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El español de América. El español en el mundo: situación y perspectivas de difusión




Enviado por Cristina Ferrís



Partes: 1, 2

  1. Los
    orígenes
  2. Extensión y
    áreas en el español de
    América
  3. Rasgos
    lingüísticos del español de
    América
  4. Situaciones
    especiales
  5. La unidad del
    español
  6. Perspectivas de
    difusión

Los
orígenes

Quizá desde los orígenes mismos puede
verse lo impropio de la teoría que interpreta como
unitario el español americano. Es innegable que el
español llevado por los conquistadores y colonizadores no
fue exactamente el mismo para las Antillas (fines del siglo XV)
que para el cono sur (fines del XVI y todo el XVII), pues durante
ese tiempo la lengua fue cambiando.

Así pues, frente a la tesis de Rafael Lapesa, que
ve la base lingüística del español de
América en lo que él denomina «español
preclásico (1474-1525)», parece más acertada
la conclusión a la que, basándose en convincentes
argumentos lingüísticos, llega Amado Alonso (1967):
«la verdadera base fue la nivelación realizada por
todos los expedicionarios en sus oleadas sucesivas durante todo
el siglo XVI».

Por otro lado, frente a la idea bastante extendida de
que los colonizadores eran personas culturalmente inferiores, lo
cual habría acentuado la tendencia a los rasgos populares
(Zamora Vicente), parece más acertada de nuevo la tesis de
Amado Alonso, que conduce a la conclusión de que la base
del español de América diastráticamente se
debe entender también como una koiné de las hablas
españolas en sus diversos niveles
socioculturales.

En todo caso, es evidente que, como se desprende de los
rasgos del español americano y señalan José
G. Moreno de Alba (1988) y Beatriz Fontanella (1993), no se puede
hablar del español de América como una entidad que
se oponga en bloque al español europeo y, por tanto,
sería más correcto hablar del español en
América. El motivo es claro: el español en
América comparte con el español peninsular un
sistema determinado, el que terminó por configurarse a lo
largo del siglo XVI.

1.1.1. El andalucismo del español
americano

Son muchos los rasgos en que coinciden el dialecto
andaluz y las distintas hablas hispanoamericanas, tales como el
seseo, el yeísmo, la aspiración de s implosiva, la
aspiración de h- procedente de f- latina, etc., de los
cuales hablaremos más adelante.

Es por esto por lo que, desde las primeras referencias
de Lucas Fernández de Piedrahita (1688) y Antonio de
Alcedo (1789), ha ido cobrando cada vez más fuerza la
tesis andalucista, que defiende la influencia de rasgos
lingüísticos típicamente andaluces en el
español de América. En esta línea se
sitúan los estudios de Max Leopold Wagner, Peter
Boyd-Bowman, Diego Catalán, Ramón Menéndez
Pidal y Rafael Lapesa.

Dicha tesis tiene también sus críticos y
detractores en los estudios de Pedro Henríquez
Ureña, Amado Alonso, Angel Rosenblat y, más
recientemente, Marcel Danesi y Gregorio Salvador, re-presentantes
de la tesis antiandalucista que sostiene que las coincidencias
lingüísticas son debidas a fenómenos
hispanoamericanos paralelos, pero no descendientes de los
andaluces.

Los defensores de la primera tesis apoyan sus
consideraciones lingüísticas en otras de tipo
etnográfico y sociológico: la mayoría de los
conquistadores y pobladores eran andaluces; el contingente
femenino que llegó a América procedía en sus
dos tercios del reino de Sevilla; muchos de los expedicionarios,
aun sin ser andaluces, se veían obligados a pasar largas
temporadas en Sevilla, por lo que se contagiaban de los rasgos
propios de esta zona. Además, el monopolio del comercio y
relaciones con América correspondía durante los
siglos XVI y XVII a Sevilla y Cádiz.

La influencia andaluza es más notoria en las
Antillas y costas del Caribe, y se registra con mayor nitidez en
las tierras bajas y en las costas, mientras que las altiplanicies
estuvieron y están más influidas por una base
castellana.

Por otra parte, quienes sostienen tesis contrarias al
«andalucismo» han puesto serios reparos a los
argumentos esgrimidos por aquellos. Argumentan varias razones: no
hubo predominio de andaluces en la conquista y
colonización; algunos paralelismos fonéticos son
imperfectos y las semejanzas de vocabulario fortuitas y
asistemáticas; ciertos fenómenos supuestamente
andaluces (como el yeísmo) no son exclusivos de
Andalucía o son producto de un proceso autóctono
(como el seseo), etc.

Actualmente la tesis del andalucismo en el
español americano ya no es controvertida, es un hecho por
el que se inclina la mayoría de los filólogos que
estudian el tema.

1.1.2. La influencia indígena

También en esta cuestión ha habido dos
posturas enfrentadas: la de los defensores de la teoría
indigenista (Rodolfo Lenz, Ángel Rosenblat), que encarecen
la influencia de las lenguas indígenas sobre el
español americano, y la de los que minimizan la
importancia del sustrato indígena, como WJ. Entwistle y
Bertil Malmberg. Pero dejando al margen diferencias en la
apreciación sobre el grado de influencia, ésta
parece incontestable.

Según Lapesa, las lenguas que más han
influido en el español son: el arahuaco de las Antillas
(hoy desaparecido), el caribe, el náhuatl, el quechua, el
araucano o mapuche y el guaraní.

Entre las posibles influencias, parecen fuera de toda
duda las siguientes: la entonación, muy peculiar en las
distintas hablas españolas americanas, rica en ascensos y
descensos melódicos muy pronunciados, frente a la
entonación castellana peninsular, que aparece con
inflexiones más moderadas y uniformes. El uso del sufijo
-eco, -eca para gentilicios (azteca, guatemalteco), procedente
del sufijo -ecatl del náhuatl, de gran extensión en
México y en toda la América central.

Se ha señalado en Arequipa la existencia del
posesivo de origen quechua, y que se pospone a palabras
españolas con cierta carga afectiva y usadas como
vocativos (viditay = vidita mía).

Pero donde más se nota el influjo de lo
indígena en la lengua española es en el
léxico. Son préstamos amerindios:

. Del caribe-arahuaco (que presta el núcleo
más rico): canoa, piragua, cacique, maíz,
bohío (cabaña), ceiba, nigua, iguana, tabaco,
tiburón, hamaca, etc.

. De México: tomate, aguacate, hule, ocelote,
cacao, chocolate, tianguis (plaza de mercado), petate,
etc.

. De la cultura inca: tambo, pampa, puma, llama, alpaca,
vicuña, guagua (niña), quina, coca, etc.

. Tupi-guaraní: ñandú, tapir,
jaguar, quincayú, etc.

Los indigenismos léxicos, que se mezclaron con el
español general en el español hablado desde muy
pronto (ya en el Diario de Cristóbal Colón aparece
más de una docena de vocablos indígenas), se dieron
después en la literatura como parte del proceso de
formación de las literaturas nacionales, pero hay que
advertir sobre el hecho de que los diccionarios regionales
actuales de americanismos rivalizan por incluir el mayor
número posible, sin detenerse en que se usen o no en el
español americano, lo que evidentemente distorsiona la
realidad lingüística y confunde a quien los
consulta.

La pervivencia de las lenguas indígenas tiene que
ver con la política de la Iglesia que se opuso a la
presión normalizadora del poder político.
Así, en 1580, Felipe II dispuso la creación de
cátedras de las lenguas generales indias e incluso se
impuso a los sacerdotes aprender estas lenguas para poder
ordenarse.

1.1.3. Otros influjos

En la configuración actual del español en
América hemos de tener en cuenta otros influjos
pro-cedentes, por una parte, de la trata de esclavos, y, por
otra, de los intensos procesos inmigratorios desde distintas
zonas europeas.

En cuanto a la trata de esclavos, originó que se
crease un lenguaje mixto de elementos africanos y portugueses
(recordemos que fueron los portugueses quienes iniciaron la trata
de esclavos) cuyos elementos se manifiestan en el habla de los
negros de Cuba y Puerto Rico o en el «papiamento» de
Curaçao. Términos de esta procedencia son conga,
banana, mambo, etc.

Por lo que respecta a los procesos inmigratorios
europeos, el resultado ha sido la enorme presencia de
extranjerismos, fundamentalmente anglicismos (carro,
aplicación = solicitud), italianismos (grapa, pibe,
laburo), galicismos (masacre), portuguesismos (buraco = agujero,
cahimba).

Extensión
y áreas en el español de
América

Como es sabido, el español es lengua oficial de
dieciocho repúblicas americanas y coexiste oficial-mente
con el inglés en Puerto Rico; se habla también
español en algunas zonas de los estados del sur de los
Estados Unidos, como California, Arizona, Tejas, Nuevo
México y Florida, y en ciudades como Nueva York, San
Francisco, Los Ángeles, etc., hay grandes núcleos
de hispanohablantes.

No es fácil establecer y trazar áreas
lingüísticas más o menos homogéneas en
el español de América. Distintos estudiosos lo han
intentado pero sin conseguir aportar una solución
definitiva.

Una distribución ya clásica en este campo
la realizó Henríquez Ureña en 1921, quien
señaló cinco regiones principales basándose
en tres factores: proximidad geográfica, lazos
políticos y culturales y sustrato indígena. Dichas
regiones son:

. La antillana o del Caribe (Puerto Rico, Cuba, Santo
Domingo, costa de Venezuela, costa atlántica de
Colombia).

. La mexicana (México, América Central,
sudoeste de los Estados Unidos).

. La andina (Andes de Venezuela, meseta de Colombia,
Ecuador, Perú, Bolivia y noroeste de
Argentina).

. La chilena (norte, centro y sur de Chile).

. La rioplatense (Argentina, Uruguay y
Paraguay).

Sin embargo, esta clasificación se considera hoy
poco sólida. Su mayor acierto reside en la zona primera,
que Rosenblat completa con la costa del golfo de México y
de América Central.

Otra clasificación más general, pero
quizá más acertada, también esbozada por
Henríquez Ureña, es la que distingue entre
«altiplanicies» y «tierras bajas»; en las
primeras se asentaron colonizadores de origen, sobre todo,
castellano; en las segundas, otros de origen andaluz.

Las diferencias más notorias entre ambas son que,
en las altiplanicies, las vocales átonas aparecen muy
relajadas y con tendencia clara a la desaparición,
mientras que las consonantes se pronuncian con fuerza, con
marcada tensión («caf'sito» por
«cafecito», «pas'ste» por «pase
usted»); y en las tierras bajas, por el contrario,
predomina un consonantismo relajado semejante al andaluz:
aspiración y pérdida de -s final o trabante;
pérdida de -d-, articulación aspirada de j [x];
alternancia por confusión entre ry /en final de
sílaba, etc.

Posteriormente, en 1964, José Pedro Roña
aportó otra clasificación utilizando un
procedimiento de isoglosas basado en cuatro fenómenos
(yeísmo, zeísmo, voseo y las formas verbales
utilizadas con el pronombre vos), y así llegó a
delimitar veintitrés zonas dialectales. Pero tampoco han
faltado quienes han señalado deficiencias a esta
clasificación de Roña. Así, Juan C. Zamora y
Jorge M. Guitart, en 1982, proporcionaron una división
dialectal en nueve zonas, tomando en consideración
sólo tres fenómenos: dos de carácter
fonético (aspiración, pérdida o
conservación de -s implosiva y realización velar de
j frente al alófono glotal) y uno morfosintáctico
(presencia/ausencia del voseo o convivencia con el
tuteo).

Philippe Cahuzac propuso, en 1980, una división
en dos sobre una base semántico-léxica. Por un
lado, una zona norte, abarcadora de México, América
Central y el Caribe; y por otro, una zona sur formada, a su vez,
por tres grupos:

. Los países andinos.

. Las extensas llanuras del Río de la Plata y
Bolivia.

. Chile, excepto su parte norte.

Pero es posible que ninguna división dialectal
resulte plenamente satisfactoria.

Rasgos
lingüísticos del español de
América

1.3.1. Rasgos
fonético-fonológicos

Es en este capítulo donde se aprecian mayores
coincidencias con rasgos del dialecto andaluz. Entre ellos
destacamos:

. Seseo

En la pronunciación no hay distinción
entre el fonema fricativo interdental sordo /0/ y el fonema
fricativo alveolar/s/, confundidos en un fonema /s/ predorsal, y
no como el /s/ castellano peninsular, que es apical.

. Ceceo

La pronunciación de /s/ como /0/ es, en cambio,
más raro, aunque se han registrado casos
esporá-dicos en Colombia, El Salvador, Nicaragua y
Argentina.

. Yeísmo

Consiste en la desfonologización del fonema
lateral palatal sonoro y su eventual pronunciación como
fonema /y/, con el que comparte los rasgos de palatal y sonoro.
Se trata de un fenómeno menos general que el anterior. Con
todo, aparece en la mayor parte de América, salvo en
áreas de carácter conservador en las que se detecta
la presencia actual de /[/.

Según Canfield, parece tratarse de un
fenómeno de evolución castellana de finales del
XVII y de América tanto como de España. Sin
embargo, el hecho de que el yeísmo esté mucho
más arraigado en el Sur de España, permite suponer
que nuevamente se trate de un rasgo de origen
meridional.

Es de notar que dentro de la zona yeísta se
distinguen, al menos, tres alófonos: [y], [i], y [z], con
su consiguiente distribución geográfica.
Así, por ejemplo, el fenómeno de rehilamiento
de/y/, convierte el yeísmo en «zeísmo»;
o sea, la II se articula como mediopalatal fricativa sonora (a
veces sorda), con un sonido parecido al de la y francesa, y se
detecta en grandes zonas del Río de la Plata.

. Aspiración o pérdida de -s
implosiva

Se atribuye también al andaluz, y se extiende por
muy amplias áreas.

En las ocasiones en que llega a desaparecer en el final
de palabra, la oposición morfológica singular/
plural se establece, como en el andaluz, mediante el timbre de la
vocal final (no abierta/abierta).

. Confusión de las líquidas

La confusión entre ll y /r/ en posición
silábica postnuclear es también fenómeno de
posible origen andaluz. Se ha reportado en zonas insulares y
costeras, y no es, por lo tanto, general en toda América.
Incluso hay zonas en que dichas consonantes vocalizan en
[i],

. Aspiración de h- inicial

Procedente de f- inicial latina, se pronuncia aspirada
en toda Hispanoamérica, pero sólo en ambientes
rústicos.

. Otros rasgos

Se han señalado otros rasgos, aunque no sin
discusión sobre su origen e importancia, como son la menor
variación de timbre en el vocalismo, la
velarización de n [g] y la asibilación de /r/, /$/
> [r] o el cambio en líquida lateral [I],

1.3.2. Rasgos morfosintácticos

. Voseo

Consiste en emplear vos en lugar de
tú.

El origen de este fenómeno se sitúa en la
España del siglo XVI debido a un desplazamiento y
reordenación de las formas de tratamiento. En el
español de España, la forma tú se empleaba
para dirigirse a inferiores o entre iguales con máxima
intimidad, reservándose la forma vos para el tratamiento
de respeto y cortesía. Sin embargo, la forma vos
sufrió un proceso de popularización, como se
acredita en los textos dramáticos de la época,
donde es frecuente que entre personas del hampa se hablen de vos,
lo cual originó la necesidad de encontrar una nueva forma
de respeto, vuestra merced > usted, quedando de nuevo el
paradigma en binario al desaparecer vos.

No obstante, en algunas zonas de América, no en
todas, como bien apunta Zamora Vicente, lo que se produjo fue un
doble desplazamiento, de manera que cuando la forma vuestra
merced desplazó a vos como forma de respeto, vos
desplazó a tú para el tratamiento hacia inferiores
y entre iguales con confianza. Esta situación
ocurrió, preferentemente, como señala
Cascón, en las zonas menos relacionadas con la
metrópoli.

Singular

Plural

Intimidad

Tú, te, ti, tu, tuyo

Vos (otros), os, vuestro

Cortesía

Vd., le (lo), la, su,…

Vds.,…

Por el siguiente sistema simplificado:

Singular

Plural

Intimidad

Vos, te, vos, tu, tuyo

Vds.,…

Cortesía

Vd.,…

Vds.,…

El voseo domina en Argentina, Uruguay, Paraguay,
América Central (excepto Panamá) y el estado de
Chiapas en México. Por el contrario, no existe en las
Antillas, ni en gran parte de Perú y Bolivia, ni en
México. En las demás zonas alternan el voseo y el
tuteo. En las zonas hispanohablantes de Estados Unidos no se
registra este fenómeno lingüístico.

M. Vaquero señala que estamos ante «uno de
los fenómenos morfosintácticos más
importantes en el español de América, no
sólo por su extensión (ocupa la tercera parte del
continente, y es general en la Argentina), sino por las
repercusiones que tiene en el paradigma verbal».

En íntima relación con el voseo hay que
señalar la conservación en América de
desinencias «arcaicas» en la segunda persona del
plural del verbo castellano. Así, la terminación
-des produjo tres soluciones en dicha persona:

I

II

III

1aconj,

-áis

-ás

-áis

2a conj.

-éis

-és

-ís

3a conj.

-is

-ís

-is

Las formas de I corresponden al español general;
las de II caracterizan el «voseo argentino»; las de
III el «voseo chileno», pero fuera de estas zonas, en
Centro América, también aparecen las
fórmulas II y III.

Respecto a la razón por la que vos
pervivió en América frente a lo que ocurrió
en España, Kany señala que se debe a que los
conquistadores, pese a que su mayoría eran oriundos de una
clase humilde, se dirigían entre sí de vos y,
obviamente, a los indios y mestizos les trataban de vos para
mostrar así su superioridad.

Otros rasgos

. Abundancia de diminutivos (ahorita, tontito) y
aumentativos (tortazo, lindazo).

. Las adverbializaciones de adjetivos, más
frecuentes que en la península (¡qué lindo
cantas!).

. Empleo del pretérito perfecto simple donde el
castellano peninsular usa el perfecto compuesto
(¿Qué fue? por ¿Qué ha sido?), lo
cual, a juicio de Moreno de Alba, no quiere decir que la forma
compuesta esté en decadencia, sino que, como ha estudiado
Lope Blanch, se mantiene la oposición con la forma simple
basada en el aspecto.

. Preferencia por la forma en -ra del pretérito
imperfecto de subjuntivo con valor de pluscuamperfecto o
indefinido de indicativo, lo cual es hoy también frecuente
en España entre hablantes cultos.

. Ausencia de leísmo, laísmo y
loísmo.

. El empleo de las formas los por nos (por ejemplo,
«los [nos] deshacen») y losotros por nosotros (por
ejemplo, «losotros /nosotros] éramos ricos-»).
Hay que anotar que este uso es bastante restringido.

. Uso de se los (las) por se lo (la) para expresar el
plural del se objeto indirecto (se los digo = se lo digo a
Vds.).

. Empleo de -n en los pronombres que, como
enclíticos, acompañan a las terceras personas del
plural de las formas verbales usadas como imperativas y que no se
sienten suficientemente como plural: (siéntensen por
siéntense).

. Empleo de locuciones verbales de presente con valor de
futuro (voya + infinitivo), en una tendencia a la
desaparición del futuro, también muy acusada en
España, pero también con formas más
específicas, como haber de + infinitivo.

. Uso del pronombre reflexivo con verbos intransitivos
con mayor frecuencia que en la lengua general: «Fulano se
amaneció jugando, y yo me amanecí
leyendo».

. Formación de femeninos o masculinos
analógicos en sustantivos y adjetivos que carecen de
distinción morfológica de género en el
español general (ministra, diabla, bromisto,
pianisto).

. Uso muy especial de algunos adverbios: no más
para reforzar la palabra precedente («Ayer no
más…»); cómo no, en sustitución de
sí; recién sin participio a continuación,
con los significados de ahora mismo, apenas, luego que
(«recién habíamos llegado»),

. Frecuente anteposición del posesivo: (mi
hijo).

. Utilización de la preposición hasta para
significar inicio en determinadas construcciones con
omisión del adverbio de negación no; por ejemplo,
«la tienda abre hasta las ocho» puede señalar
que la tienda abre o cierra a las ocho, etc.

1.3.3. Rasgos léxicos

Comenzaremos señalando que en muchas regiones de
América algunas palabras del léxico español
frecuentemente han adquirido una acepción total o
parcialmente nueva. Por ejemplo, vereda = acera; carro =
automóvil; arribar = llegar en general y no sólo
«llegar a puerto», etc.

Se emplean muchas palabras que en España han
perdido vigencia y, aunque nosotros las percibimos como arcaicas,
en realidad sería incorrecto afirmar que lo son: en el
subsistema dialectal al que pertenecen son completamente
vigentes. Ejemplos: acalenturado (febril); alistar (poner a
punto); avante (adelante); botar (lanzar, arrojar); coger
(fornicar); lindo (bueno, excelente); recibirse (tomar grado
universitario), etc. Hay un tipo particular de léxico que
proviene del vocabulario propio de los marineros de los siglos
XVI y XVII y que hoy, por lo general, han ampliado su significado
y han ingresado en la lengua común: andanada (en
abundancia); atrincar (apretar); galera (cobertizo),
etc.

Los neologismos por derivación se dan con
profusión en el español de América. Uno de
los sufijos más utilizados es -iar, con el que se forman
nuevos verbos, como corniar (matar una res), y cueriar (azotar
con látigo de cuero). Pero también son muy
rentables los sufijos -ada e -ida para la formación de
nombres de acción (atropellada por un atropello, bailada
por baile) o colectivos (caballada, paisa nada).

En este apartado de los neologismos se cuentan
también los préstamos extranjeros, en una clara
tendencia a lo que Lapesa califica de «acentuado
neoterismo». En ello ha influido la historia y las
circunstancias de cada zona, y así, por ejemplo, los
italianismos son más frecuentes en Argentina (capuchino =
café con leche; pibe = muchacho) y los términos de
procedencia afronegroide en Las Antillas (bongo = tambor;
ñangostarse = ponerse de rodillas). También son
abundantes los galicismos (usina = fábrica; masacrar =
matar).

Pero, como es sabido, es el anglicismo el que ha
irrumpido con mayor fuerza en el siglo XX. Ricardo J. Alfaro, en
su Diccionario de anglicismos, distingue varios tipos:

. Barbarismos vulgares (parquear).

. Pochismos o anglicanización de voces
españolas e hispanización de inglesas (marqueta =
mercado; chopear = ir de compras).

. Anglicismos o adaptaciones no tan rudimentarias
(crucial, salvaguardar).

. Parónimos castellanos de dicciones inglesas de
significado diferente (apology/apología;
retribution/retribución).

. Voces españolas en acepciones de las que
carecen en castellano (aplicación = solicitud;
librería = biblioteca).

. Expresiones o vocablos castizos en giros anglicados
(operar un negocio).

. Solecismos que consisten en voces castellanas con
sintaxis inglesa (verbo estar + siendo; acción a
tomar).

. Extranjerismos puros (cake, snob).

. Neologismos de evidente influencia inglesa (boicotear,
mecanizar).

. Anglogalicismos (debut).

Aunque la difusión de anglicismos es muy general,
Jerónimo Mallo señala que «se percibe
especialmente en los pueblos hispánicos que por motivos
geográficos o de otra índole, tienen mayor
relación con los Estados Unidos: Puerto Rico,
México y Panamá entre ellos».

El español constituye la lengua nacional de
carácter oficial en los siguientes
países:

(número de hablantes)

México 97.563.000

España 39.244.000

Colombia 37.418.000

Argentina 35.798.000

Perú 24.950.000

Venezuela 22.396.000

Chile 14.508.000

Ecuador 11.691.000

Guatemala 11.558.000

Cuba 10.999.000

República Dominicana 8.228.000

Bolivia 7.670.000

Honduras 5.751.000

El Salvador 5.662.000

Paraguay 5.652.000

Nicaragua 4.386.000

Costa Rica 3.534.000

Uruguay 3.262.000

Panamá 2.693.000

Guinea Ecuatorial 442.516

En algunos de ellos se hablan también otras
lenguas locales (algunas de las cuales poseen igual-mente
carácter oficial), aunque en la mayoría de los
casos se trata de una situación de bilingüismo en la
que el español posee el mayor peso específico. En
Puerto Rico, a pesar del fuerte influjo del inglés, la
mayoría de sus 3.818.000 habitantes emplean el
español para comunicarse. Además, existen
importantes comunidades de hispanohablantes en Estados Unidos
(con casi 20 millones, y es lengua co-oficial en el estado de
Nuevo México junto con el inglés), Filipinas,
Australia, Marruecos, Sáhara Occidental, Belice,
etc.

En cuanto a cifras, se barajan en torno a 400 millones
de hablantes del español, si bien la problemática
de hablar de cifras exactas, como anota Gregorio Salvador, es
enorme. Así pues, por el número de hablantes, ocupa
la cuarta posición en el mundo, después del
chino-mandarín, el inglés y el indostaní.
Por ello el español tiene que ser aceptado como lengua
oficial e internacional dentro de los diversos organismos
internacionales hoy existentes (ONU, FAO, UNESCO, etc.), junto al
francés, el inglés y el ruso. Pero la importancia
de una lengua y su garantía de futuro no residen tanto en
el número de hablantes como en el poder político y
económico de los pueblos que lo utilizan como
vehículos de comunicación.

Por extensión de su territorio también
figura en cuarto lugar. Si hablamos de las superficies de los
países donde cada lengua es oficial en miles de km2, el
español es la cuarta lengua más extendida en el
mundo, después del inglés, francés y ruso en
una superficie de 11.990 km2 que ocupa un porcentaje del 8,9 de
la superficie emergida mundial. Se trata, con mucho, del idioma
romance más extendido (por delante del portugués y
el francés), con cerca de 380 millones de hablantes
repartidos por los cinco continentes, aunque concentrados
fundamentalmente en el amplio territorio americano que se
extiende desde México hasta la Tierra del
Fuego.

Por lo tanto, los valores sólidos del
español son evidentes: uno importante es su número
de hablantes y la extensión geográfica que se
domina con el idioma (sólo superada por el inglés y
el francés) y otro su entidad como lengua de
interés comercial y económico.

Situaciones
especiales

Tratamos aquí brevemente algunos casos que, por
lo excepcionales e importantes que son, merecen una
consideración aparte.

. El judeo-español o sefardí

Sefardí es el adjetivo de la palabra hebrea
Sefarad, que en esta lengua venía a designar el nombre de
la Península Ibérica; por tanto, la voz
sefardí en hebreo vendría a significar
«español», es decir, el antiguo habitante de
España. En la actualidad la comunidad hablante de los
descendientes de aquellos judíos expulsados está
integrada por más de un millón de
personas.

La característica más destacable de esta
lengua (fuera de las puramente lingüísticas, que no
corresponde tratar aquí) es la de conservar vivos
numerosos rasgos del español que se hablaba en tiempo de
los Reyes Católicos; por lo que encontramos en el
sefardí actual más rasgos de semejanza con el
español del siglo XV que con el actual.

Sobre cómo se conservó y desarrolló
el judeo-español, hay que tener en cuenta que para los
sefarditas era su lengua materna. Era una cuestión de
solidaridad dentro de estas personas que se encontraban en un
lugar donde la comunidad lingüística era distinta a
la suya. Además de este factor humano, se encuentra el
hecho histórico de que el Imperio otomano, de antes de la
primera guerra mundial, estaba fundado sobre la idea del estado
religioso, que no consideraba la tierra y el lenguaje como fuerza
de unión.

Por lo que respecta al futuro del sefardí, aunque
existen puntos de vista diferentes, la opinión más
extendida es que domina un cierto grado de pesimismo. El
sefardí está experimentando una cierta decadencia.
Algunas razones expuestas muy brevemente, que contribuyen a esta
decadencia, son las siguientes:

. La acentuación del nacionalismo en los
países balcánicos y la obligatoria
imposición de sus respectivos idiomas.

. El gran influjo de la escuela y de las lenguas de
prestigio, que si por un lado favorece la incorporación de
estas personas, por otro supone la pérdida de su
lengua.

. Una fuerza que actúa en contra de este
deterioro de la lengua sería el comercio que hay
establecido entre Hispanoamérica y los países
balcánicos, que supone un gran intercambio entre ambas
comunidades lingüísticas.

. Guaraní

Paraguay es una nación bilingüe, cuyos
habitantes se expresan en dos lenguas distintas. Por un lado, el
castellano, llevado por los colonizadores, y por otro, el
guaraní, antigua lengua indígena, bastante rica y
dominante en la actualidad en este país.

. Filipinas

En esta antigua colonia española, la
situación del español es de franca decadencia,
frente al tagalo e inglés. El mayor problema de la
difusión del español radica en la enseñanza.
Al escaso número de profesores, hay que añadir la
gran influencia norteamericana en este campo. El dialecto
español que se habla en aquellas islas recibe el nombre de
«chabacano» y son numerosas las palabras
españolas conservadas en las lenguas de aquellas
islas.

. Puerto Rico

El origen del creciente dominio del inglés en
Puerto Rico se remonta también, como en el caso de
Filipinas, al momento en que dejó de ser colonia
española y se incorporó a la zona de influencia de
los Estado Unidos (a finales del siglo XIX). El contacto
político y cultural entre ambos países ha dado
lugar a una influencia masiva de la cultura norteamericana sobre
la cultura puertorriqueña, que es esencialmente
hispánica. En la actualidad su situación es de
coexistencia de dos culturas distintas. De un lado existe la
afirmación de conservar los patrones culturales
hispánicos, y de otro, de adoptar todo lo que llega de la
influencia de los Estados Unidos.

La unidad del
español

Cabe preguntarse si el español actual, con sus
variedades dialectales en la península y en el mundo,
tiende a la unidad o a la fragmentación. Muchos estudiosos
se han ocupado de este tema en referencia a las modalidades del
español americano, y aquí trataremos de sintetizar
sus conclusiones.

Rufino José Cuervo opinaba en 1899 que, tarde o
temprano, el español americano sufriría una
irreversible fragmentación que conduciría al
establecimiento de diversas lenguas «nacionales», de
manera análoga a lo que pasó en la Romanía
cuando los latinos provinciales se transformaron en diversas
lenguas. Algunos, como Rosenblat (1962), han visto en la enorme
demografía y rápido crecimiento de muchas ciudades
americanas un factor que puede originar rupturas y
diferenciación dramática. Pero parece más
lógica la posición de Gastón Carrillo
Herrera en este punto, ya que se trata de una circunstancia que
más bien facilita el desarrollo y fortalecimiento de la
unidad idiomática, pues lo que viene a perderse es
precisamente lo dialectal en favor de lo estándar o
unitario.

En 1963 Dámaso Alonso adoptaba una cauta
posición ante esta discusión. No veía
peligros graves para una escisión pronta del
español en lo que él llamaba «futuro
histórico», aunque reconocía que su
desaparición debe entenderse como inevitable en la
poshistoria, lo que podría suceder probablemente por una
evolución diversificadora. Según Dámaso
Alonso, son el vulgarismo y el dialectalismo los verdaderos
enemigos de la unidad, y de la enseñanza
sistemática en las escuelas y las universidades depende el
porvenir del español en el mundo. En este sentido, son las
diferencias de tipo fonético y las sintácticas las
que provocan la evolución de la lengua y resultan
más incontrolables, mientras que en el terreno del
léxico las acciones de salvaguardar pueden ser
rápidas y eficientes.

A este respecto, Juan Ramón Lodares opina que
frente a la inevitable variedad del léxico y de la
pronunciación está lo fijo de la gramática,
que es esencialmente la misma para todo el dominio
hispanohablante; y sus variaciones apenas disuenan. Todo ello
hace suponer que la unidad funda-mental está garantizada
por mucho tiempo; y más si se considera que, al contrario
de lo que sucede en otras lenguas, el español cuenta con
una autoridad lingüística reconocida: las academias,
con la española como decana, pero repartidas en
veintidós países. Ahora bien, esta unidad del
español tiene un precio todo esto lleva aparejada una
cuestión geográfica: es previsible que nos
acostumbremos cada vez más a usos atópicos, es
decir, sin referencia geográfica precisa y, por lo tanto,
más fácilmente generalizables. En efecto, el paso
de lo local a lo global en los medios de comunicación, y
por tanto en la lengua que éstos utilizan, está
propiciando la aparición de una norma panhispánica,
un español general. Hoy los medios responden a situaciones
en las que la comunicación tiende a ser colectiva, y es
entonces cuando se producen en ellos un intento consciente de
usar una lengua comprensible para todos, que no tiene por
qué dar como resultado una lengua pobre y artificiosa.
Esto es conocido como el español neutro, etiqueta cargada,
inadecuadamente, de connotaciones peyorativas. Ese español
comprensible para todos reproduce en los medios el proceso de
neutralización, el conocimiento pasivo de otras variedades
que las sociedades urbanas están desarrollando.

En contra de lo que opinaba, entre otros, Leopoldo Alas
Clarín, los españoles no somos los dueños
del idioma y, por lo tanto, no podemos ni debemos imponer nuestra
norma idiomática a los pueblos de América. No debe
haber en el aspecto lingüístico pretendidas
hegemonías, pues el idioma español es patrimonio de
todos los hispanohablantes sin excepción. La norma
hispánica debe ser compartida, por consiguiente, por unos
y otros, y los organismos competentes deben tratar de canalizar y
coordinar innovaciones que surjan a este o al otro lado del
Atlántico. He aquí unas palabras de Rafael Lapesa
sobre el tema la buena política idiomática
consistirá en fomentar que cada uno de los pueblos
hispánicos se familiarice con las aportaciones
lingüísticas de los demás, y en procurar que
éstas se extiendan en amplia convivencia con las propias.
Frente al narcisismo localista hay que impulsar la
formación de una koiné hispanófona que
neutralice divergencias y asegure por unos siglos más la
unidad de nuestra lengua. Por todo ello debemos hacer nuestra la
idea del citado profesor Lapesa es preciso que los
hispanohablantes de unos y otros países nos oigamos
mutuamente hasta que el uso normal de cada país sea
familiar para los otros. Acomodando a nuestra situación
lingüística el dicho terenciano, debemos adoptar
todos este lema: 'Hablo español, y no considero ajena a
mí ninguna modalidad de habla hispánica'. Hoy en
día, las modernas técnicas de la
comunicación nos permiten unir más aún
nuestra cultura, aprender de los hallazgos
lingüísticos que se han producido en otros lugares y
homogeneizar lo más posible la estructura del
lenguaje.

Alrededor del español se separan el
portugués europeo y el americano, que empiezan a ser dos
idiomas distintos; se enfría el inglés funcional en
las viejas colonias que nunca lo asumieron como lengua materna;
pelea el francés con los idiomas árabes de quienes
lo usan sólo como instrumentos de comercio. Se
aísla el chino con sus 1.000 millones de hablantes y se
divide en innumerables dialectos. Respecto al español, la
circunstancia de disgregación normativa resulta, en
principio, de menor riesgo (y más aún en el nivel
culto) porque, al contrario que el inglés, no tienen
actualmente tantos hablantes secundarios, ni tantos estudiantes
que mezclen lo propio y lo adquirido. Ésta es una
circunstancia interesante y que, a su modo, contribuye a mantener
la unidad: los hispanohablantes somos ahora, en su
mayoría, de la misma familia. En opinión del
hispanista británico Christopher Pountain es de esperar
que el español mantenga en el futuro un grado de unidad
mayor que el del inglés, dado que la inmensa
mayoría de sus hablantes son nativos.

Por último queremos terminar con unas palabras de
Francisco Marcos Marín quien considera que lo único
necesario es entender que este español es plural, es
fuerte demográficamente, es fuerte económicamente,
tiene un buen mercado, pero tiene debilidades culturales y
sociales que exigen del resto del mundo hispanohablante un
esfuerzo.

Perspectivas de
difusión

Para comenzar este apartado convendría precisar
que las previsiones hechas sobre las lenguas por lo común
han resultado erróneas. El tiempo las ha desmentido. Y es
que junto a los factores lingüísticos habría
que analizar las tendencias culturales, sociales,
políticas o económicas con posibilidades razonables
de ejercer una influencia futura en la suerte del
idioma.

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