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Hostilidad y abuso de poder



  1. Hostilidad
  2. Formas de ser
    hostil
  3. Abuso de
    poder
  4. Volviendo a la
    película

La boda se estaba efectuando. El novio, miraba a la
novia con una eufemística lascivia cifrada en una sonrisa
que, lejos de ser una felicidad "cristiana", anunciaba la
apertura del inicio de un goce sexual que sólo
terminaría con el hastío cosificado por las
arrugas. Los novios celebraban; los invitados, por su parte, eran
premiados por asistir a aquel espectáculo donde
intuían que, tan pronto se ausentaran todos, los
recién casados darían riendas sueltas a sus deseos
reprimidos. Pero la felicidad duró poco: un noble,
acompañado de su séquito de lambones,
irrumpía en la fiesta alegando que, por sus derechos de
noble concedidos por el rey Eduardo Piernas Largas bajo el edito
de la Prima Nocte, debía bendecir la boda con ser
el primero en "dormir"[1] con la novia. Hubo
cierto forcejeo, resistencia ante el abuso y la agresión
hacia la dignidad; pero la fuerza se impuso y el novio no tuvo
más que resignarse a la humillación.

Tiempo después, William Wallace dirige a un
regimiento de escoceses que deciden atacar la fortaleza en la que
habitaba aquel noble quien reconoció de entre los
principales atacantes al esposo deshonrado y humillado; intuyendo
en él su deseo de venganza, alegó que su
acción en la boda respondía a un derecho que, como
noble, le concernía. Tal alegato resultó un
verdadero acto de cinismo, aún para los espectadores que
estaban bien conscientes de que todo eso no era más que
una directriz establecida por un guionista, pues, lo que se
prescribe responde a unos de los filmes dirigidos por Mel Gibson
titulado Braveheart (Corazón valiente,
1995
).

Como cualquier película, esta producción
puede ser abordada desde diferentes ángulos
(histórico, sociocultural, literario,
lingüístico, biográfico, geográfico,
artístico); todo depende del interés personal a la
hora de abordarla. El mío, en lo que a ella se refiere,
mira hacia la relación de poder entre los individuos; o
sea que, a partir de ella busco analizar una situación que
cuya gravedad termina en insurrección; esto es en caso de
que el afectado posea un elevado sentido de dignidad, porque, de
no ser así, lo que suele sucede es el suicido o la
pérdida de interés por las cosas con las que tiene
que ver al respecto.

En este ensayo, me propongo hablar de dos cosas muy
latentes en este film y que se manifiestan indistintamente; se
trata de la hostilidad y el abuso. Ambas acciones son frecuencia
en cualquier lugar donde la relación con el otro sea
condicionada por la presencia del poder; esto último
responde a que, de alguna forma, entro nosotros y los
demás hay una posición de ventaja o desventaja,
pero escasamente de igualdad, no importa en plano sobre el que se
desarrolle dicha relación.

Hostilidad.-

Por lo común, la hostilidad se define como
"agresión armada" de un país contra otro. Pero la
hostilidad, como ya sabemos, no se reduce sólo a
situaciones internacionales sino que, también, tiene que
ver con lo interpersonal. Las personas, constantemente se agreden
entre sí con miras a defender aquello que considera suyo
por algún derecho. De igual modo, hay que aclarar que en
el trato hostil se emplean otros tipos de agresión
además de la "armada": el diálogo peyorativo, el
menosprecio, la ridiculización, y el preferencialismo son
formas de hostilidad que constantemente se suelen emplear cuando
la relación con los demás está a punto de
colapsar. Quizás algunos aleguen que no son así o,
alentados por un complejo humildad, condenen este tipo de
comportamiento señalen este proceder como adverso a las
normas del buen vivir; sin embargo, es un comportamiento muy
frecuente entre personas que tienen algún marco en
común (trabajo, iglesia, deporte, hogar o club
social).

Por lo anterior, la hostilidad es propia de los espacios
de la convivencia social. Es producto del intento por demostrar
superioridad hacia la otra persona. En el plano laboral, por
ejemplo, es notoria cuando el alegato de "antigüedad"
acompaña el reclamo de ciertos privilegios; pero en ello,
en ese intento de convencer, aparece el otro como referente de la
posición, pero casi siempre en desventaja; no es que se
desconozca sus derechos, el problema está en que los
reclama a cualquier costo, incluso perjudicando al otro en
beneficio suyo.

Se puede afirmar que la hostilidad se produce en el
terreno de la igualdad. Se hostiga al que está
próximo; se le agrede porque la cercanía así
lo permite. Si existiera cierto distanciamiento, una forma de
eliminar la proximidad y, por ende, el conocimiento de la
persona, sería difícil el hostigamiento debido a
que no existen las condiciones que así lo permitan. Solo
se hostiga al que se conoce, de ahí que se recurran a
expresiones vejatorias de esas que aluden a alguna deficiencia
(física o intelectual). En caso de que la hostilidad sea
dirigida hacia algún desconocido, entonces, se trata es de
una fobia (porque las fobias inhibe a la persona a tratar con el
motivo de su repulsión).

Entonces, podemos decir que, una persona hostil es
aquella que agrede a sus "semejantes" en función de la
relación que exista entre ellos; lo que quiere decir que,
alegando que conoce a "equis" persona, tiene motivos suficientes
no sólo para odiarle sino también para emplear todo
mecanismo de maltrato o vejación (que al fin de cuentas es
lo mismo) en su contra. Naturalmente, el agredido
recurrirá a cualquier medio para defenderse y su
contraataque irá contra su agresor en la misma medida que
recibe el daño; muchas veces su hostilidad suele ser peor
pues su reacción ya es por venganza que por mera
defensa.

Formas de ser
hostil.-

La hostilidad es versátil; su uniformidad es
sólo nominal, cambia según el individuo y el
contexto en que éste se interactúa. El contexto
(laboral, religioso, escolar, familiar…) determina la forma de
la agresión, digo esto porque esto hace posible la
manipulación, elemento esencial para que le permite al
"usuario" disfrazar lo perniciosos de su accionar; en la
religión, por ejemplo, es muy frecuente ya que el agresor
tiende a "justificar" sus atropellos basado en una supuesta
"autoridad" o revelación divina. En fin, el tipo de
hostilidad depende de su contexto.

Hostilidad religiosa: esta se ampara en los
preceptos canónicos (en el caso del cristianismo, en la
Biblia). En este contexto, la hostilidad, en gran parte de los
casos, es unilateral: siempre parte desde el agresor. El
agredido, inutilizado por el temor a consecuencias de
carácter divino, prefiere la sumisión, actitud que
afianza el capricho de aquél. Mensajes "divinos",
prédicas teledirigidas[2]abordando el
problema que afecta a la persona indicada.

Hostilidad partidarista: es propia de los grupos
políticos. Se caracteriza porque, quienes están en
mejores posiciones, tratan a los "desgraciados" con cierto
desdén, a sabiendas de que son estos últimos
quienes aseguran sus posiciones de privilegios. Los grupos pocos
"favorecidos" suelen ser utilizados instrumentalizados a tal
grado que, en momentos cruciales, son orientados para que
enfrenten a los integrantes de los partidos contrarios con
expresiones soeces, cuando no es que los hacen que se agredan
mutuamente.

Hostilidad marcial: propia de los grupos
militares o policiales. Estos ven a la población como una
amenaza o como un medio para descargar la ira creada en su
subconsciente durante el período de entrenamiento. Muchos
creen que su agresividad se cifra en el porte del arma de fuego,
y no es así; su sentido de grandeza ante la
población civil es producto de largas horas de
entrenamiento; allí se le enseña la honorabilidad
de su uniforme no obstante la realidad e imponencia de sus
miserias. Pero su desprecio siempre será dirigido hacia
los civiles que comparten su infortunio; es contra estos que su
odio es recrudecido.

Hostilidad burocrática: llamémosla
también "hostilidad de oficina" o "administrativa". Abunda
en los lugares donde se "maneja el papeleo, las grapas y los
pisapapeles"; o sea, oficinas públicas y privadas. Es
natural en aquellos lugares donde el "arribismo", la
"lambonería" y la "traición" son los
peldaños que permiten el ascenso. Quienes practican esta
modalidad recurren con frecuencia a este tipo de hostilidad que
se manifiesta mediante el espionaje, el nepotismo, el populismo,
el despotismo y la falta de criterio para reconocer el derecho de
los subalternos. La posición que estas personas tienen en
la empresa no es producto de sus méritos sino de sus
"artimañas"; así que, sospechando que alguna vez
pueden ser desplazados por alguien con talento, que ellas, pues
no tienen ninguno; por ende, temerosas de ser enfrentadas,
siembran la rencilla y envenenan los gremios con chismes
favoreciendo a los más consecuentes con sus causas quienes
siempre disfrutan de estipendios
"extraños"[3] en agradecimiento a su
lealtad. Hay que advertir que, aunque estos resulten favorecidos,
su condición de persona queda subordinada a la canina
pues, cuando aquellos pierden los estribos son vejados sin
contemplación, sin importar los testigos que presencien el
hecho. La hostilidad es tan rampante que los "potentados" o
"jefes" llevan lo personal al plano laboral y así
justifican sus abusos; lo hacen así porque no tienen el
suficiente valor para enfrentar a sus oponentes; por lo tanto,
crean toda una farsa haciendo que el subalterno resulte
inoperante para el cargo (cuando lo real es que todo se trata de
un asunto emocional, entiéndase celos, lío de
faldas, o sexual). Esto es por un lado, porque por el otro, puede
haber raíz de amargura o resentimiento social; lo que, una
vez visto en posición aventajada, emprenda contra los que
le adversaron una persecución a tal grado que haga la vida
de los otros miserable. Hay algo mucho más interesante en
todo esto y es que aquellos que hoy se encuentran en
"posición de ventaja" ayer fueron, igual que los otros
unos "desgraciados excluidos sociales"; pero parece que el goce
del poder les afectó la memoria haciéndoles creer
destinados para gobernar que ven en los que son como ellos eran
un recuerdo maldito de su anterior condición; por eso
utilizan métodos bajos para herirlos, porque sabe, ya que
lo vivieron, cuáles cosas pueden o no destruir su
dignidad.

Hostilidad intelectual: es propia de los
intelectuales; de ahí su nombre. En este plano, existen
"capas de intelectuales" creadas inconscientemente por aquellos
que padecen el complejo del "estiramiento inglés";
allí están ubicados por círculos (desde
afuera hacia dentro) los pseudo-intelectuales, intelectuales a
media, los menos intelectuales, los intelectuales y los
supra-intelectuales (colocados en el mismo centro); estos
últimos se consideran a sí mismo la "crema innata"
de la intelectualidad; son estos mismos los que el
segregacionismo entre los demás. Miran a los otros con
desprecio, aunque ante ellos disfrazan su desprecio planteando
diálogos que rayan en la trivialidad por considerarlos
ineptos para sostener una conversación sobre temas
"intelectualmente densos". Su hostilidad consiste en segregar de
sus círculos a los que son "menos que ellos"; a
éstos tratan con indiferencia, procurando ocultar su
desprecio por las personas cuya vileza consiste en "pretender lo
que no son: inteligentes". Lidian con los "primates" porque la
situación socioeconómica así se lo imponen,
porque saben que, de no ser así, estarían comiendo
su propio excremento; de lo contrario, evitarían a toda
costa lidiar con seres de semejante "ordinariedad intelectual".
Saben que "son pocos", pero lo disfrutan ya que la "brevedad del
número" les imprime singularidad lo que, a su vez, les
convierte en dioses entre mortales (algo parecido a la historia
de Gulliber); es como si con ello atrajera hacia sí la
atención de todos los que aspiran, pero no pueden, ser
como ellos. Sus insultos son propios de su condición; no
emplean palabras soeces, salvo que estén emocionalmente
desequilibrados; pero utilizan términos peyorativos que
casi siempre aluden lo formativo. Lo mejor de todo esto es que
los demás, los que son objetos de su desprecio, no
advierten su hostilidad; sólo saben que casi nunca tienen
tiempo para ellos o "se les olvidó" hacerles
partícipe de sus proyectos; pero la verdad es el desprecio
es la llave que libera el secreto. Son hostiles y lo demuestran
en la selección de sus amistades: es gradual; o sea, a
mayor inteligencia mayor acercamiento. A los "desprovisto de toda
inteligencia" los tratan amparados en la resignación; pero
lo hacen así porque entienden perfectamente "necesitan de
su experticia en el nado"[4] (lo que supone un
trato hostil ya que la hipocresía viene a aderezar esa
relación).

Hostilidad familiar: ésta ya la conocemos
de más; los medios de comunicación nos han
saturados con el tema de la violencia intrafamiliar y la
violencia de género (ésta última acentuada
en la relación "hombremujer" y no "mujer-hombre". Sin
embargo, hay un tipo de hostilidad que no sale a flote, que
está latente en los hogares y que su pábilo se
mantiene humeante hasta que la muerte, no importa la manera, pone
fin a la víctima que sufre tal infortunio. Este tipo de
hostilidad se manifiesta en la medida en que el agresor
instrumentaliza las deficiencias o debilidades de su
víctima:

-utilizando lo sexual como castigo; inhibiendo a la
pareja de placer por no cumplir con tal o cual requisito (muy
propio de las mujeres).

-tomando como pretexto la "frigidez", o la histeria, de
la pareja para alimentar una relación
extramarital.

– Tildar de malcriadeza el desafío de a la
autoridad paterna. Erick Fromm, en Ética y
Psicoanálisis
, trabaja el tema del castigo como forma
de censura a la rebelión de los hijos.

– El llanto, el silencio prolongado y la "pérdida
de apetito" (métodos frecuentemente utilizados por los
hijos) como medio de manipulación y captación de la
atención de los padres o tutores (los abuelos suelen ser
arrastrados por este mecanismo).

Abuso de
poder.-

La hostilidad se produce horizontalmente; en
algún punto las personas coinciden y desde allí,
mutuamente, motivadas por alguna situación adversa, se
agreden sutilmente, procurando vender la idea de que todo anda
bien, que cumplen con el precepto bíblico de "amar al
prójimo". Aunque existe una relación de
jerarquía, las experiencias compartidas (el trato
fraternal, el laboral o cualquier simple relación de
social) reducen las diferencias a situaciones coyunturales
estableciendo una relación de iguales.

En lo referente al "abuso de poder" la situación
es totalmente diferente: aquí la jerarquía
permanece y permite, a quien ostenta el poder, manejarse a su
antojo en detrimento de los demás.

Hay abuso cuando alguien, en una posición de
ventaja, perpetra algún daño (físico, moral
o psicológico) a otra persona que, debido a alguna
condición determinante no puede defenderse. Es
difícil separar la hostilidad del abuso; sin embargo, la
hostilidad no implica abuso; ésta se produce, recordemos,
en una posición de iguales (por ejemplo, el caso de dos
hermanos con iguales privilegios que se agreden constantemente de
diversas formas). Pero el abuso implica la presencia de la
hostilidad ya que existe la agresión en contra del
perjudicado. Privar a una persona de sus derechos en la empresa
es una agresión y un abuso; agresión porque se
busca herir su dignidad, es un abuso porque la posición de
poder hace posible que ésta se vea inutilizada a hacer
algo en su defensa.

El abuso puede ser de diferentes formas según la
situación lo determine: tamaño, sexo, arma, miedo,
posición en la empresa, confabulación, complot,
etcétera. Siempre que esto suceda hay abuso porque existe
una persona perjudicada que se ve imposibilitada a responder en
la misma o mayor intensidad a su agresor o agresores. Y, siempre
que esto sucede, todo queda en el olvido por el bien de los
perjudicados.

Es innegable que suelen ser los que vivieron en la
carencia quienes incurran en el abuso de poder una vez ocupen una
posición de privilegios. Sus almas no han curado de la
triste experiencia de privaciones y maltrato, de modo que, asidos
de los medios, emprendan la carrera de satisfacer su prolongada
sed de venganza. Mussolini, Hitler, Franco, Trujillo y
Lilís son pruebas fehacientes de esto. Con esto no quiero
excusar a quienes, a pesar de llevar una vida holgada, se valen
del poder (económico, político o social) para
perjudicar a los otros en aras de ciertos beneficios personales.
Lo que quiero resaltar es que resulta paradójico que
alguien con una historia tan triste, procediendo de los bajos
estratos sociales, olvidando sus orígenes haga de la vida
de sus "semejantes" un verdadero infierno. Cuando esto sucede lo
que se intuye es que su "capacidad de asombro" fue devorada por
su miseria de entonces. O es que nunca tuvieron "inteligencia
emocional" sino que, en su lugar estuvo la indiferencia,
esperando la oportunidad para dejarla salir a flote.

Si lo que siempre vivieron en holgura son crueles en su
manejo en el poder, estos son peores pues conocen de que aquellos
"infelices" están hechos, conocen al dedillo su contextura
emocional, así que saben perfectamente cuáles son
los métodos más eficaces para hundirlos o
destruirlos moralmente. Se tozudos en la retaliación; no
conocen el sentido de la piedad ni se conduelen de nadie,
incluyendo su madre. Sienten un asco profundo por los de su
clase; es por eso que en su trato son torvos e iracundos. Lo
obtuso de su entendimiento les impide entender lo inminente del
mañana y lo importante de dejar una puerta abierta; eso
les importa un pepino; es como si la noción del tiempo se
hubiera desvanecido en su postrer intento por ser feliz en un
momento donde el hambre los arredilaba.

Pero el abuso de poder mas recrudecido en los predios
del poder que en el poder mismo. Me explico: los que están
cerca del poder (entes que se identifican con los "jefes" por
compartir la misma miseria y el mismo reptar) son más
crueles pues, jugando doble papel, siembran la inquina en el jefe
contra los demás subalternos aludiendo a la sospecha de
"rebelión". Estos últimos, regodeados en su papel
de ser testaferros del poder mantienen en una constante zozobra a
quienes se resisten a "doblar rodillas ante Baal" tirando su
dignidad y su honor por el suelo; a estos ultrajan y enrostran el
haber logrado un sustancioso aumento de sueldo o un ascenso
importante sin la intervención de los méritos sino
del constante uso de la lisonja. Estos no tienen sentido de
clase; la traición es su estilo de vida y la
lambonería su religión.

Parece como si la razón estuviera podrida, o
simplemente no existiera. Su forma de hacer valer su razón
es grotesca a tal grado que parece un símil de una figura
dantesca. El asunto es que imprimen el terror sin ningún
criterio más que el de provocar en el otro un respeto que
ellos, ni por el imperativo de la "pena" se han
ganado.

Volviendo a la
película.-

Mel Gibson plantea en Braveheart un drama
interesante en el que a la hostilidad y el abuso de poder se le
imprime una marcada diferencia. Más allá del
naturalismo con el que nos describe la crudeza de las batallas,
existe el pugilato por el poder acicalado por la traición
y cuantos medios bajos crea la sociedad para hacer de su
miserable vida algo más llevadero. No todo es sangre,
extremidades cercenadas o ruptura de cráneos;
también se presenta la intención de quitar del
medio al amigo que hace la vida miserable o que por su culpa las
posiciones de privilegios peligran.

En esa película se percibe de manera
diáfana la agresión entre los iguales y el abuso de
poder representado en la manera en que los "fuertes" hacen de la
vida de los débiles un verdadero retrete o simplemente un
relato vulgar.

Es fácil intuir a través del film que la
hostilidad y el abuso de poder, a pesar de estar internamente
relacionados, poseen una sutil diferencia que, para
señalarla, hay que acudir a situaciones que son latentes
en nuestro diario vivir. Basta ver el drama con detenimiento y
observar como cada cosa vibra en la sustancialidad de sus
respectivos contextos.

 

 

Autor:

José E.Flete-Morillo

[1] Dormir: eufemismo que, atendiendo al
campo semántico de la expresión, más bien
quiere decir "tener sexo".

[2] . Ver la película "La duda" de
John Patrick Shanley.

[3] . Los más leales logran puestos en
la empresa violando la institucionalidad pues no cumplen con
los procedimientos de lugar; simplemente son favorecidos por
sus "servicios"; desde incluirles a familiares en la
nómina de la empresa hasta concederles "regalitos" que
van desde alhajas baratas hasta vehículos lijosos (o
simplemente usados).

[4] . Ver el relato "El sabio que no
sabía nadar" compilado por Alejandro Arvelo (2005) en su
texto Si quieres filosofar.

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