…la muerte galopa en la
prisión como un caballo blanco
la muerte luce en la sombra como los
ojos de los gatos…
Aimé Cesaire, Las Armas
Milagrosas.
Cuba, marzo de 1983. Hay mucha luz y todo resplandece,
como en todo el Caribe, en las Antillas. Siente una de pronto la
voz del poeta Aimé Cesaire; la voz barroca de Alejo
Carpentier; las palabras de Martí; presiente la casa de
Dulce María Loynaz; reverbera con los pasos de Lezama Lima
y escucha el hastío de Julián del Casal… al
fondo, el mar inmenso cuando estalla contra el malecón,
repite las voces de estos poetas y un remolino en el pecho se
acentúa.
Un cubano de amplia sonrisa y con un nombre inolvidable,
Conrado, nos lleva a visitar las librerías de La Habana.
Por primera vez en mi vida puedo llenar un carro de supermercado
con libros que poco a poco iré leyendo. Entre todos los
que he escogido, me enamoro a primera vista de uno: Ancho Mar
de Sargazos de Jean Rhys, una escritora inglesa que
nació y creció en las Antillas.
Aquí en la isla todo deslumbra, las casas
antiguas, los diferentes estilos arquitectónicos que
parecen formar parte de las novelas de Carpentier, la Bodeguita
de en medio, la casa de Ernest Hemingway, las filas de la gente
comprando libros y colmando los carritos, la amabilidad y
alegría de los cubanos, su acercamiento cálido y
hasta sus piropos. Nunca podré olvidar, por ejemplo la
ternura de Conrado hacia mí y el delicioso jugo de naranja
del desayuno en el hotel habanero.
Ignoraba que el libro del que me había enamorado
iba a acercarme a Cuba y a la cultura de los afrodescendientes,
tanto así, que para mí, el Caribe representa un
mundo tan rico y fabuloso como lo es la antigüedad
clásica. Conforme transcurre el tiempo y leo y releo a
Alejo Carpentier y a Jean Rhys este amor se recalca, incrementa y
crece. A mí también me subyuga el misterio de la
santería, la espiritualidad de origen africano tan
presente en esta parte del mundo.
De vuelta a casa, tras una semana en Cuba, y luego de
rogar para que me dejen pasar por el aeropuerto con semejante
cargamento de libros, me dispongo a hacer lo que más me
gusta en la vida: leer. Esta forma de vivir es mi viaje
permanente, he viajado poco a otras tierras, pero tengo amigos
escritores a través de la lectura. Así que
aquí empiezo un rito nuevo, el rito de penetrar en la
mente magistral de Jean Rhys, una autora olvidada, que a partir
de la década de los setenta, empezó nuevamente a
resurgir ya que se realizaron numerosos estudios sobre su obra,
en especial sobre el último libro que menciono en este
escrito.
Ancho Mar de Sargazos, novela que ocurre en las
Antillas, Martinica, Jamaica, Dominica, tierra esta en la que
nació Rhys, está dividida en tres capítulos.
En la primera parte, la niña y protagonista principal de
la novela, Antoniette Mason o Cosway, cuenta la historia de su
madre, Bertha. Este personaje, Bertha, lo tomó Rhys de la
novela Jane Eyre, es un personaje menor que en Ancho
Mar de los Sargazos aparece como una figura principal, y en
este primer capítulo se habla de su historia. Bertha Mason
es una mujer que enloquece y que su segundo marido mantiene
encerrada en un cuarto en Inglaterra. Parte de esta historia se
narra precisamente en Jane Eyre.
El segundo capítulo del libro lo narra el marido
de Antoniette Mason, quien se ha casado con ella por conveniencia
y se va a vivir con su esposa a una pequeña isla del
Caribe, donde ella, la heredera de su madre, cuenta con una
pequeña hacienda. El nombre del marido nunca se menciona
en la novela, mas sí su apellido: Rochester. Este
había acordado con el padrastro de Antoniette que
él se haría cargo de ella y de su fortuna. Es
decir, que en adelante ella no podrá disponer de su
herencia nunca más.
Al marido no le gusta el ambiente de los
afrodescendientes y recela y desconfía de ellos, el deseo
empieza a irse y, desesperada, Antoniette le pide ayuda a su
empleada de siempre, que la ha cuidado desde niña,
Christophine, una afrodescendiente que conoce todas las artes del
obeah. Y aquí cabe citar la definición de
Diane Paton, quien al referirse a esta práctica espiritual
explica que: "De hecho, una de las cosas más
interesantes e importantes del obeah es que se trata de algo en
lo que casi nadie confiesa creer o practicar,y aun así
casi todo el mundo concuerda en que ha sido muy importante en las
sociedades del Caribe anglófono. Su importancia reside en
la indeterminación de sus significados. Es un
término que por largo tiempo ha connotado un peligroso
poder espiritual que ciertos individuos pueden controlar y
utilizar parapropósitos específicos. Significa
también una conexión con la religión y la
cultura africanas, y usualmente se usa para describir las
técnicas curativas y el manejo de lo sobrenatural
empleados por muchas religiones afrocaribeñas. Sin
embargo, las personas aludidas en estas prácticas por lo
general niegan la práctica del obeah; para ellas se trata
de "ciencia" u "obra espiritual". En esta última
acepción, el término obeah resulta un medio para
estigmatizar, condenar y, lo que es sumamente importante,
criminalizar a muchas comunidades
religiosas.[1]
Pese a todos los embrujos, el amor se va, se ha ido. Por
otra parte, un supuesto hermanastro de Antoniette, le escribe una
carta al esposo hablándole horrores de su esposa y de su
madre Bertha; es así como Rochester empieza a desconfiar
aún más de su esposa y del entorno que lo rodea y
de los sirvientes. El paisaje hermoso se convierte en una
verdadera prisión. Una noche, Rochester empieza a
formularle preguntas a su esposa en relación con el
pasado, quiere que ella le diga con certeza si su madre
está viva o muerta y si verdaderamente estaba
demente.
Antoniette hace un esfuerzo y le cuenta la verdad a su
marido; luego lo invita a beber y en la bebida coloca el embrujo
que Christophine ha preparado. El hombre enferma, tiene
náuseas y se va por el camino. Luego hace averiguaciones
sobre Christophine con las autoridades de Jamaica y en un informe
le dicen que es una mujer peligrosa porque realiza
prácticas de obeah, prácticas que se
castigan fuertemente. Rochester enfrenta a Christophine porque
Antoniette, tras una noche de pasión, ha quedado
totalmente desencajada. Después de la discusión que
tiene con esta, decide marcharse con su mujer para Jamaica y
más adelante regresan a Inglaterra, donde Antoniette pasa
la vida encerrada en una habitación, pues así lo ha
decretado su marido. Este, por otra parte, empieza a llamarla
Bertha con el nombre de su madre, de manera que fusiona a las dos
mujeres en el espectro de la locura. Se supone que la dolencia es
genética… ¿será posible determinarlo
de una manera tan tajante en una realidad donde impera el mandato
patriarcal? Nunca llegó el amor, se trató de una
venta, de la cosificación de una mujer a quien se le
arrebata la dote y queda a merced de su opresor.
Precisamente el tercer y último capítulo
es narrado por Antoniette, quien, recuerda a su madre y su
época de niñez en Coulibri, en Jamaica, y
rememora cuando los afrodescendientes, insurrectos les quemaron
la casa. En este capítulo ella logra escabullirse de su
habitación y una noche, tras soñar con un
espectacular incendio, al despertar sabe cuál es la
acción que va a ejecutar. Quemará la casa donde
vive y sí, el principio y el fin se cierran con la
aniquilación, la locura y la muerte.
Si bien la crítica ha señalado que la
novela de Rhys es poscolonial conviene detenerse en diferentes
aristas y facetas que están presentes en la obra. En
primer término, es necesario hacer mención que
países como Jamaica y todos los territorios que conocemos
como las Antillas, fueron colonia de Inglaterra y de otras
potencias europeas desde el siglo XVI. De manera que a partir de
esa fecha, estos países al igual que toda la
América Latina va a vivir el proceso de un capitalismo
dependiente, según lo señala acertadamente Fernando
Henrique Cardoso en su teoría sobre la
dependencia.
La época que retrata Jean Rhys en su novela
cumbre, es posterior a 1833, fecha en la que se promulga en
Inglaterra la Ley de Emancipación que declaraba
oficialmente en libertad a los esclavos negros. En una parte de
esta novela, se habla concretamente de esta ley.
En el mundo que nos presenta esta autora antillana y de
padres ingleses, se mezclan las culturas: la inglesa, la
española y la francesa, de manera que el lenguaje se
combina con palabras que provienen de dichos países,
así como el patois, que es la fusión de
las lenguas africanas con el francés. A pesar de la mezcla
de lenguas, la escritura de Rhys no llega a lo barroco, como lo
hace en décadas posteriores, Alejo Carpentier.
Dado que la novela parte de un conocimiento verdadero y
cercano de la cultura negra, es necesario señalar que la
familia de Rhys participó de la venta de esclavos,
práctica común en esa tierra durante ese periodo.
Ella, la autora, por su parte siempre quiso ser negra. No
obstante, esa contradicción radical va a estar presente en
la novela que se analiza y algunos fragmentos son dignos de
mención.
En el primer capítulo, por ejemplo, Antoniette
cuenta su relación con una niña negra, Tia, con la
que jugaba; al final, luego de que la casa de Coulibri
es incendiada, corre hacia ella con el propósito de
encontrar ayuda, mas recibe una filosa pedrada en la cabeza que
la deja en cama durante varias semanas. "Mientras
corría, pensé: "Iré a vivir con Tia y
seré como ella." No abandonar Coulibri. No marcharse. No.
Cuando estuve cerca de ella, vi la piedra puntiaguda en su mano
pero no la vi lanzarla. Tampoco la sentí, sólo algo
húmedo que me caía por la cara. La miré y vi
contraerse su rostro cuando rompió a llorar. Nos miramos
fijamente, yo con sangre en la cara, ella con lágrimas en
la suya. Era como si me mirase a mí misma, como en un
espejo."
Aquí se da el reconocimiento del otro o
más bien de la otra, pero no es posible vencer el odio que
genera la antigua esclavitud, así como las relaciones de
desigualdad y de subordinación que se mantienen aun cuando
ya los negros han sido libertados. Tia nunca podrá ver a
Antoniette como su amiga.
Y aquí me detengo por unos instantes, para citar
al intelectual y poeta Aimé Cesaire, quien junto con Franz
Fannon aportaron postulados imprescindibles para comprender la
relación entre colonizador y colonizado. En la obra
intitulada Discurso sobre el colonialismo, Cesaire
señala lo siguiente: Me toca ahora plantear una
ecuación: colonización = cosificación. Oigo
la tempestad. Me hablan de progreso, de "realizaciones", de
enfermedades curadas, de niveles de vida por encima de ellos
mismos. Yo, yo hablo de sociedades vaciadas de ellas mismas, de
culturas pisoteadas, de instituciones minadas, de tierras
confiscadas, de religiones asesinadas, de magnificencias
artísticas aniquiladas, de extraordinarias posibilidades
suprimidas.
Y es que el encuentro entre Rochester, que representa a
los civilizados europeos y Antoniette, quien pese a ser blanca,
es una criolla, una mujer que ha crecido en Jamaica y que ha
adoptado costumbres de los negros, entre ellas los rituales del
obeah, no es sino la dinámica del colonizador que
pone de rodillas a su víctima, le roba su dignidad y la
devasta. La sensación que experimenta ella de no
pertenecer, la hará crecer con un sentimiento de
inseguridad y de desclasamiento, en especial porque durante una
época en que, tras la muerte su padre, Cosway, su madre
queda en la más absoluta pobreza y tal hecho sirvió
para que los negros los llamaran "cucarachas blancas".
Como bien lo apunta Cesaire, en la obra ya citada, el
colonialismo destruye y desgarra a las gentes colonizadas,
desmantela sus economías y sus formas de vida, con el
único propósito de producir unos cuerpos y
subjetividades dóciles a la acumulación de riqueza.
Pero, además, señala un punto fundamental, el del
"ensalvajamiento" de la Europa colonizadora y la
"bestialización" del colonizador. Y en esta novela, vemos
esta realidad cumplirse ante nuestros ojos. Porque, si partimos
del hecho que la conquista y posterior colonización de
América es un trauma, una herida todavía presente
en la psique de los habitantes, ¿no es cierto que la
opresión para quien la vive es una forma de locura?
¿Y no es cierto, asimismo, que quienes perpetran estos
actos también pueden ser calificados como
dementes?
En esta obra de ficción pueden apreciarse
diferentes formas de dominación. Por un lado está
la supremacía de una raza sobre otra, por otra parte, se
da la subyugación debido al carácter dependiente de
las islas del caribe respecto a los centros de poder
metropolitano. Pero también está presente, y de una
manera muy notoria, la desigualdad entre hombres y mujeres,
propia del patriarcado. Se puede observar en diferentes momentos
y escenas que los hombres, Mason y Rochester, son quienes deciden
encerrar a sus respectivas mujeres; son ellos quienes controlan
todo lo relacionado con las posesiones y la riqueza. A ellos se
les entregan las dotes tanto de Bertha como Antoniette. Y ambos
deciden considerarlas locas y encerrarlas. La locura es una
herida, una herida más, además del trauma de la
opresión colonial.
Sin embargo, también aparece otro
poder, un poder que no está autorizado, no es reconocido y
es castigado, es el poder del obeah que ostentan los
negros, en este caso la empleada Christophine. Pero como se trata
del poder del "otro", este sí es un poder que se condena,
se castiga.
Habría que agregar también la
contradicción insalvable entre el punto de mira occidental
y el que presenta la cultura negra, con sus dioses, su
espiritualidad y sus ritos. Para los negros la noción de
"Inglaterra" les resulta irreal, mas para un inglés como
Rochester, estas islas son "irreales".
1985. San José, cualquier día lluvioso es
ideal para sentarse a leer reposadamente, y es así como
una tarde oscura, acaricio, todavía sin leer, el libro
intitulado María La Noche de Anacristina Rossi.
Empiezo a perderme entre las páginas, viajo a una realidad
que me toca y me traspasa, la autora me remite a la década
del setenta, cuando todos los jóvenes de aquel momento
íbamos a tomar el poder con la imaginación. Y trazo
en mi mente una urdimbre y siento que el personaje
protagónico de esta primera novela de Rossi, guarda
elementos comunes con Antoniette. Pero calma, me digo, es tan
solo una intuición que debo ver si se cumple tras la
lectura de esta obra que me ha realmente fascinado.
María la Noche, cuya portada evoca una
flor, la reina de la noche que crece en buena parte de los
jardines de este país, contiene una simbología que
remite necesariamente a una lectura erótica, como
erótica es toda la narración con la que esta autora
hechiza a los lectores.
La novela está estructurada a partir de los
recuerdos de Mariestela. Un día de tantos, esta joven es
depositada en Londres. Es su padre quien ejecuta tal
acción. Al igual que en la novela de Rhys, la joven
protagonista pertenece al sector privilegiado de la sociedad en
un país eminentemente agrícola, igual que las
antiguas colonias de las Antillas. Se trata de una antigua
colonia, de un país donde impera el capitalismo
dependiente, también.
Precisamente la época en que se publica
María La Noche, 1985, en Costa Rica y en toda la
América Latina se impulsan las reformas estructurales, se
dejan de lado todas las políticas propias del estado de
bienestar y se recortan los presupuestos destinados a la
inversión social. Aquí, en esta coyuntura, las
políticas las traza el Fondo Monetario Internacional y
otros organismos semejantes, así como las que dicta el
gobierno de los Estados Unidos.
En contraposición con esa realidad, en la que
poco a poco se irá imponiendo la ley del mercado y de los
sectores financieros, la joven Mariestela surge como una voz
proclive a la resistencia, representa en sí misma "el otro
camino".
Cabe decir que la novela María La Noche
simbolizó en 1985 la obra más atrevida que se haya
publicado en Costa Rica; después, en décadas
posteriores, habría que examinar la novela
Teoría del Caos de Alexander Obando, pero eso ya
es una tarea que podría realizar quien escribe en el
futuro.
Antes de detenerme en el análisis, conviene
presentar algunos conceptos de Hélén Cixous,
feminista francesa, quien lanza una crítica al pensamiento
binario machista, que se refiere fundamentalmente a los
siguientes opuestos: actividad/pasividad; sol/luna;
cultura/naturaleza; padre/madre; cabeza/corazón y
así en adelante. Y cabe citar, asimismo, la siguiente
apreciación que de ella expresa Toril Moi: Todo su
proyecto ideológico se puede resumir como un intento de
deshacer esta ideología logocéntrica: proclamar a
la mujer como fuente de vida, poder y energía, y dar la
bienvenida a un lenguaje femenino que derribe estos esquemas
binarios machistas en los que logocentrismo y falocentrismo se
alían en su lucha por oprimir y silenciar a las
mujeres.[2]
Este punto de vista, contrario al logocentrismo es lo
que revela Anacristina en esta su primera novela. Precisamente el
personaje femenino, Mariestela va a empezar a derribarle a
Antonio esta lógica binaria y lo enfrentará entre
otras realidades, con la sensualidad, con la posibilidad, por
ejemplo, de saber que existen otros contextos que no se pueden
vislumbrar por medio de la fría razón.
Antonio, por ejemplo, desde que ve por primera vez a
Mariestela en un bar, tiene una alucinación y la ayuda,
pues percibe que la van a asesinar. A lo largo de muchos
capítulos estas alucinaciones se van a presentar, y es que
Mariestela, desde su niñez ha sido objeto de un conjuro, y
vivió, entre otras circunstancias, la experiencia del
vudú. La experiencia la va a evocar Mariestela como un
ritual sangriento, cuando hombres blancos y una mujer, blanca,
también practican el sacrificio sangriento de
niños. Porque en la práctica del vudú se
realizan sacrificios, algunos de ellos para limpiar; en otros,
para castigar. De manera que la sangre, en esta obra, es un
símbolo especial, de muerte y, de la misma manera, de
vida.
Mariestela hace que Antonio se enfrente a diferentes
realidades, como por ejemplo con la opción de vivir una
relación triangular, al hacer que conviva con ella y su
amiga Octava. Asimismo, lo hará probar las drogas y vivir
una relación homosexual. En realidad, en esta novela
está presente la sexualidad en su forma más libre y
rupturista, aquí, "las perversiones" rompen con
todo.
Antonio representa al joven exitoso que está
escribiendo un libro sobre economía y quien se enfrenta a
diferentes tesis de teóricos como Sraffa, Carlos Marx,
Keynes y demás.
Precisamente, Inglaterra, país donde se
desarrolla esta novela, ponía en boga en esa época
todas las políticas neoliberales impulsadas por Margaret
Tatcher y Ronald Reagan. En ocasiones, en los diálogos
entre Mariestela y Antonio se trasluce la necesidad de hallar una
nueva teoría englobadora a la manera de Carlos Marx.
¿Será posible? Por cierto, la novela es rica en
alusiones teóricas del campo de la economía. Una
lectura puede hacerse desde esa perspectiva; sin embargo, no es
esta la apuesta que persigo, aunque ciertamente, sería
hermoso hallar en una novela un personaje basado en Sraffa que
cuente la entrañable amistad entre este y Antonio
Gramsci…
En medio de este mundo que transcurre entre la academia,
la relación triangular y las diferentes dudas y obsesiones
que va experimentando Antonio, Mariestela, a la manera de un
contrapunto, le narra su vida en la provincia de Limón, en
el caribe costarricense.
Las descripciones del paisaje y de la vida de los
pobladores están colmadas de belleza y de sobresaltos; se
evidencia en estos segmentos la economía bananera
dependiente de las metrópolis, en especial de los Estados
Unidos, con la presencia de la United Fruit Company,
así como la dura realidad que enfrentan los finqueros
exportadores, entre ellos su abuelo y su padre.
De inusual ternura y encantamiento verbal es la
relación de Mariestela con los animales, en especial con
la yegua Flicka. De igual manera, la relación que de
niña establece con el personaje que llama Negro, es muy
sobrecogedora. Este hombre es quien establece una relación
con los hombres y la mujer blanca para practicar el
vudú.
No obstante, uno de los capítulos más
impactantes lo constituye el papel de su madre y la
relación de amor y odio que se establece entre ellas. Es
justamente a través de su madre que la niña va a
vivir la experiencia del vudú. A partir de esta
experiencia, la madre se ensañará con la hija. Para
explicarlo en el lenguaje del psicoanálisis, la
protagonista pasa del orden imaginario al simbólico en
medio de un trauma, un dolor, una herida de la que da cuenta la
novela.
La obra de Rossi se desarrolla a través de
veinticinco capítulos. Para mí, el mayor acierto de
la novela lo constituye el haber dejado abandonada la escritura
falocéntrica propia de la escritura masculina; lo cierto
es que su verbo crece y se extiende, se abre, se ramifica,
golpea, presenta mundos sensuales y sexuales nunca explorados en
la literatura costarricense. Si bien, Mariestela representa la
vitalidad femenina en contraposición con la pasividad
femenina de Antoniette en Ancho Mar de los Sargazos, hay
algunos momentos en que a Mariestela la invade el llanto, la
pasividad y el desaliento. Mariestela representa el
descubrimiento a través de los sentidos, de la
sensualidad, en contraposición con el mundo
académico y erudito de Antonio.
Pero, me pregunto ahora, ¿cuál fue, en
síntesis, la urdimbre que tracé en relación
con estas dos muchachas criollas, separadas en el tiempo,
pertenecientes ambas a una clase social alta pero que en el
trayecto ambas son dos seres absolutamente
desposeídos?
Debo decir que no quiero que se muera ninguno de los dos
personajes femeninos, y es aquí donde empieza mi propio
rito. ¿Qué rasgos comunes tengo yo con ellas?
¿Por qué razón ambas me son tan familiares y
cercanas? Si las pierdo, me digo, si se desvanecen, me
quedaría desolada, como Unamuno, esperando que a la vuelta
del tiempo, estos personajes vuelvan a aparecer.
Aquí inicio mi propio ritual y me abandono
también a la locura. He viajado al fondo del inconsciente
también yo, he llegado a la puerta oscura, me he quedado
perpleja y como mujer activa y pasiva y en ocasiones doliente,
sé por qué estas dos mujeres se adentran en mi
piel. Cierto que la voz del inconsciente es la de la madre, es el
susurro, la simiente, ¿es que acaso mi madre es una herida
que atraviesa la psique personal y el inconsciente
colectivo?
Permito, por lo tanto, que ambas vengan a mostrarme el
camino del inconsciente. A Mariestela todavía nadie le ha
descubierto el hemisferio izquierdo de su cerebro, es
todavía una muchacha en formación que experimenta
en la novela cierto desdén por la academia. Tal y como
sucede con Antoniette, se supone que muere, pues quienes le
practicaron el hechizo durante la infancia vuelven a aparecer
bajo otras formas. Muere, dicen, a causa de un terrible conflicto
pasional.
Tanto Mariestela como Antoniette viven en su infancia la
muerte de un caballo, símbolo de nobleza, emblema
también del camino, de la gallardía y el poder.
Algo pierden ambas en la infancia: el amor de la madre. La madre
de Antoniette muere; y la de Mariestela se transforma en una
profundamente destructiva.
No obstante, el proceso que vive Mariestela es de
individuación, logra vivir, experimentar y disfrutar de su
vida sexual. Antoniette, en cambio vive determinada por la
enfermedad de su madre, tanto así que Rochester la llama
Bertha en lugar de Antoniette; ella nunca logra cortar las
ataduras con la madre y con la locura. Tampoco con la
postración que este conjuro le impone.
Mariestela aparece al principio de la novela viviendo en
una cueva, llora, guarda silencio, esa cueva representa el
útero materno… sale de la caverna y encuentra el
camino de la libertad. Sin embargo, me pregunto, ¿este es
el inicio o el final de la novela?
Rochester no evoluciona, pero aunque el personaje
Antonio sí lo hace, la "existencia" de estas dos mujeres,
me permiten vislumbrar una realidad de predominio masculino,
tanto que me pregunto si la locura de Antoniette no será
una forma de defensa frente a un orden dominante y
aplastante.
Habría que hablar aquí de diversas formas
de dominio: el del colonizado, el de la desigualdad entre hombres
y mujeres, el de la fría razón en contrapartida con
vidas femeninas que brotan de la tierra de manera excelsa,
vibrante, pero que son avasalladas por una noción de poder
y de superioridad masculinas.
Y para concluir, hago propios algunos pensamientos de
Hélene Cixous, quien dice que escribir para una mujer es
una acto de des-censura por medio del cual recupera su propias
fuerzas, se adueña de su cuerpo, de su sexualidad y de sus
órganos. Y es que solo así, apropiándose de
la totalidad del ser se logra concebir un tejido, una urdimbre,
una trama desde la propia feminidad.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Cesaire,Aimé.www.ramwan.net/…/4cesairediscurso%20sobre%20el%20colonialismo…Discurso
sobre el colonialismo. Recuperado de Internet el 7 de julio
del 2014.
Cixous, Hélene. LA RISA DE LA MEDUSA.
Recuperado de Internet el 7 de julio del 2014.
Moi, Toril. 1988. Teoría Literaria
Feminista. Ediciones Cátedra,
España.
Paton, Diana
revista.ecaminos.org/…/los-estados–caribenos-y-la-formacion-de-obeah/
Revista Cubana de Pensamiento Sociológico, recuperado de
Internet, 7 de julio del 2014.
Rhys, Jean. 1998. Ancho Mar de Los Sargazos.
Ediciones Cátedra, Madrid.
Rossi, Anacristina. 2011. María la noche.
Tercera edición, Editorial Costa Rica, San
José.
Autor:
Mía Gallegos
[1] Revista Cubana de Pensamiento
Sociológico, recuperado de Internet. Diane Paton
[2] Moi, Toril. Teoría Literaria
Feminista, pag.115