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¿Jesús, hijo de un dios? (página 2)



Partes: 1, 2

Además, dice este pasaje: "…es el Padre, que me
ha enviado, quien me ordenó lo que debo decir y
enseñar". Pero esta afirmación
sería igualmente absurda teniendo en cuenta que, desde la
propia dogmática de la jerarquía católica,
tanto el Padre como el Hijo serían Dios y, por ello,
sería totalmente inadmisible que dios Padre ordenase algo
a dios Hijo. Igualmente, cuando Jesús dice "yo
enseño lo que he oído al Padre", está
reconociendo que él no es omnisciente, que él es
sólo un mandado, que ni siquiera tiene criterio propio
para saber qué tiene que decir, lo cual no encaja para
nada con la idea de que Jesús fuera dios en cuanto los
dirigentes católicos defienden la doctrina de que su dios,
tanto si se le considera como "Padre" como si se le considera
como "Hijo", es omnisciente.

e) Por otra parte, hay pasajes -como el siguiente- en
los que se hace referencia a sentimientos de Jesús, como
la tristeza o la angustia ante la conciencia de la
cercanía inminente de su pasión y muerte.
Así, se dice en Mateo:

"Llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de
Zebedeo; comenzó a sentir tristeza y angustia
[…]

Después, avanzando un poco más,
cayó rostro en tierra y estuvo orando
así:

-Padre mío, si es posible, que pase de mí
esta copa de amargura; pero no sea como yo quiero, sino como
quieres tú
"[18].

Ahora bien, ¿son tales sentimientos realmente
compatibles con la supuesta divinidad de Jesús? Si
Jesús, en cuanto Dios, había decidido encarnarse,
sufrir y morir para redimir a la humanidad de sus pecados, su
amor y su fortaleza infinitas y su con-ciencia de estar
realizando lo que su infinita sabiduría y bondad le
dictaban resultaba realmente incompatible con tales sentimientos,
propios de la debilidad e imperfección de un hombre pero
impropios de un dios inmutable y omnipotente, aunque se hubiera
ancarnado en un ser humano. Además, hacia el final del
pasaje citado nos encontramos ante una nueva y flagrante
contradicción. Se dice en él:

"-Padre mío, si es posible, pase de mí
esta copa de amargura; pero no sea como yo quiero, sino como
quieres tú"[19].

Estas líneas son una clara demostración de
la esencial diferencia entre Jesús y Dios Padre. Es el
propio Jesús quien reconoce que su voluntad no
coincide con la de Dios Padre
, pero, en el caso de que
Jesús se hubiera identificado con Dios, no habría
podido darse tal diferencia entre su voluntad y la de Dios Padre,
al margen de que tampoco tenga sentido ninguno referirse a una
"Trinidad" en la que exista cualquier otra diferencia entre el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

f) Igualmente, en el evangelio de Mateo hay
otro pasaje especialmente significativo -al margen de su
carácter contradictorio con el pasaje correspondiente del
evangelio de Lucas- en el que de un modo ingenuo se muestra al
propio Jesús reconociendo, por una parte, su inferioridad
respecto al dios de Israel y reconociendo además de manera
implícita, por otra, su lejanía respecto a la
teórica omnipotencia que le atribuye la jerarquía
católica, ya que, en contra de la posesión de este
supuesto poder absoluto, Jesús menciona que, si él
se lo pidiera a su "Padre", éste le enviaría
más de doce legiones de ángeles
para su
protección. Pero, ¡es una contradicción
ridícula suponer que Jesús, siendo un dios
omnipotente, hubiera podido necesitar de la ayuda de su "Padre",
al igual que es otra contradicción suponer que hubiera
necesitado ser protegido por tales legiones. Y sin embargo, se
dice en Mateo:

"Uno de los que estaban con Jesús sacó su
espada y, dando un golpe al criado del sumo sacerdote, le
cortó una oreja. Jesús le dijo:

-Guarda tu espada, que todos los que empuñan la
espada, perecerán a espada. ¿O crees que no
puedo acudir a mi Padre, que pondría a mi
disposición en seguida más de doce legiones de
ángeles
?"[20].

g) Igualmente y por lo que se refiere a la segunda
venida del "Hijo del hombre", el autor del evangelio atribuido a
Marcos escribe:

"En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni
los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el
Padre"[21].

De nuevo nos encontramos aquí con el absurdo de
suponer que mientras Dios Padre sería omnisciente, Dios
Hijo no lo sería, en cuanto desconocería hechos
futuros como el que aquí se menciona. Ahora bien, al
margen de que el dogma de la Trinidad hable de tres personas y un
solo "Dios", lo que resulta inadmisible de manera especial para
los mismos dirigentes católicos es que tales personas
puedan diferir por el grado mayor o menor de posesión de
cualidades que sean propias de un dios omnipotente en cuanto tal,
como la de la omnisciencia -que no admite grados, pues no se
puede ser más o menos omnisciente-, por lo que el texto
citado es otro ejemplo de contradicción.

h) En Hechos de los apóstoles se
señala también la diferencia entre Jesús y
Dios, cuando se dice:

"A este Jesús Dios lo ha resucitado, y de ello
somos testigos todos nosotros"[22],

pues, en efecto, la frase Dios ha resucitado a
Jesús
sólo puede tener sentido desde el
momento en que Dios y Jesús sean distintos, siendo Dios
quien con su poder resucita a Jesús. Pero de nuevo nos
encontramos con que esta distinción contradice la
dogmática de la secta católica según la cual
su dios no tiene un poder superior al de Jesús por el cual
le resucite, aunque admita de modo contradictorio la
distinción entre el Hijo, el Padre y el Espíritu
Santo, pues, si cada una de esas tres personas son dios, por lo
mismo deben poseer en grado infinito el conjunto de las
perfecciones divinas, de manera que sería absurdo que se
dijera que el Padre tiene mayor autoridad que el Hijo, que el
Hijo ama más que el Padre o que el Espíritu Santo
es más fuerte que el Hijo. ¿En qué se
diferenciarían entonces? En nada más que en el
nombre.

i) Más adelante, en Hecho de los
apóstoles,
se insiste en esta misma diferencia entre
Jesús y "Dios", y en la consideración de que "Dios"
resucitó a Jesús:

"Pedro y los apóstoles respondieron:

-Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El
Dios de nuestros antepasados ha resucitado a Jesús

[…] Dios lo ha exaltado a su derecha como
Príncipe y Salvador
[…] Nosotros y el
Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen
somos testigos de todo esto"[23].

En este pasaje se insiste en la diferente
categoría y poder entre "Dios" y Jesús,
considerando que "Dios ha resucitado a Jesús" y "lo ha
exaltado a su derecha como Príncipe y Salvador", lo cual
representa un reconocimiento explícito de que, desde la
perspectiva del autor de esta obra, "Dios" y Jesús
serían realidades distintas, teniendo "Dios" una
categoría y un poder evidentemente superior al de
Jesús, que es el que le habría permitido
resucitarlo y hacer que se colocase a su diestra.

Llama también la atención el hecho de que
en el relato de Lucas se diga que Dios ha dado el
Espíritu Santo a los que le obedecen
, por lo que se
está diferenciando claramente entre "Dios" y el
"Espíritu Santo", y se está presentando a este
último no como un ser personal de carácter divino
sino como algo que se da, como una especie de fuerza
espiritual
que no sería equivalente para nada a la
propia divinidad, pues, sustituyendo "Espíritu Santo" por
"Dios", la frase resultante, "Dios ha dado a Dios a los que
le obedecen
", no tendría sentido.

Esta forma de escribir muestra una actitud
dogmática, propia de todos los creadores de religiones, en
cuanto, siendo unos impostores, se presentan como si realmente
hubiesen tenido una revelación especial en la que los
demás debieran creer en lugar de analizar de forma
crítica si quienes dicen haber tenido tal
revelación lo que en realidad tuvieron fue una
alucinación o mintieron de forma descarada para convencer
a la población ingenua.

¿Con qué derecho podían exigir los
iluminados de entonces o los obispos actuales que se tuviera fe
en sus palabras cuando en ningún momento presentaron
ninguna prueba especial que les hiciera acreedores a la
más mínima confianza y cuando además su
propia forma de vida ha sido tan repugnante que el creer en sus
mentiras se convierte en una clara muestra de pusilanimidad y de
ligereza intelectual?

Pero lo más absurdo de todo en el caso del
cristianismo es precisamente que desde el principio se exija la
fe, la creencia ciega en las palabras de sus
dirigentes, especialmente en los casos de Pablo de Tarso, de Juan
el Anciano, y también en el del propio Jesús de los
evangelios, y llegue esta exigencia hasta el punto de proclamar
que sin la fe no hay salvación, lo cual no es
otra cosa que una forma de presión absurda y un intento de
pisotear lo que en otros momentos es valorado como una virtud: La
veracidad, el esfuerzo por no mentir, no engañar y no
dejarse engañar, y el esfuerzo por mantener la rectitud
intelectual a la hora de aceptar como verdad sólo aquello
de lo que se tenga pruebas suficientes de que lo es.

j) De modo similar, momentos antes de morir Esteban
dice:

"-Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre de pie a
la derecha de Dios"[24],

frase en la que se diferencian claramente ambas figuras
de un modo jerárquico: "Dios" como figura
principal y Jesús -el Hijo del hombre- como
figura secundaria, aunque importante. Tiene interés
insistir en este detalle porque, si no se hubiera querido
reflejar esta diferencia entre Dios y Jesús, el autor de
ese escrito habría podido decir que Esteban veía "a
Jesús y al Padre" en un plano de igualdad, lo cual hubiera
podido ser compatible con el reconocimiento implícito de
que tanto el Padre como Jesús eran Dios, pero no "a la
diestra de Dios", pues en ese caso se está diferenciando
inevitablemente entre Jesús, por un parte, y "Dios", por
otra, negando en consecuencia la divinidad de
Jesús.

k) El hecho de que Jesús critique la
acción de "Dios", como a continuación se muestra,
implica que Jesús no podía ser un dios y menos un
dios infinitamente bueno, ya que en caso contrario no
habría tenido ningún sentido que se hubiera
criticado a sí mismo por haber creado a Judas. Pero
efectivamente, en Mateo y en referencia a Judas,
Jesús pronuncia las siguientes palabras:

"Más le valdría a ese hombre no haber
nacido"[25],

pues una frase como ésa da a entender claramente
que la persona que la pronuncia considera que el nacimiento de
ese hombre fue producto de la fatalidad o que, en cualquier caso,
él mismo no tuvo nada que ver con el nacimiento de ese
hombre. Sin embargo, tratándose del dios cristiano,
supuesta causa absoluta de la existencia de todo y, por ello
mismo, del nacimiento y de cada una de las acciones que a lo
largo de su vida habría realizado Judas, si Jesús
se hubiera identificado con ese dios de infinita bondad y
sabiduría, habría sido absurdo que se hubiese
criticado a sí mismo al considerar que hubiera sido mejor
que Judas no hubiese nacido y, por ello, esta sola frase
representa una nueva contradicción respecto a la supuesta
divinidad de Jesús.

l) En esta misma obra, Hechos de los
Apóstoles
, se llega incluso a considerar que
Jesús sólo fue un "siervo de Dios", que,
por lo tanto, no se identificaría con el propio "Dios" ni
sería siquiera su hijo, como se dice en otras ocasiones.
En efecto, dice el correspondiente pasaje:

"El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios
de nuestros antepasados, ha manifestado la gloria de su
siervo
Jesús…"[26].

Más adelante se insiste en esta misma
consideración presentando de nuevo a Jesús como
"siervo de Dios", obediente a sus decisiones:

"En esta ciudad, en efecto, se han aliado Herodes y
Poncio Pilato, junto con extranjeros y gentes de Israel, contra
tu siervo Jesús, al que ungiste, para hacer lo
que tu poder y tu voluntad habían decidido de antemano que
sucediera […] Manifiesta tu poder para que se realicen
curaciones, señales y prodigios en el nombre de tu
santo siervo Jesús
"[27].

Pero, si Jesús era "siervo de Dios",
difícilmente podía ser "Dios", y, por ello, "siervo
de sí mismo". Pues, aceptando incluso el dogma de la
Trinidad según el cual en Dios hay tres personas, en
ningún caso podría tener sentido que, siendo Dios
cada una de esas tres, una de ellas -el Hijo- pudiera ser
sierva de otra -el Padre-, por mucho sentido
metafórico que se quisiera dar al texto.

m) A continuación, en esta misma obra, se llega
incluso a distinguir entre Jesús y el Señor,
considerando que ese "Señor", identificado con "Dios", es
quien habría enviado al Mesías como un
profeta semejante en el mejor de los casos al propio
Moisés, pero no superior a él, un profeta
"suscitado entre vuestros hermanos", es decir, procedente del
propio pueblo de Israel
. En efecto, se dice en la citada
obra:

"Llegarán así tiempos de consuelo de parte
del Señor, que os enviará de nuevo a Jesús,
el Mesías que os estaba destinado […]
Moisés, en efecto, dijo: el Señor Dios vuestro
suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo;
escuchad todo lo que os diga; y el que no escuche a este profeta
será excluido del
pueblo
"[28].

n) Igualmente, en el evangelio atribuido a Mateo se
insiste en la diferencia entre Jesús y Dios cuando se pone
en boca del propio Jesús la frase:

"No juzguéis, para que Dios no os
juzgue"[29],

frase en la que Jesús declara nuevamente, de modo
implícito pero incuestionable, que él no es "Dios",
pues en caso contrario en lugar de decir "para que Dios no os
juzgue" hubiera podido decir "para que yo no os juzgue", y con
mucho más motivo teniendo en cuenta que en otros pasajes,
como el que se cita a continuación, se hace referencia a
Jesús como juez que juzgará a todos los hombres al
final de los tiempos.

ñ) En efecto, en Hechos de los
apóstoles
se afirma con absoluta claridad la
diferencia entre "Dios", por una parte, y Jesús, por otra,
considerando a Jesús como el "ungido" y "resucitado"
gracias al poder de "Dios" -no al suyo propio-, y también
como el "juez" designado por el propio "Dios", lo cual equivale a
asumir que "Dios" tiene autoridad sobre Jesús en
cuanto es el propio "Dios" quien "constituye" a Jesús como
"juez de vivos y muertos". En efecto, se dice en Hechos de
los apóstoles
:

[Pedro tomó la palabra y dijo:] "me refiero a
Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con
Espíritu Santo y poder […] Dios lo
resucitó
el tercer día […] Dios lo
ha constituido juez
de vivos y
muertos"[30].

o) En esta misma obra se considera a Jesús como
"hombre" elegido por "Dios", pero sólo como "hombre" y no
como "Hijo de Dios". En efecto, se dice en ella:

"[Dios] ha establecido un día, en el que va a
juzgar al universo con justicia por medio de un hombre
designado por él
, a quien ha acreditado ante todos
resucitándolo de entre los
muertos"[31].

De nuevo "Dios" es aquí el protagonista que ha
designado a un hombre, a Jesús, como juez, y quien lo
ha resucitado de entre los muertos
, lo cual representa una
nueva prueba de que, si los textos bíblicos estuvieran
inspirados por el supuesto Espíritu Santo, en tal caso
habría una contradicción entre aquéllos en
los que se considera a Jesús como "Dios" o como "hijo de
Dios" y aquellos otros que, aunque le conceden una importancia
especial al verlo como mesías o como profeta, no llegan a
considerarlo ni como "Dios" ni como "hijo de Dios".

Ante la lectura y comprensión clara de estos
textos, ¿cómo puede decirse que "Dios" y
Jesús sean una misma realidad? ¿Cómo es
posible que los cristianos no se percaten de lo que está
dicho con tanta claridad en tantos pasajes del Nuevo
Testa-mento
? Parece que una de las principales explicaciones
de este hecho se encuentra en que sencillamente los cristianos,
en su inmensa mayoría, no han leído la
Biblia, ni el Antiguo ni el Nuevo
Testamento
, y aceptan como verdad todo lo que el cura de
turno quiera decirles, de manera que éste les lee los
pasajes evangélicos más acordes con su especial
montaje religioso, y procura ocultarles aquellos otros que
están en contradicción con los anteriores, es decir
aquéllos que niegan de manera más o menos evidente
la divinidad de Jesús.

p) Por su parte, Pablo de Tarso, a pesar de aceptar que
Jesús sería "hijo de Dios", se refiere a él
considerándolo como un "siervo sometido al poder de Dios",
lo cual no tendría sentido si el propio Jesús se
identificase con Dios. En este sentido en Corintios 1
escribe:

"Y cuando le estén sometidas todas las cosas,
entonces el mismo hijo se someterá también al
que le sometió todo
, para que Dios sea todo en todas
las cosas"[32].

q) En relación con esta cuestión tiene
interés también hacer referencia al dogma de la
ascensión de Jesús pues los textos
"sagrados" conocidos, en lugar de defender la idea de que
Jesús ascendió a los cielos por su propio poder,
afirman que fue elevado, es decir, que fue llevado por
un poder que, aunque no se menciona de modo explícito,
evidentemente se trataría del poder de Dios. Así
queda expresado en los evangelios atribuidos a Marcos y
a Lucas y en Hechos de los apóstoles en
pasajes como los siguientes:

-"…el Señor Jesús fue elevado
al cielo y se sentó a la diestra de
Dios"[33],

-"…hasta el día en que fue elevado a
los cielos"[34],

-"…y mientras los bendecía se separó de
ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de
postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén
rebosantes de alegría. Y estaban continuamente en el
templo bendiciendo a Dios"[35].

En relación con esta última cita -al
margen de la temática de la "ascensión de
Jesús al cielo"- tiene interés llamar la
atención acerca del hecho de que en ella se dice que los
discípulos de Jesús "estaban continuamente en el
templo". Ahora bien, ¿en qué templo? Se
trataría evidentemente de un templo judío,
el templo de Jerusalén, pues no había "templos
cristianos", lo cual refuerza de manera muy importante la tesis,
defendida en otro momento, de que Jesús, siendo muy
probablemente un esenio, no intentaba crear una nueva
religión alejada de la religión de Israel, sino
predicar la práctica de dicha religión de Israel de
un modo más auténtico y menos ligado a los rituales
meramente formales y vacíos de auténtico
sentimiento religioso. Por otra parte, si sus discípulos
hubieran considerado que Jesús era "Dios", no parece que
hubiera tenido mucho sentido que fueran al templo de
Jerusalén, el templo máximo de la religión
tradicional con la que rompían, el templo dirigido por
Caifás -sumo sacerdote[36]que había
colaborado de manera especialmente importante en la condena de
Jesús.

r) Finalmente hay otros dos pasajes a los que se hace
referencia a continuación que son especialmente
importantes porque, a pesar de referirse a momentos muy
señalados de la vida de Jesús, en ellos el pueblo
le aclama, pero no como "Hijo de Dios" sino sólo como
"Hijo de David" o como "el profeta", títulos que, aunque
importantes en sí mismos, realmente aminoran el valor de
la figura de Jesús en cuanto no es considerado como "Hijo
de Dios". Pero, si Jesús hubiera sido considerado por la
gente "Hijo de Dios", lo más lógico habría
sido que, al aclamarle, le hubiesen reconocido con ese mismo
título y no con otros inferiores, aunque tuvieran
también cierta relevancia:

-"Y la gente que iba delante y la que iba detrás
aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor!"[37].

-"Cuando entró en Jerusalén toda la ciudad
se conmovió, diciendo: ¡Quién es
éste?

Y la gente decía: Éste es Jesús el
profeta, de Nazaret de Galilea"[38].

¿Eternidad de
Jesús?

Por otra parte y aunque se trate de un tema tangencial
al anterior, tiene interés señalar que la doctrina
según la cual Jesús era hijo de María
implicaba que Jesús habría tenido un origen
temporal
, que sería aquél en él que fue
engendrado, y, por ello, no sería eterno como el
"Padre" o como el "Espíritu Santo".

De hecho el Hijo no aparece por ninguna pasaje en el
Antiguo Testamento, y el motivo de su aparición
en el Nuevo Testamento consiste en que la nueva
religión exigía un cambio esencial respecto a la
religión de Israel, cambio que, entre otros aspectos,
consistió en presentar a Jesús como "Hijo de Dios",
por muy ridícula y absurda que tal doctrina fuera. Y,
desde luego, lo era, entre otros motivos porque era
contradictoria con la doctrina, aceptada por la nueva
religión, de que su dios, tanto en la persona del "Padre"
como en la del "Hijo" o en la del "Espíritu Santo", era
eterno. Pero, si el "Hijo" era eterno, no tenía
ningún sentido afirmar que había nacido en
determinado momento, y, por ello, la nueva religión -la
secta cristiana-, incurría en una contradicción al
asignar a Jesús una madre en la persona de María,
que lo habría engendrado con la colaboración del
"Espíritu Santo" hace poco más de dos mil
años.

Y una nueva contradicción añadida
sería aquélla por la cual, el dios de Israel, en la
persona de su divino hijo, en contradicción con el dogma
de la inmutabilidad divina, no sería inmutable,
ya que durante el tiempo anterior a su nacimiento no
habría tenido cuerpo
, pues sólo lo tuvo a
partir del momento en que fue engendrado por
María.

 

 

Autor:

Antonio García
Ninet

 

[1] “Y yo lo constituiré en
primogénito mío” (Sal 89:28).

[2] De hecho, resulta asombrosa la audacia
del escritor de este evangelio cuando se atreve a narrar
pasajes de la infancia de Jesús o el de la visita del
ángel Gabriel a María ¡como si hubiera sido
testigo presencial de tales “sucesos”!

[3] Lucas, 3:38.

[4] Lucas, 3:23-38.

[5] Mateo, 1:16.

[6] Mateo, 1:18.

[7] Marcos, 1:1.

[8] Lucas, 2: 42-50. La cursiva es
mía. De nuevo aquí Lucas aparece como un testigo
privilegiado que parece haber contemplado en directo esos
detalles de la infancia de Jesús. Resulta bastante
sospechoso el contraste entre el evangelio de Lucas y los
demás en cuanto sólo en el primero se hace
referencia a los años de la infancia de Jesús
mientras que los demás no dicen nada sobre dicha
infancia, lo cual parece mucho más lógico, puesto
que nadie había conocido nada de ella.

[9] Mateo, 12:48-50. Un pasaje similar a
éste aparece en Lucas, 11:27-28 y dice lo siguiente:
“Cuando estaba diciendo, una mujer de entre la multitud
dijo en voz alta: -Dichoso el seno que te llevo y los pechos
que te amaman-taron. Pero Jesús dijo: -Más bien,
dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en
práctica”.

[10] Mateo, 10:21-22.

[11] Mateo, 10:34.

[12] Mateo, 26:52.

[13] Lucas, 22:36-38. La cursiva es
mía.

[14] Mateo, 27:46. La cursiva es mía.
Como se ha dicho ya, estas palabras aparecen en el Antiguo
Testamento, concretamente en Salmos, 22:2. Quienes escribieron
los evangelios quisieron presentar las palabras de Jesús
como el cumplimiento de profecías que aparecían
(?) en el Antiguo Testamento. Una manera de lograr este
objetivo pudo consistir en buscar en tales escritos fra-ses un
tanto ambiguas o enigmáticas que pudieran encajar con
algún acontecimiento real o supuesto de la vida de
Jesús y a continuación ponerla en su boca como si
tal “coincidencia” hubiera sido un acontecimiento
asombroso cuando en realidad había sido un burdo
falseamiento de los hechos y una “coincidencia”
especialmente preparada. Estas mismas palabras aparecen en el
evangelio atribuido a Marcos, en 15:34, pero no en los otros
dos evangelios canónicos en los que, de manera
sorprendente, nada se dice en este sentido, a pesar de tratarse
de unas palabras realmente importantes al margen de las
interpretaciones que se les pueda dar. Quizás el motivo
de no mencionarlas consistiera en que quienes escribieron estos
otros evangelios tomaron conciencia de que no armonizaban con
su interés en presentar a Jesús como
“Dios” o como “Hijo de Dios” aunque sin
dejar de ser “Dios”. Por otra parte, tales palabras
u otras parecidas pudieron efectivamente haber sido
pronunciadas por Jesús, pero sólo en cuanto
Jesús hubiera sido simplemente un hombre especialmente
ligado a la religión de Israel, como lo estaba el grupo
de los esenios, y ligado tal vez, al menos hasta cierto punto,
al movimiento zelote de liberación judía frente
al dominio romano. Jesús pudo haberse sentido
especialmente guiado por su dios en su labor
“mesiánica”, pero, ya en la cruz, pudo
haberse sentido abandonado por ese dios en quien había
confiado.

[15] Mateo, 28:18.

[16] Marcos, 16:19.

[17] Juan, 12:49.

[18] Mateo, 26:37-39. La cursiv es
mía.

[19] Mateo, 26:39.

[20] Mateo, 26:51-53.

[21] Marcos, 13:32.

[22] Hechos de los apóstoles,
2:32.

[23] Hechos, 5:29-32.

[24] Hechos, 7:56. Esta obra atribuida a
Lucas, tiene en común con el evangelio del mismo autor
el hecho de que habla de sucesos de los que no ha podido ser
testigo como si hubiera estado presente, y, a pesar de todo,
los conociera de primera mano y con todo detalle. En aquellos
tiempos el pueblo era ingenuo e inculto, y por eso era muy
fácil engañarle con relatos como
éstos.

[25] Mateo, 26:24. Este pasaje no sólo
tiene el interés de representar una crítica a
Dios por haber programado el nacimiento de Judas, sino
también toda una serie de críticas
complementarias a diversas cualidades divinas como son las
siguientes: a) a la supuesta omnipotencia de Dios, en cuanto la
existencia de Judas, junto con todas sus cualidades y sus
acciones, incluida la traición a Jesús y su
propio suicidio, habrían sido predeterminados por Dios,
y, en con-secuencia, Judas, no habiendo sido responsable de
nada de lo que hizo, no habría merecido tales palabras
de condena; b) a su supuesta omnisciencia, es decir, su
conocimiento absoluto de todo, y, por ello, de la futura
existencia de Judas en cuanto programada por él mismo,
que, por ese mismo motivo, habría podido evitar como
consecuencia de su poder; c) a su supuesta misericordia
infinita de acuerdo con la cual no habría ofensa que no
pudiera perdonar. Por otra parte, en cuanto el propio
Jesús se identificase con Dios y en cuanto por su bondad
infinita hiciera siempre lo mejor, sus palabras habrían
carecido de sentido en cuanto se habría criticado a
sí mismo, que era quien habría hecho nacer a ese
personaje maldito. Ahora bien, si se tienen en cuenta aquellos
textos evangélicos –indicados en este mismo
estudio- en los que se niega que Jesús fuera Dios,
podría entenderse que el propio Jesús simplemente
se equivocase al olvidarse de la infinita misericordia divina o
que asumiese, como también asumen los evangelios, que la
misericordia divina no era infinita, por lo que la frase
referida a Judas estaría motivada por la
convicción de que la acción de Judas no
podía ser perdonada por Dios. Por otra parte, el absurdo
de las palabras de Jesús se hace mayor, si cabe, si se
tiene en cuenta que la doctrina cristiana considera que
Jesús se encarnó a fin de ofrecerse en sacrificio
en la cruz para el perdón de los pecados, sacrificio
que, aunque era otro absurdo en sí mismo -pues Dios por
su amor y misericordia infinitas hubiera perdonado, si
tenía algo que perdonar, sin necesidad de sacrificio
alguno-, se produjo mediante la colaboración de Judas,
que a su manera fue un instrumento programado por Dios que
habría servido para que Jesús llevase a
término su supuesta, innecesaria y absurda
inmolación.

[26] Hechos 3:13. La cursiva es
mía.

[27] Hechos, 4:27. La cursiva es
mía.

[28] Hechos, 3:20-22. En este pasaje se dice
que Moisés dijo tales palabras, pero en la Biblia no
existe ningún pasaje en el que Moisés diga nada
en este sentido.

[29] Mateo, 7:1.

[30] Hechos, 10:38-42.

[31] Hechos, 17:31.

[32] Pablo, Corintios 1, 15:28. La cursiva es
mía.

[33] Marcos, 16:19.

[34] Hechos, 1:22. La cursiva es
mía.

[35] Lucas, 24:51-52. La cursiva es
mía.

[36] Mateo, 26:57.

[37] Mateo, 21:9.

[38] Mateo, 21:10-11.

Partes: 1, 2
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