¿Le pasó alguna vez que
terminaba de escribir un correo dirigido a un compañero,
comentando algo negativo de su jefe, y sin querer lo
dirigió a su superior?.
¿Nunca dejó (justo) el papel
que esa persona no debe ver en su escritorio?.
¿O saber que hoy venía uno de
los Directores y se mancha la corbata (que nunca usa) con
café?.
Una más: Ud. sabe que debe entregar
un trabajo el miércoles a última hora, y al momento
de imprimirlo cae en la cuenta que se quedó sin tinta hace
dos días y olvidó avisar al
responsable…
Estas y otras tantas situaciones similares,
propias de la cotidianeidad en cualquier empleo pueden ser
leídas como simples equivocaciones, o bien ser pensadas
desde otro lugar.
Cuantas veces sucede que cometemos errores,
faltas o deslices que nos sorprenden. En esos momentos, si de
algo estamos completamente seguros es que "No queríamos
hacer eso, sino otra cosa". Además, convengamos que si
bien en Argentina está bien popularizado el lenguaje
psicoanalítico, sus conceptos parecen ser más
aplicables cuando los vemos en otra persona y no en uno. Cuando
se trata de mí, del que yerra sin querer, ahí la
cosa se pone más difícil y preferimos atribuirlo a
una mera casualidad o a algo con poca importancia.
Quien primero corre el velo a esto,
quitándole su apariencia de ingenuidad es Freud, el
inventor del concepto Acto Fallido: "Las funciones fallidas,
o sea el olvido ocasional de palabras y nombres, el de
propósitos, las equivocaciones orales en la lectura y la
escritura, el extravío de objetos, la pérdida
definitiva de los mismos, determinados errores contrarios a
nuestro mejor conocimiento, algunos gestos y movimientos
habituales, todo esto que reunimos bajo el nombre común de
funciones fallidas del hombre sano y normal ha sido, en general,
muy poco atendido por la Psicología, atribuyéndose
a la «distracción» y considerándose
derivado de la fatiga (o) la falta de atención (..) Las
funciones fallidas son verdaderos fenómenos
psíquicos y entrañan siempre un sentido y una
tendencia, constituyendo la expresión de determinadas
intenciones, que a consecuencia de la situación
psicológica dada no encuentran otro medio de
exteriorizarse. Tal situación, es, por lo general, la
correspondiente a un conflicto psíquico y en ella queda
privada de expresión directa, y derivada por caminos
indirectos la tendencia vencida[1]
De esta manera, admitir que la conciencia
no es la que prima siempre en nuestra conducta es la
condición necesaria e indispensable para comprender las
razones fundamentales capaces de explicar los fenómenos
mencionados.
"Si queremos proseguir consecuentemente
nuestra interpretación de las operaciones fallidas (…)
nos veremos obligados a suponer que en el hombre hay tendencias
que pueden ser eficaces sin que él sepa nada de ellas.
Pero con esto nos ponemos en contradicción con todas las
opiniones predominantes en la vida
ordinaria…[2]".
El hombre intenta negar casi
sistemáticamente la preponderancia del inconciente en sus
actos diarios. Cuestión que también fue advertida
por Freud al establecer que una de las principales afrentas del
psicoanálisis hacia el narcisismo de la humanidad tiene
que ver con que "El Yo no es amo en su propia casa" lo que
implica pensar que nos encontramos bajo el dominio del
Inconciente, a quien podríamos ubicar de manera no
anatómica como aquella parte de la estructura
psíquica en la se hallan cuestiones reprimidas, en tanto
intolerables si seguimos a Freud; o Innombrables si Lacan es
nuestro guía.
Así, no será lo mismo decir
subconciente, porque supondrá un "estar por debajo de la
conciencia", que establecer una entidad aparte e independiente
que pujará por expresarse: el Inconciente. Y sin entrar en
detalles que exceden las pretensiones de este texto, puede
decirse sin ambages que esa fuerza permanente (perentoria, al
decir de Freud) tratará de aparecer de alguna forma.
Ejemplo de esto serán los síntomas, los
sueños, la repetición y los actos
fallidos.
"(…) los procesos anímicos
son, en sí y por sí, inconcientes y los procesos
concientes son apenas actos singulares y partes de la vida
anímica total (…) estamos habituados a identificar
lo psíquico con lo conciente … a la conciencia la
consideramos el carácter definitorio de lo psíquico
(…) Su definición (del psicoanálisis) de lo
anímico dice que consiste en procesos del tipo del sentir,
el pensar, el querer; y se ve obligado a sostener que existe un
pensar inconciente, hay un querer
inconciente"[3].
Volviendo al inicio, se impone la pregunta
por la nominación: Por qué ese nombre?. Qué
significa exactamente que sea un acto y además
fallido?.
Lo primero que es necesario entender es que
en el acto fallido hay un conflicto. Una lucha entre tendencias
en niveles fuera de la conciencia, y cuya pelea no se manifiesta
en sueños o palabras, sino en acciones.
"Freud deduce que lo actos fallidos con
equivalentes a los síntomas, pues en definitiva no son
más que un retorno de lo reprimido. Pero lo hay que tener
en cuenta es que (…) el retorno se hace como acto. Freud lo
dice como que ´está ligado a la
motilidad`"[4].
Y son conductas que además son
fallidas, porque en ellas no queda clara la relación con
un objetivo o fin determinado. Su "para qué" queda en la
oscuridad en nuestra conciencia, la que supone que estos actos
sorprendentes realmente no poseen un objetivo o no guardan
vínculo con una causa específica.
Sin embargo, se establece que el hecho de
carecer de explicación lógica no implica que no
tengan un sentido. El asunto estriba en que el sentido es
inconciente y como tal no podemos comprenderlo en forma directa.
Entonces, y esto es fundamental, puede decirse que el sentido del
acto fallido es tramitar aquel conflicto.
Una vez comprendido lo anterior, se propone
leer la clasificación freudiana y desde allí pensar
tales situaciones o conductas extrañas para la vida de
vigilia, a los fines de dar cuenta de las mismas bajo la mirada
psicoanalítica.
1) El acto fallido como intento de evitar
un disgusto (displacer).
"¿Cómo se llamaba ese tipo
que nos visitó hace unos días?.. El que
vendía ese sistema tan interesante… El de
bigotes…. Pero, si lo tengo en la punta de la
lengua…".
"¿Alguien vio la lapicera que trajo
Alberto, que no la encuentro?"
O anotar el número de
teléfono y los datos de un cliente clave en un papel
cualquiera, que, mágicamente, se pierde…
Según Freud: "El motivo que
más frecuentemente nos mueve a reprimir una
intención, obligándola así a contentarse con
hallar expresión indirecta en un acto fallido, es la
evitación de displacer. De este modo olvidamos tenazmente
un nombre propio cuando abrigamos hacia la persona a quien
corresponde un secreto enfado o dejamos de realizar
propósitos que sólo a disgusto hubiéramos
llevado a cabo, forzados, por ejemplo, por las conveniencias
sociales. Perdemos un objeto cuando nos hemos enemistado con la
persona a quien nos recuerda o que nos lo ha regalado. Tomamos un
tren equivocado cuando emprendemos el viaje a disgusto y
hubiéramos querido permanecer en donde estábamos a
trasladarnos a lugar distinto. Donde más claramente se nos
muestra la evitación de displacer como causa de estos
fallos funcionales es en el olvido de impresiones y experiencias
(…) La memoria es harto parcial y presenta una gran
disposición a excluir de la reproducción aquellas
impresiones a las que va unido un afecto penoso, aunque no
siempre lo consiga[5]
Puede verse en esta explicación lo
que se establecía al inicio. Un conflicto entre
tendencias: Malestar hacia una persona versus Necesidad de ser
"políticamente correcto". O disgusto por ir a determinado
lugar y olvidarse el pasaje o tomar otro colectivo.
También puede pensarse cuando Ud. tiene que presentar un
informe importante ante la línea de gerentes y se equivoca
de oficina, entrando en otra que no tiene relación con
aquella.
2) Errores en el habla.
Cuando se quiere decir una cosa y se dice
otra, o cuando se manifiesta algo que uno intentaba ocultar, o
directamente cuando se expresa lo opuesto a lo
planeado.
Respecto al último caso,
quizás uno de los ejemplos más comentados de la
historia argentina reciente se dio cuando un candidato a
vicepresidente manifestó en un acto multitudinario elegir
la Dependencia antes que la Liberación (respecto del
extranjero) pretendiendo gritar justamente lo
contrario.
En un trabajo los ejemplos pueden ser
graciosos o trágicos, según toque la
posición del protagonista. Tener un jefe al cual la mujer
le fue infiel y confundir la palabra "medialunas" con
"cuernitos"[6] podría ser fatal.
"El tipo más habitual y
también el más llamativo de trastabarse es aquel en
el que se dice exactamente lo contrario de lo que se tenía
la intención de decir. Esto, desde luego, nos lleva muy
lejos de las relaciones entre los sonidos y los efectos de
semejanza, y en cambio puede sostenerse que los opuestos poseen
entre sí un fuerte parentesco conceptual y se
sitúan en una particular proximidad dentro de la
asociación
psicológica"[7].
3) El Desplazamiento.
Tal como ocurre con los sueños,
existen mecanismos que a partir de la censura conciente nos hacen
creer cosas que no son.
En estas situaciones, la comprensión
del acto fallido es más compleja, debido a que las
representaciones psíquicas (llámense ideas o
pensamientos) se han vestido con otra ropa. Se
disfrazaron.
"Cuando olvidamos el nombre de una
persona contra la cual nada tenemos, el análisis nos hace
ver que dicho nombre ha despertado asociativamente el recuerdo de
otra persona de nombre igual o semejante que nos inspira
disgusto. El olvido del nombre de la persona inocente ha sido
consecuencia de tal relación, resultando así que la
intención de olvidar ha sufrido una especie de
desplazamiento a lo largo de un determinado camino
asociativo"[8].
En el sueño, lo típico es.
"Ayer soñé con Juan, pero no era Juan". En el acto
fallido, como otra manifestación del inconciente, el
mecanismo de desplazamiento aparece en que un olvido de un nombre
puede ser a consecuencia del vínculo que establecimos
entre esa persona y otra que nos genera displacer.
Posiblemente uno de los ejemplos más
comunes de esto se da cuando intentamos recordar el nombre de un
actor de cine en medio de una divertida charla. No sería
un forzamiento pensar que ese actor tiene algo en común
con una persona generadora de displacer (un amigo, vecino, padre,
hermano, solo por citar algunas posibilidades).
4) El extravío de objetos y el
fallido como acto mágico.
Por estos días invernales de 2014
puede verse en las pantallas de tv argentinas una publicidad muy
cómica de gente que, incapaz de viajar por cuestiones de
dinero, azota con mucho gozo los regalos-recuerdos
(souvenirs) que le traen sus amigos, en una clara
muestra de envidia.
De forma análoga, una rotura
accidental de una cosa, un descuido y también un olvido de
objeto se inscriben dentro de esta lógica inconciente, que
muestra la existencia de una puja entre tendencias.
Así, "perdemos objetos cuando
nos hemos enemistado con el dador y no queremos acordarnos
más de él, o también cuando han dejado de
gustarnos y queremos crearnos un pretexto para sustituirlos por
otros mejores. A ese mismo propósito en relación
con un objeto sirven también el dejar caer, el romper, el
destrozar (…) El extravío temporal de objetos no es,
por lo común, sino la realización inconsciente del
deseo de verlos desaparecer, y su rotura, la de sustituirlos por
otros mejores (…) Al mismo fin pueden servir también
el dejar caer la cosa, estropearla o hacerla
añicos"[9].
Freud, en sus Conferencias citadas
supra, anota que los extravíos pueden obedecer a
múltiples causas, pero que lo común pasa por
"querer extraviarlo", existiendo así un deseo inconciente.
De esta forma, las variaciones se dan en los motivos y los fines
concretos. Por ejemplo, cuando proviene de alguien con quien
tenemos una mala relación o bien que lo compramos en una
situación de la que no queremos recordar nada.
En las empresas puede observarse que los
regalos hechos por viajantes de otras organizaciones, por ejemplo
lapiceras, son muy vulnerables a ser extraviados por aquellos
colaboradores que observen de mala forma a ese proveedor o a su
representante comercial.
En otro orden de cosas, y por más
que pueda resultar enigmático, asombroso o inquietante,
también los extravíos pueden vincularse con
creencias, supersticiones y actos mágicos.
Dice Freud: "Varios grandes poetas han
comprendido este sentido de tales equivocaciones y las han
empleado en sus obras. La pérdida de objetos valiosos
resulta ser muchas veces un sacrificio, encaminado a alejar una
desgracia temida, no siendo ésta la única
superstición que aún se impone a los hombres cultos
bajo la forma de un acto
fallido."[10].
Sigue: "…Ciertas cosas pueden estar
condenadas a perderse sin que su valor haya desmerecido nada; por
ejemplo, cuando existe el propósito de ofrendar algo al
destino para defenderse contra otra pérdida temida.
Según nos dice el análisis, tales exorcismos del
destino son todavía muy frecuentes entre nosotros; por eso
muchas veces nuestra pérdida es un sacrificio
voluntario[11]
Finalmente, en su "Psicopatología de
la vida cotidiana", Freud ubica nuevamente a los actos fallidos
como "… resultados de compromiso, que conllevan un
éxito a medias y un fracaso a medias respecto de cada uno
de los dos propósitos; la intención amenazada no se
sofoca del todo ni (prescindiendo de casos singulares) se
mantiene incólumne[12]
En síntesis, cuando a usted lo
sorprenda haber realizado o dicho algo extraño, y que
incluso pudo hacerlo reír, recuerde que esos actos tienen
un sentido: Aún cuando no sepamos cuál.
Autor:
Gustavo Giorgi
[1] “Múltiple interés del
Psicoanálisis”. Freud, Sigmund. 1913. Ed
Amorrortu. Obras Completas
[2] “Conferencias de
Introducción al psicoanálisis”. Freud,
Sigmund “Conferencias de Introducción al
psicoanálisis”. 1915-6. Ed. Amorrortu. Vol 15.
[3] Id. ant.
[4] “El acto
psicoanalítico”. Roldán, Arturo.
Conferencia impartida en la Red de Asistencia
Psicoanalítica. Madrid, 2001.
[5] “Múltiple interés del
Psicoanálisis”. Freud, Sigmund. 1913. Ed
Amorrortu. Obras Completas
[6] En Argentina las medialunas y los
cuernitos son productos de panificación.
[7] “Conferencias de
Introducción al psicoanálisis”. Freud,
Sigmund “Conferencias de Introducción al
psicoanálisis”. 1915-6. Ed. Amorrortu. Vol 15.
[8] Id. ant
[9] Id. ant.
[10] Id. ant.
[11] Id. ant.
[12] “Psicopatología de la vida
cotidiana”. Freud, Sigmund. 1901. Ed Amorrortu. Obras
Completas