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De la futurofobia a la angustia existencial



  1. Resumen
  2. Introducción
  3. La desesperanza
    como patología
  4. De la futurofobia
    al vacío existencial
  5. La angustia
    existencial
  6. Conclusión
  7. Fuentes

Resumen

En el presente trabajo trataremos de distinguir entre el
miedo al futuro y la angustia existencial, y
cómo es que ésta puede ser la solución para
aquel. Para tal efecto, describiremos, primero, el
carácter patológico que se atribuye a la
futurofobia, luego veremos cómo ésta se deriva en
un vacío existencial que evidencia una vida sin sentido y,
finalmente, mediante un proceso de concienciación, daremos
un salto del miedo a la angustia, la cual permite construir el
sentido de la propia existencia.

Palabras clave: miedo, angustia,
posibilidades, proyecto, elección.

Introducción

Los problemas sociales pueden generar en algunas
personas una profunda falta de esperanza, ya que circunstancias
como la guerra y las crisis económicas, entre otros
factores, han acabado con la visión optimista del futuro
haciéndolo ver como algo peligroso del que se puede
esperar cualquier cosa. No conocemos nuestro futuro pero nos
asustamos y sufrimos (por adelantado) por el simple hecho de no
saber lo que nos espera, esto paraliza e inhabilita nuestro
presente. El miedo al futuro puede causar incluso más
molestias que la posible situación de la que se huye
anticipadamente, ya que en la medida que le dedicamos tiempo a
dicho pensamiento reforzamos su acción sobre nosotros. La
futurofobia también puede ser la manera de escapar de la
responsabilidad de cumplir con las expectativas, es decir, en
tanto que el presente queda inhabilitado, no se actúa con
la excusa de no caer en el fracaso.

Si nos remitimos a la definición común del
término miedo, nos damos cuenta que se trata de
un "sentimiento de inquietud causado por un peligro real o
imaginario". (Larousse. 1995). De esta manera podemos decir que
no existe un miedo indeterminado, ya que siempre es miedo a
algo
: de no poder suplir las necesidades básicas, al
fracaso, a la enfermedad, a ser asaltados en la oscuridad, a la
muerte propia o de los seres queridos, etc. En este sentido, el
miedo al futuro es la percepción anticipada de lo que ya
hemos aprehendido en una experiencia previa o el sentimiento de
incapacidad para lograr lo que se desea (cumplir expectativas).
Por otra parte, la angustia es un sentimiento que no es
fácil de comprender en tanto que no se refiere a algo
concreto
ni a aquello que se quiere alcanzar, sino a la
conciencia de la libertad y a la responsabilidad que implica
hacerse a sí mismo (angustia ante mí
mismo).

En este orden de ideas, lo que se quiere lograr en el
presente escrito es señalar una diferenciación
adecuada entre la futurofobia (miedo al futuro) y la angustia
existencial (según la filosofía sartreana), a la
vez tratar de establecer el paso del miedo a la angustia
existencial, como la única salida de aquel sentimiento que
nos determina y nos convierte en algo que no somos.

La desesperanza como
patología

Generalmente, la psiquiatría le da un
carácter patológico a la desesperanza estableciendo
un estrecho vínculo entre desesperanza y depresión,
binomio que hace alusión a un tipo específico de
vulnerabilidad que tienen ciertas personas ante el estrés.
Algunas personas pueden presentar depresión por
desesperanza cuando experimentan acontecimientos negativos en su
vida: cuando la situación presente les es adversa, les
parece que esto puede persistir y traer consecuencias en el
futuro, además de pensar que estas cosas suceden por su
propia incompetencia. Se asume que la vulnerabilidad cognitiva
(la debilidad para enfrentar problemas cotidianos) incrementa la
probabilidad de desarrollar los síntomas de la
depresión.

A partir de 1960, el psiquiatra estadounidense Aaron T. Beck
establece un test estandarizado para pacientes depresivos como
instrumento para medir los grados de desesperanza mediante
afirmaciones que reflejan una actitud negativa frente al futuro,
de esta manera se puede evaluar el alcance de las expectativas
negativas referidas al futuro inmediato y a largo plazo que tiene
cada persona. Tal instrumento ha sido ampliamente utilizado en
investigaciones que relacionan la desesperanza con
depresión y con la ideación suicida. La escala de
desesperanza de Beck evalúa, desde un punto de vista
subjetivo, las expectativas negativas que una persona tiene sobre
su futuro y su bienestar (en qué medida es pesimista un
individuo), así como su habilidad para salvar las
dificultades y conseguir el éxito en su vida. Dicha escala
de medición contiene frases relacionadas con actitudes
sobre el futuro y frases pesimistas sobre el presente, cada una
de las cuales debe evaluarse como verdadera o falsa. Según
los resultados, puede establecerse el grado en que algún
paciente tiende hacia un estado depresivo agudo o incluso al
suicidio, pudiendo determinar qué tratamiento es
más conveniente en cada caso. Sin embargo, Beck
también descubrió que, además de poder medir
el grado de desesperanza de los pacientes depresivos, al hacer
ellos la evaluación de su propio estado, podían ser
más conscientes de la situación y tomar distancia
de los problemas, reflexionando y actuando más
calmadamente.

De la futurofobia al
vacío existencial

Sin embargo, según lo que nos dice Viktor Frankl
en su libro El hombre en busca de sentido(1993),
podríamos decir que el miedo al futuro, dado su
carácter desesperanzador, nos lleva a una
frustración existencial (por no encontrar un
sentido a la existencia personal) que se expresa en muchas
personas por medio de una neurosis noógena, la cual es
diferente a la neurosis común o psicógena, en tanto
que no se origina en lo psicológico sino en la
dimensión espiritual de la persona, en la vivencia misma
de su propia existencia. En este sentido, no solamente
corresponde al enfermo mental tenerle miedo al futuro o sentir
cierto vacío existencial que se deriva de éste,
sino también a la gente común que se desenvuelve en
su vida cotidiana. En palabras de Frankl: "el sufrimiento no es
siempre un fenómeno patológico[…]Yo niego
categóricamente que la búsqueda de un sentido para
la propia existencia, o incluso la duda de que exista, proceda
siempre de una enfermedad o sea resultado de
ella"(1993:103).

Según Frankl, la tensión entre lo que se
ha logrado y lo que aún falta por conseguir o el camino
aún no recorrido entre lo que se es y lo que se
debería ser, es decir, esa búsqueda constante de
sentido, es algo inherente al ser humano. Lo que el hombre
necesita no es vivir en medio de un estado de equilibrio sino
vivir en la constante tensión entre el significado que se
busca y el agente que quiere alcanzarlo, y partiendo de ella,
tratar de perfilar el sentido de su propia existencia. Sin
embargo, hay una sensación incómoda que lleva a
muchas personas a pensar que sus vidas carecen de sentido, y a
experimentar una sensación de incompletitud insoportable,
que no es otra cosa que un vacío existencial.

El vacío existencial, de acuerdo a Frankl, se
presenta sobre todo como un estado de hastío que puede,
por ejemplo, derivarse de dos cosas: de la progresiva
disolución de las tradiciones que respaldan la conducta y
que sugieren lo que se debe hacer, hecho que lleva al sujeto a
hacer lo que otros hacen o lo que otros quieren que haga; o del
aumento del tiempo libre de los trabajadores, como resultado de
la automatización de los procesos industriales.
Cuestión última que se hace evidente en la conocida
"neurosis del domingo", la cual muestra el vacío interno
que experimentan muchas personas que al librarse de las
ocupaciones de la semana se dan cuenta que su vida queda en
ceros. Formas comunes de enmascarar el vacío existencial
latente en cada uno pueden ser: el afán de mantenerse
siempre ocupado en algo, la necesidad de estar siempre
acompañado, el deseo incontrolable de tener dinero o
placer.

No obstante, en la medida que nos hacemos conscientes de
nuestra libertad de actuar sobre aquello que nos atemoriza, y de
que no estamos condicionados a tener miedo para siempre, la
futurofobia se transforma en angustia.

La angustia
existencial

La angustia existencial de la cual nos habla el
filósofo y literato Jean Paul Sartre es precisamente un
miedo al futuro, pero no de las cosas sino de la posibilidad y la
responsabilidad de decidir sobre ellas. La angustia nos ayuda a
evitar el miedo que nos presenta un futuro estrictamente
determinado, y lo hace por medio de la reflexión, que a su
vez nos ofrece un futuro indeterminado. Es decir, el miedo pasa a
otro plano, al de la posible acción futura, en tanto que
nosotros la proponemos, nada nos obliga ni respalda para que tal
forma de proceder sea la correcta.

La angustia nos lleva constantemente a no estancarnos, a
actuar y a transformar nuestra existencia por medio de la
acción, es un sentimiento que nos convierte en seres
dinámicos y no determinados. No obstante, mientras que el
miedo al futuro se supera de forma definitiva o más bien
se camufla mediante una actitud que Sartre llamaría de
mala fe, en tanto que encubre la propia libertad y la
responsabilidad de una construcción personal; la angustia,
sólo nos ofrece una salida transitoria para volver a caer
en ella a cada momento: me angustio, reflexionando sobre mis
posibilidades, actúo según tal reflexión y
de nuevo me angustio ante una nueva situación.
Además, la angustia no inhabilita el presente como ocurre
con la futurofobia; antes bien, ya que lleva a interrogarse sobre
qué acción tomar para alcanzar algo que se quiere,
solamente la acción que parte del presente puede concretar
la iniciativa tomada a partir de esa
interrogación.

La futurofobia se supera cuando nos hacemos conscientes
de nuestra libertad y de que podemos intervenir en aquellas cosas
que nos causan miedo. Está en nuestras manos cambiar eso
que se puede presentar de modo desfavorable, y sólo
podemos hacerlo significativamente por medio de la acción
intencionada. Eso es la angustia, la forma reflexionada de
responder ante una situación, que debe ser adoptada en la
acción a realizar pero que aún se mantiene
indeterminada.

Podemos pensar en un ejemplo que Sartre nos ofrece en su
obra El ser y la nada para establecer la diferencia y, a
la vez, el paso del miedo a la angustia. Sartre nos relata que si
estuviéramos caminando al borde de un abismo, éste
representaría un peligro de muerte; así mismo, que
hay causas, como resbalar, que pueden convertir esa amenaza en
realidad. En tanto que estamos siempre a la expectativa de esos
accidentes somos pasivos ante posibilidades que no son nuestras,
que se nos imponen desde fuera, y nos sometemos a ellas como si
fuéramos una cosa más en medio del mundo. Esto es
el miedo: la captación de sí mismo a partir de la
situación como un objeto que está determinado por
condiciones externas que no le pertenecen.

La angustia, por otra parte, alude a la reacción
reflexiva ante ese miedo. Estaremos alerta manteniéndonos
lejos del borde del abismo, alejándonos conscientemente de
la amenaza y proyectando conductas futuras que nos permitan
conservar la vida. Tales conductas son las posibilidades que nos
pertenecen (que determinamos conscientemente), que nos ponemos y
asumimos reemplazando las probabilidades externas, lo cual nos da
la oportunidad de escapar del miedo. Así lo dice
Sartre:

En una palabra: para evitar el miedo, que me presenta un
porvenir trascendente rigurosamente determinado, me refugio en la
reflexión, pero esta no tiene otra cosa que ofrecerme sino
un porvenir indeterminado. Esto significa que, al constituir
cierta conducta como posible, me doy cuenta, precisamente porque
ella es mi posible, de que nada puede obligarme a mantener esa
conducta. Empero, yo estoy, por cierto, allí en el
porvenir; ciertamente, tiendo con todas mis fuerzas hacia aquel
que seré dentro de un momento, al doblar ese recodo; y, en
este sentido, hay ya una relación entre mi ser futuro y mi
ser presente [ya que]… yo soy el que seré, en el
modo del no serlo (1993: 67).

De esta manera, la angustia se configura, primero, en
una salida de aquel miedo que quiere convertirnos en seres
determinados y, segundo, en un modo de ser nuestro ser futuro
anticipadamente mediante la proyección de nosotros mismos,
la cual nos da la oportunidad de acceder a nuestros posibles
(aquello que queremos ser) y, en un retorno de esa
proyección, confirmar lo que somos: un
proyecto.

Conclusión

Como primera medida, podemos decir que la futurofobia no
puede ser entendida exclusivamente como una enfermedad, ya que
todos hemos experimentado tal sentimiento en algún momento
de nuestra vida a modo de un descontrol momentáneo que
inhabilita nuestro presente y nos cierra el camino hacia
proyectos futuros. Se trata de una crisis espiritual que se da en
medio de la vivencia de la existencia particular. La futurofobia
devela un vacío existencial que se expresa en forma de un
hastío que nos dificulta la vida y nos lleva cada vez
más hacia la desesperanza. Solamente podremos liberarnos
del miedo cuando nos hagamos conscientes de que somos libres de
actuar sobre aquello que nos atemoriza, y es ahí cuando la
futurofobia se convierte en angustia.

La angustia no inhabilita el presente, como sucede con
el miedo al futuro, más bien hace resaltar su importancia,
ya que sólo la acción que parte del presente
concreta la iniciativa tomada a partir de la vivencia de la
angustia misma. Ella nos da la posibilidad de adentrarnos en la
dinámica de la temporalidad y nos revela a nosotros mismos
como proyecto convirtiéndonos así en seres
dinámicos que actúan sin miedo y construyen,
mediante sus elecciones, el sentido de su propia existencia. De
esta manera, no podríamos decir cuando estamos aburridos
la famosa frase: tengo crisis existencial, ya que su
significado verdadero no implica, como se cree, un derrotismo
sino todo lo contrario. Implica estar angustiado y tener una
visión optimista de la vida que siempre se proyecta por
encima de las dificultades para lograr aquello que se quiere
alcanzar.

Fuentes

Abramson, Lyn et al. "Teoría de la
depresión por desesperanza: Aportaciones recientes",
Revista de Psicopatología y Psicología
Clínica.
Vol. 2. N° 3 (1997), pp. 211-222.

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17 diciembre 2007. [En
línea]. Disponible en:
http://benjumea.wordpress.com/2007/12/17/el-miedo-al-futuro-como-psicopatologia-el-trastorno-de-evitacion-existencial/

Celorio, Adela "¿Qué haríamos sin
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Año 3, p. 25. Disponible en:
www.elsiglodetorreon.com.mx/sup/siglon/03/78/11siglon27.pdf?

Frankl, Viktor E. El hombre en busca de
sentido.
Barcelona: Herder, 1993.

Mikulic, Isabel María et al. "Escala de
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XVI, 2009. [En línea]. Disponible en:
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1851-16862009000100035&script=sci_arttext

Miralles, Francesc. "Miedo al futuro. Combatir la
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. 5 de abril de 2009. [En línea].
Disponible en:
http://elpais.com/diario/2009/04/05/eps/1238912811_850215.html

Pequeño Larousse ilustrado. Bogotá.
Larousse. 1995.

Sartre, Jean Paul. El ser y la nada. Barcelona:
Altaya, 1993.

 

 

Autor:

Jairo Alberto Cardona Reyes.

Profesional en filosofía

Universidad del Quindío – Colombia

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