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La persona en la posmodernidad




Enviado por W. Daros



Partes: 1, 2

    RESUMEN: El sociólogo Lipovetsky presenta el
    problema de la concepción variante de la persona en la
    Posmodernidad. Describe las tres revoluciones que se han dado
    acerca de su ubicación en la sociedad moderna y posmoderna.
    Se analiza luego la concepción de la persona posmoderna y su
    derecho a realizarse según su proyecto de vida a la carta.
    El artículo se encamina luego hacia la persona en cuanto es
    un consumidor, en búsqueda light de la identidad
    personal y tónica de la indiferencia que lo acompaña.
    Se indican rasgos de la cultura de la seducción, del
    narcisismo o la autoabsorción en una conciencia
    indeterminada y fluctuante. Se finaliza con la indicación la
    hipótesis presentada por Lipovetsky y los motivos para
    sostenerla y tener confianza en esta evolución y
    transición personal y social.

    Palabras claves: Persona –
    posmodernidad – Lipovetsky – identidad light –
    confianza

    SUMMARY: Lipovetsky sociologist presents the problem of
    variant conception of person in Postmodernism. He describes the
    three revolutions that have occurred on its location in the
    modern and postmodern society. Postmodern conception of person
    and their right to be held by life project letter is then
    analyzed. The article is then routed to the person as he is a
    consumer, searching light of personal identity and tone of the
    in-difference that accompanies it. Features of the culture of
    seduction, of narcissism or self-absorption in an indeterminate
    and fluctuating consciousness are indicated. It ends with the
    indication the hypothesis presented by Lipovetsky and the reasons
    to support it, and have confidence in this development and
    personal and social transition. Keywords: Person – postmodernism
    – Lipovetsky – identity light – confidence

    Introducción: tres
    revoluciones hacia la centralidad de la persona

    1.- Aunque el concepto de persona es fundamental en
    nuestras sociedades -y legalmente procede de la codificación
    elaborada en la legislación romana-, psicológica y
    socialmente es concepto frágil, sometido a los avatares de
    los valores según los tiempos y culturas. Cabe, pues,
    plantearse el problema de lo que significa hoy "persona"
    en nuestra sociedad posmoderna. El problema no es para nada
    sencillo pues depende de cuántas y cuales variables queremos
    considerar.

    Aunque podamos plantearnos el problema, no resulta ni
    fácil ni simple confeccionar una hipótesis que
    intente dar una respuesta tentativa a este problema: se dan,
    actualmente, diversas hipótesis tentativas de lo que es
    nuestra sociedad y las personas que en ella viven, incluso si nos
    referimos sólo a Occidente y al llamado primer mundo. La
    concepción de la sociedad de Z. Bauman, no es la de A.
    Toffler, o la de T. Todorov, o la de G. Lipovetsky, en esta
    época llamada posmoderna.

    Ahora nos interesa detenernos en la concepción de
    la persona en el contexto de la sociedad posmoderna como es
    descripta por G. Lipovetsky[1]

    Una referencia importante en del uso del término
    Posmodernidad estuvo dada por François
    Lyotard[2]La posmodernidad, concebida por Lyotard
    negativamente, como crisis y deslegitimación de los
    metarrelatos, es insuficiente para Lipovetsky, el cual la ve
    positivamente como una sociedad con una segunda revolución
    individualista, regida por el imperio de la moda y la
    seducción consumista.

    La posmodernidad puede, entonces, definirse como un
    proceso de promoción y democratización de una serie de
    valores como el hedonismo, el culto al cuerpo, el énfasis en
    lo relacional y psicológico, la seducción, la confianza
    en el mercado y la competitividad, y el cultivo de la
    autonomía individual (el elegir y autogobernarse dentro de
    la lógica de la indeterminación, esto es, sin un plan
    preestablecido), otorgando prioridad al futuro más que al
    pasado.

    En pocas palabras, una tesis fundamental de Lipovetsky,
    en su sociología (lectura de la filosofía de la gente),
    consiste hoy en sostener que las personas "vivimos una segunda
    revolución individualista"[3].

    La época renacimental y la moderna, tras las
    consecuencias de la propuesta de Lutero, se centraron en la
    atención por las personas; por oposición a la
    importancia que tenía la estructura de la Iglesia, de los
    gremios y de la comunidad en la época medieval. Se
    trató ya de una primera revolución centrada en
    la prioridad de las personas.

    2.- La segunda revolución individualista
    comienza en los años de la segunda década del siglo XX,
    y se consolida después de la segunda guerra mundial. Se
    trata de una mutación social, económica, política
    y cultural global, que conlleva una sinergia combinada de
    organizaciones y significaciones, de acciones y
    valores.

    La segunda revolución individualista ha implicado
    un proceso de personalización, acompañado (en
    interacción) de la elaboración de una sociedad
    flexible, basada en el crecimiento demográfico, la
    información y estimulación seductora y consumista de
    las necesidades, del sexo, del culto a lo natural (por
    oposición a lo sentido como represión socializada), a
    la cordialidad y al buen humor.

    Lo que comenzó a importar fue tener el mínimo
    de coacciones y el máximo de elecciones y deseos, con un
    mínimo de represión, y con la mayor comprensión
    posible[4]

    3.- Si bien la idea de una vida individual y social
    democrática tiene una secular vigencia, sin embargo, esta
    vida es sentida hoy como una democracia aún autoritaria,
    donde los gobernantes, una vez elegidos, juegan con el poder. Por
    ello, las personas sienten la necesidad de ponerse nuevos fines y
    nuevas legitimidades sociales.

    En la Modernidad, la idea de la "voluntad general"
    tenía fuerte vigencia y era básica para la lógica
    de la vida política, productiva y moral en la cual
    debían moverse los individuos, con reglas uniformes,
    minimizándose las expresiones singulares, las
    particularidades ideosincráticas.

    La primera parte del siglo XX estuvo regida, en gran
    parte de Occidente, por la abnegación exigida por un partido
    revolucionario o por gobernantes que, si bien fueron elegidos
    democráticamente, terminaron aboliendo los partidos. Hoy
    casi desaparece ese límite autoritario para la
    expresión del individuo: la mayoría de los individuos
    ve con indiferencia lo que sucede en el poder político. La
    personalidad íntima parece buscar la legitimación
    exhibicionista del placer y el reconocimiento de las expresiones
    singulares de los individuos.

    4.- El ideal moderno de encuadrar a los individuos en el
    marco de reglas nacionales colectivas, se ha fragmentado y se
    busca masivamente la realización personal, la singularidad
    subjetiva. Emerge con fuerza el derecho a ser íntegramente
    uno mismo, a disfrutar al máximo de la vida
    individual[5]

    La persona se halla en un constante proceso de
    personalización en el contexto de una lógica
    individualista. Ya no se busca sólo la libertad
    política y económica, la libertad de creatividad
    artística o en el ámbito del conocimiento; sino
    además y principalmente en el ámbito de las costumbres
    y de lo cotidiano.

    El hecho social y cultural más representativo
    parece ser el vivir libremente sin represiones. Se trata de
    un proceso de personalización psicologizada. Por un
    lado, aparece como una desestandarización de la vida; por
    otro, como reivindicaciones de las minorías regionales, de
    expansión del yo, de movimientos alternativos.

    La persona posmoderna y su
    derecho a realizarse según su proyecto de vida a la
    carta

    5.- La sociedad moderna era conquistadora; creía en
    el futuro, en la ciencia y en la técnica, en la razón,
    en la revolución. La sociedad posmoderna surge de tendencias
    minoritarias de la Modernidad insatisfecha que buscaron
    dispositivos abiertos y plurales.

    En la sociedad posmoderna, las personas están
    ávidas tanto de la individualidad como de la diferencia, de
    la tranquilidad como de la realización personal; se afinca
    en el presente, e indiferente al pasado, disuelve la fe en el
    futuro y en el progreso. Lo que importa es vivir aquí y
    ahora, conservarse joven sin esperar un hombre nuevo. Hay un
    desencantamiento en la monotonía de lo nuevo.

    Muerto el optimismo, se instala la apatía que no
    cede ni ante el ídolo ni ante el tabú. La apatía
    es vacío ante la abundancia, sin tragedia ni
    apocalipsis[6]

    6.- Parece darse una ampliación de la persona: no
    hacia un personalismo responsable socialmente como lo imaginara
    Emanuel Mounier[7]sino hacia un individualismo
    light que proclama su derecho a realizarse según su
    proyecto de vida a la carta.

    Mas el individualismo no es visto como algo moralmente
    no deseable, sino como lo que se está naturalizando. Cuando
    el individualismo se hace total, no asume otro punto de
    referencia.

    La forma de vida se desestabiliza y se hace tolerante,
    se centra en la realización personal de uno mismo, no
    importando tanto triunfar en la vida cuanto realizarse
    continuamente, consciente de la precariedad de la
    existencia[8]

    7.- Las acciones colectivas casi no logran ordenarse,
    uniformarse y llegar a una realización mundial de
    acción conjunta. Lo privado interesa más que las luchas
    de clases. En la posmodernidad -o hipermodernidad, como a veces
    la llama Lipovetsky- lo social está presente pero no
    está en primer plano en el interés de las personas,
    sino ideológicamente ubicado como un telón de
    fondo.

    La Posmodernidad se rige por tres lógicas
    fundamentales, por tres formas de funcionar que se
    influyen:

    • La lógica del mercado (que genera el
      consumismo),

    • de la tecnociencia (que hace de nuestro mundo una
      pantalla: cine, televisión, celular),

    • y de la cultura individualista
      democrática[9]

    El individualismo se impone no como una reclusión
    del individuo en sí mismo; sino como una inclusión
    osmótica en lo social, asumido con indiferencia. Los
    individuos se hacen cada vez más atentos a sí mismos,
    aún sin convicciones. Si bien el posmoderno no se halla
    totalmente despolitizado, ni con independencia soberana de lo
    social, estos y otros intereses son menores, hiperespecializados
    en grupos selectos y pasajeros: grupos de padres
    alcohólicos, de madres lesbianas, de viudos, etc.

    8.- Personalizar es psicologizarlo todo. Las
    relaciones de amor se vuelven frágiles y fugitivas. Los
    sentimientos son mutables y las personas no evolucionan de manera
    sincrónica. Se pasa más velozmente de la euforia al
    aburrimiento o desánimo, incomprensión o
    irritación.

    Las decepciones tienen como indicadores mayor
    número de separaciones, divorcios, conflictos por la
    custodia de los hijos, falta de comunicación íntima.
    Los seres humanos son incompletos y necesitan de otros para
    realizarse; pero si la felicidad depende de otros, entonces
    estamos condenados a una felicidad frágil: el otro se nos
    escapa y se entra en la renovación perpetua del consumo, que
    no se vive con placer sino como
    fracaso[10]

    9.- Ante el fracaso, las personas dan prioridad a la
    atención de sí mismas. Se pierde la obsesión por
    la cantidad y se vuelve a la calidad del sentimiento, a los
    proyectos compartidos.

    La revolución sexual ha dado de sí todo lo que
    podía, pero no es suficiente para generar una vida
    aceptable; lo que falta es comunicación entre las personas,
    capacidad de resistir a las inevitables frustraciones cotidianas,
    en un ámbito que depende mucho de los gustos
    individuales.

    Donde la velocidad es creciente en todos los
    ámbitos, las demoras pone furiosa a las personas y es motivo
    de irritación y descontento. Por ello, esas personas vuelven
    su atención a cosas menos trascendentes, pero más
    manejables. Entre las cosas menos trascendentes pero importantes
    se halla en tema del comer bien, pero no tener sobrepeso. De
    hecho, crece el número de persona para las cuales, el peso
    es el tema fundamental de sus vidas[11]

    Ser persona es ser un
    consumidor

    10.- Cada época produce y cultiva lo que sus deseos
    le solicitan y viceversa: los deseos generan y moldean lo que la
    sociedad debe ser en cada época. En la sociedad posmoderna,
    la persona desea consumir. Nunca ha había habido tanto
    productos para consumir, en esta época y en el primer mundo.
    Pero no se piense que se consume sólo alimentos, ni siquiera
    sexo: principalmente se consume música, diversión,
    pantalla, comunicación con el pequeño grupo, lo que
    significa para esta época posmoderna "vivir
    mejor".

    "Ha nacido una nueva modernidad: coincide con la
    «civilización del deseo» que se construyó
    durante la segunda mitad del siglo XX.

    Esta revolución es inseparable de las últimas
    orientaciones del capitalismo dedicado a la estimulación
    perpetua de la demanda, a la comercialización y la
    multiplicación infinita de las necesidades: el capitalismo
    de consumo ha ocupado el lugar de las economías de
    producción. En el curso de unos decenios, la sociedad
    opulenta ha trastocado los estilos de vida y las costumbres, ha
    puesto en marcha una nueva jerarquía de objetivos y una
    nueva forma de relacionarse con las cosas y con el tiempo, con
    uno mismo y con los demás. La vida en presente ha
    reemplazado a las expectativas del futuro histórico, y el
    hedonismo a las militancias políticas; la fiebre del confort
    ha sustituido a las pasiones nacionalistas, y las diversiones a
    la revolución.

    Apoyado en la nueva religión de la incesante mejora
    de las condiciones de vida, el vivir mejor se ha convertido en
    una pasión de masas, en el objetivo supremo de las
    sociedades democráticas"[12].

    11.- No obstante los aparentes retrocesos, marcados por
    las recesiones, las crisis energéticas, crisis de los
    desempleados, éstos no son más que signos de
    reacomodaciones a nuevas formas de preparar el consumo
    masivo.

    La necesidad creciente de consumo refleja la creciente
    conciencia del vacío en la vida y la urgencia por llenarla
    con algo. No se trata del vacío de algunas personas con poco
    poder de adquisición; sino de una nueva forma de ver la
    vida. Ésta no parece tener sentido en sí misma, sino en
    lo que se hace con ella: surge la necesidad de consumir la propia
    existencia, en forma rápida y masiva.

    Nada reducirá la pasión por el consumo -que no
    puede ser negada ni suprimida- sin otra pasión que pueda
    motivar fuera de la oferta del consumo.

    No obstante, el consumo no puede satisfacer todos los
    deseos: el hombre tiene otras dimensiones, como el conocer,
    aprender, crear, ganar autoestima, que los bienes comerciales no
    pueden satisfacer.

    La persona posmoderna en
    búsqueda light de la identidad personal

    12.- La persona, en la cultura posmoderna del consumo,
    no deja de tener rasgos contradictorios, convividos sin
    sobresaltos, dado que la lógica y la racionalidad no son un
    valor primordial, sino el seducir y ser seducido, sin perder su
    identidad.

    La pasión, en la personalidad íntima, no se
    desentiende de la búsqueda de calidad de vida. El abandono
    de los grandes sistemas de sentido no se opone a la búsqueda
    de creencias locales y a la conformación de tribus
    juveniles.

    Como nunca antes el tema de la identidad se ha vuelto
    relevante, aunque no se ponga mucho esfuerzo en investigar que
    significa ello.

    Juntamente con el irrenunciable deseo de consumo (de
    músicas, de placeres, de encuentros, de bebidas y
    mercancías), se revaloriza lo local y se disuelven las
    exigencias de centralidad; se busca más la identidad
    personal que la verdad universal.

    Lo importante es ser uno mismo, en un mundo que parece
    disolverlo todo: el pasado, las creencias fuertes, las
    responsabilidades sociales para con el Estado.

    La identidad light posmoderna significa poder
    hacer ya lo que se desea.

    Esto genera una actitud crítica también ante
    el consumo: no comprar caro parece ser más inteligente.
    Cuanto mayor es la omnipotencia de las marcas, más los
    individuos se sienten inclinados a independizarse de ellas. El
    consumidor ha adquirido una libertad de elección y de
    exhibición que antes no poseía.

    La cultura posmoderna del consumo necesita estar a la
    moda, renovarse y reinventarse para venderse perpetuamente. La
    tecnociencia lleva a una revolución
    permanente[13]

    Cultura posmoderna del consumo personal y de la
    indiferencia

    13.- La cultura posmoderna del consumo personal parece
    ofrecer una vida con más libertad, incluso en materia de
    elección de una religión. Lo sagrado toma
    múltiples formas, en rechazo declarado contra el imperio de
    la Ilustración y la razón. Las exigencias religiosas se
    eligen a la carta, y se da una búsqueda de sentido sin
    referencias ni certezas, con una coexistencia pacífica de
    las creencias, con amplitud de fronteras.

    No vivimos una decadencia de la moral, sino una
    pluralización y un cóctel de las éticas
    . La
    Iglesia milenaria ya no dictamina imperativamente dónde
    está el bien o el mal; sino que se forman comités de
    reflexión ética, debates sobre el aborto, la
    adopción de niños por homosexuales, sobre la
    procreación, la manipulación genética, la
    eutanasia, etc.

    14.- La contradicción aparece en casi todos los
    sectores del cóctel de la vida personal y social. Pero
    sólo se manifiesta como contradictoria si se desea tener una
    lectura desde una Modernidad que necesitaba la unidad de
    perspectiva, la coherencia envolvente de la variedad de los
    acontecimientos y un poder centralizado. Hoy el poder se ha
    pluripolarizado: Norteamérica, Europa, Asia.

    Hoy, más que coherencia se desea la pluralidad
    y la yuxtaposición
    . Por esto, la cultura posmoderna del
    consumo puede ser renovadora y retro a la vez, porno y discreta,
    consumista y ecologista, sofisticada y espontánea; creativa
    y vuelta a lo local. Las antinomias no llevan a la exclusión
    de uno u otro elemento de la vida cultural; más bien, las
    cosas parecen ubicarse con una correspondencia flexible,
    destruyéndose los sentidos únicos, y la única
    verdad.

    15.- La cultura moderna del consumo presencian
    la destitución de lo sublime, y la trivialización de lo
    que en la Modernidad fue lo superior. Son ellas
    características de la cultura posmoderna, la cual se desliza
    en una indiferencia relajada.

    La solidaridad se da en los microgrupos. Las soluciones
    sociales se buscan por contacto, por la vida vivida en primera
    persona.

    La época moderna se obsesionó con la
    producción y la revolución; la cultura
    posmoderna
    se centra en algo más personal: la
    información, el consumo indiferente y la
    expresión.

    Todos pueden hablar, todos pueden ser escuchados y
    oídos; todos son invitados a opinar sobre todo. Hay una
    plusvalía de la palabra y una minusvalía de la
    responsabilidad ante ella. Por ello, no interesa mucho lo que se
    dice, sino que se pueda decir. El interesado es el emisor y se
    convierte también en el principal receptor. Se da una
    indiferencia por el contenido. El narcisismo se convierte en
    expresión gratuita y vacía de interés para el gran
    público. Éste solo reclama el derecho de las personas a
    hablar en una era del vacío[14]

    16.- Las personas tienen la sensación de estar en
    un período de pasaje, y por lo tanto, de crisis profunda y
    abierta, basada en la novedad y el cambio. El siglo XX fue, para
    las personas, un siglo con rebeliones contra las formas
    instituidas, los estilos clásicos, la escritura reprimida,
    la significación codificada, ruptura con el pasado;
    rebelión contra el orden oficial.

    La cultura posmoderna, al expandirse, hizo manifiesto su
    potencial de creación, generando una especie de
    autodestrucción creadora, crítica de sí misma,
    más o menos indiferente ante todo. En la Modernidad, las
    personas se hallaron en un ámbito de creación y
    negación. En la cultura posmoderna, lo nuevo se vuelve
    inmediatamente viejo; la creación termina vaciando a las
    personas; éstas quedan girando en el vacío. Es la
    culminación de la técnica, de los medios, indiferentes
    ante los fines. Cada uno hace su pequeña tarea, indiferente
    a lo que está contribuyendo finalmente: se puede fumigar
    bien una plantación de frutales, aunque esto resulte
    después cancerígeno; se puede higienizar bien una
    heladería aunque los fluidos terminen contaminando las capas
    de aguas sin tratar.

    "Los grandes ejes modernos, la revolución, las
    disciplinas, el laicismo, la vanguardia han sido abandonados a
    fuerza de personalización hedonista; murió el optimismo
    tecnológico y científico al ir acompañados los
    innumerables descubrimientos por el sobrearmamento de los
    bloques, la degradación del medio ambiente, el abandono
    acrecentado de los individuos; ya ninguna ideología
    política es capaz de entusiasmar a las masas, la sociedad
    posmoderna no tiene ni ídolo ni tabú, ni tan sólo
    imagen gloriosa de sí misma, ningún proyecto
    histórico movilizador; estamos ya regidos por el vacío,
    un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia ni
    apocalipsis"[15].

    La cultura posmoderna se halla en la culminación de
    un proceso posindustrial, profundamente individualista y radical,
    hipertrofia de una cultura cuya meta es la negación de
    cualquier orden estable, bajo la monotonía del consumo
    permanente.

    Ante el proceso de racionalización que implica la
    sociedad burguesa y burocrática, la cultura posmoderna del
    consumo preconiza los valores del romanticismo como la
    exaltación del yo, la autenticidad, el placer, el desenfreno
    de los sentidos, de los impulsos propios ("Déjate
    llevar…"), la intensidad del sentir, el consumo masivo, el
    vivir a crédito, el goce inmediato; por oposición a los
    valores modernos que revolucionaron la producción,
    implantando el valor del trabajo, ahorro, moderación,
    puritanismo, dinero, ascetismo, racionalismo, sistematicidad,
    organización lógica, disciplina, autoridad. No importa
    la lógica, todo vale.

    Cultura de la
    seducción

    17.- Siempre se ha dado en Occidente un recelo entre la
    dialéctica, la retórica y la lógica.

    La lógica y la dialéctica requieren
    razonamientos y mover formal y fundadamente las mentes humanas.
    La retórica apela a la seducción, a atraer y subyugar
    al contrincante, sin quitarle la sensación de que es él
    el que decide en su vida, ante un abanico prolífero de
    ofertas a consumir.

    La sociedad de consumo utiliza la lógica de la
    seducción, haciendo que se sienta importante el
    seducido, como si él se eligiese y condujese con plena
    libertad (se-ducere: conducirse a sí mismo)
    ofreciéndole cada vez más opciones y combinaciones a su
    medida[16]La seducción es un medio de
    fascinación o atracción que una persona u objeto ejerce
    sobre otra, conduciéndolo con el consentimiento de esa
    persona seducida.

    La seducción es el acto de persuadirse o persuadir
    (con-vencer) a alguien con el fin de modificar su opinión o
    hacerle adoptar un determinado comportamiento según la
    voluntad del que seduce.

    18.- La cultura de la seducción deja las relaciones
    autoritarias y dirigistas, y privilegia la pluralidad y
    diversidad de opciones, y la realización de los deseos
    desoyendo los llamados a la austeridad.

    Mientras se esté en el consumo, no importa luego
    las formas, porque el seducido es finalmente un cliente cautivo
    por el monopolio de la seducción, a la que condesciende
    creyéndose protagonista.

    Indudablemente, los países del tercer mundo y los
    hombres del trabajo, son los más reacios a asumir la
    lógica de la seducción. Mas nuestra sociedad global va
    teniendo siempre más jóvenes y más numerosos.
    Éstos requieren diversión, o al menos contención,
    y privilegian la comunicación a la coerción.

    Las personas jóvenes, libres en sus tiempos, con
    creciente autonomía y cuidado del cuerpo, generan la
    exigencia de una educación que cubra esos deseos:
    permisividad, homeostasis de los feelings,
    socialización suave, plural y diversa más que
    tolerante[17]

    19.- La cultura posmoderna de la seducción se
    acompaña de ritmo, rápido, vociferado, constante, sin
    contenido, por lo que no importa en qué lengua se cante o se
    grite.

    La revolución musical y la tecnología sacan al
    oyente de su mundo manteniéndolo en suspenso, sin
    transportarlo a otro lugar o a otras ideas. El individuo se
    vuelve sinético y desea sentir más. La velocidad
    fascina y hace sentir la vida en la piel. Los jóvenes pueden
    pasar muchas horas charlando, pero luego, cuando suben a un
    vehículo, quieren velocidad.

    Se da una nueva forma de control social por medio de la
    seducción. La seducción es soft, distrae
    epidérmicamente a un público que, sin embargo, no es
    ingenuo ni pasivo.

    La seducción no funciona con el misterio sino con
    la información, con la propuesta de la supresión de las
    relaciones burocráticas del poder.

    La seducción suprime la revolución y el uso de
    la fuerza, y opera por relación, cohesión y
    acercamiento, dando la sensación de que es cada uno el que
    decide.

    Verlo todo, hacerlo todo, decirlo todo define a la
    seducción[18]

    20.- La seducción lucha contra la inmovilidad y
    busca el autoservicio libidinal. El cuerpo y el sexo se vuelven
    instrumentos de subjetivación. Los jóvenes posmodernos
    marcan con tatuajes sus cuerpos, para indicar que son
    únicos.

    Se da integridad al cuerpo antes que ocultarlo. El
    cuerpo se convierte en persona a respetar. El cuerpo es directo:
    se expresa, seduce moviéndose bajo el hechizo de la
    sonorización estridente.

    La seducción es, en parte, sexducción,
    adaptando a la mujer al rango de las sociedades democráticas
    hedonistas. Pero esto no da lugar a Don Juan, sino a Narciso
    "subyugado por sí mismo en su cápsula de
    cristal"[19].

    La cultura de la seducción viene estimulada por la
    indiferencia, entendida como clima cultural.

    La Modernidad, por su parte, se cierra con Hiroshima,
    con la pasión destructora como condición para conservar
    una mejor posición de poder.

    Narcisismo o la
    autoabsorción en una conciencia indeterminada y
    fluctuante

    21.- El capitalismo autoritario cede el camino al
    capitalismo hedonista y permisivo.

    La Modernidad era espíritu de empresa, esperanza
    futurista en el progreso, bajo el lema de la Revolución
    Francesa: libertad, igualdad, fraternidad. El legado de la
    fraternidad quedó en el reducto religioso; el mensaje de la
    libertad quedó encarnado por el Liberalismo en la libertad
    para el comercio. La igualdad ante la ley, marcada por el
    código napoleónico, parece ya insuficiente o poco
    significativo psicológicamente. Junto con la igualdad se
    desea la diferencia. Hoy instala la última versión del
    hombre igual: el narcisismo que se expresa de diversas y
    cambiantes maneras.

    La protesta estudiantil, que convocaba por igual a todos
    los estudiantes, ha desaparecido. Se da una banalización de
    lo social: se prefiere vivir sin ideales, sin objetivos
    trascendentes, dejarse llevar. Importa vivir el presente en el
    presente. Sin sentido de lo histórico, ni proyección
    hacia el futuro, se erosiona el sentimiento humano de
    pertenencia. Numerosas carreras universitarias no tienen ninguna
    referencia a la historia: importan las aplicaciones
    prácticas, las técnicas que reditúen, ganar dinero
    sin saber bien para qué vivir.

    Se implementan estrategias narcisistas de supervivencia:
    en el presente, interesa la salud psíquica y
    psicológica y el reciclado del cuerpo.

    La ausencia de grandes ideales a los que nos tenía
    acostumbrado la Modernidad, se presenta como un nihilismo, que es
    vivido sin tragedia, sino con apatía frívola, sin
    sentimiento trágico por el fin del mundo, con apatía
    epidérmica e indiferencia hacia el mundo. No hay Quijotes
    que salgan a salvar al mundo. Incluso la amenaza de calentamiento
    global no es suficiente para organizar una cruzada. La juventud
    (una categoría que está en crecimiento dada la
    explosión demográfica) no lee los diarios, ni se
    informa de las noticias: si puede, se divierte de noche y duerme
    de día.

    Ante la deserción de los valores sociales, se
    acentúa la personalización como hiperinvención del
    yo y abandono de los grandes sistemas de sentido (ideales
    políticos, religiosos y culturales). Lipovetsky estima que
    se vive en el vacío.

    22- Amarse a sí mismo es suficiente, de modo que no
    se necesita de otro para ser feliz…

    Los individuos se esfuerzan por liberarse de los
    sistemas de defensa anónimos, que cortan la continuidad
    histórica de los sujetos. Para la liberación buscan
    asociaciones "libres", lo no verbal, sino el grito, el
    sentimiento indefinido. El analista no es un referente y, en el
    narcisismo total, cada uno queda en manos de sí mismo,
    regido por la autoseducción del deseo.

    La autoabsorción permite el abandono de la esfera
    pública. Las religiones tratan de aprovecharse de la
    coreografía, actualizarse y adecuarse a la música
    actual y a los mensajes masivos para poder sobrevivir y reclutar
    adeptos. De la religión del Libro se exige pasar a la
    religión del espectáculo, so pena de indiferencia por
    el contenido. No se busca la liberación del mal por medio de
    una rigurosa teología; sino por la coreografía masiva y
    los testimonios subjetivos y aislados.

    El yo se convierte en un espejo vacío a fuerza de
    flashes de `informaciones´[20], sin
    análisis, ni ubicación en el contexto histórico.
    Importa poco saber si Napoleón vivió antes o
    después de Jesucristo.

    El narcisismo neutraliza el universo social, vaciando
    las instituciones de sus inversiones emocionales y el yo se
    vacía de su identidad razonada.

    El yo pierde su referencia de unidad por exceso de
    información insustantiva.

    A los escritores no les queda otro recurso que el
    novelesco breve, la minificción, donde cada uno puede
    moverse al ritmo de su propia fantasía.

    El esfuerzo y los deberes no están de moda. Lo que
    supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado y
    se busca lo placentero de realización inmediata.

    La anarquía de los impulsos, la pérdida de un
    centro de gravedad otorgado por ideales, genera una voluntad
    débil, no intra-determinada, a merced de los
    minirrelatos.

    El posmoderno se mueve en el clima de la no
    directividad, de la asociación libre, de la espontaneidad
    creativa, de la cultura de la expresión, de la
    dispersión en detrimento de la concentración, de la
    aniquilación de las síntesis conceptuales.

    Parece generalizarse la falta de atención de los
    alumnos. La dispersión o distracción remplaza a la
    concentración persistente y esforzada (lo que es queja de
    todos los profesores). Los alumnos no estiman estar desatentos,
    aunque admiten tener una atención dispersa, la que les es
    suficiente para, al mismo tiempo, estudiar, ver televisión,
    escuchar música, mandar mensajes, etc. Se hace presente una
    conciencia telespectadora, que parece captarlo todo y nada;
    excitada e indiferente a la vez.

    23- El yo disuelto en tendencias parciales,
    moléculas personalizadas, nuevos zombis atravesados por
    mensajes de textos, sin ortografía ni sintaxis: simplemente
    palabras juxtapuestas.

    El yo narcisista es lábil, sometido
    sistemáticamente a experimentación
    rápida.

    El narcisismo es un sistema flotante, que produce la
    última personalidad aislada en la masa, apta para sistemas
    de consumo masivos.

    No hay, como otrora, comportamiento orientado por el
    otro y por su aprobación, lo que daba sentido a la
    acción social. Por el contrario, se produce la
    licuación de la identidad rígida del yo. Va
    desapareciendo el amor por la patria (sustituido por el amor
    pasajero al turismo y al paisaje). No héroes ni se ocultan
    las debilidades de los héroes de antaño.

    El narcisismo no es una falta de personalidad, sino
    una nueva personalidad con una conciencia indeterminada y
    fluctuante
    , sin saber qué hacer, acorralada
    constantemente por el aburrimiento.

    Se intentan elaborados comportamientos de ortopedistas
    de la salud física y mental: se impone la formación
    permanente, al menos como lifting que levanten las
    partes caídas del cuerpo y levanten el humor.

    Se flexibilizan las categorías sociales acerca de
    quien es mujer, hombre, niño, civilizado, loco, etc.: la
    indefinición e incertidumbre se expanden.

    24- El posmoderno narcisista teme envejecer y morir. La
    vejez se vuelve una idea intolerable. Se trata de que el dolor
    deje de ser real.

    La frialdad y el anonimato parecen vicios inaceptables:
    las virtudes se dirigen hacia el revelar las propias
    motivaciones, las intimidades, todo lo cual es índice de
    autenticidad y sinceridad. No importa la verdad (que pretende ser
    objetiva), pero sí la sinceridad que reconoce las
    contradicciones. ¿Por qué se debe estar atado a una
    lógica? El yo posmoderno, como el político, simplemente
    arriesga decidir y luego se verá qué pasa.

    Todo se personaliza, o sea, se psicologiza: la verdad
    también. La subjetividad tiene preminencia. Se busca la
    verdad personal aunque a veces sea fratricida o
    asocial.

    El cuerpo reciclado bajo el deseo
    de la autoseducción

    25- El cuerpo se ha vuelto, en la Posmodernidad, un
    verdadero objeto de culto, y se tiene una obsesión por su
    salud y por su figura.

    Se requiere higiene, perfumes, control (chequeo),
    mantenimiento (masajes, sauna, deportes, regímenes),
    liftings, cultos solares y terapéuticos.

    El cuerpo no es ya una máquina, ni un soporte del
    alma; es la persona y marca nuestra identidad; adquiere los
    derechos de la persona.

    Dado que la libertad de la persona es el derecho
    fundamental se sigue que ella puede elegir, en cierto modo, su
    cuerpo[21]El cambio de sexo, la
    comercialización del cuerpo y de sus productos, es parte del
    ejercicio de nuestra libertad subjetiva. Anteriormente se
    consideraba inadmisible alterar el proceso natural de
    envejecimiento y se exigía un respeto por las canas y
    arrugas. Hoy el conservarlas o no, es un hecho de decisión
    personal.

    Hasta la Edad Media, se prohibía intervenir en los
    procesos naturales, como algo opuesto a la voluntad de Dios, como
    algo "contra natura" o antinatural. Toda prevención de la
    concepción era impensable. Por el contrario, el posmoderno
    se estima señor de sus actos y decisiones. La moral
    también se ha psicologizado, personalizado: si somos libres,
    lo que decidimos está bien.

    26- De hecho, se tiende, cada vez más, a permanecer
    joven, a disolver los estigmas de la edad. Parece evidente que se
    está dando una psicologización y desaparición de
    las diferencias netas entre cuerpo y espíritu. El cuerpo
    psicologizado no es el cuerpo objetivo y natural; sino el cuerpo
    puesto a disposición de las decisiones de la libertad del
    individuo; es el lugar público y político del ejercicio
    de las libertades. Las decisiones llevan, en su propia
    lógica, la moral de los derechos subjetivos, en detrimento
    de los cuidados hacia cada uno.

    Hoy se debate el derecho a la elección del propio
    estilo de vida sexual (anticoncepción, aborto,
    vasectomía) y de genitalidad (cambio de sexo); el aborto
    elegido entendido como prolongación de los derechos del
    individuo sobre su propio cuerpo.

    En este contexto, se trata de liberar al cuerpo de los
    tabúes y, por ejemplo, marcarlo, en forma indeleble, para
    identificarlo: el cuerpo está disponible a la
    experimentación de los individuos. Las mujeres alquilan su
    útero para concebir un niño, previa remuneración.
    Estiman, en esta misma lógica, que pueden disponer de su
    cuerpo para la reproducción, mediante un acto de su libertad
    y derecho.

    27.- El mejoramiento narcisista de sí mismo no
    carece, sin embargo, de códigos: funciona como un nuevo tipo
    de control social, bajo la hégira del cuerpo y la
    seducción posible o imaginada en relación con los
    demás.

    En la Posmodernidad, está fuera de duda el respeto
    debido a la dignidad y libertad humana. Lo que está en
    discusión son sus variadas interpretaciones y realizaciones.
    La época posmoderna, mientras produce y acrecienta el
    desorden axiológico iniciado en la Modernidad, da tema para
    elaborar otro tipo de equilibrio social, en relación con los
    valores del cuerpo: por ejemplo, la donación de órganos
    no suscita polémica y más bien se la promueve; pero la
    extracción de órganos con un fin mercantil parece
    escandalosa.

    Lentamente, la misma dinámica del ejercicio de la
    libertad exige, por una parte, derechos emergentes y nuevos;
    pero, por otra parte, ella misma se pone límites y reinstala
    barreras.

    En la Modernidad, el credo vigente consistía en
    conservarse en la perfección que ofrecía la naturaleza
    a cada uno. En la Posmodernidad, la misma naturaleza es un
    concepto que el individuo debe redefinir sin quedar sometido a su
    aspecto biológico, porque quien pierde el dominio de su
    libertad, degrada todo su ser.

    El único sometimiento que parece admitirse es el de
    la autoseducción.

    Cerrando el tema: hay motivos
    para tener confianza

    28.- Lipovetsky describe s un sociólogo que trata,
    ante todo, de describir y no de juzga como un
    moralista.

    El autor desea darnos una lectura objetiva de la
    época que vivimos; pero está claro que no existe
    ninguna lectura neutra; sino que toda visión de la realidad
    conlleva una interpretación. Y este escritor no oculta sus
    interpretaciones. Entre el optimismo y el pesimismo, Lipovetsky
    cree -porque, en última instancia, se trata de una creencia
    o persuasión globalizadora sobre eso que nos ocurre- e
    hipotiza que se está dando un caos
    organizador
    , generado, por un lado, por el valor supremo
    dado a la libertad individual; y, por otro, por las exigencias
    que toda vida tiene en sus condicionantes, los cuales ayudan o
    entorpecen las realizaciones de los proyectos
    individuales.

    Las descripciones realizadas por Lipovetsky le parecen
    suficientes para sostener la hipótesis de que "no faltan
    razones para tener esperanzas", y entrever la posibilidad de que
    miles de millones de personas salgan de subdesarrollo. A largo
    plazo, la persona saldrá ganando, pues tiene capacidad para
    reinventarse.

    "No hay ninguna razón para no tener
    esperanzas en las ciencias y técnicas. En los últimos
    decenios, la población ha ganado cada año tres meses de
    esperanza de vida. Una niña hoy tiene el 50% de
    probabilidades de vivir por lo menos cien años. Una vida
    más larga y con mejor salud"[22].

    29.- La cultura del consumo tiene menos de un siglo; es
    un pequeño momento en la historia humana. Ninguna cultura es
    eterna. Aunque la civilización consumista trajo beneficios,
    aunque "desestructura a los individuos volviéndolos
    frágiles a nivel psicológico, la felicidad de las
    personas no progresa en proporción con las
    riquezas"[23].

    Es posible pensar que vendrá una
    transformación personal y cultural que revalorice las
    prioridades de la vida, la jerarquía de los objetivos. El
    trabajo (primera necesidad de la existencia, según Marx)
    podrá conciliarse con el goce y la ascética, dando
    fuerzas al vivir de las personas que abrirán otros caminos a
    la felicidad.

    La Posmodernidad no es un fenómeno totalmente
    optimista. La felicidad de los individuos, en ella, es
    efímera.

    Tampoco se trata de hacer una fácil y superficial
    denuncia apocalíptica.

    30.- Por un lado, vivimos en un clima hedonista y
    progresista
    ; pero, por otro, estamos cargados de un
    clima de ansiedad. Estamos, a la vez, en una sociedad
    con personas dedicadas, en gran parte, al entretenimiento (para
    una parte de la humanidad); y en una sociedad (de gran parte del
    mundo) con la dificultad para vivir (carencia de agua, de
    alimentos, de libertad, etc.).

    Si bien Lipovetsky percibe la Posmodernidad como una
    época de decepción, también la considera una
    época con una búsqueda de felicidad individual que
    puede llenar una vida. El compromiso con las causas humanitarias,
    la investigación, la creación, la educación y la
    invención de formas de trabajos más gratificantes, no
    nos condenan, a todos por igual, a la desilusión.

    31.- En este contexto, si bien se le
    critican a Lipovetsky el atenuar los aspectos
    neoconservadores
    que incuba la
    Posmodernidad[24]él no deja sin embargo de
    mencionar las grandes angustias que ella genera.

    "En otra época, la moral represiva era fuente de
    histeria, hoy la moral de la autonomía y de la
    expansión contribuye a generar ansiedad, surmenage y
    depresión
    . Ésta es la paradoja: el rechazo de la
    organización tayloriana y el broche final de la empresa
    humanista aceleran la desestabilización, la fragilidad
    subjetivas. Ya sea en la esfera privada como en la esfera
    profesional, en todas partes la autonomía individualista se
    paga con desequilibrio existencial. Si la denuncia de la
    empresa tecnocrática y la celebración del individuo
    responsable y creativo merecen el elogio al reactivar la
    tradición ética del respeto a la persona, no deben
    perderse de vista las nuevas contradicciones que resultan de
    ella: más independencia pero más ansiedad, más
    iniciativa pero más exigencia de movilización, más
    valoración de las diferencias pero más imperativo
    competitivo, más individualismo pero más espíritu
    de equipo y de «comunidad integrada», más
    celebración del respeto individual pero más
    conminaciones a cambiar y
    reciclarse"[25].

    Partes: 1, 2

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