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Hacia una educación afectiva en la escuela




Enviado por carlos venegas



Partes: 1, 2, 3

Monografía destacada

  1. Introducción
  2. Concepciones de afectividad e inteligencia
    afectiva
  3. Relaciones entre la inteligencia y la
    afectividad
  4. Hacia
    una educación afectiva en la
    escuela
  5. Conclusiones
  6. Referencias
    bibliográficas

"El hombre feliz es el que vive objetivamente, el
que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se
asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos que,
a su vez, le convierten a él en objeto de interés y
el afecto de otros muchos"

 Bertrand
Russell 

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Introducción

En la sociedad moderna es común encontrar que los
profesores remplazan a los padres en la formación afectiva
de los niños, niñas y esta labor comienza en el
nivel preescolar. Es claro que el antiguo paradigma se ha roto:
antes, la familia formaba en valores y desarrollaba la
afectividad y la escuela estaba encargada de dar conocimientos.
La crianza estaba en manos de los padres: el padre trabajaba
fuera de casa y la madre se encargaba del cuidado de los
niños, los roles estaban bien definidos y los
pequeños llegaban a la escuela después de los cinco
años de edad cuando, ya estaban "domesticados", es decir,
contaban con principios básicos sobre sí mismo y la
vida en comunidad, conocían las rutinas establecidas, los
valores personales y sociales, etc.

Ahora con las madres trabajadoras que pasan todo el
día fuera del hogar y no se pueden dedicar exclusivamente
a la crianza, la desintegración de las familias por
diversos motivos como la movilidad humana, el divorcio, las
familias mono parentales, entre otros, está muy cerca de
convertirse en un común denominador. Muestran
investigaciones que un 55% de los niños no tienen buenas
relaciones con su familia, que más del 35% de los
niños menores de cinco años tienen un
vínculo débil con su madre y que en los
últimos años este porcentaje ha aumentado de manera
preocupante.

La escuela recibe niños, niñas desde muy
temprana edad que no han tenido hermanos, que no tiene tiempo con
sus padres y no han recibido formación en valores y
rutinas personales y sociales, así que es responsabilidad
de las instituciones educativas cumplir con ciertas funciones
adicionales que antes eran exclusivas de los padres.

Sin embargo la realidad en la educación peruana
evidencia que se maximizan algunos aspectos ideológicos, o
lo científico-tecnológico en desmedro de otras
importantes dimensiones humanas que atentan contra el
espíritu de una educación genuinamente integral. Se
enfrenta a un hombre y a una educación polarizada, sesgada
e incompleta. Por su parte, los educadores enmarcados
teóricamente en una concepción humanista de la
educación y a la vez contradicen, lo que enseñan
con una vida no congruente con su discurso educativo. El
ensayo se estructura en tres partes: la primera trata las
concepciones de la afectividad e inteligencia afectiva, la
segunda hace referencia a las relaciones entre la inteligencia
afectiva y la afectividad. Por último, la tercera concluyo
que nos encaminamos hacia una educación afectiva en la
escuela
. Pues bien, este artículo nace de la
necesidad de atender íntegramente a la persona. Durante
largo tiempo se ha descuidado la vertiente afectiva, lo que pone
de manifiesto la notoria deficiencia de la institución
escolar. Es muy posible, además, que esta carencia
formativa se haya traducido en un incremento de la
desorientación personal, de la carencia de la
práctica de valores, que conducen en nuestra realidad a la
delincuencia y a la inseguridad lamentable de un gran porcentaje
de nuestras principales ciudades del norte y la capital de
nuestro país. En tal sentido, quien escribe cree se puede
lograr al rescatar la dimensión humana del estudiante con
base en procesos afectivos que impactan no sólo el
encuentro educativo sino toda la vida de sus actores.
Planteamiento fundamentado en autores como Savater (1997) cuando
señala que "Al igual que todo empeño
humano…. la educación es sin duda el más
humano y humanizador de todos"
(p.11). Y Morín (2003)
quien opina que la estructura biológica del ser humano
necesita de la interacción social para alcanzar el
desarrollo propio que define al hombre; lo cual hace al ocuparse
del sí mismo y de los otros a través de la
afectividad.

Se va reconociendo muy despacio la trascendencia de la
educación de la afectividad, pero siguen siendo
insuficientes los esfuerzos por desarrollar programas formativos
sistemáticos y rigurosos. Si bien en este artículo
se ofrecen algunas recomendaciones prácticas dirigidas a
la escuela, es totalmente necesario seguir esclareciendo
qué tipo de conexión hay entre razón y
emoción, y cuáles son los procedimientos
pedagógicos acreditados que permiten impulsar su
desarrollo armónico y saludable. En este sentido, hay que
desear que se produzcan significativos avances en la
comprensión de la afectividad que posibiliten el ulterior
enriquecimiento de la formación humana.

Concepciones de
afectividad e inteligencia afectiva

1.1 Historia y concepción de la
afectividad

Literalmente por Afectividad se entiende la capacidad de
ser influido por algo interno como externo. El término
"Afectividad" encuentra su origen en la Filosofía
griega con Aristóteles, quien se refiere a las pasiones
como movimiento del apetito sensitivo, incluyendo a las
emociones, las motivaciones y otras manifestaciones
afectivas.

En el siglo XVIII se establece una clara
distinción entre el mundo intelectual y el mundo
anímico, así se advierte que la Afectividad se
caracteriza por el placer o el dolor suscitados en una serie de
centros cerebrales, encargados de provocar tales vivencias. Esta
tesis se confirmo en 1954 gracias a los estudios de Olds y Miner,
quienes por accidente encontraron en el sistema límbico
unos centros desencadenadores de las sensaciones de placer y de
dolor. En general, en el mundo moderno se pensaba que las
emociones manifestaban lo más bajo del ser
humano.

En el mundo Contemporáneo, el vitalismo
filosófico comenzó a exaltar el mundo de lo
afectivo e identificándolo con lo irracional del ser
humano, de tal modo que el principio cartesiano "pienso luego
existo" se sustituye por el principio vitalista "siento luego
existo", así gracias a la Afectividad la vida no es un
simple estar en el mundo sino un compromiso esencial por parte
del sujeto. En consecuencia la afectividad pasa a ser lo
más genuinamente humano.

En la Actualidad la Psicología ve la Afectividad
en relación con las vivencias o experiencias interna y con
la realidad exterior, así son cualidades pertenecientes a
nuestro ser psíquico y las experimentamos en nuestra
intimidad.

En consecuencia la Psicología actual concibe al
ser humano como una unidad psicofísica (vida sensible y
psíquica), psicosomática (cuerpo y mente) y
psicosocial (vida individual y social)

De tal manera que la afectividad impregna,
inevitablemente en mayor o menor medida, toda la actividad
psicológica del hombre. En una primera
aproximación, acudiré a la psicología la
cual define la afectividad como el conjunto de reacciones
psíquicas del individuo ante todo el mundo exterior.

Se distingue, de una parte, la afectividad de base, que abarca
los sentimientos vitales, el estado de ánimo y las
emociones, y de otra, la afectividad organizada y diferenciada,
que abarca manifestaciones más complejas, tales como las
pasiones y los sentimientos sociales. Para el
psicoanálisis, la afectividad es el conjunto de
afectos conscientes o inconscientes
.
En psicología se usa el
término afectividad para designar
la susceptibilidad que el
ser humano experimenta ante determinadas alteraciones
que se producen en el mundo real o en su propio yo. Por este
término entenderemos:

• Los sentimientos propiamente dichos, y en
particular las emociones;

• Las diversas tendencias, incluso las "tendencias
superiores" y en particular la voluntad.

Algunos autores distinguen entre factores afectivos
(emociones, sentimientos) y factores conativos (tendencias,
voluntad), pero la diferencia parece ser solamente de grado.
Pierre Janet basa los sentimientos primarios en la
economía del comportamiento, y los define como una
regulación de fuerzas de que dispone el individuo: se
puede igualmente concebir la voluntad como la regulación
de estas regulaciones elementales.

La fuerza más poderosa, psicológicamente
hablando, en el hombre es la afectividad. Dice San
Agustín: "Mi amor es mi peso. Hacia mi amor voy a donde
quiera que voy". Toda persona, que Juan Pablo II definió
como un "ente con vida interior propia y específica,
caracterizada por la racionalidad y llamada al encuentro con la
verdad y a la realización del bien", es una unidad
irreducible y original; su personalidad se desarrolla en todas
sus dimensiones, tanto corporales, físicas,
psíquicas y espirituales: "Corpore et anima unus". Una de
las cuestiones que plantea con mayor fuerza la
antropología es la integración de estas dimensiones
humanas. Un papel clave en la solución de este problema lo
desempeña la concepción que se tenga de la
afectividad humana. Ser amado es el primer paso para que el
hombre pueda reconocer su propia identidad. El hecho de ser un
amor recibido nos abre al mundo de la afectividad cuyo estudio
debe ser profundizado como un modo específico de verdad
personal[1]

1.2 La afectividad como conocimiento de la
realidad

Parto de plantear que el ser humano es capaz de
comprender sus propios pensamientos, realidades, culturas y
sociedades que va creando, y  entre tantas
también sus propias conductas, pensamientos y emociones.
Estudiar a los sentimientos desde una perspectiva social es un
trabajo que se ha dejado de lado, desde que en la modernidad se
decreta  que la razón y la ciencia son la
vía  para el conocimiento, esta forma de pensar
no sólo queda grabada en las diferentes disciplinas
sociales, sino que se inserta en la vida social y en la forma en
la que nos concebimos como seres humanos, cultura y
sociedad. 

Tal es así, que la interpretación del
mundo en las diferentes teorías  que sobre las
emociones existen, nos plantean una dicotomía entre
las  formas de conocimiento, por un lado en una
predomina la parte biológica, evolucionista, y por la otra
parte predomina lo social, lo cultural. Esta dicotomía no
se resuelve ni en su unión, pues éstas perspectivas
teóricas plantean orígenes de comprensión de
la realidad social diversos y encontrados, y al contrario arrojan
muchas más interrogantes que comprensión que se
acerquen a dar cuenta de lo que acontece en nuestras
sociedades.

Tenemos que Páez, Echebarría y Villarreal
(En Echebarría, Páez, 1989), señalan que los
sentimientos son un primer tipo de Afectividad y sólo son
reacciones subjetivas de placer o displacer; Por otra parte
tenemos a  la evaluación, ésta es una de
las que más se ha estudiado con los sentimientos
implicando a las reacciones de carácter negativo o
positivo en relación a un estado u objeto social. Otro
tipo de sentimiento es el estado de ánimo, que se
caracteriza también por ser sentimiento positivo o
negativo de carácter genérico que forma una parte
de nuestra existencia y que no siempre tiene que ver con un
objeto social delimitado; un estado de ánimo es un
fenómeno afectivo cotidiano, de intensidad media, sin
objeto específico. Un segundo tipo de Afectividad que
Páez, Echebarría y Villarreal (Echebarría,
Páez, 1989) encuentran en la Psicología Social es
la de las emociones, las cuales serían más intensas
que los sentimientos e implican manifestaciones expresivas,
conductas, reacciones fisiológicas y estados subjetivos;
dice que "una emoción es un fenómeno afectivo
intenso, breve centrado en un objeto que interrumpe el flujo
normal de la conducta".
En lo que respecta a las emociones
está, por ejemplo, el estudio del bienestar subjetivo, su
relación con la afectividad y las emociones, el cual ha
sido desarrollado mediante estudios correlacionales y
longitudinales que combinan elementos ideográficos y
nomotéticos, esta línea de investigación la
llevaron a cabo los  Psicólogos Sociales y de la
Personalidad Tellegen y Diener, además de
Sociólogos de la salud como Thoits, todos ellos buscan
situar  las dimensiones de la Afectividad en
relación con elementos psicosociales y con rasgos de
personalidad.

Las teorías de la Psicología Social, que
han aportado elementos para explicar a la afectividad o a la
generalmente llamada emoción, se han centrado
en  sólo presentar  las
características que tiene la emoción, sus
definiciones y la forma en cómo clasificarla, incluso han
realizado listados de emociones básicas
definiéndolas y explicando su significado. Todo lo cual
puede estar alejado de cómo en la realidad se conciben, se
interpretan y construyen las emociones.

La construcción del objeto de conocimiento de la
Afectividad, parte de la idea de que es un objeto social producto
de las relaciones sociales, producto del pensamiento.
El  punto de vista de la Psicología Afectiva se
propone explicar que, en la Afectividad no es posible llegar a
una clasificación o a una lista de emociones
básicas, porque acorde a lo que Fernández (2000)
propone, los sentimientos cuando se distinguen ya no son
sentimientos en sí, son un pensamiento, el pensamiento
denota racionalidad, conciencia, lógica, cosas que el
sentimiento tiene en otros sentidos. Spinoza planteaba
que: "Las emociones son ideas confusas, destinadas a
resultar ideas distintas, y una vez que resultan ideas distintas
dejan de ser afecciones" 
(En Fernández Ch, P.
2000, p.22). 

Para la Afectividad, los sentimientos o emociones, es
decir, lo afectivo, no se lleva con los listados de emociones
básicas; para comprender a los sentimientos no hay que
listarlos o clasificarlos, porque eso los desnaturaliza, hay
que "indistinguirlos": sentir es lo que no se sabe pero se
siente y está ahí, a los sentimientos se les resta
de las cosas y situaciones de las que forman parte, a partir de
ahí se puede conocer su naturaleza (Fernández,
2000). Esto, es posible si entendemos la realidad de la
Afectividad como una realidad hecha de formas. Por eso, los
sentimientos son vistos en la categoría
de "forma" de George Simmel, pues ellos son
una realidad, como plantea Gergen (1996) que sucede con
el razonamiento, el cual indica no una forma individual sino
un acto enmarcado dentro de una forma social, es una forma de
argumentación que piensa y envuelve al individuo en
ella. 

Para estudiar lo Afectivo, tenemos esta categoría
fundamental de la Lebensphilosophie de George Simmel, que es la
forma. La Sociedad es, según Simmel (1908), el concepto
abstracto que contiene las formas de relación por medio de
las cuales surge la sociedad. La sociedad, es el nombre del
entorno en donde los individuos se encuentran ligados por los
efectos de las relaciones recíprocas que se dan entre
ellos, y que por estar ligados entre sí se definen como
una unidad, en fin, como una sociedad (En Simmel,
1917). "La Sociedad es la realidad" (En
Fernández, 2004, p.15), la realidad es lo que tenemos a
nuestro alrededor y nuestros pensamientos. Cuando
Fernández (2004.), nos indica que la realidad es
sólo otra forma de llamarle a la sociedad,
es
porque la sociedad necesita de algo que la defina para conocerse
a sí misma, la realidad es ese otro que es propio
pero  que la refleja. Lo que refleja a una realidad es
su forma, la sociedad tiene diferentes
"formas", éstas nos perfilan como parte de una
sociedad, son nuestra identidad,
y pueden tomar la forma
que sea necesaria: puede ser la forma de memorias, de procesos
políticos, de relaciones ó de afectos.
Fernández (2000), dice que la Afectividad:

"…no es un conjunto de fenómenos ni una
actividad específica, no es una secuela de hechos ni una
serie de datos, no es un tema determinado y no es, por tanto,
algo distinto del flujo de todos los días de toda la
gente, con sus horarios, mercancías, planes, informes o
noticias. En suma la afectividad no es algo distinto de la
ciudad, de la sociedad y de la cultura: ocupa los mismos
materiales y objetos, tiene el mismo tiempo y se mueve de la
misma manera. La afectividad es coextensiva de la sociedad y/o
ciudad y/o cultura. Si parece ilocalizable es porque tiene la
misma extensión que la realidad y que la vida. Ello
permite averiguar qué forma tiene: forma de la
colectividad, de la sociedad, de la cultura, de la ciudad que se
vuelven términos casi idénticos. Una forma en
general, como la de las nubes o las formas de hablar, no es una
cáscara, una apariencia o un accidente, sino un modo de
ser de las cosas; pues bien, la forma de la afectividad es la
sociedad
." (p. 41-42)

Nos encontramos ante lo que se nombraría como una
Sociedad Afectiva, a la cual Fernández plantea que
ésta tiene una lógica afectiva, que no es aquella
lógica que ya conocemos de los ordenadores o la
racionalista, más bien se mueve por estados afectivos, por
sensaciones, como la sensación de que algo no va bien, o
la idea de que es lo correcto y lo incorrecto (En Mendoza, J.;
Gonzáles, P., 2004); la inteligencia de la sociedad se
conforma con las ideas que de ella tenga la gente, es decir, de
las formas de pensamiento que de la sociedad emanen: la sociedad
se piensa a sí misma, y se piensa y concibe de forma
afectiva. Fernández (2004) lo describe
así: "La racionalidad, incluso, no puede moverse
sin un motivo, una motivación o, dicho más
tautológicamente, el pensamiento no puede moverse sin una
emoción, para empezar, porque emoción significa
moverse. Entonces, puede plantearse que la emocionalidad, o
afectividad, es el principio y es lo principal de todo
pensamiento, porque la imagen de donde parte le da su forma, fin,
estructura, orden, proporción y razón a la
racionalidad y al resto del pensamiento. La racionalidad es una
forma de afectividad. El sentimiento es una forma de
pensamiento"  
(En p.14). Y los pensamientos son
parte de la sociedad,  son como las imágenes,
las sillas, la música, las relaciones, las creencias, las
marchas, las instituciones, y demás representaciones que
se nos puedan ocurrir.

La afectividad es también una forma de
conocimiento de la realidad ya sea porque se pretende sacar de la
sociedad esa parte que no se ha visto o ya sea porque la
modernidad  la ha dejado de lado como algo de lo que
puede prescindir pues no la considera importante o medible. La
afectividad tiene como objetivo comprender
apenas,  cuál es la forma afectiva de la
sociedad, cómo se manifiesta en sus diferentes formas la
afectividad, cómo se pueden visualizar en la manera en la
que nos expresamos, cómo están presentes en la
ciencia, cómo están envueltas en la forma en la que
la gente actúa y se relaciona diariamente y cómo se
construyen en el diario acontecer.

1.3 Características de la
afectividad

La afectividad como acontecer emocional que ocurre en la
mente del hombre  se expresa a través
del comportamiento emocional, los sentimientos y las
pasiones. La afectividad es el conjunto de sentimientos
inferiores y superiores, positivos y negativos, fugaces y
permanentes que sitúan la totalidad de
la persona ante el mundo exterior.
Señalaré las principales
características:

a. La Subjetividad: Aunque haya manifestaciones
somáticas, la experiencia de la afectividad es subjetiva
al ser un cambio que se opera en el sujeto y no se refiere a un
objeto exterior. Por ello el problema de la afectividad es como
salir de la subjetividad, es decir cómo se
comunica.

b. La Bipolaridad: Toda afectividad se mueve
entre dos polos contrarios (placer-dolor,
excitación-reposo), lo cual nos revela la continua
transformación a la que está sometida la vida
afectiva y su carácter oscilante y
contradictorio.

c. La Teleología: Los estados
anímicos siempre tienen una orientación, a
través de las relaciones intencionales, hacia lo Real, al
igual que la inteligencia y la voluntad.

d. Intimidad.- Expresa subjetividad como
una situación profunda y personal.

e. Profundidad.- Grado de
significación o importancia que le asigna el sujeto al
objeto.

f. Intencionalidad.- Porque se dirige
hacia un fin sea positivo o negativo.

g. Nivel.- Unos son más bajos y otros
elevados

h. Temporalidad.- Esta sujeto
al tiempo; inicio y un final.

i. Intensidad.- Los afectos experimentan
distinto grado o fuerza: risa, sonrisa,
carcajada…

j. Amplitud.-Los procesos afectivos
comprometen a toda
la personalidad del individuo.

1.4 Evolución de la Afectividad y sus
causas

La vida afectiva en su evolución pasa por tres
momentos:

  • a. El movimiento afectivo hacia los
    objetos
    : El espíritu toma al objeto para unirse
    con él mediante el sentimiento, y es causado por
    cuatro elementos positivos y negativos.

Elementos positivos:

Apetito: Movimiento hacia los objetos
sensibles

Deseo: Inclinación hacia los objetos
estimados como un bien

Aspiración: Tendencia a la
realización de lo que nos proponemos

Amor: Movimiento afectivo hacia los
seres.

Elementos negativos: Son lo contrarios de los
anteriores:

Repugnancia

Disgusto

Aversión

Odio

  • b. La Adhesión: El alma se une al
    objeto, pues sin tal adhesión lo afectivo no queda
    asentado y el sujeto se mueve en la esfera de lo
    superficial.

  • c. La plena Realización: Se trata de
    conseguir la compenetración mayor posible entre el
    sujeto y el objeto para alcanzar el disfrute.

Esta evolución de la afectividad se produce
por dos causas.

a. La Maduración: Es la capacidad de respuesta
emotiva dependiente del desarrollo neurológico y
endocrino.

b. El Aprendizaje: El desarrollo de la vida afectiva se
basa en el aprendizaje conseguido de acuerdo con los
condicionamientos respondiente y operante, y por el aprendizaje
por imitación ya que las expresiones afectivas pueden ser
contagiosas.

1.5 Importancia de la afectividad

 La importancia de la afectividad dentro de la
totalidad de la personalidad radica:

  • a.  En que un elevado porcentaje de nuestras
    acciones no es el resultado de razonamientos sino de estados
    afectivos.

  • b. En que algunas de las decisiones más
    importantes: profesión, matrimonio, están
    fuertemente condicionadas por nuestra afectividad.

  • c. Ante la importancia de la afectividad en la
    vida del hombre, cabe preguntarse: ¿Qué es
    más importante, la inteligencia o la afectividad?
    Esta pregunta plantea un falso problema. Pero las conductas
    en que predomina la afectividad están, a su vez,
    condicionadas por la actividad intelectual y por los
    conocimientos, lo que se ve con claridad en al
    análisis de las actitudes, de los ideales y de las
    valoraciones.

  • d. Todo esto confirma la unidad esencial de la
    vida psíquica y la no existencia de "facultades" con
    entidad propia.

  • e. Parece que la afectividad funciona en los
    planos centrales y más profundos del organismo vivo:
    allí donde lo psíquico se refunde con lo
    orgánico; allí donde brotan las energías
    que son utilizadas para satisfacer las
    necesidades.

  • f. Situada en lo más profundo del ser,
    la afectividad se constituye en el verdadero motor del
    comportamiento, en cuanto origina la mayoría de las
    conductas y condiciona todas las demás.

1.6 Formación de la afectividad

Comparada con la formación intelectual la
formación afectiva presenta dificultades
específicas. Lo primero que hay que destacar es que la
educación afectiva, por su propia naturaleza, no puede ser
sistematizada en el mismo grado quela formación
intelectual.

Además de la relación con el inconsciente
existen otros aspectos de la vida afectiva que resultan
complejos. Uno de ellos es el fenómeno de
la identificación afectiva. Se da cuando una
persona está unida a otra afectivamente de tal modo
que hace suyos los estados afectivos de esta.

Otro aspecto es el llamado "efecto espejo": las personas
reaccionan de acuerdo con las expectativas que tenemos de su
comportamiento.

Otro aspecto es el denominado efecto serendip, por
el cual una persona obtiene de otra exactamente el resultado
opuesto al que pretendía.

Las breves consideraciones anteriores son suficientes
para justificar la afirmación anterior de que la
formación afectiva es aún más difícil
y compleja que la formación intelectual y explica, al
menos parcialmente, por que ocupa un lugar secundario en la
educación formal.

Pero el problema de la educación afectiva no se
origina únicamente por factores intrínsecos a ella
misma. Existen, además, algunas circunstancias en
la sociedad contemporánea que contribuyen a hacer
mucho más difícil la educación de la
afectividad.

Mencionaré en primer lugar el hecho indiscutible
de la prioridad asignada en la educación formal, en todos
los niveles, a la educación científica y
tecnológica. Por otra parte nuestra época resulta
difícil para la normal evolución de la afectividad
por las enormes tensiones a que estamos unidos todos los sujetos
por el hecho de vivir en una época crucial, que se
encuentra a caballo entre dos eras de la Humanidad.

A todo esto tenemos que añadir para terminar de
comprender las dificultades de la educación de la
afectividad que tenemos pocas posibilidades de influir
directamente sobre la vida afectiva. Hay que tener en cuenta, por
otra parte que cuanto más intelectual sea un conocimiento
menos probabilidades tiene de influir en la afectividad. Mejores
posibilidades tienen las vivencias y los que se presentan de
modo que hiera la sensibilidad y la imaginación, lo
que justifica, en gran medida, el empleo de los recursos
audiovisuales, sobretodo en la enseñanza de los primeros
años.

1.7 Inteligencia afectiva

Es bien conocido que la palabra "inteligencia" es
polisémica y dista mucho de contentar a todos los
Psicólogos. Los autores que se han ocupado de la
noción no se ponen de acuerdo en aspectos nucleares del
concepto. Con todo, una de las expresiones que ha hallado en
nuestro tiempo mayor popularidad es la de "inteligencia
emocional". Entre los aspectos positivos, aportados por los
trabajos que han analizado con desigual acierto la
cuestión, merecen destacarse tanto el énfasis
otorgado a la imbricación de los procesos cognitivos y
afectivos como a la democratización de la inteligencia,
otrora restringida a una comunidad elitista.

Por ser un término polisémico dado que
existen muchas definiciones existentes sobre la inteligencia
puedo agregar la que corresponde a la inteligencia afectiva, a la
que enuncio con brevedad como "la capacidad para conocer,
expresar y gobernar la cognición y la afectividad, sobre
todo los sentimientos, las emociones, las pasiones y las
motivaciones
", señala
(Martínez-Otero 2001; 2003, 65; 2004, 96); Hay en esta
definición una significativa diferencia formal respecto a
otra anterior, ahora se refiere explícitamente al
pensamiento, que en ocasiones anteriores se omitía.
En psicología se usa el
término afectividad para designar
la susceptibilidad que el
ser humano experimenta ante determinadas alteraciones
que se producen en el mundo real o en su propio yo.

Por otra parte, y de acuerdo a la libertad discursiva
que me anima, quiero dejar bien claro que reconocer el valor de
la realidad sociocultural del educando no es en absoluto
incompatible con la búsqueda de la esencialidad de los
constructos psicológicos. Hay autores que llevados por las
dudas, la estrechez de miras o incluso la sincera
convicción, niegan el posible equilibrio entre posiciones
supuestamente antagónicas. Creo que frecuentemente es una
polémica artificial y estéril avivada por intereses
sectarios y sesgados de uno u otro signo que dañan
gravemente la educación.

Aun cuando no descartamos hablar de "inteligencia
emocional", expresión que ha alcanzado mayor
difusión, prefiero en estos momentos iniciales referirme a
la "inteligencia afectiva", por dos razones principales. Una,
porque se trata de una locución original libre de las
connotaciones de otras formulaciones harto conocidas. Dos, porque
el término "afectividad" es más abarcador e
incluye, entre otros fenómenos internos, las
emociones.

La inteligencia afectiva ni es neutra ni opera en el
vacío, la inteligencia afectiva no queda al margen de los
valores. Hay que recordar que los objetos son estimados en mayor
o menor cuantía. Los valores son fruto del juicio que el
sujeto realiza sobre las propiedades de los objetos y de la
querencia que esta ponderación cualitativa
suscita.

En la medida en que los valores pertenecen al dominio
cognitivo-emocional, la educación de la inteligencia
afectiva debe asumir el compromiso de ayudar al educando a
organizar su sistema axiológico sobre fundamentos
sólidos respetuosos de la condición humana. Se
trata, pues, de que la persona conozca, reconozca y estime los
valores. Tal como aparece en el ensayo del Profesor, Venegas M. (
2012)[2],que nos dice:"solo se ha transferido
conocimientos y saberes en la parte teórica de lo que son
los valores, faltando lo más importante, o sea la practica
constante y sobre todo vivencial de los valores, de tal manera,
que estos queden impregnados e interiorizados en cada una de las
mentes de nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
de ésta manera se " encarna" en la misma piel y
espíritu para ser parte de un todo"
Aun cuando la
subjetividad nos haga ser más o menos sensibles a los
valores ha de enfatizarse la objetividad de los mismos, que brota
de la propia realidad de los objetos. La afirmación
realizada, además, nos aleja de posiciones relativistas y
nos aproxima a valores universales, cuya identificación
desborda las pretensiones de este trabajo.

Más allá de las reflexiones realizadas en
torno a los valores, ha de señalarse que las implicaciones
de la inteligencia afectiva cubren un amplio espectro que se
inicia en la propia persona, con toda la riqueza y complejidad
del paisaje racional y emocional, y se extiende a las distintas
situaciones interhumanas y experiencias vitales; de hecho, la
inteligencia afectiva repercute en todos los ámbitos de la
vida: familiar, educativo, laboral, social, etc. Por eso es
menester desarrollarla desde la niñez.

No se trata de un nuevo tipo de inteligencia que se sume
a las largas colecciones que tenemos, sino de una necesidad.
Parto del supuesto de que la estructura intelectual está
inevitablemente unido a la afectividad y aun a la moralidad. Como
sostiene Zubiri (1991, p. 13), sentir e inteligir no
sólo no se oponen sino que constituyen un único
acto de aprehensión
.

Lo que parece claro es que hay que cultivar la
inteligencia afectiva, por más que se posean algunas
habilidades cognitivas relativamente autónomas. La vida
suministra numerosos ejemplos de personas consideradas muy
inteligentes que, en momentos decisivos, son incapaces de ponerse
en el lugar de los demás, que no reconocen los estados de
ánimo propio ni ajeno y que no saben expresar lo que
sienten. Por el contrario, otras personas, a pesar de obtener
bajas puntuaciones en las tradicionales pruebas de cociente
intelectual, se conducen con equilibrio y manifiestan una
inclinación afectiva hacia los otros, a menudo en forma de
simpatía, es decir, propenden a conmoverse
espontánea y sinceramente con los sentimientos de los
demás.

Estos casos y otros de mayor gravedad están muy
extendidos y nos llevan a insistir tanto en la necesidad de
revisar el concepto de inteligencia como de diseñar nuevos
instrumentos de medida de esta facultad que tengan en cuenta el
componente afectivo. Asimismo, dado que la inteligencia afectiva
hay que cultivarla, se hace imprescindible modificar la
educación actual –demasiado centrada en los
contenidos y muy poco en la vertiente emocional–, en aras
de la persona en su totalidad.

No quiero concluir este apartado sin aludir a dos
psicólogos que han alcanzado gran notoriedad, no exenta de
mérito. Me refiero a Goleman y a Gardner. Es frecuente que
ambos sean citados como representantes del modelo de
"inteligencia emocional"; sin embargo, entre ellos hay
considerables discrepancias. Para Gardner (2001, pp. 203-204),
por ejemplo, la noción de "inteligencia emocional", tal
como la presenta Goleman (1997), es cuestionable en ciertos
aspectos como cuando fusiona la inteligencia emocional con una
pauta de conducta determinada. A este respecto, he de
señalar que sin adscribirme puntualmente a la tesis de
Goleman, como se advierte incluso en la matización a la
propia locución por él empleada, ni al rumbo que su
propuesta parece haber adoptado, tampoco comparto las que me
resultan endebles explicaciones de Gardner, como el hecho de no
reconocer el entronque entre inteligencia y conducta. La
inteligencia no puede quedar encerrada en sus propios
límites, a no ser que, dejando a un lado su uso,
sólo nos interese su exploración estructural. No
es, desde luego, mi pretensión, todo lo contrario, busco
un equilibrio entre ambas apreciaciones.

1.8 Naturaleza de la inteligencia
afectiva

Dado que se ha definido sucintamente qué se
entiende por inteligencia afectiva, conviene explorar con
más detenimiento su naturaleza. Un primer paso corresponde
a la elaboración de un mapa de la inteligencia afectiva. A
tal respecto, la reflexión y la revisión de
literatura científica me llevan a describir tres tipos de
competencias –cognitiva, afectiva y
conductual–
que constituyen la inteligencia afectiva y
que poseen valor operativo para su mejora:

  • a. Competencia cognitiva: Es la
    capacidad para utilizar el pensamiento de forma eficaz y
    constructiva. Incluye los procesos mentales de
    comprensión, razonamiento, abstracción,
    resolución de problemas, aprendizaje de la experiencia
    y adaptación al entorno.

Especialmente relevante es la metacognición o
capacidad para pensar en la propia cognición y
controlarla. En el marco de la inteligencia afectiva, la
competencia cognitiva se caracteriza por una orientación
prosocial, pues el conocimiento y la habilidad que se poseen
tienden a reforzar los lazos interpersonales, es decir, la
convivencia.

  • b. Competencia afectiva: Es la capacidad
    para reconocer, expresar y canalizar la vida emocional.
    Adquiere especial importancia el equilibrio personal, la
    autoestima y la empatía. También es importante
    la metaafectividad o capacidad del sujeto para conocer y
    gobernar los sentimientos que provocan los fenómenos
    afectivos. Este componente se refiere sobre todo a las
    habilidades que tiene el sujeto para comprender la
    afectividad y, en consecuencia, enriquecer la propia
    vida.

  • c. Competencia conductual: Son las
    acciones que realiza el sujeto, a partir de su pensamiento y
    de su afectividad. La estructura cognitivo-emocional
    equilibrada y rica libera de la "robotización" y
    facilita la aparición de conductas positivas a nivel
    personal, escolar, profesional, social, etc. La
    planificación es básica para que no nos
    hallemos, más allá de lo imprescindible, en
    meros automatismos.

Estas tres vertientes operan entrelazadamente. Por lo
tanto, el tratamiento educativo debe abordar las tres dimensiones
y no se pueden olvidar los valores,  la ética, ya que
el hombre por su propia naturaleza es un ser moral.

Tras el conocimiento de la influencia de las emociones
en la inteligencia se defiende una educación de la
inteligencia afectiva impulsora de reflexión,
responsabilidad, libertad, creatividad, solidaridad y
convivencia.

Aunque no hay acuerdo unánime en señalar
los componentes de la inteligencia afectiva, entre otras razones
porque es poco el tiempo que la comunidad científica lleva
interesándose por esta cuestión, con frecuencia los
autores que abordan el tema distinguen las tres vertientes
descritas que, dicho sea de paso, operan entrelazadamente. En el
presente artículo, abordaré el de la inteligencia
afectiva por considerarla de suma importancia y nuclear para el
desarrollo de los aprendizajes y actitudes en el campo
educativo.

Mientras para los teóricos de la inteligencia
emocional (Goleman, 1999), esta habilidad corresponde a la esfera
de las emociones, se construye en etapas tempranas y no puede ser
modificada por el aprendizaje, posteriormente al momento en que
se están estableciendo las conexiones neuronales
correspondientes (las denominadas ventanas de oportunidad), para
otros teóricos este constructo corresponde de manera
más directa al terreno de la cognición y, por
tanto, puede ser modificado a través del aprendizaje y, si
es necesario a través de la resignificación que se
promueva por medio de procesos terapéuticos.

Desde las teorías de la inteligencia afectiva, se
resalta la percepción, la comprensión y la
regulación emocional para la adaptación al entorno
y se reconoce que contribuyen sustancialmente al bienestar
psicológico y al crecimiento personal; asimismo, se acepta
que influyen de manera importante en el uso del potencial
intelectual que poseen las personas (CI) así como en el
rendimiento académico del alumnado (Mayer & Salovey,
1997; Salovey & Mayer, 1990).

Prescindir de la afectividad equivale a llevar una vida
prosaica y gris. Sin el enriquecimiento de esta arcana
dimensión la vida del sujeto se estrecha y oscurece. En la
trama humana se descubren pensamientos, sentimientos,
motivaciones, etc., y no es posible el florecimiento existencial
si alguno de los más trascendentes dominios personales
queda yermo.

El enlace entre la cognición y la
emoción me lleva en este artículo a utilizar la
expresión inteligencia afectiva, que alcanza un verdadero
protagonismo y sobre la que muestro mi preferencia, al menos por
dos razones. Una, porque, hasta donde conozco, se trata de una
locución original libre de las connotaciones de otras
formulaciones harto difundidas. Dos, porque el término
"afectividad" es más abarcador e incluye, entre otros
fenómenos internos como las emociones. De ahí la
necesidad imperiosa de escribir éste artículo sobre
la Afectividad.

De acuerdo a la descripción de Rojas (1988, 17),
identificamos tres experiencias afectivas
fundamentales.

  • a. Conocimiento de la afectividad.-
    Capacidad de identificar los fenómenos afectivos
    propios y aun ajenos, la aptitud para acceder a la Vida
    emocional y conocer su complejidad. Es la habilidad para
    discriminar e interpretar correctamente los estados de
    ánimo. La persona con conocimiento de la afectividad
    advierte fácilmente la naturaleza de los sentimientos,
    emociones, pasiones y motivaciones, los relaciona y juzga con
    acierto.

  • b. Expresión de la
    afectividad
    .- Es la capacidad [3]de
    manifestar la propia afectividad, es decir, la habilidad para
    mostrar adecuadamente la experiencia emocional. A semejanza
    del artista, la persona que sabe expresar su afectividad da a
    entender con viveza y exactitud sus estados de ánimo.
    La expresión de la afectividad está
    condicionada socioculturalmente y, por lo mismo, se requiere
    conocimiento de los códigos concretos para que los
    mensajes emocionales se manifiesten e interpreten bien. La
    expresión emocional está al servicio de la
    comunicación.

  • c. Control de la afectividad.- Es la
    capacidad de gobernar las experiencias afectivas, esto es, de
    adecuarlas a las situaciones y ponerlas al servicio de los
    proyectos vitales. La persona con control emocional afronta
    los altibajos de la vida y mantiene el equilibrio afectivo, o
    sea, la templanza.

Es necesario hacer notar que no se trata de un nuevo
tipo de inteligencia que se suma a las largas colecciones que
tenemos, sino de una necesidad. La estructura intelectual
está inevitablemente unida a la afectividad y aun a la
moralidad. A este respecto, Piaget (1973, 48) sostiene que, desde
el período preverbal, hay un estrecho paralelismo entre el
desarrollo de la afectividad y el de las funciones intelectuales,
puesto que son aspectos indisociables de cada acción. Es
interesante también el estudio del egregio
psicólogo suizo sobre las relaciones entre inteligencia y
afectividad (2001). Más adelante, ampliaré otros
aportes de Piaget sobre la afectividad. Kohlberg (1992, 96), por
su parte, se expresa en términos parecidos a Piaget y
aplicó al estudio del juicio moral el concepto de
desarrollo en estadios elaborado por el autor
ginebrino.

1.9 La inteligencia afectiva en la familia y en la
niñez

a. La inteligencia afectiva en la
familia

Partes: 1, 2, 3

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