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El verdadero amor de Dios en el mundo de hoy



Partes: 1, 2

  1. Reflexione en el amor que Dios le tiene
    y correspóndale
  2. Acérquese cada vez más a Jehová
  3. Adorar a Dios produce gozo
  4. Luche por "la vida de verdad"
  5. Lo que la Biblia enseña

"Con el amor de siempre a la familia
de Dios, con amor profundo; bendiciones para
ellos
"

1 Jn. 4 (8: "Dios es
amor
")

¿Qué significa amar a Dios?

¿Cómo podemos permanecer en el amor de
Dios?

¿Cómo recompensará Jehová a
los que permanecen en su amor?

¿Se refugiará usted en Jehová en
estos tiempos peligrosos?

Imagínense que mientras da un paseo, el
cielo se va cubriendo de nubarrones. De repente varios
relámpagos iluminan el cielo, y comienza a tronar y a
llover a cántaros. Usted sale corriendo en busca de un
sitio donde refugiarse. Entonces ve que, junto al camino, hay un
cobertizo. Está seco y parece resistente.
¡Cuánto se alegra de haberlo encontrado!

Hoy vivimos en tiempos tormentosos y llenos de peligros,
pues el mundo va de mal en peor. Pero existe un refugio seguro,
un refugio que nos protegerá de cualquier daño
permanente. ¿Cuál es?. Fíjese en lo que cita
la Biblia:

"Ciertamente diré a
Jehová: "Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte, mi
Dios, en quien de veras confiaré."
"

(Salmo 91:2).

Jehová, el Creador y Soberano del universo, puede
ser nuestro refugio. ¡Qué gran bendición!
Él es mucho más poderoso que cualquier persona o
cosa que nos amenace. Y aunque se nos lastime, Jehová
puede reparar todo el daño que recibamos.
¿Cómo haremos de Jehová nuestro
refugio?. Confiando en él. Además, la Biblia nos
hace esta invitación:

"Manténganse en el amor de
Dios
."

(Judas 21).

Así es, tenemos que permanecer en el amor de Dios
y seguir muy unidos a nuestro Padre celestial. Si así lo
hacemos, podemos estar seguros de que él será
nuestro refugio.

Pero, ¿cómo conseguiremos tener una
relación tan afectuosa con el Creador?.

Reflexione en el amor que Dios le tiene
y correspóndale

Jehová nos ha demostrado su amor de diversas
maneras. Veamos cuáles son, pues repasarlas nos
ayudará a permanecer en el amor de Dios. Piense en algunas
enseñanzas bíblicas que ha aprendido en este libro.
Por ejemplo, para que disfrutemos de la vida, el Creador nos ha
dado un extraordinario hogar, la Tierra, donde hay abundancia de
alimento, agua, recursos naturales, animales fascinantes y
paisajes hermosos. También sabemos que Dios es el Autor de
la Biblia, en la cual nos dice cómo se llama y qué
cualidades tiene. Las Escrituras explican que él
envió a su querido Hijo a la Tierra y que permitió
que sufriera y muriera por nosotros.

(Juan 3:16)

De este modo nos hizo un regalo muy generoso,
gracias al cual tenemos la esperanza de un magnífico
futuro.

Este futuro también depende de algo más
que Dios ha hecho. Jehová ha establecido un gobierno
celestial, el Reino mesiánico. Este Reino pronto
acabará con todos nuestros sufrimientos y
convertirá la Tierra en un paraíso.
¡Qué maravilla! ¡Por fin seremos felices y
viviremos para siempre en paz!.

(Salmo 37:29.)

Y ahora, mientras esperamos ese día, los consejos
de Dios nos ayudan a vivir del mejor modo posible. Jehová
también nos ha dado otro regalo: la oración, la
cual nos permite comunicarnos libremente con él. Estas son
tan solo unas cuantas pruebas del amor que Dios siente por usted
y por el resto de la humanidad.

Ahora, usted debe hacerse una pregunta
importante: "¿Cómo responderé yo al amor de
Jehová?". Probablemente, muchas personas contesten:
"Amando a Jehová". ¿Piensa usted así?
Jesús dijo que el mayor mandamiento es este: "Tienes que
amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con
toda tu alma y con toda tu mente".

(Mateo 22:37)

Sin duda, usted tiene muchas razones para amar a
Jehová. Ahora bien, para amar a Dios con todo el
corazón, alma y mente, ¿basta
con tenerle afecto?

La Biblia muestra que amar a Dios significa mucho
más que sentir afecto por él. De hecho, aunque
ese sentimiento es muy importante, es tan solo el comienzo del
verdadero amor a Dios. Para entenderlo mejor, veamos la siguiente
comparación: si usted quisiera una manzana, ¿se
conformaría con que le dieran una semilla de esa fruta?
Claro que no. Es cierto que la semilla es esencial para que
crezca un manzano, pero lo que usted quiere es el fruto.
Lo mismo ocurre con el afecto que sentimos por
Jehová: al igual que la semilla, tiene que desarrollarse y
dar fruto. La Biblia enseña: "Esto es lo que el amor
de Dios significa: que observemos sus mandamientos; y, sin
embargo, sus mandamientos no son gravosos", es decir,
no son una carga.

(1 Juan 5:3)

Así, el verdadero amor a Dios debe producir
buenos frutos, debe expresarse con hechos.

(Mateo 7:16-20)

Demostramos que amamos a Dios cuando obedecemos sus
mandamientos y ponemos en práctica sus principios. Eso
no es muy difícil, pues las leyes de Jehová
no son una carga. Al contrario, están
pensadas para que seamos felices y disfrutemos de la
vida.

(Isaías 48:17, 18)

Cuando dejamos que Jehová nos guíe,
demostramos que agradecemos mucho todo lo que él ha hecho
por nosotros. Es una pena que tan poca gente tenga esa
actitud. Nosotros no queremos ser desagradecidos, como
algunas personas del tiempo de Jesús. En cierta
ocasión, Cristo curó a diez leprosos,
pero sólo uno fue a darle las
gracias.

(Lucas 17:12-17)

Seguramente queremos ser como esa persona, y
no como las otras nueve, que no mostraron el menor
agradecimiento.

Entonces, ¿qué mandamientos de
Jehová debemos obedecer? Algunos se han explicado en este
libro. Pero repasemos unos cuantos, pues si obedecemos los
mandatos de Dios, nos será más fácil
permanecer en su amor.

Acérquese cada vez más a Jehová

Conocer bien a Jehová es un paso
importantísimo para acercarnos más a él.
Es un proceso que nunca debería terminar.
Imagínese que se encuentra en el monte, en una noche muy
fría, y que ha encendido una fogata para calentarse.
¿Dejaría que las llamas se fueran apagando poco a
poco? De ningún modo. Seguro que iría
añadiendo leña para que el fuego siguiera ardiendo,
ya que de ello depende su propia vida. Pues bien, tal como la
leña alimenta el fuego, el "conocimiento de Dios" mantiene
vivo el amor que sentimos por Jehová.

(Proverbios 2:1-5)

El amor a Jehová es como un fuego: hay que
alimentarlo para que no se apague.

Jesús quería que sus seguidores
mantuvieran muy vivo su amor por Jehová y por su
maravillosa Palabra de verdad. Después de resucitar les
explicó a dos discípulos suyos algunas
profecías de las Escrituras Hebreas que él
había cumplido. ¿Qué efecto tuvo aquello?
Más tarde, los discípulos dijeron: "¿No nos
ardía el corazón cuando él venía
hablándonos por el camino, cuando nos estaba abriendo por
completo [el sentido de] las Escrituras?".

(Lucas 24:32)

Cuando usted iba aprendiendo lo que enseña
realmente la Biblia, ¿verdad que también le
ardía el corazón, lleno de alegría,
entusiasmo y amor a Dios? Seguro que sí. A muchos les
ha pasado lo mismo. Lo difícil ahora es mantener vivo
ese amor y lograr que crezca. No queremos seguir la
tendencia que Jesús predijo que habría en el mundo
de hoy: "Se enfriará el amor de la mayor
parte".

(Mateo 24:12)

¿Cómo puede usted impedir que se
enfríe el amor que siente por Jehová y por las
verdades de la Biblia?

Continúe adquiriendo conocimiento de
Jehová Dios y de Jesucristo.

(Juan 17:3)

Piense detenidamente en lo que lea en la Palabra de Dios
y pregúntese: "¿Qué me enseña esto
acerca de Jehová? ¿Me da alguna razón
más para amarlo con todo el corazón, mente y
alma?".

(1 Timoteo 4:15)

Si reflexiona de esta manera, su amor a Jehová
jamás se apagará.

Otra manera de mantener vivo el amor a Jehová es
orando con regularidad.

(1 Tesalonicenses 5:17)

Ya hemos visto que la oración es un valioso
regalo de Dios. Las relaciones con nuestros semejantes se
estrechan al comunicarnos con ellos con frecuencia y de forma
sincera. De igual modo, nuestra relación con
Jehová seguirá viva si le oramos constantemente.
Debemos esforzarnos por no hacer oraciones mecánicas;
no queremos repetir siempre lo mismo sin pensar en lo que
decimos. Debemos hablarle a Jehová como hablaría un
niño con su amado padre. Claro está, queremos
dirigirnos a él con respeto, pero abierta y sinceramente,
desde el corazón.

(Salmo 62:8)

Así es, para adorar a Dios es muy importante que
tengamos un estudio personal de la Biblia y que le oremos con
franqueza. De este modo será más fácil
que permanezcamos en el amor de Dios.

Adorar a Dios produce gozo

El estudio de la Biblia y la oración son formas
de adorar a Dios que generalmente realizamos a solas. Hablemos
ahora de algo que realizamos cuando estamos con otras personas:
conversar sobre lo que creemos. ¿Ha hablado usted ya con
alguien sobre las enseñanzas de la Biblia? En ese
caso, ha disfrutado de un privilegio maravilloso.

(Lucas 1:74)

Cuando hablamos de lo que hemos aprendido acerca de
Jehová Dios, cumplimos una misión muy importante
que han recibido todos los cristianos verdaderos: predicar las
buenas nuevas del Reino de Dios.

(Mateo
24:14; 28:19, 20)

El apóstol Pablo estimaba tanto la labor de
predicar que dijo que era un tesoro.

(2 Corintios 4:7)

Hablar de Jehová y sus propósitos es el
mejor trabajo que hay. Por un lado, se hace para servir al mejor
Amo, y por otro, da los mejores beneficios. Cuando
predicamos, ayudamos a las personas sinceras a acercarse a
nuestro Padre celestial y a entrar en el camino que lleva a la
vida eterna. ¿Podría otra labor producir más
satisfacción? Además, al dar testimonio de
Jehová y su Palabra, crecen nuestra propia fe y nuestro
amor a Dios. Y Jehová valora los esfuerzos que
hacemos.

(Hebreos 6:10)

Como vemos, mantenernos activos en esta obra nos ayuda a
permanecer en el amor de Dios.

(1 Corintios 15:58)

Es importante recordar que la predicación del
Reino es una obra urgente. La Biblia dice: "Predica la
palabra, ocúpate en ello urgentemente".

(2 Timoteo 4:2)

¿Por qué es esta obra tan urgente hoy
día? Por lo que nos dice la Palabra de Dios: "El gran
día de Jehová está cerca. Está cerca,
y hay un apresurarse muchísimo de él".

(Sofonías 1:14)

Así es, se aproxima rápidamente el
día en el que Jehová destruirá a todo este
sistema de cosas. ¡La gente tiene que saberlo! Tiene que
entender que ahora es el momento de obedecer a Jehová como
su Soberano, pues el fin "no llegará tarde".

(Habacuc 2:3)

Jehová quiere que lo adoremos públicamente
junto con los cristianos verdaderos. Por eso, su Palabra dice:
"Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a
las buenas obras. No dejemos de reunirnos, como acostumbran
algunos, sino animémonos unos a otros, y mucho más
al ver que el día se acerca".

(Hebreos 10:24, 25)

Cuando asistimos a las reuniones cristianas con nuestros
hermanos en la fe, tenemos una oportunidad magnífica de
alabar y adorar a nuestro querido Dios. También nos
fortalecemos y nos animamos unos a otros.

Cuando nos reunimos con otros siervos de Jehová,
estrechamos los lazos de amor y amistad en la
congregación. Es importante fijarse en las buenas
cualidades de los demás, tal como Jehová se fija en
las nuestras. No espere que sus hermanos espirituales sean
perfectos. Recuerde que todos cometemos errores y que cada uno
progresa espiritualmente a un ritmo distinto.

(Colosenses 3:13)

Busque la amistad de quienes aman a Jehová
con todas sus fuerzas, y verá cómo crece su
espiritualidad. Si adora a Jehová con sus hermanos y
hermanas espirituales, le será más fácil
permanecer en el amor de Dios. Veamos ahora cómo
recompensa Jehová a quienes lo adoran fielmente y
permanecen en su amor.

Luche por "la vida de verdad"

La recompensa que Jehová da a sus siervos fieles
es la vida, pero ¿qué clase de vida? La
mayoría de nosotros diría que ya estamos vivos,
pues al fin y al cabo, respiramos, comemos y bebemos.
En nuestros mejores momentos, incluso puede que digamos:
"¡Esto sí que es vida!". Sin embargo, la Biblia
indica que, en cierto sentido, hoy día ningún ser
humano está realmente vivo.

Jehová quiere que usted disfrute de "la vida de
verdad". Y usted, ¿lo logrará?

La Biblia anima a todos a "asirse firmemente de la vida
que realmente lo es", o como dice
el Nuevo Testamento de José
María Valverde, a "adquirir la vida de verdad"
(1 Timoteo 6:19). La expresión "la vida de
verdad" se refiere a un tipo de vida que esperamos tener en el
futuro. Cuando seamos perfectos, estaremos vivos en el pleno
sentido de la palabra, pues viviremos tal como Dios quería
en un principio. El día que estemos en el
Paraíso terrestre disfrutando de salud, paz y felicidad
completas, por fin tendremos "la vida de verdad", es decir, la
vida eterna (1 Timoteo 6:12). Ciertamente, nos espera un
futuro maravilloso, ¿no le parece?

¿Cómo puede alguien "adquirir la vida de
verdad"? Antes de decir estas palabras, Pablo recomienda a los
cristianos que "trabajen en lo bueno" y "sean ricos en obras
excelentes" (1 Timoteo 6:18). Así, mucho depende de
que pongamos en práctica lo que aprendimos en la Biblia.
Pero ¿quiso decir Pablo que con las buenas obras
nos ganamos "la vida de verdad"? No, pues ese
magnífico futuro depende en realidad de "la bondad
inmerecida" de Dios (Romanos 5:15). Sin embargo, a Jehová
le complace recompensar a quienes le sirven fielmente. Él
quiere que usted tenga "la vida de verdad", una vida eterna,
feliz y pacífica. Esa es la vida que aguarda a todos los
que permanecen en el amor de Dios.

Cada uno de nosotros hace bien en preguntarse:
"¿Estoy adorando a Dios como él manda en la
Biblia?". Si nos aseguramos de que día tras día
respondemos con un sí, vamos por buen camino. Podemos
tener la seguridad de que Jehová es nuestro refugio.
Él protegerá a su pueblo fiel durante los
peligrosos últimos días de este viejo sistema de
cosas. Además, nos introducirá en su glorioso nuevo
mundo, que tan cerca está. ¡Qué emocionante
será! ¡Cuánto nos alegraremos de haber tomado
las decisiones acertadas en estos últimos días! Si
usted toma buenas decisiones ahora, disfrutará durante
toda la eternidad de "la vida de verdad", la vida que
Jehová Dios siempre quiso que
tuviéramos.

Lo que la Biblia enseña

? El verdadero amor a Dios se demuestra obedeciendo sus
mandamientos y poniendo en práctica sus principios
(1 Juan 5:3).

? Para permanecer en el amor de Dios tenemos que
estudiar su Palabra, orarle desde el corazón,
enseñar a los demás quién es él y
adorarlo en las reuniones cristianas (Mateo
24:14; 28:19, 20; Juan
17:3; 1 Tesalonicenses 5:17; Hebreos
10:24, 25).

? Los que permanezcan en el amor de Dios
disfrutarán de la vida de verdad (1 Timoteo
6:12, 19; Judas 21).

El hombre da varias razones, pero la verdadera
razón es que toda persona que viene a la tierra es un hijo
o una hija espiritual de Dios. Debido a que todo el amor emana de
Dios, nacemos con la capacidad y el deseo de amar y ser amados.
Uno de los vínculos más fuertes que tenemos con
nuestra vida pre terrenal tiene que ver con lo mucho que nuestro
Padre y Jesús nos amaron y lo mucho que nosotros los
amamos a Ellos. Pese a que se descorrió un velo sobre
nuestra memoria, siempre que percibimos el verdadero amor, se
despierta una añoranza que no se puede negar.

El responder al verdadero amor es parte de nuestro ser
verdadero; llevamos en nuestro interior el deseo de experimentar
aquí en la tierra el amor que sentimos allá.
Únicamente si sentimos el amor de Dios y llenamos nuestros
corazones de Su amor podemos ser realmente felices.

El amor de Dios llena la inmensidad del espacio; por lo
tanto, no hay escasez de amor en el universo, sólo en
nuestra disposición para hacer lo que sea necesario para
sentirlo. Para lograrlo, Jesús explicó que debemos
"[amar] al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a
tu prójimo como a ti mismo".

(Lucas 10:27)

Cuanto más obedezcamos a Dios, tanto mayor
será nuestro deseo de ayudar a los demás; cuanto
más ayudemos a los demás, tanto más amaremos
a Dios y así sucesivamente. Y a la inversa, cuanto
más desobedezcamos a Dios y cuantos más
egoístas seamos, tanto menor será el amor que
sintamos.

El tratar de encontrar el amor perdurable sin obedecer a
Dios es como tratar de saciar la sed al beber de una taza
vacía; se cumple con las formalidades, pero la sed no se
quita. De igual forma, el tratar de encontrar el amor sin ayudar
a los demás ni sacrificarse por ellos es como tratar de
vivir sin comer; va en contra de las leyes de la naturaleza y es
imposible lograrlo. No podemos fingir el amor; éste debe
formar parte de nosotros. El profeta Mormón
explicó:

"…la caridad es el amor puro de Cristo, y
permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer
día, le irá bien.

"Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al
Padre con toda la energía de vuestros corazones, que
seáis llenos de este amor" (Moroni
7:47–48).

Dios está ansioso de ayudarnos a sentir Su amor,
dondequiera que estemos. Permítanme darles un
ejemplo.

Cuando era un joven misionero, fui asignado a una
pequeña isla de aproximadamente 700 habitantes en una
región remota del Pacífico Sur. Para mí el
calor era sofocante, los mosquitos eran terribles, había
barro por todos lados, el idioma era muy difícil y la
comida era… "diferente".

Después de unos meses, un poderoso huracán
azotó nuestra isla; la devastación fue enorme; las
cosechas fueron destruidas, hubo personas que perdieron la vida,
a las casas se las llevó el viento y la estación
del telégrafo —lo único que nos unía
con el mundo exterior— quedó destruida. Una
pequeña embarcación del gobierno normalmente
llegaba una o dos veces al mes, de modo que racionamos nuestra
comida para que nos durara cuatro o cinco semanas, con la
esperanza de que para entonces llegara el barco. Pero no
llegó. Cada día que pasaba nos debilitábamos
más. Hubo actos de gran bondad, pero al pasar la sexta y
séptima semanas con muy poca comida, nuestras fuerzas
decayeron considerablemente. Mi compañero nativo, Feki, me
ayudó en todo lo que pudo, pero al entrar la octava
semana, yo ya no tenía energías. Me sentaba bajo la
sombra de un árbol y oraba, y leía las Escrituras y
pasaba horas y horas meditando en las cosas de la
eternidad.

La novena semana empezó con poco cambio externo.
Sin embargo, se realizó un gran cambio en mi interior.
Sentí el amor del Señor de manera más
profunda que antes y aprendí, por mí mismo, que Su
amor "es más deseable que todas las cosas…
Sí, y el de mayor gozo para el alma" (1 Nefi
11:22–23).

Para entonces yo estaba hecho un esqueleto. Recuerdo que
observaba, con profunda reverencia, los latidos de mi
corazón, la respiración de mis pulmones, y pensaba
qué maravilloso cuerpo había creado Dios para
albergar un espíritu igualmente maravilloso. La idea de
una unión permanente de esos dos elementos, que el amor,
el sacrificio expiatorio y la resurrección del Salvador
hicieron posible, fue tan inspiradora y satisfactoria, que
cualquier molestia física se desvaneció por
completo.

Cuando comprendemos quién es Dios, quiénes
somos nosotros, la forma en que Él nos ama y el plan que
tiene para nosotros, el miedo se disipa. Cuando obtenemos la
más pequeña vislumbre de esas verdades, nuestra
preocupación por las cosas del mundo desaparece. Y el
pensar que de veras creemos las mentiras de Satanás de que
el poder, la fama y la riqueza son importantes es algo
ridículo, o lo sería, si no fuese algo tan
triste.

Aprendí que, así como los cohetes deben
vencer la fuerza de gravedad para salir rugientes hacia el
espacio, nosotros también debemos vencer la fuerza del
mundo para remontarnos a los reinos eternos del entendimiento y
del amor. Me di cuenta de que mi vida terrenal podría
acabar allí, pero no sentí pánico.
Sabía que la vida continuaría, y que ya fuese
aquí o allá, en realidad no importaba; lo que
importaba era cuánto amor tenía en mi
corazón. ¡Sabía que necesitaba más!
Sabía que nuestro gozo ahora y para siempre está
inseparablemente unido a nuestra capacidad de amar.

Mientras esos pensamientos ocupaban y elevaban mi alma,
me fui percatando del alboroto de unas voces; los ojos de mi
compañero Feki brillaban de entusiasmo, mientras
decía: "Kolipoki, ha llegado un barco y está lleno
de alimentos. ¡Nos hemos salvado! ¿No te da gusto?".
No estaba seguro, pero debido a que el barco había
llegado, debía ser la respuesta de Dios, de modo que
sí, estaba feliz. Feki me dio algo de comer y me dijo:
"Toma, come". Vacilé; miré la comida y luego a
Feki. Miré hacia el cielo y cerré los
ojos.

Sentí algo en lo hondo de mi ser; estaba
agradecido porque mi vida en ese lugar siguiera como antes, pero,
sin embargo, sentía una cierta tristeza, un sentimiento
sutil de aplazamiento, como cuando la oscuridad apaga los
brillantes colores de una puesta de sol perfecta y uno se da
cuenta de que tiene que esperar otra tarde para volver a
disfrutar de esa belleza.

No estaba seguro de que quería abrir los ojos,
pero cuando lo hice, me di cuenta de que el amor de Dios
había cambiado todo. El calor, el barro, los mosquitos, la
gente, el idioma, la comida ya no presentaban un reto; las
personas que habían tratado de hacerme daño ya no
eran mis enemigos; todos eran mis hermanos. El estar lleno del
amor de Dios es lo que nos da más dicha
y vale cualquier esfuerzo.

Le di gracias a Dios por ese tiempo especial y por los
muchos recordatorios de Su amor: el sol, la luna, las estrellas,
la tierra, el nacimiento de un niño, la sonrisa de una
amistad. Le di gracias por las Escrituras, por el privilegio de
tener la oración y por el recordatorio más
maravilloso de Su amor: la Santa Cena.

Me di cuenta de que al cantar los himnos sacramentales
con verdadera intención, frases como "Mostró Su
gran amor" o "Su gran amor debemos hoy saber corresponder",
henchirá nuestros corazones de amor y de gratitud
(véase "Jesús en la corte
celestial", Himnos, Nº 116 y "En un
lejano cerro fue", Himnos, Nº 119). El
escuchar con sinceridad las oraciones sacramentales, las frases
como "y a recordarle siempre", "y a guardar sus mandamientos",
"tener su Espíritu consigo" llenarán nuestro
corazón con un profundo deseo de ser mejores (véase
D. y C. 20:77, 79). Entonces, al participar del pan y del agua,
con un corazón quebrantado y un espíritu contrito,
sé que podremos sentir e incluso oír esas palabras
tan maravillosas: "Te amo. Te amo".

Pensé que nunca olvidaría esos
sentimientos, pero la fuerza del mundo es fuerte y tendemos a
errar, pero Dios sigue amándonos.

Varios meses después de recuperar mis
energías, nos vimos atrapados en otra fuerte tormenta, esa
vez en alta mar. Las olas enormes volcaron nuestra pequeña
embarcación, haciéndonos caer a los tres al
violento y agitado océano. Al verme en medio de aquellas
aguas turbulentas, me sorprendí, sentí temor y un
poco de disgusto. "¿Por qué ha ocurrido esto?",
pensé. "Soy misionero; ¿dónde está mi
protección? Se supone que los misioneros no deben
nadar".

Pero debía nadar si deseaba seguir con vida. Cada
vez que me quejaba, me hundía, de modo que pronto
dejé de quejarme. Las cosas son como son y las quejas de
nada sirven. Necesitaba toda la energía posible para
mantenerme a flote y llegar a la playa. Habiendo obtenido mi
premio de Scout Águila, me consideraba un buen nadador,
pero después de un rato, el viento y las olas me empezaron
a debilitar. No dejé de esforzarme, pero llegó un
momento en que no podía mover más los
músculos.

Tenía una oración en mi corazón,
pero aún así me empecé a hundir. A medida
que me sumía en lo que tal vez sería la
última vez, el Señor infundió en mi mente y
en mi corazón un profundo sentimiento de amor por una
persona muy especial. Era como si la pudiera ver y oír;
aunque se encontraba a más de doce mil kilómetros
de distancia, el poder de ese amor vino de pronto, a
través del tiempo y el espacio, y me rescató de las
profundidades de la oscuridad, de la desesperación y de la
muerte, sacándome a la luz, a la vida y a la esperanza.
Con un repentino arranque de energía, llegué a la
orilla, donde encontré a mis compañeros. Nunca
subestimen el poder del verdadero amor, ya que no conoce
barreras.

Si tenemos el amor de Dios, podemos hacer, ver y
comprender cosas que de otro modo no podríamos ver ni
comprender. Llenos de Su amor podemos sobrellevar bien el dolor,
disipar el temor, perdonar libremente, evitar la
contención, renovar la fortaleza y bendecir y ayudar a los
demás de maneras que aun a nosotros nos
sorprenderían.

Jesucristo poseyó un amor indescriptible al
soportar por nosotros dolor, crueldad e injusticias
incomprensibles. Mediante el amor que tiene por nosotros, se
elevó por encima de obstáculos que de otro modo
habrían sido insuperables. Su amor no tiene barreras.
Él nos invita a seguirle y a participar de Su amor
infinito, a fin de que nosotros también superemos el
dolor, la crueldad y la injusticia de este mundo y podamos
ayudar, perdonar y bendecir.

Sé que Él vive y que Él nos ama.
Sé que podemos sentir Su amor aquí y ahora.
Sé que Su voz es de perfecta suavidad que penetra hasta el
alma misma. Sé que Él sonríe y está
lleno de compasión y de amor. Sé que tiene toda
mansedumbre, bondad, misericordia y deseo de ayudar. Le amo con
todo mi corazón. Testifico que cuando estemos listos, Su
amor puro se transportará instantáneamente a
través del tiempo y del espacio, y nos rescatará de
las profundidades de cualquier embravecido mar de tinieblas,
pecado, dolor, muerte o desesperación en que nos
encontremos, llevándonos a la luz, la vida y el amor de la
eternidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Mensaje de la Madre Teresa de Calcuta a
los jóvenes:

 "Doy gracias a Dios por esta linda ocasión
que nos permite estar juntos, y estar juntos en
Jesús.Pidamos a nuestra Señora que nos dé un
corazón puro, hermoso, transparente como el de ella tan
repleto de amor y de humildad, de manera que nosotros podamos
recibir a Jesús a través de la vida y del amor, que
podamos amarle a Él como ella lo amó. Que le
sirvamos a Él en la apariencia dolorosa de cada
pobre.

En la escritura leemos que Dios amó tanto al
mundo que entregó a su hijo Jesús a María,
la más pura y Jesús cuando se encarnó en
María, hizo que María estuviera llena de gracia,
llena de Jesús y ella al recibir a Jesús hizo de
ese día, su primera santa comunión. Así, al
recibirlo en sí misma, pudo darle a Jesús a
otros.

¿Y que hizo María en casa de Isabel? Ella
fue a hacer de criada, a servir.

Y algo muy extraño pasó entonces, el
pequeño aún no nacido en el vientre de Isabel
saltó de gozo.

Es extraño que Dios haya escogido a un
niño que no hubiera nacido aún para proclamar la
presencia de Cristo.

Hoy, ese niño aún no nacido, no es
deseado, amado, ni es cuidado, es abortado, asesinado por su
propia madre y aún así, Dios habla de ese
niño y dice: aunque la madre se pudiera olvidar de su
hijo, yo no te he olvidado, yo te he grabado en la palma de mi
mano. Te he llamado por tu nombre, tú eres mío. El
agua no te ahogará, el fuego no te quemará, eres
valioso para mí, te amo.

Sólo piensen ustedes, que cada uno de vosotros es
valioso para Dios, pues Él os ha creado a cada uno de
vosotros a su propia imagen. Él nos ha creado para cosas
más grandes, para amar y ser amados. Nosotros no somos
solamente un número en el mundo, nosotros somos los hijos
de Dios por lo tanto, es una maldad, el aborto, que la propia
madre mate a su propio hijo. Es por eso que el aborto se ha
convertido en el gran destructor de la paz hoy, si una madre
puede matar a su propio hijo, entonces que queda para los
demás, si no es matarse entre sí?.

Sin embargo, Jesús vino a este mundo para darnos
la buena noticia. La Buena noticia de que Dios es amor, de que te
ama a tí, de que me ama a mí. Que él quiere
que nos amenos los unos a los otros como Él nos ama a cada
uno de nosotros.

Somos valiosos para Él y él ofrece con
ternura y amor a cada uno de nosotros su amistad fiel y personal
que dura toda la vida y en devolución Él quiere que
cada uno de nosotros lo amemos así como él nos ama
en los pobres y en el prójimo.

Dónde comienza ese amor?. En el hogar,
Cómo comienza?, por la oración; porque si rezamos
juntos, en la familia vamos a permanecer juntos y si permanecemos
juntos nos vamos a amar los unos a los otros como Dios nos ama.
Nosotros sabemos cómo nos ama Jesús. Él nos
ama hasta el final, en la cruz y él nos ama ahora, en la
realidad viviente de la Eucaristía. Él se hizo Pan
de Vida para darnos vida, para satisfacer nuestra necesidad de
hambre por su amor. Y Él es el hambriento, el desnudo,
él sin hogar, para que así tú y yo podamos
satisfacer su hambre con nuestro amor humano.

Es muy difícil como dice San Juan:

"Cómo es que decimos que amamos a Dios a
quién no vemos, si yo no amo a mi prójimo a
quién veo".

El amor empieza en el hogar, exactamente en nuestro
propio hogar, en nuestra propia comunidad tenemos a los
hambrientos, a los desnudos, a los sin hogar; y sin embargo, no
compartimos con ellos el gozo de amar. Para poder amar debemos
orar necesitamos Pan de Vida. Para poder ver y amar a
Jesús en la Eucaristía a fin que podamos amarlo y
servirlo en el endeble cuerpo de los pobres. No importa cuento
demos, sino cuanto amor pongamos en el dar, hoy día los
jóvenes son generosos, son personas estupendas, ellos
están buscando un desafío. Yo he visto a muchos
jóvenes de todas partes del mundo ir hacia Calcuta para
trabajar con enfermos y moribundos y servir a los hambrientos,
estos jóvenes tienen hambre de Dios y al darles la
oportunidad de un contacto cercano con los pobres, entonces
encuentran a Jesús.

En Junio pasado una estudiante de la Universidad de
París, antes de recibirse quiso venir y trabajar con los
pobres y así cuando llegó, se veía afligida.
Sin embargo, después de dos semanas ella me dijo, poniendo
sus manos en mis manos, "encontré a Jesús". Le
pregunté: Dónde encontraste a Jesús? lo
encontré en la esperanza de los moribundos. Después
que encontraste a Jesús, que hiciste? Bueno, fui a
confesarme. Comulgue después de 15 años. Y le
pregunte, que más hiciste cuando encontraste a
Jesús? Les mandé un telegrama a mis padres y les
dije: "Encontré a Jesús". Su rostro, su
alegría, sus ojos estaban llenos de gozo, ella era otra
persona, ahora que había encontrado a
Jesús.

Nosotras tenemos muchas vocaciones maravillosas en
nuestra congregación tanto para hermanas como para
hermanos y una de las preguntas que tiene que contestar antes de
entrar es: porque usted quiere entrar, unirse a los misioneros de
la caridad? Su respuesta es: quiero una vida de pobreza, de
oración y sacrificio que me lleve al servicio de los
pobres ya que allí se encuentra la total entrega a Cristo.
Es maravilloso ver el gozo, el amor y el servicio que estos
jóvenes dan a Cristo quién está en la
apariencia dolorosa de los pobres. Cuál es la
vocación de un sacerdote, de una religiosa? Pertenecer a
Jesús.

Hay una convicción de que nada ni nadie nos
podrá separar del amor de Cristo. Amar a Cristo con un
amor indiviso y en castidad; a través de la libertad de la
pobreza, en total entrega, en obediencia. Si nos damos cuenta de
que pertenecemos a Jesús, Él tiene el derecho de
usarnos, por medio de nuestros superiores, por medio de la
iglesia, por medio del Santo Padre.

Es muy importante la obediencia a la Iglesia si
realmente estás enamorado de Cristo, si realmente
pertenecemos a Jesús, si realmente estamos enamorados de
Jesús, entonces la obediencia es la manera más
grande y segura de santidad para nosotros.

En nuestra Congregación tenemos un 4to. Voto, que
es dar un servicio de todo corazón, sin costo alguno, a
los pobres de los pobres, pues este es Jesús en su
apariencia dolorosa. Pese a que hacemos trabajo social, no somos
trabajadores sociales, somos en realidad contemplativas en el
corazón del mundo, pues hacemos de nuestro trabajo
oración y lo hacemos con Jesús, para Jesús y
hacia Jesús, entonces estamos realmente las 24 horas en su
Presencia, tocándolo, amándolo y
sirviéndolo.

El Ministro del Bienestar Social en Nueva Delhi me dijo:
usted y yo Madre Teresa hacemos trabajo social, pero hay una gran
diferencia entre el trabajo que usted hace y el que nosotros
hacemos, nosotros lo hacemos por algo y usted lo hace por
alguien. Es por eso que necesitamos orar, necesitamos a Nuestra
Señora en nuestras vidas, para que ella nos enseñe
a amar a Jesús en los pobres, ya que los pobres son
personas encantadores. Especialmente por ustedes, los
jóvenes. Es muy hermoso para un joven amar a una chiquilla
y ella amarlo a él. Ámense los dos con un
corazón limpio, con un corazón puro, respeten su
pureza mutua, ya que es tan hermoso que el día de su
matrimonio pueden entregarse el uno al otro un corazón
virgen, un cuerpo virgen, como Nuestra Señora, que
entregó su cuerpo virgen a su Hijo,
Jesús.

No es amor si nos destruimos mutuamente, eso es lo que
llamamos pasión. No es amor lo que nosotros vemos en las
calles, el amor para ser verdadero tiene que doler, tiene que ser
un sacrificio. Unos pocos días antes de partir de Calcuta,
una pareja de jóvenes vino a nuestra casa, se
habían casado hacía dos días. Ellos me
dieron mucho de dinero para alimentar a los pobres. En Calcuta
nosotras cocinamos para 9.000 personas cada día, y si no
cocinamos ellos no comen. Les pregunté a esos
jóvenes de donde habían conseguido ese dinero? Y
ellos dijeron: Antes de casarnos decidimos que no íbamos a
comprar vestidos de novios, ni íbamos a tener fiesta de
novios; y que ese dinero se lo íbamos a dar a usted. Y
entonces les dije: ¿Por qué hicieron una cosa
así? Y entonces me dieron la respuesta más
extraordinaria: "Nosotros nos amamos con tanta ternura que
quisimos darnos el uno al otro algo especial y dar algo grande;
algo así como dar "el amor en
acción". 

Fue algo maravilloso poder compartir con
estos jóvenes el valor que tuvieron para amarse tanto y
con tanta ternura que quisieron bendecir su matrimonio con un
sacrificio, en eso radica la grandeza del amor de los
jóvenes. Por eso ustedes no deben temer en amarse con
ternura, recuerden que ustedes han sido creados para cosas
más grandes: para amar y ser amados. Yo voy a rezar por
ustedes para que puedan crecer en santidad. La santidad no es el
lujo de unos pocos, es un simple deber para ustedes y para
mí. Porque Jesús nos dijo: "Sed santos como mi
Padre es Santo" y si ustedes quieren crecer en santidad tienen
que amarse los unos a los otros y si ustedes oran pueden tener un
corazón puro, y un corazón puro puede ver a Dios. Y
si ustedes ven a Dios en los otros, podrán amarse el uno
al otro como Dios ama a cada uno de ustedes, Dios también
habla en el silencio del corazón. Y tú,
escucha ese llamado. Esa es la vocación de pertenecer a
Él, nosotros hablamos con nuestro corazón colmado,
diciéndole sí a Él y este hablar y escuchar
es nuestro vivir con Cristo. Esto es lo que hace Nuestra
Señora, por eso pidámosle a Ella que sea nuestra
Madre. Por eso hoy que es un día de fiesta de Nuestra
Señora de Los Dolores, pidámosle a Ella sea Nuestra
Madre, nuestra propia Madre.

Amémosla con ternura. Haz lo que Jesús te
diga y cuando Él te llame dile que sí a
Dios.

Y yo rezaré por ustedes, pues en nuestra
Congregación tenemos 25 nacionalidades, religiosas de
todas partes del mundo, pero de Chile no tenemos ninguna.
Oraré por nuestros pobres, nuestros hermanos y hermanas en
todo el mundo: "Haznos dignos Señor de servir a nuestro
prójimo en todo el mundo, a aquellos quienes viven y
mueren en la pobreza y el hambre, dales hoy por medio de nuestras
manos su pan cotidiano y haznos comprender el significado del
amor para así dar paz y gozo". Recordemos que Jesús
en la Eucaristía es para ti y para mi Pan de Vida y el
fruto de esta unión es el trabajo por los pobres de entre
los pobres. Oren por nosotros para que podamos hacer y continuar
haciendo el trabajo de Dios con gran amor.

¡Dios los bendiga!"

Al mundo de hoy le falta el sol del verdadero
amor.

Nos estamos dejando llevar por valores que no lo son,
por palabras que pierden su significado" , advirtió
enérgicamente el Arzobispo de Lima, llamando a los fieles
a volver mirar a Cristo, ver que el acto central de Cristo es
nuestra redención, es la muerte por amor, que nos
amó tanto… que salió de sí mismo y se
entregó plenamente a cambio de nada, porque es
Dios.

Durante el programa Diálogo de Fe, emitido por
Radio Programas del Perú, el Cardenal Juan Luis Cipriani
Thorne destacó que "El sacerdote que no ha descubierto el
amor es un fracaso; nunca debió ser sacerdote porque si
algo es, el sacerdote,  es que es un especialista en el
amor", y en ese sentido distinguió , de lo que es una
debilidad de una persona y del traidor; el traidor es otra cosa,
el traidor se afirma en su error y trata de imponérselo a
los demás como si fuera un valor,
enfatizó.

Trascripción

En esta emisora radial, ya pasó la madrugada de
la información y la ampliación de noticias. Viene
ahora la paz y la serenidad de hablar de Dios en un mundo en que
realmente hace falta sembrar esa semilla de fe.

Precisamente hoy, quería tratar de un tema que me
 parece muy importante. Leí alguna vez al Papa
Benedicto XVI que decía: "Si el mundo no tuviera un
sentido, tampoco nosotros podríamos crearlo, porque el
sentido de tu vida existe o no existe".

Las personas no inventamos nuestra existencia, hemos
sido creados por Dios por amor y para amar por lo que debemos
tener el pleno convencimiento de que hemos nacido con un
propósito en esta vida y preguntarse cada uno:
¿Cuál es la razón de ser de mí
existir? ¿Adónde voy? Porque, si no sé a
donde voy, me será muy difícil recibir
orientación y ayuda.

Veo que ahora, con frecuencia, la gente va de un lado
para otro, con mucho movimiento pero sin rumbo, sin saber a donde
va; convirtiendo la expresión amor solamente en una
expresión de éxito. Van por unos caminos que no son
solamente atajos, sino que son como engaños y nos quedamos
sin nuestras principales potencias y facultades:

–          ¿Qué
cosa es amar? Tener éxito.

–          ¿Qué
cosa es amar? Tener sexo.

–          ¿Qué
cosa es amor? Tener prestigio, tener dinero, tener
poder.

Digo esto porque a veces escucho hablar acerca del
sacerdocio de manera engañosa: afirmándose "que el
sacerdote solo logra su dimensión plena cuando,
traicionando su vocación, fracasando en su
vocación, descubre "el paraíso del
amor".

Partes: 1, 2

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