Berlín, primeros días del año
1946…La ciudad en ruinas, y el rugido de los Jeeps
americanos, el marchar de los soldados rusos, el parloteo de
algunos soldados franceses e ingleses contrasta con el ruido de
los pies que se arrastran de la población civil derrotada,
hambrienta, que deambula de un lado para otro entre la
vergüenza de la derrota, y la que producen las
fotografías de los horrorosos campos de exterminio de
Dachau, Baden Baden, Treblinka, etc. etc. que los Aliados han
colado a los pocos muros que aún están en pie. No
saben si el frio que sienten es en el cuerpo por el invierno o en
el alma por la desesperanza.
Un hombre se apresura a llegar al cuartel donde
están estacionados los oficiales Ingleses, se abriga con
un gabán de paño gris al que se nota le han
arrancado las charreteras y reemplazado los botones
metálicos por botones de carey baratos para mal disimular
el uniforme que alguna vez fue. Al llegar a la garita no puede
impedir el gesto militar de juntar los talones de sus raidos
zapatos que, afortunadamente no producen el chasquido que
habría retumbado si se tratara de las botas de oficial de
la Wermarch que usaba hasta hace pocos meses.
Name? Dice lacónicamente el soldado ingles
que custodia la empalizada que bloquea el acceso.Hans Bauer.
Documents?
Nein, no tengo, me fueron decomisados cuando
caí prisionero de Uds. En El
Alamein…Ah, Usted era de los "zorros del desierto" de
Rommel?Si…
Yo también estuve en el Norte de Africa, Jhon
Shoemaker, Sargento primero! – dijo el soldado, con una
voz orgullosa que trataba ser amistosa. – fue una buena
pelea. Allí la guerra fue dura pero decente.
Concluyó el Inglés, hablando mas para sí
que para el recién llegado – Que
necesita?Fui prisionero de Uds. Durante casi un año,
en nuestro campo de prisioneros jugué algunas partidas
de Ajedrez con el Coronel Flint y he sabido que se encuentra
aquí en Berlín, quisiera pedirle que me expida
un salvoconducto…Dificil…Hans Bauer, que rango tenía
Ud.?Coronel del Cuarto mecanizado. Comandaba una
división Panzzer.Coronel…. Vaya!, déjeme ver qué
puedo hacer.Thanke!
El sargento escribió una pequeña esquela,
giró la manivela de un teléfono y al cabo de un
momento se presentó un estafeta que tras recibir algunas
instrucciones salió en busca del Coronel Flint.
Para sorpresa de algunos soldados que se habían
reunido a charlar con el sargento de la garita sobre el soldado
Nazi que quería entrevistarse con el Coronel Flint y
esperaba de pie en la calle, quieto como una estatua, inmune al
frio y la llovizna que comenzaba a calar, apareció el
oficial ingles caminando apoyado en un bastón, con un
parche en un ojo, y una cicatriz que le atravesaba la mejilla
debajo del parche.
Coronel Bauer,… Viene a sacarme el otro ojo o
a terminar de arrancarme esta pierna que no hace sino doler
con el frio.No Coronel Flint, solo vengo a saludarlo y a decirle
que reconozco en Usted a un verdadero oficial, a un caballero
y a felicitarlo por el triunfo. No tengo rencor con Ud. Ni
con los Ingleses….Y con los Rusos?
Bauer torció el gesto pero, tras un suspiro
contestó:
– Hicieron lo que tenían que
hacer….también pagaron un alto precio.
-Así es! Coronel Bauer, Así es!
-Que puedo hacer por Usted Bauer?
-Coronel Flint, Ud. Sabe que yo fui un soldado, que no
tengo nada que ver en política, obedecía
órdenes y peleaba las batallas que me ordenaban
pelear…No fui nunca del partido Nacional Socialista, ni de
las SS, ni tomé nunca un prisionero civil, Ud. Sabe
cuántas veces conversamos en el Alamein de mi
animadversión hacia Hitler. Yo ya era cadete cuando
él fue cabo.
Ahora estoy aquí, con mi esposa y mis cuatro
hijos, durmiendo en lo que fuera el apartamento de mis suegros
que murieron durante el bombardeo de hace un año, no tengo
cuentas pendientes en Núremberg, ni testimonios que
ofrecer, gracias a que fui su prisionero. Quiero salir de
Alemania, mi esposa tiene algún familiar en
Suramérica que nos ofrece hospitalidad y yo quiero
alejarme de Berlín, aquí solo tengo recuerdos
dolorosos y vergüenza. Necesito mis documentos, mi pasaporte
y mi identificación militar, que me fueron decomisados por
Ud. O mejor aún un salvoconducto para poder llegar a
Nápoles, donde me ofrecen transporte a cambio de trabajo
para embarcarme con mi familia.
El Coronel Flint, observaba, entre asombrado y
pensativo, a ese "enemigo" con el que había peleado muy
duras batallas pero en el que reconocía igualmente a un
soldado de la vieja escuela, obediente y leal y por quien no
podía sentir desprecio. Le había correspondido en
suerte derrotarlo y hacerlo su prisionero, pero hubiera podido
ser al revés. Durante el término de la guerra se
respetaron mutuamente, y mantuvieron el campo de prisioneros en
relativa paz. Si, quería ayudarlo, pero no era
fácil.
-Coronel Bauer… Cuantas personas son en su
familia?
– Somos seis, mis cuatro hijos el mayor de trece y el
menor de tres y mi esposa.
– Como viajarían hasta Nápoles?
– Estoy reconstruyendo el pequeño furgón
Daimler que tenía mi suegro en su panadería,
está un poco abollado pero el motor enciende y los faros
iluminan, un poco bizcos pero tendrán que
servir.
– Si …recuerdo de sus dotes de mecánico,
varias veces reparó usted la planta Caterpillar en
África. No le prometo nada, un salvoconducto como el que
usted me solicita tendría que contar con la firma del
General Montgomery, y eso no es muy probable.
– Coronel Flint, se que usted hará su mejor
esfuerzo. Estoy en sus manos.
– Bauer…Hans, si me permite, yo no le estoy
prometiendo nada; Ud. tiene suerte que esta misma tarde debo
presentar un informe sobre la población civil que
está en el área bajo control Ingles en
Berlín, a propósito, donde vive Ud.?
– En el # 13 de Rosenthaler strasse …
– Sector Occidental?
-Si
-Bien. Le propongo algo, Hans… Montgomery siempre
quiso saber cómo lograron Uds. Entrar tantos tanques al
norte de África…sin que lo detectaran ni el MI5, ni
el Foreign Officce, y menos aún los
Americanos…
– Ya!…. Ud. Quiere saber sobre las divisiones Panzzer
–papier machè? – Dijo el alemán con una
sonrisa mal disimulada en la cara..- Ud. No me creería si
le contara.
-Explíquese
– Los engañamos…No habían tales
divisiones Panzzer…
-¿Como?
– Eran automóviles viejos cargando una estructura
de madera y cartón que simulaba un tanque, por cada tanque
real habían uno o dos tanques ficticios, al fin y al cabo
levantaban polvo igualmente….
-Ja ja ja! Panzzer papier machè! ….muy
ingenioso! De quien fue la idea?
-Mía, Coronel
-Ja ja ja! Espero que al General Montgomery le haga
gracia su ocurrencia.
-También lo espero Coronel!
– Vuelva mañana Hans Bauer, si puede
acompáñeme a almorzar, quiero preguntarle muchas
cosas…
-No, gracias Coronel. Yo lo respeto mucho a Usted y
acepto la derrota, pero no puedo permitirme el sentarme en un
comedor a informarle sobre nuestro ejército. Derrotado o
no yo no soy un delator y si por esto tengo que regresar a
prisión, pues aquí me tiene!
-Calma! Calma Coronel Bauer! No se trata de ponerlo en
confesión! Solo que si Ud. Necesita un favor, yo necesito
otro…es así como funciona esto Coronel.
-Perdóneme Coronel, yo no sé que pueda
tener yo que Ud. Necesite, aparte de mi conocimiento
militar…digame Ud.
– Nuestros amigos Mujiks pretenden dividir Berlín
intempestivamente y eso es un secreto a gritos. Pero nosotros
queremos situar a algunos ciudadanos alemanes en la parte de
Berlín que nos corresponde, y Ud. Es uno de ellos, pero
puede ayudarnos a localizar discretamente a
otros…
-Pero, precisamente por eso quiero dejar Berlín y
Alemania….
– Pues venga mañana, yo le pregunto por algunos
amigos, usted los contacta y les informa donde les sugerimos
ubicarse y Ud. Tiene su salvoconducto.
Qui va piano, va lontano…
Tres meses después de lo narrado El ahora llamado
Enrich Von Armin (antes Hans Bauer) avanza difícilmente en
un pequeño furgón de reparto de panadería,
bastante abollado, aún con el letrero "Klaus Bakerladen"
(panadería de Klaus) visible debajo de una muy delgada
capa de pintura que quería esconder la procedencia alemana
del destartalado automóvil Daimler Benz. Acompañado
de su esposa Cornelia, y sus cuatro hijos Hans, el mayor de trece
años, Klaus de diez, Helmut de siete y Albert de tres. La
dificultad del avance se debe más a que la carretera
está semidestruida por el paso de muchos vehículos
de oruga y camiones pesados, bombardeos, y falta de
mantenimiento, que a la capacidad del
automóvil.
Se acercaban a Núremberg en su camino hacia
Nápoles y ya habían recorrido Leipzig, Gira y
Erfurt, en dos duras jornadas, el combustible escaseaba pero el
señor Von Armin se sientía tranquilo pues llevaba
sus ahorros convertidos en libras esterlinas y francos suizos
gracias a la gestión del Coronel Flint y sabiendo que
sería relativamente fácil adquirir combustible en
Núremberg, pero repentinamente el furgón da un
salto intempestivo después de un ruido apagado que Hans
Bauer reconoce como un disparo de arma de fuego y un
neumático se desinfla.
No tiene armas, pues sería imposible pasar todas
las requisas que representa el viaje hasta Nápoles con una
Lugger escondida en la guantera. Así que trata de
seguir andando pero es imposible, destrozaría la llanta y
no tiene repuesto, entonces se detiene. Su instinto de soldado le
mantiene tranquilo, pero no puede notar que su hijo Helmut empuja
la puerta de corredera del furgón que se abre
rápidamente.
Hay un nuevo disparo, esta vez se oye nítidamente
y el niño cae con la cara destrozada. Hans grita antes que
su esposa salte hacia el sitio donde se encontraba Helmut al
caer.
-Alt! No te muevas!…
-Helmut! – Dice Cornelia con una voz
ahogada…
-No te muevas!
Hans Bauer toma una frazada que estaba entre él y
su hijo Klauss que ocupaba el puesto de la derecha del conductor,
abre la portezuela y la tira al piso. Inmediatamente suena otro
disparo, esta vez Hans reconoce el sonido de un fusil y ubica su
procedencia mientras ve que la frazada recibe el disparo, y oye
otro sonido de percutor sobre cámara
vacía.
Inmediatamente salta y corre hasta donde sonó el
disparo y agarra a un joven por la cabeza, se la gira bruscamente
y escucha el crujir de las vertebras del cuello, se le hace que
ha sido demasiado fácil matarlo, hubiera querido que
sufriera más.
Busca a su hijo y comprueba lo que ya sabía,
está muerto. Ha visto demasiados muchachos alemanes
muertos para no reconocer a uno con solo mirarlo. Sin decir
palabra busca en el cajón de herramientas que lleva y saca
una pica corta que tenía su suegro para cavar cuando se
atoraba en la nieve.
Abre un hoyo donde deposita a su hijo y, cuando va a
comenzar a tapar la improvisada tumba, su esposa le pregunta por
qué no le hacen una velación al
muchacho.
-No podemos. Este miserable, dice señalando el
cadáver del asesino de su hijo, era un ladrón y
nada nos asegura que no haya mas por ahí…Debemos
seguir cuanto antes, es necesario que lleguemos hoy a
Núremberg o no alcanzaremos el barco griego en el que me
ofrecieron trabajo… Tenemos menos de una semana para
llegar a Nápoles.
-Por qué eres así? No te duele
Helmut?
– Cambiaria de puesto con el si
pudiera…
– Oh Hans…
– Enrich! No Hans, Hans es nuestro hijo
mayor…
-Oh Hans…
Mientras Cornelia y los niños rezan algunas
oraciones y depositan unas flores sobre la precaria tumba, Hans
recoge el cuerpo del asesino de su hijo, lo carga sobre sus
hombros como si fuera un carnero y se aleja por entre la
espesura, encuentra un sitio donde hay una depresión
causada por algún obús que estalló en ese
sitio y allí arroja sin miramientos el cuerpo.
Regresa desmonta la llanta, retira el neumático
lo repara con manos expertas, lo reinstala, infla con una bomba
de pie y ordena a todos seguir la marcha.
Al llegar a la ciudad hay un retén custodiado por
soldados rusos. Los hacen detener y con gestos más que con
palabras les piden documentos.
-Pasport, permiso de tránsito!
-Si, aquí lo tiene…
-Veamos, Enrich Von Armin, Aquí dice que viaja
con su esposa y cuatro hijos, solo veo tres…
– Perdimos un muchacho esta tarde…
-¿Como así? ¿Perdió un hijo
y sigue adelante? Explíquese.
Rápidamente Bauer intuye que informar del
asesinato de su hijo puede generarle problemas, él sabe
que los soldados rusos buscarán cualquier argucia para
estropearle sus planes cualquiera que estos sean. Tienen muchos
resentimientos acumulados.
Debemos esperarlo en Núremberg, el debe
llegar mañana, se demoró donde un
tío….
Inventó rápidamente, hablo calmadamente y
mirando al piso. El ruso lo observaba buscando algún
argumento para contrariar al alemán.
No puede ingresar a la ciudad. La
documentación está en orden pero habla de
cuatro hijos, no de tres, entiende?Si, Tobarich, entiendo.
No se atreva a llamarme su camarada! Nazi
inmundo!Discúlpeme soldado, no le quise faltar al
respeto.¡No puede
pasar!,¡Devuélvase!Pero señor…¡por
favor!Nada, devuélvase por donde vino!
Sin más argumentos Hans Bauer retrocedió
el furgón y giró en sentido contrario. Cornelia
Bauer, no podía creerlo y le insistía a su
marido.
Hans, haz algo!
Hans, ¡no!, ¡Enrich!
No comiences con eso, haz algo Hans!
Ya basta! Silencio!
Emprendió la marcha atrás recordando haber
pasado por un pueblo pocos kilómetros antes, donde tal vez
pudiera conseguir combustible e información.
También necesitaban comer algo, la jornada había
sido extenuante y el desarrollo de los acontecimientos no les
había dejado sentir hambre, pero el agotamiento y la
tristeza hacían presa de todos. Albert, el menor, lloraba
silenciosamente, y cogía la mano de su hermano Hans, que
siempre había sido su protector.
Cornelia, sentada al lado de su marido,
permanecía igualmente silenciosa y con la mirada en el
vacio…
A poco llegaron al pueblo que buscaba Hans, cuando
habían pasado de camino a Núremberg ninguno
había reparado en lo golpeado que se encontraba ese
pueblo. Casi todas las construcciones estaban en ruinas y
abandonadas. No se veía gente en las calles y todo
mostraba un aspecto fantasmal, realzado por la caída de la
noche. Finalmente encontraron un surtidor de combustible, donde
despachaba una mujer vestida con un overol muy sucio, al igual
que ella. Hans reconoció la suciedad que produce hacer
trabajo mecánico en automóviles y camiones con
serios daños. Había sido su labor habitual en el
campo de prisioneros en áfrica. La mujer les vendió
diez litros de combustible, máxima cantidad debido al
racionamiento.
-Hace trabajo de mecánica?
– Si señor, el taller era de mi marido pero
murió en el frente Oriental durante el avance hacia
Moscú hace algo más de un año, al principio
me ayudaba mi hijo, pero también murió en la
defensa de Berlín, solo tenía 17 años. Ahora
estoy sola con mi hija Hanna, de 12 años. Se le ofrece
algo, además del combustible?
-Si señora, pero no de mecánica,
necesitamos cenar y un lugar donde pasar la
noche…
– Lugares hay muchos, casas abandonadas, edificios
enteros… La comida es otra historia, no hay y nadie quiere
vender la que tiene. Aquí nos hemos comido hasta los
perros.
-Nos conformamos con el alojamiento…
– En el costado Sur de la plaza encontrará varios
edificios en los que hay apartamentos abandonados, algunos
están aun en condición habitable, pero hay que
estar vigilantes, hay muchos desesperados que hacen cualquier
cosa por conseguir algo de comida, usted me entiende.
Con mucho cuidado Hans entró a un edificio que
tenía el frente totalmente derruido. Ya había
caído la noche y no había fluido eléctrico
aún, solo se distribuía tres horas al día,
de las 19 a las 22 horas, por lo que se alumbraba con una
linterna de baterías que le servía para no
tropezar, pero que al mismo tiempo podía ser un atractivo
para los vándalos.
La parte posterior del edificio había sobrevivido
casi indemne al bombardeo, eran cuatro pisos de apartamentos que
en su momento estaban habitados por comerciantes y empleados de
clase media alta, pero que ahora lucían silenciosos, con
las ventanas rotas y algunas puertas amarradas con cadenas y
candados.
En el segundo piso observó una puerta cuya cadena
había sido violentada. Con aprehensión
dijo
-Hola! Hay alguien aquí?…
Silencio…. Después de tres intentos
penetró en las habitaciones cerciorándose que
estaban deshabitadas. Ingresó la furgoneta en el patio de
la edificación y le desmontó todo el sistema de
distribución de las bujías, quería
encontrarla al otro día. Hizo subir cuidadosamente a los
demás y encontraron dos habitaciones comunicadas en las
que había camas cubiertas de polvo y escombros pero que al
levantar los edredones que se encontraban tendidos estaban
aceptablemente limpias para pasar una noche.
Cornelia repartió algunos pedazos de pan de
centeno y rebanadas de carne embutida, que devoraron con apetito,
especialmente los niños.
Al poco rato todos dormían, incluido Hans que
estaba vencido de cansancio.
No había amanecido cuando su esposa lo
despertó
-Hans, oigo llorar un bebé….
-Duerme, no hagas caso. La madre lo
atenderá!
-No, lleva largo rato llorando, no puedo
ignorarlo.
-Cornelia…por favor!
Sin embargo Hans prestó atención y
evidentemente se escuchaba muy lejano el llanto desesperado de un
bebé. Se levantó, se enfundó
rápidamente en su antiguo abrigo de oficial, calzó
rápidamente sus zapatos tomó la linterna y un
cuchillo que a la postre era la única arma con que contaba
y salió haciendo gesto a su esposa de permanecer
callada.
Subió un piso más y prestó
atención. El llanto venía de otra
construcción posterior al edificio donde se encontraban.
Pensó en regresar a la cama pero sabía que Cornelia
no le permitiría dormir.
Descendió hasta el patio y vio que el muro
posterior que dividía las dos edificaciones estaba
derrumbado, trepó con cuidado los escombros y
alcanzó la planta baja del edificio que se encontraba en
peores condiciones que el que utilizaban de refugio, sin embargo
el llanto se escuchaba más nítidamente. Ganó
el segundo piso y entró a una habitación que
debía ser el salón de un modesto apartamento y lo
vio. Un bebé en el piso, de edad indefinible, estaba muy
delgado y sus ojos azules no desgranaban lágrimas por la
deshidratación evidente. El llanto era más bien un
gruñido seco y doloroso y el bebé se aferraba a la
mano de una mujer tendida en un sofá. Evidentemente la
madre.
Hans lo supo solo con verla, estaba muerta.
Sintió rabia y dolor. Esta era la guerra que se
había inventado ese loco desquiciado de Hitler. Y
él había ayudado!. Con suavidad alzó el
bebé y lo metió entre su camisa. Necesitaba las
manos para volver a trepar el montón de escombros y
regresar con su esposa. Ya verían que hacer con ese
bebé, por ahora no lo podía dejar allí
aferrado al cadáver de su madre.
A la mañana siguiente la familia pudo ingresar a
Núremberg, el número de hijos correspondía a
los que mencionaban los documentos….Helmut tenía
cuatro años menos que al salir de
Berlín.
Autor:
Carlos Faccini Freymond