagan dice que la divina pareja respondió a sus
súplicas para restaurar la ciudad y su gran templo, para
que el enladrillado de Nippur sea restaurado y las tablillas
divinas vuelvan a Nippur.

Hubo gran júbilo en el país cuando se
volvió a consagrar el gran templo a Enlil y Ninlil, en el
año 1,953 a.C.; y fue entonces cuando se declaro
oficialmente habitables de nuevo las ciudades de Sumer y
Acad.

El retorno oficial a la normalidad sólo
sirvió para reanudar las viejas rivalidades entre los
dioses. El sucesor de Ishme-Dagan llevó un nombre que
indicaba su fidelidad a Ishtar. Ninurta dio rápido fin a
eso, y el siguiente soberano de Isin, el último en llevar
un nombre sumerio, sería uno de sus seguidores. Pero las
pretensiones de Ninurta sobre el restaurado país no se
podía sostener: Después de todo, él
había provocado, aunque fuera de forma indirecta, la
destrucción de Sumer. Se buscó a Sin para que
reafirmara su autoridad; pero los días de su
supremacía y de la de Ur habían pasado.

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Marduk en la Estela del Código de
Hammurabi

Y así, por la autoridad con la que estaban
investidos, Anu y Enlil aceptaron por fin la reivindicacion de la
supremacía de Marduk en Babilonia. Para conmemorar aquella
decisión en el preámbulo de su código legal,
el rey babilonio Hammurabi dice:

El noble Anu, señor de los

dioses que del Cielo vinieron a la
Tierra,

y Enlil, señor del Cielo y la
Tierra

que determina los destinos del
país,

determinaron a Marduk, el primogénito de
Enki,

las funciones de Enlil sobre toda la
humanidad;

le hicieron grande entre los dioses que vigilan y
ven,

dieron el nombre de Babilonia para que fuera
exaltada,

la hicieron suprema en el mundo;

y establecieron para Marduk, en su
centro,

una realeza imperecedera.

Babilonia, y después Asiria, crecieron en
grandeza. Desaparecio Sumer; pero en una tierra distante, Enlil,
el testigo de su legado, pasó de las manos de Abraham e
Isaac su hijo, a las de Jacob, aquél al que se le
llamaría Isra-El.

Guerreros como Abraham que pelearon "en nombre de
dios
", tuvieron que continuar con sus vidas y muchos ya no
estaban convencidos con sus dioses, que los abandonado, cuando el
Viento Maligno llego, "su prioridad era sobrevivir" a
cualquier costo y tubo que pasar más de un siglo para que
Babilonia (La Ciudad) emergiera en el escenario de la historia
como la primera dinastía, como Babilonia (El Estado), cuyo
Dios Marduk tutelaba su desarrollo con presencia intermitente
entre Babilonia y Egipto.

Abraham tuvo un primer hijo, con una esclava egipcia de
nombre Agar, antes que naciera Isaac, Yahveh le prometió
ser una gran nación a este hijo llamado Ismael.

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Agar e Ismael

Enlil /Yahveh cumplió con Abraham y le dio un
hijo con Sara contra toda lógica, puesto que ambos ya eran
ancianos.

Génesis 21

5 Y era Abraham de cien años cuando
nació Isaac su hijo. 

6 Entonces dijo Sara: Dios me ha hecho reir, y
cualquiera que lo oyere, se reirá
conmigo. 

7 Y añadió: ¿Quién
dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos?
Pues le he dado un hijo en su vejez

8 Y creció el niño, y fue destetado; e
hizo Abraham gran banquete el día que fue destetado
Isaac. 

9 Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual
ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de
su hijo Isaac. 

10 Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a
su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac
mi hijo. 

11 Este dicho pareció grave en gran manera a
Abraham a causa de su hijo. 

12 Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave
a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere
Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada
descendencia.

13 Y también del hijo de la sierva
haré una nación, porque es tu
descendiente. 

14 Entonces Abraham se levantó muy de
mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a
Agar, poniéndolo sobre su hombro, y le entregó el
muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo
errante por el desierto de Beerseba. 

15 Y le faltó el agua del odre, y echó
al muchacho debajo de un arbusto, 

16 y se fue y se sentó enfrente, a distancia
de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el
muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el
muchacho alzó su voz y lloró.

17 Y oyó Dios la voz del muchacho; y el
ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le
dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha
oído la voz del muchacho en donde
está. 

18 Levántate, alza al muchacho, y sostenlo
con tu mano, porque yo haré de él una gran
nación. 

19 Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una
fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de
beber al muchacho. 

20 Y Dios estaba con el muchacho; y creció, y
habitó en el desierto, y fue tirador de
arco. 

21 Y habitó en el desierto de Parán; y
su madre le tomó mujer de la tierra de
Egipto. 

22 Aconteció en aquel mismo tiempo que
habló Abimelec, y Ficol príncipe de su
ejército, a Abraham, diciendo: Dios está contigo en
todo cuanto haces. 

23 Ahora, pues, júrame aquí por Dios,
que no faltarás a mí, ni a mi hijo ni a mi nieto,
sino que conforme a la bondad que yo hice contigo, harás
tú conmigo, y con la tierra en donde has
morado. 

24 Y respondió Abraham: Yo
juraré. 

25 Y Abraham reconvino a Abimelec a causa de un pozo
de agua, que los siervos de Abimelec le habían
quitado. 

26 Y respondió Abimelec: No sé
quién haya hecho esto, ni tampoco tú me lo hiciste
saber, ni yo lo he oído hasta hoy. 

27 Y tomó Abraham ovejas y vacas, y dio a
Abimelec; e hicieron ambos pacto. 

28 Entonces puso Abraham siete corderas del
rebaño aparte. 

29 Y dijo Abimelec a Abraham: ¿Qué
significan esas siete corderas que has puesto
aparte? 

30 Y él respondió: Que estas siete
corderas tomarás de mi mano, para que me sirvan de
testimonio de que yo cavé este pozo. 

31 Por esto llamó a aquel lugar Beerseba;
porque allí juraron ambos. 

32 Así hicieron pacto en Beerseba; y se
levantó Abimelec, y Ficol príncipe de su
ejército, y volvieron a tierra de los
filisteos. 

33 Y plantó Abraham un árbol tamarisco
en Beerseba, e invocó allí el nombre de
Jehová Dios eterno. 

34 Y moró Abraham en tierra de los filisteos
muchos días.

Pero su Dios le pidió a Abraham nuevamente otra
prueba de fe:

Génesis 22.

1 Aconteció después de estas cosas,
que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él
respondió: Heme aquí. 

2 Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único,
Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo
allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te
diré. 

3 Y Abraham se levantó muy de mañana,
y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos
suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el
holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le
dijo. 

4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos,
y vio el lugar de lejos. 

5 Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad
aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta
allí y adoraremos, y volveremos a
vosotros. 

6 Y tomó Abraham la leña del
holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él
tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos
juntos. 

7 Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y
dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme
aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y
la leña; mas ¿dónde está el cordero
para el holocausto? 

8 Y respondió Abraham: Dios se
proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E
iban juntos. 

9 Y cuando llegaron al lugar que Dios le
había dicho, edificó allí Abraham un altar,
y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso
en el altar sobre la leña. 

10 Y extendió Abraham su mano y tomó
el cuchillo para degollar a su hijo. 

11 Entonces el ángel de Jehová le dio
voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él
respondió: Heme aquí. 

12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho,
ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto
no me rehusaste tu hijo, tu único. 

13 Entonces alzó Abraham sus ojos y
miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado
en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el
carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su
hijo. 

14 Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar,
Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte
de Jehová será provisto. 

15 Y llamó el ángel de Jehová a
Abraham por segunda vez desde el cielo, 

16 y dijo: Por mí mismo he jurado, dice
Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has
rehusado tu hijo, tu único hijo; 

17 de cierto te bendeciré, y
multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo
y como la arena que está a la orilla del mar; y tu
descendencia poseerá las puertas de sus
enemigos. 

18 En tu simiente serán benditas todas las
naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi
voz. 

19 Y volvió Abraham a sus siervos, y se
levantaron y se fueron juntos a Beerseba; y habitó Abraham
en Beerseba. 

Sara vivió 127 años y cuando murió,
Abraham la enterró en Makpela en Canaán, Isaac
heredo de Abraham todo, pero las tierras de sumeria y alrededores
estaban estériles y las aguas contaminadas.

Génesis 26.

1 Después hubo hambre en la tierra,
además de la primera hambre que hubo en los días de
Abraham; y se fue Isaac a Abimelec rey de los filisteos, en
Gerar. 

2 Y se le apareció Jehová, y le dijo:
No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te
diré. 

3 Habita como forastero en esta tierra, y
estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu
descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré
el juramento que hice a Abraham tu padre. 

4 Multiplicaré tu descendencia como las
estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas
tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas
en tu simiente, 

5 por cuanto oyó Abraham mi voz, y
guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis
leyes.

6 Habitó, pues, Isaac en
Gerar. 

Enlil o Yahveh protegía a su fiel servidor
Abraham y a su hijo Isaac, por esta razón no
permitió que desciendan a Egipto donde reinaba Marduk y
les dijo que habiten en Gerar.

Realmente la vida de Abraham fue muy apasionante y
polémica, cuyos ecos hasta hoy genera controversia y odios
enconados entre los fieles de las religiones monoteístas
que instauro.

Los descendientes
del patriarca Abraham

Abraham es referido como el arranque o fuente de la
religión del Antiguo Testamento cristiano, porque desde
los días de Abraham, los hombres se acostumbraron a hablar
de Dios como el Dios de Abraham, y no encontramos
referirse en la misma forma antes de él. Antes que Abram
el sumerio salga de Ur, no existía el pueblo de Israel,
tampoco la biblia.

Abraham es así el inicio de la religión de
los hijos de Israel por su cercana relación con Yahveh, a
causa de su fidelidad, fe y obediencia. Y Yahveh, le
prometió hacer de su descendencia grande.

La fe en su Dios fue demostrada cuando dejó
Sumeria y viajó con su familia al país desconocido
de Canaán. Fue nuevamente probada, cuando estuvo dispuesto
a sacrificar a su hijo Isaac, en obediencia al mandato de su
Dios.

Es a esta y otras promesas hechas tan a menudo por Dios
a Israel, que los escritores del Antiguo Testamento se refieren
una y otra vez en confirmación de sus privilegios como el
pueblo escogido.

Estas promesas, que se registra haber sido hechas no
menos de ocho veces, son que Dios dará la tierra de
Canaán a Abraham y su descendencia (Génesis 12: 7);
que su descendencia se acrecentará y multiplicará
como las estrellas del cielo; que él mismo será
bendito y que en él "serán benditas todas las
naciones de la tierra
" (Génesis 12:3).

Para el cristiano la importancia de Abraham es tal, que
el árbol genealógico de Jesus es rastreado por San
Mateo hasta Abraham. Aunque en la genealogía de
Jesús, según San Lucas, él es
señalado como descendiente según la carne no solo
de Abraham, Noé y de Adán. No obstante, San Lucas
resalta la importancia de los frutos del linaje de Abraham,
atribuyéndole todas las bendiciones de Dios sobre Israel
por las promesas hechas a Abraham.

Sin embargo quienes no comparten esta
interpretación de la biblia, manifiestan que los
Judíos no deben imaginarse que tienen derecho a poner su
confianza en el hecho de su descendencia carnal de Abraham, sin
nada más, para ser considerados el pueblo de dios o hijos
de dios, ya que no es a la descendencia carnal de Abraham lo que
le atribuye importancia; más bien, es a la práctica
de las virtudes atribuidas a Abraham en el
Génesis.

Así en Juan 8:39, los judíos, a
quienes Nuestro Señor estaba hablando,
alardean:

39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es
Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las
obras de Abraham haríais. 

San Pablo, también muestra que él es hijo
de Abraham y se vanagloria en ese hecho en 2da. A los
Corintios 11:22
, cuando exclama:

22 ¿Son hebreos? Yo también.
¿Son israelitas? Yo también. ¿Son
descendientes de Abraham? También yo

Y siguiendo la enseñanza de Jesucristo, San Pablo
no atribuye demasiada importancia a la descendencia carnal de
Abraham; pues él dice

Gálatas 3.

29 Y si vosotros sois de Cristo,
ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa.

Nuevamente en Romanos dice:

Romanos 9.

5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales,
según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas
las cosas, bendito por los siglos.
Amén. 

6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no
todos los que descienden de Israel son
israelitas, 

7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos
hijos; sino: En Isaac te será llamada
descendencia.

8 Esto es: No los que son hijos según la
carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos
según la promesa son contados como
descendientes. 

9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este
tiempo vendré, y Sara tendrá un
hijo.

10 Y no sólo esto, sino también cuando
Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro
padre. 

De manera tal que los cristianos marcan una línea
divisoria entre los hijos de Abraham. No olvidemos que su hijo
mayor, Ismael que nació de Agar la sirvienta egipcia, se
circuncido junto a su padre Abraham en el pacto con su dios y el
segundo fue Isaac que nació de Sara y que se salvo, de ser
sacrificado a petición de su dios. De estos hijos los
cristianos solo reconocen como el pueblo de dios a los
descendientes de Isaac, y con ello se incendió la pradera
en una guerra que ha cobrado miles de vidas entre los
descendientes de Abraham el Patriarca que instauro el
monoteísmo, el guerrero que participo en la Guerra de los
Dioses conforme a las tablillas sumerias, junto a su dios Yahve
(Enlil), quién recompenso su adhesión y fe,
bendiciendo su descendencia. "Abraham creyó en el
Señor, y el Señor lo tuvo en cuenta en su
bendición
".

Abraham luego de la muerte de su esposa Sara tomo otra
mujer, cuyo nombre era Cetura, que también le dio hijos.
Pero Abraham dio cuanto tenía a su hijo Isaac.

Génesis 25.

1 Abraham tomó otra mujer, cuyo nombre era
Cetura, 

2 la cual le dio a luz a Zimram, Jocsán,
Medán, Madián, Isbac y
Súa. 

3 Y Jocsán engendró a Seba y a
Dedán; e hijos de Dedán fueron Asurim, Letusim y
Leumim.

4 E hijos de Madián: Efa, Efer, Hanoc, Abida
y Elda. Todos estos fueron hijos de Cetura. 

5 Y Abraham dio todo cuanto tenía a
Isaac. 

6 Pero a los hijos de sus concubinas dio Abraham
dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras
él vivía, hacia el oriente, a la tierra
oriental. 

7 Y estos fueron los días que vivió
Abraham: ciento setenta y cinco
años. 

8 Y exhaló el espíritu, y murió
Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue
unido a su pueblo. 

9 Y lo sepultaron Isaac e Ismael sus hijos en la
cueva de Macpela, en la heredad de Efrón hijo de Zohar
heteo, que está enfrente de Mamre, 

10 heredad que compró Abraham de los hijos de
Het; allí fue sepultado Abraham, y Sara su
mujer. 

11 Y sucedió, después de muerto
Abraham, que Dios bendijo a Isaac su hijo; y habitó Isaac
junto al pozo del Viviente-que-me- ve. 

12 Estos son los descendientes de Ismael hijo de
Abraham, a quien le dio a luz Agar egipcia, sierva de
Sara; 

13 estos, pues, son los nombres de los hijos de
Ismael, nombrados en el orden de su nacimiento: El
primogénito de Ismael, Nebaiot; luego Cedar, Adbeel,
Mibsam, 

14 Misma, Duma, Massa, 

15 Hadar, Tema, Jetur, Nafis y
Cedema. 

16 Estos son los hijos de Ismael, y estos sus
nombres, por sus villas y por sus campamentos; doce
príncipes por sus familias. 

17 Y estos fueron los años de la vida de
Ismael, ciento treinta y siete años; y exhaló el
espíritu Ismael, y murió, y fue unido a su
pueblo. 

18 Y habitaron desde Havila hasta Shur, que
está enfrente de Egipto viniendo a Asiria; y murió
en presencia de todos sus hermanos. 

19 Estos son los descendientes de Isaac hijo de
Abraham: Abraham engendró a Isaac, 

20 y era Isaac de cuarenta años cuando
tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel arameo de
Padan-aram, hermana de Labán arameo. 

21 Y oró Isaac a Jehová por su mujer,
que era estéril; y lo aceptó Jehová, y
concibió Rebeca su mujer. 

22 Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si
es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar
a Jehová; 

23 y le respondió Jehová: Dos
naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán
divididos desde tus entrañas; El un pueblo será
más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor
servirá al menor. 

24 Cuando se cumplieron sus días para dar a
luz, he aquí había gemelos en su
vientre.

25 Y salió el primero rubio, y era todo
velludo como una pelliza; y llamaron su nombre
Esaú. 

26 Después salió su hermano, trabada
su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su
nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando
ella los dio a luz. 

27 Y crecieron los niños, y Esaú fue
diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón
quieto, que habitaba en tiendas. 

28 Y amó Isaac a Esaú, porque
comía de su caza; mas Rebeca amaba a
Jacob. 

29 Y guisó Jacob un potaje; y volviendo
Esaú del campo, cansado, 

30 dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese
guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su
nombre Edom. 

31 Y Jacob respondió: Véndeme en este
día tu primogenitura. 

32 Entonces dijo Esaú: He aquí yo me
voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la
primogenitura? 

33 Y dijo Jacob: Júramelo en este día.
Y él le juró, y vendió a Jacob su
primogenitura. 

34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y del
guisado de las lentejas; y él comió y bebió,
y se levantó y se fue. Así menospreció
Esaú la primogenitura.

Por la fe de Abraham, su Dios todopoderoso selló
una alianza con el género humano, dicen sus seguidores, y
Jesucristo es el cumplimiento de esa alianza dicen los
cristianos. El Hijo unigénito del Padre, de su misma
naturaleza, se hizo hombre para introducirnos, mediante la
humillación de la cruz y la gloria de la
resurrección, en la tierra de salvación que Dios,
rico en misericordia, prometió a la humanidad desde el
inicio.

Y consideran a María como el modelo del pueblo
redimido, en camino hacia el cumplimiento de esta promesa
universal, porque María es, la que creyó que se
cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del
Señor,

Lucas 1.

31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y
darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS.

32 Este será grande, y será llamado
Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará
el trono de David su padre; 

33 y reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y su reino no tendrá fin.

María, hija de Abraham por la fe, además
de serlo por la carne, compartió personalmente su
experiencia.

Ella, como Abraham, aceptó la inmolación
de su Hijo, pero a Abraham no se le pidió el sacrificio
efectivo de Isaac, mientras que Cristo bebió el
cáliz del sufrimiento hasta la última gota y
murió en la cruz. Y María participó
personalmente en la prueba de su Hijo, creyendo y esperando de
pie junto a la cruz. Era el epílogo de una larga
espera.

Las tablillas de arcilla sumerias y acadias, las
bibliotecas de los templos babilónicos y asirios, los
"mitos" sumerios, egipcios, hititas y cananeos, y las
narraciones bíblicas forman el cuerpo principal de la
memoria escrita de los asuntos de dioses y hombres. Y por primera
vez en la historia, este material disperso y fragmentado ha sido
reunido y utilizado, de la mano de estudiosos y eruditos, para
recrear el relato presencial de Enki, los recuerdos
autobiográficos y las penetrantes profecías de un
dios extraterrestre.

Presentado como un texto que hubiera dictado Enki a un
escriba escogido, un Libro Testimonial para ser desvelado en el
momento apropiado, trae a la mente las instrucciones de Yahveh al
profeta Isaías (Siglo VII a.C):

Isaias 30.

8 Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en
una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para
que quede hasta el día postrero, eternamente y para
siempre. 

9 Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos,
hijos que no quisieron oír la ley de
Jehová; 

10 que dicen a los videntes: No veáis; y a
los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas
halagüeñas, profetizad
mentiras; 

11 dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de
nuestra presencia al Santo de Israel. 

12 Por tanto, el Santo de Israel dice así:
Porque desechasteis esta palabra, y confiasteis en violencia y en
iniquidad, y en ello os habéis
apoyado; 

13 por tanto, os será este pecado como grieta
que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada,
cuya caída viene súbita y
repentinamente. 

14 Y se quebrará como se quiebra un vaso de
alfarero, que sin misericordia lo hacen pedazos; tanto, que entre
los pedazos no se halla tiesto para traer fuego del hogar, o para
sacar agua del pozo. 

Al tratar el pasado, Enki percibió el futuro. La
idea de que los Anunnaki, ejercitando el libre albedrio, eran
señores de su suerte -así como de la suerte de la
humanidad-, que desembocó, en última instancia, en
la constatación de que se trataba del destino, que
después de todo lo dicho y hecho, determinaba el curso de
los acontecimientos; y, por tanto, como dicen los profetas
hebreos, lo Primero será lo Último.

El registro de los acontecimientos dictado por Enki se
convierte, así Pues, en el fundamento de la
Profecía, y el Pasado se convierte en Futuro.

En las Atestaciones del escriba Endubsar se narra lo
siguiente:

Palabras de Endubsar, escriba maestro, hijo de la
ciudad de Eridú, sirviente del señor Enki, el gran
dios.

En el séptimo año después de la
Gran Calamidad, en el segundo mes, en el decimoséptimo
día, fui citado por mi maestro el Señor Enki, el
gran dios, benévolo creador de la Humanidad, omnipotente y
misericordioso.

Yo estaba entre los supervivientes de Eridú
que habían escapado a la árida estepa cuando el
Viento Maligno se estaba acercando a la ciudad.

Y vagué por el desierto, buscando ramas secas
para hacer fuego. Y miré hacia arriba y he aquí que
un Torbellino llegó desde el sur. Tenía un
resplandor rojizo, y no hacía sonido alguno. Y cuando
tocó el suelo, salieron de su vientre cuatro largos pies y
el resplandor desapareció. Y me arrojé al suelo y
me postré, pues sabía que era una visión
divina.

Y cuando levanté mis ojos, había dos
emisarios divinos cerca de mí.

Y tenían rostros de hombres, y sus vestidos
brillaban como metal bruñido. Y me llamaron por mi nombre
y me hablaron, diciendo: Has sido citado por el gran dios, el
señor Enki. No temas, pues has sido bendecido. Y estamos
aquí para llevarte a lo alto, y llevarte hasta su retiro
en la Tierra de Magan, en la isla en medio del Río de
Magan, donde están las compuertas.

Y mientras hablaban, el Torbellino se elevó
como un carro de fuego y se fue. Y me tomaron de las manos, cada
uno de ellos de una mano. Y me elevaron y me llevaron velozmente
entre la Tierra y los cielos, igual que se remonta el
águila. Y pude ver la tierra y las aguas, y las llanuras y
las montañas. Y me dejaron en la isla, ante la puerta de
la morada del gran dios. Y en el momento en que me soltaron de
las manos, un resplandor como nunca había visto me
envolvió y me abrumó, y caí al suelo como si
hubiera quedado vacío del espíritu de
vida.

Mis sentidos vitales volvieron a mí, como si
despertara del más profundo de los sueños, por el
sonido de mi nombre al llamarme. Estaba en una especie de
recinto. Estaba oscuro, pero también había un aura.
Entonces, la más profunda de las voces pronunció mi
nombre otra vez.

Y, aunque pude escucharla, no hubiera sabido decir
de dónde venía la voz, ni pude ver quién era
el que hablaba. Y dije, aquí estoy.

Entonces, la voz me dijo: Endubsar, descendiente de
Adapa, te he escogido para que seas mi escriba, para que pongas
por escrito mis palabras en las tablillas.

Y de pronto apareció un resplandor en una
parte del recinto. Y vi un lugar dispuesto como el lugar de
trabajo de un escriba: una mesa de escriba y un taburete de
escriba, y había piedras finamente labradas sobre la mesa.
Pero no vi tablillas de arcilla ni recipientes de arcilla
húmeda. Y sobre la mesa sólo había un
estilo, y éste relucía en el resplandor como no lo
hubiera podido hacer ningún estilo de
caña.

Y la voz volvió a hablar, diciendo: Endubsar,
hijo de la ciudad de Eridú, mi fiel sirviente. Soy tu
señor Enki. Te he convocado para que escribas mis
palabras, pues estoy muy turbado por la Gran Calamidad que ha
caído sobre la Humanidad. Es mi deseo registrar el
verdadero curso de los acontecimientos, para que tanto dioses
como hombres sepan que mis manos están limpias. Desde el
Gran Diluvio, no había caído una calamidad tal
sobre la Tierra, los dioses y los terrestres. Pero el Gran
Diluvio estaba destinado a suceder, no así la gran
calamidad. Ésta, hace siete años, no tenía
que haber ocurrido. Se podía haber evitado, y yo, Enki,
hice todo lo que pude por impedirla; pero, ¡ay!,
fracasé. ¿Y fue hado o fue destino? El futuro
juzgará, pues al final de los días un Día
del Juicio habrá. En ese día, la Tierra
temblará y los ríos cambiarán su curso, y
habrá oscuridad al mediodía y un fuego en los
cielos por la noche, será el día del regreso del
dios celestial. Y habrá quien sobreviva y quien perezca,
quien sea recompensado y quien sea castigado, dioses y hombres
por igual, en ese día se descubrirá; pues lo que
venga a suceder, por lo que ha sucedido será determinado;
y lo que estaba destinado, en un ciclo será repetido, y lo
que fue fruto del hado y ocurrió sólo por la
voluntad del corazón, para bien o para mal vendrá a
ser juzgado.

La voz cayó en el silencio; después,
el gran señor habló de nuevo, diciendo: Es por esta
razón que contaré el relato veraz de los Principios
y de los Tiempos Previos y de los Tiempos de Antaño; pues,
en el pasado, el futuro se halla oculto. Durante cuarenta
días y cuarenta noches, yo hablaré y tú
escribirás; cuarenta será la cuenta de los
días y las noches de tu trabajo aquí, pues cuarenta
es mi número sagrado entre los dioses. Durante cuarenta
días y cuarenta noches, no comerás ni
beberás; sólo esta onza de pan y agua
tomarás, y te mantendrá durante todo tu
trabajo.

Y la voz se detuvo, y de pronto apareció un
resplandor en otra parte del recinto. Y vi una mesa y, sobre
ella, un plato y una copa. Y me levan te para ir allí, y
había pan en el plato y agua en la copa.

Y la voz del gran señor Enki habló de
nuevo, diciendo: Endubsar, come el pan y bebe el agua, y te
mantendrás durante cuarenta días y cuarenta noches.
E hice como me indicó. Y después, la voz me
indicó que me sentara ante la mesa de escriba, y el
resplandor se intensificó allí. No pude ver ninguna
puerta ni abertura donde me encontraba, sin embargo el resplandor
era tan fuerte como el del sol del
mediodía.

Y la voz dijo: Endubsar el escriba,
¿qué ves?

Y miré y vi el resplandor que iluminaba la
mesa, las piedras y el estilo, y dije: Veo unas tablillas de
piedra, y su tono es de un azul tan puro como el cielo. Y veo un
estilo como nunca antes había visto, su cuerpo no parece
de caña, y su punta tiene la forma de una garra de
águila.

Y la voz dijo: Son éstas las tablillas sobre
las cuales inscribirás mis palabras. Por expreso deseo
mío, se han tallado del más fino
lapislázuli, cada una de ellas con dos caras lisas. Y el
estilo que ves es la obra de un dios, el cuerpo está hecho
de electro y la punta de cristal divino. Se adaptará
firmemente a tu mano, y te será tan fácil grabar
con él como marcar sobre arcilla húmeda. En dos
columnas inscribirás la cara frontal, en dos columnas
inscribirás el dorso de cada tablilla de
piedra.

¡No te desvíes de mis palabras y mis
declaraciones!

Y hubo una pausa, y yo toqué una de las
piedras, y sentí su superficie como una piel lisa, suave
al tacto. Y tomé el estilo sagrado, y lo sentí como
una pluma en mi mano.

Y, después, el gran dios Enki comenzó
a hablar, y yo empecé a escribir sus palabras, exactamente
como las decía. A veces, su voz era fuerte; a veces, casi
un susurro. A veces, había gozo u orgullo en su voz; a
veces, dolor o angustia. Y cuando una tablilla quedaba inscrita
en todas sus caras, tomaba otra para continuar.

Y cuando fueron dichas las últimas palabras,
el gran dios se detuvo, y pude escuchar un gran suspiro. Y dijo:
Endubsar, mi sirviente, durante cuarenta días y cuarenta
noches has anotado fielmente mis palabras. Tu trabajo aquí
ha terminado. Ahora, toma otra tablilla, y en ella
escribirás tu propia atestación; y al final de
ella, como testigo, márcala con tu sello; y toma la
tablilla y ponla junto con las otras en el cofre divino; pues, en
el momento designado, los escogidos vendrán hasta
aquí y encontrarán el cofre y las tablillas, y
sabrán todo lo que yo te he dictado a ti; y que el relato
veraz de los Principios, los Tiempos Previos, los Tiempos de
Antaño y la Gran Calamidad será conocido en lo
sucesivo como Las Palabras del Señor Enki. Y habrá
un Libro de Testimonios del pasado, y un Libro de dicciones del
futuro, pues el futuro en el pasado se halla, y lo primero
también será lo último.

Y hubo una pausa, y tomé las tablillas y las
puse una a una en el orden correcto dentro del cofre. Y el cofre
estaba hecho de madera de acacia con incrustaciones de oro en el
exterior.

Y la voz de mi señor dijo: Ahora, cierra la
tapa del cofre y fija el cierre. E hice como se me
indicó.

Y hubo otra pausa, y mi señor Enki dijo: Y en
cuanto a ti, Endubsar, con un gran dios has hablado y, aunque no
me has visto, en mi presencia has estado. Por tanto, estás
bendecido, y serás mi portavoz ante el pueblo. Los
amonestarás para que sean justos, pues en ello estriba una
buena y larga vida. Y los confortarás, pues en el plazo de
setenta años se reconstruirán las ciudades y las
cosechas volverán a crecer. Habrá paz, pero
también habrá guerras. Nuevas naciones se
harán poderosas, reinos se elevarán y
caerán. Los dioses de antaño se apartarán, y
nuevos dioses decretarán los hados. Pero al final de los
días prevalecerá el destino, y ese futuro se
predice en mis palabras acerca del pasado. De todo ello,
Endubsar, a la gente le hablarás.

Y hubo una pausa y un silencio. Y yo, Endubsar, me
postré en el suelo y dije: Pero, ¿cómo
sabré qué decir?

Y la voz del señor Enki dijo: Habrá
señales en los cielos, y las palabras que tengas que
pronunciar vendrán a ti en sueños y en visiones. Y,
después de ti, habrá otros profetas escogidos. Y al
final, habrá una Nueva Tierra y un Nuevo Cielo, y ya no
habrá más necesidad de profetas.

Y, entonces, se hizo el silencio, y las auras se
extinguieron, y el espíritu me dejó. Y cuando
recobré los sentidos, estaba en los campos de los
alrededores de Eridú.

Sello de Endubsar, escriba maestro

La historia
narrada por las Tablillas: la guerra de los dioses y
Abraham

Los teólogos reconocen a regañadientes en
la actualidad, que los relatos bíblicos sobre Adán
y Eva, el Jardín del Edén, el Diluvio o de la Torre
de Babel se basaron en textos escritos milenios antes en
Mesopotamia, en especial por los escritos en sumeria. Y
éstos, afirman con claridad que obtuvieron el conocimiento
de lo acontecido en el pasado, de una época anterior al
comienzo de las civilizaciones, incluso anterior al nacimiento de
la humanidad: de los escritos de los Anunnaki (Aquellos Que
del Cielo a la Tierra Vinieron
), los "dioses" de la
antigüedad.

Luego de siglo y medio de descubrimientos
arqueológicos, en las ruinas de las civilizaciones de
Oriente Próximo, se descubrió gran número de
tablillas, que revelan la existencia de numerosos libros
perdidos. Estos estan mencionados en las tablillas descubiertas,
o se infieren a partir de ellos, o se conoce de su existencia por
haber sido catalogado en las bibliotecas reales y en la de los
templos.

Parte de los "secretos de los dioses" son
revelados en los relatos épicos, como la Epopeya de
Gilgamesh, que narra el debate entre los dioses, para tomar la
decisión de eliminar la humanidad con el Diluvio. El texto
titulado Atra Hasis, recuerda el motín de los Anunnaki que
trabajaban en las minas de oro, que motivo una propuesta: la
creación de los Trabajadores Primitivos, los humanos cuyo
destino sería servir a los dioses. Las composiciones,
dictadas a un escriba, titulado La Epopeya de Erra, en el que uno
de los dos dioses, desencadena la catástrofe nuclear e
intenta inculpar a su adversario. En otras escribe el mismo dios,
como ocurre con el Libro de los Secretos de Thot (el dios egipcio
del conocimiento), que oculto en una cámara
subterránea. La Biblia, también narra que Yahveh le
dio los Mandamientos a su pueblo elegido, y lo escribió
con su propia mano en dos tablas de piedra, que entregó a
Moisés en el Monte Sinaí, después
Moisés arrojara y rompe estas tablas como respuesta al
incidente del becerro de oro; también habla de tablas
escritas por Moisés, mientras permaneció en el
monte durante cuarenta días y cuarenta noches, tomando el
dictado de las palabras de Yahveh.

En un papiro de la época del faraón
egipcio Khufu (Keops) se menciona al Libro de los Secretos de
Thot, de no haberse conocido esto, no se sabría la
existencia de ese libro. Lo mismo ocurre con las narraciones
bíblicas del Éxodo y el Deuteronomio, sin las
cuales nunca habríamos conocido de la existencia de las
tablas divinas ni de su contenido. Son parte de la
colección de libros perdidos, cuya existencia no
habría salido a la luz, sino se hubieran mencionado en
otros.

La Biblia menciona el Libro de las Guerras de Yahveh y
del Libro de Jasher (el "Libro del Justo"). Tambien del
libro del Toledoth de Adán, traducido el término
Toledoth, significa "generaciones", pero es mas preciso
el "registro histórico o genealógico". A
lo largo de milenios, sobrevivio versiones parciales del Libro de
Adán y Eva en armenio, eslavo, siriaco y etíope; el
Libro de Henoc (libro apócrifo que no se incluye en la
Biblia canónica), que tiene fragmentos, de un libro mucho
más antiguo, el Libro de Noé, dicen los
expertos.

La historia cuenta que se perdieron los libros de la
famosa Biblioteca de Alejandría, en Egipto. Fundada por el
general Tolomeo tras la muerte de Alejandro[10]en
el 323 a.C., que contenía más de medio
millón de "volúmenes", de libros escritos
en diversos materiales (arcilla, piedra, papiro, pergamino). Era
la gran biblioteca, donde los eruditos se reunían para
estudiar el conocimiento acumulado de la humanidad, se
quemó y fue destruida en las guerras entre el 48 a.C., y
la conquista árabe, en el 642 d.C. Entre sus tesoros quedo
una traducción al griego de los cinco primeros libros de
la Biblia hebrea, y fragmentos de los escritos de algunos de los
eruditos residentes de la biblioteca.

El segundo rey Tolomeo comisionó, hacia el 270
a.C., al sacerdote egipcio que los griegos llamaron
Manetón, que recopilara la historia y la prehistoria de
Egipto. Al principio, escribió Manetón,
sólo los dioses remaron allí; luego, los
semidioses y, finalmente, hacia el 3,100 a.C., comenzaron las
dinastías faraónicas.
Escribió que los
reinados divinos comenzaron diez mil años antes del
Diluvio y se prolongaron durante miles de años,
presenciándose en el último período batallas
y guerras entre los dioses.

En los dominios asiáticos de Alejandro, hubo
empeño similar por proporcionar a los sabios griegos un
registro de los acontecimientos del pasado.

El sacerdote Beroso, del dios babilónio Marduk,
con acceso a las bibliotecas de tablillas, cuyo centro era la
biblioteca del templo de Jarán (ahora en el sudeste de
Turquía), escribió la historia de dioses y hombres
en tres volúmenes que comenzaba 432,000 años antes
del Diluvio, cuando los dioses llegaron a la Tierra desde los
cielos.

En su lista figuran nombres y la duración de los
reinados de los diez primeros comandantes anunnaki, Beroso
decía que el primer líder, vestido como un pez,
llegó a la costa desde el mar. Era el que dió la
civilización a la Humanidad, y su nombre pasado al griego,
era Oannes.

Encajan muchos detalles, de Beroso y Maneton, que relata
de dioses del cielo que llegaron a la Tierra, en un tiempo en que
sólo los dioses reinaban en la Tierra antes del
catastrófico Diluvio.

En los trozos y fragmentos conservados (en escritos
contemporáneos) de los tres volúmenes, Beroso da
cuenta específica de la existencia de escritos anteriores
a la Gran Inundación, tablillas de piedra que se ocultaron
para salvaguardarlas en una antigua ciudad llamada Sippar, una de
las ciudades originales que fundaran los antiguos
dioses.

Aunque Sippar fue arrasada por el Diluvio, al igual que
el resto de las ciudades antediluvianas de los dioses,
apareció una referencia a los escritos en los documentos
del rey asirio Assurbanipal (668-633 a.C.). Cuando, a mediados
del siglo XIX, los arqueólogos descubrieron la antigua
capital asiría de Nínive (hasta entonces, conocida
sólo por el Antiguo Testamento), hallaron en las ruinas
del palacio de Assurbanipal una biblioteca con los restos de
alrededor de 25,000 tablillas de arcilla escritas. Coleccionista
asiduo de "textos antiguos", Assurbanipal hacía
alarde de ello: "El dios de los escribas me ha concedido el
don del conocimiento de su arte; he sido iniciado en los secretos
de la escritura; incluso puedo leer las intrincadas tablillas en
sumerio; entiendo las palabras enigmáticas cinceladas en
la piedra de los días anteriores a la
Inundación
".

La civilización sumeria floreció en el
actual Iraq, casi un milenio antes de los inicios de la
época faraónica en Egipto, y ambas serían
seguidas por la civilización del Valle del Indo, en el
subcontinente indio. Los sumeríos fueron los primeros en
plasmar por escrito, los relatos de dioses y hombres, de los
cuales todos los demás pueblos, incluido los hebreos,
obtuvieron relatos de la Creación de Adán y Eva,
Caín y Abel, el Diluvio y la Torre de Babel; de las
guerras y los amores de los dioses, como se reflejan en los
escritos y los recuerdos de los griegos, los hititas, los
cananeos, los persas y los indoeuropeos. Todos estos antiguos
escritos, atestiguan que sus fuentes fueron aún más
antiguas; algunas descubiertas y muchas se perdieron.

Decenas de miles de tablillas de arcilla fueron
descubiertos en las ruinas del Oriente Próximo, registros
de la vida cotidiana, acuerdos comerciales, salarios de los
trabajadores, o registros matrimoniales. Otros, principalmente de
las bibliotecas palaciegas, conforman los registros Reales; los
descubiertos en las ruinas de las bibliotecas de los templos o en
las escuelas de escribas, conforman el grupo de textos
canónicos, de literatura sagrada, que se escribieron en
lengua sumeria y se tradujeron después al acadio (la
primera lengua semita) y, más tarde, a otras lenguas de la
antigüedad. Estos escritos primitivos, que se remontan a
casi seis mil años, hacen referencia a libros que se
han perdido
(textos escritos en tablillas de
piedra).

Entre los hallazgos de estas bibliotecas, encontraron
prismas de arcilla, donde aparece información de diez
soberanos antediluvianos y de sus 432,000 años de reinado,
información que mencionaba Beroso, y que es conocida como
la Lista de los Reyes Sumerios (exhibida en el Museo Ashmolean de
Oxford, Inglaterra), sus distintas versiones no dejan duda de que
los compiladores sumerios tuvieron acceso a material común
o canónico de textos primitivos, junto con otros textos,
igualmente antiquísimos, descubiertos en diversos estados
de conservación. Estos textos sugieren
inequívocamente, que el cronista original de la llegada,
así como de los acontecimientos que la precedieron y le
siguieron, es de uno de aquellos líderes, un participante
clave, un testigo presencial, un anunnaki.

Ese testigo que estuvo presente y participo en los
hechos, amerizo con el primer grupo de astronautas anunnaki. Su
nombre-epíteto era E.A., "Aquel Cuyo Hogar Es
Agua
", que sufrió la amarga decepción de que
el mando de la Misión Tierra se le diera a su hermanastro
y rival EN.LIL ("Señor del Mandato"), una
humillación que no quedaría mitigada con la
concesión del título de EN.KI, "Señor de
la Tierra
". Relegado de las ciudades de los dioses y de su
espaciopuerto en el E.DIN (Edén), fue enviado
para supervisar la extracción de oro en el AB.ZU
(África sudoriental). Ea/Enki era, un gran
científico, que descubrió a los homínidos
que habitaban el Africa. Y, de este modo, cuando se amotinaron y
dijeron "¡Ya basta!", los Anunnaki que trabajaban en las
minas de oro, fue él que pensó que la mano de obra
que necesitaban se podía conseguir adelantándo la
evolución genética de los homínidos
existentes; y así apareció el Adam (literalmente,
"El de la Tierra", el Terrestre). Como híbrido
que era, el Adam no podía procrear; pero los
acontecimientos de los que hace eco el relato bíblico de
Adán y Eva en el Jardín del Edén, dan cuenta
de una segunda manipulación genética de Enki, que
añadió los genes cromosómicos extras
necesarios para la procreación.

Cuando la Humanidad prolifero, resultó incomodo a
lo que tenían previsto los anunnakis. Fue él, Enki,
que desobedeció el plan de su hermano Enlil, dejar que la
Humanidad perezca en el Diluvio, acontecimiento en que el
héroe humano recibió el nombre de Noé en la
Biblia, y Ziusudra en el texto sumerio original, más
antiguo.

Ea/Enki era el primogénito de Anu, soberano de
Nibiru, y como tal, versado en el pasado de su planeta (Nibiru) y
de sus habitantes. Científico competente, legó los
aspectos más importantes de los conocimientos avanzados de
los Anunnaki a sus dos hijos, Marduk y Nin-gishzidda (que, como
dioses egipcios, eran conocidos allí como Ra y Thot
respectivamente).

También jugó un papel trascendental al
compartir con la humanidad ciertos aspectos de tan avanzados
conocimientos, enseñándoles a individuos
seleccionados los "secretos de los dioses".

En dos ocasiones, estos iniciados plasmaron por escrito
(tal como se les indicó que hicieran) aquellas
enseñanzas divinas como legado de la humanidad. Uno de
ellos, llamado Adapa, y probablemente hijo de Enki con una hembra
humana, es conocido por haber escrito un libro titulado Escritos
referentes al Tiempo, uno de los libros más antiguos que
se perdió. El otro, llamado Enmeduranki, fue con toda
probabilidad el prototipo del Henoc bíblico, aquel que fue
elevado al cielo después de confiar a sus hijos el libro
de los secretos divinos, y del cual posiblemente sobrevivio una
versión en el extrabíblico Libro de Henoch que
genera opiniones muy diversas.

A pesar de ser el primogénito de Anu, Enki no
estaba destinado a ser el sucesor de su padre en el trono de
Nibiru. Complejas normas sucesorias, reflejo de la convulsa
historia de los nibiruanos, daban ese privilegio a su hermanastro
Enlil. En el esfuerzo por resolver este agrio conflicto, Enki y
Enlil terminaron en una misión en un planeta
extraño -la Tierra-, cuyo oro necesitaban para crear un
escudo que preservara la cada vez más tenue
atmósfera de Nibiru. Fue en este marco, que se complicaba
más con la presencia en la Tierra de su hermanastra
Ninharsag (El oficial médico jefe de los Anunnaki), cuando
Enki decide desafiar los planes de Enlil de hacer que la
Humanidad pereciera en el Diluvio.

El conflicto entre ambos hermanastros, afecto a sus
hijos y nietos; y el hecho de que todos ellos, y especialmente
los nacidos en la Tierra, perdían longevidad, que el
amplio período orbital de Nibiru les proporcionaba,
incrementó más las angustias personales y
agudizó las ambiciones. Todo esto culminó en el
último siglo del tercer milenio a.C., cuando Marduk,
primogénito de Enki con su esposa oficial, proclamó
que él, y no el primogénito de Enlil, Ninurta,
debía heredar la Tierra. Este amargo conflicto, desarrollo
una serie de guerras, que concluyo con la utilización de
armas nucleares, que afecto a toda la civilización
sumeria, resultado que no habían planificado.

La iniciación de individuos escogidos en los
"secretos de los dioses" dió el inicio del
Sacerdocio, el linaje de mediadores entre los dioses y el pueblo,
los transmisores de la Palabra Divina a los mortales terrestres.
Los oráculos (interpretes de los pronunciamientos divinos)
se mezclaban con la observación de los cielos en busca de
augurios. Y a medida que la Humanidad fué arrastrada a
tomar parte en los conflictos de los dioses, la Profecía
comenzó a jugar su papel.

Nabih[11]era el epíteto de Nabu,
hijo primogénito de Marduk, que en nombre de su padre
exiliado, intentó convencer a la Humanidad de que los
signos celestes indicaban la inminente supremacía de
Marduk.

Esto llevó a la necesidad de diferenciar
"Suerte y Destino". Las promulgaciones de Enlil, y de
Anu, que habían sido incuestionables, se veían
sujetas ahora al examen de la diferencia entre NAM (el Destino,
como las órbitas planetarias, cuyo curso está
determinado y no se puede cambiar) y NAM.TAR, literalmente, el
destino, que puede ser torcido, roto, cambiado (que era la Suerte
o el Hado). Revisando y rememorando la secuencia de los
acontecimientos, y el paralelismo aparente entre lo que
había sucedido en Nibiru y lo que ocurria en la Tierra,
Enki y Enlil comenzaron a ponderar filosóficamente, lo que
ciertamente, estaba destinado y no se podía evitar, y el
hado que venía como consecuencia de decisiones acertadas o
equivocadas del libre albedrio y que no se podían
predecir. Las primeras se podían anticipar (especialmente,
si eran cíclicas, como las órbitas planetarias)
originando sentencias: Lo que fue, volvería a ser. Lo
Primero también sera lo Último.

Las consecuencias climáticas y atmosfericas de la
destrucción nuclear, de la radiactividad atómica,
agudizaron el examen de conciencia entre los líderes de
los Anunnaki que llevaron a la necesidad de explicar a las
devastadas masas humanas, por qué había ocurrido
aquello. ¿Había sido cosa del destino, o
había sido el resultado de un error de los Anunnaki?
¿Había algún responsable, alguien que
tuviera que rendir cuentas?

En la reunion de los Anunnaki, en víspera de la
calamidad, fue Enki el único que se opuso a la
utilización de las armas prohibidas. De ahí la
importancia que tuvo para Enki, explicar a los supervivientes
qué había sucedido en la guerra de los
extraterrestres, que a pesar de sus buenas intenciones,
había terminado siendo tan destructores. ¿Y
quién, sino Ea/Enki, que había sido el primero en
llegar y presenciar todo, era el más indicado para relatar
el Pasado, con el fin de poder adivinar el Futuro? Y la mejor
forma de relatar, era en un informe, escrito en primera persona
por el mismo Enki.

Cierto es que hizo una autobiografía, que se
deduce por ser un largo texto (se extiende al menos en doce
tablillas), descubierto en la biblioteca de Nippur, donde Enki se
cita diciendo: Cuando llegué a la Tierra, había
mucho inundado. Cuando llegué a sus verdes praderas,
montículos y cerros se levantaron a mis órdenes. En
un lugar puro construí mi hogar, un nombre adecuado le di.
Este largo texto continúa y dice que Ea/Enki asignó
tareas a sus lugartenientes, poniendo en marcha su Misión
en la Tierra.

Otros textos, relatan diversos aspectos del papel de
Enki en los acontecimientos que siguieron, hay una
cosmogonía, una Epopeya de la Creación, en cuyo
núcleo se halla el texto de Enki, que los expertos llaman
La Génesis de Eridú. En el, se incluye
descripciones detalladas del diseño del Adán, y
cuenta cómo otros Anunnaki, varón y hembra,
llegaron hasta Enki, a su ciudad Eridú para obtener de
él el ME, una especie de disco de datos donde se hallaban
codificados todos los aspectos de la civilización;
también hay textos de la vida privada y problemas
personales de Enki, como el relato de sus intentos para tener un
hijo con su hermanastra Ninharsag, sus promiscuas relaciones
tanto con diosas como con las Hijas del Hombre y las imprevistas
consecuencias que se derivaron de todo ello. El texto del Atra
Hasis arroja luz sobre los esfuerzos de Anu por prevenir un
estallido de la rivalidad entre Enki y Enlil, al dividir los
dominios de la Tierra entre ellos; los textos registran
acontecimientos que precedieron al Diluvio, reflejan casi palabra
por palabra los debates del Consejo de los Dioses sobre la suerte
de la Humanidad y el subterfugio de Enki conocido como el relato
de Noé y el arca, relato conocido sólo por la
Biblia, hasta que se encontró una version origina
mesopotámicas en las tablillas de la Epopeya de
Gilgamesh.

Partes: 1, 2, 3, 4
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